1) Técnicas de La Guitarra Flamenca
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Las técnicas interpretativas de la La discografía de Carmen Linares
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Festivales, conciertos y
guitarra flamenca. Historia y - 3ra parte : 2002 - 2017
Según expusimos en los capítulos anteriores, durante el siglo XIX coexistieron dos
tendencias en la guitarra flamenca. Una fue la guitarra de concierto, cuyo ejercicio
sería realizado singularmente por varias generaciones de guitarristas de formación
académica, quienes compusieron, publicaron y tocaron en sus recitales un soberbio
repertorio de obras flamencas . Fueron guitarristas que llegaron a conformar toda
una escuela: la que hemos denominado escuela ecléctica , escuela iniciada por
Tomás Damas , Jaime Bosch (1826-1895) y la inmensa figura de Julián Arcas
(1832-1882) , figura de las más trascendentes no sólo del siglo XIX, sino de toda la
historia de la guitarra. La otra tendencia estaría compuesta por tocaores, de
formación extra-académica, cuya principal función era el acompañamiento al cante
y al baile, aunque ocasionalmente ejercieran el concertismo además. Ambas
escuelas serían coetáneas y mantuvieron estrechas relaciones de influencia.
Tal situación existiría hasta principios del siglo XX, cuando los guitarristas
académicos por un lado, y los flamencos por otro, deciden seguir sus respectivas
andaduras históricas por diversos caminos. A causa de las nuevas orientaciones
adoptadas por los guitarristas académicos, la generación siguiente a Francisco
Tárrega (1852-1906) especializa sus repertorios en obras creadas expresamente
para el instrumento por compositores académicos, así como en transcripciones
para guitarra de otras obras originalmente concebidas para distintos instrumentos
también de origen académico. Fueron abandonando pues las orientaciones del
Romanticismo decimonónico, orientaciones que se nutrían generosamente de
música popular –entre ella, la flamenca- como fuente de inspiración, para incluirla
en sus repertorios, más o menos reelaborada o versionada. Por su lado, los
tocaores deciden desarrollar sus técnicas interpretativas de modo que les
permitieran crear un toque depuradamente óptimo, para presentarse ante los
auditorios como concertistas solísticos.
La guitarra, para mí, es como una colina con dos vertientes: la clásica y la popular.
Las dos coexisten, independientemente, sin mirarse la una a la otra. La popular
podríamos llamarla dionisíaca, y la clásica, apolínea. No están en lo justo quienes,
por elogiar a una, regatean sus alabanzas a la otra... La guitarra sirve plenamente
a estos dos espíritus, pero en vertientes por entero separadas...
Sea de Murciano, o sea de Malipieri –no existe tanta diferencia cronológica entre
ellos-, la pieza posee sumo interés como precedente inmediato a la irrupción de la
guitarra genuinamente flamenca, y es pieza prototípica e importante del repertorio
popular básico compuesto para guitarra, que hemos encontrado con anterioridad a
los años 50 del siglo XIX .
El siglo XX se abre con la edición en 1902 del Método de Guitarra. Flamenco. Por
música y cifra. Compuesto por Rafael Marín. Único publicado de aires andaluces .
Como dice el título, se trata del método de guitarra flamenca más antiguo que
existe. Muy poco después, en 1906 el desconocido Lucio Delgado firma en
Palencia Método de Guitarra en serio y flamenco para aprender a tocar sin
necesidad de Maestro , método que se erige en el segundo más antiguo
encontrado hasta ahora. Según podemos apreciar, se registra a principios del XX
un acusado interés por la enseñanza reglada, con rasgos más o menos
academicistas, de la guitarra flamenca.
2. 2.- LA AFINACIÓN.
Sexta en “Re” quiere decir que para templar esa cuerda en este tono se pondrá al
unísono con la cuarta cuerda al aire y lo mismo sucede cuando se dice quinta en
“sol”, etc. etc.
Paco de Lucía –una vez más- rompió con lo establecido en su disco “Sólo Quiero
Caminar” (1981), “obra prima” del flamenco moderno según José García-Lewis,
donde grabó la bulería “piñonate” con el tradicional toque “por medio”, pero
desafinando la segunda cuerda de Si a Sib, y la primera de Mi a Re. Esta nueva
afinación le permitió añadir al toque “por medio” disonancias como la segunda
menor, propias del color del toque “por Levante”. Iniciación de un proceso de fusión
de los colores flamencos “desde dentro” que también trabajó en el cante con
Camarón de la Isla. Después han seguido otras afinaciones, sobre todo a principios
de los noventa cuando se vivió una verdadera fiebre entre los guitarristas por
buscar afinaciones, como la de Mi La Do# La Do# Fa# de sexta a primera que
propuso Tomatito por taranta o Re La Re Sol Sib Re por tangos , la de Si La Re Sol
Si Re # que utilizó Gerardo Núñez por seguriya, también utilizada en esta época y
ahora por El Viejín como color principal de la parte musical de las coreografías de
Antonio Canales, y por Montoyita en rondeña en el grupo actual de Joaquín Cortés
.
De todos modos, la forma de afinar apuntada tanto por Lucio Delgado (pág. 6)
como por Rafael Marín (pp. 25-26), es la escrita en su Método por Aguado (pág.
8), según expresa Marín en el suyo. Es la forma conocida por afinación al unísono,
forma que por su eficacia continuamos usando. Rafael Marín recomienda el uso
del afinador o diapasón (pág. 25), para obtener una afinación correcta, siguiendo
siempre a Aguado (pág. 8). Y dibuja y explica una extensa tabla de equisonos o
sonidos iguales que se producen a lo largo del diapasón.
2. 3.- LA CEJILLA.
No cabe duda de que se trata de un elemento que por vistosidad y por la profusión
de él que hacen los tocaores, suele identificarse de inmediato con la guitarra
flamenca. Hasta el extremo que su difusión y hasta su invención han sido atribuidas
a los legendarios Paquirri el Guanté y José Patiño González El Maestro Patiño .
El error ha cundido y ha venido a formar una leyenda flamenca, otra más.
¿Por qué el invento y el uso de este adminículo? Partamos de una base: hasta
1953 no fue universalmente adoptada la afinación de la nota musical La en 440 Hz.
de frecuencia vibratoria , un La correspondiente a la quinta cuerda de la guitarra
sonada al aire. El La es la nota que sirve a los músicos como referente para afinar.
Hasta entonces, eran numerosas y variadas las afinaciones existentes y
comúnmente usadas. Por otro lado, tampoco estaban homogeneizadas las
dimensiones de los instrumentos, como vamos a ver.
Pues bien, ¿qué podía hacer un laudista, o un vihuelista, o un guitarrista para coger
el tono a un cantante y acompañar su voz con correcta armonía? Varias eran las
soluciones:
Una, sería utilizar un instrumento mayor o menor, según la tesitura de la voz del
cantante. Al ser el tiro de cuerdas o longitud de ellas –entre los dos huesos o
apoyaturas- más largo o más corto, el vihuelista o el guitarrista mudaba o
transportaba la afinación sin demasiado trabajo : cuanto más largo era el tiro de
cuerdas, más graves sonarían éstas, y cuanto más corto, serían más agudas.
Otra solución, sería rectificar la posición de los trastes. Tengamos en cuenta que
entonces los trastes eran confeccionados con cuerdas de tripas de carneros,
atadas a los mástiles de los laúdes, vihuelas y guitarras, lo que permitía su
movilidad y por lo tanto el cambio o transporte de las afinaciones. Hasta entrado el
siglo XVII, no encontramos generalizados los trastes fijos, clavados con inamovible
fijación en los diapasones de las guitarras.
(...) alzareis un poco el cuarto traste de la vihuela para que el punto de dicho traste
sea fuerte y no flaco (Luis Milán, op. cit., fol. D6).
(...) en este instrumento no hay término aceptado ni señalado para ninguno de los
ocho tonos pues a causa de ser tan perfecto, por cualquiera parte se puede tañer
perfectamente cualquiera dellos, pues todo va en poner el traste en el punto que se
quisiere (Miguel de Fuenllana, Orphenica Lyra, Sevilla, 1554, fol. vi) .
Y otra solución para el transporte de los tonos, más cómoda, rápida y fácil que las
anteriores, era la cejilla. Rudimentaria cejilla muy a la mano, que no era más que un
pañuelo. Recordemos que las vihuelas y guitarras de los siglos XVI, XVI y XVIII no
estaban construidas con los diapasones superpuestos a las tapas, sino al nivel o
ras de éstas . Además, las puentes poseían menor altura y carecían de hueso o
apoyatura . Así, las cuerdas quedaban mucho más juntas a los diapasones. Item
más, las cuerdas eran de distintos grosores –como queda dicho en el párrafo de El
Maestro - y también de tripas de carneros, material que procuraba mucha menor
tensión que las de nylon . Por lo tanto, no resultaba difícil fabricarse una cejilla con
un pañuelo, funcionando ésta idóneamente, cosa impensable hoy.
Leamos ahora como lo explica en 1555 Fray Juan Bermudo, en su Libro llamado
declaración de instrumentos musicales:
Sin embargo, estoy persuadido á que con solo un buen Maestro y este libro, con
las diez y siete lecciones de que va adornado, será suficiente para aprender la
música, y tocar un instrumento nacional tan completo y tan hermoso, que todas las
naciones lo celebran, aun sin saber hasta donde llegan las fuerzas de nuestra
Guitarra, porque los unos se contentan con rasguear el Fandango y la Jota, los
otros con acompañarse unas Boleras; los Músicos con acompañarse Arias,
Tonadillas, &c.
Pero á la verdad no son estos los méritos de la Guitarra de que voy hablando, pues
yo no deseo solo que haya acompañantes, sino tocadores, que hagan cantar á el
instrumento, y que el resto de los demás instrumentos le hagan sinfonía mientras
éste se dispone para hacer un paso de campanelas , un paso cantante expresivo,
un paso de carreras tan dilatado, que llegan á unirse los dedos de la mano
izquierda con los de la derecha (pp. 16-17).
Se tocará este instrumento con las dos manos, la izquierda puesta en disposición
que esté suelta y libre para correr hasta el último traste: la derecha estará con
alguna sujecion casi arrimada á la boca, porque ahí es donde se saca un tono
dulce y agradable; y no junto al puente, que es donde comunmente se rasguea, y
se toca á lo Barbero ; y aquí no se trata de esa escuela, sino de hacer ver, que
nuestra Guitarra es capaz de alternar con todos los instrumentos que están
recibidos en una orquestra; pues para un solo defecto que tiene (que es el tener
poca voz, y no mantenerla), tiene otras muchas particularidades, como son: el
ligao, el arrastre, el posturage, el buen cantar, su mucha extensión, los varios
registros de tonos, y la facilidad de imitar otros instrumentos, como Flautas,
Trompas, Fagotes &c.: el poder acompañar á cantar como si fuera un Pianoforte; y
finalmente, es un instrumento que no necesita el auxilio de ninguno; y así merecia,
no el nombre de Guitarra, sino (supongamos) el Clabe en la mano. (pp. 4-5).
Magnífico párrafo, sin duda. Pero la lectura de él que nos interesa ahora, es la
constatación de la existencia de la cejilla a finales del siglo XVIII.
Como hemos expuesto, Fernando Ferandiere fue uno de los primeros tratadistas
de guitarra afiliado al entonces nuevo movimiento musical llamado Clasicismo, o
bien Neoclasicismo en las demás artes. Ya nos hemos asomado un poco al
concepto que poseía de la música para guitarra, concepto de perfecta corrección
clásica.
En el mismo año 1799, aparecía el libro Principios para tocar la guitarra de seis
órdenes , Precedidos de los Elementos Generales de la Musica. Dedicados á la
Reyna Nuestra Señora, por el Capitán D. Federico Moretti. Alférez de Reales
Guardias Walonas, obra de transición entre el Barroco y el Clasicismo, que nada
dice de la cejilla, cosa que viene a acusar por defecto, la recomendación de su no
uso.
Entrado ya el siglo XIX, serían Dionisio Aguado y Fernando Sor quienes con las
publicaciones de sus respectivos métodos para guitarra, estigmatizarían la
literatura guitarrística del siglo, hasta el punto que en algunos centros docentes
continúan siguiendo sus enseñanzas, en particular el de Aguado. Y ninguno de
ambos autores menciona la cejilla, elemento que había pasado al dominio de la
guitarra popular.
Según hemos visto, desde finales del XVIII los guitarristas académicos venían
acusando a la cejilla de recurso a la mano para el acompañamiento tocado por los
guitarristas populares. A partir de esta guitarra popular y mediante su oportuna
evolución, se iría formando la guitarra flamenca, guitarra que conservaría y
desarrollaría el uso de la cejilla, uso que en la segunda mitad del XIX era encajada
en el patrimonio flamenco por los guitarristas académicos o clásicos. De tal modo lo
recogería el guitarrista y compositor Tomás Damas en las partituras de las
canciones La Macarena y Así todos:
Afinando la guitarra algo baja, puede subirse por medios tonos según convenga al
que cante haciendo uso de la cejuela de hierro con tornillo o clavija, colocándola
sobre el primero, segundo o tercer traste de la guitarra. (Dicha cejuela la usan los
que vulgarmente llaman cantadores) .
Esclarecedor comentario.
Así las cosas, podemos extraer algunas conclusiones. La cejilla fue inventada y
utilizada comúnmente por los laudistas, vihuelistas y guitarristas de los siglos XVI,
XVII y XVIII. Esto es, siglos antes de nacer Paquirri el Guanté y El Maestro
Patiño. Incluso hoy, numerosos guitarristas clásicos usan la cejilla –generalmente
en el tercer traste- cuando tocan repertorios originales para laúd o vihuela,
buscando así una afinación y un sonido parecidos a los de estos instrumentos. Y
no digamos cuando acompañan las voces de los cantantes clásicos. Las distintas
tesituras de los cantantes precisan colocar la cejilla en la guitarra.
Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, con la llegada del Clasicismo a la
música, los guitarristas clásicos abandonan la cejilla –salvo en los casos
expuestos- la cual se convierte en patrimonio exclusivamente popular, como
recurso fácil y cómodo para acompañar cantos y cantes.
No crean mis pacientes lectores que los cantadores antiguos cantaban siempre a
palo seco (sin guitarra). Lo que ocurría, según me contaba mi abuelo materno, que
fue condiscípulo de Silverio y popularísimo en toda Andalucía con su nombre de
Fernando Gómez el Cachinero, era que escaseaban mucho los guitarristas, y en el
primer tercio del siglo pasado (XIX), los pocos que había eran muy cortos tocando,
y ni siquiera se conocía la cejilla en la guitarra, por lo cual todos los cantadores
tenían que cantar por arriba (mi) o por medio (la), únicos tonos que conocían los
guitarristas por flamenco de aquella época. (...)
Es por ello por lo que los concertistas usan la cejilla en ocasiones, para interpretar
composiciones solísticas. Al levantar o alzar el tono, suena con mayor brillantez: su
timbre es más brillante. El inconveniente que puede suceder en consecuencia es
obvio: al acortar el diapasón, se reducen las posibilidades de extensión de las
melodías. Es necesario ajustarlas a un ámbito más corto, lo cual no siempre
constituye un problema irresoluble.
Eusebio Rioja
NB: por razones de orden técnico no podemos reproducir las numerosas notas y
referencias bibliográficas de este ensayo. Rogamos al autor y a nuestros lectores
que nos disculpen (N D E)
Eusebio Rioja
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