El Decadron...
El Decadron...
El Decadron...
Las formas no son lo importante, sino la intención de aquel que busca. El silencio y la
meditación son buenas consejeras para adquirir momentos de paz y claridad, instantes en
donde nuestra mente “verá” claro y podrá evaluar, sentir e interpretar nuestro camino. Los
Maestros dicen que la mente debe observar sin juzgar lo que ve. Entonces automáticamente
nuestro sexto sentido —o intuición, si preferimos llamarla así— nos advertirá los pasos
correctos para nuestra evolución y aprendizaje, y las circunstancias y acciones que en una
próxima ocasión deberíamos evitar.
Pero la atenta observación de uno mismo no sólo involucra la meditación en sí misma, sino un
estado de conciencia de todo cuanto hacemos en nuestro desenvolver cotidiano. Hay cosas que
pueden —y deben— modificarse. Y otras que son inherentes a nuestro aprendizaje. Ver nuestra
vida desde afuera, como si fuésemos científicos que están pendientes de cada detalle, de cada
paso de aquel ser humano que somos nosotros, es un buen ejercicio para comprender desde
otra perspectiva el milagro maravilloso que es nuestra existencia, y desde la cual podemos ver
el Universo entero.
Segunda Ley: “La Luz verdadera alumbra
o ciega según la actitud del estudiante”.
2. Es de responsabilidad del estudiante hacer buen uso del conocimiento. Este puede “iluminar”
—conciencia, crecimiento—, o “cegar” —confundir, desorientar— si se lleva a cabo un empleo
indebido de lo recibido.
Por ello El
Decadron afirma
que la luz
verdadera
alumbra o ciega
según la actitud
del estudiante.
Es interesante
constatar que el
comportamiento
de la luz que
estudian los
científicos no
escapa a la
enseñanza de
este principio.
Veamos un ejemplo sencillo: Todos sabemos que es peligroso mirar directamente al Sol, pues
su radiación podría lesionar nuestros ojos. Ello no quiere decir que nuestra estrella —una
enana amarilla— sea “negativa”, pues nos da calor, abrigo, y permite que la vida sea posible
en el planeta. Sin embargo, en ciertos momentos sí se puede ver la figura solar, como en el
amanecer.
En otras circunstancias —como cuando el Sol se encuentra en el cenit— sería más que
imprudente. Algo similar ocurre con el conocimiento. El mal uso del conocimiento se ha
registrado desde épocas muy antiguas. Grandes civilizaciones precipitaron su desaparición al
perder la línea original de las enseñanzas recibidas. Por ello la “luz” alumbra o ciega de
acuerdo a nuestra actitud.
El Decadron afirma que el verdadero “soldado de la luz” enfrenta las cosas con amor. Y se
refiere al estudiante como “soldado” por cuanto el caminar humano se encuentra en el medio
de una intensa pugna de fuerzas e influencias. El sabio chino Lao Tse impartía una forma
adecuada para hacer frente a ese conflicto: la quietud. El árbol manso y moldeable, era más
Resistente a las embestidas del viento, frente a un árbol duro y rígido, que corría el riesgo de
romperse. Y es que, erróneamente, se ha pensado que una actitud calmada y pacífica es
sinónimo de debilidad. Al contrario, es una muestra de poder y control interno.
En un mundo donde es evidente la pugna de fuerzas, la paz interior es la espada que protege
al guerrero de la luz.
Un guerrero que comprende la naturaleza de su adversario. Por ello lo ama, no lo odia. Y he allí
el secreto del tercer enunciado de El Decadron. El verdadero soldado de la luz batalla amando
al enemigo porque su lucha no es un acto de resistencia, sino de no-resistencia, una actitud
llena de paz, de quietud, de comprensión, de perdón y, por consecuencia, de control de la
situación
Cuarta Ley: “La
verdadera protección
radica en el control del
miedo interior”.
Los Maestros de la
Hermandad Blanca son
semejantes a los
monjes orientales.
Poseen una gran
espiritualidad y
sabiduría, pero no por
ello dejan de ser
fuertes y firmes.
Para muchos estudiosos, el miedo es una emoción primaria que se deriva de la aversión
natural a la “amenaza”. En el caso humano, muchas veces puede ocurrir ante un evento que el
individuo no desea por alguna u otra razón. O que, sencillamente, desconoce, y esa situación le
hace sentir indefenso. Las explicaciones, desde luego, son diversas. Pero todas concluyen de
alguna u otra forma en que el miedo no es contraproducente, sino que opera como un
mecanismo natural de supervivencia y adaptación.
Si éste se desborda ante situaciones que tienen control, se podría interpretar como un error de
percepción. En otras palabras, muchas veces el miedo puede derivar de la “ignorancia”. En
todos los casos, el control del miedo es una herramienta fundamental para enfrentar las
situaciones de riesgo o peligro. Es fácil de deducir que la iniciación en el conocimiento puede
disminuir la tendencia al miedo irracional. Los grandes Maestros de la historia humana siempre
hicieron énfasis en no temer, pues la verdad estaba viva y nada ni nadie podía hacerles daño.
Cuando el caminante conoce cómo operan las leyes universales, el miedo irracional empieza a
desaparecer. La verdadera protección radica en el control del miedo interior porque de nada
sirve conocer las leyes y ser asistidos por fuerzas superiores, si es que en la misma medida
tenemos miedo y aprensión. La mayor protección del caminante es el dominio de sus propios
fantasmas y temores.
Quinta Ley: “El verdadero Maestro enseña con el ejemplo”.
Un mensajero es puente de una información. Un instrumento del Universo para hacer llegar
determinado conocimiento o enseñanza.
Por ello el Decadron sugiere que su participación en esa importante tarea no altere la real
naturaleza del mensaje que se debe entregar. De lo contrario, podría afectar la esencia de lo
recibido. En otras palabras, un mensajero debe evitar cualquier tipo de contaminación del
mensaje que debe compartir
En los grupos de contacto muchas veces los mensajes recibidos son alterados
inconscientemente por nuestra particular forma de entenderlos y procesarlos, por nuestro
carácter y opinión previa sobre ciertos asuntos, e inclusive bajo la influencia de intereses
personales.
“La enseñanza de los Maestros hace hincapié en que todo aquello que vivamos en el contacto,
debe ser transmitido tal y cual ocurrió, sin juzgarlo, sin resistencia, sin intentar interpretar la
real esencia de las cosas que se nos dieron.” Un verdadero mensajero transmite sólo el
mensaje, sin alterarlo bajo ninguna circunstancia. Y comprendiendo, desde luego, que el
mensaje es más importante que el mensajero.
Séptima Ley: “La Fe verdadera se sustenta en el conocimiento”.
Nos encontramos ante una de las fuerzas más poderosas del Universo. Una fuerza que puede
ser empleada por el ser humano para cambiar el rumbo de los acontecimientos, modificar su
vida, entorno, o al propio planeta. Podría decirse que es una energía, capaz de hacer cualquier
cosa. Pero nadie sabe exactamente qué es la fe. Habitualmente se la define como “la
convicción de lo que uno no puede ver”. También podría traducirse como creer. Y aquí
empiezan a accionar los principios universales, el “secreto” que yace detrás de la fe. ¿Qué
quiso decir Jesús al afirmar que si tuviéramos fe del tamaño de un “grano de mostaza”,
podríamos desplazar montañas? ¿Fue sólo un símbolo aquel ejemplo? ¿O encierra una verdad
antigua
Hasta aquí, hemos analizado el mensaje de los primeros siete principios de el Decadron. De acuerdo a los
Maestros, los siete enunciados iniciales se concentran de manera especial en el caminante. En la persona o
ser que siente vivir y realizar la luz. En los siguientes tres principios —que empezamos a tratar desde este
momento— hallaremos un conocimiento orientado principalmente a la mística de grupo. Para explicarlo de
otra forma, el discipulado para convertirse en parte consciente de la Hermandad Blanca, requiere de siete
pasos, que consisten en:
1. Conocerse a uno mismo para conocer al Universo.
2. Comprender la naturaleza de la luz y el conocimiento verdaderos.
3. Saber enfrentar las adversidades a través del amor y la no resistencia.
4. Controlar nuestras emociones para hacer efectiva nuestra propia protección.
5. Ser ejemplo de lo que hemos aprendido.
6. Comprender que el mensaje es más importante que el mensajero.
7. Fortalecer nuestra fe en el conocimiento.
Una vez que cruzamos estas siete “puertas”, nos hallamos ante la octava ley. Un enunciado
que vibra más en la labor de grupo o hermandad.
Octava Ley: “La sagrada doctrina se torna a un más sagrada si se es consecuente con ella”.
¿Qué significa este nuevo principio? Habla de la “doctrina”. Pero no en la acepción que muchas
veces se relaciona a las religiones organizadas, sino como un conjunto de enseñanzas o
principios. Ser consecuente con las enseñanzas espirituales significa no traicionar nuestro
compromiso con nosotros mismos y con la Luz. Servir amorosamente a los principios que nos
inspiraron e iluminaron.
En suma, al propósito superior de nuestra misión. Así, en cada acción y esfuerzo, los designios
superiores serán santificados, envueltos de una energía de voluntad y servicio. Se harán
fuertes y adquirirán vida propia. Se transformarán en el alma colectiva de un grupo que
trabaja en la luz. Y esa energía protegerá y asistirá al caminante, y le ayudará en la
consecución de la obra.
Por ello El Decadron afirma que la doctrina “se torna aún más sagrada”, pues es nutrida de la
energía de quienes vibran en ella y la realizan. No es sólo un símbolo. Hay allí un poderoso fluir
de fuerzas. Este es un secreto que ha sido practicado desde épocas muy antiguas: Cuando un
grupo de personas se une bajo el amparo de un principio en el cual vibran y creen, dan forma
a un elemento, denominado por los Maestros “La Ley del Núcleo”. Todo grupo humano,
espiritual o bélico, religioso o político, trabaja con la Ley del Núcleo, independientemente de
que lo sepan o no.
La energía que generan al reunirse bajo ciertos ideales y objetivos, y trabajar decididamente
por ellos, va dando forma a este elemento que se transforma en el “alma” o “Cuerpo Místico”
de aquel grupo. Aquel “Núcleo” o “Templo Espiritual”, si es construido sobre la base de ideales
elevados y amorosos, en proyección al servicio y la ayuda a los demás, se podría convertir en
un foco de irradiación positiva en su momento de maduración. Esta verdad nos lleva
directamente a la Novena Ley.
Novena Ley: “El verdadero Templo es aquel que se construye a base de Sentimientos,
Pensamientos y Actitudes”.
Habitualmente definimos a un templo como un lugar para oración. El término proviene del latín
templum, que designa un edificio sagrado. En la antigüedad, se le asociaba al cosmos —como
si el cielo tuviese su reflejo en la Tierra—, y muchas culturas irguieron maravillosas
construcciones para comunicarse con aquellos secretos de la bóveda celeste. Antes del
cristianismo, Sumeria, Egipto, Grecia o las culturas americanas —entre ellas los mayas e
incas— poseían importantes templos, en donde no sólo se consagraban al Sol o las estrellas,
sino también a la propia naturaleza. Sin embargo, templo no sólo designa una construcción
humana para las prácticas místicas y la oración.
Como vimos en la octava ley de El Decadron, un conjunto de ideas o principios pueden ser
santificados si creemos en ellos y empezamos a trabajar decididamente en esa dirección. La
novena ley nos dice ahora que luego de ese proceso, estamos creando un templo “espiritual”.
Por ello advierte que el templo verdadero “…se construye sobre la base de sentimientos,
pensamientos y actitudes.
Esotéricamente, se conoce este fenómeno con el nombre de “Egrégor”, voz verbal del griego
clásico que significa “vigilar”, “velar”, “estar despierto”. Otra interpretación se desprende de la
contracción de las palabras árabes “eg” y “gregen”, que significan “eso que reúne” o “lo que
reúne”. En otras palabras, el Egrégor sería aquel cuerpo místico que logramos crear gracias a
la Ley del Núcleo que agrupa el aporte psíquico. Este principio nos dice que todo lo que
sentimos pensamos y hacemos nutre, alimenta y construye nuestro Templo Verdadero que es
el espiritual.
Décima Ley: “El verdadero Místico es aquel que pone en práctica los principios del Cielo y
que muere constantemente por amor al prójimo”.
Es difícil describir la belleza y verdad que encierra este principio. Sintetiza el espíritu de todo
verdadero caminante de la luz. Es, sencillamente, la consigna y misión de la Hermandad
Blanca: poner en práctica los principios que rigen el Universo y aplicarlos en el servicio a los
demás. Y casi siempre en silencio. No hay mayor misterio, pues “los principios del Cielo” no
son otra cosa más que las leyes universales. Un verdadero místico vive y acciona en total
conocimiento de estas leyes. Pero, ¿qué significa morir constantemente por amor al prójimo?
Es una alegoría que señala el sacrificio por amor a los demás. El “sacro-oficio” o nuestro
trabajo santo por el próximo, al que tenemos más cerca. Esto quiere decir que nuestra vida
debe ser una labor de servicio sin esperar nada a cambio. Una tarea que puede requerir en
ciertas circunstancias de grandes pruebas y esfuerzos para purificar nuestras intenciones y el
alcance de la obra. “Morir constantemente” expresa constancia en esa misión.
YA NADA PUEDE PERMANECER OCULTO.” Si deseas recibir más información entregada por Inteligencias
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