Antígona y Actriz. Carlos Satizábal
Antígona y Actriz. Carlos Satizábal
Antígona y Actriz. Carlos Satizábal
Lejos, de atrás del público, se oye una voz de mujer que se acerca
cantando un viejo corrido.
Voz de mujer (off): Qué lejos estoy del suelo donde he nacido,
inmensa nostalgia invade mi pensamiento,
y al verme tan sola y triste cual hoja al viento,
quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento.
1
como si escuchara algo. Mira afuera, de donde llegó. Corre hacia
allá. No hay nada. Vuelve al centro del escenario, mira el árbol,
escupe la hoja que masticaba y abre su baúl y comienza a sacar sus
cosas. Mira al público. Le habla.
2
De dónde viene. Para dónde vá. Devuélvase.
Qué lleva ahí”... (Ella saca del baúl un pesado
bulto de tela de colores, lo tira al suelo,
suenan piedras.) Piedras, pa´enterrarme. (Le
responde. Ríe). Eso es mejor que no crean que
una es la que es. De pronto la confunden con
otra. Y zuás. (Roza la mano veloz por el
cuello). Y quién va a saber después. Todos
huyendo, quién va a preguntar nada. Por aquí a
nadie le queda familia. A mí sólo mi
hermanito. Allá, en los montes. Quizá. O por
ahí. Ummm. Quién sabe. (Saca una foto, la
muestra). Mírenlo. (Besa la foto y la guarda
de nuevo. Se pone un largo manto sobre su
cabeza y termina de vestirse de Antígona).
3
Crisipo, lo sedujo y huyó con él. Luego lo
abandonó y Crisipo, ahogado en dolor de
amor, se suicidó. Entonces Pélope maldijo a
Layo y lo condenó a no tener descendencia y a
que si alguna vez tenía un hijo, ese hijo le
matara y se casara con su madre engendrando
una raza de infortunados. Hay quienes creen
que el dolor de amor se cura con la venganza.
Es como si una quisiera sanar una herida
hiriéndose más hondo.
La actríz como Pélope: "Layo, maldito seas. Que jamás la diosa de los
frutos te conceda hijo varón alguno, y si
alguno un día engendras, que el mismo sea tu
propio asesino, y se case con tu esposa, con su
propia madre, y que los hijos varones que
tengan se hagan la guerra y se maten
mutuamente, y que toda tu descendencia
arrastre el más implacable y doloroso destino."
4
de las aves y los lobos. (Deja la cesta en el
piso).
La actríz como Esfinge: Dime cuál es el animal que tiene una sola voz
y un mismo cuerpo y en la mañana camina en
cuatro patas, al mediodía en dos y al atardecer
en tres.
5
Actríz: Edipo resolvió el acertijo y la Esfinge se
desmoronó en una tormenta de arena. Las
gentes de Tebas agradecidas con Edipo lo
casaron con la reina de la ciudad. Y así siguió
cumpliéndose al pié la maldición. La reina era
Yocasta, su madre. (Enciende incienso en su
altar; murmura u ora para sí).
6
se arrancó los ojos con los alfileres de plata
que sostenían mi peplo de moribunda. Soy la
que engendró hijos e hijas en su propio hijo, la
madre de Antígona e Ismene, de Eteocles y
Polinice. La madre de mis propios nietos. Ay
confusión de las sangres. Ay estirpe funesta.
Ay ciudad sagrada condenada a las guerras y a
la peste.
7
3. La actríz a su público.
8
desiertos con Antígona, apenas una niña, como
su guía y único amparo. Los dos hermanos de
Antígona, Polinices y Eteocles, acordaron
turnarse el poder de Tebas, un año uno y al
siguiente el otro. Pero el poder embelesa y
cuando le tocó el turno a Polinices, Eteocles
apoyado por su tío Creonte, general de los
ejércitos tebanos, se negó. Polinices huyó y
regresó con guerreros extranjeros y cercó la
ciudad dispuesto a tomar el trono. En las
puertas de la ciudad los dos hermanos
combatieron y se dieron mutua muerte.
Creonte, el general, dá la orden de enterrar a su
protegido Eteocles con honores, y dejar en el
campo de batalla el cuerpo del invasor
Polinices. (La mujer se cubre el rostro con un
manto ensangrentado y finge la voz y la
actitud de Creonte): “para que su carroña sea
pasto de los perros y carne de las aves
rapaces”.
4. Antígona e Ismene
9
su cuerpo las aves rapaces. Con estas manos
levanté el peso de su cadáver hermoso y lave
su cuerpo con agua pura y aceites y lo cubrí
del sagrado polvo seco… He dado inicio al
ritual de las tres noches. Hermana es ahora.
Ven conmigo a honrar a nuestro hermano
muerto, a levantar con piedras del río el
túmulo de su morada final. Ven y cumplamos
para él los cantos y las libaciones.
Pausa. Antígona hace una leve danza lenta con sus manos. Se detiene
súbito y mira a Ismene con ojos incendiados.
5. La mujer.
10
un punto del espacio, arriba, a un lado de la
escena, les habla a los hijueputas). Cierto?
(Les hace el conocido gesto con el brazo. Va
hasta la tumba de Polinices y limpia el polvo
que regara Antígona).
11
6. Antígona invoca a las diosas en el enterramiento de Polinice.
12
Sagrada luz de los astros celestiales. Amadas
hijas de la negra noche, detentadoras del
destino, venid ahora a nuestro ritual.
7. Apresamiento de Antígona.
13
Vuelve a murmurar el sagrado canto. Le atan sus manos a la espalda.
Camina, cae al suelo, como si ellos la empujaran. Se levanta y
finalmente rompe y Antígona sale de Antígona y entra en la Actríz.
En el altar, prende una radio, pone la foto al pié de una virgen, les
enciende una vela, murmura la canción, enciende inciensos o palo
santo y un tabaco, marca el territorio del altar haciendo un círculo con
su bordón, limpia el terreno danzando en círculo alrededor de él y
sacudiendo el aire con ramas de ruda. Bebe y lanza de su boca chorros
por el aire. Fuma y sopla sobre el altar el humo del tabaco. Dibuja con
tierra roja el círculo del altar y lanza al suelo los caracoles.
14
dizque pa´ cobrarle las cuentas a los ricos.”
(Ríe). Así decía mi mamá, cuando andaba por
ahí, vendiendo con mi hermana muda
chucherías por los caminos. Pero hace años
que ya no se puede ir tranquila entre pueblo y
pueblo. A esos les dio por expropiar pobres.
Una de pobre ya no puede tener nada por estas
tierras. Ni una chagrita. Ni una finca. Ni casa.
Ni nada. (A la foto). Como dice mi mamá:
“Mija, esto se jodió otra vez. Como cuando
mataron a Gaitán.” O peor. Mejor dicho,
impeorable. (Ríe y mira a los de arriba). Nos
tienen corriendo, como alma que lleva el
diablo. (Al público) Pero él no se olvida de mí.
(mira la foto). Pero ustedes... a qué vienen
aquí? A ver qué? A que les adivine qué?
Nosotros ya no tenemos suerte. (Tira los
caracoles, y les sopla el humo del tabaco. Lee
las señales). Eres tú hermanito? (Mira, busca
en el aire. Pausa. Mira uno a uno al público.
Se detiene en alguien). ¿Y usted si está seguro
de ser el que cree que es? (Ríe. Mira los
caracoles). Una ahora no sabe quién es quién;
hay tanto sapo por todas partes. (Mira arriba).
Esos pagan. Por sapiar. Y con tanta hambre y
tanta locura y tanta muerte, pues siempre sale
por ahí su vendido. O de terror cualquiera
avienta al que sea. O inventa, pa´ ver si le dan
algo, o lo dejan ir, respirando. Pero hermanito,
si está ahí, ya sabe que yo lo rezo... pa´que
nada me le pase.
15
Claro que también debo preguntar y pedir por
ustedes y por mí, que soy tan bocona, como el
pescado. Alguien quiere preguntar ya? (Mira
arriba). Ah? (Pausa. Vuelve al público). Pero
ustedes entenderán que yo pida primero por él.
Como dice mi mamá: “Es que aquí no les
gustan los muchachos”. Los mandan todos los
días como pollos pa´l matadero. Es la
maldición de Jehová contra Caín. Si no fuera
por que los ricos se hacen mas ricos con esta
matanza, uno diría que somos de la misma raza
que ellos, que Antígona y sus hermanos, que
Yocasta y Edipo. Malditos. Malditos todos. A
nosotros, en cambio, nos maldijo Jehová.
Desde Adán y Eva... Eva, la hermosa
desobediente, y Caín y Abel. Jehová... ese es
un dios terrible, miró con agrado la oveja que
le sacrificó Abel; pero en cambio la ofrenda de
frutos y flores que con tanto esfuerzo había
hecho Caín florecer en el desierto, la miró con
desdén. Así Jehová inspiró en Caín el
escorpión de los celos y la gana de matar. Es
que el desprecio del padre es algo terrible. Y
más si el que nos desprecia es dios padre. El
desprecio de un dios puede enloquecer a
cualquiera. (Se persigna). Esa historia de Caín
y Abel y Adán y Eva y Jehová hay que
contarla. Un día hablamos de esa familia.
16
9. Antígona ante Creonte
17
de nuevo, y comienzan a llevarla hasta la
tumba de piedras. Le grita). La oscuridad de
la caverna donde ahora mandas a enterrarme
viva no logrará jamás cegar la visión de lo que
mis ojos han visto y mi alma guarda para
cantarlo a las generaciones. (Se detiene, se
suelta y regresa unos pasos. Mira y enfrenta a
Creonte). O acaso imaginas que una oscura
caverna podrá arrebatar a mis ojos la memoria
de mi madre Yocasta pendiendo del madero
más alto del palacio de Tebas? O crees que al
enterrarme viva podrás borrar de mi alma la
imagen de mi padre Edipo arrancándose los
ojos para no ver su destino consumado? En
verdad Creonte el poder te ha cegado. Eres tú
el que ya no puede ver en plena luz lo más
visible. Menos aún vislumbrar traza alguna de
lo invisible, de lo secreto que yo con mis ojos
y mi luz desde niña veo.
18
Creonte al pensar que vas atemorizarme con
tu poder. Ya desde niña ví los soles del
mediodía reventar sobre la arena del hambre,
y tuve que robar para comer; y ví el odio y el
miedo en los ojos de los niños que nos
arrojaban piedras e improperios por los
caminos.
19
Tú, Creonte, como los hombres armados y
como los tiranos, crees locamente que puedes
sellar las heridas más hondas de la ciudad
multiplicándolas con el oprobio y con la
muerte. Pero eso sólo te convierte en señor del
crimen. En uno que sólo matando se siente
existir. Y si crees que has vencido a mi
hermano Polinice y su ejército extranjero,
también te engañas. Aquí, en las puertas de
Tebas, sólo la sangrienta muerte ha vencido.
Mis hermanos, uno al otro se han dado mutua
muerte. Tu ahora gobiernas la ciudad sobre el
lago de sus sangres. Pero la sangre derramada
trae más sangre. Siempre. Y la muerte
sangrienta sólo trae más muertes. El triunfo
militar no es la victoria. Ella, la Victoria, es
una diosa alada que sólo habita donde reinan la
vida y el amor. Creonte, sólo el canto de la
memoria -y no la sangre derramada- cura el
alma de las penas más hondas y antiguas.
Pobre de tí. Los perros del alma te corroerán
en una larga noche las entrañas y no verás más
luz que el resplandor de tu dolor. Ya
ensordecerá tus oídos el cantar enloquecido de
los pájaros que hundieron su pico en el vientre
de mi hermano. Ya se ahogarán tus narices en
la poderosa podredumbre de los muertos.
20
En un punto, cerca de las piedras, se detiene. A los guardias:
Esperen.
21
Súbitamente se sienta de rodillas, las piedras caen de su cuerpo.
Contempla el vacío alrededor de su túmulo. Lentamente se enreda su
manto sobre el cuello y lo templa con sus manos levantadas sobre su
cabeza. Se yergue de pié, templa y se empina sobre los dedos de sus
pies. Muere. Pausa. Quizá aplaude alguien del público. En medio de
la pausa y los aplausos se oye un poderoso estruendo. Explosiones,
quizá. Caen polvo y barro del cielo. La actriz rompe, se levanta y
toma una o dos piedras, corre y mira fuera. Le habla al público.
11. Final
Vuelve a mirar afuera y arriba, al aire. Lanza los caracoles. Los mira.
Lee. Pausa. Escucha.
Lanza de nuevo los caracoles, se arrodilla los mira y los lee. Se oyen
de nuevo explosiones. Más polvo y barro caen del cielo.
Rompe los caracoles con los pies. Se dobla sobre los caracoles rotos
como Antígona ahorcada. Llora. Pausa...mira, oye los ruidos,
comienza a cantar muy quedo un corrido mexicano mientras recoge
todo y lo guarda en su baúl.
22
Y yo tan solo heredé un jacal y tres nopales
Y yo tan solo herede un jacal y tres nopales.
Mi abuelo fue juarista y mi padre zapatista
Mi abuelo fue juarista y mi padre zapatista,
Y yo siembro en tierra ajena y eso que soy
agrarista
Y yo siembro en tierra ajena y eso que soy
agrarista.
Mi abuelo y mi padre murieron por la justicia
Mi abuelo y mi padre murieron por la justicia,
Yo pienso que esa señora los jacales no visita
Yo pienso que esa señora los jacales no visita.
FIN
23