Escuela de Bolonia (Derecho)
Escuela de Bolonia (Derecho)
Las cinco generaciones de Glosadores, que desenvolvieron su actividad desde 1090 hasta
1230, fueron los responsables directos del abundante número de glosas que durante ese
periodo surgieron, si bien un elevado porcentaje de las mismas eran meras aclaraciones
cortas o referencias a otros lugares, complementarios del Corpus Iuris, no faltaron algunas
equiparables a comentarios de bastante amplitud, distinguibles por su originalidad y
agudeza.2 Los Glosadores fueron los primeros en volver a tratar con los textos del derecho
romano íntegros, que habían sido olvidados o conocidos de forma fragmentaria durante Mosaico de Justiniano I en
siglos, con la difícil comprensión que esto acarreaba, no solo lingüístico (una parte de los la Iglesia de San Vital en
textos se encontraba escrita en griego), sino por el elevado grado de abstracción y Rávena.
conceptualización que los textos encerraban. Cierto es que los glosadores trabajaron
fundamentalmente sobre las fuentes del derecho romano justinianeo, aunque cabe resaltar
que éstas no fueron las únicas del derecho común. Lógicamente, a las fuentes romanas fueron añadidas por iniciativa de los
estudiosos boloñeses otros escritos derivados de las necesidades de su época, como resulta ser el caso de la legislación dictada por
los emperadores del Medioevo. Como estos tenían la consideración de herederos del Imperio Romano estimaban que sus leyes
debían ser integradas en la compilación justinianea.1 Nota 2
En la Escuela de Boloña no solo trabajaron civilistas, sino que también hubo maestros en teología y glosadores canonistas que
fueron los impulsores de las más importantes recopilaciones de derecho canónico. Así surge a mediados del siglo XII d. C. la que
puede considerarse como la colección suprema, el Concordia discordantium canonum, cuyo artífice fue un monje español
llamado Graciano.3
Índice
Permanencia del derecho romano justinianeo
Corpus Iuris Civilis
Origen e importancia del Corpus Iuris
Manipulación del Corpus Iuris por los glosadores
La glosa
Crisis del método
Renovación metodológica: el mos italicus
Otras ramas de la literatura producida
Expansión territorial
Principales glosadores
Funcionamiento
Organización interna
Formación y mecanismos evaluativos
Notas
Fuentes
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
En Hispania, la continuidad de la tradición jurídica romana-vulgar tuvo lugar en un primer momento a través del Breviario y
disposiciones de naturaleza edictal expedidas por los monarcas visigodos, en las que se percibía una notable influencia romana,
para posteriormente continuar por medio del Liber Iudiciorum. Además, en las zonas del mismo territorio controladas por los
bizantinos también se produjo un conocimiento de la compilación jurídica justinianea al igual que aconteció en Italia. Tiempo
más tarde, después del colapso del imperio visigodo, el uso del Liber Iudiciorum tuvo como consecuencia la permanencia de la
tradición jurídica romana en los reinos altomedievales hasta que las normas recogidas en él se volvieron obsoletas y el
desenvolvimiento de derechos especiales acabó por desplazar al antiguo código visigodo.4
La difusión del derecho romano justinianeo por el Occidente europeo en la Alta Edad Media se constata en varias obras (si bien,
también quedó reflejado en otras muchas obras que por distintos motivos no han llegado hasta nuestros días) en las que quedó
plasmado la aplicación de dicho derecho. De este modo, el Código de Justiniano (529) fue objeto de una importante actividad
exegética como aparece reflejado en las Adnotationes Codicum domini Iustiniani, también conocidas con el impropio nombre de
Summa perusina, o en la Glosa pistoiese. También gozaron de amplia difusión los resúmenes de las Novelas, tales como el
Epitome Iuliani o el Authenticum. En contraposición a esto, son pocas las citas encontradas en referencia al Digesto (533) que
datan de fechas anteriores al siglo XII d. C., siendo este fenómeno lógico por ser la obra de más amplitud y complicación de toda
la compilación justinianea debido a su marcado carácter doctrinal, frente al pragmatismo del Código o las Instituciones. Otras
obras de importancia en las que se estudiaron los textos del derecho justinianeo fueron el Ordo mellifluus in expositione legum
romanarum, la Lectio legum brebiter facta a Leone santicssmo papa et Constantino sapientissimo imperatore y los Excerpta
bobiensia.1
Desde mediados del siglo X d. C., los trabajos que se centraban en el derecho pasaron de ser únicamente exegéticos o
compilatorios para convertirse en obras que tratan de dar una exposición general y sistemática del mismo, percibiéndose una
tendencia a la aplicación práctica. Se conocen diversas obras, en su mayoría de materia procesal o criminal escritas por autores
anónimos, aunque las de más importancia de esta época y que han perdurado hasta nuestros días son las Exceptiones legum
romanarum Petri y el Brachylogus iuris civilis o Corpus legum.1
Gracias a todas estas obras mencionados se tiene plena constancia de que el derecho romano justinianeo fue empleado durante los
siglos VII, VIII, IX y X en algunas regiones europeas, como son el sur de Francia o la práctica totalidad de los territorios itálicos.
Este hecho fue especialmente importante de cara a la difusión del derecho romano que los jurisconsultos de la Escuela de Bolonia
comenzaron a elaborar a partir de los finales años del siglo XI d. C..1
El Corpus Iuris está constituido por tres partes, que son la introducción (Institutiones), una antología jurisprudencial (Digesta),
así como una antología de leyes imperiales (Codex); tiempo después fue añadidada una cuarta parte (Novellae), en la que
quedaron recogidas disposiciones legales posteriores de Justiniano. Cabe destacar que éste orden en el que han sido expuestas no
se corresponde con el procedimiento seguido por los compiladores, pues estos codificaron en un primer momento las leyes y
tiempo más tarde el ius. Paradójicamente, Justiniano había prohibido que la compilación fuese objeto de comentarios,
amenazando a los posibles infractores con la aplicación de la pena propia de los falsarios. Solo acabaría permitiendo las
traducciones al pie de la letra (kata poda) y las listas de pasajes paralelos
(paratitla). Sin embargo, y a pesar de las amenazas, los comentarios no se
hicieron esperar, incluso entre aquellas personas que había colaborado en la tarea
codificadora.6
El primero de los libros en promulgarse fue el Código, pues una primera edición
del mismo surgió en el año 529. Con todo ello, tiempo después Justiniano logró
reunir una serie de leyes que asemejan haber sido ideadas para despejar dudas
acerca del ius, a las que siguieron otras similares derivadas del trabajo de
elaboración del Digesto. De este modo, con un número generoso de nuevas
leyes, se hizo público una nueva edición del Código en el 534, conocido con el
nombre de Codex repetitae praelectionis, en el que constan doce libros
Representación gráfica de los tres
convenientemente articulados en títulos, y estos a su vez en leyes organizadas
pilares básicos sobre los que se
por orden cronológico. Se recogen en el también, además de las leyes imperiales asienta el entramado cultural
desde Constantino, los rescriptos de Adriano y Diocleciano.7 europeo: la Sagrada Escritura, la
filosofía de la Antigua Grecia y la
Las Instituciones, a las que con frecuencia se llaman «Instituta» en la tradición compilación de Justiniano I.
escolar hispánica, se componen de cuatro libros, caracterizadas por fundarse en
las de Gayo, pues lo que se pretendía era que estas supliesen a las del jurista
romano como libro de texto de primer curso de la carrera de Derecho. Por esto,
aunque sigan el orden de las institutiones de Gayo, no deja de advertirse la
intención imperial de introducir a los estudiantes en el nuevo derecho vigente.
Como ejemplo está el libro IV, donde se omiten las referencias históricas del
jurisconsulto al antiguo procedimiento de las acciones, así como el añadimiento
al final de este libro un título de officio sobre el nuevo juez oficial, y otro de
iudiciis publicis actualizado.
Las Novelas son la última adicción que se hizo al Corpus Iuris. A pesar de lo equívoco que pueda resulta el nombre de estas para
una persona actual, consisten en un conjunto de ciento sesenta y ocho leyes, escritas predominantemente en griego, y que se
atribuyen a Justiniano I con la excepción que suponen las cuatro pertenecientes a su sobrino Justino II y las tres vinculadas a
Tiberio II. Finalmente, se acabó por agregar a modo de apéndice el edicta Iustiniani, compuesto por un total de trece novelas del
mismo emperador, así como nueve leyes «extravagantes». Estas nuevas leyes que componían las Novelas reformaron la
administración del Imperio y la Iglesia, aunque en menor medida también estuvieron dirigidas al derecho privado,
particularmente al derecho de familia y sucesiones (disposiciones testamentarias a título singular, garantía personal de
obligaciones, sucesión ab intestato y matrimonio).9 10 En ellas es posible atisbar el influjo del pujante espíritu cristiano, así
como el vulgarismo oriental.11 12
Es probablemente el caso del Digesto el más peculiar, pues se encuentra dividido en tres partes diferentes: el Digesto vetus, que
abarca desde el libro 1 hasta el 23, así como los dos títulos primeros del libro 24 o incluso la primera ley del título tercero del
mismo libro; el Digesto infortiatum, que comprende desde el título tercero del libro 24 hasta el libro 38, con inclusión de este; y
finalmente el Digesto novus, que se inicia en el título primero del libro 39 para acabar en el título cincuenta.
La respuesta a esta extraña situación está en una breve Introitus de un manuscrito del Digesto vetus, pues de él se deduce que el
Digesto no se conoció íntegramente en la Escuela boloñesa en un primer momento, más bien todo lo contrario, pues se fue
conociendo de forma fragmentaria y paulatina. Así cobran sentido los adjetivos como vetus —el primero en llegar a Bolonia, de
ahí que se le califique como viejo— o novum —parte del Digesto conocida con posterioridad al mencionado anteriormente—,
siendo un poco más enigmático el adjetivo infortiatum, para el que se barajan dos hipótesis que son el gran esfuerzo realizado
para llegar a dar con su paradero o el nombre de las monedas en circulación de la época.
El Código de Justiniano también fue dividido en la Escuela, pero a diferencia de lo que había sucedido con el Digesto, solo se
diferenciaron dos partes dentro del mismo. De este modo, tomaron forma dos partes, albergando la primera de ellas los primeros
nueve libros y la segunda los tres restantes. Los juristas medievales centraron su actividad en los nueves primeros, por lo que se
ciñeron a considerar como Codex a estos, pasando a denominar la tríada sobrante como Tres Libri. Parece ser que la respuesta
lógica a esta división es de igual característica que la del Digesto, pues se piensa que inicialmente llegaron a Bolonia los nueve
primeros libros en un manuscrito, por lo que los glosadores pensaron que estos constituían el Código. Más tarde se descubrió otro
manuscrito que aportaba los tres libros hasta el momento ignorados, que fueron incorporados.
Las Instituciones de Justiniano no presentaron ninguna peculiaridad en cuanto a división o contenido. Junto con el Authenticum,
los Tres Libri finales del Código de Justiniano, los Libri Feudorum y la legislación emanada de los emperadores de la Edad
Media, constituyó el Volumen.
La glosa
Los juristas de la Escuela de Bolonia usaron como método de trabajo la glosa o exégesis textual, ante la imperante necesidad de
comprender el contenido de los textos jurídicos justinianeos. Básicamente, las glosas consistían en aclaraciones que los
estudiosos del Derecho comenzaron a incorporar a los textos, constituyendo un método analítico a través del cual se intentaba
explicar las palabras del texto. Con el devenir de los años, el método fue evolucionando, pasando de ser meras aclaraciones de
vocablos situadas entre las líneas de los textos justinianeos (glosas interlineales) a recoger reducidos desarrollos teóricos,
concordancias con otros textos del Corpus Iuris, antinomias y excepciones, adquiriendo tales dimensiones que se hizo necesario
que la glosa tuviese que ser escrita al margen del texto estudiado (glosas marginales).13
Progresivamente, el trabajo que el glosador desenvolvía fue dejando de ser una pura interpretación gramatical (littera) para pasar
a intentar alcanzar la comprensión del sentido de la fuerza de la ley o la capacidad normativa que cada norma tenía respecto a las
posibles situaciones de hecho (sensus). De este modo, se comenzaron a hacer silogismos, argumentos y distinciones que tenían el
objetivo de comprender el sentido de la ley o mens legum. Para la puesta en práctica de este novedoso procedimiento se requería
de una serie de operaciones lógicas: en primer lugar, se debían agrupar los pasajes que dentro del Corpus Iuris concordaban con
el texto que se estaba estudiando, así como también se necesitaba reunir a
todos aquellos pasajes que proporcionaban soluciones diferentes. A pesar
de que el jurista alemán Friedrich Karl von Savigny calificó de tarea menor
la labor desempeñada por los glosadores, lo cierto es que la historiografía
actual ha resaltado la vital importancia de todas estas operaciones lógicas.
La compilación elaborada por Justiniano presentaba un elevado número de
repeticiones y contradicciones, que se hacían más abundantes en el Digesto
al recogerse en esta parte las opiniones de jurisconsultos pertenecientes a
épocas distintas, que en algunas ocasiones llegaron a ser interpoladas. Sin
embargo, los glosadores, que partían de la unidad del Corpus Iuris, se
opusieron a la admisión de sus defectos intentando eliminar todas las
contradicciones y redundancias en él presentes. Este hecho supuso un
esfuerzo considerable para ellos, quienes tuvieron que abandonar la
literalidad del texto para mediante su razonamiento intentar hacer una
construcción sistemática de todos los textos del Corpus Iuris.14
Ha llegado a suceder frecuentemente que a través de la glosas se oscurece el fragmento del texto y
como las glosas se añaden unas veces a otras glosas, y otras al propio texto, el que desea conocer éste
no puede distinguirlo, y lo que debía ser luz que disipara las dudas ha venido a convertirse en un
laberinto de errores.
Consciente del problema que se estaba acrecentando con el paso del tiempo, Azzo trató de solventarlo sistematizando junto a
cada texto las glosas y opiniones anteriores de tal modo que se pudiese diferenciar con relativa facilidad cuales eran las partes
principales del Corpus y cuales las secundarias. Pero esto no pudo evitar la decadencia del método, que quedó definitivamente
trastocado en el momento en el que los maestros comenzaron a glosar fragmentos a través de otras glosas sin disponer de forma
directa de los textos justinianeos. Aún con esta situación, un maestro de la Escuela como era Accursio, trató de hacer una
depuración de las glosas por medio de una recopilación de éstas, que contuviese a las que mejor tradición científica boloñesa
presentaran, conciliándolas en aquellos casos en las que diesen opiniones contrarias. Cierto es que esta obra, como el mismo
Accursio reconoció, adolecía de falta de originalidad, pero se convirtió en fundamental por la sistematización y depuración que
hizo de más de 90.000 glosas. Esta creación fue magníficamente aceptada, cosechando un éxito tal que se le otorgó la
denominación de Glossa Magna o Glossa ordinaria al Corpus. No obstante, los historiadores del derecho coinciden en que con la
aparición de este trabajo, el método de la glosa quedó prácticamente cerrado dando paso a otros métodos más novedosos.16
El punto más álgido del comentario se alcanzó con Bártolo de Sassoferrato, siendo la época en la que vivió este jurista cuando se
bautiza a esta forma de estudio del derecho romano como mos italicus o bartolismo jurídico, por su lugar de procedencia y por
ser Bártolo quien extendió el método por las Escuelas de derecho respectivamente. Aún siendo evidentes los cambios que trajo la
implantación del comentario con respecto a la glosa, algunos de los planteamientos que se encontraban en la última
permanecieron, como el de la vigencia intertemporal del derecho romano.
Como toda tendencia, y al igual que le había acontecido a la glosa, el bartolismo jurídico fue objeto de duras críticas por parte de
los humanistas del siglo XV d. C., quienes reprochaban que el derecho se hubiese vuelto oscuro y confuso. Estas se tuvieron
continuidad, e incluso se vieron agravadas, en el siglo XVI d. C..
Las summae
Eran monografías o tratados sistemáticos y completos, caracterizadas por situarse de
forma independiente del texto glosado y por poder ser publicadas de forma aislada, en
las que se discuten amplias partes del Corpus Iuris. Lo más frecuente es que las
summae tuviesen como base al Código de Justiniano debido a que era el texto más apto
para una exposición sistemática de toda la materia jurídica, aunque también se tiene
constancia de la existencia de summae sobre las Instituciones y sobre los Libri
Feudorum. La elaboración de estas obras era sumamente compleja y requería vastos
conocimientos del Corpus, por lo que es lógico que solo los grandes maestros se
atrevieran a abordar una obra de tal envergadura. Una
versión más modesta de estas summae eran las
summulae.
Los casus
Eran ejemplos prácticos de supuestos de hecho para
que los alumnos alcanzasen la comprensión del texto
comentado por el maestro con más facilidad. Tenían
especial importancia cuando se iniciaba el estudio de
algún nuevo tema del Corpus Iuris.
Los argumenta o notabilia
Consisten en principios resumidos de derecho, al estilo
de proverbios, siendo habitual verlos indicados en los
manuscritos mediante un Δ al inicio de las glosas
marginales. A pesar de estar escritas en latín, estas
frases mnemotécnicas y pintorescas no pertenecían en
todos los casos al derecho romano. Cuando eran
poderosos, concisos y rítmicos recibían el nombre de Copia antigua del Corpus Iuris
brocarda, siendo ejemplos de este género
Civilis.
construcciones lingüísticas tales como «ius fruendi,
utendi, abutendi» o «tarde venientibus ossa».
Las quaestiones
Eran disputas de casos que se producían en la misma Escuela, en las que el maestro,
tras analizar las opiniones vertidas, acababa por proporcionar la suya propia a moda de
sentencia. Destaca por encima de todas, a consecuencia de lo controvertidas que fueron,
las llamadas Quaestiones de iuris subtilitatibus. No se deben confundir este rama de la
literatura boloñesa con las denominadas quaestiones legitimae que son discusiones
generadas en torno a contradicciones o aparentes contradicciones apreciables en el
Corpus Iuris.
La dissensiones dominorum
Se caracterizaban por ser una especie de resúmenes acerca de las más célebres
controversias que sobre una materia habían mantenido los propios maestros de la
Escuela.
Los consilia, responsa o consultationes
Son una especie de recopilaciones de dictámenes relacionados con problemas prácticos
derivados de la vida forense, aunque el florecimiento de estos no se produce con los
Glosadores sino tiempo más tarde.
Los ordines iudiciorum
Podían entenderse como manuales de derecho procesal, que por norma general
contaban con un buen nivel teórico. Debido a la mediocre práctica procesal del
medioevo, los jueces y abogados de la época valoraban en sumo grado la orientaciones
iusromanistas provenientes de Bolonia sobre esta materia. No obstante, la elaboración
de estas obras no era sencilla, pues para la misma se necesitaba indagar sobre datos de
derecho procesal repartidos por los cuatro tomos del Corpus Iuris.
Los jurisconsultos boloñeses también desarrollaron otros géneros literarios de menor importancia que los citados hasta el
momento, como pueden ser las abbreviationes, las transformationes, los apuntes de clase o reportationes y los vocabularia,
siendo estos últimos lo más parecido a un diccionario técnico-jurídico.
Expansión territorial
La consolidación de la diáspora de los jurisconsultos boloñeses tuvo lugar con la tercera generación de glosadores, cuando
algunos de ellos decidieron abandonar Bolonia para esparcir por gran parte de los territorios europeos su método basado en la
glosa y para fundar nuevas escuelas que fuesen fieles reproducciones de la original. Sin embargo, no se descarta por completo la
hipótesis de que el jurista boloñés Rogerio, que se encuadraría en el marco de los glosadores de la segunda generación, acudiese a
la ciudad francesa de Montpellier con anterioridad a su discípulo
Placentino, por lo que la expansión de se vería adelantada
ligeramente en el tiempo. Al margen de esto, los historiadores del
Derecho continúan considerando al último de los mencionados
como el fundador del studium de Montpellier, donde se tiene
plena constancia de que estuvo floreciendo a lo largo de su vida,
por lo que se considera a Placentino como una de las figuras
clave del expansionismo de la escuela.17
La península itálica, tanto por ser el territorio que vio nacer a la primera de las
escuelas como por tratarse del lugar en el que se asentaron las de más relevancia a
nivel europeo (y por ende, mundial, pues fue un acontecimiento exclusivo del Viejo Pintura de Giotto, en la que se
Continente), es merecedora una mención aparte al resto. En las regiones más refleja al papa Honorio III.
septentrionales de Italia surgieron escuelas que rivalizaron directamente con
Bolonia, como es el caso de las escuelas de derecho de Pavía, Perusa, Ferrara, Siena,
Turín y, por encima de todas ellas, la de Padua, que acabó por igual, e incluso superar el éxito de Bolonia. Sin embargo, el eje
central de los estudios del Corpus Iuris continuó siendo Bolonia por mucho tiempo, siendo fiel reflejo de esta situación el millar
de estudiantes que se encontraban en la susodicha escuela a finales del siglo XII d. C. (obras de más antigüedad sitúan la cifra en
los diez mil pupilos, lo que se hace un número desmesurado en función de los índices demográficos del momento). Posiblemente
fuese esta masiva afluencia de estudiantes lo que provocase que el estudio del derecho se tuviese que rebajar de los ocho años que
ocupaba en el siglo XI d. C., hasta los cinco o cuatro que se requerían en los siglos posteriores. Tampoco sería lícito restar
importancia a Bolonia por estar favorecida por la intercesión imperial, pues esta escuela sirvió de modelo en cuanto a la
elaboración de los métodos de la enseñanza del derecho romano y al sistema de los exámenes. También marcó Bolonia un antes y
un después en la Edad Media en cuanto a organización universitaria se refiere -autonomía o estructura organizativa-, pues las
directrices que en la escuela regían (tal como aparecen en los Estatutos de 1317) fueron claves en el buen desenvolvimiento de la
primitiva vida universitaria que se estaba gestando.17
El auge que experimentaron las escuelas jurídicas al estilo de Bolonia por las regiones más occidentales del continente europeo se
debió a varios factores, entre los que sobresale el idioma. Esto es así puesto que cualquier intelectual medieval manejaba el latín,
concretamente el latín medieval, que presenta unos matices que lo hacen diferente al clásico, con fluidez. Gracias a este
conocimiento de la lengua, cuando los maestros de Bolonia llegaban a un nuevo centro de cultura podían participar de forma
automática en las labores docentes, así como también estaban capacitados para intervenir en las discusiones que se planteasen.
Esta situación a nivel continental en la que el latín era la lengua universal fomentó el desplazamiento de los eruditos de aquellos
siglos, también el de estudiantes, los cuales únicamente tenían que afrontar las incomodidades y peligros que suponía viajar en
aquel entonces, que en algunas ocasiones se veían mitigadas por disposiciones de naturaleza regia que trataban de amparar a los
hombres de leyes en sus travesías.17
Principales glosadores
Según el testimonio dado por el jurista italiano Odofredo Denari, fue Pepo el primero en encargarse del contenido jurídico de los
textos justinianeos. Aunque se considera que la enseñanza del derecho romano en el estudio boloñés no se inició hasta la
aparición de Irnerio. Este último, que también puede aparecer mencionado como Guarnerius y que en determinados documentos
aparece calificado de causidicus (abogado), mientras que en otros posteriores ya lo hace como iudex (juez), tuvo como
principales discípulos a los conocidos como los cuatro doctores: Búlgaro, Martín Gosia, Hugo de Porta Ravennate y Jacobo de
Boragine. El que más despuntó del grupo fue el primero de ellos, cuyas glosas fueron citadas reiteradamente en autores
posteriores, así como también fue el autor de unas Regulae iuris y de un pequeño tratado De iudiciis. Martín Gosia (también
llamado Martino) fue creador de algunas glosas, aunque nunca alcanzó la calidad científica de Búlgaro, y Hugo elaboró una
Distinctiones. Para concluir, cabe decir que de Jacobo, que fue quién ocupó el cargo dejado por Irnerio tras su fallecimiento,
apenas se tiene datos.
Discípulos de Búlgaro fueron Rogerio, un autor sumamente prolífico al ser el creador de múltiples glosas, de unas Dissensiones
dominorum, dos reducidos tratados que versaban sobre la prescipción y destacando por encima de todas sus obras, la Summa
Trecensis (inconclusa por parte de Rogerio, pero rematada gracias al trabajo de Placentino). Otros discípulos fueron Alberto
Basiano, autor de unas glosas y también de unas Distinctiones; Juan Basiano, que fue ostensiblemente más completo que su
hermano al no limitarse al estudio del Derecho romano, sino que también se dedicó al Derecho canónico y fue el responsable de
la relevante Summa al Authenticum. Entre los discípulos de Rogerio sobresalen Placentino, que fundó el studium de Montpellier;
Pillio de Medicina, que prosiguió la Summa a los Tres Libri que en su momento fuera comenzada por Placentino, así como
también realizó un número considerable de glosas, brocardos y una importante Summa feudorum.
Azzo, que también puede aparecer nombrado como Azón, es considerado como uno de los mejores juristas de la Escuela de
Bolonia, siendo este autor de una gran cantidad de glosas, unas quaestiones, brocardos y una Summa Institutioni. Sin embargo, lo
que más destaca de este prolífico autor es su Summa codicis, que produjo su consagración. Discípulos de este fueron Odofredo
Denari, cuya importancia se debe a las noticias que dejó acerca de la Escuela, y Auccursio, autor de la obra que establece el cierre
al método boloñés: la Glossa Magna.
Funcionamiento
Organización interna
Son varias las hipótesis que han surgido con el objetivo de explicar la aparición del studium, que más tarde se transformaría en
universidad, de Bolonia. Si su origen fue una escuela notarial o una creación completamente nueva, es algo que en la actual
situación de la investigación no se puede determinar. La referencia a que Irnerio, por petición de la condesa Matilde de Canossa,
vicaria del emperador de Italia, renovó los libros de las leyes que habían sido olvidados, además de las funciones asesoras que
este mismo jurista desempeñó en el tribunal de la condesa, ha llevado a pensar a algunos historiadores del Derecho en la
posibilidad de que la Escuela tuviese un cierto carácter oficial. A esto se le añade que, en la Dieta de Roncalia de 1158, Federico I
Barbarroja promulgó la llamada constitución «Habita», que es el primer documento de derecho académico, al otorgar a los que se
iban a estudiar, y más especialmente a los que se desplazaban para estudiar leyes, protección y seguridad en el camino. También
abolió el mismo emperador una antigua costumbre que pervivía en la Escuela, sobre la base de la cual se le podía exigir a los
llegados de fuera que pagasen las deudas que con anterioridad habían contraído sus compatriotas que en algún momento del
pasado habían estado en el studium. Finalmente, cuando se le interponía una demanda a un estudiante, este tenía la capacidad de
elegir como juez a su maestro o al obispo de la ciudad, con las lógicas ventajas que esto le suponía.18
Hacia el año de 1170, los estudiantes ya estaban agrupados en dos universidades
con el objetivo de proporcionarles una mejor protección ante los organismos
municipales de la ciudad. Las dos universidades se diferenciaban por el hecho de
las nacionalidades: la de los citramontanos comprendía a diecisiete naciones,
siendo las más numerosas la de los romanos, toscanos y lombardos. Por el otro
lado estaba la universidad de los ultramontanos (apelativo con el que se
pretendía decir de más allá de los Alpes), que recogía a los franceses, ingleses,
provenzales, hispanos, catalanes, y así hasta trece nacionalidad, aunque el
número se acabó ampliando hasta las dieciséis. Cada universidad estaba regida
por un rector, que era elegido por los mismos estudiantes. Tras la elaboración de
los estatutos de la Universidad en el siglo XIV d. C., para poder alcanzar el puesto Retrato de Matilde de Canossa.
de rector se necesitaba cumplir una serie de condiciones, que eran la de ser
clérigo no regular, tener una edad superior a los veinticinco años, que se llevaran
cursados por lo menos cinco años de estudio y que se contase con los bienes o prebendas suficientes para afrontar el oficio. En
este estatuto también se fijaron las funciones del rector, quien tenía la obligación de cuidar de la matrícula, organizar el horario
lectivo, asegurar los salarios a los maestros, controlar la labor de los copistas y ejercer su potestad disciplinaria.
En los primeros años era el maestro el depositario de la potestad para conceder el grado, pero esta situación cambió con el paso
de los años de manera que pasaron a ser los canónigos de la catedral quienes tras someter al estudiante a un examen podían
otorgar o denegar el grado. A mediados del siglo XII d. C. en el tribunal tuvieron cabida peritos en derechos laicos, hecho que se
radicalizaría hacia finales de la centuria al ser los exámenes dirigidos y controlados por los profesores de Bolonia y los doctores
sin presencia alguna de canónigos. Esta voluble situación se tornó más estable en el siglo XIII d. C., cuando intervino en la
concesión del grado el archidiácono junto con una comisión de doctores, para finalmente, y de forma definitiva, recaer la tarea en
manos del Colegio de doctores.
Para obtener el doctorado se debe superar un doble examen, uno privado y otro público.
Notas
1. El método por excelencia de la escuela de Bolonia, la glosa, únicamente había sido empleada por los estudiosos
de la gramática latina hasta que fue aplicada como método para la comprensión de los textos jurídicos
manejados por los Glosadores.
2. En función de la fuente consultada, pueden encontrarse autores que consideren que han existido cinco
generaciones de Glosadores, mientras que hay otros que piensan que realmente han existido seis generaciones.
Fuentes
Referencias
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13. Sánchez-Arcilla Bernal, 2009, p://www.bibliojuridica.org/libros/2/
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7. D'Ors, 2008, p. 115. 14. Sánchez-Arcilla Bernal, 2009, original (http://www.bibliojuridica.
8. Irigoyen Troconis, 2005, pp. 12, p. 149. org/libros/2/553/11.pdf) el 21 de
117. 15. Sánchez-Arcilla Bernal, 2009, mayo de 2009.
9. D'Ors, 2008, p. 118. p. 150. 18. Arcilla, pág. 151
10. Historia del Derecho Romano, p. 16. Sánchez-Arcilla Bernal, 2009,
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Bibliografía
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Enlaces externos
Página multilingüe de la actual Universidad de Bolonia. (http://www.unibo.it/Portale/default.htm)
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