Origen y Evolucion Del Lenguaje
Origen y Evolucion Del Lenguaje
Origen y Evolucion Del Lenguaje
Y
EVOLUCIÓN
DEL
LENGUAJE
D. Campillo-Valero
E. García-Guixé
Biblioteca Libre
OMEGALFA
2018
Ω
Origen y evolución del lenguaje
D. Campillo-Valero (a)
E. Garcia-Guixé (a, b)
Fuente:
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S5-10
Maquetación actual:
Demófilo, 22/01/2019
Libros libres
para una cultura libre
Biblioteca Libre
OMEGALFA
2018
Ω
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D. Campillo-Valero y E. García-Guixé
Resumen.
El origen y la evolución del lenguaje sigue siendo un tema no re-
suelto, basado en evidencias indirectas debido a que la capacidad
lingüística no deja rastros claros en el registro fósil. A nuestro en-
tender, el lenguaje evolucionó siguiendo distintos grados sucesivos.
El punto de partida sería hace unos 2 millones de años, cuando los
homínidos reunieron unas características biológicas y culturales que
permitieron el salto a un nivel comunicativo cualitativamente supe-
rior. Aproximadamente 2,5 millones de años atrás aparecen en el
registro fósil los primeros representantes del género Homo, los Ho-
mo habilis. El estudio de moldes endocraniales de H. habilis sugiere
la presencia en su cerebro de las dos áreas que en el hombre mo-
derno están asociadas a la capacidad lingüística, las áreas de Broca
y Wernicke. También se ha detectado en esta especie el inicio del
descenso de la laringe mediante el estudio del basicráneo, lo que
permite diferenciarlo de sus predecesores en el registro fósil y de los
primates actuales y que lo acerca a la anatomía propia del H. sa-
piens. Culturalmente, H. habilis también supone un nivel superior de
complejidad, constatado a través del estudio de sus industrias líticas
y de su supuesta sociabilidad. Esta capacidad lingüística se hace
mucho más patente en su sucesor en el registro fósil, H. erectus, que
tiene una encefalización y un esqueleto muy similares al hombre
actual. No obstante, la capacitación para un lenguaje de doble arti-
culación no aparecería hasta los primeros humanos anatómicamente
modernos, es decir, hace unos 150.000 años, y sería exclusiva del H.
sapiens.
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INTRODUCCIÓN
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A nuestro entender, la evolución del lenguaje siguió distintos
grados sucesivos, es decir, el camino que nos conduce a él es la
suma de una serie muy diversa de aptitudes comunicativas cuya
filogénesis se extiende, al menos, a dos millones de años atrás.
Esa capacidad comunicativa toma un rumbo distinto a partir de
la aparición de un sistema de producción eficaz de sonidos
(aparato bucofaringolaríngeo) y de un medio de identificación
fonético/semántico que relaciona las combinaciones de sonidos
con significados (gracias a la compleja red de conexiones neu-
ronales que en gran parte se ignoran). Tal capacidad es exclusi-
vamente humana y pudo generarse mediante mutaciones gené-
ticas muy precisas.
Los cambios que ha sufrido el cerebro a lo largo de la evolu-
ción humana los hemos podido constatar a partir del aumento
progresivo de su volumen y mediante la determinación de cier-
tas áreas o regiones a partir de la elaboración de moldes endo-
craneales, pero, en cambio, no tenemos una base anatómica
comprobada de la evolución de nuestro aparato bucofaringola-
ríngeo. Esta circunstancia nos obliga a aceptar soluciones hipo-
téticas, cuyas bases son discutibles.
Es evidente que para poder hablar se necesitan unos órganos
adecuados, que hoy en día sólo poseemos los humanos, pero
además se precisa tener algo que decir, sea por la necesidad de
transmitir lo que pensamos a otras personas y que éstas nos
comprendan, así como entender sus respuestas, con lo cual
queda establecido un dialogo, con plena conciencia de su con-
tenido: indudablemente, como dijo Tobías [3], se habla con el
cerebro.
Con todo lo expuesto, vemos que el problema a resolver es
multidisciplinario: anatómico, etológico, neurológico, fisiológi-
co, paleontológico, lingüístico e incluso religioso. En este tra-
bajo nos limitaremos a exponer los factores objetivos que con-
sideramos básicos para comprender las diversas hipótesis sobre
cómo y cuándo surgió el lenguaje.
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LOS HOMÍNIDOS
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gún cambio comportamental importante. Hace unos 2,5 millo-
nes de años apareció en África un homínido con un cerebro
cuantitativamente mayor que sus predecesores y fue denomina-
do H. habilis [5]. Este homínido destaca por ser el primer re-
presentante del género Homo y desarrolló una industria de ma-
yor complejidad.
Figura 1.
Esquema filogenético
muy simplificado de
la evolución humana.
(modificado de (26).
- 10 -
erectus africano se denomina H. ergaster, mientras que el asiá-
tico sigue con la denominación de H. erectus. En el mismo
momento en que H. erectus empieza a desaparecer del registro
fósil (hace unos 150.000 años), una nueva especie entra en el
linaje humano: H. sapiens.
H. sapiens sapiens, nuestra especie, se origina en África pero
tempranamente coloniza Europa y Asia. A su llegada a Europa
se encuentra con una especie nueva y endémica: los H. sapiens
neanderthalensis. Ambas especies conviven hasta hace unos
40.000 años, cuando estos últimos se extinguen.
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ESTRUCTURAS ANATÓMICAS QUE
POSIBILITAN EL LENGUAJE ARTICULADO
Encéfalo
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guaje. Según Boyd et al [9], no tenemos ningún problema para
reconocer 10 e incluso 25 fonemas por segundo, podemos re-
cordar de 45.000 a 90.000 palabras y podríamos comunicar
unos 100.000 pensamientos.
a b
Figura 2.
Dibujo esquemá-
tico comparativo
de las capacidades
craneanas de
un gorilas actual
(a);
un representante
del género Austra-
lopithecus (b);
un espécimen de
Homo erectus (c),
y un humano
actual (d).
c d
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de Rolando (sulcus centralis) y algunos autores afirman que en
ocasiones se puede apreciar en los moldes el área de Broca
(pars triangularis). Estas estructuras también se observan en
los póngidos actuales, que solamente difieren en cuanto al vo-
lumen cerebral y en una menor operculización de la cisura de
Silvio. Esta circunstancia, que consiste en una expansión de la
corteza cerebral hacia el endoencéfalo, que en su fondo se am-
plía dando lugar a una cavidad virtual que origina el lóbulo de
la ínsula (lobus insularis o insula), permite incrementar consi-
derablemente la superficie cortical ocupada por las áreas neu-
ronales.
Algunos autores sostienen que en determinados moldes endo-
craneales de homínidos es posible obtener información relativa
al desarrollo de áreas corticales del cerebro. Así, Tobias [10]
afirma que ya en Australopithecus africanus, una especie de
australopitecino, se dio un cambio estructural en las áreas de
Broca y Wernicke, más acusadas en H. habilis. Este mismo
autor en 1973 identificó en el cráneo del espécimen OH 24 (H.
habilis) impresiones del lóbulo parietal superior e inferior, en
las que creyó identificar el área de Broca y parte del área de
Wernicke, y desde 1979 defiende la capacidad lingüística de H.
habilis. Esta opinión es compartida por otros autores [11]. Por
su parte, Falk [12] confirmó la presencia de dichas áreas lin-
güísticas en el endocráneo del espécimen KNMER 1470, en
aquel momento atribuido a H. habilis, pero actualmente clasifi-
cado como H. rudolfensis, con una antigüedad de 1,9-1,6 mi-
llones de años.
A nuestro entender, la observación de la pars triangularis del
lóbulo frontal en moldes endocraneales no es tarea fácil y du-
damos que su impronta se vea con frecuencia. En las interven-
ciones neuroquirúrgicas, tras la apretura de la duramadre, no
siempre se determina con facilidad dicha área y requiere una
meticulosa inspección para localizarla con exactitud.
En cuanto a la superficie endocraneal, en el momento del na-
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cimiento no pueden observarse impresiones digitales, pues és-
tas se forman durante la fase de expansión del cerebro y se vi-
sualizan a partir de los 2 años, alcanzando su acmé a los 4-5
años, y lentamente se atenúan desapareciendo casi completa-
mente a los 10 años (excepto en los techos de las órbitas). Algo
similar ocurre con las cisuras de Silvio y de Rolando. Esta re-
modelación de la tabla interna creemos que se debe a la deten-
ción de la expansión encefálica alrededor de los 5 años, ya que
el latido cerebral se amortigua por el líquido cefalorraquídeo
situado en el interior de los espacios subaracnoideos y a partir
de esa edad comienza el engrosamiento del hueso craneal que
prosigue hasta la senectud [13, 14]. Personalmente, tras exami-
nar varios millares de endocráneos, consideramos que sólo ex-
cepcionalmente se visualizan con nitidez la impronta de las
áreas de Broca y de Wernicke. Sin embargo, el hecho de que no
puedan observarse dichas estructuras en el endocráneo no per-
mite excluir su existencia.
En cuanto al volumen cerebral, se ha constatado un progresivo
aumento del volumen a lo largo de la evolución de los homíni-
dos (Fig. 2). El volumen cerebral aceptado para los australopi-
tecinos oscila alrededor de 450-500 cm3, similar al de los
chimpancés, y se considera voluminoso para su talla, que no
solía sobrepasar los 110 cm en las formas gráciles y los 140 cm
en las robustas. En los H. habilis, el volumen se sitúa alrededor
de los 700 cm3, siendo su estatura algo mayor. La morfología
de los H. erectus era similar a la del hombre actual, pero su
encéfalo tenía un volumen de unos 1.000 cm3. Todos los H.
sapiens sapiens, entre los que nos incluimos nosotros, tiene un
volumen encefálico promedio de 1.400 cm3, con importantes
oscilaciones, que no siempre están en relación con el volumen
corporal (a modo de ejemplo comentamos que el encéfalo de
lord Byron, cuya estatura era elevada, tenía un volumen de
2.100 cm3; el de Cuvier, cuya estatura era más bien baja, de
1.700 cm3, y el de Anatole France, sólo 1.100 cm3). H. sapiens
neanderthalensis tenía un cerebro voluminoso, de unos 1.500
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cm3. No obstante, está demostrado que no existe una correlación
directa entre el tamaño cerebral y la capacidad lingüística [9].
Aparato bucofaringolaríngeo
Figura 3.
Diferencias entre el aparato fonador de primates (a) y humano (b)
———————————————————————————
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El aire espirado pasa por la hendidura de las cuerdas vocales, y
la lengua humana, cuya situación es muy posterior con relación
a la faringe, modula su salida y es fundamental para la emisión
de las palabras. La amplia motilidad de la lengua así como su
gran sensibilidad permiten modificar la morfología de la cavi-
dad bucal; y los movimientos de los labios permiten completar
las variaciones del trayecto que sigue el aire expelido y, de este
modo, se originan los distintos sonidos del lenguaje.
En los otros primates ocurre como en los bebés humanos: la
laringe está situada en una posición muy elevada, circunstancia
que les permite comer y respirar al mismo tiempo, pero les
impide una modulación amplia de los sonidos.
Este descenso de la laringe que en la actualidad ocurre sólo en
nuestra especie, ya empezó, según Laitman [16] en H. ergas-
ter/erectus. Esta hipótesis está basada en la observación del
grado de flexión de la base del cráneo, que algunos autores
consideran que es un reflejo de la posición de la laringe. En
individuos adultos de nuestra especie el basicráneo presenta
una forma arqueada, mientras que en otros mamíferos y en los
bebés humanos esta estructura es mucho más plana. Analizan-
do esta característica en el registro fósil Laitman concluyó que
los australopitecinos dispondrían de una laringe en posición
alta, similar a los chimpancés y que el descenso empezó en H.
erectus, en el que la posición de la laringe equivaldría a la de
un niño humano moderno de 8 años de edad. No obstante, la
flexión basicraneal completa, semejante a la de los humanos
actuales, no se conseguiría hasta los H. sapiens arcaicos, hace
unos 300.000 años. Por su parte, Lieberman [17] afirma que el
habla es un fenómeno tardío, posiblemente relacionado sólo
con H. sapiens neanderthalensis y H. sapiens sapiens. Final-
mente, Krantz [18] sostiene que el descenso de la laringe no
tuvo lugar hasta hace 40.000 años, como resultado de un proce-
so evolutivo propio de nuestra especie.
No obstante, todas estas hipótesis están formuladas en base a
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escasos restos fósiles conservados. La base del cráneo se con-
serva en muy pocos especímenes y entre ellos no encontramos
ningún representante de H. habilis. Este hecho no nos permite
contrastar el estudio del aparato bucofaringolaríngeo con el
estudio de los moldes endocraneales. Además, estos argumen-
tos pierden fuerza si tenemos en cuenta que determinadas pato-
logías que modifican la base del cráneo no tienen ninguna re-
percusión en el habla. Por ejemplo, la platibasia y la impresión
basilar, que son afecciones frecuentes e indudablemente reper-
cuten en la situación de la laringe, no entrañan en la clínica
unas alteraciones fonéticas valorables.
En lo concerniente al hueso hioides, estructura fundamental de
la laringe, el único encontrado en el registro fósil hominoideo
pertenece a un espécimen neandertal de Kebara, con una anti-
güedad de 60.000 años. Su estudio ha permitido constatar que
tiene una forma idéntica al de los humanos actuales, aunque
esté asociado a una mandíbula más amplia y robusta [19]. Se-
gún los investigadores que lo estudiaron, esta característica es
una prueba fehaciente que la capacidad lingüística de los nean-
dertales era similar a la de los humanos modernos. La capaci-
dad lingüística de H. sapiens neanderthalensis, especie coetá-
nea a H. sapiens sapiens en Europa durante unos 100.000 años,
hasta su extinción, ha sido cuestionada por diversos autores
[16,17]. No obstante, consideramos que no hay ninguna evi-
dencia en el registro fósil para tal afirmación. A nuestro enten-
der, el tracto vocal de los neandertales era indistinguible del de
los humanos modernos y, por tanto, sus habilidades lingüísticas
debieron de ser similares.
En los humanos actuales, la presencia de un aparato estilohioi-
deo óseo, semejante al de los tetrápodos, que podríamos consi-
derar como un atavismo, tampoco se asocia a dificultades para
el lenguaje, siendo su observación, generalmente, un hecho
casual en la radiología de la columna cervical.
Estas ausencias en el registro fósil limitan extraordinariamente
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la investigación del aparato bucofaringolaríngeo y nos vemos
obligados a basarnos en argumentos no anatómicos para eva-
luar la posibilidad del lenguaje, entre los que destacan las acti-
vidades culturales.
TEORÍAS SOBRE EL
ORIGEN DEL LENGUAJE
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– Teoría social. Muchos factores contribuyen a dar un origen
social al lenguaje, entre los que destacan: el papel del trabajo
como causa que determinó el progreso de la comunicación oral;
el hecho de compartir la comida que obligaría a actitudes
cooperantes y precisaría de un lenguaje para regularlo; la nece-
sidad de transmisión de conocimientos de padres a hijos, etc.
A nuestro entender, el modelo social es el que posee una mayor
capacidad explicativa, ya que establece una relación entre
comportamiento social, lenguaje, elaboración de artefactos y
desarrollo cerebral.
A lo largo de la evolución del género Homo tomamos como
punto de partida el bipedismo, que dejó las manos libres permi-
tiendo fabricar y transportar herramientas, lo que contribuyó a
un aumento de la capacidad craneal. Estas características son
un buen indicio relativo a la aparición de capacidades cogniti-
vas nuevas (inteligencia, lenguaje, etc.). Todo parece indicar
que el lenguaje solo pudo aparecer en una especie en la que el
proceso de simbolización, aunque primitivo, fuese ya muy acti-
vo (sueños, rituales, supersticiones, etc.). Este proceso de sim-
bolización va ligado a complejidad social e implica una vida
comunitaria muy intensa. Así pues, aparte de los indicios ana-
tómicos, nosotros consideramos importantes los indicios cultu-
rales sobre el origen del lenguaje. Por ejemplo, construir he-
rramientas es una tarea compleja, ya que requiere: una selec-
ción previa de los materiales (planificación), contar con una
técnica precisa para golpear los núcleos de piedra de la forma
adecuada y elegir las lascas idóneas en función del tipo de ins-
trumento que se quiere obtener. Si a todo este proceso añadi-
mos la transmisión de estos conocimientos a la descendencia,
implica una habilidad cognitiva muy desarrollada [3, 23]. Aielo
et al [1] han demostrado que hay una correlación entre encefali-
zación y tamaño del grupo en primates. En grupos grandes, el
lenguaje es la única forma de mantener la cohesión social.
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Durante el grado erectus y después de éste concurren circuns-
tancias que nos hacen preguntarnos hasta qué punto no habrían
aparecido ya en el pleistoceno medio (730.000-130.000 años
BP) algunos rasgos –como el lenguaje y el simbolismo– pro-
pios de una organización social compleja [25].
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CONCLUSIONES
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tió dar un salto cualitativo en el sistema de transmisión de co-
nocimientos generación tras generación.
No obstante, el lenguaje similar al de los humanos modernos
tuvo una aparición mucho más tardía, resultado de una evolu-
ción progresiva de los homínidos y su ambiente. Se cree que no
fue hasta la aparición de los arcaicos H. sapiens, hace aproxi-
madamente 300.000 años, en que el lenguaje da el último salto
hacia el enlace fonético/semántico de doble articulación.
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LANGUAGE ORIGIN AND EVOLUTION
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