Sofía y su abuela Rosa disfrutaban pasear por el humedal cercano a su casa. Un día descubren que el humedal está cercado y maquinaria adentro, amenazando el lugar. Sofía invita a sus amigos a la plaza a dibujar el humedal, atrayendo a vecinos. Juntos deciden proteger el humedal, realizando diferentes acciones como obras de teatro y reuniones. Meses después, Sofía ve que el cerco fue removido, habiendo logrado salvar el humedal gracias a los esfuer
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Sofía y su abuela Rosa disfrutaban pasear por el humedal cercano a su casa. Un día descubren que el humedal está cercado y maquinaria adentro, amenazando el lugar. Sofía invita a sus amigos a la plaza a dibujar el humedal, atrayendo a vecinos. Juntos deciden proteger el humedal, realizando diferentes acciones como obras de teatro y reuniones. Meses después, Sofía ve que el cerco fue removido, habiendo logrado salvar el humedal gracias a los esfuer
Sofía y su abuela Rosa disfrutaban pasear por el humedal cercano a su casa. Un día descubren que el humedal está cercado y maquinaria adentro, amenazando el lugar. Sofía invita a sus amigos a la plaza a dibujar el humedal, atrayendo a vecinos. Juntos deciden proteger el humedal, realizando diferentes acciones como obras de teatro y reuniones. Meses después, Sofía ve que el cerco fue removido, habiendo logrado salvar el humedal gracias a los esfuer
Sofía y su abuela Rosa disfrutaban pasear por el humedal cercano a su casa. Un día descubren que el humedal está cercado y maquinaria adentro, amenazando el lugar. Sofía invita a sus amigos a la plaza a dibujar el humedal, atrayendo a vecinos. Juntos deciden proteger el humedal, realizando diferentes acciones como obras de teatro y reuniones. Meses después, Sofía ve que el cerco fue removido, habiendo logrado salvar el humedal gracias a los esfuer
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Sofía tenía tres juegos favoritos:
Dibujar plantas, escuchar el canto de los
pájaros y pasear por el humedal junto a la Abuela Rosa. Lo que más le gustaba de salir junto a su abuelita, era que podía llevar a cabo sus estos tres juegos al mismo tiempo. Sofía sentía que caminar por el humedal era como estar metida en un cuento, con árboles mágicos y coipos que, de vez en cuando, salían a saludar. . Ambas esperaban con ansias las tardes del fin de semana para ir a pasear por el humedal, por un lado, la abuelita Rosa llevaba su mate y Sofía guardaba en su mochila su cuaderno y lápices de colores, para dibujar todas las plantas que veía en el camino.
Un día, al llegar al humedal, se dieron
cuenta que había un gran cerco que no les permitía entrar: “¿qué es esto?”, exclamó la abuela, Sofía, algo confundida, decidió espiar por un pequeño hoyo que había entre las paredes y le dijo: “¡abuela, hay máquinas!, ¿por qué?, esto es parte de la naturaleza, ¡no entiendo!”. La abuela se quedó en silencio durante unos segundos y le dijo a su nieta: “vamos a casa”, Sofía no podía creer que eso estuviera pasando y exclamó: “pero abuela, tenemos que hacer algo, no podemos permitir que dañen nuestro lugar favorito en el mundo”, la Abuela Rosa la miró y respondió: “así es, no dejaremos que le hagan daño, pero vamos a la casa, se me acaba de ocurrir una idea”. Al volver a su hogar se sentaron en el comedor, la abuela buscó dos cartulinas grandes y le preguntó a la niña si le podía prestar sus lápices: “por supuesto, abuela, ¡dibujemos juntas!”. Sofía corrió a su pieza y buscó todos los lápices que tenía, al volver, su abuela le agradeció su gesto, tomó uno y escribió: “SALVEMOS EL HUMEDAL”. Luego, le pidió a su nieta que dibujara lo que más le gustaba del humedal, Sofía pensó: “haré miles de plantas”, luego de terminar sus carteles, fueron a pegarlos afuera del cerco del humedal. Isabel, una vecina quien también disfrutaba mucho de la naturaleza, las vio dejando sus pancartas, por lo que les preguntó qué estaban haciendo, la abuela comenzó a contarle lo que sucedía, la joven quedó muy sorprendida y dijo: “pero cómo, si el humedal siempre ha estado aquí – comentó Isabel preocupada-, allí viven miles de especies que sólo se encuentran en este lugar y es parte de nuestro hermoso territorio, no puede ser que lo cierren ¿qué podemos hacer para evitarlo?”. La abuela invitó a Isabel a tomar mate a su casa para que juntas pudieran pensar qué hacer, ella propuso citar a una reunión a las vecinas y vecinos: “pero en esta población nadie se habla –comentó la Abuela Rosa desanimada–, la gente pasa y ni siquiera nos saludamos”, a lo que Isabel le respondió con tristeza: “es verdad, quizás sea difícil hacer algo…” En medio del silencio que se produjo por la tristeza de Isabel y la Abuela Rosa, Sofía tuvo una brillante idea: “ya sé, voy a invitar a la jugar a plaza a todas mis amigas y amigos, para que dibujemos lo que más nos gusta del humedal”. Isabel se entusiasmó ante la propuesta de Sofía: “me parece una excelente idea”, la abuela la abrazó, diciéndole: “muy bien, Sofi, además así las niñas y niños vuelven a jugar en la plaza, porque hoy casi nadie la ocupa, nosotras iremos contigo a dibujar y cuando lleguen sus mamás y papás a buscarlos, aprovecharemos de comentarles lo que está pasando y hablar sobre este importante tema.” Llegada la tarde del sábado, Sofía recorrió en bicicleta todas las cuadras de la población, pasando casa por casa e invitando a sus amigas y amigos a jugar en la plaza. Después de eso se fue a los columpios a esperar. “Ojalá llegue alguien”, pensó. Cuando ya habían transcurrido algunos minutos, sintió que alguien le tocaba la mano, era un perrito que se había acercado a saludarla: “bueno, creo que seremos sólo tú y yo”. Pero de pronto, grande fue su sorpresa cuando vio a su abuela e Isabel con diez niñas y niños a su alrededor, junto con una gran cantidad de vecinas y vecinos conversando. Fue en ese momento que la plaza se convirtió en un lugar lleno de vida, donde toda la gente hablaba y reía. Mientras hacían sus dibujos, las niñas y niños escuchaban lo que se decía: “¡Pero si el humedal es muy importante para toda la comunidad –comentaba una vecina–, no pueden hacer algo ahí sin decirnos”, por lo que otra respondía: “es verdad, no podemos permitir que construyan en ese lugar.” Don Alejandro, el dueño de la panadería de la esquina, exclamó: “¡ay, no exageren, tal vez no sea tan malo lo que le hagan al humedal!”. La Abuela Rosa lo miró enojada y sorprendida: “¿qué tiene de bueno que cierren un lugar que siempre ha estado abierto a todos?, ¿qué tiene de bueno que pasen por encima de los seres que viven ahí? Para que nuestros nietos y nuestras nietas puedan seguir disfrutando del humedal, hay que protegerlo y no nos quedaremos de brazos cruzados”. Don Alejandro no supo qué responderle, así se fue del lugar. Luego de ello, la abuela Rosa se sentó en una de las bancas de la plaza, preguntado: “¿qué haremos?” Una vecina le respondió: “gracias por juntarnos en la plaza, después de esta conversación podremos pensar en cómo cuidar el humedal que tanto queremos.” Al día siguiente, todos los vecinos y vecinas de la población comenzaron a hablar sobre lo que estaba ocurriendo con el humedal; las niñas y niños empezaron a recrear obras de teatro en la cual representaban la historia del lugar, Isabel junto a otras amigas se pusieron de acuerdo para ir a dar información a las escuelas, radios y además hacer reuniones en la plaza, y la Abuela Rosa junto a sus amigas, tejieron un gran lienzo que decía “El humedal se defiende”, entre hilos rosados, celestes y violetas. Unos meses más tarde, mientras Sofía paseaba persiguiendo a una mariposa, se dio cuenta que el cerco ya no estaba, solo habían unas pocas tablas botadas, pero ninguna máquina ni barrera. Con una gran sonrisa, volvió muy rápido a su casa y le contó entusiasmada a su abuela lo que había visto. Sofía la llevó al humedal para que ella misma pudiera ver lo que ocurría. “¡lo hicimos, abuelita, pudimos defender el humedal!” Y así fue como fueron muy felices a contarles a toda la población la nueva y gran noticia. La gente se abrazaba y celebraba, habían logrado salvar al humedal y así, cuidar la tierra, el agua y la naturaleza. No sólo ellas sonreían, el planeta también lo hacía. Concepción, Chile 2019.