Nuevas Facultades CC IV Simposio

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NUEVAS FACULTADES DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO SOBRE LA DIMISIÓN

DEL ESTADO CLERICAL


IV SIMPOSIO DE DERECHO CANÓNICO
27-29 de septiembre de 2011

INTRODUCCIÓN

Las «Facultades especiales» recibidas por la Congregación para el Clero tienen relación
directa con la dimisión del estado clerical. Se trata de prerrogativas de las que no
gozaba, ni en virtud de las normas comunes del Código, ni de la Constitución apostólica
Pastor bonus. Sin embargo, son facultades que caen dentro de su campo, que es el
estado clerical, pues de acuerdo con la CA Pastor bonus, corresponde a la Congregación
para el Clero tratar todo lo referente al estado clerical en cuanto tal, en relación a todos
los clérigos incluidos los religiosos (Art. 96). También tiene competencia en lo que se
refiere a la vida, disciplina, derechos y obligaciones de los clérigos (Art. 95 §1).

Por consiguiente, en estos artículos de la PB se recoge las competencias de la


Congregación sobre todo lo que respecta a los clérigos, diáconos y presbíteros, es
decir, el estado personal del clérigo, vida, misión y disciplina, así como sus derechos y
obligaciones.1 También es competencia de la Congregación para el Clero todo lo
referente al estado clerical: incardinación, excardinación, recursos jerárquicos sobre la
tutela de los derechos de los clérigos, la pérdida del estado clerical por rescripto de
gracia, así como la readmisión al estado clerical por otro rescripto de gracia (c. 293), y la
dispensa de la irregularidad para ejercer las órdenes por la comisión de los delitos
aludidos en el c. 1044 § 1, 3º.

Ya desde el año 2005, el Papa Benedicto XVI había dispuesto que las causas de dimisión
del estado clerical por rescripto, que llegaran a la Sede Apostólica a partir del 1º de
agosto de 2005, fueran competencia de la Congregación para el Clero. Porque
anteriormente, primero era competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe,

1
Así lo comenta Pio Vito Pinto, en Commento alla Pastor bonus e alle norme sussidiarie della Curia
romana, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2003, 135.
pero después de la promulgación de la PB, por decisión del Papa Juan Pablo II, las
peticiones de dispensa de las obligaciones emanadas del estado clerical, llegadas a la
Santa Sede desde el 1º de marzo de 1989, pasarían a la competencia de una Comisión
especial de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.2

1. DE LA REDUCCIÓN DEL ESTADO LAICAL A LA DISPENSA DEL CELIBATO

Antes de examinar el tema de las Facultades especiales de la Congregación para el


Clero, resulta interesante recordar el desarrollo seguido en la concesión de la dimisión
del estado clerical y la dispensa de las obligaciones propias del estado, incluyendo el
celibato.

El CIC/17 no consideraba directamente la dispensa de las obligaciones propias del


estado clerical, sino la reducción al estado laical, siempre y cuando se probara que
alguien recibió el orden sagrado coaccionado por miedo grave y que libre del miedo no
lo ratificara, al menos tácitamente por el ejercicio del orden. Dicha coacción era
probada mediante proceso judicial y, con la reducción al estado laical venía la exención
de la obligación del celibato y del rezo de las horas canónicas (c. 214).

El 2 de febrero de 1964, la Sagrada Congregación del Santo Oficio emanó las primeras
normas sustanciales y procesales, bajo el nombre de Normae ad causas parandas de
sacra ordinatione eiusque oneribus,3 para examinar las peticiones de reducción al estado
laical con la consiguiente dispensa de la obligación del celibato.4 Con la carta la
Congregación comunicaba a todos los Ordinarios del lugar y a los Superiores generales
que se había creado una Comisión especial dentro de la Congregación para llevar estos
casos. El procedimiento todavía se llevaría mediante proceso judicial (un juez, el
defensor del vínculo y un notario).

Sin embargo, por el modo oneroso y tardado de este procedimiento, y a petición de los
Ordinarios y Superiores generales, estas normas de 1964 fueron derogadas y
2
Prot. 230.139, 8 febrero 1989, en Notitiae 25 (1989) 485.
3
SACRA CONGREGATIO SANCTI OFFICII, Litterae circulares et normae ad causas parandas de sacra
ordinatione eiusdemque oneribus, en Leges Ecclesiae, Vol. III, n. 3162, col. 4463-4469.
4
EV S1, nn. 26-29.

2
sustituidas por las nuevas normas del 13 de enero de 1971, bajo el título Litterae
circulares S. Congregationis pro Doctrina Fidei Circa reductionem sacerdotum ad statum
laicalem cum dispensatione a lege caelibatus, con las normas procedimentales anejas.5
Las cuales determinaban cambiar el modo judicial ante el Tribunal por un
procedimiento administrativo, «una simple investigación», cuyo propósito era descubrir
si eran válidos los motivos aducidos en la petición de reducción al estado laical y la
dispensa de las obligaciones anejas incluyendo el celibato y si las afirmaciones del
peticionario se basaban en la verdad.6

Hasta ahora, se trataba de un procedimiento, primero judicial y luego administrativo,


cuya finalidad directa era la reducción al estado laical y, con ella la dispensa de las
obligaciones anejas, incluyendo el celibato. Sin embargo, el número VII de las normas
de 1971 deja entrever que también el Ordinario propio podía elevar la petición a la Santa
Sede cuando el clérigo por su mala vida o por errores de doctrina o por otra causa
grave, debía ser reducido al estado laical y dispensado por un sentimiento de
compasión de las obligaciones anejas, incluyendo el celibato. Así lo establecía:

Observando las debidas proporciones, todo cuanto se ha establecido en las


precedentes normas para los casos en que los sacerdotes piden espontáneamente la
reducción al estado laical… se ha de aplicar también a aquellos casos en que, después
de la necesaria investigación, se vea que algún sacerdote, por su mala vida o por
errores de doctrina o por otra causa grave, ha de ser reducido al estado laical y
dispensado….7

Así las cosas, al inicio del Pontificado de Juan Pablo II, se promulgaron las normas que
regulan hasta hoy esta materia, el 14 de octubre de 1980,8 que plantean las cosas desde

5
Cf. AAS 63 (1971), 309-312. Las normas de dicho procedimiento se publicaron también en el mismo boletín:
SACRA CONGREGATIO PRO DOCTRINA FIDEI, Normae ad apparandas in Curiis dioecesanis et religiosis
causas reductionis ad statum laicalem cum dispensatione ab obligationibus cum sacra Ordinatione
conexis, en AAS 63 (1971), 303-308.
6
Cf. SCDF, Carta sobre la reducción al estado laical, 13 de enero de 1971, en AAS 63 (1971), 311. El Papa
Pablo VI ya había manifestado su voluntad de que la investigación en las causas de la reducción al estado
laical se extendiera a otros motivos gravísimos no previstos en el Código, sobre la libertad,
responsabilidad e idoneidad del sacerdote. Cf. Coelibatus sacerdotalis 84, en AAS 59 (1967), 690.
7
Ibidem, n. VII.
8
SACRA CONGREGATIO PRO DOCTRINA FIDEI, De modo procedendi in examine et resolutione petitionum quae
dispensationem a caelibatu respiciunt, Per litteras, 14 octobris 1980, en AAS 72 (1980), 1132-1137.

3
otro punto de vista: la normativa se refiere directamente a la dispensa del celibato,
junto con el cual se concede también la dimisión del estado clerical y la dispensa de las
demás obligaciones propias de este estado.9

Y precisamente éste es el modo ordinario de perder el estado clerical por rescripto que
el Código menciona en el c. 290, 3º: «Un clérigo pierde el estado clerical por rescripto de
la Sede Apostólica, que solamente se concede, por la Sede Apostólica, a los diáconos,
cuando existen causas graves; a los presbíteros, por causas gravísimas».

Las más de cuatro décadas en que se ha procedido de esta manera para conceder a los
clérigos, diáconos y presbíteros, el retorno al estado laical y la respectiva dispensa de
las obligaciones del estado clerical, incluido el celibato, ha enseñado que se requieren
otros medios para resolver la situación irregular de muchos clérigos que, o han
abandonado el ejercicio del ministerio y no desean reasumirlo, o han violentado las
normas de la Iglesia con su conducta que merecen ser dimitidos del estado clerical. Este
es el propósito de la Facultades especiales de la Congregación para el Clero.

2. MOTIVACIÓN Y FINALIDAD DE LAS NUEVAS FACULTADES

La carta circular enuncia dos motivos para los que se concedieron las Facultades
especiales: un indirecto: honrar la misión y la figura de los sacerdotes que se esfuerzan
por ser fieles a su propia vocación y misión; y otro directo: socorrer a los Obispos
diocesanos que luchan por conservar y promover la disciplina eclesiástica en beneficio
de la sociedad eclesial, ayudándolos a resolver aquellos casos especiales que se van
encontrando durante el ejercicio de su ministerio pastoral y que no han podido
solucionar con medios pastorales y canónicos, previstos ya en el Código de derecho
canónico, o que estos recursos no sean suficientes ni idóneos para alcanzar la finalidad
de la pena, es decir, reparar el escándalo, restablecer la justicia y lograr que el acusado
se enmiende (c. 1341).

9
AAS 72 (1980), 1132-1135, 1136-1137.

4
Sin embargo, la concesión de estas facultades parece situarse en un contexto histórico-
eclesial más amplio, que ha constituido la preocupación del Papa Benedicto XVI, a
saber, salvaguardar la integridad y la aplicación coherente de la disciplina de la Iglesia.10

Porque los criterios de descentralización y subsidiariedad aplicados en las normas del


Código de derecho canónico promulgado en 1983, y sobre todo en el derecho penal, 11
ha resultado, en general, en una falta de acción eficaz por parte de los Ordinarios
locales y de los superiores religiosos, por no aplicar la disciplina de la Iglesia. Entonces,
al no actuarse correctamente, se dejó crecer el problema, sobre todo en lo que
respecta a la vida y el ministerio de los clérigos. Así, hubo continuas violaciones a la ley
del celibato y a la continencia perfecta por el reino de los cielos, en diversas formas; se
multiplicó el abandono del ministerio sacerdotal, que generalmente derivó en el
matrimonio civil de los clérigos; se hizo notoria la vida relajada y escandalosa de
muchos clérigos, esclavizados por el alcoholismo o apegados al dinero. Ante esta
situación y sin revocar las facultades otorgadas en el derecho canónico a los Ordinarios,
la Santa Sede ha querido revisar, y en su caso, reformar, las normas de la Iglesia,
proporcionando instrumentos a los Ordinarios y exigiéndoles que ellos mismos
promulguen normas particulares de actuación.

En esta misma línea, el entonces cardenal Ratzinger había expresado al Pontificio


Consejo para los Textos Legislativos su preocupación de que hubiera casos de
sacerdotes que cometían delitos que merecían la expulsión del estado clerical y, sin
embargo, se les concedía la dimisión como un acto gracioso. El cardenal insistía en que
lo más coherente era que los Ordinarios aplicaran la pena de expulsión del estado
clerical, si fuera el caso, y luego se pidiera la dispensa del celibato; pero no parecía justo
que se pidiera la dispensa en primer lugar, para evitar el engorroso proceso penal para
irrogar las penas canónicas. Ante esta observación, el entonces presidente del
Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Cardenal Rosalío Castillo Lara,

10
Cf. J.I. ARRIETA, «El cardenal Ratzinger y la revisión del sistema penal canónico en tres cartas inéditas de
1988. Un papel determinante», en L’Osservatore romano 42/49 (2010), 10.
11
Como se determinó en los Principios que guiaron la revisión del Código de 1983, sobre todo el 4º y el 5º
principios. Cf. Communicationes 1 (1969), 80-82, 84-85.

5
respondió que efectivamente los Ordinarios tendrían que asumir su responsabilidad de
buen gobierno, ejerciendo su potestad judicial para sancionar a los clérigos antes de
pedir la concesión de gracias. El Código de derecho canónico de hecho prevé los casos
delictuosos que pueden ser sancionados con la expulsión del estado clerical (cc. 1364
§1, 1367, 1370, 1387, 1394 y 1395).

En esta línea, el mismo cardenal Ratzinger habría de influir en la reordenación de las


competencias de los dicasterios, zanjadas en la Pastor bonus. Concretamente, la CDF
quedaba facultada no solamente para examinar los delitos contra la fe y los
sacramentos, sino también los delitos más graves contra la moral (art. 52).
Posteriormente, se habrían de especificar estos delitos reservados a la CDF (2001), que
en palabras del Secretario del Pontifico Consejo para los Textos Legislativos, Juan
Ignacio Arrieta, fue de suplencia: «respondía a un deber de suplencia: in primis para
resolver un serio problema eclesial de operatividad del sistema penal; in secundis, para
asegurar un tratamiento uniforme de estas causas en toda la Iglesia».12 En otras
palabras, el Romano Pontífice reservó el tratamiento de estos delitos a la CDF porque
los Ordinario habían fallado en dar solución efectiva a los mismos.

Las facultades especiales de la Congregación para el Clero se sitúan en esta línea de


búsqueda de soluciones más convenientes y eficaces a los diversos casos de indisciplina
en la Iglesia, sobre todo de parte de los clérigos. Así lo describe Arrieta:

Por este motivo, en la reunión plenaria de febrero de 1997, dicha Congregación


decidió solicitar del Papa facultades especiales que le permitieran intervenir por vía
administrativa en determinadas situaciones penales, al margen de las disposiciones
generales del Codex; de aquella plenaria fue relator el Cardenal Ratzinger. Como es
sabido, aquellas facultades fueron actualizadas y ampliadas en 2008, y otras de
naturaleza análoga fueron después concedidas e la Congregación para el Clero.13

Podríamos concluir, entonces, que las Facultades especiales concedidas a la


Congregación para el Clero pueden calificarse de medidas extraordinarias, y se han de

12
J.I. ARRIETA, «El cardenal Ratzinger y la revisión del sistema penal canónico en tres cartas inéditas de
1988. Un papel determinante», en L’Osservatore romano 42/49 (2010), 11.
13
J.I. ARRIETA, «El cardenal Ratzinger y la revisión del sistema penal canónico en tres cartas inéditas de
1988. Un papel determinante», en L’Osservatore romano 42/49 (2010), 11. (El subrayado es nuestro).

6
ubicar en un lugar paralelo a los medios ordinarios que el Código ya prevé en el c. 290,
2º y 3º, a saber, la dimisión del estado clerical impuesta penalmente y la dimisión
concedida por la Santa Sede mediante rescripto de gracia. En este sentido, las dos
primeras Facultades especiales tienen paralelo con el n. 2º del canon y la tercera
facultad especial se relaciona con el n. 3º del mismo canon.

3. NUEVAS FACULTADES DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO

El 30 de enero de 2009, el Papa Benedicto XVI concedió a la Congregación para el Clero


facultades especiales para implementar otros modos de obtener la dimisión del estado
clerical. Esta concesión fue comunicada a los Ordinarios por la misma Congregación en
una Carta circular (N. 20090556), fechada el 18 de abril de 2009. Un año después, la
misma Congregación para el Clero hizo llegar a los Ordinarios, como anejos, las Líneas
procesales para llevar los casos en cuestión, así como el elenco de documentos
necesarios y el modo de cumplimentar el procedimiento en su fase local.

Básicamente, son tres las Facultades especiales recibidas por la Congregación y tienen
relación directa con la dimisión del estado clerical y la dispensa de las obligaciones
propias de dicho estado, incluyendo el celibato. Cada una de las facultades se distingue
por la causa motiva y los procedimientos que deben emplearse para su aplicación.
Desde el n. 5, la Carta circular expone las facultades especiales concedidas a la
Congregación, que a la larga repercuten en la actuación de los Ordinarios. Veamos en
qué consisten cada una de las facultades.

3.1. Dimisión de estado clerical in poenam

I. La facultad especial de tratar y de presentar al Santo Padre, para su


aprobación en forma específica y decisión, los casos de dimisión del estado
clerical in poenam, aneja la relativa dispensa de las obligaciones dimanantes de
la ordenación, comprendido el celibato, de los clérigos que hubieran atentado
matrimonio aunque sólo sea civilmente y que después de ser amonestados no
hubieran cambiado de vida y continuaran en su vida irregular y escandalosa (cf.

7
c. 1394, §1); y de aquellos clérigos culpables de graves pecados externos contra
el 6º Mandamiento (cf. c. 1395, §§ 1-2).14

A. Dimisión de estado clerical «in poenam» por atentado de matrimonio

En primer lugar, se considera dos supuestos que pueden dar ocasión a las Facultades
especiales: el atentado de matrimonio y que después de ser amonestado, el clérigo no
cambia de vida y continúa en su vida irregular y escandalosa. El atentado de
matrimonio consiste en celebrar el matrimonio, sabiendo que dicho matrimonio será
canónicamente inválido. Según el canon 1394 § 1, el atentado de matrimonio puede
darse tanto celebrando el matrimonio canónico como el civil. En el primer caso, el
matrimonio celebrado es atentado en cuanto que los clérigos son inhábiles para
casarse válidamente por el impedimento dirimente de orden (c. 1087). En el segundo
caso, ha de darse la celebración del matrimonio civil, que en la Iglesia católica sigue
siendo inválido.

Según el c. 277 § 1, los clérigos están obligados a guardar continencia perfecta y


perpetua por el Reino de los cielos, y por tanto a guardar el celibato, para unirse más
fácilmente a Cristo con un corazón entero, y dedicarse con mayor libertad al servicio de
Dios y de los hombres. Incluso esta prescripción es reforzada por el impedimento
dirimente de orden sagrado (can. 1087). Por tanto, quien trasgrede estas disposiciones
incurre en las siguientes penas y medidas disciplinares:

+ Remoción, ipso iure, del oficio eclesiástico (c. 194 § 1, 3°)

+ Suspensión latae sententiae.

+ Amonestación para que el clérigo cese en el delito y de dar escándalo; si dicha


amonestación y otras iniciativas pastorales son infructuosas, la autoridad competente
puede castigarlo con penas graduales (penas ferendae sententiae, facultativas), desde
las prohibiciones, privaciones hasta la expulsión del estado clerical.

14
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Nuevas facultades, N. 2009/0556, en Revista mexicana de derecho
canónico 15 (2009), 163.

8
+ Irregularidad ipso facto para ejercer las órdenes recibidas, reservada a la Sede
Apostólica (c. 1044 § 1, 3º).

La suspensión, la remoción del oficio y la irregularidad para el ejercicio del orden


sagrado, que son automáticas para los clérigos que atentan matrimonio, muchas veces
no son eficaces, pues estos clérigos continúan ejerciendo el ministerio con escándalo,
por llevar una doble vida. Incluso, en cierta nación, un grupo de fieles se ha atrevido a
pedir la celebración de la Eucaristía a sacerdotes que han atentado matrimonio, en
base al c. 1335 § 2, argumentando que la suspensión latae sententiae no les ha sido
declarada. Por este hecho, se consultó al Pontificio Consejo para los Textos Legislativos
para saber si, en virtud de este canon, es lícito a un fiel o comunidad de fieles pedir por
una causa justa la celebración de sacramentos o sacramentales a tales clérigos. A ello
respondió el Consejo que no es lícito, pues el sacerdote que atenta matrimonio comete
una grave violación de una obligación propia del estado clerical y por eso constituye
una situación de objetiva falta de idoneidad para el desempeño del ministerio pastoral
según las exigencias disciplinares de la comunión eclesial.15

Para evitar estas situaciones, y cuando el mismo clérigo no quiere pedir la dimisión del
estado clerical, entonces el Ordinario tiene la potestad de incoar un procedimiento
administrativo penal, conforme a los cc. 1342 y 1720, 35-58, y 1344-1350, e imponer las
sanciones correspondientes, sin excluir la expulsión del estado clerical.

B. Dimisión de estado clerical «in poenam» por pecados y delitos externos contra el sexto
mandamiento de Decálogo

El otro supuesto en que puede invocarse las facultades especiales proviene de la


comisión de pecados graves externos o delitos contra el sexto mandamiento del
Decálogo, regulados por el c. 1395, exceptuado el que se comete con un menor de
edad, que está reservado a la Congregación para la Doctrina de la Fe. El § 1 se refiere a
los pecados graves que tienen cierto carácter duradero por su habitualidad. El párrafo

15
Cf. PONTIFICIO CONSIGLIO PER I TESTI LEGISLATIVI, «Dichiarazione», 19 maggio 1997, en
Communicationes 29 (1997), 17-18.

9
se refiere a los «pecados graves externos», por cuanto que el clérigo y el o los
cómplices en el pecado actúan consciente y libremente. El § 2 regula los delitos
ocasionales contra el sexto mandamiento del Decálogo, pero que contienen en sí
mismos unas agravantes. En este sentido, este párrafo se refiere a «delitos»,16 por
cuanto que se lesiona la libertad de la persona víctima (en el caso de la violencia
sexual), o la moral pública (cuando el acto se realiza públicamente), o se aprovecha de
la minoría de edad. Entre estos dos grupos de delitos, habría que incluir los
considerados por el Código Penal Federal mexicano, que además de describir los,
también establece la sanción, de cárcel y de multa pecuniaria: el lenocinio (Art. 206 bis),
la pederastia (Art. 209 bis), el hostigamiento sexual (Art. 259 bis), el abuso sexual (Arts.
260-261), el estupro (Art. 262), la violación (Arts. 265-266) y el incesto (Art. 272).

1) El concubinato. Se trata de una relación sexual estable, extramatrimonial, entre un


clérigo y una mujer, casada o soltera, al modo de los cónyuges,17 aunque no
necesariamente convivan permanentemente bajo el mismo techo. Y si la especie del
delito no cambia, sin embargo podrá agravarse, según sean los sujetos involucrados.
Por ejemplo, Pighin distingue tres casos distintos: «concubinato adulterino», que se da
entre el clérigo y una mujer casada; «concubinato incestuoso», que se da entre un
clérigo y una consanguínea hasta el cuarto grado; «concubinato sacrílego», que se da
entre un clérigo obligado por el voto de castidad o con una mujer consagrada en un
instituto religioso.18

2) Otros pecados externos contra el sexto mandamiento del Decálogo habituales y


escandalosos.

Estos otros pecados sexuales se refieren a la conducta sexual habitual de un clérigo,


por la repetición del mismo comportamiento y que produce escándalo. Para la
configuración del delito se requieren tres elementos: la exterioridad del hecho
16
Podemos
17
Cf. THOMAS J. GREEN, «Commentary on Canon 1395», en JHON P. BEAL, JAMES A. CORIDEN, THOMAS J.
GREEN (Eds.), New Commentary on the Code of Canon Law, Paulist Press, New York-Mahwah, 2000,
1599.
18
Cf. BRUNO FABIO PIGHIN, Diritto penale canonico, Marcianum press, Venezia 2008, 473.

10
pecaminoso, la persistencia en dicha conducta y el escándalo del comportamiento.19 En
este sentido, se incluye toda una gama de pecados sexuales, naturales o contra natura,
que van desde el comportamiento adulterino (por elegirse mujeres casadas) a la
prostitución activa o pasiva, el sadismo y el masoquismo, los actos homosexuales, el
lenocinio, la bestialidad, etc. (cf. c. 2359 § 2 del CIC/17). La sanción por estos delitos es la
pena ferendae sententiae preceptiva de suspensión; para cuya válida imposición se
requiere la previa amonestación (c. 1347). Sin embargo, si el delincuente persiste en su
contumacia, se le pueden añadir gradualmente otras penas (penas facultativas) hasta
llegar a la expulsión del estado clerical. Además, los religiosos o miembros de institutos
seculares o de sociedades de vida apostólica, que incurran en estos delitos, han de ser
expulsados del instituto o sociedad (cf. cc. 695 § 1, 729, 746).

3) Delitos sexuales que no teniendo carácter de habitualidad, sin embargo tienen otras
agravantes, porque son cometidos con violencia o amenazas (por ejemplo, la violación
u otra forma de agresión sexual), o públicamente (en lugares públicos o donde el
público tiene acceso), o con un menor de edad. Para que el delito se configure basta
que se dé una sola de las agravantes; sin embargo, no se descarta que pueda concurrir
más de una agravante.

a) Acto realizado con violencia o amenazas. La agravante es la violencia sexual que tiene
por objeto la coacción a una persona de cualquier sexo, mediante la violencia física o
moral,20 a realizar o padecer actos sexuales. Se entiende que la víctima es más débil
que el clérigo violentador, por lo cual no tiene la capacidad de resistirse, sea porque el
clérigo se asocie con otros para delinquir o porque coaccione con un arma, sea porque
la víctima es menor de edad o de avanzada edad, de sexo femenino, o porque se tenga
ascendencia sobre ella, o que las amenazas sean graves. Esta figura delictiva incluye la
violación, que el Catecismo de la Iglesia católica describe como «forzar o agredir con
violencia la intimidad sexual de una persona» (n. 2356). El mismo Catecismo expone las

19
Cf. Cf. BRUNO FABIO PIGHIN, Diritto penale canonico, Marcianum press, Venezia 2008, 473.
20
Mientras que la coacción física suprime totalmente la libertad de la víctima, la coacción moral fuerza a la
víctima a someterse al clérigo por temor a sufrir otro daño, aunque fuera solo de tipo moral, como sería la
pérdida del trabajo o la revelación de secretos infamantes

11
razones de la gravedad de este delito: la acción atenta contra la justicia y la caridad,
porque

lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la libertad, a la integridad


física y moral. Produce un daño grave que puede marcar a la víctima para toda la vida.
Es siempre un acto intrínsecamente malo. Más grave todavía es la violación cometida
por parte de los padres (cf. incesto) o de educadores con los niños que les están
confiados (CIgC 2356).

b) Acto realizado públicamente. Esta figura delictuosa tiene su fundamento en la lesión


que se causa a la comunidad, a la decencia y a la moral pública. Por lo cual, no
necesariamente se comete con un cómplice, como sería el caso de la masturbación con
exhibición pública.21 La norma no establece que el acto delictuoso se realice en lugar
público, sino «públicamente», por lo cual se puede entender que o se realiza en un
lugar frecuentado por personas, como sería la vía pública, una plaza, una iglesia o un
establecimiento público, o se realiza en lugar privado y frente a una cámara de
filmación, con el consentimiento del clérigo, con la intención de difundir el acto por
televisión, la internet u otro medio de difusión.22

c) El acto realizado con un menor de edad. Se refiere al delito de abuso sexual de


menores perpetrado por un clérigo. Constituye uno de los delitos más graves contra la
moral reservado a la Congregación para la Doctrina de la Fe, y que también puede
recibir como sanción la dimisión del estado clerical in poenam. No desarrollamos este
supuesto delictivo, pues se excluye de las Facultades especiales de la Congregación
para el Clero.

3.2. Dimisión del estado clerical por causas graves o gravísimas

SEGUNDA FACULTAD ESPECIAL

II. La facultad especial de intervenir según el canon 1399, ya sea actuando


directamente en los casos, o confirmando las decisiones de los Ordinarios en la

21
Cf. Cf. BRUNO FABIO PIGHIN, Diritto penale canonico, Marcianum press, Venezia 2008, 477.
22
Cf. Cf. Cf. BRUNO FABIO PIGHIN, Diritto penale canonico, Marcianum press, Venezia 2008, 476-477.

12
circunstancia de que los mismos Ordinarios lo pidiesen, a causa de la necesidad
y urgencia de evitar un objetivo escándalo.

Esto ha sido concedido juntamente a la derogación de los preceptos de los


cánones 1317, 1319, 1342, §2, y 1349, respecto a la imposición de penas perpetuas,
a los diáconos por causas graves y a los presbíteros por aquellas gravísimas,
siempre haciendo llegar los respectivos casos directamente al Sumo Pontífice
para su aprobación en forma específica y decisión.

La presente facultad tiene su fundamento in iure en el c. 1399, es decir, se refiere a los


casos de violación grave de la disciplina de la Iglesia no considerados en los cc. 1364-
1398 o en otras leyes penales particulares.

Aparte de los casos establecidos en ésta u otras leyes, la infracción externa de una ley
divina o canónica sólo puede ser castigada con una pena ciertamente justa cuando así
lo requiera la especial gravedad de la infracción y urge la necesidad de prevenir o de
reparar escándalos (c. 1399).

El tenor del canon es contrario al principio tradicional de legalidad que reza «nullum
crimen nulla poena sine lege poenali praevia». Lo cual refrendaba el Papa Pío XII en una
alocución dada a la Asociación de canonistas italianos:

Como regla, pues, la pena es infligida por la autoridad competente. Esto presupone:
una ley penal vigente; alguien investido de autoridad penal y el conocimiento seguro
del acto a sancionar, tanto en su aspecto objetivo, es decir, en el hecho delictuoso
contemplado por la ley, como en su aspecto subjetivo, o sea aquello que se refiere a la
culpabilidad del reo, a su gravedad y extensión.23

La Facultad especial aquí considerada se refiere a situaciones de grave indisciplina, es


decir, a la infracción de alguna ley del ordenamiento canónico, sea de carácter divino o
meramente eclesiástico (cf. c. 11). No parece referirse a leyes de carácter simplemente
moral.24

23
«Di regola dunque la pena è inflitta dalla Autorità competente. Ciò presuppone : una legge penale vigente;
un legittimo investito della autorità penale, e in lui la sicura conoscenza dell'atto da punire, tanto dal lato
obbiettivo, vale a dire nell'attuazione del delitto contemplato dalla legge, quanto dal lato soggettivo, vale a
dire per ciò che riguarda la colpevolezza del reo, la sua gravità ed estensione». Pio XII, Allocuzione, 5
dicembre 1955, en AAS 47 (1955), 64.
24
Cf. J SANCHÍS, «Comentario al canon 1399», en A. MARZOA – J. MIRAS – R. RODRÍGUEZ OCAÑA,
Comentario exegético al Código de derecho canónico IV/1, Eunsa, Pamplona 20023, 596.

13
Además de constituir un caso excepcional, el delito se configura con la concurrencia
simultánea de dos elementos: la gravedad especial de la infracción de la ley, y la
urgencia y necesidad de prevenir o reparar el escándalo.25 La primera condición se
refiere no solo a la simple infracción de una ley externa,26 sino que dicha trasgresión
revista una especial gravedad objetiva, sea por la misma ley violentada, sea por el
escándalo causado o que se prevé que pueda causar. Por consiguiente, no entrarían en
este supuesto delictuoso aquellos comportamientos culposos por negligencia u
omisión de la debida diligencia, sino solo aquellos gravemente imputables por dolo (c.
1321 § 2). El segundo elemento también constituye un criterio para valorar la gravedad
del comportamiento delictuoso, a saber, no solo la necesidad sino la urgencia de
reparar o de prevenir escándalos.

En cuanto a la sanción de este comportamiento, la derogación de los preceptos de los


cánones 1317, 1319, 1342, §2, y 1349, en relación a la imposición de penas perpetuas, deja el
camino libre a los Ordinarios para imponer penas perpetuas, incluso mediante proceso penal
administrativo. En efecto, al derogarse las cláusulas de los cc. 1317 y 1319, ahora se puede
conminar a un clérigo mediante precepto penal con la dimisión del estado clerical; al derogarse
la cláusula del c. 1342 § 2, ahora se puede imponer al clérigo una pena perpetua mediante
decreto extrajudicial; al derogarse la cláusula del c. 1349, aunque el c. 1399 prescriba una pena
indeterminada, ahora se puede imponer la pena más grave, incluso las perpetuas, como es la
dimisión del estado clerical.

25
A diferencia de lo establecido por el c. 1399, la facultad especial sólo hace alusión a la urgencia y necesidad
de prevenir un escándalo. ¿Significa que si el escándalo ya se ha producido y urge su reparación no es un
caso por el que se invoque las Facultades especiales? Por otro lado, como dice Astigueta, la aplicación
apresurada de una pena expiatoria podría, por su publicidad o notoriedad, provocar precisamente aquello
que se quiere evitar, es decir, el escándalo. Cf. D.G. ASTIGUETA, «Lo scandalo nel CIC: significato e
portata giuridica», en Periodica 92 (2003), 615.
26
Según la doctrina jurídica, la violación externa de la norma puede consistir en poner una acción positiva
contraria a lo que la norma prohíbe, o en una acción negativa porque se omite lo que la norma o el
precepto ordenan hacer. Cf. D.G. ASTIGUETA, «Facoltà concesse alla Congregazione per il Clero», en
Periodica 99 (2010), 17.

14
3.3. La dimisión del estado clerical por abandono prolongado del ministerio sagrado

TERCERA FACULTAD ESPECIAL

III. La facultad especial de tratar los casos, confirmando el hecho y


declarando la pérdida del estado clerical, con la relativa dispensa de las
obligaciones sacerdotales, comprendido el celibato, de los clérigos, que
hubiesen abandonado el ministerio por un periodo superior a cinco (5)
años consecutivos y que, después de una atenta verificación por cuanto
sea posible, persistieran en tal ausencia voluntaria e ilícita del ministerio.

El supuesto que sustenta la presente Facultad especial consiste en el abandono


voluntario e ilícito del ministerio por parte del clérigo por un periodo superior a cinco
años. Por tanto, no incluye los casos de ausencia debido a la prohibición del ejercicio
del ministerio como medida cautelar o como sanción canónica, o a la declaración de
irregularidad o impedimento para ejercer las órdenes sagradas recibidas (c. 1044). Más
bien, el caso al que se refiere esta Facultad especial de la Congregación es la situación
de aquellos diáconos o presbíteros que han abandonado el ministerio y no se han
preocupado por regularizar su situación. Unas veces abandonan el ministerio por crisis
de fe, o se convencen de que erraron en la elección de su vocación, o porque se han
decepcionado de la Iglesia, o por debilidades morales, y otras razones semejantes.27
Incluso, estando en esta situación de abandono del ministerio atentan matrimonio. En
este sentido, la finalidad de la facultad concedida a la Congregación busca garantizar el
orden en la Iglesia y evitar que los fieles incurran en el error común (cf. c. 144) acerca de
la validez de los Sacramentos celebrados o administrados por estos sacerdotes.

No parece que la dimisión del estado clerical mediante esta Facultad especial tenga
carácter penal, sino más bien puramente disciplinar.28 Basta con que confluyan los dos
requisitos: el abandono voluntario por cinco años consecutivos, y su ilicitud (lo cual no
significa infracción de una norma penal). Voluntario se opone a involuntario. Por lo cual
entendemos que el abandono se da por iniciativa y por razones personales del mismo

27
Cf. PABLO VI, Enciclica Coelibatus sacerdotalis, 24 junio 1967, n. 85, en AAS 59 (1967), 691.
28
En este sentido, discrepamos de Astigueta, que parece admitir algún carácter penal a la dimisión del estado
clerical concedido bajo esta facultad especial de la Congregación para el Clero que comentamos. Cf. D.G.
ASTIGUETA, «Facoltà concesse alla Congregazione per il Clero», en Periodica 99 (2010), 23-29.

15
clérigo y no por imposición de la autoridad eclesiástica. La ilicitud resulta precisamente
de que el clérigo infringe las obligaciones propias de su estado clerical, dimanantes de
la ordenación sagrada (cc. 273-289), y de la incardinación que impide que haya clérigos
vagos o acéfalos (c. 265). En efecto, al abandonar el ministerio sagrado, el clérigo
asume un estilo de vida laical que le impide observar la mayor parte de las obligaciones
propias del estado clerical y se sustrae de la autoridad del Ordinario. También se
preservaría a los fieles de incurrir en el error communis (cf. c. 144) acerca de la validez
de sacramentos que estos clérigos pudieran administrar.

La Facultad especial implícitamente otorga al Ordinario de incardinación la potestad de


pedir la dimisión del estado clerical y la dispensa de las obligaciones dimanantes del
mismo, incluyendo el celibato, del clérigo que se niega a hacerlo y que tampoco desea
reasumir el ministerio sagrado. En situaciones ordinarias, el clérigo es quien únicamente
puede solicitar el rescripto de gracia.29

El procedimiento a seguir a nivel local se asemeja al procedimiento administrativo


ordinario para pedir la dispensa del celibato sacerdotal y la dimisión del estado clerical
(14 octubre 1980), aunque tiene unas características peculiares que lo distinguen de
éste:

- Por un lado, la Congregación para el Clero concede el rescripto de la pérdida del


estado clerical, junto con la dispensa de las obligaciones, incluido el celibato. Lo cual
significa que la dispensa del celibato, que es prerrogativa del Romano Pontífice (c. 291),
lo puede conceder la Congregación, no sólo para los diáconos, como ya estaba
concedido desde 1989, sino también para los presbíteros.30

29
CDF, Carta circular, 14 octubre 1980, art. 3, en AAS 72 (1980), 1136.
30
«Lettera del Segretario di Stato sulla procedura breve nella concessione delle dispense dal celibato dei
diaconi (prot. N. 230.139/GN), 13 aprile 1989», en Notitiae 25 (1989), 486. La carta comunicaba que el
Papa había confirmado que las dispensas del celibato de los diáconos fueran examinadas y resueltas por la
CCDDS, según el procedimiento breve hasta ahora observado. Posteriormente, el Papa Benedicto XVI
transfirió esta jurisdicción a la Congregación para el Clero, a partir del 1º de agosto de 2005 (Prot. N.
1080/05).

16
- Por otro lado, en el procedimiento llevado a cabo por el Ordinario ha de intervenir el
promotor de justicia para la tutela del orden público (Facultades especiales, n. 8, Art. 2
§ 3). Esta prescripción del derecho se explica por cuanto la petición de la dimisión no la
hace el clérigo mismo, sino el Ordinario. Así, el promotor interviene para velar por el
bien del sacramento del orden y de que el procedimiento se lleve conforme a derecho.

4. CONDICIONES PARA LA APLICACIÓN DE LAS NUEVAS FACULTADES

Apenas la Congregación para el Clero informó sobre las Facultades especiales


concedidas a ella, se pensó que se facilitaba el camino para dimitir del estado clerical a
quienes habían abandonado el ministerio sagrado o hubieran cometido un delito
sancionado con esa pena. Con el fin de prevenir cualquier mal entendido y de superar
las dudas, el cardenal Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero,
envió una Circular a los Ordinarios, en la cual aclara que las Facultades especiales no
vienen a sustituir los modos ordinarios de obtener la dimisión del estado clerical ya
establecidos en el derecho canónico, que son: por rescripto de gracia o por la pena de
expulsión. Por consiguiente, para invocar las Facultades especiales, es condición
indispensable, sine qua non, que sea imposible, o por lo menos extremadamente difícil,
seguir el camino ordinario ex gratia para pedir la dimisión del estado clerical, o la vía
judicial en los casos de delitos sancionados con la pena de expulsión.

La aplicación de las Facultades especiales no es un hecho automático. De ello juzga la


misma Congregación, tomando en cuenta, en cada caso, que converjan concretas
circunstancias. Por consiguiente, sólo después de terminado el procedimiento local, el
Ordinario podrá considerar si invoca o no las Facultades especiales, sobre lo cual
decidirá la Congregación para el Clero. Entonces, del procedimiento local debe resultar:

1. La imposibilidad objetiva y subjetiva, debidamente probada, de que el clérigo


interesado no quiso pedir la dispensa de las obligaciones dimanantes del estado
clerical;

17
2. La síntesis documentada de todos los esfuerzos pastorales y de todos los
procedimientos canónicos adoptados por el Ordinario para convencer al reo de que
desista de su contumacia;

3. La exposición de todas las graves dificultades que se oponen, en el caso concreto, a


la celebración de un proceso penal judicial canónico (c. 1342 § 2; 1425 § 1, 2º).

5. CRITERIOS DE ACTUACIÓN EN LA VÍA PENAL ORDINARIA

La petición de la dimisión del estado clerical por rescripto por la vía ordinaria es
prerrogativa del clérigo interesado. En cambio, la vía ordinaria para aplicar la pena de
expulsión del estado clerical depende de la iniciativa del Ordinario. En este sentido,
como una de las condiciones para invocar las Facultades especiales es que sea
imposible o extremadamente difícil seguir la vía judicial penal, por eso la Congregación
para el Clero insiste en que el Ordinario aplique los siguiente tres criterios cuando haya
necesidad de sancionar con la pena de dimisión del estado clerical.31

1. Sin perjuicio de la justicia, se ha de evitar en lo posible los litigios en el pueblo de Dios,


y se ha de cuidar que se arreglen pacíficamente cuanto antes (c. 1446), incluso, si ya
hubiera comenzado dicho litigio.

2. Por cuanto el Obispo ejerce la potestad judicial, tanto personalmente como a través
del Vicario judicial y de los jueces, a él le compete observar y ver que se observen las
normas del derecho procesal que, lejos de ser obstáculo para la justicia, son un medio
para conocer la verdad de los hechos y administrar justicia (cf. cc. 135 § 3 y 391).

3. El tercer criterio se refiere a la «investigación previa» que debe realizarse una vez que
se tengan noticias de la comisión de un delito. Mientras el Código de derecho canónico
se refiere expresamente a la presencia de un delito: «Siempre que el Ordinario tenga
noticia, al menos verosímil de un delito, debe investigar con cautela…» (c. 1717 § 1), por
su parte, el Directorio, y la Carta circular lo repite, habla de «modos de comportarse
que perjudiquen al bien común eclesial». Ciertamente los delitos son conductas que

31
Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Carta circular, 18 abril 2009, no. 4, en Revista mexicana de derecho
canónico 15 (2009), 161-162. Cf. Directorio Apostolorum successores n. 68.

18
lesionan el bien común, pero no todos los modos de comportarse que lesionan el bien
común constituyen un delito. Y es que las leyes penales requieren de interpretación
estricta (c. 18). El Obispo que tenga noticias de estos comportamientos debe investigar
con cautela (discreción), por sí mismo o por medio de un delegado, los hechos y sus
circunstancias, así como la responsabilidad de sus autores (imputabilidad) (cf. c. 1717).
Una vez que el Ordinario se ha cerciorado de que, en efecto, se ha cometido un delito,
o por lo menos se ha causado un escándalo a la comunidad, debe aplicar aquellos
remedios de su solicitud pastoral de que trata el c. 1341, o incluso, los remedios penales
(c. 1339). Si con estas medidas, el Ordinario no obtiene la reparación del escándalo, el
restablecimiento de la justicia y la enmienda del acusado, dé comienzo al
procedimiento para la imposición de penas, sea por la vía administrativa (c. 1720), sea
por la vía judicial (c. 1721), según las normas del derecho.

Ahora bien, es importante recordar que, cuando se trate de los delitos más graves
reservados a la CDF, una vez terminada la investigación previa con resultados positivos
de la comisión del delito, el Ordinario procederá inmediatamente a enviar las actas de
dicha investigación a la Congregación romana, pues él ya no tiene jurisdicción sobre el
caso (JUAN PABLO II, Sacramentorum sanctitatis tutela, art. 13).

La mención de estos criterios generales para el ejercicio de la potestad judicial del


Obispo diocesano nos sugiere que dichos criterios han de aplicarse en el ejercicio de la
potestad judicial para imponer de modo legítimo la dimisión del estado clerical. De tal
modo que cuando no sea posible o resulte muy difícil aplicar esta potestad, que debe
ser el modo ordinario, entonces podrá invocarse la primera y segunda Facultades
especiales, que en el ámbito local se llevará con procedimiento administrativo.

6. PROCEDIMIENTO PARA LA APLICACIÓN DE LAS FACULTADES ESPECIALES

La segunda Carta de la Congregación para el Clero, fechada el 17 de marzo de 2010,


estaba acompañada por unos anejos, que explican los procedimientos que hay que
seguir para invocar las Facultades especiales. Básicamente son dos procedimientos,
paralelos a las dos vías ordinarias de la que hemos hablado anteriormente.

19
6.1. Procedimiento pata la dimisión in poenam

El procedimiento a seguir para invocar la Primera y la Segunda Facultad especial es el


proceso penal administrativo, regulado por el c. 1720, y tomando en cuenta los cc. 35-58
y 1342, acerca de los decretos administrativos singulares.

Una vez que se termina la instrucción del caso, incluyendo las defensas del clérigo
acusado, y la consulta a los dos asesores, el Ordinario emana el Decreto, conteniendo
su voto personal sobre el mérito de la causa, es decir, sobre las acusaciones,
fundamentándolo con argumentos de derecho y de hecho, y la petitio de la aplicación
de las Facultades especiales Ia. o IIa.

La dimisión in poenam significa que una vez probada la acusación a nivel local,
valorando el voto del Ordinario, la Congregación para el Clero decide si se cumplen las
condiciones para aplicar las Facultades especiales. En caso positivo, presenta al
Romano Pontífice el caso para su aprobación y decisión de la dimisión del estado
clerical y la correspondiente dispensa de las obligaciones clerical, incluido el celibato.
Contra esta decisión del Sumo Pontífice no cabe recurso.

6.2. Procedimiento para la dimisión por abandono prolongado del ministerio sagrado

La dimisión del estado clerical por rescripto, aplicando la tercera Facultad especial sigue
un procedimiento administrativo semejante a la paralela vía ordinaria, con algunas
diferencias, como ya hemos mencionado. Los pormenores del procedimiento se
regulan en las dos cartas circulares, en 8 artículos. Lo fundamental en este
procedimiento, a diferencia de la vía ordinaria, es que el Ordinario que pide la aplicación
de la Facultad especial, llegue a la certeza moral de que el clérigo ha abandonado el
ministerio sagrado, por iniciativa propia y que es irreversible su reincorporación al
mismo.

CONCLUSIÓN

Mario Medina Balam

20
21
El 17 de mayo de 1997, al PCTL emitió una declaración sobre la interpretación del c. 1335
§ 2, por el que responde que no se dan las condiciones para reconocer una causa justa
para que un fiel o una comunidad de fieles pida la celebración de los sacramentos o los
sacramentales a un clérigo que, habiendo atentado matrimonio, haya incurrido en la
pena de suspensión latae sententiae (cf. c. 1.394, § 1 CIC), que, sin embargo, no ha sido
declarada. El clérigo que atenta matrimonio comete un delito grave, sancionado por el
derecho (c. 1394 § 1), lo cual comporta una objetiva falta de idoneidad para el
desempeño del ministerio pastoral según las exigencias disciplinares de la comunión
eclesial. Además este clérigo incurre en la irregularidad para ejercer el ministerio (c.
1044 § 1, 3º).32

La CC emitió una Declaración, 8 marzo 1982, por el que responde a los Obispos que han
solicitado oportunas indicaciones para tratar dos problemas sobre la actuación de
algunos sacerdotes:

- aquellos sacerdotes que se organizan formando asociaciones que persiguen


finalidades relacionadas con la política o una determinada ideología. Porque son
incompatibles con el estado clerical, obstáculo a la comunión jerárquica, afectan a la
identidad sacerdotal e impiden el cumplimiento de los deberes que ejercitan en
nombre de Cristo y a favor del pueblo de Dios.

- aquellos que se agrupan en asociaciones “profesionales» con fisonomía sindical, pues


reducen su ministerio a una profesión al modo profano. Este modo de actuar reduce el
ejercicio del ministerio a un «trabajo», lo cual pone a los clérigos en oposición a los
pastores, a quienes verán como patrones.33

A esta Declaración de la CC, se añade una Nota explicativa del PCTL, por el que explica
la responsabilidad canónica del obispo diocesano respecto de los presbíteros

32
Cf. Communicationes, 29 [1997] 17-18.
33
Cf. AAS 74 (1982), 642-645.

22
incardinados en su diócesis y que ejercen en ella su ministerio.34 Entre el Obispo
diocesano y sus sacerdotes existe una communio sacramentalis en virtud del sacerdocio
ministerial o jerárquico, que es participación al único sacerdocio de Cristo (PO, 7). Por
consiguiente, no se equipara a una relación de subordinación jerárquica de derecho
público como en el sistema jurídico de los estados, ni a una relación de trabajo
dependiente entre el dador del trabajo y el trabajador dependiente. La relación jurídica
entre el Obispo diocesano y los presbíteros se funda en dos títulos: la sagrada
ordenación y la incardinación a la Diócesis, a la luz de la comunión jerárquica (n. II).
Ciertamente hay una subordinación, que se limita al ámbito del ejercicio del ministerio
propio, que los Presbíteros deben desarrollar en comunión jerárquica con el propio
Obispo, y que puede llamarse «obediencia ministerial». El Presbítero no trabaja para el
Obispo. Por consiguiente, el Obispo diocesano tampoco puede “exonerar” al
Presbítero del ministerio si no se verifican precisas condiciones, que no dependen de la
discreción del Obispo sino que están establecidas por la ley.

« El vínculo de subordinación canónica del Presbítero con el propio Obispo está


limitado al ámbito del ejercicio del ministerio y a los actos directamente anejos a dicho
ministerio, como igualmente a aquellos pertenecientes a los deberes generales del
estado clerical» (n. III).

Sobre todo, desde un punto de vista estrictamente jurídico-canónico, sólo el ámbito de


los deberes generales del propio estado y del ministerio de los presbíteros puede y
debe ser objeto de vigilancia por parte del Obispo.

Responsable directo del oficio es el titular del mismo pero no quien se lo ha conferido.
De igual modo, El Obispo diocesano no puede tenerse jurídicamente responsable de los
actos que el Presbítero diocesano cumple trasgrediendo las normas canónicas
universales y particulares (n. IV).

El Presbítero diocesano goza de un espacio de autonomía decisional sea en el ejercicio


del ministerio que en su vida personal y privada. En ese ámbito, deberá responder

34
Communicationes, 36 (2004) 33-38.

23
personalmente a lo que se le impute. Por consiguiente, el Obispo diocesano no es
responsable de las acciones realizadas por el presbítero diocesano cuando éste
trasgrede las normas tanto universales como particulares.

---

Para estos casos, la Congregación para el Clero puede intervenir directamente o confirmando
las decisiones de los Ordinarios. Ambas instancias intervienen, mediante proceso
administrativo penal, para infligir una pena justa o una penitencia. Pero en los casos
verdaderamente urgentes y excepcionales, en que el clérigo acusado no manifieste la menor
señal de cambio, se podrá incluso sancionar con penas perpetuas, incluyendo la dimisión del
estado clerical.

Se ha de salvaguardar el derecho de defensa del clérigo acusado.

Alcance de la Facultad

Según la Congregación, la facultad especial consiste en «tratar y presentar al Santo


Padre», es decir, conocer La dimisión in poenam consiste en

24

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