La Gracia

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"Porque por gracia sois salvos por medio de la


fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; no por obras, para que nadie se gloríe".
Efesios 2:8-9

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Prefacio

Me siento muy agradecido con mi Dios y salvador


Jesucristo, por permitirme llegar a muchas personas
en todo el mundo por medio de este libro la gracia.
Este libro trata de cómo Dios nos ha justificado
gratuitamente para ser aceptos mediante su pago y
misericordia demostrada en la cruz del calvario,
haciendo un mejor pacto, es decir con mejores
promesas para la salvación de una humanidad
pecadora.

El propósito de hacer este libro es para que todo


cristiano conozca que ya no estamos bajo el régimen de
la ley, si no bajo la gracia de Dios-Este es un atributo
de él para con el ser humano que es su máxima
creación.

Espero que este libro sea bendiciendo la vida de


muchas almas, como la de cada uno de los miembros
de la iglesia del señor Jesucristo.

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Objetivo

El objetivo de este libro es dar a conocer a los


creyentes que no estamos en la ley dada por Moisés al
pueblo exclusivo de Dios, Israel. Todos los pactos
hechos por Dios en las escrituras antiguas solo fueron
con su pueblo. Los gentiles estaban sin ley y sin la
ciudadanía de Dios.

Todo creyente debe saber cuál es el papel principal de


la gracia de Dios. Ella nos da un gran paquete de
regalos que nos hacen adoptados y bendecidos con
Dios, siendo el ahora nuestro padre adoptivo.

Nuestra oración a Dios es que este libro sea una gran


bendición para que muchas personas conozcan las
verdades respecto a la gran diferencia que hay en el
vivir en el pacto de la ley y el pacto nuevo de la gracia.

Las citas Bíblicas se han escrito textualmente para


facilitar el aprendizaje a los amigos y creyentes, sin
quitarle el objetivo fundamental el cual es hacerlo
sencillo y comprensible para el lector.
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Fredy J. Delgado M.
“Acuérdense de quienes los han dirigido y les han anunciado el
mensaje de Dios; mediten en cómo han terminado sus vidas, y
sigan el ejemplo de su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y
siempre. (Hebreos 13:7-8).

Dedicatoria

Primeramente a mi maestro y salvador Jesús el Cristo,


mi único y verdadero Dios.

A las iglesias Pentecostales y Apostólicas del nombre


del Señor Jesús en todo el mundo, a cada hermano por
sus oraciones y por cada pastor que con sus
enseñanzas han sido de inspiración en las
predicaciones recibidas y vividas en el evangelio de
salvación.

Gracias a cada país a donde llega este libro por su


apoyo y lectura de cada una de estas enseñanzas.
A mi familia querida conformada por mi amada esposa
Gloria Vergara, mis hijas: Shelby, y Sharon Delgado.
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Contenido

La Gracia.
La Gracia Es Un Atributo De Dios.
La Gloria De Su Gracia Se Manifestó En Qua Somos
Aceptados En Cristo Jesús.
La Ley Se Relaciona Con Moisés y Las Obras, La Gracia
Con Jesús y La Fe.

La Gracia Se Manifiesta De Dos Maneras:


En La necesidad de Salvación Del Pecador.
En El caminar y el Servicio De Los Que Son Salvos.

Herederos de las bendiciones de Dios.


Somos adoptados hijos de Dios por la fe en el Señor
Jesús.
La adopción es un regalo de Dios en Jesús.
La adopción nos asegura privilegios y bendiciones.
La Adopción nos hace embajadores del Reino.

¿En qué pactos estás viviendo, en la ley o en la gracia?


La Ley fue dada en el monte Sinaí.
La ley es como un acreedor que nos asfixia.
La ley era un yugo imposible de llevar.

La Gracia y la verdad llegaron por medio de Jesús.


La Gracia tiene mejores promesas.

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La Gracia

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto


no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe". (Efesios 2:8-9)

La gracia se puede definir como el "favor inmerecido de


parte de Dios" hacia el pecador; ofrece "todo por nada a
los que merecen solamente lo completamente opuesto".

La gracia es el favor inmerecido por el cual Dios


rescata al hombre habilitándolo para una nueva vida,
pasando por alto en su paciencia los pecados pasados.
Del griego caris: gracia, mérito, merced,
agradecimiento.
La palabra gracia aparece 164 veces en el nuevo
testamento.

La gracia es la provisión abundante de amor que Dios


hace para aquellos que confían en él. Esa provisión
infinita de amor incluye la regeneración o el don de la
vida eterna, la cual es mucho más que una mera
restauración a la vida que se había perdido. No por
obras de justicia nuestra, por su gracia nos salvó:
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto
no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe". (Efesios 2:8-9).

La Gracia Es Un Atributo De Dios: El con su


misericordia y amor por el pecador fue ofrecido en la
carne para que el ser humano tuviese una nueva vida,

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una vida de esperanza y gozo en su gracia. Este fue su
pago, planear la gracia para dar a conocer su nombre:

"Porque sólo eso es su cubierta, es su vestido para


cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá? Y cuando él
clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso"
(Éxodo 22:27).

"Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de


tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de
ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y
seré clemente para con el que seré
clemente"(Exodo33:19).

"No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas


que habías hecho con ellos; antes endurecieron su
cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para
volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que
perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y
grande en misericordia, porque no los
abandonaste"(Nehemías 9:17).

"Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria


eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un
poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca" (1ª. Pedro 5:10).

La revelación suprema de la gracia de Dios se halla en


su manifestación en carne, en el ministerio y sacrificio
propiciatorio del Señor JESUCRISTO. El origen de la
gracia está en Dios. Él es el Dios de toda gracia. Es el
dador de la gracia. El trono de Dios es el trono de la

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gracia. El Espíritu Santo es el Espíritu de gracia,


Jesucristo es el Dios de la gracia:

"Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de


ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi
Dios, Que habitar en las moradas de maldad " (Salmo
84:10).

"Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los


moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de
oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y
llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose
por él como quien se aflige por el primogénito "
(Zacarías 12:10).

"¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que


pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la
sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere
afrenta al Espíritu de gracia?" (Hebreos 10:29).

Así que la gracia vino por medio de Jesucristo. El


Señor Jesús es el medio para alcanzar la gracia. Es el
dador de la gracia. La riqueza de la gracia se manifestó
en su bondad por medio de Jesucristo.

La Gloria De Su Gracia Se Manifestó En Qua Somos


Aceptados En Cristo Jesús: Solo este medio llamado
Jesús nos puede llevar al verdadero camino de la vida
eterna, pues no hay otro nombre dado a los hombres
bajo el cielo para el perdón de sus pecados, el fue el
sacrificio perfecto para el pecador:

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"Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la
gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo"
(Juan 1:17).

"Pero el don no fue como la transgresión; porque si por


la transgresión de aquel uno murieron los muchos,
abundaron mucho más para los muchos la gracia y el
don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo"
(Romanos 5:15).

"Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la


gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús" (1ª.
Corintios 1:4).

"para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual


nos hizo aceptos en el Amado" (Efesios 1:6).

Aunque la gracia y la verdad vinieron por medio de


Jesucristo, fue al hombre a quien se le confió el dar
testimonio de la gracia. No podemos callarlo si esto
llegara a pasar las piedras se levantarían a confesar lo
que muchas veces el hombre creyente caya. Ellas
mismas son obras de su creación. Cuanto más el
hombre que era inmundo confesara a su limpiador,
perdonador y redentor de su alma.

En Su periodo de Tiempo La Gracia Comienza Con La


Muerte y Resurrección De Jesús: La justificación
gratuita del pecador es por medio del nombre de Jesús,
el es el redentor, el consumador y cumplidor en su
entrega por el pecador:

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"siendo justificados gratuitamente por su gracia,


mediante la redención que es en Cristo Jesús"
(Romanos 3:24).

"sino también con respecto a nosotros a quienes ha de


ser contada, esto es, a los que creemos en el que
levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual
fue entregado por nuestras transgresiones, y
resucitado para nuestra justificación" (Romanos
4:24.25).

Se define como "las abundantes riquezas de su gracia


en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús", y
como el "don de Dios no por obras, para que nadie se
gloríe" (Efesios 2:7-8). Terminará con la segunda
venida de Cristo.

La Relación Entre Los Sacrificios De La Ley Y la Gracia:


Un día cuando Juan el bautista vio a Jesús que venía
hacia él, dijo: he aquí el cordero de Dios que quita el
pecado del mundo. (Juan 1:29). Como cordero, él es el
sacrificio por el pecado. Recuerde que en la ley también
se ofrecía un cordero cada año por el pecado del pueblo
judío, en esta ocasión el cordero llamado Jesús, fue
ofrecido por el pecado del mundo.

El sacrificio del cordero de Dios tiene un valor


infinitamente mayor que los sacrificios relacionados
con la ley. De los sacrificios de la ley se dice que se
usaban como expiación por el pecado del pueblo año
por año, el cordero llamado Cristo era por una sola vez,
es decir ya no hay más sacrificios por el pecado.

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Expiación quiere decir cubrimiento. Pero también se
dice: "porque la ley... Por medio de los mismos
sacrificios ofrecidos año por año, nunca pueden
perfeccionar a los que así se acercan a Dios". Porque es
imposible que la sangre de los toros y de machos
cabríos quite los pecados: "Porque la ley, teniendo la
sombra de los bienes venideros, no la imagen misma
de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios
que se ofrecen continuamente cada año, hacer
perfectos a los que se acercan. De otra manera
cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto,
limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de
pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace
memoria de los pecados; porque la sangre de los toros
y de los machos cabríos no puede quitar los pecados"
(Hebreos 10:1-4).

Pero el sacrificio a que Juan se refiere quita el pecado


del mundo. Esto era completamente desconocido en la
ley. Los sacrificios de la ley, lo único que hacían era
cubrir el pecado revelado por la ley para que Dios les
tuviera indulgencia. La gracia quita el pecado. Una vez
que el pecado ha sido quitado, ya no hay necesidad de
que la ley dé a conocer y haga abundar el pecado
.Tampoco hay recordación de los pecados de año en
año:

"Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase;


mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia"
(Romanos 5:20).

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"Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de


los pecados" (Hebreos 10:3).

Como los sacrificios de la ley eran animales, en la


gracia el cordero de Dios no hizo expiación por el
pecado, como lo hacía los animales, sino que él quitó
los pecados por siempre. Pero si la persona peca de
nuevo tiene entrada al santuario mediante el
arrepentimiento y confesión de su pecado a Dios.

La Ley Se Relaciona Con Moisés y Las Obras, La


Gracia Con Jesús y La Fe: Vemos que ya las obras no
salvan a nadie, pues ninguno será justificado por las
obras, sino por la fe en el señor Jesús, el es la verdad
que nos limpia por medio de la circuncisión espiritual:

"Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la


gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo"
(Juan 1:17).

"¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la


circuncisión, o en la incircuncisión? No en la
circuncisión, sino en la incircuncisión" (Romanos
4:10).

La Ley Bendice al Que es Bueno, La Gracia Salva y


bendice Al que es Malo: Dios trae al pecador a su reino
celestial, dándole vida a los que están en oscuridad. La
ley castiga y maldice si fallas en un solo punto. Dios
perdona en su misericordia y amor por la gracia al
pecador:

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"Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os
tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí" (Éxodo
19:4).

"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos


en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis
en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu
que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre
los cuales también todos nosotros vivimos en otro
tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la
voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos
por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
gran amor con que nos amó, aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que
nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los
gentiles en cuanto a la carne, erais llamados
incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con
mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo,
alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el
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mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en


otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos
por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que
de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared
intermedia de separación, aboliendo en su carne las
enemistades, la ley de los mandamientos expresados
en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un
solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la
cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo,
matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las
buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a
los que estaban cerca; porque por medio de él los unos
y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al
Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos,
sino conciudadanos de los santos, y miembros de la
familia de Dios" (Efesios 2:1-9).

Dios muestra en Jesús una gran riqueza para el


pecador arrepentido, paz a su alma.

La Gracia Se Manifiesta De Dos Maneras: Ella no es


complicada, la gracia de Dios en la vida de todos los
que hemos creído en el evangelio del reino de Dios se
hace visible para el pecador y la puede ver de dos
maneras:

1. En La necesidad de Salvación Del Pecador: Es un


medio fácil y gratis para con el pecador, cuando ve la
necesidad de salvar su alma solo busca ser justificado
en Jesús, pues él es la única entrada. Esta entrada se
consigue con la fe en su gracia, siendo un medio fácil
para ser gloriado en su esperanza. El pecador es

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llamado(a) a ver a Jesús para ser justificado, santo y
lavado por su nombre:

"siendo justificados gratuitamente por su gracia,


mediante la redención que es en Cristo Jesús"
(Romanos 3:24). Y (Romanos 4:4-16).

"por quien también tenemos entrada por la fe a esta


gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios" (Romanos 5:2). Y
(Romanos 5:15-21), (Romanos 11:5-6).

"Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor


Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre,
siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis
enriquecidos." (2ª. Corintios 8:9), y (Gálatas 1:3-15),
(Gálatas 2:21; 5:4), (1ª. Timoteo 1:14-15).

"quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no


conforme a nuestras obras, sino según el propósito
suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús
antes de los tiempos de los siglos" (2ª. Timoteo 1:9).

"Porque la gracia de Dios se ha manifestado para


salvación a todos los hombres" (Tito 2:11), y (Tito 3:7).

"Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que


los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a
causa del padecimiento de la muerte, para que por la
gracia de Dios gustase la muerte por todos" (Hebreos
2:9), y (Hebreos 10:29).

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"Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano


fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y
testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en
la cual estáis" (1ª. Pedro 5:12), y (1ª. Pedro 1:10-13).

2. En El caminar y el Servicio De Los Que Son


Salvos: La salvación es un proceso en el señor Jesús,
en este camino podemos encontrarnos con muchas
murallas, ellas trataran de impedirnos el paso al reino
celestial. El pecado es nuestra principal muralla, Dios
nos limpia o quita esta muralla, para que no tengamos
excusa en su gracia: "¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque
no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna
manera" (Romanos 6:15). La antigua relación con la ley
y el pecado, y la nueva relación con Cristo y la vida, se
ilustran por medio del efecto que produce la muerte
sobre la esclavitud, y el matrimonio. En la servidumbre
espiritual el hombre era nominalmente un esclavo de
la ley, pero puesto que la ley no tenía ningún poder
libertador, el pecado en la naturaleza humana
continúa siendo el amo. El fin era la muerte. La ley no
podía dar vida, y el "pecado" personificado aquí como el
viejo yo, era en sí misto mortal. Pero la muerte en otra
forma, es a saber, la crucifixión de Cristo, ha
intervenido, para librar al esclavo de su doble
servidumbre al pueblo y a la ley:

"¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que


conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre
entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está
sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el
marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así

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que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será
llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre
de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro
marido, no será adúltera. Así también vosotros,
hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el
cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que
resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto
para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las
pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en
nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero
ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para
aquella en que estábamos sujetos, de modo que
sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo
el régimen viejo de la letra. ¿Qué diremos, pues? ¿La
ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí
el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la
codicia, si la ley no dijera: No codiciarás." (Romanos
7:1-7).

"¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos


para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la
obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que
aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de
corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis
entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser
siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra
humana debilidad; que así como para iniquidad
presentasteis vuestros miembros para servir a la
inmundicia y a la iniquidad, así ahora para
santificación presentad vuestros miembros para servir
a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado,
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erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais


de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?
Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis
sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios,
tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la
vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas
la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro." (Romanos 6:16-23).

Amado hermano y amigo la verdadera salvación se


obtiene a través de la fe en el Señor Jesucristo, por su
gracia y no por la obras de la ley o por dejar de comer
algunas cosas o por guardar el sábado, la Biblia Dice
en San Juan 3:16-19 dice: Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el
que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha
creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta
es la condenación: que la luz vino al mundo, y los
hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque
sus obras eran malas.

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Herederos de las bendiciones de Dios

Somos herederos de las bendiciones de Dios por su


gracia. La ley no nos hace herederos de Dios, siendo
un pueblo gentil no tenemos parte de ella. Dios nos ha
dado un nuevo camino para ser participes de su
herencia. Dios nos concibió para experimentar una
vida plena. Ese fue y ha sido su propósito eterno; sin
embargo, el pecado que introdujeron al mundo Adán y
Eva y que produjo contaminación a las generaciones
siguientes hasta nuestros días, desencadenó la
separación completa de Dios y nos tornaba dignos de
muerte física y espiritual.

El infinito amor de nuestro hacedor proveyó solución


mediante la muerte del Señor Jesús en la cruz del
calvario. Esta obra redentora nos permitió ser
adoptados hijos de Dios. Es una maravillosa noticia
porque no solo somos ahora hijos sino
además, herederos de las bendiciones que Dios ha
tenido preparadas para nosotros desde antes de la
fundación del mundo. Una bendición ya preparada
para los llamados de su nombre según su voluntad,
para ser guiados por él, en libertad. Dios en este
tiempo ya no se dirige a un pueblo especifico, ahora
todos podemos llegar a él, por su gracia:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de


Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido
el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor,
sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el
cual clamamos: !!Abba, Padre!” Romanos 8:14-15.
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“Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos


sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque
todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de
Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no
hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros
sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y
herederos según la promesa.” Gálatas 3:25-29.

“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo,


diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te
prolongué mi misericordia.” Jeremías 31:3.

Somos adoptados hijos de Dios por la fe en el Señor


Jesús: Aun cuando el pecado nos separaba de Dios,
gracias a la obra redentora del Señor Jesús fuimos
adoptados como hijos por el Padre celestial. El nos ha
dado de su Espíritu para sernos hijos de libertad, pues
ya no estamos en el temor de la ley: “Pues no habéis
recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción,
por el cual clamamos: !!Abba, Padre” Romanos 8:15.

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor


Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según
nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados
hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro
afecto de su voluntad.” Efesios 1:3-5.

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“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin
de que recibiésemos la adopción de hijos.” Gálatas 4:4-
5.

Todo el que era adoptado en la antigüedad recibían los


mismos derechos y privilegios que los hijos legítimos,
según las sagradas escrituras los judíos eran quienes
tenían este privilegio, pero ahora por la gracia de Dios
el pueblo gentil también es participé de esa herencia:

“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a


Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu
escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y
respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás,
siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi
casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram:
Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi
heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él
palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino
un hijo tuyo será el que te heredará.” Génesis 15:1-4.

“Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía


una sierva egipcia, que se llamaba Agar. Dijo entonces
Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril;
te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré
hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai. Y
Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al
cabo de diez años que había habitado Abram en la
tierra de Canaán, y la dio por mujer a Abram su
marido.” Génesis 16:1-3.

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“Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te


nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a
la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón,
serán míos.” Génesis 48:5.

“Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de


Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre
Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué” Éxodo
2:10.

“Y había criado a Hadasa, es decir, Ester, hija de su


tío, porque era huérfana; y la joven era de hermosa
figura y de buen parecer. Cuando su padre y su madre
murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya.” Ester
2:7.

“Y halló Hadad gran favor delante de Faraón, el cual le


dio por mujer la hermana de su esposa, la hermana de
la reina Tahpenes. Y la hermana de Tahpenes le dio a
luz su hijo Genubat, al cual destetó Tahpenes en casa
de Faraón; y estaba Genubat en casa de Faraón entre
los hijos de Faraón.” 1 Reyes 11:19-20.

En la antigüedad Dios adoptó a Israel como su hijo: “ Y


dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo,
mi primogénito.” (Éxodo 4:22).

El siguió amando a sus hijos según las sagradas


escrituras:

a. Dios siguió amando a Israel como su hijo a pesar de


que reincidieron en la infidelidad:

23
YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t

“¡Escuchen, oh cielos! ¡Presta atención, oh tierra! Esto


dice el SEÑOR:

«Los hijos que crié y cuidé se han rebelado contra mí.


Hasta un buey conoce a su dueño, y un burro reconoce
los cuidados de su amo, pero Israel no conoce a su
amo. Mi pueblo no reconoce mis cuidados a su favor».
¡Qué nación tan pecadora, pueblo cargado con el peso
de su culpa! Está lleno de gente malvada, hijos
corruptos que han rechazado al SEÑOR. Han
despreciado al Santo de Israel y le han dado la
espalda.” Isaías 1:2-4.

“Yo empero dije: ¿Cómo te pondré por hijos, y te daré


la tierra deseable, la rica heredad de los ejércitos de las
gentes? Y dije: Padre mío me llamarás, y no te
apartarás de en pos de mí.” Jeremías 3:19.

“Con todo será el número de los hijos de Israel como la


arena de la mar, que ni se puede medir ni contar. Y
será, que donde se les ha dicho: Vosotros no sois mi
pueblo, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente.”
Oseas 1:10.

“»Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé


a mi hijo; pero cuanto más lo llamaba, más se alejaba
de mí y ofrecía sacrificios a las imágenes de Baal y
quemaba incienso a ídolos.” Oseas 11:1-2.

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YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t

b. El amor de Dios como Padre ha sido tan grande por


Israel que permanece a través de los siglos a pesar de
las circunstancias-

Bajo la legislación romana el hijo adoptado recibía


todos los beneficios de la familia que lo adoptaba. Se
hacía heredero de todos sus bienes. Si tenía deudas,
quedaban saldadas. Entre sus deberes se contaba
fidelidad al padre y sometimiento a las normas
establecidas en esa familia.

En el Nuevo Testamento el término adopción proviene


de la palabra griega huiothesia que se compone de dos
raíces que traducen: la primera, hijo , y la
segunda, lugar , y que transmiten una idea de
pertenencia “Un lugar como hijo”.

Usted y yo recibimos la adopción como hijos de Dios


por la fe en la obra del Señor Jesús: “Y ahora que ha
llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley
sea nuestra tutora. Pues todos ustedes son hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús. Y todos los que fueron
unidos a Cristo en el bautismo se han puesto a Cristo
como si se pusieran ropa nueva. Ya no hay judío ni
gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos
ustedes son uno en Cristo Jesús. Y ahora que
pertenecen a Cristo, son verdaderos hijos] de Abraham.
Son sus herederos, y la promesa de Dios a Abraham
les pertenece a ustedes.” (Gálatas 3:25-29).

Cuando expresamos fe en el Hijo de Dios y en Su obra,


les abrimos las puertas de nuestro corazón: “Mas á

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YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t
todos los que le recibieron, dióles potestad de ser
hechos hijos de Dios, á los que creen en su nombre:
Los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de
Dios.” (Juan 1:12-13).

Al ser adoptados por Dios, llegamos a ser una nueva


creación en Cristo: “No importa si fuimos o no
circuncidados. Lo que importa es que hayamos sido
transformados en una creación nueva.” (Gálatas 6:15).

Al ser adoptados por Dios, nuestra naturaleza


experimenta transformación: “¿No sabéis que los
injustos no poseerán el reino de Dios? No erréis, que ni
los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los que se echan con varones, Ni los
ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de
Dios. Y esto erais algunos: mas ya sois lavados, mas ya
sois santificados, mas ya sois justificados en el nombre
del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” (1
Corintios 6:9-11).

Al ser adoptados por Dios, somos nuevas criaturas y


todo es nuevo: “Esto significa que todo el que pertenece
a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La
vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha
comenzado!” (2 Corintios 5.17).

Somos mucho más que huérfanos que viven al interior


de una nueva familia. En lugar de esto nos
convertimos en criaturas nuevas en el seno de la

26
YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t

familia de Dios. Desde el momento de nuestra


Salvación ¡somos considerados hijos del Padre
celestial!. En nuestra condición de hijos, Dios nos
ayuda en el proceso de crecimiento personal y
espiritual: “Estando confiado de esto, que el que
comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

En crecimiento personal y espiritual es un proceso en


el que Dios debe ocupar el primer lugar: “Queridos
amigos, siempre siguieron mis instrucciones cuando
estaba con ustedes; y ahora que estoy lejos, es aún
más importante que lo hagan. Esfuércense por
demostrar los resultados de su salvación obedeciendo
a Dios con profunda reverencia y temor. 13 Pues Dios
trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que
hagan lo que a él le agrada.” (Filipenses 2:12-13).

La adopción es un regalo de Dios en Jesús: Por


nuestros pecados, que nos separaban de Dios, no
merecíamos nada diferente que la muerte. Siendo
gentiles estábamos sin Dios y alejados de la ciudadanía
de Dios. Pero el por medio de la carne en Jesús nos dio
un hermoso regalo, ser parte de su pueblo:

“ Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay


quien entienda, No hay quien busque á Dios; Todos se
apartaron, á una fueron hechos inútiles; No hay quien
haga lo bueno, no hay ni aun uno: Sepulcro abierto es
su garganta; Con sus lenguas tratan engañosamente;
Veneno de áspides está debajo de sus labios; Cuya
boca está llena de maledicencia y de amargura; Sus
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YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t
pies son ligeros á derramar sangre; Quebrantamiento y
desventura hay en sus caminos; Y camino de paz no
conocieron: No hay temor de Dios delante de sus
ojos”…. “Por cuanto todos pecaron, y están distituídos
de la gloria de Dios” Romanos 3:10-18, 23.

“No se dejen engañar por los que tratan de justificar


esos pecados, porque el enojo de Dios caerá sobre
todos los que lo desobedecen.” Efesios 5:6.

Cuando el pecado gobierna a una persona, afecta su


forma de pensar y de obrar:

“Entre los cuales todos nosotros también vivimos en


otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo
la voluntad de la carne y de los pensamientos; y
éramos por naturaleza hijos de ira, también como los
demás.” Efesios 2:3.

“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no


andéis como los otros gentiles, que andan en la
vanidad de su mente, teniendo el entendimiento
entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la
ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su
corazón; los cuales, después que perdieron toda
sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer
con avidez toda clase de impureza.” Efesios 4:17-19.

Ningún esfuerzo humano nos permite alcanzar el


perdón de Dios:
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YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t

“Esto pues digo, y requiero en el Señor, que no andéis


más como los otros Gentiles, que andan en la vanidad
de su sentido. Teniendo el entendimiento
entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la
ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su
corazón: Los cuales después que perdieron el sentido
de la conciencia, se entregaron á la desvergüenza para
cometer con avidez toda suerte de impureza.” Efesios
2.8-9.

“Porque por las obras de la ley ninguna carne se


justificará delante de él; porque por la ley es el
conocimiento del pecado.” Romanos 3:20.

“Porque todos los que dependen de las obras de la


ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito
todo aquel que no permaneciere en todas las cosas
escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” Gálatas
3:10.

Lo único que merecíamos en nuestra condición de


pecadores— separados de Dios— era la muerte: “”
(Ezequiel 18:4-20).

Sólo el amor incondicional e ilimitado de Dios abrió el


camino para que Dios nos perdonara:

“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo,


diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te
prolongué mi misericordia.” Jeremías 31:3.
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YÜxwç WxÄztwÉ
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“Por la misericordia de Jehová no hemos sido
consumidos, porque nunca decayeron sus
misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu
fidelidad.” Lamentaciones 3.22-23.

“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la


vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Romanos 8:38-39.

Gracias a la obra redentora del Señor Jesús, nuestro


amoroso Padre celestial abrió el camino para el perdón
de nuestros pecados:

“a éste, entregado por el determinado consejo y


anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y
matasteis por manos de inicuos, crucificándole”
Hechos 2:23.

“Pero Dios ha cumplido así lo que había antes


anunciado por boca de todos sus profetas, que su
Cristo había de padece” Hechos 3:18.

“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que


los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a
causa del padecimiento de la muerte, para que por la
gracia de Dios gustase la muerte por todos.” Hebreos
2:9.
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YÜxwç WxÄztwÉ
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“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios


envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin
de que recibiésemos la adopción de hijos.” Gálatas 4:4-
5.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha


dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3.16.

El Señor Jesús cargó con el peso de nuestras culpas y


pecados, dándonos la justificación en Dios, por medio
de él: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de
Dios en él.” (2 Corintios 5:21).

El Señor Jesús nos rescató de la vida desordenada y


sin propósito que no sólo nos afectaba sino también a
las personas que nos rodeaban: “Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos
y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo,
siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora
opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los
deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la
carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es
rico en misericordia, por su gran amor con que nos
amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos

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YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t
dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)”
(Efesios 2:1-5).

El Señor Jesús con la muerte en la cruz no sólo


permitió que fuéramos adoptados hijos de Dios sino
que, además, nos hizo herederos:

“según nos escogió en él antes de la fundación del


mundo, para que fuésemos santos y sin mancha
delante de él, en amor habiéndonos predestinado para
ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo,
según el puro afecto de su voluntad” Efesios 1:4-5.

“entre los cuales también todos nosotros vivimos en


otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo
la voluntad de la carne y de los pensamientos, y
éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
gran amor con que nos amó, aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” Efesios
2:3-7.

“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y


coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.” Romanos 8:17.
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YÜxwç WxÄztwÉ
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“Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos


de la promesa.” Gálatas 4:28.

El Señor Jesús mediante su sacrificio en la cruz nos


reconcilió con el Padre celestial:

“Pues mucho más, estando ya justificados en su


sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si
siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro
Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la
reconciliación.” Romanos 5:9-11.

“Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros,


los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados
incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con
mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo,
alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el
mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en
otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos
por la sangre de Cristo.” Efesios 2:11-13.

“por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda


plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas
las cosas, así las que están en la tierra como las que
están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre
de su cruz.” Colosenses 1:19-20.

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YÜxwç WxÄztwÉ
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Fuimos perdonados por Dios a precio de la sangre del
Señor Jesús: “sabiendo que fuisteis rescatados de
vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o
plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de
un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro
1:18-19).

El hecho de que Dios sacrificara a su hijo amado


Jesús, pone en evidencia que ustedes y yo somos muy
valiosos para Él, el pago y nos compro con precio de
sangre: “Porque habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios.” 1 Corintios 6:20.

Como hijos adoptados por Dios, ahoga gozamos de


todos los derechos:

“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y


coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.” Romanos 8:17.

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino


conciudadanos de los santos, y miembros de la familia
de Dios” Efesios 2:19.

El Señor Jesús, mediante su obra redentora, hace


posible nuestra resurrección: “Porque Cristo, cuando
aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
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YÜxwç WxÄztwÉ
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Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con


todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que
siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues
mucho más, estando ya justificados en su sangre, por
él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos,
fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por
su vida.” (Romanos 5:6-10).

En nuestra condición de hijos de Dios, gracias a la


obra redentora del Señor Jesús, debemos unir esa
maravillosa condición al proceso de crecimiento
personal y espiritual: “Porque el reino de los cielos es
como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos
y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a
otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su
capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido
cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros
cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos,
ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno
fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su
señor. Después de mucho tiempo vino el señor de
aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando
el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste;
aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco
has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo
de tu señor. Llegando también el que había recibido
dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste;
aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
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YÜxwç WxÄztwÉ
_t ZÜtv|t
Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco
has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo
de tu señor. Pero llegando también el que había
recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres
hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges
donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y
escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es
tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y
negligente, sabías que siego donde no sembré, y que
recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado
mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera
recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle,
pues, el talento, y dadlo al que tiene diez
talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá
más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será
quitado” (Mateo 25:14-29).

Crecemos en la fe: “No nos gloriamos desmedidamente


en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme
crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos entre
vosotros, conforme a nuestra regla” (2 Corintios 10:15).

Crecemos en el conocimiento de Dios: “para que andéis


como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando
fruto en toda buena obra, y creciendo en el
conocimiento de Dios” Colosenses 1:10.

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que


habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y
Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la
nuestra: Gracia y paz os sean multiplicadas, en el
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YÜxwç WxÄztwÉ
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conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como


todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad
nos han sido dadas por su divino poder, mediante el
conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y
excelencia, por medio de las cuales nos ha dado
preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo
a causa de la concupiscencia” 2 Pedro 1:1-4.

Crecemos en la gracia: “Antes bien, creced en la gracia


y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la
eternidad. Amén.” (2 Pedro 3.18).

Crecemos en sabiduría espiritual: “para que el Dios de


nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé
espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento
de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento,
para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha
llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su
herencia en los santos, y cuál la supereminente
grandeza de su poder para con nosotros los que
creemos, según la operación del poder de su fuerza”
(Efesios 1:17-19).

Crecemos en el conocimiento de Cristo y su obra: “Pero


cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado
como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor
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YÜxwç WxÄztwÉ
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del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi
propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la
fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la
participación de sus padecimientos, llegando a ser
semejante a él en su muerte, si en alguna manera
llegase a la resurrección de entre los muertos.”
(Filipenses 3:7-11).

Crecemos en nuestro llamamiento: “No que lo haya


alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo,
por ver si logro asir aquello para lo cual fui también
asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta,
al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto
mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os
lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado,
sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.”
(Filipenses 3:12-16).

Crecemos en justicia: “Si, pues, habéis resucitado con


Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis
muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste,

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YÜxwç WxÄztwÉ
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entonces vosotros también seréis manifestados con él


en gloria.” (Colosenses 3:1-4).

Crecemos en santificación: “vosotros también,


poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a
vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto
fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas
cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán
estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de
nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pedro 1:5-8).

El crecimiento y la madurez en Cristo están


íntimamente ligados. Dios mora en nosotros por Su
Espíritu Santo y quiere ayudarnos en el proceso de
transformación. No obstante cada uno debe tomar
parte activa en el proceso disponiendo nuestro
corazón.

La adopción nos asegura privilegios y bendiciones:


Como hijos de Dios, gracias a la adopción que se hizo
posible por la obra redentora del Señor Jesús, ahora
formamos parte de la familia de nuestro Padre
celestial. Gozamos del amor, privilegios y derechos que
asisten a un hijo. Nuestro amoroso Creador no se
avergüenza de llamarnos Sus hijos:

“Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis


hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” 2 Corintios
6:18.
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“Porque el que santifica y los que son santificados, de
uno son todos; por lo cual no se avergüenza de
llamarlos hermanos” Hebreos 2:11.

Por Su infinito amor Dios nos escogió para ser sus


hijos desde antes de la fundación del mundo: “Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él
antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos y sin mancha delante de él, en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos
suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de
su voluntad” (Efesios 1:3-5).

Desde antes de la fundación del mundo, Dios ha


querido lo mejor para nosotros: “Porque yo sé los
pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros
el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis
y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me
hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro
corazón.” (Jeremías 29:11-13).

Como hijos de Dios tenemos ahora el Espíritu Santo


que nos permite experimentar una relación personal e
íntima con el Padre celestial: “Y por cuanto sois hijos,
Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
el cual clama: !!Abba, Padre! Así que ya no eres
esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios
por medio de Cristo.” (Gálatas 4:6-7).
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Cuando recibimos al Señor Jesús en nuestro corazón


somos sellados con el Espíritu Santo: “En él también
vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
que es las arras de nuestra herencia hasta la redención
de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
(Efesios 1:13-14).

El Espíritu Santo da testimonio que somos hijos de


Dios: En la cultura griega cuando se estampaba el
“sello” en una posesión, además de afirmar la
pertenencia, se aseguraba autenticidad al tiempo que
se transmitía autoridad: “El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de
Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios
y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.” (Romanos 8:16-17).

El Espíritu Santo es el que nos guía en nuestra


condición de hijos de Dios: “Porque todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de
Dios.” Romanos 8:14.

El Espíritu Santo nos guía en el proceso de crecimiento


en el conocimiento de Dios:

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo


de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu,
fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura,
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YÜxwç WxÄztwÉ
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la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que
hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la
imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en
estas cosas; permanece en ellas, para que tu
aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado
de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues
haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te
oyeren.” 1 Timoteo 4:12-16.

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,


como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa
bien la palabra de verdad.” 2 Timoteo 2:15.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para


enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra.” 2
Timoteo 3:16-17.

“Por lo cual, desechando toda inmundicia y


abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la
palabra implantada, la cual puede salvar vuestras
almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan
solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Porque si alguno es oidor de la palabra pero no
hacedor de ella, éste es semejante al hombre que
considera en un espejo su rostro natural. Porque él se
considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de
la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor

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YÜxwç WxÄztwÉ
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olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será


bienaventurado en lo que hace.” Santiago 1:21-25.

b. El Espíritu Santo nos guía en el proceso de


desarrollar intimidad con Dios. El Espíritu Santo nos
ayuda en el proceso de transformación y crecimiento
personal y espiritual:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de


Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional. No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta” Romanos 12:1-
2.

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha


manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así
como él es puro.” 1 Juan 3: 2-3.

Como hijos de Dios somos totalmente libres: “ Así que,


si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”
(Juan 8:36).

Como hijos de dios estamos protegidos del mal. El


único poder y autoridad que el demonio tiene en la
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vida de un creyente es lo que el creyente acepta o
permite, porque el Señor Jesús nos dejó capacitados
para enfrentar al diablo:

“Pues aunque andamos en la carne, no militamos


según la carne; porque las armas de nuestra milicia no
son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, derribando argumentos y
toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo” 2 Corintios 10.3-5.

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor,


y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura
de Dios, para que podáis estar firmes contra las
asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de
este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura
de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues,
firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y
vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies
con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo,
tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos
los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de
la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra
de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y
súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda

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perseverancia y súplica por todos los santos” Efesios


6:10-18.

“El que practica el pecado es del diablo; porque el


diablo peca desde el principio. Para esto apareció el
Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” 1
Juan 3:8.

“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido;


porque mayor es el que está en vosotros, que el que
está en el mundo.” 1 Juan 4:4.

La Adopción nos hace embajadores del Reino:


Estamos llamados a revelar la Salvación eterna y la
reconciliación con Dios. Eso lo hace quien es
consciente de su condición de embajador del Reino de
Dios: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos
reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles
en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a
nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase
por medio de nosotros; os rogamos en nombre de
Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Corintios 5:18-20).

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No podemos rehusar el cumplimiento de la Gran
Comisión:

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad


me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén.” Mateo 28:18-20.

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio


a toda criatura” Marcos 16.15.

Por encima de las circunstancias adversas, el apóstol


Pablo nos dio ejemplo de su condición de embajador
del Reino de Dios:

“Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo


de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a
los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los
que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a
la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están
sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo
estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino
bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin
ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los
débiles; a todos me he hecho de todo, para que de
todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del
evangelio, para hacerme copartícipe de él. ¿No sabéis
que los que corren en el estadio, todos a la verdad
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corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal


manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de
todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una
corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.
Así que, yo de esta manera corro, no como a la
ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el
aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para
otros, yo mismo venga a ser eliminado.” 1 Corintios
9:19-27.

“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y


cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de
Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui
hecho ministro, según la administración de Dios que
me fue dada para con vosotros, para que anuncie
cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que
había estado oculto desde los siglos y edades, pero que
ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes
Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de
este misterio entre los gentiles; que es Cristo en
vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos,
amonestando a todo hombre, y enseñando a todo
hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto
en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también
trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa
poderosamente en mí.” Colosenses 1:24-29.

Es imperativo que cumplamos la misión; ser


negligentes llevará a millares de personas a perderse
por la eternidad sin Cristo:

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“El Señor no retarda su promesa, según algunos la
tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que
todos procedan al arrepentimiento.” 2 Pedro 3.9.

“porque todo aquel que invocare el nombre del Señor,


será salvo.” Romanos 10:13.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha


dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3.16.

Una forma eficaz de compartir las Buenas Nuevas de


Salvación es mediante nuestro testimonio de vida: “En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho
fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha
amado, así también yo os he amado; permaneced en
mi amor. Si guardareis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado
los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo
esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es
mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo
os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que
uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor;
pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que
oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me
elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros,
y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro
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fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al


Padre en mi nombre, él os lo dé.” (Juan 15:8-16).

Dios respaldará el ministerio que desarrollemos:

“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi


nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas
lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los
enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” Marcos
16:17-18.

“pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras


solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo
y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles
fuimos entre vosotros por amor de vosotros.” 1
Tesalonicenses 1:5.

Como hijos de Dios tenemos la tarea ineludible de


predicar: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual
no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no
han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está
escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que
anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”
(Romanos 10:14-15).

No somos hijos porque servimos sino que servimos


porque somos hijos.

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El ser hijos de Dios es algo maravilloso. Nos hace
herederos de las bendiciones aun cuando en nuestra
condición de pecadores, lo único que merecíamos era
la muerte. Eso es la manifestación del amor
incondicional de Dios. Nos perdonó mediante la obra
redentora del Señor Jesús, y abrió las puertas para
que emprendiéramos una nueva vida, llena de
plenitud. Esa adopción no se fundamenta en nuestros
méritos o esfuerzos, sino en el amor de nuestro
amoroso Padre celestial que no tiene límites. Ahora,
nuestro llamamiento, es a la santidad, como conviene
a quienes están en la familia de Dios.

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¿En qué pactos estás viviendo, en la ley o en la


gracia?

“La ley fue dada por medio de Moisés”, escribe Juan,


“la gracia y la verdad nos han llegado por medio de
Jesucristo” (Juan 1:17).

El discípulo amado llamado Juan vio un contraste


entre la ley y la gracia, entre lo que nosotros hacemos y
lo que se nos da por medio de la fe en Jesús. El se
refirió a la gracia en sus parábolas y enseñanzas del
reino de Dios. Él algunas veces usó la palabra
misericordia para describir lo que Dios nos da.
“Bienaventurados los misericordiosos” dijo Jesús,
“porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7
RV60). Aquí Él implicó que todos necesitamos
misericordia y que debemos ser como Dios en este
aspecto. Si valoramos la gracia, daremos gracia a
otros: “…de gracia recibisteis, dad de gracia.” Mateo
10:8.

Cuando le preguntaron a Jesús por qué se asociaba


con pecadores notorios, contestó: “Lo que pido de
ustedes es misericordia y no sacrificios” (Mateo 9:13,
citando Oseas 6:6). En otras palabras, Dios quiere que
mostremos misericordia más que ser perfeccionistas en
guardar la ley.

En la ley no había gracia ni misericordia: "El que


menospreciare la ley de Moisés... muere sin ninguna
misericordia". Hebreos 10:28. "Maldito el que no

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confirmase las palabras de esta ley para cumplirlas".
Deut. 27:26.

Por eso el señor dijo que no había venido a abolir la ley


si no a darle cumplimiento: “No penséis que he venido
para abolir la ley o los profetas; no he venido para
abolir, sino para cumplir. Porque en verdad os digo que
hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la
letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda
se cumpla.” Mateo 5:17.18.

El cumplió toda la ley y se hizo maldito por causa de


los pecadores que no la cumplieron: “Porque todos los
que dependen de las obras de la ley están bajo
maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no
permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de
la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se
justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo
por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El
que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos
redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es
colgado en un madero” Gálatas 3:10-13.

Lo judíos cristianos llamados fariseos quisieron


imponer la ley al nuevo pueblo de Dios, los gentiles,
ellos dijeron: “5 Pero algunos de la secta de los
Fariseos que habían creído, se levantaron diciendo: “Es
necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la
Ley de Moisés.”” Hechos 15:5. Hoy en día también
vemos esta clase de creyentes que quieren imponer
tradiciones de un pacto que ya no está vigente, pues lo

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que es dado por viejo nada es, dice el libro de Hebreos:


“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y
lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a
desaparecer.” Hebreos 8:13. -RV 1960.

Los apóstoles en este concilio en Jerusalén que podría


decir que es el segundo, porque en la primera reunión
el centro de discusión fue el apóstol Pedro que había
comido con los gentiles obedeciendo al Espíritu del
señor, el dijo en esa primera reunión: “Estaba yo en la
ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo
semejante a un gran lienzo que descendía, que por las
cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí.
Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos
terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. Y oí una
voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Y
dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o
inmunda entró jamás en mi boca. Entonces la voz me
respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios
limpió, no lo llames tú común. Y esto se hizo tres
veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. Y he
aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde yo
estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me
dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también
conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de
un varón, quien nos contó cómo había visto en su casa
un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a
Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por
sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las
cuales serás salvo tú, y toda tu casa. Y cuando
comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos
también, como sobre nosotros al principio. Entonces

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me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan
ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les
concedió también el mismo don que a nosotros que
hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que
pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas,
callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: !!De manera
que también a los gentiles ha dado Dios
arrepentimiento para vida!” Hechos 11:5-18.

En este primer concilio también se hablo de la


persecución que se había dado por motivo de la muerte
de Esteban, donde los creyentes judíos solo les
predicaban a los judíos. Hechos 11:19-20.

Los importante y destacado de este primer concilio fue


las palabras de Pedro, donde demuestra que la ley no
salva a nadie, pues él dijo las palabras por las cuales
una persona debe ser salva al gentil Cornelio que era
un hombre gentil que guardaba la ley, pero que con
esta práctica no iba a ser salvo, el ángel le advirtió
diciendo: “él te hablará palabras por las cuales serás
salvo tú, y toda tu casa.” Hechos 11:14.

Recordemos cuales fueron estas palabras, que no


tienen que ver nada con la ley, sino con la fe en
nuestro señor Jesús, el dijo: “De éste dan testimonio
todos los profetas, que todos los que en él creyeren,
recibirán perdón de pecados por su nombre. Mientras
aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo
cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles
de la circuncisión que habían venido con Pedro se

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quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se


derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían
que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.
Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno
impedir el agua, para que no sean bautizados estos
que han recibido el Espíritu Santo también como
nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor
Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos
días.” Hechos 10:43-48.

Esto mismo sucedió en el segundo concilio, ellos


reconocieron que la ley no salva a nadie y no la iban a
imponer al nuevo pueblo de Dios, es decir los gentiles.
El apóstol Pedro lo explico así: “Entonces los apóstoles
y los ancianos se reunieron para considerar este
asunto. Después de mucho debate, Pedro se levantó y
les dijo: “Hermanos, ustedes saben que en los primeros
días Dios escogió de entre ustedes que por mi boca los
Gentiles oyeran la palabra del evangelio y
creyeran. Dios, que conoce el corazón, les dio
testimonio dándoles el Espíritu Santo, al igual que a
nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y
ellos, purificando por la fe sus corazones.
“Ahora pues, ¿por qué tientan a Dios poniendo sobre el
cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros
padres (antepasados) ni nosotros hemos podido
llevar? Creemos más bien que somos salvos por la
gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos
también lo son.”
Toda la multitud hizo silencio, y escuchaban a
Bernabé y a Pablo, que relataban las señales (los
milagros) y prodigios que Dios había hecho entre los

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Gentiles por medio de ellos. Cuando terminaron de
hablar, Jacobo (Santiago, hermano de Jesús) tomó la
palabra y dijo: “Escúchenme, hermanos. Simón[g] ha
relatado cómo Dios al principio tuvo a bien tomar de
entre los Gentiles un pueblo para Su nombre. Y con
esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como
está escrito: “Después de esto volveré, y reedificare el
tabernáculo de David que ha caído. Y reedificare sus
ruinas, y lo levantare de nuevo, para que el resto de los
hombres busque al Señor, y todos los Gentiles (todas
las naciones) que son llamados por Mi nombre,’ DICE EL
SEÑOR, QUE HACE SABER TODO ESTO DESDE TIEMPOS
ANTIGUOS. “Por tanto, yo opino que no debemos
molestar a los que de entre los Gentiles se convierten a
Dios, sino que les escribamos que se abstengan de
cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de
lo estrangulado y de sangre. Porque Moisés desde
generaciones antiguas tiene en cada ciudad quienes lo
prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las
sinagogas.”” Hechos 15:6-21.

Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos,


con toda la iglesia, escoger de entre
ellos algunos hombres para enviarlos a Antioquía con
Pablo y Bernabé: a Judas, llamado Barsabás, y a Silas,
hombres prominentes entre los hermanos, y enviaron
esta carta con ellos: “Los apóstoles, y los hermanos que
son ancianos (presbíteros), a los hermanos en
Antioquía, Siria y Cilicia que son de los Gentiles,
saludos. Puesto que hemos oído que algunos de entre
nosotros, a quienes no autorizamos, los han
inquietado con sus palabras, perturbando sus almas,

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nos pareció bien, habiendo llegado a un común


acuerdo[n], escoger algunos hombres para enviarlos a
ustedes con nuestros amados Bernabé y Pablo. Estos
hombres han arriesgado (entregado) su vida por el
nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, hemos
enviado a Judas y a Silas, quienes también les
informarán las mismas cosas verbalmente[o]. Porque
pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no
imponerles mayor carga que estas cosas esenciales:
que se abstengan de lo que ha sido sacrificado a los
ídolos, de sangre, de la carne de animales que han sido
estrangulados y de fornicación. Si se guardan de tales
cosas[p], harán bien. Pásenla bien.” Hechos 15:22-29.

Jesús en su sacrificio expiatorio le dio fin a la ley y


justifico a todos los pecadores por medio de la fe, ya no
es por medio de sacrificios, es por medio de la fe en él:
“Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo
aquel que cree.” Romanos 10:4.

La Ley fue dada en el monte Sinaí: Jehová se


manifiesta allí rodeado de una majestad terrible, en
medio de tempestad, truenos, relámpagos y fuego,
advierte al pueblo que no se acerque, que se mantenga
lejos, porque "cualquiera que tocare el monte de seguro
morirá".

El lenguaje de la gracia no es en el monte Sinaí donde


se debe buscar. Aquellas circunstancias no son las que
acompañan una dispensación de gracia y de
misericordia. En cambio, encajaban perfectamente en

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una dispensación de verdad y de justicia. La ley no era
otra cosa.

En la ley Dios declara lo que el hombre debe hacer y lo


maldice si no lo hace. La verdad es, como Pablo nos
enseña, que "la ley entró para que el pecado
creciese". Romanos 5:20.

La ley era, en cierto sentido, como un espejo perfecto,


enviado del cielo a la tierra para revelar al hombre
cuanto se había desfigurado moralmente.

Cuando Dios proclamó la ley, el pacto de las obras


desde lo alto de aquel Sinaí, envuelto en fuego, lo hizo
en un idioma y dirigiéndose exclusivamente a un
pueblo, el pueblo de Israel.

Pero cuando Cristo resucitó de entre los muertos, envió


sus mensajeros de salvación y les dijo: "Id por todo el
mundo; predicad el evangelio a toda criatura". Es decir
se extendió a todos los idiomas y toda nación mucho
más allá de la nación de Israel (Judea, Samaria,
Jerusalén y hasta lo último de la tierra). Marcos
16:14-16.

Cuando Dios le dio la ley a Moisés, y éste bajó del


monte con las tablas, aquel día tres mil israelitas
fueron muertos. ¡Qué cuadro tan fiel de lo que era el
ministerio de la ley tenemos en Éxodo 32: 28-29: “Y él
les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned
cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de

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puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno


a su hermano, y a su amigo, y a su pariente.
Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de
Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres
mil hombres. Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis
consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado
en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición
hoy sobre vosotros”.

Cuando Moisés desciende y arroja las tablas al suelo,


ante la realidad del pecado del hombre, y las tablas se
hacen pedazos, simbolizando la fragilidad de aquel
pacto que el hombre no podría cumplir, y
seguidamente la muerte de los tres mil como bautismo
de sangre de aquel ministerio de muerte y de
condenación!

En cambio, cuando descendió el Espíritu Santo en los


días de Pentecostés, tres mil muertos en delitos y
pecados fueron salvados: “Entonces Pedro les dijo:
“Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes
en el nombre de Jesucristo para perdón de sus
pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque
la promesa es para ustedes y para sus hijos y para
todos los que están lejos, para tantos como el Señor
nuestro Dios llame.” Y Pedro, con muchas otras
palabras testificaba solemnemente y les exhortaba
(aconsejaba) diciendo: “Sean salvos (Escapen) de esta
perversa generación.” Entonces los que habían recibido
su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día
como 3,000 almas (personas).” Hechos 2:38.41.

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La ley es como un acreedor que nos asfixia: cada día
con las cuentas, exigiéndonos que le paguemos hasta
el último céntimo de una deuda que aumenta por
momentos, mientras que nosotros estamos cada vez en
peores condiciones económicas. Ahora bien, la ley no
tiene contemplaciones, ni rebaja la deuda, ni perdona
un solo céntimo al deudor.
Mientras el pecador no contemple así la ley, como a un
cobrador de entraña de "piedra" y sin misericordia,
está teniendo un concepto errado de la ley. Cristo,
como autor de la gracia, es como un mediador entre
dos, digamos deudor y acreedor, que dándose perfecta
cuenta de lo implacable del acreedor y de la insolvencia
del deudor, se presenta a pagar él la deuda, toda la
deuda. ¿Por qué lo hace? Porque es misericordioso.

La ley era un yugo imposible de llevar: por este


motivo la ley y la gracia nunca jamás estarán de
acuerdo, porque en la ley se lleva una carga, en la
gracia Jesús nos quita ese peso. Esta diferencia está
bien marcada en Hechos 15:10-11: "Ahora pues, ¿por
qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los
discípulos yugo (esto es la ley) que ni nosotros ni
nuestros padres hemos podido llevar?"

La cerviz es la parte posterior del cuello del ser


humano que consta de siete vertebras, ahora el yugo
en estas vertebras pueden causar lesiones mortales,
por eso los apóstoles se refieren a ellas como el peso de
la ley que nadie pudo llevar, ellos mismo no pudieron
llevar ahora la iban a imponer a los gentiles, eso no era
posible y menos departe de Dios.
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Así que la ley era un yugo imposible de llevar, antes,


ahora y siempre. ¿Cuál era, entonces, la esperanza de
salvación de los apóstoles? "Antes por la gracia del
Señor Jesús creemos que seremos salvos".
El diccionario define la "ley" como: "Regla obligatoria",
y la "gracia" como: "Favor que hace uno sin estar
obligado a ello". Una corta definición de gracia pudiera
ser: "el amor y favor de Dios para con los que no lo
merecen".

Si yo le hago un trabajo a un hombre, cuando voy a


cobrar y él me paga, no le debo ninguna obligación. Yo
trabajé y cobro mi trabajo; él me paga lo que yo
merezco y no hizo otra cosa que cumplir con un deber.
Si una persona cumple la ley, tiene derecho a ir al cielo
sin agradecerle nada a nadie, porque al infierno van los
que no la cumplen. De aquí la gran verdad de que la
salvación se alcanza por gracia pura, humilla al
hombre y ensalza a Dios. Por eso la salvación es para
el que no hace obras, "pero cree en Aquel que justifica
al impío".

¿Qué es lo que hace la ley? Dice Pablo: "La ley obra


ira". (Romanos 4:15). Precisamente la gracia viene en
auxilio del que es perseguido por la ira de la ley. Por
eso es que la salvación "es por fe, para que sea por
gracia". (Romanos 4:16). ¿Para qué fue puesta la ley?
¿Para que el hombre fuese salvo por ella? No. "La ley
empero entró para que el pecado creciese". Y esto es lo
único que hace la ley, aumentar el pecado; pero gracias
a Dios que cuando el pecado creció, por el ministerio
de la ley, "entonces, sobrepujó la gracia". (Romanos

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5:20). No quiere esto decir que la ley sea pecado ó que
sea mala, nada de eso, el pecado donde está es en el
hombre, siendo nosotros los malos, ya que la ley en sí
es buena. Pero como nosotros no somos buenos, la ley
nos condena y la ley no tiene misericordia ni se
compadece de nadie. De aquí precisamente la suprema
necesidad del antídoto de la ley, la gracia. El que se
quiera salvar por cumplir la ley es porque "ignorando
la justicia de Dios y procurando establecer la suya
propia, no se sujeta a la ley de Dios". (Romanos 10:3).

El creyente, salvado por la gracia, no está ya bajo la ley


de Moisés, sino que al ser "hecho participante de la
naturaleza divina": “por medio de las cuales nos ha
dado preciosas y grandísimas promesas, para que por
ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza
divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el
mundo a causa de la concupiscencia” (2ª Pedro 1:4).

Tiene "la mente de Cristo": “Porque ¿quién conoció la


mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros
tenemos la mente de Cristo.” (1ª Corintios 2:16).

Es "guardado por la virtud de Dios, por fe": “que sois


guardados por el poder de Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser
manifestada en el tiempo postrero” (1ª Pedro 1:5).

De esta manera, viviendo Dios en nosotros, y


haciéndonos partícipes de sus principios morales
opuestos al mal, es como la ley no tiene nada que ver
con nosotros, porque Dios ha derramado en nuestros

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corazones unos principios, no negativos, como los del


Sinaí, sino positivos, que nos apartan del mal y nos
impulsan al bien, no por preceptos eternos, sino por
potencia interna: La ley que Dios graba en nuestros
corazones es distinta, es más gloriosa, sublime y
elevada que la ley de Moisés. Aquélla fue para antes
que viniese la gracia, pero la ley de la gracia, es la ley
de Cristo resumida en el amor.

La Gracia y la verdad llegaron por medio de Jesús:


Dios nos ha dado esta gracia sin ninguna exigencia, el
se ofreció asimismo para hacernos aptos para su reino
celestial, mediante su gracia podemos conocer la
verdad de Dios: "…..pero la gracia y la verdad nos han
llegado por medio Jesucristo”. Juan 1:17.

La Gracia tiene mejores promesas: Si hacemos una


comparación entre lo que ofrece la ley y la gracia
podemos darnos cuenta que Dios nos ha ofrecido un
nuevo camino para estar por siempre en nuestras
vidas, veamos:

• "Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a


todo aquel que cree". Romanos 10:4
• "Y de todo lo que por la ley de Moisés no
pudisteis ser justificados, en EL es justificado
todo aquel que cree”. Hechos 13:39.
• Los dos principios son distintos y en agudo
contraste entre sí; no pueden ser mezclados ni
añadidos el uno al otro.

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• La ley hace que todo dependa en lo que yo soy
para con Dios. La gracia hace que todo dependa
en lo que Dios es para conmigo.
• La ley demanda; la gracia ofrece.
• La ley condena; la gracia justifica.
• La ley maldice; la gracia bendice.
• La ley mantiene en esclavitud; la gracia liberta al
creyente.
• "No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia".
Romanos 6:15.
• La ley dice: Esto harás; la gracia dice: Ya está
hecho.
• La ley requiere del hombre justicia; La gracia
pone la justicia de Dios sobre el hombre.

La ley no me justifico, Cristo me justifico, la ley no me


salvo, Jesús me salvo, la ley no me lava, el nombre de
Jesús me lavo en la aguas, la ley no me llena del
Espíritu Santo, la gracia me llena del poder del
Espíritu Santo.

No somos salvos por las obras de la ley, ahora somos


salvos por la gracia que es en la fe de nuestro señor y
Dios Jesús. Efesios 2:8-9. Procuremos vivir en la gracia
que es el nuevo pacto con mejores promesas: “Pero
ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es
mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores
promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin
defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar
para el segundo.” Hebreos 8:6-7.

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Viva en el pacto nuevo llamado el pacto de la gracia de


Dios, deje de vivir en la ley, deje de llevar ese yugo que
Dios te ha quitado, pero que tú quieres llevar en tu
ignorancia. Recuerde las palabras de la profecía de
Jeremías: »Vienen días —afirma el Señor— en que
haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y con la
tribu de Judá. No será un pacto como el que hice con
sus antepasados el día en que los tomé de la mano y
los saqué de Egipto, ya que ellos lo quebrantaron a
pesar de que yo era su esposo —afirma el Señor—
. »Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré
con el pueblo de Israel —afirma el Señor—: Pondré mi
ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Yo seré
su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrá nadie
que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano:
“¡Conoce al Señor!” , porque todos, desde el más
pequeño hasta el más grande, me conocerán —afirma
el Señor—. Yo les perdonaré su iniquidad, y nunca
más me acordaré de sus pecados.» Jeremías 31:31-34.
NIV.

Le repito este nuevo pacto es el pacto de la gracia, el de


la ley ya es dado por viejo: “Al decir: Nuevo pacto, ha
dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se
envejece, está próximo a desaparecer.” Hebreos 8:13. -
RV 1960.

Dios les siga bendiciendo

Fredy Delgado
Pastor y Teólogo
FIN

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Glosario

Adoración: Es la obligación que toda la creación de


Dios tiene, de darle a El todo honor, gloria, alabanza y
honra porque Él es el santo y divino Creador. La
adoración es debida solamente a Dios (Exo. 20:3; Mat.
4:10; Apoc.22:9). Jesús, siendo Dios en la carne (Juan
1:1,14; Col. 2:9), recibió justamente adoración (Mat.
2:2,11; Juan 9:35-40; Heb. 1:6).

Arrepentimiento: El arrepentimiento (griego metanoia,


literalmente "cambiar de mente") significa volverse,
cambiar: en el N.T. se refiere a volverse del camino del
pecado. Somos llamados por Dios para abandonar el
pecado. De hecho, Dios manda a todos los hombres en
todas partes que se arrepientan de sus pecados (Hech.
17:30). La paciencia de Dios nos lleva al
arrepentimiento (2 Ped. 3:9) como también Su
misericordia (Rom. 2:4).

Ayunar, ayuno: Ayunar es privarse de alimentos por


un período determinado con un propósito específico, a
menudo espiritual. Es una práctica bíblica que
involucra el "debilitamiento" del cuerpo con el
propósito de "fortalecer" el espíritu, destinado a
producir una alerta espiritual. Es interesante notar
que el pecado entró en el mundo a través de Adán y
Eva por el acto de desobediencia que consistió en
comer lo que no debían (Gén. 3:6). En el N.T. se nos
llama a ayunar (Mat. 6:16). Vea también 1 Rey. 21:27;
Salmo 35:13; Hechos 13:3; 2 Cor. 6:5).
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Comunión: No hay una definición específica del


término en el N.T.. Sin embargo, somos llamados a la
comunión unos con otros (1 Juan 1:3), con Jesús (1
Cor. 1:9), con el Padre (1 Juan 1:3), y con el Espíritu
Santo (2 Cor. 13:14). La comunión implica compartir
intereses, deseos, motivaciones, emociones y objetivos
comunes. Requiere compartir tiempo en comunicarse,
ocuparse uno de otro y realizar actividades conjuntas.
La noción de comunión tiene una connotación de
intimidad. Como cristianos, tenemos fraternidad
?calidad de hermanos y por tanto comunión unos con
otros debido a nuestra posición en Cristo, ya que todos
somos redimidos y compartimos un conocimiento
íntimo y personal de Jesús. Asimismo, compartimos
una fe (Hechos 2:42), una esperanza (Heb. 11:39,40), y
una necesidad (2 Cor. 8:1-15).
El término griego para comunión es (koinonia). Un uso
muy importante se refiere a compartir la Cena del
Señor o eucaristía (1 Cor. 10:16).

Condenación: Puede referirse tanto al acto de declarar


culpable a un hacedor de maldad, como al consecuente
castigo inflingido. Sin Jesús, todos quedamos
condenados ante Dios no solamente por el pecado de
Adán (Rom. 5:16-18) sino también por nuestro propio
pecado (Mat. 12:37). Sin embargo, "Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús... porque la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte" (Rom. 8:1-2). Los cristianos han escapado a la
condenación porque son perdonados en Cristo.

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Conversión: Indica la acción de volverse del mal hacia
Dios. Dios convierte (Hechos 21:19) a los perdidos en
salvos, a los no regenerados en regenerados. Esto se
produce a través de la predicación del Evangelio (Rom.
10:14; 1 Cor. 15:1-4) y resulta en arrepentimiento
(Hech. 26:20) y una nueva creación (2 Cor. 5:17). Hay
una lista de los frutos de la conversión en Gál. 5:22-
23.

Convicción: Es la obra del Espíritu Santo, por la cual


una persona es capaz de verse a sí misma como Dios la
ve: culpable, mancillada, y totalmente incapaz de
salvarse a sí misma (Juan 16:8). En un incrédulo, la
convicción del Espíritu Santo revela la pecaminosidad
y trae temor. En el creyente, la convicción del Espíritu
Santo trae conciencia de pecado y resulta en su
confesión y limpieza. Esta convicción el producida por
el Espíritu Santo (Juan 16:8), el Evangelio (Hech.
2:37), la conciencia (Rom. 2:15), y la Ley (Santiago 2:9).
La convicción de nuestros pecados nos lleva a la cruz.
Nos muestra nuestra necesidad de perdón.

Discípulo: La palabra proviene de la misma raíz que


"disciplina" y se refiere a un alumno o seguidor de una
religión, persona o movimiento. Como cristianos,
debemos ser discípulos de Jesús (Luc. 14:26,27). En la
Biblia, es la denominación más frecuente de los
cristianos. Seguimos en la enseñanza que Jesucristo
impartió y en el ejemplo que dio. Un discípulo es un
convertido, pero no todos los convertidos son
discípulos. Como discípulos, hemos de cargar nuestra

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YÜxwç WxÄztwÉ
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cruz cada día (Mat. 16:24). Esto significa vivir por El y


de ser necesario, morir por El (Mat. 16:25) y, desde
luego, vivir vidas santas y sin mancha delante de El y
de nuestro prójimo.

Elección, Elegidos: Los elegidos son aquellos llamados


por Dios para salvación. Esta elección ocurrió antes de
la fundación del mundo (Efe. 1:4), y es conforme a la
voluntad de Dios, no a la del hombre (Rom. 8:29-30;
9:6-23) porque Dios es soberano (Rom. 9:11-16). La
doctrina de la elección es enfatizada por los calvinistas,
quienes asimismo sostienen la doctrina de la
predestinación.

Escrituras: El término es un sinónimo de la Biblia; por


tanto, se refiere, en sentido cristiano, al conjunto de
los 39 libros del A.T. y los 27 libros del N.T. Cada uno
de ellos es inspirado, libre de error, y completamente
exacto en los temas que trata. La Biblia completa,
aunque escrita por muchos autores humanos a lo largo
de centurias, es completamente coherente y armónica
en todas sus enseñanzas; esto se debe a que toda la
Biblia fue inspirada por Dios (2 Tim. 3:16).

Evangelio: El término es una transliteración del griego


euaggelion , que significa "buena noticia". Es la buena
noticia del perdón de los pecados y la reconciliación
con Dios a través de Jesucristo. Pablo da la siguiente
descripción en 1 Corintios 15:1-4: "Además os declaro,
hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual
también recibisteis, en el cual también perseveráis; por
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YÜxwç WxÄztwÉ
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el cual, asimismo, si retenéis la palabra que os he
predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:
Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer
día, conforme a las Escrituras..."
El Evangelio proviene de Dios (Gál. 1:10-12), es el
poder de Dios para salvación de todo el que cree (Rom.
1:16), es un misterio ahora revelado (Efe. 6:19), y es
una fuente de esperanza (Col. 1:23), fe (Hech. 15:7),
vida (1 Cor. 4:15), y paz (Efe. 6:15).

Fe: La palabra fe (del latín fides, creer, confiar) se


utiliza en la Biblia con dos sentidos principales. En el
primero, es sinónimo de confianza firme: "Es, pues, la
fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que
no se ve" (Heb. 11:1). Como tal, es un don de Dios
(Rom. 12:3) y viene por el oír la Palabra de Dios (Rom.
10:17). La fe es el medio por el cual la gracia de Dios es
otorgada al creyente que confía en la obra de Jesús en
la cruz (Efe. 2:8). Sin fe es imposible agradar a Dios
(Heb. 11:6). Es por fe que vivimos nuestra vida de
cristianos, "El justo vivirá por la fe" (Hab. 2:4; Rom.
1:17). En el segundo sentido, fe es sinónimo de
doctrina, o conjunto de verdades históricas y
conceptuales que configuran la fe cristiana: "me ha
sido necesario escribiros para exhortaros a que
contendáis ardientemente por la fe que ha sido dada
una vez a los santos" (Jud. 3).

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Gracia: La gracia puede definirse como el favor


inmerecido, aquello que se otorga sin mérito por parte
del que lo recibe. La gracia de Dios es Su libre acción
para beneficio de toda la creación en general (gracia
común o providencia) y de los creyentes para la
salvación (gracia especial o salvífica). Se distingue de la
Justicia y de la Misericordia. La justicia consiste en
recibir lo que se merece; la misericordia, en no recibir
lo que se merece. Por medio de la gracia salvífica
recibimos la vida eterna, algo que obviamente no
merecemos. Pero debido al amor y la ternura de Dios
manifestadas en Jesús crucificado, recibimos la gran
bendición de nuestra redención.
La gracia es el Gran Regalo Aportado por Cristo e
Inmerecidamente Apropiado por nosotros. La gracia
salvífica no requiere, y de hecho descarta, todo mérito
humano. Es debida a Dios y dada por El, debido a
quién es El, y no a quienes somos nosotros. Es el
medio de nuestra salvación (Efe. 2:8-9). Ya no estamos
bajo la Ley, sino bajo la gracia de Dios (Rom. 6:14). Vea
también Hech. 15:11; Rom. 5:2,15-20; 2 Cor. 9:8; 12:9.

Iglesia: La palabra procede del griego ekklesia, que


equivale al hebreo qahal, y significa asamblea,
congregación de los que han sido llamados. El término
se emplea en dos sentidos, a saber, la iglesia visible y
la iglesia invisible. La primera está compuesta por
todos cuantos dicen ser cristianos y se congregan. La
iglesia invisible es el verdadero cuerpo de creyentes,
aquellos que son verdaderamente salvos; ningún
hombre puede ver en los corazones para distinguir
entre unos y otros, por tanto la composición de la
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iglesia invisible sólo es conocida por Dios.
La verdadera Iglesia de Dios no es una organización
terrenal con gente y edificios, sino una entidad
sobrenatural integrada por aquellos que han sido
salvados por Jesús. La Iglesia verdadera abarca todo el
período de la existencia del hombre sobre la tierra, y a
toda la gente que ha sido llamada a ella. Nos hacemos
miembros de la iglesia, el cuerpo de Cristo, por la fe
(Hechos 2:41). Somos edificados por la Palabra de Dios
(Efe. 4:15,16), disciplinados por Dios (Mat. 18:15-17),
unificados en Cristo (Gál. 3:28), y santificados por el
Espíritu (Efe. 5:26,27).

Infierno: El infierno es el lugar del futuro castigo


eterno de los condenados, incluyendo a Satanás y sus
ángeles caídos. Hay varias palabras que suelen
traducirse "infierno" en la Biblia: Hades, un término
griego, es la morada de los muertos que comprende el
estado intermedio, entre la muerte y la resurrección
(vea Mat. 11:23; 16:18; Hechos 11:27; 1 Cor. 15:55;
Apoc. 1:18, 6:8). Corresponde aproximadamente al
hebreo Sheol , el lugar de los muertos (no la tumba,
que corresponde al hebreo keber y al griego mnema). A
esta morada intermedia van tanto justos (Salmo 16:10,
30:3; Isa 38:10) como impíos (Núm. 16:33; Job 24:19;
Salmo 9:17). Gehenna , palabra griega que corresponde
al hebreo ge-hinnom, "valle de Hinom" (Jos. 15:8). Era
un lugar donde antaño se hacían sacrificios de niños y
otras cosas abominables. Asimismo, también fue una
fosa común donde los cuerpos eran arrojados y
quemados (2 Rey. 23:13,14). Posteriormente se empleó
para designar el lugar de eterno castigo; Jesús mismo
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la usó en este sentido (Mat. 5:22,29,30; Mar 9:43; Luc.


12:5). Normalmente se traduce "infierno", y en Mat
5:22 el Señor lo llama "infierno de fuego" (gehenna tou
pyros). El infierno es un lugar de fuego eterno (Mat.
25:41; Apoc. 19:20). Fue originalmente preparado para
el diablo y sus ángeles (Mat 25:41). Será,
efectivamente, la morada eterna de los ángeles rebeldes
(2 Ped. 2:4), pero también de todo hombre que rehúse
arrepentirse y reconciliarse con Dios por medio de
Cristo (Apoc. 20:15; 21:8). Esto ocurrirá en el juicio
final, donde asimismo la muerte y el Hades serán
abolidos (Apoc. 20:14). Algunos cristianos y muchos
sectarios (por ejemplo, los Testigos de Jehová)
rechazan la noción de un lugar de castigo eterno; hay
que recordarles que, según la Biblia, quien más habló
del tema de la condenación eterna fue nuestro Señor
Jesucristo mismo; si no aceptamos creer lo que nos
advierte sobre este asunto, ?cómo podemos tomar
seriamente el resto de su enseñanza?

Inspiración: Es la acción por la cual Dios guió a los


autores humanos de la Biblia; la doctrina de la
inspiración establece que la redacción de las
Escrituras se realizó bajo la influencia directa de Dios.
Esto no significa negar el estilo propio de cada autor
humano y de cada libro de la Biblia. Dios no anuló la
personalidad de Sus siervos, sino que más bien la
empleó para Su propósito de revelarse a Sí mismo a
través de la obra de ellos. En consecuencia, la Biblia
está libre de errores y presenta con exactitud y
autoridad la enseñanza de Dios (2 Tim 3:16). Como tal,
es una revelación que proporciona, de la fuente
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suprema que es Dios mismo, un conocimiento
adecuado de Dios, la creación, el hombre, la salvación
y el futuro. Nos muestra el plan de salvación a través
de Jesucristo, y el hecho de que no podemos salvarnos
sino por El.
El argumento más fuerte a favor de la inspiración
divina de la Biblia proviene del examen de las profecías
del A.T. concernientes a Jesús y cumplidas en el N.T.
(Luc. 24:27-45). Debido a que la Biblia es inspirada,
sus palabras son inquebrantables y verdaderas (Juan
10: 34-36), eternas (Matt. 24:35; 1 Ped 1: 22-25),
enteramente confiables (Salmo 119:160), vivas y
capaces de penetrar el corazón del hombre (Heb. 4:12).
Por esta razón, la inspirada Palabra de Dios realizará
todo lo que El se ha propuesto (Isa. 55:11).

Ira: Bíblicamente, es el juicio divino sobre el pecado y


los pecadores. No significa meramente una actitud
impulsiva de Dios ante la impiedad, sino que connota
el odio, la repulsión, y la indignación de Dios ante el
mal. Dios es amor por naturaleza (1 Juan 4:16); no
obstante, en Su justicia debe castigar el pecado. La
ejecución de este castigo es llamada la ira de Dios. Se
manifestará en su temible plenitud en el final Día del
Juicio, cuando aquellos que hayan rechazado la
salvación serán enviados al lago de fuego para su
eterno castigo (Mat. 25:31-46; Apoc. 20:11-15).
Además, está presentemente manifestada en menor
medida contra los inicuos (Rom. 1:18-32) en el
endurecimiento de sus corazones.
La ira se describe como la furia de Dios (Núm. 32:10-
13), como siendo acumulada (Rom. 2:5-8), y como muy
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grande (Zac. 7:12). La liberación del creyente de la ira


de Dios es a través de la expiación de Cristo (Rom. 5:8-
10). "Dios no nos ha dispuesto para ira, sino para
alcanzar salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo" (1 Tes. 5:9).

Juicio: La palabra juicio (griego krima) se refiere al


acto de evaluar las acciones de alguien; por extensión
se refiere asimismo al castigo o condena resultante de
dicho acto. Existen varios juicios mencionados en el
N.T.: El juicio de los pecados del creyente (Juan 5:24),
el juicio de la persona del creyente (1 Cor. 11:31,32), el
juicio de las obras del creyente (2 Cor. 5:10), el juicio
de las naciones (Mat. 25:31-46), y el juicio universal
(Apoc. 20:11-15). Probablemente estos dos últimos
sean un mismo juicio.
No hay juicio para el cristiano con respecto a su
salvación (Rom. 8:1). Fuimos juzgados en Cristo, en la
cruz, hace casi 20000 años. Sin embargo, como
cristianos seremos juzgados según nuestras obras (1
Cor 3: 10-15; 2 Cor. 5:10), muy posiblemente con
grados variables de recompensa. Sin embargo, cabe
reiterar que este juicio de nuestras obras no afecta el
hecho ya consumado de nuestra salvación.

Justo, Justicia: La justicia consiste en hacer lo


correcto, y en un contexto legal en dar las debidas
recompensas o castigos. Es justo, pues, que cada uno
reciba lo que merece. Dios es misericordioso, pero
también es justo (Deut. 32:4, recto) y debe castigar el
pecado. Merced a la gracia de Dios, la justicia cayó

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sobre Su Hijo, de modo que la misericordia nos
beneficiase a nosotros, los que creemos en Cristo.

Manifestación. Manifestar algo significa “mostrar,


revelar, estrenar, hacer evidente, o hacer claro.” Una
manifestación es un hecho o un ejemplo de manifestar.
Primera de Timoteo 3:16 dice, “Dios fue manifestado en
carne.” Este libro usa la palabra manifestación para
describir cualquier método, modo, papel, o relación por
lo cual Dios se revela a Sí mismo al hombre. Así
entonces, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son
manifestaciones de Dios más bien que personas,
porque la palabra personas contiene connotaciones
extrabíblicas de personalidades individualizadas que la
palabra manifiestación no contiene.

Mal: Puede definirse como la rebelión en contra de


Dios. Es aquello contrario a la voluntad de Dios.
Existen males naturales (diluvios, tormentas,
hambrunas, etc.) y males morales (adulterio,
homicidio, idolatría, etc.). Los males naturales son una
consecuencia de los males morales. El pecado de Adán
hizo que el pecado entrase en el mundo y permitiera
diluvios, tormentas, hambrunas, etc. El mal se originó
con la rebelión de Satanás (Isa. 14:12-14 Eze. 28:11-
19) pero es continuado y perpetuado por el hombre
(Mat. 15:18-19).

Mediación, Mediador: Un mediador es alguien que


interviene entre dos partes, que las aproxima y facilita
su reconciliación. La palabra "mediador" no figura
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como tal en el A.T., pero sí el concepto. Dios entregó la


Ley a través de un mediador, Moisés (Gál. 3:19), quien
fue un tipo del mediador definitivo y verdadero, Jesús.
La palabra mediador (griego µ , mesites) ocurre sólo
unas pocas veces en el N.T.: 1 Tim. 2:5; Heb. 8:6; 9:15;
12:24. Es en el N.T. que la verdadera naturaleza de la
mediación es entendida en la persona de Jesucristo. El
es el mediador de un mejor pacto (Heb. 8:6). Jesús fue
capaz de tornarse nuestro mediador al hacerse hombre
(Juan 1:1,14) y morir como nuestro sustituto (1 Ped.
1:18,19; 2:24). Así, El nos reconcilió con Dios (Efe.
2:16).

Mesías: Es la transliteración de la palabra hebrea que


significa "ungido" . Es el equivalente del término
neotestamentario "cristo", que significa lo mismo.
Jesús, como el Mesías, fue ungido por Dios (Mat. 3:16)
para llevar a cabo su triple ministerio de Profeta,
Sacerdote y Rey. Como el Mesías, ha librado al
creyente de las ataduras del pecado y le ha dado vida
eterna. En tal sentido, el Mesías es un Libertador, ya
que nos ha liberado. El Mesías fue prometido ya en el
A.T. como proveniente de la descendencia de la mujer
(Gén. 3:15).

Misericordia: La misericordia es la disposición a no


ejecutar la justicia cuando ésta es punitiva, el acto de
condonar un merecido castigo. Debido a nuestra
pecaminosidad merecemos la muerte y eterna
separación de Dios (Rom. 6:23; Isa. 59:2), pero el
mismo Dios proveyó la expiación por nuestro pecado, y

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de esa manera nos mostró Su misericordia. Es decir
que Dios no entrega al cristiano a la consecuencia
natural del pecado de éste, la cual es la condenación.
Es por la misericordia de Dios que Cristo "se hizo
pecado" en nuestro favor (2 Cor. 5:21) y cargó sobre Sí
el castigo que merecíamos (Isa. 53:4-5). De este modo,
nos salvó de la condenación. Dios nos salvó según Su
misericordia (Tito 3:5) y se nos llama a practicar
nosotros mismos la misericordia, como un don de Dios
(Rom. 12:8). "Acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro" (Heb. 4:16).

Monoteísmo: Del griego monos, uno y theos, Dios. La


creencia de que existió, existe y existirá un único Dios
en todo el universo. No hubo dios alguno antes que El,
ni lo habrá después de El. La Biblia enseña claramente
el monoteísmo: Deut. 6:4; Isa 43:10; 44: 6-8,
45:5,14,18, 21-22; 46:9; 47:8, etc. La Biblia enseña el
monoteísmo estricto. Solo tres religiones importantes
del mundo son monoteístas: el judaísmo, el
cristianismo, e islam. Los judíos y los musulmanes ven
la doctrina de la trinidad como un rechazamiento del
verdadero monoteísmo. Los creyentes de la Unicidad
también rechazan al trinitarismo como un abandono
del monoteísmo bíblico.

Necio: En la Biblia, quien odia o desprecia a Dios; una


persona moralmente débil, quien desoye los consejos
de los sabios y utiliza lo que Dios le ha dado con fines
egoístas. Es lujurioso (Prov. 7:22), haragán (Ecle.

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10:15), no teme a Dios (Prov. 14:1), odia el


conocimiento (Prov. 1:22), y es justo en su propia
opinión (Prov. 12:15). Como cristianos, hemos de evitar
la necedad (Efe. 5:4). Vea también Ecle. 7:25; Prov.
3:35, 10:8.

Ocultismo: El ocultismo (de "oculto") pretende emplear


para el provecho propio fuerzas que están escondidas
del común de los hombres pero que pueden ser
utilizadas si se sabe cómo. Involucra prácticas
condenadas por Dios, como la astrología (Isa. 47:13), el
hacer maleficios (Deut. 18:11), la consulta de espíritus
(Deut. 18:11), la magia (Gén. 41:8), la hechicería (Exo.
22:8), la brujería (Deut. 18:10), y el espiritismo (Deut.
18:11).
Las prácticas ocultas como el empleo de tablas
"Ouija", la adivinación por naipes de Tarot, los
horóscopos, y las sesiones espiritistas deben ser
completamente evitadas por los cristianos, pues
además de ser peligrosas para la salud mental y
espiritual, son una abominación ante Dios. Por el
contrario, el rechazo abierto de tales cosas es una
manifestación de una conversión sincera a la Palabra
del Señor (Hech. 19:18-20).

Oración: La oración es tanto un privilegio como un


deber cristiano, a través de la cual, mediante la
intercesión del Espíritu Santo (Rom. 8:26) nos
comunicamos con Dios. Es la forma en que
presentamos nuestra confesión (1 Juan 1:9), pedidos
(1 Tim. 2:1-3), intercesiones (Sant. 5:15), acciones de

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gracias (Fil. 4:6), etc., a nuestro santo Dios. Se nos
manda orar (1 Tes. 5:17).
Algunos requisitos personales para la oración son un
corazón puro (Salmo 66:18), fe en Cristo (Juan 14:13),
y orar conforme a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14).
Podemos orar de pie (Neh. 9:5), de rodillas (Esd. 9:5),
sentados (1 Crón. 17:16-27), inclinados (Exo. 34:8), y
con las manos (1 Tim. 2:8).

Omnipotencia: Un atributo que sólo Dios posee.


Significa que El tiene todo poder.
Omnipresencia: Un atributo que sólo Dios posee.
Significa que El está presente en todas partes a la vez.
Debemos notar que esto es más de simplemente la
capacidad de aparecer dondequiera en cualquier
momento o la capacidad de estar en muchos lugares al
mismo tiempo.
Omnisciencia: Un atributo que sólo Dios posee.
Significa que El tiene todo conocimiento de todas las
cosas, incluyendo la preciencia.

Pacto: Un pacto es acuerdo entre partes. El acuerdo,


según las costumbres del Cercano Oriente antiguo,
consta de cinco partes: 1) Identificación de las partes
involucradas, 2) Un prólogo histórico en el cual se
establece el valor de la parte dominante sobre la base
de sus actos, 3) las condiciones del acuerdo, 4) las
recompensas y castigos relacionados respectivamente
con el cumplimiento o la violación del pacto y 5)
formulación de los documentos en la cual cada parte
recibe una copia del acuerdo (por ejemplo, las dos
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tablas de piedra de los Diez Mandamientos).


En definitiva, los Pactos que Dios ha establecido con el
hombre resultan en nuestro beneficio. Recibimos
bendiciones eternas mediante el Pacto de gracia (para
estudio adicional vea Gén. 2:16, 17; 9:1-17; 15:18;
26:3-5; Gál. 3:16-18; Luc. 1:68-79; Heb. 13:20).

Pecado: El pecado es todo aquello contrario a la Ley de


Dios, que expresa Su santa voluntad. Por ejemplo, si
uno miente, comete pecado. ? Por qué? Porque Dios ha
ordenado no mentir (Exo. 20:16). Al hacer lo que Dios
ha prohibido, uno peca. Además, si uno deja de hacer
lo que Dios ha mandado, también peca (Sant. 4:17). En
ambos casos, el resultado es la separación eterna de
Dios (Isa. 59:2). El pecado es iniquidad (1 Juan 1:3) e
injusticia (1 Juan 5:17). El pecado lleva a la ceguera
espiritual (Juan 9:41) y a la muerte (Rom. 6:23).
Pablo trata del pecado en la carta a los Romanos. Allí
demuestra que todos, judíos o no judíos, están bajo el
dominio del pecado (Rom. 3:9). Pablo prueba que el
pecado no es simplemente algo malo que se ha hecho,
sino, básicamente, una condición del corazón humano
(Rom. 3:3:10-12). En la carta a los Efesios, Pablo
afirma que "somos por naturaleza hijos de ira" (Efe.
2:3). Sin embargo, "Cristo, cuando aún éramos débiles,
a su tiempo murió por los impíos" (Rom. 5:6).

Pentecostal: Cincuenta días después de la muerte y


resurrección de nuestro Salvador y Señor Jesucristo,
Dios derramó su Espíritu Santo sobre un grupo de
gente reunida en el aposento alto en Jerusalén (Hch.,
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cap. 2). Ese día en que la iglesia nació, fue llamado "El
día de Pentecostés (Hch. 2:1).
El apóstol Pedro predicando dijo que esta experiencia
gloriosa no era sólo para aquella generación, sino para
toda persona, en cualquier tiempo y lugar que buscara
de Dios. Porque la promesa es para ustedes, y para sus
hijos, y para todos los que estén lejos (Hch. 2:39).
Nosotros nos identificamos con todo lo relacionado a
ésa experiencia de recibir el Espíritu Santo por eso la
Iglesia es "PENTECOSTAL". Por lo que vivimos:
1. Una experiencia personal con Dios.
2. Poder para ser sanado, liberado de vicios, y ser
transportado a una dimensión más allá de
simplemente vivir.
3. Gozo dentro de tu alma, que brota como ríos de
agua viva.
4. Paz que sobrepasa todo entendimiento.
5. Conocimiento de la doctrina Apostólica; las
mismas doctrinas primitivas que practicaban los
discípulos de nuestro Señor Jesucristo.

Perdón: El perdón es el acto deliberado de pasar


completamente por alto una ofensa, como si nunca
hubiese existido. Es un concepto central de la fe
cristiana, como lo muestra el hecho de que existen en
la Biblia tres términos hebreos y cuatro griegos para
expresar la idea de perdón. Ningún otro libro sagrado
excepto la Biblia enseña que Dios perdona
completamente los pecados. En las Escrituras se dice
claramente que el perdón de Dios es tan pleno que el
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"olvida completamente" nuestros pecados cuando


otorga su perdón (Heb 10:17). Dios es quien toma la
iniciativa de perdonar (Col. 2:13).
Según la Biblia, existe un solo pecado por el cual
Jesús dijo que no había perdón del Padre, a saber, la
blasfemia contra el Espíritu Santo (Mar. 3:28; Mat.
12:32). El contexto de esta declaración indica que este
pecado consiste en atribuir a los demonios o espíritus
impuros lo que en realidad es obra del Espíritu Santo.
Para que el hombre reciba el perdón se requiere
arrepentimiento (Luc. 17:3-4). Para que un Dios santo
otorgue el perdón, se requiere derramamiento de
sangre (Heb. 9:22; Lev. 17:11). Nuestro perdón se basa
sobre el sacrificio de Cristo en la cruz (1 Juan 1:7;
2:12). Como cristianos, se nos llama a perdonar de
manera tan plena como nosotros mismos hemos
recibido el perdón de Dios (Mat 6:12; Col. 3:13).

Presciencia: Es el conocimiento anticipado de las


cosas que ocurrirán; la presciencia es un atributo de
Dios. El pasado, presente y futuro son todos en un
sentido "presentes" en la mente de Dios. El habita en la
eternidad (Isaías 57:15) y tiene conocimiento infinito
(Isaías 41:22,23). Por tanto conoce todas las cosas de
antemano. En el N.T. el término puede significar
asimismo "causar que algo ocurra"; vea 1 Ped 1:2,20.

Unicidad: En referencia a Dios, la Unicidad significa el


estado de ser absoluta e indivisiblemente uno, o uno
de valor numérico. También, puede haber una
unicidad entre Dios y el hombre y entre el hombre y el
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hombre en el sentido de unicidad de mente y de
propósito. Este libro usa el término Unicidad (con
mayúscula) para significar la doctrina de que Dios es
absolutamente uno en el valor numérico, que Jesús es
el Dios único, y que Dios no es una pluralidad de
personas. Así entonces la Unicidad es un término
moderno básicamente equivalente al modalismo o al
monarquianismo modalístico.

Reconciliar, Reconciliación: La reconciliación


involucra un cambio para bien en la relación entre dos
o más personas, antes distanciadas o enemistadas. En
teología, se refiere a un cambio de esta clase en la
relación entre Dios y el hombre. Somos por naturaleza
"hijos de ira" (Efe. 2:3) y enemigos de Dios (Efe. 2:11-
15). Sin embargo, "...fuimos reconciliados con Dios por
la muerte de su Hijo..." (Rom. 5:10). A casa de la
muerte de Jesucristo, la relación del cristiano con Dios
experimenta un cambio favorable. Nos tornamos ahora
capaces de tener comunión con El (1 Juan 1:3), lo que
antes no nos era posible. Así, somos reconciliados con
El (Rom. 5:10-11). Una grave consecuencia del pecado
es que nos separa de Dios (Isa. 59:2), pero esto ha sido
atacado y solucionado en la cruz; fue logrado por Dios,
en Cristo (2 Cor. 5:18).

Redención: Redimir significa rescatar a alguien de la


esclavitud. A menudo implica pagar un rescate, un
precio que hace posible la redención. Los israelitas
fueron redimidos de Egipto. Nosotros fuimos redimidos
del poder del pecado y de la maldición de la Ley (Gál.

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3:13) a través de Jesús (Rom. 3:24; Col. 1:14). Fuimos


comprados por un precio, que fue el del sacrificio de
Jesucristo (1 Cor. 6:20; 7:23).

Tentación: La tentación es aquello que nos mueve a


pecar. Dios no puede ser tentado (Sant.1:13). En
cambio, nosotros podemos ser tentados por nuestra
lujuria (Sant.1:13-15), codicia (1 Tim. 6:9), falta de
examinarnos a nosotros mismos (Gál. 6:1), y el
presuntuoso orgullo de la vida (1 Juan 2:16), entre
otras causas. Dios no tienta a nadie (Sant. 1: 13),
mientras que Satanás es el tentador por excelencia.
Tuvo éxito con Eva, al hacerle primero dudar de lo que
Dios había dicho, al insinuar que El había mentido, y
al excitar el apetito de la mujer (Gén. 1-6): saciaría su
hambre, le daba placer y le abriría la mente. Satanás
ha seguido tentando a todos en sus deseos más
primarios (comida, bebida, sexo), como en su codicia,
orgullo y ambición, para que desobedezcamos a Dios.
Mucho después del episodio del Edén, intentó el mismo
procedimiento con Jesús, pero aquí fracasó
ruidosamente (Mat. 4:1-11). Jesús nos enseñó a orar
para ser librados de la tentación (Mat. 6:13) ya que el
Señor es capaz de librarnos de ella (2 Ped. 2:9). Dios no
ha de permitir que seamos tentados más de lo que El
sabe que podemos resistir (1 Cor. 10:13). Por tanto, en
Cristo realmente tenemos el poder de resistir a Satanás
(1 Ped. 5:18). Ya no estamos inermes, y el diablo nada
puede contra nosotros si nuestra voluntad, fortalecida
por el Espíritu Santo, no cede a la tentación.

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Bibliografía

Biblia Devocional De Estudio. 1991


La Liga Bíblica.
La Santa Biblia. 1960
Sociedades Bíblicas En América Latina
La Biblia de las Américas (© 1997 Lockman)

La Nueva Biblia de los Hispanos (© 2005 Lockman)

Reina Valera Gómez (© 2010)

Reina Valera (1909)

Sagradas Escrituras (1569)

Diccionario WEBSTER

Diccionario TEOLOGICO

Todos los escritos están apoyados con la escritura


inspirada por el Espíritu Santo y el uso de varias
escrituras de los hijos de Dios, para provecho de todo
aquel creyente lector de la palabra de Dios.

FIN

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Otros libros del mismo autor:

1. Haciendo Discípulos.
2. Sobre toda Carne.
3. Pasos Indispensables para la Salvación.
4. Temas de Unicidad para jóvenes.
5. Indiscutiblemente.
6. Doctrinas Cristianas (Tomos 1).
7. Doctrinas Cristianas (Tomos 2).
8. Doctrinas Cristianas (Tomos 3).
9. El Hijo de Dios.
10.Los Dos Bautismos.
11.¿Qué Creemos?
12.Las Maquinaciones
13.El Poder del Cristiano
14.La Gracia.
15.El Diacono y la Diaconiza.
16.¿Cómo ganar almas?
17.El libro Negro.
18. El camino a la inmortalidad.
19. ¿Cómo explicar el camino de la salvación?
20.Las enfermedades con propósitos.

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