Ensayo Modos de Produccion

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Esclavismo como modo de producción

El modo de producción esclavista es uno de los modos de producción que Marx definió
como estados de la evolución de la historia económica definidos por un determinado nivel
de desarrollo de las fuerzas productivas y una forma particular de relaciones de producción.

El modo de producción esclavista es propio de un nivel de desarrollo de las fuerzas


productivas netamente preindustrial. El capital es escaso, no habiendo incentivos para la
inversión aunque se amasen inmensas fortunas (se acumulan objetos de lujo, propiedades
inmuebles y esclavos, no interesando los bienes de producción como maquinaria); las
técnicas son muy rudimentarias y tradicionales, no habiendo incentivo para mejora aunque
pueda haber un espectacular desarrollo intelectual precientífico (la filosofía clásica). Tierra
y trabajo son las fuerzas productivas fundamentales.

En el modo de producción esclavista, la fuerza de trabajo está sometida a esclavitud, es


decir: no es propiedad de los trabajadores que por tanto no tienen que ser retribuidos (los
proletariados del modo de producción capitalista poseen al menos su fuerza de trabajo y
han de ser retribuidos con el salario). La reproducción de la fuerza de trabajo queda así
como responsabilidad del propietario del esclavo, que por su propio interés alimenta e
incluso incentiva a la reproducción biológica de sus esclavos (a diferencia de los esclavos,
los proletarios han de encargarse de ello por sí mismos con la retribución salarial que
reciben por su trabajo). En el modo de producción esclavista, las relaciones sociales están
basadas en la propiedad y el derecho, que convierten a unas personas en libres y otras en
esclavas (en el modo de producción feudal, la propiedad y el derecho, más bien derechos y
privilegios en plural, son términos confusos que señores y siervos comparten). El interés en
la mejora de la producción corresponde únicamente al propietario, pues el esclavo no se
beneficia ni se perjudica directamente por una mejor o peor cosecha (en el modo de
producción feudal ese interés corresponde al siervo y en el capitalista al empresario
capitalista).

Si eso parece estar en contradicción con la existencia de esclavos hasta el siglo XIX en los
Estados del sur de los EE. UU., por poner un ejemplo muy conocido, se debe dejar claro,
por un lado, que no hay que confundir modo de producción esclavista con esclavitud, que
es tan antigua como la historia y continuó existiendo en todo el mundo después de que el
esclavismo1 fuera el modo de producción dominante, sobreviviendo hasta que el
movimiento abolicionista la consideró una situación socialmente inaceptable. Aún hoy en
día reaparece en algunos lugares de África[cita requerida]. Por otro lado, hay que dejar claro que
distintos modos de producción pueden (de hecho, suelen) coexistir al mismo tiempo
combinándose en una formación económico social concreta.

Historia del modo de producción esclavista

El modo de producción esclavista fue el componente esencial de la formación económico


social de la civilización greco-romana y lo que le proporcionó la base tanto de su éxito
como de su crisis. La historiografía materialista insiste en la originalidad de ese hecho y su
trascendencia (Perry Anderson).

La esclavitud ya había existido en formas diferentes en las civilizaciones del antiguo


Oriente, pero siempre había sido una condición jurídicamente impura, que con frecuencia
tomaba la forma de servidumbre por deudas o de trabajo forzado, entre otros tipos mixtos
de servidumbre, y formando sólo una categoría muy reducida en un continuo de
dependencia y falta de libertad que llegaba hasta muy arriba en la escala social. La
esclavitud nunca fue el tipo predominante de extracción de excedente, sino un fenómeno
que existía al margen de la principal mano de obra rural. Los imperios fluviales
(Mesopotamia, Egipto), basados en una agricultura intensiva y de regadío que contrasta con
el cultivo de secano de la civilización mediterránea grecorromana, no fueron economías
esclavistas, y sus sistemas legales carecían de una concepción estrictamente definida de la
propiedad de bienes muebles.
Las grandes épocas clásicas: Grecia en los siglos V y IV a. C. y Roma desde el II a. C.
hasta el II d. C. fueron aquellas en las que la esclavitud fue masiva y general entre los otros
sistemas de trabajo. La decadencia de la esclavitud, en el Helenismo o en la Roma de la
crisis del siglo III, significó la decadencia de ambas culturas urbanas. El predominio de la
ciudad sobre el campo se invierte cuando el modo de producción esclavista es sustituido
por el modo de producción feudal.

Grecia

Las polis griegas fueron las primeras en hacer de la esclavitud algo absoluto en su forma y
sobre todo dominante en su extensión, convirtiéndola en un sistemático modo de
producción. Eso no quiere decir que el mundo griego clásico se basara de forma exclusiva
en la utilización del trabajo de esclavos: los campesinos libres, arrendatarios y artesanos
urbanos siempre coexistieron con los esclavos; pero el modo de producción dominante, que
rigió la articulación de cada economía local y definió la civilización griega fue el esclavista.

Las estimaciones numéricas son poco fiables y varían enormemente. En la Atenas de


Pericles la proporción esclavos/ciudadanos libres era quizá de 3 a 2. En otras polis (Quíos,
Egina, Corinto) probablemente más. Aristóteles daba por supuesto la necesidad de esclavos
en abundancia y Jenofonte proponía como proporción ideal 3 a 1. Lo verdaderamente
importante es que por primera vez los esclavos fueron utilizados de forma habitual en la
artesanía, la industria y la agricultura en escala superior a la utilización doméstica, propia
de una concepción menos utilitaria y más de ostentación.

Al tiempo que la esclavitud se hacía general, la naturaleza de la esclavitud se hacía


absoluta: ya no consistía en una forma relativa de servidumbre entre otras muchas, a lo
largo de un continuo gradual, sino en una condición extrema de pérdida completa de
libertad, que se yuxtaponía a una libertad nueva y sin trabas. La libertad y la esclavitud
helénicas eran indivisibles: cada una de ellas era la condición estructural de la otra, en un
sistema diádico que no tuvo precedente ni equivalente en las jerarquías sociales de los
imperios del Oriente Próximo, que no conocieron ni la noción de ciudadanía libre ni la de
propiedad.
Roma

Las guerras interiores y exteriores a partir de finales del siglo III a. C. (guerras púnicas,
guerra social y guerra civil) pusieron bajo el control de la oligarquía senatorial grandes
territorios, de forma especial en el sur de Italia. Al mismo tiempo acentuaron
dramáticamente la decadencia del campesinado romano, que en otros tiempos había
constituido la sólida base de pequeños propietarios de la pirámide social de la ciudad. La
movilización sin fin agotó a los assidui, llamados año tras año a la legión. Los que no
morían eran incapaces de conservar sus tierras, absorbidas por la nobleza ecuestre y
senatorial. Del año 200 al 167 a. C., el 10 % o más de todos los hombres libres y adultos de
Roma estuvieron alistados permanentemente en el ejército. Este gigantesco esfuerzo militar
sólo era posible porque la economía civil en la que se apoyaba podía funcionar hasta ese
punto gracias al trabajo de los esclavos, que liberaba las correspondientes reservas de mano
de obra para los ejércitos de la República. A su vez las guerras victoriosas proporcionaban
más cautivos-esclavos para enviar a las ciudades y las fincas de Italia.

El resultado final fue la aparición de unas propiedades agrarias, los latifundios cultivadas
por esclavos, de un tamaño hasta entonces desconocido. Los mayores podían alanzar más
de 80 000 hectáreas. Incluso siendo dispersos, sus fincas individualizadas solían superar los
500 iugera (120 hectáreas) y no eran raros tamaños diez veces superiores. Aumentó la
combinación del cultivo de vid y olivo con el de los cereales, y la superficie dedicada a la
ganadería. La comercialización estaba asegurada por las vías terrestres (calzada romana) y
las rutas marítimas de un Mediterráneo pacificado que llevaban la producción a las
ciudades, la mayor la propia Roma. A larga distancia las grandes metrópolis de Oriente
proporcionaban un comercio de lujo.

A finales de la República quizá el 90 % de los artesanos de Roma eran de origen esclavo.


Se calcula que en el 225 a. C. habría en Italia 4 400 000 personas libres frente a 600 000
esclavos. En el año 43 a. C. la población libre no habría crecido, mientras que los esclavos
serían 3 000 000 (cinco veces más que en la fecha anterior).
La crisis del modo de producción esclavista

La pax romana de Augusto y el Imperio no podía significar el fin del expansionismo


militar, pues si se acababa el mecanismo antes descrito (conquistas que proporcionen
esclavos, que sustituyan a campesinos libres para que puedan convertirse en ciudadanos
con obligaciones militares que vayan a conquistar más esclavos) el sistema entero caería. El
siglo II, en que los emperadores de la dinastía Antonina combaten eficazmente en una
frontera cada vez mejor definida, ve la última conquista de una provincia: la Dacia en
tiempo de Trajano. La crisis del siglo III, con su correlato de invasiones, anarquía militar y
crisis ideológica que conlleva la expansión y posterior triunfo del cristianismo es en lo
económico la crisis del modo de producción esclavista. Los latifundios empiezan a ser
cultivados por colonos semilibres, y los esclavos escasean. No se reproducen fácilmente, no
se adquieren por conquista (los bárbaros están pasando a ser la fuerza principal del ejército
romano), e incluso son liberados, a veces por motivos piadosos, lo que no oculta el interés
que los propietarios tienen de convertirse en algo parecido a lo que serán los señores
feudales. Las reformas de Diocleciano salvan el Imperio un siglo más, pero empujan el
sistema en un sentido definitivamente feudal (los cargos públicos y oficios deben heredarse,
la presión fiscal hace opresiva la vida urbana). La ciudad decae, al igual que la ciudadanía
romana se extiende y deja de ser atractiva (Caracalla la había concedido a todos los
hombres libres). Ciudadanía y libertad son conceptos que se han devaluado
definitivamente. Cuando ser libre ya no signifique nada, nada significará ser esclavo. Son
otras relaciones de producción.

Existe un intenso debate entre historiadores respecto a la cronología, las causas y las formas
en que se produjo la transición entre el modo de producción esclavista y el modo de
producción feudal, o transición entre esclavismo y feudalismo. La posición más clásica del
materialismo histórico, empezando por la del propio Karl Marx, es situarlo en fechas
tempranas, en la época de las invasiones bárbaras del siglo V; la historiografía materialista
de mediados del siglo XX, como Perry Anderson, realiza una inclusión más sofisticada en
un proceso de transición secular identificable con toda la Antigüedad tardía en Europa
Occidental (desde la crisis del siglo III hasta el periodo postcarolingio –siglo IX–)2 y por
otro lado autores vinculados a la francesa Escuela de Annales como Georges Duby o Pierre
Bonnassie, apoyados en una ingente documentación, demuestran pervivencias
fundamentales del esclavismo en la Alta Edad Media, hasta el siglo XI, en medio de la
llamada revolución feudal. Según este último autor el auge del esclavismo se daría en el
siglo VII.3

Economía feudal

Los Feudos fueron pequeñas ciudades con cierta independencia bajo la autoridad de un
Señor Feudal. Al principio fueron pueblos y ciudades que se fueron extendiendo
territorialmente. Con ello, dando origen de lo que luego serían las grandes economías
burguesas.

Las denominadas invasiones bárbaras, la caída del Imperio romano y el posterior


debilitamiento del Imperio carolingio frenaron la actividad económica hasta los comienzos
del año 1000. Es en este momento cuando se extienden las modernas técnicas agrícolas que,
aún existiendo anteriormente, habían quedado reducidas a escasos espacios territoriales.
Este proceso fue extraordinariamente lento, pero se intensificó a partir del siglo XII con la
mejora de las comunicaciones y los intercambios.

Entre los avances cabe destacar el aumento en el uso de los molinos de agua como fuerza
motriz que, por una parte, se extiende desde la Europa nórdica hacia centro-Europa, y por
otra, las aportaciones de los musulmanes en España desde el sur de la Península Ibérica
hasta Francia, las acequias para riego, aumentando la productividad de los cultivos y
liberando mano de obra que podía especializarse. Además, mejoran los métodos de anclaje
de los animales, especialmente el caballo y el buey, introduciendo la collera rígida y el
yugo sobre los cuernos. La cría del ganado de tiro aumenta de manera notable y permitirá
desplazamientos y logística. También se cría el caballo de combate, que cambiará las
prácticas de la guerra en detrimento de la infantería tradicional. Los instrumentos de uso
agrícola, como el Arado o la azada, generalmente de madera, son sustituidos por otros de
hierro. Esto es especialmente útil en el centro y norte de Europa, entre el Loira y el Rin,
donde la tierra turba y muy húmeda era difícil de trabajar. Ahora el arado penetra más, airea
la tierra con mayor facilidad y permite la obtención de cosechas en espacios antes baldíos.

Además, desde el norte de la actual Francia y el sur de Alemania se extiende un sistema de


barbecho distinto que posibilita la rotación de suelos cada dos de tres años mediante la
quema de rastrojos, en vez de uno de cada dos, y se abandona la práctica del cultivo
itinerante. Al mismo tiempo, las canalizaciones de agua facilitan el riego en zonas como la
Lombardía.

El aumento de la producción, como consecuencia de las innovaciones, supone una


reducción de las prestaciones personales de los siervos a sus señores en cuanto a horas de
trabajo, sustituyéndose por el pago de una cuantía económica o en especie. Se reducen las
tierras del señor y se extienden los arrendamientos. Al mismo tiempo los campesinos,
disponiendo de más tiempo para procurarse sus ingresos, incrementan sus rentas y ganan
independencia. En algunos lugares, solo son convocados a trabajar para el señor en los
periodos de laboreo con gran necesidad de mano de obra, como la siega.

El señor pasa de obtener trabajo gratuito, a recibir retribuciones en especie, que él muchas
veces elige, y plata u oro; esto provoca una mayor acuñación de moneda y el fluir del
comercio. Aparecen las primeras grandes fortunas y los señores hacen ostentación de sus
bienes, muchos de ellos traídos de Oriente (entre otras, a través de la "ruta de la seda"). El
Alto Clero comienza a disponer —a partir del siglo XI— de recursos con los que edifica las
iglesias, catedrales y palacios episcopales.

Aumenta el número de tierras roturadas y comienza el periodo de eliminación de los


bosques europeos, drenaje de las tierras empantanadas, extensión de los terrenos arados
lejos de las aldeas y la construcción dispersa de casas campesinas. Aunque no sea
rápidamente, el tiempo va cambiando el paisaje y las costumbres. Las tierras de pastos en
las laderas más difíciles de arar y los terrenos de labranza en el resto se hacen comunes en
muchas zonas. Es el tiempo en el que se extiende el cultivo de la vid, poco exigente con las
tierras que han sido ganadas al bosque. Las mejores zonas atraen a una mayor masa de
población y se producen migraciones en todo el centro de Europa. El crecimiento de la
población es notable a partir de 1050, llegándose a duplicar la población de Inglaterra en
150 años, triplicándose hacia el final de la Edad Media. En el siglo XI la hambruna ha
desaparecido. Este incremento se realiza a costa de una mayor tasa de natalidad, si bien la
de mortalidad se mantendrá más estable.

El crecimiento de las tierras labradas es obra en su mayor parte de los campesinos y no


tanto de los señores. Conforme estos se habitúan a recibir las retribuciones en moneda o
especie, van abandonando el deseo de acrecentar los latifundios en beneficio de cederlos en
arriendo. El señor controla muchas veces la venta de materiales y aperos de labranza a sus
campesinos, lo que le garantiza un control importante sobre los siervos. Los campesinos
exigirán, y obtendrán muchas veces, la fijación de una retribución no arbitraria al señor,
que consistirá en una aportación fija y otras variables en función de los resultados de las
cosechas del año.1

A partir del siglo X los excedentes facilitan el comercio más allá de las fronteras del
señorío. Las actividades comerciales permiten que surja una incipiente burguesía, los
mercaderes, que en su origen eran campesinos que aprovechaban los tiempos en los que no
era necesario el trabajo de la tierra para comerciar, y que deban realizar su trabajo pagando
igualmente una parte de sus beneficios en forma de tributos a los Señores. El lujo al que
aspiran los Señores con el incremento de las rentas favorece la aparición cada vez más
frecuente de artesanos. Las rutas de peregrinación son los nuevos caminos por donde se
abre el comercio. Roma, Jerusalén o Santiago de Compostela son los destinos, pero las
comunidades situadas en sus vías de acceso florecen ofreciendo hospedaje, comida y ropa.

Modo de producción capitalista


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El modo de producción capitalista es uno de los modos de producción que Marx definió
como estadios del devenir histórico, definidos por un determinado nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas y una forma particular de relaciones de producción. Según la teoría
marxista, es el siguiente al feudalismo y, en la predicción del futuro que implicaba el
compromiso político de algunos marxistas, su lógica interna le conducirá a su desaparición
y sustitución por el comunismo.1
Mientras que en la bibliografía no marxista el capitalismo suele definirse como un sistema
económico, para el materialismo histórico, el capitalismo es un modo de producción, es
decir, un régimen social o totalidad social.

El origen del término

Esta construcción intelectual es originaria del pensamiento de Karl Marx (Manifiesto


Comunista, 1848, El Capital, 1867) y deriva de la síntesis y crítica de tres elementos: la
economía clásica inglesa (Adam Smith, David Ricardo y Thomas Malthus), la filosofía
idealista alemana (fundamental la dialéctica hegeliana) y el movimiento obrero de la
primera mitad del siglo XIX (representado por autores que Marx calificaba de socialistas
utópicos).

Definición y caracterización

La definición marxista del modo de producción capitalista se centra en el establecimiento


de unas relaciones de producción basadas socialmente en la existencia de proletarios
(trabajadores) que no poseen medios de producción ya que pertenecen a los capitalistas, con
los que realizan un contrato de trabajo, mediante el cual venden su fuerza de trabajo, que es
la única propiedad que tienen, a cambio de un salario, como única manera de conseguir los
medios necesarios para su subsistencia. Es el capitalista el que organiza la producción, que
en su aspecto técnico está determinada por un nivel de desarrollo económico propio de la
época industrial, en que el capital ha adquirido el predominio sobre la tierra, que era la
fuerza productiva dominante en los modos de producción anteriores (esclavismo y
feudalismo). La clave de la concepción marxista del capitalismo está en los conceptos de
alienación (el hecho de que el proceso y el producto del trabajo devienen ajenos al
trabajador); y de plusvalía, o sea, el valor incorporado por el trabajador asalariado al
producto que excede en el valor que representa el salario (teoría del valor-trabajo). En esa
diferencia de valor estriba para Marx el beneficio del capitalista, puesto que es éste el que
realiza el valor de lo producido mediante la venta en el mercado, que genera un precio que
ha de ser superior al costo de producción si es que la actividad económica ha sido exitosa.

Características

El modo de producción capitalista se caracteriza por la propiedad privada de los medios de


producción, la extracción de la plusvalía creada en la producción por una clase de
propietarios privados (referido como la explotación), trabajo asalariado, y la distribución
tanto de bienes de capital y de consumo bienes en una economía principalmente basada en
el mercado (referida como la producción de mercancías).

Un "modo de producción" (en alemán: Produktionsweise) significa simplemente "la forma


distintiva de la producción", que podría definirse en términos de la forma en que está
socialmente organizado y qué tipo de tecnologías y herramientas se utilizan. En el marco
del modo de producción capitalista

 tanto las entradas y salidas de la producción son principalmente de propiedad privada, los
bienes y servicios adquiridos en el mercado un precio.
 la producción se lleva a cabo para el intercambio y la circulación en el mercado, con el
objetivo de obtener un ingreso neto se benefician de ella.
 los dueños de los medios de producción (capitalistas) son la clase dominante (burguesía)
que obtienen sus ingresos a partir del producto excedente producido por los trabajadores y
se han apropiado libremente por los capitalistas.
 Una característica definitoria del capitalismo es la dependencia en el trabajo asalariado para
un gran segmento de la población; específicamente, la clase obrera (proletariado) no son
propietarios de capital y tiene que vivir con la venta de su fuerza de trabajo a cambio de un
salario.

La situación del trabajador

La apariencia libre del contrato entre capitalista y trabajador (que según la teoría liberal
habría de ser individual y sin interferencias de negociación colectiva de sindicatos o
legislación protectora del Estado) apenas enmascara la presión a la que está sometido éste
por la existencia de un ejército industrial de reserva, que es como Marx denomina a los
desempleados que están dispuestos a sustituirle. No es original de Marx, sino de Ricardo y
otros pensadores liberales (Ferdinand Lassalle), la idea de que el funcionamiento libre del
mercado somete a los salarios a una ley de bronce que impide que asciendan más allá del
límite de la subsistencia. Los proletarios deben de cuidar ellos mismos de la reproducción
de la fuerza de trabajo o si no mueren con sus discípulos .[cita requerida]

Las crisis capitalistas

La crítica marxista al capitalismo sostiene que este modo de producción contiene contradicciones
inherentes que provocan las crisis cíclicas.[cita requerida] Karl Marx, en su obra El Capital, fundamenta
esta opinión aduciendo que cada vez es más difícil para el capitalista valorizar su capital. Las
relaciones de competencia a las que está sujeto el capitalista, obligan a éste a implementar de
manera constante y creciente una nueva y mejor maquinaria para incrementar la productividad del
trabajo y, de esta forma, vender sus mercancías a precio más bajo que sus competidores directos. De
este modo, disminuye el componente "trabajo vivo" (la contratación de trabajadores) dando lugar a
lo que Marx denomina "ejercito industrial de reserva" es decir, una considerable parte de la clase
obrera que queda a la espera de un trabajo. Esta espera forzosa que impone el capitalismo a la clase
obrera, hace que este "ejercito industrial de reserva" se convierta, por un lado, en una importante
masa de pobres e indigentes, y, por otro lado, en causa de la imposibilidad de que el salario
ascienda rápidamente (debido al excedente de oferta de fuerza de trabajo).

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