El Caso Mondiu - Gonzalo España
El Caso Mondiu - Gonzalo España
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Gonzalo España
E 053
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EDICIONES B
(RUPU ZEYA .
Barcelona ' Bogotá - Buenos Aires ' Caracas ' Madrid ' México ' Montevideo ' Santiago de (Ihilc
Conoceré al asesino cuando conozca la víctima.
Georges Simenon, El dfnntojilántropo.
ISBN: 978—958—8294-91-9
Depósito legal: Hecho
Impreso en Colombia — printed in Colombia
Impreso por: Nomos Impresores
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigu—
rosamente prohibida, sin autorización escrita de las titulares del copyright, la reproduc—
ción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos
la reprografía y el tratamiento informático.
ÍNDICE
Capítulo primero
Frutas de temporada / 10
Capítulo segundo
Música de temporada / 51
Capítulo tercero
La orden del cojón rayado / 87
Capítulo cuarto
EL breviario de Chardelos de Lacros / 131
Capítulo quinto
Reflejo en una calva locuaz / 161
Capítulo sexto
EL club del buey Apis/ 205
DEDICATORIA
Frutas de temporada
IO II
Salomón Ventura empezó a calar la peligrosa amenaza de
las mutaciones que se operaban en él, en su atormentado in—
terior, la noche que regresó a casa derrotado y herido por el
fracaso de uno de sus más dispendiosos trabajos —y en lugar de
consolarse leyendo las sentencias de Beccaria, de Ossorio, de
Solá Cañizáres, de Rabasa, o de cualquiera otro de los grandes
tratadistas, en cuyos textos se había formado y a menudo ha—
llaba aliento para continuar—' se encontró empacando la ropa,
con decisión de marcharse.
Por lo general, cada que llegaba a uno de estos extremos,
tomaba el teléfono para comunicarle a su esposa la decisión
de renunciar e iniciar el siempre aplazado regreso. Liz perci—
bía casi de inmediato su congoja. <<¿Estás triste, verdad?», le
preguntaba con una velada dosis de satisfacción personal. La
pregunta provocaba una inmediata reacción defensiva. <<N0,
triste no, tal vez un poco cansado, la jornada ha estado muy
dura», decía forzando la voz, tratando de impedir que ella
captara esa evidente fragilidad quebradiza. Pero el registro de
su fortaleza tenía fisuras tan hondas que nada acallaba los ecos
del anunciado desastre. El colofón no tardaba en llegar. Liz,
una mujer de olfato muy fino, psicóloga profesional, captaba
el más mínimo cambio de clima, y nunca se mordía la lengua
para abstenerse de hablar: <<Lo siento por ti, querido, este país
no 10 arregla la probidad de un solitario y heroico funcionario».
La ironía intentaba remarcar un especial desinterés ante la
terca decisión de su esposo.
—¿Qué piensas que debería hacer?
—Te queda el honrado recurso de huir —respondía ella.
Con eso bastaba para que Salomón Ventura levantara de
nuevo la cabeza. <<No voy a marcharme como derrotado, no.
La guardia muere pero no se rinde».
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—Esu no fue la frase del tal Cambronnc —intcrpclnlm |.! voz incvitablcnwnte lo desmoralizaba. Pero más grave aún era
del otro lado de la línea. que sus grandes maestros de jurisprudencia ya no lograran
—¿No? ¿Entonces cuál fue? fbrtalccerlo. Estaba convencido de que, tarde que temprano,
—No lo tomes a mal, querido, pero la frase fue merde. la tozudez de no concederle razón a las ironías de Liz acabaría
—Al diablo con el derrotísmo. por resquebrajarse.Terminaría aceptando la derrota.
El aforismo le quedaba bailando en la cabeza días enteros, Pero entonces Alcand0ra* se las arreglaba para hacerle un
torturándolo, horadándolo. <<El honrado recurso de huir». ¡Era guiño en medio del infortunio, para lanzarle un aliento frescó
tan sabio, tan honesto! Acababa por olvidarlo con el tiempo, e inesperado, para detenerlo.
cada que emprendía una nueva jornada con bríos renovados; Estos guiños, estos dulces momentos de ternura, estas in—
mas la imposibilidad de la justicia no tardaba en llevarlo a un esperadas lozanías, eran la estación de las frutas. Sus efluvios y
nuevo callejón sin salida. luminosidades lograban que Alcandora pareciera una ciudad
No se trataba de que no se pudiera poner tras las rejas a un completamente distinta.
asesino barato, a un ux0ricida dementizado por un ataque de Las calles sucias y aboch0rnadas del puerto, los pestilentes
celos, a un carterista de andén. Frente a esta clase de delitos, la mechones de la refinería que a toda hora aplastaban las cabezas
Fiscalía había adquirido una relativa eficacia, los delincuentes de los pobladores, las pobres y destartaladas barriadas, todo el
comunes y corrientes atestaban las cárceles. Se trataba de que, feo conjunto de un lugar concebido a contrapelo de lo más
frente a lo grande, a lo oscuro, a lo ecuménicamente perju— esencial de la vida, continuaba allí, seguía siendo triste, seguía
dicial y perverso, todos eran impotentes: la ley, la justicia, los dando miedo entrar y mirar. SalomónVentura no entendía por
aparatos de control. Ante la corrupción administrativa que qué, habiendo sido fundada en un valle ilimitado, al recodo
drenaba a manos llenas las arcas del Estado, ante el crimen a de un río majestuoso, donde la llanura caliente se extendía sin
gran escala que operaba a través de la extorsión y el secuestro, fronteras hasta donde alcanzaba la vista, donde sobraban la luz,
y tenía como blanco al ciudadano productivo y pacífico, ante el agua, el aire y la tierra, a sus moradores se les obligaba a vivir
la justicia aplicada por manos privadas y ante muchas otras en un pedazo de suelo donde a duras penas cabía un cuarto
grandes ignominias, no había nada qué hacer. Estas aberrantes de tablas, sin zona verde ninguna, con una sola puerta y una
modalidades permanecían amparadas por un sistema infran— sola ventana, en medio de un calor insufrible. <<Esta penuria
queable, una muy evasiva pero conocida especie de Omerta, la física sólo puede dar cabida al delito», pensaba, y se decía una
ley del silencio, la impunidad absoluta. Las investigaciones se y otra vez que A1candora, antes que nada, 10 que necesitaba
hundían en un laberinto sin salida cada que se internaban en era un buen concepto de urbanismo.
los dominios de las instituciones legales e ilegales que repre— Toda esa fealdad seguía allí, dominaba el paisaje de la ciudad,
sentaban el poder del delito. la vida y la suerte de sus pobladores, los hundía y los manchaba;
Vivir separado de una esposa a la que aún amaba, soportar
un clima en extremo tórrido y enervante, trabajar hasta el
agotamiento y no obtener resultados palpables era algo que * Alcandom: hogucm o |umímria que se enciende & la orilla de un río para md1car a los naveganteñ que eviten el
lugar, por razones de peligra
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pero a ratos, en medio de los calores extremos, en medio del esto hacía que la vida pareciera soportable, el clima se tomaba
sopor y la indolencia corporal, en medio de la incuria y la casi benigno, la esperanza posible.
derrota, estallaba la cornucopia del trópico.
SalomónVentura sabía, nadie necesitaba decírselo, que lue—
Era la estación de las frutas, una faceta desconocida, atercio— go de cuatro largos años de enervante labor, la F'istcalía Tercera
pelada y fragante, que ponía juventud en el alma: la naturaleza Delegada a su cargo no mostraba un balance p051t1v0. Los altos
reventando en cascada. Daba gusto oír corear por las calles las índices de criminalidad continuaban creciendo en el puerto.
uvas caimaronas, los verrugosos zapotes,las suculentas chirimoyas Algunos incordios adicionales, como la avasalladora estupidez
sílvestres,las guamas de gruesos estuches,los mangos dorados,los de ciertos funcionarios, y la incuría de otros, completaban el
nísperos arenosos que vendedores de espalda desnuda y brillante cuadro. Pero la estación de las frutas mitigaba estas asperezas y
arrastraban en grandes y vistosos arrumes, sobre zorras de palo. desilusiones. Y aquel año, para mayor emoción, la del madroño
Sólo el pescado tenía una estación semejante. Dos veces al trajo una inesperada sorpresa.
año, las calles del puerto mostraban los blancuzcos y tornasola— Liz llamó muy de mañana, desde la capital… Su voz denotapa
dos manchones de escamas dejados a su paso por los buhoneros, una cierta fragilidad que él no tardó en advertir, aunque todav1a
que donde eran requeridos para vender su mercancía estacio— se hallaba un poco dormido. Le indagó si tenía algún problema.
naban los carros de palo y pesaban, descamaban y trozaban. —He perdido el trabajo —respondió ella, al borde del llanto.
Si el interesado se tomaba el trabajó de bajar hasta el muelle
—¿Qué harás ahora?
encontraba ejemplares fuera de serie, pudiendo hacer el viaje
La respuesta lo dejó sentado en la cama.
de regreso con un gran bagre a cuestas. SalomónVentura había
contemplado la escena decenas de veces: parroquianos con un —Tengo los nervios destrozados… He pensado que una tem—
gran bagre a la espalda, como en la etiqueta de los frascos del porada a tu lado me caería bien.
aceite de hígado de bacalao. La imagen le recordaba un adagio —¡Acá! ¿En Alcandora? .
que inevitablemente aplicaba & su 0f1cio de administrarjusticia: Llevaban tres años separados. Era lógico que indagara pr1—
<<c0n el bacalao al hombro». mero por cosas como si existía otra mujer, o que al menps pfe—
Aun así, cualquier enojo resultaba pasajero en la estación guntara si el clima estaba demasiado insalubre, pero se 11rmto)a
de las frutas, porque sus aromas exóticos, sus colores, sus tex— permanecer callada al otro lado de la línea, aguardando a qpe el
turas y la suma de sus encantos poseían un poder especial, tan tomara la iniciativa. Como buena psicóloga, era experta en sdep—
nítido y refrescante, tan potenciador, que todo se asimilaba a cios e inflexiones. SalomónVentura tuvo una bonita ocurrenc1a:
una fragante primavera. Un poder que emanaba de sus formas, —Estamos en plena estación de las frutas. Creo que eso va
de sus pulpas fragantes, hasta de sus cáscaras calcinadas bajo a gustarte.
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permitían seguirlo desde su puesto de trabajo, lo sorprendía ¿¡ Pero el día que su jefe salió con rumbo al aeropuerto, para
ratos silbando por lo bajo. recoger a la esposa que llegaba, sin saber por qué, sin atreverse
Pero no sólo se mostraba contento, sino inu$ualmente co— siquiera a considerar la causa de su pesadumbre, la pobre se
municativo. Contra su reserva habitual, comentaba con cierta encontró llorando a lágrima viva.
ligereza las incidencias de los procesos, dejando escapar una que
otra apreciación, generalmente lapidaria: <<Este asunto quedará 3
impune, el inspector Mondragón actuó aquí como un asno
vendado». <<¡Pobre acusado! ¡Su abogado sabe tanto de derecho
Todo cambió en forma inimaginable con la llegada de Liz.
como de arameo, y debe estar cobrándole una rr1illonada!>>.Fra—
Las pilas de expedientes acumulados en los anaqueles, mu—
ses y comentarios de este jaez no se le habían escuchado nunca,
das eñgies de la esterilidad judicial represada, carga imposible
eran una clara muestra de su repentina e inusitada extroversión.
de soportar en las espaldas, adquirieron de repente la inespe—
Una mañana soltó aValeria la causa de su buen humor.
rada dignidad de los viejos archivos. La lentitud del engranaje
—La señora Liz deVentura está llegando —explicó—. Me en— judicial, en lugar de atormentado como el torniquete de un
cuentro un poco nervioso, porque ha dicho que viene a quedarse. garrote Vil que le presionara una vértebra cervical, le brindó
Valeria puso todo el empeño de su espontánea sencillez de pronto una complicidad exquisita. El tiempo volvió a ser
en mostrarse emocionada, en fingir una alegre sorpresa y una generoso, la vida fluyó suavemente, sin importar si los procesos
sincera complacencia, y al mismo tiempo en aplaudir el suceso, tenían o no solución, si llegaban o no a su fm.
con tan mala fortuna que en el esfuerzo por no traicionar sus Aquello había empezado a ocurrir desde el momento mis—
verdaderos sentimientos estuvo a punto de perder el control. mo en que Liz desembocó por la escalerilla del avión, cuando
Le temblaron las manos, le estalló un tic incontrolable en las al poner un pie afuera de la nave el aletazo del calor entrapó
comisuras de la boca, le titilaron los párpados como si se le su blondo y suave cabello, esponjándolo y desparramándolo
hubiera estrellado una mugre en la córnea. Por suerte, el fiscal encima de su cabeza, a la manera de un afro pasado de moda,
Ventura no captaba con facilidad los detalles de las cosas que al tiempo que licuaba el maquillaje esparcido con delicadeza
no le interesaban. La oficina continuó su ritmo normal. en su rostro… Salomón Ventura, que la observaba sin perder un
El único cambio perceptible tuvo lugar en las flores, en el detalle a través de la puerta vidriera, comprendió de inmediato
tono de las flores queValeria llevaba todos los días al despacho, que en lo sucesivo estaba obligado a buscar los lugares donde
para adornar el florero del escaparate de los libros de juris— ese cuerpo, delicado y vulnerable, soportara con menos r1gor
prudencia. Los arrebolados brochazos de los platanillos, de las los embates del trópico. La seguridad de esta callada promesa
madreselvas y de los búcaros silvestres dieron paso al blanco no le permitió mostrarse tan efusivo como hubiera querido al
apagado y azuloso de las azucenas y otras flores de capilla. Sobra momento de abrazada y besarla. Por fortuna, a ella le encantó
decir que se trataba de una selección absolutamente incons— el pequeño piso en Los Altos del Convento, donde habitual—
ciente. La sutileza pasó desapercibida al fiscal lo mismo que a mente circulaba una corriente de aire.Al asomarse a una de
ella, ocupada en el trabajo con la misma disciplina de siempre. las ventanas posteriores y descubrir el espectáculo lujuríoso
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de la selva, una exclamación escapó de su boca. <<¡Qué cuadr
o todo el mundo puede encontrar a los malhechores buseados
tan bello! ¡Qué colores!». La mesa de La Tratoria de Pietro y por la justicia: los periodistas, los camarógrafos de telev351on,
la piscina del Hotel Regis brindaron también una inesperada los familiares de los secuestrados, las víctimas de extor51ones
complicidad al reencuentro. La justicia había pasado a un se— y chantajes, el cartero. ¡Todo el mundo, menos los aparatos de
gundo plano, Salomón Ventura continuaba enamorado de su seguridad!». ¿Entonces a qué afanarse?
esposa, su única obstinación radicaba en abrir puertas ocultas
Es preciso anotar, sin embargo, que aquel sentimiento de
en aquel mundo perdido, puertas que permitieran 3 Liz
res— placidez y embotamiento, rayano en la dejac1ón, no obedec1a
pirar, espacios donde no corriera el riesgo de ahogarse. Para
a un cambio de mentalidad, sino 3 Liz.
su sorpresa, lograrlo no resultó tan difícil como lo esperaba.
Liz le había traído la paz. Sus prioridades, puestas en el
Algo que sin lugar a dudas contribuyó a mitigar la aspereza trabajo de la oficina y en los asuntos pendientes, radicaban
de su acomodo, fue la temporada del madroño. Liz quedó fas— ahora en regresar al hogar.A11í encontraba siempre un plato
cinada desde un principio con el sabor ligeramente acidulado ligero de buena comida, un buen trago de wh15ky, u_na amena
y crujiente de esa fruta, cúya pulpa le hacía cosquillas en los conversación con una inteligente mujer. A veces Jugaban a
dientes. Salomón se apresuró a traer a casa nísperos y chiri— las cartas, a veces salían. Cuando hacía demasiado calor, iban
moyos, uvas caimaronas y mandarinas de fragantes cubiertas. a dar un paseo bajo las arboledas del barrio. Un domingo se
A Liz, comúnmente muy pálida, aquellos manjares le ponían atrevieron a navegar en las cienagas.
colores en el rostro.
Escribía una pequeña monografía, no le desagradaba per— 4
manecer en casa mientras su esposo trabajaba. Cuando el calor
la agobiaba demasiado, simplemente escapaba, abordaba
un Ninguno de los dos llegó a sospechar lo que pudiera signi—
taxi al pie de las sombreadas calles en caracol de Los Altos del
ficar semejante experiencia. SalomónVentura había escpehado
Convento, y se iba a nadar. Era una mujer independiente y
ac— decir que existían por 10 menos siete clases dist1ntas de c1enpgas
tiva. Conñado en que por propia iniciativa buscaría su confort,
alrededor de Alcandora, y que estos extraños y desconoc1dos
SalomónVentura llevaba sin apremio sus propias labores. Casi
estanques formaban una especie de mar interior, cuya exten—
todos los días aparecía en el despacho con grandes paquetes
sión se acercaba al medio millón de hectáreas navegables. En
de frutas, parte de las cuales ofrecía aValeria. Ella las mordía
ciertas épocas del año tenían lugar en ellas campeonatos de
con el abandono del despecho, y las encontraba etern
amente esquí acuático y pesca de sábado, pero en sus aguas Y meandros
agridulces.
también aparecían cadáveres, y algunos de los canos que las
Las flores deValeria y las frutas del fiscal, la vida, como intercomunicaban servían de corredores logísticos al hampa
una
bayadera, transcurriendo entre impensados extremos. Salomón y a los alzados en armas. La generalidad de la gente prefería
Ventura había dejado de acosar y apurar el los cuerpos investi— abstenerse de estas maravillas naturales.
gadores.Total, seguía siendo terriblemente cierta la frase pro— Está por demás anotar que su pragmática c_ondieión de
nunciada por un alto jerarca de la Fiscalía General: <<En este país funcionario judicial jamás le hubiera permitido 1magmar una
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aventura de esta clase, y que sólo la urgencia de buscar espacios temió pudiera tratarse de una de las ciénagas contaminadas
que ampliaran el universo respirable de Liz lo llevó a despreciar por las deyecciones de la refmeríá. Después de confirmar que
cualquier clase de riesgo. Sin anunciar nada con anterioridad, no olía ni sabía a petróleo, le explicó 3 Liz que no debían
el sábado al mediodía se presentó en casa portando una canasta extrañarse si chocaban con un pacífico manatí, pues aquel era
de provisiones y frutas, una botella de vino y un mapa sacado su hábitat preferido.
de algún expediente. En aquel papel figuraban todos los caños Tras veinte minutos de marcha, un manglar impenetrable
y conexiones que unían a las ciénagas. se encargó de estrechar los márgenes del oscuro recinto. Las
—Vamos a conocer unaVenecia encantada —dijo indicándole intrincadas raíces, en cuyos dedos fue preciso apoyar el remo
3 Liz el extenso laberinto. para impulsar el bote, amenazaban atrapados. De nuevo otro
Ella se mostró fascinada y se dejó llevar. Muy temprano caño umbrático y caluroso, y unos minutos después una Cié—
en la mañana, el domingo, alquilaron un pequeño bote en un naga cubierta en su totalidad por una nata de polen dorado,
rústico embarcadero, metieron adentro las vituallas, abordaron cernido en suave lluvia desde un techo de altos guayacanes
con paso inseguro, y a golpes de remo se ínternaron en un centenarios. Liz se arrancó el traje de baño y se arrojó al
agua desnuda, sin previo aviso. Salomón Ventura se abstuvo
estanque de aguas azules, que era en definitiva el más cerca—
de advertirle que aquel era también el hábitat predilecto de
no y abierto de los lugares, y el único seguro entre todos. La
la babilla. En lugar de gritar, preñrió morir con su esposa y
gente prefería permanecer allí por prudencia, y porque allí era
la siguió al agua, aunque sin arrancarse el pantalón. Adentro
posible remar, pescar, nadar, tomar el sol, o leer. Un mar de
metió continuas zambullidas, tratando de anticipar el peligro.
agua tibia y sedosa, ideal para el cutis de Liz, que sin embargo
Eran buenos nadadores, jugueteaban como peces, Liz nunca
se embadurnó lo mejor que pudo con una enorme cantidad
imaginó que un lugar así pudiera existir en el mundo, el sol
de protector solar.
se colaba a través del follaje y tocaba su cuerpo bajo el agua
Unos minutos después, las pequeñas embarcaciones de con dedos tibios y atrevidos, como luces de iluminación en
los paseantes circulaban a su lado, el cuerpo torneado de la un escenario nudista.Todo era muy excitante, pero Salomón
rubia desconocida suscitaba el comentario de los tripulantes. Ventura terminó por decirle que podía existir cierto peligro.
Salomón Ventura se apartó a punta de remo, buscando un Ella regresó al bote de inmediato…
extremo boscoso, donde según el mapa debía encontrarse la Confiado en el mapa, y en la tranquilidad que emanaba de
desembocadura de uno de los caños.Al hallada, metió en el los ojos de su esposa, continuó remando por un prolongado
pasadizo la proa del bote. La dificultad estribaba en que los laberinto. Muy a menudo se hallaban al amparo de bóvedas
canales se ramiñcaban, aumentando el riesgo de extraviarse, vegetales, otras veces navegaban a cielo abierto. De todas ma—
pero avanzó confiado en el croquis. Se deslizaban bajo una neras, SalomónVentura sabía que aque]los corredores corres—
bóveda de árboles frondosos, el calor se iba haciendo cada vez pondían a una ciénaga paralela a la de las aguas azules, desde la
más intenso. Un nuevo estanque, esta vez penumbroso y ca— cual, a través de diferentes pasadizos, se podía regresar al lugar
llado, sembrado de plantas flotantes, abrió ante ellos un manto de donde habían partido. Liz se dejaba llevar. El retorcido y
aceitoso. El agua era tan oscura que el enamorado gondolero en ocasiones monstruoso andamiaje de los árboles brindaba
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la imagen de una alucinante metrópoli. El pensaba en aquel
que no se había dado cuenta. No quería forzarla, sabm que la
preciso momento que el mundo sería excelente si fuera per—
inserción en el extremo y candente universo de Alcandora le
fecto, como la sensación de absoluta serenidad que le
producía tomaría mucho tiempo. Lo importante era que no optara por
aquel paseo; ella se decía que ojalá nunca faltaran el desor
den huir, como la primera vez.
y la imperfección en el mundo.
Fue un día inolvidable, una experiencia sin igual,
un ver—
dadero regalo del trópico, salvo que Salomón, por causa
del
sol recibido, y de llevar encima demasiado tiempo el panta
lón
empapado, se sintió un poco febril al regreso. Las dulzuras de aquel inesperado interregno coincidieron
Pensó que un buen baño le quitaría el malestar y entró de con una temporada de baja criminalidad en el puerto.Todo
lleno en la ducha, donde al acabar de desnudarse hubiera sido perfecto, extremadamente romántico, casi feliz,
descubrió
que tenía algo pegado del escroto. Era de esperarse que se si el abogado Laurentino Cristófor no afea la f1esta con el
tratara de algún residuo vegetal, o cosa parecida, un trocito de bochornoso <<Caso Mondiú».
madera, una hoja en proceso de descomposición, pero al querer El sórdido asunto, como muchas de las cosas de la justicia
desprenderlo encontró que se le había adherido férreament local, se conoció primero en la cafetería del Palacio, un lugar
e
a la piel, y le hacía resistencia. Tras tironearlo varias veces se convertido en sustituto del foro por la jauría de los litigantes,
desprendió, haciéndolo sangrar en abundancia.Ya con él en la que allí daban rienda suelta a las ocurrencias más inverosími—
mano, conñrmó espantado que se trataba de un bicho anima les y mordaces, ¿¡ las consejas más absurdas y a los ch15tes mas
do.
Casi no podía creerlo. vulgares. Tres 0 cuatro entre todos llevaban la voz cantante,
¡Una auténtica sanguijuela! las sillas de los demás se agrupaban ¿¡ su alrededor, Lauren—
tino Cristófor era a la fecha uno de ellos. Pero también los
Se limpió con mucho jabón y luego se puriñcó con
un comentarios de los crímenes más atroces, los detalles que la
chorro de alcohol. Por un rato le ardió horrible, peor quizá
s defensa alegaría ante los tribunales, la cábala de las sentencias
que una quemadura. Decidió no contárselo 3 Liz, no
quería que impartirían los jueces azuzados por los fiscales y muchas
inculcarle temores que les impidieran ser de nuevo felice
s en otras cosas, constituían al]í un diario acontecer. El gacetillero
el remanso perdido de las ciénagas.
Aleuitas Botero, encargado de la página roja de La Diana de
Ella aún toleraba muy peregrinamente su proximidad.
Alcandora, tenía por costumbre permanecer en el lugar dos
Cuando hacían el amor, se duchaba de inmediato y se apar—
o tres horas cada mañana, pescando sus chivas. El batiburrillo
taba, buscando un resquicio fresco del apartamento, donde
resultaba cosa seria, aunque en el fondo no tenía nada de serio.
apuraba en silencio un trago de whisky y fumaba un cigarri—
Arrancar carcajadas era su principal y único objeto, gastar las
110. Sólo parecía rehuir del calor, pero Salomón Ventura sabía
inútiles horas de la mañana, durante las cuales no podía hacerse
que también 10 rehuía a él. Esto le resultaba incomprensible.
otra cosa que esperar la aparición de las listas de reparto, a lo
Una noche la sorprendió llorando. Se vio precisado ¿¡ poner
sumo atalayar a un cliente ingenuo y desorientado. Los esta—
en ejercicio todas sus desconocidas dotes de actor para fingir
llidos de la hilaridad mañanera de los litigantes perturbaban el
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trabajo en las oficinas, y llegaban como un eco ofensivo hasta —¿Muerte violenta?
la Fiscalía Tercera Delegada, donde enfurruñaban el semblante —Muerte violenta.
de SalomónVentura. _
El abogado Higinio Angarita deslizó una suspicacia:
—Holgazanes ——se le oía rezongar cada que una de aquellas —Producto, sin lugar a dudas, de su configuración corporal.
estruendosas carcajadas masivas ponía a vibrar el pocillo de
—Estoy absolutamente seguro —lo secundó Laurentino
café sobre su escritorio.
Cristófor.
Todo recomenzó, como en el eterno ciclo de los tiempos y
De tanto inclinarse para escuchar, el reportero volteó el
los días, la mañana que Laurentino Cristófor llegó con la foto.
pocillo de café tinto que tenía al frente. Su libreta de apuntes
Era una foto absurda y horripilante. El objeto inicial del naufragó en una mancha negra.
juego no parece haber sido otro que el de tentar a Aleuitias
La foto fue puesta a propósito en las manos de la barren—
Botero, quien se mostró inmediatamente dispuesto a pagar
dera de la planta baja del Palacio, una mulata vieja con muchas
una pequeña suma por ella, siempre y cuando le certificaran
verrugas en el rostro llamada Eloísa, prostituta retirada del
su autenticidad.
oficio desde hacía por 10 menos tres lustros. Eloísa la tomó y la
—Lo único que puedo decirle es que este prodigio es real, examinó como si se tratara de un oscuro acertijo. No parecía
aunque su dueño esté muerto —af1rmó Laurentino. entender el cuadro porque no veía bien de cerca, y porque
El reportero intuyó que el asunto había salido de la morgue la foto había dejado por fuera la cabeza y casi todo el tronco
y no volvió a mencionar lo del pago, aunque se moría por del occiso, a fm de privilegiar el detalle. De pronto, su cara se
escuchar la historia completa. iluminó con la luz del asombro, los ojos le sobresalieron de las
—La historia completa también puedo contársela —explicó órbitas, una carcajada estridente y maliciosa escapó de su boca.
el abogado—. Este supermacho vivía aquí en Alcanfora. Era el La mano con que se cubrió de urgencia los labios no impidió
elemento humano más evolucionado de la creación, pero ha que su exclamación llenara todo el recinto:
sido eliminado por algún envidioso… —¡Cipote mondiú!
Resultaba visible que Cristófor había amanecido bebien— Una salva de carcajadas saludó la exclamación. El caso
do, su rasca se mantenía viva con los traguitos de brandy que acababa de ser bautizado de manera espontánea.
el administrador de la cafetería le servía en pocillos de café. Esa mañana, la perversidad de los litigantes llegó a extremos
La foto fue pasando de mano en mano, los litigantes movían odiosos. Un grupo de ellos invitó a su mesa a la barrendera y
incrédulos la cabeza, entre abochornados y risueños. le pagó un café con leche y un par de empanadas, para ínte—
—Entramos en la era de los chistes gráficos —acotó uno de ellos. rrogarla en detalle.
—No se trata de un chiste —rezongó Laurentino—. Este hom— —Cuéntanos, Eloisa, tú que conoces. ¿En tus largos años de
bre, con todo y10 que ustedes ven ahí, está tendido en uno de oficio, viste alguna vez una cosa semejante?
los bancos de la morgue. Ella se santiguó, antes de responder.
Aleuítias Botero aguzaba el oído para no perderse una —¡Virgen bendita, si me descubre en éstas el Consejo Na—
sola palabra. cional de la judicatura, me despiden de inmediato!
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—Nosotros te defenderemos. Pero antes cuéntanos la verdad. de la antigua herida en el vientre se habían casi borrado; pero
—Una vio y conoció muchas cosas, como al malabarista Mi— no se trataba de eso, sino de lo grande que 10 tenía. Le fue
jangos, que era capaz de levantar todo el cuerpo sobre su propio inevitable quedarse mirándolo, con la mirada fija en el recién
palo, brazos y piernas en alto. Un día hizo una demostración descubierto prodigio.
en el salón principal de <<El batín del lord», donde la finada —¿Qué miras? —preguntó él, agachándose para averiguar
Anabel. Si estos ojos no lo hubieran visto, no 10 creería. Otros de qué se trataba.
hombres tenían cosas monstruosas y deformes, que más que —Te estás convirtiendo en un superdotado con el paso de
asombro daban miedo. Pero nunca llegué a ver algo como 10 de los años.
la fotografía de ahora. ¡Le llega a las rodillas, Dios me ampare! Y era verdad, Salomón Ventura hubo de reconocer que
En medio del alboroto, Laurentino Cristófor constató encontraba su propio sexo como si 10 mirara a través de un
que el reportero de La Diana había desaparecido. Una sonrisa vidrio de aumento. Levantó los ojos y la halló casi ruborízada.
maliciosa puso una línea delgada en su cara de gato. Sonrió. La perturbación causada en los dos por aquel incidente,
y la desinhibición contagiosa que le siguió, produjo que en el
6 curso de la mañana se dijeran algunas cosas obscenas a través
del teléfono. Cosas que jamás se decían. Ella sostuvo e1 tono
provocador: sí, era cierto que 10 tenía más grande, deseaba pasar
La vida y la muerte bailaban y reñían a espaldas de Salo—
mónVentura, se trenzaban y tejían nuevos procesos judiciales, incrustada en él toda la noche. Salomón lo palpaba a través de
pero inevitablemente uno de cada tres de estos llegaría a sus su ropa. Efectivamente, sus genitales estaban más grandes, se
manos, pues sólo existían tres ñscalías delegadas en e] puerto. sentía más armado, más poderoso, no cabía en sus interiores.
El crimen de josé Bonifacio sería uno de ellos. Semejante diálogo abrió un capítulo inesperado en la
Sin embargo, en tanto esto ocurría, una transformación
historia de la pareja. Ese mediodía, a la hora del almuerzo,
inusitada había empezado ¿¡ vivirse en su vida matrimonial, terminaron copulando como f1eras.
desde el mismo domingo del paseo por las ciénagas. 0 pro— Por la noche, SalomónVentura volvió a sentirse febril. Se
piamente desde ese domingo no, sino un par de días después, tomó una aspirina, le costaba trabajo conciliar el sueño, pasó
la mañana del miércoles, cuando Liz descubrió en el cuerpo muy agitado. Liz, en cambio, durmió plácidamente.A la maña—
de su esposo nuevas y sorprendentes proporciones.Tenía un na volvieron a mirarse. Ella experimentó ahora una sensación
ojo muy agudo, difícilmente dejaba escapar un detalle. todavía más extraña. La cara de su esposo denotaba el cansancio
Acababan de ducharse, ella para espantar el calor y el sudor de una noche mal dormida, tenía bolsas azulosas debajo de
acumulados en su piel durante la noche, él para disponerse a los ojos, el ceño demasiado fruncido a pesar de sus deseos de
salir al trabajo. En el acto de secarse quedaron uno frente al mostrarse jovial, pero sus genitales estaban más fuertes, más
otro. Entonces Liz tuvo que decirse a sí misma que tal vez vigorosos, más altaneros; sobra decirlo, más atractivos.
nunca había reparado de manera atenta en Salomón. Lo en— —¿Querido, qué te pasa? —se atrevió a preguntarle, descon—
contró bello y atlético, mucho más masculino, los queloides certada por completo…
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El resto de la semana continuó en la misma tónica. De
<<Cadavro» poseía la ficha técnica del occiso, su nombre, su
pronto, Salomón Ventura se sintió seguro de que la tenía de—
edad, el número de su documento de ciudadanía, y también
rrotada, la dominaba sexualmente, la había convertido
en su conocía sus limitaciones mentales, sus miserias, sus of1cios, sus
esclava.Y en verdad, Liz de Ventura era una loca furiosa que
escondrijos. Posiblemente, en anteriores épocas de la vida,
se había esclavizado a su sexo.
habían compartido lugares y actividades comunes, tal vez el
mismo barrio o la misma calle, tal vez el mismo trabajo.Todas
estas cosas se las ref1rió aAleuitias Botero de manera explícita.
Aleuitias tomó nota y se hizo a un juego de fotos impac—
La noticia, como era de esperarse, apareció al día siguie tantes. Después se pasó la tarde completa redactando el artículo
nte,
pero no en la forma deseada por Aleuitías Botero, su autor. más tierno de su carrera de periodista. Una verdadera novela.
Al reportero de La Diana le había bastado dirigirse a pasos Al terminar lo dejó,junto con las fotos, sobre el escritorio del
apresurados a la morgue, donde el auxiliar del legista, con quien director, luego se marchó a casa.
mantenía una relación de carácter institucional,le sumini A la mañana siguiente, con el primer cigarrillo del día en
stró una
completa relación del occiso. La Diana de Alcandora retribuía la boca, abrió el periódico y buscó la noticia. Le gustaba leerse
estos informes con pequeñas propinas. en letras de molde, sentirse dueño de la plaza. Era entonces
El doctor Culer, médico forense en propiedad, no asistía
cuando repasaba lo escrito y se percataba de sus errores 6 in—
nun— consistencias, cosas de las que no se culpaba. <<Al mejor sastre
ca al anfiteatro, su trabajo se limitaba a certificar la idoneidad de
las necropsias que el auxiliar le describía por teléfono, y a firmar se le va una puntada», decía.
las actas que le enviaba a casa. Quien rajaba, medía, escarbaba La noticia no estaba. El perverso director de La Diana se
y cosía los cuerpos era el ayudante, el verdadero hombre de había limitado a colocar la foto del occiso desnudo, con su
la
morgue, a quien todos apodaban <<Cadavro». enorme falo en primer plano, en un discreto recuadro escogido
como para no ser visto al final de una página interior. <<¿Fue
Su nombre de pila se desconocía.
por eso?», preguntaba el insulso encabezamiento que le habían
<<Cadavro» vivía de tiempo continuo en la morgue, no
tanto colocado, y en el pie de foto, en párrafo escueto, la siguiente
porque careciera de otra clase de madriguera, sino por exces
o de tontería: <<Cadáver de N.N. ultimado de diecisiete disparos hace
trabajo. Muy pocas veces se le veía en las calles del puerto. Una aproximadamente tres o cuatro días. El cuerpo fue arrojado a
o dos veces al mes, los días de paga, escapaba para llevar parte
de un lote vacío, a la entrada del barrio La Luisa. Las autoridades
su salario a una vieja solitaria y enferma que habitaba una casita judiciales se preguntan si su descomunal configuración física
de latasjunto a la línea del ferrocarril. Esta mujer probablemente tuvo algo que ver con el trágico fm».
era su madre. <<Cadavro» no demoraba en la visita, pues
decía Aleuitias se presentó una hora después en la oficina del di—
que los muertos le tomaban ventaja. En su recorrido de ida y de
rector con la renuncia en la mano, pero el hombre, un gigantón
vuelta evitaba las calles concurridas. Su cuerpo expelía un olor
calvo y sonriente, mucho más alto que él, no lo dejó hablar.
que abatía el sistema inmunológico de los humanos al cruzarse
—El artículo irá mañana —anticipó guiñándole un ojo,
con él, obligándolos a apartarse.
mientras estrujaba con malicia el puro que mantenía en la
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boca—. Estas noticias no son para soltarlas al buen tuntún, sino Alguna oficina municipal, o la misma empresa del ferroca—
antecedidas de una buena expectativa. Dejemos que la foto rril, amenazaban cada cierto tiempo con desalojar a las gentes
haga su trabajo y alborote el avispero. Y en efecto, ;] pcsar que levantaban sus ranchos en las proximidades del tendido
de su discreta ubicación, el recuadro acaparó las miradas de férreo. La última vez había llegado un escueto papel donde
todos los lectores, y despertó una oleada de risas, comentarios se estipulaba un plazo perentorio para abandonar el terreno,
y asombro general en el puerto. <<¡Pero si es josé Bonifacio, la benevolencia con los invasores de las vías públicas tocaba
el barrendero!», <<¡El recogedor de basuras!», <<¡El bobo de la a su fm. El auxiliar del legista comprendió que necesitaba la
calle novena!», <<¡Quién iba a pensar que estuviera dotado de ayuda de un abogado, e indagó a su jefe al respecto. <<Hay uno
semejante manera, podía haberse ganado la vida en forma muy eficaz, todo el mundo habla de él en el puerto», le dijo
muy diferente!». el doctor Culer: <<Se llama Laurentino Cristófor».
Si en lugar de Alcandora, la publicación hubiese aparecido Fue así como <<Cadavro» metió las narices en la pequeña
en cualquier otra ciudad del mundo, el escándalo no se hubiera oficina del litigante, y cuando _esto ocurrió, el abogado experi—
hecho esperar. Los abonados hubieran cancelado la suscripción, mentó un repentino enfriamiento.Aquel suj eto no sólo llevaba
el obispo de la diócesis habría dedicado al libelo un tajante adherido a la piel y a las ropas el olor de la muerte, sino que
sermón. Pero en Alcandora esas cosas no ocurrían,Alcandora compartía su clima. Por simple ley física, un cuerpo caliente
conservaba intacta su moral de antiguo campamento petro— neutraliza su temple en uno frío. Durante años el calor corporal
lero perdido en la selva, de barriada prostibularia. Los abuelos de <<Cadavro» había sido sustraído por los durmientes eternos
no tenían historias para contar a sus nietos, como no fuera la que atendía a diario; ahora él era también un témpano vivo
crónica del viejo y gigantesco lupanar que había sido el lugar. que enfriaba el ambiente a su paso. Una especie de Nosferatu
La Diana precisó al día siguiente que la foto había sido verdoso, de voz ramiñcada, cavernosa y profunda. Cristófor
publicada <<exclusívamente con el objeto de colaborar con las agradeció que no se encontrara presente ningún cliente en
autoridades en la identif1cación del occiso», y que gracias a las . aquellos momentos, pues lo hubiera espantado, quizás para
numerosas llamadas del público lector, este objetivo había sido siempre.
alcanzado. Seguía entonces el novelón redactado por Aleuitias El individuo, por su parte, se tomó todo el tiempo del
Botero. La edición se agotó, las ventas se triplicaron. mundo para explicar el problema.
Aquello, de alguna manera, era el indispensable condimento . —¿Cuánto lleva la señoraVirtuosa viviendo en ese lugar? —lo
de la vida en un lugar como aquel. interrumpió el abogado, apenas pudo hacerse una idea del caso.
<<Cadavro» la había llamado <<pariente», <<una pariente muy
8 cercana y querida». Laurentino coligió que debía tratarse
de su progenitora, pero no deseaba prolongar la visita y se
Muy al contrario de la relación que 10 ataba desde vieja abstuvo de entrar en detaHes. Con su único brazo metió una
data con el reportero de La Diana, el contacto de <<Cadavro» doble hoja en el rodillo de la máquina de escribir, insertó en
con el abogado Cristófor había sido completamente fortuito. medio el papel carbón y se puso a machacar las teclas en for—
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ma frenética. El libelo acabó diciendo que la señora Virtuosa sin nombre que lanzó cn el último de los cajones posibles, y
Arenales tenía derecho adquirido de posesión sobre el terreno corrió a lavarse las manos por segunda vez. Nunca volvió a
que ocupaba, por llevar viviendo en él más de quince años diligenciarse nada al respecto.
continuos. <<Numerosos testigos pueden certificado. Cualquier Unos días después, cuando Laurentino Cristófor ya se
acción orientada a despojada de su legítima propiedad debe había olvidado de la visita, el terrorífico asistente del legista
estar precedida por una justa indemnización. Esta of1cina re— 10 telefoneó. Reconoció la voz con la misma impresión que
presentará sus intereses para todo efecto legal, y procederá a le despertaba su presencia cercana. Lo escuchó con marcada
reclamar por víajudicial cualquier daño en su contra».Arrancó atención. El sujeto decía querer hacerlo confidente de cierta
las hojas del rodillo, las firmó y se las entregó al hombre de la iniquidad, de cierta abominable injusticia.El abogado pensó en
morgue, quien las recibió con manos ansiosas. un primer momento que se trataba de una manera de agrade—
—Las llevárás en persona a la oficina que ha pasado la carta; cerle y corresponder sus servicios; pero algo insondable en la
en persona, así como escuchas; harás que firmen la copia y que voz, algo que parecía el eco lacgrante de una herida abierta, le
te la devuelvan. Consérvala en tu poder.Aquí me encuentras indicó que más bien se trataba de un nuevo pedido de ayuda.
si continúan el asedio, o proceden de cualquier otra forma. Venciendo mil repugnancias, visitó esa misma tarde la mor—
<<Cadavro» agradeció el gesto del abogado con una vacilante gue.Aquel lugar no sólo 10 rechazaba, sino que 10 abatía. En una
sonrisa, al tiempo que preguntaba, cuánto debía. Laurentino o dos ocasiones había estado adentro y había salido enfermo,
se limitó a responderle que nada. La devoción filial que había la exhumación de un cadáver resultaba menos traumática. Sin
descubierto en aquel ser extraño y marginal había despertado saberse el por qué, los ocasionales visitantes buscaban los bancos
su aprecio. El oficio de despresador era ciertamente un oficio de cemento donde se depositaban los cuerpos, se apoyaban
maldito, pero quizá mil veces más digno que el de los abogados. en ellos y lloraban, antes de desmayarse. Este era el lugar más
desolador de Alcandora.
Con la carta del jurista en la mano, el hombre de la morgue
se presentó en la of1cina que pretendía el desalojo. Su tez 1ívida, Como 10 había sospechado, se trataba de una nueva soli—
las cejas alzadas, los ojos vivos en las cuencas oscuras, la sifosis citud. El cuerpo sobre la losa correspondía a un ser humilde
prominente que le alzaba los hombros y le hundía la cabeza, que en vida había limpiado alcantarillas y recogido basuras
pero ante todo el perceptible olor a carroña que emanaba su en las calles más infelices del puerto, y que al momento de su
piel, causaron un susto terrible entre las secretarias. La encar— muerte ganaba la vida arreglando jardines caseros. <<Cadavro»
gada del procedimiento firmó la copia temblando, al tiempo suministró todos estos datos mientras el abogado observaba.
que se sentía impregnada de una indeleble pestilencia. Tan —¿Por qué crees que lo mataron? —indagó.
pronto el visitante salió de la oficina, se levantó y fue corriendo —No debía nada a nadie. No tenía capacidad de hacer mal
a lavarse las manos, para descubrir, al volver del lavabo, que el —respondíó el abrecadáveres, con fría pero percept1ble 1nd1g—
papel continuaba sobre la repisa de la baranda. Lo tomó por una nación, apretando los dientes hasta hacerlos crujir.
de las puntas, como a una rata muerta, distanciándolo cuanto Sin agregar más, acabó de retirar la sábana que cubr1a los
podía de su cuerpo y de su nariz, 10 archivó en una carpeta despojos achaparrados y nervudos del occ1so.
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—Sí —accptó Laurentino, observando lo que emergió bajo picaduras de las sanguijuelas pueden inocúlarla en las partes
el trapo—. Este hombre estaba hecho sólo para el amor. nobles de los bañistas. De no ser así, estamos en presencia del
Un rato después se tomó el trabajo de volver con una auténtico y mitológico Priapo, dios de la sexualidad».
camara prestada, sacar la foto y hacerla revelar. Laurentino Cristófor leyó el comentario muy en la mañana
'Después se dedicó a emborracharse. y sonrió, pensando que el destino no quería dejar las cosas en
paz. No tenía medios de mantener vigente un reclamo de jus—
ticia para el pobre ocupante de la losa del anfiteatro, tampoco
podía representado porque carecía de un poder legal, pero
mientras alguien hiciera ruido, por pequeño que fuera, alguna
Cristian D. Rey, veterano profesional reconocido como
luz podía abrirse. De inmediato buscó en el listín telefónico el
la primera autoridad sanitaria del puerto, por haber dirigido
número del doctor Rey, ante quien se identificó como abogado
durante más de treinta años el Díspensario Central del Orien—
en ejercicio apenas el viejo galeno levantó la bocina.
te, publicó tres días después en la misma Diana un llamativo
comentario. Uno más de los pequeños artículos que acostum— —Lo llamo para felicitarlo por la excelente nota del día
braba enviar cada semana, casi siempre referidos a cuestiones de hoy, apreciado doctor Rey, y para invitarlo a exponer sus
sanitarias como el control del zancudo y otros problemas. Pero autorizados conceptos ante un grupo de juristas interesados
esta vez sorprendió al público con una declaración salida de en el caso.
todo contexto: ¡No podía creer que el tamaño del miembro —¿Con quién? ¿Con quién hablo? —interrumpió la cascada
viril del occiso aparecido en el diario fuera natural! A conti— voz del otro lado de la línea.
nuación agregó su alegato. Laurentino se identificó como abogado en ejercicio y
<<En mi larga experiencia al frente del más afamado dispen— — repitió la invitación. Había supuesto muy bien que 31 viejo
sario blenorrágico del Oriente, nunca conocí un caso seme— y jubilado galeno le encantaría presentarse nuevamente en
jante, pese a que por allí desfilaron toda clase de patologías. Es público, y así se lo confirmó la siguiente pregunta, formulada
casi seguro que el hecho reseñado obedezca a una severa lesióñ en un tono acucíoso:
traumática, probablemente causada por la rotura de la trama —¿Dónde? ¿Dónde es que debo hablar?
areolar, efecto que pudo ser causado por un aplastamiento seve— —Nos gusta sesionar en la misma cafetería del Palacio de
ro del miembro en estado de flaccidez. Cualquiera sea la razón, Justicia, apreciado doctor. Allí resulta fácil congregarnos, las
el hecho debió suceder en Vida del occiso. En tal circunstancia, reuniones en otros lugares no cuentan con igual concurrencia.
la tumefacción resultante produce un aumento de diez o más Cristian D. Rey terminó por aceptar encantado. Después
veces el volumen regular del órgano. La otra razón posible de treinta años de dispendioso ejercicio, las sombras del retiro
sería un contagio severo de elefantiasis. Por la costumbre de tenían mucho de triste. Que de pronto la gente lo tuviera en
bañarse en las'ciénagas circundantes, esta enfermedad ha sido cuenta restituía su antigua dignidad personal y científica.
registrada en algunas ocasiones en nuestra ciudad, ya que las Corrió a contarle el suceso & su esposa.
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10 habían prescrito inmovilidad absoluta y altas dosis de penicilina,
padecía nada menos que de un singular contagio de elefan—
Finalmente, SalomónVentura no aguantó más. Se conside— tiasis.Al embate de esta locura alcanzó a convertirse en la más
taba un esposo realizado y feliz, el sexo le había deparado una extravagante criatura del universo. Con lo único que podía
semana inolvidable, su amada esposa le había correspondido compararse, y que pudo compararlo Liz, era con las fotos del
a plenitud; pero se sentía enfermo, demolido, se había puesto
cadáver que La Diana continuaba publicando todos los días.
amarillo, estaba agotado, tenía cuarenta grados de fiebre y ya Por fortuna, su organismo vigoroso y saludable respondió
no quería ni siquiera pensar en 10 que llevaba entre las piernas. al tratamiento. Dos o tres días bastaron para que se desinf]a—
Sencillamente lo hallaba inconcebible y horrendo. mata y recuperara sus exactas proporciones. Liz se alegró del
regreso a la normalidad.
Liz llegó a la misma conclusión. '
—Todo en este lugar termina por convertirse en una pesa—
—Puede estar pasándote algo —advirtió.
dilla —concluyó en tono apenado.
Esa mañana acudió a la oficina muy pensativo,Valeria 10
notó al rompe y se dijo que algo andaba mal. Lamentó que
fuera un día de mucho trabaj o, acababa de dejar en su escritorio 11
más de media docena de expedientes. Pobrecillo.
El hombre pareció concentrarse en su diaria labor, pero era Era un hombre delgado, ligero, sin peso, de apenas mediana
sólo una postura aparente. Sencillamente se encontraba abati— estatura, nariz aguileña, amarilla y descarnada en el f110; blanco
do, sudaba, no podía levantar la cabeza.Acababa de tocarse las bigote, anteojos plateados, traje de lino bastante amarillo a
ingles y había descubierto dos enormes ganglios inñamados. causa de las muchas planchadas; zapatos de lona, bastón con
<<Está claro que me he convertido en el supermacho», se dijo empuñadura dorada, una configuración elegante y fuera de
sintiendo que la fiebre le cuarteaba los labios. <<Ahora tengo tiempo. La gente de Alcandora se había vestido así cincuenta
cuatro pelotas». años atrás. Laurentino Cristófor temió que su presencia re—
sultara demasiado arcaica, los médicos de ahora vestían de
Tramitó una cita médica y fue a someterse a un examen
paisanos y caminaban en mangas de camisa. Pero sus temores
que le resultaba molesto desde todo punto de vista.
no prosperaron.Aquella tarde, los abogados aguardaban ansiosos
—No vaya usted a pensar que he visitado una casa de citas, o
cualquier cosa al respecto.
cosa por el estilo —advirtió en forma terminante al especialista
—¿Es cierto, apreciado doctor Rey, que alguien pueda tener
que 10 examinó—. Sencillamente se me pegó una inmunda
tan fuerte el miembro viril como para levantarse en él? —pre—
sanguijuela mientras nadaba en la ciénaga.
guntó casi de entrada el abogado Bermúdez, a quien lo había
—Es mejor internado —instó el médico.
dejado muy impresionado la historia de la barrendera Eloísa
—¿Y que media docena de enfermeras se la pasen conmigo sobre el malabarista Mijangos. El viejo médico vaciló, como al
de mano en mano? "Jamás! embate de un golpe inesperado. La pregunta parecía rebotarle
No regresó a la oficina en todo el resto de la semana. Le adentro, movía la cabeza a lado y lado. Finalmente dijo:
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—Es tan fuerte el tallo fibroso del órgano sexual masculino
—¿Alguien en particular que usted recuerde? —preguntó
en t1emposjuveniles, que en estado de erección efectivamente
muy ladino el abogado Morales.
podría soportar, sin romperse, todo el peso del cuerpo. Que
—No recuerdó a nadie en particular. Este puerto fue un
algulen haya logrado levantarse sobre él es cosa que desconozco.
campamento de obreros y putas. Un buen porcentaje de va—
No se me ocurre cómo podría hacerlo. Creo que sobrevendría
rones debe ostentabesas cicatrices.
una catástrofe.
A continuación, deseoso de complementar sus afirmacio—
—Hablemos de esa lesión, por favor —rogó Laurentino, en
nes, reñrió una escena familiar:
tono académico.
—En mi barrio, cuando llegué aquí, éramos Marta y yo.
—Se trata de un trauma extremadamente doloroso. La rotura El resto eran unas trescientas mujeres. Las había de todas las
de la trama areolar suele ocurrir en estado de erección coital, a
procedencias, peruanas, venezolanas, panameñas, chocoanas, an—
causa de un yerro causado por un movimiento excesivamente tioqueñas, mompoxinas.Acompañaban a mi mujer al mercado,
brusco y desaforado. La hinchazón es violenta y puede tomar iban a misa, se hacían largas_visitas, tejían, imaginen ustedes a
varias semanas en rescindir. Tuve varios pacientes afectados las personas más decentes, sociables y colaboradoras del mun—
por ese grave accidente. Si mal no recuerdo, uno de ellos fue do. Pero el sábado después del mediodía, provenientes de los
el doctor Céspedes Acuña, colega de todos ustedes. campamentos donde habían pasado la semana, empezaban a
Céspedes Acuña, Céspedes Acuña, Céspedes Acuña, todos llegar los obreros. Las trescientas se emperifollaban y asumían
intentaban re'cordar. El galeno se refería a un experto litigan— su verdadera condición a partir de las dos de la tarde. Marta y
te de tal vez dos o tres décadas atrás, que sólo en forma muy yo permanecíamos solos, aferrados de la mano en el corredor,
ocasional se dejaba ver en la cafetería del Palacio. Los ojos escuchando la refriega y el bochinche, mientras me llegaba la
se iluminaron de aviesa picardía. Los comentarios y las risas hora de correr al dispensario, a coser heridas y a desintoxicar
llenaron el recinto. borrachos. El lunes por la mañana desaparecían los obreros,
—Yo 51 he notado al pobre doctor Céspedes Acuña caminar ellas regresaban a sus casas, dormían hasta el atardecer y se le—
vantaban como si nada hubiera ocurrido, otra vez convertidas
muy morrongo —comentó uno de los presentes.
en las señoras más santas y decentes que nadie puede imaginar.
Laurentino Cristófor se estallaba de risa.
Este era otro planeta.
—La armazón del cuerpo cavernoso del pene, consistente El abogado Angarita formuló una pregunta alrededor de
en una cubierta fibrosa de unos dos centímetros de espesor, un caso que había representado en cierta ocasión:
asume una gran rigidez en estado de erección. Una leve za—
—Hace algunos años apoderé a un muchacho que ultimó
fada, un golpe inesperado, una manipulación brusca, pueden
a una damisela que le sopló el pene. Declaró haber cometido
romperla. Aquí las putas bravas acostumbraban romperle la su crimen por considerar que el intento de la mujer iba di—
verga al caballero que las sacaba de quicio. Lo hacían como rigido a causarle la muerte. ¿Qué tiene eso de cierto, doctor
rompiendo un leño. Otras los mordían, atendí muchos casos Cristian Rey?
—prosiguió el viejo galeno, que se había elevado al nivel del
El viejo médico vaciló otra vez, como si en lugar de ocupar
debate académico…
una mesa recibiera embates en un ring de boxeo.
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—Es también una práctica común en los lupanarcs —zutu—
—¿Asevera usted que esta ejecución, llevada a cabo con die—
bó por responder—. Existe la creencia maliciosa de que a un
cisiete disparos y un sinnúmero de garrotazos sobre el miembro
hombre pueden matarlo de esa manera, al amparo del felatio.
viril de un pobre infeliz, constituye un acto civilizado? —in—
Que yo conozca, esta clase de lesión no existe en ningún
terpeló a su vez el abogado Enríquez, en abierto tono burlón.
tratado de medicina legal, ni de traumatología. Los conductos
La discusión se fue por allí, el doctor Cristian D. Rey a
seminales de un hombre en estado de excitación están llenos
duras penas pudo exponer uno o dos conceptos adicionales.
de fluidos efervescentes. Retrotraerlos mediante un soplo, por
En determinado momento, se levantó de la mesa.
enérgico que éste sea, equivale a devolver una bala soplando
por la boca de un fusil. —Espero, señores, que mis aclaraciones hayan sido útiles
—declaró con la insegura dignidad de una sonrisa agridulce.
—¿Ni siquiera una hinchazón de pelotas? —comentó por 10
bajo el abogado Lacio. Una salva de aplausos lo despidió. Cristófor aprovechó
aquel momento de máximo desorden para levantarse y acom—
Era casi imposible contener el estallido de risa.Algunos de
pañarlo hasta la entrada del Palacio.
los presentes literalmente se retorcían en sus sillas.
—Solo existe una manera de despejar la duda —le fue di—
—Asevera usted, en su autorizado artículo, doctor Cristian
ciendo mientras avanzaban por los corredores, tomándolo del
Rey, que el tamaño viril del occiso]osé Bonifacio no puede ser
brazo—: Que usted examine personalmente el cadáver.
natural, sino producto de una severa lesión —cortó Laurentino,
tratando de contener la explosiva hilaridad que amenazaba la —Eso sería lo ideal, me gustaría hacerlo, pero acuérdese que
conferencia—. Me gustaría que tratara de explicarse. estoy retirado, y no cuento con autorización legal —argumentó
el viejo médico, dando muestras de un decidido entusiasmo.
—Eso es 10 que pienso, nunca antes conocí dimensiones
semejantes. Pero sería necesario examinado muy de cerca, —Si ¿guardamos una autorización legal, tendríamos que
porque lo único que he visto es la fotografía de La Diana, lo
interponer un pleito y esperar hasta la eternidad. Para ese en—
tonces estaremos muertos —declaró Laurentino—. En cambio,
cual no es materia confiable. La idea es que puede tratarse del
castigo de un delito sexual. En ocasiones, los adúlteros y los un taxi puede llevamos de aquí a la morgue en solo quince
minutos.
violadores terminan castrados, o por los menos severamente
apaleados. El doctor Rey se detuvo ¡a mirarlo, gratamente sorprendido.
—Esa es mi teoría ——intervino el abogado Valenzuela, que —¿Puede usted...?
se daba aires de magistrado en el camiñar y el actuar, y había —¡Por supuesto que puedo!
permanecido callado hasta entonces—. Se trata del castigo de Se dejó Hevar como si se tratara de una pilatuna infantil.
un delito sexual. El sujeto abusó de algún menor y fue dado
de baja. Esa es la norma aquí, y en muchas otras partes. 12
—Ya no se castra a la gente, nos hemos vuelto un país ci—
vilizado —refutó el abogado Lacio—.Tampoco se le aplasta el
Media hora después se apearon ante el portón de la escueta
órgano sexual a nadie.
bodega donde funcionaba el anfiteatro. <<Cadavro» abrió y les
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dio paso con una leve inclinación de cabeza. Desñlaron entre —Aquí no existe lesión ninguna —declaró formalmente el
las losas donde descansaban numerosos cuerpos azulencos, doctor Cristian Rey, levantando la cabeza—. Nunca vi un falo
Laurentino evitaba mirar. El olor & formol y a descomposición de tamaño semejante, es más, ni siquiera lo imaginé. Ahora
contenida era tan fuerte como una barrera física, pero el viejo puedo decir que lo he visto todo.
médico no se inmutaba: las blenorragias que había diagnostica— Comenzó a examinar otras partes del cuerpo: los hombros,
do durante toda su vida le habían curado la nariz para siempre. los brazos, las manos, las muñecas.
El cadáver de José Bonifacio medía a lo sumo uno con cin— —Me sorprenden aún más estas manos —dijo de pronto—.
cuenta. Era de contextura casi ovalada, absolutamente maciza. Aquí hay una cantidad impresionante de of1cios. Este hombre
El aspecto mongoloide de su cara resaltaba en la penumbra. De ha sido en vida ladrillero, entejador, enfardador y mil cosas más.
los labios gruesos y un poco retraídos asomaban unos dientes Se hizo a un lado y tomó a <<Cadavro» de la mano, para
grandes, cuadrados, uno de ellos partido, y un trozo de lengua. explicarle con paciencia los secretos de las callosidades.
La frente abombada estaba rota en el centro por un enorme
—Fíjate que era zurdo —le dijó—. El que hace ladrillos de—
agujero. <<Cadavro», con singular devoción, 10 había mantenido
sarrolla este callo entre el pulgar y el índice de la mano que
cubierto con la sábana blanca de la cintura para abajo.
utiliza, por el cuchillo con que se raspan y emparejan los la—
—Descúbralo, quiero verlo —ordenó el galeno.
drillos. El entejador tiene callosidades gruesas e irregulares en
El lóbrego auxiliar retiró el trapo, Cristian D. Rey se inclinó ambas manos, y se le pelan las yemas de los dedos, como en
corí científica curiosidad, cambiando sus anteojos por un nuevo este caso.Al enfardador, la cabuya con que cose los fardos le
par extraído del bolsillo de la chaqueta de lino.Al comienzo encallece el borde cubital de la mano con que tira.Toca aquí,
su cara no denotó ningún tipo de sorpresa, pero a medida que ¿puedes sentirlo? Este pobre muchacho era una mula de carga.
apreciaba los detalles fue cambiando en manera notoria.
Laurentino tomó al viejo médico por el brazo, para invi—
—¡Mondiú! —exclamó—. Es un órgano completamente sano.
tarlo a salir.
Parece un injerto de burro.
—Es suñciente —susurró—. Ningún criterio puede ser más
Laurentino no pudo evitar que una sonrisa asomara en sus
autorizado que el suyo.
labios. Sus ojos chocaron con los de <<Cadavro», que seguía
Necesitaba escapar con urgencia de aquel horrendo lugar,
el ritual grave y mudo. La severidad de ese rostro condenaba
escuetamente el sacrilegio de la risa. de permanecer adentro un minuto más, el estómago le daría
un vuelco. Acababa de hacerse una idea muy clara de 10 po—
Otra vez la sensación de frío, adentro hacía frío, aunque
día estar crepitando sobre el fuego del hornillo oculto tras la
no existiera ninguna instalación de aire acondicionado. Un
cortina de plástico.
leve crepitar venía de algún lado, en alguna parte algo se achi—
Se decía, acababa de recordarlo, que <<Cadavro» vendía grasa
charraba lentamente. Una pequeña llama azulada alcanzaba a
traslucirse ¿¡ través de una cortina de plástico. El ayudante de la derretida de cadáver; excelente para el tratamiento de toda
_morgue cocinaba su almuerzo, o cosa parecida, el olor a grasa clase de dolencias e hinchazones reumáticas.
derretida resultaba insufrible. En Alcandora abundaba el reumatismo.
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13 Este tipo de armas costosas sólo las poseían los hombres
de las fuerzas oficiales y algunas personas importantes de A1—
candora, pero los primeros no las utilizaban nunca en accio—
Tener el caso de José Bonifacio en las manos no le agra—
nes fuera de servicio. Cuando un detective, u otro agente del
dó para nada a Salomón Ventura. Observar las fotografías del
orden, llevaba a cabo una ejecución sumaria, hacía uso de un
occiso adjuntas al expediente le causaba a la vez repugnancia
y temor. Por unos instantes llegó a pensar que aquel muerto arma barata, incautada durante una requisa, para deshacerse
inmediatamente de ella y evitar que sirviera de prueba. La
infeliz había querido reencarnar en él, apoderarse de su cuerpo,
brotar en su piel. Se veía a sí mismo, hinchado y elefantiásico,
pena de muerte, aplicada sin miramientos ni cortapisas por
tirado en una bandeja, ¿¡ consideración del público. ¡Dios mío!, todas las instituciones armadas, ya fueran legales o ilegales,
exclamaba, sin saber todavía que el caso había sido apodado estaba expresamente prohibida en la Constitución nacional.
precisamente <<Mondiú». Tampoco resultaba lógico atribuir el crimen a los escua—
Sin embargo, haber salido airoso de su breve y penosa enfer— drones de limpieza. Estos daban de baja a vagabundos, homo—
medad le había despejado la mente, y esto le inspiró desde un sexuales y viciosos callejeros, y por 10 general operaban en
primer momento una corazonada feliz al respecto…Algo le dijo razias.Tres, cinco, siete ultimados en una sola noche; nunca, o
que la calidad de las armas utilizadas en la ejecución arrojaba un casi nunca, un solo individuo.]osé Bonifacio no presentaba el
indício:]osé Bonifacio había sido ultimado por gente de cierta perfil de las personas que estos grupos suprimían. No era un
categoría social. Se lo corroboraba también el lugar del hallazgo vagabundo propiamente dicho, tampoco un drogadicto, se le
del cadáver, a la entrada del barrio La Luisa, un vividero de ricos. consideraba un ser útil a la sociedad, que se sepa no estorbaba
ni molestaba a nadie.
Del cuerpo del occiso habían sido extraídas cinco clases
distintas de proyectiles. Aunque no existía aún el respectivo El inspector Mondragón suministró al titular de la Fiscalía
informe de balística, que no vendría antes de tres o cuatro Tercera Delegada una lista completa de las personas particula—
semanas desde Mayolis, un conocedor de oficio como el ins— res del puerto qUe poseían armas legalmente amparadas. Eran
pector Mondragón los clasificó fácilmente. Correspondían a en total ciento treinta y siete individuos. Se trataba de toda
revólveres y pistolas de marcas prestigiosas, caras y escasas en suerte de profesionales independientes: médicos, abogados y
el puerto. Por la ubicación de los impactos, era fácil concluir comerciantes, así como directivos de la petrolera, personas ca—
que el desgraciado había alcanzado a correr. Tenía perfora— lif1cadas y responsables que con absoluta seguridad no harían
ciones en la espalda, las piernas, los glúteos, los riñones y las uso de ellas para otra cosa que ejercer un legítimo derecho de
palmas de las manos, levantadas a última hora en un instintivo defensa. Sin embargo, algunas de estas armas correspondían
intento de protegerse. No se trataba de tiros certeros, más bien a los proyectiles encontrados en el cuerpo de José Bonifacio:
puntería de chapuceros baratos, puntería de principiantes. Sólo pistola Colt, Walter PPK, Beretta, revólver Smith&Wesson,
un disparo era necesariamente mortal: el de la frente. Le había Magnum incluso.
sido propinado desde muy corta distancia, a manera de tiro de —¿Hay bala de Magnum entre los proyectiles extraídos del
gracia, como 10 indicaba el tatuaje de pólvora. cuerpo? —inquirió al inspector Mondragón.
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——Sí. Hay por lo menos una. vez con extrema cautela, limitándose a dejar, como por olvido,
—Ah1 está uno de los homicidas.Veamos a quién corres— una hoja suelta de cuaderno entre los folios de la diligencia. El
ponde el registro. fiscal la repasó distraído, sopesando si había falta disciplinaria
Sólo existían cuatro Magnum amparados en toda Alcan— en ello. Debido a esto no meditó en el extraño juego literario
dora. Uno estaba en manos del vicepresidente financiero de del funcionario, que era todo lirismo: Sobre eljardín, traspasa-
la petrolera, doctor Alfredo Albarracín Lucas, otro en manos do por todas las espinas, el jardinero ha caído. Demasiadas espinas
del juez Evangelista Tirado, un tercero en poder de Libardo furiosas, que regaron su sangre en el suelo. Las raíces de las flores la
Bustillo, gerente del Banco de Oriente. El último lo tenía una bebieron áuídamente, para nutrirse por última vez. Debieron hallarla
señora, la dueña de un burdel: Matilde Sagalejo. más dulce que nunca. Fuiste muy generoso con nosotras, dijeron, no
—Le entregará a usted una orden para que requise tem— podemos pedirte nada más. En agradecimiento, los girasoles se han
poralmente esas armas. Las toma, las dispara y lleva a cabo el tendido sobre la acera mojada. Es triste decirlo, pero en Alcand0ra
estudio del rayado de los proyectiles. Uno de los cuatro ha de hasta cuidar los jardines de las señoras terminó siendo mortal.
coincidir con la bala de josé Bonifacio. —¡Loco de mierda! —exclamó por lo bajo, cuidándose que
El 1nspector Mondragón entrechocó los tacones de sus Valeria no fuera a escucharlo.
botas, en señal de obediencia.
—Vas a proceder con supremo cuidado —reiteró Salomón 14
Ventura al poco cuidadoso investigador—. Esta es gente impor—
tante, cualquier exceso de autoridad, cualquier procedimien—
Hubiera querido referirle el caso 3 Liz, sus relaciones con—
to desmedid0, la más leve metida de pata, hará llover sobre
yugales mejoraban de manera ostensible. Ella había logrado
nuestras cabezas rayos y centellas. Manténgame informado en
adaptarse de manera sorprendente al clima de Alcandora, se
todo momento.
sobreponía al suplicio del calor, a la humedad agobiante, a
El inspector Mondragón entrechocó una vez más los ta— los mosquitos ruidosos. Un ropero nuevo, muy sport, parecía
eones. defenderla del medio y acentuaba en su piel y en sus rasgos
La corazonada podía ser feliz, pero al fiscalVentura no le unajuventud que se“ obstinaba en no ceder al paso de los años.
agradaba el caso. Si el homicida provenía de las capas altas, las Cada que se miraba al espejo parecía más lozana. Había hecho
cosas acabarían complicándose; además, no se trataba de un cortar su cabello a la altura de la nuca, ese rubio cabello sedoso
homicida, sino de varios. Gente bien, en plural, mala cosa. que entrapaban Ias violentas vaharadas ardientes del puerto.A
Leyó, sin caer en cuenta del elocuente dato que contenía, SalomónVentura no le gustó en un comienzo esta nueva ima—
la nota que el secretario ad hoc insertaba siempre en las actas gen de su esposa, que a su manera de ver le quitaba madurez,
de levantamiento. pero se guardó de expresarlo. No quería contradecirla en nada.
Anaximandro Poveda, advertido en forma terminante por El cabello corto le infundía cierto aire de muñeca traviesa al
el mismo SalomónVentura de que esta superchería literaria no bailar en su nuca. La natación y el tenis, deportes a los que se
podía hacer parte de los legajosjudiciales, había procedido esta había aficionado y podía practicar el diario en las instalaciones
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del mejor hotel del puerto, afirmaban y torneaban su cuerpo,
esplendorosamente trigueño. Salomón Ventura se relajaba en
su presencia, aunque no le gustaba el cabello. Es demasiado
coqueto, pensaba.
Después de la elefantiasis, la frecuencia sexual del matri—
monio había vuelto a la normalidad. La exacerbación debida
a la crisis trajo un gran beneficio, y fue permitir que las viejas CAPÍTULO SEGUNDO
disparidades del pasado quedaran definitivamente superadas.
SalomónVentura volvió a ser un hombre contento, su desem—
peño laboral continuaba en ascenso.
Música de temporada
Valeria certificó en silencio el fenómeno. Observando el
semblante rejuvenecido de su jefe, escuchando el incesante
cuchicheo de las llamadas telefónicas entre él y su esposa, pero
ante todo confirmando la productividad en alza del insoborna—
_ble fiscal, le resultaba imperioso admitir que esta segunda fase
de su matrimonio mejoraba la primera. Se resignó, sin tener
conciencia de su propia derrota. Liz de Ventura era la dueña
del campo, ella una simple auxiliar.
Sin notarlo, como si de la noche a la mañana toda resis—
tencia hubiera cesado, las flores de la oficina volvieron a tener
colores vivos y brillantes. Un día reaparecieron las heliconias y
las espiguillas de lavanda, siempre tan escasas. Los colores tam—
bién volvieron a su rostro, pálido desde hacía mucho tiempo.
En el fondo, era tan respetuosa de la ley como el propio fiscal.
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Los Altos del Convento, donde se dedicó con intensidad febril
a trabajar en su monografía. Esa tarde, al regresar del trabajo,
Frutas de temporada y música de temporada, la lambada su esposo la encontró escuchando aWagner a todo volumen.
había hecho irrupción en el puerto. Se bailaba en las calles en El histórico momento cultural de Alcandora en manos de
los pares, en los aposentos, en el interior de los buses, en, las
la lambada coincidió con la aparición de un segundo artículo
eoc1nas, en las covachas del embarcadero donde colonos famé—
del doctor Cristian D. Rey acerca del <<Caso Mondiú». Lo
hcos y pescadores de paso se embriagaban con rameras baratas
había empezado a escribir la tarde misma en que volvió de la
se “bailaba en el club de los altos ejecutivos de la petrolera se
morgue, maravillado por el descubrimiento de que el falo de
ba1laba 'en cualquier lugar del pequeño mundo. Para esta música
José Bonifacio era una pieza sana que no presentaba traumas de
centag1osa no existían barreras sociales, ella homogenizaba las
ninguna especie, un simple y llano producto de la naturaleza.
d1ferencias de clase. Los alcandoreños, hombres y mujeres por
Sin recurrir a explicaciones científicas, porque no las había,
1gual, parecían naturalmente adaptados a los movimientos sen—
ni gozar del recurso del humor, porque era un hombre seco
suales que implicaba su ritmo. Bailaban los niños y los viejos.
y metódico, se vio obligado a dar la noticia recurriendo a la
Era un renacer de la vida, del deseo y del sexo.
precaria teoría de las compensaciones biológicas.
En Mayolis, donde la onda pecaminosa de la lambada
<<Sólo la misteriosa ley de las compensaciones biológicas
tamb1én pretendió instaurarse sin distinción de categorías
nos permite explicar el prodigio.josé Bonifacio, eso lo sabe—
soc1ales, el obispo de la diócesis le salió al paso y la contuvo
mos todos, era un retrasado mental, un joven mongoloide,
con un enérgico gesto. Las mujeres de bien fueron llamadas al
probable hijo de apareamientos incestuosos, tan frecuentes en
orden: aquel era un baile de putas, el escándalo ref]uyó. Pero
los ambientes deprimidos de las riberas del río, donde reina la
en Alcandora no existían estos diques morales. El baile de la
lembada era 10 que la gente aguardaba desde hacía mucho
promiscuidad más vulgar. Se cree desde tiempos remotos que
t1empo; un nuevo grito de libertad, la herejía capaz de desa— la naturaleza compensa en el hombre determinadas carencias:
f1a¡r el calor, la humedad pegajosa, el abandono y la estulticia por ejemplo, las personas bajas pueden llegar a ser más corpu—
re1nantes. La nueva música no encontró aduanas de ninguna 1entas y fuertes que el común de la especie; los ciegos gozan de
clase, su reinado no fue rechazado por nadie. una especial agudeza auditiva; los sordos tienen la cabeza llena
de grandes orquestacíones y tumultos, como ocurría con el
Salvo por Liz de Ventura.
mismo Beethoven. En josé Bonifacio, debido a su corto inte—
El ritmo de la lambada la envolvió al doblar una esquina y
lecto, tenían que primar las ventajas del bruto, ello le ha dado
cruzar ante la puerta de la casa de un empleado de la petrolera
a Alcandora una categoría indudablemente mundial. Cuando
entornada de par en par. Las rítmicas sacudidas que brotaban,
se lleve a cabo una estadística global, cuando alguien se inte—
del equipo de sonido encendido 3 todo volumen le golpearon
rese por este tipo de curiosidades, llegará a descubrirse que la
el rostre, como los guantes de un boxeador iracundo. Un es—
verdadera cuna del dios Priapo fue esta calurosa y desordenada
tremec1miento enfermizo la afectó de inmediato, una especie
ciudad, y no las escalinatas de los templos helénícos. Como
de dengue infeccioso. Huyó buscando refugio en el piso de
Grecia, nuestro pueblo podría vivir del turismo».
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El escrito causó apenas una gracia ligera entre los litigantes, —l)el mismo, exactamente. Durante muchos años fue el
que habían empezado a desentenderse del asunto. Luego de amante secreto de mi tía Beatriz. Un hombre casado. Ella no
su sensacionalismo inaugural, el <<Caso Mondiú» nunca dio se casó nunca, tal vez porque no pudo olvidarlo.
muestras de progresar en la escala del escándalo, en parte de— —Déjame verlas.
bido al hermetismo que el ñscalVentura supo infundirle a las Se trataba de tres simples hojas de papel esquela escritas a
investigaciones. Laurentino Cristófor 10 lamentó de verdad. La mano, muy plisadas por el tiempo y ya bastante quebradizas.
monotonía amenazaba de nuevo con adueñarse del mundo; no Laurentino Cristófor las leyó con la voracidad de un chacal
se contaban chistes nuevos, los delitos verdaderamente espe— que se echa un pollo entero a la boca.
luznantes estaban en mengua. Estas ocurrencias coincidían con
—Esto es increíble —explosionó—. Esto amerita una sesión
una temporada de baja criminalidad en el puerto. Fue entonces
especial.Vamos a convocada de inmediato.
cuando el joven abogado Luis Carlos Benjumea decidió sacri—
Redactó una nota en buena caligrafía y la puso a circu—
ficar la intimidad de su familia en aras de la felicidad pública,
lar entre los litigantes. <<El doctor Gregorio Céspedes Acuña
y puso sobre la mesa las históricas cartas de su tía Beatriz.
tendrá el gusto de referirnos personalmente su delicado ac—
cidente, cogido en una cama muy, pero muy briosa.Valor de
2 la silla: la cuarta parte de una bote]la de brandy. Hora y lugar
de costumbre». Se recogió 10 de tres botellas de brandy, que
Benjumea era un joven litigante de bajo perfil, excesiva— el administrador de la cafetería recibió en forma discreta, e
mente tímido y silencioso, incapaz de contar ni siquiera un hizo circular en pequeñas porciones disfrazadas como pocillos
mal chiste; pero todas estas desventajas las remediaba su con— de café. En el silencio de las tres de la tarde, cuando todas las
dición de buen amigo y de furibundo fanático de las rondas oficinas del edificio se hallaban hundidas en la modorra de su
en la cafetería del Palacio, donde reía hasta enfermar. Cuando diaria rutina, se inició la lectura.
el silencio volvió a reinar en las mesas, cuando el brillo de los —Sin lugar a dudas, señores, nos encontramos ante una gran
rostros aburridos se reflejó en los pocillos de café, cuando la pieza documental: el chisme más importante en la historia de
alegría estuvo muerta como para nunca más renacer, se acercó Alcandora —proclamó Cristófor al abrir la sesión—. Hemos de
a Laurentino Cristóf0r y le habló de las cartas. darle un título a esta obra maestra, y aquí mismo propongo
—Las cartas de mi tía Beatriz, que en paz descanse, las en— llamarla: <<Fidedigna y curiosa relación de la forma como al
contramos en un joyerito hace apenas seis meses, tan pronto tacar una de sus más eximias carambolas, rompióse el taco un
murió. Me acordé de ellas la semana pasada, cuando el doctor célebre abogado y experto billarista».
Cristian D. Rey habló del accidente del doctor Gregorio Nadie, entre los concurrentes, tenía noticia de aquellos
Céspedes Acuña. papeles, que de inmediato adquirieron un valor incalculable.
—¿Hablas del tipo aquel que se rompió el palo? —preguntó Los abogados acercaron las sillas como si se tratara de la aper—
Laurentino, con el interés de alguien que percibe una buena tura de un testamento que los declaraba albaceas universales
señal en medio del sopor que 10 agobia. de una cuantiosa fortuna.
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——(Íarta primera, abro comillas: <<Diciembre 8 de 1959.Adn-- Ninguno de los litigantes dijo una palabra ni se movió de
rada Beatriz: Deja ya de reprocharte, tú no tienes la culpa de su sitio, parecían haber caído en un trance hipnótico. Hacía
nada, cualquiera otra mujer hubiera procedido de igual forma a un calor infernal. Aun así, el círculo de las sillas no af]ojó un
como lo hiciste tú, por muy valiente que fuera. En momentos milímetro su estrechez.
así las personas pierden el control.Yo también me asusté muchí— —Me gustaría explicar algo —intervino el joven abogado
simo, antes de perder el sentido. El doctor Cristian D. Rey me Benjumea, que por primera vez se mostraba capaz de tomar la
ha dicho que efectivamente sufrí un síncope & causa del dolor, palabra en uno de aquellos cenáculos—. Las cartas fueron encon—
que es lo que por regla general ocurre en estos casos. Sólo es tradas en el fondo falso de un joyero de madera con esquinas
culpa del amor, vida mía, de la llegada de diciembre, del fm de doradas, que mi tía mantenía en el tocador.Allí estaban junto
esta década maldita que ha sido tan nefasta, del anuncio de la con otras más, pero sólº aquellas interesan. Gregorio Céspe—
Navidad, que nos llena de energía y emoción. Nuestro amor es des Acuña fue su amante de toda la vida, aunque sólo parece
divino, pero nos excedemos un poco. Estaba yo contemplando haber llegado a ella por un impulso morboso. Dicen que era
tu espalda sudorosa, me reflejaba en ella como en el espejo de un sujeto insaciable. La persona que me entregó las cartas, mi
Adonis, recorría el mundo en el corcel de la gloria aferrado a tío Federico, lo conoció en sus mejores tiempos.Asegura que
tus nalgas, las estrellaba contra mí como un loco que se azota por sus manos pasaron todas las mujeres de Alcandora, tanto
contra el mundo, cuando vino ese mal movimiento.Todo se las residenciadas aquí como las venidas de afuera. Por último,
debió a un mal movimiento, linda mía, cosa de un milímetro acabó persiguiendo a las cojas. Mi tía no era propiamente
o dos, acaso hasta menos. De lo único que no puedo dejar de hermosa, pero era coja, bien coja.A Céspedes Acuña le había
acordarme es del ruido… Un ruido como el de un listón de llegado la versión de que los particulares movimientos de las
madera que se rompe. Cuando escuché ese ruido supe que cojas aumentan el encanto y la irrigación de su pelvis, cosa
había ocurrido algo terrible, porque con el chasquido me llegó que les concede especiales atributos. Por eso la tomó como '
al cerebro el dolor penetrante. No te puedes imaginar cuántas
amante. El día del accidente, ocurrido en un hotel del centro,
cosas alcancé a pensar en un breve segundo. El doctor Cristian
mi tía huyó a todo correr, creyéndolo muerto. La carta que
me ha dicho que el tejido se rompió en el momento de máxima
sigue fue la primera de la serie.
tensión, estalló y se fracturó como una rama seca. La hincha—
En medio de un silencio tan absoluto que podía escucharse
zón es horrible, vidita, a duras penas puedo moverme, me han
colocado una sonda. Para disimular, el doctor Cristian enyesó con claridad el batir de las cucharitas en los pocillos, donde el
toda mi pierna derecha y me la ha colgado de un gancho.josefa administrador de la cafetería acostumbrabáverter un poco de
cree que suñí un accidente automovilístico con complicaciones café para disimular el aroma del brandy, Laurentino Cristófor
internas. De todas maneras, en las próximas semanas no puedo dio lectura a la epístola de la coja.
hacer otra cosa que permanecer absolutamente inmóvil. Un mal <<Gregorio, ángel mío, debes perdonarme, he sido cruel y
pensamiento sería mortal.Te devuelvo tu carta, porque quiero miserable contigo: te abandoné en el piso de aquel cuarto,
que seas tú quien la guarde, volveremos a leerla después, cuando inerte y desnudo. Creí que habías muerto, lo juro por Dios.
estemos juntos de nuevo. Ojalá sea muy pronto.Tu Gregorio». Cuando pusiste los ojos en blanco y te derrumbaste de esa
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manera tan trágica, pensé que habías sufrido un infarto ful— El abogado Lordiii estudió los rasgos de las respectivas
minante. Intenté revivirte, apoyé mis rodillas en tu pecho, caligrafías con aire de experto grafólogo. Eran casi las cuatro
te sacudí cuanto pude, pero no conseguí traerte de vuelta. de la tarde, la luz del salón infundía al papel el encanto de un
Entonces entré en pánico. Recordé que eras un hombre viejo pergamino.
casado; pensé que me echarían la culpa de tu muerte. No —Esta carta es auténtica; constituye la expresión del senti—
supe qué hacer, sólo vestirme y correr escaleras abajo fm— miento más vivo y original, puedo sentirlo. Está escrita con
giendo tranquilidad; decirle al recepcionista que el doctor evidente conmoción y dolor. La letra es temblorosa —acotó.
se había quedado dormido, que no lo molestaran, y después
El fiscal Salomón Ventura abandonó su of1cina hacia las
volver a casa y permanecer aquí, llorando toda la noche, a
cuatro y quince, más temprano que nunca. Quería encontrarse
la espera de que la policía viniera a detenerme. ¡Qué noche
temprano con Liz para ver una película.Al descender por la
tan horrible! Como no ocurrió nada, muy en la mañana
escalera del fondo, volvió los ojos hacia el recinto de la cafe—
he salido a comprar ese inmundo libelo de La Diana, espe—
tería y descubrió el extraño cenáculo de los litigantes, que se
rando contemplar tu cuerpo tendido en el suelo. Mi única le antojó una asamblea de brujos. Nunca había ocurrido que
esperanza era que ojalá te cubriera la camisa que alcancé a se reunieran ¿¡ una hora tan tardía, pero era más raro aún que
echarte encima, que no aparecieras en la morbosa desnudez
estuvieran en silencio. En apariencia, estudiaban un documento.
que acostumbran publicar a los muertos de los 1upanares.
Aquel concilio tenía aire de conspiración. Los litigantes no re—
Me extrañó mucho, pero al mismo tiempo me regocijó, que pararon en él. La escena se le borró de la mente unos segundos
allí no dijeran nada.Ahora he sabido que te encuentras vivo, después, sustituida por la expectativa de su encuentro con Liz.
que sólo sufríste una dolorosa ruptura de tu lindo chupete:
—Que se dé lectura al tercer folio.
ahora soy la mujer más feliz del universo. Pero perdóname,
—Antes, otra ronda de almíbar.
Gregorio, perdóname, dime que me has perdonado, dime
que sabes que yo te amaré siempre y envíame uno de tus <<Preciosa Beatriz: Estoy libre por fm. Ayer me quitaron
papelitos, para saber que todavía piensas en mí.Tuya y siem— los yesos, la hinchazón ya había desaparecido desde unos días
pre tuya. Bety». antes. Lo mejor de todo es la receta del doctor Cristian. Me
dice que volvamos a hacerlo. Con calma, con mucho tino y
Ambas cartas circularon entre los concurrentes, que las
cuidado, evitando cualquier brusquedad, pero que volvamos
releyeron y analizaron en silencio, al tiempo que las repasaban
a hacerlo. Está seguro que no ha quedado ninguna secuela.Yo
con los dedos, como expertos paleógrafos que tuvieran en
estoy seguro de lo mismo. ¿Qué te parece a las seis y media,
sus manos algo tan sagrado como los rollos del Mar Muerto,
en el Trevis? Es mejor salir de dudas de una vez por todas;
mientras el administrador de la cafetería daba vuelta a la rueda
Gregorio».
y servía otra ronda de brandy.
—¡Todo un tratado de amor! —exclamó el abogado Cifuen—
—Hay lágrimas en el papel —comentó alguien.
tes, el más viejo del grupo, alzando los ojos al cielo—. ¡Esas
—¡Qué mujer tan sensible! cartas son todo un tratado de amor!
—¡Toda una Alfonsina Storni! Y entonces, como para darle un remate magistral a la fiesta,
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alguien soltó la ocurrencia que parece haber desencadenado la Según su atrevido divertimento, el público había denomi—
locura que se instauró durante los siguientes días en el puerto. nado las partes desaparecidas del ahora célebre josé Bonifacio
con más o menos los siguientes “superlativos”:
—Estamos en mora de que en Alcandora se funde un museo,
un verdadero museo… Las cartas de amor de la tía Beatriz y el Aríete, as de bastos (esta expresión se escuchó en las salas de
tío Gregorio, el brazo momif1cado de Laurentino Cristófor, juego), boa, brazo de santo (al parecer expresión de beata), brazo de
el pene embalsamado de josé Bonifacio.Ya tenemos muchas perro muerto, brazo de perro envenenado (usadas en las veterinarias),
cosas importantes para hacernos valer ante el mundo. brocha, cachiporra, cirio pascual (también expresión de iglesia),
Laurentino Cristófor esgrimió su brazo atroñado por el chqfarote,choclo (tal vez por mazorca), chorizo, desnucasapos, ael sin
polio y amenazó con descargarlo sobre la cara del proponente. orejas», escopeta,jierro,garrote, herramienta, lanza, longaniza, macana,
mangual, manguera, matraca (igualmente expresión de iglesia),
——Será sólo después que hayas muerto —aclaró éste, tratando
máuser (escuchada en el cuartel del regimiento), mazo, moco de
de defenderse.
elefante, mondá (como degeneración de mondiú), morcilla, mos-
quete, obispo, padre, palanca, palo, paquete, patecabra, penca, pescuezo,
3
plátano, porra, racimo, riel, sable, salchichón, trabuco, tracamandanga,
tranca, trola, vástago, verga, vergón, Viga, yuca )! zambomba.
Haya surgido o no la idea de allí,lo cierto fue qt+e d'os días Cualquiera que fuese la palabra usada,]osé Bonifacio se fue
después ocurrió el sacrilegio: el cuerpo de josé Bon1fac1o, que a la tumba sin ello. En el pandemonium del suceso, el verdadero
aún permanecía en la morgue preservado en baños de formol, crimen en sí dejó de importar. La vida de José Bonifacio no
fue despojado en forma drástica, violenta e inclemente de sus tenía valor, lo que tenía valor era el símbolo que representaba,
genitales. En su lugar quedó un hueco grande y oscuro, como sublimado por el hecho de la amputación. Laurentino Cristófor
el orificio de una bala de cañón, con seguridad pract1cado por ensayó diversas teorías.
alguien que sabía usar muy bien el escalpelo, o el cuchillo de
A) <<Cadavro» había facilitado el sacrilegio. Tal vez no sólo
destazar: un carnicero, o un hábil cirujano.
7 por dinero, aunque había recibido dinero… ¿Si vendía grasa
Cuando La Diana de Alcandora difundió la noticia, la
humana a los enfermos de reumatismo, por qué abstenerse
gente no salía de la admiración, y no encontraba la-man'era de vender otros componentes y porciones? Sin embargo,
exacta de expresarse. Nadie entendía a ciencia cierta 51 deb13n
y casi con absoluta certeza, su motivación principal había
lamentado o celebrarlo. Las opiniones estaban confundidas,
sido preservar al mismo josé Bonifacio, otorgarle el honor
las conciencias también. Por todas partes se hablaba en voz
de la gloria, concederle inmortalidad. Esta era una premisa
alta, se murmuraba, se reñía. Aleuitias Botero supo moverse
básica. <<Interrogarlo», anotó.
con celeridad por distintos lugares y logró captar más de una
centena de comentarios y expresiones castizas utilizadas por la B) La profanación había sido cometida por una secta confor—
gente en sus discusiones. En sintonía con ello, elaboró, y publi— mada a última hora.Tal vez hicieran parte de ella algunos
có por entregas un pequeño diccionario, que agrado mucho litigantes. El abogado Peralta, quien propuso en broma la
a los lectores y aumentó sustancialmente las ventas del dlarlo. idea del museo, era el principal sospechoso. <<Interrogarlo».
60 61
C) En la lista de sospechosos entraba el doctor Cristian I). siniestros murciélagos. ¿Qué hacían allí, en medio de una
Rey. El viejo curapotras se había mostrado excesivanwntc tarde bochornosa, reunidos en silencio? Estaba seguro que
admirado con el prodigio de josé Bonifacio. Era fácil ima— planeaban algo, su silencio no era explicable de otra manera.
ginarlo en la sala de su casa, con los pies embutidos en unas Algo le decía que aquella reunión estuvo relacionada con el
babuchas, satisfecho, sonrosado, como un cazador exitoso, sacrilegio de la morgue.
que en lugar de exhibir colgada en la pared la cabeza de Adolfo Mondragón se atuvo a sus indicaciones, y en las
un antílope, o de un león, conservara allí el trofeo de su siguientes horas, respaldado con las respectivas órdenes de
dios Príapo. <<Visitarlo con cualquier excusa». requisa momentánea de las armas de fuego, se presentó en
primera instancia ante el juez Evangelista Tirado y le pidió
4 facilitar su Magnum para un examen de balística. El hombre,
un sesentón hosco y aindiado, esponjó las cejas y abrió mucho
los ojos, antes de convertirse en un auténtico basilisco.
La inesperada emasculación del cadáver de José Bonifacio
llevó a que el inspector Mondragón cambiara las prioridades —Esto es un insolente abuso de autoridad, una auténtica tro—
del caso y realizara sus pesquisas sin mayor entusiasmo. El su— pelía, una afrenta a la dignidad de lajusticia. ¿Quién lo ordenó?
ceso había alterado todas sus perspectivas. Pensaba que en lugar Déjeme ver esa orden infamante —dijo al tiempo de raparle
de buscar a los autores del homicidio, la investigación debía de la mano el papel, torciendo la boca como un envenenado.
orientarse a dar con el paradero de los genitales del muerto. El policía no hallaba qué decir. Nunca se le olvidaría esa
Esto realmentéentrañaba una interesante labor, afrontaba mís— nariz deforme y abultada, que avanzó hacia él proyectada por
terio, cobraba significado ritual. Un muerto sin importancia la cólera, como si quisiera olisquearlo_ con asco.
no valía la pena, un símbolo sexual sí. Llamó al ñscalVentura Para Adolfo Mondragón, la llamada <<distancia personal» era
y se 10 sugirió. La respuesta lo dejó muy aburrido… algo decisivo. Quien tenía el derecho de cruzada, de invadir la
—Desde luego que la profanación de cadáveres constituye intimidad del otro, de husmearlo, era él como policía. Que lo
delito, pero esa no es nuestra prioridad —había respondido el husmearan o franquearan, que cruzaran su línea más próxima,
enérgico acusador—. Las partes pudendas del muerto pueden era tanto como exponerse a una puñalada. Dio un paso atrás.
venderlas como longaniza, o hacer cualquier otra cosa, en este El magistrado leyó la autorización y pareció serenarse. La
lugar todo se puede esperar, no tenemos posibilidad de impe— orden— estaba firmada por el fiscal SalomónVentura Delavia, el
dirlo, pero nuestra misión es poner tras las rejas a quienes le funcionario más duro del aparato de la justicia en el puerto.
quitaron la vida. Después veremos cómo echar mano del patán Vaciló un poco, caminó de un lado a otro, con el papel aferrado
que 10 emasculó.Tengo la sospecha de que parte del plan de en la mano como si apretara el cuello de una gallina. Finalmen—
este segundo delito se fraguó aquí, en la propia cafetería del te, tomó asiento delante de su máquina de escribir y se puso
Palacio de ]usticia.Vuelva usted a su trabajo, inspector. a elaborar una minuciosa acta de entrega del revólver.Anotó
No podía quitarse de la mente la imagen de los litigan— la hora exacta y las circunstancias: lo entregaba limpio, con la
tes. congregados en la penumbra calurosa de la cafetena cual ' carga completa, sin muestra ninguna de haber sido disparado.
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-w—;r,u_: '
(lulpaba de manera explícita y por anticipado al inspectºr devuelvamela cuando quiera, pero me restituye las balas usa—
Mondragón de cualquier crimen que se cometiera con una das. Cada una vale dos mil quinientos pesos, no se consiguen
bala disparada por el arma en cuestión. Por último, reiteraba por menos.
su categoría de ciudadano probo e incondicionalmente sujeto —¿Quiere que hagamos un acta? ——preguntó Mondragón.
a la ley, al bien público y a las buenas costumbres. El inspector —Mejor una nota prendaria.
Mondragón se vio obligado a ñrmarle todas las copias.
De salida,Adolfo Mondragón recordó la observación que
—Mañana radicaré esto en un juzgado penal —dijo el juez el fiscal había hecho respecto de la gente decente. Mierda de
al despedido, tras entregarle el arma.
señores, dijo para sí. Cómo serán sus mujeres.
Con Libardo Bustillo, el gerente del Banco de Oriente,
La tercera visita resultó todavía peor. El doctor Alfredo Al—
ocurrió un poco lo mismo. Estaba sentado al otro extremo barracín Lucas, vicepresidente financiero de la petrolera, estaba
del enorme escritorio, que interponía entre él y los clientes en todas partes y en ninguna. Hoy se hallaba en la capital de la
necesitados de dinero a manera de barrera infranqueable, tenía República, mañana en El Centro; sede del área administrativa
cara de cuervo. Desde semejante lejanía no podía trasponer la de la empresa y zona residencia] del personal directivo, pasado
<<distancia personal» del inspector, pero se negó de manera fría mañana en el mismo intestino de la refinería. Cuando el policía
y terminante & entregarle el revólver.
lo buscaba en una parte, le informaban que se encontraba en
—Esta es mi herramienta de trabajo, con esto me defiendo, la otra. Si corría hacia allí, ya había cambiado de lugar. Le tocó
si le entrego mi revólver, asaltan el banco. valerse de tres agentes apostados a la entrada de cada uno de '
Mondragón le señaló que había un celador a la puerta. los principales lugares por donde se movía, incluida su casa.
—No importa. A él pueden desarmado, abatirlo.Yo estoy Cuando al fm pudo ubicarlo, irrumpió sin anuncio previo. La
aquí, encima de las escaleras, la caja fuerte está a mis espaldas. secretaria de la oficina lo detuvo y lo obligó a sentarse, mientras
La verdadera fortaleza de este banco soy yo. Si quiere hacer informaba su presencia.
una examen de balística, tome la muestra aquí mismo. Era una mulata sandunguera, bonita, perfumada, bien he—
El inspector se retiró sin protestar y regresó una hora des— cha, agradablemente vestida. La temperatura del aire acondi—
pués con un balde repleto de arena, que colocó sobre el escri— cionado de la oficina estaba muy baja, la refinería derrochaba
torio del banquero, antes de solicitarle el arma. El banquero energía porque producía su propia electricidad en cantidades
prefirió hacer el disparo por su propia cuenta, sin soltarle el enormes. Los divinos muslos de la mulata, sin embargo, no se
Magnum al policía. Antes, puso el balde en el suelo. La bala atemorizaban con el frío.
atravesó el recipiente, taladró el piso y se íncrustó de tal forma El funcionario aquel tenía cara de aburrimiento, de acu—
en la placa de cemento que no fue posible extraerla. Hubo mulado cansancio. Era la representación de un poder f1no, un
un momento de pánico en el establecimiento… El banquero se poder de uñas bien cuidadas y traje completo, pero repenti—
puso tan pálido como un cheque en blanco. namente derrumbado. Cuando el policía entró en su oficina
—Necesito otra muestra —declaró el policía. lo halló agazapado, reburujando en una gaveta.Tardó más de
—Tome el arma —aceptó el hombre—. Llévescla de aquí, un minuto en darle la cara.
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—Me dicen que es policía. a satisfacción su vieja habilidad de allanar en toda la línea una
—Así es —respondió Adolfo Mondragón, recitando una <<distancia personal femenina». Lo hizo indínándose encima
sucinta explicación del por qué se encontraba allí. de ella.
—Me lo imaginaba. Nunca debí comprar un arma como —E1 doctor me dice que usted me hará una copia de este
documento.
esa. ¿Han cometido algún delito con ella? La perdí hace unos
meses, estoy tratando de encontrar el denuncio. Siempre Hevaba A esa longitud casi podía describir el largo de sus pezones,
el Magnum conmigo en la guantera del auto, para defenderme la altura de su vello púbico. Le sorprendió encontrarla tan
de un eventual asalto entre la refmería y El Centro; usted sabe hembra, tan naturalmente sexual. Ella sostuvo la proximidad,
que muchos directivos han sido asaltados en ese camino… Es un resistió la inspección. Sólo entonces se levantó y fue a fotoco—
revólver que infunde respeto; no lo sacaba de allí, no 10 entré piar el papel. Un minuto después le puso la copia en las manos,
nunca a mi casa, pues un hijo de uno puede matarse con él. levantando apenas los ojos, con aquella actitud rendida de las
muchachas de los burdeles al momento de entrar a la cama
Pero hace unos meses alguien abrió e1 auto en el parqueadero
con un cliente goloso.
y 10 robó, aquí mismo, en la refinería.
Continuó reburuj ando en la gaveta hasta dar con un papel El inspector Mondragón se alegró de que la ronda por las
altas esferas hubiera terminado. Lo que le aguardaba era a to—
de tono oficial por los sellos y tipos de máquina: el denuncio
das luces mejor, algo más acorde con su rutina de sabueso. Sin
colocado en una inspección de policía cuatro meses atrás por
embargo, no logró sacarse ¿¡ la hermosa Mireya de la cabeza.
la pérdida del revólver.
Pasada la medianoche, cuando se dirigió con la mejor de
—Todo está detallado en este denuncio, sírvase leerlo. Mi
las disposiciones a la casa de Matilde Sagalejo, todavía pensaba
secretaria le dará una copia, deje el original con ella. Ahora en ella.
debo retirarme, me aguarda una junta importante.
Por un momento, quedaron frente a frente. Era un hom—
bre mediano, se le habían arrugado la corbata y el saco en el
ejercicio de esculcar la gaveta.Trató de componerse y asumir
un aire correcto, asió un maletín. El policía no se apartaba. Aquí no importaba que la espera fuese prolongada. Las
chicas de turno, que lo conocían de oficio, se esmeraron
—¿Necesita algo más?
charlando con él, llenándole el vaso y dejándose mirar y ma—
Mondragón pareció vacilar…
nosear, mientras la patrona, que ya estaba avisada de su visita,
—No, definitivamente no. Si hace falta cualquier dato suple— lo llamaba a sus aposentos. Era una casa grande, de dos pisos,
mentario, volveré. ¿Cómo me dice que se llama su secretaria? fresca a fuerza de abanicos y patios abiertos. Había música y
—Mireya. bullicio. Nuestro hombre no tenía prisa alguna.
Salieron ambos por la misma puerta. El policía se colocó Hacia las dos de la mañana fue por fin invitado a subir. Lo
sus gafas de espejo y se dirigió hacia la mujer; el otro desapa— hizo por una disimulada escalera que partía de la cocina, en
reció en el pasillo. Entonces Adolfo Mondragón pudo ejercer la parte trasera de la casa. Matilde Sagalejo lo recibió en una
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enorme habitación equipada con ñnos muebles de sala y un —La cosecha de todos los años, querido. Esta es tierra de
enorme escritorio, encima del cual reposaban varios libros de niñas muy bellas y muy necesitadas. En ninguna casa les va
contabilidad abiertos, sellos, chequeras y una bonita lámpara tan bien como aquí.
con caperuza de vidrio color verde, como las que usan los Los sandwiches, las galletas y el chocolate desaparecieron en
empleados de los bancos para contar los billetes. Lucila, su las bocas de las gordas como simples colaciones. La camarera
hermana, estaba con e]la. Entre las dos podían sumar casi media
trajo entonces un vaso de whisky con hielo al policía, y un
tonelada de peso. Especie de budas rechonchos, perfumadas
par de copitas de amareto para las dos hermanas.
y maquilladas como muñecas de feria, ocupaban en su tota—
lidad un sofá bajo, reforzado con fuertes brazos forrados en —Perfuma el aliento —explícó Matilde, apenas humedecien—
terciopelo. Sus trajes bordados y elegantes las hacían ver muy do la punta de la lengua en el líquido—: el amareto perfuma el
holgadas;bajo el bri110 de las joyas y los coloretes que llevaban aliento, pero engorda.Vamos pues, cuéntanos.
encima resultaban agradables y bonitas. —Despacharon a un pobre diablo, le pegaron unos cuantos
—¡Adolfp! tiros, entre ellos uno de Magnum. Sólo hay cuatro revólveres de
esos en el puerto. Uno es el tuyo, Matilde. El fiscalVentura ha
—¡Matilde! ¡Lucila!
ordenado que se haga un estudio de balística de los proyectiles
Lo tomaron entre sus manos gordif]onas y 10 saludaron de
de cada uno de esos revólveres.
beso, sin levantarse del sillón que ocupaban. Mondragón se
agachó para besarlas y abrazarlas, y terminó sentado en medio Matilde Sagalejo abrió mucho los ojos.
de las dos. Una camarera trajo una bandeja de plata rellena de —¿Dices que mataron un pobre diablo a tiros de Magnum?
sandwiches, galleticas y tazas de chocolate. ¿Y no fueron ustedes? Entonces ese pobre diablo no era tan
—Es mejor que comamos para darnos fuerzas, ya que vienes pobre.
en misión of1cial, porque de lo contrario no hubieras subido —Es un caso extraño, sobre todo por lo que ha ocurrido
hasta aquí —dijo en tono de amigable reproche Matilde, la voz después.
cantante del dúo. ¿Déjame adivinar —interrumpió Lucila, que era entre las
—No es nada grave, madrina —respondió el policía—. Una dos quien leía los periódicos—: se trata del muchacho que
simple rutina. mutilaron en la morgue.
—Igual, es la hora de comer —insistió la matrona. —Así es.
Al fondo, entre la penumbra, alcanzaba a verse una caja —Ya te dije que no era tan pobre. Algo tiene que tener
fuerte con la puerta abierta. El ojo rápido del inspector advirtió uno de importante para que le dediquen un tiro de Magnum.
sobre el escritorio un fajo de billetes. Las dueñas no 10 dejarían Lo mataron por sus dotes, tenlo por seguro.Y si usaron un
partir sin retribuirle los pequeños trabajos que durante todo Magnum, lo mató gente rica —replicó Matilde, asumiendo de
el año realizaba paciente y calladamente por ellas. nuevo la voz dominante.
—¿Te han atendido bien allá abajo? —Eso es 10 que investigamos, madrina. Como sólo hay
—Muy bien, excelente.Veo que hay nuevas chicas. cuatro revólveres de esa clase en el puertó, el fiscalVentura ha
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0rdenado practicarles un examen de balística. No se sospecha —Sofía, haga el favor de atender al señor lo mejor posible.
de nadie, y menos de ti, pero necesito cumplir la rutina. Lo besaron como si se tratara de un hijo y al rozarlo le
—Siento desilusionarte, querido —cortó la matrona—. El perfumaron el cuello y las manos con sus labios, sus mejillas y
Magnum 10 vendí hace más de dos años. Está en buenas ma— sus dedos fragantes.Adolfo Mondragón se fue tras la camarera
nos, pero muy lejos de aquí. Esa no pudo ser el arma asesina. por la escalera del fondo. En el primer descanso, la muchacha
El inspector se mostró desconcertado y un poco aturdido. se detuvo y empujó una puerta delgada.Adentro todo estaba
Traté de insistir. dispuesto para cumplir al pie de la letra las instrucciones de
sus patronas. Una cama muy limpia, un ventilador espantan—
—¿Pero no sería posible que nos hicieran llegar una bala
do el calor, una botella de whisky, una hielera. Sonriendo, la '
disparada por ese revólver? Es un procedimiento muy fácil.
empleada empezó a desvestirse.
» —Todo es posible, pero no lo veo conveniente. La persona
—No te había visto antes —dijo el policía.
que lo compró… muy buen cliente de esta casa durante toda su
vida, es hoy el Procurador General de la República. —Por ahora soy la empleada de adentro, pero las señoras
me dejarán empezar a trabajar abajo desde la semana entrante.
Adolfo Mondragón dejó escapar un silbido.
Eran casi las cinco de la mañana cuando salió de aquel piso
—Ya lo ves, hijo…
intermedio y acabó de bajar la escalera. En la primera planta
—No tiene sentido buscarlo. Un hombre así no puede estar
se bailaba con furor la lambada. Se asomó & una de las salas y
involucrado en este asuntillo.
encontró el más enternecedor de los cuadros: dos muchachas
—Matilde Sagalejo 10 garantiza con toda su honradez. desnudas esceniñcaban con portentosos movimientos de cade—
—Gracias madrina, su palabra me basta. ras el endiablado ritmo, bajo la mirada expectante y complacida
El inspector Mondragón había decidido que alteraría cual— de una docena de clientes trasnochados.
quier documento para presentarle al ñscal una prueba falsa, a El fiscal Salomón Ventura 10 había autorizado para infor—
fm de que no insistiera en la prueba de este cuarto revólver. marle a cualquier hora el resultado de sus pesquisas. Ahora
Por nada del mundo dudaría de su amada madrina, su palabra que tenía el informe completo de los cuatro <<Magnum» de
era para él asunto de fe. Alcandora, decidió llamarlo desde la sala de recibo. Las llamadas
No se habló más del asunto. Las señoras quisieron levantarse tempranas reiteraban su condición de investigador acucioso.
para despedido de pie y el policía se vio a gatas para ayudadas La salita de espera estaba aislada del resto de la casa, para
a salir del hondo sillón. Una vez arriba, con movimientos bam— brindar discreta privacidad a los visitantes. Había un teléfo—
boleantes y lentos, Matilde se dirigió al escritorio, de donde no allí; hasta aquel lugar no llegaba la música, pero la línea
tomó el fajo de billetes y se lo entregó con pícara coquetería. telefónica tenía una extensión adentro. Cuando el inspector
—Nunca te hemos olvidado,Adolfo. Cómprele un regalo a Mondragón giró el disco, en la sala del baile una de las mucha—
Diótima y llévele saludes de nuestra parte. chas de servicio escuchó el característico tintineo y se acercó
Pulsó un timbre sordo, la camarera volvió a hacerse pre— & levantarla. Al momento en que le contestaron (y quien le
sente. contestó fue la señora Liz deVentura) el escándalo de la lam—
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bada se coló masivamente dentro de la bocina. La música llegó ——Me gustaría tomar un poquito de brandy.
primero que la voz del inspector. El policía habló, pero Liz ya —Debemos ir al médico, querida —insistió él—. Has sufrido
no pudo escucharlo. Las ondas agresivas de la lambada habían un desmayo.
vuelto a golpeada como los guantes de un boxeador energú— —No es nada.Tal vez sea cosa de cansancio, he perdido el
meno. Dejó caer el aparato y se desplomó al suelo, sin sentido.
tono muscular.
—¿Te había pasado antes?
6 —No.
—Has estado trabajando demasiado.
Casi puede asegurarse que fue la sombra aciaga de aquel —Sí, tal vez sea eso.
incidente, especie de anuncio fatídico, lo que llevó a Salomón
—De todas formas, debemos ir al médico.
Ventura & descuidar no sólo el caso de José Bonifacio, sino
—¿Qué tal que esté embarazada? —musitó Liz, esforzándose
también muchos otros importantes asuntos. Encontrar a Liz
por sonreír.
tendida junto al teléfono ese sábado en la mañana le causó
una terrible impresión. Su primera reacción fue levantarla y El brandy la recuperó, aunque continuaba callada y ausente,
correr con ella hacia el policlínico. La tomó en los brazos y siempre bajo la nerviosa mirada de su esposo, que la observaba
dio dos pasos afuera, pero se detuvo. Liz estaba cubierta tan minuto a minuto.
sólo con una levantadora delgada, no llevaba puesto nada de— Ese día no salieron a ninguna parte. Comieron algo que
bajo; él tampoco estaba mejor cubierto. La dejó sobre el sofá Salomón trajo de un "restaurante, vieron un poco de televisión,
y corrió a la alcoba en busca de ropa para ambos. Al volver, escucharon música y se acostaron temprano. El domingo, al
ella ya había abierto los ojos. despertar, declaró que se sentía bien, aunque su rostro estaba
marcado por unas profundas ojeras. Muy temprano, el lunes en
—Has sufrido un desmayo, querida —dijo ofreciéndole una
la mañana, SalomónVentura comentó el suceso en la oficina.
vistosa sudadera—: debemos ir al médico…
_ —Liz ha sufrido un desmayo —dijo aValeria—. No puede
Estaba tan pálida que incluso su cabello parecía haberse
tratarse de un embarazo, porque ella planifica, estoy muy
desteñído. SalomónVentura se sintió arrebatado del pánico.
preocupado.
—Debemos apresurarnos —insistió.
-La secretaria no supo qué comentar. Su única reacción
Ella le retuvo las manos. consistió en atenderlo en forma más solicita, colaborarle con
—No es nada, déjame descansar. más precisión, permanecer más atenta a sus actos, como si el
Volvió a sumirse en una especie de desvanecimíento, su necesitado de asistencia fuera él, no su esposa.
respiración era casi letárgica. Se había puesto fría, comenzan— Liz Hamó a media mañana, para tranquilizarlo. Se sentía
do a temblar… Salomón la envolvió en una manta de algodón, bastante bien, había recobrado el ánimo por completo, …no
tratando de abrigarla. EHa intentó responder a sus cuidados, le dolía la cabeza. De cualquier forma, si el asunto volvía a
diciendo débilmente: repetirse, estaba dispuesta a ir al médico.
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——l)eberías ir, de todas maneras. Liz no aceptó someterse a un chequeo médico, alegando
La semana se fue en papeleos de rutina. En cierto momento que se sentía mejor. Durante la semana había consumido mu—
escuchó del inspector Mondragón el informe sobre los Mag— chas uvas caimaronas y madroños, jugado al tenis con alguna
num, pero en lugar de ponerlo en duda, como todo 10 que de las damas que frecuentaban la cancha del Regis y hecho
venía de boca del policía, lo aceptó sin juicio de inventario. unas cuantas piscinas. No valía la pena hablar más del asunto
Sólo enfatizó un pequeño detalle. del desmayo, ni concederle mayor trascendencia. El viernes
—¿Dices que el revólver del ejecutivo de la petrolera anda por la mañana, SalomónVentura dio el paso.
perdido? —Tengo en mis manos una invitación para el baile de gala
—Exacto. Los demás están en mános de sus dueños. Los he del Republicano, que celebra cuarenta y cinco años de vida.
disparado y he enviado los proyectiles ¿¡ Mayolis. ¿Qué opinas al respecto? —le dijo antes de partir hacia el trabajo.
—Pero ese no. —¿Cuándo es? —preguntó Liz, expectante.
—El denuncio por robo fue puesto hace cuatro meses. —Esta misma noche.
—¿Leíste bien el papel? —¿Por qué no me lo habías dicho?
—Tengo su fotocopia en mi poder. —Porque estabas enferma,y porque exigen traje de etiqueta.
—Posiblemente se trata de un documento falso, expedido —¡Miserable! ¿Acaso crees que voy a perdérmelo? Conse—
guiremos el traje que sea —rechistó ella.
hace apenas unos días. En Alcandora es muy fácil conseguir
un papel de esa clase, los expide cualquier corrupto inspector El fiscal escapó corriendo escaleras abajo. En el curso de la
de policía —se refería, por supuesto, a los inspectores de des— mañana intercambiaron más de cinco llamadas. ¡Baile de gala!
pacho, no a un flamante inspector de la secreta como Adolfo ¿De qué manera debían ir vestidos? Maldición, aquello era más
Mondragón, aunque también respecto de él abrigaba sus dudas. loco de 10 que Liz había imaginado en un primer momento.
Para subrayar su conñanza y evitar cualquier malentendido, Recorrió el puerto buscando una modista que le diera algunas
agregó—:Tengo la corazonada de que nuestro hombre es uno puntadas a su vestido más elegante y llevó un traje completo
de su esposo a la lavandería. Por unos pesos adicionales pro—
de los implicados. Concéntrese en él y obtendremos algo. Es
una suerte contar con usted. metieron que se 10 entregarían antes de la media tarde. Sin
embargo, todo encallócuando supo que Salomón necesitaría
El expediente de José Bonifacio se fue cubriendo de
un corbatín. La única manera correcta de presentarse a un baile
nuevas carpetas que contenían expedientes de crímenes más
en El Republicano era luciendo corbatín. Parecía ridículo.
recientes. SalomónVentura no se mostraba demasiado atento
' con ninguno en particular. Sólo un sobre de bordes dorados, —Renuncio —le dijo a su esposo.
dejado como por descuido sobre la bandeja del escritorio, —¿Por qué?
Hamaba su atención. De cuando en cuando le echaba miradas, —Porque necesitas un corbatín, y esa maldita prenda no se
10 abría y repasaba el texto de la tatjeta que contenía. Luego consigue aquí.
volvía a cerrarlo. —No te preocupes —declaró él—.Yo la conseguiré.
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permitía contemplar la vista más majestuosa del río. En los años
En medio de aquellos atafagos, sin poder admitirlo, La se
cuarentas, cincuentas y aún en los sesentas, toda dama que se
sintió una mujer deliciosamente casada.
preciara de sí, había sido enamorada frente a este escenario ,
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mejor que cualquiera de las damas presentes…Ambos formaban inspector Mondragón había incursionado en los días ante—
una hermosa pareja; la gente se volvía a mirarlos y registraba riores en busca de cuatro revólveres Magnum. Damas ya un
agradada la imagen, aunque el fiscal divergiera del conjunto tanto apolilladas, caballeros de grises cabellos, posiblemente
por su traje. una vieja generación retirada de jueces, médicos y ejecutivos
Había flores de temporada sobre las mesas cubiertas con de la petrolera. Una segunda generación en la plenitud de su
blancos manteles. junto a las servilletas, marcadas con los edad, flamante y dueña del mundo, los actuales directivos de
emblemas del club, estaban las copas puestas boca abajo y la la planta, el gobierno civil, el poder judicial. La tercera apenas
respectiva hielera donde sobresalía una botella de champaña. alcanzaba a insinuarse. Había muy pocos jóvenes con sus da—
Tras acomodar a los asistentes, los meseros de guante blanco mitas, era visible que El Republicano no resultaba atractivo a
se afanaban haciendo estallar los tapones. Las damas colgaban lajuventud. Sin embargo, los pocos muchachos que se movían
sus pequeñas y brillantes carteras del espaldar de las sillas, en la pista eran notoriamente perceptibles. Bailaban los viejos
pero luego de sentarse volvían a estar muchas veces de pie, ritmos con aburrida torpeza.
para saludar e intercambiar besos con quienes iban llegando. Cuándo el merecumbé, mundano y pegajoso, se abrió
Una mujer muy hermosa se acercó a saludar a los Ventura. paso a través de la atmósfera, convirtiéndose en el rey de la
Ninguno de los dos la conocía; era evidente que el saludo no fiesta, el baile adquirió una sensualidad exquisita. El calor y el
tenía otro objeto que presentar un hermoso busto coronado
movimiento pusieron brillo a la piel, el color moreno asumió
por un costoso collar. predominio, debajo de tanto cosmético fue visible que habitaba
Preparativos de la orquesta, notas de ensayo, brindis en las un mundo mulato. Las caderas ondulantes empujaban el aire
mesas, electricidad en el ambiente, y de un momento a otro, caliente en masivas oleadas.
como un himno triunfante, el grande, el arrebatador, el siempre
A1 primer descanso, los caballeros se despojaron del sacoleva
inmortal e invencible vals de todos los tiempos. El viejo club
y 10 echaron sobre el espaldar de la silla, el fiscal abandonó la
recobró en ese instante hasta la última partícula de su antigua
corbata y el saco… Se recogieron las mangas de las camisas, se
grandeza y vitalidad. Las parejas se levantaron en forma masiva,
abrieron los cuellos, los escotes aparecieron más libres y esplén—
se dirigieron a la pista, se entrelazaron y rompieron a bailar.
didos, las aberturas de las faldas más profundas, las piernas más
Alrededor de la plataforma de la orquesta, que sobresalía como
separadas, los brazos más desnudos. Parecía estar iniciándose
un pintoresco islote, se formó un ondulante mar de sedas.
una generalizada sesión de nudismo; el sudor chorreaba en las
Salomón Ventura recordó el caso de José Bonifacio. En
axilas junto a dos de perfume.
medio de aquel oleaje danzaba un asesino. 0 varios.
Lo más importante de todo era que Liz estaba dichosa. Nada
parecía perturbada, se derretía pero giraba feliz, con precisa
8 exactitud, en los brazos de su esposo, era como si el mundo
despertara a un nuevo amanecer. SalomónVentura imaginaba
No se necesitaban muchas dotes intuitivas para concluir las figuras danzantes como los mazos de unos engranajes per—
que aquí se encontraba la gente bien, en medio de la cual el fectos… Nada debería perturbar tan hermosa armonía.
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Un primer intermedio de casi media hora arrojó cerca por los bordes del patio, tratando de refrescarse.Al pie de una
de la medianoche una ola acalorada y sedienta a las mesas. El columna chocó con García Marín, un viejo magistrado del
champaña se consumió como limonada, los meseros necesi— Tribunal Superior, ya casi en edad de retiro, que bebía aire por
taron afanarse con las nuevas órdenes y el masivo descorche toneladas y trataba de limpiar sus empañados anteoj os con un
de nuevas botellas. La gente bebía sin parar, se escuchan voces pañuelo arrugado. El hombre lo miró sin reconocerlo, luego
estridentes. Para evitar el colapso de la borrachera, y también se puso los lentes de vidrios abultados, acercó un poco la cara
el precio exorbitante de las botellas adicionales, muchas pare— y sonrió.
jas comenzaron a circular hacia el patio trasero, donde el río —¡Esta es una noche histórica, doctor Salomón! —exclamó
ofrecía una Vista lujuriosa. Buscaban aire por toneladas. Pero los abriendo los brazos—. Nadie pensó nunca que usted asistiera
verdaderos veteranos volvieron a la pista y bailaron las tandas a esta fiesta.
sucesivas. L05Ventura entre ellos. Había comenzado a ocurrir —Bonita fiesta, es verdad —reconoció sonriente el fiscal.
un segundo cambio en las ropas. El vestido de las damas caía
—¿La han pasado bien usted y su bella esposa?
fofo y destemplado a causa del sudor, los caballeros llevaban los
—Muy bien, si señor.
faldones de la camisa por afuera.Ahora Liz se sentía envuelta
en aceite, le pesaba la ropa y quería desnudarse. El magistrado desvió los ojos hacia la magnífica estructura
del edif1cio, envolviéndola en una mirada amorosa. _
También había cambiado la disposición de las mesas. Los
gremios y las familias habían juntado las suyas para agruparse. —Este club fue el alma y la razón de ser de Alcandora, más
En una gran rueda se reunió todo el poderjudiciál. Salomón aún que la refmería.Ah0ra es sólo un recuerdo, pero al menos
le musitó' 3 Liz que en determinado momento tendrían que una vez al año volvemos a encontrarnos.
pasar por allí, presentarse y saludar. Ella recordó que había —No hay duda, es todo un símbolo —corroboró el ñscal—.
abandonado a su esposo tres años atrás por miedo a esa gente. Pero es evidente que las nuevas generaciones ya no 10 miran
<<Esa gente lo acusa a uno con la sola mirada», comentó. El de la misma manera. Estoy sorprendido de la escasa presencia
fiscal celebró el chiste con una alegre carcajada. de los jóvenes.
Entonces estalló una nueva etapa del baile: ¡Su Majestad el El viejo magistrado hizo un guiño y torció la cabeza, como
chá—chá—chá! La pista volvió a repletarse, se formaron carruseles tratando de explicar que el asunto resultaba comprensible.
y trenecitos frenéticos. Salomón Ventura tomó de remolque -, —Siempre han existido en el mundo tres generaciones
la cintura de Liz, una dama cincuentona lo tomó a él, aquello precisas. La primera funda las cosas, la segunda las conserva,
fue la locura. la tercera las deshace. Los hijos de los ricos de Alcand0ra no
Cuando resultó imperioso detenerse, Liz se dirigió al to— sirven hoy por hoy más que para cometer delitos.
cador. Se sentía tan vapuleada como si hubiera pasado por el —En realidad, 10 que encuentro es que hay muy pocos
cilindro de una despulpadora; necesitaba lavarse la cara e inten— jóvenes aquí— subrayó Salomón Ventura, tratando de obtener
tar cuadrarse el brasier y el vestido, ahora demasiado holgados algo más del viejo funcionario.
por causa del sudor. Su esposo fue al baño e inició una vuelta —Es por lo mismo que le digo. Los ricos educan los hijos
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afuera, en colegios y universidades costosas. Los que perma— reservado, probablemente en ruinas. Lamentó que su falda no
necen en la ciudad son los muchachos que no reciben en tuviera una larga abertura que le refrescara los muslos.
ninguna parte, por vagos, por malos estudiantes. Lo que siguió a continuación resultó inolvidable. Liz pe—
—No tenía idea del fenómeno. netró en un mundo medianamente iluminado y se halló en
—Así es, mi querido doctor. el corazón de El Republicano, la parte más íntima y sagrada
del viejo recinto: su casino. Bajo portalámparas de sombrero
que arrojaban agujeros de luz y resaltaban las caras de los
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viejos groupiers de edad avanzada, había mesas de black jack,
bacarat, dados y otros juegos. Pero era la gran ruleta central,
Liz retornó cuando empezaba a servirse la cena. El menú reluciente bajo la única araña encendida, el objeto que llenaba
fue llegando a las mesas en forma completa, de manera que la escena.Al fondo se adivinaban grandes marcos de ventanas
nadie tuviera que esperar por un plato, o por un cubierto
colando aire mezclado con pesados aromas de selva e insectos.
faltante. Canastilla de pan, p0110 a la Stroganoff, verduras a la
También sobresalían unos grandes arrumes, eran las mesas de
juliana, puré de papa con toronjil, copa de vino y mousse de
billar retiradas del servicio y colocadas en la penumbra de los
guanábana, vaso de Coca Cola.Todo exquisito. La gente engu—
rincones, donde sus paños rotos no dolían a nadie. Todo se
11ó en medio de un estruendo de platos y cubiertos. Quienes
mostraba vetusto, pero existía un gran contraste: los únicos
terminaban se iban levantando para caminar hasta la parte
viejos eran los groupiers, el resto era gente joven.
posterior y asomarse al río, en cuyas aguas oscuras se reflejaba
ahora la luna. Los meseros retiraban la loza y limpiaban las ¡Los jóvenes de la fiesta estaban allí!
mesas con notable rapidez. Muchas parejas partían a sus casas Las pupilas de Liz, vacilantes en multitud de detalles, queda—
después de comer, pero aquella era solo la mitad de la f1esta. ron finalmente atrapadas en dos únicos destellos: la bola dorada
SalomónVentura pensó que había llegado el momento de que coronaba la rueda girante, cuya superf1cie devolvía la luz
acercarse a la mesa del poder judicial y saludar a sus colegas, de la araña, y el oro quemado y refulgente del cabello de un
pero Liz volvió a escabullirse rumbo al tocador. Quería estar jugador que lanzaba la bolita en la taza. Este era un hombre
impecable para presentarse ante los verdugos, no quería que le relativamente joven, impecablemente vestido, en cuya frente
pudieran tachar un solo detalle. Percibía que su traje se había había caído un mechón de pelo. Liz se acercó sin poder apar—
ensanchado por causa del movimiento, ya no era la misma tar los ojos de él. El hombre lanzó, la bolita giró y giró sobre
señora fresca y fragante de unas horas antes. Los baños estaban el margen de las casillas radiales y acabó por caer en la taza
atestados. Al regresar alcanzó a ver que su esposo charlaba numerada, luego de un retintín.
con otros señores en una de las mesas. Le hizo una seña desde En la penumbra, quedaron uno al lado del otro, pero sólo
lejos y siguió. Había descubierto la escalera que asciende a ella lo veía. Se había colocado a su lado con absoluta discreción
la segunda planta: le pareció que algo existía arriba y se dejó y observaba la escena, muda y fascinada. El sujeto le parecía
llevar por la curiosidad. muy hermoso, la sorprendía su evidente pasión por el juego…
Muy poca gente subía esos peldaños.Aquel parecía un lugar La bolita fue lanzada dos o tres veces por otros jugadores lue—
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go de las respectivas apuestas, pero no tardó en volver a sus —-Yo soy Liz de Ventura. Me encantó conocerlo, perdone
manos. El rubio la lanzó nuevamente. Entretanto, la corriente que deba retirarme.
de humores macerados en perfume y en *sudor que iban de Un minuto después descendió las escaleras y buscó a su
ella hacia él, acabó por delatarla. El rubio vio primero sus pies, marido, que para dicha infinita de su corazón no se hallaba
sus zapatillas plateadas, sus corvas torneadas. Fue levantando sentado en la mesa de la justicia.Al parecer, la congregación de
la cabeza. De pronto, se volvió por completo y la contempló verdugos había sido desintegrada por la movilidad de la fiesta; la
con ojos ensimismados. Liz estaba llena de color a causa del orquesta estaba empuñando los cobres, las parejas se buscaban
baile y del champaña; el uno quedó tan sorprendido del otro de nuevo. En el momento de encontrarse, rompió un pasodoble.
como si se hubiesen encontrado desnudos.
No parecía que el hombre fuera capaz de reaccionar, ni de
10
articular un sonido, pero espontáneamente exclamó:
—¡Gracias a Dios! ¡A1 En ha llegado mí hada madrina!
Hacia las tres de la mañana resultaba imposible continuar
La tomó de la mano y le colocó sobre la palma abierta las bailando. El calor y el movimiento extremo habían demolido
fichas de plástico. corporalmente a las parejas. SalomónVentura estaba agotado,
—Apueste usted por mí, por favor. le pesaban los brazos y las piernas, Liz se sentía igual. La misma
Liz no sabía como hacerlo, pero se dejó conducir. El ru— música había desmayado a ritmos más piadosos hasta llegar al
bio pidió la bolita para ella, el viejo groupier se la entregó bolero. Pero ni siquiera bailar bolero parecía posible. Había
gentilmente. Uno de los cuadros escogidos por Liz favoreció llegado el ñnal.
al apostador. Este dio un salto, lanzó un grito de alegría y se La vieja y aristocráticajunta de masones que reglamentaba
volvió hacia ella con manifiestos deseos de besarla. el certamen 10 tenía todo previsto. A1 510 de la madrugada
—¿No le dije que había llegado mi hada madrina? Déjeme una cantante negra se alzó en el escenario para entonar tres
invitarla a una copa. canciones -de época, entre ellas Sabor a mí. El Republicano no
—Estoy aquí con mi marido —se excusó Liz, preocupada, podía cerrar su baile anual sin aquella hermosa y emblemática
pero al mismo tiempo subyugada por la espontaneidad del evocación. De esta forma, el baile quedó oficialmente cerrado.
sujeto. Por ello mismo, no se abstuvo de preguntar—: ¿Quién La gente regresó a las mesas para recoger sus cosas y marcharse.
es usted? Muchas de las luces del viejo edificio fueron apagadas. Nadie
se percató de un súbito acontecimiento de última hora: los
—Mí nombre es Isaías Culer.
jóvenes abandonaban en forma apresurada el casino y se apo—
—¿También abogado?
deraban de la escena. Un convenio secreto había establecido
——No, yo soy médico, un médico perdido en la manigua. que se les dejara actuar a su gusto a partir de ese momento.
Resaltó en su voz un dejo de despreocupación e ironía, LosVentura se hallaban ya casi al inicio de las escaleras cuan—
que lo hizo todavía más encantador a sus ojos. Ella se presentó do la estridente música resonó a sus espaldas. Una tonada aguda
formalmente: y sensual, ligera, cabalgante.Volvieron la cabeza, sorprendidos.
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En el botón de luz que se había abierto en mitad de la
pista, una joven delgada y morena, ataviada con una faldita que
dejaba por completo sus largos muslos afuera, apareció sentada
sobre las piernas de su compañero de baile. Los movimientos
anticiparon el ritmo. Se trataba de la incontenible y conta—
giosa lambada, dueña y señora del puerto aquella inolvidable
temporada.
CAPÍTULO TERCERO
—Quiero verlo —dijo SalomónVentura a su esposa, tirándola
de la mano para llevarla de nuevo hacia adentro——.Aquí están
los muchachos. La orden del cajón rayado
No se dio cuenta que ella resistía y pugnaba por quedarse
atrás.
Otras personas también estaban regresando.Alrededor de
la pista se formó un cordón de curiosos. Los jóvenes habían
comenzado a bailar, 10 que bailaban era lambada.
Podía tratarse de un signo de los tiempos que empezaban a
llegar, de un grato anticipo del deseable futuro, pero Liz no 10
encajó.Al contrario, se sintió repentinamente mareada, perdió
el tono muscular, se halló húmeda y fría, como si acabara de
morir.
—Tengo que sentarme —dijo, y retrocedió en busca de una
silla.
Se derrumbó sin apartarse siquiera. Los brazos de su esposo
impidieron que su cuerpo, convertido en trapo, se estrellara
contra el piso.
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mintiendo, pero saberlo no conduciría ¿¡ ninguna parte. ¿Sober—
narlo? ¿Ofrecerle una suma adicional a la que probablemente
ya había recibido por permitir la profanación? Estaba seguro
La primera parte de la ¿agenda del abogado (?ristófor no que esto tampoco surtiría efecto. Muy seguramente, el propio
llegó nunca a cumplirse. Entrevistar a <<Cadavro» e 1nterregarlo <<Cadavro» en persona era quien había mutilado el cuerpo.A
sobre la mutilación de josé Bonifacio acabó por antqársele lo mejor, para preparar un brebaje.
el más aburridor de los planes, algo demasiado cruel incluso Con todo, la hipótesis no casaba. El escatológico sujeto
consigo mismo. En primer lugar, porque Ia entrevista tendría era dueño y señor de la morgue. Su jefe, el flamante doctor
que llevarse a cabo en la morgue, y la sola idea de regresar Culer, ni siquiera asomaba por allí. Tal vez muchos cuerpos
a ese lugar le causaba mareos. Invitar a <<Cadavro» a toruarse se habían ido a la fosa común mutilados y despojados de sus
un café en cualquier establecimiento, como un parroqmano órganos vitales, envueltos en bolsas de polietileno, sin que na—
común y corriente, resultaba un proyecto inconcebible. Un die se percatara. Si podía disponer de los cuerpos con entera
Era tanto
hecho así, sencillamente, no tenía presentación social. libertad, ¿por qué había denunciado el ilícito?
como sacar un cadáver de la tumba y sentarse a dialogar en
Todas estas razones paralizaban a Laurentino Cristófor, que
una mesa con él.
hecho
en últimas sólo podía fruncirse de hombros y acogerse a la
Por lo demás, los informes de La Diana no habían fatalidad. La fatalidad gobernaba el mundo de Alcandora, ¿qué
otra cosa que repetir lo que el hombre de la morgue declara— objeto tenía tratar de interpretada, y menos todavía intentar
ba. Según la versión made in <<Cadavro», dos hombres y una detenerla? En prueba de este aserto, a la siguiente mañana,
mujer habían acudido a reconocer el cuerpo de un N'N'.El mucho antes de despertar, entró la Hamada a su teléfono.
auxiliar los dejó entrar, la mujer ñngió un ataque de nerv1os
La voz, cavernosa y oscura, ramificada como los vericuetos
y empezó a llorar en forma incontrolable, apoyada en una .de
de un nervio, hacía parte del sueño, arrastraba ecos subterrá—
las losas. De pronto se desmayó. <<Cadavro» fue por el frasqu1to
neos. No alcanzó ¿ despertado del todo, se confundía con los
de amoníaco, la consabida receta para revivir a las víct1mas
sedimentos de muchos sucesos que no había logrado procesar.
de estos casos tan frecuentes allí. Los intrusos aprovecharon <<Si quiere saber lo que están haciendo con José Bonifacio,
su cordialidad para trabarle la puerta de la pequeña farmacia vaya hoy mismo a la calle del Boticarío, entre la una y las dos
y dejarlo encerrado adentro. Cuando consiguió salir, yapo de la mañana». Continuó durmiendo con el aparato pegado
disecc1on,
estaban en el local. Pensó en los instrumentos de
de la oreja, preguntándose si ese hoy era en efecto hoy, o era
en la balanza de pesar los órganos removidos, en el reloj de mañana. Un tiempo indeterminado después pegó un salto y
pared,.pero no, lo único que se. habían llevado era los órganos quedó sentado en la cama.
de José Bonifacio.
a— No podía haberlo soñado, tenía el teléfono en la mano.
Cierta o no la versión, se hubiera prestado o no el abrec
ófor Pasó todo el día meditando el dilema, que era nada más
dáveres al ilícito, ¿qué más podía obtener Laurentino Crist
de él? ¿Qué más iba a sonsacarle? Una leve vacilación, un ligero
ni nada menos definir la hora de la llamada. Esa noche se
había acostado temprano, tal vez entre las nueve y las diez. Si
parpadeo podían indicar que el hombre de la morgue estaba
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la llamada había entrado antes de la media noche, el indicado —¿Al tanto de qué?
<<entre la una y las dos de la mañana» ya pertenecía al pasado. —De 10 que ocurre con José Bonifacio en la calle del Bo—
Si había tenido lugar después de esa hora, tendría lugar al ticario. Hemos venido a eso.
siguiente día.Vaya embrollo. El abogado Benjumea abrió unos ojos enormes y expresó
Pero, además, visitar la calle del Boticario entre la una y su deseo de conocer hasta la última minucia del asunto.
las dos de la mañana no resultaba un programa tentador. Se
—¿Qué está ocurriendo, por Dios? Hasta ahora no he sabido
trataba de un sucio paseo de graneros y negocios de abarrotes,
absolutamente nada.
una calleja estrecha y deprimida, donde hacían sus compras los
—V1ves en la luna —reprochó Laurentino—. Ocurre todas las
sectores de más bajos ingresos.Tal vez de noche no fuera otra
noches, entre la una y las dos, lo sabe toda Alcandora. ¿Cómo
cosa que un callejón oscuro y deprimente, hogar de perros y
mendigos, pero no era posible llegar hasta allí sin atravesar una es que no lo sabías? Ahora iremos a verlo.
zona tórrida y bu11iciosa, el centro de Alcandora, poblado de Para no ahondar en el asunto, volvió al cuento de las cartas
bares de baja ralea, lupanares baratos, vagos y aves de rapiña. No de la tía Beatriz. Era una gran lástima que aquellas esquelas no
podía aventurarse por esos lugares sin adecuada compañía.A se hubieran repetido lo suficiente, pues una docena de ellas
nadie iba a gustarle la idea de acompañarlo, salvo que mediara podía haber conformado una hermosa novela. Recordó que
una razón muy convincente. existía una famosa novela epistolar llamada Las relaciones pelí—
Por fortuna, el éxito de las cartas de su tía Beatriz había
grosas. Las cartas cruzadas entre la tía Beatriz y Céspedes Acuña
convertido en incondicional suyo al abogado Benjumea.Ahora la hubieran superado, de ser más numerosas. La conversación
hablaba hasta por los codos, queria comentar cualquier cosa, se fue por este camino. No llegaron al percatarse de la sucia y
controvertir, exponer.Tampoco se perdía una movida de copas. pegajosa cortina que había empezado a tejerse en la puerta
Laurentino lo invitó a tomarse una cerveza. del bar, un insólito elemento cuya razón de ser no parecía otra
que la de separados del mundo exterior.
—Tengo datos importantes —le dijo.
Un pequeño bar cercano a la zona del centro les sirvió de
punto de encuentro. Aunque el tabuco era bastante oscuro,
estrecho y caliente (sólo un abanico de techo intentaba re—
frescarlo), el dueño no cerraba mientras quedara un cliente No-existe explicación científica convincente acerca de la
adentro… Ocuparon una mesajunto a la puerta, para recibir una extraña neblina que a manera de sudario, cubre varias veces al
porción extra de aire. Laurentino se ex'playó en varios temas: año la ciudad de Alcandora.
el novici0 pensaba que cada uno de ellos era el asunto del que En primera instancia, su frecuencia varía. En un año nor—
pretendía informado. Sólo hacia las once de la noche, cuando mal, el fenómeno no se presenta arriba de dos o tres veces;
ya habían despachado una docena de botellas y empezaban a en época irregular puede llegar a ocurrir hasta una docena…
achisparse, le soltó la grande. Es siempre un suceso de madrugada, aunque eri ocasiones
—¿Ya estás al tanto, no? extraordinarias, verdaderamente extraordinarias, se ha presen—
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tado durante las primeras horas de la noche. Sólo ocurre una sido rozado por la muerte. De ahí también las alteraciones
noche en cada ocasión, pero algunos antiguos registros dan nerviosas, los partos prematuros, los súbitos crímenes que ho—
noticia de frecuencias insólitas: dos, hasta tres noches seguidas, rrorizan el puerto. Por eso se repite, una y otra vez, que aquel
o una noche si y otra no, durante una semana completa.To— vapor contiene sustancias nocivas arrojadas por la petrolera en
dos están de acuerdo en que proviene del río, es decir, que el alguno de los pantanos vecinos, residuos tóxicos que sublima
río la arrastra y la vuelca sobre la ciudad. ¿Pero desde dónde el calor, mercurio, cianuro, cualquier porquería de esas. Si el
la arrastra? ¿Dónde se forma? Los servicios de meteorología avión de aerofotografía nunca ha podido despegar, es porque
locales sólo se atreven a vaticinar que se genera muy cerca del a la petrolera no le conviene que se descubra el sitio exacto
puerto, posiblemente en una de las ciénagas. de su vertedero mefítico.
En varias ocasiones, se ha propuesto que un avión dotado Sin embargo, el común de las gentes no se conforma con
con instrumentos adecuados y cámaras de aerofotograña, levan— semejante explicación. Tradiciones muy antiguas sostienen
te vuelo tan pronto se insinúe el fenómeno, para f1j ar desde al que la niebla se presentaba ya desde mucho antes de erigirse
aire su origen, pero esto nunca se ha cumplido. Por 10 general, la petrolera, y que olía a lo mismo. Para las personas más su—
cuando el banco de niebla se hace presente, ya es dueño del persticiosas, cerca de Alcandora existe un gran pudridero de
mundo, el aeropuerto queda cerrado por falta de visibilidad, cadáveres.Todo 10 que es arrastrado por el río desde el interior
los aviones no pueden despegar.Tampoco se dispone de pre- del país, gente, animales, fetos, residuos orgánicos, deyecciones
supuesto para tanto; los expertos deben resignarse a elaborar y crímenes de cualquier laya, toma la ruta de un oscuro mean—
teorías sin comprobación práctica. La mayoría se inclina por el dro, se sume en una ciénaga oscura y suda lentamente. Cada
llamado fenómeno catalítico, es decir, un aumento inusitado ciertó tiempo expele una burbuja meñtica. Razón por la cual
de la temperatura, concentrada por las frondas vegetales que El trasudado altera de manera profunda 105 nervios.
cubren extensas regiones pantanosas, en particular las ciénagas El abogado Benjumea, que no era ajeno a estas creencias,
sombreadas de selva, donde se produciría el efecto de olla de se detuvo en la puerta del bar y dio un paso atrás.
presión. El vapor levantado cuaja y circula por determinados ——No hay forma de salir, fíjate —dijo apartándose un poco,
corredores hasta volcarse en el río, sobre cuya superficie desliza. para que Laurentino Cristófor pudiera observar el asqueante
En el recodo frente al puerto, en lugar de seguir aguas abajo, se sudario.
vierte encima de la ciudad y la cubre.Ya para entonces tiende
l—Al contrario, así está mejor.Vamos a movernos como pez
a condensarse. De ahí su insoportable consistencia de garúa,
en el agua —comentó su divertido colega. v
de leche cuajada, su tibieza húmeda y pegajosa, sus efectos
sobre la piel.
Esto en lo principal, en 10 que todos están de acuerdo, por
3
eso se le conoce como El trasudado. La maldita neblina produce
una extraña sensación sobre las terminaciones nerviosas de —¿Es ese? —preguntó el inspector Mondragón al sargento
la piel, una especie de lamido irritante que crispa los vellos, Fino Ardila, uno de los hombres más eficientes del cuerpo de
carga eléctrica que infunde en el alma el presagio de haber la secreta.
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——Ese es. el del revólver no tenía moto propia por ese entonces.Tal vez
El muchacho acababa de arribar en una poderosa <<Harley— por eso mismo ostentaba el arma ante ellos, como una manera de
Davidson» último modelo, tan orgulloso como un finquero igualarse en categoría.Ahora la tenía. Una semana después de 10
montado en un caballo de paso. La aparcó junto a las otras de Bonifacio apareció con su máquina.Todos eran hijos de papi.
motos, ninguna de las cuales tenía la categoría ni el cilindraje de La Luisa es el barrio de los directivos de la petrolera. Paseaban
la suya, y al acercarse a la barra, donde se hallaba el resto de sus por las afueras, apostaban carreras, casi todas las noches venían
compañeros bebiendo cerveza, recibió de estos las aclamado— a beber y a comentar sus hazañas en el pequeño bar de mesas
nes y agasajos que correspondían a la categoría de su máquina. de madera, repartidas al aire libre entre un cabezal de palmeras.
Una vez más, el inspector Mondragón había llegado a su —¿Cómo vamos a abordados? —preguntó el sargento Fino.
objetivo aplicando el método de comentar con sus hombres —Esta gente bien es una mierda, lo mejor es ir al grano ——dijo
las pesquisas y seguimientos en que se hallaba enfrascado, lo el inspector Mondragón, levantándóse.
mismo que sus conjeturas. Generalmente dejaba salir estas Caminó hasta la mesa de los muchachos y con gesto ame—
cosas por puro aburrimiento, mientras esperaba por alguien nazante exhibió su carnet, colocánd010 ante los ojos de cada
en el interior de su caluroso automóvil, mientras apuraba una uno de ellos. Fino Ardila lo siguió. Los motociclistas fueron
cerveza en un bar de mala muerte, mientras espiaba desde una colocados contra la barra y cacheados. Dos estaban armados de
ventana. En cualquiera de estos trances, como para hablar de navajas, pero el de la <<Harley» último modelo andaba limpio. Les
algo, solía comentar a sus hombres los encargos de la Fiscalía, pidieron los documentos de identidad. En la foto del muchacho ,
las sospechas, las pruebas acumuladas. Los agentes de la secreta el inspector reconoció la cara del padre.
comentaban estas mismas cosas a sus informantes, a sus que— —¿DarleyAlbarracín? ¿Por casualidad es usted hijo del doctor
ridas, a sus amigos de juerga.Todos lo hacían de aburridos. La Alfredo Albarracín Lucas, vicepresidente de la refinería?
operación policial de Alcandora, realizada por lo general a una
Dijo que sí.
temperatura cercana a los cuarenta y dos grados a la sombra,
—Ah, mucho gusto.
imponía una inmovilidad que predisponía al aburrimiento
absoluto. Uno de los resultados de esta falta de reserva era que Estrechó la mano que eljoven harlysta le extendió a regaña—
el sospechoso terminaba por ser alertado y huía. Pero a veces dientes luego de ofrecerle la suya, y casi entrechocó los tacones,-
el proceso funcionaba a la inversa: la gente enterada devolvía en señal de respeto.
un dato revelador, suministraba una pista.: —Hace unos días estuve en la oficina de su padre. Es un señor
En esta ocasión, el dueño del simpático bar El Oasis, 3 la muy decente y muy importante, no olvide saludarlo de mi parte.
entrada del barrio La Luisa, luego de conocer las preocupa— Se volvió a los demás, para reprocharles suavemente:
ciones de la secreta, devolvió al sargento Fino Ardila un dato —Pueden seguir bebiendo, señores, conozco al padre de su
importante: la semana anterior al asesinato de José Bonifacio, compañero. Pero no lleven estos fierros consigo.
un joven se la había pasado exhibiendo a sus compañeros una Les devolvió las navajas y regresó con el sargento a la mesa
soberbia Magnum. Se trataba de un grupo de harlystas, aunque que antes ocupaban, donde terminaron las cervezas servidas.
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Fino Ardila se mostraba desconcertado. A nadie le hubiera gustado encontrarse con los dos policías,
—Están armados, es cierto, pero el muchacho no ——explicó primero porque su presencia no resultaba tranquilizadora; se—
el inspector—. Lo que buscamos es la Magnum de que habló gundo, porque todo emergía del trasudado como de un pocillo
el dueño del bar, lo demás no nos interesa. La Magnum debe de nata, arrastrando jirones consigo. Fino Ardila descubrió el
estar ya en el fondo del río, difícilmente vamos a hallada. Pero conjunto de las casas por lo alto de la hierba, que casi llegaba
el muchacho le contará al padre que me vio.Tal vez eso ayude ya a las rodillas.
en algo. —Aquí estamos —alertó—. Los prados de este lado no han
Unos minutos después empezaron ¿¡ tronar las motos; los sido podados desde la muerte del jardinero.Tampoco los jar—
chicos se alejaban de uno en uno, como si no quisieran llamar dines interiores.
la atención. Cuando sólo quedaron los dos policías, el dueño —¿Tienen perro?
del bar vino a sentarse con ellos. —Sí, pero es manso.
——¿Han logrado algo? Mondragón quitó el pasador a la puerta de la ve1ja y se
——No, pero la pista puede ser útil. metió en el antej ardín. Un joven labrador se lanzó batiendo la
El sargento Fino se molestó un poco cuando la niebla arras— cola a lamerle las manos, como si se alegrara de verlo. El policía
tradiza comenzó a cubrirle los pies. No le gustaba el suceso, le acarició la cabeza mientras se pegaba de la puerta del garaj e.
su mujer lo esperaría de mal genio. Desde allí se deslizó hacia el_ gran ventanal.
—Podíamos ir ahora —dijo—, van siendo las doce. Era una diligencia inútil, estúpida, pero a los policías
—Acabemos la cerveza primero —respondió Mondragón. siempre les han gustado estas cosas. El inspector Mondragón
quería ver el interior de la casa del señor vicepresidente de la
Para ese momento, la niebla iba muy alta. El dueño del
petrolera, observar cómo vivía, evaluar sus muebles, sus cua—
bar comenzó a bajar las cortinas de tabla que sellaban el pe—
dros, sopesar qué tanta riqueza podía existir dentro. La única
queño kiosko entre las palmeras, sostenidas arriba como alas
pieza importante en el crimen de un pobre diablo era este
de sombrero por soportes verticales. Los policías aguardaron
señor. Convenía saber por cuánto se podía aceptar un soborno.
a que terminara la operación y se despidieron de mano. Unos
Muebles blancos, elegantes, mullidos, tapetes del mismo color,
pasos después, dejaron de verse.Ya sólo las hojas rasgadas de
pisos de porcelana, reflejos de metal, grandes cuadros colgados
las palmeras dejadas atrás resultaban visibles.
en las paredes. Las esquinas efnpañadas del ventanal denotaban
—¿Queda lej os? —preguntóMondragón. una buena máquina de aire acondicionado. El salón resultaba
—No, es muy cerca. Lo que pasa 'es que esta maldita niebla observable porque la cortina estaba recogida en el centro por
no nos dejará ver absolutamente nada. un nudo elegante. Mondragón observó primero desde uno
—Pero tampoco nos verán. Me interesa echar un vistazo. de los bordes, con atento sigilo… Luego caminó hasta el otro
Detrás de las veljas de las casas, los perros gruñían. Perros lado y pegó la cara del vidrio.Trataba de captar otros ángulos.
finos y bravos, que cuando había niebla no ladraban, se limi— La otra cara estaba ahí, también pegada del vidrio, los ojos
taban a gruñir, como si tuvieran miedo. mirándolo con un asomo de pánico;la boca entreabierta, como
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el rostro de una pesadilla detrás de la vidriera de un ataúd. A1 basuras. Muy cerca, el olor & coliflor descompuesta resultaba
apartarse, cayó. Le pareció que también el de adentro caía. Fino insufrible.
Ardila le ayudó a levantarse. —Creo que debemos irnos —alcanzó a decir al abogado
—¡Vámonos de aquí! Benjumea.
Se alejaron a pasitos muy cortos y rápidos, para no correr El otro orinaba en la pata del poste de la luz. Fue tal vez
el riesgo de entrar de cabeza en algún hoyo abierto, a causa el gorgoteo aquel 10 que al apagarse le permitió distinguir el
de la ceguera que causaba la niebla. El inspector Mondragón eco asordinado (los palos de los tambores habían sido forrados
no lograba tranquilizarse. en trapo, para no arrancar de las membranas otra resonancia
—Había alguien allí —dijo a Fino. distinta que un eco muerto). El trasudado respondía a semejante
—Tal vez el muchacho. excitación vibrando también, aleteand0, como leche cortada.
—No pude reconocerlo —mintió—. ¡Esta maldita niebla es Laurentino levantó lo más que pudo la cabeza, tratando de
una mierda! sacarla de la niebla. De esa manera logró ver, en la tenue luz
Apenas por un breve segundo había llegado a creer que era de los bombillos que iluminaban la calle como mechones de
su propia cara reflejada en el Vidrio;Ahora estaba seguro que se plasma frío, el reflejo del vidrio en la punta del palo. Se echó
trataba del rostro de Alfredo Albarracín Lucas, el vicepresidente para atrás, obligando a su compañero a resguardarse con él
financiero de la petrolera en persona. bajo el oscuro dintel de una puerta.
¿Por qué había retrocedido de esa manera? ¿Por qué ese La pequeña procesión marchaba muy apiñada. No era una
gesto de horror? ¿A qué le temía tanto? multitud propiamente dicha, era más bien un apretujado y
desquiciante cortejo, de no más de treinta animados danzantes.
A1 abogado Benjumea se le antojó la pesadilla del Dante, visión
4
demasiado bizarra de la más bizarra galería del infierno. Hom—
bresyy mujeres desnudos, pero envueltos en barro, un barro
Laurentino Cristófor estaba a punto de abandonar su em— que se había solidiñcado en su piel, en sus cabellos priñgosos,
peño. La calle del Boticario parecía un escenario demasiado en sus cejas y en su sexo. Las damas, & manera de atuendo
displicente para que algo importante llegara a ocurrir allí.An— inverosímil, llevaban echados encima de los hombros _chales y
denes desgastados y sucios, pavimento roto, viejos postes de luz mantillas, igualmente embarrados y adheridos a la piel, como
agobiados por el peso de polvorientos cables eléctricos, puertas sucios y cochambrosos jirones de momia. Sólo se disponía de
de maderas mordidas y mal guardadas por argollas y candados tres segundos para entender semejante visión o enloquecer
carcomidos de sol y sudor, anuncios desteñidos sobre paredes de remate. Benjumea intentó huir, pero no le obedecieron los
desconchadas, fachadas leprosarias.Veía estas cosas cuando la pies. Cristófor, que había contemplado aquella escena antes, en
niebla se adelgazaba, con la sensación de observadas desde la los carnavales del río, mantuvo la entereza. Los embarradores
baranda de un buque que se desliza por un estrecho canal. guajíros,-evocó, los celebrantes que se revolcaban en el cieno
El trasudado, niebla susurrante, empujaba papeles y pequeñas de las orillas y se dejaban endurecer debajo del sol, el más ba—
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rato de todos los disfraces, el más sorprendente. Una comparsa ¿¡ cabalidad el contenido de la pequeña vitrina.Algo colgaba allí
fantasmal, escapada de no se sabe dónde. adentro, un crucificado en apariencia; los turbiones de leche
La niebla se rasgó como para abrir paso, en una atmósfera contaminada en que había cuajado El trasudado no permitían
de caluroso baño turco, al palo con el chinero en¡la punta, un registro puntual. Se apartó del oscuro cuadro de la puerta
portado ¿¡ manera de trofeo por un negro descomunal, desnudo para agregarse al tumulto, halando de una manga a Benjumea.
también, y cubierto de barro. Otros dos negros en la misma Entonces pudo detallar el objeto: 10 que pendía entre las seis
condición golpeaban los tambores a su lado, mientras cuatro caras del chinero de vidrio eran los genitales de José Bonifa—
entaconadas damitas sostenían las cintas de diversos colores
cio, momiñcados en tal forma que en lugar de disminuir su
tamaño se habían esponjado, y parecían haber cobrado una
que descendían desde una corona de oro engastada sobre la
mayor dimensión. Tenían rostro, personalidad, desafiaban el
pequeña vitrina, trenzando con ellas en la mano una danza
mundo con la fogosidad de un demagogo enardecido, no es—
lujuriosa.Al entorcharse y desentorcharse, rozaban la piel del
taban muertos sino vivos, erguid'os y altaneros.Toda una obra
gigante, desprendiendo pequeñas escamas de barro ya seco.
maestra de la táxidermiá. '
Aparte de las zapatillas, su único atuendo era la corteza de cieno
Había una voz familiar en medio del coro. Laurentino trató
agrietado, por donde escapaban los pechos y la disección de
de identificada. Había escuchado ese timbre. Una cara trataba
las nalgas. Los restantes bailadores las seguían y se entorchaban
de dibujarse detrás del rostro de barro, un nombre conocido.
con ellas. Una letanía modulada con voz grave y dulcemente
El tumulto avanzó apenas una cuadra más y se detuvo ante el
cansada, de placentera cadencia, refrendaba el carácter de la
portón de un local antiguamente conocido como <<El batín
celebración. Laurentino reconoció los versos de la legenda—
del lord». El portón empezó a abrirse lentamente. El caballero
ria elegía redactada veinte años atrás por dos parlamentarios
recitante y la dama que caminaba ¡¡ su lado, cubierta además
ociosos. Sólo que el alto y severo embarrador que la recitaba,
del barro con un manto de tonos dorados, se adelantaron para
especie de sumo pontíñce, no conseguía disimular el extraño
presidir la ceremonia de entrada. El negro abatió el palo para
dejo de su voz, un claro acento brasileño. que el chinero de cristal reposara con suavidad en las manos
No tenía objeto ensimísmarse en eljuego de aquella letanía de las entaeonadas muchachas. La dama y el caballero se ha—
profana e irreverente, picaresca sucesión de rezos entonados bían vuelto hacia ellas. Laurentino intentó identificarlos. Eran
por el oficiante, que los corifeos respondían con modulaciones pétreas máscaras geológicas surgidas del fondo de la tierra.
gangosas. El supremo sacerdote bramaba: <<Gloria, gloria eterna El pequeño tumulto fue rápidamente devorado por la
al pene y aledaños, a través de la historia y de los años...»; los puerta. Los dos abogados permanecieron tras el último muro
corifeos respondían, mezclando risa con canto: <<Gloria a la de niebla, observándolo desaparecer con más prontitud de 10
orden del Cojón Rayado, eternamente ¿¡ Bonifacio consagra— que hubieran deseado. Era seguro que adentro estaba a punto
do…»; <<Gloria, gloria, proclamamos sus siervos y vasallos, gloria de realizarse una ceremonia muy interesante, a la que por
al que reina sobre todos los tamaños...». desgracia no estaban invitados. La voz familiar llegaba todavía
Laurentino decidió no dejarse arrastrar por el juego diverti— desde las profundidades. Era la más metálica entre todas las del
do y vulgar de aquella cadencia contagiosa, sin antes interpretar coro: <<Gloria eterna al padre Bonifacio...».
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Laurentino se esforzó hasta el límite por ver y por oír. Mondragón había acudido a exponer su teoría de los
Alguien acababa de rascarse la cabeza y echar abajo la última <<harlystas». El dueño del bar El Oasis aseguraba que Darley,
cubierta de barro. Un hombre calvo. Su cráneo reprodujo un el hijo del doctor Albarracín Lucas, exhibió con ímpetu un
apagado destello. revólver Magnum en el mostrador de su negocio: él y sus
compañeros podían haber ultimado ajosé Bonifacio. Con el
agravante de que una semana después del crimen, el joven Dar—
ley había aparecido montado en una lu_j osa <<Harley—Davidson»
último modelo.
La pregunta fhe añadida como una última cortesía, luego de
—Supongamos que el doctor Albarracín descubrió que su
que el fiscal SalomónVentura se hubo levantado del escritorio
hijo había tomado el arma y había participado en el crimen. En
para estrecharle la mano, pues había amanecido de buen humor.
ningún caso los padres denuncian a sus hijos.Tiró el revólver
—¿Cómo sigue la señora Elizabeth?
al río, 10 enterró, lo metió en un depósito de aceite de la pe—
Desde el baile del Republicano toda Alcandora lo sabía: trolera; habló con un funcionario de policía amigo, consiguió
la señora Liz deVentura se hallaba enferma. No había malicia el papel del denuncio con fecha retrasada y asunto concluido…
en la pregunta del inspector Mondragón, sólo una licencia
Se abstuvo de informar que la noche anterior había efec—
mal tomada, pues nadie tenía derecho a preguntar por alguien tuado una requisa, confirmando que dos de los compinches
que no le había sido presentado… Pero no fue exactamente eso
de Darley se hallaban armados.
10 que molestó y alarmó al f15cal. Fue el uso del Elizabeth.
—¿Hay algún antecedente de ese tal Darley?
En Alcandora ella se llamaba Liz a secas, así era como a ella
le gustaba llamarse, nadie le daba otra clase de apelativo. Si el —Que se sepa, es un pésimo estudiante. Después de ser
policía había pronunciado el nombre de pila era porque lo reprobado dos veces seguidas en los colegios de Alcandora,
había leído en algún documento. fue enviado por su padre a Mayolis, pero tampoco allí pudo
culminar el bachillerato.
—Está mejor. Los médicos dicen que se trata de un simple
caso de estrés —respondió contra su voluntad, esforzándose para —Pero su padre 10 ha premiado con una costosa motocicleta
no incurrir en una grosería. El inspector chocó los tacones de <<Harley—'Davidson». ¿Sabe usted cuánto cuesta una máquina
sus botas con marcada complacencia. de esas, inspector? Entre dos y tres millones.
Liz, en efecto, se recuperaba. El médico neurólogo que —Eso es lo verdaderamente extraño, señoría —dijo Mondra—
la evaluó pensó en un comienzo hacer una tomografía, pero gón tomándose la barbilla—. Pase que el padre oculte el crimen
la descartó luego de confirmar que no existían problemas de de su hijo. ¿Pero que lo premie?
visión, ni descoordinación motora. Los niveles de azúcar y co- —Bueno, los ricos son así. Puede habérsela regalado para
lesterol estaban normales. Estos pequeños desmayos súelen ser estimulado, para obtener del muchacho la promesa de que no
cosa de estrés en el caso de las mujeres. La idea se la corroboró 10 volverá a hacer, o que el próXimo período proseguirá sus
ella misma cuando le habló de su investigación académica.Al estudios. A1 fm y al cabo, si los asesinos fueron los harlystas,
médico le agradó saber que trataba con una psicóloga. la víctima no representaba mayor cosa. Matar a un retrasado
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mental puede haber sido para ellos tan divertido como cazar —No, no, la otra vez fue algo muy distinto —dijo con aire
un venado. Investigue cuándo fue registrada la moto en Al— contrariado—: ¿Bueno, qué tenemos para hoy?
candora.Ahí tendremos una pista. La acuciosa secretaria ya había colocado los casos que ame—
—Lo haré está misma tarde —prometió el policía, sacando ritaban urgencia en la bandeja de su escritorio. El fiscal dio por
una libreta del bolsillo, donde anotó la tarea con la punta de terminada la charla y fue a sentarse ante ellos, con fervientes
un lápiz—. ¿Algo más? deseos de dar inicio al trabajo. No, no existía el menor síntoma
—Sí. Dígame qué ha pasado con los análisis de balística de de que Liz de Ventura acusara señales de aburrimiento o de
los otros tres revólveres. rechazo al drástico entorno de Alcandora. Esta segunda vez
—Los respectivos proyectiles fueron enviados a Mayolis. se había adaptado mejor, su actual molestia correspondía a un
Hasta ahora no he recibido informe alguno. problema ñsico real, posiblemente cansanci0.Tal vez convendría
llevarla más a menudo a pasear por las ciénagas. La mañana
—Haga usted el deber de presionar, inspector.Tome un telé-
se le fue entre papeles, en consulta de códigos, en llamadas
fono e insista en que le devuelvan con prontitud esos resultados.
telefónicas. La última trajo la voz del inspector Mondragón.
De lo contrario, no vamos a quitarnos nunca de encima el
sambenito de que la justicia es la bella durmiente de este país. —El registro de la moto de Darley Albarracín ocurrió quince
días después del crimen de josé Bonifacio…
En realidad, desde hacía algún tiempo el asunto de la natu—
raleza paquidérmíca de lajusticia no le preocupaba, pero aque— —Eso definitivamente es un premio, una recompensa por
lla mañana había amanecido otra vez dinámico. Liz prometía algo importante. No es lógico que un padre gratif1que a su
recuperarse; una segunda oleada de frutas de temporada, donde hijo por haber cometido un asesinato, a no ser que ambos
estén comprometidos en la misma empresa.
además del madroño se contaba la piña india y el suculento y
perfumado icaco, había invadido las calles. Retuvo al inspector Se hizo un largo silencio en la línea, el policía no tenía
Mondragón el tiempo suficiente para queValeria le ofreciera ningún comentario. SalomónVentura dijo por fin:
un café, 10 despidió con un golpe amistoso en el hombro y se —El revólver lo tiraron al río, no lo encontraremos nunca.
entretuvo todavía unos minutos reñriendo a su secretaria la No tenemos prueba ninguna. La única posibilidad de éxito es
evolución de la enfermedad de su esposa. que usted lleve a cabo una investigación muy cuidadosa sobre
Valeria, sin saber lo que decía, hizo una pregunta idiota: el grupo de los muchachos, o directamente sobre el doctor
Albarracín Lucas.
—¿No es algo parecido a lo de la otra vez?
—Déjelo de mi cuenta —declaró el policía.
—¿La otra vez? —SalomónVentura se detuvo, un tanto con—
fundido.
La otra vez había sido tres años atrás, cuando ella se aburrió 6
a morir y lo dejó tirado en el puerto.Aquello no había sido
una enfermedad, sino un ataque de egoísmo, o algo peor. No Crístófor, entretanto, identificaba la voz. Este proceso ocu—
quería ni siquiera recordarlo. rría durante el sueño, principalmente en las primeras horas
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de la mañana. Eran sus horas eróticas, ensoñaciones envueltas tiraba afuera aquel brazo con la mano izquierda y exhibía su
en c010res rosados, formas redondas, cuerpos y almohadones manita yerta y desgonzada, semejante a un ratón muerto. El
revueltos. En medio de este armonioso desorden, el cerebro defecto había definido cien por ciento su personalidad, ya que
se dejaba torturar por ideas que pretendían resolver en forma la relación con la gente estaba mediada por este misterio, en
anticipada los asuntos pendientes. (El caso de la viuda Grajales el que particularmente las mujeres ponían los ojos y la mente
puede apelarse alegando quiebra fortuita». (<A ese fiscal hay que antes de entrar en contacto con él. Sabía que 10 primero que
mandarlo a la mierda». De pronto: <<¡La voz de Peralta! ¡Caraj o, dijera y la forma como 10 dij era tenía que causar un impacto en
esa era la voz del abogado Peralta, ese es su timbre!» su atención, apartadas de aquel foco de curiosidad, disuadirlas.
Quedó sentado en la cama, totalmente lúcido. Resultaba Por eso, siempre saludaba a una mujer haciendo una alusión
lógico que se tratara del abogado Peralta, la idea del 'museo atrevida, por lo general un anticipado reclamo de amor. Ellas
había sido suya.Tal vez la propuesta original se había transfor— olvídaban de golpe el detalle del brazo.
mado: en lugar de un museo con distintos objetos, una cerrada Acostumbraba hacer bromas, sí, era su manera de restarle
cofradía lujuriosa alrededor de los genitales de José Bonifacio. trascendencia al asunto y evitar las condolencias estúpidas de
El gran símbolo, la gran orden, con eso bastaba, con eso era ciertas personas, pero 10 que ahora le intimidaba no era que
más que suficiente. se tratara de un chiste más acerca de su invalidez, sino que se
El teléfono se puso a timbrar. Estaba demasiado tempra— tratara de una amenaza cierta. Existía la posibilidad de que su
no para contestar llamadas, también para hacerlas, vaciló en brazo fuera cortado, de eso no le cabía duda. Una estrafalaria
levantar la bocina. conjura,la más aberrante de todas, estaba rodando en el puerto.
Las palabras tenían un tono chispeante, irreverente, dema— El más estrambótico de los juegos se estaba jugando.
siado conñado, burlón. Quien hablaba parecía estar haciéndolo Dejó correr el tiempo, y hacia las nueve de la mañana llamó
para divertir a un público travieso, tal vez mientras apuraba el al abogado Peralta.
último trago de la noche. ' —Lohago responsable de cualquier cosa que me ocurra a
—Lo próximo en ser cortado será tu brazo inútil. ¿Ese bra— partir de este mismo momento.
zo para qué te sirve? Te verías más elegante sin él. Prepárate,
iremos a buscarte. No te dolerá, usamos anestesia. 7
Ni siquiera alcanzó a preguntar quién hablaba. La llamada
se guillotinó con un Click sangriento. Sintió que le cortaban Liz deVentura había superado lo principal de su crisis, pero
el brazo, vio correr la sangre. no conseguía sentirse interesada en reanudar sus lecturas, ni
Un frío enfermizo alcanzó a invadido mientras meditaba la redacción de su tesis.Tampoco acertaba a recuperar el tono
en la broma.A menudo él mismo hacía chistes con su brazo, muscular. Se sentía lánguida, laxa, vencida. Había abandonado
siempre oculto por la manga de la guayabera, hundida a su la natación y casi cualquier otro ejercicio; empezaba a encon—
vez en el bolsillo del pantalón. La atrofia le desbalanccaba un trarse culpable y a preocuparse por las consecuencias que ello
poco los hombros. Para complacer la curiosidad de la gente, pudiera traer sobre su ñgum.Aquel era el preciso interregno en
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que necesitaba ser dominada, conquistada, invadida, sometida. <<¡Entrale a la puta!», <<¡Entrale a laputa!» El efecto era tan asus—
No entendía el amor como otra cosa que un abandono fatal, tador que colegialas y principiantas escapaban corriendo. En
una dejación absoluta de la lucha, una rendición incondicio— el patio no ocurría nada parecido, en el patio un empleado se
nal, un sublime suplicio. Una cosa así no podía ocurrirle en acercaba al coche y entregaba las llaves a través de la ventani11a.
Alcandora. El ataque de elefantiasis de su esposo no volvería a Mientras su acompañante aparcaba el coche a la sombra del
repetirse. Había pensado en retornar por una corta temporada árbol, subió la angosta escalera de palo y buscó el número de la
a la capital. Sabía que Salomón no se opondría, es más, élhabía habitación señalada en el llavero. Se desvistió en una sucesión
llegado a insinuárselo. Pero no le gustaba pensar en la capital. de movimientos precisos, como si escasamente le alcanzaran
Estaba decidida a no regresar nunca más a la capital… las fuerzas para los más leves actos, y se arrojó de espaldas en la
No existía nada que pudiera avasallarla. El amór había cama, cuya sábana anticipaba frescura. El calor sobrepasaba los
muerto, era un perfecta casada, debía embarazarse; 10 que le cuarenta y dos grados, la urgencia de estar desnuda resultaba
hacía falta era una familia. No había tono muscular en su cuer— comprensible. Pero desnudarse era también un viejo instinto.
po, la estación de las frutas no tenía ningún signif1cado para Flexionó las rodillas y abrió cuanto pudo las piernas, para erigir
ella, había perdido su color y su fuerza.Ahora abundaban las el depilado sexo como el centro del universo.
guamas. Salomón las traía a casa por cargas, se pasaban horas —¿Cuánto tiempo serviste en la casa de la Sagálejo? —pre—
comiéndolas, pero e]la no les hallaba gusto ninguno. Los afel— guntó el inspector Mondragón al entrar, deteniéndose absorto
pados frutos contenidos en correosos y curvos estuches tenían frente al espectáculo, mientras se quitaba el saco de lino.
la insulsez de los libros de leyes de su esposo.
—Tan sólo seis meses.
El teléfono timbraba.Atravesó descalza la sala, agitando su
Apenas una hora antes le había telefoneado a la refinería,
pelo sedosq, que había empezado a crecer.
confiado en que ella respondería afirmativamente a sus re—
—Aló. ¿Quién habla? querimientos.
—Habla... Isaías Culer. ¿Me recuerda? —Soy el policía que estuvo hace unos días en la oñcina de
su jefe. Usted sacó una fotocopia para mí, ¿me recuerda?
8 —Sí, lo recuerdo —respondió Mireya Ledesmas, un poco
amedrentada.
La llevó a las residencias Almirante, en las afueras del puerto, —Necesito hacerle unas preguntas, ojalá sin que nadie se
una casa famosa y poco discreta, donde existía un patio interior entere. Esto es un asunto oficial.
sombreado por un mango enorme. Ella no opuso resistencia,
—No vaya a llevarme a ninguna comisaría —suplicó.
aunque conocía la naturaleza del lugar.
—Al contrario, mis deseos son invitarla a tomar una cerveza,
Menos mal que los que llegaban en carro no tenían que
y llevarla a almorzar. La recojo en punto a las doce.
exponerse a las infamias de la lora del dueño. La lora trepaba
al tablero de madera mientras el portero cobraba, tomaba las La muchacha tenía una motoneta para ir y volver de la casa
llaves con su pico y las arrojaba en la vitrina de recibo. gritando: al trabajo. Cada mediodía efectuaba 'este recorrido, almorzaba
mil ¡ºº
y dormía un rato de siesta, salvo que su jefe la requiriera en la —A todos ellos les gusta. Nosotras Ie pertenecemos al cír—
of1cina.Pero el doctor Alfredo Albarracín Lucas por lo común culo directivo.
se marchaba también a su casa, de donde regresaba pasadas El policía levantó el teléfono y pidió otro par de cervezas
las tres. Mireya dejó la motoneta en el parqueadero y pidió a heladas. También preguntó si les podían conseguir algo de
una compañera que la sacara en la suya hasta la puerta de la comer.
refinería, donde subió al vehículo del inspector Mondragón,
—Pueden traer pollo asado —dijo a Mireya.
quien se había esmerado por desodorizar lo mejor posible la
La muchacha aceptó. Estaba claro que ya no alcanzaría a
tapicería, impregnada por efluvios de nicotina y sudor. '
llegar a su casa.
El servicio al cuarto llamó antes de que hubiera acabado
—¿Quiénes son exactamente ellos?
de sacarse la ropa.Adolfo Mondragón abrió y recibió la ban—
deja que portaba las dos cervezas heladas. Mireya no cambió —Son siete. El jefe y los seis vicepresidentes. Usted puede
de posición ante los ojos intrusos del empleado. Mondragón ver sus nombres y fotos en la revista de la institución. Circula
cerró la puerta y vació el contenido completo de una de las cuatro veces al año. Puedo mandarle un ejemplar.
latas sobre el cuerpo provocante de la mujer, que lanzó un —Me gustaría mucho tenerla —agradeció Mondragón, en—
alarido de gozo. Después se inclinó y se puso a lamerla, como cendiendo otro cigarrillo.
un perro sediento. Como buena secretaria, la muchacha creyó oportuno hacer
—¿Te seleccionaron allí? una corrección.
El voraz ejercicio del sexo había concluido.Estaba cada —Bueno, en realidad no son siete, sino seis. El otro es un
uno ¡a un extremo de la cama revuelta, empapados en sudor, f1firiche. De todas formas, participa en el juego, a su manera.
mirando el techo encalado, desnudos, tratando de refrescarse El servicio de cuarto volvió a llamar a la puerta.Ahora fue
bajo las ráfagas del ventilador, que en un primer momento Mireya la que salió a recibir de manos de1 empleado la bandeja
habían olvidado encender. ' de las cervezas, sin inmutarse por su desnudez.
—Sí, a una parte de las muchachas las consiguen en casas —Te gusta que te vean —comer'1tó el policía.
como esa. A la vez de contratarme, me exigieron hacer un —Sí, fue una costumbre que me quedó de la estadía donde
curso de secretariado. También aprendemos algo de inglés. la señora Matilde.
La refinería es el único lugar de la ciudad donde se gana un —Es muy buena maestra.
salario decente.
—El cuerpo es un don de la naturaleza.
—Pero tu trabajo no es sólo ser secretaria.
Estrujó la lata helada contra sus pechos recalentados, envol—
—Nos exigen las dos cosas. viéndola luego con ellos. Después la dejó deslizar por la línea
Mondragón encendió un Camel. La muchacha se sintió del vientre, hasta colocarla entre sus muslos. Su rostro asumió
adormilada y dio una vuelta en la cama, para venir a recostarle una actitud arrobadora.
la cabeza en el pecho y darle un chupón al cigarrillo. ——Y las relaciones del doctor Albarracín con su hijo Darley,
—¿Te afeitas para darle gusto a tu jefe? ¿cómo va…?
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awwvy¡— 1
—Ellos son muy unidos, él le regaló una moto costosísima. haya pensado hacer, sino de lo hecho. Peralta insistió.
La que riñe mucho es la señoraViviana. ——Estábamos bebiendo el último trago, no teníamos ganas
—¿Sabes por qué? de irnos a casa, se nos ocurrió llamarlo para tomarle del pelo…
—Yo creo que ella es celosa, que sabe algo de las cosas que Se detuvo y abrió cuanto pudo los ojillos rojizos y ador—
pasan en la refinería entre los jefes y las secretarias. milados, como tratando de captar lo que el otro había dicho.
Soltó una risa juguetona, como si acabara de recordar una —¿A qué se refiere usted?
pilatuna.
—A los genitales de josé Bonifacio.
—El doctor Orejuela no vive ni siquiera en su casa. La casa Con la boca abierta, como un púgil que intenta encajar
donde vive su mujer en La Luisa es mera apariencia, él se un mal golpe, Peralta se echó para atrás.
queda con Gina, una de nuestro grupo. El sueldo le alcanza
—Le puedo jura1º por el alma de todos mis antepasados que
para sostener las dos casas, Gina ya no trabaja. Dicen que está
yo no tengo nada que ver con eso —dijo al cabo de un minuto.
embarazada. '
—Antéanoche, en la procesión, usted era el que más claro
Los cigarri]los del inspector se consumían uno tras otro con
notable rapidez, avivados por las ráfagas del ventilador. Mireya cantaba.
quebró un poco la voz, para preguntar, haciendo un mohín: —No sé de qué procesión habla.
—¿Se demorará mucho ese pollo? —No se haga el idiota, Roque Peralta, usted es el cabecilla
principal de esa infame logia de embarradores que pasea los
genitales de josé Bonifacio por la calle del Boticario.
El abogado quiso mostrarse indignado, apretó los labios y
asumió aire de enojo.Todavía intentó resistirse.
Esa misma mañana, el abogado Peralta vino directamente
a presentar sus excusas. Mostraba trazas evidentes de haber —Amigo Cristófor, he sido irrespetuoso con usted esta
mañana, lo he ofendido, pero no me acuse de sucesos en los
amanecido bebiendo, estaba todavía algo borracho, se le sentía
un tufo fétido, como el que puede expeler una turbina cargada que no tengo nada que ver.
con alcohol impotable; sin embargo, se había bañadoqy vesti— —Quien pronto tendrá mucho que ver con todo esto es el
do para tomar un taxi hasta el Palacio de Justicia, encontrar a fiscal SalomónVentura. Es él quien lleva el caso, voy a tomar—
Laurentino Cristófor y absolverse ante él. me Ía molestia de visitar su oficina ahora mismo —respondió
—Sólo se trataba de una broma, colega, de una mala broma, Laurentino, levantándose.
lo admito. ¿Pero, quién va & cortarle el brazo? ¡Esa es su mayor El otro 10 retuvo por la manga de la guayabera, la manga
gracia! que cubría el brazo atroñado.
Laurentino lo dejó hablar, mientras sorbía el café. Después, —Síéntese, por favor, no es para tanto.
dijo con suavidad: —Soy todo oídos —aceptó Laurentino, volviendo a ocupar
—De lo que usted va a tener que excusarse no es de 10 que su silla.
II2 113
El abogado Peralta interpuso un último deseo, como el había estado reunido en forma discreta con un grupo de
condenado que busca un poco de aliento antes de confesarse amigos en una remota comarca interior. Pero la presencia de
-con el sacerdote que lo preparará para la descarga final. celebridades de incógnito había comenzado a preocupar, al,
—Necesito una cerveza. tiempo que se tomaba cada día más frecuente, por una triste
—Tendríamos que salir. razón: el floreciente negocio del narcotráfico. En el mundo
muchos Porfirio Rubirosa eran flor de un día, sus carreras esta—
—Prefiero hacerlo. Sin una cerveza no puedo pensar, y
ban arruinadas en lo mejor de la vida, no tenían donde caerse
menos hablar.
muertos, debían hasta la camisa. Su única tabla de salvación
Abandonaron el Palacio de justicia y se dirigieron a una
consistía en practicar el escueto y Vil <<vini, vidi, vinci» que
tienda cercana, donde les fueron destapadas dos botellas heladas.
empezaba a ponerse de moda en un país que poco a poco se
Peralta esgrimió la suya con mano temblorosa y la engulló de
convertía en el paraíso de los sicotrópicos: venir, comprar unos
una sola tirada.
cuantos kilos de alcaloides y regresar victoriosos.
—Se trata de la Orden del Cojón Rayado —dijo al tiempo
La Oficina de Extranjería del Aeropuerto Eldorado, Sec—
que su boca expelía una burbuja etílica.
ción Pasaportes, procedió a dar aviso a su instancia superior
en la Cancillería, y ésta a su vez cursó oficio al Ministerio de
10 Gobierno. El personaj e, procedente del Brasil, ni siquiera había
abandonado el aeropuerto de la capital yno se tenía noticia
El mensaje había llegado a través de un conducto cono— alguna del motivo de su visita. Tras descender del avión de
cido como <<e1 túnel de la Cancillería», una extraña red de <<Varig», había procedido a diligenciar los papeles, visitar los
funcionarios que nunca daba la cara, pero que estaba avalada baños, tomarse un café, comprar un pasaje en una aerolínea
por la autoridad del propio presidente de la República. Por local y abordar un avión con rumbo a un destino demasia-
esta razón, lo recibido de su parte se obedecía de inmediato. do precario: la remota y poco turística ciudad de Alcandora,
La cosa no podía ser más senci]la. La Oficina de Extranjería horno petrolero, epicentro de todos los conflictos y todas las
del Aeropuerto Eldorado, adjunta al Ministerio de Gobierno,
violencias.
había detectado el sospechoso ingreso al país de un personaje El jefe de la secreta, inspector Adolfo Mondragón, reci—
importante. Esta clase de evento no era del todo inusitado. De bió. una comunicación directa del gobierno departamental,
tiempo en tiempo, alguna celebridad del mundo de la farándula, ordenándole seguir al sujeto de forma en extremo discreta, y
del jet set internacional, incluso de la política, de la ciencia o proceder a detenerlo en caso de infracción grave de la ley. El
del arte, arribaba por alguna causa no conocida y procedía a encargo llegó a sus manos en un momento de mucho ajetreo,
moverse de incógnito en el territorio nacional. Unos venían razón por la cual lo delegó en un hombre de su plena confianza,
a conocer sin ser conocidos, otros a tomar vacaciones en paz, el agente Higinio Angarita.
algunos a visitar subrepticiamente a una antigua amante. Se Higinio era un policía meticuloso y metódico. Después de
sabía que en ocasión más o menos reciente, el futbolista Pelé confirmar que el visitante había ingresado por el aeropuerto de
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Alcandora se dirigió al Hotel Regis, donde lo halló registrado. es un truco. Por eso también se les llama ilusionistas —acotó
Aguardó su salida de la habitación leyendo un periódico en la Laurentino, que había apurado su cerveza, tras sentir repenti—
sala de recibo, comió muy cerca de su mesa en el restaurante, namente reseca la garganta—. ¿Te tomas la otra?
lo siguió en un taxi por toda la ciudad. El extranjero se estaba Peralta dijo que sí y aguardó a tener la botella empañada
moviendo de un lado a otro. En realidad, estaba a punto de
en las manos, antes de proseguir.
partir nuevamente.
—Puede ser, siempre puede ser, pero he observado la foto
con detenimiento y estoy tentado a creer que no existen re—
11 toques. Mijangos está tendido en el aire en la misma pose de
Supermán, sólo que no tiene los brazos extendidos hacia de—
—Habla —apuró Laurentino. lante, sino plegados sobre el pecho. En lo único que se sostiene
—Se trata del culto de las adoratrices del equilibrista Mi— es en su vara de premios. Por su parte, las señoras aquellas lo
jangos —comenzíg a explicar Peralta. idolatran. EHas se quedaron viviendo en la casa, después de la
—Acabas de decif la Orden del Cojón Rayado. muerte de Anabel, luego del cierre del negocio. Cada una se
apoderó de su respectivo aposento, donde a lo mejor ejercie—
—Es lo mismo, debes tener un poco de paciencia.
ron durante un tiempo más el oficio, hasta convertirse en los
—Sigue, pues. horribles vejestorios que ahora son. Sin embargo, conservaron
—<<El batín del Lord», tal vez 10 recuerdes, fue uno de los intacto el salón principal, del que se sirven como área social. De
locales más afamados de Alcandora, en tiempos en que ésta vez en cuando oñcian allí algún aquelarre, siempre presididas
era tierra de respeto. Lo regentó una inolvidable Anabel, de por la foto de Mij añgos. La de Anabel ocupa un lugar a su lado.
quien todavía se habla con veneración, Dios la tenga en su Bebió un largo trago de cerveza y añadió con renacidos
gloria. Pero debes saber, Laurentino, que si ella fue la reina, bríos:
el equilibrísta Mijangos fue el rey, el monarca indiscutible.Ya
—Para mis adentros, creo que desde hacía por 10 menos
sabes cuál era su habilidad. Lo que muy poca gente conoce es
una década nada alteraba la monotonía de estas pobres viejas.
que allí mismo, en la vieja casa de <<El batín», que es hoy una
La casa está en ruinas, sus alrededores se volvieron un asco, la
pensión de dudosa reputación, se conserva una foto de Mijan—
devoró la decadencia del centro de Alcandora, que asusta. Pero
gos en el momento mismo de su increíble acrobacia. Puedes
ya sabes qué ocurrió.
creer que no sea cierto, tienes todo el derecho a la duda, yo
—]osé Bonifacio vino al mundo.
sólo te digo que la he visto con estos ojos que le rendirán
cuentas al Creador. —Exacto. Cuando el prodigio se supo,y las retiradas señoras
conocieron sus dimensiones por la foto de La Diana, desperta—
—Amaneciste muy místico. ¿Te pasa lo mismo cada que
ron de su profundo letargo y tomaron la decisión de rendirle
bebes? _
homenaje, como si de repente hubieran renacido en ellas las
—El alcohol contagia demasiada espiritualidad.
pasiones de otros tiempos. La única manera de homenajeado
—Debe tratarse de un truco, 10 de esos equilibristas siempre era tenerlo colgado en el salón de la fama, al lado de Mijangos.
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Son antiguas damas con muchas conexiones, movieron ciclo y haya cursado propuesta de compra por el ajuar de josé Boni—
tierra y se hicieron al trofeo. No me pidas que explique cómo, facio. Eso no lo creería nadie, pero entienda por qué. Milán es
porque no lo sé. Sólo sé que la fortaleza de josé Bonifacio está la capital mundial del sexo, más de la mitad de su población
ahora contenida, colgada y venerablemente guardada en un vive de ello.Allí se filma la gran mayoría de las películas por—
chinero de vidrio, en el salón principal del antiguo <<Batín del nográficas que se exhiben en el mundo, de a11í son todos los
Lord», en compañía de Anabel y Mijangos. fetiches. Pues bien, los milaneses también quieren quedarse
Laurentino, que había contemplado el chinero, sabía que su con nuestros recursos naturales, ¡vaya imperialismo!Y yo me
colega no mentía. Sólo una cosa necesitaba que le fuera acla- digo: ¡que se hayan enterado de 10 que ocurre en Alcandora
rada con urgencia, aunque Peralta pudiera ofenderse: ¿Cómo es algo que no puedo concebir! Cómo lo supieron, quién les
era que se había conectado a tan alucinante ocurrencia? Las informó, es imposible saberlo. No concibo que La Diana de
preguntas se le escaparon de la boca en tropel. El otro, con dos Alcandora tenga tanto poder de información y penetración '
cervezas adentro, comenzaba a sentirse tan bien, tan exento de como para llegar hasta Italia, semejante pasquín. Pero la Diana
la reseca que unos minutos antes le cerraba los párpados, que llega a Mayolis, en Mayolis existe un pequeño consulato italianí;
no tuvo inconveniente en contestar de manera espontánea. es factible que por esa vía haya llegado a saberse en el remoto
—Nuestras mentes piensan al unísono, colega. Cuando uno y mundano Milán la existencia de nuestro tesoro.
tiene una idea brillante, como esa de hacer un museo de las Laurentino Cristófor ordenó un nuevo par de cervezas y
cosas singulares de Alcandora, donde por supuesto su brazo pensó cuál sería su deseo. En realidad, no necesitaba pensarlo,
sólo estará el día en que usted muera, y previa donación de su porque ya 10 tenía decidido. Cualquier arreglo con el abogado
parte, cuando uno concibe una de estas genialidades, repito, Peralta implicaba que le fuera concedido el derecho de con—
otros miles de personas ya están en lo mismo. Es más, cuando templar la foto de Mijangos. Esa era su exigencia, su chantaje
uno va, ya muchos vienen. El pensamiento humano opera por al bocón. El otro continuó hablando.
corrientes de impulsos, por rachas, por series de individuos. Es —Lo de Milán parece un cuento de las mil y una noches,
por eso que muchas cosas importantes se descubren a un mismo pero escuche usted lo que voy a decirle, colega. De Brasil ha
tiempo en distintas regiones del globo. Pero esto no es nada, desembarcado con urgencia en Colombia un escritor famoso,
amigo. Que en Alcandora se nos haya ocurrido coleccionar el
un tal Rubem Fonseca, quien viene comisionado por una logia
prodigio de José Bonifacio, vaya y venga. Que en Alcandora llamada La Cofradía de la Espada, para cancelar el precio que
exista un club de sexagenarias adoratrices de Mijangos, y que
sea necesario por los genitales de josé Bonifacio. ¡Esto es ya
esas adoratrices hayan decidido ampliar el retablo de sus tabús
todo un mercado persa!
sexuales elevando a los altares a un nuevo ídolo, vaya y venga.
—¿Rubem Fonseca, dices?
Tampoco pueden quedarse atrás del todo, el anacronismo nos
mata con más eficacia que un veneno. Pero lo que me causa —Sí, Rubem Fonseca.Vea usted, uno se cree en las antípodas,
asombro, verdadero asombro, y no tanto asombro sino abierta piensa que vive en un lugar miserable y olvidado del planeta,
admiración, es que toda una firma comercial de Milán, una y de repente, Alcandora es el centro del mundo. ¡Basta que
multinacional italiana con todas las de la ley, escúchelo bien, alguien lo tenga grande para que ocurra semejante prodigio!
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Laurentino Cristófor preguntó, hipnotizado: y damas de 10 más selecto de Alcandora, jóvenes aprendices
—¿Sabes quién es Rubem Fonseca? de ambos sexos que han querido participar del ritual, el cual
—Sí, un escritor, ya te lo dije. incluye, según las reglas de la noble corporación del Brasil, un
paseo público a altas horas de la noche.
—Un escritor, exacto, pero no un escritor cualquiera. Es el
autor de El gran arte, tal vez el mejor clásico policiaco que se —¿Qué hacen luego del desfile?
haya escrito en Latinoamérica. Uno de sus temas menciona —Se bañan, se quitan el barro, fornican.
algo así como La Cofradía de la Espada, ahora recuerdo. Creo Cristófor cambió en forma automática su deseo.Ya no
que se trata de la historia de una logia de fornicadores insignes. apetecía contemplar la foto del equilibrista Mijangos.
Seguramente la organización existe en la vida real. Ha venido —Mira, soy un arribista. Si quieres hacer las paces conmigo,
por un símbolo para su escudo, o para su logotipo, qué se yo. tienes que presentarme a Rubem Fonseca.Tengo varios de sus
El abogado Peralta se había puesto otra vez borracho, y al libros, necesito que los firme para mí. Eso es todo.
tiempo que asentía, hablaba en tono gangoso:
—Ya lo ves, el mundo es un pañuelo.Ahora sólo falta que 12
tú resultes compadre de Rubem Fonseca.
—Hay algo que no entiendo —cortó Lauréntin0. El agente Higinio Angarita capturó a su presa en un pasa—
Peralta puso cara de beodo obediente. dizo donde no tenía escapatoria, en las aduanillas de abordaje
—Pregunta. del aeropuerto de Alcandora, donde las autoridades portuarias
—Rubem Fonseca viene por el prodigio de José Bonifacio. ocasionalmente revisan los equipajes de los viajeros. El em—
Eso quiere decir, viene a comprarlo, a pagar un precio por
pleado de turno le ayudó a desdoblar una por una las prendas
del extranjero, cuidadosamente retiradas de su maleta.Allí, en
ello. Pero lo que yo he visto en la calle del Boticario es una
un nicho adecuado, entre los frascos de lociones y el talco,
ceremonia pagana, una especie de rito de iniciación. ¿A qué
estaba el estuche. Lo abrió con manos delicadas y sí, era 10
obedece tanto folclor?
que imaginaba.
—Eso es exactamente 10 que ha terminado por salir de la
—Queda usted detenido por comercio ilegal de órganos
transacción. Las sabias veteranas de <<El batín del Lord» no son
humanos.
unas miserables marchantas, sino unas doctoras Henas de ex—
periencia y dignidad. El encuentro con el escritor las fascinó, —¿Qué? —a_legó el forastero en una dulzonajerigonza—. Esto
les fascinaron sus historias, sus dichos, su manera de hablar,
es una simple artesanía, un souvenir.
sus modales. <<_Todo un caballero», decían. En lugar de apretar El agente Higinio replicó:
por el precio, lo único que pidieron fue ser iniciadas en los —Esto pertenece a un cuerpo humano.
altos misterios de La Cofradía de la Espada, los rituales de la —En mi país se compran libremente cabezas humanas re—
secta brasilera, el misterioso y sensual candomblé. Fonseca lo ducidas de los indios jíbaros, souvenir popular en el mundo…
concedió todo. A la ceremonia fueron invitados caballeros ¿Por qué aquí no puede comprarse un simple cartílago?
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—¡He dicho que está detenido! —remachó el policía, echam— ya casi al final, alcanzaron a verlos. <<¡Alto!», gritó uno de los
do de nuevo adentro todo lo que se había sacado de la maleta ) guardias, levantando el revólver.
a la que cerró sus cremalleras y correas, para asegurar la con—
Higinio Angarita se detuvo y esperó tranquilamente a que
fiscación del cuerpo del delito.
se aproximaran. Entonces presentó su chapa de policía.
—Exijo la presencia de un abogado. —Este hombre está bajo detención por comercio ilegal de
No sólo un abogado, sino dos, písaban en aquel preciso órganos humanos —dijo señalando al brasileño—. Lo conduzco
momento las losas del aeropuerto de Alcandora, encaminando a los calabozos de la policía judicial.
sus pasos hacia el lugar donde se había formado el barullo. Uno —Se trata de nuestro representado —alegó Laurentino.
era Roque Peralta, torpe y achispado, de andar vacilante. El
Los guardias miraban ¿¡ uno y otro grupo, sin poder enten—
otro Laurentino Cristófor, tan ágil como un lince.
der. El forcejeo tomó algunos minutos.Al f1nal, el asunto de
—¡Un abogado! ——exigía Rubem Fonseca. los órganos humanos les pareció una cosa repugnánte.
—¡Abogado presente! —gritó Laurentino, levantando muy —Mire, si ustedes son abogádos, presenten sus reclamos en
en alto su tarjeta profesional. el lugar debido —replicó uno de ellos.
Higinio Angarita contempló el hombre que corría hacia El abogado Peralta se había estado acercando al agente An—
él y empujó al viajero y a su maleta por una puerta lateral, garita con el objeto de soltarle un derechazo en la mandíbula,
que cerró con seguro. El abogado se encaró con el empleado pero Laurentino lo detuvo, cuchicheándole algo cerca del oído.
auxiliar. —No tiene objeto, déjalo.Vamos mejor a las ergástulas.
—Y0 represento a ese señor, déjeme pasar o enfrentará una Fue así como retrocedieron y evacuaron por el mismo'
acusación penal. camino por donde habían entrado, antes de que les cobraran
El empleado se resistía, pero Roque Peralta, que venía detrás la puerta dañada, aceptando que Rubem Fonseca, la gloria de
y estaba deliciosa e irresponsablemente borracho, 10 apartó de la literatura policíaca brasileña y latinoamericana, fuese llevado
un puñetazo en la mandíbula. prisionero. Un amargo e inusitado final que no habían ima—
Laurentino no pudo abrir la puerta por donde se habían ginado diez minutos atrás, cuando al averiguar por el ilustre
llevado a su héroe literario. Peralta descargó todo el peso de Visitante, con el objeto de presentarlo a Cristófor para que
su cuerpo sobre ella y la echó al suelo con un gran estruendo. le firmara sus libros, al abogado Peralta se le respondió que
Dos guardias, alertados por los gritos y las carreras, llegaban el escritor había tenido que partir a marchas forzadas hacia
desde la pista, con los revólveres en la mano. Los abogados los el aeropuerto, pues la policía andaba tras él. Ambos habían
corrido hacia allí.
recibieron gritando:
El episodio se metía ahora en un vericueto legal. Laurentino
—¡Nuestro cliente ha sido secuestrado!
pensaba en la clase de tecnicismos de los que podía echar mano.
Los guardias se metieron por donde había escapado el
En el fondo, se alegraba del rumbo que tomaban lascosas, pues
agente Higinio con su detenido, Cristófor y Peralta corrieron
tendría oportunidad de conocer con mayor detenimiento a su
detrás. El cuarto desembocaba en un largo corredor.Al fondo,
autor preferido y retribuirle sus buenas lecturas.
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El taxi que los llevaba otra vez hacia el centro de Alcandora forastero, eran ciertamente valederas. Veinticuatro horas antes,
rodaba sin afanes, un sol canicular apretaba encima de sus latas. había recibido de Mireya Ledesmas la revista institucional de
Fue en este momento cuando el abogado Peralta exclamó: la refinería, Momento Petrolero, un impreso en papel satinado
—Se me están yendo las luces, amigo. repleto de cifras, prospecciones económicas y curvas de ba—
Pararon para que pudiera regurgitar sus hígados a un lado lance, tan falto de amenidad que no invitaba ni a lanzarlo a
de la carretera.A cada nueva arcada se ponía más lívído y más labasura. Sin embargo, allí estaban las fotos, los datos y las
enfermo.Al final, dijo con enorme desolación: funciones de los seis vicepresidentes, cuyos sueldos equivalían
—No podré acompañarte a la policía judicial. Necesito al ingreso de por lo menos una tercera parte del personal de
acostarme de urgencia. la institución.Verdaderos príncipes dorados. En el margen de
la foto de uno de ellos, Mireya había escrito: <<Fifiríche». La
Todavía pararon otra vez, para que pudiera tomarse un
cara del individuo denotaba unos pronunciados rasgos de loca.
Alka—Seltzer mezclado con soda, aspirinas y jugo de limón.
Laurentino lo condujo luego hasta el lugar donde vivía, cosa El policía supuso que Mireya le estaba tratando de indicar
que en conjunto abarcó más de media hora. Regresó en el que este sujeto, además de ser de la acera de enfrente, podía
mismo taxi. Las ergástulas de la policía judicial no se abrían suministrar valiosa información. Conocía esta clase de perso—
tan fácilmente, ni siquiera a los abogados. Necesitó llenar un nas, sabía que si se ejerce sobre ellos una adecuada presión se
par de formas, exhibir su t31jeta profesional, dejarse estampar desmoronan como una margarita.Tal vez aquí estaba la clave
un sello en la muñeca del brazo sano, como si penetrara a la para ingresar en los misterios del extraño y corrupto círculo de
cárcel municipal. Adentro lo esperaba una banca desnuda y los vicepresidentes de la petrolera. Llamó al sargento Dangond.
otra larga antesala. Casi al mediodía, en 10 más fino del calor, —Vamos a entrevistar a un individuo muy importante. Sólo
un agente de civil acudió a presentarse ante él. quiero que estés presente, que lo mires, que lo olfatees, que lo
—¿Es usted quien dice representar al señor Fonseca? midas, pero sin decirle nada. Sólo asustado, ¿entendido?
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permanecer algunas horas en las escaleras de Sofía, a la espera que tenía entre las manos—. Estos interrogatorios generalmente
de que alguien arrastrara con él. son asuntos de rutina, no se le acusa de nada en particular.
Gaspar Lozoya Riolan0, vicepresidente administrativo de Sólo que ha ocurrido un asesinato, un arma está embolatada,
la petrolera, los recibió en una oficina limpia, clara, discreta— alguien lo metió a usted en el cuento, chismes van, chismes
mente perfumada. Se había quitado la chaqueta para lucir una vienen, casi de seguro no se trata de nada importante, pero
impecable camisa rayas azules, rematada en las mangas por unos usted tendrá que ser bueno con nosotros y prestamos toda la
gemelos brillantes; la corbata celeste echada sobre el hombro. colaboración posible.
Luego de ser anunciados, el sargento Dangond entró de pri— El encumbrado y elegante funcionario comenzó a desva—
mero y se quedó mirándolo ñjamente.Al hombre se le cayó necerse en la luz que ñltraban las cortinas de raso, al tiempo
la estilográf1ca con que firmaba los papeles. En medio de este que la cara y el cuello del sargento Dangond se hinchaban
efecto dramático,Adolfo Mondragón se abrió paso por uno de hasta tornarse cuadrados.
los costados de su subalterno, y avanzó extendiendo la mano.
—¿Qué se me exige? —reclamó con el último hilillo de voz.
—Es una pena interrumpido, sólo le quitaremos unos mi— —Su única obligación es decir la verdad.
nutos.
—¿Cuál es el cargo concreto que existe en mi contra?
—Te… te… tengan la bondad de tomar asiento —índicó
—Ya le dije que no existe ninguno… Todo son rumores,
Lozoya.
fácilmente descartables. De lo único que usted tiene que pre—
Dangond permaneció de pie, observando al sujeto. ocuparse es de colaboramos al máximo.
—¿Gustan algo de tomar? El funcionario intentaba evadir la mirada ultrajante del
—No, gracias. sargento Dangond, que ahora sonreía con abierta malevolencia,
Hubo un angustioso interregn0. Era como si los policías y hasta Ie guiñaba un ojo.
hubieran acudido sólo a mirarle. —En 10 que sea posible...
—Ustedes dirán. —De lo único que se trata aquí —cortó el inspector— es de
—Le contaré, doctor Loyola Solano... Ilegar a un acuerdo sobre la forma de hacerlo.
—Lozoya Riolano. —¿Qué quiere usted decir?
—Lozoya, sí señor, qué apellido tan raro. ¿Eso no es de por —.¿Quiere usted ser interrogado aquí, en su oficina, o quiere
aquí, cierto? hacerlo en el despacho de la fiscalía? ¿O tal vez en su propia casa?
—No, soy de antepasados uruguayos. El sargento Dangond había comenzado a ñsgonear con
—Ah, Uruguay, tierra brava para el fútbol —el inspector entero descaro los objetos, cuadros y diplomas. Cada que podía
Mondragón trató de reírse, el otro permaneció 1ívido—. Pues pegaba las narices, olisqueaba como un perro y se volvía a mi—
le contaré, doctor Lozada: la fiscalía tercera delegada ha ela- rar al ejecutivo con aire de sospecha. Lozoya acabó por decir:
borado un cuestionario que desea formularle. Más o menos —Me gustaría responderle luego. Creo que debo consultar
unas veinte preguntas —bajó los ojos a un legajo de papeles a un abogado.
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—Tómese todo su tiempo —dijo el inspector Mondragón, —Espérame —ordenó al agente Angarita.
levantándose. Tras abrir la oficina, tiró la chaqueta al espaldat de una
A la salida, antes de abordar el sucio y destartalado coche en silla y dio vuelta 31 encendedor del abanico de techo. Sobre
que habían venido, Dangond recibió las instrucciones finales: su cabeza comenzó a oscilar una hélice descuadrada y ruidosa.
—Sigalo las veinticuatro horas, dejándose ver. Que lo vea —¿Aló? Sí, el inspector Mondragón. ¿Madrina?
en todas partes, que lo sienta.Vamos a d/esesperar & este maricá. Ya alguien había dicho que aquellas muj eres tenían muchas
Le dejó el carro y regresó a la sede de la secreta en un taxi. relaciones, así estuvieran retiradas del oficio desde hacía marras.
Al entrar, casi en las mismas escaleras, le salió al paso el agente Quien hablaba personalmente era Matilde Sagalejo. Intercedía
Higinio Angarita. por sus antiguas cofrades de <<El batín del Lord», a quien un
—Lo tengo —anunciaba. grosero agente de la secreta había injuriado gravemente.
—¿Tienes a quién? —preguntó Mondragón. —¿Cómo ha ocurrido tal cosa, madrina?
—A1 forastero. —Así como lo escuchas,Adolfo. Ellas habían invitado a un
—Ah, ya recuerdo. ¿Qué clase de forastero resultó Ser? personaje muy ilustre, un historiador o algo así, que ha venido a
recoger datos para escribir su biograña.Ya sabes que Alcandora
No había tenido tiempo de concederle importancia al caso
tiene una historia larga y gloriosa al respecto. Pues bien, uno
de la Cancillería. Sin detenerse, se sacó la chaqueta de lino
de tus agentes 10 ha detenido. '
amarillento, que empezaba a fastidiarle.
—Con toda seguridad se'trata de un malentendido, madrina,
—Se trata de un brasileño… Un tal Rubem Fonseca.
10 arreglaré de inmediato.
—¿El delito?
—Eres un ángel,Adolfo, eso les dije yo a mis amigas: estas co—
—Comercio de órganos humanos. Lo que este hombre sas ocurren a espaldas de Adolfo, él nunca lo hubiera permitido…
lleva en su maleta son, sin lugar a dudas, los genitales de josé
—¿Me podrías dar su nombre, madrina? —solicitó el obse—
Bonifacio.
quioso jefe de la secreta, alargando el brazo para recoger lápiz
Adolfo Mondragón detuvo en seco la marcha y se volvió y papel.
a mirar a su agente con la cara iluminada de emoción.
—El detenido se llama Rubem Fonseca, brasileño, huésped
—¡No puede ser! de honor de esta pobre tierra. El agente que lo detuvo es un
—Así como lo oye. tal Higinio Angarita.
Hubo un silencio vacilante, como cuando no se sabe de Mondragón se quedó de una pieza.
que manera proceder ante una noticia inesperada. —¿Me podrías repetir el nombre, madrina? No alcancé a
—Entonces le tenemos una grande al doctor Salomón tomarlo...
Ventura. Mientras le hablaban, comenzó a hacer venias y sonrisas.
El timbre del teléfono llegaba desde su oficina, a través de Un segundo antes de colgar, la voz de Matilde Sagalejo sonó
la puerta cerrada. encantadora:
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—Dale mis saludos a Diótima.
Las ráfagas de aire que le caían desde el techo no podían
evitar que su frente estuviera perlada de sudor. Permaneció
quieto y pensativo por un cuarto de hora.
—Angarita, ven aquí.
El agente ocupó el cuadro de la puerta. CAPÍTULO CUARTO
—Hemos cometido un error. Ese hombre es una eminencia
universal. Póngalo de inmediato en libertad.
Hablaba sin mirarlo, no quería enfrentar los ojos de su
subalterno. El breviario de Chardelos de Lados
—¿Qué debo hacer con lo de José Bonifacio? —preguntó
Higinio Angarita, a quien la orden había dejado de una pieza.
—Devuélveselo. Que se lo lleve todo.Al menos ya sabemos
quién lo tiene.
Después, se consoló pensando que la Fiscalía no había
mostrado mayor interés por el singular y apetecido trofeo.
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tinuaba indemne. Es más, ni siquiera había llegado a ser objeto
de cuestionamiento, investigación o sospecha alguna.
Tres años atrás, cuando Liz defeccionó del matrimonio para Sencillamente, el secreto de sus soterradas enseñanzas no
retornar a la capital, dejando por única consorte a su solitario era traicionable. Después de penetrar en los umbrales que
marido la discutible causa de la justicia que tanto se obstinaba sutilmente descubría a sus pupilas, estas adquirían una madu—
en defender, jamás pensó que los juegos universitarios del rez que no les permitía delatarlo. El principio básico de esta
profesor Ludwin, refinados hasta el extremo de la perversión, fidelidad había sido tomado del famoso manual de Chordelos
acabarían envolviéndola. Ludwin había sido su profesor de de Lados, Las relaciones peligrosas: <<¿Qué puede negarse ya la
introducción al psicoanálisis, su (como ella y otras alumnas lo mañana siguiente?». La que había Visto quería ver más. Su deseo
llamaban) verdadero maestro iniciático. Esto quería decir que el de no ser privada de ello la obligaba al silencio.
variado mundo de su propia y compleja sexualidad les había Es cierto, por lo demás, que nunca infringió la norma
sido descubierto por él. sagrada de no involucrarse con una discípula. El y los otros
Desde luego que Liz había madurado mucho al lado de profesores que participaban en el ritual, a lo sumo dos o tres,
su esposo Salomón, y no regresaba impulsada por la idea de nunca enamoraron a una estudiante, ni aceptaron sus insinua—
encontrarse con su antiguo tutor, sino preocupada por cur— ciones 0 propuestas, mucho menos las formularon.Todo fue
sar en forma concienzuda un postgrado en terapia familiar planteado como un debido ejercicio exploratorio, como un
sistémica. Sin embargo, bien es cierto que anhelaba verlo. El nuevo estudio, como una investigación anexa, bien que muy
profesor Ludwin, un intelectual refinado y misterioso, solita— reservada y exclusiva, un anhelo de encontrar la verdad y abor—
rio, atormentado y extremadamente sagaz, le había marcado dar los temas más herméticos y vedados, algo que no resulta
la vida. Departir otra vez con él, intentar comprenderlo, rozar posible en el escueto y formal ambiente del aula.
de nuevo esa orilla peligrosa repre5entada por sus teorías y Todo lo que fue conquistado, o más bien concedido, la
audacias, llegó a convertirse en una de sus prioridades. concreción de los exitosos procedimientos del profesor Lud—
Ludwin se había movido a lo largo de más de tres lustros win, se obtuvo a partir del segundo principio del breviario de
sin dejar huella de sus pasos. En una comunidad tan celosa Chordelos de Lados, que nunca se expuso de manera explícita:
y competitiva como la académica, nadie se había atrevido a <<La mujer que consiente en hablar del amor, acaba pronto
acusarlo de mantener una docencia paralela a su clase oficial por sentirlo, o al menos por comportarse como si 10 sintiera».
de psicoanálisis, mucho menos de acosar o insinuársele a una Por esta razón, el procedimiento inicial consistía en plantear
alumna. La razón de este anonimato radicaba en que sólo a las alumnas, siempre a través del puente de un estudiante
compartía sus inquietudes más íntimas con una muy selecta cómplice, una simple pregunta—invitación: ¿Podían contar con
lista de fieles discípulas, cuidadosamente escogidas, ninguna de ellas para una velada sincera e intimista, donde se hablaría de
las cuales llegó jamás a serle infiel. Mientras cada cierto tiempo las complejidades del amor, del amor traumático, del amor
algún profesor se veía obligado a retirarse de la universidad, solitario, del amor herido, del amor en grupo? La invitación
bajo la incompatible evidencia de <<sexo y cuaderno», él con— estaba precedida por un epígrafe tomado de la famosa carta de
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Freud: <<Empiezo a creer que todo acto sexual es un proceso eso mismo, ellas aceptaban los experimentos propuestos con
en el que participan cuatro personas.Tenemos que discutir en relativa confianza.
detalle este problema». Las chicas vencían todos los inconve— Sólo entonces venía a descubrirse que el cuarto principio
nientes que les impidieran asistir, en particular aquellas que del breviario de Chardelos de Lados, genialmente compen—
tenían novio, pues el primer requisito radicaba en la profunda diado por Ludwin, era el siguiente: <<Acostarse con una muj er
reserva. Los grandes secretos no pueden ser desvelados sino en es obligarla a hacer 10 que le gusta; de eso, a ob1igarla a haeer
el más profundo silencio. ¡Ah, cuánto se hablaba! ¡Cuánto se 10 que queremos nosotros, hay a menudo mucha dlstanc1a».
especulaba! En el curso de aquellas reuniones ellas se tomaban Las jóvenes alumnas comprendían de golpe que los profesores
más adultas, más libres, más seguras. asistentes no sólo querían hacerles el amor, sino ir mucho mas
Pero el encuentro entrañaba desde un comienzo el logro allá.Algunas se contenían, intentaban retroceder. Sin embargo,
de una meta planteada por las mismas cosas discutidas, la puesta el quinto principio de Chardelos de Lados acababa de desm—
en escena de lo desconocido, la exploración de todas las po— hibirlas, las alentaba a romper todas las barreras, las impulsaba
sibilidades, sin detrimento de incorporarse luego al mundo a Hegar donde nunca habían ni siquiera soñado. ¿Acaso alguna
como si nada hubiese ocurrido. Este era un reto lanzado en de ellas quería ser o pasar siquiera por santurrona? <<¿Hay placer
particular a las que tenían compromisos amorosos. Le servía en las mojigatas? Las conozco bien: reservadas en 10 más ínti—
de base el tercer principio de Chardelos de Lados: <<¡Como mo del placer, sólo ofrecen goces a medias. El total abandono
si no tuviera importancia arrebatar en una noche una joven de sí misma, el delirio de la voluptuosidad agotando el placer
soltera 3 su querido amante, usar de ella tanto como se quiere hasta el exceso, los ref1namientos del amor, no son conocidos
y como si fuese propia, y obtener incluso 10 que no se atreve por ellas».
uno a exigir a todas las mujeres del oñcio!Y todo esto sin tras— Con todo, los principios de Ch. de Lados no se detenían
tornar su tierno amor».Y aquí radicaba tal vez ese gran éxito allí. Siempre había uno más, siempre se llegaba más lejos; con
de que gozó durante tantos años la secreta tertulia del profesor Ludwin nunca se alcanzaba el fm.
Ludwin, su impenetrable reserva, pues el aplicado profesor no
se proponía, ni aceptó nunca, porque no podía tolerarlo, que
sus enseñanzas y experiencias causaran el más mínimo daño
a sus jóvenes alumnas, () a sus enamorados, ni mucho menos
alteraran el rumbo de sus vidas.jamás intentó retenerlas, ni Otros preceptos del breviario de Chardelos de Lados, ano—
esclavizarlas, ni ser la guía de sus creencias y sentimientos. Cada tados por Liz en una vieja libreta de apuntes:
chica debía volver a manos de su ser amado como los valores <<En amor nada se termina sin estar adecuadamente cerca».
puestos en custodia en las cajillas de seguridad del más seguro <<Para mí, lo confieso, una de las cosas que más me halagan,
de los bancos. Esta advertencia se juraba desde un principio. es un ataque rápido y bien hecho, donde todo se desarrolla
Cualquier cambio que las discusiones, las interiorizaciones o con rapidez y orden; que no nos pone nunca en esa penosa
las prácticas llevadas a cabo produjeran en su sensibilidad, no situación de reparar nosotras mismas el desliz que debemos
podría exteriorizarse antes de un largo período de tiempo. Por aprovechar; que sabe guardar el aire de violencia hasta en las
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cosas que convenimos, y halagar con elegancia nuestras dos pa— Para definirse a sí misma: <<Aburrida como la mujer sencilla;
siones favoritas, la gloria de la defensa y el placer de rendimos». y triste, como la mujer fiel».
<<No hay que permitirse excesos sino con las personas que <<Para 10 que vale un marido, lo mismo da uno que otro»
queremos abandonar con prisa». —¿Qué ha pasado con el breviario de Chardelos de Lados?
<<Me llamaría pérfida, y esta palabra siempre me ha hecho ¿En qué acabó todo? —fue una de las primeras preguntas que
feliz. Es, después de “cruel”, la más dulce a los oídos de una formuló a su antiguo maestro, la tarde que volvió a encontrarse
mujer». con él en la cafetería de la universidad.
<<Os tomáis la molestia de engañarle y él es más feliz que —Ha quedado agotado ——dijo Ludwin con tristeza—.Toda
vos» (tal vez anotado en referencia a las incompatibilidades obra maestra tiene su fin, por inevitable agotamiento. Esa fue
y problemas que ya empezaban a surgir en su relación con una obra maestra—. Había una sincera nostalgia en su voz.
Salomón Ventura) . —Pero, entonces, ¿tu vieja escuela filosófica está definitiva—
<<La mujer debe entregarse sin renunciar a su virtud, ni a sus mente clausurada? '
prejuicios, ni a su estado. El hombre apasionado dice: “Haré —He iniciado nuevos experimentos. El mundo no puede
mía a esta mujer; se la arrebataré al marido que la profana" , quedarse quieto, la quietud es la muerte.
osaré robársela al mismo Dios que ella adora… ¡Lejos de mí la
La barba del profesor tenía ahora algunas canas, había
idea de destruir los prejuicios que la asedian! Ellos aumentan
pequeñas bolsas debajo de sus ojos, aunque seguía siendo el
mi dicha y mi gloria. Que crea en la virtud, pero que me la
mismo personaje interesante y misterioso. Misterioso y subyu—
sacrif1que; que sus faltas la espanten sin que puedan detenerla”».
gador, al menos eso pensó Liz en los días del comienzo de su
En cierto lugar de esta misma libreta, Liz consignó, bajo el postgrado, al reinicio de los estudios en la capital, tres años atrás,
título de <<Mecanismos de defensa tomados de Ch. de Lados», luego de escapar de Alcandora. El profesor fue tan discreto en
los siguientes apuntes: aquella entrevista que ni siquiera averiguó por su matrimonio.
<<Por más que se diga, yo sé muy bien que una ocasión fa— Era un sabio.
llida vuelve a presentarse, mientras que un acto precipitado
no puede remediarse jamás».
<<Qué felices son los hombres como consecuencia de lo
mal quese defienden las mujeres».
En Alcandora, el idilio hubiera continuado su marcha fes—
<<Las flechas del amor, como la lanza de Aquiles, llevan
tiva y embrujadora, de no haberse interpuesto el engorroso
consigo el remedio a. las heridas que abren».
<<Caso Mondiú», como ahora lo llamaba toda la gente. Nunca
Definición de la coquetería: <<Una mano cogida cien veces se supo a quién se le había ocurrido semejante nombre, lo
que se retira siempre, y que no se niega nunca». cierto es que el <<Caso Mondiú» traspasaba todas las barreras,
<<Estoy muy satisfecha de comprobar que la franca coque— ocupaba todos los espacios, se difundía en todos los ámbitos
tería tiene más defensas que la austera virtud». convertido en leyenda. Hasta en la letra de algunos vallenatos
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había empezado a sonar. Se decía, sin que el fiscal Salomón —¿Detener un cadáver? —Salomón Ventura se preguntó si
Ventura pudiera comprobarlo, que un extraño y encumbrado lo que acababa de escuchar era cierto. Sacudió la cabeza—. ¿El
personaje procedente del Brasil se había llevado los atributos cadáver de quién?
de josé Bonifacio, y que estos eran al presente otro más de —El cadáver del doctor Gaspar Lozoya Riolano. Está que
nuestros recursos naturales perdidos para siempre. aborda un avión.
Aquellos rumores por lo común resultaban ciertos; Salo— Un cadáver que aborda un avión, eso estaba mejor.Tomó
mónVentura cruzó algunas palabras al respecto con el inspec— asiento en la pequeña silla de la mesa del teléfono, dispuesto
tor Mondragón. El policía le negó rotundamente el asunto: a enterarse hasta del último detalle de lo anunciado por su
<<¿Visitante extranjero? ¿Un encumbrado emisario del Brasil? flamante investigador.
¿En Alcandora? ¡Pamplinas! ¡Cuentos de hadas! ¡Eso no se le
—No le entiendo una sola palabra, no sé de qué me habla.
puede ocurrir más que 3 mentes calenturientas y perversasl».
El policía pareció atragantarse.
Ni siquiera el abogado Laurentino Cristófor pudo conven—
cerse a sí mismo de que había llegado a rozarse con Rubem —Se trata del <<Caso Mondiú» —dijo con voz breve y seca—.
Fonseca en persona. El encuentro había sido tan fugaz como Hemos venido ejerciendo una discreta vigilancia sobre algunos
un flash fotográfico disparado a los ojos; bien podía haberse cuadros directivos de la refinería, entre ellos el doctor Lozoya,
tratado de otra persona o el abogado Peralta podía haber de quien fuentes confiables nos han hecho suponef que sabe
mentido. Para su desgracia, los libros que tenía de este autor muchas cosas.
no contaban con una foto suya, como ocurre en muchos ca— Cada que decía Lozoya parecía vacilar, pues para que este
sos. Se dirigió a la biblioteca púb1ica, consultó enciclopedias nombre no se le confundiera, bajaba los ojos y consultaba en
biográficas, reburujó en todas partes. En ninguna le fue posible un papelito, donde lo tenía escrito.
hallar una foto de Rubem Fonseca. Acabó por decirse que —Pero si no estoy mal, inspector Mondragón, a quien Vigi—
el famoso incidente del aeropuerto había sido un engaño, un lábamos era al doctor Albarracín Lucas —interrumpió Salomón
risueño espejismo, como los que se contemplaban en las calles Ventura.
de Alcandora a pleno mediodía, entre las reverberaciones del —Sí, es cierto, es así como lo tiene ordenado su señoría.
pavimento. Pero esa vigilancia nos llevó a sospechar de Lozoya, el vice—
Nada interrumpía el renacido idilio, pero una máñana, a presidente administrativo. Los procedimientos toman estos
la hora del desayuno, cuando Salomón Ventura se extasiaba rumbos inesperados...
en los tintes que alumbraban la cara de Liz, y se regocijaba en —¿Y qué ha ocurrido ahora?
silencio de que ella no hubiera vuelto a sufrir un desmayo, el
—Ha ocurrido —Mondragón se detuvo en el filo de la
teléfono sonó. Era el inspector Mondragón.
palabra, como si tomara aire antes de una zambullida en un
—Señoría, necesitamos una orden inmediata.
estanque profundo—… ha ocurrido que Gaspar Lozoya Riola—
—¿Orden inmediata para qué? no murió ayer en la tarde, en su propia oficina, de un infarto
—Para detener un cadáver. fulminante. Me cuesta mucho trabajo creer en esta clase de
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muerte, pues era el más joven y sonrosado de los seis vicepre— entregar un informe de los resultados de la necropsia en el
sidentes. Lo hallaron tumbado en su oficina; lo condujeron menor tiempo posible.
de urgencia al policlínico, donde un equipo médico lo ha Liz, que lo había escuchado todo sin querer, se atrevió a
declarado muerto. Lo prepararon anoche en una funeraria y preguntar con aire inocente:
a esta hora 10 remiten a su ciudad de origen, donde vive su —¿Quién es ese tal doctor Culer?
madre, pues era soltero. El único soltero de los seis vicepre— —Es el médico legista oficial.
sidentes, señor. . '
—¿Buen tipo?
El desayuno de Salomón Ventura comenzaba a enfriarse.
—Tenemos un gran problema con él, porque es casi seguro
Liz le colocó un plato encimá.
que delega en el auxiliar de la morgue sus responsabilidádes.
—¿Un crimen en la refinería? Le tiene repugnancia a su oficio, lo único que le encanta es
—Pueden haberlo envenenado, señor, cualquier cosa es jugar poker.
posible. La única manera de saberlo es practicarle la autopsia. Cada que tenía que meterse con el doctor Culer perdía
Pero se necesita una orden suya para detener el féretro antes la paciencia. Lo consideraba la pieza más desajustada en el
de que parta el avión. Si lo dejamos ir, nunca nos enteraremos engranaje judicial de Alcandora, la causa principal de los altos
de nada más. índices de impunidad.
Ahora empezaba más o menos a entender el galimatías. Sin Entretanto, el desayuno se había enfriado. Liz se despidió
embargo, en lugar de acceder, pensó en dar una reprimenda al con un beso furtivo y entró al baño.
inspector, que no había solicitado su previo consentimiento
SalomónVentura miró el reloj, descubriendo malhumorado
para ejercer vigilancia sobre otros directivos de la petrolera
que aún contaba a su favor con casi veinte minutos. Muy con—
distintos a Albarracín Lucas. Lo pensó, pero se contuvo. Al fin
tra su voluntad, enganchó el maletín y partió hacia el trabajo.
y al cabo, el pobre se esforzaba.
—¿Cuánto tiempo le tomará llegar a mi oficina?
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—No más de diez minutos.
—Pues bien, parta hacia allí.Valeria ya tiene que encontrarse
en su puesto. Ella le entregará la orden. También de muy mala gana, el doctor Isaías Culer dictó
a su ayudante:
En ocasión diferente, SalomónVentura no hubiera renun—
ciado jamás a efectuar esta diligencia por su propia cuenta. —Ten listos seis frascos grandes, de los de boca ancha, los
Pero Liz había amanecido muy hermosa, la luz del día estaba que están colocados en la vitrina de atrás. Cuando te lleven
realizando prodigios en la piel de su cara, en su cuello, en sus el cadáver lo abres y le extraes, completos y separados, todos
cabellos sedosos. Unos minutos más a su lado valían realmente los órganos. En un frasco colocas los pulmones, en otro el
la pena.Tomó el teléfono y dictó aValeria 10 que debía ha— estómago y su contenido, en el siguiente los intestinos y su
cerse, agregando que enviara una copia de la orden al doctor contenido, en otro más el hígado, en uno distinto los riñones
Culer y le notificara mediante una llamada personal, que debía y el bazo, y por último, en otro, el corazón y sus arterias. No
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les agregues alcohol, ni formol, ni desinfectantes de ninguna
losas, operaciones diversas que representaban un significativo
clase. Estamos buscando indicios de envenenamiento. Cuando
ahorro en gastos de personal. Esta era una de las grandes mi—
lo tengas todo listo, me llamas. serias de la justicia local. La otra gran miseria era que el titular
Había sido un buen estudiante de medicina y conocía los de medicina legal, el forense en propiedad, nuestro olímpico y
procedimientos a la perfección, pero su oficio de médico legista delicado doctor Culer, no compartía estos esfuerzos, porque las
le causaba especial repugnancia. Las únicas cosas que le propor— cláusulas de su contrato laboral no dictaminaban con precisión
cionaban cierta brizna de dicha en un lugar como Alcandora que debía compartirlos.
eran la limpieza, la ropa elegante y ligera, los juegos de naipes Una vez desnudo, quedó claro que el cadáver había sido
y las muj eres hermosas. Estaba seguro que había equivocado su sometido a una evisceración radical. En lugar de la larga cos—
profesión, o al menos su especialidad. El anfiteatro universitario tura en forma de cremallera desde el mentón hasta el pubis,
había sido para él un escenario científico. La muerte descubre exhibía un borde profundo y muy bien zurcido que le envol—
allí los secretos de la vida; el ambiente posee un acogedor tono vía todo el tórax y el vientre, una clase de incisión que sólo
académico: la: fisiología, la patología, la toxicología y todas las se practica con el objeto de retirar por completo los órganos
ramas afines son ciencia clásica y pura, porque los tejidos de internos. Repasó con un bisturí el extenso surco y levantó la
los muertos convertidos en material didáctico no ofenden el cobija de piel que cubría aquella fosa. Adentro, en efecto, no
alma. En cambio los muertos de una morgue como la de A1— existía nada, ni faringe, ni lengua, ni pulmones, ni corazón, ni
candora resultaban impactantes, siniestros, llegaban quebrados, estómago, ni intestinos, ni bazo, ni riñones, ni nada. El agujero
agujereados, crispados en rictus de pánico, tiznaban el espíritu estaba relleno con sendos paquetes de gasa sin abrir.Tomó el
de negros presagios. teléfono y llamó al doctor Culer.
<<Cadavro» aguardó a que trajeran el encargo y se ocupó de —Este cadáver no tiene ningún órgano adentro —informó
él desde el momento mismo en que sus portadores 10 arrojaron con voz pastosa y lenta—. Lo han preparado en la funeraria.
encima de la losa. Los camilleros de la policíajudicial que efec— —¡Maldición! —exclamó el médico.
tuaban los levantamientos procedían siempre en idéntica forma, Hubo un minuto de silencio, la línea dejó escuchar leja—
descargaban y se retiraban luego de hacerse firmar un recibo. nos zumbidos. <<Cadavro» aguardó pacientemente las nuevas
Igual ocurrió en este caso con los empleados de la funeraria, instrucciones.
sólo que <<Cadavro» no firmó un recibo por el muerto, sino ,—Dime al menos qué aspecto tiene.
por el traje completo con el que llegó el muerto, su camisa de
Aparte de que era un muerto muy rosáceo, el ayudante
lino de primera, su corbata, sus zapatos y ropa interior, todo
no había obserVado otra cosa.
lo cual debía ser devuelto en perfecto estado. 1 —Dale vuelta, miralo por todos los lados y llámame —dijo
Por carencia de recursos, por falta de físico presupuesto, el la voz que ordenaba, antes de cortar.
funcionamiento de la morgue estaba en manos de un oficial
<<Cadavro» dio vuelta al cadáver con gran faci1idad, pues
como él, que tenía la ventaja de encargarse de todo: barrer,
pesaba muy poco. Le llamó la atención que aún estuviera muy
limpiar, disecar, coser, montar y desmontar los cuerpos en las
rígido, demasiado rígido. La coloración rosada de las uñas re—
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sultaba notoria, llegó a pensar que las tenía pintadas, pero no Durante otro largo minuto, el auxiliar esperó en silencio
era así. Una pequeña ala azul celeste hizo un guiño entre las a que le fueran dictadas nuevas instrucciones.
nalgas. Observó con detenimiento… —¿Al menos no le han serruchado el cráneo, verdad?
El muerto tenía una mariposa tatuada en el culo. ¡Aquel —No— dijo <<Cadavro», acentuando lo profundo de su voz
había sido el año de las grandes sorpresas! cavernosa.
Comunicó sus descubrimientos al doctor Culer. —Bien, esto es lo que vas a hacer: procede a destaparle la
—Bien —dijo el galeno—. El tatuaje quiere decir que a ese unidad sellada, sácale el cerebro y mételo en uno de los frascos.
señor se le salía el aire a menudo, y no por cuenta propia. Sólo Cuando lo tengas allí, me llamas inmediatamente. Ah, y no
queda un remediozToma varias bolsas, anda a la funeraria y olvides que no puedes usar formol, alcohol, ni nada parecido.
0blígalos a que te entreguen las vísceras. Cuando ya las tengas Y acuérdate también que el escoplo y el martillo están termi—
entre los frascos, me llamas. nantemente prohibidos para esta clase de trabaj 0. Usa la sierra.
El auxiliar cumplió en forma precisa este nuevo encargo. Durante los siguientes cuarenta minutos, <<Cadavro» se
Cerró con el debido cuidado la bodega, evitó cualquier calle dedicó a un oficio que le era verdaderamente grato. Realizó
concurrida, 10 que le obligó a dar un largo rodeo, se presentó una rápida incisión de una oreja a la otra, levantó y desplazó
en la funeraria por la puerta del servicio, la misma por donde el cuero cabelludo envolviéndolo sobre la cara y la nuca, y así,
ingresaban los cuerpos antes de ser preparados. El portero lo con el cráneo desh0jado como un banano al que se le ha bajado
condujo ante el maquillador, quien era a su vez cirujano plásti— la cáscara, aserró el hueso a la altura de la frente. Muy pronto
co, estilista y embalsamador. Para la gente del medio, <<Cadavro» logró asir con todos sus diez dedos la masa del cerebro desde
resultaba un personaje muy conocido, incluso respetado. su base más profunda, la extrajo con un fuerte tirón en medio
—¿Vísceras? —preguntó el operario con cara de sorpresa— de un regurgitante sonido, y con ella en las manos, como si se
Ese doctor llegó aquí hacia las ocho de la noche; los que lo tratara de un victorioso trofeo, caminó hasta depositaria en el
trajeron dejaron orden terminante de que se le preparara con frasco que tenía preparado. Entonces marcó por tercera vez el
todas las de la ley, de manera que pudiera soportar un viaje número del doctor Culer.
muy largo. Lo que traía adentro se tiró por el sumidero, a estas —Estaré allá en veinte minutos —réspondió el médico.
horas debe estar en el estómago de los bagres. <<Cadavro» invirtió este tiempo en acomodar la tapa de
Sólo en época de grandes aguaceros, en 10 más crudo del hueso en su sitio, zurcir el cuero cabelludo y devolver al doctor
invierno, cuando el río se salía de madre, el contenido de las Gaspar Lozoya Riolano (nombre que figuraba en el recibo de
cloacas de A1candora refluía por los sumideros. Durante el resto entrega) toda su prestancia corporal. Entonces se escuchó el
del año, todo iba derecho a la boca de los peces. La ciudad timbre.
tomaba el agua del río y al río volvía a dar con todo lo que Isaías Culer penetró en la morgue con cara de enfermo;
le fuera agregado. <<Cadravro» regresó con lasmanos vacías. estudió las características postmortem del occiso evitando
—¿Qué? —exclamó el doctor Culer, cuando escuchó su rozar la loza donde se hallaba tirado; intercambió una o dos
segundo y escueto informe—. Esto es una completa calamidad. furtivas miradas con el ayudante, como dándole a entender
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ralidad de las primeras etapas del mundo sexual femenino, las exquisitos y sutiles, pero finalmente claudicó. Lo que proponía
llamadas primitivas exigencias pulsionales, la vida pulsional en era todavía una terapia hipotética. Aquella reunión no tenía
estado de latencia, la precocidad morbosa, el estado difuso de otro obj eto que plantear el problema y preguntarles si estaban
la sexualidad infantil, un mundo todo de deseos y ensueños. dispuestas a continuar. Continuar significaba someterse a un
Liz había estudiado estos temas, pero en boca de su antiguo experimento práctico.
maestro los encontraba extraordinariamente autorizados y —Lo único que puedo garantizarles es que se tratará de un
expresivos. Ludwin reiteraba hasta qué punto la niña mantiene experimento lúdico —declaró sonriendo.
viva la fantasía del falo deseado, su complejo de castración, y Todas aceptaron, incluida Liz. Ludwin dijo entonces que
explicaba cómo en las muchachas se mezclan a menudo las volvería a convocadas cuando el escenario estuviera preparado,
fantasías de castración con la fantasía creadora sadomasoquista. y sirvió una tercera ronda de vino. El resto de la reunión se
Se extendió un rato en ello. Liz observó con disimulo a sus fue en apuntes ligeros.
acompañantes y las encontró intensamente absortas en las pa— Tres semanas después, al comienzo de una noche de viernes
labras del maestro, una concentración que favorecía la discreta en la que Liz se aburría sola en casa de sus padres, la telefoneó
penumbra que las ocultaba. para preguntarle si quería acompañarlos. '
El gran torrente de las palabras e ideas del profesor Ludwin —Vamos a un sitio muy común y corriente, ¿te gustaría
iba a desembocar poco a poco en el mundo de la fantasía. En venir? "
nadie es más fuerte la fantasía que en el adolescente, y en na— Ella apenas pudo contenerse.
die llega a ser tan intensa la fantasía erótica y amorosa como
—Entonces te recogemos hacia las nueve.
en las muchachas. Las niñas finalmente fabrican y empiezan
a fantasear con el hombre amado; el objeto de esta fantasía es Para no preocupar a sus padres, dijo que estudiaría hasta
tarde en casa de una amiga, quizás no regresara en toda la
obsequiado con una entrega absoiuta. Se trata de un objeto
noche. Después, la espera se hizo larga.
místico.Toda vivencia sexual encarna, más allá de la embria—
guez de los sentidos, un objeto místico. He aquí la sublimación Se había adormilado un poco cuando sonó el timbre.
erótica de las monjas, sumatrimonio con Jesucristo, etcétera.
Ludwin le había reservado el asiento a su lado en el <<Renault
12» que ahora conducía; atrás se apretujaban las novicias. Las
Ludwin repetía entonces: <<Las cosas más difíciles de realizar,
saludó casi sin volver la cabeza, percibiendo que estaban bo—
los pudores más terribles de vencer, resultan allanables cuando
nitas “y elegantes; tres clases de perfumes emanaban de la parte
se les enfrenta con este simple mecanismo, cuando logramos
posterior de la cabina. El antiguo maestro la saludó con un
efectuar una regresión plena al estado místico de la infancia. beso en la mejilla.
Llamo a esto los mecanismos de la doncellez. Todo resulta
Condujo a través de una amplia avenida hasta las afueras
mucho más asequible si la mujer consigue hacer brotar en ella
de la capital, desvió en el preciso lugar donde la avenida se
una exuberante fantasía creadora sadomasoquista».
convertía en carretera y metió el carro por las.callejuelas de un
Con el segundo vino estalló una intensa ráfaga de preguntas. barrio periférico. Debía haber transitado muchas veces aquellos
Ludwin absolvió cuantas pudo, apelando a los argumentos más andurriales para no equivocar en ningún momento el camino,
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lleno de complicadas esquinas. Finalmente se detuvo frente a mesas atendiendo los pedidos, sin disgustarles que los clientes
una construcción en ladrillo desnudo y cemento, alrededor de les acariciaran las piernas y el trasero cada que pasaban. Muy
la cual estaban parqueados vehículos de distinta clase, inclui— a menudo tomaban acomodo en sus rodillas.
dos por 10 menos dos pequeños camiones. Se trataba de un El primer coctel Margarita, ácido y refrescante, con los
terreno desolado, sin árboles; soplaba un viento helado, cohibía bordes de la copa impregnados de sal, las sintonizó en el am—
un poco abandonar el auto en tan remoto extramuro, pero se biente. Ludwin recomendó que no fueran a beber demasiado,
apeó con resolución y tocó en una puerta que de inmediato ya que cualquier clase de experiencia que vivieran allí debía
dejó escapar un f110 de luz. Las cuatro mujeres lo siguieron
adquirirse en pleno uso de los cinco sentidos.
impulsadas por un contenido anhelo de calor.Al descubrir que
Los sucesos fueron desgranándose con naturalidad: los mis—
se trataba de una sórdida taberna de barriada, llena de humo y
terios de la casa estuvieron muy pronto al descubierto. Cada
de gente común, trataron de frenarse. Ludwin las empujó por
media hora una de las mesetas subía a un diminuto escenario
una angosta escalera lateral que daba a un pequeño y discreto
balcón, desde donde podía contemplarse todo 10 que ocurría
construido en una esquina del salón; allí, bajo una luz que se
abajo, en el salón atestado de humo y bebedores. encendía y aumentaba en intensidad lentamente, juguetean—
do con los pliegues del pequeño telón recogido ¿ los lados,
El lugar les había sido reservado en exclusividad, sólo había
realizaba un show nudista. Lo particular del caso consistía en
allí una mesa y cinco sillas. Un poco después, el taberner0 en
la manera extremadamente provocadora de quitarse las ropas,
persona acudió a tomarles el pedido, declarando que su humil—
de exhibir sin tapujos lo oculto, de lanzar guiños y miradas al
de negocio estaba a disposición de tan ilustres visitantes. Era
público, como si se tratara de una escueta oferta.Y en efecto,
un moreno alto, corpulento, de dientes de oro, embutido en
lo era. Cuando la chica volvía al trabajo entre las mesas, los
una camisa de tantos colores que parecía una acuarela. Ludwín
recomendó sus cocteles Margarita. El intenso calor que hacia bebedores estaban ávidos de follar con ella. El show era una
adentro las llevó a despojarse de sus abrigos con prontitud. El manera de venderse, de ofrecer la mercancía y ponerla a dis—
tabernero, todavía presente, pareció sopesar sus formas bajo los posición de los concurrentes. Después de su respectivo show,
templados blusones de lana.Abajo sólo había hombres en las ninguna quedaba sin comprador.
mesas, y sólo se bebía ron y cerveza. El hombre de los dientes Y eso era todo, en aquel lugar no existía ninguna clase
dorados, además de dirigir el bar, administraba la música: viej os de arte sofisticado, como no fuera el que contemplaban. La
discos de buenas orquestas cubanas. sorpresa vino un rato después, luego del tercer o cuarto strip—
Mientras llegaban las bebidas, las visitantes trataron de tease, cuando la cabeza del tabernero asomó en el hueco de
hacerse una idea de la clase de establecimiento adonde las la escalera, para manifestar, en medio de un solemne anuncio
había llevado su guía. Era obvio que se trataba de una taber— de doradas sonrisas, que el escenario estaba a disposición de
na de barrio, pero con seguridad no las había conducido allí cualquiera de las señoritas que quisiera exhibirse.
únicamente por eso. Pronto saltó un primer detalle a la vista: La invitación, a la vez que las dejó estupefactas, brindó al
las coperas, media docena de chicas muy guapas, aunque bas— profesor Ludwin una magnifica oportunidad para continuar
tante vulgares, demasiado escasas de ropa, se movían entre las la disertación sobre sus elaboradas ideas.
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—Son los umbrales, queridas, los límites postreros que no Una de las alumnas se atrevió a interponer una leve con—
nos permiten conquistar nuestras metas. Freud habló de la sideración.
censura del inconsciente, pero esa censura es en realidad un —¿Qué pasa si después de la exhibición quisieran com—
producto objetivo, fruto de nuestras costumbres, nuestro status prarnos?
social, nuestra formación cultural. Las únicas que pueden des— ——Eso queda de cuenta de cada una de ustedes. La que quiera
vestirse ante ese grupo de hombres de allá abajo, en esta oscura ir más allá, es libre en absoluto. Logrará cruzar ese umbral si
taberna, son esas chicas de bajos orígenes. Ustedes no pueden aplica el mismo mecanismo, si obedece al mismo sentimientº,
hacerlo porque son mujeres decentes, estudian en la univer— si consigue asumir el misticismo de la pubertad y se desdobla
sidad, viven en hogares distinguidos. Sin embargo, las invito a como esclava, prisionera, mártir 0 santa.
una experiencia, a una máxima regresión. Intentemos por un El respeto y la nítida devoción que despertaban sus palabras
momento volver a nuestros pudores infantiles, 3 la insinuación no evitaron la polémica, pero cuando la discusión comenzaba
de los primeros deseos, casi a nuestra sexualidad pregenital. a tomar vuelo, Ludwin la cortó en tono divertido:
¿Qué cosa nos hacía sentir un mayor placer que el anhelo de —Ganarán el debate, porque yo no he venido aquí a dis—
ser forzados. por una dulce esclavitud, por un sacrificio he— cutir. El escándalo y la música no lo permiten; si se tratara de
roico, por el cautiverio de una mística sujeción? Cuando nos discutir nos hubiéramos reunido en otra parte. Sólo quiero
abandonábamos a esos sentimientos resultaba delicioso sufrir, que se concentren en 10 que les sugiero, que 10 intenten. Si al
subyugarse. Son los mecanismos de la doncellez. ¿Qué puede fm y “al cabo no quieren desvestírse, no importa.
aparecer más arrobador para una doncella que ser desnudada en Ante el silencio reinante, agregó:
público, si la obligan a ello a través de un martirio sublime, por —Ustedes pensarán que hemos ido demasiado lejos. Eso es
amor a Dios, o por algo que represente un sacrificio, un castigo cierto. Esta indagación tiene por objeto ir 10 más lejos posible.
virtuoso? Siendo así puede sobrevivido, y no sólo sobrevivirlo, Durante media hora, Mirna Zawasdki, la más bonita y osada
sino sublimarlo. Sus pudores son, por así decirlo, sublimes, es de las cuatro, recordó los asedios y manoseos de uno de sus
la única etapa de la vida en que el pecado es realmente santo, padrastros. Era la misma sensación que había experimentado al
porque no se tiene conciencia de él.Traten ustedes de vivir contemplar a las chicas repasadas por las manos de los clientes,
ese arrobamiento regresivo, imagínense niñas.Al cabo hallarán pero ahora se abandonó a ello. Se dijo que anhelaba sentirlo
que no les resulta imposible bajar allí y desvestirse. Les servirá de nuevo, que quería ser profanada, ofendida, humillada.
mucho pensar que el tabernero de los dientes de oro es su —Estoy lista —declaró de repente.
patrón, su esclavista, que van a ser vendidas por ser vírgenes —¿Te sientes capaz de bajar? —preguntó con precipitación
puras, abandónense & esa idea. el profesor, gratamente sorprendido.
Dejó caer sobre la mesa un bonito antifaz. —Sí.
—El ocultamiento puede hacer parte del juego. Esto es lo —Será un gran acontecimiento.
único que puedo ofrecerles para proteger su identidad, si se Hizo una seña al tabernero, quien volvió a sacar la cabeza
deciden a hacerlo. por el cajón de la escalera.
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——La señorita desea que le cedan el show. Había una atmósfera tensa y pesada, se movía un animal
—Con mucho gusto —cantó el hombre de la dentadura grande.
dorada—. ¿Desea alguna música en particular? El f1f1riche, como ella seguía llamándolo, se había desplo—
La joven lo pensó un poco. mado de súbito mientras sorbía un vaso de jugo de tamarindo,
—Me gustaria una lambada. bebida que se hacía llevar todas las tardes a su oficina por la
Eran los días y las noches de las primeras lambadas. El gé— señora de los tintos. Alguien había ordenado unos trabajos
nero había comenzado a difundirse muy subrepticiamente en de limpieza a dicha señora; la encargada de preparar el jugo
los bajos fondos de la capital. Estaba destinado a permanecer y llevarlo esa tarde había sido Fanny, la secretaría del doctor
allí, nunca ha llegado a saberse en qué forma asaltó el resto de Larsen, el vicepresidente ejecutivo de Operaciones Técnicas.
las escalas sociales… El vaso volcó y derramó su contenido cuando el fifiríche se
arqueó contra el espaldar de la silla; Fanny se ocupó en medio
de la confusión general de limpiarlo y ordenado todo, sin ser
ni remotamente la encargada de tales oficios.
—¿Crees que e]la sabía que eljugo contenía algo? —preguntó
Crepitante sol de las dos de la tarde, tan violento y agre— el inspector Mondragón, al tiempo que la arremetía con tanto
sivo que del pavimento de las bocacalles emanan temblorosas vigor que no sólo la cama, sino las paredes de las Residencias
reverberaciones, embotada transparencia donde bailan diversos Almirante en su conjunto, oscilaban como si fueran a desar—
espejismos: una casa invertida, un perro caminando sobre el marse.
aire. Sin embargo, el inspector Mondragón acude a la cita en Mireya Ledesmas había acudido aquel medio día más las—
el Palacio de Justicia tan fresco como una lechuga, pues aca— civa y esplendorosa que nunca. Haciendo aquellas confesiones
ba de tener un gratificante encuentro con Mireya Ledesmas parecía una indefensa torturada que ha decidido abandonarse
en una ventilada habitación de las Residencias Almirante. La en el potro.
zandunguera y bonita secretaria, que al desvestirse se sintió
—Casi me atrevo ¿ asegurado, pero no voy a declararlo ante
tan desnuda y a merced del mundo circundante como si se
ningún tribunal.
hallara en medio de una avenida, no había podido abstenerse
—Yo no te haré pasar por esas, mi linda…
de exponer hasta el último centímetro de sus intimidades; y
había referido al policía dos o tres significativos detalles: las .—Pienso que todo está llegando a su fm.
visitas policiales de los días anteriores y la muerte de Gaspar —Si llegas a perder el puesto, te daré trabajo en la judicial.
Lozoya Riolano tenían en ascuas las altas esferas de la refinería. Mondragón se presentó ante el ñscalVentura pensando si
Los cinco vicepresidentes todavía vivos se mostraban descon— le informaría o no estas revelaciones, pero el funcionario no
ñados, nerviosos, irritables; los teléfonos internos no paraban las necesitaba, porque ya tenía el acta de la necropsia expedida
de repicar, la sala de juntas permanecía desierta, los conciliá— por el doctor Culer en la bandeja del escritorio.
bulos en los pasillos y las visitas privadas habían sustituido a El forense había sido muy explícito al exponer sus con—
las grandes reuniones. clusiones y describir el estado de salud del occiso: <<Hombre
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blanco, caucásico, atlético, de aproximadamente cuarenta y dos temos que sólo estuvo el joven Darley. ¿Supieron los demás
años. Supervivencia estimada: cuarenta y dos años». ejecutivos que un hijo de su colega estaba directamente impli—
El fiscal indagó en términos muy directos cómo había cado en el crimen? Es apenas de esperarse; entre estos señores
sido el seguimiento que le habían realizado en los días y horas existe una especie de solidaridad de grupo. Probablemente el
previos a su muerte. ' doctor Albarracín le habló con algunos de ellos, solicitando
—Un informante de vieja data nos dio un soplo al respecto orientación, recabando consejo. No quiere ello decir que
—dijo Mondragón, ocultando cuidadosamente la identidad de les diera la versión exacta de lo ocurrido, pero al menos una
Mireya Ledesmas—. El dato fue muy escueto, tan sólo nos hacía versión atenuada ha debido contarles. Entre buenos amigos
saber que el doctor Olozoya era un fiñriche. Esa gente por lo es de esperarse que le recomendaran desaparecer el revólver
general maneja enredos ocultos y se pone muy tensa cuando se y echarle tierra al asunto, un escándalo de tal naturaleza no
siente vigilada. Encargué de su seguimiento al sargento Dan— conviene a una empresa como institución. El doctor Lozada
gond, uno de los menos aliñados de mis hombres. Su presencia Rioclaro pudo ser uno de los consultados.
causa un poco de miedo, debo confesado, lo utilizamos mucho —Loz'oya Riojano —corrígió el fiscal.
en los interrogatorios… Le hice el encargo de que se dejara ver, —Eso. Nunca puedo recordar bien ese bendito nombre,
que hiciera sentir al sujeto que 10 estábamos vigilando. La idea sería mejor llamarlo el ññriche. Bueno, ¿qué ocurrió luego?
era desesperado y llevarlo a cometer un error, a soltar cualquier Vinieron nuestras visitas, el cotarro se agitó, el hombre se puso
cosa que supiera. Al parecer, las cosas evolucionaban en este nervioso al ver que 10 seguían. De ahí a expresarle al doctor
sentido, porque se apresuraron a cerrarle la boca. Albarracín su decisión de contar a lajusticia las cosas que sabía,
—¿Crees sinceramente que se disponía a contar algo? no hay más que un paso. Un paso mortal, digo yo.
—Mi teoría es que el autor del crimen del pobre jardinero —Sólo una cosa no cuadra —interrumpió el fiscal con voz
es conocido por los ejecutivos de la petrolera. Posiblemente se persuasiva—: el obsequio de la moto. ¿Por qué un padre irrita—
trató de un acto colectivo, llevado a cabo por la banda de los do, 0 al menos preocupado por el crimen de su hijo, le regala
gamberros harlystas, casi todos hijos de papi, a la tija presididos una Harley? Pase que lo proteja, que trate de salvarlo de parar
por el joven Darley Albarracín.A esta clase de muchachos de— en la cárcel. ¿Pero que le obsequie una moto de tres millones
bió resultarles divertido hacer tiro al blanco con el idiota del de pesos?
barrio.A lo mejor cada uno llevó al convite el revólver de su —Tal vez la moto ya estaba comprada y en poder del mu—
papá. El doctor Albarracín descubrió su Magnum disparado e chácho, aunque el acto de registrada no se hubiese efectuado.
intuyó el hecho, la profusa y detallada información del suceso —Debemos exigir que nos presenten las facturas de com—
brindada por La Diana puede haberle servido de ayuda. Los pra —concluyó en forma enfática SalomónVentura, & quien los
señores de la refmería suelen vivir en una torre de marfil, pero razonamientos del inspector Mondragón había sorprendido…
no al punto de ignorar lo que ocurre en el puerto. El crimen Nunca antes había encontrado tan lúcido, tan claro y tan lógico
ocurrió en las inmediaciones de La Luisa, el vecindario que & su investigador de planta. Estimaba que así debían llevarse
comparten.Tal vez no sólo el joven Darley, sino otros hijos de todas las pesquisas, y concluía que en el jefe de la secreta se
ellos mismos participaron en el convite. Sin embargo, acep— notaban avances. Quizás por ello se olvidó de discursearlo
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sobre las implicaciones morales que el acto de no denunciar a netos, camioneros y comerciantes de barrio, quienes al notar
un hijo, o disimular el crimen de un colega, arrastran consigo. en la oscuridad del estrado una figura blanca y delicada, sin
El inspector Mondragón encendió el segundo o tercer huella alguna del maltrato del mundo, asociaron aquella visión
cigarrillo en su ya larga visita. con algo virginal y guardaron respetuoso silencio. Mima se
—Creo que es hora de tomarnos un café —dijo el fiscal. mostró torpe y nerviosa.Apenas comenzando su exhibición,
Valeria abandonó inmediatamente su trabajo de mecano— descubrió que la música que le convenía no era propiamen—
grafía y se dirigió a la pequeña cocina acondicionada al lado te la lambada, sino algo de mejor clase. Hubiera realizado el
del baño. No era que estuviera escuchando la conversación, show mucho mejor bajo un intermezzo de Chopin. Igual,
era que la palabra <<café» tenía para ella la misma connotación trató de acoplarse al ritmo atrevido y sensual y dejó caer una
que el llamado de un timbre. Un minuto después, se presen— a una sus prendas, como la más tímida de las colegialas. Esto
tó con la bandeja donde humeaban los pocillos y brillaba la subyugó al público… Cuando al fm estuvo plenamente desnu-
azucarera de esmalte. da, le prodígaron un aplauso cerrado, tal vez porque veían lo
suyo como algo estrictamente ártístico, como una dádiva que
—Vamos a detener al doctor Albarracín Lucas y a su hijo,
les prodigaba una muchacha de clase, un gesto de generosa
vamos a someterlos a un interrogatorio exhaustivo.Vamos ¿¡
registrar su casa y su oficina en busca de cualquier indicio. liberalidad. La sorprendida universitaria esperó a que se apa—
También vamos a registrar la residencia del fallecido Lozoya. Si gara la luz y volvió a vestirse con prontitud en la oscuridad
estos procedimientos no arrojan ninguna luz, interrogaremos
del estrado. De regreso al balcón, la aplaudían todavía. Un
hasta el último de los empleados de la petrolera.Ahora tenemos momento después, a la mesa comenzaron a llegar remesas de
un muerto importante, este caso ha cobrado trascendencia. botellas ofrecidas por los espectadores. La invitaban a bajar y
a compartir con ellos, lo mismo que a sus demás compañeras.
El inspector Mondragón se puso de pie y entrechocó los
El tabernero despachó gustoso las órdenes; luego, tras recibir
tacones.
el importe de estos regalos, hizo circular de manera discreta
—Cuando usted ordene, excelencia. la opinión de que en lugar de botellas, 10 que debían enviar
—Ahora mismo, esta misma tarde. Al toro por los cuernos: arriba era propuestas en dinero.
Empecemos con el doctor Alfredo Albarracín Lucas. —Si lo muestran es que también lo venden —decía.
Su cabeza emergió de pronto en el cajón de la escalera. Esta
7 vez-usó un aire casi solemne, o por 10 menos excesivamente
cordial, para anunciar que cierto caballero ofrecía una bonita
La universitaria Mirna Zawasdki fue la única que se desnu— suma por la dama que acababa de desvestirse. La propuesta
dó aquella noche. Lo hizo con visible timidez, arredrada por incluía a cualquiera de las otras damas.
el silencio del público,“ que al verla aparecer en el pequeño Mirna lo rechazó, lo mismo que sus compañeras, quienes
escenario esquinero se abstuvo de los morbosos comentarios ni siquiera se atrevieron a imitarla realizando un show. Pero el
en voz alta que usaba con las mesetas nudistas. Se trataba de suceso resultó muy divertido y brindó al profesor Ludwin la
un público formado por obreros, mecánicos de carro, lato- oportunidad de tejer otra de esas brillantes elucidaciones que
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lo hacían famoso, donde algo de los más profundos mecanis—
mos de la psiquis quedaban siempre al descubierto. Hubo una
segunda velada en el mismo lugar una semana después, ocasión
donde reinó una confianza mayor, una más acentuada com—
plicidad, de modo que Mirna convenció con relativa facilidad
a sus dos tímidas compañeras para que la acompañaran en un
show colectivo, que sorprendiera y dejara muda a la oscura y CAPÍTULO QUINTO
predecible concurrencia. La exhibición resultó todo un éxito.
Contenía gracia, sintonía, belleza casi obscena.A la mesa del
balcón llovieron otra vez botellas y propuestas de amor en Reflejo en una calva locuaz
dinero contante y sonante; y para sorpresa de todos, y a ciegas,
x Mirna aceptó bajar y acostarse con un cliente.
——Es cierto que has conseguido trasponer todos los umbrales
—comentó Liz a su admirado profesor.
En los ojos de Ludwin destellaba una jubilosa compla—
cencia. Era el maestro de maestros, había sabido corromperlas
a todas sin mancharse las manos, sin tocarlas. Ellas le habían
obedecido sin necesidad de forzadas, sin faltar a las reglas de
la más exquisita cortesía, sin atropellar el derecho de elección,
en el más libre albedrío. Las cosas que anticipaba se le daban a
la perfección; ahora estaba seguro de que aquellas tres chicas
se convertirían en adictas seguras del sexo alquilado.
Pero le preocupaba su Liz.
—¿Y tú? ¿Tú cuándo piensas trasponer tus umbrales? —pre—
guntó.
—Creo que nunca —dijo la rubia, mordíéndose los labios.
—¿Ni siquiera serás capaz de hacer el show?
——Creo que no.
El profesor guardó un significativo silencio. Luego soltó:
—Lo siento por ti, querida. Estás empezando a convertirte
en una vicar'ia.
El término arrancó risas en la mesa. En la boca de Liz
apuntó un dejo de melancolía.
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del titular, la prensa donde el doctor SalomónVentura, el acu—
sador más acérrimo de la ciudad, exprimía códigos y normas
El despacho no invitaba a seguir. hasta hacerles sudar la receta exacta que permitiera alargar al
Abierto al corredor del segundo piso a través de una ba— máximo las condenas.
randa durante las horas de labor, del patio de abajo le llegaban Laurentino se detuvo a contemplar un momento a la di—
las supurantes emanaciones de palmas, helechos y plantas de ligente secretaria. No gustaba asomarse por allí, pero la mujer
flores, pero también el olor ácido del papel de los expedientes le agradaba. Ella sonrió.
fermentando en las oficinas inferiores, el sudor de las aglo— v La visita obedecía a la más nimía de las diligencias. Si Lau—
meraciones humanas que imploraban favores a las puertas de rentino hubiese contado con un simple mensajero se habría
los juzgados, los aromas de café y comida rancia que venían abstenido de apersonarse en este lugar, donde aborrecía ir.
desde la cafetería del fondo, el murmullo del trapibheo judicial, Pero necesitaba un papel, la copia resolutoria de un proceso
ráfagas y tableteos apagados de máquinas de escribir, golpes de de investigación adelantado por e1 fiscal Ventura contra un
archivos metálicos que al cerrarse atrapaban los folios de los cliente suyo, de cuya expedición dependía que le pagaran
sumarios cómo puertas de cárcel, ruidos de pasos, en ocasio— unos honorarios.Valeria suspendió lo que hacía para saludarlo
nes alaridos de mujeres que acababan de ser enteradas de las y escucharlo; luego absolvió su petición diciéndole que con
sentencias recibidas por sus esposos, o sus hijos. No invitaba a mucho gusto procedería a mecanograñarle un duplicado. Sin
seguir, ciertamente no invitaba, aunque la gentil secretaria, que embargo, tendría que esperar el regreso del jefe de la oficina,
era casi bonita, brindaba un buen pórtico al visitante, una cara o volver más tarde. El doctor SalomónVentura se encontraba
limpia, unos ojos despejados, como si el cansancio del trabajo ausente y sin su firma la copia no valía nada.
o el calor no tuvieran nada que ver con ella. Estaba a punto de responder que no le importaría regresar
Su escritorio ocupaba una tercera parte del espacio en más tarde, cuando sus ojos, que apuntaban inquietos a una
esta primera of1cina de recibo, el resto lo angostaba la banca parte y otra, se posaron con descuido sobre la tapa del grueso
de madera pintada que brindaba asiento a los visitantes, de expediente que Valeria tenía a un lado de la máquina: <<Caso
modo que el pasadizo para entrar o salir era realmente estre— Mondiú». Hasta el propio fiscal había acabado por llamarlo
cho. La mujer estaba siempre mecanografiando, siempre había así, dado que nadie se refería al asunto de otra manera. En las
una pila de papeles al lado de su pesada máquina de escribir, últimas horas se había suscitado un enorme ajetreo en torno
empotrada en aquel escritorio que no era otra cosa que una suyo: allanamientos, autopsias, órdenes de captura. Tras ser—
mesa con rodachines, que podía ser arrastrada de un lado a virse de él,Valeria 10 había dejado a la mano, por si llegaba a
otro del despacho. El lugar hubiera podido ser más holgado, necesitado de nuevo.
pero los anaqueles ensamblados contra las paredes 10 habían —Esperaré —dijo Laurentino Cristófor.
ido reduciendo a medida que engordaban, repletándose hasta —¿Desea un café? —ofreció inesperadamente la acuciosa
el tope de amarillentos legajos. Nada distinto de cualquier auxiliar.
oñcinajudicial, pero existía una segunda instancia, el cubículo —Es usted realmente muy amable, muchas gracias.
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Cuando ella se levantó para ir hasta la cafetera, el abogado
un árbol que saluda al visitante que ha venido a sentarse en un
tomó asiento en la banca de madera, como resignado a perder
banco del parque. Había algo escrito en ella. Leyó:
el tiempo en aquella aburridora espera. Sus ojos quedaron
Sobre el jardín, traspasado por todas las espinas, el jardinero
entonces al nivel del legajo, de manera que el gesto de alar—
ha caído. Demasiadas espinasfuriosas, que regaron su sangre erf el
gar el brazo izquierdo para tomarlo no podía tomarse como
suelo. Las raíces de las flores la bebieron ávidamente, para nutnrse
atrevimiento. Hubiera hecho lo mismo con un periódico, o
por última vez. Debíeron hallarla más dulce que nunca. Fuiste muy
una revista.
generoso con nosotras, dijeron, no podemos pedirte nada más: En
—¿Me permite?
agradecimiento, los girasoles se han tendido sobre la acera mºjada.
Valeria dijo que sí, sin conceder mayor importancia al Es triste decirlo, pero en Alcandom hasta cuidar los jardines de las
deseo del abogado. El expediente no contenía cosa distinta señoras terminó siendo mortal.
de 10 ventilado por la prensa en forma profusa durante los
Valeria regresó en ese momento con el fragante café. Para
últimos meses. Por lo demás, era apenas natural que un abo—
recibirlo, el abogado debió cerrar antes el legajo, con 10 cual
gado 10 quisiera-hojear, la curiosidad de este gremio morboso
podía usar sus tapas-como bandeja, pero al hacerlo quedó cen
resultaba insaciable.
la hoja de cuaderno en su única mano. La secretaria le ayudo a
Laurentino no podía creer que sobre sus rodillas descansara acomodarse, la invalidez de aqueljoven abogado siempre había
el expediente del famoso <<Caso Mondiú». Lo sintió como algo despertado su amabilidad. Lo encontraba un poco _cohibido
muy personal, como algo que le incumbía, aunque ya había a causa de ello.
decidido desapegarse de sus intríngulis. Después de perder la
—Es usted un ángel —dijo él.
oportunidad de entrevistarse en persona con Rubem Fonseca
10 había embargado una profunda apatía, que sólo en ese breve Los ojos de ambos estaban ahora sobre la hoja.
instante pareció ref1uir. Mientras Valeria revolvía trebejos en —Esto estaba adentro —indícó Laurentino—. Ha caído sobre
rm.
/
el diminuto espacio habilitado como cafetería, metió energía
a sus dedos para apurar las páginas. Sus ojos, acostumbrados a Valeria la tomó de la punta de sus dedos y la leyó. Una
esta clase de papeles, esperaban descubrir al rompe cualquier fresca sonrisa apuntó en sus labios.
detalle revelador. —Un papel sin importancia: las actas literarias del secretário
Nada de eso ocurrió. El arrume de folios grapados no ad hoc. Las deja en todos los expedientes.
contenía nada extraordinario; allí estaban las mismas fotos, la —¿Actas literarias? —preguntó Laurentino, intrigado.
misma acta de levantamiento, las mismas reseñas tanatológicas —Sí. El doctorVentura las bautizó así. El señor Anaximandro
de todo crimen tempranamente reseñado. Laurentino alcanzó las escribe cada que hay un levantamiento, son sus considera—
a desilusionarse. Sin embargo, al dar vuelta a las páginas, una ciones poéticas sobre la desgracia y la muerte.Al comienzo las
pequeña hoja de cuaderno,liberada como por extraño sortile— intercalaba en el mismo texto de las diligencias, pero después
gio de su prisión entre los folios mecanograñados, escapó del de dos o tres reprimendas abandonó esa costumbre.Ahora las
mamotreto judicial y cayó en su regazo, igual a la hoja seca de inserta en esta clase de hojitas.
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Tanta espontánea confidencialidad no era común enValeria, El fiscal Salomón Ventura en persona, antecedido por el
o al menos no hacía parte de su comportamiento habitual en inspector Mondragón y un par de agentes de la secreta, aca—
la severa casa de justicia para la que trabajaba. Las cosas que baba de irrumpir en la refinería, y tras exhibir sus respectivos
estaba contando, insustanciales de por sí, se le salían de la boca. carnets y órdenes escritas, procedían a dirigirse a la oficina
Se sentía demasiado sola, necesitaba hablar, así fuera con un del vicepresidente financiero de la petrolera, sin someterse a
extraño. El abogado repasó la nota del secretario ad hoc y ex— antesalas de ninguna especie.
clamó casi en voz alta: <<Todo había pensado menos que esto Nunca, en la historia de esta empresa, se había vivido una
fuera un asunto de señoras». situación semejante. En el curso de algunas huelgas obreras,
—¿Qué dice usted? —preguntó Valeria. en ocasiones anteriores, la fuerza pública había irrumpido para
Laurentino sonrió. De pronto creyó acordarse de la con— hacerse cargo de las instalaciones e impedir sabotajes, o para
figuración física del hombre de los levantamientos. reanudar la producción suspendida, pero jamás ocurrió que
—¿El señor Anaximandro es calvo, verdad? la policía ingresara para echar,mano a un alto directivo. El
—No digamos calvo del todo, pero si bien despejado —con— momento era histórico, los operarios detuvieron sus labores y
firmó sonriendo Valeria. permanecieron estáticos y expectantes en sus puestos de trabajo,
Una calva había brillado en la calle del Boticario, al refle—
observando el compacto grupo de asalto. No cabía duda que
jo mortecino de la niebla del trasudado, encendida como un aquellos eran policías de la secreta.A través de los teléfonos y
plasma en medio de la noche. El corazón de Laurentino se las líneas internas, había corrido la noticia de que venían por
detuvo durante algunos segundos. el doctor Alfredo Albarracín Lucas.
Acababa de resolver el <<Caso Mondiú» Muy nerviosa y alterada, o al menos fingiendo estarlo, la
hermosa Mireya Ledesmas abandonó su mesa de recibo para
—Parece que el doctor Ventura va a demorar —dij0 levan—
anunciar personalmente la visita a su jefe. Este no pareció oírla,
tándose—. Mejor vuelvo luego.A lo mejor usted me regala otro
pero tampoco se mostró sorprendido, como si aguardara aquella
café igual de delicioso.
visita desde hacía mucho tiempo. Sencillamente le ordenó que
Valeria quiso insistirle que aguardara un poco más, pero no
pidiera & los señores de la fiscalía aguardar unos cortos minutos,
había caso. El abogado estaba devolviéndole el legajo, después
y le rogó que cerrara la puerta al salir. Ella hizo como se 10
de colocarle adentro la hoja suelta. “
indicaba y anunció al flscalVentura la solicitud de su superior.
El acusador frunció el ceño. Su punto de vista era que sobre
2 un requerido por la justicia se debía proceder sin atenuantes,
escueta y drásticamente, sin importar la posición que ocupara
Creyendo haber resuelto el <<Caso Mondiú», el abogado Lau— en el tinglado social. Un minuto concedido a un criminal le
rentino Cristófor descendía eufórico y extasiado las escaleras de facilitaba la oportunidad de destruir pruebas vitales.Al menos
la segunda planta del Palacio de justicia, pero lo cierto era que la puerta debía haber quedado abierta, para vigilarlo a todo
el <<Caso Mondiú» se estaba resolviendo en ese mismo instante. momento. Decidió esperar exactamente sesenta segundos, ni
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uno más ni uno menos, antes de ordenar al inspector Mon—
dragón que fuera por él.
Cuando desde adentro llegó el golpe seco, especie de Liz dijo que no lo haría nunca, pero la loca experiencia de
crujido que sacudió el aire, lamentó con verdadero pesar su las tres jóvenes universitarias le llenó durante mucho tiempo
debilidad. Todos permanecieron perplejos, observando a la la cabeza, como un alboroto de pájaros. Incluso pensó cambiar
bonita Mireya Ledesmas, quien ahora estaba tiesa y de pie tras el enfoque de su trabajo fmal de postgrado para redactar una
el escritorio de recibo, con los ojos exorbitantemente abiertos, monografía a1 respecto, salvo que esto rompía la orientación
como si fuera ella quien hubiera recibido el impacto. Hasta del programa. No era posible adelantar una especialización en
que las fuerzas la abandonaron y cayó a plomo en su silla.'Le terapia familiar sistémica y pretender graduarse con_ una tesis
temblaban las manos. Los visitantes se miraron entre sí. El ins— sobre algo así como <<La importancia de los llamados meca—
pector Mondragón fue el primero en reaccionar, desenfundó nismos de la doncellez en los determinantes de la voluntad».
su pistola y abrió la puerta de la vicepresidencia financiera de Con seguridad no se la admitir_ían.
una patada. Un intenso y picante olor de azufre cloratado se El suceso le llenó la cabeza. Había sido testigo directo de
extendió por el aire. Se le vio guardar el arma. unos hechos que no creería si no los hubiera confirmado por
—¿Usó la Magnum? —preguntó Salomón Ventura, sin m0— sus propios ojos. Tres universitarias jóvenes, bonitas y cultas,
verse del lugar donde estaba. de extracto social medio y alto, se habían involucrado en las
Mondragón caminó hasta el amplio escritorio sobre el que actividades de un lupanar de muy baja estofa, impregnadas y
yacía el informe potaje del resultado. En 10 que parecía el revol— vencidas por una especie de terapia hipnótica, que consistía en
tillo de colores de la paleta de un pintor, aferrada por una mano evocar la libido más tierna y primeriza. Ella misma había estado
crispada y cubierta de salpicaduras, estaba el arma extraviada. a punto de ceder, de darse por vencida, arrastrada por el debi—
—Sí —dijo——. Usó la Magnum. litamiento de la voluntad que le causaba el experimento. Sólo
a última hora su madurez de vida le impidió caer. El profesor
—Envíela de inmediato ¿¡ balística —complementó el fiscal,
Ludwin decía que existe una memoria sensitiva almacenada en
todavía sin moverse de su sitio—. Esa es la prueba de todo.
la piel, en el olfato, en la lengua, en el tacto. Se trata de viejos
Sentía que se desmoronaba. El suicidio de Alfredo Albarra— vasos de esencias cerrados y guardados desde el tiempo de la
cín Lucas no era precisamente un final que halagara ¿ lajusticia. infancia. Si conseguimos abrirlos y olerlos, experimentamos
De una u otra manera, el criminal que escapa por cualquier vía la ruptura de nuestras más fumes resistencias.
al veredicto de los hombres, deja un remusgo burlón en el alma
Liz pensaba en ocasiones que aque]las teorías no estaban
de los espectadores. La espalda del fiscal alcanzó a arquearse,
sustentadas por sólidos argumentos, que todas eran deleznables
como la de un pez viejo. Sin embargo, un segundo después se
y absurdas, pero les otorgaba el mérito de la argucia elaborada
irguió, fortalecido y potente. y paciente, la trampa risueña donde caen a placer los ingenuos.
—Entregue el levantamiento ¿¡ los hombres de medicina Por desgracia, ella había madurado ya demasiado y poseía una
legal —dictó al inspector—. Nosotros vamos por el muchacho. carga de obstáculos que le impedían acceder a las locuras de su
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antiguo profesor y maestro. Su permanencia al lado de Salo— Por momentos, los borbotones musicales de la lambada
mónVentura le había hecho mucho daño. Cuánto le hubiera apagaban las palabras de Ludwin, como olas que acallan la voz
gustado ser la irresponsable universitaria de otros tiempos, para de alguien que se hunde.
quien la delicia del renunciamiento no resultaba comparable —No sabes cuánto me place escucharte decir eso, Liz de
con nada en el mundo. Ventura, yo siempre he confiado en ti, yo sabía que tú no me
Pero lo más sorprendente de todo resultó ser que estaba abandonarías. Pero escucha: van a matarme, y el precio que
equivocada en la mayoría de estas consideraciones. debo pagar por evitarlo eres tú misma.
Semanas después del heroico sacrificio de las universitarias, Liz se turbó al escuchar esto, y más aún al escuchar que la
el teléfono sonó a muy altas horas de la noche. Mantenía una llamaba Liz de Ventura.
línea directa en el cuarto, de manera que sus padres no fueran —Deja en paz mi apellido de casada —pidió, como tratando
molestados por una llamada inoportuna. Contestó casi dor— de quitarle trascendencia a la situación.
mida. Era la voz del profesor Ludwin, envuelta en los intensos
—Perdona, se me salió sin querer. Son las circunstancias.
arpegios y tonalidades de una pegajosa lambada.
Ahora el profesor Ludwin rompió a llorar dramáticamente.
—Estoy perdido, querida, absolutamente perdido —decía——.
—Dime —intervino Liz—. ¿Qué es 10 que tengo que hacer?
Ahora sólo tú puedes salvarme. Me han tomado de rehén,
he entregado juramentos y firmas, acabarán conmigo de un Silencio, incluso la lambada dejó de escucharse al otro lado
momento a otro. de la línea cuando ella formuló esta pregunta.
—¿No puedes bajarle un poco al sonido? —preguntó ella, —Tendrías que venir ——dijo finalmente la voz.
cuando por fm logró despertarse del todo. v —¿Ir hasta esa inmunda covacha?
—No puedo. Esa maldita música viene del bar, en la parte —Sí, te quieren aquí.
de abajo. ——¿Qué quieren de mí?
—¿En dónde estás? —preguntó Liz, asustada. —Quieren tu cuerpo.
—Estoy donde siempre hemos estado, ¿en dónde más puedo Un miedo frío estranguló la garganta de Liz. El profesor
estar? No he conseguido salir de aquí, no saldré nunca. Uste— había callado también, el ritmo sensual de la música ocupó
des se fueron y me abandonaron —el tono era tan deprimido otra vez el espacio.
y gangoso que anticipaba la inminencia del llanto—. Esta es —Ayúdame, ayúdame —imploró de nuevo, como para im—
mi cárcel, no puedo salir de ella sin pagar un precio 'muy alto. pedir que ella flaqueara.
Sólo tú puedes ayudarme. ' —No sería capaz de llegar hasta allá. A estas horas no se
Un sublime sentimiento de solidaridad despertó en Liz, al consigue un taxi, y si se consigue, ninguno querría llevarme.
notar que su maestro lloraba. —Yo te envío inmediatamente mi carro.
—Haré lo que sea necesario por ayudarte, cuenta comnigo, No guardó conciencia exacta de 10 que ocurrió luego.
tranquilizate. Debió levantarse, ducharse rápidamente con agua fría, perfu—
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marse en forma discreta, para que el aroma no alcanzara ¿¡ llegar -—Estás divina, te agradezco que hayas venido —le pesaba la
a la alcoba de sus padres. Sin saber por qué, al momento de lengua—. Luego te 10 contaré todo.
vestirse escogió una ropa atrevida, usó medias con ligueros, se La muchacha que la había recibido continuaba a su lado.
colocó una blusa que le venía estrecha, dejó abiertos algunos El profesor dijo:
botones.Todo 10 ocultó "bajo una gruesa gabardina. Después —Será mejor que la sigas.
de acentuar el rojo de sus labios, salió de la alcoba en puntas Liz se dejó llevar. La chica la trajo escaleras abajo y la con—
de pies, atravesó el pasillo y descendió las escaleras que daban dujo ¿¡ través del desierto salón, donde abrió una puerta situada
directamente a la puerta, poniendo mucho cuidado en evitar detrás del pequeño escenario de los números de nud1smo. Por
el escalón que chirriaba.Ya en la calle se acodó junto al dintel, allí la introdujo en un oscuro corredor. Liz perdía a cada paso
más para evitar que la vieran que para protegerse del frío, y con la voluntad, se desmadejaba. Su guía abrió la puerta de una
gesto resuelto se calzó las zapatillas que llevaba en la mano. El alcoba y le indicó una cama doble, casi tan grande como el
<<Renault 12» del profesor Ludwin asomó unos minutos des— espacio que la contenía. ,
pués. Lo conducía un desconocido. Le causó miedo abordar, —Le recomiendo que espere sin ropa —dijo con voz de
aunque el sujeto le estaba abriendo galantemente la puerta. mando—.A veces los señores 11egan tan apurados que le dañan
La tranquilizó un poco reconocer el camino… La ciudad a una el vestido.
estaba desierta; el auto se desplazaba a máxima velocidad. Cerró Y entonces quedó sola en la habitación alumbrada por una
los ojos para tratar de convencerse de que estaba soñando. Pero luz macilenta que provenía de un tubo de neón. Un lugar tan
no estaba soñando, no. El zumbido del viento helado en los remoto, escondido e incógnito, que nada de 10 que pasara en
cristales era real, el rugido del motor, las sacudidas del camino… él podía tener importancia; un lugar donde ningún escrúpulo
También la escueta y grosera construcción en ladrillo ante la 0 aviso de conciencia podía germinar. Dejó caer la gabardma,
cual se detuvieron al cabo de un tiempo indefinido, que igual pero se obstinó en permanecer vestida. Obstinación que sólo
pudo ser un siglo que un cuarto de hora. duró unos minutos. Estaba diciéndose que su amado maestro la
Ya la música no sonaba con la misma intensidad; en realidad necesitaba, que aquel era el precio que debía pagar por su libe—
la taberna estaba casi apagada, no había clientes adentro. La ración. Repentinamente se sintió presa de un miedo exc1tante,
muchacha que le abrió tiró de sus brazos y la empujó por la de una tensión insostenible ante 10 que estaba por suceder, y sm
puerta lateral, la que daba al balcón.A través de la caja de las darse cuenta se abandonó a lo que fuera, se rindió. Sus dedos
escaleras pudo ver los rostros de Ludwin y del tabernero, que tocaron con mágica habiliadad broches y botones, la lengiíeta
ocupaban la mesa. El hombre de los dientes de oro sonrió. El de una cremallera, las ropas cayeron.Y tal vez para no llegar a
profesor, en cambio, la miró como si no pudiera creerlo. Estaba sufrir ningún sobresalto, ni por la urgencia, ni por el aspecto
sumamente pálido y demacrado; profundamente conmovido, de quien viniera a servirse de ella, se tendió de bruces en la
tenía el pelo convertido en un montón de ceniza. Ella creyó cama, con la cabeza hundida en la almohada.
ver a un anciano. Con todo, en sus ojos alcanzó a refulgir un Unos minutos después, el tabernero en persona empujó
destello de alegría. Se levantó y vino a besarla. la puerta. Al descubrir su cuerpo rendido y tumbado en el
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lecho, como el de una esclava que ha aceptado su fatal con— su memoria, y andando el tiempo lo olvidaba. Sólo quedaba
dición, brilló en sus ojos un destello tan intenso como el de una pista de ello, y eran sus pequeños escolios y aforismos,
sus dientes dorados. casi siempre de carácter poético, que gustaba acuñar en alguna
parte de las actas.A éstas había querido darles en un comienzo
4 encabezamiento de novelas, incluso una cierta trama, pero el
flscal SalomónVentura se 10 prohibió de manera tajante.Anaxi—
mandro optó entonces por dejar sus señales en alguna hoja
Soltando una pregunta aquí,y otra allá, Laurentino Cristó— suelta, olvidada como por descuido entre los papeles oficiales.
for se formo en poco tiempo una imagen precisa del secretario
Además de poeta soterrado y reprimido,Anaximandro se
ad hoc.
abandonaba una vez al año a los excesos y a la mundana exci—
Se trataba ni más ni menos que de otro producto de las tación del carnaval del río. Era miembro directivo del Consejo
penurias judiciales de Alcandora. Lo normal, en cualquier Supremo de las Sagradas Anilinas, organismo encargado de ca—
parte, era que fiscalías y juzgados contaran con su propio se— lificar y supervisar los disfraces; las comparsas y los desfiles de
cretario para diligencias tales como levantamientos, peritajes, aquella quincena sin normas. Su acentuada timidez desaparecía
actas de desahucios, embargos, exhumaciones, etcétera. Pero
debajo de una máscara. De nuevo, ahora al amparo del desor—
el presupuesto asignado a toda la rama judicial del puerto no den, penetraba en los entresuelos que de antemano conocía
contemplaba el pago de este tipo de especialidad, de manera a'cabalidad, para relacionarse con sus moradores a nivel de la
que, sin importar a qué despacho correspondiera una u otra vida y la inobservancia, y no de la muerte y el procedimiento
diligencia, el encargado de protocolizarlas todas era siempre judicial. Lugares de vicio, tabernas, prostíbulos.Añnidades que
Anaximandro Poveda, designado secretario ad hoc de todos averiguadas poco a poco por Laurentino Cristófor, daban lógica
los oficios menores de la justicia. 0, como 10 denominaban a su presencia en el desfile de la ca]le del Boticario.
sus propios superiores, secretario ad hoc de todos los crímenes.
Las perplejidades de esta nueva teoría fueron compendíadas
Esto le concedía el don de la ubicuidad y de la omniscien— y anotadas por el abogado de la siguiente manera:
cia.Anaximandro conocía de primera mano la generalidad de
<<1º ¿Qué nos está queriendo decir el amanuense al hablarnos
los hechos punibles de la ciudad, y penetraba antes que nadie
de jardines de señoras? ¿Nos está queriendo indicar que la
las causas y las razones que los motivaban. Como su presencia
muerte de josé Bonifacio no fue motivada por un delito
representaba lo inevitable, ya que la ley, se imponga o no, re—
de abuso sexual? ¿Entonces exactamente qué castigaban?
su1ta algo inevitable, los escenarios del delito se le abrían con
El cuestionario sólo puede ser respondido por el autor de
naturalidad, al punto que ninguno le era ajeno. Pero además
la nota. Interrogarlo a la primera oportunidad.
era un ñsgón incurable.Casi siempre sabía en dónde asomarse
<<2º Cuando son verdaderamente herméticos y mortales, los
con exactitud, hacia qué lado mirar, a quién preguntar. Por esto
arcanos femeninos resultan impenetrables. ¿Ayudaría re—
mismo, se formaba una idea muy rápida y certera de los niveles
currir a Hiperión Parra, el loquero del reino?».
de culpabilidad de cualquiera de los implicados. Como por
esto no le pagaban, se limitaba a registrarlo silenciosamente en
I74 175
pm:
de habitar el camposanto de los buenos. En Alcand013,
2qu1
el contrario, la gente consideraba que el hecho de v1vur
eran su1c1das,
El joven Darley Albarracín no fue encontrado en su casa, ni tenía algo de suicida.Todos, de alguna manera,
eso,
en lugar alguno de la ciudad. El inspector Mondragón supuso un suicida de hecho merecía el mayor de los respetos. Por
que 10 cazaría esa tarde en el entierro de su padre, razón por entre otras cosas, acudió tal cantidad de curiosos.
secreta no
la cual dispuso de una veintena de agentes, quienes distribui— Por supuesto que los veinte hombres de la
dos de incógnito por todo el cementerio debían atrapado tan andaban en semejantes predicamentos. Ellos estaban 2111 para
el
pronto asomara, pero tampoco apareció por allí. capturar al muchacho y no paraban de mirar a todos lados:
Pocas veces se había visto una concurrencia como aquella. joven Dar1ey debía asomar de un momento a otro.
de,una
A la gente le costaba trabajo creer que se tratara del entierro A última hora, alguien que también andaba en busca
Crlstofer_
de un rico, porque tal vez aquel era el primer rico de verdad presa, acudió al cementerio: el abogado Laurentino
l
que enterraban en Alcandora. Las personas venían aAlcandora El calor alcanzaba niveles infames.Aunque la hora oñc1a
la tarde, el
a enriquecerse, y una vez habían conseguido este objetivo se de la ceremonia se había fijado para las cinco de
las se1s. La
largaban. Quien no se largaba era porque seguía siendo pobre. mundo continuaba hirviendo todavía cerca de
, donde
El pobre moriría y sería enterrado aquí. Uno que otro profe— corta ceremonia realizada en la capilla del camposanto
rrenc1a
sional atacado por una enfermedad súbita, un técnico muerto cabía poca gente, se encargó de concentrar 3,13 ceneu
en
en un accidente o los obreros fallecidos al servicio de la pe— y elevar la temperatura al máximo grado, mas 51 se t1ene
y
trolera eran a lo sumo la élite del cementerio, las demás eran cuenta que algunos, por decencia, se habían echado un saco
pren—
tumbas de pobres y fracasados. Quien tenía deudos afuera no hasta una corbata encima.Al salir, cayó sobre los concu
cahente
yacía en el cementerio de este remoto infierno. Pero la viuda tes un sol de reverberaciones sangrientas, demasiado
del doctor Albarracín Lucas dispuso que 10 enterraran en el todavía. Los trajes negros de las señoras asumieron ur1 aspecto
cub1€rta por
lugar de sus hechos.Así 10 dijo escuetamente: <<El lugar de sus herrumbroso; la parte baja de la sotana del cura,
la cal—
hechos». La gente acudió en masa a contemplar la inhumación el sobrepelliz blanco, presentó una tonalidad púrpura;
los
del primer rico en la historia de Alcandora. va de Anaximandro Poveda, el secretario ad hoc de todos
como una
Había otra razón para tanta concurrencia, y era que se crímenes y de todos los levantamientos, refulgió
trataba de un suicida. La Diana de Alcandora daba la noticia cresta de gallo.
en términos muy sobrios y ñdedignamente falsos: <<Aquejado, Laurentino, que lo atalayaba trepado en peligroso equi—4
al parecer, por una larga y penosa enfermedad, el doctor Alfre— librio sobre las palas de una cruz de cemento, 10 descubr1o
con
do Albarracín Lucas, vicepresidente financiero de la refinería al rompe. Parecía que el funcionario estuv1era cub1erto
en
desde hace cuatro años, puso fm a su vida». La versión motivó una boina encarnada pero no, se trataba del reflejo del SOI
puesto de
una gran solidaridad entre el público. Si se hubiera tratado de la piel tirante de su cráneo.Abandonó su sacrílego
una ciudad como Mayolis, la gente hubiese acudido en masa observación y se integró al desordenado y maswo desñle, que
para certificar que al suicida no le fuera concedida la gracia en esos momentos acompañaba el féretro a su destmo final.
176 I77
junto a la tumba abierta, la multitud volvió ¡¡ aglomerarse —-Aquí entre nos, usted y yo sabemos por qué se suic1dó
para escuchar los breves discursos. El sol la cubrió ahora de un este caballero. Un asunto honorífico, ¿no es así?
polvo de ladrillo, como si hubiera conseguido hornearla.Y así
Anaximandro Poveda había comenzado a sudar en forma
era, la gente estaba horneada y muerta de calor, casi arrepentida
copiosa. Su cuerpo parecía querer convertirse en un hilito
de haberse dejado arrastrar a semejante suplicio.
imperceptible, desvanecerse entre la muchedumbre, desapa-
Laurentino emergió de repente junto al secretario ad hoc, recer.Amorró la cabeza, como si no quisiera escuchar.
tras abrirse paso entre la masa humana con mucha dificultad.
—Tenemos que reunirnos para rememorar esas noehes
Lo poseía un gozo tan grande de haber logrado esta hazaña,
de la calle del Boticario —prosiguió de nuevo Laurent1no,
que le dijo sin preámbulos, en formacasi festiva, y tan alto que
en crescendo—. ¡El escritor Rubem Fonseca le dejó_ muchas
10 escuchó todo el mundo:
saludes!
—Su cabeza en irrepetible, querido Anaximandro. La reco—
Esta vez habló tan duro que el propio cura detuvo sus
nocí desde atrás y me dije: esa tiene que ser la misma calva que
preces y volvió la cabeza. La gente se desatendía de la cere—
vi la otra noche en la calle del Boticari0, ese es Anaximandro
monia para prestarles atención.Anaximandro Poveda rogo de
Poveda. ¡Dígame si no!
nuevo, con el alma en vilo:
El secretario se volvió a mirarlo con cara de pollo asustado,
—¡Por Dios, que estamos en un entierro!
y para mayor desasosiego descubrió que no reconocía ¿¡ quien
así hablaba. Ciertamente, el abogado y él no se conocían. In— Finalmente el hombre se desgonzó, se desmadejó, se do—
tentó apartarse, como si un loco peligroso se le hubiera puesto bló. Era como si el otro le estuviera empujando la punta de
al lado, pero no consiguió hacerlo, porque estaba literalmente un cuchillo debajo del sobaco.Tomó aire con desesperación.
ensamblado entre la multitud… —Sí, un asunto honorífico. Pero calle usted, por favor —soltó
—¡Qué noche tan hermosa, no la olvidaré nunca! Por casi sin articular las palabras, para que nadie pudiera entenderlo.
desgracia sólo pude ir una vez. ¿En cuántas ocasiones estuvo —¿Fue cosa de señoras,verdad? —insistió el abogado,bajando
usted presente? —prosiguió Laurentino, como un borracho que la voz.
expresa sus sentimientos en forma altisonante, sin importarle —Cosa de señoras, cómo no.
dónde se encuentra. —Muy 'deplorables, por cierto.
La concurrencia en pleno volteó la cabeza para mirarlos. —Deplorables, estas cosas son siempre deplorables —accedió
El secretario ad hoc, cuyo rostro se había descompuesto de Anaximandro Poveda, revoleando la cabeza.
pavor, le rogó por lo bajo:
A Laurentino sólo le restaba una última pregunta. La ce—
—Hable usted más pasito. Mire que estamos en un entierro. remonia del entierro estaba por concluir, las primeras paladas
Laurentino se encogió olímpicamente de hombros, como de tierra sonaban ya sobre la tapa del ataúd. La formuló como
si nada de 10 que ocurría alrededor le importara un pepino, una palada más!
y antes de que el otro llegara a reponerse, le soltó muy cerca —¿En definitiva, debemos concluir que josé Bonifacio no
del oído la siguiente descarga: fue una víctima inocente del todo, verdad?
178 I79
Acerca de este preciso y engorroso punto, el secretario ad
fcamcnte ¡¡ una buena señora, antes de doblar por la Curva
hoc pref1r10 mostrarse cauto y filosófico.
del Ahorcad0, donde al pasar echó al suelo los tendales de las
—Es d1fíc1l llegar a una conclusión tan severa. El era un alma
ventas de flores.
51mple, un ser desprovisto de malicia. Lo convirtieron en un
1nstrumento perverso. Esto fue para mucha gente en Alcandora el inicio de una
noche de perros. El motociclista se las arreglaba para bordear
La ult1ma palada de tierra pareció sacarlo de su abstracción.
la ciudad por sus extramuros, por sus calles más apartadas, y de
Se V01V10 a rmrar a Laurentino con ojos aterrados, y como si
repente arremetía como un campeón de fórmula uno por las
ya no le 1mportara que llegaran a escucharlo, rogó con voz
avenidas principales; 0 torcía por entre las callejas secundarias
supl1cante:
de los barrios.Al cruzar a más de ciento veinte kilómetros por
—Por D105, m 51quiera sé quién es usted. No vaya a utilizar
hora hacía trepidar los cristales y los batientes de las ventanas,
rms palabras para hacer mal. ' quien durmiera despertaba de golpe.Tras semejante despertar
E)l abogado sonrió. Hubiera querido presentársele, hablar resultaba imposible conciliar el sueño de nuevo; más de un
de tu a tú con él sobre sus intuiciones, contarle de la hoja
parroquiano desvelado pensó en la delicia de salir a la calle e
fic C.uaderno encontrada en el expediente, felicitarlo por sus
instalar entre dos árboles un alambre para decapitar al maldi—
1ncl1naciones literarias, pero entonces el bronce ronroneo de
to, pero ninguno lo puso en práctica. La central telefónica de
un motor se escuchó por encima de todas las cabezas. Darley
la policía no cesaba de sonar; la gente se quejaba de que no
Albarracín, acaballado en su poderosa <<Harley—Davidson»,
podía dormir, el agente de turno la consolaba diciendo que
había asomado en el lomo de la pequeña colina que domina
había un loco suelto.
el cementerio, su negra silueta se recortaba como un diablo
moderno contra el globo del sol que se hundía ¿¡ sus espaldas. A las siete de la mañana arremetió por las calles del centro,
Arremetió desde allí por la calle central que dividía los allanand0 andenes y calzadas, separadores y paraderos de bus,
jardines, embistiendo contra todos los presentes como si qui— luego cortó a lo largo del malecón, subió y bajó las escaleras
siera echarles del camposanto, o empujarlos en la tumba de su de Sofía, entró a la plaza de mercado, desparramó cestas de
padre, todavía abierta. La gente se apartaba a diestra y siniestra, legumbres y gallinas. Metía el terror de un tanque de guerra
* incluidos en primer término los flamantes agentes de la secreta. fuera de control, pero lo más chistoso de todo era que en al—
gunos lugares la gente había empezado a aplaudido, dado que
los obesos alféreces de Circulación y Tránsito, lanzados en su
6 persecución sobre viejas y destartaladas motocicletas tan ba—
rrigonas como ellos, se mostraban impotentes para detenerlo.
No fue posible darle a la persecución un tono discreto. Si A las nueve, el burgomaestre del puerto convocó un consejo
el muchacho hubiese optado por abandonar su máquina del de seguridad.
diablo y emprender una fuga a pie, la cosa habría sido factible,
—Vamos a tener una insurrección —dijo—. Si a ese joven no
pero Darley Albarracín no se apeó nunca de la moto. Es bien
lo bajamos de un tiro, vamos a tener una insurrección. La gente
sabido que a las puertas del cementerio atropelló y estropeó
nos perderá todo el respeto como autoridades.
180
181
—Se trata de un hijo del vicepresidente financiero de la l)arley Albarracín tomó entonces algunos carreteables
refinería, recién muerto y enterrado el día de ayer. ¡No vaya secundarios y terminó desviándose por el sendero que con—
a cometer usted semejante exabrupto! —imploró uno de sus ducía al club El Republicano, siempre seguido muy de cerca
secretar1os. por cuatro patrullas de la policía, que le pisaban los talones
Se rumoró entonces que el joven huía de una orden de y lo custodiaban, pues no pretendían arro]larlo. Hay quien
captura expedida en su contra por el fiscal Salomón Ventura. dice que iba herido. Cierto o no, al llegar a este lugar montó
El alcalde en persona tomó el teléfono y llamó al acusador su <<Harley» sobre la majestuosa escalera de mármol que da
para solicitarle algún tipo de solución. acceso al célebre establecimiento, rompió por los corredores
—¿No sería posible revocar esa orden? —preguntó en tono que bordean sus columnas corintias y emergió en la parte de
salomónico, luego de tenerlo al habla. atrás, en el amplio mirador desde donde se contempla el río.
—¿Y 51 yo revoco la orden, cómo haría usted para comu— Las ruedas de la moto resultaron encaramadas en el bonito
n1carselo? —espetó con risible ironía el fiscal. y balaustrado pretil que durante tantos años brindó apoyo a
—Podíamos usar un altoparlante. los novios en sus declaraciones de amor. El pasamanos le sirvió
—¿Cree que 10 escucharía a ciento veinte kilómetros por de rampa. Después de elevar al máximo la potencia del motor,
hora, entre el ruido infernal que levanta ese aparato? N0, doc— hasta casi no poder controlar el freno que detenía la embestida
tor, haga el favor de dejarme trabajar… de la máquina, se disparó como un cohete y describió en el
—¿Pero entonces qué hacemos? —imploró el gobernante. aire una majestuosa parábola, para luego venir a estrellarse,
aplastarse y hundirse entre bocanadas de vapor en las cenagosas
—Dispárele a las piernas, esa es la solución —dijo el acusador,
profundidades del río.
y colgó.
Se acordó incorporar todos los carros oficiales a la cacería
y detención de Darley Albarracín, y cuando se vio que este
recurso era insuficiente, se contrató el servicio de todos los
taxistas de Alcandora, para que cerraran las calles y estrecharan Después de su primera y heroica inmolación, Liz buscó
el cerco.Así, poco a poco, se le fue conñnando a las calles se— con verdadera angustia a su maestro en las cafeterías y salones
cundarias primero, luego a las afueras. Las carreteras también de clase, en los pasillos y en los prados adyacentes a los bloques
habían sido bloqueadas, de modo que su captura era cosa de universitarios, donde gustaba platicar con sus atentos discípulos,
tiempo. Pero cada vez que se creía ya estaba en poder de las pero no 10 halló por ninguna parte. Le urgía hablar con él,
autoridades, cortaba por la maleza y se escabullía entre potreros saber qué había pasado, cohf1rmar si su sacrificio había sido
y matorrales, para reaparecer de nuevo en la ciudad. útil o no. Le preocupaba mucho su estado, la situación de alto
De pronto, echó a rodar por los rieles del ferrocarril e riesgo en que parecía encontrarse.Alguien le dijo que acababa
irrumpió en la estación terminal, donde los celadores, que no de ver al profesor Ludwin en la cafetería, y hacia allí dirigió
estaban advertidos de las solicitudes de prudencia impartidas sus pasos, otro le indicó que estaba en su sala de clase. Incluso
por el alcalde, le hicieron varios disparos. ella misma creyó verlo al final de un largo pasillo repleto de
182 183
estud1antes. Apuro el paso mordida por la ansiedad, hubiera En medio de una gran desesperación, quiso recurrir a sus
quer1do correr, pero 11010 alcanzó. O simplemente no lo había compañeras de aventura y buscó a Mirna Zawasdki,pero cuan—
v15to. Esto le causó una gran frustración. do se encontró con ella no tuvo nada que decir. Entre las dos
La verdad era que por encima de todo, el heroísmo de su operó ¿¡ la perfección el inevitable efecto de la pedagogía del
sacrificio la dignificaba. En un comienzo había alcanzado a maestro: el gran secreto resultaba tan personal e intransferible
decirse que había realizado algo sucio, que había caído muy que no podía ser comentado con nadie. Hablaron de cosas
bajo, pero casi de inmediato se sobrepuso tomando lo sucedido sin importancia, de la ropa que llevaban puesta, del perfume.
como un acto de noble servidumbre. La entrega al tabernero, La voz de Ludwin sólo volvió a escucharse bastante tiempo
que por cierto estaba un poco borracho, su aceptación de las después, a través del teléfono, rayando la media noche y envuel—
cosas que él quiso hacer como expresión de una sexualidad ta en modulaciones de lambada. Le agradecía su colaboración,
mórbida, el desconocido y nuevo placer que le deparó aquello, le explicaba que se hallaba demasiado triste y desesperado, que
sólo le resultaban aceptables si los asimílaba a un inevitable acto en razón de sus experimentos había ido demasiado lej os y ahora
de sumisión.Allí se había realizado al más alto nivel el anhelo no podía retroceder ni librarse de las trampas del medio. Lo que
sexual de su niña interior: sentirse arrastrada & la lujuria en más le atormentaba era que no 10 sacriñcaran & él, quien era
medio de la más delicada pureza, hallarse previamente venci— el directo culpable, sino que exigieran el sacrificio y la entrega
da, atada, encadenada, humillada, domeñada y rendida, pero de su más adorada discípula. Esta vez no lloró; se hallaba en el
igualmente pura, invenciblemente santa. Liz se contempló así. mejor momento de su vena brillante, fue asaz persuasivo. Liz
Una doncella de Orleans arrastrada & la hoguera del sexo para simplemente dijo que enviara el carro por ella.
salvar a su maestro. Se aferró con fuerza a esta idea y logró La secuencia continuó una y otra vez. En honor a la verdad,
sobrevivir, incluso pudo ser feliz. debe consignarse que el maestro siempre llamó con anticipa—
Pero le interesaba mucho hablar con el amado conductor, ción, explicó sus razones, se declaró prisionero de algo que no
conocer la verdad, escuchar su voz cargada de experiencia. podía vencer, de algo que 10 atrapaba en sus garras. Liz llegó a
Era tanto como ir al confesor después del pecado. Incluso, no pensar que se trataba de un asunto de droga. Ludwin se había
dejaba de pensar que todo podía haber sido la expresión del encadenado al uso de la heroína, o algo parecido. Pagaba el
máximo ardid. Ludwin se había inventado la mentira de que tormento del vicio con ella, pero ella 10 aceptaba de su gusto.
corría un gran peligro para someterla, para vencer los límites Si no hubiese sido así, no habría logrado resistido.
de su extrema resistencia.Tal vez no se lo diría nunca, pero ella Una y otra vez, meses enteros. Lo trascendental era sentirse
quería tratar de intuirlo. De haber sido así, podían concederle en el umbral preciso de la inocencia, comulgar una elevada
la medalla como el mayor de los tunantes del mundo. Lo ve— espiritualidad, transpirar la pureza del renunciamiento de los
neraba. Lo amaba. Quería escuchar sus indicaciones, anhelaba primeros tiempos y los primeros mártires del cristianismo. Era
percibir su sonrisa. La más leve sonrisa de Ludwin le hubiera tanto como entregarse a Dios,y esa fue su manera de soportado;
bastado para comprender que había sido engañada.Encontraba de lo contrario hubiera sucumbido en la primera ocasión. Se
esto mil veces mejor que saberlo en peligro. rendía en un acto de humi]lación absoluta, realizaba 10 que le
184 185
ordenaran, bendecía su cautiverio,lloraba en un dulce silencio
por eso su colega,Alfredo Albarracín Lucas, 10 había eliminado.
mlentras la poseían con brutalidad. Hasta ahí todo muy bien, pero era obligatorio preguntarse por
Una noche le correspondió un hombre cobrizo y aindiado, qué razón alguien como Lozoya Riolano conocía las andanzas
que en lugar de sojuzgarla y vencerla a base de fuerza la man— de aquél. ¿Cuántos otros funcionarios de la empresa estaban
tuvo sujeta sin el menor movimiento, en 10 que se conoce en al tanto de semejantes secretos? Allí existían, sin lugar a dudas,
los med105 arrabaleros como un polvo indio. Dos, tres, cuatro complicidades, encubrimientos, conchabanzas, codelincuencias.
horaemmóvil, transpirando, dormido encima de ella, penetrada ¿Cómo era posible envenenar a un alto directivo e intentar
pero 1nerte, como una bestia de carga. Con el paso del tiempo, ocultado todo, incluso procediendo a eviscerar el cadáver?
el hombre expelía un olor & grajo. La iba a mantener así toda Por fortuna, en esta ocasión el doctor Culer se había mostra—
la vida, estacada y suj eta, sin aire, sin esperanzas, sin respiración. do un poco diligente. A SalomónVentura le hubiera gustado
Por primera vez, Liz no pudo soportado. Se revolvió como profundizar en aquella dirección, explorar el oculto y siniestro
pudo y se liberó del sujeto, lo tiró a un lado y se levantó para túnel de la refinería, pero no encontró una sola base firme en
vestirse. El tipo la atrapó de nuevo contra el borde de la cama, la cual apoyarse, una sola pistá a seguir.
le dobló los brazos a la espalda y la sodomizó con furor ven— Igual ocurría con la variedad de proyectiles y perforaciones
gativo.Al menos esta última parte fue breve. hallados en la humanidad de José Bonifacio. Diecisiete en total.
Después de semejante experiencia, no aceptó volver nunca Ello indicaba la participación de múltiples manos, de diversos
más. Ludwin llamó en repetidas ocasiones, argumentando que autores materiales.A Salomón Ventura le resultaba imposible
10 matarían, prometiendo que era la última vez que recurría aceptar que sólo los Albarracín, padre e hijo, hubieran disparado
a su ayuda, implorando que no lo abandonara en semejante sobre él.Allí, como mínimo, habían participado tres o cuatro
encrucijada. Liz dijo que no y se mantuvo en la raya. El juego homicidas, si no más. ¿Dónde estaban? ¿Cómo ahondar en esa
había perdido para ella toda inocenciá, no encontraba cómo dirección, cómo encontrarlos, ahora que tres bocas estaban
justificarse, se sentía demasiado Vil, sucia, casi demacrada. silenciadas para siempre?
Finalmente, las llamadas cesaron. Por lo demás, no cabía duda de que una invisible cortina
de silencio había caído sobre el suceso. Hasta la publicidad de
los resultados había quedado vedada. La Diana de Alcandora,
tan audaz e irreverente en todo 10 que produjera escándalo,
no arriesgaba una sola línea divergente de su primera versión.
¿Qulen habla envenenado al doctor Gaspar Lozoya Rio—
Tras soportar durante mucho tiempo una dolorosa enfermedad,
lano_, vic epre51d
' ente adm1n15
' ' trat1vo
' de la petrolera, apodado el el doctor Alfredo Albarracín Lucas había puesto fin a su vida.
fifinche por razones de brevedad y fácil memoria? Este hecho
Su hijo Darley, enloquecido por la desgracia de su padre, se
51mestro 1ns1nuaba una cámara oculta, una prolongación sub—
había lanzado y hundido para siempre, con todo y su costosa
terranea, una galería sin excavar. Podía concluirse que a causa
motocicleta, en las turbulentas aguas del río. La dirección del
del vasledlo de los hombres de la secreta, el funcionario había
diario expresaba a la desgraciada esposa y madre, señoraVivia—
dec1d1do denunc1ar a los autores del crimen dejosé Bonifacio y 7 na Dávila viuda de Albarracín, sus máximas condolencias. El
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reportero Aleuitias Botero no puso ningún interés en recoger Esa tarde, antes de regresar a casa, Salomón Ventura com—
datos adicionales. Al parecer, la gerencia del periódico había pró una botella de champaña de muy buena marca. Quería
recibido una cortés invitación de parte de las directivas de la hacerle una propuesta a Liz: sacaría diez días de licenc1a para
refinería para dejar las cosas de ese tamaño. que fueran a echarse unos baños de mar. Multitud de casos e
El desenlace no le gustaba del todo, ¿pero qué podía investigaciones pendientes podían esperar.
hacerse? Salomón Ventura decidió dar por cerrado el <<Caso Pero mientras el <<Caso Mondiú» quedaba oficialmente ce—
Mondiú» la tarde que el correo trajo desde Mayolis el resultado rrado por parte de la fiscalía, el abogado Laurentino Cristófor
de balística correspondiente al proyectil que acabó por mano se obstinaba en mantenerlo abierto.
propia con la vida de Alfredo Albarracín Lucas. Había apurado
mucho aquel informe telefoneando insistentemente a la de— 9
morada oficina encargada de expedirlo.Ahora su obstinación
recibía un premio: el rayado correspondía con microscópica
La calva del secretario ad hoc refulgiendo con tonalidades
exactitud ¿ uno de los proyectiles de Magnum extraídos del
violetas en el cementerio le recordaba otra calva. La conñr—
cuerpo de José Bonifacio. Quedaba plenamente demostrado
mación de que el atroz homicidio del pobre jardinero era un
que el alto funcionario de la petrolera había tomado parte en
asunto honorífico, lo impulsó a ir en su búsqueda.
el crimen. Casi de seguro su hijo Darley también. Por desgracia,
ahora ambos estaban muertos. ¡Cuánto le hubiese satisfecho Era en esta segunda calva en la que había pensado en
tener sus confesiones firmadas y ojalá la lista de sus cómplices primera instancia la noche del alucinante desfile de la ca1le
nc1a,
y encubridores! De esa manera hubiera logrado enviar una del Boticario, ya casi dos meses atrás. Su primera ocurre
buena remesa a la cárcel,y sentar un hecho sin precedentes. <<De cuando aquel embarrado y desnudo caballero lanzó el opaco
la justicia, 10 central es su poder aleccionador, no su castigo», reflejo de su coronílla, era que se trataba de Hiperión Parra, el
decía alguno de sus tratadistas de cabecera. muy reconocido médico psicoanalista de Alcandora.
Sí, quedaban muchas preguntas en el tintero, pero era Sólo que Hiperión Parra no dejaba translucir una perso—
mejor dejarlas inéditas. Le resultaba inevitable resignarse con nalidad que permitiera suponerlo participando en una proce—
lo obtenido, que por lo demás, era medianamente bueno. Al sión de gente desnuda, así las partes delicadas y la piel de los
menos el caso había llegado a una conclusión, al menos había celebrantes estuvieran cubiertas de barro.
podido cerrarse. El primero en mucho tiempo. No, Hiperión era un hombre demasiado parco y callado,
Felicitó con parcas palabras al inspector Mondragón. La que no se permitiría, al menos en público, otra expansión
investigación había sido bien conducida, 105 resultados estaban distinta a la de jugar ajedrez en el Salón Fischer. Por eso, Lau—
a la vista. El policía entrechocó varias veces los tacones, antes rentino Cristófor lo había descartado.
de reiterar su incondicional acatamiento a todas las órdenes Siempre se había dicho, para sus adentros, que un psicoa—
que emanasen de aquella of1cína. Hubo dos rondas de café nalista en Alcandora era algo tan raro como encontrarse de
servidas porValeria. súbito con alguien vestido de sacoleva bajo uno de los hir—
189
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vientes mechones de la refinería, a pleno medio día, cuando 10
el sol alcanzaba el ardor de un cráter hirviente. No era el
comportamiento visiblemente sobrio y apartadízo de Hiperión
La negativa de Liz a su tutor y maestro la afectó mucho,
Parra 10 que le llamaba la atención, era Hiperión Parra en sí.
pero acabó fortaleciéndola.Volver a sentirse duena de su yo—
Lo mismo ocúrría con medio Alcandora.Y aquí tenía lugar luntad trajo paz a su espíritu y renovó su conñanea en la V1da.
el origen de aquel recelo que lo apartaba del público: Hiperión Durante los últimos meses había llegado a con51derarse 11na
Parra percibía que la gente del puerto lo miraba como a un
esclava en pleno sentido físico y espiritual.Algunas sensac1d—
bicho raro, especialmente sus propios colegas, los médicos. Su
nes de aquel estado de vileza humana le agradaron, no pod1a
inmediata conclusión era entonces pensar que recelaban del
negarlo; convertirse en objeto sexual y encontrarse anulada
diploma que le permitíá trabajar y le aseguraba un status respe—
de manera absoluta por alguien que ejercía sobre ella. una
table dentro de la comunidad. Sin semejante cartón, enmarcado
dictadura arbitraria y morbosa, la llenó de placer. Pero 1gual
en la mejor de las molduras y exhibido en forma perentoria
sentía miedo, sabía que aquelle no podía continuar, anhelaba
en la parte más visible de su consultorio, las insatisfechas y
desasirse del dominio que los supuestos captores del profesor
aburridas esposas de los altos ejecutivos de la petrolera, y las
Ludwin habían impuesto sobre ella.
demás señoras del puerto que formaban su selecta clientela,
jamás lo hubieran aceptado, ni mucho menos confiado sus Fue un tiempo de compensación de fuerzas, de búsqueda
cuitas. ¿Por qué habrían de pensar que los preceptos en latín del equilibrio, como cuando se sale de un v1c1o. $11 gran ven—
que 10 proclamaban y autorizaban para actuar como Doctor en taja consistía en saber que podía superarlo, que tema voluntad
Psiquiatría tenían tanta validez como la página de una novela, para escapar de sus garras. No estaba anulada de manera fatal,
si sólo él conocía el secreto de su falsedad? Hiperión Parra dado que, de alguna manera, todo había e1do un ¡Juegd per—
era un profesional exitoso, conocedor a la fecha de muchas mitido por ella. Un juego demasiado pehgroso, 51, hab1a 1do
intimidades y secretos conyugales… Sus terapias obraban mila— demasiado lejos de la mano de su preceptor.Nuncae1profesor
gros. La1mperiosa obligación de mantener cerrada la boca y Ludwin había llegado a extremos tan osados. Defm1twamente,
su imaginación no conocía límites. '
garantizar a sus pacientes una absoluta reserva, lo mismo que
su propio secreto, su falso d1ploma, le obligaban a mantener Estaba segura que lo volvería a ver de un momento a otro,
un perfil bajo. No se concedía más relaciones que las estric— que 10 encontraríla de pronto cuando menos 10 esperara, en
tamente necesarias, se rezaba con muy poca gente, la única la cafetería de la universidad, en un aula de clase. El no se
clase de expansión que se permitía era jugar de tarde en tarde referiría al asunto, pero en algún momento dado una frase
una partida de ajedrez. suya, un comentario aleatorio, una simple palabre 10 cerrarle
Laurentino Cristófor, que se había relacionado con él en todo. Ludwin nunca dejaba sus casos sin cerrar. L12 se mostro
las mesas del Fischer, sólo suponía que como terapeuta de confiada en la vida.
mujeres perturbadas, Hiperión Parra podía servirle de puente. Entonces sobrevino 10 inimaginable. El desastre súbito,
Con eso le bastaba. demoledor, impensado. Si al menos hubiera transcurrido
Por eso acudió a buscarlo al siguiente día del entierro. algún tiempo, si una cosa hubiese estado separada de la otra
190 191
por meses, o al menos por semanas, Liz se habría dicho que tener un estado sereno, impedir que su angustia dejara trasldcn'
se
ella no tenía nada que ver. Pero el infausto rumor corrió por que se deshacía por dentro. En cambio Mirna Zawasdk1
los pasillos y salones de la universidad apenas cinco o seis días descompuso y estuvo a punto de desmayarse. le sab1a que
después de su rotunda negativa: el profesor Ludwin había sido desde la penumbra del rincón donde se hallaba congregado
de
hallado muerto en las más terribles y deplorables circunstancias, el cuerpo de profesores, por 10 menos unos cuantos pares
del
tras chocar de frente y a altas velocidades en su <<Renault 12» ojos la observaban con propiedad. La secretísima academ1a
al menos
contra un tractocamión. Todo 10 que quedaba de él era un maestro siempre contó con secretísimos cómplices. Sl
o
amasijo de carne revuelta con latas retorcidas. La comunidad uno de ellos se acercara y le conñara en voz baja la verdad,
la
académica se mostró consternada. Liz corrió en busca de sus al menos un trozo de la verdad. Pero tal vez nadie conocía
exóompañeras de aventura y las encontró mudas. Ninguna era verdad.Tal vez la única que sabía la verdad era ella.
capaz de decir nada, parecía como si asistieran a la muerte de Finalmente pudo aproximarse y mirar. El féretro pern13—
,
su propio padre. necía cerrado, pero una improvisada maestra de ceren_10nlas
o
El impacto resultó arrasador, no paraba de pensar y espe— empleada de la funeraria, levántaba de tiempo en t1emp
cular, su mente desvariaba. La noticia, aparecida en uno de los una parte de la tapa, para que algún pariente“cercano, o. un
€1
periódicos de la capital, decía que al momento del accidente allegado muy especial, pudiera ver a su ocupante por ult1r1l
deb10
el desgraciado profesor se dirigía en su automóvil hacia una vez. En una de estas ocasiones, Liz se asomó. Nunca
su
pequeña localidad vecina. No se tenía noción del motivo de hacerlo, nunca, primero porque jamás llegó a reconocerºa.
v1510 n
este viaje, el choque había ocurrido aproximadamente a las inolvidable maestro; segundo, porque el horror de esa
er:;t
cuatro de la mañana. Dado que su sangre acusaba altos niveles la atormentaría por el resto de la vida. El rostro de Ludwin
e
de alcohol, se suponía que el profesor manejaba sin control, una másCara escueta, deforme, un monigote de papel ma-ch
fund1dos
enlagunado, dormido. Cualquiera de estas circunstancias lo manipulado por los dedos de un niño, huesos y carne
llevó a abandonar su carril justo para chocar de frente contra y vueltos a amasar.
la tractomula. Sin embargo, Liz sabía que Ludwin no era un No pudo quitarse de la memoria semejante ir1lagen. El
bebedor crónico, ni un conductor alocado. Nunca le había recuerdo que guardaba de un rostro ameno y sugest1vo, cuyas
1l—
visto perder el control. Por estas razones, no dejaba de repe— expresiones cautivaban a primera vista, estaba ahora confu
1n
tirse que muy probablemente había sido asesinado, y que ella dido con la más horrible de las imágenes: el profesor Ludw
y
era la culpable. convertido en una pasta sin identidad, un guiñap'o de sangre
def1—
Al día siguiente de esta demoledora noticia, el cuerpo de cosmético. La imposibilidad de reconocerlo y de sentirlo
los
Ludwin fue velado en una funeraria. Lo habían recuperado de nitívamente muerto acabó por convertirse en el mayor de
que.rllo
las latas en un proceso paciente y 10 habían recompuesto hasta suplicios, un drama que no tenía conclusión, un telór1
donde había sido posible, especialmente el rostro. Liz no pudo caía y no se cerraba. Liz no encontró alivio en la res¡gnaaon
abstenerse de acudir, necesitaba verlo, le resultaba imperioso que depara la certidumbre de la muerte.
intentar reconocerlo, todaVía no podía creer que estuviese A partir de entonces, la idea de haber sido asesinado¡n_o
a la de11c1a
muerto. Le costó mucho trabajo disimular su ansiedad, man— cesó de espantada. Se había acostumbrado tanto
192 193
de que todo Había sido un ardid del maestro para someterla y persona. Pero ahora los valores estaban al revés. Por primera
para hacerla vivir el máximo de aberraciones posibles, que no vez, de manera instintiva y segura, llegó a pensar que esa vida
le cabía en la cabeza 10 de las amenazas de que hablaba. El f1na1 era lo único confiable en el mundo.
serio y trágico de las cosas era una revelación sin sentido, una A las seis de la mañana no aguantó más, marcó el indicativo
faceta imposible de reconocer. Decidió obstinarse y aceptar la de Alcandora y confesó el deseo de volver a su lado.
muerte de su amado maestro. Sí, sí, Ludwin había desaparecido,
—He perdido el trabajo —mintíó.
se había suicidado, su carro había ido a dar de frente contra
una tractomula. Estas cosas tenían sentido, lo demás no.
11
Alcanzó a construir este mundo, y a medida que 10 cons—
truía, volvió a empezar a sentirse libre. Frágil, pero libre.
Entonces, una noche de insomnio, su teléfono volvió a
El Salón Fischer era uno de los pocos lugares amenos de la
sonar a una hora muy avanzada. No dormía bien desde hacía
cruel Alcandora,si es que existía alguno.Ante todo, contaba con
mucho tiempo.Alcanzó a sentir una punzada de pánico antes un glacial aire acondicionado. Los clientes se sentían adentro en
de levantar el auricular y llevarlo a la oreja. El único que lla—
otra escala social, en otra dimensión de las jerarquías humanas.
maba a esa hora era Ludwin. Cualquier habitante del puerto, pobre o rico, ruin o exitoso,
experimentaba en la ciudad el mismo trágico sentimiento de
El torrente de música que brotó de la bocina la inundó y
la sumió en un pozo sin fondo. Había una voz que intentaba un desterrado, de alguien que ha sido lanzado en razón de una
culpa terrible, o de una absurda injusticia, al más inhóspito
hablarle, una voz ahogada por aquella melodía pegajosa y
de los lugares de la tierra. Los coruscantes mechones siempre
perversa, el ritmo meloso y devastador de la grosera lambada;
encendidos de la refinería contribuían a ello. Aplastaban el
Liz estuvo a punto de desmayarse de terror antes de colgar.
ánimo, contristaban, herían, y no propiamente la piel, sino la
Hubo una segunda llamada, y una tercera, todas con el
dignidad. Pero al penetrar en el Salón Fischer aquello era cosa
mismo secreteo agónico apabullado por la enloquecedora
del pasado. El aire gélido daba la sensación de una grata colo—
música de fondo. Finalmente no volvió a contestar, el teléfono
nia esparcida sobre las mejillas, tras una afeitada a ras.Algunos
timbró casi hasta el amanecer, con intermitencias de escasos
clientes mantenían adentro corbata y chaqueta. Ingresaban en
quince minutos.
mangas de camisa y unos minutos después iban a sentarse a
Un suplicio tan demoledor e invasivo, tan perverso y ul— las mesas—acicalados y elegantes. En su interior se podían lucir
trajante, que a medida que pasaban las horas sólo le concedió tales prendas.Alguien llevó un buen día un abrigo y un som—
una salida: evocar febrilmente a su abandonado esposo. brero, los dejó allí, y se dio el lujo de jugar ajedrez toda la tarde
Podía reprocharle cualquier cosa a SalomónVentura, menos vestido en tal forma: mientras afuera, a unos pocos metros, el
que no le brindara una palpable seguridad. Eso había sido 10 termómetro marcaba cuarenta y dos grados centígrados, y el
que temía de él, 10 que la abogaba. El fiscal le imponía una clase 501 derretía el pavimento en las calles.
de vida que no podía aceptar; una clase de vida que la sofocaba, Las otras dos maravillas del Fischer eran la limpieza y la
la vigilancia perpetua de la ley y el orden representadas en su música. Una enorme rocola despachaba disco tras disco de
194 195
sonatinas y ¿arzuelas, casi todas de origen español e italiano, Después, las verdaderas intenciones de Cristófor prendíar1
a medida que los clientes le llenaban gustosos la barriga de sus alarmas. Era como si supiera algo de su pasado, como_ 51
monedas. Los tubos de la cafetera, los bronces y espejos, ruti— intuyera su lado vulnerable; no había otra explicación pera las
laban limpieza. Estos objetos brillantes se reflejaban en la calva preguntas que de un momento a otro le soltaba. Pero c1erta—
de Hiperión Parra. mente Cristófor no sabía nada. O mejor, sólo sabía una cosa:
Laurentino Cristófor acudió, como siempre, a desañarlo qUe un psicoanalista en Alcandora era algo tan exótico como
alegando que hacía mucho tiempo no enfrentaba a un buen un perro a cuadros.
contrincante. Hiperión sabía que esa no era la razón, pero se Le planteó una apertura siciliana. Los alñles, llamados
dejaba. Desgraciadamente, cada que el abogado lo buscaba al con razón los locos del tablero, efectuaron osadías increíbles.
bélico son de torres y alfiles, lo que se traía entre manos era otra Hiperión perdió una pieza en una estratagema de caballos y
cosa.Ya había ocurrido en ocasiones anteriores. Casi siempre al final acordaron unas tablas honrosas. En la segunda part1da
se trataba de una consulta teórica, algo atinente al psicoanálisis, Laurentino sucumbió con fac_ilidad y rapidez. Hiperión pagó
a la conducta humana, a la perversidad, a la locura, pero estas los vasos de leche y las rosquillas consumidas, los cafés y el
cuestiones estaban relacionadas con sus pacientes. Hiperión se alquiler de las fichas. Estaba tan contento, que se atrevió a
cerraba a la banda y le sermoneaba: en su especialidad, el secreto preguntar, con abierto desenfado:
profesional tenía más peso que en ninguna otra profesión, era —Ahora cuéntame a qué has venido esta vez.
más sagrado y hermético. Ni siquiera una ordenjudicial podía Esperaba que el abogado comenzara por indagarle ¿cerca
obligarle a suministrar el más leve indicio de algo confiado de las conductas tipif1cantes de algunos grupos de sus pac1entes.
por sus pacientes en la terapia del diván. El día que eso llegara ¿Son demasiado frígidas las linajudas señoras 'de Alcandora?
a ocurrir, no le quedaría ñingún cliente. ¿Engañan a sus maridos? ¿Acuden al consultor1o a causa de la
Sin embargo, Laurentino Cristófor nunca se marchaba con recurrente infidelidad de que son víctimas por parte de ellos?
las manos vacías. Algo obtenía, algo acababa por soltarle, una Hiperión Parra respondería a esto con generalidades cercanas
soterrada manera de comprar su silencio, caso que el abogado a la verdad, sin afirmar ni negar nada:
sospechara alguna cosa de él, de la falsedad de su título. ——El bochornoso calor que se sufre en esta ciudad, Lauren—
Sólo Laurentino Cristófor tenía aquella forma de abordarlo, tino, en lugar de apagar la libido, la estimula. Las depresiones
rayana casi en la insolencia, pero esa osadía, en lugar de causarle son más comunes en las tierras frías. Se ha descubierto que la
disgusto, le despertaba cierta simpatía. Sabía que se trataba de luz estimula en los neurotransmisores cerebrales la produc—
uno de los litigantes más díscolos y entrometidos del puerto. ción de seratoninas, feronomas y otras sustancias asociadas al
En particular, le agradaba la manera alocada y audaz como el bienestar.Ahora bien,Alcand0ra no es propiamente una playa
joven abogado planteaba sus partidas, al margen de los modelos sobre el Caribe...
de escuela. Al final, siempre terminaba derrotándolo, pero le Esperaba cualquiera de esas preguntas y estaba preparado
resultaba obligatorio admitir que para ser un simple novato, para responderlas, pero nunca se imaginó que el joven abogado
no jugaba mal del todo. fuera a sacarse del bolsillo de su guayabera un poder jud1c1al
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en regla, a desblegarlo sobre los escaques pintados en la mesa, —Padrc e hijo, eso ya lo sabe toda la ciudad: el asesinato de
sosteniéndolo bajo el peso de su brazo atroñadd, y a soltar, su jardinero. La inminencia de su detención los llevó a acabar
como si se tratara de la gran jugada triunfante, un verdadero con sus vidas.
disparo a quemarropa: —¡No puedo creerlo! —exclamó el falso psiquiatra, derri—
—Me temo que he venido a pedirle…algo muy cruel, doctor bando al mover los brazos varias fichas del ajedrez colocadas
Hiperión.Ya conoce usted el trágico f1nal del directivo de la a un costado de la mesa.
petrolera y de su hijo, sucesos acaecidos esta misma semana. —Así es. Un hecho muy doloroso.Ya entiende usted por qué
Ese señor se llamaba Alfredo Albarracín Lucas y su hijo se no deseo proseguir en 10 más mínimo ninguna clase de litigio
llamaba Darley. Este papel me otorgaba poder para proce— contra la viuda —musitó Laurentino desde abajo, mientras se
der penalmente contra ellos por la muerte de su jardinero, agachaba a recoger con su único brazo las piezas caídas.
querella que ahora me veo obligado a traspasar a su viuda, La calva de Hiperión Parra se había ensombrecido. Por
la señora Viviana Dávila de Albarracín, cosa que me resulta primera vez, una de las estratagemas del abogado lo había
verdaderamente penosa, porque además de lamentar sus terri— vencido en toda la línea.
bles pérdidas, ni siquiera la conozco —hizo una pausa, no para —Es paciente mía, lo acepto —concedió—. ¿Pero por qué no
respirar, sino para que el loquero, que se había quedado con la la llama usted directamente a su casa? Su número se encuentra
boca abierta, inhalara algo de oxígeno antes de caer muerto—. en el listín teléfónico, como el de cualquier ciudadano.
Mi ánimo hacia ella está lleno de todas las consideraciones. Laurentino esgrimió el argumento preciso:
Esas dos trágicas muertes, a mi parecer, debían compensar
—Porque es muy importante que usted la persuada de que
el reclamo de la justicia y la tribulación de mis poderdantes.
me reciba y dialogue conmigo, sin prevenciones ni miedos. Una
Por desgracia, ellos insisten en obtener siquiera una pequeña
palabra suya bastará para convencerla de que soy un hombre
compensación económica. Si pudiera hablar amigablemente
amigable, que no persigue otra cosa que obtener un tranquilo y
con ella, sería fácil ponernos de acuerdo y evitar un engo—
módico arreglo. Si ella me recibe pensando que acudo a sacarle
rroso trámite de juzgado. Lejos de mí pretender arrastrarla
una suma desproporcionada, o que hago parte del problema
a los tribunales, todo lo que deseo es una entrevista privada, que llevó la desgracia a su casa, todo acabará por complicarse.
¿y quién mejor para conseguirme esa gracia que su siquiatra
Hiperión Parra 10 meditó todavía un rato.
de cabecera?
—Déjeme ver cómo puedo ayudarle —declaró finalmente.
Hiperión Parra no parecía capaz de volver a la vida. Fi—
nalmente, fuera porque su instintiva inclinación al disimulo
lo moviera a fingir, o porque la inquietud le saliera del alma, 12
se inclinó sobre el tablero y rastrilló una especie de tos, que
parecía una pregunta: El éxito del <<Caso Mondiú» ameritaba unas vacaciones
—¿Me está diciendo usted que los dos suicidas de esta se— junto al mar, una alegre temporada de playa y arena. A la
mana estaban implicados en un crimen? fecha, SalomónVentura completaba en Alcandora casi cuatro
198 199
largos años de dura y enconada labor, cuatro años de brega sin en su propia oficina. La voladura de los sesos ocurrió casi en
levantar la cabeza, sin dar tregua al cansancio, sin*hacer pereza presencia suya, eso lo sabía y comentaba todo el personal de la
un sábado en la mañana.Todas las noches llevaba material a empresa. Matarse había sido una forma de evitar que lo pren—
casa y leía, subrayaba, consultaba y tomaba apuntes casi hasta dieran por la muerte del doctor Lozoya Riolan0, envenenado
la medianoche. Esta era la única manera de evacuar ese fasti— con cianuro potásico unos días antes. Las revelaciones de la
dioso trapicheo de los informes y los procedimientos legales, autopsia de este tal Lozano, Losolla, Loyola o cualquiera de
ganando un tiempo precioso para las investigaciones. El fiscal los apelativos usados por la gente para acordarse de su extraño
que se dejaba enredar en papeleos y consultas no investigaba, nombre de origen uruguayo, se habían filtrado en las partidas
cuando 10 central de la lucha contra el crimen radicaba en de poker & las que asistía el doctor Isaías Culer, quien no había
la investigación. Con todo, en cuatro largos años no había tenido ningún inconveniente en comentadas y glosarlas. De
coronado nada bueno. esa manera, había venido a saberse que Gaspar Lozoya Riola—
Inesperadamente, el <<Caso Mondiú», un asunto que en un n0, vicepresidente administrativo de la petrolera, había sido el
principio había asumido a disgusto, por considerarlo rayano primer muerto importante 'de la historia de Alcando1a, sólo
en lo escatológico, había venido a lavarle la cara a la justicia que su defunción había pasado ínadvertida, dada la pasa que
en el puerto.Todo el mundo hablaba de él, todo el mundo se dieron en sacarlo del puerto. Alfredo Albarracín Lucas 10
10 comentaba, así La Diana hubiera decidido echarle encima envenenó porque se disponía a denunciar el crimen del joven
un manto de silencio.Y era apenas lógico, porque la gente no Darley, ultimador del pobre josé Bonifacio, crimen del que
tenía una pizca de idiota, y porque Alcandora no era más que estaba enterado por razones que no vienen al caso.Todo estaba
un simple pueblo grande, y en un pueblo grande todo se sabe perfectamente claro, los asesinos de josé Bonifacio se habían
tarde 0 temprano. En un comienzo, la gente anduvo despistada; ido a la tumba uno tras otro por la acción severa e implacable
luego comenzó a hilar. Las cosas empezaron a ajustarse con del fiscal SalomónVentura. De lo contrario, el crimen hubiese
lógica, como las piezas de un mueble cortado y ensamblado quedado impune, como tantos otros en la interminable lista
por un hábil carpintero. El hundimiento del joven Darley de la justicia. ,
con su moto en el tío tenía clara relación con el suicidio de Se hablaba muy favorablemente de este probo y draco—
su padre, eso era evidente. En cambio, el suicidio del doctor niano funcionario en el puerto. <<Yo lo dije desde que 10 Vi,
Alfredo Albarracín Lucas no había sido motivado por la gra— ése no es de los que se quedan quietos y se dejan meter los
ve y prolongada dolencia de que se había hablado. Personas dedos en la boca», comentaban después del segundo trago los
bien ubicadas, y que se movían en círculos muy reservados, consumidores habituales de bebidas espirituosas en bares y
aseguraban que el ejecutivo se encontraba tan saludable como cafés. <<Se le veía en la cara, de todo tiene menos de pendejo».
una manzana al momento de su muerte. Se le había visto en <<Y tampoc9 de vendido». Por último, como para exorcizar a
el gimnasio del club de los ejecutivos de la petrolera, en la la delincuencia que hacía de las suyas en la ciudad, se acuñó
piscina.Tal vez un poco triste, sí, un poco preocupado, pero no una frase de contención: <<Más les vale que se aconducten,
enfermo. Su suicidio había sido precipitado por la irrupción hijueputas, que el fiscal Ventura viene por ustedes». Por pri—
de un equipo de la Fiscalía comandado por SalomónVentura mera vez, y esto era todo un hito, los jueces concedían algún
200 201
mérito a las ejécutorias de la Fiscalía. Durante años, desde el la posibilidad de darse un descanso, de escabullirse durante diez
establecimiento del nuevo ordenamiento de la justicia, que le días, de ofrecer a su esposa unas espléndidas vacaciones a la
había entregado a los fiscales la facultad de conocer, investigar, orilla del mar.Tanto es así que se apresuró a reservar los pasajes.
instruir, caliñcar, acusar y fijar el monto de las penas y senten— Por primera vez podía hablarle y decirle: <<Querida, las cosas
cias, privándolos a ellos de todo protagonismo y lanzándolos están bajo control, la impunidad ha perdido su primera batalla,
al ostracismo y a la sombra, los jueces no habían hecho otra asoma una luz de esperanza, podemos tomar un descanso». Este
cosa que rezongar y hablar mal del superpoderoso estamento fue su primer impulso, pero luego se contuvo. Liz podía sentirse
de la Fiscalía, cuyos frutos no asomaban por ninguna parte. La ofendida, ella nunca había confiado en el triunfo de la justicia.
justicia seguía siendo un ente desaliñado e ineficiente, como Preñrió sencillamente llegar, descargar su maletín repleto de
cuando ellos, perseverantes dinosaurios, señoreaban el mundo. papeles, besarla y preguntarle, como quien no quiere la cosa:
Este era más o menos el cuadro general. Pero he aquí que en —¿No crees que nos caería bien un descanso en el mar?
Alcandora un enérgico fiscal se le había encarado a los ricos
—¿Este diciembre?
y a los poderosos, a las autoridades, a los hijos de papi y hasta
—No, diciembre está todavía demasiado lej os.Ahora mismo,
al diablo, y los resultados estaban a la vista.
esta semana, o la otra.
Otros pensaban para sus adentros que Salomón Ventura
Liz puso cara de decepción.
debería ser sometido a un juicio disciplinario, y obligado a
rendir cuentas por sus arbitrarios acosamientos, los cuales, —¿Vacaciones por fuera de temporada? Las playas están
visto el caso de cerca, eran los que habían conducido al sui— desiertas, querido…
cidio de un ciudadano emérito y de su hijo, contra quienes —Pues de eso se trata, las playas para nosotros dos, sin tanto
no estaba probado nada en firme. Sin embargo, no se atrevían bañista, sin tanto curioso, sin tanto vendedor ambulante.
a expresarlo en voz alta. Una tabla de masones discutía de Ella le llevó la contraria:
manera hermética si debía proponérsele o no el ingreso a la —¡No seas tan aburrido, Salomón: las playas son para ver, y
Gran Logia del Oriente. ' para que a uno lo vean!
Algunos de estos rumores llegaban a oídos de Salomón Eran filosofías diametralmente opuestas, pero Liz sin duda
Ventura, otros no, pero cualquiera que fuese el ángulo de su tenía la razón. ¿Que cosa puede ser tan aburrida como una
filo, no hacían otra cosa que resbalarle. Los que le alababan, en playa sin bañistas, sin borbotones de gentes que exhiben sus
lugar de envanecerlo, únicamente habían acentuado el severo bronceados ombligos y sus quemaduras, una playa sin tangas
pliegue que sus cejas formaban encima de la nariz. Estaba cada ni bikinis?
vez más insobornable, más irreductible, más seguro de sí mismo. En fm, el asunto no era para llevarlo al extremo. Lo impor—
Valeria admiraba en él una nueva corpulencia, un perfil más tante era que podían irse de vacaciones. Insistió:
elevado e imponente del hombre de la ley. —¿Qué dices?
Pero lo que realmente le brindó el desenlace del <<Caso Entonces se escuchó de labios de ella algo que era una
Mondiú», con todos los comentarios que trajo aparejados, fue insólita maravilla.
202 203
u…—.<…_u.,..¿ …… … … …
205
204
efecto de
dc encandilarlo. Pero estaba presente aquel maldito
ado, aquel frío de
condensación causado por el aire acondicion
y no
Parecía que hubiese niebla adentro, en la enorme y fría sala máquina que añadía un grado de opacidad al ambiente
de corte moderno, que bien hubiese servido de sede a una le dejaba ver todo 10 Claro que hubiera deseado.
lugar
funeraria. Laurentino Cristóf0r pensó en un primer momento Madame no había antepuesto barreras molestas. En
En lugar
en la posibilidad de que El trasudado hubiera revolucionado de mostrarse ofendida, había querido exhibirse serena.
damas
su ciclo y hubiese irrumpido en plena mañana, rompiendo de herir con cualquiera de esas cuchillas afiladas que las
rir un leve
por primera vez en la historia sus hábitos nocturnos; pero no de alto c0turno suelen usar, se contentó con profe
ido de
era así; al mirar con disimulo hacia afuera, a través del amplio comentario acerca de la fealdad del nombre y el apell
ventanal, confirmó que ninguna clase de niebla corría en el su visitante.
jardín, sobre cuyos prados crecidos caía el sol y revoloteaban —No me diga que ese Cristófor presume de italiano.
señora. Con el
las moscas. —Tal vez un italiano muy, tercermundista,
Lo que ocurría era que la gran dama mantenía encendido Laurentino ocurre lo mismo.
—. Un
al máximo el aire acondicionado.Aquel efecto de lechada sólo —¡Puafl —exclamóViviana Dávila viuda de Albarracín
hombre
ocurría adentro, un posible efecto de condensación. Ella misma tío mío se llamó Florentino. Ni siquiera le valió ser un
antes
parecía tener puesto un leve velo; durante toda la entrevista ilustre. Menos mal ya no bautizan a la gente con semej
Laurentino no logró precisar con nitidez los rasgos de su cara. adefesios.
r0sas, ve—
Pero era obvio que se trataba de una mujer de unos cuarenta Sabía que la entrevista no iba a ser un lecho de
pero
años, alta, de porte aristocrátic0, ajuzgar por las líneas del cuello nía preparado para mostrar los dientes si era neeesar1o;
agreswa,
y la finura de las manos, de ojos casí azules, de tez casi trigue— contra lo esperado, después de aquella introducc1on
ña, pese al tinte ceniciento de la tragedia que la ensombrecía. madame pidió excusas.
ese
La Gran Dama, Laurentino nunca dudó que se encontraba —Oh, no lo digo por usted en sí. Es sencillamente
er a algo
ante la Gran Dama, la Gran Madame blanca de Alcandora, un nombre. El resto de su persona parece correspond
refinado y oculto poder femenino de gran clase, tan opuesto, y muy distinto.
n. Le
a 10 mejor tan semejante (¿por qué no?) a ese otro oculto poder Laurentino agradeció en silencio aquella explicació
es de
de las grandes matronas que señoreaban las casas de citas del importaban un pepino las ridículas 0 extrañas sonondad
mostr'a/ra
puerto. Estas 10 recibían a uno en la penumbra de la noche, casi su nombre; 10 que le importaba era que la dama se
Su verszon,
siempre bajo luz artificial. La Gran Dama Blanca había abierto dispuesta a colaborar, y soltara su versión completa.
todas las cortinas para que dieran paso a la avasalladora luz de así exactamente.
siempre
aquella mañana, para que los muebles blancos y los tapetes Todo crimen se compone de muchas versiones, casi
=é&-—_—;
la víctima
blancos y los marcos metálicos de los cuadros y las mesas de incompletas, porque siempre faltará la versión de
Mada—
vidrio relucieran con la mayor fuerza posible; como si se tratara cuando ésta yace bajo tierra. Pero la versión de la Gran
":!::
hallar.
de demostrar que allí no había nada oculto, como si se tratara me era con toda seguridad 10 más autorizado que podía
206 207
—Me ha informado el doctor Hiperión que usted es un justicia, sin importar qué clase de justicia. Existen muchas clases
51mple abogado. ¿No le parece que para ser un simple abogado , de justicias en el mundo, los pobres también tienen derecho
usted exagera la nota? a alguna de ellas.TambiénViviana Dávila Viuda de Albarracín.
—Le doy plena garantía de que no pertenezco a ningún —He pensado que a José Bonifacio 10 matamos unos y
cuerpo polícivo, ni soy agente de la Fiscalía, ni represento poder otros, por matamos mutuamente —empezó diciendo, luego
oficial alguno. Estoy aquí por exigencia de mis clientes, señora. de relajarse y abandonarse, como un bañista que sin hacer
Ellos simplemente quieren saber la verdad, toda la verdad, y resistencia se deja llevar por la corriente de un río—. Lo mata-
nada más que la verdad, para darse o no por satisfechos. Su mos entre muchos, como una jauría de perros. Pero yo fui la
capacidad de arreglo y perdón depende de eso. que empezó el juego, la que lo utilizó con perversidad, la que
Madame suspiró y lo miró con esos ojos casi azules. labró su trágico fm.
—Creame usted que nada me laceró tanto como la muerte Laurentino sintió reseca la garganta, 10 asaltó un deseo
de jose B0n1facio, ni siquiera el suicidio de mi marido y la loco y vehemente de tomarse un trago, anheló un café negro
pérdida de mi hijo. De esta afirmación puede usted inferir y cargado, un vaso de agua fría. De estar jugando una partida
que estoy dispuesta a contárselo todo, pero no me trate como de poker alrededor de una gran apuesta, donde al levantar las
a una pobre ingenua. Sencillamente no puedo creer que josé puntas de las cartas hubiese encontrado cuatro ases, el corazón
Bonifacio esté representado por un joven y flamante abogado. no habría llegado a batirle tan fuerte. Intentó serenarse, se dejó
¿Realmente a quién representausted, señor Laurentino? ¿A su llevar por la misma corriente que se llevaba a su declarante.
simple y morbosa curiosidad? —Soy todo oídos, señora —dijo tratando de mostrarse im—
Cnstofor se aclaró la garganta antes de contestar, no fuera placable.
que la voz llegara a traicionado. Pero la dama ya no necesitaba más presión.
—Señora, represento a un allegado del occiso, alguien tan —Todas llegamos aAlcandom con la ilusión de que aquí po—
pobre como (31. Lo hago por puro altruismo… díamos ser felices —c0ntinuó con una voz repentinamente suave
—En tal caso, 10 que usted busca es una compensación y resignada, como si la hubiera envuelto una dulce serenidad.
econormca, como 10 dijo el doctor Hiperión Parra. Laurentino llegó a pensar en la madre que inicia un cuento
de hadas a uno de sus hijos—. Se trataba de un lugar húmedo,
La cosa no era tan fácil. Laurentino se mostró insobornable.
tórrid0 y enervante, un campamento petrolero en medio de
—No. Lo que busco es la verdad.
la selva, tal vez el lugar más inhóspito de la tierra, pero su luz
Lo d1JO de manera tan sólida y categórica que los rasgos de y su verdor nos infundieron inicialmente un sentimiento de
madame se d1fuminaron en el brillo de la luz, acaso mientras paz y felicidad. Los comejenes se comieron el primer mes mis
se hundía en los cálculos más oscuros. libros y las carátulas de mis discos, las canciones de mi juven—
Muertos su esposo y su hijo, la verdad abarcaba al resto de tud; el moho dañó mis cuadros y mi lencería. Pero teníamos a
los autores de la muerte de josé Bonifacio, sólo ellos podían nuestros maridos, y nuestros maridos eran los ejecutivos de la
temerla. El abogado allí presente representaba el brazo de la petrolera. Nos esperaban casas magníficas, campos de tenis y
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piscinas, criados y jardines, magníficas guarderías para nuestros madres de sus hijos, y estábamos condenadas a ser señoras
hijos. El mundo sucio, mulato y revuelto de aquí al lado no decentes.Y entre más enervante resultaba el calor, y entre más
tocaba con nosotras, morábamos en el paraíso. Una o dos veces ganas sentíamos de quitarnos la ropa, más fríos y distantes esta—
al año regresábamos a nuestros lugares de origen, visítábamos ban, más ajenos, más ocupados y estresados por sus quehaceres.
el mar, o viajábamos al extranjero… Es difícil acostumbrarse »Hicimos un club, el club de las mujeres solas y tristes;
al clima y a los mosquitos, a otras plagas como las mariposas nos la pasábamos de casa en casa jugando té canasta, tomando
nocturnas, a las tormentas tropicales, a esa niebla horrible que a ginebra, fumando y contando chismes.Y claro, entre los ChlS—
veces lame este moridero y la lame a una, pero estos pequeños mes estaban las ironías y los comentarios sobre la infidelidad
inconvenientes eran el precio por las ventajas de nuestra dicha. de nuestros maridos. Solita Apuleyo lo sabía todo al dedillo:
IH,
»Y de verdad que todo hubiera sido feliz si a nuestros hom— una de sus Criadas, hermana de una de las mujerzuelas que se
“f?=:=-
bres no les da por revolcarse con la mulatería del vecindario. acostaba con su flamante esposo, le suministraba los detalles. Por
Este lugar tiene un único embrujo, y es el color de la piel de ella nos enteramos del círculo que formaron para compartir,
sus mujeres, su capacidad de ofrecerse a través de la ropa, de rifar, intercambiar y hacer prodigios de creatividad con sus
presentarse como si estuvieran desnudas a todo momento; su secretarias; la clase de orgías que celebraban, las aberraciones
disposición al sexo y a todas las aberraciones del sexo. Es algo colectivas.
genético, son hijas de putas que a su vez fueron hijas de putas y »Una tal Mireya Ledesmas, la más imaginativa y productiva
de todas, la secretaria privada de mí difunto marido, es quizás la
han sido putas por dos, tres, cuatro generaciones, tal vez desde
siempre, 10 que se hereda no se hurta. Nuestros maridos fueron
maestra de maestras. Ella sola era capaz de extenuarlos a todos '
primero a conocer los lupanares, una obligada visita de cortesía,
en una noche de refriega, y como si fuera poco se encargaba
un simple recorrido turístico, pero ello fue suficiente para que
también de las demás chicas. La llaman La máquina. Pero como
se prendaran y enamoraran de las rameras, se acostumbraran a
si el elenco no estuviera completo, admitieron en el club a un
ellas, nos evitaran a nosotras y nosotras los evitáramos a ellos
homosexual declarado, el doctor Gaspar Lozoya Ríolano, quien
por miedo de los contagios.Aquí empezó el drama, la rabia,
la soledad, el hastío, los deseos de venganza, el llanto ¿¡ solas en
al parecer aportó una brillante dosis de creatividad.Volvían a
las alcobas. Bueno, eso puede pasarse, mujeres engañadas han casa agotados y enfermos, pasados de cocaína, sin ahentos para
tomarse un caldo.Y nosotras solas y amargadas. Nosotras, las
existido desde el principio de los tiempos.
elegantes y dignas señoras de los ejecutivos, las due/teníemos
»Pero enterarse de que las habían sacado de sus casas de
que dar ejemplo,vueltas una mierda. ¡Cuánto env1d1e a M1reya
placer para convertirlas en sus secretarias y en sus amantes, o
Ledesmas, cuánto la envidié! Hubiera cambiado toda mi v1da,
enterarse de que habían prostituido a sus secretarias y a sus
amantes para que les supieran a 10 que les sabían ellas, eso ya mi casa, mi posición social, mis ajuares y mis comodidades por
pone un tono de rabia.Algunas de nosotras deseamos fervien— su cama de puta!
temente obtener un diploma en esa maestría; volvernos putas »Y aquí entra en escena José Bonifacio, mi jardinerd, el
de oficio, para que volvieran a miramos y a respetamos, pero jardinero de la cuadra y de esta parte del barrio. Lo descubr1 un
nuestro tiempo ya había pasado; éramos blancas y éramos las mediodía masturbándose detrás de las heliconias, a la hora de
211
la siesta.A primer golpe de vista me causó repugnancia, asimilé y en vigor a todo lo necesario, y a los brutos no les cuesta
que
la visión al lado oscuro y salvaje de Alcandora, la catalogué mucho trabajo acostumbrarse a las más duras faenas.A la
és
como una expresión más de su naturaleza monstruosa. Pero le costaba mucho trabajo acostumbrarse y reponerse despu
ón ne—
no puedo negar que ver 10 que tenía entre las manos llegó a de una de esas jornadas era a mí. En más de una ocasi
marearme, enfermé, me resultó preciso buscar algo en donde cesité guardar cama luego de usar brutalmente sus prodigios.
apoyarme y cerrar con fuerza los ojos.! Entonces sufrí un acceso ¡Dios fue muy bueno conmigo!
de risa, un largo acceso de risa, no paraba de reír; acababa de »Entonces lo presenté a mis amigas, y aquí empezó el
caer en cuenta que aquello era la venganza, allí estaba nuestro acabose.josé Bonifacio fue una adicción, una droga
colecti'va,
desagravio, nuestra reivindicación, allí estaba nuestra perdida un grito de liberación y venganza. No niego que en
un ptm-
felicidad. ¿Acaso no es el sexo la causa principal de nuestros ne tanto
cipio hubo que vencer algunas repugnancias, tal vez
sufrimientos? ¿Y acaso allí no estaba la cura? fenomeno,
repugnancias, sino miedos, el pobre era todo un
o,
»Actué sola, lo confieso, necesité varios días para sobrepo— igual por su falo gigantesco_ que por la forma de su cuerp
nerme a cualquier repugnancia; luego un procedimiento muy por la manera como rugía mientras copulaba, por sus orgas—
delicado para que]osé Bonifacio no fuera a morirse de terror mos de rinoceronte. Con las más tímidas, y con las
que se
con mis atrevimientos. Lo puse a trabajar adentro en diversos
resistían por físico miedo, representamos el suplicio del buey
oficios, le permití verme desnuda como por descuido, dejando 1ÍIS
Apis. Primero las sometíamos al juicio de las' adúlteras y
una puerta abierta para que observara mi cuerpo reflejado las desnuda—
condenábamos, luego les azotábamos las nalgas,
en un espejo, para que me observara tendida en la cama a la a
bamos y las sujetábamos al lecho de castigo, antes de traer
hora de la siesta. Era un mirón, el pobre josé Bonifacio era ello
josé Bonifacio para que las poseyera. Mientras estaba en
un mirón irredimible. Una tarde despaché a la criada con un horas
le azotábamos el trasero, para darle más bríos. Fueron
encargo que le tomaría varias horas en la ciudad y 10 tomé de club de
inolvidables, momentos de aberración y placer que el
mi cuenta, lo arrastré al baño y 10 lavé, 10 acaricié, 10 excité y o.
nuestros maridos nunca hubiera imaginad0.Tardes de triunf
luego lo violé a mi entera satisfacción, haciendo con él el amor
como se hace con un burro, enseñándole, acostumbrándolo, »No nos percatamos en qué momento nos descubrió Dar—
a
domesticándolo. Era falto de entendederas pero aprendió a 1ey.f31 llevó la alarma a mi esposo y mi esposo la comdnicó
to,
saltar y a servir como debe servir un esclavo, como un perro sus compinches. Nos hicieron un seguimiento muy d1scre
amaestrado, como un monstruo f1el. hasta confirmarlo todo. Dicen que tomaron una foto donde
acio,
»Estos ejercicios se prolongaban por tardes enteras cuando estábamos todas inclinadas ante el miembro de josé Bonif
cierto.
conseguía tener sola la casa, 10 cual no era del todo difícil, cual adoratrices paganas. No puedo aseverar si fue
porque mi esposo no estaba nunca, mi hijo Darley permanecía »Habíamos empezado a consumir marihuana en nues—
una
poco, y de la criada me era fácil deshacerme. Fue así como tras bacanales; esto producía tal efecto de locura que en
las
logré convertirlo en el instrumento dócil y maravilloso de ocasión Carmencita Grethel se asustó de tal forma con
Bo—
las más inimaginables satisfacciones, para 10 cual, dicha sea la sobredimensionadas proporciones de la hombría de José
s
verdad, le faltaba muy poca cosa; porque excedía en tamaño nifacio, que escapó corriendo desnuda a la calle. En las buena
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nos vimos pára detenerla. El escándalo ya era incontenible, la »l)esde entonces pcrmanccí recluida. No volví a ver a mis
gente había empezado ¿¡ susurrar; en el barrio se hablaba
de amigas, a ellas tampoco las dejaban salir, no nos interesaba salir.
satanismo, de sadismo, de lesbianismo y de todos los ismos. La muerte dejosé Bonifacio me trajo un sentimiento de culpa
Por fortuna, el barrio éramos nosotras. del que no he podido reponerme. Fue una pérdida horrenda,
»Ellos hicieron un juicio secreto. Los juicios del buey Apis el pobre era bueno, era manso, cualquiera de nosotras hubiera
que nosotras hacíamos en juego, ellos los hicieron en serio. podido conservado como su mascota. Matarlo fue un crimen
Aeordaron castigarnos, pero no a la manera de los antiguos estúpido, en absoluto sin sentido. Me sumí en la depresión, mi
eg1pc1os, que sacaban a las adúlteras y las exponían al escarnio esposo no me hablaba, mi hijo me insultaba.
público, antes de entregadas a su animal sagrado, sino ocul— »El aburrimiento se parece al suicidio. Permanecía resignada
taddo nuestro pecado, restituyendo nuestra perdida dignidad, como si hubiera muerto, como si me correspondiera ser un
pr1vándonos de nuestro ídolo. Si las mujeres del César ya no ente de piedra por el resto de la eternidad. Hasta que las cosas
podíamos ser honestas, al menos debíamos parecerlo. Como empezaron a cambiar, y esp fue pronto. Empecé a notar que
esposas nos correspondía el hogar, la resignación, la respeta— Alfredo se hallaba nervioso, Darley también se veía raro. Supe
bilidad y el silencio. que la Fiscalía investigaba, que el asesinato de josé Bonifacio
»Una noche cazaron a josé Bonifacio como si fuera un había causado revuelo, que había tensiones en la refinería. En—
jabalí. Durante la tarde 10 habían retenido en el garaje de una tonces ocurrió la muerte de Gazpar Lozoya Riolano y concluí
de las casas; hacia las once de la noche 10 soltaron y empezaron ya sin ninguna duda que el crimen no se quedaría impune.Y
a cazarlo. Le tenían cerradas todas las salidas del barrio y aun me incluyo en la lista de los acusados.
así casi se les escapa. N050tras no pudimos ayudarlo, nos tenían »Usted conoce lo demás. Mi marido se suicidó cuando iban
encerradas también. Fue una noche de tiros, de aullidos,
de a detenerlo, mi hijo saltó al río treinta horas después. Creo que
carreras. Darley participó en la cacería y recibió de su padre no hacía falta que murieran; ya habían sido castigados por la
una <<Harley—Davidson» de dos millones y medio de pesos índignidad de la madre y esposa, ya llevaban el estigma en la
como premio por su colaboración en la hazaña. Ese día, Dios sangre y en la piel. Lo mismo pienso que ocurre con los demás
me perdone, dejé de quererlo. autores del linchamiento. Si usted quiere dar con ellos, vaya
»No pudimos hacer nada, le repito. Lo mataron como caminando por el andén y tomando nota de los prados sin
a un perro y lo dejaron tirado en una cuneta, aquí mismo, arreglo, de los jardines desaliñados que no han vuelto a tener
a la entrada del barrio. Sólo una de nosotras pudo rendirle la mano de un jardinero.
una especie de homenaje,]ulia de Lizardo, que a la siguiente »En esas casas viven los culpables. Pero yo los dejaría quietos.
mañana del asesinato arrancó los girasoles que crecían en su Son hogares infelices, muertos, camas frías, mesas donde ya no
jardín, hizo un ramo con ellos y los colocó sobre la acera que se habla, paredes donde habitan tan sucios secretos que no es
bordea la cuneta donde lanzaron al pobre. Había llovido esa posible tener un resquicio de paz. Con todo y haber perdido
noche. Desde nuestras ventanas alcanzábamos a ver la mancha a un hijo y un esposo, yo estoy mejor que todos los demás.Al
de los girasoles sobre la acera mojada. menos ahora estoy sola».
214 215
Laurentino no tomó sus números, ni las guardó en la memoria.
Esta era la tragedia de sus intuiciones, el callejón sin salida
No era
Durante el tiempo que duró aquel delirante relato el al que de tiempo en tiempo lo llevaba su curiosidad.
ía,
un detective privado, ni un policía, ni un agente de la Fiscal
f:
abogado Laurentino Cristófor había llegado a pensar que n,1a—
no
dame Viviana dibujaba una deslumbrante página erótica. Ni ni siquiera un autor literario. Las cosas que averiguaba
.
los grandes autores a 10 Sade, ni las grandes damas del pecado estaban destinadas a nadie. Era un simple abogado sin oficio
tener
tenían una historia igual. Un crimen y una página erótica, la Lo verdaderamente trágico de sus averiguaciones era no
gran alegoría de la pasión humana, el desafuero y el dolor. donde incluirlas. No era un delator y no iría a acusar a nadie
ia. El verda—
Pero al mismo tiempo, Laurentino se preguntaba por qué no ante la justicia, sus amigos no le creerían la histor
10 excitaba esa voz, por qué no 10 atraía, por qué no desper— dero arcano de la justicia en Alcandora era él.
taba su libido. Finalmente logró comprenderlo. Su declarante Pero al menos ahora sabía algo: el origen de su morbosa e
estaba totalmente fría, yerta, apagada, peor aún que si hubiese incontenible curiosidad radicaba en el aburrimiento.
muerto. No había en ella deseo, tampoco lo despertaba. Lo
que hubiese existido de voraginoso en ella, había muerto de 3
hartura de la mala.“
Todo vino a ocurrir el día que siguió a la noche de aquel
Cuando la entrevista terminó, se encontraba helado. Los
ojos de la gran dama brillaban, había en ellos una humedad
horrible sueño.
extraña, algo parecido a las lágrimas. Laurentino se levantó e
Navegaban una vez más en las ciénagas, él sentado en la
iptentó declamar un torpe y sentido pésame. <<Créame que
proa, empujando los remos; a sus espaldas una persona que no
smceramente lo siento, señora», creyó haber dicho inclinando no
conocía, que encontraba extraña y hasta peligrosa, pero que
un poco la cabeza, como se hace ante las viudas no allegadas
podía ser otra que Liz. Intuía que esa persona había tomado
en los velorios, sin saber a ciencia cierta por quién expresa—
uno de los remos y le había atado un puñal, para enterrárselo
ba tales condolencias, si por el marido, si por el hijo, si por el
por la espalda.Trataba de mirar volviendo la cabeza, pero
josé Bonifacio, o por ella misma. Para no retirarse sin cerrar es,
reflejo del 501 colado por entre el follaje le cegaba. Entonc
el protocolo, declaró hallarse enteramente satisfecho con la El
hacia la quilla del bote, arrastrándose sobre el agua, avanzó
declaración de Madame. Entonces se sintió feliz de escapar n, descen—
trasudado. De las axilas de los altos árboles brotaba
de aquella nevera.
dían y se sumergían en el agua infinidad de retorcidas raíces
Afuera sacudió los hombros para tratar de espantarse el ¿Por
aéreas, las cuales poco a poco iban cerrando el camino.
frío que llevaba consigo, el sol caía a plomo y sin embargo qué todo aquello empezó a parecerle una alegoría de la justi—
continuaba aterido. en su
cia? ¿Por qué no podía reconocer a la persona montada
como
Eran siete las casas de los prados descuidados.Aparte de la bote? De pronto, la niebla 10 env'olvió, comenzó a sudar
ó
de Madame, todas tenían las cortinas echadas. No se notaba un caballo sin freno, sintió la urgencia de escapar, se revolvi
vida en ellas, no existía animación, ni niños gritando, ni pájaros. como un condenado…
216
Cuando ñ'nalmente consiguió abrir 10 ojos, encontró que Vacaciones fuera de temporada lc parecían un programa sin
Liz lo miraba. Le sonrió. Se sonrieron.Volvió ¿¡ quedarse dor— sentido. Un convento podía ser más animado que una playa
mido. Por causa de aquella pesadilla, se levantó pensando en el
desierta y en tiempo muerto… Finalmente convinieron que el
espejo de la entrada, que Liz llamaba espejo de sala, pero que viaje a la costa se aplazaba para diciembre, y no se volvió a
no estaba colocado propiamente en la sala, sino a un lado de
hablar del asunto.
la puerta, de modo que ella o su esposo podían echarse allí la
Resultó una elección acertada. En realidad, la Fiscalía Ter—
última mirada antes de salir.
cera Delegada estaba repleta de trabajo, de casos pendientes,
Aquel espejo tenía un problema: con sólo meter un poco
de investigaciones por concluir. Una semana 0 diez días de
la cabeza en el apartamento, se veía la alcoba. Salomón alegaba
descanso habrían representado un atraso funesto, irrecuperable.
que esto entrañaba cierto peligro para la seguridad personal
La justicia no podía darse el lujo de dormir un solo minuto
de los dos, y había sugerido colgarlo detrás de la puerta. Así
sobre los laureles. SalomónVentura se aplicó con más ánimo y
también podían mirarse de lleno antes de salir. Pero Liz alegaba
dedicación que nunca a su diaria labor, incluso se despreocupó
que si la puerta se abría con demasiada violencia, el espejo se
un poco de sus cuidados por Liz.
estrellan'a contra la pared y se haría añicos, cosa de muy mala
Valeria comprendió que los renovados bríos de su jefe
suerte. Discusiones de pareja haciendo nido. El insobornable
brotaban de la estabilidad personal que esta segunda vuelta
fiscal acabó por ceder, como en muchas otras cosas.
matrimonial le brindaba. Había vuelto a refugiarse en el con—
¡Compleja y misteriosa naturaleza humana! Entre más
suelo de las cosas triviales y nimias, ahora le bastaba que él
tórrido se ponía el tiempo, entre más apretaba el calor y más
permaneciera un poco más en la oficina, que se consagrara con
acosaba la humedad pegajosa, entre más plagas se levantaban,
más ahínco al trabajo y volviera a ser tan intenso y exigente
incluidas la de los murciélagos y las mariposas nocturnas, más
como siempre. Lo encontraba más familiar, más cercano, más
contenta se mostraba Liz deVentura.
afianzado en su recia personalidad, esa era la imagen que a su
Se había adaptado tanto a las condiciones locales, que vez la llenaba y le causaba una sensación de sereno enamora—
a ratos asumía las arrobadoras formas de las mulatas, tal vez
miento, así lo supiera inalcanzable y aj eno. Una cosa le alegraba
porque ahora su cuerpo se llenaba un tris y había acabado de por encima de todas: que la señora Liz de Ventura nunca se
moldearse, tal vez porque su piel se tomaba trigueña oscura y
hubiera dejado ver por aquella of1cina.
despedía reflejos de canela dorada, tal vez porque los espantos
Esa luminosa mañana, el fiscal había dado cita al inspector
del pasado la habían abandonado definitivamente. Los desma—
Mondragón para llenar la última formalidad del <<Caso Mon—
yos eran cosa olvidada. Sus verdes ojos, salpicados de pintas
diú». No se trataba ni siquiera de cerrarlo… El caso estaba cerrado
de orín, despedían ahora una luz serena, señal de tranquilidad
desde hacía una semana; se trataba de fijar un término para
espiritual. Una luz que parecía tomada del paisaje de la selva
que el policía entregara su informe por escrito, cosa en la que
tendido a 105 pies del apartamento, en Los Altos del Convento.
siempre se mostraba demorado. Para darle un ultimátum, le
Como en 10 del espejo, Salomón había insistido otras dos
había notificado que trabajaría toda la noche en las conclusio—
o tres ocasiones en 10 del viaje, pero ella había sido enfática.
nes finales y las traería consigo a la oficina esa precisa mañana,
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hasta
para ad_¡untarlas con su informe y todo lo demás del legajo* baranda que separaba el despacho del corredor, cmuinar
do
graparlo, amarrarlo con cabuya y archivado. Si bien un proceso las escaleras del fondo y descender a la primera planta segui
ro
podía abrirse de nuevo por cualquier circunstancia, resultaba por el policía, que trataba de adelantarse para llegar prime
poco probable que aquel expediente conservara dolientes. El al vehículo y abrirle la puerta.
<<Caso Mondiú» era algo que no volvería a desvelado.
Como ocurña siempre que el sucio carromato permanecía
. BI 1nspector se presentó a las nueve en punto de la mañana bajo el sol, adentro se había acumulado una atmós
fera empon—
a de
hmp10, fresco, recién rasurado, con su tarea mecanografiadd zoñada. SalomónVentura abordó y mantuvo la nariz afuer
y debidamente organizada en una carpeta. Era un hombre la ventanilla, hasta que el viento del camino puriñcó el día.
cssi analfabeta, no poseía nociones ortográficas ni de redac—
Atravesaron media ciudad y remontaron el suave caracol
c1e¡n,_ pero cuando resultaba insalvable dictaba sus informes a hasta la entrada
que ascendía a Los Altos del Convento, casi
misma del edificio donde habitaba el ñscal.Allí, entre los pocos
D10t1ma, sugorda y perezosa esposa, y ella les daba forma y
presentación adecuada en una máquina de escribir que guar— a
autos parqueados, el inspector buscó un hueco y una sombr
daban en casa. Lo que se podía decir, 10 que podía contar de
benigna para estacionar el suyo.
sus andanzas y averiguaciones detectivescas, estaba allí dentro
—Volveré en un segundo —dijo SalomónVentura, apeándose
Desde luego que no se hablaba una sílaba de Mireya Ledes—.
casi de un salto.
mas, ni! de la pistola vendida en casa de Matilde Sagalejo a un
procurador general de la República, ni de muchas otras cosas Mondragón 10 esperó observando distraído los modelos
Era simplemente la verdad oficial. y las marcas de los carros de al lado, entre los cuales le había
. ba
llamado la atención un <<Chevette» de líneas plateadas. Gasta
El fiscal había trabajado en lo suyo hasta tarde de la noche a las
media vida curioseando los carros, los observaba más que
antes de acostarse y sufrir la pesadilla. Creía haber colocado, ar
mujeres, porque se había hecho el firme propósito de cambi
las hojas redactadas en su maletín, pero al llegar el momento por
el suyo por algo más nuevo. <<Un día te sacaré & dar vueltas
desacarlas, no las halló. Era evidente que había dejado el tra— que
el puerto en un descapotable», le decía a Diótima, cada
b2l_]0 en casa, un hecho casi insólito, tanto más molesto cuanto ma
ella protestaba por la dificultad de abordar y bajarse. Dióti
representaba un descuido frente a su investigador estrella. Un
arranque repentino lo llevó a preguntar:
estaba demasiado gorda.
r
Casi seguro el <<Chevette» aquel era el carro del docto
—¿Trajiste el carro? sus
Culer, el joven médico legista que en lugar de atender
el
obligaciones se la pasaba en partidas de poker. ¿Qué haría
—Esta a sus ordenes, señoría —dijo el jefe de la secreta, cua—
220 221
bía regresado“del trabajo en horas distintas a las habituales. Se ¡ida de] baño. No se sintió capaz de interferir en la escena. L_u
encontraba con ella al mediodía, almorzaban juntos, encen— dejó terminar de acicalarse, de aplicarse sus cremas, de esparc1r
día el televisor para escuchar las noticias, luego tomaba una en sus axilas los talcos, de ponerse esas gotas de perfume en la
breve siesta, antes de bañarse y salir. Pasadas las seis de la tarde nuca, en el cuello. Después aguardó a que buscara sus bragas
volvía de nuevo a casa, casi siempre con trabajo por hacer. En y se embutiera en ellas con la deliciosa delicadeza que usabfl.
la mañana se despedía de ella un cuarto antes de las ocho. Su Por el rabillo del ojo alcanzó a descubrir los papeles que habla
puntualidad era exacta, un fiscal de la República está obligado dejado encima de la mesa. Pensó que la asustana al presentar)—
a regirse por las normas más estrictas. se de súbito, así que avanzó con pisadas de gato y los tomo.
En muchas ocasiones había sentido impulsos de abando— Al volver a la puerta, el espejo le mostró la última pa1te del
nar la oficina y correr a reunirse con ella, pero se contenía. cuadro. Liz abrochándose unos divinos ligueros. Hacía t1empo
La probidad de sus convicciones no le permitía hacerlo, se no los usaba. Cerró.
sentía incapaz de robarle un minuto al erario público. Enton— El inspector Mondrggón decidió no exponerse a! sol.
ces tomaba el teléfono y la llamaba, le decía cualquier cosa Averiguaría si el doctor Culer estaba a bordo de su veh1culo
agradable, y colgaba. al pasar a su lado. Entonces vio llegar de regreso al fiscal y le
Incluso resultaba posible que Liz no estuviera en casa. Dos abrió la portezuela. Encontró que volvía de muy buen talante,
veces a la semana, una mujer venía a encargarse de la ropa y incluso sonriente.
de la limpieza, Liz le organizaba el trabajo y aprovechaba la —¿Todo en orden? —preguntó.
visita para salir. Salomón recordó que era miércoles. Las visitas —Todo en un orden perfecto —respondíó SalomónVentura.
de la mujer tenían lugar 105 martes y los viernes. Pero no eran Al cruzarjunto al <<Chevette», al policía le quedó claro que
éstas las únicas ocasiones en que Liz escapaba. Se había hecho el doctor Isaías Culer estaba adentro del carro.
a un grupo de compañeras de juego, iba 2 piscina, jugaba Casi seguro esperaba a alguien.
tenis. Salomón, que la estimulaba para que no permaneciera
No tenía objeto comentar algo tan intrascendente con el
encerrada, nunca le tomaba cuentas de sus andanzas.
severo ñscal. Se limitó a decir que la mañana se estaba po—
El síntoma más acentuado y reciente de la adaptabilidad niendo caliente.
de Liz a Alcandora, cosa rayana en 10 inconcebible, fue decla—
—Muy caliente, sí señor.
rarle su disposición de trabajar como jardinera de niños en la
guardería de la petrolera, caso que no consiguiera otro trabajo
donde emplearse. Conociendo que no la seducían los niños,
aquello era lo máximo. FIN
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