Cuadernillo 2019 II MM
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Cuadernillo 2019 II MM
ESCRITURA ACADÉMICA
LECTURAS
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
Sobre el plagio y la vida (carta a los estudiantes) 3
ENSAYOS
Batman: prohibido matar al Guasón, mini ensayo sobre moral 5
South Park: crítica del pensamiento crítico (I) 7
South Park: crítica del pensamiento crítico (II) 9
Rick and Morty: existencialismo y ciencia ficción (Fernando) 12
El sentido del cuerpo 16
NARRATIVA
Muebles El Canario 19
Ante la ley 20
Romeo y Julieta 21
La ventana 22
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INTRODUCCIÓN
Martín Mercado V.
Queridos estudiantes:
Sean bienvenidos a una de las dos principales materias de inducción a la vida académica en
nuestra Universidad. Las materias Pensamiento Crítico y Escritura Académica tienen el objetivo de
introducirlos en la comunidad académica. Esto quiere decir que no solo aprenderán a producir textos
académicos escritos u orales, sino también aprenderán a formar parte de la comunidad de
investigadores, profesores, estudiantes e interesados no universitarios que dedican gran parte de su
vida al conocimiento de las diversas dimensiones de la realidad humana mediante un riguroso tipo de
hábito, el académico.
La existencia de materias de inducción o alfabetización académica significa que uno podría
ser universitario y sin embargo no ser todavía un miembro completo de la comunidad académica. Así
ocurre con muchas personas que ingresan a la universidad, pero no logran responder
satisfactoriamente a las exigencias que ésta demanda. En algunos casos, estas personas pasan por
fuertes periodos de depresión que desembocan en el abandono universitario o en un rendimiento
mediocre lleno de enfado y frustración. En los peores casos, el fracaso universitario puede repercutir
en una fuerte crisis existencial, ya que muchos proyectos personales a mediano y largo plazo se ven
desestabilizados.
Una exitosa vida académica no consiste solo en la producción de textos orales y escritos bajo
las normas universitarias, sino también en la adopción de un riguroso hábito de estudio, el hábito
académico. El hábito académico es un trabajo individual y colectivo. En gran medida individual,
cuando estudiantes y docentes se enfrentan solos en su casa durante las horas extras a los textos
escritos por autores personalmente desconocidos. En gran medida colectivo, en las clases dentro de
aula o en el trabajo de campo, así como en los grupos de estudio de la biblioteca o en las
interminables horas que los investigadores dedican a la redacción de los resultados de sus tesis de
grado. Si se los compara con un árbol; los textos académicos son el follaje y el resto, el hábito. Esto
significa que la relación entre antiguos autores, lectores y los nuevos autores es comunicativa. Así
como las hojas necesitan de las oscuras raíces que beben los nutrientes que la tierra les brinda, así los
textos académicos son el resultado de lo que los textos de otros autores nos comunican. En ambos
casos, los nutrientes son procesados; por así decirlo, metabolizados. El hábito académico consiste en
pensar la realidad reflexionando críticamente lo que otros han pensado sobre ella. Los textos
académicos son la comunicación de ese hábito.
Cuando lees los textos de las materias, cuando tomas apuntes en clases, cuando preparas tus
exposiciones, cuando escribes exámenes o ensayos, así como cuando redactes tu tesis, estarás
participando en esa larga tradición de humanos dedicados a la producción de conocimiento. Piensa
cuántas generaciones y cuántas personas ahora alrededor del mundo están realizando estas acciones.
Al estudiar o al pasar una clase te nutres de lo que otros han dicho y pensado. Las clases, las tesis y
los libros se nutren del arduo trabajo de miles de personas que se han esforzado por comunicarte
algo sobre un tema. Es por esta razón que tú, como lector, ¡formas parte de esa comunidad!
Sin embargo, podrías dejar de ser parte de ella. Una de las maneras de dejar de pertenecer a
la comunidad académica es recurrir al plagio o a cualquiera de sus variantes. Muchos autores afirman
que el plagio es un robo; es decir, la copia del trabajo ajeno con la finalidad de presentarlo como
propio. Esto lleva a pensar que el plagio es la carencia de originalidad. Uno roba el trabajo ajeno y lo
presenta como propio porque carece de originalidad. No obstante, me parece que el problema central
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del plagio no es el supuesto robo, ni menos la falta de originalidad. El problema central del plagio es
que con él se corta la comunicación académica. Cuando un miembro de la academia perpetra un
plagio, no aporta nada a esa larga y esforzada tradición humana que se ha dedicado a pensar algún
aspecto de la realidad. Solo repite, insulta y se menosprecia. Repite, pues copia lo ya existente y de
fácil acceso en el internet. Insulta, pues quien plagia asume que la comunidad, docentes y
compañeros, son suficientemente tontos como para no descubrir que él ha ‘escrito’ y ‘hablado’ sin
decir nada. Por último, el plagiador es alguien que se menosprecia; él se tiene tan poco aprecio que
piensa que ni siquiera tiene derecho a equivocarse. Quien escribe, sin duda, suele equivocarse. Todo
miembro de la comunidad académica tiene pleno derecho a equivocarse, pues así enseña a los demás
por dónde no ir. Así orienta y anima a buscar otros caminos. Eso es verdad. Tanto, como el que se
equivoca, aprende. Quien plagia, ni yerra ni aprende; no aporta y solo insulta con una voz y letra que
no dice nada. Por ello, queridos estudiantes, más que plagiar y autoexcluirse de nuestra comunidad,
vale el valiente acto de aprender aunque se vaya a errar.
Reglamento completo:
http://lpz.ucb.edu.bo/Forms/QuienesSomos/pdf/Reglamento%20de%20Procesos%20Universitarios%20para%20
Estudiantes.pdf
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ENSAYOS
La maldad del Guasón, enemigo mortal de Batman, excede las fantasías de cualquier sádico.
Sus crímenes son tan crueles e innumerables que sólo recordarlos produce horror. Y cada vez que
sale de la cárcel o manicomio comete atrocidades que causan inmenso sufrimiento. Es uno de esos
tipos humanos del cual la mayoría estaría de acuerdo en que su muerte evitaría dolor y salvaría
incontables vidas.
Por supuesto, Batman siempre aprehende al Guasón. Pero, cuando lo aprehende… no lo
mata. ¿Por qué no lo hace y así termina de una vez por todas con este ciclo de destrucción y
sufrimiento, especialmente sabiendo que volverá a escaparse para cometer nuevos crímenes?
Excepto por unas pocas ocasiones, Batman ha rehusado sistemáticamente matar al Guasón,
porque si lo hiciera, dice, él no se distinguiría moralmente de los criminales que ha jurado combatir.
Qué es más importante… ¿cuidar de la moral personal o hacer algo que va a beneficiar a un
montón de gente? ¿Hacer el bien o evitar el mal? O, lo que es lo mismo, ¿es ético matar para evitar
futuras matanzas?
Como observa Mark White en un reciente ensayo, Batman plantea una serie de dilemas éticos.
Matar al Guasón para evitar futuras muertes es un argumento bastante evidente que, a primera vista,
pareciera no presentar mayores complicaciones. Según el utilitarismo el objetivo ético de nuestras
acciones es el de maximizar la felicidad o el bienestar total. Salvar la vida de muchos a costa de solo
una, por trágico que esto sea, resulta en un incremento neto del bienestar y la seguridad social.
¿No es este el argumento que Obama usa para llevar a cabo asesinatos preventivos, incluyendo
el asesinato de sus propios ciudadanos? Ciertamente, y para la inmensa mayoría de los
estadounidenses esta es una decisión moralmente aceptable, especialmente en una época en que un
gran número puede ser muerto sólo por unos pocos. Podemos decir que creemos en ciertos deberes,
derechos o principios absolutos, en ciertos imperativos categóricos, pero sólo cuando estos no
interfieren con la felicidad, el bienestar, la conveniencia o seguridad del mayor número posible de
personas, ahora y a largo plazo.
La tortura, por ejemplo, puede justificarse si con ella, según dijo el ex vicepresidente Cheney
durante la administración de Bush, podemos impedir otro ataque terrorista. La felicidad de muchos
justifica el sufrimiento de uno.
Pero no para Batman. Él no quiere ningún trato con el utilitarismo. La felicidad es
importante, ciertamente, pero hay ciertas cosas que no se pueden hacer para conseguirla. Él no
matará, ni para salvar otras vidas, y tampoco va a arriesgar a inocentes para capturar a los villanos.
En la historia El hombre que rió (2005), Batman sostiene al Guasón sobre las reservas de agua
potable de la ciudad de Gotham pensando para sí mismo: “Estas aguas tienen suficiente veneno para
matar a miles de personas. Sería tan fácil ahogarlo en ellas. Ya han muerto tantos por su culpa… Pero
no, no debo”.
¿Por qué negarse a matar a uno y con ello permitir la vida de tantos? ¿Porque es su deber?
¿Porque es su sentido de justicia?
La respuesta de Batman es siempre la misma: porque sería tan malvado como los delincuentes
que combate. Si lo hiciera cruzaría una línea de la cual nunca retornaría. La lógica utilitaria, si se
aplica consistentemente, fácilmente puede llevar a la violación de la dignidad y de los derechos más
elementales del individuo.
En el fondo Batman es kantiano. La moral de un acto se basa en las características intrínsecas
del acto mismo, independientemente de las consecuencias que puedan derivarse de él. El fin no
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justifica los medios y los medios deben justificarse por sus propios méritos. El hecho de que el
asesinato de uno puede prevenir la muerte de muchos es irrelevante. El único factor relevante es que
matar es erróneo.
Lo correcto no es una cuestión de cálculo y beneficio, sino algo que tiene que ver con la
forma apropiada en que los humanos se tratan unos a otros.
Hace algún tiempo Philippa Foot diseñó un experimento mental que plantea un dilema moral
clásico. Imaginemos —dice— que viene el tren y vemos a cinco personas en la línea que no tienen
tiempo para escapar. La única manera de evitar la muerte de estas cinco personas es desviar el tren a
la otra línea. Pero, en medio de ella, también hay una persona que tampoco tiene tiempo para
escapar. Ahora imaginemos que nosotros estamos al lado de la palanca de cambio de línea y debemos
elegir entre hacer nada (que lleva a la muerte de cinco personas) o desviar el tren a la otra línea (que
lleva a la muerte de una sola persona).
La pregunta es ésta: ¿Estamos moralmente obligados a desviar el tren a la segunda línea o no?
Si fuéramos utilitaristas estaríamos llamados a desviarlo para salvar más vidas. Si fuéramos kantianos,
en cambio, tendríamos problemas con esta elección. Según el utilitarismo todos tenemos la
obligación de maximizar el bienestar social, sin excusas. Para el kantiano, en cambio, “no matar”, una
vez que se transforma en imperativo categórico, significa literalmente “no matar”, incluso si hay
razones que indican que sería una buena idea. Es la diferencia entre lo que es bueno y lo que es
correcto.
Tirar la palanca para desviar el tren y matar a uno en lugar de cinco puede ser un mejor
resultado, pero no un resultado correcto, especialmente cuando no hay diferencias morales en toda
esta gente.
Entonces… ¿no da lo mismo si todas ellas son moralmente equivalentes? Judith Thomson
introduce algunas modificaciones en el experimento que agregan un grado más de complejidad: ¿Qué
pasa si las cinco personas están borrachas y se quedaron dormidas en la línea y la otra es un
trabajador ferroviario cumpliendo sólo con su deber? Él tiene derecho de estar ahí ¿cierto?, en tanto
que los otros no. ¿Podría uno decir que los cinco están ahí por propia elección y que la
responsabilidad por lo que pase cae completamente sobre ellos, por lo que no es justo salvarlos a
expensas del otro que está ahí únicamente porque es su responsabilidad? Y si es así, ¿qué queda de
nuestro utilitarismo?
Mark White presenta una tercera variación en el tema: ¿Qué pasa si la otra persona es el
Guasón? Imaginemos que después de haber atado a las cinco personas en la línea el Guasón se ubica
en la otra para ver qué es lo que Batman hará. Si seguimos la misma lógica anterior tendría que
favorecer la decisión de matar al Guasón. Después de todo, ¿por qué sus víctimas tendrían que
sacrificar sus vidas para salvarlo si sabemos que su pasión es matar inocentes?
Si seguimos la lógica de Batman el Guasón no debería ser asesinado para salvar a los cinco. En
estas circunstancias uno podría preguntarse ¿Pero, no tiene Batman alguna responsabilidad aquí?
Como alguien en una de sus historias le dice: “Si tu no matas al Guasón la muerte de éstas y todas sus
futuras víctimas recaerá en tus manos”. A lo que Batman responde “No, las muertes que el Guasón
causa son su responsabilidad. Yo soy solo responsable por las muertes que yo causo”. Cierto. Batman
tiene razón.
¿Realmente? Supongamos que la víctima del Guasón es Robin y no los cinco desconocidos del
experimento anterior. ¿Cuál sería la decisión correcta?
Para un kantiano como Batman el valor moral de una acción consiste no en las consecuencias
que puedan derivarse de ellas, sino en la intención con que el acto se lleva a cabo. El valor reside en
el acto mismo y no en otra cosa como nuestros intereses, deseos o preferencias. Es un acto que se
ubica más allá del principio del placer. Sólo las acciones que surgen exclusivamente del deber y sólo
por deber tienen valor moral.
Actuar moralmente no es elegir los mejores medios para lograr un fin determinado, sino elegir
el fin por sí mismo.
Y cada ser humano es un fin en sí mismo porque cada uno tiene un valor intrínseco absoluto.
Es esto lo que en términos de deber moral le impide tratar a un ser humano como medio. No porque
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esté sujeto a una ley moral escrita en piedra, sino porque solo él es el autor de su propia ley moral,
solo él define “No matar” como su imperativo categórico.
Todo esto suena bastante bien. Sólo que dejar a un asesino realizar una acción criminal por
una cuestión de principios no es cosa fácil. Especialmente cuando confrontamos situaciones
extremas. ¿No es en esas situaciones cuando vemos al bien empezar a perder su contorno? ¿Cuando
la realidad sobrepasa los absolutos? Si uno de tus hijos estuviera en esta situación en lugar de Robin
y tú en lugar de Batman, ¿qué harías?
Introducción
South Park no es sólo una serie de dibujos animados estadounidense, es además una
manifestación posible –entre muchas otras– del pensamiento crítico que resulta particularmente
interesante, pues logra poner en discusión las inconsistencias que caracterizan a las formas de hacer,
pensar y actuar instituidas e institucionalizadas, fundamentalistas y conservadoras, propias de algunos
sectores de la sociedad del capitalismo tardío; es decir, de nuestra época, o de lo que algunos llaman
posmodernidad (Jameson, 1991).
Se podría suponer que las críticas de esta serie televisiva están dirigidas a la cultura
tradicional estadounidense; no obstante, tales cuestionamientos y críticas es posible aplicarlas también
a otras sociedades contemporáneas. Sobre todo, las críticas de esta serie son aplicables a aquellas
sociedades donde existen algunos sectores que poseen formas de hacer, pensar y actuar
conservadoras, consumistas, fundamentalistas e intolerantes, y también a aquellas sociedades
sometidas por los medios de comunicación masivos –mass media– a la cultura de masas o cultura pop
de la industria cultural globalizada, sobre todo aquella producida o resignificada en Estados Unidos,
particularmente en los espacios estadounidenses de producción cultural, cinematográfica, musical y
televisiva (Brunner, 2002).
Para dar un ejemplo breve de lo dicho hasta acá, baste mencionar de manera general que en
esta serie se han tratado críticamente diversos movimientos sociales, tales como los mormones, la
cienciología, el Ku Klux Klan, los motociclistas pandilleros, el movimiento extremista estadounidense,
defensor de los derechos de los animales llamado People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) y
otros. Además, el programa ha realizado críticas dirigidas a numerosos personajes de la política
internacional (por ejemplo, Fidel Castro, Barak Obama, George W. Bush, Osama Bin Laden, Hilary
Clinton, Felipe Calderón, etc.) así como del mercado de entretenimiento propio de la industria
cultural masiva (cantantes, deportistas, series de televisión, reality shows, actores y otros).
Desde otra perspectiva, Angie Vásquez (2010), en un texto escrito desde un posicionamiento
moral conservador, busca denunciar académicamente, el tema de la insolencia presente en South Park,
como una moda cultural, o como una forma burda de la industria cultural contemporánea. Su crítica
se reduce al plano moral, axiológico, sin tener en cuenta el tema estético, ni los problemas temáticos
o de contenido que existen detrás de esa estética de la obscenidad o cultura de la insolencia, y sin tomar en
consideración el antecedente histórico que esta forma de expresión posee, tal como lo señalaba
Larsen (2001), retomando el tema de la obra de Rabelais. Más bien, podríamos considerar que South
Park representa una versión de aquello a lo que Pierre Bourdieu en su obra La Distinción (1988),
llamaba crítica vulgar de los críticas puras, pues la manera como esta serie trabaja críticamente los temas
que son propios de los movimientos tradicionalmente críticos es considerada por muchos obscena, vulgar e
insolente, tal como lo señalan los trabajos de Larsen (2001) y Vásquez (2010), calificaciones que son en
cierta medida relacionales, y que no consideran otras formas de contenidos o temas abordados por la
serie.
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Por tanto, el análisis propuesto (a diferencia del planteamiento de Larsen y Vásquez sobre la
serie) no se interesa en la forma estética discursiva de este programa, pues el objetivo fundamental de
este trabajo es analizar el tratamiento que se hace en South Park sobre algunos movimientos sociales o
formas de pensamiento que se (auto) consideran críticas, resaltando, sobre todo, la manera en que tal
abordaje pone en evidencia algunas de las inconsistencias del discurso de movimientos o formas de
pensamiento crítico. Inclusive la forma como se realiza el tratamiento de estos grupos logra plantear
la discusión de cómo algunas partes del pensamiento de estos movimientos se encuentran dentro de
la dinámica del capitalismo, o bien aún dentro del pensamiento tradicional respecto del cual se
suponen críticos, pues finalmente tienden a convertirse también en una forma de dogmatismo. Esto
es una demostración de uno de los interesantes planteamientos que F. Hegel señaló en la
Fenomenología del espíritu (1973) cuando claramente observó que la tesis porta en sí misma su antítesis,
el pensamiento porta en sí, su propia negación, pues es dialéctico.
South Park es una serie que pone en relieve un cuestionamiento tanto de la cultura tradicional
como de la contracultura (o de la cultura alternativa), o bien del pensamiento y de los movimientos
“críticos”, evidenciando cómo estos movimientos pueden convertirse en algún momento, de alguna
forma, en aquello a lo que en principio se oponían; es decir, en pensamiento tradicional y
conservador, dogmático.
Con tal de contextualizar el análisis elaborado en esta exposición, en el primer apartado hay
un acercamiento a la corriente conocida como pensamiento crítico. Este acercamiento no es en ningún
modo exhaustivo, ni aspira a serlo, pues el pensamiento crítico tiene un desarrollo tan amplio y
fecundo, que un repaso cabal de tal desarrollo excedería los límites de este escrito. Más bien, el
objetivo es brindar un marco teórico que permita analizar algunos contenidos y temas tratados en
South Park como fenómeno cultural, y de paso aclarar lo que significa el pensamiento crítico, con tal de
precisar qué se entiende por esta noción. Seguidamente, en un segundo apartado se desarrolla el
objetivo fundamental de este escrito, el cual es analizar el tratamiento que se hace en South Park,
sobre los movimientos sociales que tradicional o convencionalmente han sido considerados, o se
auto-califican como formas de pensamiento crítico, movimientos contraculturales o alternativos.
Específicamente, se analiza el abordaje realizado en la serie sobre los ambientalistas, los activistas por
los derechos de los animales, la medicina alternativa, los hippies y el ateísmo.
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South Park se muestra como un fenómeno cultural interesante porque plantea una crítica de
la crítica, una negación de la negación, o una alternativa de las alternativas, ejercicio dialéctico que
resulta totalmente acorde con el planteamiento de Marx, cuando decía no estar a favor de levantar
pancartas dogmáticas, y más bien, colaborar en hacerle ver a los dogmáticos la validez de sus propios
dogmas.
Además de lo anterior, es necesario recalcar algo que es fundamental, y que es una de las
principales críticas planteadas al pensamiento crítico, la cual ha sido una lección original de Hegel
(1973), retomada entre otros por Slavoj Zizek (2008). La idea señala que cuando se persigue algo de
una manera dogmática, se corre el riesgo de convertirse en aquello que se persigue, es decir, en lo
contrario a lo que se pensaba creer. Por tanto, una crítica fundamental al pensamiento crítico, es que
el pensamiento crítico también corre el riesgo, en muchos casos, de convertirse en dogma, en
fundamentalismo, en extremismo. Por ejemplo, los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la
Revolución Francesa son cancelados por la guillotina de la misma revolución; los ideales de orden y
progreso del liberalismo del siglo XIX en América Latina son a la vez los pilares de la configuración de
la región de mayor desigualdad social del mundo; los ideales de amor al prójimo, y de redención,
característicos del cristianismo, son negados por la inquisición medieval; el valor de democracia y
libertad declarado por George W. Bush en 2003, es negado por cada bomba y misil detonado sobre el
suelo y la población de Bagdad. En fin, cada forma de dogmatismo o de pensamiento, sobre todo
radical, porta en sí mismo su negación, tal como lo observó Hegel (1973). Esta idea es la que
principalmente permite observar, cuál es la crítica de la crítica hecha por South Park, pues la manera
cómo se abordan los movimientos críticos es haciendo notar sus inconsistencias, y cómo se
transforman en su contrario.
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uno de los niños, Eric Cartman, se asoma a la ventana del autobús que recorre el centro de San José y
la primera impresión que se lleva es que todo está sucio y pobre, sobre lo cual la maestra explica que
Costa Rica es un país del tercer mundo, hecho que desde su punto de vista es la razón fundamental
del por qué las cosas están de esa manera. En estas primeras escenas, se pone en evidencia la
contradicción de un país que se muestra al mundo como un paraíso ambiental, pero que su ciudad
capital se encuentra llena de basura. De esta manera, se evidencia el tema del doble discurso oficial
que promueve, y se promueve como ambientalista, pero que en el fondo es contradictorio. Después
de llegar e instalarse en San José, los niños van a la selva, donde encuentran todos los peligros que
hay en un lugar inhóspito, y se dan cuenta de que todos aquellos lugares comunes que enseñan los
ambientalistas y los docentes (tales como: la selva debe protegerse; hay que respetar a nuestra madre selva y ella
nos respetará a nosotros; escuchar la voz de la selva) pierden sentido cuando están dentro de la selva, pues en
realidad, lejos de ser una madre amorosa, es un lugar que puede ser peligroso y hostil. Además de
ello, después de caminar durante un tiempo se pierden, y es en ese momento en que se convencen de
que la selva no es del todo amable, ni ideal. Más adelante, conforme se adentran en la selva, se
encuentran con un movimiento guerrillero (lo cual puede interpretarse como una sátira de la política
costarricense, pues acá a diferencia del resto de Centroamérica no han existido movimientos de este
tipo, o bien podría ser desconocimiento) cuyo líder le dice a la maestra: Los gringos me enferman,
desperdician comida y petróleo sólo porque son ricos, y le dicen al resto del mundo que salven la selva, sólo porque les
gustan las flores bonitas. Esta frase es una interesante crítica de los movimientos ambientalistas
estadounidenses que promueven la protección de la selva tropical alrededor del mundo, pero que en
su país de origen viven con las comodidades de la ciudad, creando no sólo un doble discurso
también, sino, obteniendo cierta satisfacción moral al promover la protección de la selva en otros
países.
Después de todo el tiempo que estuvieron perdidos en la selva, de ser atacados por insectos,
serpientes, por una tribu indígena, los niños terminan concluyendo que odian la selva, y que en
realidad el ambientalismo estadounidense realiza una serie de acciones sólo por el hecho de limpiar
sus conciencias, y pierde la verdadera causa, por lo que el discurso ambientalista se torna vacío. Por
tanto, este capítulo constituye una crítica interesante a algunos sectores del movimiento crítico
ambientalista, el cual propone e impone el discurso dogmático de la protección al ambiente como
una cuestión ética-estética, ignorando a algunos sectores de la sociedad y su contexto, sobre todo en
países como los latinoamericanos, que necesitan para subsistir, apropiarse de algunos recursos de la
naturaleza.
Se trata además de poner en evidencia los dobles discursos, por ejemplo, en términos del
discurso estatal que plantea la protección del ambiente, pero que por otro lado realiza prácticas
totalmente contrarias a ello. En el caso de Costa Rica, es conocido el Proyecto Minero Crucitas,
promovido por el gobierno de Oscar Arias Sánchez (2006-2010), mismo gobierno que proclama la
política de Paz con la Naturaleza.
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con Stan, Kenny y Kyle, quienes están vendiendo suscripciones para una revista juvenil. Ante el
ofrecimiento que les hacen los niños a los hippies para comprar una suscripción a la revista, los HSU
responden: Ustedes no saben lo que están haciendo, están envueltos en el juego empresarial. Las corporaciones lo que
quieren es envolverlos y hacerlos esclavos mientras ellos ganan dinero.
Ante esto, los niños preguntan quiénes son las corporaciones, y los hippies responden que las
corporaciones están por el mundo entero, y que ahora con la venta de la revista juvenil los niños
están trabajando para ellos. Los hippies indican que todo esto lo han aprendido en el primer semestre
de la Universidad, y que los profesores de la Universidad les han abierto los ojos… Además les ofrecen
unirse a ellos para abrirles los ojos también, y hacer algo al respecto en contra de las corporaciones.
Nótese el dogmatismo, e incluso la idea de descubrir una verdad, abrir los ojos y salir de la caverna
platónica.
Cartman, mientras tanto, continúa encerrando hippies en su sótano, y los mantiene contentos
dándoles cigarrillos de marihuana y una guitarra para que se entretengan, tratando de evidenciar que
muchos de los individuos que se involucran en el movimiento hippie, dan gran importancia a la
música y al consumo de drogas, lo cual los mantiene en una actitud de contemplación y de
inactividad, contraria a la idea del activismo que es también una consigna importante de este
movimiento. Por tanto, se trata de mostrar esta contradicción.
En una escena de este episodio, la mamá de Stan le ofrece llevarlo al Centro Comercial, a lo
cual Stan responde que el Mall es un lugar donde los peces gordos encarcelan a los trabajadores y se
hacen ricos manteniendo a los trabajadores aislados, y en condiciones de explotación. Además le
indica a su madre que ha conseguido algunos documentos que ella debería leer…. En esta escena se reproduce
también una de las inconsistencias y dogmatismos del movimiento hippie, que plantea que todo lo que
no es parte del movimiento, está por definición, en contra.
También se muestra cómo el movimiento hippie promulga una forma de idea de la verdad
única sobre fenómenos diversos, idea que es propia de los movimientos dogmáticos, incluyendo a
muchos grupos contraculturales, alternativos o críticos, y la consiguiente intolerancia que se deriva de
ello. Cartman irrumpe en una reunión del Ayuntamiento de South Park, indicando que hay una
emergencia que deben atender inmediatamente, pues si no se hace, dice Cartman, significaría el fin de la
vida tal y como la conocemos… Cartman advierte que están llegando demasiados hippies al pueblo, a un
ritmo de dos por hora, y que si eso no se detiene, la consecuencia será un enorme festival musical hippie…
nadie en el Ayuntamiento escucha a Cartman, y por el contrario, lo echan de ahí. Luego, Cartman es
encarcelado por tener a 63 personas encerradas en su sótano. En el parque, los otros niños escuchan
a los HSU, quienes siguen comentando sobre las corporaciones y las guerras, a lo cual los niños
preguntan qué se puede hacer, y la respuesta es: Hagamos un enorme festival de música que dure toda una
semana, y juntos, haremos una enorme protesta. El festival hippie empieza con miles de personas bailando y
fumando marihuana. Los grupos musicales y líderes que suben al escenario plantean consignas e
ideas como las siguientes:
- Las corporaciones se han robado los recursos y el amor.
- Ha llegado el momento de transformar este mundo en un lugar mejor.
- El cambio debemos empezarlo ya.
- Tenemos que demostrar que no necesitamos a las corporaciones.
- No necesitamos el dinero de las corporaciones.
- Las corporaciones abusan del mundo por dinero.
- Esto se puede transformar en una comuna donde todo el mundo se ayuda.
Después de nueve días de festival musical, Stan sube al escenario, toma el micrófono y dice:
¿Qué estamos haciendo? No creen que deberíamos hacer algo?. Cuando Stan plantea esta pregunta en el
escenario, un hippie contesta: Estamos utilizando el poder del Rock and Roll para cambiar el mundo…. Stan
continúa con su discurso: Quizá en lugar de quejarnos de lo egoístas que son las corporaciones deberíamos vernos a
nosotros mismos… Es decir, no hay nada más egoísta que no hacer nada y escuchar música durante todo el día…
Ante esto, un hippie responde que Stan tiene razón, que es hora de cambiar, y que deberían cambiar
la música del Festival, lo cual todos los demás hippies apoyan. Al cambiar la música el Festival
continúa y Stan se retira decepcionado.
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En este momento del episodio, salta a la vista un abordaje crítico del movimiento hippie, pues
South Park plantea que se trata de un movimiento que se considera –falsamente– activista,
revolucionario, alternativo, crítico del orden social, político y económico establecido, y que propone
una alternativa de cambio. Por lo tanto, ese cambio o acción revolucionaria, se diluye en la música y la
marihuana, convirtiendo al movimiento activista, en su contrario, en una contemplativa forma de
hacer y pensar, pues –tal como se plantea en el capítulo– gran parte de su accionar es bailar, escuchar
música, fumar marihuana y gritar consignas revolucionarias, que no son más que palabras.
La crítica del pensamiento crítico que plantea South Park es muy sugerente en ese sentido,
coincidiendo con la idea hegeliana de la antítesis latente en la tesis, y además con la advertencia
marxista de no levantar ninguna pancarta dogmática, o bien con la idea kantiana de someter
absolutamente todo a la crítica, incluyendo al pensamiento crítico mismo.
La animación siempre tuvo el estigma de ser considerada un medio de ficción poco serio. Parece
mentira que sigamos discutiendo esta problemática en pleno siglo XXI, con la presencia cotidiana de
series y películas de dibujos animados con temáticas adultas y comentarios sociales mucho más
despiadados que sus equivalentes live-action. Sin embargo, el prejuicio aún persiste y el principal
refugio de la llamada “Industria cultural” moderna sigue siendo clasificar sus productos en categorías
de público, capaces de decidir quienes son los más indicados para ver determinado tipo de
contenidos. Y esto también se ve en la forma en que se cataloga la animación.
Hace rato que la animación ya no es únicamente para chicos, y tenemos varios exponentes que
siguen probando lo contrario: Desde Los Simpsons, con más de veinticinco años ininterrumpidos al
aire, y su irreverente satirización de la política, la religión y la moral norteamericana, pasando por su
legado más inmediato con Family Guy y American Dad como principales exponentes de parodia y
humor absurdo, o las extremas representaciones gráficas de South Park y su visión sobre el racismo,
la homofobia y el progresismo políticamente correcto, hasta la reinterpretación social futurista de
Futurama y el desarrollo de la fragilidad emocional humana en Dr. Katz y Bojack Horseman. Todas han
sabido exponer de distintas maneras ese espíritu crítico punzante para marcar una posición frente a
las injusticias del mundo y la forma en que funciona la sociedad occidental. Pero lo que todas tienen
en común es que no subestiman al espectador con sus temáticas e ironías.
Pero sorprendentemente es en medio de esta vorágine de personajes estrafalarios y chistes
incoherentes que caracteriza al bloque, donde aparece una de las series de animación más profundas,
complejas y elaboradas de los últimos tiempos: Rick and Morty.
Imaginemos la mejor combinación entre el debate social de Los Simpsons y la ciencia ficción dura
de Futurama. El resultado sería el único programa que nos invita a cuestionar filosóficamente el modo
en que vemos el universo y la vida humana, a la vez que nos hace reír con las horrorosas
consecuencias de manipular las distintas realidades interdimensionales.
Bienvenidos al humor cósmico-pesimista de Rick and Morty.
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Siguiendo una estructura antológica, cada aventura de Rick y Morty por el multiverso tiene
grandes influencias del género del terror y la ciencia ficción. Algo que se traduce en los continuos
homenajes a películas como A Nightmare on Elm Street (1984), Nosferatu (1922), Ghostbusters (1984) y
The Fly (1986), por nombrar solo algunos. Hasta el característico ídolo rocoso del film Zardoz (1974)
tiene una pequeña aparición durante la primera temporada. Sin embargo, al mismo tiempo que la
serie homenajea a un gran número de obras del cine fantástico, es curioso darse cuenta que sus
historias tienen una notable afinidad con el subgénero llamado “Terror cósmico”.
Originado mayormente por la leyenda del terror, H.P Lovecraft, el “Terror cósmico” hace
hincapié en el horror que existe fuera de los límites de nuestro entendimiento. Al igual que Lovecraft,
Rick and Morty utiliza el abrumador desconocimiento que tenemos del universo, como el lugar ideal
para especular sobre los misterios que se esconden en los rincones más recónditos del espacio.
Incluso durante la presentación del programa se puede ver brevemente a Cthulu, el monstruo
ancestral lovecraftiano por naturaleza, como una manera de hacerse cargo de sus influencias literarias.
Sin embargo, el “Terror cósmico” va mucho más allá de los sobresaltos propios del terror
clásico, sino que se presenta en la opresión de lo desconocido y lo inimaginable. Es esa espantosa
experiencia de angustia y desesperación que sentimos frente a lo que nos es imposible de
comprender, en el preciso momento que se interpone con nuestra concepción terrenal de lo posible.
En la serie, la pistola de portales de Rick es la herramienta con la que el dúo protagonista se
traslada por los distintos planos dimensionales, pero también actúa como enlace para enfrentarnos
constantemente con lo desconocido. Lo que genera que al mismo tiempo que Rick y Morty van
moviéndose de una realidad a otra, muchas veces los resultados sean horrendos, algunas veces
cómicos, y otras veces la retorcida combinación de ambos.
De vez en cuando, esas realidades incomprensibles se inmiscuyen en la nuestra generando
conflicto, algo que se puede ver específicamente en el episodio “Get Schwifty” (02×05). En esta
oportunidad, la Tierra es visitada por una cabeza gigante alienígena que causa el caos en nuestro
ecosistema debido a su inmensa masa gravitacional, y con la única exigencia de que los terrestres
“muestren lo que tienen”. Frente a este apocalipsis y la naturaleza confusa del pedido, surge un culto
religioso dispuesto a adorar a esta entidad cósmica. Mientras que Rick — sabiendo que es un
extraterrestre de la raza de los cromulones — le informa al presidente estadounidense que este
enigmático mandato se refiere en realidad a la creación de una canción pop que nos permita competir
en una versión interplanetaria de American Idol. O en su defecto, perder el concurso y que destruyan
nuestro planeta.
Pasando por alto lo insólito del argumento, las gigantescas entidades cósmicas voladoras no son
algo nuevo en el universo de la ciencia ficción. Ya de por sí Lovecraft utilizaba esta idea todo el
tiempo, al imaginar una raza de dioses ancestrales todopoderosos denominados “Los antiguos”,
representados en libros como “La llamada de Cthulu” (1926) y “The Dunwich Horror” (1928).
Existen varias preguntas que se nos plantean a partir de la aparición de estos seres de proporciones
colosales en el “Terror cósmico”. La primera es: ¿Cuál es nuestra importancia en el universo?
La mayor parte de la ciencia ficción surge de nuestro convencimiento de que la raza humana es,
metafóricamente hablando, el centro del universo. Sea luchando contra las amenazas intergalácticas o
intentando lograr la paz con distintas civilizaciones alienígenas, la humanidad — o la representación
de lo que consideramos la humanidad — toma el rol central en el desarrollo espacial. No obstante, el
“Terror cósmico” invierte esa premisa y se pregunta ¿Y si fuéramos totalmente insignificantes para el
universo?
Volviendo a los cromulanos y su fijación por los reality shows interplanetarios, para ellos la
humanidad es únicamente un juguete más en su disparatada noción de entretenimiento. Y es por eso
que destruir un planeta por no convencer al jurado es una de las tantas cosas que se pueden hacer
contando con poder ilimitado. El “Terror cósmico” está plagado de estos seres capaces de
demostrarnos que somos un granito de arena en el devenir del universo, y precisamente eso es lo que
lo hace tan aterrador. O en el caso de Rick and Morty, increíblemente cómico desde la impronta del
humor negro.
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Esta total indiferencia del universo en cuanto a nuestra existencia se hace patente cuando vemos
que Rick y Morty pueden morir desmembrados por un experimento fallido, solo para ser
remplazados inmediatamente por una versión paralela de ellos sin que eso altere el orden universal.
Es así que no somos solamente seres totalmente descartables en nuestra realidad, sino que nuestra
realidad es una de las infinitas realidades posibles que existen en el universo. No existen razones para
creer que nuestra desaparición física implique otra consecuencia que no sea la de continuar el ciclo
vital del cosmos.
Rick and Morty no pretende hacernos sentir horrorizados con nuestra manifiesta condición de
insignificancia, sino que nos interpela a que la aceptemos y nos riamos de ella. Porque si bien somos
pequeñas partículas en el devenir cósmico, a su vez somos potencialmente el máximo universo
conocido de microbios mucho más insignificantes que nosotros.
De la misma forma que Tommy Lee Jones descubre en Men in Black II (2002) que su casillero es
el hogar de una sociedad de extraterrestres diminutos, Morty descubre durante la serie que la batería
del auto de Rick es alimentada por un micro-universo creado únicamente para generar la energía
necesaria que arrancar el motor. Y a su vez, dentro de este universo, existe otro universo con el
mismo propósito. Más allá de lo confuso de esta situación al mejor estilo Inception (2010), es inevitable
pensar que para estos micro-universos, Rick es el equivalente a una de las deidades cósmicas
todopoderosas salidas de la pluma de Lovecraft.
En un teórico multiverso que supera ampliamente nuestra comprensión, compuesto por
infinitas posibilidades, la importancia de nuestra existencia carece totalmente el sentido, y todo lo que
queda es la fría indiferencia del cosmos.
El sentido de la vida según Rick
La naturaleza oscura de casi todos los capítulos de Rick and Morty se sostiene a partir de la
incertidumbre sobre la razón de nuestra existencia. Por un lado está la insignificancia cósmica de
nuestra raza como algo inalterable, y por el otro la frivolidad individualista de la vida humana. La
serie nos presenta dos ejemplos radicalmente distintos de cómo encarar nuestra patética existencia a
través de los personajes de Rick y Jerry:
Primero tenemos a Jerry (padre de Morty y yerno de Rick), quien aparentemente es inconsciente
de la aplastante mediocridad e inutilidad de su vida. Jerry es desempleado, su esposa lo odia y no es
precisamente el hombre mejor capacitado para poder cuidarse solo. Sin embargo, a simple vista
podría decirse que es más feliz que el alcohólico y narcisista Rick, si nos damos cuenta que es lo
suficientemente estúpido para ignorar que su vida es intrascendente. Su ignorancia es la razón de su
efímera felicidad.
Rick, al contrario de Jerry, es consciente de la falta de sentido de nuestra existencia y lo acepta
sin vueltas. Pero más allá de su insufrible sarcasmo y su actitud temeraria frente a las miserias de la
vida, la sensibilidad de Rick se infiere a través del alcoholismo y su incomprensible latiguillo “wubba
lubba dub dub”, el cual se revela que significa “Estoy sufriendo. Ayúdenme por favor" en algún
idioma alienígena. Algo bastante oscuro y perturbador para lo que se podría esperar del remate de un
chiste.
El racionalismo puro con el que parece funcionar el universo favorece el sentimiento de
insignificancia de nuestras vidas. Nos deja en una paradoja: La ciencia nos facilita descubrir los
secretos del universo a través de sus avances, pero nosotros como humanos debemos afrontar la
arbitraria y desoladora idea de que vivimos sin ningún cometido.
La ciencia puede dar sentido a cualquier emoción o sentimiento a partir de la biología o la
psicología, llegando a transformar la vida humana en poco más que leyes científicas puestas en orden.
Incluso Rick llega a racionalizar su cariño con Morty basándose en la necesidad neurológica de
mimetizar sus ondas cerebrales con las de su nieto idiota, y así evitar que sus enemigos lo encuentren.
El amor, la felicidad y el intelecto pueden ser reducidos a meras reacciones químicas y Rick lo sabe.
Este reduccionismo aplicado a la vida también se puede ver cuando Morty se encuentra con un
juego de realidad virtual llamado “Roy”, en el cual vive la vida de una persona normal,
enamorándose, teniendo hijos, afrontando una lucha contra el cáncer, y finalmente muriendo en un
accidente ya de viejo. Todo esto en menos de cinco minutos para su entorno, pero atravesando más
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de cincuenta años en la mente de Morty, quien llega a olvidarse por completo quién es y cómo llegó
allí. Sin embargo, la pregunta que se nos formula a partir de esta experiencia tan conmovedora es:
¿Cuál es la diferencia entre la realidad ficcional de “Roy” y la vida real? ¿Qué diferencia existe entre la
vida real y una simulación?
Rick and Morty juegan constantemente con esta dualidad entre lo virtual y la vida real. Si
podemos adecuarnos a la idea de llevar una vida ficcional dentro de un videojuego, es porque en
definitiva estamos poniendo en duda la autenticidad de nuestra realidad, al igual que Neo cuestiona la
suya en The Matrix (1999). Esta crisis de sentido latente en nuestra historia es tomada por varios
filósofos existencialistas. Pero particularmente nuestro querido (y bastardeado) amigo Friedrich
Nietzsche es útil para explicar esto.
Nietzsche parte de la metáfora del loco que corre por el pueblo gritando “Dios ha muerto, y
nosotros lo hemos matado”. Ahora bien, lo que Nietzche intentaba decir era que luego del
iluminismo y la revolución científica, el ente todopoderoso que daba valor y significado a nuestra
existencia ya no es importante. Después de la muerte de dios en la filosofía, sólo queda el nihilismo.
El vacío de sentido.
Este conflicto emocional sobre la naturaleza intrascendente de la vida es lo que termina
definiendo a Rick Sánchez. Rick es esencialmente empírico y utiliza la ciencia como forma de
desmitificar todo lo desconocido, encarnando involuntariamente la tensión entre el nihilismo activo y
pasivo.
El nihilismo pasivo, volviendo a Nietzche, se resume en la resignación de aceptar la falta total de
sentido en la vida. Mientras que el nihilismo activo se trata del inconformismo ante esta falta de
sentido, para crear nuevos sentidos con los que se pueda dotar a nuestra existencia. Esta dicotomía
constante hace que Rick pase de un extremo al otro, asumiendo la fatalidad del universo sin culpas y
disfrutando lo que más pueda su supervivencia, para luego caer en la más profunda de las
depresiones al darse cuenta que nada de lo que haga cambia su destino.
Por momentos las acciones de Rick parecen ser paradójicas y autodestructivas, probablemente
porque él también, al igual que nosotros, continúa buscándole un sentido al universo.
La moral absurda
En muchos casos, las terribles decisiones de Rick y Morty en sus travesías espaciales no apuntan
siempre a la intrascendencia en el cosmos, sino que llegan a cuestionar directamente nuestra propia
noción de moral. En la serie, la fina línea que divide lo correcto de lo abominablemente atroz
siempre está en juego, y esto se ve claramente en la manera en que Morty siempre intenta hacer el
bien y el mismo argumento termina contradiciendo sus buenas intenciones.
Uno de los ejemplos más cómicamente gráficos de esta moralidad dudosa, sucede después de
que Morty y su hermana Summer liberen a una raza esclavizada por una colmena mental (una mente
en común capaz de dominar a todos). Pero lo que inicialmente parece un gesto benévolo por parte de
los protagonistas, desencadena en una guerra civil en nombre de las diferentes formas de pezones de
cada habitante de ese planeta (hermosa metáfora del racismo). Resulta ser que, en libertad, esta raza
estaba compuesta naturalmente por racistas, depravados y drogadictos, mientras que cuando estaban
sometidos mentalmente el planeta funcionaba perfectamente en paz. Frente a estas nefastas
consecuencias es que Summer reflexiona: “No sabía que la libertad significara que la gente pudiera
hacer cosas horribles”.
Esto da pie a otra gran pregunta existencial: ¿Qué sería de la vida sin ningún tipo de
restricciones?
Si nosotros como público lógicamente nos horrorizamos frente a la forma en la que estos seres
son esclavizados, el programa nos hace pensar por un momento que nuestra idealización de la
libertad es lo que nos obliga a vivir en un mundo tan cruel e injusto. La razón instrumental nos
determina.
Otra forma de entender la mirada existencialista de Rick and Morty, es a través del pensamiento
filosófico conocido como Absurdismo, acuñado por el escritor francés Albert Camus. Precisamente
en el capítulo “Meeseeks and Destroy” — la referencia a Metallica no puede pasar desapercibida — en
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el cual unos seres azules llamados Meeseeks basan su existencia únicamente en solucionar los
problemas ajenos. Pero ¿qué tiene que ver esto con Camus?
El absurdismo consiste en dos actitudes opuestas: La tendencia humana a encontrarle sentido a
su existencia, y la completa indiferencia del universo con respecto a nuestro etnocentrismo espacial.
Al igual que en el “Terror cósmico”, acá lo que se discute es la necesidad humana de sentirse la raza
más importante del cosmos.
En este episodio, vemos representado completamente lo contrario al intentar explicar la
existencia de los Meeseeks: Ellos existen con la única razón de satisfacer a otro. Y si esto no llegara a
suceder, estos seres no tendrían otra razón para seguir existiendo. De la misma forma podríamos
nosotros cuestionar cuál es nuestra utilidad en el universo, y eso es lo que sucede cuando decenas de
estos hombrecillos se ven incapaces de enseñarle a Jerry a jugar al golf.
Otros personajes de la serie prefieren confrontar a su creador por el simple hecho de haberles
dado la vida, en vez de buscarle sentido a su presencia en el universo. Sea desde una cuestión
religiosa perdiendo la fe en dios o insultando a Rick por haberlos creado, este “complejo de
Frankenstein” no se ve solamente en los Meeseeks, sino también en Abradolf Lincler, un insólito
experimento de Rick con el objetivo de crear al líder perfecto combinando el ADN de Abraham
Lincoln y Adolf Hitler. No hay que ser muy intuitivo para imaginarse como pudo terminar esa locura.
Para Camus, los seres humanos estamos condenados a buscar inútilmente un propósito para
nuestra existencia, dejándonos como única alternativa abrazar la idea de una vida sin sentido y
aceptar el vacío del absurdo sin más.
Esto significa que después de tantas preguntas existenciales sobre lo intrascendente de nuestra
presencia en la inmensidad del cosmos, Jerry es el único capaz de sobrellevar (aunque sea de forma
inconsciente) la idea de que nuestro destino ya está sellado. Lovecraft, Nietzsche y Camus lo avalan.
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controlarlo. Una tercera lógica está en juego: a falta de poder controlar la existencia en un mundo que
se presenta cada vez más inaccesible, se controla el cuerpo. Una manera simbólica de no perder su
espacio en el tejido del mundo y de procurarse un sentido, un valor, proyectos, etc.
No es paradójico hablar del adiós al cuerpo al mismo tiempo que se le exalta. El cuerpo
exaltado no es el cuerpo en el que vivimos, sino un cuerpo rectificado, redefinido. Una anécdota:
durante una amplia investigación sobre el tatuaje y el piercing, llevada entre cincuenta alumnos de la
universidad de Estrasburgo (la mayoría tatuados o con piercings), una de las estudiantes nos dijo,
llorando, que después de haberse tatuado se sentía metamorfoseada, completa. Ella había colmado así
un defecto que sentía desde la infancia. Este ejemplo nos indica que el cuerpo como tal no era
suficiente para asegurarle una existencia plena. Hacía falta cambiarlo para que alcanzara una dignidad
que no tenía. La misma lógica se encuentra en el culturismo, el transsexualismo, la moda de la cirugía
estética, la importancia de los regímenes alimenticios, etc. El cuerpo es un objeto a someter, no a
vivir como tal con alegría. Si el cuerpo fuera realmente libre, no se hablaría de él.
En parte el problema es el viejo dualismo occidental cuerpo-espíritu. Pero, pienso que el
dualismo contemporáneo no opone el cuerpo al espíritu o al alma, sino al hombre con su cuerpo. Por
eso hablo de un "alter ego". Se hace del cuerpo un socio que se mima o un adversario al que se le
combate para darle la forma deseada. Las facciones radicales de la cibercultura americana van aún
más lejos en este dualismo. Consideran que el cuerpo es despreciable en estos momentos en que
podemos comunicarnos en cuestión de segundos de un extremo al otro del mundo. Nos hace perder
el tiempo, enferma, está abocado al envejecimiento, a la muerte, etc. A sus ojos es un fósil, un
anacronismo. Por eso sueñan con la posibilidad de que el espíritu humano pueda ser archivado en un
disco de ordenador, volcado en Internet, es decir, piensan en la erradicación de la carne a favor de
innumerables prótesis informáticas.
Existen vínculos estrechos entre la biología y la informática, en la medida en que, sin los
procedimientos de cálculo y de memoria informáticas, el proyecto genoma humano, por ejemplo,
sería impensable. El ordenador multiplica al infinito el poder del hombre en la investigación
científica, para lo mejor o lo peor, según las circunstancias. Por otra parte, biología e informática
intercambian su vocabulario. El cuerpo humano es percibido cada vez más como una metáfora
informática: se piensa que los genes programan las características físicas o psicológicas, que contienen
información, etc. Una forma más de confirmar este fantasma que se cierne sobre el cuerpo humano,
que se expresa hoy en algunas corrientes ideológicas que pretenden encontrar fundamentos genéticos
ineluctables a todos los comportamientos humanos. Y por la misma regla de tres a construir una
humanidad perfecta gracias a la intervención genética en el útero o a la cirugía genética.
La tecnociencia 1 rompe las fronteras genéticas entre las especies, por ejemplo en lo
transgénico. También rompe las fronteras entre lo viviente y lo inanimado, por ejemplo con la
mitología de la vida artificial o introduciendo chips en el cuerpo humano. ¿Soy un hombre o una
máquina? Este era el drama central de Blade Runner. Probablemente se convierta en una cuestión
lancinante en el futuro, cuando la humanidad esté remendada con prótesis y chips en su búsqueda
desesperada para suprimir la muerte.
Uno de los aspectos del problema es que las cuestiones de la tecnociencia se sitúan más bien
en el ámbito de la economía pero no es el único. Es verdad que las investigaciones transgénicas las
1
En un principio se veía a la ciencia como una actividad intelectual muy separada de la tecnología, pero a
lo largo del tiempo estas dos áreas se complementaron una a la otra. La intensificación de las relaciones
entre ciencia y tecnología a través de los tiempos ha conducido a su fusión como tecnociencia en el mundo
contemporáneo.
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NARRATIVA
Felisberto Hernández
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Ante la ley
Franz Kafka
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le
permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre
reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.
La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un
lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:
-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que
soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes,
cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo
siquiera.
El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para
todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su
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barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel
y le permite sentarse a un costado de la puerta.
Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con
frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas
otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre
le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje,
sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le
dice:
-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.
Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los
otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte,
durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo
murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián
ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y
convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si
sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge
inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las
experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no
ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a
endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la
disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del
campesino.
-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.
-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que
durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?
El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos
perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:
-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.
Romeo y Julieta
Edmundo Paz Soldán
En un claro del bosque, una tarde de sol asediado por nubes estiradas y movedizas, la niña
rubia de largas trenzas agarra el cuchillo con firmeza y el niño de ojos grandes y delicadas manos
contiene la respiración.
--Lo haré yo primero --dice ella, acercando el acero afilado a las venas de su muñeca derecha --. Lo
haré porque te amo y por tí soy capaz de dar todo, hasta mi vida misma. Lo haremos porque no hay,
ni habrá, amor que se compare al nuestro.
El niño lagrimea, alza el brazo izquierdo.
--No lo hagas todavía, Ale... Lo haré yo primero. Soy un hombre, debo dar el ejemplo.
--Ese es el Gabriel que yo conocí y aprendí a amar. Toma. ¿Por qué lo harás?
--Porque te amo como nunca creí que podía amar. Porque no hay más que yo pueda darte que mi
vida misma.
Gabriel empuña el cuchillo, lo acerca a las venas de su muñeca derecha. Vacila, las negras pupilas
dilatadas. Alejandra se inclina sobre él, le da un apasionado beso en la boca.
--Te amo mucho, no sabes cuánto.
--Yo también te amo mucho, no sabes cuánto.
--¿Ahora sí, mi Romeo?
--Ahora sí, mi Julia.
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--Julieta.
--Mi Julieta.
Gabriel mira el cuchillo, toma aire, se seca las lágrimas, y luego hace un movimiento rápido con el
brazo izquierdo y la hoja acerada encuentra las venas. La sangre comienza a manar con furia. Gabriel
se sorprende, nunca había visto un líquido tan rojo. Siente el dolor, deja caer el cuchillo y se reclina
en el suelo de tierra: el sol le da en los ojos. Alejandra se echa sobre él, le lame la sangre, lo besa.
--Ah, Gabriel, cómo te amo.
--Ahora te toca a tí --dice él, balbuceante, sintiendo que cada vez le es más difícil respirar.
--Sí. Ahora me toca --dice ella, incorporándose.
--¿Me... me amas?
--Muchísimo.
Alejandra se da la vuelta y se dirige hacia su casa, pensando en la tarea de literatura que tiene que
entregar al día siguiente. Detrás suyo, incontenible, avanza el charco rojo.
La ventana
René Bascopé
Abrigado con un viejo y descolorido sacón que alguna vez fue de mi abuelo y que ya me
atrevía a usar (ese año crecí demasiado), salí de la casa repitiendo interiormente los encargos de mi
madre, palpando en mi bolsillo la carta que debía entregar. Me sentí importante sin alcanzar a
comprender por qué. El hecho de que confiara una carta, así, tan repentinamente, confirmaba las
palabras que desde un tiempo me iba repitiendo: ya era todo un hombre. Las pronunciaba
lentamente, con un gesto severo y definitivo, extraño para su rostro que siempre consideró como la
exacta forma de la ternura.
Caminé por el lodo (esa tarde había llovido torrencialmente) esquivando los charcos que
reflejaban débilmente la luz ubicua que se descolgaba del único poste de la cuadra.
Y no sé si mis pasos lerdos y cuidadosos se debían a esa dificultad o al secreto deseo de
conservar indefinidamente esa sensación única de "ya eres todo un hombre", como si la conciencia
de serlo fuera tan efímera como un puñado de monedas.
Al llegar al solitario sauce de la esquina, que se mecía lentamente en el frío, miré hacia atrás y
me di cuenta que estaba en la frontera de dos mundos distintos. La noche para el alma es un faro que
descubre las diferencias brutales ocultas por el ruido y la frivolidad d el sol.
Todas las casas de mi calle desprendían una luz mortecina, quizá porque su destino de barrio
pobre sólo le permitía utilizar los residuos de la electricidad de la ciudad, o porque los vidrios estaban
cubiertos por costras de suciedad cuando no eran reemplazados por cartones o nylons. En cambio
hacia adelante, quizá a diez pasos del sauce, empezaba la luminosidad diáfana de dos hileras de postes
metálicos, de cuyos extremos inclinados servilmente brotaban rayos de neón al pavimento negro,
mojado y brillante.
Era la primera vez que caminaba solo por las calles a esa hora. Una quietud desconocida
poblaba ese aire húmedo. Algunas calles que atravesaban mi ruta las había recorrido alguna vez,
cuando, hastiado de andar siempre el mismo camino para ir a la escuela, daba inexplicables rodeos.
Cuando llegué a mi destino, después de constatar varias veces la dirección toqué el timbre con
un poco de temor, con ese miedo humillante del que teme importunar lo desconocido. Esperé un
tiempo suficientemente largo como para tener la certeza de que debía llamar nuevamente y luego
retirarme. Oprimí el botón. La casa de un gris soleado (seguramente alguna vez fue verde-malva), se
elevaba a una distancia de la verja y mostraba sus tres pisos que parecían deshabitados. Me disponía a
retirarme pero una de las ventanas del tercer piso se encendió con una luz pálida, recortando la figura
de una muchacha que posiblemente intentaba mirarme. Luego, a su lado, apareció otra silueta que
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recorrió un poco más el visillo semitransparente que cruzaba diagonalmente el marco. Era lógico
suponer que trataban de reconocerme. Yo no hice ningún movimiento, y mientras esperaba que
tomaran alguna decisión, pude observar parte del tumbado, sin poder distinguir su color. Después de
un instante, la segunda imagen, que parecía ser de una mujer madura, soltó el visillo y cayó nueva-
mente hasta su posición original. La muchacha, cuyas facciones apenas podía distinguir, continuaba
mirándome. Poco después la puerta de la casa se abrió, y una anciana se dirigió a mí, lentamente,
atravesando el terreno yermo que nos separaba y que daba la impresión de haber sido alguna vez
jardín. Se detuvo casi a un par de metros y me preguntó qué era lo que deseaba. Trastabillando le
respondí que tenía una carta para la dueña de la casa y que mi madre me había encargado entregarla.
Secamente me preguntó quién era mi madre, y cuando le respondí movió la cabeza y se acercó hasta
la reja. Cuando le entregué el sobre a través de las barras, aún temeroso y desconcertado, miré hacia
arriba y la muchacha me seguía observando. Recién entonces me sentí ridículo de mi facha; el sacón
de mi abuelo me chorreaba por los hombros y me daba, seguramente, una apariencia miserable. La
anciana que tenía un aire extraño (quizá ahora lo calificaría entre decadente y aristocrático), giró
suavemente y sin pronunciar las palabras que esperaba íntimamente, penetró en la casa. Respiré
profundamente y me sentí avergonzado de esa actitud tan parecida al desprecio, de esa actitud que
me hacia sentir culpable, como si yo hubiera sido el responsable de que la anciana me hubiera
ignorado.
En la ventana continuaba la muchacha, mirándome como si hubiera querido convencerme de
que no la había soñado. De pronto la luz se encendió y la vi; me miraba nuevamente, como la
primera vez.
Debido a la claridad que todavía dibujaba las cosas, pude captar su imagen con mayor nitidez;
realmente era el ser más hermoso que jamás había visto en la tierra. Pero a pesar de la agitación de mi
alma me di cuenta que ella había estado en la ventana antes que se encendiera la luz y que me
observaba mucho antes de lo que yo creía. Entonces no le interesaba; entonces, quizá me había
reconocido.
La noche hizo que poco a poco sus rasgos fueran tornándose más difusos; en cambio su
silueta se hacia más clara a contraluz. Esa noche supe que mi vida sin ella no tenía razón de ser, y
tuve la certeza de que también ella sentía algo por mí; si no ¿qué motivo la hubiera mantenido allí, fija
a la ventana?
No sé cuanto tiempo nos quedamos así, mirándonos fijamente, y sólo la conciencia de haber
burlado a mi madre enturbió un poco mi felicidad. Le hice una seña con la mano y me alejé
rápidamente, satisfecho y temeroso.
Y ocurrió más o menos como me lo imaginaba; mi madre me esperaba llorosa y preocupada.
¿Cómo explicarle todo? Jamás tendría la temeridad de confesarle mis sentimientos. Sé que mi silencio
le dolió, porque le sugerí dudas como llagas. Pero todo era compensado por el recuerdo de ella, de
ella, cuyo nombre ignoraba, aunque así, amándonos de lejos, podíamos llamarnos como nuestra
ansiedad nos lo dictaba. Por eso la huida se repitió varias veces, sabiendo que enfrentaba la ira y el
dolor de mi madre, que, aunque nunca explotaba, se iba marcando en su rostro en una expresión de
indefinido desencanto que yo quería evitar o por menos atenuar, en un intento de reducir la cantidad
de invalorables minutos de la pequeña eternidad de verla, parado frente a su ventana, que casi con
precisión se encendía cuando yo llegaba.
Sin embargo llegó el momento en que sentí un impulso recóndito. El verla alimentaba mi
esperanza de tocarla y de besarla alguna vez. Porque estaba seguro de que ella me amaba; ya no podía
caber duda. Entonces traté de buscar la oportunidad de entrar en la casona, pero sabía que eran muy
remotas las posibilidades de lograrlo. Sabía que ella languidecía en la ventana todos los atardeceres y
que esperaba de mi alguna iniciativa. No podía defraudarla.
Y una tarde la luz no se encendió, y a partir de entonces mi alma empezó a desfallecer, aún
cuando sabía que ella continuaba allí, pegada a la ventana, esperando que yo hiciera algo. Esto me
decidió a vencer el temor a que mi madre se diera cuenta de todo lo que ocurría y a preguntarle, con
cautela y muchos rodeos, sobre aquella anciana a quien llevé la carta una noche de llovizna. Y ella,
como si hubiera tenido conciencia plena de la trascendencia de sus palabras, me contó que sabía que
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Anexo
ENSAYOS ACADÉMICOS
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y ser parte de la “moda”. Se entiende, entonces, que para ser una persona inmoral o antiética uno
tiene que ser libre de elegir, asumir y aceptar conscientemente la inmoralidad o lo antiético de sus
acciones.
Por consiguiente, una persona es antiética cuando se traiciona a sí misma, habiéndose
planteado antes un código ético personal en diálogo con los códigos éticos de su región. Esto sucede
cuando las personas son influenciadas por los medios, a pesar de que tienen conocimiento de los
impactos que genera un producto. Es entonces que las personas debe estar concentrada en buscar y
entender cómo adquirir cosméticos sin que se vea afectada su ética ambiental, aquella que busca
conservar las funciones de la naturaleza y de quienes viven en ella. Ésta, considerando que contamos
con un rápido acceso a la información, también puede verse favorecida (tras informarse sobre el
verdadero origen de los productos). Sin embargo, es más fácil afectar la ética ambiental cuando la
sociedad y los humanos se encuentran altamente dominados por el avance tecnológico y científico, el
cual genera en muchas personas una constante búsqueda de emprendimientos e innovaciones en
inventos de productos que solucionen ciertos defectos o que otorguen “estilo” a otras. De esta
forma, muchas empresas, despiertan una necesidad que anteriormente no existía (BELFORT, 2013).
Las personas y los medios son influenciados por las estrategias de marketing que cada
empresa usa para hacer creer a las personas que “necesitan” su producto. Esta técnica, llevada a cabo
por las marcas más exitosas, se denomina “crear necesidades y deseos”, como lo es referenciado por
muchos renombrados especialistas en Mercadotecnia. Esta estrategia, incluso referenciada en
películas como El Lobo de Wall Street, pretende generar en las personas una necesidad que, antes de
haber salido el producto a la venta, aún no existía. Esto sucede por ejemplo en productos como los
delineadores “resistentes al agua”, champús “que quitan la caspa”, labiales “de larga duración” entre
otros. Adicionalmente, algunas personas consumen un producto porque es de “buena marca”, sin
conocer el impacto que genera al consumirlo. Las empresas disfrazan el crudo origen de estos
productos con su “reconocida” marca, porque no muestran qué procedimientos pasó su producto;
desde la obtención de la materia prima, hasta que llega a las manos de su comprador. Generalmente,
al momento de adquirir un producto, las personas no están enteradas de que su compra involucra un
daño irreparable a un ecosistema u otro ser vivo, tal como sucede en el mercado de la cosmética. En
este último la experimentación en animales, en el proceso de fabricación y validación de un producto
se convirtieron en una práctica “normal” para grandes marcas como Head & Shoulders, Victoria´s
Secret, Revlon, M.A.C. y otras.
Muchas empresas cosméticas experimentan en animales como chimpancés, conejos, cerdos y
otros mamíferos, con productos de belleza e higiene como maquillaje, cremas, dentífricos, perfumes
y otros. Es así que los animales de laboratorio se encuentran constantemente expuestos a
procedimientos sucesivos con cada producto. De esta forma, las grandes empresas comprueban que
sus productos de belleza o de cuidado personal “ideal” no generan irritaciones en la piel, lesiones
cutáneas, envenenamiento, mutaciones, cáncer o daño genético embrionario. Es decir, realizan estas
pruebas hasta lograr que los animales dejen de sufrir estas consecuencias, logrando inventar
productos “que satisfacen una necesidad” de manera completamente segura para los humanos. Sin
embargo, cuando las personas adquieren productos de belleza de “marca” no sólo pueden afectar a
animales usados para experimentación, sino que también se suman a un desequilibrio ecológico. Por
ejemplo, cuando las personas “necesitan” comprar un champú que “aclare el cabello en base a miel”,
influyen a la pérdida de diversidad tanto en fauna como en flora de un lugar. Esto se da porque la
pérdida de abejas significa una pérdida de alto riesgo de otros seres vivos y la humanidad. Sin las
abejas, se perdería el 90% de las plantas que sembramos. Gracias a las abejas los ecosistemas se
mantienen en equilibrio. Estas, mediante la polinización, otorgan los alimentos que otros seres vivos
necesitan. Como decía Einstein, “No más abejas; no más polinización; no más plantas; no más
animales; no más hombre”.
Las personas mal informadas que se dejan llevar por las estrategias de marketing de las
empresas son las más vulnerables de ser antiéticas. Esto, sobre todo, si se tiene una línea de
pensamiento ético biocentrista o ecocentrista. La línea de pensamiento biocentrista generalmente
pertenece a personas vegetarianas, veganas o simplemente a personas sensibles al maltrato animal.
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Mientras que la línea ecocentrista pertenece a aquellas personas que buscan preservar los ecosistemas.
Las personas bien informadas que conocen el crudo origen de los productos que desean comprar,
optan por hacer “el bien” cuando adquieren alternativas que satisfacen la misma necesidad, sin
alejarse de su línea ética. Es decir, cuando las personas realizan una profunda reflexión respecto a su
ética y su manera de consumir son capaces de elegir marcas que no atenten contra su ética ambiental.
De esta forma, las personas pierden indirectamente su identidad cuando podrían ser mucho más
responsables a la hora de comprar. Con la cantidad de información que tenemos en la actualidad,
podrían pensar y decidir las cosas por sí mismas y con criterio en lugar de dejarse llevar hacia la
dirección que las grandes empresas quieren que vayan.
Los seres humanos tienen una tendencia biocentrista porque son capaces de sentir empatía
por lo similar a ellos, como los mamíferos. Por estos motivos, antes de consumir un producto se
debe analizar y tomar en cuenta que estos seres vivos cuentan con un sistema nervioso, sentimientos
de amor y deseos de libertad como el de los humanos. No existen motivos que justifiquen que los
animales deban pagar para que los humanos puedan satisfacer sus nuevas “necesidades”. A su vez,
los seres humanos tienen una tendencia ecocentrista porque un desequilibrio ecológico es capaz de
afectar a otros seres humanos y animales que habitan en él. Lastimosamente, todos los cosméticos
que usamos a diario para satisfacer nuestra “creada necesidad” son vectores de contaminación.
Todos los productos generan basura al momento de desechar los envases, así como residuos
químicos durante su fabricación. La industrialización está aportando con contaminantes que poco a
poco están acabando con la vida de muchas especies, incluida la de los humanos. La Organización
Mundial de la Salud registra 7 millones de muertes cada año debido a la contaminación del planeta.
Además de todo lo ya degradado por el hombre, se hace cada vez más difícil la recuperación natural
del agua, el suelo y el aire. A esto se suma el deterioro de la capa de ozono, el cual permite un
acelerado calentamiento del planeta, ocasionando catástrofes naturales, así como la pérdida de la
biodiversidad, entre otras consecuencias.
Para evitar ser partícipes de este acelerado deterioro del planeta entra en juego la ética del
consumo de cada individuo. Esta es la capacidad que cada uno de nosotros debe tener para juzgar un
producto antes de consumirlo. Esta, a su vez incluye la búsqueda de argumentos respecto a formas
más éticas de consumo para satisfacer cierta necesidad. En Internet, a través de fuentes primarias de
información, podemos encontrar listas de marcas que realizan o no experimentación en animales.
También podemos adquirir productos que generen una economía circular; es decir, que los residuos
que un producto generan sean reciclados y reutilizados. Por ejemplo, “Natura”, además de
comercializar cosméticos veganos, otorga el servicio de rellenar los envases. Al cambiar una marca
por otra y consumir en base a lo que realmente se necesita, sin ser influenciados por nada ni nadie,
una persona mantiene su identidad y presenta una ética ambiental. Esto es muy necesario en la
sociedad. Si cada persona empezara a consumir, sin ser influenciada por la sociedad y los medios
(considerando que los cosméticos no nos definen como personas), se formaría una sociedad que
valora a cada quien por lo que en realidad vale; su manera de accionar responsablemente con el
medio ambiente y los seres vivos en él, una sociedad con ética ambiental.
Referencias:
EUROPEAN COMMISSION (2013) «Seventh Report on the Statistics on the Number of Animals used for
Experimental and other Scientific Purposes in the Member States of the European Union.» Obtenido el 23 de
octubre del 2017, de
http://eur-lex.europa.eu/resource.html?uri=cellar:e99d2a56-32fc-4f60-ad69-
61ead7e377e8.0001.03/DOC_1&format=PDF
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PETA LATINO (2015). «12 marcas de productos de belleza que creías que eran libres de crueldad (pero no lo
son).» Obtenido el 20 de octubre del 2017, de: https://www.petalatino.com/blog/marcas-de-belleza-
que-creias-libres-de-crueldad/
TRENDS, G. (2004, Septiembre 01). Google Trends. «Comparación búsqueda de la palabra "Maquillaje" con
la palabra "Medio Ambiente"». Obtenido el 25 de octubre del 2017 de:
https://trends.google.com/trends/explore?date=all&q=makeup,environment
El arte es un elemento intrínseco en cada sociedad, debido a que nace junto con la misma o se crea
por algún motivo, convirtiéndose en algo que forma parte de su cultura. Una de las características de
Bolivia es la riquísima fuente artística que brindan las múltiples culturas que forman parte del Estado.
Es verdad que el arte que forma parte de nuestra historia, de nuestras culturas y el de otros países es
valorado. Es comúnmente visto en nuestra sociedad cómo idolatran a los artistas extranjeros que
incluso hasta muestran más que nosotros mismos la cultura boliviana ya sea en danza, música,
esculturas, etc. Las personas que recrean el arte en Bolivia no son reconocidas con el mismo valor,
incluso el producto que estos artistas bolivianos crean son más valorados y dejan de lado el
reconocimiento que merece el autor. El hecho de ser artista en Bolivia es considerado simplemente
como hobby, es un prejuicio limitante que ha transcurrido a través de muchas generaciones hasta la
actualidad. El cambio de este pensamiento “histórico” existente en nuestra sociedad incrementaría la
cantidad de artistas bolivianos. El apoyo a los mismos y el reconocimiento de su carrera como
profesión sería un gran paso para Bolivia, pues se generaría un gran desarrollo cultural, axiológico y
económico en nuestro país.
El arte es normalmente cualquier actividad que tiene como fin producir cosas o momentos
que transmitan pensamientos o emociones a través de la estética usando una variedad de recursos. En
Bolivia nos enorgullecemos por tener los recursos suficientes para producir esta finalidad. Mas este
orgullo se ve plasmado solamente en las personas que han pasado por toda una serie de
complicaciones que la sociedad inconscientemente impone al no apoyar a aquellas personas que
intentan surgir y mostrar las capacidades que tienen. Este es un hecho normal en nuestra
circunstancia, pues la tan conocida frase “De músico te vas a morir de hambre” es un prejuicio social
que afecta no solo a los músicos sino a todos, ya sean bailarines, actores, pintores, etc. El mismo que
viene escuchándose desde hace muchos años. Un punto fuerte es que el arte es un instrumento
importante en el desarrollo humano y económico dentro de una sociedad, pero en Bolivia no es
tomado en cuenta.
Todos apreciamos los productos que nos brinda el arte, sin tomar en cuenta el arduo trabajo
que se necesita para conseguir este producto. Este trabajo “detrás de escenas” además de implicar
mucho esfuerzo físico, requiere coordinación, trabajo en equipo, disciplina y muchas cosas más que
se trabajan conformando así artistas competentes en su campo. Estas son características que forman
la personalidad de un artista, las mismas que deberían ser tomadas en cuenta desde un inicio para
apoyar a todas las personas interesadas en potenciar sus habilidades. El apoyo es el primer paso para
que se dé el incremento de artistas en Bolivia, el mismo que impulsaría valores humanos básicos que
se han ido perdiendo como el respeto personal e interpersonal, la disciplina, la voluntad y la
paciencia. Si estos valores son inculcados en nuestra realidad, generaría un gran cambio y el arte es
una forma innovadora y practica de aplicación. Esto crearía una relación de convivencia más sana y
llevadera con la que se podría implementar nuevas reformas laborales que favorezcan al país.
Estas nuevas reformas laborales incluirían consigo la exigencia que se tiene en otros ámbitos.
Requiere de personas formadas íntegramente que sean competentes para su trabajo. Esta visión se
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encuentra totalmente obstruida dentro de lo que conocemos. Pues apoyar el campo artístico abriría
muchas puertas en el campo laboral, fortalecería e incrementaría los vínculos internacionales que
tiene el país contribuyendo al desarrollo económico de Bolivia. Esta ampliación se vería reflejada en
el incremento de trabajo que se proporcionaría a los ciudadanos. Al mismo tiempo se invertiría este
nuevo espacio laboral dentro de la sociedad para fortalecer el turismo boliviano, convirtiéndose el
arte en una plataforma generadora de ingresos importantes para el Estado. Con el paso del tiempo
este desarrollo artístico dentro de la sociedad además de auto sustentarse, llegaría a impulsar los
cambios con relación al crecimiento del país. Un aporte significativo para este proceso de desarrollo
es el porcentaje de vínculos internacionales que incrementarían los ingresos nacionales y el
reconocimiento y valoración del arte y de los artistas bolivianos.
Todo el desarrollo nacional que fue especificado anteriormente, está estancado por culpa no
solo del Estado, sino de la sociedad boliviana. Al no fomentar nosotros mismos el arte en nuestras
vidas, este recurso humano queda eliminado de la sociedad y por lo tanto el Estado no nota que
existe esa necesidad en el país. Si este atributo artístico fuera inculcado desde la niñez, ser artista ya
no sería algo imposible en Bolivia como lo es ahora, sería solamente una cuestión de decisión. No
sería necesario salir del país para que reconozcan la capacidad que aquellas personas tienen para hacer
arte, pues esta noción estaría inmersa en el pensamiento de la sociedad. Es preciso que todos nos
demos cuenta de que hay muchas cosas que son igual de apasionantes que el fútbol para la mayoría
de los bolivianos. Que al igual que tenemos una selección boliviana de fútbol conformada por
grandes deportistas y es muy alentada, podemos tener elencos nacionales establecidos en diferentes
áreas como baile, teatro, música, etc.; pues tenemos artistas, solo hace falta integrarlos como grandes
profesionales dentro de la sociedad.
Existe todo un desarrollo previo a la integración de artistas en la sociedad. La valorización
que debe nacer de parte de las personas, haría que el incremento de artistas en Bolivia fuera notable,
si el prejuicio que viene desde nuestros antepasados cambiara. Para realizar este cambio es necesario
que el arte sea apoyado e impulsado de la misma manera que se hace con otros campos. El
crecimiento de esta industria dentro de nuestro país debe partir de la sociedad que lo conforma, el
Estado que lo guía y el apoyo mutuo que debe existir entre bolivianos. Este apoyo no tiene por qué
surgir solamente cuando algún nacional es reconocido en el extranjero sino ser capaces de estar
orgullosos de lo que tenemos, de lo que podemos hacer y de lo que somos. Ese es el patriotismo que
deberíamos presumir, la capacidad de lucha que debemos fomentar entre nosotros para salir adelante
y cumplir las metas que deseemos alcanzar. El arte es un buen inicio para generar este impulso, pues
es uno de los muchos valores que lo caracteriza. Estos valores son los que unen lazos fuertes dentro
del mundo artístico, que deben ser introducidos también en la sociedad boliviana para que la
hostilidad y egoísmo que es tangible día a día reduzca y logremos crear una mejor convivencia.
Inculcar el arte en la sociedad podría ser un punto de partida para el cambio que todos esperamos.
El arte en este punto, al igual que cualquier persona en su vida, necesita una motivación para
lograr cosas grandes. Esto hace referencia a que este incremento de artistas, generaría una
convivencia más sana dentro de la sociedad e impulsaría el desarrollo económico del país. En ese
sentido el arte también debe ser sostenible para las personas. Es por eso que, darle valor profesional
real al arte estimularía y enriquecería el nivel cultural y artístico boliviano. El prejuicio que hay sobre
los artistas seria eliminado, pues tendrían un reconocimiento académico que les abriría las puertas a
muchas oportunidades. Es decir que en vez de escuchar “aparte de bailar tienes que hacer algo que te
de plata” por ejemplo, se fomentaría el esfuerzo que hacen los artistas y los logros que aquellas
personas apasionadas tienen y pueden llegar a tener. Bolivia está en un constante proceso de obtener
profesionales competentes que contribuyan al futuro del país, este reconocimiento profesional
ayudaría a llegar a dicho fin. Tener artistas reconocidos profesionalmente dentro de Bolivia
contribuiría no solo económicamente, sino mejorando la calidad humana de la sociedad boliviana.
Al fomentar el desarrollo y crecimiento de artistas dentro de la sociedad boliviana, las
personas tendrían más interés por incluirse en la cultura del arte. Esta inclusión haría que las personas
indaguen más respecto a las características que definen a un artista. Al igual que en otras cosas,
aparecerían novedades que despertarían la curiosidad de la sociedad y seria reconocido todo el
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esfuerzo que se pone al arte, tanto en forma como en contenido. El contenido abstracto que lleva
cada campo artístico a su manera sería mejor comprendido y aceptado por las personas. Se
reconocería el trabajo preparatorio que implica ser artista para mostrar la belleza plasmada en
escenario. Y aún más importante, mediante esta empatía que se iría generando dentro de la sociedad,
la calidad humana mejoraría. Las personas serían más sensibles y sensitivas, el egoísmo tangible
actualmente reduciría de manera notable. Todo arte siempre trata de plasmar valores que muy pocas
veces son aplicados en lo cotidiano dentro de nuestro país. El arte es un medio de comunicación y
aprendizaje inspirador que realmente haría un cambio en nuestra realidad.
La cultura boliviana es amplia en conocimientos, historia y arte. El país es muy conocido por
su recorrido histórico, el mismo reconocimiento que se debe brindar al campo artístico actual que
existe en la sociedad. El desarrollo del país en lugar de enfocarse prioritariamente en los campos
científicos y deportivos, podría equilibrar la desigualdad que existe dentro de Bolivia con respecto al
arte. Es necesario que esta escasez artística sea preocupación de todo el pueblo boliviano, pues la
unión es la única manera de manifestar los intereses o necesidades que tiene nuestra sociedad. El
incremento y valoración del arte como tal es una necesidad dentro de nuestra sociedad para un
crecimiento humano en valores, éticos y morales que mejoren la calidad de personas y la convivencia
social en Bolivia. Esta necesidad debe ser saciada a partir de un cambio de mentalidad en los
bolivianos. De esa manera lograr que el Estado apoye de igual manera a los artistas bolivianos,
dándoles el reconocimiento que se merecen y así contribuir al desarrollo económico y social del cual
están tan pendientes. Actualmente es bastante usual escuchar que el cambio está en nuestras manos,
pues es verdad. Bolivia es nuestra realidad y el desarrollo corre por nuestra cuenta.
BIBLIOGRAFÍA
HERRERO PRIETO, Luis. 2015. “Contribución de la cultura y las artes del desarrollo económico
regional”. Universidad autónoma de México. (Sistema de información Científica Redalyc.). Obtenido
el 7 de abril de 2018, de
https://scholar.google.es/scholar?hl=es&as_sdt=0%2C5&q=la+contribucion+de+la+cultura+y+la
s+artes+al+desarrollo+economico&btnG=
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