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CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA


Y LAS SOCIEDADES DE VITA APOSTÓLICA

«COR ORANS»
INSTRUCCIÓN APLICATIVA DE LA CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA “VULTUM DEI QUAERERE”
SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA

INTRODUCCIÓN

Corazón orante, guardián de gratuidad, riqueza de fecundidad apostólica y de una


misteriosa y mulRforme sanRdad, es la vida contemplaRva femenina en la Iglesia. Ésta
conRnúa enriqueciendo a la Iglesia de Cristo con frutos de gracia y misericordia[1].

Con la mirada orientada hacia esta forma especial de seguimiento de Cristo, el Papa Pío
XII, el 21 de noviembre de 1950, publicaba la ConsRtución Apostólica Sponsa Chris,
Ecclesia[2] dirigida a la vida monásRca femenina. En dicho documento, el Romano
Pon`fice reconocía los monasterios de monjas como auténRcos monasterios
autónomos[3] y apoyaba el nacimiento de las Federaciones[4] como estructuras de
comunión que ayudasen a superar el aislamiento de los monasterios. Todo ello con el fin
de favorecer la conservación del carisma común y la colaboración en la ayuda recíproca
manifestada de diversas formas, dando indicaciones para la accommodata renova,o[5] de
aquello que se llamaba InsRtuto de las monjas, sobre todo acerca del tema de la
clausura[6]. De hecho, el Papa Pío XII anRcipaba para los monasterios de vida
contemplaRva lo que el Concilio VaRcano II pediría algunos años más tarde a todos los
InsRtutos religiosos[7].

Como recordaba el Papa Pío XII al inicio de la ConsRtución Apostólica —que casi como
introducción histórica, señala en sus partes esenciales las varias fases de la vida
consagrada femenina en la Iglesia[8]—, la intención y el proyecto de los fundadores,
autorizados por la competente autoridad de la Iglesia, a través de los siglos, ha
embellecido a la Iglesia, Esposa de Cristo, con una mulRtud de carismas, modelando
varias formas de vida contemplaRva en diversas tradiciones monásRcas y diferentes
familias carismáRcas[9].

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La especificidad del documento, que trataba sobre la disciplina/normaRva común del


InsRtuto de las monjas, del monasterio autónomo y de la Federación entre monasterios
autónomos, ha dado larga vida a la ConsRtución Apostólica Sponsa Chris, Ecclesia, que ha
estado en vigor incluso después de la celebración del Concilio VaRcano II y la
promulgación del Código de Derecho Canónico, hasta el presente.

En efecto, el Papa Francisco, al promulgar el 29 de junio de 2016 la ConsRtución


Apostólica Vultum Dei quaerere, para ayudar a las contemplaRvas a alcanzar el fin propio
de su vocación específica, ha invitado a reflexionar y a discernir sobre los contenidos
precisos[10] relacionados con la vida consagrada en general y con la tradición monásRca
en parRcular, pero no ha querido abrogar la Sponsa Chris, Ecclesia que sólo ha sido
derogada en algunos puntos[11]. Por ello, los dos documentos ponRficios se han de
considerar como normaRva en vigor para los monasterios contemplaRvos y deben ser
leídos con una visión unitaria.

El Papa Francisco, en la línea de cuanto ha enseñado el Papa Pío XII y recordado el


Concilio Ecuménico VaRcano II, quiso presentar en la Vultum Dei quaerere el intenso y
fecundo camino que la Iglesia misma ha recorrido en las úlRmas décadas, a la luz de las
enseñanzas del Concilio y considerando las cambiantes condiciones socio-culturales[12].

Por lo tanto, desde el momento que los InsRtutos totalmente entregados a la


contemplación Renen siempre un siRo eminente en el cuerpo mísRco de Cristo “aun
cuando sea urgente la necesidad de un apostolado de acción, los miembros de estos
Ins,tutos no pueden ser llamados para que presten colaboración en los dis,ntos
ministerios pastorales”[13].

Por mandato del Santo Padre[14], la Congregación para los InsRtutos de vida consagrada y
las Sociedades de vida apostólica ha redactado la presente Instrucción aplicaRva de la
ConsRtución Apostólica Vultum Dei quaerere, entregada “a la Iglesia, con par,cular
atención a los monasterios de rito la,no”[15], Instrucción que quiere aclarar las
disposiciones de la ley, desarrollando y determinando los procedimientos para
ejecutarla[16].

NORMAS GENERALES

1. Con el nombre de monjas, según lo establece el derecho, se consideran, además de las


religiosas de votos solemnes, también a las que en los monasterios profesan votos
simples, tanto perpetuos como temporales. La Iglesia, entre las mujeres consagradas a
Dios mediante la profesión de los consejos evangélicos, consigna sólo a las monjas el
compromiso de la oración pública, que en su nombre eleva a Dios, como comunidad
orante en el Oficio divino que se ha de celebrar en coro.

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2. Al legíRmo nombre de monjas no se opone 1) la profesión simple emiRda


legíRmamente en los monasterios; 2) la realización de obras de apostolado inherentes a la
vida contemplaRva por insRtución aprobada y confirmada por la Santa Sede para algunas
Órdenes, como por legíRma prescripción o concesión de la Santa Sede a favor de algunos
monasterios.

3. Todos los monasterios en los cuales se emiten sólo votos simples pueden solicitar a la
Santa Sede la restauración de los votos solemnes.

4. La forma parRcular de vida religiosa que las monjas Renen que vivir fielmente, según el
carisma del propio InsRtuto y a la cual son desRnadas por la Iglesia, es la vida
contemplaRva canónica. Con el nombre de vida contempla,va canónica no se hace
referencia a la vida interior y teológica a la que se invita a todos los fieles en virtud del
bauRsmo, sino a la profesión externa de la disciplina religiosa que, tanto a través de
ejercicios de piedad, oración y morRficación, así como por las ocupaciones que las monjas
han de atender, está tan orientada a la contemplación interior que toda la vida y toda la
acción puedan fácilmente y eficazmente verse impregnadas por el deseo de la misma.

5. Por Santa Sede en la presente Instrucción se enRende la Congregación para los


InsRtutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica.

6. Con el nombre de monasterio sui iuris se enRende a la casa religiosa de la comunidad


monásRca femenina que, reuniendo los requisitos para una real autonomía de vida, ha
sido legíRmamente erigida por la Santa Sede y goza de autonomía jurídica, según lo
establecido por el derecho.

7. Con el nombre de Federación de monasterios se designa a una estructura de comunión


de varios monasterios autónomos del mismo InsRtuto, erigida por la Santa Sede que
aprueba sus Estatutos, para que al comparRr el mismo carisma los monasterios federados
superen el aislamiento y promuevan la observancia regular y la vida contemplaRva.

8. Con el nombre de Asociación de monasterios se designa a una estructura de comunión


de varios monasterios autónomos del mismo InsRtuto erigida por la Santa Sede para que,
comparRendo el mismo carisma, los monasterios asociados colaboren entre ellos según
los Estatutos aprobados por la Santa Sede.

9. Con el nombre de Conferencia de monasterios se enRende una estructura de comunión


entre monasterios autónomos, pertenecientes a InsRtutos disRntos y presentes en una
misma región, erigida por la Santa Sede que aprueba sus Estatutos, con el fin de promover
la vida contemplaRva y favorecer la colaboración entre los monasterios en contextos
geográficos o lingüísRcos parRculares.

10. Con el nombre de Confederación se enRende una estructura de conexión entre


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Federaciones de monasterios, erigida por la Santa Sede, que aprueba sus Estatutos, para
el estudio de temas relacionados con la vida contemplaRva según el mismo carisma, para
dar una orientación unitaria y una cierta coordinación a la acRvidad de cada
Federación[17].

11. Con el nombre de Comisión Internacional se enRende un órgano centralizado de


servicio y de estudio en beneficio de las monjas de un mismo InsRtuto, erigido o
reconocido por la Santa Sede que aprueba sus Estatutos, para el estudio de temas
relacionados con la vida contemplaRva según el mismo carisma[18].

12. Con el nombre de Congregación monás,ca se enRende una estructura de gobierno,


erigida por la Santa Sede, de varios monasterios autónomos del mismo InsRtuto, bajo la
autoridad de una Presidenta, que es Superiora mayor en virtud del derecho[19], y de un
capítulo general, que en la Congregación monásRca es la suprema autoridad, según lo
establecido por las ConsRtuciones aprobadas por la Santa Sede.

13. Lo establecido por la presente Instrucción para la Federación de monasterios es


igualmente válido también para la Asociación de monasterios y para la Conferencia de
monasterios, teniendo en cuenta su especial naturaleza y los Estatutos propios, aprobados
por la Santa Sede.

14. Cuanto establece la presente Instrucción para la Federación de monasterios se aplica


congrua congruis referendo a la Congregación monásRca femenina, salvo que el derecho
universal y propio no dispongan de otra manera o no resulte otra cosa del contexto o de la
naturaleza de las cosas.

CAPÍTULO PRIMERO
EL MONASTERIO AUTÓNOMO

15. El monasterio sui iuris es una casa religiosa que goza de autonomía jurídica: su
superiora es una Superiora mayor[20], su comunidad está establemente consRtuida por el
número y la calidad de los miembros, según lo establecido por el derecho es sede del
noviciado y de formación, goza de personalidad jurídica pública y sus bienes son bienes
eclesiásRcos.

16. La Iglesia reconoce a cada monasterio sui iuris una justa autonomía jurídica, de vida y
de gobierno, mediante la cual la comunidad monásRca puede gozar de una disciplina
propia y ser capaz de conservar su índole y tutelar su idenRdad[21].

17. La autonomía del monasterio favorece la estabilidad de vida y la unidad interna de la


comunidad, garanRzando las condiciones necesarias para la vida de las monjas, según el
espíritu y el carácter propio del InsRtuto al que pertenece[22].

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18. La autonomía jurídica de un monasterio de monjas, para poder obtenerla, debe


comportar una real autonomía de vida, es decir la capacidad de gesRonar la vida del
monasterio en todas sus dimensiones (vocacional, formaRva, de gobierno, relacional,
litúrgica, económica…). En ese caso un monasterio autónomo es vivo y vital[23].

19. Un monasterio de clausura, como toda casa religiosa, se erige teniendo en cuenta la
uRlidad de la Iglesia y del InsRtuto[24].

I. La fundación

20 La fundación de un monasterio de monjas, teniendo presente lo establecido en el n. 39


de la presente Instrucción, puede realizarse por parte de un monasterio en parRcular o a
través de la Federación, según lo establezca la Asamblea Federal.

21. La fundación por parte de un monasterio en parRcular debe ser expresión de la


madurez de la comunidad de un monasterio autónomo vivo y vital, que da vida a una
nueva comunidad capaz de ser, a su vez, tesRgo de la primacía de Dios, según el espíritu y
la índole del InsRtuto al que pertenece.

22. La fundación por iniciaRva de la Federación debe ser expresión de la comunión entre
los monasterios y expresar la voluntad de difundir la vida contemplaRva, sobre todo en las
Iglesias parRculares donde la misma no está presente.

23. En el discernimiento sobre la fundación de un nuevo monasterio por parte de otro


monasterio intervienen, con el fin de ayudar a la superiora del monasterio fundador, la
Presidenta federal y el Asistente religioso. El discernimiento sobre la fundación de un
nuevo monasterio por parte de la Federación se realiza en el ámbito de la Asamblea
Federal.

24. La posibilidad de fundar un monasterio de clausura debe ser prudentemente


considerada, sobre todo si la fundación se realiza por iniciaRva de un solo monasterio,
para que no se debilite demasiado la comunidad fundadora, examinando atentamente la
elección del lugar, porque tal elección implica una forma de preparación, disRnta y
parRcular, de la fundación y de los miembros de la futura comunidad.

25. Al elegir el país en el cual se quiere hacer la fundación se debe considerar si la vida
monásRca ya está presente, se debe recoger todo Rpo de información necesaria y úRl,
sobre todo respecto a la presencia y vitalidad de la Iglesia Católica, sobre las vocaciones a
la vida consagrada, el senRdo religioso en la población y la posibilidad de futuras
vocaciones para la nueva fundación.

26. Al elegir el lugar de la fundación se deben asegurar las condiciones necesarias para
garanRzar a las monjas la posibilidad de un digno mantenimiento, poder llevar

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regularmente la vida contemplaRva en el monasterio[25] y favorecer las relaciones entre


los monasterios.

27. Al elegir el lugar de la fundación se debe prestar especial atención a las exigencias de
la vida sacramental y espiritual del nuevo monasterio, porque la escasez de clero en
algunas Iglesias parRculares no siempre permite elegir un presbítero que cuente con
competencia y sensibilidad espiritual para acompañar a la comunidad de un monasterio
de monjas.

28. Al elegir el lugar de la fundación se debe considerar y cuidar de manera especial la


cuesRón de la separación del mundo, teniendo en cuenta el tesRmonio público que las
monjas han de dar a Cristo y a la Iglesia en la vida contemplaRva, según la naturaleza y la
finalidad del InsRtuto al que pertenecen[26], en la disciplina de la clausura, prevista por el
derecho[27].

29. El monasterio de monjas se funda a parRr de una decisión capitular de la comunidad


de un monasterio autónomo o de una decisión de la Asamblea Federal y el envío de al
menos cinco monjas, tres de las cuales, por lo menos, de votos solemnes, previo
consenRmiento escrito del obispo diocesano[28] y la autorización de la Santa Sede.

30. La fundación no goza de autonomía alguna, sino que, hasta el momento de la erección
canónica como monasterio sui iuris, depende en todo del monasterio fundador o de la
Federación.

31. La superiora local de la fundación es una monja de votos solemnes, idónea para
ejercer el servicio de la autoridad, nombrada por la Superiora mayor del monasterio
fundador o por la Presidenta federal, conforme a la norma del derecho propio.

32. Las monjas de la fundación, que libremente deben adherir por escrito a tal proyecto,
manRenen los derechos capitulares en el propio monasterio pero quedan suspendidos en
su ejercicio hasta el momento de la erección del nuevo monasterio.

33. La Superiora mayor del monasterio fundador o la Presidenta federal puede solicitar a
la Santa Sede que la fundación sea erigida como sede de noviciado en presencia de una
comunidad de al menos cinco profesas de votos solemnes, asegurando la presencia de
una monja de votos solemnes, legíRmamente nombrada por la Superiora mayor del
monasterio fundador o por la Presidenta federal, que desempeñe la tarea de maestra de
novicias.

34. Si la fundación Rene lugar por iniciaRva de un solo monasterio, hasta el momento de
la erección como monasterio autónomo, las candidatas son admiRdas al noviciado, las
novicias a la profesión temporal y las profesas temporales a la profesión solemne por la
Superiora mayor del monasterio fundador, según la norma del derecho universal y propio.
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35. Si la fundación Rene lugar por iniciaRva de la Federación, hasta el momento de la


erección como monasterio autónomo, las candidatas son admiRdas al noviciado, las
novicias a la profesión temporal y las profesas temporales a la profesión solemne por la
Presidenta federal, con el consenRmiento del Consejo Federal, previa consulta a la
superiora local y a la comunidad de la fundación, según la norma del derecho universal y
de los Estatutos de la Federación.

36. La comunidad de la fundación no Rene capítulo conventual, sino un capítulo local; y


hasta el momento de la erección como monasterio autónomo, la profesión será emiRda
por el monasterio fundador —o por otro monasterio de referencia establecido por la
Presidenta federal en el momento de la fundación por parte de la Federación— pero con
vistas a la futura erección de un nuevo monasterio autónomo.

37. La fundación, si se erige el noviciado en su sede, se convierte en sede de formación


también para las profesas temporales, por lo tanto se debe asegurar la presencia de una
monja de votos solemnes, legíRmamente nombrada por la Superiora mayor del
monasterio fundador o por la Presidenta federal, que desempeñe la misión de formadora.

38. Se establece que el Rempo razonable entre la fundación y la erección de un


monasterio de clausura sea de quince años como máximo. Trascurrido ese período de
Rempo la Santa Sede, tras oír a la superiora del monasterio fundador, la Presidenta
federal, el Asistente religioso y el Ordinario competente, debe evaluar si existe una
esperanza fundada de conRnuar la fundación para llegar a la erección canónica del
monasterio o decretar la cancelación del mismo, según la norma del derecho.

II. La erección canónica

39. Un monasterio de monjas se erige como monasterio sui iuris por peRción de la
comunidad del monasterio fundador o por decisión del Consejo Federal con la licencia de
la Santa Sede[29] juntamente con los requisitos que siguen:

a) una comunidad que haya dado buen tesRmonio de vida fraterna en común con “la
necesaria vitalidad a la hora de vivir y transmi,r el carisma”[30], formada por al menos
ocho monjas de votos solemnes, “siempre que la mayoría no sea de avanzada edad”[31];

b) además del número se requieren capacidades especiales en algunas monjas de la


comunidad, que deben ser capaces de asumir: como superiora, el servicio de la autoridad;
como formadora, la formación inicial de las candidatas; como ecónoma, la administración
de los bienes del monasterio;

c) locales adecuados según el esRlo de vida de la comunidad, para garanRzar a las monjas
la posibilidad de llevar regularmente la vida contemplaRva según el carácter y el espíritu
propio del InsRtuto al que pertenecen;
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d) condiciones económicas que garanRcen a la comunidad la capacidad de proveer por sí


misma a las necesidades de la vida coRdiana.

Estos criterios han de considerarse en su globalidad y en una visión de conjunto[32].

40. Corresponde a la Santa Sede el juicio úlRmo de valoración sobre la presencia de


dichos requisitos, después de haber considerado atentamente la peRción transmiRda por
la Superiora mayor del monasterio fundador o por la Presidenta federal, y haber recogido,
por su parte, otras informaciones.

41. No se debe proceder a la erección de un monasterio de monjas si se prevé


prudentemente que no se podrá atender de manera adecuada a las necesidades de la
comunidad[33] y no se Rene certeza de la estabilidad del monasterio.

42. Teniendo presente el apostolado parRcular de las comunidades contemplaRvas con el


tesRmonio de su vida consagrada, que las monjas están llamadas a dar a Cristo y a la
Iglesia, y el lugar eminente que ocupan en el Cuerpo mísRco de Cristo, las monjas no
pueden ser llamadas a prestar ayuda en los diversos ministerios pastorales ni deben
aceptarlos.

43. La autonomía de vida, condición constante para mantener la autonomía jurídica, debe
ser constantemente verificada por la Presidenta federal[34], la cual, cuando en un
monasterio a su juicio falta la autonomía de vida, debe informar a la Santa Sede con vistas
al nombramiento de la Comisión ad hoc [35].

44. El monasterio autónomo está guiado por una Superiora mayor, designada según la
norma del derecho propio.

45. Cuando en un monasterio autónomo las profesas de votos solemnes llegar a ser cinco,
la comunidad de dicho monasterio pierde el derecho de elegir a su propia superiora. En
ese caso la Presidenta federal Rene que informar a la Santa Sede con vistas al
nombramiento de la Comisión ad hoc[36]; y quien Rene el derecho de presidir el capítulo
elecRvo, previa autorización de la Santa Sede, procederá a nombrar una superiora
administradora, después de oír a cada uno de los miembros de la comunidad.

46. El monasterio autónomo Rene la capacidad de adquirir, poseer, administrar y enajenar


bienes temporales, según la norma del derecho universal y propio[37].

47. Los bienes del monasterio autónomo son administrados por una monja de votos
solemnes, con el encargo de ecónoma, consRtuida según la norma del derecho propio y
disRnta de la Superiora mayor del monasterio[38].

48. La comunidad del monasterio considera los bienes que posee como dones recibidos
de Dios, por medio de los bienhechores y del trabajo de la comunidad, como medios
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de Dios, por medio de los bienhechores y del trabajo de la comunidad, como medios
necesarios y úRles para alcanzar los fines propios del InsRtuto al que pertenece,
respetando siempre las exigencias de la profesión del Consejo evangélico de pobreza
mediante voto público.

49. Son actos de administración extraordinaria aquellos que superan las exigencias
habituales para el mantenimiento y el trabajo de la comunidad y para el mantenimiento
ordinario de los edificios del monasterio.

50. En el ámbito de la administración ordinaria, hacen compras y realizan actos de


administración válidamente la Superiora mayor y la ecónoma del monasterio, en los
límites de su cargo.

51. Para los gastos y los actos de administración extraordinaria es necesaria la


autorización del Consejo del monasterio y del capítulo conventual según el valor de la
suma, que se ha de determinar en el derecho propio.

52. Derogado el can. 638, §4 CIC, para la validez de una enajenación y de cualquier otro
negocio a parRr del cual la situación patrimonial del monasterio podría sufrir un daño, se
pide, según el valor de la venta y del negocio, la autorización escrita de la Superiora mayor
con el consenRmiento del Consejo o del capítulo conventual y el parecer de la Presidenta
federal[39].

53. Si se trata de un negocio o venta cuyo valor supera la suma fijada por la Santa Sede
para cada región, o bien de donaciones ofrecidas por voto a la Iglesia o de cosas preciosas
por su valor histórico y ar`sRco, se requiere, además, la licencia de la Santa Sede.

III. La afiliación

54. La afiliación es una forma especial de ayuda que la Santa Sede establece en
situaciones parRculares a favor de la comunidad de un monasterio sui iuris que presenta
una autonomía sólo aparente, pero en realidad muy precaria o, de hecho, inexistente.

55. La afiliación se configura como una ayuda de carácter jurídico que debe evaluar si la
incapacidad para gesRonar la vida del monasterio autónomo en todas sus dimensiones es
sólo temporal o irreversible, ayudando a la comunidad del monasterio afiliado a superar
las dificultades o a disponer lo que sea necesario para suprimir dicho monasterio.

56. A la Santa Sede, en estos casos, le corresponde estudiar la posibilidad de consRtuir


una comisión ad hoc formada por el Ordinario, la Presidenta de la Federación, el Asistente
Federal y la Superiora mayor del monasterio[40].

57. Con la afiliación, la Santa Sede suspende el status de monasterio autónomo,

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haciéndolo donec aliter provideatur casa dependiente de otro monasterio autónomo del
mismo InsRtuto o de la Federación, según lo establecido en la presente Instrucción y en
otras posibles disposiciones a este respecto dadas por la misma Santa Sede.

58. La Superiora mayor del monasterio autónomo afiliante o la Presidenta federal se


convierte en la Superiora mayor del monasterio afiliado.

59. La superiora local del monasterio afiliado es una monja de votos solemnes, nombrada
ad nutum por la Superiora mayor del monasterio autónomo o bien por la Presidenta
federal[41], con el consenRmiento del respecRvo Consejo, después de oír el parecer de las
monjas de la comunidad del monasterio afiliado. Dicha superiora local se convierte en
representante legal del monasterio afiliado.

60. El monasterio afiliado puede acoger candidatas pero el noviciado y la formación inicial
se deben realizar en el monasterio afiliante o en otro monasterio establecido por la
Federación.

61. Las candidatas del monasterio afiliado son admiRdas al noviciado, las novicias a la
profesión temporal y las profesas temporales a la profesión solemne por la Superiora
mayor del monasterio afiliante, tras oír a la comunidad del monasterio afiliado y obtener
el voto favorable del capítulo conventual del monasterio afiliante, o bien por la Presidenta
federal con el consenRmiento de su Consejo.

62. La profesión se emiRrá para el monasterio afiliado.

63. Durante el Rempo de la afiliación, la economía de los dos monasterios se administra


por separado.

64. En el monasterio afiliado se suspende la celebración de los capítulos conventuales


pero permanece la posibilidad de convocar capítulos locales.

IV. El traslado

65. Por traslado se enRende el desplazamiento de una comunidad monásRca de su propia


sede a otra por una causa justa, sin modificar el status jurídico del monasterio, la
composición de la comunidad y las responsables de los diversos cargos.

66. Para realizar el traslado es necesario:

— obtener la decisión del capítulo conventual del monasterio tomada por mayoría de los
dos tercios de los votos;

— avisar con Rempo suficiente al obispo en cuya diócesis está establecido el monasterio

que se deja;
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que se deja;

— obtener el previo consenRmiento escrito del obispo de la diócesis donde se traslada la


comunidad de monjas;

— presentar la peRción de traslado a la Santa Sede, compromeRéndose a trasladar los


bienes de propiedad de la comunidad del monasterio observando las normas canónicas y
civiles correspondientes.

V. La supresión

67. La afiliación puede ser ocasión de recuperación y de resurgimiento cuando la


autonomía de vida está parcialmente debilitada. Si la situación de incapacidad se presenta
irreversible, la solución, dolorosa pero necesaria, es la supresión del monasterio.

68. Un monasterio de monjas que no logra expresar, según la índole contemplaRva y las
finalidades del InsRtuto, el especial tesRmonio público a Cristo y a la Iglesia Su Esposa, se
debe suprimir, teniendo presente la uRlidad de la Iglesia y del InsRtuto al cual pertenece
el monasterio.

69. A la Santa Sede en estos casos corresponde considerar la posibilidad de consRtuir una
comisión ad hoc formada por el Ordinario, la Presidenta de la Federación, el Asistente
Federal y la Superiora mayor del monasterio[42].

70. Entre los criterios que pueden contribuir a determinar un juicio respecto a la
supresión de un monasterio, después de haber analizado todas las circunstancias, deben
considerarse, en su conjunto, los siguientes: el número de monjas, la edad avanzada de la
mayor parte de los miembros, la capacidad real de gobierno y de formación, la falta de
candidatas desde hace varios años, la ausencia de la vitalidad necesaria al vivir y
transmiRr el carisma en una fidelidad dinámica[43].

71. Un monasterio de monjas es suprimido únicamente por la Santa Sede con el PARECER
del obispo diocesano[44] y, si se considera oportuno, oído el parecer de la Presidenta
federal, del Asistente religioso y del Ordinario religioso, si el monasterio está asociado
según la norma del can. 614 CIC.

72. Los bienes del monasterio suprimido, respetando la voluntad de los fundadores y de
los donantes, se trasladan con las monjas que aún quedan y se distribuyen, de forma
proporcional, en los monasterios que las acogen, salvo otra indicación de la Santa
Sede[45] que puede disponer, en cada caso, la parte de los bienes desRnados a la caridad,
a la Iglesia parRcular donde está el monasterio, a la Federación y al “Fondo para las
monjas”.

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73. En caso de supresión de un monasterio totalmente exRnguido, cuando ya no quedan


monjas, salvo otra disposición de la Santa Sede[46], la asignación de los bienes del
monasterio suprimido, respetando las normas canónicas y civiles, va a la persona jurídica
superior respecRva, es decir a la Federación de monasterios o a otra estructura de
comunión entre los monasterios similar a la misma o bien a la Congregación monásRca
femenina.

VI. Vigilancia eclesial sobre el monasterio

74. En cada estructura de comunión o de gobierno en las que pueden configurarse los
monasterios femeninos se les garanRza la necesaria y justa vigilancia, ejercida
principalmente – pero no exclusivamente — mediante la visita regular de una autoridad
externa a los monasterios mismos.

75. De acuerdo con la norma del derecho universal y propio, el servicio de la vigilancia
corresponde:

1. a la Presidenta de la Congregación monásRca femenina en relación a las comunidades


de los monasterios congregados;

2. al superior mayor del InsRtuto masculino al que se han asociado, que es denominado
Ordinario religioso, en relación a la comunidad del monasterio femenino asociado
jurídicamente, según la norma del derecho[47];

3. al obispo diocesano con respecto a las comunidades de los monasterios presentes en


su Iglesia parRcular y confiados a su peculiar vigilancia de acuerdo con la norma del
derecho[48].

76. Cada monasterio femenino está confiado a la vigilancia de una sola autoridad, ya que
no está presente en el Código de Derecho Canónico el régimen de la "doble dependencia",
simultánea y cumulaRva, es decir del obispo y del superior regular, presente en varios
cánones del Código de Derecho Canónico de 1917.

77. Con respecto a los monasterios de monjas unidos en Congregación monásRca, el


ámbito y las modalidades concretas para desempeñar el servicio de vigilancia se han de
deducir de las ConsRtuciones de la Congregación monásRca femenina, aprobadas por la
Santa Sede.

78. En cuanto a los monasterios de monjas asociadas jurídicamente, el ámbito y las


modalidades para desempeñar el servicio de vigilancia por parte del Ordinario religioso
están establecidos en las propias ConsRtuciones, aprobadas por la Santa Sede, donde se
deben definir los derechos y deberes del superior del InsRtuto al que se han asociado y
del monasterio femenino asociado, según la propia espiritualidad y las propias
tradiciones.
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tradiciones.

79. Se debe favorecer, siempre que sea posible, la asociación jurídica de los monasterios
de monjas con la Orden masculina correspondiente[49] con el fin de tutelar la idenRdad
de la familia carismáRca.

80. Los monasterios congregados y los monasterios asociados jurídicamente siguen, sin
embargo, vinculados al obispo diocesano según lo establecido por el derecho universal y
citado en el n. 83 de la presente Instrucción.

81. En lo que respecta a los monasterios femeninos confiados a la peculiar vigilancia del
obispo diocesano, la misma se expresa en relación a la comunidad del monasterio
principalmente en los casos establecidos por el derecho universal, dado que el obispo
diocesano:

a) preside el capítulo conventual que elige a la Superiora mayor[50];

b) realiza la visita regular al monasterio, también en lo que respecta a la disciplina


interna[51], teniendo en cuenta las disposiciones de la presente Instrucción;

c) revisa, en calidad de Ordinario del lugar, la rendición de cuentas anual de la


administración económica del monasterio[52];

d) derogado el can. 638, §4 CIC, da, en calidad de Ordinario del lugar, el consenRmiento
escrito para parRculares actos de administración, si lo establece el derecho propio[53];

e) confirma el indulto de salida definiRva del monasterio, concedido a una profesa de


votos temporales por la Superiora mayor con el consenRmiento de su Consejo[54];

f) emana el decreto de dimisión de una monja, incluso si es de votos temporales[55].

82. Estos casos, expresados para indicar el ámbito y la modalidad de la peculiar vigilancia
del obispo diocesano, consRtuyen la base del ámbito y de la vigilancia sobre el monasterio
femenino asociado jurídicamente por parte del Ordinario religioso del InsRtuto al que se
han asociado, y deben estar presentes en las ConsRtuciones del monasterio asociado.

VII. Relaciones entre monasterio y Obispo diocesano

83. Todos los monasterios femeninos, sin perjuicio de la autonomía interna[56] y la


eventual dispensa externa[57], están sujetos al obispo diocesano, que ejerce la solicitud
pastoral en los siguientes casos:

a) la comunidad del monasterio femenino está sujeta a la potestad del obispo[58], al cual
debe verdadero respeto en lo que se refiere al ejercicio público del culto divino, la cura de
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las almas[59] y las formas de apostolado correspondientes a la propia condición[60];

b) el obispo diocesano[61], con ocasión de la visita pastoral o de otras visitas paternas, y


también en caso de necesidad, puede disponer él mismo soluciones oportunas[62] al
constatar que existen abusos y después de que las advertencias presentadas a la
Superiora mayor no hayan tenido efecto alguno;

c) el obispo diocesano interviene en la erección del monasterio dando el consenRmiento


escrito antes de que se solicite la aprobación de la Sede Apostólica[63];

d) el obispo diocesano interviene, en calidad de Ordinario del lugar, en el nombramiento


del capellán[64] y, también en calidad de Ordinario del lugar, en la aprobación de los
confesores ordinarios[65]. Todo ello Rene que darse “considerando la especificidad del
carisma propio y las exigencias de la vida fraterna en comunidad”[66];

e) el obispo diocesano interviene en la supresión del monasterio expresando su propio


parecer[67];

f) al obispo diocesano, en calidad de Ordinario del lugar, y a sus superiores hace referencia
la monja exclaustrada, permaneciendo bajo su dependencia y cuidado[68];

g) el obispo diocesano Rene la facultad, por causa jusRficada, de entrar en la clausura y


permiRr, con el consenRmiento de la Superiora mayor, a otras personas entrar en la
misma[69].

84. Para los monasterios congregados y para los monasterios asociados los puntos de
solicitud pastoral antes indicados consRtuyen las únicas formas posibles de intervención
del obispo diocesano, desde el momento que deben ser salvaguardados los
derechos/deberes de la Presidenta de la Congregación para los monasterios congregados
y los derechos/deberes del Ordinario religioso del InsRtuto que los asocia respecto al
monasterio asociado.

85. Para los monasterios confiados a la peculiar vigilancia del obispo diocesano, los puntos
de solicitud pastoral antes indicados han de añadirse a los que el Código de Derecho
Canónico presenta como expresiones de la peculiar vigilancia, citados en el n. 81 de la
presente Instrucción.

CAPÍTULO SEGUNDO
LA FEDERACIÓN DE MONASTERIOS

I. Naturaleza y fin

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86. La Federación es una estructura de comunión entre monasterios del mismo InsRtuto
erigida por la Santa Sede para que los monasterios que comparten el mismo carisma no
permanezcan aislados sino que lo custodien con fidelidad y, prestándose mutua ayuda
fraterna, vivan el valor irrenunciable de la comunión[70].

87. La Federación está consRtuida por varios monasterios autónomos que Renen afinidad
de espíritu y de tradiciones y, si bien no están configurados necesariamente según un
criterio geográfico, siempre que sea posible, no deben estar geográficamente demasiado
distantes[71].

88. La Santa Sede Rene la competencia exclusiva de erigir, suspender, unir y suprimir las
Federaciones[72] de los monasterios de monjas.

89. Asimismo la Santa Sede Rene la competencia exclusiva de asignar un monasterio


autónomo a una Federación o permiRr el paso de un monasterio de una Federación a otra
del mismo InsRtuto.

90. La Federación de monasterios de monjas, por la fuente de la que deriva y por la


autoridad de la cual directamente depende y la rige, es de derecho ponRficio, de acuerdo
con la norma del derecho canónico.

91. Los Estatutos de la Federación Renen que estar en consonancia no sólo con lo
establecido por la presente Instrucción, sino también con el carácter, las leyes, el espíritu
y las tradiciones del InsRtuto al que pertenecen.

92. La Federación, conforme con esta Instrucción y los propios Estatutos, en la


especificidad del propio carisma, promueve la vida contemplaRva en los monasterios,
garanRza su ayuda en la formación inicial y permanente, como también el intercambio de
monjas y de bienes materiales[73].

93. De acuerdo con lo dispuesto en la ConsRtución apostólica Vultum Dei quaerere, todos
los monasterios, en principio, deben formar parte de una Federación[74]. Un monasterio,
por razones especiales, objeRvas y jusRficadas, con el voto del capítulo conventual puede
solicitar a la Santa Sede ser dispensado de tal obligación. La concesión de esa dispensa
está reservada a la Santa Sede. Un monasterio, por causas objeRvas y jusRficadas, con el
voto del capítulo conventual puede pedir a la Santa Sede no pertenecer a una Federación.
A la Santa Sede le compete realizar un adecuado discernimiento antes de conceder la
salida de una Federación.

94. Obtenida la erección canónica, la Federación solicita el reconocimiento jurídico


también en ámbito civil y establece la sede legal en uno de los monasterios que
pertenecen a la misma.

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95. Diversas Federaciones de un mismo InsRtuto, con la aprobación de la Santa Sede,


pueden consRtuir entre ellas una Confederación[75] para dar dirección unitaria y una
cierta coordinación a la acRvidad de cada una de las Federaciones.

96. La Santa Sede puede insRtuir o aprobar para cada InsRtuto una Comisión Internacional
con el fin de favorecer el estudio de temas relacionados con la vida contemplaRva según
el propio carisma[76].

97. La Federación, legíRmamente erigida, es una persona jurídica pública en la Iglesia, y,


por lo tanto, puede adquirir, poseer, administrar y enajenar bienes temporales, muebles e
inmuebles, que son bienes eclesiásRcos, de acuerdo con la norma del derecho universal y
propio.

98. Para mantener viva y reforzar la unión de los monasterios, aplicando una de las
finalidades de la Federación, se facilita entre los monasterios una cierta comunicación de
bienes, coordinada por la Presidenta federal.

99. La comunicación de bienes en una Federación se aplica mediante aportaciones,


donaciones y préstamos que los monasterios ofrecen para otros monasterios que se
encuentran en dificultad económica y para las exigencias comunes de la Federación.

100. La Federación considera los bienes de los que dispone como medios necesarios y
úRles para conseguir los propios fines.

101. Cada Federación consRtuye un fondo económico (caja federal) para poder realizar las
finalidades federaRvas. Ese fondo sirve para cubrir los gastos ordinarios de la Federación
misma y los relaRvos a la formación de las monjas a nivel federal, para auxiliar las
necesidades de subsistencia y de salud de las monjas, para mantener los edificios y para
sostener las nuevas fundaciones.

102. El fondo económico se financia con las libres aportaciones de los monasterios, las
donaciones de los bienhechores y los ingresos provenientes de las ventas de los bienes de
los monasterios suprimidos, según lo establecido por la presente Instrucción[77].

103. La economía de la Federación está gesRonada por el Consejo federal, presidido por la
Presidenta federal, que cuenta con la colaboración de la Ecónoma federal.

104. En el ámbito de la administración ordinaria, hacen adquisiciones y realizan actos de


administración válidamente la Presidenta federal y la ecónoma de la Federación en los
límites de su cargo.

105. Para los gastos y los actos de administración extraordinaria es necesaria la


autorización del Consejo federal y de la Asamblea federal, según el valor del importe,
establecido en el derecho propio. Cada Federación, en la Asamblea elecRva, fija la suma a
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establecido en el derecho propio. Cada Federación, en la Asamblea elecRva, fija la suma a


parRr de la cual es necesario tener la autorización del Consejo federal y de la Asamblea
federal.

106. Si se trata de un negocio o de una venta cuyo valor supera la suma fijada por la Santa
Sede para las regiones o bien de donaciones con moRvo de un voto hecho a la Iglesia, o
de cosas preciosas por su valor histórico y ar`sRco, se requiere además la licencia de la
Santa Sede.

107. Para la validez de la venta y de cualquier otro negocio por el cual la situación
patrimonial de la Federación podría sufrir un daño, se requiere la licencia escrita de la
Presidenta federal con el consenRmiento del Consejo o de la Asamblea federal, según el
valor de la operación, establecida en el derecho propio.

108. Derogado el can. 638, §4 CIC, para la validez de la venta de los bienes de los
monasterios suprimidos, la Presidenta de la Federación y el Consejo federal,
independientemente del valor del bien que se ha de vender, necesitan siempre y
únicamente la licencia escrita de la Santa Sede[78].

109. Salvo otra disposición de la Santa Sede[79], la Presidenta de la Federación dispone


de los ingresos por la venta de los bienes de los monasterios totalmente exRnguidos
pertenecientes a la Federación, según lo establecido por esta Instrucción.

II. La Presidenta federal

110. La Presidenta de la Federación, elegida por la Asamblea federal según lo contemplan


los Estatutos de la Federación por un período de seis años, no es una Superiora mayor y,
en el ejercicio del propio servicio, actúa según lo que le atribuye la presente
Instrucción[80] en conformidad con el derecho universal y propio.

111. Derogado el can. 628, §2, 1° CIC, la Presidenta de la Federación, en el Rempo


establecido, acompaña al Visitador regular en la visita canónica a los monasterios
federados como co-visitadora[81].

112 La Presidenta de la Federación, cuando se trate de la visita canónica a la comunidad


del propio monasterio, delegará a una Consejera federal como co-visitadora del Visitador
regular.

113. La Presidenta de la Federación, cada vez que la necesidad lo requiera, puede visitar
las comunidades de los monasterios federados acompañada por una co-visitadora,
elegida por turno entre las Consejeras, y por la Ecónoma de la Federación.

114. Todas las demás visitas — maternas o fraternas — se acordarán con la Superiora del
monasterio.
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monasterio.

115. La Presidenta de la Federación, al término de la visita canónica, indica por escrito a la


Superiora mayor del monasterio las soluciones más adecuadas para los casos y las
situaciones que hayan surgido durante la visita e informa de todo a la Santa Sede.

116. La Presidenta de la Federación, durante la visita canónica, verifica cómo se viven los
temas contenidos en los puntos enumerados en el n. 12 y desarrollados en los nn. 13-35
de la ConsRtución Apostólica Vultum Dei quaerere[82], y si se observan las relaRvas
normas de aplicación, acordadas en las Asambleas federales.

117. La Presidenta de la Federación vigila parRcularmente sobre la formación inicial y


permanente en los monasterios, sobre la coherencia con el carisma del InsRtuto, de forma
que cada comunidad sea como un faro que ilumina el camino de los hombres y de las
mujeres de nuestro Rempo[83]. Al final de la visita informará a la Santa Sede sobre las
reales posibilidades que Rene el monasterio de asegurar o no la formación inicial.

118. La formación de las formadoras y de sus colaboradoras se conxa en parte a los


monasterios y en parte a la Federación, por lo tanto la Presidenta de la Federación está
llamada a potenciar la formación a nivel federal[84] y a exigir la parRcipación de quienes
ejercen el servicio de la formación; si esto no fuese así remite la cuesRón a la Santa Sede.

119. La Presidenta de la Federación pone en prácRca la formación prevista por la


Asamblea federal para quienes son llamadas a ejercer el servicio de la autoridad[85] y
exige parRcipar en ello; si esto no fuese así remite la cuesRón a la Santa Sede.

120. La Presidenta de la Federación, tras consultar al Consejo Federal, elige los siRos más
adecuados para realizar los cursos específicos de formación de las formadoras y sus
colaboradoras, así como para quienes son llamadas a ejercer el servicio de la autoridad,
estableciendo la duración de dichos cursos para que no perjudiquen las exigencias de la
vida contemplaRva[86] y comunitaria.

121. Cuando un monasterio autónomo ya no posee una real autonomía de vida[87]


corresponde a la Presidenta de la Federación referir la situación a la Santa Sede.

122. Cuando la Superiora mayor de un monasterio niega a una monja la autorización para
pasar a otro monasterio del mismo InsRtuto, la Presidenta de la Federación, tras realizar
el debido discernimiento con su Consejo sobre la cuesRón, informará de ello a la Santa
Sede, que decide lo que hay que hacer.

III. El Consejo federal

123. El Consejo federal está formado por cuatro consejeras elegidas por la Asamblea
federal entre todas las monjas profesas solemnes de los monasterios de la Federación y
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federal entre todas las monjas profesas solemnes de los monasterios de la Federación y
permanece en el cargo por seis años.

124. El Consejo federal sólo Rene competencia sobre aquello que le atribuye la presente
Instrucción[88] y esté eventualmente establecido en los Estatutos, pero la Presidenta de
la Federación puede consultarle cada vez que lo considere oportuno.

125. El Consejo federal es consultado por la Presidenta de la Federación después de cada


visita canónica antes de enviar por escrito a la Superiora mayor del monasterio las
soluciones más adecuadas a los casos y a las situaciones que hayan surgido durante la
visita misma.

126. El Consejo federal expresa su parecer sobre la elección de los Rempos y los lugares
más adecuados donde realizar los cursos específicos de formación de las formadoras y de
sus colaboradores, así como de quienes son llamadas a ejercer el servicio de la autoridad.

127. El Consejo federal colabora con la Presidenta de la Federación en la redacción del


Informe que se ha de enviar a la Santa Sede al final del sexenio sobre el estado de la
Federación y de los monasterios.

128. El Consejo federal es consultado por la Presidenta de la Federación antes de enviar a


la Santa Sede la peRción de afiliación o de supresión de un monasterio.

129. El Consejo federal da su consenRmiento en la elección de la Formadora federal que


desempeña y coordina la formación inicial común[89]. Igualmente, por causas graves,
expresa su conformidad para la remoción de la Formadora federal.

130. Derogando el can. 686, §2 CIC, el Consejo federal da su consenRmiento para la


peRción del indulto de exclaustración de una monja de votos solemnes, después del año
concedido por la Superiora mayor del monasterio, hasta el cumplimiento de los tres
años[90].

131. El Consejo federal da su consenRmiento para la peRción de prórroga de indulto de


exclaustración de una monja de votos solemnes que se ha de solicitar a la Santa Sede[91].
La Presidenta federal, antes de presentar el asunto al Consejo Federal, debe poseer la
valoración escrita de la Superiora mayor de la monja profesa de votos solemnes que pide
la prórroga del indulto, expresado colegialmente con el Consejo del monasterio, previo
consenRmiento del Ordinario del lugar donde habitará la monja, y contando con el
parecer del Obispo diocesano o del Ordinario religioso competente.

132. El Consejo federal asume las funciones del Consejo del monasterio autónomo
cuando este úlRmo, mediante la afiliación, es confiado a la Presidenta de la Federación en
el proceso de acompañamiento para la revitalización o para la supresión del

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monasterio[92].

IV. La Asamblea federal

133. La comunión que existe entre los monasterios se hace visible en la Asamblea federal,
signo de unidad en la caridad, que Rene principalmente la tarea de tutelar entre los
monasterios federados el patrimonio carismáRco del InsRtuto y promover una adecuada
renovación que esté en armonía con el mismo, excepto que ninguna Federación de
monasterios de monjas o Confederación de Federaciones represente a todo el InsRtuto.

134. ParRcipan de derecho en la Asamblea federal, la Presidenta federal, las Consejeras


federales, la Ecónoma federal, la Superiora mayor y una Delegada de cada monasterio
autónomo federado, elegida por el capítulo conventual; la Secretaria federal desempeña
únicamente la función de secretaria de actas.

135. La Asamblea federal ordinaria es convocada cada seis años y en la misma se


renuevan los cargos federales.

136. La Asamblea federal intermedia es convocada cada tres años para verificar las tareas
realizadas y para adoptar eventuales soluciones o cambios en las mismas.

137. Si la necesidad lo exige o la conveniencia lo sugiere, la Presidenta federal, con el


consenRmiento del Consejo federal, puede convocar la Asamblea federal extraordinaria.

138. La Asamblea federal, tanto ordinaria como intermedia, es convocada por la


Presidenta al menos seis meses antes del término del sexenio o de la finalización del
trienio.

139. La Asamblea federal extraordinaria es convocada por la Presidenta dos meses antes
de su celebración.

140. Cuando la Presidenta federal cesa en su cargo, por muerte o por los otros modos
previstos por el derecho[93], la primera Consejera convoca, en el plazo de un mes desde
la vacante del cargo, la Asamblea federal extraordinaria, que se ha de celebrar en un plazo
de dos meses desde la convocatoria. En este caso se procede nuevamente a la elección de
las Consejeras federales y de la Ecónoma federal.

141. La Asamblea federal:

a. recibe del Informe de la Presidenta federal sobre el estado de la Federación y de cada


uno de los monasterios;

b. elige a la Presidenta federal y al Consejo federal;

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c. elige a la Ecónoma federal;

d. trata los asuntos de mayor importancia;

e. toma decisiones y establece normas que todas las monjas deben observar, después de
la aprobación definiRva de la Santa Sede;

f. elabora para un sexenio los iRnerarios formaRvos comunes que cada comunidad se
compromete a realizar;

g. promueve la realización de nuevas fundaciones y las modalidades para ponerlas en


marcha, tanto por iniciaRva de un monasterio como de la Federación;

h. establece un monasterio como sede de formación inicial común para los monasterios
de la Federación[94];

i. define un proyecto formaRvo para quienes son llamadas a ejercer el servicio de la


autoridad[95] y para las formadoras[96].

V. Oficios federales

142. La administración de la Federación se encomienda a la Ecónoma federal, elegida por


la Asamblea federal por seis años.

143. La Ecónoma federal Rene la responsabilidad de llevar a cabo cuanto haya establecido
el Consejo Federal y colabora con la Presidenta de la Federación, en el contexto de la
Visita regular, en la supervisión del funcionamiento económico de cada monasterio
señalando del mismo los aspectos posiRvos y las deficiencias, datos que deben estar
presentes en del Informe final de la visita.

144. La Secretaria federal es elegida por la Presidenta de la Federación y dura seis años en
el cargo, ese servicio puede ser desempeñado por una de las Consejeras federales.

145. La Secretaria federal, siempre que sea posible, reside en el monasterio elegido como
sede legal de la Federación y allí custodia los documentos y manRene actualizado el
archivo de la Federación.

146. Por indicación de la Presidenta de la Federación, la Secretaria federal establece el


orden del día y convoca el Consejo federal, durante el cual desempeña la función de
secretaria de actas.

147. La Secretaria federal, por indicación de la Presidenta de la Federación, prepara la


Asamblea federal.

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148. La Formadora federal[97] es nombrada ad nutum por la Presidenta de la Federación


con el consenRmiento del Consejo federal. La Formadora federal puede ser apartada de
su cargo, por causas graves, por la Presidenta de la Federación con la aprobación de dicho
Consejo.

VI. El Asistente religioso

149. El Asistente de la Federación representa a la Santa Sede ante la Federación, pero no


ante los monasterios que la componen, y desempeña su función siguiendo fielmente las
disposiciones relaRvas a su cargo y cumpliendo el mandato recibido en el marco de la
propia competencia.

150. El Asistente de la Federación, debido a que parRcipa en cierta medida en la


jurisdicción de la Santa Sede, es un presbítero, nombrado por la Congregación para los
InsRtutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica para una o más
Federaciones.

151. El Asistente de la Federación no es un superior mayor y desempeña su misión con


espíritu de colaboración y de servicio respecto a la Federación, favoreciendo la
conservación del genuino espíritu del InsRtuto y ayudando con su Consejo a la Presidenta
en la conducción de la Federación, parRcularmente en la formación a nivel federal y en la
solución de los problemas económicos de mayor importancia.

152. El nombramiento del Asistente de la Federación está reservado a la Santa Sede, pero
la Federación Rene la facultad de presentación.

153. El nombramiento del Asistente es ad nutum Sanctae Sedis.

154. La Presidenta de la Federación, en el Rempo establecido, debe presentar a la Santa


Sede los nombres de tres posibles candidatos para la función de Asistente de la
Federación, adjuntando los resultados de las consultaciones previas de las comunidades
de los diversos monasterios de la Federación, el curriculum vitae de cada uno de los
candidatos, la opinión propia y la del Consejo de la Federación, el nulla-osta de los
Ordinarios de los candidatos. La Santa Sede se reserva, de la forma considerada más
adecuada y conveniente, el hecho de completar las informaciones relaRvas a los
candidatos para la función de Asistente.

155. El Asistente de la Federación debe transmiRr cada año un breve Informe sobre su
gesRón, sobre el funcionamiento de la Federación, señalando posibles situaciones
parRculares. Al término de su mandato el Asistente envía a la Congregación para los
InsRtutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica un Informe con mayores
detalles sobre el estado de la Federación.

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CAPÍTULO TERCERO
LA SEPARACIÓN DEL MUNDO

I. Noción y relevancia para la vida contemplaMva

156. ParRendo del enunciado del Código[98], se recuerda que la separación del mundo
caracteriza la naturaleza y las finalidades de los InsRtutos de vida consagrada religiosos y
corresponde al principio paulino de no conformarse a la mentalidad de este mundo[99],
huyendo de toda forma de mundanidad.

Para la vida religiosa, la clausura consRtuye una obligación común a todos los
InsRtutos[100] y expresa el aspecto material de la separación del mundo – de la cual, sin
embargo, no agota su alcance — contribuyendo a crear en cada casa religiosa un clima y
un ambiente que favorezcan el recogimiento, necesarios para la vida propia de todo
InsRtuto religioso, pero especialmente para aquellos entregados a la contemplación.

157. En la vida contemplaRva de las monjas merece una parRcular atención el aspecto de
la separación del mundo por la elevada esRma que la comunidad crisRana alberga hacia
este esRlo de vida, signo de la unión exclusiva de la Iglesia-Esposa con su Señor,
sumamente amado.

158. La vida de las monjas contemplaRvas, dedicadas de manera especial a la oración, con
el fin de tener constantemente el corazón orientado hacia el Señor, en la ascesis y en el
ferviente progreso de la vida espiritual, no es más que una tensión constante hacia la
Jerusalén celesRal, una anRcipación de la Iglesia escatológica, fija en la posesión y en la
contemplación del rostro de Dios.

159. La comunidad del monasterio de monjas, situada como ciudad en la cima del monte
y lámpara sobre el candelero[101], incluso en la sencillez de su vida, representa
visiblemente la meta hacia la cual camina toda la comunidad eclesial que, fervorosa en la
acción y entregada a la contemplación, avanza por las sendas del Rempo con la mirada fija
en la futura recapitulación de todo en Cristo.

160. El aspecto material de la separación del mundo encuentra una manifestación


parRcular en la clausura, que es el lugar de la inRmidad de la Iglesia esposa, porque, a la
luz de la especial vocación y misión eclesial, la clausura de las contemplaRvas responde a
la exigencia, considerada prioritaria, de estar con el Señor.

161. Con el nombre de clausura se enRende el espacio monásRco separado de lo exterior


y reservado a las monjas, en la cual sólo en caso de necesidad puede ser admiRda la
presencia de extraños. Debe ser un espacio de silencio y de recogimiento donde se pueda
desarrollar la búsqueda permanente del rostro de Dios, según el carisma del InsRtuto.
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desarrollar la búsqueda permanente del rostro de Dios, según el carisma del InsRtuto.

162. La clausura evoca aquella celda del corazón donde cada uno es llamado a vivir la
unión con el Señor. Acogida como don y elegida como respuesta libre de amor, es el lugar
de la comunión espiritual con Dios y el prójimo, donde la limitación de los espacios y de
los contactos es un beneficio para la interiorización de los valores evangélicos[102].

163. La clausura no es sólo un medio ascéRco de inmenso valor, sino que es un modo de
vivir la Pascua de Cristo, como anuncio gozoso y anRcipación proféRca de la posibilidad
ofrecida a cada persona y a toda la humanidad de vivir únicamente para Dios, en
Jesucristo[103].

164. En los monasterios de monjas, la clausura debe entenderse en senRdo posiRvo como
un espacio para el uso y la inRmidad de las monjas que viven la vida contemplaRva, un
espacio de vida domésRca, familiar, dentro del cual la comunidad vive la vida fraterna en
su dimensión más ínRma.

165. En los monasterios de monjas, la clausura, en senRdo privaRvo, se ha de considerar


como un espacio que hay que proteger, para evitar el acceso de extraños.

166. La modalidad de separación de la parte exterior al espacio exclusivamente reservado


a las monjas debe ser material y eficaz, no sólo simbólica o espiritual. Compete al Capítulo
conventual del monasterio determinar la modalidad de separación del exterior.

167. Cada monasterio debe mantener con gran solicitud su fisonomía principal o
fundamentalmente contemplaRva, compromeRéndose de forma parRcular en crear y vivir
un ámbito de silencio exterior e interior en la oración[104], en la ascesis y en el ferviente
progreso espiritual, en la cuidada celebración de la liturgia, en la vida fraterna en común,
en la observancia de la regla y en la disciplina de la separación del mundo.

II. Los medios de comunicación

168. La normaRva sobre los medios de comunicación social, en la gran variedad que se
nos presenta actualmente, Rene por objeto la salvaguardia del recogimiento y del
silencio: se puede, en efecto, vaciar el silencio contemplaRvo cuando se llena la clausura
de ruidos, de noRcias y de palabras. El recogimiento y el silencio es de gran importancia
para la vida contemplaRva por ser “espacio necesario de escucha y de ruminaRo de la
Palabra y requisito para una mirada de fe que capte la presencia de Dios en la historia
personal, en la de los hermanos […] y en los avatares del mundo”[105].

169. Estos medios, por lo tanto, se deben usar con sobriedad y criterio, no sólo respecto a
los contenidos sino también a la canRdad de informaciones y al Rpo de comunicación,
“para que estén al servicio de la formación para la vida contempla,va y de las necesarias

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comunicaciones, y no sean ocasión para la distracción y la evasión de la vida fraterna en


comunidad, ni sean nocivos para vuestra vocación o se conviertan en obstáculo para
vuestra vida enteramente dedicada a la contemplación”[106].

170. El uso de los medios de comunicación, por razones de información, de formación o


de trabajo, se puede permiRr en el monasterio, con prudente discernimiento, para
uRlidad común, según las disposiciones del Capítulo conventual contenidas en el proyecto
comunitario de vida.

171. Las monjas procuran tener la debida información sobre la Iglesia y el mundo, no con
mulRtud de noRcias, sino sabiendo escoger las que son esenciales a la luz de Dios, para
llevarlas a la oración, en sintonía con el corazón de Cristo.

III. La clausura

172. Cada uno de los monasterios de monjas o Congregación monásRca femenina,


conforme al can. 667, §3 CIC y a la presente Instrucción, sigue la clausura papal o la define
en las ConsRtuciones o en otro código del derecho propio, respetando la propia
índole[107].

173. El Obispo diocesano o el Ordinario religioso vigilan acerca de la observancia de la


clausura en los monasterios confiados a su atención, ayudando a la Superiora, a quien
corresponde la custodia inmediata.

174. Derogada la disposición del can. 667, §4 CIC, el Obispo diocesano, así como el
Ordinario religioso, no interviene en la concesión de la dispensa de la clausura[108].

175. Derogada la disposición del can. 667, §4 CIC, la dispensa de la clausura corresponde
únicamente a la Superiora mayor, la cual, en el caso que tal dispensa supere los quince
días, puede concederla sólo después de haber obtenido el consenRmiento de su
Consejo[109].

176. Abrogada la limitación presente en la Instrucción Verbi Sponsa[110], por una razón
jusRficada la Superiora mayor, de acuerdo con la norma del can. 665, § 1 CIC, con el
consenRmiento de su Consejo, puede autorizar la ausencia del monasterio de la monja
profesa de votos solemnes por no más de un año, tras consultar al Obispo diocesano o al
Ordinario religioso competente.

177. Derogado el can. 686, §2 CIC, la Superiora mayor, con el consenRmiento de su


Consejo, puede conceder el indulto de exclaustración a una monja profesa de votos
solemnes, por no más de un año, previo consenRmiento del Ordinario del lugar donde
permanecerá la monja, y tras contar con el parecer del Obispo diocesano o del Ordinario
religioso competente[111].

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178. Derogado el can. 686, §2 CIC, una prórroga del indulto de exclaustración puede ser
concedida por la Presidenta federal, con el consenRmiento de su Consejo, a la monja
profesa de votos solemnes de un monasterio de la Federación por un Rempo no superior
a dos años[112].

179. Para tal concesión la Presidenta federal, antes de presentar la cuesRón al Consejo
Federal, debe obtener el parecer por escrito de la Superiora mayor de la monja profesa de
votos solemnes que solicita la prórroga del indulto, expresado colegialmente junto con el
Consejo del monasterio, previo consenRmiento del Ordinario del lugar donde se
establecerá la monja, y el parecer del Obispo diocesano o del Ordinario religioso
competente.

180. Toda ulterior prórroga del indulto de exclaustración queda reservada únicamente a la
Santa Sede[113].

181. Durante la visita canónica, los Visitadores deben verificar la observancia de todos los
elementos propios de la vida contemplaRva según lo descrito en la ConsRtución Vultum
Dei quaerere[114] con especial referencia al aspecto de la separación del mundo.

182. La Iglesia, por el inmenso aprecio que Rene por su vocación, alienta a las monjas a
vivir fielmente y con senRdo de responsabilidad el espíritu y la disciplina de la clausura
para promover en la comunidad una provechosa y completa orientación hacia la
contemplación de Dios Uno y Trino.

IV. La clausura papal

183. La clausura papal, instaurada en el año 1298 por Bonifacio VIII, se define “según las
normas dadas por la Sede Apostólica”[115] y excluye tareas externas de apostolado.

184. Si Pío XII la había disRnguido en clausura papal mayor y menor[116] el Código de
Derecho Canónico reconoce un solo Rpo de clausura papal, que se observa en los
monasterios de monjas totalmente entregadas a la vida contemplaRva[117].

185. La clausura papal, para las monjas, significa un reconocimiento de la especificidad de


la vida totalmente contemplaRva que, al desarrollar de forma especial la espiritualidad del
amor esponsal con Cristo, se convierte en signo y realización de la unión exclusiva de la
Iglesia Esposa con su Señor.

186. Una real separación del mundo, caracterizada principalmente por el silencio y la
soledad[118], expresan y protegen la integridad y la idenRdad de la vida totalmente
contemplaRva, para que sea fiel a su carisma específico y a las sanas tradiciones del
InsRtuto.

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187. La vida integralmente contemplaRva, para ser considerada de clausura papal debe
estar totalmente ordenada a conseguir la unión con Dios en la contemplación.

188. Un InsRtuto es considerado de vida integralmente contemplaRva si:

a) sus miembros orientan toda su acRvidad, interior y exterior, a la intensa y constante


búsqueda de la unión con Dios en el monasterio y a la contemplación de su rostro;

b) excluye compromisos externos y directos de apostolado y, ordinariamente, la


parRcipación xsica en acontecimientos y ministerios de la comunidad eclesial. Dicha
parRcipación, previo consenRmiento del Capítulo conventual, debe ser permiRda sólo en
ocasiones parRculares por el obispo diocesano o por el Ordinario religioso del
monasterio;

c) pone en prácRca la separación del mundo, según modalidades concretas establecidas


por el Capítulo conventual, de modo radical, concreto y eficaz y no simplemente
simbólico, según las normas del derecho universal y propio, en consonancia con el
carisma del InsRtuto.

V. NormaMva sobre la clausura papal

189. Dada la variedad de InsRtutos entregados a una vida integralmente contemplaRva y


de sus tradiciones, además de lo establecido en la presente Instrucción, algunas
modalidades de separación del mundo se dejan a las ConsRtuciones o a otros códigos del
derecho propio del InsRtuto que, en consonancia con su carisma, pueden establecer
incluso normas más severas sobre la clausura, que Renen que ser aprobadas por la Sede
Apostólica.

190. La ley de la clausura papal se exRende al edificio y a todos los espacios, internos y
externos, del monasterio reservados exclusivamente a las monjas, donde sólo en caso de
necesidad puede ser admiRda la presencia de extraños. Debe ser un espacio de silencio y
de recogimiento, sin obras externas, donde pueda desarrollarse con mayor facilidad la
búsqueda permanente del rostro de Dios, según el carisma del InsRtuto.

191. La parRcipación de los fieles en las celebraciones litúrgicas en la iglesia o en el


oratorio del monasterio, o bien en la lec,o divina, no consiente la salida de las monjas de
la clausura papal ni la entrada de los fieles en el coro de las monjas, salvo en casos
parRculares según el parecer del Capítulo conventual.

192. En virtud de la ley de la clausura papal, las monjas, las novicias y las postulantes han
de vivir dentro de la clausura del monasterio, y no les es lícito salir de ella, salvo en los
casos previstos por el derecho; ni está permiRdo a nadie entrar en el ámbito de la
clausura del monasterio, excepto en los casos previstos.

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193. En los monasterios de vida completamente contemplaRva, las normas sobre la


separación del mundo de las Hermanas externas, si están contempladas por las
ConsRtuciones o por otros códigos del derecho propio del InsRtuto, han de ser definidas
por el derecho parRcular.

194. La concesión de permisos para entrar y salir de la clausura papal requiere siempre
una causa justa, es decir, determinada por una verdadera necesidad de alguna de las
monjas o del monasterio: se trata de una exigencia de tutela de las condiciones
requeridas para la vida integralmente contemplaRva y, por parte de las monjas, de
coherencia con su opción vocacional.

195. Donde sea habitual anotar en un libro las entradas y las salidas puede conservarse,
según determine el Capítulo conventual, incluso como una contribución para el
conocimiento de la vida y de la historia del monasterio.

196. Corresponde a la Superiora mayor del monasterio la custodia directa de la clausura,


garanRzar las condiciones concretas de la separación del mundo y promover, dentro del
monasterio, el amor al silencio, al recogimiento y a la oración.

197. Corresponde a la Superiora mayor expresar su juicio sobre la conveniencia de las


entradas y salidas de la clausura papal, valorando con prudente discreción la necesidad, a
la luz de la vocación integralmente contemplaRva, según lo establecido por las
ConsRtuciones o por otro texto del derecho propio y dispuesto por la presente
Instrucción.

198. Corresponde a la Superiora mayor del monasterio con clausura papal nombrar a una
monja profesa de votos solemnes para el servicio de la portería y, si el derecho propio no
contempla la presencia de Hermanas externas, permiRr a una Hermana que realice los
servicios propios de las Hermanas externas por un período limitado de Rempo.

199. Toda la comunidad Rene la obligación moral de tutelar, promover y observar la


clausura papal, de manera que no prevalezcan moRvaciones secundarias o subjeRvas
sobre el fin que se propone este Rpo de separación.

200. La salida de la clausura papal, salvo indultos parRculares de la Santa Sede o en caso
de peligro, es autorizada por la Superiora mayor en los casos ordinario, referidos a la salud
de las monjas, la asistencia a las monjas enfermas, la parRcipación en cursos o reuniones
de formación inicial y permanente organizados por la Federación o por otro monasterio,
el ejercicio de los derechos civiles y aquellas necesidades del monasterio que no pueden
ser atendidas de otro modo.

201. Para enviar novicias o profesas de votos temporales, cuando fuese necesario, a
realizar parte de la formación en otro monasterio del InsRtuto, así como para hacer
traslados temporales o definiRvos a otros monasterios del mismo InsRtuto, la Superiora
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traslados temporales o definiRvos a otros monasterios del mismo InsRtuto, la Superiora


mayor expresa su consenRmiento, con la intervención del Consejo o del Capítulo
conventual según la norma de las ConsRtuciones o de otro código del derecho propio.

202. La entrada en la clausura papal está permiRda, salvo indultos parRculares de la Santa
Sede, a los Cardenales, los cuales pueden llevar consigo algún acompañante, a los Nuncios
y a los Delegados Apostólicos en los lugares sujetos a su jurisdicción, a los Visitadores
durante la Visita canónica, al Obispo diocesano[119], al Ordinario religioso competente y
a otras personas autorizadas por la Superiora mayor por causa justa.

203. Además, se permite la entrada en la clausura papal previo permiso de la Superiora:

— al presbítero para administrar los Sacramentos a las enfermas, para asisRr a las que
padecen largas o graves enfermedades, para celebrar alguna vez para ellas la Santa Misa,
para las procesiones litúrgicas y los funerales;

— a quienes por su trabajo o competencias son necesarios para atender la salud de las
monjas, para la formación y para proveer a las necesidades del monasterio;

— a las aspirantes y a las monjas de paso, también de otros InsRtutos de vida


contemplaRva.

VI. La clausura definida en las ConsMtuciones

204. Los monasterios que asocian a la vida contemplaRva alguna acRvidad en favor del
pueblo de Dios o pracRcan formas más amplias de hospitalidad de acuerdo con la
tradición del propio InsRtuto, definen su clausura en las ConsRtuciones o en otro código
del derecho propio.

A. Clausura consMtucional

205. La clausura consRtucional, que ha susRtuido en el Código de Derecho Canónico a la


clausura papal menor de Pío XII, es un Rpo de clausura dirigido a monjas que profesan la
vida contemplaRva asociando “legí,mamente a su cargo alguna obra de apostolado o de
caridad cris,ana”[120].

206. Con el nombre de clausura consRtucional se considera el espacio monásRco


separado del exterior que, como mínimo, debe comprender la parte del monasterio, de la
huerta y del jardín, reservados exclusivamente a las monjas, en la cual sólo en caso de
necesidad puede ser admiRda la presencia de extraños. Debe ser un espacio de silencio y
de recogimiento, donde pueda realizarse la búsqueda permanente del rostro de Dios,
según el carisma del InsRtuto, considerando las obras de apostolado o de caridad
realizadas por las monjas.

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207. Este Rpo de clausura, “adaptada a su carácter propio y determinada en las


Cons,tuciones“[121], es autorizada por la Sede Apostólica, que aprueba las
ConsRtuciones u otro código del derecho propio del InsRtuto.

B. Clausura monásMca

208 A las expresiones clausura papal y clausura cons,tucional, presentes en el Código de


Derecho Canónico, San Juan Pablo II en la exhortación apostólica postsinodal Vita
Consecrata[122] había añadido una tercera: la clausura monás,ca.

209. Antes de Vita Consecrata esa expresión se usaba para definir la clausura de los
monjes[123], más rigurosa que la clausura común a todos los religiosos[124], pero menos
rígida que la clausura papal y comparable, bajo ciertos aspectos, con la clausura
consRtucional de las monjas.

210. Para los monasterios de monjas contemplaRvas, la clausura monásRca, aun


conservando el carácter de una disciplina más estricta respecto a la clausura común,
permite asociar a la función primaria del culto divino formas más amplias de acogida y de
hospitalidad[125].

211. La clausura monásRca, por el hecho de estar presente en las ConsRtuciones o en otro
código del derecho propio, es una expresión peculiar de la clausura consRtucional.

VII. NormaMva sobre la clausura consMtucional

212. Compete a la Superiora mayor del monasterio, con el consenRmiento de su Consejo,


determinar claramente por escrito el ámbito de la clausura consRtucional, delimitarlo y
modificarlo por una causa justa.

213. En virtud de la ley de la clausura consRtucional, las monjas, las novicias y las
postulantes han de vivir dentro de la clausura del monasterio, y no les es lícito salir de
ella, salvo en los casos contemplados por el derecho, ni está permiRdo a nadie entrar en
el ámbito de la clausura del monasterio fuera de los casos previstos y sin el permiso de la
superiora.

214. La parRcipación de los fieles en las celebraciones litúrgicas en la iglesia o en el


oratorio del monasterio, o bien en la lec,o divina en otro lugar adecuado del monasterio,
permite la salida de las monjas de la clausura consRtucional permaneciendo en el ámbito
del mismo monasterio, mientras que permanece prohibida la entrada de los fieles en la
parte de la casa sujeta a dicho Rpo de clausura.

215. Cada una de las monjas es corresponsable de ello y debe contribuir, con gran esRma
por el silencio y la soledad, para que el régimen exterior de la clausura consRtucional
conserve ese valor interior fundamental, a través del cual la clausura es fuente de vida
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conserve ese valor interior fundamental, a través del cual la clausura es fuente de vida
espiritual y tesRmonio de la presencia de Dios.

216. Pueden entrar en el ámbito de la clausura consRtucional, con el consenRmiento de la


Superiora mayor del monasterio:

a) las personas necesarias para el servicio de la comunidad desde un punto de vista


espiritual, formaRvo y material;

b) las monjas de otras comunidades, que estén de paso o sean huéspedes en el


monasterio;

c) las jóvenes en búsqueda vocacional.

217. La Superiora mayor del monasterio puede permiRr las salidas de la clausura
consRtucional por causa justa, teniendo en cuenta las indicaciones dadas por la presente
Instrucción.

218. La Superiora mayor del monasterio con clausura consRtucional nombra monjas para
el servicio de la portería y de la hospedería, y autoriza a algunas monjas para trabajar en
las obras o en los talleres del monasterio ubicados fuera del ámbito de la clausura,
determinando el Rempo de su permanencia fuera de la misma.

CAPÍTULO CUARTO
LA FORMACIÓN

219. La monja pasa a ser, con pleno derecho, miembro de la comunidad del monasterio
sui iuris y par`cipe de sus bienes espirituales y temporales con la profesión de los votos
solemnes, respuesta libre y definiRva a la llamada del Espíritu Santo.

220. Las candidatas se preparan para la profesión solemne pasando por las disRntas
etapas de la vida monásRca; durante las mismas reciben una formación adecuada, y,
aunque de disRntos modos, forman parte de la comunidad del monasterio.

I. Principios generales

221. La formación para la vida monásRca contemplaRva se basa en el encuentro personal


con el Señor. Inicia con la llamada de Dios y la decisión de cada una de seguir, según el
propio carisma, las huellas de Cristo, como discípula suya, bajo la acción del Espíritu
Santo.

222. Incluso siendo importante adquirir conocimientos, la formación en la vida


consagrada, y especialmente en la vida monásRca contemplaRva, consiste sobre todo en

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la idenRficación con Cristo. Se trata, en efecto, de “un i,nerario de progresiva asimilación


de los sen,mientos de Cristo hacia el Padre”[126], hasta llegar a decir con san Pablo:
“Para mí la vida es Cristo”[127].

223. Tanto las candidatas como las monjas Renen que tener presente que en el proceso
formaRvo no se trata tanto de adquirir nociones, sino de “conocer el amor de Cristo, que
excede a todo conocimiento”[128]. Todo esto hace que el proceso formaRvo dure toda la
vida y cada monja se considere siempre en formación.

224. La formación, en cuanto proceso conRnuo de crecimiento y de conversión que


abarca a toda la persona, debe favorecer el desarrollo de la dimensión humana, crisRana y
monásRca de las candidatas y de las monjas, viviendo radicalmente el Evangelio, de modo
tal que la propia vida llegue a ser una profecía.

225. La formación en la vida monásRca contemplaRva debe ser integral, es decir, debe
tener en cuenta a la persona en su totalidad para que desarrolle armónicamente las
propias cualidades psíquicas, morales, afecRvas e intelectuales, y se integre acRvamente
en la vida comunitaria. Ninguna de estas dimensiones de la persona debe ser excluida del
ámbito de la formación tanto inicial como permanente o conRnua.

226. La formación monásRca contemplaRva debe ser orgánica, gradual y coherente en sus
diversas etapas, dado que está llamada a promover el desarrollo de la persona de forma
armónica y progresiva, respetando plenamente la singularidad de cada una.

227. Bajo la acción del Espíritu Santo, tanto las candidatas como las monjas son las
protagonistas principales de la propia formación y las responsables de asumir e
interiorizar todos los valores de la vida monásRca.

228. Por tal moRvo, el proceso formaRvo debe prestar atención al carácter único de cada
hermana y al misterio que lleva en sí, como también a sus dones parRculares, para
favorecer su crecimiento mediante el conocimiento de sí y la búsqueda de la voluntad de
Dios.

229. En la formación inicial Rene parRcular importancia la figura de la formadora. En


efecto, si bien “Dios Padre es el formador por excelencia”, sin embargo “en esta obra Él se
sirve de las mediaciones humanas”, entre las cuales se encuentran las formadoras, que en
su misión principal “mostrarán la belleza del seguimiento del Señor y el valor del carisma
en que éste se concre,za”[129].

230. Es responsabilidad de cada monasterio y de la Federación poner especial atención en


la elección de las formadoras y promover su formación[130].

II. La formación permanente

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231. Por formación permanente o conRnua se enRende un iRnerario que dura toda la
vida[131], tanto personal como comunitario, y “que debe llevar a la configuración con el
Señor Jesús y a la asimilación de sus sen,mientos en su total oblación al Padre”[132]. Es,
por lo tanto, un proceso de conRnua conversión del corazón, “exigencia intrínseca de la
consagración religiosa”[133], y exigencia de fidelidad creaRva a la propia vocación. La
formación permanente o conRnua es el humus de la formación inicial[134].

232. La formación permanente o conRnua, en cuanto tal, debe ser considerada prioritaria
tanto en el proyecto de vida comunitario como en el proyecto de vida de cada una de las
monjas.

233. La finalidad de la formación permanente es nutrir y custodiar la fidelidad, tanto de


cada una de las monjas como de la comunidad, y llevar a término lo que ya se ha
comenzado en la formación inicial, para que la persona consagrada pueda expresar
plenamente su propio don en la Iglesia, según un carisma específico.

234. Lo que caracteriza esta etapa respecto a las demás es la ausencia de metas ulteriores
a breve término, y esto puede causar un impacto a nivel psicológico: ya no hay nada más
para lo cual prepararse, sino solamente una coRdianidad que se ha de vivir en la entrega
plena de sí al Señor y a la Iglesia.

235. La formación permanente Rene lugar en el contexto de la vida coRdiana: en la


oración y en el trabajo, en el mundo de las relaciones, especialmente en la vida fraterna
en comunidad, y en la relación con el mundo exterior, según la vocación contemplaRva.

236. La formación permanente culRva la capacidad espiritual, doctrinal y profesional, la


actualización y la maduración de la contemplaRva, de tal modo que pueda realizar de
forma cada vez más adecuada su servicio al monasterio, a la Iglesia y al mundo, según la
propia forma de vida y las indicaciones de la ConsRtución Apostólica Vultum Dei quaerere.

237. Cada monja se verá animada a asumir la responsabilidad del propio crecimiento
humano, crisRano y carismáRco a través del proyecto de vida personal, del diálogo con las
hermanas de la comunidad monásRca, y en parRcular con la Superiora mayor, así como a
través de la dirección espiritual y los estudios específicos contemplados en las
Orientaciones para la vida monásRca contemplaRva.

238. Cada comunidad, junto con el proyecto comunitario, está llamada a elaborar un
programa de formación permanente sistemáRco y preciso, que abarque toda la existencia
de la persona[135]. Dicho programa se estructurará teniendo en cuenta las diversas fases
de la vida[136] y los disRntos servicios realizados por las monjas, parRcularmente de las
superioras y de las formadoras[137].

239. La Superiora mayor promueve la formación permanente de la comunidad mediante


el Capítulo conventual, los días de reRro, ejercicios espirituales anuales, encuentros para
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el Capítulo conventual, los días de reRro, ejercicios espirituales anuales, encuentros para
comparRr la Palabra de Dios, revisiones de vida periódicas, recreaciones en común,
jornadas de estudio, diálogo personal con las hermanas y encuentros fraternos.

240. Es responsabilidad de la Superiora mayor y de cada miembro de la comunidad


asegurar que la vida fraterna sea formaRva y ayude a cada hermana en su camino hacia la
total configuración con Cristo, fin úlRmo de todo el proceso formaRvo[138], y a manifestar
en cada momento de su vida “la total y gozosa pertenencia a Cristo”[139].

241. Quedando establecido que la sede ordinaria de la formación permanente es el


propio monasterio y que la vida fraterna debe favorecer el camino formaRvo de las
hermanas[140], para asegurar una formación permanente o conRnua más adecuada se
aconseja vivamente la colaboración entre las disRntas comunidades monásRcas, usando
los medios de comunicación apropiados[141].

III. Instrumentos de formación permanente

242. Con toda seguridad, el primer instrumento de formación permanente para todos los
consagrados, aún más para las contemplaRvas, es el cuidado de la vida de oración:
liturgias cuidadas y dignas, según las posibilidades de la comunidad; fidelidad a los
momentos de oración personal, para garanRzar ese espacio donde sea posible entablar
una relación ínRma con el Señor; atención a la relación con la Palabra, a través de la lec,o
personal y la colla,o comunitaria, cuando sea posible[142].

243. Cuidado y atención del sacramento de la reconciliación y de la dirección espiritual,


estando atentas en la elección de confesores preparados para sostener y acompañar el
camino de una comunidad de vida contemplaRva con discreción, sabiduría y
prudencia[143].

244. La formación intelectual se ha de garanRzar a través de un proyecto establecido por


la comunidad que considere, en lo posible, el nivel cultural de todas, para que todas
puedan recoger algo úRl para el propio camino.

245. ÚRles e importantes son también los cursos de formación comunes entre varios
monasterios de la misma familia carismáRca[144], es decir cursos federales o inter-
federales, sin olvidar que “la formación, y en especial la permanente…, ,ene su humus en
la comunidad y en la vida co,diana”[145].

246. Un clima de relaciones fraternas auténRcas, centradas en verdadera caridad y


bondad, es fundamental para permiRr a cada miembro de la comunidad un espacio
propio de vida y de expresión.

247. Es tarea de cada una encontrar un justo equilibrio en la entrega de sí a través del

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trabajo, para que el mismo se viva como un servicio sereno y gozoso a Dios y a la
comunidad. Y es tarea también de la comunidad estar atenta para que ninguna tenga que
cargar con trabajos parRcularmente pesados que absorban las energías de la mente y del
cuerpo, en detrimento de la vida espiritual. El trabajo en cuanto tal puede ser un modo de
poner a disposición los propios talentos y, así, colaborar en la expresión de la belleza de la
persona; llega a ser peligroso cuando se absoluRza y atrapa la atención en detrimento del
espíritu[146].

248. No se han de descuidar los medios ascé,cos que pertenecen a la tradición de cada
espiritualidad, como un modo de controlar los insRntos de la propia naturaleza y
orientarlos hacia el servicio del reino según el propio carisma[147].

249. También la debida información acerca de todo lo que sucede en el mundo es un


medio importante para revitalizar la conciencia y la responsabilidad de la propia misión
apostólica, que se ha de cuidar a través de los medios de comunicación, con especial
atención de usarlos con prudencia y discreción para que no llegue a ser perjudicial para la
vida contemplaRva[148].

IV. La formación inicial

250. La formación inicial es el Rempo privilegiado en el cual las hermanas candidatas a la


vida monásRca contemplaRva, con un acompañamiento especial de la formadora y de la
comunidad, son introducidas en el seguimiento de Cristo, según un determinado carisma,
asumiendo e integrando progresivamente sus dones personales con los valores auténRcos
y caracterísRcos de la propia vocación.

251. La formación inicial está estructurada en tres etapas consecuRvas: el postulantado, el


noviciado y el Rempo de la profesión temporal o juniorado, precedidas por el aspirantado,
donde las candidatas crecen y maduran hasta llegar a asumir definiRvamente la vida
monásRca en un determinado InsRtuto.

252. En la formación inicial es de gran importancia que entre las disRntas etapas exista
armonía y gradualidad de los contenidos. Es igualmente importante que entre la
formación inicial y la formación permanente o conRnua haya conRnuidad y coherencia, a
fin de que se cree en el sujeto “la disponibilidad para dejarse formar cada uno de los días
de su vida”[149].

253. Teniendo presente que la persona se construye muy lentamente y que la formación
tendrá que estar atenta en arraigar en el corazón “los sen,mientos de Cristo hacia el
Padre”[150] y los valores humanos, crisRanos y carismáRcos propios, “a la formación
inicial se debe reservar un amplio espacio de ,empo”[151], “no inferior a nueve años, ni
superior a los doce”[152].

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254. Durante este Rempo se ha de poner en prácRca “un discernimiento sereno, libre de
las tentaciones del número o de la eficacia”[153]. Además, en cada monasterio se debe
prestar especial atención al discernimiento espiritual y vocacional, asegurando a las
candidatas un acompañamiento personalizado promoviendo iRnerarios formaRvos aptos
para ellas[154], prestando parRcular atención para que la formación sea verdaderamente
integral – humana, crisRana y carismáRca – y toque todas las dimensiones de la persona.

255. La consRtución de comunidades monásRcas internacionales y mulRculturales


manifiesta la universalidad de un carisma, pero la acogida de vocaciones provenientes de
otros Países debe ser objeto de un adecuado discernimiento.

256. Uno de los criterios de acogida lo da la posibilidad de difundir en el futuro la vida


monásRca en Iglesias parRculares donde no está presente esta forma de seguimiento de
Cristo.

257. Se debe evitar terminantemente el reclutamiento de candidatas de otros Países con


el único fin de salvaguardar la supervivencia del monasterio[155].

258. Cada monasterio sui iuris, desde el momento de su erección es la sede del noviciado
y de formación, inicial y permanente o conRnua[156].

259. En el caso de que, con ocasión de la visita canónica, resulte que un monasterio sui
iuris no pueda garanRzar una formación de calidad, la formación inicial se debe realizar en
otro monasterio de la Federación o en la sede de formación inicial común de varios
monasterios[157].

260. El monasterio fundado, pero aún no erigido canónicamente, y el monasterio afiliado


son sólo sede de formación permanente o conRnua.

261. El monasterio fundado, pero aún no erigido canónicamente, puede ser sede de
noviciado y sede de formación inicial, si se dan las condiciones establecidas en la presente
Instrucción respecto a la formación.

A. Aspirantado

262. El aspirantado, considerado un primer conocimiento del monasterio por parte de la


candidata y de la candidata por parte de la comunidad del monasterio, comporta una
serie de contactos y Rempos de experiencia en comunidad, incluso prolongados. Este
conocimiento será úRl también para superar en esta fase posibles lagunas en el camino de
formación humana y religiosa.

263. Compete a la Superiora mayor con su Consejo, teniendo en cuenta cada una de las
candidatas, establecer los Rempos y las modalidades que la aspirante transcurrirá en
comunidad y fuera del monasterio.
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comunidad y fuera del monasterio.

264. El Señor Jesús ha enseñado que quien emprende una acción importante debe
primero ponderar bien si Rene “lo necesario para acabarla”[158]. Por ello, quien piensa
iniciar el camino de la vida contemplaRva ha de transcurrir un cierto Rempo reflexionando
sobre sus capacidades reales y hacer un primer examen personal de la autenRcidad de la
llamada a la vida monásRca contemplaRva.

265. Tener “lo necesario” significa poseer las cualidades naturales y psicológicas, una
normal apertura a los demás, equilibrio psíquico, espíritu de fe y voluntad firme, que
hacen posible la vida en comunidad en la clausura, en conRnencia, obediencia y pobreza.

266. Sin estas cualidades iniciales no se puede pensar, ni por parte de la aspirante ni por
parte de la comunidad que acoge, que exista la vocación a la vida monásRca y
contemplaRva. Por lo tanto, durante toda la formación inicial, pero de manera especial
durante el aspirantado, se debe prestar una atención parRcular a la dimensión humana.

267. Durante este Rempo, la aspirante es confiada por la Superiora mayor a una Hermana
profesa solemne para que pueda ser acompañada y orientada en la opción vocacional.

268. El aspirantado, con una duración mínima de doce meses, se puede prolongar según
las necesidades y el criterio de la Superiora mayor, con el parecer de su Consejo, pero no
más de dos años.

B. Postulantado

269. El postulantado es una etapa necesaria para una adecuada preparación para el
noviciado[159], durante la cual la candidata confirma su determinación de converRrse a
través de un progresivo paso de la vida secular a la vida monásRca contemplaRva.

270. Durante este Rempo, la postulante deber ser introducida gradualmente en el


proceso de asimilación de los elementos fundamentales de la vida monásRca
contemplaRva.

271. El postulantado comporta una experiencia más directa y concreta de la vida en


comunidad según un carisma específico.

272. Antes de admiRr a una aspirante en el postulantado se debe examinar su estado de


salud, si Rene una madurez adecuada a su edad, si Rene carácter apropiado, si es
sociable, sólida en la doctrina y en la prácRca crisRana, si aspira a la vida monásRca con
sincera intención, buscando en todo momento el rostro de Dios.

273. La postulante debe ser confiada a la maestra de novicias o a una monja profesa

solemne, con quien la postulante pueda abrirse con toda confianza, que le ayude a mirar
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solemne, con quien la postulante pueda abrirse con toda confianza, que le ayude a mirar
dentro de sí y que sepa discernir si hay una verdadera llamada a la vida monásRca
contemplaRva.

274. La postulante, con la ayuda de la formadora, se dedica especialmente a su formación


humana y espiritual, así como a profundizar su compromiso bauRsmal.

275. El postulantado Rene una duración mínima de doce meses y puede ser prolongado
según las necesidades por la Superiora mayor, tras oír el parecer de su Consejo, pero no
debe superar los dos años.

276. Durante este período las postulantes viven en el monasterio y siguen la vida de
comunidad según las indicaciones de la maestra y, además de recibir ayuda para conocer
sus capacidades en relación a la vida monásRca, en el monasterio pueden profundizar
temas de estudio o aprender un oficio, según las exigencias de la comunidad y conforme a
lo dispuesto por la Superiora mayor con su Consejo.

C. Noviciado

277. El noviciado es el Rempo en el cual la novicia inicia la vida en un determinado


InsRtuto, conRnúa el discernimiento vocacional y la profundización de su decisión de
seguir a Jesucristo en la Iglesia y en el mundo de hoy, según un determinado carisma.

278. El noviciado es el Rempo de prueba, y Rene como objeRvo conducir a la candidata a


tomar conciencia más plena de la vocación según un carisma específico, verificando la real
y concreta capacidad de vivirlo con alegría y generosidad, parRcularmente en lo referido a
la vida fraterna en comunidad.

279. El noviciado en los monasterios de monjas Rene una duración de dos años, de los
cuales el segundo es el año canónico; con respecto a las ausencias se sigue lo establecido
por el can. 648 CIC.

280. Durante el noviciado la novicia debe, ante todo, profundizar su amistad con Cristo,
porque sin esta amistad nunca será capaz de asumir y mantener las promesas de entrega
a Él y desear crecer en el conocimiento del carisma que está llamada a vivir, planteándose
si quiere comparRr su existencia en una vida fraterna en común con las hermanas que
forman la comunidad del monasterio.

281. La novicia obRene esto con la prácRca de la lec,o divina prolongada, guiada por una
hermana experta que sepa abrir su espíritu a la inteligencia de las Escrituras, guiada por
los escritos de los Padres de la Iglesia y por los escritos y ejemplos de vida de los propios
fundadores. El contacto ínRmo con Cristo debe necesariamente conducir a una vida
sacramental sólida y a la oración personal, en la cual la novicia debe ser guiada y para la

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cual se le debe conceder un Rempo adecuado.

282. La oración personal encuentra su expresión en la oración litúrgica comunitaria, a la


cual la novicia debe dedicar todas sus mejores energías. En este clima de amor a Cristo y
de oración, la novicia se abre a las hermanas, las ama cordialmente y vive en fraternidad
con ellas.

283. La novicia es guiada por la maestra para culRvar una auténRca devoción a la Virgen
Madre de Dios, modelo y amparo de toda vida consagrada[160], y adoptarla como
ejemplo de mujer consagrada.

284. El edificio espiritual no se puede construir sin cimientos humanos, por ello las
novicias deben perfeccionar las cualidades naturales y la educación civil, y desarrollar su
personalidad, sinRéndose verdaderamente responsables de su crecimiento humano,
crisRano y carismáRco.

D. Juniorado

285. En esta etapa la inserción en la vida de la comunidad es plena, por lo tanto el


objeRvo es comprobar la capacidad de la profesa temporal de encontrar un equilibrio
entre las diversas dimensiones de la vida monásRca contemplaRva (oración, trabajo,
relaciones fraternas, estudio…), logrando realizar una síntesis personal del carisma,
encarnándolo en las diversas situaciones de la vida coRdiana.

286. Sin perjuicio de lo establecido en el derecho universal sobre la profesión válida y


lícita de los votos temporales, el juniorado comprende el Rempo de formación inicial que
va desde la primera profesión de los votos temporales a la profesión solemne, en la cual la
profesa conRnúa la formación espiritual, doctrinal y prácRca, según el carisma y el
derecho propio del InsRtuto.

287. La profesión temporal se emite por tres años y se renueva anualmente hasta la
conclusión de los cinco años, completando un mínimo de nueve años de formación inicial.

288. Si se considera oportuno, el Rempo de la profesión temporal lo puede prolongar la


Superiora mayor, según el derecho propio, conforme con el can. 657, §2 CIC, pero
procurando que no se superen los doce años de formación inicial.

289. En cada comunidad monásRca el iRnerario de formación inicial y permanente o


conRnua, así como la formación de las superioras de los monasterios[161], de las
formadoras[162] y de las ecónomas, se programará según el carisma y el derecho propio
del InsRtuto teniendo presente las Orientaciones publicados por la Congregación para los
InsRtutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica con moRvo y como
complemento de la presente Instrucción.

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DISPOSICIONES FINALES

· La presente Instrucción no se refiere sólo a cosas futuras[163] sino que se aplica en el


presente a todos los monasterios de monjas de rito laRno desde el momento de su
publicación.

· Las disposiciones de la ConsRtución Apostólica Vultum Dei quaerere para todos los
monasterios sobre la obligación de entrar en una Federación de monasterios se aplica
también a otra estructura de comunión como la Asociación de monasterios o la
Conferencia de monasterios.

· Tal obligación es válida también para los monasterios asociados a un InsRtuto masculino
o reunidos en Congregación monásRca autónoma.

· Los disRntos monasterios Renen que cumplir lo dispuesto en el plazo de un año desde la
publicación de la presente Instrucción, a no ser que hayan sido legíRmamente
dispensados.

· Cumplido el Rempo, este Dicasterio se encargará de asignar los monasterios a


Federaciones o a otras estructuras de comunión ya existentes.

· Las decisiones que, después de una adecuada consulta y de tratarse previamente en el


Congreso del Dicasterio, tomará esta Congregación para los InsRtutos de vida consagradas
y las Sociedades de vida apostólica respecto a un monasterio de monjas relacionado a la
convocatoria de una visita apostólica, al nombramiento de un comisario apostólico, a la
suspensión de la autonomía y a la supresión de un monasterio, serán presentadas
mensualmente al Romano Pon`fice para la aprobación de forma específica.

CONCLUSIÓN

Con la presente Instrucción este Dicasterio quiere confirmar el inmenso aprecio de la


Iglesia por la vida monásRca contemplaRva y su solicitud por salvaguardar la autenRcidad
de esa peculiar forma de sequela Chris,.

El día 25 de marzo de 2018 el Santo Padre ha aprobado el presente documento de la


Congregación para los InsRtutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica y
ha autorizado su publicación.

Ese mismo día el Santo Padre, respecto a la presente Instrucción, ha aprobado de forma
específica:

· los nn. 52, 81 d) y 108, derogando el can. 638, §4 CIC;

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· el n. 83 g) derogando el can 667, §4 CIC;

· el n. 111 derogando el can. 628, §2, 1° CIC;

· el n. 130 derogando el can. 686, §2 CIC;

· los nn. 174 y 175 derogando el can. 667, §4 CIC;

· el n. 176, que abroga la restricción presente en Verbi Sponsa n. 17, §2;

· los nn. 177 y 178 derogando el can. 686, §2 CIC;

· las Disposiciones finales.

Va,cano, 1 de abril de 2018

Solemnidad de la Resurrección del Señor

João Braz, Card. de Aviz


Prefecto

+ José Rodríguez Carballo, O.F.M.


Arzobispo Secretario

________________________

[1] Cfr.; Franciscus PP., Cons,tu,o apostolica Vultum Dei quaerere (= VDq). De vita
contempla,va monialium, en AAS CVIII (2016), p. 838, n. 5; Perfectae carita,s (= Pc) 7;
can. 674 CIC VDq, 5.

[2] Cfr. PIUS PP. XII, Cons,tu,o apostolica Sponsa Chris, Ecclesia (= SCE). De sacro
monialium ins,tuto promovendo, en AAS XXXXIII (1951), pp. 5-23.

[3] Cfr. Statuta generalia monialium (= SGM), art. VI, en AAS XXXXIII (1951), p. 17.

[4] Cfr. SCE, p. 12; SGM, art. VII, en AAS XXXXIII (1951), pp. 18-19.

[5] Cfr. SCE, pp. 10-11.

[6] Cfr. SCE, pp. 12-13; SGM, art. IV, en AAS XXXXIII (1951), p. 16-17.

[7] Cfr. Pc 2.

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[8] Cfr. SCE, pp. 6-11.

[9] Cfr. SCE, pp. 8-9.

[10] Cfr. VDq, 13-35.

[11] VDq, art. 1, §2.

[12] Cfr. VDq, 8.

[13] Can. 674 CIC.

[14] VDq, art. 14, §1.

[15] VDq, 8.

[16] Cf. can. 34, §1 CIC.

[17] VDq, art. 9, §4.

[18] VDq, art. 9, §4.

[19] Cfr. can. 620 CIC.

[20] Cfr. cann. 613, §2 y 620 CIC.

[21] Cfr. can. 586,§1 CIC.

[22] Cfr. VDq, 28.

[23] Cfr. Ibídem.

[24] Cfr. can. 610 CIC.

[25] Cfr. can. 610 CIC.

[26] Cfr. can. 607, §3 CIC.

[27] Cfr. can. 667, §§2-3 CIC; cfr. VDq, 31.

[28] Cfr. can. 609, §1 CIC.

[29] Cfr. can. 609, §2 CIC.

[30] VDq, art. 8, §1.

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[31] Ibídem.

[32] VDq, art. 8, §1.

[33] Cfr. can. 610, §2 CIC.

[34] Cfr. VDq, art. 8, §1

[35] Cfr. VDq, art. 8, §2.

[36] Cfr. VDq, art. 8, §2.

[37] Cfr. can. 634, §1 CIC.

[38] Cfr. can. 636 CIC.

[39] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[40] VDq, art. 8, §2.

[41] Cfr. VDq, art. 8, §3.

[42] VDq, art. 8, §2.

[43] Cfr. VDq, art. 8, §1; Juan Pablo II, Vita Consecrata. Exhortación apostólica postsinodal
sobre la vida consagrada (= Vc) Roma, 25 marzo 1996, 36-37.

[44] Cfr. can. 616, §1 e §4 CIC.

[45] Cfr. can. 616, §2 CIC.

[46] Cfr. can. 616, §2 CIC.

[47] Cfr. can. 614 CIC.

[48] Cfr. can. 615 CIC.

[49] Cfr. VDq, art. 9, §4.

[50] Cfr. can. 625, §2 CIC.

[51] Cfr. can. 628, §2 n. 1 CIC.

[52] Cfr. can. 637 CIC.

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[53] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[54] Cfr. can. 688, §2 CIC.

[55] Cfr. can. 699, §2 CIC.

[56] Cfr. can. 586 CIC.

[57] Cfr. can. 591 CIC.

[58] Cfr. can. 678, §1 CIC.

[59] Cfr. can. 392; can. 680 CIC.

[60] Cfr. can. 394; can, 673; can. 674; can. 612 CIC.

[61] Cfr. can. 683, §2 CIC.

[62] Cfr. can. 1320 CIC.

[63] Cfr. can. 609 CIC.

[64] Cfr. can. 567 CIC.

[65] Cfr. can. 630, §3 CIC.

[66] VDq art. 6, §2 CIC.

[67] Cfr. can. 616, §1 CIC.

[68] Cfr. can. 687 CIC.

[69] Derogación parcial del can. 667, §4 CIC aprobada de forma específica por el Santo
Padre.

[70] Cfr. VDq, 28-30.

[71] Cfr. VDq art. 9, §2.

[72] Cfr. can. 582 CIC.

[73] Cfr. VDq 30; art. 9, §3.

[74] Cfr. VDq art. 9, § 1.

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[75] Cfr. can. 582 CIC; VDq, art. 9, §4.

[76] Cfr. VDq, art. 9, § 4.

[77] Cfr. VDq 30; art. 9, § 3.

[78] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[79] Cfr. can. 616, §2 CIC

[80] Cfr. VDq, art. 9, §3.

[81] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[82] Cfr. VDq, art. 2, §2.

[83] Cfr. VDq, 36.

[84] Cfr. VDq, art. 3, § 3.

[85] Cfr. VDq, art. 7, § 1.

[86] Cfr. VDq, art. 3, § 4.

[87] Cfr. VDq, art. 8, § 1.

[88] Cfr. VDq, 9, §3.

[89] Cfr. VDq, art. 3, § 7.

[90] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[91] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[92] Cfr. VDq, art. 8, § 7.

[93] Cfr. can. 184, §1 CIC.

[94] Cfr. VDq, art. 3 § 7.

[95] Cfr. VDq, art. 7 § 1.

[96] Cfr. VDq, art. 3 § 3.

[97] Cfr. VDq, art. 3 § 7.

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[98] Cfr. can. 607, §3 CIC.

[99] Cfr. Rm 12, 2.

[100] Cfr. can. 667, §1 CIC.

[101] Cfr. Mt 5, 14-15.

[102] Cfr. Jn 13, 34; Mt 5, 3.8.

[103] Cfr. Rm 6, 11.

[104] Cfr VDq 33; art. 12.

[105] VDq, 33.

[106] VDq, 34.

[107] Cfr. VDq, 31.

[108] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[109] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[110] “Téngase presente que la norma del Can. 665, §1, sobre la permanencia fuera del
InsRtuto, no se refiere a las monjas de clausura” Verbi Sponsa, n. 17, §2.

[111] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[112] Derogación aprobada de forma específica por el Santo Padre.

[113] Cfr. can. 686, §1 CIC.

[114] Cfr. VDq, 12-37.

[115] Can. 667, §3 CIC.

[116] Cfr. SCE art. IV, n. 1-2; Inter praeclara VI – X.

[117] Cfr. VDq, 31.

[118] Cfr. VDq, 33.

[119] Cfr. can. 667 §4 CIC.

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[120] Cfr. Pc 9.

[121] Cfr. can. 667, §3 CIC.

[122] Vc 59.

[123] Cfr. can. 667, §2 CIC.

[124] Cfr. can. 667, §1 CIC.

[125] Cfr. VDq, 31.

[126] Vc 65.

[127] Fil 1, 21.

[128] Ef 3, 19.

[129] Vc 66.

[130] Cfr. VDq, art. 3, §3.

[131] Cfr. can. 661 CIC.

[132] VDq, 13.

[133] Vc 69.

[134] Cfr. VDq, 3, §1.

[135] Cfr. Vc 69.

[136] Cfr. Vc 70.

[137] Cfr. VDq art. 3, §1; 7, §1.

[138] Cf. Vc 65.

[139] VDq, 13.

[140] Cfr. VDq, 14.

[141] cfr. VDq, 34.

[142] Cfr. VDq, 24-27.

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[143] VDq, 23.

[144] VDq, 30.

[145] VDq, 14.

[146] Cfr. VDq, 32.

[147] Cfr. VDq, 35.

[148] Cfr. VDq, 34.

[149] Vc 69; Caminar desde Cristo, 15.

[150] Vc 65.

[151] Vc 65.

[152] VDq, 15.

[153] Caminar desde Cristo, 18.

[154] Cfr. VDq, 15.

[155] Cfr. VDq, art. 3, §6.

[156] Cfr. VDq, art. 3, §5.

[157] Cfr. VDq, 3, §7.

[158] Cfr. Lc 14, 28.

[159] Cfr. can. 597 §2 CIC.

[160] Cfr. can 663, §4 CIC.

[161] Cfr. VDq art. 7, §1.

[162] Cfr. VDq art. 3, §3 e §4.

[163] Cfr. can. 9 CIC.

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