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«COR ORANS»
INSTRUCCIÓN APLICATIVA DE LA CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA “VULTUM DEI QUAERERE”
SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA
INTRODUCCIÓN
Con la mirada orientada hacia esta forma especial de seguimiento de Cristo, el Papa Pío
XII, el 21 de noviembre de 1950, publicaba la ConsRtución Apostólica Sponsa Chris,
Ecclesia[2] dirigida a la vida monásRca femenina. En dicho documento, el Romano
Pon`fice reconocía los monasterios de monjas como auténRcos monasterios
autónomos[3] y apoyaba el nacimiento de las Federaciones[4] como estructuras de
comunión que ayudasen a superar el aislamiento de los monasterios. Todo ello con el fin
de favorecer la conservación del carisma común y la colaboración en la ayuda recíproca
manifestada de diversas formas, dando indicaciones para la accommodata renova,o[5] de
aquello que se llamaba InsRtuto de las monjas, sobre todo acerca del tema de la
clausura[6]. De hecho, el Papa Pío XII anRcipaba para los monasterios de vida
contemplaRva lo que el Concilio VaRcano II pediría algunos años más tarde a todos los
InsRtutos religiosos[7].
Como recordaba el Papa Pío XII al inicio de la ConsRtución Apostólica —que casi como
introducción histórica, señala en sus partes esenciales las varias fases de la vida
consagrada femenina en la Iglesia[8]—, la intención y el proyecto de los fundadores,
autorizados por la competente autoridad de la Iglesia, a través de los siglos, ha
embellecido a la Iglesia, Esposa de Cristo, con una mulRtud de carismas, modelando
varias formas de vida contemplaRva en diversas tradiciones monásRcas y diferentes
familias carismáRcas[9].
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Por mandato del Santo Padre[14], la Congregación para los InsRtutos de vida consagrada y
las Sociedades de vida apostólica ha redactado la presente Instrucción aplicaRva de la
ConsRtución Apostólica Vultum Dei quaerere, entregada “a la Iglesia, con par,cular
atención a los monasterios de rito la,no”[15], Instrucción que quiere aclarar las
disposiciones de la ley, desarrollando y determinando los procedimientos para
ejecutarla[16].
NORMAS GENERALES
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3. Todos los monasterios en los cuales se emiten sólo votos simples pueden solicitar a la
Santa Sede la restauración de los votos solemnes.
4. La forma parRcular de vida religiosa que las monjas Renen que vivir fielmente, según el
carisma del propio InsRtuto y a la cual son desRnadas por la Iglesia, es la vida
contemplaRva canónica. Con el nombre de vida contempla,va canónica no se hace
referencia a la vida interior y teológica a la que se invita a todos los fieles en virtud del
bauRsmo, sino a la profesión externa de la disciplina religiosa que, tanto a través de
ejercicios de piedad, oración y morRficación, así como por las ocupaciones que las monjas
han de atender, está tan orientada a la contemplación interior que toda la vida y toda la
acción puedan fácilmente y eficazmente verse impregnadas por el deseo de la misma.
Federaciones de monasterios, erigida por la Santa Sede, que aprueba sus Estatutos, para
el estudio de temas relacionados con la vida contemplaRva según el mismo carisma, para
dar una orientación unitaria y una cierta coordinación a la acRvidad de cada
Federación[17].
CAPÍTULO PRIMERO
EL MONASTERIO AUTÓNOMO
15. El monasterio sui iuris es una casa religiosa que goza de autonomía jurídica: su
superiora es una Superiora mayor[20], su comunidad está establemente consRtuida por el
número y la calidad de los miembros, según lo establecido por el derecho es sede del
noviciado y de formación, goza de personalidad jurídica pública y sus bienes son bienes
eclesiásRcos.
16. La Iglesia reconoce a cada monasterio sui iuris una justa autonomía jurídica, de vida y
de gobierno, mediante la cual la comunidad monásRca puede gozar de una disciplina
propia y ser capaz de conservar su índole y tutelar su idenRdad[21].
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19. Un monasterio de clausura, como toda casa religiosa, se erige teniendo en cuenta la
uRlidad de la Iglesia y del InsRtuto[24].
I. La fundación
22. La fundación por iniciaRva de la Federación debe ser expresión de la comunión entre
los monasterios y expresar la voluntad de difundir la vida contemplaRva, sobre todo en las
Iglesias parRculares donde la misma no está presente.
25. Al elegir el país en el cual se quiere hacer la fundación se debe considerar si la vida
monásRca ya está presente, se debe recoger todo Rpo de información necesaria y úRl,
sobre todo respecto a la presencia y vitalidad de la Iglesia Católica, sobre las vocaciones a
la vida consagrada, el senRdo religioso en la población y la posibilidad de futuras
vocaciones para la nueva fundación.
26. Al elegir el lugar de la fundación se deben asegurar las condiciones necesarias para
garanRzar a las monjas la posibilidad de un digno mantenimiento, poder llevar
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27. Al elegir el lugar de la fundación se debe prestar especial atención a las exigencias de
la vida sacramental y espiritual del nuevo monasterio, porque la escasez de clero en
algunas Iglesias parRculares no siempre permite elegir un presbítero que cuente con
competencia y sensibilidad espiritual para acompañar a la comunidad de un monasterio
de monjas.
30. La fundación no goza de autonomía alguna, sino que, hasta el momento de la erección
canónica como monasterio sui iuris, depende en todo del monasterio fundador o de la
Federación.
31. La superiora local de la fundación es una monja de votos solemnes, idónea para
ejercer el servicio de la autoridad, nombrada por la Superiora mayor del monasterio
fundador o por la Presidenta federal, conforme a la norma del derecho propio.
32. Las monjas de la fundación, que libremente deben adherir por escrito a tal proyecto,
manRenen los derechos capitulares en el propio monasterio pero quedan suspendidos en
su ejercicio hasta el momento de la erección del nuevo monasterio.
33. La Superiora mayor del monasterio fundador o la Presidenta federal puede solicitar a
la Santa Sede que la fundación sea erigida como sede de noviciado en presencia de una
comunidad de al menos cinco profesas de votos solemnes, asegurando la presencia de
una monja de votos solemnes, legíRmamente nombrada por la Superiora mayor del
monasterio fundador o por la Presidenta federal, que desempeñe la tarea de maestra de
novicias.
34. Si la fundación Rene lugar por iniciaRva de un solo monasterio, hasta el momento de
la erección como monasterio autónomo, las candidatas son admiRdas al noviciado, las
novicias a la profesión temporal y las profesas temporales a la profesión solemne por la
Superiora mayor del monasterio fundador, según la norma del derecho universal y propio.
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39. Un monasterio de monjas se erige como monasterio sui iuris por peRción de la
comunidad del monasterio fundador o por decisión del Consejo Federal con la licencia de
la Santa Sede[29] juntamente con los requisitos que siguen:
a) una comunidad que haya dado buen tesRmonio de vida fraterna en común con “la
necesaria vitalidad a la hora de vivir y transmi,r el carisma”[30], formada por al menos
ocho monjas de votos solemnes, “siempre que la mayoría no sea de avanzada edad”[31];
c) locales adecuados según el esRlo de vida de la comunidad, para garanRzar a las monjas
la posibilidad de llevar regularmente la vida contemplaRva según el carácter y el espíritu
propio del InsRtuto al que pertenecen;
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43. La autonomía de vida, condición constante para mantener la autonomía jurídica, debe
ser constantemente verificada por la Presidenta federal[34], la cual, cuando en un
monasterio a su juicio falta la autonomía de vida, debe informar a la Santa Sede con vistas
al nombramiento de la Comisión ad hoc [35].
44. El monasterio autónomo está guiado por una Superiora mayor, designada según la
norma del derecho propio.
45. Cuando en un monasterio autónomo las profesas de votos solemnes llegar a ser cinco,
la comunidad de dicho monasterio pierde el derecho de elegir a su propia superiora. En
ese caso la Presidenta federal Rene que informar a la Santa Sede con vistas al
nombramiento de la Comisión ad hoc[36]; y quien Rene el derecho de presidir el capítulo
elecRvo, previa autorización de la Santa Sede, procederá a nombrar una superiora
administradora, después de oír a cada uno de los miembros de la comunidad.
47. Los bienes del monasterio autónomo son administrados por una monja de votos
solemnes, con el encargo de ecónoma, consRtuida según la norma del derecho propio y
disRnta de la Superiora mayor del monasterio[38].
48. La comunidad del monasterio considera los bienes que posee como dones recibidos
de Dios, por medio de los bienhechores y del trabajo de la comunidad, como medios
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de Dios, por medio de los bienhechores y del trabajo de la comunidad, como medios
necesarios y úRles para alcanzar los fines propios del InsRtuto al que pertenece,
respetando siempre las exigencias de la profesión del Consejo evangélico de pobreza
mediante voto público.
49. Son actos de administración extraordinaria aquellos que superan las exigencias
habituales para el mantenimiento y el trabajo de la comunidad y para el mantenimiento
ordinario de los edificios del monasterio.
52. Derogado el can. 638, §4 CIC, para la validez de una enajenación y de cualquier otro
negocio a parRr del cual la situación patrimonial del monasterio podría sufrir un daño, se
pide, según el valor de la venta y del negocio, la autorización escrita de la Superiora mayor
con el consenRmiento del Consejo o del capítulo conventual y el parecer de la Presidenta
federal[39].
53. Si se trata de un negocio o venta cuyo valor supera la suma fijada por la Santa Sede
para cada región, o bien de donaciones ofrecidas por voto a la Iglesia o de cosas preciosas
por su valor histórico y ar`sRco, se requiere, además, la licencia de la Santa Sede.
III. La afiliación
54. La afiliación es una forma especial de ayuda que la Santa Sede establece en
situaciones parRculares a favor de la comunidad de un monasterio sui iuris que presenta
una autonomía sólo aparente, pero en realidad muy precaria o, de hecho, inexistente.
55. La afiliación se configura como una ayuda de carácter jurídico que debe evaluar si la
incapacidad para gesRonar la vida del monasterio autónomo en todas sus dimensiones es
sólo temporal o irreversible, ayudando a la comunidad del monasterio afiliado a superar
las dificultades o a disponer lo que sea necesario para suprimir dicho monasterio.
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haciéndolo donec aliter provideatur casa dependiente de otro monasterio autónomo del
mismo InsRtuto o de la Federación, según lo establecido en la presente Instrucción y en
otras posibles disposiciones a este respecto dadas por la misma Santa Sede.
59. La superiora local del monasterio afiliado es una monja de votos solemnes, nombrada
ad nutum por la Superiora mayor del monasterio autónomo o bien por la Presidenta
federal[41], con el consenRmiento del respecRvo Consejo, después de oír el parecer de las
monjas de la comunidad del monasterio afiliado. Dicha superiora local se convierte en
representante legal del monasterio afiliado.
60. El monasterio afiliado puede acoger candidatas pero el noviciado y la formación inicial
se deben realizar en el monasterio afiliante o en otro monasterio establecido por la
Federación.
61. Las candidatas del monasterio afiliado son admiRdas al noviciado, las novicias a la
profesión temporal y las profesas temporales a la profesión solemne por la Superiora
mayor del monasterio afiliante, tras oír a la comunidad del monasterio afiliado y obtener
el voto favorable del capítulo conventual del monasterio afiliante, o bien por la Presidenta
federal con el consenRmiento de su Consejo.
IV. El traslado
— obtener la decisión del capítulo conventual del monasterio tomada por mayoría de los
dos tercios de los votos;
— avisar con Rempo suficiente al obispo en cuya diócesis está establecido el monasterio
que se deja;
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que se deja;
V. La supresión
68. Un monasterio de monjas que no logra expresar, según la índole contemplaRva y las
finalidades del InsRtuto, el especial tesRmonio público a Cristo y a la Iglesia Su Esposa, se
debe suprimir, teniendo presente la uRlidad de la Iglesia y del InsRtuto al cual pertenece
el monasterio.
69. A la Santa Sede en estos casos corresponde considerar la posibilidad de consRtuir una
comisión ad hoc formada por el Ordinario, la Presidenta de la Federación, el Asistente
Federal y la Superiora mayor del monasterio[42].
70. Entre los criterios que pueden contribuir a determinar un juicio respecto a la
supresión de un monasterio, después de haber analizado todas las circunstancias, deben
considerarse, en su conjunto, los siguientes: el número de monjas, la edad avanzada de la
mayor parte de los miembros, la capacidad real de gobierno y de formación, la falta de
candidatas desde hace varios años, la ausencia de la vitalidad necesaria al vivir y
transmiRr el carisma en una fidelidad dinámica[43].
71. Un monasterio de monjas es suprimido únicamente por la Santa Sede con el PARECER
del obispo diocesano[44] y, si se considera oportuno, oído el parecer de la Presidenta
federal, del Asistente religioso y del Ordinario religioso, si el monasterio está asociado
según la norma del can. 614 CIC.
72. Los bienes del monasterio suprimido, respetando la voluntad de los fundadores y de
los donantes, se trasladan con las monjas que aún quedan y se distribuyen, de forma
proporcional, en los monasterios que las acogen, salvo otra indicación de la Santa
Sede[45] que puede disponer, en cada caso, la parte de los bienes desRnados a la caridad,
a la Iglesia parRcular donde está el monasterio, a la Federación y al “Fondo para las
monjas”.
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74. En cada estructura de comunión o de gobierno en las que pueden configurarse los
monasterios femeninos se les garanRza la necesaria y justa vigilancia, ejercida
principalmente – pero no exclusivamente — mediante la visita regular de una autoridad
externa a los monasterios mismos.
75. De acuerdo con la norma del derecho universal y propio, el servicio de la vigilancia
corresponde:
2. al superior mayor del InsRtuto masculino al que se han asociado, que es denominado
Ordinario religioso, en relación a la comunidad del monasterio femenino asociado
jurídicamente, según la norma del derecho[47];
76. Cada monasterio femenino está confiado a la vigilancia de una sola autoridad, ya que
no está presente en el Código de Derecho Canónico el régimen de la "doble dependencia",
simultánea y cumulaRva, es decir del obispo y del superior regular, presente en varios
cánones del Código de Derecho Canónico de 1917.
tradiciones.
79. Se debe favorecer, siempre que sea posible, la asociación jurídica de los monasterios
de monjas con la Orden masculina correspondiente[49] con el fin de tutelar la idenRdad
de la familia carismáRca.
80. Los monasterios congregados y los monasterios asociados jurídicamente siguen, sin
embargo, vinculados al obispo diocesano según lo establecido por el derecho universal y
citado en el n. 83 de la presente Instrucción.
81. En lo que respecta a los monasterios femeninos confiados a la peculiar vigilancia del
obispo diocesano, la misma se expresa en relación a la comunidad del monasterio
principalmente en los casos establecidos por el derecho universal, dado que el obispo
diocesano:
d) derogado el can. 638, §4 CIC, da, en calidad de Ordinario del lugar, el consenRmiento
escrito para parRculares actos de administración, si lo establece el derecho propio[53];
82. Estos casos, expresados para indicar el ámbito y la modalidad de la peculiar vigilancia
del obispo diocesano, consRtuyen la base del ámbito y de la vigilancia sobre el monasterio
femenino asociado jurídicamente por parte del Ordinario religioso del InsRtuto al que se
han asociado, y deben estar presentes en las ConsRtuciones del monasterio asociado.
a) la comunidad del monasterio femenino está sujeta a la potestad del obispo[58], al cual
debe verdadero respeto en lo que se refiere al ejercicio público del culto divino, la cura de
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f) al obispo diocesano, en calidad de Ordinario del lugar, y a sus superiores hace referencia
la monja exclaustrada, permaneciendo bajo su dependencia y cuidado[68];
84. Para los monasterios congregados y para los monasterios asociados los puntos de
solicitud pastoral antes indicados consRtuyen las únicas formas posibles de intervención
del obispo diocesano, desde el momento que deben ser salvaguardados los
derechos/deberes de la Presidenta de la Congregación para los monasterios congregados
y los derechos/deberes del Ordinario religioso del InsRtuto que los asocia respecto al
monasterio asociado.
85. Para los monasterios confiados a la peculiar vigilancia del obispo diocesano, los puntos
de solicitud pastoral antes indicados han de añadirse a los que el Código de Derecho
Canónico presenta como expresiones de la peculiar vigilancia, citados en el n. 81 de la
presente Instrucción.
CAPÍTULO SEGUNDO
LA FEDERACIÓN DE MONASTERIOS
I. Naturaleza y fin
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86. La Federación es una estructura de comunión entre monasterios del mismo InsRtuto
erigida por la Santa Sede para que los monasterios que comparten el mismo carisma no
permanezcan aislados sino que lo custodien con fidelidad y, prestándose mutua ayuda
fraterna, vivan el valor irrenunciable de la comunión[70].
87. La Federación está consRtuida por varios monasterios autónomos que Renen afinidad
de espíritu y de tradiciones y, si bien no están configurados necesariamente según un
criterio geográfico, siempre que sea posible, no deben estar geográficamente demasiado
distantes[71].
88. La Santa Sede Rene la competencia exclusiva de erigir, suspender, unir y suprimir las
Federaciones[72] de los monasterios de monjas.
91. Los Estatutos de la Federación Renen que estar en consonancia no sólo con lo
establecido por la presente Instrucción, sino también con el carácter, las leyes, el espíritu
y las tradiciones del InsRtuto al que pertenecen.
93. De acuerdo con lo dispuesto en la ConsRtución apostólica Vultum Dei quaerere, todos
los monasterios, en principio, deben formar parte de una Federación[74]. Un monasterio,
por razones especiales, objeRvas y jusRficadas, con el voto del capítulo conventual puede
solicitar a la Santa Sede ser dispensado de tal obligación. La concesión de esa dispensa
está reservada a la Santa Sede. Un monasterio, por causas objeRvas y jusRficadas, con el
voto del capítulo conventual puede pedir a la Santa Sede no pertenecer a una Federación.
A la Santa Sede le compete realizar un adecuado discernimiento antes de conceder la
salida de una Federación.
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96. La Santa Sede puede insRtuir o aprobar para cada InsRtuto una Comisión Internacional
con el fin de favorecer el estudio de temas relacionados con la vida contemplaRva según
el propio carisma[76].
98. Para mantener viva y reforzar la unión de los monasterios, aplicando una de las
finalidades de la Federación, se facilita entre los monasterios una cierta comunicación de
bienes, coordinada por la Presidenta federal.
100. La Federación considera los bienes de los que dispone como medios necesarios y
úRles para conseguir los propios fines.
101. Cada Federación consRtuye un fondo económico (caja federal) para poder realizar las
finalidades federaRvas. Ese fondo sirve para cubrir los gastos ordinarios de la Federación
misma y los relaRvos a la formación de las monjas a nivel federal, para auxiliar las
necesidades de subsistencia y de salud de las monjas, para mantener los edificios y para
sostener las nuevas fundaciones.
102. El fondo económico se financia con las libres aportaciones de los monasterios, las
donaciones de los bienhechores y los ingresos provenientes de las ventas de los bienes de
los monasterios suprimidos, según lo establecido por la presente Instrucción[77].
103. La economía de la Federación está gesRonada por el Consejo federal, presidido por la
Presidenta federal, que cuenta con la colaboración de la Ecónoma federal.
106. Si se trata de un negocio o de una venta cuyo valor supera la suma fijada por la Santa
Sede para las regiones o bien de donaciones con moRvo de un voto hecho a la Iglesia, o
de cosas preciosas por su valor histórico y ar`sRco, se requiere además la licencia de la
Santa Sede.
107. Para la validez de la venta y de cualquier otro negocio por el cual la situación
patrimonial de la Federación podría sufrir un daño, se requiere la licencia escrita de la
Presidenta federal con el consenRmiento del Consejo o de la Asamblea federal, según el
valor de la operación, establecida en el derecho propio.
108. Derogado el can. 638, §4 CIC, para la validez de la venta de los bienes de los
monasterios suprimidos, la Presidenta de la Federación y el Consejo federal,
independientemente del valor del bien que se ha de vender, necesitan siempre y
únicamente la licencia escrita de la Santa Sede[78].
113. La Presidenta de la Federación, cada vez que la necesidad lo requiera, puede visitar
las comunidades de los monasterios federados acompañada por una co-visitadora,
elegida por turno entre las Consejeras, y por la Ecónoma de la Federación.
114. Todas las demás visitas — maternas o fraternas — se acordarán con la Superiora del
monasterio.
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monasterio.
116. La Presidenta de la Federación, durante la visita canónica, verifica cómo se viven los
temas contenidos en los puntos enumerados en el n. 12 y desarrollados en los nn. 13-35
de la ConsRtución Apostólica Vultum Dei quaerere[82], y si se observan las relaRvas
normas de aplicación, acordadas en las Asambleas federales.
120. La Presidenta de la Federación, tras consultar al Consejo Federal, elige los siRos más
adecuados para realizar los cursos específicos de formación de las formadoras y sus
colaboradoras, así como para quienes son llamadas a ejercer el servicio de la autoridad,
estableciendo la duración de dichos cursos para que no perjudiquen las exigencias de la
vida contemplaRva[86] y comunitaria.
122. Cuando la Superiora mayor de un monasterio niega a una monja la autorización para
pasar a otro monasterio del mismo InsRtuto, la Presidenta de la Federación, tras realizar
el debido discernimiento con su Consejo sobre la cuesRón, informará de ello a la Santa
Sede, que decide lo que hay que hacer.
123. El Consejo federal está formado por cuatro consejeras elegidas por la Asamblea
federal entre todas las monjas profesas solemnes de los monasterios de la Federación y
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federal entre todas las monjas profesas solemnes de los monasterios de la Federación y
permanece en el cargo por seis años.
124. El Consejo federal sólo Rene competencia sobre aquello que le atribuye la presente
Instrucción[88] y esté eventualmente establecido en los Estatutos, pero la Presidenta de
la Federación puede consultarle cada vez que lo considere oportuno.
126. El Consejo federal expresa su parecer sobre la elección de los Rempos y los lugares
más adecuados donde realizar los cursos específicos de formación de las formadoras y de
sus colaboradores, así como de quienes son llamadas a ejercer el servicio de la autoridad.
132. El Consejo federal asume las funciones del Consejo del monasterio autónomo
cuando este úlRmo, mediante la afiliación, es confiado a la Presidenta de la Federación en
el proceso de acompañamiento para la revitalización o para la supresión del
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monasterio[92].
133. La comunión que existe entre los monasterios se hace visible en la Asamblea federal,
signo de unidad en la caridad, que Rene principalmente la tarea de tutelar entre los
monasterios federados el patrimonio carismáRco del InsRtuto y promover una adecuada
renovación que esté en armonía con el mismo, excepto que ninguna Federación de
monasterios de monjas o Confederación de Federaciones represente a todo el InsRtuto.
136. La Asamblea federal intermedia es convocada cada tres años para verificar las tareas
realizadas y para adoptar eventuales soluciones o cambios en las mismas.
139. La Asamblea federal extraordinaria es convocada por la Presidenta dos meses antes
de su celebración.
140. Cuando la Presidenta federal cesa en su cargo, por muerte o por los otros modos
previstos por el derecho[93], la primera Consejera convoca, en el plazo de un mes desde
la vacante del cargo, la Asamblea federal extraordinaria, que se ha de celebrar en un plazo
de dos meses desde la convocatoria. En este caso se procede nuevamente a la elección de
las Consejeras federales y de la Ecónoma federal.
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e. toma decisiones y establece normas que todas las monjas deben observar, después de
la aprobación definiRva de la Santa Sede;
f. elabora para un sexenio los iRnerarios formaRvos comunes que cada comunidad se
compromete a realizar;
h. establece un monasterio como sede de formación inicial común para los monasterios
de la Federación[94];
V. Oficios federales
143. La Ecónoma federal Rene la responsabilidad de llevar a cabo cuanto haya establecido
el Consejo Federal y colabora con la Presidenta de la Federación, en el contexto de la
Visita regular, en la supervisión del funcionamiento económico de cada monasterio
señalando del mismo los aspectos posiRvos y las deficiencias, datos que deben estar
presentes en del Informe final de la visita.
144. La Secretaria federal es elegida por la Presidenta de la Federación y dura seis años en
el cargo, ese servicio puede ser desempeñado por una de las Consejeras federales.
145. La Secretaria federal, siempre que sea posible, reside en el monasterio elegido como
sede legal de la Federación y allí custodia los documentos y manRene actualizado el
archivo de la Federación.
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152. El nombramiento del Asistente de la Federación está reservado a la Santa Sede, pero
la Federación Rene la facultad de presentación.
155. El Asistente de la Federación debe transmiRr cada año un breve Informe sobre su
gesRón, sobre el funcionamiento de la Federación, señalando posibles situaciones
parRculares. Al término de su mandato el Asistente envía a la Congregación para los
InsRtutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica un Informe con mayores
detalles sobre el estado de la Federación.
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CAPÍTULO TERCERO
LA SEPARACIÓN DEL MUNDO
156. ParRendo del enunciado del Código[98], se recuerda que la separación del mundo
caracteriza la naturaleza y las finalidades de los InsRtutos de vida consagrada religiosos y
corresponde al principio paulino de no conformarse a la mentalidad de este mundo[99],
huyendo de toda forma de mundanidad.
Para la vida religiosa, la clausura consRtuye una obligación común a todos los
InsRtutos[100] y expresa el aspecto material de la separación del mundo – de la cual, sin
embargo, no agota su alcance — contribuyendo a crear en cada casa religiosa un clima y
un ambiente que favorezcan el recogimiento, necesarios para la vida propia de todo
InsRtuto religioso, pero especialmente para aquellos entregados a la contemplación.
157. En la vida contemplaRva de las monjas merece una parRcular atención el aspecto de
la separación del mundo por la elevada esRma que la comunidad crisRana alberga hacia
este esRlo de vida, signo de la unión exclusiva de la Iglesia-Esposa con su Señor,
sumamente amado.
158. La vida de las monjas contemplaRvas, dedicadas de manera especial a la oración, con
el fin de tener constantemente el corazón orientado hacia el Señor, en la ascesis y en el
ferviente progreso de la vida espiritual, no es más que una tensión constante hacia la
Jerusalén celesRal, una anRcipación de la Iglesia escatológica, fija en la posesión y en la
contemplación del rostro de Dios.
159. La comunidad del monasterio de monjas, situada como ciudad en la cima del monte
y lámpara sobre el candelero[101], incluso en la sencillez de su vida, representa
visiblemente la meta hacia la cual camina toda la comunidad eclesial que, fervorosa en la
acción y entregada a la contemplación, avanza por las sendas del Rempo con la mirada fija
en la futura recapitulación de todo en Cristo.
desarrollar la búsqueda permanente del rostro de Dios, según el carisma del InsRtuto.
162. La clausura evoca aquella celda del corazón donde cada uno es llamado a vivir la
unión con el Señor. Acogida como don y elegida como respuesta libre de amor, es el lugar
de la comunión espiritual con Dios y el prójimo, donde la limitación de los espacios y de
los contactos es un beneficio para la interiorización de los valores evangélicos[102].
163. La clausura no es sólo un medio ascéRco de inmenso valor, sino que es un modo de
vivir la Pascua de Cristo, como anuncio gozoso y anRcipación proféRca de la posibilidad
ofrecida a cada persona y a toda la humanidad de vivir únicamente para Dios, en
Jesucristo[103].
164. En los monasterios de monjas, la clausura debe entenderse en senRdo posiRvo como
un espacio para el uso y la inRmidad de las monjas que viven la vida contemplaRva, un
espacio de vida domésRca, familiar, dentro del cual la comunidad vive la vida fraterna en
su dimensión más ínRma.
167. Cada monasterio debe mantener con gran solicitud su fisonomía principal o
fundamentalmente contemplaRva, compromeRéndose de forma parRcular en crear y vivir
un ámbito de silencio exterior e interior en la oración[104], en la ascesis y en el ferviente
progreso espiritual, en la cuidada celebración de la liturgia, en la vida fraterna en común,
en la observancia de la regla y en la disciplina de la separación del mundo.
168. La normaRva sobre los medios de comunicación social, en la gran variedad que se
nos presenta actualmente, Rene por objeto la salvaguardia del recogimiento y del
silencio: se puede, en efecto, vaciar el silencio contemplaRvo cuando se llena la clausura
de ruidos, de noRcias y de palabras. El recogimiento y el silencio es de gran importancia
para la vida contemplaRva por ser “espacio necesario de escucha y de ruminaRo de la
Palabra y requisito para una mirada de fe que capte la presencia de Dios en la historia
personal, en la de los hermanos […] y en los avatares del mundo”[105].
169. Estos medios, por lo tanto, se deben usar con sobriedad y criterio, no sólo respecto a
los contenidos sino también a la canRdad de informaciones y al Rpo de comunicación,
“para que estén al servicio de la formación para la vida contempla,va y de las necesarias
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171. Las monjas procuran tener la debida información sobre la Iglesia y el mundo, no con
mulRtud de noRcias, sino sabiendo escoger las que son esenciales a la luz de Dios, para
llevarlas a la oración, en sintonía con el corazón de Cristo.
III. La clausura
174. Derogada la disposición del can. 667, §4 CIC, el Obispo diocesano, así como el
Ordinario religioso, no interviene en la concesión de la dispensa de la clausura[108].
175. Derogada la disposición del can. 667, §4 CIC, la dispensa de la clausura corresponde
únicamente a la Superiora mayor, la cual, en el caso que tal dispensa supere los quince
días, puede concederla sólo después de haber obtenido el consenRmiento de su
Consejo[109].
176. Abrogada la limitación presente en la Instrucción Verbi Sponsa[110], por una razón
jusRficada la Superiora mayor, de acuerdo con la norma del can. 665, § 1 CIC, con el
consenRmiento de su Consejo, puede autorizar la ausencia del monasterio de la monja
profesa de votos solemnes por no más de un año, tras consultar al Obispo diocesano o al
Ordinario religioso competente.
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178. Derogado el can. 686, §2 CIC, una prórroga del indulto de exclaustración puede ser
concedida por la Presidenta federal, con el consenRmiento de su Consejo, a la monja
profesa de votos solemnes de un monasterio de la Federación por un Rempo no superior
a dos años[112].
179. Para tal concesión la Presidenta federal, antes de presentar la cuesRón al Consejo
Federal, debe obtener el parecer por escrito de la Superiora mayor de la monja profesa de
votos solemnes que solicita la prórroga del indulto, expresado colegialmente junto con el
Consejo del monasterio, previo consenRmiento del Ordinario del lugar donde se
establecerá la monja, y el parecer del Obispo diocesano o del Ordinario religioso
competente.
180. Toda ulterior prórroga del indulto de exclaustración queda reservada únicamente a la
Santa Sede[113].
181. Durante la visita canónica, los Visitadores deben verificar la observancia de todos los
elementos propios de la vida contemplaRva según lo descrito en la ConsRtución Vultum
Dei quaerere[114] con especial referencia al aspecto de la separación del mundo.
182. La Iglesia, por el inmenso aprecio que Rene por su vocación, alienta a las monjas a
vivir fielmente y con senRdo de responsabilidad el espíritu y la disciplina de la clausura
para promover en la comunidad una provechosa y completa orientación hacia la
contemplación de Dios Uno y Trino.
183. La clausura papal, instaurada en el año 1298 por Bonifacio VIII, se define “según las
normas dadas por la Sede Apostólica”[115] y excluye tareas externas de apostolado.
184. Si Pío XII la había disRnguido en clausura papal mayor y menor[116] el Código de
Derecho Canónico reconoce un solo Rpo de clausura papal, que se observa en los
monasterios de monjas totalmente entregadas a la vida contemplaRva[117].
186. Una real separación del mundo, caracterizada principalmente por el silencio y la
soledad[118], expresan y protegen la integridad y la idenRdad de la vida totalmente
contemplaRva, para que sea fiel a su carisma específico y a las sanas tradiciones del
InsRtuto.
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187. La vida integralmente contemplaRva, para ser considerada de clausura papal debe
estar totalmente ordenada a conseguir la unión con Dios en la contemplación.
190. La ley de la clausura papal se exRende al edificio y a todos los espacios, internos y
externos, del monasterio reservados exclusivamente a las monjas, donde sólo en caso de
necesidad puede ser admiRda la presencia de extraños. Debe ser un espacio de silencio y
de recogimiento, sin obras externas, donde pueda desarrollarse con mayor facilidad la
búsqueda permanente del rostro de Dios, según el carisma del InsRtuto.
192. En virtud de la ley de la clausura papal, las monjas, las novicias y las postulantes han
de vivir dentro de la clausura del monasterio, y no les es lícito salir de ella, salvo en los
casos previstos por el derecho; ni está permiRdo a nadie entrar en el ámbito de la
clausura del monasterio, excepto en los casos previstos.
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194. La concesión de permisos para entrar y salir de la clausura papal requiere siempre
una causa justa, es decir, determinada por una verdadera necesidad de alguna de las
monjas o del monasterio: se trata de una exigencia de tutela de las condiciones
requeridas para la vida integralmente contemplaRva y, por parte de las monjas, de
coherencia con su opción vocacional.
195. Donde sea habitual anotar en un libro las entradas y las salidas puede conservarse,
según determine el Capítulo conventual, incluso como una contribución para el
conocimiento de la vida y de la historia del monasterio.
198. Corresponde a la Superiora mayor del monasterio con clausura papal nombrar a una
monja profesa de votos solemnes para el servicio de la portería y, si el derecho propio no
contempla la presencia de Hermanas externas, permiRr a una Hermana que realice los
servicios propios de las Hermanas externas por un período limitado de Rempo.
200. La salida de la clausura papal, salvo indultos parRculares de la Santa Sede o en caso
de peligro, es autorizada por la Superiora mayor en los casos ordinario, referidos a la salud
de las monjas, la asistencia a las monjas enfermas, la parRcipación en cursos o reuniones
de formación inicial y permanente organizados por la Federación o por otro monasterio,
el ejercicio de los derechos civiles y aquellas necesidades del monasterio que no pueden
ser atendidas de otro modo.
201. Para enviar novicias o profesas de votos temporales, cuando fuese necesario, a
realizar parte de la formación en otro monasterio del InsRtuto, así como para hacer
traslados temporales o definiRvos a otros monasterios del mismo InsRtuto, la Superiora
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202. La entrada en la clausura papal está permiRda, salvo indultos parRculares de la Santa
Sede, a los Cardenales, los cuales pueden llevar consigo algún acompañante, a los Nuncios
y a los Delegados Apostólicos en los lugares sujetos a su jurisdicción, a los Visitadores
durante la Visita canónica, al Obispo diocesano[119], al Ordinario religioso competente y
a otras personas autorizadas por la Superiora mayor por causa justa.
— al presbítero para administrar los Sacramentos a las enfermas, para asisRr a las que
padecen largas o graves enfermedades, para celebrar alguna vez para ellas la Santa Misa,
para las procesiones litúrgicas y los funerales;
— a quienes por su trabajo o competencias son necesarios para atender la salud de las
monjas, para la formación y para proveer a las necesidades del monasterio;
204. Los monasterios que asocian a la vida contemplaRva alguna acRvidad en favor del
pueblo de Dios o pracRcan formas más amplias de hospitalidad de acuerdo con la
tradición del propio InsRtuto, definen su clausura en las ConsRtuciones o en otro código
del derecho propio.
A. Clausura consMtucional
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B. Clausura monásMca
209. Antes de Vita Consecrata esa expresión se usaba para definir la clausura de los
monjes[123], más rigurosa que la clausura común a todos los religiosos[124], pero menos
rígida que la clausura papal y comparable, bajo ciertos aspectos, con la clausura
consRtucional de las monjas.
211. La clausura monásRca, por el hecho de estar presente en las ConsRtuciones o en otro
código del derecho propio, es una expresión peculiar de la clausura consRtucional.
213. En virtud de la ley de la clausura consRtucional, las monjas, las novicias y las
postulantes han de vivir dentro de la clausura del monasterio, y no les es lícito salir de
ella, salvo en los casos contemplados por el derecho, ni está permiRdo a nadie entrar en
el ámbito de la clausura del monasterio fuera de los casos previstos y sin el permiso de la
superiora.
215. Cada una de las monjas es corresponsable de ello y debe contribuir, con gran esRma
por el silencio y la soledad, para que el régimen exterior de la clausura consRtucional
conserve ese valor interior fundamental, a través del cual la clausura es fuente de vida
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conserve ese valor interior fundamental, a través del cual la clausura es fuente de vida
espiritual y tesRmonio de la presencia de Dios.
217. La Superiora mayor del monasterio puede permiRr las salidas de la clausura
consRtucional por causa justa, teniendo en cuenta las indicaciones dadas por la presente
Instrucción.
218. La Superiora mayor del monasterio con clausura consRtucional nombra monjas para
el servicio de la portería y de la hospedería, y autoriza a algunas monjas para trabajar en
las obras o en los talleres del monasterio ubicados fuera del ámbito de la clausura,
determinando el Rempo de su permanencia fuera de la misma.
CAPÍTULO CUARTO
LA FORMACIÓN
219. La monja pasa a ser, con pleno derecho, miembro de la comunidad del monasterio
sui iuris y par`cipe de sus bienes espirituales y temporales con la profesión de los votos
solemnes, respuesta libre y definiRva a la llamada del Espíritu Santo.
220. Las candidatas se preparan para la profesión solemne pasando por las disRntas
etapas de la vida monásRca; durante las mismas reciben una formación adecuada, y,
aunque de disRntos modos, forman parte de la comunidad del monasterio.
I. Principios generales
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223. Tanto las candidatas como las monjas Renen que tener presente que en el proceso
formaRvo no se trata tanto de adquirir nociones, sino de “conocer el amor de Cristo, que
excede a todo conocimiento”[128]. Todo esto hace que el proceso formaRvo dure toda la
vida y cada monja se considere siempre en formación.
225. La formación en la vida monásRca contemplaRva debe ser integral, es decir, debe
tener en cuenta a la persona en su totalidad para que desarrolle armónicamente las
propias cualidades psíquicas, morales, afecRvas e intelectuales, y se integre acRvamente
en la vida comunitaria. Ninguna de estas dimensiones de la persona debe ser excluida del
ámbito de la formación tanto inicial como permanente o conRnua.
226. La formación monásRca contemplaRva debe ser orgánica, gradual y coherente en sus
diversas etapas, dado que está llamada a promover el desarrollo de la persona de forma
armónica y progresiva, respetando plenamente la singularidad de cada una.
227. Bajo la acción del Espíritu Santo, tanto las candidatas como las monjas son las
protagonistas principales de la propia formación y las responsables de asumir e
interiorizar todos los valores de la vida monásRca.
228. Por tal moRvo, el proceso formaRvo debe prestar atención al carácter único de cada
hermana y al misterio que lleva en sí, como también a sus dones parRculares, para
favorecer su crecimiento mediante el conocimiento de sí y la búsqueda de la voluntad de
Dios.
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231. Por formación permanente o conRnua se enRende un iRnerario que dura toda la
vida[131], tanto personal como comunitario, y “que debe llevar a la configuración con el
Señor Jesús y a la asimilación de sus sen,mientos en su total oblación al Padre”[132]. Es,
por lo tanto, un proceso de conRnua conversión del corazón, “exigencia intrínseca de la
consagración religiosa”[133], y exigencia de fidelidad creaRva a la propia vocación. La
formación permanente o conRnua es el humus de la formación inicial[134].
232. La formación permanente o conRnua, en cuanto tal, debe ser considerada prioritaria
tanto en el proyecto de vida comunitario como en el proyecto de vida de cada una de las
monjas.
234. Lo que caracteriza esta etapa respecto a las demás es la ausencia de metas ulteriores
a breve término, y esto puede causar un impacto a nivel psicológico: ya no hay nada más
para lo cual prepararse, sino solamente una coRdianidad que se ha de vivir en la entrega
plena de sí al Señor y a la Iglesia.
237. Cada monja se verá animada a asumir la responsabilidad del propio crecimiento
humano, crisRano y carismáRco a través del proyecto de vida personal, del diálogo con las
hermanas de la comunidad monásRca, y en parRcular con la Superiora mayor, así como a
través de la dirección espiritual y los estudios específicos contemplados en las
Orientaciones para la vida monásRca contemplaRva.
238. Cada comunidad, junto con el proyecto comunitario, está llamada a elaborar un
programa de formación permanente sistemáRco y preciso, que abarque toda la existencia
de la persona[135]. Dicho programa se estructurará teniendo en cuenta las diversas fases
de la vida[136] y los disRntos servicios realizados por las monjas, parRcularmente de las
superioras y de las formadoras[137].
el Capítulo conventual, los días de reRro, ejercicios espirituales anuales, encuentros para
comparRr la Palabra de Dios, revisiones de vida periódicas, recreaciones en común,
jornadas de estudio, diálogo personal con las hermanas y encuentros fraternos.
242. Con toda seguridad, el primer instrumento de formación permanente para todos los
consagrados, aún más para las contemplaRvas, es el cuidado de la vida de oración:
liturgias cuidadas y dignas, según las posibilidades de la comunidad; fidelidad a los
momentos de oración personal, para garanRzar ese espacio donde sea posible entablar
una relación ínRma con el Señor; atención a la relación con la Palabra, a través de la lec,o
personal y la colla,o comunitaria, cuando sea posible[142].
245. ÚRles e importantes son también los cursos de formación comunes entre varios
monasterios de la misma familia carismáRca[144], es decir cursos federales o inter-
federales, sin olvidar que “la formación, y en especial la permanente…, ,ene su humus en
la comunidad y en la vida co,diana”[145].
247. Es tarea de cada una encontrar un justo equilibrio en la entrega de sí a través del
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trabajo, para que el mismo se viva como un servicio sereno y gozoso a Dios y a la
comunidad. Y es tarea también de la comunidad estar atenta para que ninguna tenga que
cargar con trabajos parRcularmente pesados que absorban las energías de la mente y del
cuerpo, en detrimento de la vida espiritual. El trabajo en cuanto tal puede ser un modo de
poner a disposición los propios talentos y, así, colaborar en la expresión de la belleza de la
persona; llega a ser peligroso cuando se absoluRza y atrapa la atención en detrimento del
espíritu[146].
248. No se han de descuidar los medios ascé,cos que pertenecen a la tradición de cada
espiritualidad, como un modo de controlar los insRntos de la propia naturaleza y
orientarlos hacia el servicio del reino según el propio carisma[147].
252. En la formación inicial es de gran importancia que entre las disRntas etapas exista
armonía y gradualidad de los contenidos. Es igualmente importante que entre la
formación inicial y la formación permanente o conRnua haya conRnuidad y coherencia, a
fin de que se cree en el sujeto “la disponibilidad para dejarse formar cada uno de los días
de su vida”[149].
253. Teniendo presente que la persona se construye muy lentamente y que la formación
tendrá que estar atenta en arraigar en el corazón “los sen,mientos de Cristo hacia el
Padre”[150] y los valores humanos, crisRanos y carismáRcos propios, “a la formación
inicial se debe reservar un amplio espacio de ,empo”[151], “no inferior a nueve años, ni
superior a los doce”[152].
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254. Durante este Rempo se ha de poner en prácRca “un discernimiento sereno, libre de
las tentaciones del número o de la eficacia”[153]. Además, en cada monasterio se debe
prestar especial atención al discernimiento espiritual y vocacional, asegurando a las
candidatas un acompañamiento personalizado promoviendo iRnerarios formaRvos aptos
para ellas[154], prestando parRcular atención para que la formación sea verdaderamente
integral – humana, crisRana y carismáRca – y toque todas las dimensiones de la persona.
258. Cada monasterio sui iuris, desde el momento de su erección es la sede del noviciado
y de formación, inicial y permanente o conRnua[156].
259. En el caso de que, con ocasión de la visita canónica, resulte que un monasterio sui
iuris no pueda garanRzar una formación de calidad, la formación inicial se debe realizar en
otro monasterio de la Federación o en la sede de formación inicial común de varios
monasterios[157].
261. El monasterio fundado, pero aún no erigido canónicamente, puede ser sede de
noviciado y sede de formación inicial, si se dan las condiciones establecidas en la presente
Instrucción respecto a la formación.
A. Aspirantado
263. Compete a la Superiora mayor con su Consejo, teniendo en cuenta cada una de las
candidatas, establecer los Rempos y las modalidades que la aspirante transcurrirá en
comunidad y fuera del monasterio.
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264. El Señor Jesús ha enseñado que quien emprende una acción importante debe
primero ponderar bien si Rene “lo necesario para acabarla”[158]. Por ello, quien piensa
iniciar el camino de la vida contemplaRva ha de transcurrir un cierto Rempo reflexionando
sobre sus capacidades reales y hacer un primer examen personal de la autenRcidad de la
llamada a la vida monásRca contemplaRva.
265. Tener “lo necesario” significa poseer las cualidades naturales y psicológicas, una
normal apertura a los demás, equilibrio psíquico, espíritu de fe y voluntad firme, que
hacen posible la vida en comunidad en la clausura, en conRnencia, obediencia y pobreza.
266. Sin estas cualidades iniciales no se puede pensar, ni por parte de la aspirante ni por
parte de la comunidad que acoge, que exista la vocación a la vida monásRca y
contemplaRva. Por lo tanto, durante toda la formación inicial, pero de manera especial
durante el aspirantado, se debe prestar una atención parRcular a la dimensión humana.
267. Durante este Rempo, la aspirante es confiada por la Superiora mayor a una Hermana
profesa solemne para que pueda ser acompañada y orientada en la opción vocacional.
268. El aspirantado, con una duración mínima de doce meses, se puede prolongar según
las necesidades y el criterio de la Superiora mayor, con el parecer de su Consejo, pero no
más de dos años.
B. Postulantado
269. El postulantado es una etapa necesaria para una adecuada preparación para el
noviciado[159], durante la cual la candidata confirma su determinación de converRrse a
través de un progresivo paso de la vida secular a la vida monásRca contemplaRva.
273. La postulante debe ser confiada a la maestra de novicias o a una monja profesa
solemne, con quien la postulante pueda abrirse con toda confianza, que le ayude a mirar
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solemne, con quien la postulante pueda abrirse con toda confianza, que le ayude a mirar
dentro de sí y que sepa discernir si hay una verdadera llamada a la vida monásRca
contemplaRva.
275. El postulantado Rene una duración mínima de doce meses y puede ser prolongado
según las necesidades por la Superiora mayor, tras oír el parecer de su Consejo, pero no
debe superar los dos años.
276. Durante este período las postulantes viven en el monasterio y siguen la vida de
comunidad según las indicaciones de la maestra y, además de recibir ayuda para conocer
sus capacidades en relación a la vida monásRca, en el monasterio pueden profundizar
temas de estudio o aprender un oficio, según las exigencias de la comunidad y conforme a
lo dispuesto por la Superiora mayor con su Consejo.
C. Noviciado
279. El noviciado en los monasterios de monjas Rene una duración de dos años, de los
cuales el segundo es el año canónico; con respecto a las ausencias se sigue lo establecido
por el can. 648 CIC.
280. Durante el noviciado la novicia debe, ante todo, profundizar su amistad con Cristo,
porque sin esta amistad nunca será capaz de asumir y mantener las promesas de entrega
a Él y desear crecer en el conocimiento del carisma que está llamada a vivir, planteándose
si quiere comparRr su existencia en una vida fraterna en común con las hermanas que
forman la comunidad del monasterio.
281. La novicia obRene esto con la prácRca de la lec,o divina prolongada, guiada por una
hermana experta que sepa abrir su espíritu a la inteligencia de las Escrituras, guiada por
los escritos de los Padres de la Iglesia y por los escritos y ejemplos de vida de los propios
fundadores. El contacto ínRmo con Cristo debe necesariamente conducir a una vida
sacramental sólida y a la oración personal, en la cual la novicia debe ser guiada y para la
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283. La novicia es guiada por la maestra para culRvar una auténRca devoción a la Virgen
Madre de Dios, modelo y amparo de toda vida consagrada[160], y adoptarla como
ejemplo de mujer consagrada.
284. El edificio espiritual no se puede construir sin cimientos humanos, por ello las
novicias deben perfeccionar las cualidades naturales y la educación civil, y desarrollar su
personalidad, sinRéndose verdaderamente responsables de su crecimiento humano,
crisRano y carismáRco.
D. Juniorado
287. La profesión temporal se emite por tres años y se renueva anualmente hasta la
conclusión de los cinco años, completando un mínimo de nueve años de formación inicial.
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DISPOSICIONES FINALES
· Las disposiciones de la ConsRtución Apostólica Vultum Dei quaerere para todos los
monasterios sobre la obligación de entrar en una Federación de monasterios se aplica
también a otra estructura de comunión como la Asociación de monasterios o la
Conferencia de monasterios.
· Tal obligación es válida también para los monasterios asociados a un InsRtuto masculino
o reunidos en Congregación monásRca autónoma.
· Los disRntos monasterios Renen que cumplir lo dispuesto en el plazo de un año desde la
publicación de la presente Instrucción, a no ser que hayan sido legíRmamente
dispensados.
CONCLUSIÓN
Ese mismo día el Santo Padre, respecto a la presente Instrucción, ha aprobado de forma
específica:
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________________________
[1] Cfr.; Franciscus PP., Cons,tu,o apostolica Vultum Dei quaerere (= VDq). De vita
contempla,va monialium, en AAS CVIII (2016), p. 838, n. 5; Perfectae carita,s (= Pc) 7;
can. 674 CIC VDq, 5.
[2] Cfr. PIUS PP. XII, Cons,tu,o apostolica Sponsa Chris, Ecclesia (= SCE). De sacro
monialium ins,tuto promovendo, en AAS XXXXIII (1951), pp. 5-23.
[3] Cfr. Statuta generalia monialium (= SGM), art. VI, en AAS XXXXIII (1951), p. 17.
[4] Cfr. SCE, p. 12; SGM, art. VII, en AAS XXXXIII (1951), pp. 18-19.
[6] Cfr. SCE, pp. 12-13; SGM, art. IV, en AAS XXXXIII (1951), p. 16-17.
[7] Cfr. Pc 2.
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[15] VDq, 8.
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[31] Ibídem.
[43] Cfr. VDq, art. 8, §1; Juan Pablo II, Vita Consecrata. Exhortación apostólica postsinodal
sobre la vida consagrada (= Vc) Roma, 25 marzo 1996, 36-37.
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[60] Cfr. can. 394; can, 673; can. 674; can. 612 CIC.
[69] Derogación parcial del can. 667, §4 CIC aprobada de forma específica por el Santo
Padre.
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[110] “Téngase presente que la norma del Can. 665, §1, sobre la permanencia fuera del
InsRtuto, no se refiere a las monjas de clausura” Verbi Sponsa, n. 17, §2.
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[120] Cfr. Pc 9.
[122] Vc 59.
[126] Vc 65.
[128] Ef 3, 19.
[129] Vc 66.
[133] Vc 69.
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[150] Vc 65.
[151] Vc 65.
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