Carl Gustav Jung - Sesiones Psicológicas - Sesión 16

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 9

Sesiones Psicológicas

de Carl Gustav Jung

Sesión 16
El sujeto está suspendido en un mundo de objetos y no puede concebirse separado de
ellos. Normalmente, clasificamos como objetos únicamente aquellas cosas
pertenecientes al mundo externo, pero igualmente importante son los objetos
intrapsíquicos con los cuales el sujeto está en contacto. A esta última clase corresponde
cualquier contenido consciente que se haya deslizado fuera de la consciencia, haya sido
olvidado, como solemos decir, o reprimido; y todos los procesos inconscientes. Existen
siempre partes de nuestro consciente, y partes de nuestras funciones que están dentro
de nuestro consciente, y partes que están fuera del mismo, pero que continúan dentro de
la esfera de la actividad psíquica.

Algunos de estos objetivos intrapsíquicos verdaderamente me pertenecen, y cuando los


olvido, se pueden comparar con piezas de mobiliario que se han perdido. Pero otros, por el
contrario, son intrusos dentro de mi entorno psíquico y proceden de lo inconsciente
colectivo. O bien el intruso puede proceder del mundo externo. Tomemos, por ejemplo, el
caso de una tradición. Esta puede ser inconsciente y, por ese motivo, ser un objeto que
surge de mí mismo, o puede originarse desde fuera por algo existente en los alrededores.

Obviamente, el mundo externo no deja de tener un efecto sobre las funciones. Si las
sensaciones fueran únicamente subjetivas y no tuvieran ninguna base en la realidad, no
irían acompañadas por la convicción que les es característica. Ciertamente, no todo el
sentido de la convicción se basa en el efecto derivado del objeto externo. A veces existe
igualmente un fuerte elemento subjetivo, como demuestra el caso de las alucinaciones y
de los delirios que se observan en los casos patológicos. Pero la mayor parte de la
convicción que conlleva la sensación se deriva de la realidad. Es de la realidad tal y como
es de lo que nos habla la sensación, no de la realidad tal y como podría haber sido, ni de la
realidad tal y como podría ser, sino de la realidad tal y como es en este mismo y preciso
momento. En razón de ello, la sensación nos brinda únicamente una imagen estática de la
realidad, y este sería el principio fundamental del llamado tipo funcional sensitivo.

Ahora bien, la intuición llega consigo una sensación similar de certeza, pero respecto de
una modalidad diferente de realidad. Nos habla de la realidad de las posibilidades, pero
para el tipo funcional intuitivo esta es una realidad tan absoluta como la que pueda
poseer el hecho estático. En la medida en que podamos comprobar la validez de la
intuición viendo si las posibilidades identificadas acontecen o no verdaderamente de
hecho, y dado que millones de estas posibilidades identificadas por intuición se han visto
materializadas, es perfectamente legítimo que el tipo intuitivo valore su función como un
medio de comprender una de las facetas de la realidad, a saber: la realidad dinámica.

Por lo que se refiere a las funciones racionales, la cosa cambia. El pensamiento se basa en
la realidad tan solo indirectamente, pero no obstante puede acarrear exactamente la
misma convicción. Nada es más real que una idea para la persona que piensa. Existen
determinadas ideas generales o colectivas a partir de las cuales el pensador deriva la
formulación de su juicio, y a estas ideas la conocemos como los modos lógicos, pero estos
a su vez se derivan de alguna otra idea subyacente: dicho con otras palabras, los modos
lógicos se retrotraen a los orígenes arquetípicos. Sería difícil, ciertamente, seguir el rastro
de su historia, pero algún día, cuando los hombres sean más inteligentes que ahora,
indudablemente se conseguirá.

El pensamiento, pues, se deriva de la realidad de la imagen, pero ¿tiene una realidad la


imagen? Para responder a esta pregunta, volvamos al ámbito de las ciencias naturales,
donde podemos encontrar abundantes pruebas de potencia que posee una imagen. Si
partimos en dos una lombriz de tierra, el segmento que contiene la cabeza desarrollará
una nueva cola, y el segmento que contiene la cola desarrollará una nueva cabeza. Si
destruimos el cristalino del ojo de una salamandra, se desarrollará un nuevo cristalino. En
ambos casos, debemos suponer que el organismo lleva dentro de sí, de alguna forma, una
imagen de su totalidad, totalidad esta que tiende a restablecerse cuando se ve
interrumpida o perturbada. De la misma forma, el hecho de que e roble adulto esté
contenido dentro de la bellota sugiere este principio de la imagen del todo.
Evidentemente, el principio del restablecimiento de la integridad del todo en el caso de
que una parte sea cercenada funciona dentro de unos límites. El elemento reemplazado
es de naturaleza más arcaica que el original. Así, podemos decir hablando en términos
generales que si se elimina una forma diferenciada, el órgano sustituido se retrotrae a un
nivel más primitivo. Lo mismo sucede a nivel psicológico. Es decir, tan pronto como
dejamos a un lado la función más diferenciada, retrocedemos al nivel arcaico. Podemos
ver esto incluso en algo tan sencillo como el desarrollo de una argumentación. Si no
logramos convencer por medio del pensamiento lógico, lo abandonamos y recurrimos a
otros medios más primitivos: a saber, levantamos la voz, nos refugiamos en lugares
comunes, nos volvemos sarcásticos o ácidos. Dicho con otras palabras, al fallarnos
nuestras herramientas más refinadas, agarramos el martillo y las tenazas de la emoción.

Volviendo a esta cuestión de las imágenes, encontramos algo en la naturaleza que se


corresponde con el principio implicado en las mismas. Cuando aplicamos el concepto de
imagen al pensamiento únicamente, suponemos que las imágenes son estáticas. Los
grandes filósofos han hablado de ellas siempre como algo eterno. Son estas imágenes
estáticas las que subyacen al pensamiento y constituyen la base del pensamiento.
Podemos llamarlas, si queremos, el logos.

El sentimiento, como hemos visto, también incluye una convicción de realidad, es decir,
tiene que ver con un hecho transubjetivo. Tomado desde determinados aspectos, el
sentimiento puede guardar una cierta similitud con el pensamiento, pero eso es
meramente una conexión aparente, no una relación real.
La expresión mi país puede ser tomada abstractamente o emocionalmente. De esta
forma, la mayoría de nuestras ideas generales son valores emocionales y también
imágenes intelectuales, de modo que podemos decir que el hecho que subyace al
sentimiento sería una imagen dinámica.

Sí defino a Dios como la totalidad invariable e inalterable de todos los procesos


cambiantes, ¿qué tengo, en ese caso, si no una idea absolutamente estática? Pero es fácil
imaginar a Dios como una imagen dinámica extremadamente potente. Pues la totalidad
de las imágenes dinámicas pueden hacer uso del eros.

Para resumir, hemos tomado en consideración cuatro tipos de realidades: 1) la realidad


estática que nos lleva a través de la sensación; 2) la realidad dinámica revelada por la
intuición; 3) las imágenes estáticas que nos vienen dadas por el pensamiento; 4) las
imágenes dinámicas detectadas por el sentimiento.

Doy por supuesto que el hecho del descubrimiento de las cuatro funciones equivale a
formular una aseveración acerca del mundo, es decir, el mundo incluye estos cuatro
aspectos de la realidad. No tenemos forma de saber si el mundo es Cosmos o Caos, pues
tal y como conocemos el mundo, todo el orden lo ponemos nosotros mismos.

Cada uno de los distintos tipos funcionales tiene una forma en particular de ver el
sentimiento, y es probable identificar cosas acerca del sentimiento que no sean ciertas de
otros tipos. Por consiguiente, uno de los puntos con respecto a las funciones que ha sido
más rebatido es mi opinión de que el sentimiento es racional.

Es el destino de las personas buscan interpretar la vida principalmente a través de la


función más fuerte existente en ellos. A veces es absolutamente imposible convencer a la
persona de que no puede captar el mundo transubjetivo con la ayuda de una única
función solamente, por muy fuerte que dicha función puede ser. Con respecto al tipo
racional, esto se me hizo patente en cierta ocasión de forma muy impresionante gracias a
un hombre que vino a consultarme acerca de una neurosis compulsiva. Me dijo: "No creo
que pueda usted curarme, pero me gustaría saber por qué razón no puedo curarme dado
que, como tendrá ocasión de ver, no hay verdaderamente nada que no sepas cerca de mí
mismo”. Y esto demostró ser cierto, había abordado su caso con una inteligencia
ciertamente admirable, y desde el punto de vista freudiano estaba completamente
analizado, pues no había ningún rincón de su pasado, ni retrotrayéndose a la infancia más
remota imaginable que quedará por explorar. En un primer momento no pude explicarme
por qué razón este hombre no era capaz de mejorar. Entonces procedí a preguntarle
acerca de su situación económica, dado que acaba de venir de St. Moritz y había pasado el
invierno en Niza. "¿Ha logrado usted ganar tanto dinero como para permitirse vivir de
esta forma sin trabajar?" le pregunté. Se sintió molesto conmigo por presionar le acerca
de este punto, pero finalmente tuvo que decir la verdad, a saber, que era incapaz de
trabajar, que jamás había ganado ningún dinero por sí mismo, pero que estaba siendo
mantenido por una maestra de escuela, que era diez años mayor que él. Dijo que nada de
esto tenía absolutamente nada que ver con sus neurosis, que quería a esta mujer, y ella a
él, y que los dos habían meditado a fondo juntos acerca de la situación, y que todo estaba
bien. Tampoco fui capaz en modo alguno de hacerle ver que se estaba comportando como
un cerdo con esta mujer, que ya estaba viviendo con una cantidad infinita de dinero
mientras él andaba de juerga por toda Europa.

Pero el tipo sensitivo puede crucificar la realidad con igual facilidad. Supongamos que una
mujer se ha enamorado del marido de su hermana. Este hombre es su hermano político y
se supone que una mujer no se enamora de su hermano político, de manera que el hecho
jamás será admitido en la consciencia. Únicamente los hechos, tal como vienen
determinados por la situación tal y como es, son relevantes; las posibilidades que queden
por detrás de esto, que no satisfagan este criterio, deben ser cuidadosamente excluidos.
De esta forma estos dos tipos pueden vivir durante años llegar únicamente a una
conclusión sobre el verdadero estado de cosas a través del análisis personal.

He hablado en más de una ocasión de la forma en que tipo intuitivo puede hacer caso
omiso de la realidad y, por su parte, ustedes podrán, estoy seguro de ello, aportar igual
número de ejemplos de las distintas formas mediante las cuales el tipo emocional puede
hacer lo mismo. Si algo desagrada a los sentimientos, el tipo emocional pasará por alto la
realidad del hecho con la mayor facilidad.

Así, a hombres y mujeres nos resulta difícil comprenderse entre sí. La mujer tiende a
identificar el sentimiento como la realidad, el hombre se aferra obstinadamente al
enunciado lógico.

Hasta este punto hemos venido hablando del sujeto como si esté fuera invariable en el
tiempo, pero, como bien sabemos, el cuerpo es una entidad tetradimensional, siendo el
tiempo la cuarta dimensión. Si la cuarta dimensión fuera espacial, nuestro cuerpo serían
similares a los gusanos -esto es, se extenderían en el espacio entre dos puntos-. en el
diagrama 7 he tratado de ofrecer una idea respecto de lo que sería un individuo
moviéndose a través del espacio, es decir, en un espacio tridimensional. no podemos
entender al individuo meramente como una entidad estática. Si queremos tener una idea
completa de él, debemos añadir el factor tiempo. El tipo significa un pasado y un futuro, y
por ese motivo el individuo únicamente está completo cuando le añadimos su estructura
actual real como resultado de las experiencias pasadas y, al mismo tiempo, la estructura
actual real tomada como el punto de partida de nuevas tendencias. Según esta idea,
podemos distinguir la existencia de dos tipos: aquellos individuos que no quieren
adentrarse en el tiempo que les ha tocado vivir y que se encuentran bajo el hechizo del
pasado, y aquellos otros demasiado por adelante de ellos mismos. Estos últimos
únicamente pueden ser entendidos a través de sus tendencias.

Hasta el momento, los diagramas presentados han venido dejando de lado lo


inconsciente. En el diagrama 8 he tomado en consideración este factor. Este diagrama
presupone un tipo racional plenamente desarrollado, en el que la sensación y la intuición
están en el ámbito de lo inconsciente esté falto de sentimiento; únicamente significa que,
comparado con su pensamiento, su sentimiento no está bajo su control, sino que
interrumpe en su carácter, por lo que normalmente no aparece en absoluto, y luego de
repente toma posesión de él absolutamente.

En el diagrama 9, muestro al individuo en relación con el mundo de los objetos externos,


por un lado, y con las imágenes de lo inconsciente colectivo, por otro. relacionando y
conectando el individuo con el primero de los mundos, esto es, con el mundo de los
objetos externos, está la persona, desarrollada conforme a las fuerzas procedentes de
dentro y las fuerzas procedentes de fuera e interrelación unas con otras. podemos
considerar a la persona como la corteza de la personalidad consciente. Como ya hemos
indicado en otra parte, lo que vaya a ser la persona no es algo de nuestra plena elección,
dado que jamás podemos controlar enteramente las fuerzas que entrarán en juego en
nuestra personalidad consciente.

El centro de esta personalidad consciente es el yo. Si tomamos el estrato que hay "detrás"
de este yo, llegamos al subconsciente personal. Este contiene nuestros deseos o
fantasías incompatibles, nuestras influencias de la niñez, la sexualidad reprimida, y
demás: en resumen, todas aquellas cosas que nos negamos a guardar en la conciencia por
una u otra razón, o que perdemos iban a parar fuera de la consciencia. En el centro está el
núcleo virtual o gobierno central, Qué representa la totalidad del sí-mismo consciente e
inconsciente.

Llegamos así a lo inconsciente colectivo tal y como está presente en nosotros -esto es, la
parte de la experiencia racial que llevamos dentro de nosotros-. Ese lugar de los cabirios o
los duendecillos, a quienes no podemos ver o, de lo contrario, dejan de servirnos. En esta
región de la psique suele aparecer en sueños otro centro virtual. Se trata de una figura
menor de uno mismo habitualmente proyectada en un amigo, pues lo inconsciente hace
estos "obsequios" con mucha facilidad. E llamado a esto la sombra propia [Shadow self]. El
hombre primitivo ha desarrollado un intrincado entramado de relaciones con su sombra,
las cuales simbolizan muy bien mi idea respecto del sí-mismo sombrío. El primitivo jamás
debe pisar la sombra de otro, de igual modo que nosotros jamás debemos mencionar las
debilidades del otro, aquellas cosas que hay en él y de las cuales se avergüenza y que por
ello coloca fuera de la vista. El primitivo dice: "no salgas al mediodía, es peligroso que no
puedas ver tu sombra". Nosotros decimos: "Ve con cuidado si no conoces tus propias
debilidades".

Podemos denominar al yo consciente la personalidad subjetiva y a la sombra propia la


personalidad objetiva. Esta última, compuesta de lo que forma parte de lo inconsciente
colectivo dentro de nosotros, incluye las cosas que aparecen en nosotros como efectos.
Pues ciertamente ejercemos efectos sobre las personas que no podemos ni predecir ni
explicar adecuadamente. El instinto nos advierte de que nos mantengamos alejados de
este aspecto racial [hereditario, ancestral] de nosotros mismos. Si nos volviéramos
conscientes de las vidas ancestrales existentes dentro de nosotros, correríamos el riesgo
desintegrarnos. Un ancestro podría tomar posesión de nosotros y llevarnos a la muerte.
El primitivo dice: "No dejes que un espíritu entre dentro de ti". Al decir esto, transmite la
doble idea: "No dejes que un visitante entré dentro de tu inconsciente, y No pierdas un
alma ancestral".

Es muy grande el sentimiento de temor reverencial del hombre primitivo en relación con
lo que nosotros llamamos lo inconsciente colectivo. Para él es el mundo de los espíritus. la
siguiente anécdota relatada por un explorador que vivió entre los esquimales constituyen
ejemplo de este temor reverencial, compartir o incluso por el hombre-medicina. el
explorador llegó a la cabaña de un esquimal polar donde se estaban realizando una serie
de conjuros dirigidos a un hombre enfermo, como objeto de ahuyentar a los fantasmas o
espíritus malignos que le estaban enfermando. Había un ruido enorme en la cabaña, con
el hechicero saltando y corriendo de acá para allá como un loco. Tan pronto como vio al
explorador, se quedó muy tranquilo y dijo: "esto es un completo sin sentido". Le había
tomado por otro hombre-medicina, porque se supone que nadie, excepto otro hombre-
medicina, puede acercarse a una cabaña en la que está teniendo lugar un encantamiento
semejante. Es costumbre también, en el caso de los hombres-medicina que están
luchando con los espíritus, que se sonrían y se digan el uno al otro que la situación es toda
ella un absoluto sinsentido, no porque piensen que lo es, sino porque lo utilizan como una
especie de broma apotropaica. Está en la naturaleza del eufemismo el que deba
protegerles contra su propio temor.

Este miedo instintivo o lo inconsciente colectivo es de hecho muy fuerte en nosotros.


Puede sobrevenir un flujo continuo de fantasías procedentes de él inundándonos, y la
señal de peligro aparece cuando no es posible detener el flujo. Si alguien ha visto alguna
vez suceder esto, se sentirá profundamente atemorizado. por lo general no solemos
emplear demasiada imaginación en estas cosas, pero el hombre primitivo lo sabe todo en
relación con esto. En la mayoría de los casos, estamos demasiado desconectados de ello
como para llegar siquiera a planteárnoslo.

Por lo que se refiere a la tarea un tanto delicada de localizar lo inconsciente colectivo, no


debemos pensar que se limita tan solo al cerebro, sino que incluiría igualmente el sistema
nervioso simpático. únicamente aquella parte de lo inconsciente colectivo que constituye
nuestra herencia vertebrada -esto es, que llega hasta nosotros procedente de nuestros
ancestros vertebrados- entraría dentro de los límites del sistema nervioso central. Por lo
demás, quedaría fuera de nuestra esfera psicológica. Se supone que los estratos animales
muy primitivos se heredan a través del sistema simpático, y que los estratos animales
relativamente ulteriores, correspondientes a la serie vertebrada, estarían representados
por el sistema cerebro-espinal. los estratos humanos más recientes forman la base de la
conciencia actual, y de este modo lo inconsciente colectivo va extendiéndose hacia la
consciencia, y únicamente en este respecto podemos decir que lo inconsciente colectivo
es psicológico. queremos reservar el término "psicológico" utilizado de este modo para
aplicarlo aquellos elementos que, cuando menos teóricamente, pueden ser llevados al
ámbito del control consciente. De acuerdo con esto no se puede decir, hablando
estrictamente, que el cuerpo principal de lo inconsciente colectivo sea psicológico, sino
físico. Jamás insistiremos lo bastante en esta distinción, dado que cuando me he referido
a lo inconsciente colectivo como algo "exterior" a nuestros cerebros, se ha dado por
supuesto que quería decir que colgaban en alguna parte suspendidos en el aire. Después
de esta explicación, espero que les quedara claro que lo inconsciente colectivo siempre
está obrando sobre nosotros a través de los hechos subjetivos, los cuales probablemente
están tanto dentro como fuera de nosotros mismos.

A modo de ejemplo de como lo inconsciente colectivo puede obrar sobre nosotros a


través del hecho interno, me gustaría poner el siguiente ejemplo: supongamos que un
hombre está sentado en alguna parte fuera de casa, en el exterior, y un pájaro viene
volando y se posa cerca de él. otro día el hombre se encuentra en el mismo lugar y llega un
pájaro similar. Esta vez el pájaro lo conmueve de una forma sumamente extraña, hay algo
misterioso relacionado con este segundo pájaro. el hombre ingenuo ciertamente dará por
sentado que el efecto extraordinario del segundo pájaro se debe al mundo exterior, en la
misma medida que el efecto normal producido por el primer pájaro. Si es una persona
primitiva, distinguirá entre los dos efectos diciendo que el primer pájaro no era más que
un pájaro, mientras que el segundo es un pájaro "doctor". Pero nosotros sabemos que el
efecto extraordinario del pájaro "doctor" se debe a una proyección sobre el procedente de
lo inconsciente colectivo, del interior del hombre.

Por lo común, únicamente a través de dicha proyección en el mundo externo es como nos
volvemos conscientes de las imágenes de lo inconsciente colectivo.

El análisis de dicho efecto pone de manifiesto que se corresponde con una proyección de
un contenido inconsciente, y de este modo llegamos a tomar conciencia de dicho
contenido. El caso mencionado más arriba constituyen ejemplo corriente en tanto que
damos por supuesto que se trata de un individuo que se identifica físicamente con el yo o
con lo consciente, pero si fuera el caso de que el individuo estuviera más del lado de tu
sombra, entonces sería capaz de advertir, sin necesidad de recurrir a la proyección, un
movimiento inmediato -es decir, autónomo- de los contenidos inconscientes. Ahora bien,
si el individuo es idéntico a su yo normal, en ese caso incluso dicha manifestación
autónoma de lo inconsciente -es decir, una manifestación no compulsada por la
proyección, ni por ningún efecto externo, sino originada dentro de él mismo- le parecerá
como si viniera del mundo exterior. Dicho con otras palabras, es preciso tener un contacto
muy estrecho con lo inconsciente, y una comprensión razonable del mismo, para que un
hombre pueda darse cuenta de que el origen de sus experiencias mitológicas o
espirituales están dentro del mismo, y de qué, independientemente de la forma que
dichas experiencias parezcan adoptar, no proceden de un hecho del mundo exterior.

El analista realiza su acercamiento al analizante a través de la persona.

Llegamos a este punto, con frecuencia el doctor se sorprende de que muchas de las cosas
encontradas aquí [en el subconsciente] no sean conscientes, dado que parecen tan obvias
para el observador externo. Llegados al subconsciente personal, finaliza el análisis
freudiano, cómo indique más arriba. Cuando hemos acabado de analizar el subconsciente
personal, hemos acabado de analizar la influencia causal del pasado. A continuación,
debemos desplazarnos al lado reconstructivo, y lo inconsciente colectivo hablará bajo la
forma de imágenes y se iniciará la consciencia respecto de los objetos inconscientes. Si
logramos tener éxito en vencer dicho muro divisorio edificado por el subconsciente
personal, la sombra podrá unirse a yo y el individuo se convierte en un mediador entre
dos mundos. Ahora puede verse a sí mismo desde "el otro lado", así como desde "este
lado". Llegamos a este punto, la consciencia de la sombra propia no es empero [though],
uno debe tener a su disposición igualmente las imágenes inconscientes. El animus o el
ánima comienza activarse entonces, y el anima traerá consigo la figura del anciano. todas
estas figuras serán proyectadas en el mundo externo conciente, y los objetos de lo
inconsciente comienzan a corresponderse con los objetos del mundo exterior, de forma
que estos últimos, los objetos reales adoptan un carácter mitológico. Esto supone un
enriquecimiento enorme de la vida.

A menudo me han preguntado por la "geología" de la personalidad, y por ello he tratado


de presentar esto de alguna forma. El diagrama 10 muestra a los individuos emergiendo
de un determinado nivel común, a la manera de las cimas de montañas emergiendo del
mar. la primera relación entre determinados individuos es la conexión derivada de la
familia, a continuación, viene el clan, que une a una serie de familias; a continuación, la
nación, que une a un grupo todavía mayor. Después de esto, podemos tomar un grupo
grande de naciones conectadas, como por ejemplo el incluido bajo el rótulo del "hombre
europeo". Continuamos más abajo, llegaríamos a lo que podríamos llamar el grupo de los
simios, o de los ancestros primates, y a continuación vendría el estrato animal en general,
y finalmente el fuego central, con el cual, tal y como muestra el diagrama, todavía
estamos conectados.
APÉNDICE A LA SESIÓN 16

La relación entre el sujeto y el objeto externo, y también respecto de la relación entre el


sujeto y el mundo de las imágenes inconscientes.

Todo lo que percibimos fuera de nosotros mismos están completamente "fuera" que no
puede verse condicionado en modo alguno por nuestra forma de percibirlo. Bien hacer
incluso como si hubiera una suerte de emanaciones procedentes de nuestros ojos,
iluminaran el objeto y lo hicieran visible para nosotros: tampoco es la consideración que
está visión muestra respecto de lado subjetivo de la experiencia de ver. Esta es la postura
que sostiene el hombre no cultivado de hoy.

Esta concepción vino seguida de la doctrina del esse in intellectu solo, es decir, que lo que
vemos es una imagen en la cabeza y nada más. la cuestión referente a si existen cosas
más allá de esto se deja abierta. Ello conduce al solipsismo y hace del mundo una
gigantesca alucinación.

Nuestra idea es la del esse in anima. Este principio reconoce la objetividad de un mundo
fuera de nosotros mismos, pero sostiene que de dicho mundo jamás podemos percibir
nada, salvo la imagen que se forma en nuestra mente. Jamás vemos el objeto como tal,
sino que vemos una imagen, la cual proyectamos fuera, sobre el objeto. sabemos
positivamente que esta imagen es tan sólo imperfectamente similar a las cosas tal y
como en realidad son.

Ello pone de manifiesto en que gran medida el mundo tal como lo percibimos es una
imagen subjetiva -es decir, una imagen dentro de nosotros mismos-; pero, al mismo
tiempo, dicha imagen está relacionada, indispensablemente relacionada, con una cosa en
sí, cuya naturaleza absoluta es independiente de nuestros sentidos imposible de percibir
para nosotros. Lo que fuere que percibimos es una imagen en la psique. En este sentido,
incluso la realidad externa está en nuestra cabeza, pero únicamente en este sentido, y
debemos evitar a referirnos en exceso al mundo como un conjunto de imágenes
subjetivas, no sea que transmitamos la impresión de suscribir un idealismo trascendental,
el cual a nivel práctico viene hacer un esse in intellectu solo.

Sostengo incluso que este caso de la imagen subjetiva constituye la primera


manifestación de una especie de función trascendente que se deriva de la tensión
existente entre la entidad de la consciencia y el objeto extraño.
Todo aquello que dije a propósito de la imagen de la así llamada realidad externa he de
decirlo también a propósito de las imágenes de lo inconsciente colectivo: a saber, que las
mismas remiten a las influencias de objetos externos que existen absolutamente, y
constituyen las reacciones psíquicas a los mismos, siendo la única diferencia entre la
imagen de la realidad externa y el arquetipo de la primera es consciente y la segunda
inconsciente. El arquetipo, no obstante, aparece así mismo en el así llamado mundo
externo, cuando no es "desenterrado" y nosotros mediante un procedimiento analítico.
Pero podemos aplicar los mismos procesos analíticos a las imágenes de la realidad
externa igualmente, y ver cuán subjetivas son.

Existe una diferencia adicional entre las imágenes de la realidad externa y los arquetipos.
las imágenes de la realidad externa conforman los contenidos de nuestra memoria
consciente y también de nuestras reminiscencias artificiales -esto es, de nuestros libros,
archivos, etc.-, mientras que los arquetipos son registros de reacciones a imágenes
sensoriales subjetivas. En nuestra memoria consciente registramos las cosas tal y cómo
son subjetivamente, cómo recuerdos de hecho reales, pero en lo inconsciente
registramos las reacciones subjetivas a los hechos tal como los percibimos en lo
consciente. Debemos suponer que existen estratos e incluso dentro de tales
repercusiones, esto es, reacciones de reacciones, y que los mismos conformarían la
estratificación de la mente.

Tomemos el siguiente ejemplo: el hecho de que el cristianismo haya persistido a través de


los siglos ha dejado una cierta reacción en nuestra mente inconsciente; llamémosle
reacción b. Esta sería una repercusión a otra reacción a la que podemos llamar reacción a,
esto es, nuestra relación consciente con el cristianismo a lo largo de los siglos. Es la
reacción b, la repercusión a la reacción consciente, la que alcanza los estratos
inconscientes y persiste en nuestra mente bajo la forma de un arquetipo.

Nuestra consciencia recuerda los hechos reales asociados a este fenómeno, pero nuestro
inconsciente ha registrado los incontables millones de amaneceres y ocasos bajo la forma
del mito del héroe, y el mito del héroe constituye la expresión de la forma en la que
nuestro inconsciente ha reaccionado a la imagen del atardecer y el ocaso.

También podría gustarte