Gomez M. Transposicion Didáctica. Una Historia Del Concepto
Gomez M. Transposicion Didáctica. Una Historia Del Concepto
Gomez M. Transposicion Didáctica. Una Historia Del Concepto
HISTORIA DE UN CONCEPT
HISTORIA O
CONCEPTO
Miguel Angel Gómez Mendoza 1
REUMEN
Una reflexión sobre los programas escolares y la evolución de los saberes en distintas disciplinas
escolares, implica estudiar el origen del concepto de transposición didáctica. Además, de una
parte, se indaga por su alcance actual y uso en otras disciplinas escolares (filosofía, física, lenguas
extranjeras), y en particular, en la didáctica de las matemáticas, donde éste tuvo sus desarrollos
iniciales más fuertes. De otra, se estudia su evolución con relación a los conceptos de práctica de
referencia, saber experto y saber profesional. Finalmente se indaga a partir de estas definiciones,
por el impacto y la necesidad de estudiar la “sociología” de los currículos desde la óptica de la
evolución y los tipos de saberes.
ABSTRACT
A reflection on school programs and the knowledge evolution in diferent scholastic disciplines,
implies study in the origin of the concept of didactic transposition. In addition, from one side, its
present reach and use in other disciplines (philosophy. Physics, foreign languages) is examined,
especially in mathematical didactic, in which the concept had its strong initial developments. On 83
the other side, its evolution is studied in relation to other concepts, such as reference practice,
expert knowledge and professional knowledge. Finally, based on these definitions, the impact and
necessity to study the “sociology” of the curriculums was examined, from the point of view of
evolution and the types of knowledge.
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
Miguel Ángel Gómez M.
PRESENT
PRESENTAA CIÓN
Así, en este trabajo se aborda la emergencia del concepto y la manera como fue retomado
por Yves Chevallard, didacta de las matemáticas, y luego por otros didactas de las ciencias
(biología, ciencias físicas, etcétera). Se mostrará luego cómo las numerosas críticas que
se han planteado desde los orígenes del concepto, así como las ampliaciones que se han
propuesto de esta teoría didáctica, conducen al final de cuentas, al empleo de este concepto
en las didácticas de numerosas disciplinas escolares.
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
selección. La transmisión didáctica va en efecto a privilegiar el logro, la continuidad y
la síntesis.
- La síntesis, porque en la transmisión de los saberes a los alumnos, los momentos fuertes de
la investigación serán detenidos o reservados para “hacer la economía del detalle” (p. 141).
No obstante, para Michel Verret, todos los saberes no son escolarizables. En efecto,
De otra parte, para Michel Verret, esta transmisión escolar de los saberes supone
igualmente:
Yves Chevallard va a retomar por cuenta propia esta idea de transposición didáctica,
en una obra del mismo nombre, cuya primera edición data de 1985. Más tarde,
como veremos, el autor francés va a desarrollar una aproximación antropológica de
los saberes, que es una ampliación de la problemática inicial teniendo en cuenta un
cierto número de críticas dirigidas a la teoría de la transposición didáctica.
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
Estos tres “lugares” forman lo que él llama un sistema didáctico y la relación ternaria,
que existe entre estos tres polos, es calificada por su autor como relación didáctica.
En efecto,
“un contenido del saber sabio que haya sido designado como saber a enseñar
sufre a partir de entonces un conjunto de transformaciones adaptativas que
van a hacerlo apto para tomar lugar entre los objetos de enseñanza. El ‘trabajo’
que un objeto de saber a enseñar hace para transformarlo en un objeto de
enseñanza se llama transposición didáctica”. (Chevallard, 1985, p. 39)
Según Chevallard, cada año, al momento del inicio del año escolar, se forma un nuevo
sistema didáctico constituido por los tres sitios arriba descritos: el saber, el docente
y el alumno. Alrededor del programa (que va entonces a designar el saber a enseñar)
un nuevo contrato didáctico se renueva anualmente entre un docente y sus alumnos.
Pero este sistema didáctico inmerso también en un ambiente, constituido
especialmente por el sistema de enseñanza, este mismo insertado en un sistema
Miguel Ángel Gómez M.
La cuestión que se plantea es entonces aquella de saber, ¿por qué hay dos flujos de
saberes que pasan del ambiente hacia el sistema de enseñanza por mediación de la
noosfera?
De esta manera, según Chevallard, “el saber enseñado se vuelve viejo con relación a
la sociedad; un aporte nuevo vuelve a estrechar la distancia con el saber sabio, aquel
de los especialistas, y aleja de ese saber a los padres de familia de los alumnos. Aquí
está el origen de los procesos de transposición didáctica “ (Y. Chevallard, 1985, p. 26).
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
Conviene, en otros términos, que el saber enseñado y el saber que le sirve de alguna
manera de garantía frente a la sociedad se parezcan suficientemente. Una primera
cuestión viene aquí a la mente; ¿por qué esta distancia debe ser tan estrecha? Para
Chevallard, “la respuesta se condensa en una formula lapidaria: porque ningún saber
enseñado no se autoriza por sí mismo”. (Chevallard, 1994, pp. 145-146)
Los límites planteados por M. Verre que tienen que ver con la desincretización, la
despersonalización, la programabilidad de la adquisición del saber, la publicidad y el
control social de los aprendizajes; son retomados por Y. Chevallard, quien anota que 89
estos son tendencialmente satisfechos por un proceso de arreglo didáctico que se
denomina “el poner en textos del saber”, es decir, la textualización. (1985, p. 59)
Pr
Proo g r ama bilidad de la adquisición del sa
amabilidad ber
ber.. La textualización del saber
saber
supone igualmente la introducción de una programación, de una “norma de progresión
en el conocimiento” (Chevallard, 1985, p. 62). Este texto tendrá entonces un comienzo,
un intermedio y un fin (…), el texto procede por secuencias, mientras que, claro
está, ése no es el caso de saber sabio de referencia.
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
respuesta a una o varias preguntas teóricas o prácticas, que son las razones de ser
de la obra” (Chevallard, 1997, p. 26). Cuando se “encuentra” una obra, se debería
saber, para comprenderla mejor, a cual pregunta ella responde. La escuela está aquí
justamente para iniciar a los jóvenes en ciertas obras de la sociedad. En consecuencia,
para exponerles estas obras, se debería igualmente presentarles las preguntas a las
cuales ellas responden. El gran riesgo es en efecto el de instaurar “una relación
monumental con las obras”, de presentarlas como se visita un monumento.
UN V OLVER AL CONCEPT
OLVER CONCEPTOO POR LA DIDÁCTICA DE LA FÍSICA
S. Joshua y J.J Dupin (1983) presentan una síntesis de los trabajos relativos a la
didáctica de las matemáticas y de las ciencias de la naturaleza. Ellos insisten
especialmente sobre el hecho de que los objetos designados como “a enseñar” no
resultan solamente de un proceso de simplificación de objetos más complejos, 91
provenientes de la sociedad sabia. Ellos retoman la expresión de Y. Chevallard para
precisar que hay un “arreglo didáctico”: los objetos de enseñanza son el resultado de
una construcción y ellos difieren de esta manera cualitativamente del “saber sabio”.
Estos dos autores insisten igualmente sobre el hecho que la introducción del concepto
de transposición en el campo de la didáctica ha permitido romper con una “tradición
pedagogista” que pensaba poder pasarse por encima o ignorar los saberes en una
relación de enseñanza. Cuando estos últimos eran considerados pese a todo,
únicamente en función de su mayor o menor dominio por parte de los alumnos.
Miguel Ángel Gómez M.
Los saberes que son objeto de una transposición tienden con cierta frecuencia a
suspender su vida en la comunidad científica sabia. Esto es, ellos se presentan como
“cerrados” y “más o menos reificados”. Los autores toman el ejemplo del modelo
clásico de la electrocinética en física. Este modelo se basa sobre una o varias teorías
más vastas y está constituido por un corpus de conceptos que interactúan por un
sistema de relaciones, lo más frecuente de carácter funcional, se trata de un modelo
sintético. Por el contrario, el proceso de transposición didáctica va a conducir a una
desincretización del saber sabio. En el momento cuando el saber se construye, éste
no se hace sobre la base de un programa, se está en el campo de la invención. Hay
entonces un aspecto muy global y no se sabe cuál es el comienzo y cuál es el fin.
Para enseñar un saber, se debe por el contrario prever la presentación de los objetos
de saber estructurados en un cierto orden. De esta manera, en los sistemas de
92 formación escolar, se construye un tiempo didáctico, que es el tiempo que comprende
el hecho de ordenar en la sucesión los objetos de saber: “el sistema didáctico no
puede reposar sobre una globalidad: él debe entregar el conocimiento por fragmentos,
sucesiones de capítulos y de lecciones. Necesita de una introducción en la materia,
un cuerpo del discurso, y un fin, que es justamente el modelo de transmitir”. (Joshua
y Dupin, 1993, pp. 196-197)
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
A Petitjean (1998) reseña o destaca dos críticas principales: una percepción reductora
de los saberes escolares; y una definición restringida del acto mismo de transposición.
Para M. Caillot (1996), especialmente es Chevallard, quien “habla del ‘saber sabio’ o,
de una manera más general, del saber”, lo que deja sobrentender dos cosas: de una
parte, que existe un saber, y de otra parte, que éste es único, ya sea el saber sabio
o el saber simplemente, lo que es por lo menos seguramente una perspectiva reductora
para campos diferentes a las matemáticas. (p. 22)
Se destaca en efecto que la sociología de los currículos nos enseña que los contenidos
de enseñanza no son únicamente los saberes sabios producidos por la comunidad
científica, sino que son igualmente el fruto de las demandas de la sociedad y “son el 93
resultado de un compromiso en donde la universidad, con los saberes que ella produce,
no es más que uno de los actores potenciales en el juego de la definición de los
contenidos de enseñanza” (Caillot, 1996, p. 229). Se precisa entonces que la influencia
de otros actores en el proceso de producción de los saberes enseñados es
particularmente clara en el campo de la enseñanza profesional y/o tecnológica.
Miguel Ángel Gómez M.
Por otra parte, algunos autores critican igualmente la cuestión de la “deformación” de los
saberes sabios que se obra en la transposición didáctica. Para J. F. Halté (1998), en
particular,
“Que se quiera o no (...) el término mismo de ‘transposición’ tiene la idea que se toma de
aquí para pasar allá, sacando o arrancando el saber de su contexto (recontextualización),
se cambia el sentido y el valor del saber. La teoría de la transposición confirma, esto, se
agrava esta impresión: planteando que el saber realmente enseñado no es el saber sabio
de partida, peor, no puede ser, ello da, el desagradable sentimiento de una deformación,
de una degradación ineluctable, cuya enseñanza sería la víctima inconsciente, porque el
saber toma forma también en herramientas –instrucciones oficiales, manuales, documentos
de formación (….), basadas ya sobre la transposición, y ésta aparece como la responsable
de todo el proceso, porque, en últimas en el fin de la cadena, el alumno participa
necesariamente en la transposición”. (Halté, 1998, p. 173)
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
Por el contrario, subraya M. Caillot (1996, p.31), que los químicos “no tienen escrúpulos
frente a la tecnología y a las prácticas sociales”. La química posee industrias, cuya
actividad principal es la de producir moléculas y los materiales que responden a las
demandas sociales. Es entonces, según el autor, la relación muy fuerte entre saber
sabio en química y prácticas sociales en las industrias químicas, los laboratorios o la
vida cotidiana que va a guiar a los diseñadores de los nuevos programas de química”.
De esta manera, se aprecia cómo dos disciplinas cercanas, que generalmente son
enseñadas en “conjunto” en Francia, al igual que sucede con la enseñanza de la 95
historia y la geografía, por ejemplo, tienen un comportamiento muy diferente frente
a la expresión “competencias exigibles” por quienes conciben los programas.
Diferencias asociadas, como se ha visto, con las particularidades de relación con el
saber diferenciadas de una parte, y de los lugares diferentes de estas dos disciplinas
en la economía y la sociedad, de otra parte. M. Caillot concluye de este análisis que
“los contenidos de enseñanza precisos no dependen de los saberes sabios, pero
tampoco de las prácticas sociales que, en el caso de la química, son prácticas
industriales (aquí se incluyen los factores de orden económico)”. (1996, p. 33)
Miguel Ángel Gómez M.
Otro didacta, como A. Petitjean, vuelve a la definición ofrecida por Y. Chevallard: “en el
sentido restringido, la transposición didáctica designa entonces el paso del saber
sabio al saber enseñado” (Chevallard, 1985, p. 18). Pero, él expone a continuación
dos argumentos importantes que deben conducir a corregir esta concepción, partiendo
especialmente del análisis de la didáctica de la lengua francesa. Ante todo,
Este autor estima, entonces, que en esta disciplina escolar, el francés, la transposición
didáctica está en pensar sobre todo en términos de una pluralidad de saberes de
referencia “que se deben seleccionar, integrar, operacionalizar y solidarizar” (Petitjean,
1998, p. 25). En este sentido, como lo propone J-F. Halté (1998), podría ser necesario,
reemplazar el concepto de transposición por el de “elaboración didáctica”: “En francés,
los contenidos a enseñar no se reducen a los saberes sabios transpuestos sino que
reflejan o refractan también lo que J- L- Martinand llama las ‘prácticas sociales de
referencia’” (Petitjean, 1998, p. 25). Este autor muestra de esta forma que si se le
aplica la expresión de “práctica social” a la disciplina “francés”, ella da cuenta del
hecho que hablar, escribir, leer, pensar, en grados diversos, son las competencias
que se desarrollan y se ejercen en las prácticas sociales no escolares.
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
Michel Tozzi (1995), por su parte, rechaza toda validez a la teoría de la transposición
didáctica para la enseñanza de la filosofía. Él explica, en efecto, que este concepto no
parece casi operatorio para esa disciplina escolar. Ofrece dos razones:
(a) la filosofía no pretende ser una ciencia, aún si ella apunta a veces a un saber: “su
estatus epistemológico no da cuenta de una doctrina obsoleta a causa de los progresos
del conocimiento y no obliga su enseñanza a alguna reforma urgente para reducir la
distancia entre el saber sabio y el saber enseñado”. (Tozzi, 1995, p. 240)
(b) el pensamiento filosófico, “está, de otra parte, ya sea registrado en las obras
reconocidas, ya sea al alcance por los universitarios implicados en su enseñanza y
aprendizaje, o en sus publicaciones” (Tozzi, 1995, p. 240). No hay en filosofía
investigación en los laboratorios de empresa o de profesionales que hacen evolucionar
su “práctica” gracias a su amplio dominio de la práctica, como puede ser el caso de
los pintores en sus galerías. “La filosofía perdura por sus obras, en la palabra y
escritura de sus docentes especializados”. (Tozzi, 1995, p. 240)
Este autor, se pronuncia entonces por una didactización institucional en lo que tiene
que ver la enseñanza de la filosofía. Entiende por didactización institucional, la
determinación de un objeto de enseñanza: (a) por la enunciación de sus finalidades
(por ejemplo, desarrollar la libre reflexión crítica del hombre y del ciudadano); (b)
por la definición de su modelo pedagógico (la lección y no el debate por ejemplo), de
su contenido programático (las nociones y no los problemas, los autores y no las
obras...), de sus modos de validación (disertación y no ensayo filosófico, por ejemplo).
También, otro autor como J. Maréchal (1995), muestra que existen dos hipótesis que
dan cuenta de la determinación de los saberes escolares: la teoría de la transposición
didáctica, desarrollada especialmente por Y. Chevallard, y la hipótesis formulada por
A. Chervel según la cual lo que es enseñado surge de la “cultura escolar”.
Para A. Chervel (1988), en efecto, una disciplina escolar es una construcción específica
caracterizada por cuatro elementos esenciales: (a) un conjunto de saberes
considerados como característicos de la disciplina, que “constituye una vulgata
dominante factual compuesta de enunciados positivos no discutidos por la comunidad
educativa” (Márechal, 1995, p. 105); (b) los procedimientos de motivación, de incitación
para interesar al alumno: nuevas tecnologías, temas de actualidad, contenidos nuevos;
(c) los ejercicios canónicos; y (d) las prácticas evaluativas comunes que inducen a un
aval, las prácticas de enseñanza: pruebas de examen de colegio y/o de bachillerato:
“Para tomar en cuenta el mínimo de riesgos al alumno, el maestro navega lo más
atento posible a los componentes factuales de los correctores, estas correcciones
98 son las que permiten evitar discusiones o solucionar litigios en las evaluaciones”.
(Maréchal, 1995, p. 106)
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
RESPUEST AS Y PR
RESPUESTAS OPOSICIONES DE AMPLIA
PROPOSICIONES CIÓN DEL CONCEPT
AMPLIACIÓN CONCEPTOO
Varios autores han, pese a las críticas expuestas, intenta “rehabilitar” el concepto de
transposición didáctica proponiendo ampliar la referencia que se hace del saber
sabio.
“La cuestión más caliente es aquella del ‘saber sabio’. Ninguno, por razones
de ideología más que de ciencia, tomaría la idea con horror. El adjetivo ‘saber
sabio’ sonaba elitista, y por decirlo indecentemente, sino obscenamente, él
chocaba a aquellos para quienes el control epistemológico que la sociedad
ejerce, a través de sus comunidades sabias, sobre los saberes enseñados,
constituye un obstáculo a su apetito de sueño, de acción, de potencia. En una
época en donde algunos círculos de pedagogos, proclaman a través del slogan
de la autonomía de la escuela, su deseo de autonomía de la escuela (...), la
afirmación teórica de la dependencia entre saber sabio y saber enseñado, la
subordinación escrita en la teoría, del segundo al primero, irritaba aquí o allá,
y lo hicieron saber”. (Chevallard, 1994, p. 166)
99
Ahora bien, el autor, responde a esta cuestión subrayando qué lo que importa en el
proceso de transposición didáctica. Mostrar que la enseñanza de un objeto de saber
remite “a otra cosa que a sí misma; a un saber ‘laico’, es decir supone vivir ‘fuera de
la escuela’”. (Chevallard, 1994, p. 167) Pero el hecho de afirmar la existencia de una
relación entre el saber escolar y un saber “laico”, no prejuzga sin embargo la naturaleza
de esta relación. Lo que importa, es que el saber laico igualmente llamado “saber de
referencia” (expresión aceptada por Y. Chevallard) sea reconocido por la sociedad:
“la escuela sufre para cumplir su misión cuando ella está muy débilmente apoyada
por la sociedad.” (Chevallard, 1994, p. 168) De esta forma, un saber no es un saber
en sí”, sino que es la sociedad, por la importancia que le concede que lo hace como
tal. A manera de ejemplo, se subraya en particular el hecho de que en el siglo XV, las
matemáticas no aparecen como saber sabio mientras que la astrología sí.
Chevallard ofrece entonces las bases de una extensión posible, es decir de una
generalización de la teoría de la transposición didáctica, a partir de la teoría de
partida o inicio que sirve de punto de apoyo y de guía. Un saber determinado no se
presenta únicamente bajo las tres formas determinadas inicialmente (saber sabio,
saber a enseñanza y saber enseñado) e inclusive, más precisamente, el saber no vive
solamente en estas tres instituciones particulares que son la comunidad sabia, la
noosfera y la escuela. Él vive simultáneamente en todo el conjunto de instituciones:
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
Martinand, a mediados de los años ochenta, propuso una pista para la ampliación de
la “referencia”. Para él, ciertas actividades de producción, o de ingeniería, incluso las
actividades domésticas, podrían también servir de referencia a las actividades científicas
escolares. Él define de esta manera el concepto de “prácticas sociales de referencias”:
M. Caillot (1996) nota que Martinand, ha tenido que elaborar un currículo alrededor
de la tecnología, y es gracias a esta ocasión, que él expone la idea según la cual las
prácticas sociales de referencia pueden igualmente ser una fuente de legitimación
de saberes a enseñar. Él subraya igualmente que estas prácticas dependen del estado
Miguel Ángel Gómez M.
Pero, se puede no obstante considerar que a través de las prácticas, hay igualmente
saberes a transmitir. Es esto lo que afirma S. Joshua cuando escribe:
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
todas las disciplinas se refieren a los saberes que, en las instituciones implicadas
son siempre constituidas a través de los mecanismos, eventualmente específicos,
de relacionar la práctica y la teoría (...)”. (Joshua, 1996, p. 65)
Lo que se destaca de la enseñanza no son así las prácticas, sino los saberes sobre
las prácticas: “el marco escolar está relacionado con una intención organizada de
enseñanza, y en consecuencia a una transposición de saberes, esto es de saberes
sobre la práctica. Desde este momento, no se trata más de prácticas, sino de modelos
de estas prácticas, que se separan cualitativamente”. (Joshua, 1996, p. 65)
(a) los primeros son aquellos que él denomina saberes prácticos, adquiridos en el
“aprendizaje silencioso”, en referencia a Pierre Bourdieu. Son estos los saberes
para los cuales no hay un momento localizable, en el que una institución tiene
intencionalmente la tarea de este aprendizaje. Se toma así como ejemplo de aprendizaje
el caminar, éste posee tres características: es un aprendizaje muy importante, inclusive
esencial; sin patología o accidente, todo el mundo llega a marchar un día; pero al
mismo tiempo, es un aprendizaje muy difícil: no se dispone de un modelo teórico, no
se sabe construir una máquina que camine (los robots siempre son identificados
como tales). El aprendizaje del caminar no está entonces bajo la responsabilidad de 103
una institución encargada (salvo en el caso de una reeducación postaccidental: se
vuelve a aprender a marchar en el marco de las instituciones especializadas, y esta
forma de aprendizaje se parece entonces a lo que se puede hacer en la escuela). De
otra parte, la manera de caminar está culturalmente dada, existen diferentes
“caminares”. Aquí inclusive, el aprendizaje de un caminar particular surge de un
aprendizaje silencioso, aun “más silencioso” más que el aprendizaje del mismo
caminar. Se trata típicamente del género de aprendizaje silencioso del cual habla
Bourdieu: no hay una institución específica que enseñe el “buen” caminar a las mujeres
u hombres de una misma cultura.
Miguel Ángel Gómez M.
(b) Existe al lado de estos saberes, otros saberes que necesitan un aprendizaje
explícito. Joshua los llama saberes técnicos, y se definen como “el conjunto de los
objetivos de aprendizaje localizables que necesitan de un estudio sistemático con
miras a su domino” (Joshua, 1998). Por ejemplo, se aprende a montar en bicicleta.
Esto no se hace por inmersión. Se puede vivir en una sociedad donde mucha gente
sabe montar en bicicleta sin por lo tanto saber en sí mismo hacerlo, pero si no se
sabe, no se aprende. Hay entonces en el aprendizaje de estos saberes un aspecto
intencional, ellos suponen un aprendizaje explícito.
Los saberes técnicos son entonces saberes que necesitan una intencionalidad. Pero
la gran mayoría de estos saberes técnicos se aprenden en condiciones “dispuestas
en el ambiente”. Luego, en el seno de éstos, un número restringido de saberes
entran en las instituciones muy particulares, totalmente consagradas al aprendizaje
de estos saberes: las escuelas (en el sentido amplio, comprendidas aquí las escuelas
de automovilismo, por ejemplo). Todos los saberes técnicos son candidatos a entrar
en las escuelas.
Para algunos acceder a estos saberes genera dificultad (como por ejemplo las
matemáticas), que la cuestión escolar es una necesidad imperiosa para su aprendizaje.
Joshua (1998), llama los objetivos a los que se deben a las instituciones especializadas
como “saberes altamente técnicos”. Son estos saberes que van a ser particularmente
objeto de una transposición: “la potencia testificada de estas instituciones no se
comprendería si ellas se contentaran con poner simplemente en contacto el público
104 con los saberes. La ayuda al estudio que ellas dan va a la par con una preparación de
estos saberes, una transposición didáctica “. (Joshua, 1998)
En el seno de los saberes altamente especializados, se debe todavía, según Joshua, distinguir
aquellos cuyas referencias son “sabias” de aquellos cuyas referencias provienen ante todo
“de expertos”: “el saber sabio se define no per se (por los objetos o los métodos propios),
sino por criterios sociológicos (...) Son considerados como ‘sabios’ los saberes que una
sociedad dada considera como tales en momento dado de su historia”. (Joshua, 1998)
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
“Estos otros saberes son desarrollados por otras instituciones (no ‘sabias’ en
la acepción antes indicada), las cuales definen una red de relaciones
interpersonales donde se elabora el objeto de la investigación y de la práctica,
las metodologías de enfoque, los lenguajes, etc..., sin estar dotadas de un
monopolio reconocido para sus propósitos. Me parece de esta forma importante
trabajar la distinción entre los’saberes sabios’, para los cuales una comunidad
restringida ha obtenido el derecho social de “decir la verdad”, de una manera
universal (o, al menos en escala de toda la formación social), y los’saberes
expertos’; propios de los grupos cuya visibilidad es en general menos grande,
y que sobre todo no disponen de un ‘derecho de edición tan extenso sobre la
verdad’ (...) Las matemáticas, pero también la gramática (y hasta hace poco la
teología católica) son los primeros ejemplos de los ‘saberes sabios’. La
conducción de los altos hornos, pero también la del ‘resumen de texto’ (y tal
o cual teoría sobre la enseñanza, como la didáctica), son ejemplos de saberes
expertos”. (Joshua, 1998)
Para Joshua, el paso de un saber sabio a un saber experto, desde el punto de vista
del modelo de transposición didáctica, “está marcado por la diferencia cualitativa
desde el punto de vista de la despersonalización y de la repersonalización” (1996, p. 68).
El saber sabio, en la teoría de Y. Chevallard, es en efecto, fuertemente despersonalizado.
Si un objeto de saber llega a ser un objeto a enseñar, significa que es que él ha “perdido
sus lazos con su elaborador tomado en tanto que persona física” (Joshua, 1996, p. 68).
Por el contrario, para los saberes expertos se encuentra una proximidad mucho más
grande con los grupos físicamente localizables que garantizan la experticia. Joshua da de
esta manera un ejemplo a partir de la enseñanza de la música: si el solfeo puede asimilarse 105
a un saber fuertemente despersonalizado, se practicará por el contrario el rap “a la
manera de... “
Pero lo que es seguro, es que la mayoría de las disciplinas escolares “se caracteriza
en definitiva por una combinación específica de referencias exteriores, sabias o
expertas” (Joshua, 1996, p. 70). En efecto,
Miguel Ángel Gómez M.
“Ningún saber escolar puede ser él mismo su propia referencia, ¿Cuánto tiempo
podría durar una enseñanza de las matemáticas que ‘crearía’ una disciplina
escolar fundada sobre los teoremas reconocidos no válidos por los
matemáticos? (...) esta necesidad de fundar la legitimidad de una disciplina
sobre cualquier referencia exterior (sabia o experta) es tan fuerte, que si a
una “materia escolar” le falta (lo que llega a suceder de otra par te
regularmente), ella no descansaría hasta encontrarla, o construirla (...) Se
debe disponer de manera adecuada de una referencia exterior (cualquiera
que sea la manera como ella se edifique) para postular una presencia masiva
en la enseñanza. Es en efecto todo el problema de la escuela, considerada
aquí en tanto institución de ayuda al estudio de los saberes: se debe entonces
legitimar siempre de qué estudio es el estudio”. (Joshua, 1998)
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
proponen ofrecer a los didactas los ejes de la reflexión que les permita “construir las
proposiciones razonadas de transposición didáctica”. (Astolfi y Develay, 1989, p. 47)
reconstrucción ad hoc del saber que permite “crear de lo enseñable”. (Astolfi et als,
1997, p. 136)
Esta cuestión de la axiologización entraña no obstante una pregunta: ¿en qué medida
se puede considerar que la referencia a los valores tiene el mismo título de importancia
que la referencia a los saberes sabios, y cómo esta puede servir de fundamento a la
construcción de saberes a enseñar?
Se aprecia que el debate sobre los valores o sobre las cuestiones políticas que
108 remiten a los valores puede ser una dimensión de la actividad de enseñanza,
pero que: (1) no es la referencia a los valores la que funda la legitimidad de los
saberes enseñados; por ejemplo, la medida de la radioactividad no depende de
los valores de aquel que mide. (2) Los valores y los saberes no tienen el mismo
status. Se puede exigir de un alumno el conocimiento de las unidades de medida
de la radioactividad o el principio de la fisión nuclear, más no se sabría exigir que
él sea pro o antinuclear.
Adoptar otro punto de vista y considerar que los valores están en el fundamento
mismo de la legitimidad de los saberes enseñados, es exponerse a graves riesgos: -
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
o bien se adoptarán los valores oficiales que se imponen a todos, lo que conduce a
diversas formas de clericalismo: el poder político o religioso decide lo que es enseñable.
Las repercusiones del caso Lyssenko sobre el sistema de enseñanza soviético o la
acción de los fundamentalistas protestantes a propósito de la enseñanza de la teoría
de la evolución son ejemplos de la interferencia de los valores sobre el sistema de
enseñanza. O bien se adoptará un punto de vista relativista y cada docente o cada
escuela será libre en nombre de los valores, de enseñar o de no enseñar tal o cual
disciplina científica, tal o cual perspectiva teórica.
Este debate sobre la referencia a los valores, que se encuentra entonces en todas las
disciplinas escolares, es particularmente vivo en el seno de las ciencias sociales y
económicas. Tanto más, cuando existe una tradición epistemológica, que se refiere
particularmente a W. Dilthey, según la cual es imposible, en las “ciencias históricas”,
distinguir “juicios de hecho” y “juicios de valor”. Si se adopta esta posición, entonces
la enseñanza de las ciencias sociales y económicas se distingue radicalmente de
aquella de las ciencias de la naturaleza en cuanto a la referencia a los valores. Si se
considera, por el contrario, que las ciencias sociales se inscriben (sin duda de manera
específica) en una “perspectiva científica” (G. G. Granger, 1993), entonces la enseñanza
de las ciencias sociales y económicas está en la misma situación, desde el punto de
vista de la referencia a los valores, que las otras disciplinas escolares.
110
De otra parte, la noción de contrato didáctico da cuenta “de las modalidades como
se establecen, al interior del sistema didáctico, y sobre la base de un asimetría
constitutiva, las relaciones entre el docente y el alumno, los lugares de cada actor
frente a los saberes enseñados y a sus actividades” (Petitjean, 1998, p. 28). Este
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
contrato didáctico, según el énfasis que se haga, ya sea sobre las relaciones con el
saber o sobre la relación docente/alumno, refiere a lo que algunos llaman “oficio de
alumno” (Perrenoud), que se ejerce en concordancia con aquel del docente, y
compromete los derechos pero también los deberes, por parte de uno y otro en la
relación pedagógica.
Conviene entonces distinguir, según Petitjean, los saberes teóricos a transponer según
su necesidad para el maestro o el alumno. De esta forma, para una disciplina como
el francés, el concepto de transposición didáctica gana “no limitándose a su versión
‘restringida’ y se amplía, en interacción con los otros conceptos, en la medida en que
(...) los saberes en francés integran saberes diversos, y se inscriben en una lógica de
la acción; y están sometidos a los factores aleatorios y tienen siempre una dimensión
social”. (Petitjean, 1998, pp. 30-31)
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Para cerrar, se puede concluir con J. Joshua que, aun sí se debe extender la
transposición didáctica tomando en cuenta los saberes diferentes a aquellos
provenientes exclusivamente de la esfera “sabia”, esta teoría toma en cuenta dos
cuestiones decisivas: muestra de una parte, que “los saberes no viven de la misma
manera según las instituciones donde ellas se enraízan”, y de otra parte, que la
“intencionalidad de la enseñanza va a la par con la proclamación de una organización
lineal de la enseñanza”. (Joshua, 1996, p. 64)
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ASTOLFI J.P. (1984) Les représentations des élèves, Aster , N° 21, Paris.
ASTOLFI J.P. ET DEVELAY M. (1989) La didactique des sciences, Paris, PUF, Que sais-je ?
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto
CHERVEL A. (1988) L’histoire des disciplines scolaires, Histoire de l’Education, N° 38, INRP.
CHEVALLARD Y. (1997) L’enseignement des SES est-il une anomalie didactique? Skholê,
cahiers de la recherche et du développement, IUFM de l’Académie d’Aix-Marseille,
n°6, 25 – 37.
113
CHEVALLARD Y. ET M.-A. JOHSUA (1982). Un exemple d’analyse de la transposition didactique. La
notion de distance, Recherches en didactique des mathématiques, 3, (2), 157–289, 466
GRANGER G.G. (1993) La science et les sciences, Paris PUF, Que sais-je ?
HALTE J. F. (1998) L’espace didactique et la transposition, Pratiques, n° 97 –98, juin, 171 – 192.
JOHSUA S. (1998) Des savoirs et de leur étude : vers un cadre de réflexion pour
l’approche didactique, Année de la Recherche en éducation, pp. 79–97.
Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Volumen 1, Julio - Diciembre 2005, págs. 83-115
La transposición didáctica: Historia de un concepto