Material Conferencia IE PDF
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En la actualidad, la complejidad del mundo industrial y tecnológico en el que vivimos, hace necesario un adecuado uso de
todas nuestras capacidades para lograr un efectivo desempeño, y además, ser capaces de establecer relaciones que nos
ayuden a realizarnos como personas.
Desafortunadamente en la mayoría de los casos, las herramientas que utilizamos para lograr dichos objetivos no son las
adecuadas y sólo conducen a hundirnos en una frustración, ansiedad y estrés, que sólo lleva a comportarnos, de nueva
cuenta, de manera inadecuada, creando un círculo vicioso que desgraciadamente enseñamos a nuestros hijos.
Muchos psicólogos infantiles se han percatado que una de las causas de este fenómeno, es la poca atención que los padres
y educadores prestan a las emociones, y como éstas pueden ser “educadas”. Es en este escenario que surge el concepto de
inteligencia emocional, un intento esquemático y científico por reconciliar dos conceptos que se conciben desde origen
separados: razón y emoción.
Comenzaremos el recorrido separando los términos Inteligencia y Emoción, presentado sus definiciones y teorías que
pretenden explicarlas, para cerrar adentrándonos en el concepto en sí de inteligencia emocional, desgajándolo en sus partes
para lograr una adecuada comprensión de sus potencialidades en muchos ámbitos de la vida moderna. El uso del término
inteligencia es muy común en nuestros días, sin embargo suele tener varias definiciones, dependiendo desde que rama
epistemológica se le tome, por ejemplo, los educadores la consideran como la capacidad para aprender, los biólogos como la
capacidad para adaptarse al entorno, los teóricos de la información como la capacidad para procesar información, y los
psicólogos, como la capacidad para deducir las relaciones entre los objetos y eventos (Aiken, 1996). Spearman, uno de los
primeros teóricos que trabajó con este constructo la definió como “la capacidad de crear información nueva a partir de la
información que recibimos del exterior o que tenemos en nuestra memoria” (Pueyo, 1997).
Además, al estudiar la inteligencia se debe tener siempre en cuenta las diversas vertientes que este atributo psicológico
posee. Desde sus estudios pioneros ya se podía observar una dicotomía que sería (y sigue siendo, en algunos casos) fuente
de conflicto: la inteligencia tiene una estructura unitaria o una estructura múltiple (Pueyo,1997). En 1996, un equipo de
expertos coordinados por Ulric Neisser realizó un informe para la Asociación Americana de Psicología (APA, en sus siglas en
inglés) en donde se clarificaron y homogeneizaron las distintas visiones que sobre la inteligencia se tenían, estas son algunas
de sus conclusiones (Colom y Froufe, s.a.):
1) Ante la polémica de que existe una única inteligencia general (factor g) o múltiples factores relativamente
independientes, se concluyó que los modelos más convincentes son los factoriales de tipo jerárquico
2) Las puntuaciones de los test de inteligencia predicen moderadamente bien el rendimiento académico, con las
calificaciones medias y un poco más con el nivel de escolarización alcanzado.
3) La inteligencia es producto conjunto de las circunstancias ambientales y la dotación genética de las personas.
4) No se observan diferencias importantes entre los sexos en las puntuaciones generales de los test, pero si aparecen
ciertas diferencias en algunas aptitudes específicas.
5) Existe una insuficiencia de los test estandarizados disponibles, en cuanto que no exploran todas las formas existentes de
inteligencia, como la creatividad, el sentido práctico o la competencia emocional. Este punto es importante ya que resalta
A pesar de este informe avalado por la máxima autoridad en cuanto a Psicología se refiere, subsisten otra serie de teorías
que defienden la existencia de inteligencias múltiples, como el modelo de Howard Gardner, en el cual, él clasifica siete tipos
de inteligencias, que son independientes entre sí y subsisten en mayor o menor grado en los individuos.
La investigación de Gardner busca “romper la ortodoxia de los modelos psicométricos de la inteligencia (aquellos basados en
la investigación factorial) e iniciar una investigación nueva que reconsiderara los avances realizados por las ciencias
cognitivas” (Pueyo, 1997). La motivación esencial de su propuesta ha sido el fracaso relativo que en el campo de la
educación han tenido los modelos conductistas del aprendizaje y la medición psicométrica de la inteligencia, ya que este tipo
de teorías considera al individuo como un “ente pasivo, que solamente recibe estímulos a los que responde de acuerdo con
su historia anterior de aprendizajes (visión conductista) y que (...) la inteligencia es una capacidad que se encuentra en el
interior de la cabeza en una cierta cantidad y que además es fija (visión psicométrica clásica)” (Gardner, 1994).
Gardner (1994) propone la siguiente definición de inteligencia: “es el potencial psicobiológico para resolver problemas o crear
nuevos productos que tienen valor en su contexto cultural”. Para Gardner existen siete inteligencias independientes y
distintas que constituyen las formas como los individuos adquieren, retienen y manipulan la información del medio; las siete
inteligencias son (Gardner, 1994; Pueyo, 1997):
La influencia del hemisferio derecho nos lleva a conducirnos, o a ser dirigidos de una manera emocional; si, por el contrario,
mostramos en nuestros actos una conducta racional, seguramente nuestro hemisferio cerebral predominante es el izquierdo.
Por lo tanto, cuanto mayor sea el grado de influencia de un determinado hemisferio cerebral seremos tanto más racionales o
más emocionales (Goleman, 1995; Jáuregui, 2000).
Ante esta explicación, la mayoría de las personas se puede preguntar: ¿existe una oposición entre razón y sentimientos?, y la
posible respuesta es NO, ya que sabemos que “estas dos formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir
nuestra vida mental” (Goleman, 1995). Ambas mentes tienen que ser atendidas en toda situación de la vida que se trate de
educar, esto es, no debe haber predominio ni oposición, en todo momento se debe buscar el equilibrio, ya que “los
sentimientos son indispensables para la toma racional de decisiones, por que nos orientan en la dirección adecuada para
sacar el mejor provecho a las posibilidades que nos ofrece la fría lógica” (Colom y Froufe, s.a.), por lo tanto, ambos
componentes de la mente aportan recursos sinérgicos: el uno si el otro resultan incompletos e ineficaces.
Esta conciencia de uno mismo parece exigir una actividad en la corteza cerebral, sobretodo en las zonas del lenguaje para
identificar y nombrar las emociones que surgen, por lo tanto esta actividad mental hace que los circuitos neocorticales
controlen de manera activa la emoción, lo que sería un primer paso para alcanzar cierto control, mismo que es la base
fundamental sobre la que se construyen las demás competencias (Shapiro, 1997; Goleman, 1995).
Tomadas en conjunto, estas habilidades son la materia del refinamiento interpersonal, son los ingredientes necesarios que
hacen ser a una persona encantadora, carismática.
Las Emociones.
Las emociones son reacciones naturales que nos permiten ponernos en alerta ante determinadas situaciones que implican
peligro, amenaza, frustración, etc. Los componentes centrales de las emociones son las reacciones fisiológicas (incremento
de la tasa cardiaca y de la respiración, tensión muscular, etc.) y los pensamientos. Es necesario adquirir ciertas habilidades
para manejar las emociones ya que una intensidad excesiva puede hacer que las personas las vivan como estados
desagradables o les lleven a realizar conductas indeseables.
Ante este tipo de situaciones en la mayoría de los seres vivos suelen producirse una serie de reacciones fisiológicas dirigidas
a poner el organismo en alerta. En las personas también se producen estas reacciones, pero son más complejas que en los
animales ya que esas reacciones van acompañadas por pensamientos específicos, que nos permiten diferenciar un rango
mayor de emociones. Además, las personas no debemos reaccionar de forma instintiva (por ejemplo agrediendo a aquello
que nos amenaza o escapando de la situación), sino que a lo largo de nuestra infancia aprendemos formas de comportarnos
más adecuadas.
TECNICA 1: RESPIRACION
Esta técnica es muy fácil de aplicar y es útil para controlar las reacciones fisiológicas antes, durante y después de enfrentarse
a las situaciones emocionalmente intensas.
Inspira profundamente mientras cuentas mentalmente hasta 4
Mantén la respiración mientras cuentas mentalmente hasta 4
Suelta el aire mientras cuentas mentalmente hasta 8
Repite el proceso anterior
De lo que se trata es de hacer las distintas fases de la respiración de forma lenta y un poco más intensa de lo normal, pero
sin llegar a tener que forzarla en ningún momento. Para comprobar que haces la respiración correctamente puedes poner
una mano en el pecho y otra en el abdomen. Estarás haciendo correctamente la respiración cuando sólo se te mueva la
mano del abdomen al respirar (algunos le llaman también respiración abdominal).
Cuando te empieces a encontrar incómodo, nervioso o alterado, préstale atención al tipo de pensamientos que estás
teniendo, e identifica todos aquellos con connotaciones negativas (centrados en el fracaso, el odio hacia otras personas, la
culpa, etc.)
Este es un test rápido para medir las Habilidades de la Inteligencia Emocional de su hijo/a. Respondiendo a estas preguntas
se puede conocer mejor la manera de actuar de su hijo con las personas con las que habitualmente se relaciona. No existen
respuestas buenas o malas, sino respuestas sinceras que obedecen a lo que ocurre en la realidad y los padres conocen y
observan. Estas respuestas caracterizan el estilo, el modo habitual de pensar, de hacer y de sentir de su hijo. La manera de
contestar es la siguiente: De acuerdo con que cada comportamiento (pregunta) le ocurra o no lo haga NUNCA, ALGUNAS
VECES o SIEMPRE, se coloca una cruz en la casilla correspondiente. Su hijo/a... Siempre Algunas veces Nunca
Los Resultados
A cada respuesta que haya contestado NUNCA le corresponde 0 puntos.
A cada respuesta que haya contestado ALGUNAS VECES le corresponde 1 punto.
A cada respuesta que haya contestado SIEMPRE le corresponde 2 puntos.
Valoración
Entre 0 y 18 puntos: MUY BAJO
Entre 19 y 30 puntos: BAJO
Entre 31 y 55 puntos: MEDIO-BAJO
Entre 56 y 65 puntos: MEDIO-ALTO
Entre 66 y 74 puntos: MUY ALTO
MUY BAJO: La puntuación obtenida indica que el chico o la chica no conoce suficientemente qué emociones son las que
vive, no valora adecuadamente sus capacidades, pese a tenerlas.
BAJO: Con los puntos obtenidos las habilidades emocionales son todavía escasas. Su hijo o hija necesita conocerse un poco
mejor y valorar más lo que es capaz de hacer. Debe aprender a conocer qué emociones experimenta, cómo controlarlas,
cómo expresarlas y cómo identificarlas con los demás. Todo ello es fundamental para sentirse emocionalmente bien y
desarrollar toda su personalidad de una manera eficaz.
MEDIO-BAJO: Con la puntuación obtenida se está rayando lo deseable para las adecuadas habilidades emocionales. Su hijo
o hija conoce muchas cosas de lo que piensa, hace y siente, y también sobre cómo manejar y expresar sus emociones y
estados de ánimo. De igual modo, es capaz de comunicarse bien con las personas con las que habitualmente se
desenvuelve ene l colegio, en la calle... pero... debe mejorar.
MEDIO-ALTO: No está nada mal la puntuación obtenida. Indica que tiene un buen conocimiento de sí mismo, de sus
emociones y sentimientos y cómo descubrirlos en los demás. Las relaciones con la gente las lleva bien controladas y es hábil
para expresar sus emociones y comunicarse bien con la gente.
Compartimos este test para ayudarle a usted y a su familia a enfrentarse con su Inteligencia Emocional y tomar las medidas
necesarias para empezar a mejorar la misma.