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La Importancia Del Relato

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La importancia del cuento

René Avilés Fabila | 29.04.13 Columnistas

La mayoría de los escritores, los críticos y los lectores piensan que la novela es el
género rey. Más de un narrador importante ha insistido en tal postura y la historia
de las letras se fija más en los novelistas que en los cuentistas, y si están en
ambos terrenos, suelen destacar las obras voluminosas. No comparto tal postura.
Hemingway logró la perfección con su obra más breve: El viejo y el mar.

Hablemos un poco del cuento. Si para un diccionario común el cuento es


simplemente el arte de contar y concede dos sinónimos: narración y fábula, para
críticos y creadores se trata de algo más complejo y en consecuencia más
profundo. Según el español Julio Casares, en otra idea sencilla, “las acepciones
de la palabra cuento son: relación de un suceso falso, fábula que se cuenta a los
muchachos para divertirlos”. Miguel de Cervantes distinguía dos clases de
cuentos: los que deleitan y los que deleitan y enseñan, es decir, la fábula y el
apólogo, mientras que para Julio Cortázar, teórico del cuento y a su vez también
espléndido cuentista, la característica de Edgar Allan Poe, maestro del cuento
moderno, era englobar los tres sentidos de su creación: el suceso a relatar es lo
que importa, el suceso es falso y el relato tiene una finalidad hedónica.

En los orígenes del arte, es muy probable que el cuento haya sido una de las
primeras formas de expresión literaria. Creo que estamos hablando del género
primigenio: aun antes de la invención del alfabeto y en consecuencia la escritura.
No es difícil imaginar a un grupo de hombres y mujeres en torno a un vivac, al
anochecer, luego de una cacería o de la recolección de frutos, escuchar el relato
de una hazaña o de una historia que trata de explicar un fenómeno natural. Nadie
contaba una historia larga y fatigante y la continuaba noche tras noche: el relato
nació breve. El cuento aparece oral y esta tradición popular pasa de un lugar a
otro en un mundo sin fronteras y sin propiedad privada. El gran hombre de letras
Menéndez Pidal califica al cuento como género literario emigrante por excelencia.
Los mismos temas —el amor, la virtud, la maldad, el odio...— aparecen en las más
antiguas civilizaciones asiáticas del hoy llamado Oriente Medio, en Europa y más
adelante en América. Va, pues, de Oriente a Occidente y viceversa.

Luego de la Edad Media, los aspectos didácticos pierden fuerza y valor y aparecen
los elementos de orden estético y el interés estilístico, a la par que adquiere la
personalidad del autor. “El cuento moderno —dice el citado Menéndez Pidal— es
un arte absolutamente personal. Es un género literario lo mismo que otro
cualquiera. Cada cuento pertenece exclusivamente a su autor, como le pertenece
la novela, el drama o el soneto que haya escrito. Estas producciones individuales
reniegan del pasado; no quieren tener más antecedentes que su único inventor,
quieren que en él comience su historia y en él acabe: ‘mi ingenio las engendró y
las parió mi pluma’”, concluye citando a Cervantes.

No es posible, desde luego, considerar al cuento como género menor o, en todo


caso, como hermano pequeño de la novela. En rigurosa cronología, el cuento
nació primero, sólo que es hasta el siglo XIX cuando adquiere la mayoría de edad,
en tanto que la novela moderna parte, según los especialistas, de El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605. “Se ha dicho —señala Julio Cortázar—
que el periodo entre 1829 y 1832 ve surgir el cuento como género autónomo. En
Francia aparecen Merimée y Balzac, y en EU Hawthorne y Poe”. Con plena
justicia, habrá que citar a este último, el que traducido al francés por Baudelaire, le
da al cuento, en la misma época en que Marx estudia el capitalismo y las formas
de ponerle fin a tan injusto sistema, sus principales características, las que van a
marcar a todos sus descendientes hasta hoy. Lo diré de otra forma, con las
palabras de Juan Valera, quien explicaba en 1907, en el prólogo a sus Cuentos
completos, lo siguiente: “Habiendo sido todo el cuento al empezar las literaturas y
empezando el ingenio por componer cuentos, bien puede afirmarse que el cuento
fue el último género literario que vino a inscribirse. Hubo libros religiosos, códigos,
poesías líricas, epopeyas, anales y crónicas, y hasta obras de filosofía y de
ciencias experimentales, antes de que aparecieran libros de cuentos”. Lo curioso o
extraño de su existencia es que, según han señalado varios autores, es justo su
brevedad la que le permitió ser oral por largo tiempo, ir de boca en boca sin
necesidad de escribirlo, lo que retrasó su desarrollo. No obstante, no olvidemos
los relatos memorables que la inventiva de los árabes nos dio en Las mil y una
noches o que Chaucer (Cuentos de Canterbury) y Boccaccio (El Decamerón)
escribieron sus historias de irónico erotismo mucho antes de los años citados por
Cortázar y lo hicieron con características de literatura moderna.

Para colmo, dado el tipo de vida que ahora llevamos, teniendo la competencia del
espectáculo y las pantallas, la gente vuelve los ojos hacia los relatos breves y
entonces halla la importancia de la capacidad de síntesis.

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