Los Amantes-René Magritte

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El odio surge del sufrimiento, el deseo surge de la exuberancia, y el verdadero amor surge de

la simpleza. Eso es lo que se tiende a estipular en cuanto a la estructuración de los


sentimientos, no se esperaría que el amor surgiera de la sucesión exótica del afán y la
aversión, que el deseo surgiera de la imaginación, y que el odio se desencadenara tras el
desenfreno de una pasión que se mostraba perenne. El curso del universo se vio variado en
la reclusión de dos cuerpos, los que no permitieron que sus sentimientos, almas, sufrieran el
mismo destino desdichado que había afligido a sus presencias terrenales.
Ellos se encontraban en una esquina cada uno, ajenos, no permitían el gozo. Sus ojos tenían
un escaso contacto y sus cuerpos claramente nunca habían experimentado el del otro. No
sabían el porqué de su estancia en aquel lugar, simplemente los tomaron desprevenidos y los
habían arrumado allí. Nunca se habían visto antes y en aquellas circunstancias no tenían la
intención de presentarse formalmente.
Pasaron los días, nunca intercambiaron palabras. Las noches frías y los días áridos carcomían
lentamente lo que se escabullía dentro de ellos en espera de no desaparecer. La esperanza.
Era como un pequeño animal que se escondía en su madriguera cada vez que alguien
amenazaba con turbar su presencia. Necesitaban calor para contrarrestar la frialdad que poco
a poco iba encarcelando al animal perpetuamente en su madriguera. Necesitaban algo que los
mantuviera cuerdos.
Una sutil ojeada por parte de ella.
Él no la pasó desapercibida.
Una supernova establecida en el medio de la habitación.
La desnudez de las paredes que rodeaban el recinto en el que se encontraban, tentaba sus
mentes y perturbaba sus pensamientos hasta el punto en el que la ropa que cubría sus cuerpos
se convertía en un accesorio innecesario en el ambiente desolador que rondaba su
desesperado corazón. Cada vez que su mirada recorría la naturalidad del cuerpo que se
exhibía ante él de una forma única, en la que no era capaz de producir la necesidad de repeler
la vista a causa de las desproporciones y marcas que se hallaban en este; incitaba al deseo a
desfigurar sus inseguridades y aprensión por algo que se asemejaba a una pasión perecedera,
la cual, al mismo tiempo, se camuflaba con una idea absurda de amor eterno… ¿Necesidad
pasajera?
Los días de cautiverio pasaron de una manera mucho mas efímera y superficial cuando se
eran escoltados por el contacto sucesivo de sus almas. Los jardines que se explayaban entre
sí contrastaban y matizaban la aflicción que les producía la confinación, y florecían con la
luz producida por las estrellas que colapsaban deslumbrantes.
Instauraron galaxias, conformaron constelaciones y no sucumbió su espíritu ante el
sufrimiento, pero no lograron predecir que sus creaciones serian ocultas ante ellos por la
ceguera que los recubrió de manera súbita. Sus raptores prescindían de empatía, carecían de
la sustancia propia del alma, amor no cabía en ellos, por lo tanto, no lograban digerir o incluso
rumiar el que se extendía con aceleración entre las dos personas que debían nadar en
desamparo. Bolsas oscuras recubrieron sus cabezas y cuerdas sujetaron sus manos. Sus
rituales de deseo se extinguieron como dos llamas que son sopladas.
Siguieron pasando los días con la pesadumbre habitual que habitaba entre ellos en un
principio. No hablaban. No se tocaban ¿No se amaban? Necesidad pasajera.
“Magritte” dijo él de repente un día, su voz gruesa resumida en un susurro que ella nunca
pensó escuchar alguna vez.
“¿Qué?” preguntó ella en respuesta, el dejo de asombro que se asomaba en su voz haciendo
que esta se tornara un tono mas aguda de lo que realmente era.
“Los amantes de René Magritte.”
“¿Qué te lleva mencionarlo?”
“¿Has experimentado algún sentimiento de atracción hacia mí?”
“Tal vez solo confundimos todo esto con un menester vano para perturbar la desolación.”
Se escuchó el rose de un cuerpo al ser arrastrado por la grada. Él se estaba acercando a ella.
“Yo pienso que la desolación abrió paso a una adoración pagana, una reciproca.”
“Creo que te estas mintiendo en la cara. El amor no surge a partir de la necesidad.”
“Adoración y amor no siempre son correspondidos como sinónimos. Lo que sentimos no es
amor, lo que hay aquí es deseo. Te deseo.” Las últimas palabras pronunciadas por aquel
mortal, a pesar de ser abrigadas por la tela que recubría su boca, se impregnaron en todo el
lugar, incluido la inescrutable entidad femenina.
Un súbito y largo silencio se infiltró de manera desgarradora.
“Los amantes de René Magritte.” Repitió ella con el mismo tono deseoso que había
implementado él al mencionar dicha obra, buscando algún contacto con él, sus manos atadas
haciendo su tarea menos efectiva y mas desesperante de lo que requería la vehemencia que
empezaba a manar en su interior.
Al fin unieron sus cuerpos, de una forma menos literal de la que ambos les gustaría haber
sucumbido. Sus labios eran rozados, separados por el lívido manto que se extendía entre sus
rostros y su pasión se intensificó hasta que el aliento que emanaba de la tela se convirtió en
un tenue vahó que dejó escapar sus almas para ser amantes en una eternidad alejada de lo
banal y terreno.

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