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Muriendo para Vivir

Este documento analiza el versículo Gálatas 2:20, en el que Pablo describe su posición en Cristo. Explica que los cristianos están "juntamente crucificados" con Cristo, muriendo al pecado y dejando de vivir para sí mismos. Ahora Cristo vive en ellos a través de la fe, y ellos viven para cumplir la voluntad de Dios como lo hizo Cristo, quien los amó y se entregó a sí mismo por ellos.
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Muriendo para Vivir

Este documento analiza el versículo Gálatas 2:20, en el que Pablo describe su posición en Cristo. Explica que los cristianos están "juntamente crucificados" con Cristo, muriendo al pecado y dejando de vivir para sí mismos. Ahora Cristo vive en ellos a través de la fe, y ellos viven para cumplir la voluntad de Dios como lo hizo Cristo, quien los amó y se entregó a sí mismo por ellos.
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Gálatas 2: 20-Muriendo para vivir

(Gálatas 2: 20) "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"
Este versículo, es toda una declaración de fe y de verdad, que por sí solo, nos
va a permitir entender mucho acerca de nuestra creencia, privilegio, y modo de
existencia y vida en el Señor mientras estamos en este mundo.
Por ello, lo vamos a analizar con mucho detenimiento.
El apóstol Pablo, nos va revelar, poniéndose él mismo como vivo ejemplo, cuál
es nuestra verdadera posición en Cristo…
1. Con Cristo estoy juntamente crucificado
"Con Cristo estoy juntamente crucificado…":
Muchos falsos maestros, cuando tocan el tema de “nuestra posición en Cristo”,
colocan al creyente en una posición, que pareciera más bien estar, no en
Cristo, sino por encima de Él mismo, haciendo de Cristo poco menos que un
simple servidor de sus necesidades y deseos materiales.
Un aparente mensaje cristiano, pero mezclado con la metafísica de la Nueva
Era, pretende confundir la naturaleza humana con la divina, haciendo creer que
Dios no sólo vino a habitar dentro del hombre, sino que vino a hacer de los
hombres, dioses.
Al respecto, Benny Hinn declara del siguiente modo:
“¡Digan después de mí!: ¡Implícito en mí hay un Dios-Hombre! ¡Díganlo de nuevo!
¡Implícito en mí hay un Dios-Hombre! [La congregación repetía eso]. “Ahora,
vamos a decir algo más que eso. Vamos a decir, “YO SOY UN DIOS-HOMBRE”…
Soy un Dios-Hombre… Soy un ser superior” (TBN, “Praise the Lord”) (énfasis
según la exclamación vocal de Hinn)
Esa declaración es profundamente herética.
Kenneth Copeland, muy conocido autor de la doctrina de la súper-fe (word of
faith) y bien alineado con la Nueva Era, aunque se presente como evangélico,
dice así:
“Dios es Dios. Es Espíritu…y te lo impartió cuando naciste de nuevo. Pedro lo
dijo claramente: Somos participantes de la naturaleza divina. Esta naturaleza
está viva; eterna en absoluta perfección; y fue aquella que te lo impartió, que
fue injertada en tu espíritu humano…de la misma manera en que produjiste la
naturaleza en tu hijo, tu hijo no nació ballena, sino un ser humano. No tienes un
dios dentro de ti; tú eres un dios” (énfasis nuestro)
Es horrorosa la declaración de Copeland. Primeramente, cuando Pedro (2 Pr. 1:
4) dijo que hemos sido participantes de la naturaleza divina, no quiso decir que
tenemos la naturaleza divina. Sólo participamos de ella. Participación de la
naturaleza no infiere consubstancialidad con ella.
En segundo lugar, a diferencia de lo dicho por Copeland, sí tenemos, no un dios,
sino al mismo Dios dentro de nosotros por su Espíritu; y nosotros,
definitivamente, no somos Dios.
Con claridad meridiana encontramos en la Biblia el mensaje que nos convienen
creer: La Palabra de Dios nos enseña que en Cristo Jesús, estamos muertos,
porque, ¿qué cosa es un crucificado, sino un muerto, y matado por la cruz?
Así como Cristo murió en la Cruz, cada uno de los verdaderos discípulos suyos,
así como lo fue Pablo, así como lo debemos ser cada uno de nosotros si nos
llamamos cristianos, estamos muertos por crucifixión.
En esto se cumplen a cabalidad las palabras del propio Jesús:
Marcos 8: 34-37 "Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su
vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al
hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará
el hombre por su alma?"
Evidentemente, esa muerte por crucifixión, es la relativa a la carne y a todo lo
implica pecaminosidad; a todo aquello que desagrada a Dios. Pablo lo resume
así:
Romanos 6: 5-7 "Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su
muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que
nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del
pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado, porque, el que
ha muerto ha sido justificado del pecado"
Cuando Cristo murió en la Cruz, llevó todos nuestros pecados y forma
pecaminosa de vivir a aquella Cruz. Así pues, en cuanto a la carne, estamos
crucificados con Cristo; y como consecuencia de ello, ya no vivimos para hacer
nuestra carnal voluntad:
2. …y ya no vivo yo
"… y ya no vivo yo…":
El YO mío egoísta, ya no debe vivir. A ese “yo” contaminado por el pecado, no
se le debe alimentar, ni complacer, sino que debe de permanecer en la Cruz
siempre; otra vez:
"sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él,
para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al
pecado" (Romanos 6: 6)
Nuestra posición en Cristo, es en muerte al pecado. Así como Cristo fue
crucificado, así nosotros también lo somos, para dejar toda práctica de pecado
de lado:
(1 Juan 3: 9) "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él; y no puede continuar pecando, porque es
nacido de Dios"
Al ya no vivir al pecado por estar crucificado juntamente con Cristo, el modo
pecaminoso de vivir que solía ser mi vida anterior, deja de ser, ¡y ha de dejar de
ser!
3. …mas vive Cristo en mí
"…mas vive Cristo en mí…":
Al estar sometido a Cristo, crucificado juntamente Él, la naturaleza pura y sin
mancha de Cristo empieza a emerger y mostrarse en mi vida.
Por lo tanto, la muerte expiatoria de Cristo, produce en mí vida nueva; esa vida
es eterna.
Espiritualmente, la sangre poderosa de Cristo, derramada en aquella Cruz,
produce en mi vida, porque, escrito está: en la sangre está la vida:
Levítico 17: 11 "porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado
para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas, pues la misma sangre
es la que hace expiación por la persona"
Esa sangre derramada es la manifestación de la justicia de Cristo, la cual me
justifica ante el Padre:
Romanos 5: 18 "Así que, como por la transgresión de uno (Adán) vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno
(Cristo) vino a todos los hombres la justificación que produce vida"
Cristo vive en mí en vez de aquel yo pecador y corrupto, porque ese último ha
sido crucificado con Cristo, cumpliéndose así la promesa de redención dada
por Dios. Ese es el verdadero Evangelio:
Romanos 3: 22-26 "la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para
todos los que creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron
y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a
causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con
miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el
que justifica al que es de la fe de Jesús"
4. y lo que ahora vivo en la carne…
"…y lo que ahora vivo en la carne…":
Ese vivir en la carne, es el vivir en el cuerpo. Pablo está hablando de su
vivencia en esta tierra, como cristiano.
¿Cómo vivió Pablo en esta tierra estando en Cristo? ¿Cuál era su
absoluto modus vivendi?
5. lo vivo en la fe del Hijo de Dios
" lo vivo en la fe del Hijo de Dios…":
La respuesta a las anteriores preguntas la tenemos aquí mismo. Pablo vivía en
la fe del Hijo de Dios.
Pablo nos dice en Filipenses 1: 21, que: "para mí el vivir es Cristo". El vivir
conforme a la fe del Hijo de Dios, era para Pablo el vivir cumpliendo con la
voluntad de Cristo.
En Gálatas 5: 24, leemos: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne
con sus pasiones y deseos"
Es decir, que Pablo ya no vivía conforme a sus pasiones y sus deseos carnales,
sino conforme a Cristo.
Veamos algunas de esas obras de la carne, tan típicas hoy en día, y
desvergonzadamente expuestas en tantos medios de comunicación:
(Gálatas 5: 19-21) "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os
amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios"
El verdadero hijo de Dios debe de vivir de modo muy distinto a ese en su
transitar por este mundo. Leemos en Romanos 8: 9, 10
"Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el
Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no
es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a
causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia"
Pablo vivía en el cuerpo (es decir, mientras anduvo en este mundo), según la
“fe del Hijo de Dios”, es decir, no carnalmente, sino según el Espíritu de Cristo.
6. el cual (el Hijo de Dios) me amó y se entregó a sí mismo por mí
"…el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"
Cristo, el Hijo de Dios, nos amó, y por esa razón se entregó voluntariamente en
la Cruz, para que pudiéramos vivir en este mundo conforme a la voluntad de
Dios:
"Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del
pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se
cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu. Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que
son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. El ocuparse de la carne es muerte,
pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz, por cuanto los designios de la carne
son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco
pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios" (Romanos 8:
3-8)
Cristo no sólo amó a todos y se entregó por todos. Cristo te amó a ti y a mí, y
se entregó por ti y por mí.
Si participamos de su muerte en la Cruz, participamos de Su vida, y así
debemos vivir todos los días que nos restan en este mundo: viviendo en la fe
del Hijo de Dios.
(Romanos 8: 13) "si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis"
Dios les bendiga.
Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España
Febrero 2007
www.centrorey.org

Gálatas 2:20 Crucificados Con Cristo: Significado Según La Biblia


76

En su carta a los Gálatas 2:20 el apóstol Pablo escribió que había sido
“crucificado con Cristo” y, como resultado, Pablo ya no vivía. ¿Significa esto
que Pablo colgó en la cruz con Jesús y fue crucificado junto con él
físicamente? Obviamente no. Entonces, ¿qué quiso decir Pablo con
“crucificado con Cristo”? La vida y la muerte a las que aquí se alude son
espirituales, no físicas.

En el versículo anterior, Gálatas 2:19, Pablo declara que en Cristo llegó a ser
muerto a la Ley, insensible a ella de la misma manera que la muerte física hace
a una persona insensible a todos los objetos e influencias circundantes. Pablo
dice que se volvió insensible a la Ley como un medio de justificación. Perdió su
poder sobre él y dejó de influenciarlo.

Pablo también estaba muerto al mundo, a la ambición y al amor al dinero, al


orgullo de la vida y al dominio del mal y de las pasiones odiosas. Perdieron su
poder sobre él; dejaron de influenciarlo. Ellos también fueron crucificados con
Cristo.

Indice de Contenidos [Ocultar El Indice]


• 1 ¿Que significa Gálatas 2:20?
• 1.1 Estoy crucificado con Cristo.
• 1.1.1 Este principio trae una vivíficación del Espíritu Santo dentro del hombre.
• 1.2 Y ya no vivo yo
• 1.3 Mas vive Cristo en mí.
• 1.4 Y lo que ahora vivo en la carne.
• 1.5 Lo vivo en la fe del Hijo de Dios.
• 1.6 El cual me amó
• 1.7 Y se entregó a sí mismo por mí
• 2 Muerto al pecado
• 3 Una vida victoriosa

¿Que significa Gálatas 2:20?

El apóstol expresa en este pasaje que :

[bs-quote quote=”Con Cristo he sido crucificado; ya no vivo yo, sino que Cristo
vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de
Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” style=”default” align=”left”
author_name=”(Gálatas 2:20)” author_avatar=”https://nuestrodios.com/wp-
content/uploads/2018/04/biblia_opt-1.png”][/bs-quote]

Estoy crucificado con Cristo.

No literalmente, porque así sólo los dos ladrones fueron crucificados con él,
sino espiritualmente; Cristo fue crucificado por él en su habitación y en lugar
de él, y así fue crucificado con él, y en él, como su cabeza y representante.
Cristo sostuvo a las personas de todo su pueblo, y lo que hizo y padeció fue en
su nombre y por causa de ellos, y así fueron crucificados y padecieron con él,
como se dice que fueron sepultados con él, y que resucitaron con él, y que se
sentaron juntos en lugares celestiales en él.

Cuando somos crucificados con Cristo por la fe en él, debemos rendir


completamente todo deseo y ambición egoísta a la perfecta voluntad de Dios.
La autopromoción y los deseos autocomplacientes son el obstáculo más
grande entre el hombre y la salvación porque es la naturaleza del hombre
querer complacerse a sí mismo, y este auto-reconocimiento es un bloque de
construcción para el pecado.

Todo pecado surge del deseo de agradarse a sí mismo, y esto es lo que debe
ser crucificado con Cristo en la entrega a la voluntad de Dios antes de que la
salvación pueda dar fruto. Esto, como atestigua Pablo, es un proceso continuo
porque la naturaleza pecaminosa, la cual ha sido crucificada con Cristo,
todavía reside dentro de la carne, la cual todavía está muy viva (ver Romanos
7:18-25).

El hombre no puede vencer su naturaleza pecaminosa heredada por sí mismo y


necesita el poder y la ayuda del Espíritu Santo para hacer que esto suceda,
pero la entrega de su propia voluntad a la voluntad de Dios es esencial para la
eliminación de la poderosa motivación y esclavitud de su propio deseo.

Esto es parte del arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento no es sólo


pedir perdón por el pecado, sino que también es una voluntad y deseo de
cambio que se ajusta a la voluntad de Dios. Es la entrega del propio control y
voluntad al poder y voluntad del Espíritu Santo que es el comienzo de ser
crucificado con Cristo.

Este principio trae una vivíficación del Espíritu Santo dentro del hombre.

Que trae una nueva vida espiritual en él al nacer de nuevo del Espíritu de Dios.
Los viejos deseos corruptibles son reemplazados por una motivación nueva y
más poderosa para experimentar la santidad de Dios. La tentación de los
antiguos caminos corruptibles que lo esclavizaron al pecado es derrotada, no
por el propio esfuerzo del hombre para luchar contra su naturaleza corruptible,
sino en la entrega de su propia voluntad a la voluntad de Dios (ver 1 Pedro
1:23).
Esto prueba ser un gran desafío para mucha gente porque intentamos controlar
nuestra naturaleza pecaminosa por nuestra cuenta con el resultado de que al
repetirse el resultado cae en las mismas viejas y pecaminosas maneras en que
están tratando de escapar.

Si hubiera sido posible para el hombre vencer su naturaleza pecaminosa por su


propio poder y voluntad, no habría habido necesidad de que Jesús muriera por
nuestros pecados. El hombre podría simplemente haber vencido su naturaleza
pecaminosa, obedecido la Ley Mosaica, y dejado de pecar por sí mismo por el
poder de su propia voluntad.

Pero debido a que el hombre no es capaz de negar su naturaleza pecaminosa


por sí mismo, por la gracia de Dios, al hombre se le ha dado esta victoria a
través del don del renacimiento espiritual si está dispuesto a rendirse
completamente en contrición arrepentida a la voluntad de Dios. Jesús vino
para destruir las obras del diablo (ver 1 Juan 3:8).

Muchos cristianos quieren ser obedientes pero continúan tropezando en el


pecado porque tratan de aferrarse a partes del viejo yo que creen que son
capaces de controlar. Esta es una razón contraproducente que se basa en la
idea de que el hombre se salva a sí mismo por medio de sus propias obras.

La Biblia nos enseña que nada de lo que un hombre hace puede salvar su alma,
y la salvación es sólo por la gracia de Dios (ver Efesios 2:8-9). A través de este
don de la gracia, el hombre puede nacer de nuevo y se le puede dar una nueva
naturaleza para reemplazar al viejo yo pecaminoso. Debe nacer de nuevo si
quiere ver el reino de Dios (Juan 3: 3), y si ha de nacer de nuevo, su naturaleza
pecaminosa debe ser crucificada con Cristo, y debe ser lleno del Espíritu Santo
de Dios.

Te invitamos a leer: “La Iniquidad; El Cuerpo Del Pecado En La Vida Del


Creyente Y Del Inconverso.”
Y ya no vivo yo

No el mismo yo de antes, sino otro hombre, una nueva criatura: no vivía ahora
como en su estado de no regeneración, y mientras estaba en el judaísmo; no
era ahora Saulo el blasfemo, el perseguidor, y persona injuriosa; tampoco vivía
ahora Saulo el fariseo: o la vida que él tenía no era de su propia obtención y
procuración; su vida de justicia no era de sí mismo, sino de Cristo; su ser
vivificado, o tener principios de vida y santidad implantados en él, no era por sí
mismo, sino por el Espíritu; y la vida santa y la conversación que él vivió no era
debido a sí mismo, a su poder y fortaleza, sino a la gracia de Dios; o no era
propiamente él mismo, o tanto él que vivía.

Debe ser entendida, no de su vida natural, sino de su vida espiritual; la vida de


justificación vivió, por la fe, en la justicia de Cristo; y la vida de santificación
que tuvo de Cristo, por las influencias vivificadoras de su Espíritu, en virtud de
las cuales anduvo en novedad de vida. El creyente es una paradoja, está
muerto a la ley, y “vive” para Dios; está crucificado con Cristo, y sin embargo
vive por él; sí, un Cristo crucificado vive en él.

Mas vive Cristo en mí.

Que no sólo fue el autor y mantenedor de su vida espiritual, sino la vida misma;
se formó en su alma, habitó en su corazón, se unió a él, fue uno con él, de
donde surgieron todos los principios vitales y todas las acciones vitales, y fluyó
toda la comunión y todas las comodidades de una vida espiritual.

Y lo que ahora vivo en la carne.

En el cuerpo, mientras estaba en este estado mortal, por el cual distingue la


vida espiritual que tenía de Cristo, y por medio de la vida de Cristo en él, tanto
de la vida natural de su cuerpo, como de la vida eterna que esperaba vivir en
otro mundo; y que, dice él.
Lo vivo en la fe del Hijo de Dios.

Es decir, no la fe que Cristo, como hombre, tenía, sino la fe de la cual él es el


autor y el objeto, por la cual vive el hombre justo; no sobre ella, porque el
creyente no vive sobre ninguna de sus gracias, no, no sobre la fe, sino por la fe
en Cristo, el objeto; buscando en él perdón, justicia, paz, gozo, consuelo,
toda provisión de gracia y salvación eterna: cuyo objeto se describe como “el
Hijo de Dios”; que es verdaderamente Dios, igual a su Padre; de modo que no
vivió sobre una criatura, ni abandonó la fuente de agua viva, sino sobre el
unigénito Hijo de Dios, que está lleno de gracia y de verdad; de quien además
dice queme amaba.

El cual me amó

Antes de la fundación del mundo, desde la eternidad, antes de su amor a él; y


libremente, sin consideración alguna al valor o al mérito, y aunque era un
blasfemo y un perseguidor; y él personalmente, y particularmente, en una
manera distintiva, de la cual él tenía un conocimiento y una aplicación
especiales por el Espíritu de Dios; y era una razón, un argumento que lo
limitaba, y prevalecía en él para vivir a quien lo amaba, y murió por él, o, como
él agrega.

Y se entregó a sí mismo por mí

Todo su ser, su alma y su cuerpo, como en unión con su persona divina, en


manos de la justicia y hasta la muerte, en su habitación y en su lugar, como
ofrenda y sacrificio por el pecado, y que hizo libre y voluntariamente; es una
prueba fuerte y plena de su amor por él. Ahora bien, aunque Cristo dio su vida
en rescate por muchos, y por sí mismo por toda su iglesia, y por todos los
miembros de su cuerpo místico, el apóstol habla de este asunto como si se
respetara a sí mismo singularmente, como si casi fuera la única persona por la
que Cristo amó y por la que murió; lo cual muestra que la fe no trata a Cristo de
una manera general, como el Salvador del mundo, sino con una consideración
especial hacia el ser humano.

Nuestra crucifixión con Cristo nos libera completamente de la obligación de


la ley. Tenemos una posición perfecta y permanente a los ojos de Dios. Dios
considera que participamos en la crucifixión de Cristo para que no tengamos
que merecer la salvación o la santificación. Lo recibimos como un regalo de
Dios. Dios nos liberó de una orientación de desempeño y nos dio una posición
privilegiada en Cristo.

Cuando Jesús nos engendra a un nuevo estado con Dios, ganamos nuevo poder
para vivir la vida cristiana. Así como una flor obtiene su energía de sus raíces,
así también nosotros obtenemos nuestra dinámica de Cristo.

La mayoría de la gente malinterpreta el punto de 2:20 aunque es un versículo


muy popular. No podemos crucificarnos. Morimos a la ley en la crucifixión de
Cristo. La ley no puede salvar o santificar. Vivimos nuestra vida nueva en Cristo
por fe. Vivimos por fe, no por obras.

Cuando creemos en Cristo, reconocemos nuestra incapacidad de ser salvos o


santificados por las obras. Sólo por nuestra identificación con Cristo en su
muerte y resurrección podemos vivir la clase de vida que Dios espera. La
desgracia de la cruz no está en Aquel que murió en ella, sino en nosotros que la
hicimos indispensable.

Muerto al pecado

Por la fe mantenemos el pecado en la muerte donde pertenece. Nos


consideramos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. El
pecado no debe reinar en nuestras vidas, para que lo obedezcamos en sus
concupiscencias Los deseos que experimentamos que van en contra de la
voluntad de Dios. En otras palabras, un deseo de cualquier cosa pecaminosa.
(Ver Santiago 1:1). También llamado “pecado en la carne”. Aunque la expresión
“lujuri” se piensa a menudo en conexión con los deseos sexuales pecaminosos,
las lujurias incluyen cualquier cosa que vaya en contra de lo que es bueno y
justo a los ojos de Dios. (ver 2 Timoteo 2:22.; Gálatas; Romanos 6:11-12)

Tenemos tentaciones en nuestra vida pero no debemos obedecerlas. En otras


palabras, estamos muertos a nuestros deseos. Hemos recibido poder para
hacer esto al tomar esta posición de fe: muertos con Cristo, crucificados con
Cristo.

Si Pablo pudo creer que fue crucificado con Cristo, debe ser posible para
nosotros también. Por eso está escrito como un hecho: “Y los que son de Cristo
han crucificado la carne”

La “carne” son todos los deseos pecaminosos, tentaciones, lunares, entre


otros… que moran en la naturaleza del ser humano. Es la fuente de la
tentación, y nada bueno habita allí. (ver Gálatas 5:19-21; Romanos 7:18; Gálatas
5:24; Romanos 8:5)

Una vida victoriosa

Entonces, ¿por qué vivir sin victoria? Llorar y quejarse de la continua derrota
suena tan humilde, pero su raíz es sólo el pecado y la incredulidad. El mismo
manantial no puede producir agua dulce y agua amarga. (Santiago 3:10-11)

Estar al pie de la cruz no ayuda; no fue al pie de la cruz que Jesús venció.
Tenemos que subir a la cruz. Cuando la cruz se menciona en la Biblia, la
mayoría de las veces no se refiere a una cruz física de madera, excepto cuando
se describe específicamente la crucifixión de Jesús en el Calvario. “Tomar tu
cruz” se refiere a la cruz metafórica de la que Jesús habla en Lucas 9:23.
“Tomar tu cruz” es el acto de negar los pensamientos pecaminosos que surgen
en ti. Ahí es donde Jesús venció a los principados y potestades y a todas las
huestes del infierno. Ahí es donde nosotros también nos sobreponemos

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