Las Cruzadas Vistas Por Los Árabes - Maalouf: Análisis e Interpretaciones.
Las Cruzadas Vistas Por Los Árabes - Maalouf: Análisis e Interpretaciones.
Las Cruzadas Vistas Por Los Árabes - Maalouf: Análisis e Interpretaciones.
“la división que reina en el seno del mundo islámico entre los sunníes, que dicen pertenecer
al califato abasida de Bagdad, y los chiitas, que se identifican con el califato fatimita de El
Cairo. El cisma, que data del siglo VII y de un conflicto en el seno de la familia del Profeta,
no ha dejado nunca de provocar luchas encarnizadas entre los musulmanes” (Maalouf, 1989,
p.147-148)
Pero no sólo en el macro del mundo árabe pueden observarse divisiones y conflictos
importantes. Por ejemplo entre los selyúcidas, importante dinastía del periodo que se estudia,
también existían importantes desconfianzas y distintas situaciones que ponían en peligro la
continuidad del poder, donde se señala que “Entre primos selyúcidas no existe solidaridad
alguna: hay que matar para sobrevivir” (Maalouf, 1989, p.43), donde se puede interpretar
claramente las tensas relaciones que se daban también dentro de las propias familias notables
del mundo musulmán, tomando en cuenta que los selyúcidas no pertenecían per se al mundo
árabe ya que “Los turcos selyúcidas llegaron del Asia Central, con miles de jinetes nómadas
de largos cabellos trenzados y se apoderaron en unos cuantos años de toda la región que se
extiende desde el Afganistán hasta el Mediterráneo” (Maalouf, 1989, p.42), por lo que si bien
se trataba de un linaje musulmán que buscaba unir al pueblo de Muhammad en torno al islam,
originalmente no pertenecían al mundo árabe, como ya se señaló con anterioridad.
Por otra parte, cabe señalar que no sólo fue tal motivo el que se presentó como una de las
principales problemáticas del mundo árabe frente a la invasión frany. La que la secunda se
puede resumir como la lentitud que se observa en la reacción del mundo árabe frente a la
situación que se presentaba. Prueba de esto es lo señalado por el autor libanés naturalizado
francés, Maalouf cuando señala que “los frany van a disponer, durante muchos años, de un
arma aún más temible que sus fortalezas: el letargo del mundo árabe. Maalouf, 1989, p.209),
lo que representaba cierta ventaja para los invasores, ya que los originarios al reaccionar con
lentitud, permitían que las tácticas sorpresa de los extranjeros funcionaran de buena forma,
impidiendo la defensa efectiva del territorio en cuestión.
Presentadas ya anteriormente las principales problemáticas enfrentadas por los árabes
al momento de la llegada de los francos, cabría mencionar cómo es que estos lograron
finalmente enfrentarse al nuevo enemigo y expulsarlos de los territorios que pretendían
disputar. Esto sólo tiene una explicación que podría considerarse como útil para sintetizar el
triunfo musulmán: la superación de las problemáticas anteriormente señaladas,
principalmente, la que se relaciona con la división política que presentaba el mundo árabe a
la llegada de los europeos. Y es que el mundo musulmán logra superar las diferencias internas
para unirse así contra el enemigo en común, ejemplo de esto es que “la unión que se efectúa
en 1125 entre Alepo y Mosul va a convertirse en el núcleo de un poderoso Estado, que pronto
podrá replicar con éxito a la arrogancia de los frany”. (Maalouf, 1989,p.311-312), lo que
demuestra que el primer paso para la definitiva victoria militar del mundo islámico frente al
cristiano es precisamente la unidad de un dividido pueblo musulmán, donde El Cairo,
Bagdad, Alepo y Mosul dejen sus diferencias de cierta manera y se organicen en una
confabulación que les permita el triunfo, aun cuando se permita la presencia (quizá a
regañadientes) de los invasores en sectores determinados de la geografía árabe. Es necesario
también obviar la idea de que una vez logrando la victoria final, todo vuelva a ser como antes
y el mundo musulmán vuelva a desperdigarse de manera similar a como lo estaba antes de la
llegada de los europeos, lo que sería la punta de lanza para constituirse como vencedores de
las cruzadas luego de casi cien años de encarnizada lucha y resistencia. No obstante lo
anterior, se desprende a su vez una serie de consecuencias sufridas tanto por el mundo árabe
como por occidente, lo que plasma el autor principalmente en el prólogo del texto estudiado.
Maalouf señala que las invasiones francas cambiaron para siempre (o al menos hasta el
mundo que nos toca habitar en el presente) la composición general de la hegemonía actual y
el ejercicio de esta. En propias palabras del autor “en la época de las cruzadas, el mundo
árabe, desde España hasta Irak, es aún, intelectual y materialmente, el depositario de la
civilización más avanzada del planeta. Después, el centro del mundo se desplaza de forma
decidida hacia el oeste”. (Maalouf, 1989, p.789), es decir, aun cuando se logra una esforzada
victoria en los diferentes campos de batalla donde se desarrolla el conflicto del cual
largamente se ha expuesto, esta no tiene un correlato en la consolidación de la influencia
musulmana en el mundo conocido hasta entonces (ni en el que vendría a conocerse un par de
siglos después). Y es que es tal vez el afán expansionista, la apertura a adoptar visiones y
relatos propios de la cultura árabe habrían permitido a Europa afianzarse con el pasar del
tiempo en el centro del mundo, en el lugar del globo donde se centrarían las miradas y donde
en un futuro a mediano plazo serían capaces de repartirse los territorio del planeta a su antojo,
siendo quienes dirigirán los destinos de los pueblos y estarán presentes en todo y cada uno
de la historia de los continentes de la Tierra, independiente de si se trata de francos, bretones
o hispanos; trazando el destino político, económico y social de cada tierra donde estos
intervenían.
Es precisamente por las situaciones anteriormente descritas es que puede pensarse que las
cruzadas no solo se trataban de una guerra religiosa que buscaba recuperar la Tierra Santa
del cristianismo. Puede desprenderse un análisis de estos acontecimientos que nos lleve a
revelar quizá el verdadero fin de las acciones impulsadas por los frany y que, como ya se
mencionó anteriormente marcarán la historia de la humanidad en su conjunto (y por qué no
decirlo, de todos los niveles de la sociedad) de ahí en más, y es que por un lado se presenta
el relato de sucesos que llevan a un desenlace como el ya presentado. Y por otro pueden
desprenderse finalidades no explicitadas a lo largo del relato. En base precisamente a las
diferentes interpretaciones que pueden desprenderse del relato de Maalouf es que puede
procederse a dirigir un análisis crítico de los hechos relatados con anterioridad. Y es que a
pesar de tratarse de un relato ya conocido largamente por nuestra cultura occidental,
conocerlo desde una perspectiva distinta permite también darle una interpretación distinta,
sobre todo para conocer desde un punto de vista crítico la verdadera finalidad de las acciones
lanzadas por el mundo occidental contra el mundo árabe. Descrito lo anterior cabe mencionar
que se puede desprender que las verdaderas intenciones del mundo occidental en el intento
de conquista del mundo árabe no se respaldaban precisamente en el discurso oficial de
recuperar para sí territorio con alto valor simbólico religioso, si no que más bien se trataba
de un intento de apropiación de territorios motivados por cuestiones político-económicas, ya
que si se analiza el mapa que comprende los territorios donde acontecen los sucesos que
motivan la escritura de este texto y se traza una línea continua entre un punto y otro, puede
observarse ciertamente que Jerusalén se ubica en un punto estratégico entre las ciudades
económicamente más importantes y relevantes del mundo árabe, es decir, entre El Cairo y
Bagdad. La Ciudad Santa, ubicada en las cercanías inmediatas del Mar Mediterráneo ofrece
una innegable oportunidad de asentarse y hacerse con los territorios del corazón de la
economía árabe, que durante siglos se alza como el punto geográfico más poderoso
económicamente hablando. Y es que apropiarse de Jerusalén traería réditos inmediatos en
cuanto a ventajas y oportunidades reales de negocios y afianzamiento de la economía y
culturas occidentales, además de expansión de territorios soberanos. Conquistar Jerusalén se
traduciría inmediatamente en tener un lugar seguro y cercano desde donde enviar campañas
militares que fueran progresivamente conquistando nuevas ciudades de cualquiera de los
emires que ejerciera el poder en cualquiera de los lugares que se interponían entre Jerusalén
y las ciudades ejes de la economía árabe, ya descritas. Ya sea apropiándose de Damasco,
Farama o Mozul; la finalidad de tales empresas de conquista serían la llegada y posterior
conquista de El Cairo y Bagdad. Pero ¿por qué la importancia de tales ciudades? Porque
representaban la apertura de nuevos mercados, esquivos para los europeos, y que los árabes
por cuestiones geográficas controlaban en ese entonces. El Cairo (ubicada en el actual
Egipto) por su parte, representaba el acceso directo a África, continente en ese entonces un
tanto ignorado por las crónicas que se nos presentan en nuestros estudios y lecturas
condicionados por el eurocentrismo, pero que en el futuro representará un papel fundamental
para la economía y el desarrollo de Europa tal y como la concebimos hoy en día. Pero no
solo eso. Conquista El Cairo significaba a su vez hacerse con el control del lado oeste del
mar Rojo, que conectaría ya Europa sin trancas con la península arábiga, permitiendo su paso
hacia el Asia oriental (civilizaciones también ignoradas por las crónicas occidentales, que
solo aparecen cuando se relacionan directo a sucesos que afectan a Europa, en este caso por
ejemplo, en el papel fundamental que juegan los mongoles en el desenlace final de la Yihad
lanzada por el mundo musulmán en respuesta a las intenciones con las que llegaron los
europeos). Y es que es allí donde puede ubicarse la verdadera razón de por qué los franys
buscaban con tanto tesón la conquista de territorios musulmanes. Bagdad se ubicaba (y se
sigue ubicando) en un punto estratégico entre Europa y Asia, en lo que actualmente se conoce
como Irak, por lo que puede decirse que se trata de la ciudad bisagra entre ambos continentes
y tener el control de ese territorio en ese momento significaba acceso directo a Asia
(principalmente China y la India), desde donde provenían las mercancías más codiciadas por
el mercado europeo. Apropiándose de ese territorio, mejoraba la fluidez de la relación entre
ambas culturas, trayendo solo resultados económicos favorables a quien lograra establecerse
allí. A su vez, si lograba avanzarse hasta dicha ciudad, ya se conquistaba el lado este del Mar
Rojo y se dominaba prácticamente todo el sector suroriente del Mar Mediterráneo, dejando
en inmejorable posición a quien resultara vencedor, en este caso, no pudiendo ser controlada
por los invasores provenientes del oeste. Aun así y recogiendo las palabras expuestas
anteriormente por el autor es que puede afirmarse sin reparos y a ciencia cierta que el gran
ganador a largo plazo es la cultura occidental representada, en este caso, por los llamados
franys. Y es que si se observan las consecuencias posteriores es que se puede señalar que una
de las grandes ganancias que les dejó esta experiencia a los europeos es la que tiene relación
con la manera en que se enfrentarían dos siglos y medio después al arribo al Nuevo Mundo.
Y es por la misma situación en la que se encontraban comercialmente, es decir, por la
imposibilidad de acceder por una ruta directa a Asia para adquirir mercancías, que los
europeos buscan trazarse una nueva ruta comercial, para evitar los territorios dominados por
los árabes trazando una nueva posibilidad de llegar a la India esta vez navegando hacia el
oeste y con la firme convicción de que la tierra poseía una forma esférica que posibilitaría tal
hazaña, encontrándose así y por casualidad con Abya Yala, o América, nombre colonial con
el que sería conocida nuestra tierra de ahí en más. Relacionado a esto, pudo aprenderse de
esta experiencia la manera de establecerse en un territorio ajeno y convivir con un entorno
hostil. Puede precisamente formar parte de los anales de la historia europea y de las lecciones
aprendidas las acciones emprendidas en el Asia menor que condicionaron la posterior
relación que los europeos establecían con el nuevo contexto descubierto y con los habitantes
de dichos territorios. Es por eso quizá incluso que los europeos optaran por arrasar
ferozmente con las culturas y civilizaciones originarias del Nuevo Mundo, no dejando
espacio para la articulación de estos mismos ni el rearme de los originarios de esta parte del
mundo, minimizando incluso la presencia de las costumbres religiosas de los aborígenes, con
la excusa (nuevamente) de establecerse en tales tierras en nombre del dios occidental. De
acuerdo a lo anterior, es necesario señalar, por ejemplo, que la religión musulmana va ligada
directamente a cómo se hace la política en los pueblos que adoptan esta visión y cómo se
administra la vida de los sujetos insertos en los territorios donde la doctrina enseñada por
Mahoma tiene gran arrastre popular. Emires, califas, visires, sultanes y cadíes responden a la
sharia (o ley islámica) por lo que su relación con los otros está directamente normada por el
libro sagrado, El Corán, y donde la palabra contenida en este tiene una importancia
fundamental en la regulación de las relaciones civiles y espirituales del mundo musulmán.
Se desconoce si los cristianos intentaron replicar de cierta manera esta visión integral de la
realidad, donde espiritualidad y materialidad se conjugan en un solo camino; si se trató solo
de una coincidencia en el trato o finalmente fue una estrategia utilizada para justificar las
acciones emprendidas, lo cierto es que la historia demostraría posteriormente que el mundo
occidental utilizaría este mismo método, es decir, llegar a lugares ajenos en nombre de su
dios para establecer sus propias reglas, acabar con la civilización autóctona del lugar, los
dioses, los ritos, las construcciones, las costumbres, incluso la forma de comunicación que
se practicaba siglos antes que estos llegaran y así no solo imponer su cultura por sobre las
otras ya presentes allí, sino que también apropiarse de los territorios, los recursos e incluso
las personas del lugar; imponiendo sus modelos morales, económicos y políticos a través de
la fuerza material representada por los fuertes ejércitos armados y perfeccionados gracias a
experiencias como la que entregó Las Cruzadas y a través de la fuerza espiritual donde su
dios y su moral triunfan gracias a la intransigencia y las firmes convicciones presentadas por
los hombres que dicen llevar la palabra sagrada, quienes a cualquier costo osaban imponer
su fe y su bienestar material por sobre cualquier sujeto que representara una amenaza para
tales fines. Y es así como puede creerse que el fin de las cruzadas no sucedió en 1258, si no
que se mantuvo intermitentemente por mucho tiempo más, pudiendo señalarse incluso (a
riesgo de parecer un tanto alarmista) que se mantienen vigentes en la actualidad.
Amin Maalouf. (1989). Las Cruzadas vistas por los árabes. Madrid : Alianza Editorial.