Cada Vez Es Mas Difícil Ser Diferente

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Cada vez es mas difícil ser diferente

Autor: Carlos Aznárez

Su biografía dice a vuelo de pájaro que nació en Montevideo hace 59 años y que
fue jefe de redacción del semanario "Marcha" y director del diario "Epoca" en su
país, y de la revista "Crisis" en Buenos Aires. Pero eso, con ser mucho, ya que cada
uno de estos medios representaron la posibilidad de gritar verdades y denunciar
miserias en ambas márgenes del Río de la Plata, no dice todo lo que significa para
las letras y la conciencia latinoamericana el nombre de Eduardo Galeano. Sus
escritos -"Las venas abiertas de América Latina", "Memorias del fuego", "El libro de
los abrazos", "Las palabras andantes", entre otros- dejaron una huella profunda en
la formación moral y ética de varias generaciones que le agradecen su fina ironía y
su implacable denuncia de injusticia universal. De allí que no sorprenda el éxito que
otra vez ha logrado con su último libro "Patas arriba. La escuela del mundo al
revés", donde, como siempre, y "a pesar de los pesares" como el mismo Galeano
dice, vuelve a convocar a la utopía.

-Hay una defininición de su último libro "Patas arriba" que señala que es un
"manual de tropelías con ráfagas de esperanza". ¿Para usted ha sido una catársis
de despedida a un fin de siglo turbulento? ¿Algo que era necesario enumerar y
compartir?

-Es una tentativa de retrato del mundo de fin de siglo que continua en los noticieros
de cada día. Contiene horror y esperanza, una tentativa de ayudar a rebelar este
mundo tal cual es, tal cual está. Está patas arriba y tratamos de ver si podemos
enderezarlo.

-¿Con humor?

-Con humor y con amor. No es un libro fatalista, que dice esta es la realidad, este
es el destino: suicidémonos todos. De ninguna manera, es un libro que propone
encarar la realidad como es, sin disfraces, sin máscaras, pero con la intención de
ayudar a cambiarla. La experiencia histórica del siglo veinte nos enseña a
desconfiar de los grandes acontecimientos espectaculares, y probablemente los
cambios que valen la pena son cambios que se agregan a otros en una incesante
suma de pequeñas contribuciones al cambio. Por eso creo -o es a lo que aspiro-
que un libro puede ser una de esas pequeñas contribuciones, con el arma del
humor, porque es la mejor manera de poner sobre la superficie estos temas
deprimentes. Humor, ironía y un lenguaje que no sea aburrido, alternando los
textos largos con otros más pequeños. Esto es lo que he intentado, en un
contrapunto incesante en el que cuento con la ayuda de José Guadalupe Posadas.

-¿Cómo es eso?

-Se trata de un grabador mexicano de alto talento que murió en 1913 y con cuyo
fantasma me comuniqué. Le dije: Don José, que tal si trabajamos juntos. Y el
fantasma me dijo, pues ándale...

-¿Pensó el libro para las nuevas generaciones que no leyeron "Las venas abiertas
de América Latina"?

-Puede ser. En realidad, no lo pensé para un público determinado, simplemente


sentí que era necesario intentar una suerte de retrato del mundo al revés. Fue
escrito a mediados del 98 y reafirmo que continua en los noticieros y telediarios,
porque los acontecimientos posteriores no han hecho más que confirmarlo. Ahí está
el escándalo mundial que se ha producido con la detención de Pinochet. Es una
prueba de que el mundo está patas arriba, porque un señor que mató a 3.000
personas, a la hora en que la justicia se acuerda de que la justicia existe y actúa
para por lo menos someterlo a proceso y quizás condenarlo, tendría que ser una
noticia normal, cotidiana, o algo que merecería un par de líneas en los diarios. Si
alguien mata 3.000 personas, por supuesto que tiene que ser juzgado y condenado.
¿Por qué si no con qué criterio se va a mandar a la cárcel a un navajero de
suburbio? Este te podría contestar suelto de cuerpo: pero si yo sólo maté a uno o a
dos, y este mató a miles y todavía lo aplaude el mundo, y el Papa le asegura un
lugar en el paraíso.

-Y lo bendijo...

-Así es. A él y a su familia. Desde ese día pienso que no quiero ir al paraíso, en
parte por lo aburrido que debe ser y por otro lado para no encontrarme con gente
así. Pero además está todo ese tema del que tanto hablaban, como era "el milagro
chileno". Hasta hace muy poquitos años, había que ver aquellos editoriales del
"New York Times", laudatorios del milagro que había permitido que Chile dejara de
ser una República bananera. O sea, un abierto elogio al crimen, al baño de sangre,
al asesinato de la democracia. El mundo celebró a Pinochet. Era un héroe de
Occidente.

-Releyendo sus textos de los años 60-70 y este último libro, se nota una línea de
coherencia ideológica. ¿Cuál es la receta que le ha permitido permanecer bastante
inmune a la debacle que ha afectado al campo de las ideas y a los principios de
muchos de sus colegas?

-Es verdad que ha habido una especie de arrepentimiento universal. No de todos


pero sí de mucha gente. En algunos casos, ha sido por oportunismo, pero en otros
ha sido un cambio honesto y respetable, gente que ha dejado de creer en lo que
creía y se ha mudado de ideas, como quien se cambia de domicilio. Yo sigo siendo
leal a las ideas en las que creo y a los amigos que quiero. Son las dos cosas que me
ayudan a vivir y a sobrevivir. Esas ideas, provienen a la vez, de la razón y el
corazón. Son ideas sentipensantes, no son ideas que pertenecen solamente al
dominio de la razón. Están muy vinculadas con lo que se siente en las entrañas,
provienen de esas voces misteriosas que la razón a veces no es capaz de entender,
pero que es capaz de organizar. La razón te ayuda pero si fuera solo por ella,
estaríamos fritos.

-¿De allí surge la coherencia?

-Eso explica una coherencia que corresponde a una tentativa de vivir senti-
pensantemente. Son ideas que vienen también de la emoción. Yo siento que tengo
la misma capacidad de asombro e indignación que cuando empecé a escribir hace
ya unos cuantos años. Ha habido sí un cambio de lenguaje, intento decir más con
menos, hay una intención de síntesis más rigurosa que antes, pero en lo esencial
hay una continuidad de la que no me arrepiento. Si eso es ser prehistórico, como se
dice por ahí, pues lo soy. Pero estoy convencido de que no es así, es una manera
de confirmar que la realidad cambia, la vida cambia, y uno también, pero se puede
seguir siendo leal a ciertos principios básicos. Yo sigo creyendo en la identidad
entre la ética y la estética, entre la justicia y la belleza.

-¿Cómo se expresa el llamado "discurso único" en el campo de la literatura?


-Ahora hay una moda de alabanza del mercado que se expresa en todos los
campos. Es una suerte de "nueva fe" en el dinero...y aclaro que no tengo nada
contra el dinero. Comparto lo que decía un amigo mío, de que "el dinero no hace la
felicidad, pero logra algo tan parecido que la diferencia es un asunto de
especialistas". El problema es cuando el dinero se convierte en el eje del universo,
o cuando los derechos del dinero pasan a ser más importantes que los derechos de
las personas. Eso es precisamente el neoliberalismo. Y este tiene sus expresiones
literarias. Es curioso: desde el punto de vista de los medios, del desarrollo de la
tecnología de la información y la comunicación, nunca tuvimos tantas
oportunidades de estar informados. Sin embargo, este es un mundo peligrosamente
parecido al de los mudos y los sordos, porque hay una tendencia al mensaje único.
Esto viene de la concentración del poder que se da en la economía pero también en
la cultura. Por ejemplo, el periodismo independiente era más posible hace 30 años
que ahora en que es una aventura loca que por suerte sigue teniendo gente que se
anima a seguir intentándolo.

-¿Asusta el disenso?

-Cada vez es más difícil el discurso disidente. Paradógicamente, en un sistema que


se ha impuesto en nombre del rescate a la democracia, con todo el elogio de la
disidencia contra lo que era la burocracia y el autoritarismo en los países de Europa
del Este, se aplasta la disidencia. Allí está el ejemplo de lo que pasó con Peter
Handke, el escritor austríaco-alemán, cuando la reciente guerra contra Yugoslavia.
Tuvo la osadía de discrepar y fue condenado monstruosamente. Esto corresponde a
lo que podríamos llamar una "macdonaldización" del pensamiento. La metáfora creo
que funciona porque la universalización de McDonald's en el mundo del fin de siglo
implica una violación de los derechos humanos doble: una violación cultural porque
se niega el derecho de autodeterminación de la cocina, que es una de las
expresiones de la diversidad cultural del mundo. O sea, se incita a que todos
comamos comida de plástico, o basura. La boca es una de las puertas del alma y
evidentemente que la cocina es un signo cultural de diversidad. Y además
McDonald's comete un atentado sindical, porque prohibe que sus empleados se
agremien, queriendo dar por tierra así con dos siglos de luchas obreras y
conquistas. Esto en nombre de la democracia, el doble arco de McDonald's ocupa
ahora el centro del altar que antes estaba reservado a la cruz .

-¿En su libro también hace hincapié en el tema de la impunidad y la describe como


"hija de la mala memoria". ¿Cree que hay distintas clases de impunidad o se trata
de que todos somos un poco impunes?

-Creo que hay una suerte de reino de la impunidad que se alimenta de la ignorancia
de la opinión pública. Nunca la opinión pública estuvo tan informada y a la vez tan
manipulada. Entonces no se formulan las preguntas más obvias: ¿en las guerras
quién vende las armas?. Cuando aparecen datos como esta monstruosidad que está
ocurriendo en Timor Oriental, ¿quién fue el doctor Frankestein de este monstruo?.
Las potencias occidentales anuncian que suspenden la venta de armamento a
Indonesia y el mundo llora de la emoción. ¡Qué buenos que son, que corazón tan
generoso tienen! Cuando eso equivale a una confesión: nosotros hemos alimentado
este crimen, somos los que damos armas y asesoría para que aparezcan estos
grupos paramilitares que arrasan países, los que elevamos al poder a la dictadura
de Suharto que asesinó -según cálculos conservadores- a medio millón de
personas. Por eso, la manipulación otorga impunidad a los dueños del mundo que
son los que custodian la paz y al mismo tiempo hacen el negocio de la guerra. Las
cinco potencias que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas son las
principales proveedoras de armas para que sigan las guerras.
-Otro tema que le preocupa es la industria del miedo. ¿En nombre de la seguridad
ciudadana es válido terminar viviendo en verdaderos bunkers? -Ahora vengo de
Italia, donde el tema de la seguridad es el de primera página de los diarios. La
histeria de la seguridad. Hay una especie de pánico colectivo por el auge del delito
y el crimen, que hasta cierto punto tiene una relación con la realidad, pero no da
para justificar esta suerte de desplazamiento universal del valor justicia por el valor
seguridad. Para mi asombro, uno de los dirigentes políticos italianos más
prominentes lo dijo con todas las letras: la seguridad es más importante que la
justicia. Eso ocurre porque se ha desprestigiado la justicia en la misma medida que
esta ideología neoliberal se ha impuesto como la única forma posible de sentir y de
pensar. Lo que era injusticia hace 30 años, ahora no lo es. Es el justo castigo que la
ineficiencia merece. El mundo no es injusto: castiga a los ineficientes. Y si hay
delito, es porque hay una proporción de la población que debe ser enjaulada o
exterminada. Lo que nos retrotrae a los tiempos de Cesare Lombrozzo y el derecho
penal más reaccionario. Y lo peor es que esos increíbles puntos de vista los veo hoy
en boca de algunos que eran antes mis amigos. Hay unas piruetas de circo tan
asombrosas en el campo del pensamiento que a mí me dejan bizco y boquiabierto.

-Lo paradógico es que no se relaciones el auge de la violencia con la situación que


provocan los actuales planes económicos... -Tal cual. Es evidente que hay un auge
del delito, pero es más cierto que la primera causa es la de la injusticia, el reparto
escandalosamente injusto de los panes y de los peces. A esto hay que sumarle los
ejemplos de la sociedad de consumo que ejerce su dictadura a través de las
pantallas de los televisores dando órdenes a los muchachos, diciéndoles: si no tiene
un zapato de marca, o tal auto, eres una porquería que no merece existir. Esas
órdenes, obviamente, son invitaciones al delito para una franja abultada de la
población europea y para una inmensa proporción de la población latinoamericana.
Por otra parte, también aparece la impunidad, que se ejercita constantemente
desde el poder. Ahora leí el informe que elaboró el Congreso de los Estados Unidos
en octubre del año pasado, sobre el lavado que el City Bank hizo de los cien
millones de narcodólares de Raúl Salinas, que pasaron además por cinco países.
Nada menos que el City Bank, y el informe es del Congreso norteamericano, no del
partido del Trabajo de Albania. Cien millones de dólares lavados por un banco que
proporcionó a su cliente cuentas e identidades falsas y empresas fantasmas. Lo
asesoraron para delinquir, en un país que se confiesa impotente para condenar a
los responsables de la operación. Así estamos. El primer banco del mundo queda
impune, pero van presos los negros pobres que venden droga en la calle. ¿ Por qué
la droga es motivo de condenación al infierno a los negros pobres, y es en cambio
trampolín al cielo para los banqueros prósperos?

-Otra de sus grandes obsesiones es el tema de los automóviles. ¿Cómo es eso de


que el auto maneja al conductor?

-Esto corresponde a un mundo donde los fines han sido usurpados por los medios,
donde somos instrumentos de nuestro sistema. Y esto vale tanto para Europa como
para cualquier sitio. El automóvil te maneja, la computadora te programa, el
supermercado te compra y la televisión TV. Somos instrumentos de nuestros
instrumentos. Este sistema global de poder está creando unas sociedades
babilónicas inmensas donde está prohibido respirar y caminar. Se ha llegado a un
extremo tal de violación de los derechos humanos que eso dos derechos básicos no
se pueden ejercer en las grandes ciudades. Son lugares donde practicarlos es una
hazaña. Yo soy el único ser humano que atravesó Los Angeles y Ciudad de México,
caminando. Modestamente creo que merecería una estatua, y en lugar de eso, mis
amigos me recomendaron que vaya a un psicoanalista.
-Más que nunca en los últimos años, Estados Unidos controla el mundo política,
económica y militarmente. ¿Sigue creyendo que es posible mantenerse al margen
de este dominio o es escéptico sobre tal posibilidad?

-Creo que hay que ubicarse frente a un sistema de valores que se ha universalizado
y que afortunadamente tiene respondones. Dentro de los propios Estados Unidos
hay una conciencia crítica desarrolladísima que me permite saber que esta es una
lucha universal contra la imposición global de los valores de la cultura de la
violencia y del consumo. Cuando ocurre la guerra de Yugoslavia, esta siniestra
operación en que los bombardeadores no han corrido nunca el menor riesgo, el
mundo se dividió entre los que arrojan las bombas y los que las reciben, y
obviamente quienes tuvieron la total impunidad fueron los primeros, en nombre de
los derechos humanos y aplaudidos por buena parte del pensamiento progre del
planeta. Entonces me pregunto: ¿qué derecho moral tienen los que hablan contra la
limpieza étnica? ¿Alemania e Italia, contra la limpieza étnica? ¿Están
escandalizados? ¿Pero no se acuerdan lo que ocurrió hace quince minutos en su
historia nacional? ¿Los Estados Unidos, que hicieron la limpieza étnica de los indios
y los negros, van a ser ahora los guardianes morales del planeta? Simultáneamente
se produce la matanza de Colorado, ese colegio donde dos chicos enloquecidos
acribillaron a balazos a doce estudiantes y un profesor. En el discurso mientras los
enterraban, el vicepresidente Al Gore dice: este es el resultado de la cultura de la
violencia. Es verdad, pero no anuncia que van a dejar de fabricarla. Estados Unidos
produce y vende casi la mitad de los armamentos que se consumen en las guerras
del mundo. Violencia es también el océano de sangre que se derrama por las
pantallas, chicas y grandes, del cine, de las computadoras, del televisor.

-¿Dónde está la luz al final del túnel?

-Hay muchas fuentes de esperanza. Si la esperanza no tuviera agua de beber se


moriría de sed. Afortunadamente hay una enorme cantidad de gente, como los
zapatistas, los sin tierra brasileños, las Madres de Plaza de Mayo, y muchos otros,
que se niegan a aceptar como único destino universal posible la cultura de la
violencia y del consumo. Gente que está haciendo cosas por la afirmación de los
derechos humanos reales, que no es sólo el derecho de comer -todavía negado a
una gran franja de la población mundial-, sino también el de trabajar para vivir, en
vez de estar condenados a vivir para trabajar. El derecho a tener una cultura
propia, una memoria propia. El derecho de respirar y caminar. Hay una inmensa
cantidad de movimientos que en todas partes luchan contra la aniquilación del
planeta y el deterioro de la calidad de vida. Hace un siglo la diferencia entre los que
tenían y los que necesitaban era de uno a siete, ahora es de uno a setenta. Ese
mundo que es cada vez más desigual, también es más igualador. Desigual en las
oportunidades que ofrece e igualador en las costumbres que impone. Un mundo
que te condena a morir de hambre o aburrimiento. Nosotros no lo aceptamos como
destino, no es el único mundo posible. La realidad es un desafío, nace de nuevo
cada mañana. ¿Quién iba a decir el 1º de enero del 94, que iban a surgir de las
entrañas de la tierra los zapatistas? No lo previó nadie, y saltó el conejo de la
galera. Eso quiere decir que todavía hay vida, ganas de no someterse mansamente.

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