La Apologetica de Justino - Oliphint, K. Scott. Edgar Willi
La Apologetica de Justino - Oliphint, K. Scott. Edgar Willi
La Apologetica de Justino - Oliphint, K. Scott. Edgar Willi
De
Justino Mártir
Traducción Por:
Luis F. Reyes
LA APOLOGÉTICA DE JUSTINO MÁRTIR 5
JUSTINO MÁRTIR 5
ARGUMENTOS AD HOMINEM DE LOS PRIMEROS APOLOGISTAS 5
UN USO AD HOMINEM EN LA APOLOGÉTICA TRASCENDENTAL 6
CARGOS CONTRA LOS PRIMEROS CRISTIANOS 7
ENTRA JUSTINO MÁRTIR 7
Estoicismo 8
Aristotelianismo 9
pitagorismo 9
Platonismo 9
EXORDIO 11
ARGUMENTACIÓN 11
Refutación de las acusaciones dirigidas contra los cristianos 11
EXPOSICIÓN DE LA DOCTRINA CRISTIANA 14
¿Quién es Jesucristo? 14
Jesucristo es el maestro divino 15
La enseñanza de Cristo sobre la castidad 15
Paciencia, no violencia, sinceridad 16
La lealtad de los cristianos 17
La enseñanza de los "fines últimos" 17
La resurrección 17
El combate final 18
Jesucristo es el Verbo divino 18
Jesús es el Hijo de Dios 19
Excelencia de la doctrina cristiana 19
El politeísmo 19
La mitología 19
Las herejías 20
Costumbres abominables del paganismo 20
El culto a la serpiente 21
La castidad cristiana 21
DEMOSTRACIÓN DE LA DIVINIDAD DE CRISTO 21
El argumento profético 21
Las fuentes bíblicas: la versión de los Setenta 22
La profecía de Moisés 22
La concepción virginal de Cristo 23
La profecía de Miqueas: el lugar del nacimiento 23
Profecías diversas sobre la misión de Cristo 24
Reglas de interpretación 24
Profecías atribuidas al Padre 24
Profecías atribuidas al Hijo 25
Profecías atribuidas al Espíritu 25
Los Salmos 18, 1 y 2 25
El triunfo de Cristo: Salmo 95 26
La predicción del futuro 26
Profecías, destino y libertad 26
Libre arbitrio y responsabilidad 27
La Ascensión y el triunfo 28
La salvación de los hombres antes de Cristo 28
La ruina de Jerusalén 28
El poder de Cristo y la persecución de los discípulos 29
La conversión de los paganos y la incredulidad de Israel 29
Los sufrimientos de Cristo 29
El regreso de Cristo en la gloria 30
El doble advenimiento de Cristo 30
La fuerza demostrativa de las profecías bíblicas 30
Las fábulas paganas 31
El símbolo de la cruz 32
La falsedad de las herejías: Simón y Menandro 32
La muerte del cristiano 32
La herejía de Marción 33
Platon, discípulo de Moisés. La creación 33
La segunda y tercera potestad 33
LOS RITOS CRISTIANOS 34
El bautismo 34
Las falsificaciones paganas 35
Las teofanías veterotestamentarias 35
Los mitos de Core y de Atenas 36
La Eucaristía bautismal 36
La asamblea dominical 37
RECAPITULACIÓN 37
PREGUNTAS DE DIAGNÓSTICO 38
La Apologética De Justino Mártir
Justino Mártir
(Aprox. 100-ca. 165)
Al centrar nuestra atención en Justino Mártir, que es, según todos los relatos, el mayor apologista del siglo II, es útil
señalar que el período entre Trajano y Commodus es considerado por algunos como la época dorada del Imperio
Romano. Esa época -incluyendo a Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Commodo- fue tumultuosa para
los cristianos. No fueron favorecidos por lo general entre los emperadores, ni tampoco fueron abrazados por la
población en general.
La mayoría de las discusiones de los argumentos ad hominem los consideran falacias lógicas, y muchas veces lo son.
Un ad hominem falaz ocurre cuando se proporciona información sobre una persona en un esfuerzo por subvertir o
descartar su argumento, aunque esa información no tiene relevancia para el argumento en sí y se calcula simplemente
para degradar a la persona.
Sin embargo, existen diferentes tipos de argumentos ad hominem. Dada la traducción de ad hominem, "al hombre",
generalmente cuando este método se discute como una falacia lógica, se ve una especie de ataque personal vicioso.
Por ejemplo, si alguien dice: "La fe personal nunca debe entrar en una discusión apologética; esa era la opinión de
Kierkegaard", se puede sentir el problema con ese tipo de argumento. Si la razón por la que uno no debería tener un
punto de vista particular es que Kierkegaard lo tuvo, entonces tenemos lo que en lógica se llama un non sequitur: no
sigue. Hay al menos dos tipos comunes de argumentos ad hominem.
El primero se denomina argumento tu quoque, que, una vez más, se considera a menudo falaz. Afirma que una
conclusión es injustificada porque el comportamiento del argumentador es condenado por esa conclusión. Puede ser
cierto que el comportamiento de una persona entra en conflicto con la posición que defiende, pero eso no invalida
estrictamente su argumento.
El segundo tipo de ad hominem se llama la falacia del hombre de paja. Esta falacia ocurre cuando alguien ataca una
caricatura de la posición de otro en lugar de abordar la posición real. Es una falacia del "hombre de paja" porque algo
artificial y endeble (un hombre de paja) es erigido y posteriormente derribado con facilidad.
Sin embargo, hay usos de los argumentos ad hominem que no son falaces, sino perfectamente apropiados e
instrumentos en la apologética. En términos generales, un ad hominem es falaz sólo cuando es irrelevante para la
conclusión. Algunos argumentos ad hominem son perfectamente apropiados porque son de hecho relevantes para la
conclusión. Es legítimo, por ejemplo, cuestionar las credenciales de alguien en determinadas circunstancias. Un
científico rigurosamente comprometido con el método empírico, pero que renuncia definitivamente, a priori, a
cualquier noción de creación, se ha abierto a una legítima refutación ad hominem. Hay cuestiones legítimas de
confiabilidad y credibilidad que pueden ser planteadas.
Un uso legítimo de un argumento tu quoque ocurre, generalmente, cuando notamos que una aplicación consistente
de una conclusión o argumento requeriría que el argumentador renuncie a su propia posición. Aunque hacer ese
juicio puede ser subjetivo -lo que es relevante y aceptable no es universalmente acordado- en su mayor parte, los
argumentos de este tipo pueden ser usados con gran efecto retórico, y notaremos que algunos de nuestros apologistas
los usan de esta manera. Este tipo de ad hominem, que requiere la consistencia del argumento de alguien y sus
aplicaciones, puede incluso ser objetivamente persuasivo, y la persuasión es una cosa que necesitamos en la
apologética. Tenga cuidado de no perderse el efecto ad hominem mientras lee a través de Justino y otros apologistas
tempranos.
Debemos .... dar a nuestros oponentes un mejor trato del que ellos nos dan. Debemos señalarles que el
razonamiento unívoco en sí mismo conduce a la autocontradicción, no sólo desde un punto de vista teísta, sino
también desde un punto de vista no teísta. Esto es lo que debemos entender cuando decimos que debemos
enfrentarnos a nuestro enemigo en su propio terreno.
Es a esto a lo que debemos referirnos cuando decimos que razonamos desde la imposibilidad de lo contrario.
Lo contrario sólo es imposible si es contradictorio cuando opera sobre la base de sus propias suposiciones. Es
esto también lo que debemos entender cuando decimos que estamos discutiendo ad hominem. Realmente no
argumentamos ad hominem a menos que mostremos que la posición de alguien implica auto-contradicción, y
no hay auto-contradicción a menos que se demuestre que el razonamiento de uno es directamente
contradictorio o que lleva a conclusiones que son contradictorias con las propias suposiciones. 1
Un recurso ad hominem pone al apologista en el suelo del oponente para argumentar sobre la base de lo que el
oponente considera verdadero o querido o importante o significativo.
Aunque los argumentos que encontramos en Justino y otros no tendrán el lujo de casi dos mil años de historia cristiana
detrás de ellos, debemos ser muy conscientes del poder y el efecto de los argumentos ad hominem que él y sus
sucesores usaron. En el siglo II y más allá, vemos a los apologistas yendo al suelo de sus acusadores. No se trataba,
1 Cornelius Van Til, A Survey of Christian Epistemology (n.p., 1969,) 205, his emphasis
en general, de dar una exposición sistemática de la fe cristiana. Estaban abordando las suposiciones de sus acusadores
y las contradicciones que resultan
1. Los cristianos fueron acusados de ateísmo. Piensa en Pablo en Atenas, por ejemplo. ¿Qué lo conmovió o "provocó"
(Hechos 17:16) mientras caminaba por la ciudad? "Vio que la ciudad estaba llena de ídolos." La religión de los griegos
era en gran medida una religión visual. En este ambiente llegaron cristianos que tomaron en serio el segundo
mandamiento y que entendieron lo que Jesús le dijo a la mujer en el pozo, que Dios es espíritu. Parecía, desde la
perspectiva de la cultura griega, que los cristianos no tenían dioses. No creían en los dioses consuetudinarios de la
cultura circundante. Cada vez que algo salía mal, se pensaba que era el juicio de los dioses sobre la gente. Esta fue la
razón de las persecuciones neronicas; Nerón quemó la ciudad y luego culpó a los cristianos. Esa culpa era plausible,
dada la desviación cultural de la religión cristiana.
2. Los cristianos fueron acusados de inmoralidad, específicamente, canibalismo e incesto. Por qué? Como señalamos
anteriormente, los cristianos participaron simbólicamente del cuerpo y la sangre de Cristo en la Cena del Señor, y se
saludaron con un "beso santo". También fueron acusados de odiar al mundo y de insubordinación. El gobierno estaba
tan atado a la religión de la época que si no apoyaba a la religión, tampoco apoyaba al César. Esta acusación de
deslealtad fue una de las principales causas de problemas, a menudo de muerte, para los cristianos.
3. Finalmente, fueron acusados de novedad. Se pensó que abandonaron completamente la tradición e inventaron algo
totalmente nuevo. La doctrina de la Trinidad comenzó a emerger en esta era cuando los creyentes trataron de poner
a Cristo dentro de la Deidad mientras defendían el monoteísmo. Los apologistas también tuvieron que defender el
comportamiento cristiano, un objetivo primordial para muchos de ellos. Sus preocupaciones y enfoque eran, en este
primer período, principalmente pastorales y evangelísticas, más que filosóficas o teológicas.
Sin embargo, hay mucho que podemos deducir de los primeros apologistas para una apologética efectiva unos dos
mil años después.
Justino nació en Samaria. Lo más probable es que se haya convertido a Éfeso. En su peregrinación intelectual, trató
de encontrar la verdad a través de numerosas y diferentes vías filosóficas. Aunque es imposible determinar en qué
medida cada una de estas filosofías influyó en su conversión y más tarde en sus creencias cristianas, hay algunos
factores que debemos tener en cuenta.
En su Diálogo con el Trifón, Justin explica cómo estudió un sistema filosófico tras otro -estoicismo, aristotelianismo,
pitagorismo, platonismo- antes de llegar al cristianismo. Un día, cuando estaba de pie cerca del Mar Egeo, cerca de
Éfeso, un anciano se le acercó. "¿La filosofía produce felicidad?", preguntó el viejo. "Absolutamente," contestó Justino,
"y sólo eso." El anciano sugirió entonces que había muchas preguntas que Platón no podía responder, pero hay una
verdadera filosofía con una explicación para todas las preguntas. Esa filosofía es el cristianismo. El hombre entonces
comenzó a explicarle a Justino que hace mucho tiempo vivían hombres que eran profetas y que hablaban sólo como
el Espíritu Santo les hablaba a ellos. Le dijo a Justino que estos hombres eran testigos confiables de la verdad, y le
suplicó a Justino que entendiera estas cosas. Justino describe su respuesta:
Cuando hubo hablado estas y muchas otras cosas, que no hay tiempo para mencionar en este momento, se marchó y
me ordenó que las atendiera; y no lo he visto desde entonces. Pero en seguida se encendió una llama en mi alma; y
un amor por los profetas y por los hombres que son amigos de Cristo, me poseyó; y mientras giraba sus palabras en
mi mente, encontré que esta filosofía era segura y provechosa. Por eso, y por esta razón, soy un filósofo. Además,
desearía que todos, haciendo una resolución similar a la mía, no se alejaran de las palabras del Salvador. Porque ellos
poseen un poder terrible en sí mismos, y son suficientes para inspirar con temor a los que se apartan del camino de
la rectitud; mientras que el más dulce descanso se da a los que hacen de ellos una práctica diligente.
La era de Justino fue testigo de una batalla por los corazones y las mentes de la gente. Esa batalla fue, al menos en
parte, una batalla de filosofías. Mucho de lo que compitió por la lealtad durante el tiempo de Justino apeló al intelecto
como convincente y coherente. Entre las influencias que tentaron a Justino estaban las siguientes:
Estoicismo
Zenón de Chipre (334-262 a.C.), a quien se atribuye el estoicismo por primera vez, solía pararse en el pórtico techado
o columnata, y exponer sus puntos de vista. Así que su filosofía ha sido llamada estoicismo, en efecto, "porquismo".
Los seguidores más famosos del estoicismo fueron Séneca (4-65 d.C.), Epicteto (finales del siglo I) y el que vivió
durante la época de Justino, Marco Aurelio (121-180 d.C.).
Existen similitudes formales entre el estoicismo y el cristianismo, de la misma manera que hoy vemos algunas
similitudes formales entre el cristianismo y lo que, por ejemplo, enseñan los cultos. El estoicismo intentó contentarse
con las cosas tal como son, y hubo un fuerte énfasis en la virtud como necesaria para el verdadero conocimiento,
entre otras similitudes. Los estoicos vieron una estrecha relación entre lo que uno cree y la forma en que vive. Esto
es significativo a la luz de la tendencia en la filosofía griega a enfatizar el conocimiento por el conocimiento, como en
Aristóteles, por ejemplo.
Uno de los aspectos más significativos de la filosofía estoica, para nuestros propósitos, fue su creencia de que el
universo es, en el fondo, un fuego viviente. En este sentido, los estoicos eran como Heráclito (525-475 a.C.), mucho
antes. Intentó explicar el movimiento planteando el fuego como el elemento original y unificador del universo. Afirmó
que la base del movimiento son las fuerzas antagónicas; la lucha entre el frío y el calor hace las estaciones, por ejemplo.
Pero este fuego no fue concebido como simplemente inanimado. Animaba al resto del mundo y por lo tanto tenía vida
dentro de sí mismo.
Estrechamente relacionado con esto en la filosofía de Heráclito estaba su noción de que todas las cosas cambian
("todas las cosas fluyen y nada permanece"). Pero también reconoció que hay una "ley", un logotipo, que no cambia.
Así que, en su opinión, había una estrecha correlación entre el logos y el fuego universal y animador.
Cuando llegamos a los estoicos, hay una identidad entre el fuego original, animador y universal y los logos. El logos
fue concebido por los estoicos como una sabiduría o una razón o una inteligencia que guía y dirige los acontecimientos
de esta vida. Fueron los logotipos los que justificaron la providencia estoica, lo que algunos han llamado "destino".
Esta influencia estoica, a través de Heráclito, tuvo cierta importancia en la Apología de Justino.
Puede haber sido el escepticismo inherente al estoicismo lo que llevó a Justino al pitagorismo. Dice en El Diálogo con
Trifón, capítulo II: "Me entregué a un cierto estoico; y habiendo pasado un tiempo considerable con él, cuando no
había adquirido más conocimiento de Dios (porque él no se conocía a sí mismo, y dijo que tal instrucción era
innecesaria), lo dejé". Debido a que la doctrina estoica insistía en que la perfección venía a través de la sabiduría
perfecta, surgió la pregunta de si alguien podía alcanzarla, o si tal sabiduría estaba reservada sólo para Dios. Tal vez
Justino se dio cuenta del escepticismo que subyace a este punto de vista, por lo que pasó a la escuela de Aristóteles.
Aristotelianismo
Justino aparentemente tenía poca influencia de la escuela peripatética. Cuando un filósofo aristotélico le pidió un pago
por los servicios del filósofo, Justino lo dejó, considerando que no era un filósofo después de todo. (Tatian, un alumno
de Justino), escritor y teólogo, dijo que los peripatéticos ni siquiera se dejarían crecer la barba a menos que pudieran
cobrar por ello.
Pitagorismo
Justino se trasladó a los pitagóricos. A diferencia del aristotélico, el pitagórico era un filósofo intelectualmente
exigente. El dogma principal de la filosofía pitagórica era que la salvación viene por medio del conocimiento. Aunque
los pitagóricos habían existido durante bastante tiempo (las fechas de Pitágoras son alrededor de 572-ca. 500 a.C.),
su influencia todavía era sustancial en la época de Justino. Sostuvieron que la base de la realidad es el número, de
modo que una descripción correcta de la realidad sólo puede venir a través de fórmulas matemáticas. A los pitagóricos
se les atribuye el haber descubierto la relación entre la concordancia entre la música y el número, y el haber anticipado
la mayor parte de lo que Euclides haría más tarde en geometría. Pitágoras desarrolló lo que él pensó que era una
armonía matemática en todo el universo, lo que vino a llamarse "La Música de las Esferas".
Llegué a un pitagórico, .... un hombre que pensaba mucho en su propia sabiduría. Y entonces, cuando me
entrevisté con él, dispuesto a ser su oyente y discípulo, me dijo: "¿Y qué? ¿Conoce la música, la astronomía y
la geometría? ¿Esperas percibir alguna de esas cosas que conducen a una vida feliz, si no has sido informado
primero sobre los puntos que despojan al alma de los objetos sensibles, y la hacen apta para los objetos que
pertenecen a la mente? ?”
Podemos ver fácilmente por qué el pitagórico preguntaba sobre geometría, música y astronomía. Estaban entre las
contribuciones más obvias de Pitágoras y eran las principales preocupaciones de su filosofía en ese momento. Justino
confesó su ignorancia sobre estos asuntos y fue despedido por el filósofo pitagórico. Si la salvación viene por el
conocimiento -particularmente el conocimiento de la geometría, la música y la astronomía- la ignorancia confesada
de Justino, por definición, le demostraría que, fuera de su "círculo" matemático, no es uno de ellos.
Platonismo
Así que Justino pasó al platonismo. Como es evidente en su "diálogo de conversión", aquí fue donde encontramos a
Justino cuando habló con el anciano en el mar (nota, por ejemplo, caps. IV y V). Su transición de Pitágoras a Platón
fue natural. Se dice que la filosofía de Platón se desarrolló "bajo el hechizo de Pitágoras". Así como los pitagóricos
enseñaron la transmigración del alma, así Platón utilizó una discusión en el Meno en la que un niño esclavo, a través
de una serie de preguntas, propone el teorema pitagórico para demostrar su doctrina de la reminiscencia. (Noten en
el diálogo V, que Justino, en su experiencia de conversión, rechaza esta doctrina de la inmortalidad o eternidad del
alma.) Así también, los pitagóricos, al afirmar una dicotomía entre el mundo de los sentidos y las esencias inteligibles,
postularon una especie de esquema numérico forma/materia donde los números pares e impares representan la
distinción entre forma y materia. Podemos ver la transición de Justino al platonismo como una especie de alternativa
a los pitagóricos, quienes, aunque le atraían, le rechazaban.
En varios pasajes Justino emplea la idea del logos. El ejemplo más controvertido está en su segunda apología. Dice en
el capítulo IX:
Pero estas cosas las hizo nuestro Cristo por medio de su propio poder. Porque nadie confió en Sócrates para
morir por esta doctrina, sino en Cristo, que fue parcialmente conocido aun por Sócrates (porque Él era y es el
Verbo que está en cada hombre, y que predijo las cosas que habían de suceder por medio de los profetas y en
Su propia persona cuando fue hecho de pasiones semejantes, y enseñó estas cosas), no sólo creyeron los
filósofos y eruditos, sino también los artesanos y las personas totalmente incultas, despreciando tanto la gloria
como el temor y la muerte; ya que Él es un poder del Padre inefable, no el mero instrumento de la razón
humana.
La cuestión es si existe un argumento convincente para que Justino utilice el logos. ¿De qué manera, podríamos
preguntarnos, conocía Sócrates a Cristo (dado que Sócrates vivió en el siglo V a.C.)? ¿Está Justino aquí afirmando
alguna noción de revelación general, o fue presa de la especulación griega?
Hasta donde Justino permaneció influenciado por la filosofía griega, lo que lo cambió en su corazón fue el estudio de
los profetas hebreos. "Sólo esta filosofía me parece segura y rentable." Justino argumenta que el cristianismo cumple
las metas más altas de todos los filósofos paganos y que debe ser visto como la más digna de todas las filosofías en las
que se puede creer.
Primera apología de Justino
Texto obtenido de la página web del Monasterio Benedictino Santa María de Los Toldos (Argentina).
Agradecemos la encomiosa labor de los monjes que trabajaron en su muy cuidadosa edición electrónica.
Exordio
1. 1. Al emperador Tito Elio Adriano Antonino Pío, Augusto, César, César, hijo de Augusto, filósofo, y a Lucio,
filósofo, hijo por naturaleza del César, y de Antonino Pío por adopción, amantes del saber, al sagrado Senado y a todo
el pueblo romano, en favor de los hombres de toda raza, injustamente odiados y perseguidos, yo, Justino, uno de ellos,
hijo de Prisco, nieto de Bacquio, natural de Flavia Neápolis, ciudad de Siria Palestina, dirijo este discurso y esta súplica.
2. 1. Los que son de verdad piadosos y filósofos, manda la razón que, desechando las opiniones de los antiguos,
si no son buenas, sólo estimen y amen la verdad: la sana razón ordena, en efecto, no seguir a quienes han obrado o
enseñado la injusticia, pues el amador de la verdad, por todos los modos, con preferencia a su propia vida, así se le
amenace con la muerte, debe estar siempre decidido a decir y practicar lo que es justo. 2. Ahora bien, ustedes se oyen
llamar por doquiera piadosos y filósofos, guardianes de la justicia y amantes de la instrucción; pero que realmente lo
sean, es cosa que tendrá que demostrarse. 3. Porque no venimos a halagarlos con el presente escrito ni a dirigirles un
discurso por conseguir sus favores, sino a pedirles que pronuncien su juicio al cabo de una exacta y rigurosa
investigación, y que no dicten sentencia contra ustedes mismos, llevados de un prejuicio o del deseo de complacer a
hombres supersticiosos, o movidos por una irreflexiva precipitación o de unos pérfidos rumores inveterados. 4.
Contra ustedes, decimos, porque nosotros estamos convencidos de que por parte de nadie se nos puede hacer daño
alguno, mientras no se demuestre que somos obradores de alguna acción criminal o nos reconozcamos culpables.
Ustedes pueden matarnos, pero dañarnos, no.
3. 1. Para que nadie crea que se trata de propósitos insensatos y temerarios, pedimos que se examinen las
acusaciones contra nosotros, y si se demuestra que son reales, se los castigue como es conveniente; pero si no hay
crimen de que argüirnos, la recta razón prohíbe que por rumores malévolos se cometa una injusticia con hombres
inocentes, o, por mejor decir, la cometan contra ustedes mismos, si es que creen justo que los asuntos se resuelvan
no por juicio, sino por pasión. 2. Porque todo hombre sensato ha de declarar que la exigencia mejor y aun la única
exigencia justa es que los súbditos puedan presentar una vida y un pensar irreprensibles; pero que igualmente, por
su parte, los que mandan den su sentencia, no llevados de violencia y tiranía, sino siguiendo la piedad y la filosofía,
pues de este modo gobernantes y gobernados pueden gozar de felicidad. 3. Y es así que, en alguna parte, dijo uno de
los antiguos: "Si tanto los gobernantes como los gobernados no son filósofos, no es posible que los estados prosperen"
(cf. Platón, República V, 473; Filón de Alejandría, Vida de Moisés II,2; Alcínoo, Didascalikón 34). 4. A nosotros, pues,
nos toca permitir a todos el examen de nuestra vida y de nuestras enseñanzas, no sea que nos hagamos responsables
del castigo, en lugar de quienes hacen profesión de ignorar nuestra religión, de las faltas que cometen por ceguera
contra nosotros; pero también es deber de ustedes, oyéndonos, mostrarse buenos jueces. 5. Porque ya en adelante,
instruidos como están, no tendrán excusa alguna delante de Dios, en caso de que no obren justamente.
Argumentación
Refutación de las acusaciones dirigidas contra los cristianos
4. 1. Por el sólo hecho llevar un nombre no se puede juzgar a nadie bueno ni malo, si se prescinde de las acciones
que ese nombre supone; ahora bien, ateniéndose al nombre de que se nos acusa, se comprueba que somos los mejores
ciudadanos. 2. Pero como no tenemos por justo pretender se nos absuelva por nuestro nombre, si somos convictos
de maldad; por el mismo caso, si ni por nuestro nombre ni por nuestra conducta en la ciudad se ve que hayamos
dilinquido, es deber de ustedes poner todo empeño para no hacerse responsables de justo castigo, condenando
injustamente a quienes no han sido convencidos de crimen alguno. 3. En efecto, de un nombre no puede
razonablemente originarse alabanza ni reproche, si no puede demostrarse por hechos algo virtuoso o vituperable. 4.
Y es así que a nadie que sea acusado ante sus tribunales, le castigan antes de que sea convicto; sin embrago, tratándose
de nosotros, toman el nombre como prueba, siendo así que, si por el nombre va, más bien deberían castigar a nuestros
acusadores. 5. Porque se nos acusa de ser cristianos, pero no es bueno odiar lo que es excelente. 6. Y hay más, con
sólo que un acusado niegue de viva voz ser cristiano, lo ponen en libertad, como quien no tiene otro crimen de que
acusarle; pero el que confiesa que lo es, por la sola confesión le castigan. Lo que se debiera hacer es examinar la
conducta lo mismo del que confiesa que del que niega, a fin de poner en evidencia, por sus obras, la calidad de cada
uno. 7. Porque de la misma manera que algunos, que han aprendido en la escuela Cristo a no negarle (cf. Mt 10,33),
cuando son interrogados dan una lección de coraje; otros, con su mala conducta ofrecen asidero a quienes ya de suyo
están dispuestos a calumniar a todos l os cristianos de impiedad e iniquidad. 8. Al obrar así no se procede rectamente;
pues sabido es que el nombre y atuendo de filósofo se lo arrogan algunos que no practican acción alguna digna de su
profesión; y ustedes no ignoran que entre los antiguos, personas que profesaron opiniones y doctrinas opuestas, son
designados con la común denominación de filósofos. 9. Y de éstos hubo quienes enseñaron el ateísmo, y los que fueron
poetas cuentan las impudencias de Zeus y de sus hijos; y, sin embargo, a nadie prohíben profesar las doctrinas de
ellos, antes bien establecen premios y honores para quienes sonora y elegantemente insulten a sus dioses.
5. 1. ¿Qué decir entonces? Nosotros nos comprometemos por juramento a no cometer injusticia alguna y no
admitir esas impías opiniones; y ustedes no examinan las acusaciones que nos hacen , sino que, movidos de irracional
pasión y aguijoneados por perversos demonios, nos castigan sin proceso alguno y sin sentir por ello remordimiento.
2. Vamos, pues, a decir la verdad: antiguamente unos demonios perversos, multiplicando sus apariciones, violaron a
las mujeres, corrompieron a los jóvenes y mostraron fenómenos espantosos a los hombres (cf. Gn 6,1-4). Con ello se
aterraron aquellos que no juzgaban por razonamiento las acciones practicadas, y así, llevados del miedo, y no sabiendo
que eran demonios malos, les dieron nombres de dioses y llamaron a cada uno con el nombre que cada demonio se
había puesto a sí mismo. 3. Pero cuando Sócrates, con razonamiento verdadero e investigando las cosas, intentó poner
en claro todo eso y apartar a los hombres de los demonios, éstos lograron por medio de hombres perversos que se
gozan en la maldad, que fuera también ejecutado como ateo e impío, alegando contra él que introducía nuevos
demonios. Y lo mismo exactamente intentan contra nosotros. 4. Porque no sólo entre los griegos, por obra de Sócrates,
se demostró por razón la acción de los demonios, sino también entre los bárbaros por el Verbo en persona, que tomó
forma, se hizo hombre y fue llamado Jesucristo; por cuya fe, nosotros, a los demonios que esas cosas hicieron, no sólo
no decimos que son buenos, sino malvados e impíos demonios, cuya conducta no se asemeja minímamente a la de
los hombres que aspiran a la virtud.
6. 1. De ahí que se nos dé también nombre de ateos; y, si de esos supuestos dioses se trata, confesamos ser ateos;
pero no respecto del Dios verdaderísimo, Padre de la justicia, de la castidad y de las demás virtudes, en quien no hay
mezcla de maldad alguna. 2. A Él y al Hijo, que de Él vino y nos enseñó todo esto, y al ejército de los otros ángeles
buenos que le siguen y le son semejantes, y al Espíritu profético, le damos culto y adoramos, honrándolos con razón
y verdad, enseñando sin reserva, a quien quiera saberlo, lo mismo que nosotros hemos aprendido.
7. 1. Se nos objetará que ya algunos cristianos, han sido detenidos y condenados como malhechores. 2. De hecho,
cuando examinan la vida de cada uno de los acusados, a menudo condenan también a muchos otros, pero no los
condenan por los que anteriormente fueron convictos. 3. Ahora bien, de modo general, no hay inconveniente en
admitir que, del mismo que entre los griegos a quienes siguen las doctrinas que les placen, aunque sean
contradictorias entre sí, siempre y por todas partes se les da el nombre único de filósofos; así también, un solo nombre
común llevan los que entre los bárbaros han adquirido la reputación de sabios: todos se llaman cristianos. 4. De ahí
que les pidamos sean examinadas las acciones de todos los que los son denunciados, a fin de que quien sea hallado
culpable de un crimen sea castigado como tal, pero no como cristiano (cf. 1P 4,15-16); pero el que aparezca inocente,
sea absuelto como cristiano, por no haber en nada dilinquido. 5. Porque no les vamos a pedir que castiguen a nuestros
acusadores, pues bastante tienen con la maldad que llevan consigo y con su ignorancia del bien.
8. 1. Lo que les hemos dicho es en el interés de ustedes; reconózcanlo por el hecho de que está en nuestra mano
negar cuando somos interrogados; 2. pero no queremos vivir en la mentira, porque deseando la vida eterna y pura,
aspiramos a la convivencia con Dios, padre y creador del universo, y por ello nos apresuramos a confesar nuestra fe,
persuadidos como estamos y creyendo que pueden esos bienes aquellos que por sus obras demostraron a Dios haberle
seguido y deseado su convivencia, allí donde ninguna maldad ha de contrastarnos. 3. A la verdad, y dicho
compendiosamente, eso es lo que esperamos, eso es lo que aprendimos de Cristo y nosotros enseñamos. 4. También
Platón, de modo semejante, dijo que Minos y Radamante han de castigar a los inicuos que se presentan ante ellos (cf.
Platón, Gorgias 523e; Apología de Sócrates 41a; Homero, Odisea XI, 568); nosotros afirmamos que eso mismo
sucederá, pero por medio de Cristo, y que el castigo que recibirán en sus mismos cuerpos, unidos a sus almas, será
eterno (cf. Dt 32,22; Is 1,16-20; 66,24; Mt 5,29; 25,41; Mc 9,48; Rm 8,10; 1Co 15,35), y no sólo por un período de mil
años, como lo dijo Platón (Fedro 249a; República X,615a). 5. Ahora, si hay quien diga que esto es increíble o imposible,
a nosotros nos toca el engaño y no a otro, mientras no seamos declarados culpables de haber cometido algún delito.
9. 1. Tampoco honramos con variedad de sacrificios y coronas de flores a esos seres que los hombres, tras
fabricarlos y colocarlos en los templos, los llaman dioses, pues sabemos que son objetos sin alma y sin vida, que no
tienen forma divina (cf. Sal 134,15-18); nosotros no creemos, en efecto, que la divinidad tenga una forma semejante
como pretenden algunos haber imitado para tributarle honor, sino que llevan los nombres y figuras de aquellos malos
demonios que un día aparecieron en el mundo. 2. Porque ¿qué necesidad hay de explicarles a ustedes, que lo saben,
los modos como los artífices transforman la materia, ora puliendo y tallando, ora fundiendo y martillando? Y muchas
veces a partir de un material sin valor, con sólo cambiarle la figura y darle forma conveniente por medio del arte, se
le pone nombre de dios.
3. Lo cual no sólo lo tenemos por cosa irracional, sino un insulto a la divinidad, pues teniendo, la que poseyendo
gloria y belleza inefables, ve su nombre atribuido a cosas corruptibles y que necesitan de atentos cuidados. 4. Ustedes
saben perfectamente que los artífices de tales dioses son gente disoluta y que viven envueltos en toda clase de vicios,
que no voy a enumerar aquí. No faltan entre ellos quienes llegan hasta violar a las esclavas que trabajan a su lado. 5.
¡Qué estupidez decir que hombres intemperantes fabrican y transforman dioses para ser adorados! Y que tales gentes
sean puestas por custodios de los templos en que aquéllos son consagrados, sin comprender que es una impiedad
pensar o decir que los hombres son guardianes de los dioses.
10. 1. Por el contrario, nosotros hemos aprendido que Dios no tiene necesidad de ofrendas materiales por parte
de los hombres, porque vemos que es Él quien nos lo procura todo (cf. Is 1,11-15; 58,6s; 2M 14,35; Hch17,25); en
cambio, se nos ha enseñado (cf. 1Co 11,23; 15,1), y de ello estamos persuadidos y así lo creemos, que sólo aquellos le
son a Él gratos que tratan de imitar los bienes que le son propios: la templanza, la justicia, el amor a los hombres y
cuanto conviene a un Dios que por ningún nombre impuesto puede ser nombrado. 2. También se nos ha enseñado
que Él, al principio, porque es bueno, creó todas las cosas de una materia informe, por causa de los hombres (cf. Gn
1,1-29); los cuales, si por sus obras se muestran dignos del designio de Dios, nosotros hemos recibido la creencia que
se les concederá habitar con Él, hechos incorruptibles (cf. 1Co15,52) e impasibles, participando de su reino (cf. 2Tm
2,12). 3. Porque a la manera que al principio creó los seres que no existían, así creemos que a quienes han escogido
lo que a Él es grato, les concederá, a causa de esa misma libre elección, la incorrupción y convivencia con Él. 4. Porque
el hecho de ser creados no fue mérito nuestro; pero ahora Él nos persuade y nos lleva a la fe, para que busquemos,
por libre elección, por medio de las potencias racionales que Él mismo nos regaló, lo que le es agradable. 5. También
consideramos que es de interés para todos los hombres no se les impida aprender estas verdades, antes bien
exhortarlos vivamente a ellas. 6. Porque lo que no lograron las leyes humanas, ya lo hubiera realizado el Verbo, puesto
que es divino, si los malvados demonios no hubieran esparcido muchas e impías calumnias, tomando por aliado el
deseo perverso, multiforme, que habita en cada hombre; calumnias con las que nada tenemos que ver nosotros.
11. 1. Ya que ustedes han oído que nosotros esperamos un reino, suponen sin más averiguación que se trata de
un reino humano (cf. Jn 18,36), cuando nosotros hablamos del reino de Dios, como aparece claro por el hecho de que
al ser por ustedes interrogados confesemos ser cristianos, sabiendo como sabemos que semejante confesión lleva
consigo la pena de muerte. 2. Porque si esperáramos un reino humano, negaríamos (ser cristianos) para evitar la
muerte y trataríamos de vivir ocultos, a fin de alcanzar lo que esperamos; pero como no ponemos nuestra esperanza
en lo presente, nada se nos importa de nuestros verdugos, más que más que de todos modos tenemos que morir.
12. 1. Nosotros somos sus mejores auxiliares y aliados para el mantenimiento de la paz, pues profesamos
doctrinas como la de que no es posible que se le oculte a Dios un malhechor, un avaro, un conspirador, como tampoco
un hombre virtuoso, y que cada uno camina, según el mérito de sus acciones, al castigo o a la salvación eterna. 2.
Porque si todos los hombres conocieran esto, nadie escogería la maldad, ni siquiera por un breve instante, sabiendo
que va a su condenación eterna por el fuego, sino que por todos modos se contendría y se adornaría de virtud, a fin
de alcanzar la felicidad que viene de Dios y verse libre de los castigos. 3. Quienes ahora, por causa de las leyes y
castigos por ustedes impuestos, tratan de ocultarse al cometer sus crímenes y, sin embargo, los cometen por saber
que ustedes no son más que hombres (cf. Sb 17,3), y es posible ocultárselos, si se enteraran y persuadieran que no
puede ocultarse a Dios nada, ni acción ni intención, siquiera por el castigo que les amenaza se moderarían de todos
modos, como ustedes mismos han de convenir. 4. Parece que temen que todos se decidan a obrar bien y no tengan
ya a quien castigar; semejante actitud convendría a verdugos, pero de ninguna forma a príncipes buenos. 5. Estamos
persuadidos que eso es también, como dijimos, obra de los demonios perversos, los cuales exigen de quienes viven
irracionalmente sacrificios y adoraciones; pero no podemos concebir que ustedes, que aspiran a la piedad y a la
filosofía, hagan nada irracionalmente. 6. Pero si también ustedes, de modo parecido a los insensatos, estiman en más
la costumbre que la verdad, procedan conforme a lo que pueden; pero sepan que el poder de los príncipes, que ponen
la opinión por encima de la verdad, equivale al de los bandidos en el desierto. 7. Pero no será bajo auspicios favorables
que ustedes inmolarán las víctimas, declara el Verbo, que es el príncipe más alto y más justo que conocemos, después
de Dios que le engendrara. 8. Porque a la manera que rehúsan todos heredar de sus padres la pobreza, los sufrimientos
o las deshonras; así no habrá hombre sensato que acepte lo que el Verbo le manda que no debe aceptarse. 9. Que todo
esto sucedería lo predijo, como digo, nuestro Maestro, Jesucristo, que es el Hijo y el enviado (cf. Hb 3,1) de Dios, Padre
y Señor del universo, de quien hemos recibido nuestro nombre de cristianos. 10. De ahí justamente viene ^ nuestra
firmeza para aceptar todas sus enseñanzas, pues aparecen en la realidad cumplidas cuantas cosas se adelantó Él a
predecir que sucederían. Ciertamente esta es una obra de Dios: predecir cada acontecimiento antes de su realización
y que aparezca luego realizado tal como fue predicho. 11. Aquí pudiéramos terminar nuestro discurso sin añadir nada
más, considerando que reclamamos justicia y verdad; pero como sabemos bien que no es fácil cambiar a prisa un
alma poseída de la ignorancia, hemos determinado añadir unos breves puntos más, con el fin de persuadir a los
amantes de la verdad, pues sabemos que no es imposible disipar la ignorancia cuando se expone la verdad.
9. Sobre el amar a todos enseñó lo siguiente: «Si aman a los que los aman, ¿qué cosa nueva hacen? ¿No hacen
eso también los impúdicos? Yo, en cambio, les digo: "Rueguen por sus enemigos y amen a los que los aborrecen y
rueguen por los que los calumnian"» (Lc 6,32. 27-28). 10. Sobre el deber de compartir con los necesitados y no hacer
nada por ostentación, dijo así: «A todo el que les pida, denle y no se aparten del que quiere pedirles prestado (Mt
5,42). Porque si prestan sólo a aquellos de quienes esperan recibir (Lc 6,34), ¿qué cosa nueva hacen? Eso hasta los
publicanos lo hacen (Mt 5,46)». 11. "Pero ustedes no atesoren para ustedes sobre la tierra, donde la polilla y la
herrumbre destruyen y los ladrones socavan, sino atesoren para ustedes en los cielos, donde ni la polilla ni la
herrumbre destruyen" (Mt 6,19-20). 12. «Porque, ¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si pierde su
alma? ¿O qué dará a cambio de ella? (Mt 16,26). Atesoren, pues, en los cielos, donde ni polilla ni herrumbre
destruyen» (Mt 6,20). 13. Y: «Sean benignos y misericordiosos, como el padre de ustedes es benigno y misericordioso
(Lc 6,36), y hace salir su sol sobre pecadores, y sobre justos y malvados» (Mt 5,45). 14. «No se preocupen sobre qué
comerán o qué vestirán (Mt 6,25). ¿No valen ustedes más que los pájaros y las fieras? Y Dios los alimenta» (Mt 6,26
+ Lc 12,24). 15. «No se preocupen, pues, sobre qué comeréis o qué vestirán (Mt 6,25), pues su Padre celestial sabe
que tienen necesidad de estas cosas. 16. Busquen el reino de los cielos, y todo eso se les dará por añadidura (Mt 6,32-
33). Porque donde está el tesoro del hombre, allí también está su espíritu» (Mt 6,21). 17. Y: "No hagan estas cosas
para ser vistos de los hombres; pues en ese caso, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos" (Mt 6,1).
6. En cuanto que a solo Dios hay que adorar, nos lo persuadió diciendo así: «El más grande mandamiento (cf.
Mt 22,28) es éste: Al Señor Dios tuyo adorarás y a Él solo servirás (Mt 4,10) con todo tu corazón y toda tu fuerza (Mc
12,30; cf. Dt 6,5), al Señor Dios que te ha creado». 7. Y una vez que se le acercó uno y le dijo "Maestro bueno", Él
respondió diciendo: "Nadie es bueno sino sólo Dios" (Mc 10,17-18), que creó el universo.
8. Pero aquellos que se vea no viven como Él enseñó, sean declarados como no cristianos, por más que con la
lengua repitan las enseñanzas de Cristo, pues Él dijo que habían de salvarse no los que sólo hablaran, sino que también
practicaran las obras. 9. Y efectivamente dijo así: «No todo el que me diga "Señor, Señor", entrará en el reino de los
cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt 7,21). 10. Porque el que me oye y hace lo
que yo digo, oye a aquel que me ha enviado (Lc 10,16; cf. Mt 7,24). 11. Muchos me dirán: "Señor, Señor, ¿no es así que
en tu nombre comimos y bebimos e hicimos prodigios?". Y entonces les contestaré yo: "Apártense de mí, obradores
de iniquidad (Mt 7,22-23; cf. Lc 13,26). 12. Entonces habrá llanto y crujir de dientes, cuando los justos brillen como el
sol (Mt 13,42-43) y los injustos sean enviados al fuego eterno. 13. Porque muchos vendrán en mi nombre (Mt 24,5),
vestidos por fuera con pieles de oveja, pero que son por dentro lobos rapaces; por sus obras los conocerán (Mt 7,15-
16). Todo árbol que no produzca buen fruto, será cortado y echado al fuego (Mt 7,19)». 14. Ahora bien, que quienes
no viven conforme a las enseñanzas de Cristo y sólo de nombre son cristianos, sean castigados, nosotros somos los
primeros en pedírselo.
La resurrección
19. 1. Para quien bien lo considera, ¿qué cosa pudiera parecer más increíble que, de no estar nosotros en nuestro
cuerpo, nos dijeran que de una menuda gota del semen humano sea posible nacer huesos, tendones y carnes con la
forma en que los vemos? 2. Digámoslo, en efecto, por vía de suposición. Si ustedes no fueran lo que son y de quienes
son, y alguien les mostrara el semen humano y una imagen pintada de un hombre y les asegurara que ésta se forma
de aquél, ¿acaso le creerían antes de verlo nacido? Nadie se atrevería a contradecirlo. 3. De la misma manera, por el
hecho de no haber visto nunca resucitar un muerto (cf. 1Co 15,34s.; 2Co 5,4), la incredulidad los domina ahora. 4.
Pero de la misma manera que al principio no hubieran creído que de una gota pequeña de esperma nacieran tales
seres y, sin embargo, los ven nacidos; así, consideren que no es imposible que los cuerpos humanos, después de
disueltos y esparcidos como semillas en la tierra, resuciten a su tiempo por orden de Dios y "se revistan de la
incorrupción" (cf. 1Co 15,53). 5. Porque, a la verdad, no sabríamos decir de qué potencia digna de Dios hablan los que
dicen que todo ha de volver allí de donde procede y que, fuera de esto, nadie, ni Dios mismo, puede nada; pero sí que
vemos bien lo que dijimos: que no hubieran éstos creído ser posible que un día llegaran a ser tales como se ven a sí
mismos lo mismo que el mundo entero, creados, y a partir de qué elementos. 6. Por lo demás, nosotros hemos
aprendido ser mejor creer aun lo que está por encima de nuestra propia naturaleza y es a los hombres imposible, que
ser incrédulos a la manera de otros, como quienes sabemos que Jesucristo, maestro nuestro, dijo: "Lo que es imposible
para los hombres, es posible para Dios" (Lc 18,27). 7. Y dijo más: "No teman a los que los matan y después de eso
nada pueden hacer; teman más bien a Aquel que después de la muerte puede arrojar alma y cuerpo al infierno" (Lc
12,4-5; cf. Mt 10,28). 8. Es de saber que el infierno es el lugar donde han de ser castigados los que hubieren vivido
inicuamente y no creyeren han de suceder estas cosas que Dios enseñó por medio de Cristo.
El combate final
20. 1. Por lo demás, la Sibila e Histaspes anunciaron que todo lo corruptible había de ser consumido por el fuego;
2. y los filósofos llamados estoicos tienen por dogma que Dios mismo ha de resolverse en fuego y afirman que
nuevamente, por transformación, volverá a nacer el mundo. Pero nosotros tenemos a Dios, creador de todas las cosas,
por algo superior a todos los seres que experimentan transformaciones. 3. Si sobre ciertos puntos estamos de acuerdo
con los poetas y filósofos que ustedes estiman, y sobre otros nuestra doctrina es más elevada y digna de Dios, sin
embargo, somos los únicos que ofrecemos una demostración, ¿por qué entonces más que a todos los otros se nos odia
injustamente? 4. Cuando nosotros decimos que todo fue ordenado y hecho por Dios, no parecerá sino que enunciamos
un dogma de Platón; al afirmar la conflagración universal, otro de los estoicos; al decir que son castigadas las almas
de los inicuos que aun después de la muerte conservarán su conciencia, y que las de los buenos, libres de todo castigo,
serán felices, parecerá que hablamos como sus poetas y filósofos. 5. En fin, que no haya de adorarse a las obras de las
manos de los hombres (cf. Lv 26,1; Is 2,18; Sal 115,4-6; 135,15, etc.), no es sino repetir lo que dijeron Menandro, el
poeta cómico, y otros con él, que afirmaron ser mayor el artífice que lo que él fabrica.
El politeísmo
24. 1. La primera prueba es que, diciendo nosotros cosas semejantes a los griegos, somos los únicos a quienes se
odia por el nombre de Cristo y, sin cometer crimen alguno, como a malvados se nos quita la vida. Mientras que unos
acá y otros acullá, dan culto a árboles, a ríos, a ratones, a gatos, a cocodrilos y a muchedumbre de animales
irracionales; aún más, no todos lo dan a los mismos, sino unos son honrados en una parte, otros en otra, con lo que
todos (sus adoradores) son impíos los unos a los ojos de los otros, porque no adoran los mismos objetos. 2. Lo único
que ustedes nos pueden recriminar, es que no veneramos los mismos dioses que ustedes y que, en las acciones
públicas, no ofrecemos ni libaciones, ni grasas de víctimas, ni coronas, ni sacrificios. 3. Ahora bien, que los mismos
animales son por unos considerados dioses, por otros fieras, por otros víctimas para sacrificios, ustedes lo saben
perfectamente.
La mitología
25. 1. En segundo lugar, porque hombres de toda raza, que antes dábamos culto a Dionisio, hijo de Sémele, y a
Apolo, hijo de Leto, de los cuales sería una vergüenza el sólo narrar las acciones que cometieron por amor a los
jóvenes; los que adorábamos a Perséfone y Afrodita, que fueron aguijoneadas de amor por Adonis y cuyos misterios
aún celebran ustedes, o a Asclepio u otro de los demás llamados dioses; ahora, no obstante amenazársenos con la
muerte, a todos ésos los hemos despreciado por amor de Jesucristo, 2. y nos hemos consagrado al Dios ingénito e
impasible; el Dios que creemos no ha de ir, aguijoneado por el deseo, a seducir una Antíope ni a otras por el estilo ni
a Ganimédes, ni tendrá que ser desatado con ayuda de Tetis de aquel famoso gigante de cien brazos, ni que
preocuparse, para pagar este favor, de matar a una muchedumbre de griegos, por la mano de Aquiles, el hijo de Tetis,
a causa de su concubina Briseida. 3. Lo que sí hacemos es compadecer a quienes tales cosas hacen, y bien sabemos
que los responsables de ellos son l os demonios.
Las herejías
26. 1. En tercer lugar, después de la ascensión de Cristo al cielo, los demonios han impulsado a ciertos hombres
a decir que ellos eran dioses, y ésos no sólo no han sido perseguidos por ustedes, sino que han llegado hasta juzgarlos
dignos de recibir honores. 2. Así, a un tal Simón, samaritano (cf. Hch 8,9-11), originario de una aldea por nombre
Gitón, habiendo hecho en tiempo de Claudio César prodigios mágicos, por arte de los demonios que en él obraban,
en su imperial ciudad de Roma, fue tenido por dios y como dios fue por ustedes honrado con una estatua, que se
levantó en la isla del Tíber, entre los dos puentes, y lleva esta inscripción latina: "A Simón Dios Santo". 3. Casi todos
l os samaritanos, y algunos pocos individuos en las otras naciones, le adoran considerándole como a su primer dios;
y a una cierta Helena, que le acompañó por aquel tiempo en sus peregrinaciones, que antes había estado en el
prostíbulo, y sería su primera emanación. 4. Sabemos también que un cierto Menandro, igualmente samaritano,
natural de la aldea de Caparatea, discípulo que fue de Simón, poseído también por los demonios, hizo su aparición en
Antioquía y allí engañó a muchos por sus artes mágicas, llegando a persuadir a sus discípulos que no habían de morir
jamás. Y no faltan aún ahora algunos de ellos que se lo siguen creyendo. 5. En fin, un tal Marción, natural del Ponto,
está ahora mismo enseñando a los que le siguen a creer en un Dios superior al Creador, y con la ayuda de los demonios
ha conducido a muchos, en todas las naciones, a proferir blasfemias y negar al Dios Creador del universo, confesando,
en cambio, otro Dios al que, por suponérsele superior, se le atribuyen obras mayores. 6. Todos los que de éstos
proceden, como dijimos (I,4,7; 7,3), son llamados cristianos, a la manera que quienes no participan de las mismas
doctrinas entre los filósofos, reciben de la filosofía el nombre común con que se les conoce. 7. Ahora, si también
practican todas esas ignominiosas obras que contra nosotros se propalan, a saber: echar por tierra el candelero,
unirnos promiscuamente y alimentarnos de carnes humanas, no lo sabemos; de lo que sí estamos ciertos es de que
no son por ustedes perseguidos ni condenados a muerte, por lo menos a causa de sus doctrinas. 8. Por lo demás,
nosotros mismos hemos compuesto una "Tratado contra todas las herejías" (obra perdida), si quieren leerlo, lo
pondremos en sus manos.
El culto a la serpiente
28. 1. Entre nosotros, el príncipe de los malos demonios se llama serpiente, Satanás, diablo (cf. Ap 20,2), como
pueden aprenderlo consultando nuestras escrituras; y que él con todo su ejército juntamente con los hombres que le
siguen haya de ser enviado al fuego para ser castigado eternamente (cf. Mt 25,41), cosa es que de antemano fue
anunciada por Cristo. 2. La paciencia que Dios muestra en no hacerlo de pronto, tiene su causa en su amor al género
humano, pues Él sabe con antelación que algunos han de salvarse por la penitencia, de los que algunos tal vez no han
nacido todavía. 3. Al principio, creó Él al género humano racional y capaz de escoger la verdad y obrar el bien, de
suerte que no hay hombre que tenga excusa delante de Dios, como quiera que todos han sido creados racionales y
capaces de contemplar la verdad (cf. Rm 1,18-21). 4. Pero si alguno no cree que Dios se cuide de las cosas humanas,
una de dos, o tendrá que confesar indirectamente que no existe o que, existiendo, se complace en la maldad o
permanece insensible como una piedra. Virtud y vicio no tendrían entonces ninguna consistencia, y por su sola
opinión distinguirían los hombres unas cosas por buenas y otras por malas, lo que es el colmo de la impiedad e
injusticia.
La castidad cristiana
29. 1. En segundo lugar (cf. I,27,1), [evitamos la exposición de los niños], por temor de que, al no ser recogidos
algunos de los expósitos, vengan a morir y seamos culpables de homicidio. Nosotros o nos casamos desde el principio
por el solo fin de la generación de los hijos, o si renunciamos al matrimonio, es para observar una castidad perfecta.
2. Ya se ha dado el caso que uno de los nuestros, para demostrarles que la unión promiscua no es misterio que
nosotros celebramos, presentó un memorial al prefecto Félix en Alejandría, suplicándole autorizara a su médico para
cortarle los testículos, pues decían los médicos de allí que semejante operación no podía hacerse sin permiso del
gobernador. 3. Félix se negó en absoluto a firmar el memorial, y el joven permaneció célibe, contentándose con el
testimonio de su conciencia y con el apoyo de sus hermanos en la fe. 4. Y aquí hemos creído no estaría fuera de lugar
recordar a Antínoo, que vivió recientemente, a quien todos, por miedo, se apresuraron a honrar como a un dios, no
obstante saber muy bien quién era y de adónde venía.
7. Ahora bien, en los libros de los profetas hallamos de antemano anunciado que Jesús, nuestro Cristo, había de
venir, debía nacer de una virgen (cf. Is 7,14); que había de llegar a edad viril y curar toda enfermedad y toda debilidad
(cf. Mt 4,23), y resucitar muertos; que había de ser odiado, desconocido y crucificado; que moriría, resucitaría y
subiría a los cielos; que es y se llama Hijo de Dios; que habían de ser enviados por Él algunos para proclamar estas
cosas a todo el género humano, y serían los hombres de las naciones paganas (cf. Mt 28,19) quienes más le creerían.
8. Estas profecías se hicieron unas cinco mil años, otras tres mil, otras dos mil, otras mil u ochocientos años antes de
que Él apareciera; pues es de saber que los profetas se fueron sucediendo unos a otros de generación en generación.
La profecía de Moisés
32. 1. Así, pues, Moisés, que fue el primero de los profetas, dijo literalmente así:/'No faltará rey de la
descendencia de Judá, ni jefe de sus muslos hasta que venga aquel a quien está reservado. Y Él será la expectación de
las naciones, atando a la viña su pollino, lavando sus vestidos en la sangre de la uva" (Gn49,10-11). 2. Ahora es deber
de ustedes averiguar con todo rigor y enterarse hasta cuándo tuvieron los judíos jefe y rey salido de su nación: hasta
la aparición de Jesucristo, Maestro nuestro e intérprete de las profecías desconocidas, tal como fue de antemano dicho
por el Espíritu Santo profético por medio de Moisés, que no faltaría príncipe de los judíos hasta venir Aquel a quien
está reservado el reino (cf. Gn 49,10). 3. Porque Judá fue el antepasado de los judíos y de él justamente han recibido
ese nombre; y ustedes, después de la manifestación de Cristo, establecieron su reino sobre los judíos y se apoderaron
de toda su tierra. 4. Lo de que: "Él será la expectación de las naciones" (Gn 49,10), quería decir que los hombres de
todas las naciones esperarán su segunda venida, cosa que pueden ver con su propios ojos y comprobar en la realidad;
pues de todas las razas de hombres esperan al que fue crucificado en Judea, tras cuya muerte, inmediatamente, la
tierra de los judíos, tomada a punta de lanza, les fue entregada a ustedes. 5. La expresión: "Atando a la cepa su pollino,
lavando su vestido en la sangre de la uva" (Gn 49,11), era un símbolo de lo que había de suceder a Cristo y de lo que
por Él mismo había de ser hecho. 6. Porque fue así que a la entrada de cierta aldea estaba un pollino (cf. Mt 21,1)
atado a una parra (cf. Mt 21,2), y Él mandó a sus discípulos que se lo trajeran y, traído que fue el pollino, montó sobre
él y así entró en Jerusalén (cf. Mt 21,10), donde estaba el templo más grande de los judíos, el mismo que fue más
adelante destruído por ustedes. Después de la entrada en Jerusalén fue crucificado, a fin de que se cumpliera el resto
de la profecía. 7. Puesto que lo de que "había de lavar su vestido en la sangre de la uva" (Gn 49,11), era anuncio
anticipado de su pasión, la que había de padecer para lavar por su sangre a los ^que creyeran en Él. 8. Porque lo que
el Espíritu divino llama por el profeta "su vestido", son los hombres que creen en Él, en los que mora la semilla que
de Dios procede, que es el Verbo. 9. Y se habla también de "la sangre de la uva", para dar a entender que el que había
de aparecer tendría ciertamente sangre, pero no de semen humano, sino de poder divino. 10. Ahora bien, el primer
poder después de Dios, Padre y Señor de todas las cosas, es el Verbo, que es también su Hijo. Cómo se haya Éste hecho
carne y nacido hombre (cf. Jn 1,14), lo diremos más adelante. 11. Porque a la manera que la sangre de la uva no la
hace el hombre, sino Dios, por semejante manera se daba a entender en esas palabras que la sangre de Cristo no
procedería de semen humano, sino del poder de Dios, como ya hemos dicho (cf. I,32,9).
12. Isaías, otro profeta, viene a decir lo mismo con otras palabras, profetizando así: "Se levantará una estrella
de Jacob (Nm 24,1) y una flor subirá de la raíz de Jesé (Is 11,1); y en su brazo, las naciones esperarán" (Is 51,5). 13.
En efecto, una estrella brillante se levantó y una flor subió de la raíz de Jesé, que es Cristo. 14. Porque Él fue
concebido, con el poder de Dios (cf. Lc 1,35), por una virgen de la descendencia de Jacob, que fue el padre de Judá,
antepasado, como lo hemos demostrado, de los judíos; y Jesé, según el oráculo, fue un ancestro de Cristo, y Él,
según la sucesión de las generaciones, hijo de Jacob y (nieto) de Judá.
6. David, rey y profeta, que esto dijo, nada de eso padeció, pero Jesucristo extendió sus manos al ser crucificado
por los judíos que le contradecían y decían que no era el Cristo. En efecto, como lo había anunciado el profeta, para
burlarse de Él, le sentaron sobre un estrado, y le dijeron: "Júzganos". 7. Lo de "taladraron mis manos y mis pies"
(Sal 21,17) significaba los clavos que traspasaron en la cruz sus pies y manos. 8. Y después de crucificarle, los que le
crucificaron echaron a suerte sus vestiduras (Sal 21,19), y se las repartieron entre sí (cf. Jn 19,24). 9. Y que todo esto
sucedió así, pueden comprobarlo por las Actas redactadas en tiempo de Poncio Pilato.
10. Vamos también a citar la profecía de otro profeta, Sofonías, cómo literalmente fue profetizado que había de
montar sobre un pollino y entrar así a Jerusalén. 11. He aquí sus palabras: "Alégrate sobremanera, hija de Sión;
proclámalo, hija de Jerusalén; mira que tu rey viene hacia ti manso, montado sobre la cría de un asno, hijo de
animal de yugo" (Za 9,9; Mt 21,5).
Reglas de interpretación
36. 1. Cuando oyen que los profetas hablan en nombre de algún personaje, no deben de pensar que eso lo dicen
los mismos hombres inspirados, sino el Verbo divino que los mueve. 2. Porque unas veces habla como anunciando de
antemano lo que ha de suceder, a la manera de una predicción; otras como en persona de Dios, Maestro y Padre del
universo; otras en persona de Cristo; otras, en fin, en nombre de las naciones que responden al Señor o a su Padre.
Algo semejante pueden constatar entre sus escritores: es un mismo autor el que compuso todo la obra, pero pone en
escena varias personas que dialogan entre sí. 3. Por no entender eso los judíos, que son quienes poseen los libros de
los profetas, no sólo no reconocieron a Cristo ya venido, sino que nos aborrecen a nosotros, que decimos haber en
efecto venido y mostramos que, como estaba profetizado, fue por ellos crucificado.
5. Hemos creído oportuno y propio hacer mención de otras palabras profetizadas por el mismo David, por las
que podrán enterarse qué regla de vida el Espíritu profético propone a los hombres, 6. y cómo anuncia la conjura que
se tramó contra Cristo entre Herodes, rey de los judíos; éstos mismos judíos y Pilato, que fue procurador de ustedes
en Judea, y los soldados de éste (cf. Hch 4,27). 7. Noten también cómo se profetiza que habían de creer en Él hombres
de toda raza; que Dios le llama Hijo suyo y le promete someterle a todos sus enemigos; cómo los demonios, en cuanto
pueden, tratan de escapar al poder de Dios Padre y Soberano de todo y al de Cristo; y cómo, en fin, llama Dios a todos
los hombres a la penitencia antes que llegue el día del juicio. 8. Las profecías dicen así: «Bienaventurado el hombre
que no camina según el consejo de los impíos, ni se para en el camino de los pecadores, ni se sienta sobre la cátedra
pestilente, sino que su voluntad está en la ley del Señor, y en su ley medita día y noche. 9. Será como árbol plantado
junto a las corrientes de las aguas, que dará su fruto a debido tiempo y sus hojas no caerán, y todo cuanto hiciere le
saldrá prósperamente. 10. No así los impíos, no así, sino que serán como el polvo que esparce el viento sobre la
superficie de la tierra. Por eso, no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el consejo de los justos;
porque conoce el Señor el camino de los justos y el camino de los impíos perecerá (Sal 1,1-6). 11. ¿Por qué bramaron
las naciones y los pueblos vanos pensamientos? Se levantaron los reyes de la tierra y los príncipes se aliaron contra
el Señor y contra su Cristo, diciendo: "Rompamos sus ataduras y arrojemos de nosotros su yugo". 12. El que mora en
los cielos se reirá de ellos, y el Señor los hará objeto de su mofa. Entonces les hablará en su ira, y en su furor los
conturbará. 13. Yo, en cambio, fui por Él constituido rey sobre Sión, su monte santo, para anunciar su decreto. 14. El
Señor me dijo: "Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. 15. Pídemelo y te daré las naciones por herencia, y por
posesión tuya los confines de la tierra. Los apacentarás con vara de hierro, como vasos de alfarero los harás añicos.
16. Y ahora, reyes, entiendan; instrúyanse los que juzgan la tierra. 17. Sirvan al Señor con temor y exulten en Él con
temblor. 18. Sométanse a sus enseñanzas, en el temor de que se irrite el Señor y se pierdan fuera del camino recto,
cuando de pronto se encienda su cólera. 19. Bienaventurados todos los que confían en Él"» (Sal 2,1-12).
5. Ahora bien, las palabras: "Cetro de poder te enviará desde Jerusalén" (Sal 109,2), era anticipado anuncio de la
palabra poderosa, que, saliendo de Jerusalén, predicaron por doquiera sus apóstoles; y que nosotros, a despecho de
la muerte decretada contra los que enseñan o sólo confiesan el nombre de Cristo, por doquiera, también la abrazamos
y la enseñamos. 6. Si también ustedes leen como enemigos estas palabras nuestras, fuera de matarnos, como ya antes
dijimos (I,2,4; 11,2; 12,6), nada pueden hacer; y eso, a nosotros, ningún daño nos acarrea; a ustedes, empero, y a todos
los que injustamente nos aborrecen y no se convierten, ha de traerles castigo de fuego eterno.
La ruina de Jerusalén
47. 1. Escuchen ahora lo que por el Espíritu profético fue predicho sobre la devastación futura de l a tierra de l
os judíos. Las palabras están dichas como pronunciadas por las naciones que se maravillan de lo sucedido. 2. Son de
este tenor: «Desierta ha quedado Sión, como soledad ha quedado Jerusalén, execrada ha sido la casa, nuestro
santuario; y su gloria que nuestros padres celebraron, ha venido a ser presa del fuego y todas sus maravillas se han
hundido. 3. Ante todo esto, tú permaneciste impasible, te callaste y nos has humillado sobremanera» (Is 64,9-11). 4.
Ahora bien, que Jerusalén haya quedado desierta, tal como había sido predicho, cosa es de que están bien persuadidos.
5. Y no sólo se predijo su devastación, sino también, por el profeta Isaías, que a ninguno de ellos se le permitiría
habitar en ella, con estas palabras: "La tierra de ellos está desierta, delante de ellos sus enemigos la devoran (cf. Is
1,7), y ninguno de ellos la habitará" (Jr 50,3 [27,3 LXX]). 6. Ustedes mismos tienen montada guardia para que nadie
se halle en ella, y han decretado la pena de muerte contra el judío que sea sorprendido queriendo retornar, esto lo
saben perfectamente.
El poder de Cristo y la persecución de los discípulos
48. 1. Que nuestro Cristo había de curar todas las enfermedades (cf. Is 35,5) y resucitar muertos, escuchen las
palabras con que fue profetizado: 2. Son éstas: "Ante su advenimiento, saltará el lisiado como ciervo, y se soltará la
lengua de los mudos (Is 35,6), los ciegos recobrarán la vista, los leprosos quedarán limpios, los muertos resucitarán
y echarán a andar" (cf. Mt 11,5; Is 35,5; 26,19). 3. Que todo esto lo hizo Cristo, pueden comprobarlo por las "Actas"
redactadas en tiempo de Poncio Pilato. 4. Y sobre cómo fue de antemano señalado que a Él lo iban a matar, junto con
los hombres que en Él esperan, escuchen las palabras del profeta Isaías: 5. «He aquí cómo hicieron perecer el justo y
nadie reflexiona en su corazón; varones justos son quitados de en medio y nadie presta atención. 6. A la vista de la
iniquidad es eliminado el justo y su sepultura estará en paz; ha sido quitado de en medio de los hombres» (Is 57,1-2).
5. Así, pues, el profeta Moisés, es más antiguo de todos los escritores, como ya dijimos (cf. I,44,8), hizo la profecía
siguiente, que antes citamos (cf. I,32,1):/'No faltará rey de la descendencia de Judá, ni jefe de sus muslos hasta que
venga aquel a quien está reservado. Y Él será la expectación de las naciones, atando a la viña su asno, lavando sus
vestidos en la sangre de la uva" (Gn 49,10-11). 6. Oyendo los demonios estas palabras proféticas, dijeron que Dioniso
había sido hijo de Zeus, enseñaron haber él inventado la viña; inscribieron al vino en el número de sus misterios y
divulgaron que Dionisio después de haber sido despedazado subió al cielo. 7. Pero como en la profecía de Moisés no
se significaba con toda claridad si el que había de nacer sería Hijo de Dios (o un hombre), ni si el que había de montar
un asno se quedaría en la tierra o subiría al cielo. Por otra parte, el nombre de asno, originariamente, l o mismo puede
significar la cría del asno que del caballo. De ahí que no sabiendo si el profetizado había de tomar por símbolo de su
venida montar en una cría de asno o de caballo, ni si había ser hijo de Dios, como dijimos (cf. 1,21,1; 32,10), o de
hombre, los demonios se inventaron que Belerofonte, hombre nacido de hombres, subió al cielo sobre el caballo
Pegaso. 8. Como además oyeron lo dicho por otro profeta Isaías, que el Cristo había de nacer de una virgen (cf. Is
7,14) y que por su propio poder subiría al cielo, produjeron de Perseo. 9. Por la misma razón, conociendo lo que fue
dicho de Él en las profecías anteriormente citadas: "Fuerte como un gigante para recorrer su camino" (Sal18,6), se
inventaron un Heracles (= Hércules), héroe poderoso, que recorrió toda la tierra. 10. En fin, al enterarse que estaba
profetizado que había de curar toda enfermedad y resucitar muertos, suscitaron a Asclepio.
El símbolo de la cruz
55. 1. Sin embargo, jamás, ni siquiera uno de los supuestos hijos de Zeus, propusieron una imitación de la
crucifixión, por no haberla entendido, como quiera que, según antes manifestamos (cf. I,35; Is 9,5-6), todo lo referente
a la cruz fue dicho de modo simbólico. 2. Justamente lo que es, como predijo el profeta (cf. I,35,2), el símbolo más
importante de la fuerza de Cristo y de su autoridad, como se muestra aún por las mismas cosas que caen bajo nuestros
ojos. Consideren, en efecto, si cuanto hay en el mundo puede ser administrado o tener consistencia sin esta figura. 3.
Porque el mar no se surca si ese trofeo, llamado mástil, no se alza intacto en la nave; sin ella no se ara la tierra; ni
cavadores ni artesanos llevan a cabo su obra si no es por instrumentos que tienen esa figura. 4. La misma figura
humana no se distingue en otra ninguna cosa de los animales irracionales, sino por ser recta, poder extender los
brazos y llevar, partiendo de la frente, la prominencia llamada nariz, por la que se verifica la respiración del viviente,
designando precisamente la imagen de la cruz. 5. Y el profeta dijo de esta manera: "El aliento delante de nuestra cara,
es Cristo, el Señor" (Lm 4,20). 6. Incluso sus mismas enseñas ponen de manifiesto la fuerza de esta figura, quiero
decir, sus estandartes y sus trofeos de victoria, que los preceden por dondequiera realizan sus marchas, mostrando
los signos de la autoridad y del poder de ustedes, aun cuando lo hagan sin percatarse de ello. 7. Las mismas imágenes
de sus emperadores, cuando mueren, las consagran por esta figura, y los llaman dioses en sus inscripciones. 8. Ahora
bien, una vez que los hemos exhortado por l a vía del razonamiento y por una figura patente, en cuanto nuestra fuerza
lo ha consentido, nosotros nos sentiremos en adelante irresponsables, aún cuando ustedes sigan incrédulos, pues lo
que de nosotros dependía, hecho está y a término ha llegado.
La herejía de Marción
58. 1. También a Marción, originario del Ponto, como antes dijimos (cf. I,26,5), lo suscitaron los malos demonios,
quien ahora mismo está enseñando a negar al Dios creador de todo lo que existe en la tierra y en el cielo, así como a
Cristo, su Hijo, que fue anunciado por los profetas, y predica no sabemos qué otro Dios fuera del artesano de todas
las cosas, así como a otro hijo suyo. 2. Muchos le han prestado creído, como si fuera el único que conoce la verdad, y
se burlan de nosotros, a pesar de que no tienen prueba alguna de lo que dicen, sino que, sin razón ninguna, como
ovejas arrebatadas por el lobo (cf. Mt 7,15; Jn 10,12), son presa de doctrinas ateas y de los demonios 3. Porque en nada
ponen los llamados demonios tanto empeño como en apartar a los hombres de Dios Creador y de Cristo, su
primogénito; para lo cual, a quienes no son capaces de levantarse de la tierra, los clavaron y siguen clavando a las
cosas terrenas y hechas por manos de los hombres; y a los que buscan elevarse a la contemplación de lo divino, si no
poseen un juicio sano, permaneciendo en una vida pura y exenta de pasiones, les acechan para precipitarlos en la
impiedad.
8. Que se producirá una destrucción del mundo por el fuego, escuchen cómo de antemano lo anunció el Espíritu
profético por Moisés. 9. Dijo así: "Bajará un fuego siempre vivo y devorará hasta el fondo del abismo" (cf. Dt 32,22;
2R 1,10; Platón, Las leyes [Epinomis] 566a). 10. No somos, pues, nosotros los que profesamos opiniones iguales a los
otros, sino que todos, no hacen más que imitar y repetir nuestras doctrinas. 11. Ahora bien, entre nosotros todo eso,
puede oírse y aprenderse aún de quienes ignoran las formas de las letras, gentes ignorantes y bárbaras de lengua,
pero sabias y fieles de pensamiento, y hasta de enfermos y ciegos; de donde cabe entender que esto no es el efecto de
una humana sabiduría, sino la expresión del poder de Dios (cf. 1Co 2,5).
4. Porque Cristo dijo: "Si no son regenerados, no entrarán en el reino de los cielos" (cf. Jn 3,3. 5; Mt 18,3). 5.
Ahora bien, evidente es para todos que no es posible, una vez nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras madres
(cf. Jn 3,4). 6. También el profeta Isaías, como anteriormente lo citamos (cf. I,44,3), dijo la manera como habían de
ser liberados de sus pecados aquellos que antes pecaron y ahora hacen penitencia. 7. He aquí sus palabras: «Lávense,
purifíquense, quiten la maldad de sus almas. Aprendan a obrar el bien, obren rectamente con el huérfano, hagan
justicia a la viuda, y entonces vengan y conversemos, dice el Señor. Aún cuando sus pecados fueren como la púrpura,
como lana los dejaré blancos; aún cuando fueren como escarlata, como nieve los blanquearé (Is 1,16-18). 8. Y si
quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra; pero si no me escuchan, la espada los devorará, porque la
boca del Señor lo ha dicho» (Is 1,20). 9. La razón que para esto aprendimos de los apóstoles es ésta: 10. Puesto que
de nuestro primer nacimiento no tuvimos conciencia, engendrados que fuimos por necesidad de un germen húmedo
por la mutua unión de nuestros padres, y nos criamos en costumbres malas y en conducta perversa; ahora, para que
no sigamos siendo hijos de la necesidad y de la ignorancia, sino de la libertad y del conocimiento, para obtener el
perdón de nuestros anteriores pecados, se pronuncia en el agua sobre el que ha elegido regenerarse, y se arrepiente
de sus pecados, el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y este solo nombre se invoca por aquellos que
conducen al baño a quien ha de ser lavado. 11. Porque nadie es capaz de poner nombre al Dios inefable; y si alguno se
atreviera a decir que ese nombre existe, sufriría la más incurable locura. 12. Este baño se llama iluminación (cf. 2Co
4,4-6), para dar a entender que son iluminados los que aprenden estas cosas. 13. El que es iluminado es lavado
también en el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo (cf. Mt
28,19; Hch 1,5; 11,16), que por los profetas nos anunció de antemano todo lo referente a Jesús.
Las falsificaciones paganas
62. 1. También este baño oyeron los demonios que estaba anunciado por el profeta (cf. Is 1,16-20), y de ahí es
que hicieron también rociarse a los que entran en sus templos y van a presentarse ante ellos para ofrecerles libaciones
y sacrificios, y aún llegan a obligar a lavarse completamente antes de entrar a los templos donde residen. 2. Asimismo
el que los sacerdotes manden descalzarse a quienes entran en los templos y dan culto a los demonios, lo imitaron
éstos después de haberlo aprendido de lo sucedido a Moisés, el profeta de que antes hablamos. 3. Pues es de saber
que por el tiempo en que se le mandó a Moisés bajar a Egipto para sacar de allí al pueblo de Israel, cuando estaba él
apacentando en tierra de Arabia las ovejas de su tío materno (cf. Ex 3,1; 4,18), nuestro Cristo habló con él, bajo la
apariencia de un fuego saliendo desde una zarza, y le dijo: "Desata las sandalias de tus pies, acércate y oye" (cf. Ex
3,1-5). 4. Él de descalzo, se acercó y oyó que se le mandaba bajar a Egipto y sacar de allí al pueblo de Israel. Fue
entonces cuando recibió fuerza considerable del mismo Cristo que le hablara bajo la apariencia de un fuego; bajó, en
efecto, (a Egipto) y sacó al pueblo, después de cumplir grandes y maravillosos prodigios, que, si lo desean, pueden
conocer detalladamente en sus escritos.
La Eucaristía bautismal
65. 1. Por nuestra parte, nosotros, después de haber conducido al baño al que ha abrazado la fe y se ha adherido
a nuestra (doctrina), le llevamos a los que se llaman hermanos, allí donde están reunidos; elevamos fervorosamente
oraciones en común por nosotros mismos, por el que acaba de ser iluminado y por todos los otros esparcidos por
todo el mundo, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la verdad, ser hallados por nuestras obras, personas
de buena conducta y observantes de los mandamientos, para así alcanzar la salvación eterna. 2. Terminadas las
oraciones, nos saludamos mutuamente con un beso. 3. Luego, al que preside (cf. 1Tm 5,17) la asamblea de los
hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino templado, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del
universo por el nombre de su Hijo y por del Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos
concedido esos dones que de Él nos vienen. Cuando ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo
presente aclama diciendo: "Amén" (cf. 1Co14,16). 4. "Amén", en hebreo, quiere decir "así sea". 5. Una vez que el
presidente ha terminado la acción de gracias y todo el pueblo ha manifestado su acuerdo, los que entre nosotros se
llaman "diáconos", dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino mezclado con agua sobre los que se dijo
la acción de gracias, y lo llevan a los ausentes.
66. 1. Este alimento se llama entre nosotros "Eucaristía", de la que a nadie es lícito participar, sino al que cree
ser verdaderas nuestras enseñanzas y ha recibido el baño para la remisión de los pecados y la regeneración, y vive
conforme a los preceptos que Cristo nos enseñó. 2. Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida
ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne (cf. Jn 1,14) por virtud del Verbo de
Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así también el alimento "eucaristía" por una oración que viene de Él
-alimento con el que son alimentados nuestra sangre y nuestra carne mediante una transformación-, es precisamente,
conforme a lo que hemos aprendido, la carne y la sangre de Jesús hecho carne. 3. Es así que los Apóstoles en las
"Memorias", por ellos escritos, que se llaman "Evangelios", nos transmitieron que así le fue a ellos mandado obrar,
cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: "Hagan esto en memoria mía, éste es mi cuerpo" (Lc 22,19). E
igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: "Esta es mi sangre" (c. Mt 26,27-28), y que sólo a ellos se las dio.
67. 4. Por cierto que también esto, por imitación, enseñaron los perversos demonios que se hiciera en los
misterios de Mitra; pues en los ritos de un nuevo iniciado se presenta pan y un vaso de agua con ciertas recitaciones;
ustedes lo saben o pueden de ello informarse.
La asamblea dominical
68. 1. En cuanto a nosotros, después de esta primera iniciación, recordamos constantemente entre nosotros estas
cosas; y los que tenemos (bienes), socorremos a los necesitados todos y nos asistimos siempre unos a otros. 2. Por
todo lo que comemos, bendecimos siempre al Creador de todas las cosas por medio de su Hijo Jesucristo y por el
Espíritu Santo. 3. El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los
campos; y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, las "Memorias de los Apóstoles o los escritos de los profetas. 4.
Luego, cuando el lector termina, el que preside toma la palabra para hacernos una exhortación e invitación para que
imitemos esas hermosas enseñanzas. 5. Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos (a Dios) nuestras
preces, y éstas terminadas, como ya dijimos (cf. I,65,3), se ofrece pan, vino y agua, y el que preside, según sus fuerzas,
hace igualmente subir a Dios sus oraciones y acciones de gracias, y todo el pueblo expresa su conformidad diciendo:
"Amén". Luego se hace la distribución y participación de la eucaristía, para cada uno. Enviándose su parte, por medio
de l os diáconos, a los ausentes. 6. Los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, da lo que bien le
parece, y lo recogido se entrega al que preside. 7. Y él socorre con ello a huérfanos y viudas, a los que por enfermedad
o por otra causa están en la indigencia, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso, y, en una palabra, él
se constituye provisor de cuantos se hallan en necesidad. 8. Celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el
día primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y el día también en que Jesucristo,
nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos; pues es de saber que le crucificaron el día antes del día de Saturno,
y al siguiente al día de Saturno, que es el día del sol, se apareció a sus apóstoles (cf. Mt28,9) y discípulos, enseñándoles
estas mismas doctrinas que nosotros les exponemos para su examen.
Recapitulación
69. 1. Ahora, pues, si les parece que tales doctrinas son conformes a la razón y a la verdad, tómenlas en
consideración; pero si las tienen por charlatanería, como cosa de charlatanes desprécienlas, mas no decreten pena de
muerte, como contra enemigos, contra quienes ningún crimen cometen. 2. Porque de antemano les avisamos que, si
se obstinan en su injusticia, no escaparán al venidero juicio de Dios (cf. Mt 3,7). Nosotros, por nuestra parte,
exclamaremos: "¡Lo que a Dios sea grato, eso suceda" (cf. Mt 6,10; 26,42, Platón, Critón 43d).
3. Pudiéramos también exigirles que manden celebrar los juicios sobre los cristianos conforme a nuestra petición,
fundándonos en la carta del máximo y gloriosísimo César Adriano, padre de ustedes; sin embargo, no les hemos hecho
nuestra súplica ni dirigido nuestra exposición porque Adriano lo haya decidido así, sino porque estamos persuadidos
de la justicia de nuestras peticiones. 4. Con todo, adjunta les hemos puesto copia de la carta de Adriano, para que
vean cómo también a tenor de ella decimos la verdad.
5. La copia es la siguiente: "A Minucio Fundano. 6. Recibí una carta que me fue escrita por Serenio Graniano,
varón clarísimo, a quien tú has sucedido. 7. No me parece, pues, que el asunto deba dejarse sin examen, a fin de que
ni se perturben los inocentes ni se dé facilidad a los calumniadores para sus fechorías. 8. Así, pues, si los habitantes
de las provincias son capaces de sostener abiertamente sus acusaciones contra los cristianos, de suerte que respondan
de ellas ante el tribunal, a este procedimiento han de atenerse; pero prohíbo las peticiones y simples griterías. 9.
Mucho más conveniente es, en efecto, que si alguno intenta una acusación, entiendas tú en el asunto. 10. En
conclusión, si alguno acusa a los cristianos y demuestra que obran en algo contra las leyes, determina la pena
conforme a la gravedad del delito. Pero, ¡por Hércules!, si la acusación es calumniosa, determina el grado de su
perversidad y ten buen cuidado que no quede impune".
Preguntas de diagnóstico
3. ¿Hay un uso legítimo de las ideas culturales e intelectuales en el enfoque de Justino? ¿Qué son ellos?
5. ¿Cuáles son las principales ideas teológicas que utiliza Justino en su defensa del cristianismo?
6. ¿Qué papel juega la relación del cristianismo con el estado en la apologética de Justino?