Ronald Fraser - Hist Oral Como Hist Desde Abajo
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La Historia Oral
como historia desde abajo
Ronald Fraser
1 HOBSBAWM, History from Below, ed. Frederick Krantz, Oxford, 1988, pp. 13-28.
AYER 12*1993
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ceso a la posibilidad - de crear sus propias fuentes: en general las
clases o grupos no-hegemónicos. Ahora bien, estas nuevas fuentes se
diferencian de las fuentes tradicionales que los historiadores se han
acostumbrado a utilizar en tres aspectos fundamentales. Por una par-
te, son la creación conjunta del testigo y del historiador. Por otra, es-
tán basadas en los recuerdos de aquél en forma de narración, y fi-
nalmente tratan de la vivencia de una persona singular. En fin de
cuentas se trata de lo que Alessandro Portelli 2, uno de los innova-
dores de esta técnica, ha llamado, «el premio y la maldición de la His-
toria Oral: la subjetividad».
¡ Ah ! , la subjetividad. Pero quiero asegurarles en seguida de que
no se trata aquí de la subjetividad en sí - y menos mal, porque es
un concepto de definición muy difícil - , sino de los elementos sub-
jetivos que pueden ser accesibles al historiador. Así Portelli nos ofre-
2 PORTELLI, The Death of Luigi Trastulli and other Stories. Form and Meaning
in Oral History , New York, 1991, p. 256.
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84 Ronald Fraser
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Pues este caso curioso haría las delicias de Portelli 12, cuyo
ya casi clásico entre los que utilizan fuentes orales y que se titu
toria y memoria: La muerte de Luigi Trastulli , trata de un
memoria colectivo en cuanto a una fecha, aunque no tan leja
gular que el caso citado por Hobsbawm, y la interpretación
nificado de este lapsus.
Se los voy a resumir brevemente, porque existe traducció
tellano que los interesados pueden consultar. En marzo de
la pequeña ciudad umbriana de Terni, Luigi Trastulli muri
nos de un miembro de la brigada especial de la policía italia
tras los obreros salían de la siderurgia local para participar
manifestación contra la OTAN. Ahora bien, en la memoria c
especialmente entre los obreros de base, esta muerte se
ocurrida en 1953 cuando hubo despedidas masivas de la sid
Portelli comenta que la equivocación es demasiado «coheren
fundida como para poderla atribuir al mal funcionamiento d
moria de los individuos». Incluso, cuando en sus entrevistas
iban dirigidas sólo a investigar esta muerte, Portelli pregun
testigo no se había equivocado de fecha, éste solía hacer ca
de la pregunta.
Como explica Portelli, la clase obrera de Terni provenía d
periencia partisana de la guerra y era hegemonizada por el
pesar de unas leyendas creadas en la memoria de estos obr
que se había intentado atacar a la policía en el momento pa
garse de la muerte del joven Trastulli - a quien además la m
colectiva va transformando en mártir mediante i màgi nes c
cas - en realidad no pudieron hacer nada. Para esta clase obr
menta Portelli, «no arrugarse ante las agresiones de la polic
tituye un factor de soporte de la identidad colectiva». Y se
arrugado. Pero en 1953, cuando los despidos masivos, ellos
nan, se levantan barricadas en las calles, y hay varios días
callejera con tiroteos, sin víctimas ni heridos graves. Aunqu
ron vencidos, esta lucha se quedó gravada en la memoria c
como uno de los grandes momentos de la clase obrera d
Ahora bien, una muerte importante para la clase obrera
de Trastulli - víctima de la violencia antiobrera, de la viol
clase - no puede considerarse un hecho accidental ocurrido
manifestación política de rutina como la manifestación en c
la OTAN. «Un hecho de esa naturaleza forzosamente debe es
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cedido y debe ir s
Los despedidos y
dramatismo del a
tulli en el contexto de las luchas de 1953 les confiere a éstas unos tin-
tes de dramatismo sin duda necesarios para que el relato pueda ser
percibido completamente, de manera satisfactoria.
De esta historia Portelli saca dos conclusiones que nos pueden in-
teresar. A nivel simbólico , la muerte de Trastulli representa la expe-
riencia coyuntural de la lucha de clases en Terni durante el primer
decenio de la posguerra. El acontecimiento se transfiere hacia otro
contexto para que se pueda acoplar al principio de la causalidad ade-
cuada. A nivel psicológico , la dinámica y la cronología del aconteci-
miento se manipula de tal manera, que pueden contrastar el sentido
de humillación por sí mismos provocado por la falta de respuesta ante
la muerte de un compañero. Y Portelli acaba diciendo que nos en-
contramos delante «de productos generados por el funcionamiento ac-
tivo de la memoria colectiva, generados por procedimientos coheren-
tes que organizan tendencias de fondo... El hecho histórico relevante,
más que el propio acontecimiento en sí, es la memoria ».
Me hubiera gustado darles otro ejemplo de la memoria de longue
durée. Así, indicaré sólo el tema: al relatar su vida, y especialmente
sus muy tensas relaciones de criada con su ama en los años treinta,
una campesina francesa se expresa con imágines estereotipadas de
las revueltas campesinas de los Croquants y de las Jacqueries de los
siglos XIV al XVII, y también con otras de la Revolución francesa. Ma-
rie-Francçoise Chanfrault-Duchet 1Л, la autora y entrevistadora de
esa señora, que utiliza el relato como texto para luego deconstruirlo,
propone que el mito del cual surgirían estas imágines constituye un
medium que permite al narrador comunicar en términos sociales - es
decir, en términos de representaciones colectivas - su experiencia vi-
vida y el sentido que él le confiere en el relato. Y esta campesina uti-
liza estas imágines estereotipadas porque rechaza identificarse con
otro modelo posible - el del campesino pasivo que se inclina ante
«nuestro señor» - para hacer operar un sistema de representaciones
que remite a elecciones ideológicas que vienen a legitimar sus actos.
Así inscribe su vivencia en una tradición, la revuelta campesina.
La cuestión que seguramente se les habrá ocurrido en seguida
- ¿cómo es posible que tales mitos pueden continuar vivos a través
de cinco siglos? - forma también parte de la investigación, mediante
fuentes escritas, que demuestran que a partir de 1840 hubo cancio-
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cionada, muchos
la trama.
Si esta reactivación de la memoria se ciñera a un caso individual,
no tendría mucha importancia; pero como fenómeno generalizado te-
nía otro cariz que había que situar en su contexto social. Y en primer
lugar, no el hecho de recordar sino el del olvido original. Los inves-
tigadores llegaron a la conclusión que era un olvido «ideológico». Con
eso querían decir que sus interlocutores habían asumido, incluso a ni-
vel de la memoria, la ideología dominante que no les asignaba el pa-
pel de «lector» que era reservado para las clases dominantes. Su pa-
pel era el de trabajar. La reactivación de la memoria mediante - y
sólo mediante - la posibilidad de relatar sus vidas, de valorizarlas,
en particular el trabajo, les permitió romper - aunque fuera sólo mo-
mentáneamente - con la ideología dominante. «Para llegar a la ver-
dad era necesario reconstruir la lógica social del discurso autobiográ-
fico popular», comentan los investigadores.
La tercera^ última metodología que voy a explicar se debe a Lutz
Niethammer lo, profesor alemán de historia contemporánea. No con-
vencido del término Historia Oral, pero sin proponer otro, para él la
metodología debe entenderse como algo análogo a la arqueología para
los historiadores de la antigüedad, esto es, una heurística interdisci-
plinaria dado que las fuentes no son directamente accesibles y la for-
ma en que se las investiga determina su carácter. A pesar de que los
restos de la memoria no tienen la calidad de fragmentos de cerámica,
Niethammer entiende que la Historia Oral puede crear de forma frag-
mentaria las bases para una nueva comprehensión de la historia so-
cio-cultural del pasado inmediato, y en particular de lo que él llama
la experiencia , en cuanto el investigador tiene una comprehensión de
la historia en general.
Para Niethammer, pues, la experiencia sustituye a la subjetividad
de los Passerini, Portelli y Grele, etc. El concepto de la experiencia
de Thompson le parece útil porque, según él, explica los juicios de
valor y las estructuras del pensamiento en relación a la percepción
de un conjunto de condiciones estructurales y acontecimientos inter-
pretados como históricos. (Entre paréntesis, diría que parece haber
tomado en cuenta el argumento de Perry Anderson en contra del uso
ambiguo que hace Thompson de la palabra experiencia.) Nietham-
mer reconoce, no obstante, que queda un hueco en el pensamiento
entre la subjetividad expresiva y la objetividad construida de las es-
b> NIETHAMMER, «¿Para qué sirve la H. O.?», Historia y Fuente Oral, núm. 2,
pp. 3-26.
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90 Ronald Fraser
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durante la guerra
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Debe quedar claro, pues, que las tres metodologías que he co-
mentado no son aún mayoritarias y que no han solucionado todos los
problemas. Pero sí creo que son actualmente las más avanzadas en
su intento de enfrentarse con el problema de la memoria y la subje-
tividad a nivel histórico. Y aunque sea menos evidente, tal vez, de lo
que he comentado, la Historia Oral es de por sí interdisciplinaria: he-
mos ido aprendiendo de la antropología, de la psicología, de la so-
ciología, y últimamente de las nuevas tendencias de la teoría litera-
ria. Así, en su propia praxis, la Historia Oral puede servir para rom-
per las barreras bastante artificiales de las disciplinas académicas.
Antes de acabar, permítanme unas últimas consideraciones: la
problemática de la memoria, por una parte - sus deformaciones me-
diante transposiciones y condensaciones, que en gran medida son ne-
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18 Ver, p. cj., Women's Words , The Feminist Practice of Oral History, ed. Sherna
B. Gluck y Daphne Patai, Nueva York/Londres, 1991, especialmente la 3.a parte, «Di-
lemmas and Contradictions».
14 GRELE, «¿Quién y por qué contesta?», Historia y Fuente Oral , num. 5, 1991,
p. 119.
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