Ronald Fraser - Hist Oral Como Hist Desde Abajo

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Marcial Pons Ediciones de Historia

Asociacion de Historia Contemporanea

La Historia Oral como historia desde abajo


Author(s): Ronald Fraser
Source: Ayer, No. 12, LA HISTORIOGRAFIA (1993), pp. 79-92
Published by: Asociacion de Historia Contemporanea and Marcial Pons Ediciones de Historia
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/41408120
Accessed: 12-08-2017 23:22 UTC

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La Historia Oral
como historia desde abajo
Ronald Fraser

En un bello ensayo en homenaje a George Rudé publicado en


1988, Hobsbawn 1 examina las distintas formas de Grass Roots His-
tory o la historia desde abajo, que se han desarrollado en las últimas
décadas. Desde las nuevas aportaciones de la historia demográfica a
estudios tan diversos como el de Vovelle sobre las inscripciones de
las lápidas sepulcrales de Provenza - basados todos en fuentes escri-
tas - no hay ninguno que no encuentre su aprobación. Se ensaña sólo
con una forma, la Historia Oral, porque, dice, se basa en algo tan no-
toriamente falible para reconstituir hechos como la memoria. Y si esto
no fuera suficiente, le falta una metodología en general, y una com-
prehensión de por qué y cómo puede fallar la memoria.
Pensando seguramente en Inglaterra cuando escribió su ensayo,
la crítica de Hobsbawn estaba bien fundada. Aún dominaba, y hasta
cierto punto sigue dominando, lo que puede llamarse la fase popu-
lista de la Historia Oral. Bastaba, basta, que hable la gente que no
tiene voz histórica, basta que por medio de sus propias palabras de-
volvamos su historia a aquellos que no dejarían constancia de su vida
de ninguna otra forma. Como reconoce el mismo Hobsbawn esta for-
ma de Historia Oral puede dar como resultado libros apasionantes,
pero no libros de Historia. Necesitamos saber, como él dice, no sólo
qué pasó, sino por qué pasó.

1 HOBSBAWM, History from Below, ed. Frederick Krantz, Oxford, 1988, pp. 13-28.

AYER 12*1993

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80 Ronald Fraser

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tensión - la vivencia humana - . Estas fuentes suelen ser creadas en-
tre grupos sociales que han sido privados - o que no han tenido ac-
ceso a la posibilidad - de crear sus propias fuentes: en general las
clases o grupos no-hegemónicos. Ahora bien, estas nuevas fuentes se
diferencian de las fuentes tradicionales que los historiadores se han
acostumbrado a utilizar en tres aspectos fundamentales. Por una par-
te, son la creación conjunta del testigo y del historiador. Por otra, es-
tán basadas en los recuerdos de aquél en forma de narración, y fi-
nalmente tratan de la vivencia de una persona singular. En fin de
cuentas se trata de lo que Alessandro Portelli 2, uno de los innova-
dores de esta técnica, ha llamado, «el premio y la maldición de la His-
toria Oral: la subjetividad».
¡ Ah ! , la subjetividad. Pero quiero asegurarles en seguida de que
no se trata aquí de la subjetividad en sí - y menos mal, porque es
un concepto de definición muy difícil - , sino de los elementos sub-
jetivos que pueden ser accesibles al historiador. Así Portelli nos ofre-

2 PORTELLI, The Death of Luigi Trastulli and other Stories. Form and Meaning
in Oral History , New York, 1991, p. 256.

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ce su interpretación. Les cito: «por subjetividad quiero deci


vestigación de las formas culturales y los procesos mediante
les los individuos expresan su sentido de sí mismos en la histori
de esta perspectiva, la subjetividad tiene sus propias leyes ob
sus estructuras, sus mapas». Y añade: «sólo si el investigado
noce la subjetividad como tal, y lo separa de forma metodol
la información factual y formas intermediarias, puede apre
condición cognoscitiva de la subjetividad» '
Luisa Passerini 4, profesora de historia en la Universidad
rino, y la otra innovadora italiana de la Historia Oral, ha i
dar una definición más amplia. Para ella - y resumo - hay t
tos esenciales:

1. Las representaciones colectivas, en el sentido de Emile Durk-


heim, o sea un cuerpo no necesariamente sistematizado de creencias
y mitos, incluyendo la religión, al cual ella añade actitudes mentales
y emocionales, visiones del mundo e identidades culturales encarna-
das en tradiciones escritas y orales.
2. La serie de elecciones que hacen los individuos o grupos como
la familia para resolver los asuntos cruciales de su vida. La subjeti-
vidad aparece aquí como una racionalidad que no debe ser entendi-
da como si resultara sólo de un plan consciente y a priori , sino como
una invención y un ajuste a lo que sucede y a lo que es posible. O
sea, en estas elecciones pueden mezclarse decisiones a nivel indivi-
dual y colectivo, consciente e inconsciente, social y personal.
3. El entramado de lo privado y lo público que crea y mantiene
las relaciones sociales, como redes, grupos y subgrupos que forman
parte de entidades más largas: naciones, clases, partidos, etc. Tanto
la solidaridad social como los conflictos de la vida cotidiana son ex-
presiones de la interacción de lo objetivo - o sea, lo dado - y lo sub-
jetivo. Finalmente, para Passerini, la racionalidad, entendida como
la capacidad de enfrentarse con la realidad y la irracionalidad, pue-
de estar presente en algunos o todos de los tres puntos ya men-
cionados.

Desde un punto de partida bastante similar, Ron Grele 5, director


de investigaciones de Historia Oral en la Universidad de Columbia,

* Portelli, ibidem , p. ix.


4 Passerini, «People's History and Social Science History Responses to Louise A.
Tilly», International Journal of Oral History , t. 6, num. 1, Nueva York, febrero de
1985, pp. 22-23.
° Envelopes of Sound. The Art of Oral History , 2nd ed., Chicago, 1985, p. 142.

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Nueva York, dice


mática ideológica
así revele su cont
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frault-Duchet 6,
a las ya mencion
significaciones co
rarlo como un te
ella, «una descrip
tiva, de analizar
ha desarrollado en su relato de la vida».
Así vemos ya que la recuperación de los hechos como tal es me-
nos importante para esta línea de investigación que la significación
de los hechos. Para los Portelli, Passerini, Grele y Chanfrault-Duchet
es fundamentalmente a través de la narración en si que debe captar-
se esta significación. Narraciones y no testimonios de la vida, como
lo ha expresado sucintamente Portelli, que añade, y lo cito: «La im-
portancia de las fuentes orales consiste no tanto en su observación de
los hechos, sino en su desviación de ellos, en cuanto permite que la
imaginación, el simbolismo y el deseo emergen. Y éstos pueden ser
tan importantes como narraciones factualmente ciertas» .
En unos momentos les citaré un ejemplo que puede ilustrar esta
forma de procedimiento. Pero antes quisiera detenerme en explicar
otra metodología muy distinta cuyos proponentes más destacados son
Daniel Bertaux, sociólogo del Centre d'Etudes des Mouvements So-
ciaux de París, e Isabelle Wiame 8, historiadora francesa, que han co-
laborado en varios proyectos. Ellos utilizan los relatos de vida con la
finalidad de investigar las relaciones, normas y procesos que estruc-
turan y mantienen la vida social. Su campo de investigación se cier-
ne, según Wiame, al nivel de mediaciones, en el sentido sartriano de
la palabra - o sea, al nivel en que estructuras sociales amplias res-
tringen concretamente a los individuos y familias y aquéllas, al in-

6 CHANFRAULT-DUCHET, «Mitos y estructuras narrativas en la historia de la vida:


la expresión de las relaciones sociales en el medio rural», Historia y Fuente Oral ,
núm. 4, 1990.
7 Portelli, op. cit., pp. 50-51.
WlAME, International Journal of Oral History, op. cit., pp. 28-29. Ver también,
Bertaux-Wiame, «L'apprentissage dans la boulangerie artisanale entre les deux
guerres. Une enquete d'histoire orale», Paris, Groupe de Sociologie du Travail, 1976;
y Bertaux y Bertaux-Wiame, «The Artisanal Bakery in France. How it Lives and Why
It Survives», en F. Bechhofer and B. Elliott, eds., The Petite Bourgeoisie: Comparative
Studies of the Uneasy Stratum, Londres, 1979.

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verso, pueden servir a que los actores individuales, mediante sus


ticas agregadas, influyan eventualmente sobre los procesos
sociales - . Así es a un nivel intermedio - ni individual ni
sino de un ramo de producción, por ejemplo - , utilizando r
la vida, que estos investigadores buscan pautas constantes qu
ven a inferir la existencia de procesos socioestructurales.
Su modo de investigación tiene tres fases: en la primera,
ratoria, recogen una serie de relatos de vida en donde espera
trar algunas descripciones y temas constantes - las líneas de
pertinente - del grupo a investigar; en una segunda fase, a
ésa, hacen una reflexión sobre estas constantes, y siguen co
relatos de vida hasta llegar a lo que Bertaux 9 llama el prim
de saturación, cuando se encuentran que las entrevistas repi
tre otras cosas, los mismos temas. Así, «se tiene la segurida
ber identificado un fenómeno - una norma, un rol, un pr
efecto de una relación estructural - que no sale ni de la ima
(en el sentido de propensión a crear fantasmas) de los inve
res, ni de la del interlocutor mitómano: ahí está lo social qu
presa a través de voces individuales». Una vez identificado
nómeno hay que intentar sistemáticamente destruirlo como
mediante más relatos de vida que parten de otro punto de re
para entrar en el mismo grupo. Los casos negativos, los que
dicen el modelo provisionalmente saturado, contribuyen a l
verificación del modelo y a su afinamiento o reconstrucción
ceso acaba sólo cuando se ha llegado a una verdadera satura
el milagro se cumple», continua Bertaux. «Sin que haya sid
cuestión de muestra representativa, el equipo ha alcanzado e
en el que puede proponer una descripción convincente de lo
sos sociales estudiados.»
Si la primera metodología - la de Passerini, Portelli, Grele y
Chanfrault-Duchet - puede llamarse hermenéutica - la de Bertaux -
Wiame - sería etno- sociológica. Aunque las diferencias entre las dos
parecen irreconciliables, entre otras razones porque, como dice Wia-
me 10, la exactitud de los relatos de vida no es lo que principalmente
importa a los primeros, mientras que para los segundos es de una
gran importancia - aunque entre paréntesis yo añadiría que es una
exactitud confirmada por una larga serie de relatos del mismo sector

0 Bertaux, «Los relatos de vida en el análisis social», Historia y Fuente Oral ,


núm. 1, 1989.
10 WlAME, «The life history approach to the study of internal migration: how wo-
men and men came to Paris between the wars», en Our Common History. The Trans-
formation of Europe, ed. Paul Thompson, Londres, 1982, pp. 186-200.

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Pues este caso curioso haría las delicias de Portelli 12, cuyo
ya casi clásico entre los que utilizan fuentes orales y que se titu
toria y memoria: La muerte de Luigi Trastulli , trata de un
memoria colectivo en cuanto a una fecha, aunque no tan leja
gular que el caso citado por Hobsbawm, y la interpretación
nificado de este lapsus.
Se los voy a resumir brevemente, porque existe traducció
tellano que los interesados pueden consultar. En marzo de
la pequeña ciudad umbriana de Terni, Luigi Trastulli muri
nos de un miembro de la brigada especial de la policía italia
tras los obreros salían de la siderurgia local para participar
manifestación contra la OTAN. Ahora bien, en la memoria c
especialmente entre los obreros de base, esta muerte se
ocurrida en 1953 cuando hubo despedidas masivas de la sid
Portelli comenta que la equivocación es demasiado «coheren
fundida como para poderla atribuir al mal funcionamiento d
moria de los individuos». Incluso, cuando en sus entrevistas
iban dirigidas sólo a investigar esta muerte, Portelli pregun
testigo no se había equivocado de fecha, éste solía hacer ca
de la pregunta.
Como explica Portelli, la clase obrera de Terni provenía d
periencia partisana de la guerra y era hegemonizada por el
pesar de unas leyendas creadas en la memoria de estos obr
que se había intentado atacar a la policía en el momento pa
garse de la muerte del joven Trastulli - a quien además la m
colectiva va transformando en mártir mediante i màgi nes c
cas - en realidad no pudieron hacer nada. Para esta clase obr
menta Portelli, «no arrugarse ante las agresiones de la polic
tituye un factor de soporte de la identidad colectiva». Y se
arrugado. Pero en 1953, cuando los despidos masivos, ellos
nan, se levantan barricadas en las calles, y hay varios días
callejera con tiroteos, sin víctimas ni heridos graves. Aunqu
ron vencidos, esta lucha se quedó gravada en la memoria c
como uno de los grandes momentos de la clase obrera d
Ahora bien, una muerte importante para la clase obrera
de Trastulli - víctima de la violencia antiobrera, de la viol
clase - no puede considerarse un hecho accidental ocurrido
manifestación política de rutina como la manifestación en c
la OTAN. «Un hecho de esa naturaleza forzosamente debe es

12 PORTELLI, op. cit., pp. 1-26. flay traducción en castellano en Historia


te Oral , num. 1, 1989.

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cedido y debe ir s
Los despedidos y
dramatismo del a
tulli en el contexto de las luchas de 1953 les confiere a éstas unos tin-
tes de dramatismo sin duda necesarios para que el relato pueda ser
percibido completamente, de manera satisfactoria.
De esta historia Portelli saca dos conclusiones que nos pueden in-
teresar. A nivel simbólico , la muerte de Trastulli representa la expe-
riencia coyuntural de la lucha de clases en Terni durante el primer
decenio de la posguerra. El acontecimiento se transfiere hacia otro
contexto para que se pueda acoplar al principio de la causalidad ade-
cuada. A nivel psicológico , la dinámica y la cronología del aconteci-
miento se manipula de tal manera, que pueden contrastar el sentido
de humillación por sí mismos provocado por la falta de respuesta ante
la muerte de un compañero. Y Portelli acaba diciendo que nos en-
contramos delante «de productos generados por el funcionamiento ac-
tivo de la memoria colectiva, generados por procedimientos coheren-
tes que organizan tendencias de fondo... El hecho histórico relevante,
más que el propio acontecimiento en sí, es la memoria ».
Me hubiera gustado darles otro ejemplo de la memoria de longue
durée. Así, indicaré sólo el tema: al relatar su vida, y especialmente
sus muy tensas relaciones de criada con su ama en los años treinta,
una campesina francesa se expresa con imágines estereotipadas de
las revueltas campesinas de los Croquants y de las Jacqueries de los
siglos XIV al XVII, y también con otras de la Revolución francesa. Ma-
rie-Francçoise Chanfrault-Duchet 1Л, la autora y entrevistadora de
esa señora, que utiliza el relato como texto para luego deconstruirlo,
propone que el mito del cual surgirían estas imágines constituye un
medium que permite al narrador comunicar en términos sociales - es
decir, en términos de representaciones colectivas - su experiencia vi-
vida y el sentido que él le confiere en el relato. Y esta campesina uti-
liza estas imágines estereotipadas porque rechaza identificarse con
otro modelo posible - el del campesino pasivo que se inclina ante
«nuestro señor» - para hacer operar un sistema de representaciones
que remite a elecciones ideológicas que vienen a legitimar sus actos.
Así inscribe su vivencia en una tradición, la revuelta campesina.
La cuestión que seguramente se les habrá ocurrido en seguida
- ¿cómo es posible que tales mitos pueden continuar vivos a través
de cinco siglos? - forma también parte de la investigación, mediante
fuentes escritas, que demuestran que a partir de 1840 hubo cancio-

l;* Chanfrault-Duchet, op. cit., pp. 11-21.

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nes populares, y a finales del siglo una novela, que repetían


principales de aquellas revueltas. En los años setenta de est
hubo una serie de televisión basada en la novela que la inter
recuerda haber visto con gusto. No voy a seguir más lejos
ejemplo porque la versión castellana puede consultarse en e
ro 4 de Historia y Fuentes Orales bajo el título, «Mitos y est
narrativas de la historia de la vida».

Un ejemplo que quiero citar más extensamente, porque explica


ese «funcionamiento activo de la memoria colectiva» de que habla
Portelli y al mismo tiempo nos lleva a otra línea metodológica, trata
también del campo francés. Dos investigadores franceses querían in-
dagar qué impacto había podido tener entre los campesinos la gran
expansión de escolaridad a finales del siglo pasado. Esta expansión
se había estudiado a fondo; pero de lo que los campesinos y artesa-
nos rurales habían hecho de sus nuevas posibilidades de alfabetiza-
ción no se sabía casi nada. Sólo una cosa se sabía: que a principios
de este siglo había salido a la calle en París una serie de libritos sen-
cillos, romances, etc., que parecían haber tenido un gran éxito de
mercado.
Los investigadores, Michel Bozon y Anne-Marie Thiesse 14, eligie-
ron varios pueblos e iban con su pregunta: ¿qué leía usted en su ju-
ventud? Las respuestas fueron las mismas: «no leíamos nada, no te-
níamos tiempo, nuestro destino era trabajar. Los ricos, los propieta-
rios fueron los únicos que tenían tiempo para leer». Insatisfechos con
la respuesta estereotipada pero aún sin entender su sentido profun-
do, pensaron que habría que elegir otra manera de formular la pre-
gunta. Ya que leer forma parte del ocio, volvieron para preguntar
qué habían hecho sus interlocutores en sus ratos libres. El resultado
no fue mucho más halagüeño: aunque unos pocos comentaron que
habían leído alguna cosa, en general los testigos no recordaban el ocio
con muchos detalles, y solían hablar más bien de su trabajo. Esto dio
la pista a nuestros investigadores: tenían que situar el ocio dentro del
contexto del trabajo, había que recoger relatos de vida. Ahora los re-
sultados fueron impresionantes: los testigos llegaron a confiar en los
investigadores porque éstos se interesaban por todos los aspectos de
su vida y, recordando su trabajo, recordaban con más detalles sus po-
cos momentos de ocio y finalmente sus lecturas. Cuando los investi-
gadores sacaron una lista de los títulos de la serie de libritos ya men-

14 BozÓN y THIESSE, ponencia presentada al 4." Congreso internacional de Histo-


ria Oral, Aix-en-Provence, 1982 (ejemplar mecanografiado).

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cionada, muchos
la trama.
Si esta reactivación de la memoria se ciñera a un caso individual,
no tendría mucha importancia; pero como fenómeno generalizado te-
nía otro cariz que había que situar en su contexto social. Y en primer
lugar, no el hecho de recordar sino el del olvido original. Los inves-
tigadores llegaron a la conclusión que era un olvido «ideológico». Con
eso querían decir que sus interlocutores habían asumido, incluso a ni-
vel de la memoria, la ideología dominante que no les asignaba el pa-
pel de «lector» que era reservado para las clases dominantes. Su pa-
pel era el de trabajar. La reactivación de la memoria mediante - y
sólo mediante - la posibilidad de relatar sus vidas, de valorizarlas,
en particular el trabajo, les permitió romper - aunque fuera sólo mo-
mentáneamente - con la ideología dominante. «Para llegar a la ver-
dad era necesario reconstruir la lógica social del discurso autobiográ-
fico popular», comentan los investigadores.
La tercera^ última metodología que voy a explicar se debe a Lutz
Niethammer lo, profesor alemán de historia contemporánea. No con-
vencido del término Historia Oral, pero sin proponer otro, para él la
metodología debe entenderse como algo análogo a la arqueología para
los historiadores de la antigüedad, esto es, una heurística interdisci-
plinaria dado que las fuentes no son directamente accesibles y la for-
ma en que se las investiga determina su carácter. A pesar de que los
restos de la memoria no tienen la calidad de fragmentos de cerámica,
Niethammer entiende que la Historia Oral puede crear de forma frag-
mentaria las bases para una nueva comprehensión de la historia so-
cio-cultural del pasado inmediato, y en particular de lo que él llama
la experiencia , en cuanto el investigador tiene una comprehensión de
la historia en general.
Para Niethammer, pues, la experiencia sustituye a la subjetividad
de los Passerini, Portelli y Grele, etc. El concepto de la experiencia
de Thompson le parece útil porque, según él, explica los juicios de
valor y las estructuras del pensamiento en relación a la percepción
de un conjunto de condiciones estructurales y acontecimientos inter-
pretados como históricos. (Entre paréntesis, diría que parece haber
tomado en cuenta el argumento de Perry Anderson en contra del uso
ambiguo que hace Thompson de la palabra experiencia.) Nietham-
mer reconoce, no obstante, que queda un hueco en el pensamiento
entre la subjetividad expresiva y la objetividad construida de las es-

b> NIETHAMMER, «¿Para qué sirve la H. O.?», Historia y Fuente Oral, núm. 2,
pp. 3-26.

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La Historia Oral como historia desde abajo 89

tructuras - un hueco que Pierre Bourdieu ha intentado llena


teoría de la «costumbre» o el «hábito» - . Estas son las estructuras
interiorizadas en el proceso de socialización que se convierten en una
segunda naturaleza, en gran parte inconsciente y duradera, que re-
gulan de alguna forma las acciones futuras por ser una externaliza-
ción de esta segunda naturaleza que «integra toda la experiencia pa-
sada» sin ser reflejos mecánicos y atemporales.
De lo comentado hasta ahora, se puede deducir que para Niet-
hammer el campo de investigación consiste en indagar las configu-
raciones previas que forman las pre -estructuras para una praxis fu-
tura - el campo del subconsciente socio-cultural que trasciende la
transferencia consciente entre la experiencia como conocimiento y la
experiencia como la capacidad de comprender y actuar - . Pero ad-
vierte que la entrevista como conversación narrativa no puede inda-
gar al nivel de la costumbre de Bourdieu, porque sus límites son los
niveles conscientes y pre-conscientes - la memoria latente - . En esto,
discrepa, pues, de Passerini y su definición de un aspecto de la sub-
jetividad accesible al historiador.
En la práctica Niethammer comparte la opinión de Bertaux-Wia-
me que la única forma de proceder es mediante una cantidad consi-
derable de relatos de vida para ver si ciertas pautas de respuesta sub-
jetivas aparecen con regularidad para un período de tiempo especí-
fico. Es imprescindible relacionar esta investigación con la de las es-
tructuras sociales, utilizando todas las fuentes, aun las más fragmen-
tarias, para llegar a conocer con precisión las condiciones objetivas
para períodos de tiempo limitados.
Les daré ahora un ejemplo de una de las investigaciones de Niet-
hammer. Se trata de mineros alemanes de principios del siglo duran-
te la gran expansión de la cuenca de Ruhr - o sea, inmigrantes ru-
rales trabajando por primera vez en las minas - . Todas las fuentes
escritas afirman tajantemente que estos inmigrantes fueron inesta-
bles, no se adaptaron a sus nuevas condiciones de trabajo y llevaron
una vida miserable. En las entrevistas, los antiguos mineros dieron
constantemente unas respuestas que contradecían por completo esta
visión de su existencia: hablaban de su vida cotidiana en términos de
independencia, libertad y cooperación. Л primera vista había algo
muy contradictorio en esta nueva visión porque, como comenta Niet-
hammer, se suele pensar que la seguridad material es una pre-con-
dición de la independencia y la libertad. Pero cuando la investiga-
ción llegó al punto de poder reconstruir con precisión la vida cotidia-
na y las condiciones de trabajo en las minas, se dio cuenta que la vi-
sión tradicional y la de los mineros eran perfectamente compatibles.

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90 Ronald Fraser

Las condiciones d
grupo, la viviend
vilidad muy elev
las condiciones de
mitigarse median
zación y liderazgo
No pretendo que
des líneas sean la
cogida de fuentes
llada en Estados U
fuentes orales sob
celona y los proy
podría igualment
rias británicas y
tico en la geronto
si se puede decir,
dor de Ana Monj
durante la guerra
ta en Barcelona.

Debe quedar claro, pues, que las tres metodologías que he co-
mentado no son aún mayoritarias y que no han solucionado todos los
problemas. Pero sí creo que son actualmente las más avanzadas en
su intento de enfrentarse con el problema de la memoria y la subje-
tividad a nivel histórico. Y aunque sea menos evidente, tal vez, de lo
que he comentado, la Historia Oral es de por sí interdisciplinaria: he-
mos ido aprendiendo de la antropología, de la psicología, de la so-
ciología, y últimamente de las nuevas tendencias de la teoría litera-
ria. Así, en su propia praxis, la Historia Oral puede servir para rom-
per las barreras bastante artificiales de las disciplinas académicas.
Antes de acabar, permítanme unas últimas consideraciones: la
problemática de la memoria, por una parte - sus deformaciones me-
diante transposiciones y condensaciones, que en gran medida son ne-

16 Recogida de fuentes orales parar el historiador futuro. Empezó en 1948 - fe-


cha clave para la Historia Oral contemporánea - en Columbia University, Nueva York,
con entrevistas con destacados políticos, científicos, empresarios, etc. Columbia tiene
actualmente más de ciento cincuenta mil horas de entrevistas transcritas; otras uni-
versidades norteamericanas la emularon pronto y hoy por hoy hay testimonios para
todos los gustos en los campus de Estados Unidos. Su valor para el historiador futuro
queda por ver.
17 Monjo, Ana y Veí;a, Carme, Eb treballadors i la guerra civil , Barcelona, 1986,
y Monjo, Ana, «La calle como complemento del sindicato en Barcelona de 1930 a
1939», Historia y Fuente Oral, núm. 7, 1992, pp. 85-98.

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La Historia Oral como historia desde abajo 91

cesarías a cada individuo para hacer compatible la memoria


imagen de sí mismo, una imagen que está sujeta a cambios
nentes - , y por otra parte, el hecho de que es esta imagen
entrevistador recoge en la conversación narrativa que const
entrevista - estos hechos, harto conocidos por cualquiera qu
ja en la creación de fuentes orales - , hacen que nos encontra
inevitablemente más bien en el campo de la interpretación
de la explicación.
Algunas historiadoras y sociólogas feministas norteameric
que, gracias a su trabajo de recoger fuentes orales, han llega
ticar como «ingenua» una cierta visión de la investigación fe
comparten hoy día algunos de los principios de la etnografí
derna: concretamente la idea de que la historia oral no pue
tender ser una representación de la cultura, sino que es un
trucción cultural, tanto de sí misma como de la otra. Piense
piensen de esto, piensen incluso que aunque lleguemos al niv
saturación, nos tropezamos siempre con un hecho cierto: qu
nosotros, los investigadores, quienes hemos contribuido a
fuentes que vamos a analizar. Y esto nos lleva a un punto m
lógico fundamental para los que practican la forma hermen
investigador tiene que estar presente en el texto final. Ron
por ejemplo, escribe que si el investigador falla «nos falta ta
información necesaria para descubrir la praxis política de
vista y, en consecuencia, es imposible entender el contenido
gico de las interpretaciones y su contexto».
Л pesar de sus problemas, las fuentes orales nos proporcio
ventajas considerables, en mi opinión. Como, por su natural
simultáneamente representaciones de situaciones y de reaccio
tas situaciones, o sea, de las estructuras y de la praxis, pone
de juicio cualquier intento de concebir la realidad socio-histó
to como el resultado de estructuras «objetivas» puras o com
sultado de la acción subjetiva pura. Por eso creo que es med
praxis del sujeto que las fuentes orales pueden captar mejor
riencia - en sus dos términos usuales - y la subjetividad pa
históricos.
Por otra parte las fuentes orales ponen en duda la historia te-
leológica, la tendencia a enfocar la investigación sólo en términos de

18 Ver, p. cj., Women's Words , The Feminist Practice of Oral History, ed. Sherna
B. Gluck y Daphne Patai, Nueva York/Londres, 1991, especialmente la 3.a parte, «Di-
lemmas and Contradictions».
14 GRELE, «¿Quién y por qué contesta?», Historia y Fuente Oral , num. 5, 1991,
p. 119.

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92 Ronald Fraser

lo que logró impon


ponsabilidades hist
cer las contradicci
en particular los d
ciparon en los acon
Voy a terminar c
personal. Estoy con
los historiadores ti
nos cómo hemos ll
toy igualmente con
público de lectores
ta y accesible a lo
neral, pero no obst
y otro lado del At
rece ser dirigida a
que sean, me pregu
como intelectuales
blemente reemplaz
Mala historia se ve
banderas de los cuarteles de invierno.
Digo esto pensando no sólo en la historia en general, sino más es-
pecialmente en los historiadores que utilizan fuentes orales y que cada
vez más parecen hacer caso omiso del hecho que el origen de sus fuen-
tes son personas humanas, experiencias vividas. No hay nada más iró-
nico que ver estas experiencias reducidas a una fuente de análisis exá-
nime por el historiador que, como un Jehová, se erige en juez impla-
cable del sentido profundo de esta vivencia, devolviendo a sus inter-
locutores una realidad en la cual se les silencia otra vez.

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