El Uruguay Desde La Sociologia X PDF
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LA SOCIOLOGÍA X
10ª Reunión Anual de Investigadores del
Departamento de Sociología
Ficha catalográfica elaborada por Sección Procesos Técnicos de la Biblioteca de Facultad de Ciencias Sociales (UdelaR)
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Índice
Presentación.................................................................................................. 7
Alberto Riella
Rafael Paternain1
La inseguridad en el Uruguay
La inseguridad constituye un dato decisivo del proceso social uruguayo. Entre
otras razones, porque desde hace décadas se advierten grietas en las estructuras,
crisis en los sistemas de protección, deterioro de los lazos sociales y temores en los
hombres y las mujeres. La profundidad de esta dinámica ha sido abordada tangencial-
mente, en cierto modo porque la inseguridad se ha reducido a las connotaciones de la
violencia y la criminalidad. Además, existe un imaginario colectivo que todavía sustenta
imágenes benevolentes sobre los contornos de nuestra sociedad, los cuales son co-
rroborados en las comparaciones regionales que ubican al Uruguay en un lugar acep-
table en materia de desarrollo humano y sin riesgos mayores de catástrofes naturales,
conflictos internos armados, inestabilidades políticas y organizaciones criminales con
arraigo en el territorio2 y control de vastas zonas del Estado.
Pero las comparaciones siempre son relativas. En el Uruguay, la inseguridad
actual combina datos nuevos con procesos de larga duración que han ido erosionando
viejas certezas y probados niveles de integración. Los desajustes sufridos por las ins-
tancias básicas de la reproducción social –el trabajo, la familia, el sistema educativo, el
Estado– conviven con un patrón demográfico compuesto de envejecimiento y emigra-
ción. La desigualdad social ya no se disimula detrás de las autopercepciones de clase
media, y la pobreza ataca con más fuerza a niños y niñas, adolescentes, jóvenes y mu-
jeres. Por su parte, las distintas manifestaciones de la criminalidad común han crecido
2 Desde el punto de vista de algunos discursos oficiales actuales (en especial, de la policía), nuestra
sociedad enfrenta un riesgo en el territorio producto de la expansión del crimen organizado. Este
discurso justifica “intervenciones preventivas” con la intención de evitar males mayores.
14 Rafael Paternain
en los últimos 20 años, y lo propio ha ocurrido con la violencia de género, los suicidios,
las muertes por accidentes de tránsito y los patrones de intolerancia y prejuicio, todo lo
cual nos habla de una matriz de convivencia sometida a daños de magnitud.
La interpretación de la inseguridad en el Uruguay es una tarea ineludible para
aquilatar las dimensiones de los aspectos más negativos de nuestro proceso social, y
de esa forma para potenciar acciones que le den vida a una política sectorial integral.
La inseguridad no cabe asumirla como un conjunto de “efectos no deseados” de los
cambios modernizadores, sino como un rasgo constitutivo de los propios modelos de
desarrollo. Cada detalle descriptivo y cada referencia empírica deben colocarse en el
marco de tensiones, contradicciones, desigualdades, asimetrías, insuficiencias estruc-
turales, etc.
La realidad de la inseguridad en nuestro país ofrece una serie de rasgos propios
que merece reseñarse desde un punto de vista sociopolítico.
1. Distintos estudios internacionales le otorgan al Uruguay un lugar positivo en
materia de inseguridad y criminalidad. Con tasas de homicidios que no superan los
6 cada 100.000 habitantes y con el menor porcentaje de “sensación de inseguridad
personal” de la región (medido por el Latinobarómetro según la proporción de personas
que declara una “preocupación constante” de ser víctima de un delito), el Uruguay tra-
mita sus problemáticas en medio de una región que aporta un número importante de
ciudades que se hallan entre las 50 más violentas del mundo.
2. La evolución histórica de la sociedad uruguaya ha estado marcada por hitos de
violencia y representaciones colectivas de temor. Así como durante décadas ha existido
una narrativa sobre un espacio pacífico, integrado y amortiguador, lo mismo ha ocurri-
do con el relato que habla de fisuras, incompatibilidades y miedos. Por ejemplo, todo el
siglo XIX fue gobernado por una violencia orgánica que anidó en la vida cotidiana y se
proyectó en el terreno de las disputas políticas. A su vez, cuando a principios del siglo
pasado la violencia se institucionalizó en el Estado –se volvió “monopolio legítimo”– los
cambios sociales, demográficos y culturales que pautaron nuestra primera moderniza-
ción acotaron las zonas de peligro a los inmigrantes y a la clase trabajadora.
3. La sociedad “hiperintegrada” (el país de Maracaná) también vivió con sus mie-
dos. La oscuridad de un mundo en guerra (la mundial primero y la fría después) y las
acechanzas sobre un país pacífico y próspero se entrelazaron con las derivas de un
proceso social bastante menos igualitario del que se creyó. Los “infanto juveniles” y los
“menores infractores” poblaron el imaginario urbano y desafiaron a las respuestas de
la Policía (Morás, 1992). La crisis estructural que se manifestó sobre mediados de los
cincuenta puso al desnudo las debilidades del modelo e instaló conflictos sociales de
gran intensidad.
4. Durante la década del sesenta, la dialéctica de la violencia de grupos y la
violencia institucional acaparó la dinámica sociopolítica de aquellos años, hasta que la
lógica de la segunda terminó imponiéndose y concretando el quiebre institucional de
La inseguridad en Uruguay: perspectivas e interpretaciones 15
1973. El terrorismo de Estado sintetizó una larga tradición de narrativas sobre peligros
y amenazas que cuajó en la doctrina de la seguridad nacional y en la definición de los
“enemigos internos” (la juventud como probabilidad de subversión). Sus prácticas mate-
riales y simbólicas instituyeron la criminalización y el terror como dinámicas cotidianas
y le otorgaron a la inseguridad un estatus estructural.
5. La etapa que se inició con la recuperación democrática no se entiende sin las
rupturas sociales y culturales que generó la dictadura. La legalización de la impunidad
en 1986 fue el mejor ejemplo de derrota política ante la lógica de los hechos y un re-
troceso de la autoridad con grandes consecuencias en términos de legitimidad social.
6. Sobre finales de la década del ochenta quedarán instaladas las percepciones
altas sobre el incremento de la delincuencia y los miedos a circular por los espacios pú-
blicos. También se consolidará la opinión sobre los inadecuados niveles de “protección
policial” y la atribución de la criminalidad a la “crisis económica”.
7. La crisis económico-financiera de principios de los dos mil se desató sobre
una estructura social vulnerable y desigual, del mismo modo que el crecimiento del
delito se encontró con una sociedad insegura desde hacía mucho tiempo. Este dete-
rioro alimentó a su vez nuevas dinámicas que le cambiarían para siempre el rostro a la
sociedad uruguaya.
8. En el peor momento de la crisis un porcentaje aplastante de la población asig-
nó a los factores socioeconómicos la causalidad de la delincuencia, aunque sin dejar de
demandar mayor dureza en el trato y en las penas para los delincuentes. Pero la des-
igualdad, la segregación y la inseguridad comenzaron a dejar sus huellas: si en 1999
no existió una jerarquía clara sobre los grupos o personas más peligrosos a juicio de la
sociedad, en 2004 el 51% confesó miedo ante “personas pobres que habitan ciertos
barrios y asentamientos”, y el 8% lo hizo ante “desocupados y marginales” (Paternain,
2008).
9. La crisis estructural de larga duración, la exclusión y la fragmentación socio
territorial de las últimas décadas han alterado las claves tradicionales de la convivencia.
Las fronteras sociales entre la inclusión y la exclusión se cargan de nuevas dimensiones
simbólicas y culturales y jaquean a la vieja matriz de integración del país. La red insti-
tucional encargada de la protección, el bienestar y la pertenencia ha vivido transforma-
ciones radicales, y los ámbitos de sociabilidad son sobredeterminados por conflictos
que nacen de códigos y reglas que no logran una eficaz conjugación colectiva. Todos
estos elementos explican que en el Uruguay los miedos y las inseguridades se hayan
consolidado antes de la explosión de las tasas de delitos.
10. La inseguridad ha devenido en una poderosa fuerza social que produce efec-
tos de toda índole. Entre muchos, cabe destacar los siguientes: cambios en las acti-
tudes cotidianas de las personas, adopción de medidas de autoprotección, expansión
de la cantidad de armas de fuego en manos de civiles, abandono de muchos espacios
públicos, erosión de las relaciones de confianza interpersonal, agravamiento de las
16 Rafael Paternain
800.000
694.306
700.000
600.000
500.000
521.189
400.000 352.305 Segundos
419.523
300.000 Tendencia
319.504
200.000
100.000
0
2005 2006 2007 2008 2009
352
108
2004 2009
Período Electoral
futuro parece signado por una dialéctica entre la violencia criminal y la voracidad de la
maquinaria del control represivo.
mensión proyectiva de la acción en cuanto dotada de sentido, valores que estos sujetos
esperan alcanzar o mantener, por lo que es menester agregar la idea de metas a la de
los valores. Estos valores englobarían también hábitos y aspiraciones cotidianas, ya de
niveles de consumo y niveles de vida, ya de cultivo personal. Y, por supuesto, existen
mínimas necesidades que de no ser satisfechas comprometen la misma existencia del
sujeto como realidad psicofísica. De aquí en más resumiremos todos estos elementos
bajo el rótulo de aspiraciones de realización personal, que serán en definitiva las que
guíen el accionar de los sujetos” (Domínguez, 2006).
El segundo de los vectores no es menos tradicional conceptualmente: “existen
además riesgos reales o al menos percibidos y evaluados como tales que amenazan la
consecución o preservación de estas aspiraciones, y como contrapartida más tradicio-
nal en la acumulación sociológica, existen también medios subjetivamente evaluados
como tales a los efectos de alcanzar o satisfacer estos fines, hábitos y valores. Resu-
miremos este componente como chances de realización personal” (Domínguez, 2006).
Por fin, el tercer vector se apoya en la existencia de sistemas sociales a partir
de los cuales se procesan las definiciones, percepciones y aspiraciones: “proponemos
además que existen (sub)sistemas e instituciones sociales que brindan seguridad, pro-
veyendo de medios y controlando riesgos. Asimismo, la sola retracción de un sistema
proveedor de seguridad implica la (re)aparición de riesgos. Sintetizando, llamaremos a
este componente entropía del entorno social, en cuando representa energía, oportuni-
dades y peligros para el sujeto fruto de un juego de fuerzas más amplio que él mismo
y de difícil aprehensión” (Domínguez, 2006).
Este último desarrollo habilita una nueva hipótesis: las variaciones en el nivel de
entropía del entorno social implican modificaciones en el nivel de inseguridad de los
individuos, y en distintas instancias históricas y sociales se encontrarán diversos vehí-
culos simbólicos para la expresión de los mismos: justificado o no, uno de ellos es el
tema de la delincuencia (Domínguez, 2006).3
La tercera perspectiva analítica nos habla de la “desmesura” y de la “hiperrea-
lidad” de la seguridad. Para la realidad uruguaya hay un conjunto de motivos más o
menos evidentes para explicar la elevada “sensación de inseguridad”, a saber: una
población demográficamente envejecida; una sociedad que carece de motivos verdade-
ramente graves de temor cotidiano; un país nostálgico se compara más consigo mismo
que con otros países con mayores amenazas de criminalidad; el miedo al delito encubre
otras fuentes de inseguridad creciente, propias de la vida actual: “la inseguridad sentida
3 Del esquema conceptual analizado emergen un sinfín de hipótesis empíricas, muchas de las cuales
parecen quedar interpeladas en un contexto de crecimiento económico: a mayor nivel de crisis so-
cioeconómica general, mayor nivel de inseguridad; a mayor estabilidad de la vivienda, mayor seguri-
dad; a mayor regulación de la situación laboral, mayor seguridad; a mayor nivel de inconsistencia de
status subrecompensado, mayor temor ciudadano; a mayor nivel de vulnerabilidad o desintegración
familiar, mayor temor ciudadano; a mayor violencia doméstica (como indicadores de desintegración
familiar), mayor preocupación por el delito (Domínguez, 2006).
24 Rafael Paternain
4 Si los medios insinúan un tema, los especialistas y los políticos lo jerarquizan, y el rumor lo infla,
simplifica y difunde informalmente, los sondeos de opinión lo bendicen y perfeccionan su legitimidad”
(Bayce, 2010).
La inseguridad en Uruguay: perspectivas e interpretaciones 25
5 Los casos estudiados revelan “en primer lugar que el tema de inseguridad debe verse no sólo como
una cuestión de ‘percepción’, entendiendo ésta como ajenizada de la vivencia de experiencias de
violencia que han ocurrido efectivamente a los sujetos. En segundo lugar las diferencias en los recur-
sos que en diversas zonas de la ciudad se disponen para enfrentar situaciones catalogadas como
‘inseguras’, así como el sentido mismo de la inseguridad… En tercer lugar porque la intensidad en
que se ha internalizado la violencia tampoco puede siquiera reconocerse en las zonas centrales. El
uso de las armas adquiere una generalización alarmante en estas áreas de la ciudad. Hay zonas de
Montevideo, en que efectivamente ‘los conflictos se arreglan a los tiros’” (Filardo, 2007).
26 Rafael Paternain
clases altas “evitan” los contactos con esos sujetos y generalizan a los “otros” al pun-
to que la marginalidad es equivalente a la peligrosidad. Por su parte, para las clases
medias se repiten los mecanismos de autoexclusión en relación a los sujetos de la
inseguridad, aunque la integración a lugares comunes aumenta el contacto y amortigua
la estigmatización generalizada. Finalmente, para varios grupos de la periferia de la ciu-
dad, “la percepción de inseguridad es permanente, cotidiana, permea las decisiones de
los habitantes y los cerca. Las figuras que portan peligro son cada vez más cercanas,
señaladas en forma individual. En las zonas más ricas, la inseguridad, en la forma de
sujetos que la transmiten, invade, viene desde afuera y está cada vez más presente;
también acosa aunque en una forma distinta; ya no cerca, sino que invade” (Filardo, et.
al, 2007).6
6 Es importante agregar que, según el tramo de edad, “la identificación de sujetos peligrosos se realiza
(sobre todo en los más jóvenes) con arreglo a categorías de distinción sociocultural, y ya no sólo
económicas”.
La inseguridad en Uruguay: perspectivas e interpretaciones 27
Gobernar la seguridad es, entonces, ‘gobernar a través del delito’
El delito, entonces
nos sirve como principal categoría de pensamiento, como modo central de enmarcar
el problema de la seguridad. Es el gobierno de la seguridad, a través del delito, lo que
más nos preocupa” (Shearing y Wood, 2011).
En segundo lugar, la seguridad tiene que ser pensada desde las amenazas trans-
nacionales y desde el crecimiento del crimen organizado y el terrorismo. Ya no alcanzan
las miradas nacionales y estadocéntricas. Los problemas de cada quien son insignifi-
cantes frente a los problemas de todos. Las “redes oscuras” están en todos lados y
pueden llegar hasta nosotros en cualquier momento. Ninguna precaución es suficiente,
toda vigilancia es necesaria y los excesos en los controles siempre son preferibles a
los costos de la negligencia.
Por último, la seguridad es un problema que anida también en los pliegues de la
convivencia, la comunidad y el territorio: “en la práctica de gobierno local, las nociones
de ‘desorden’ e ‘incivilidad’ se han vuelto centrales en la concepción de inseguridad y
han llevado a nuevos tipos de prácticas de gobierno. En la historia contemporánea de la
actuación policial pública, predomina una noción de ‘comunidad’ que funciona como ‘ob-
jeto de referencia’ central, en cuyo nombre se justifican prácticas y disposiciones de se-
guridad. Algunos, de hecho, piensan que la ‘comunidad’ reemplaza a la ‘sociedad’ como
principal ‘especialización’ de las prácticas de gobierno” (Shearing y Wood, 2011).7
Cuando la seguridad queda reducida a una subjetividad social construida o a un
conjunto de relatos de poder, se pierden mediaciones interpretativas fundamentales.
Por lo pronto, se oscurecen los contenidos concretos de la inseguridad desde la “pers-
pectiva del habitante” y desde la lógica de las “culturas afectivas”.
Tomando en cuenta los aportes de estos enfoques reseñados páginas arriba, es
posible obtener una definición de síntesis. Así, la inseguridad como acto de habla con-
siste en una conversación extensa que ocurre en distintos niveles sociales y que extrae
su fuerza de la imposición de determinadas interpretaciones de la realidad (o realida-
des), contribuyendo de esa forma a su construcción. La objetividad de la inseguridad se
constituye cuando el principio de “expresabilidad”, es decir, cuando la conexión entre lo
que el hablante quiere decir, lo que la oración emitida significa, lo que el hablante intenta
decir, lo que el oyente comprende y lo que son las reglas que gobiernan los actos de ha-
bla, define un sentido predominante sobre las conductas, los peligros y las amenazas.
La inseguridad como categoría verdaderamente popular se asocia a la idea de
miedo al delito, y en especial a ciertos delitos. La inseguridad es una noción elástica,
densa y polivalente, pero su enunciación en el espacio público o en la vida cotidiana
adquiere una significación precisa: la inseguridad es sinónimo de delincuencia. Frente
a una sociedad que disocia los peligros de sus causas, que no posee herramientas
7 Un análisis detenido de las pretensiones actuales de las políticas de seguridad definidas por el Mi-
nisterio del Interior mostrará este énfasis, tanto en la idea de volver a penalizar las faltas como en la
necesidad de restaurar la “convivencia” a través de los recursos de la coerción.
28 Rafael Paternain
eficaces para lidiar con las eventualidades y las violencias, que esencializa los espacios
de la exclusión social y que consolida relatos basados en la lógica de víctimas y victi-
marios, las demandas de protección se concentran en una zona acotada.
En definitiva, si queremos escapar del concepto amplio de “inseguridad estruc-
tural” y del restringido de “miedo al delito” (sin renunciar a ambos, dicho sea de paso),
tenemos que asumir a la inseguridad como un “acto de habla”. Una mirada sociológica
sobre la inseguridad no es superior cuando ajusta y precisa el foco sobre los pliegues
subjetivos del miedo al crimen. Tampoco lo es en aquellos relatos más elocuentes
sobre las asimetrías del capitalismo globalizado. Como fenómeno social e histórico, la
inseguridad es un acto de habla en el cual confluyen lo objetivo y lo subjetivo.
Esta mediación lingüística, que produce relaciones sociales, es una fuerza de
amplio poder para la construcción de una “hegemonía conservadora”, la cual puede
entenderse como el predominio de una determinada matriz de interpretación sobre las
manifestaciones de violencia y criminalidad. Las demandas punitivas de la ciudadanía,
la activación de todos los resortes de la estigmatización, la búsqueda de argumentos
en razones morales o patológicas y la reivindicación de la acción policial reactiva en es-
pacios “feudalizados” (así se le llama a la segregación urbana), constituyen el ambiente
de “consenso” que apenas deja aire para narraciones alternativas (Paternain, 2011).
La fundamentación de la idea de la inseguridad como acto de habla requiere,
para el contexto de próximas indagaciones, la apertura de tres líneas de análisis. En
primer lugar, habrá que examinar los componentes principales que permiten “situar”
sociológicamente la problemática de la inseguridad. En segundo término, la producción
y la reproducción de actos de habla necesitan “soportes” institucionales y simbólicos
para garantizar una existencia social relevante. Por último, la inseguridad como acto de
habla debe ser reconstruida como una pretensión que deriva en la conformación de una
hegemonía conservadora en el campo de la seguridad.
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La inmigración latina en los Estados Unidos de
América. La teoría del multiculturalismo supera
la teoría de la asimilación
Felipe Arocena1
El reciente censo de los Estados Unidos realizado en el año 2010 confirmó una ver-
dadera revolución demográfica que se viene produciendo desde hace ya varias dé-
cadas. Hoy viven en el país aproximadamente cincuenta millones de latinos, que
representan el 16% de la población total, una proporción casi tres veces mayor a la
que existía hace treinta años atrás. La inmigración latina ha desafiado la teoría de la
asimilación con la cual se interpretaron las diferentes oleadas migratorias hacia ese
país. Mantiene su idioma castellano, desarrolla un sentimiento de doble identidad,
conserva fuertes lazos con sus países de origen y un estilo de vida familiar y cotidiano
diferente. Este fenómeno está bien explicado por la teoría del multiculturalismo, que
intenta analizar las sociedades culturalmente diversas desde el punto de vista de los
derechos de los grupos etnoculturales minoritarios o subordinados históricamente.
Introducción
El reciente censo de los Estados Unidos realizado en el año 2010 confirmó una
verdadera revolución demográfica que se viene produciendo desde hace ya varias dé-
cadas. Hoy viven en el país aproximadamente cincuenta millones de latinos, que re-
presentan el 16% de la población total, una proporción casi tres veces mayor a la que
existía hace treinta años atrás. Las definiciones de “latinos” o “hispanos” utilizadas por
el censo están basadas en el origen latinoamericano de la propia persona o de alguno
de sus progenitores. No es un concepto derivado ni de la raza ni de la ciudadanía y por
lo tanto una persona latina puede ser de cualquier grupo racial, así como ser ciudadano
estadounidense por nacimiento o por adquisición. Entre 1970 y 1980 esta población
aumentó un 50%, entre 1980 y 1990 creció 53%, entre 1990 y 2000 aumentó 58%, y
en la última década, si bien disminuyó un poco, igualmente aumentó un 43%. Una explo-
1 Sociólogo y ensayista uruguayo que se dedica a la sociología de la cultura y a la sociología del desa-
rrollo. Actualmente trabaja como profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
la República y es investigador Nivel II del Sistema Nacional de Investigadores de Uruguay. Ha escrito
y editado nueve libros (dos en Estados Unidos y el resto en Uruguay), así como numerosos artículos
en diarios, revistas especializadas y compilaciones en Europa, América del Norte y América del Sur.
En 2001 y 2011 ganó el Premio Anual de Literatura de Uruguay en las categorías Ensayo Literario y
Ensayo en Ciencias Sociales respectivamente. [email protected]
34 Felipe Arocena
sión que sitúa a los latinos como la mayor minoría étnica en el país, que supera incluso
a los negros. Estados Unidos se ha convertido así en el tercer país con mayor número
de habitantes de origen latinoamericano, superado solamente por Brasil y México, y
dejando ya atrás a Colombia y Argentina.
La inmigración latina en los Estados Unidos de América ha desafiado la teoría
de la asimilación con la cual se interpretaron las diferentes oleadas migratorias hacia
ese país. Uno de sus mitos, “el crisol de razas” en el que los inmigrantes disolvían su
identidad y adoptaban rápidamente el “estilo de vida americano” ha dejado de operar
con la población de origen latino. Ésta mantiene su idioma castellano, desarrolla un
sentimiento de doble identidad, conserva fuertes lazos con sus países de origen y un
estilo de vida familiar y cotidiano diferente. Este fenómeno está bien explicado por la
teoría del multiculturalismo, que intenta analizar las sociedades culturalmente diversas
desde el punto de vista de los derechos culturales de las minorías o de poblaciones
subordinadas.
países de origen, para lo cual ayuda mucho no sólo la cercanía espacial sino también el
desarrollo de las facilidades de comunicación y transporte. Una tercera diferencia es la
agrupación en determinadas zonas geográficas, que permite la reproducción de lazos
culturales y sociales a través de comercios de productos alimenticios, restaurantes y
una red de servicios destinada a una población ahora suficientemente numerosa para
hacerlos rentables.
Las singularidades físicas y el momento histórico en el que se produce la explo-
sión de la inmigración latinoamericana desempeñan un papel fundamental en las dife-
rencias entre ésta y otras inmigraciones anteriores. La revolución social de los sesenta
para combatir la segregación racial y defender los derechos de la población negra a
vivir en condiciones de igualdad tuvo un impacto enorme en la redefinición de lo que ser
estadounidense significaba. Los negros reivindicaron no sólo sus derechos, sino tam-
bién su propia historia y su original contribución a la formación del país en la música,
el idioma, la economía, los deportes, la religión y la guerra. Así lograron hacer valer su
punto de vista de que para ser estadounidense no era necesario ser blanco, protestan-
te y sajón. En sintonía con este nuevo clima multicultural, la población latinoamericana
en general y la mexicana y cubana en particular han seguido un proceso de integración
luchando por conservar su identidad, su memoria y el vínculo con el país que dejaron,
pero al mismo tiempo incorporando los derechos y obligaciones de su nueva condición
de ciudadanos o residentes estadounidenses. Sumado a esto, los rasgos físicos de la
mayoría de los inmigrantes latinoamericanos impedirían, aunque la quisieran, la estra-
tegia de asimilación seguida por los europeos. Mientras que un irlandés o un polaco
podían pasar desapercibidos en la muchedumbre solitaria del metro de Manhattan, no
lo conseguirían tan fácilmente un mexicano con ascendencia indígena de Zacatecas o
un guatemalteco maya.
Si se mantienen las tasas de crecimiento de los últimos treinta años, y todo indica
que así será, las proyecciones para 2050 estiman que la población de origen latino-
americano será de ciento cincuenta millones de personas. Con estas cifras Estados
Unidos ya se transformó en una sociedad indiscutiblemente bilingüe. Y las remesas en
dinero que mandaron los trabajadores hispanos hacia sus países de origen durante la
primera década del siglo 21 superó los trescientos billones de dólares. Hoy se calcula
que por año esta cifra llega a ser de treinta billones de dólares y constituye ya uno de
los principales ingresos de divisas para los países centroamericanos. Por ejemplo, los
diez billones de dólares que los inmigrantes mexicanos mandan todos los años hacia
su país representan, luego del turismo y el petróleo, la tercera fuente de ingresos de
México. Lo mismo ocurre con los cubanos. El Cuba Study Group ha relevado que la
mitad de los cubanos residentes en Miami, el 48%, manda dinero regularmente para
Cuba. La suma de estas remesas oscila entre los seiscientos y novecientos cincuenta
millones de dólares al año, cifra que podría incluso ser mayor si las condiciones para
el envío de dinero mejoraran, un estímulo enorme para la economía cubana. Finalmente
las relaciones entre las dos Américas han dejado de ser unilaterales y nuevas venas se
han abierto al norte. No solamente el histórico traspaso de riquezas desde el sur hacia
36 Felipe Arocena
el norte ha llegado a un punto de mayor equilibrio, sino que la influencia cultural del
norte en el sur a través del cine se ve acompañada por un proceso inverso de latinoa-
mericanización de los Estados Unidos.
No ha sido ni será una mutación sin reacciones y resistencias. Para algunos esta-
dounidenses como el ultraconservador ex candidato a la presidencia Patrick Buchanan,
los efectos de la nueva ola migratoria fueron considerados como la principal causa de
la decadencia de su país. Y parece que no es el único en pensar así, puesto que su
libro, La muerte de Occidente, que lleva como elocuente subtítulo “Cómo poblaciones
moribundas e invasiones migratorias amenazan nuestro país y nuestra civilización”, fue
uno de los más vendidos cuando se publicó en 2001. Su tesis es muy sencilla: “Los
mexicanos no solamente vienen de otra cultura, millones son de otra raza. La historia
y la experiencia nos han enseñado que razas diferentes tienen mucho mayor dificultad
para asimilarse. Los sesenta millones de personas con ascendencia alemana están to-
talmente asimilados a nuestra sociedad, mientras que millones provenientes de África o
Asia todavía no forman totalmente parte de ella”. Conclusión práctica: hay que detener
la inmigración de cualquier manera o terminará por hundir a los Estados Unidos.
16
Total Población Latinos
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Fuente: elaboración propia en base a datos del United States Census Bureau
La inmigración latina en los Estados Unidos de América… 37
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M
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Ni
o
Do
an
sp
Hi
Fuente: elaboración propia en base a datos del United States Census Bureau 2
¿Quiénes somos?
Ésta es la pregunta que el recientemente fallecido Samuel Huntington incluyó
como título de su último libro publicado en 2004. El trabajo de casi medio millar de
páginas es su último gran esfuerzo para caracterizar la identidad nacional estadouni-
dense, que es a lo que refiere la pregunta. Interrogarme por quién soy remite a mi iden-
tidad personal, cuestionarnos quiénes somos refiere a la identidad grupal y la primera
no puede responderse sin algún tipo de relación con la segunda. Como esta sección
la dedicaré por entero al análisis que se hace en ese libro, deseo antes de empezar
con él explicitar que discrepo categóricamente con sus principales conclusiones. Mi
esfuerzo e interés, sin embargo, no me impiden apreciar que este trabajo es tal vez
uno de los más completos publicados en los últimos años. Y, puesto que su autor ha
sido un excelente académico de las ciencias sociales, construye sus argumentos con
conceptos y teorías que han sido imprescindibles para mis propias ideas, aunque en
muchas ocasiones yo llego a conclusiones exactamente opuestas a las suyas.
En la forma más resumida posible la principal conclusión de Huntington en ese
libro es la siguiente. Se puede caracterizar en forma razonablemente concreta cuál es
y la diversidad, por la difusión del español como segunda lengua estadounidense y las
tendencias a la hispanización en la sociedad…” (p. 20). ¿Cuáles serían las razones por
las que la inmigración latina y mexicana desafía el dominio de la cultura sajona? ¿Qué
tiene de diferente este tipo de inmigración al compararla con las oleadas previas de
inmigrantes como para convertirse en una amenaza a la cultura anglo protestante? ¿Por
qué el multiculturalismo está minando la identidad nacional estadounidense?
Para responder las primeras dos preguntas necesariamente debemos recordar
el modelo de integración de inmigrantes a los Estados Unidos. Huntington habla de tres
formas en que se puede representar este proceso, las tres con sus respectivas metá-
foras culinarias. El del crisol (melting pot), el de la sopa de tomate, y el de la ensalada.
El primero es el más conocido en donde cada una de las culturas se funde hasta perder
sus aspectos originales; en el segundo hay una cultura dominante que es la estadouni-
dense, a la que se le añaden diferentes culturas menores, es decir la sopa de tomate
sigue siendo una sopa de tomate aunque se le agreguen nuevos ingredientes; y en el
tercer modelo no hay una cultura dominante, en la ensalada todos los ingredientes apa-
recen separados. En palabras del propio autor, el primer modelo es el del “mestizaje”,
el segundo el de la “asimilación cultural” y el tercero el del “pluralismo cultural o étnico”.
Según su punto de vista, el segundo “modelo es el que describe de una manera más
ajustada a la realidad la absorción cultural de los inmigrantes hasta la década de 1960”
(p.159). El crisol y la ensalada serían ambos falsos, porque nunca la predominancia de
la cultura sajona fue desafiada o puesta en duda. La prueba de eso fue la exigencia de
asimilación y “americanización” para todos los inmigrantes que llegaban.
La inmigración mexicana en particular e hispana en general tiene pocos prece-
dentes en los Estados Unidos y desafía la teoría de la asimilación, según la cual ya la
tercera generación de inmigrantes se habría americanizado por completo adoptando
las pautas de la identidad estadounidense. Esa diferencia se sustenta en una docena
de características determinantes de la inmigración latina: la contigüidad territorial, el
número, la ilegalidad, la concentración regional, la persistencia, la presencia histórica,
la lengua, la educación, el tipo de ocupación e ingresos, la doble ciudadanía, los matri-
monios mixtos, y finalmente la identidad. Ninguna otra inmigración llegó a los Estados
Unidos a través de una frontera terrestre de tres mil kilómetros, sino que despegaron
todos en avión o zarparon embarcados desde países separados por miles de kilóme-
tros de océano. La frontera terrestre entre un país rico y uno relativamente pobre como
México es una permanente incitación a cruzarla y de ello se crea una zona transfronte-
riza con la balanza de inmigración inclinada fuertemente en un sentido solo. Nunca en
la historia de la inmigración estadounidense hubo un número tan elevado de personas
proveniente de un solo país con una lengua común. Actualmente casi un tercio de los
extranjeros que entran al país son mexicanos (y si sumamos a todos los latinoamerica-
nos alcanzan la mayoría absoluta); los chinos, la nacionalidad que le sigue, representan
apenas el 5% (y todos los asiáticos sumados la cuarta parte). La ilegalidad es un fenó-
meno reciente en la historia de la inmigración al país, facilitada, en parte, por la conti-
güidad territorial porque quienes llegan a un puerto o a un aeropuerto son mucho más
La inmigración latina en los Estados Unidos de América… 41
fáciles de controlar. Se estima en varios millones los mexicanos ilegales y esto despier-
ta grandes inseguridades porque “Estados Unidos no había experimentado nunca nada
comparable” (p. 264). La inmigración latina está fuertemente concentrada en California
(mexicanos), Florida (cubanos) y Nueva York (puertorriqueños y dominicanos). Aunque
los últimos censos del 2000 y 2010 mostraron un aumento acelerado de la expansión
hacia otras ciudades y regiones donde antes no llegaban (Carolina del Norte, Georgia,
Connecticut, por ejemplo). Esta alta densidad de latinos en lugares específicos ha dado
lugar a verdaderos enclaves en los que predomina el español como lengua y hasta se
puede prescindir del inglés. Los inmigrantes y sus descendientes pueden encontrar
pareja del mismo origen, amigos y hasta empleadores, todos aspectos que fomentan
una socialización hacia el interior del grupo antes que a la mezcla con otros.
La inmigración mexicana es una de las más persistentes en el tiempo y ya lleva
más de tres décadas en continua expansión. A diferencia de inmigraciones pasadas,
como las europeas, que emigraban debido a crisis económicas o guerras y luego se
detenían, no hay signos de que esto vaya a ocurrir con los latinos. Al contrario, la
llegada continua de inmigrantes latinos facilita la renovación en el uso del español y
la actualización permanente de los vínculos con el origen. Por lo tanto “la reposición
constante de población hispanohablante que suponen los recién llegados se produce a
un mayor ritmo que la asimilación de la misma” (p. 267-8). Una sexta diferencia entre
los inmigrantes mexicanos y el resto, es que parte del país pertenecía históricamente
a México, al que se lo conquistaron mediante la guerra y la fuerza, o se lo compraron
por vintenes. Los estados de Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada y Utah
eran mexicanos un siglo y medio atrás y toda la zona mantiene una fuerte impronta y
cultura mexicana. Se ha comparado esta situación con la de Québec en Canadá y su
prolongado separatismo, pero incluso puede llegar a ser más intenso porque México
está cruzando el borde y Francia está cruzando el océano. “La historia muestra que
existe un grave potencial de conflicto cuando la población de un país empieza a referir-
se al territorio de un país vecino como si se tratara de su propiedad” (p. 269), acepta
Huntington. Canadá resolvió su problema a través del multiculturalismo y el bilingüismo,
pero el autor rechaza esta solución y acusa al multiculturalismo de ser el instigador del
conflicto en los Estados Unidos, aún cuando en Canadá haya ocurrido exactamente al
revés porque consolidó la paz y evitó la secesión.
Las seis características recién analizadas que diferencian la inmigración mexica-
na de cualquier otra inmigración precedente –la contigüidad, el número, la ilegalidad,
la concentración regional, la persistencia y la presencia histórica– “plantean problemas
de asimilación de las personas de origen mexicano a la sociedad estadounidense” (p.
269).
Lo que está en juego en el presente es si podemos aceptar que para que un
individuo se integre a una sociedad de acogida no deba despojarse de la cultura de
origen ni pasar por el proceso de asimilación completa, mucho menos por la prueba
de Lord Tebbit; y si podemos tolerar que un judío pueda ser judío y estadounidense a
42 Felipe Arocena
americano que se remonta a los colonos y su deseo de crear una tierra de libertad en
el nuevo mundo.
Aquí yo no analizo ni la cuestión indígena ni la negra, porque el objetivo de este
capítulo es la población latina, pero la información disponible para estos grupos es
muy evidente en cuanto a la discriminación que continuaron sufriendo luego de los
años sesenta en la sociedad estadounidense. Guetos urbanos negros y reservas indí-
genas fueron y son bolsones de pobreza y territorios olvidados; todos los indicadores
de educación, salud, pobreza, tipo de ocupación, y acceso a posiciones de decisión,
continúan siendo mucho más negativos que para el resto de la población; y además las
prácticas cotidianas de discriminación se mantuvieron por mucho tiempo. Para dismi-
nuir esta brecha es que aparece el multiculturalismo en Estados Unidos, denunciando
que, a pesar de lo que establece la Constitución “daltónica” y por ello “color blind”, se
reproducen las diferencias. El principal argumento desde el multiculturalismo es que no
es suficiente ser ciego al color y a la raza en el presente cuando no se lo ha sido duran-
te siglos en el pasado, porque los efectos de la discriminación histórica no se corrigen
apenas con políticas universales de acceso a las posiciones ocupacionales según los
méritos de cada uno. Dicho de otro modo: la discriminación negativa de siglos solamen-
te se corrige con una discriminación positiva temporaria. O, incluso, expresándolo de
una tercera manera: para mejorar los niveles de igualdad de oportunidades ignorados
durante siglos, se deben implementar políticas desiguales que impacten positivamente
en quienes sufrieron la desigualdad. Aquí está la base del multiculturalismo y así tam-
bién lo entendió el Tribunal Supremo cuando en 2003 le dio la razón a la Universidad
de Michigan para que continuara incluyendo la raza y la etnia entre el conjunto de los
criterios para la selección de estudiantes, y complementó que éstas (la raza y la etnia
como criterios) deben ser temporarias y limitadas en el tiempo; el Tribunal también
expresó su deseo de que “dentro de veinticinco años el uso de la preferencia racial
no sea ya necesario”. Las políticas afirmativas surgieron para corregir precisamente
ese pasado de discriminación negativa con una discriminación positiva, y sin ellas,
mucho de la exitosa movilidad social de los afroamericanos en las últimas décadas
sencillamente no habría existido. Como no habrían surgido la fuerza, el coraje y la de-
terminación de los afroamericanos para hacer valer sus derechos en la práctica y en las
cortes, superando lo que Frantz Fanon nos recordaba es el sentimiento de minusvalía
y vergüenza del dominado. Es cierto que en algunos casos se llegó a extremos de “ra-
cismo a la inversa”, que deben ser criticados con dureza, pero sin el multiculturalismo
y las políticas afirmativas, los avances en los derechos de estos grupos etnoculturales
sencillamente no habrían sucedido, como tampoco habría ocurrido el fenómeno Oba-
ma, constituyéndose en el primer presidente negro de la historia del país. No hay que
equivocarse aquí, que Obama haya sido electo presidente no demuestra que el multicul-
turalismo estaba equivocado; al contrario, que se hayan implementado sus propuestas
durante dos décadas hicieron viable su elección. Huntington lo resume perfectamente,
los multiculturalistas: “promovieron programas para resaltar el estatus y la influencia
de los grupos subnacionales de carácter racial, étnico y cultural. Animaron a los in-
44 Felipe Arocena
3 Los otros requisitos necesarios para obtener la nacionalidad estadounidense son: cinco años de resi-
dencia legal; ausencia de antecedentes penales; hablar, leer y escribir inglés con un nivel de octavo
curso; y superar una prueba de conocimiento básico de historia y política estadounidense. Además
de éstos, todo ciudadano nacido en suelo estadounidense es considerado ciudadano por el derecho
de suelo (ius solis).
46 Felipe Arocena
Conclusiones
La inmigración latina en los Estados Unidos de América ha desafiado la teoría
de la asimilación con la cual se interpretaron las diferentes oleadas migratorias hacia
ese país. Uno de sus mitos, “el crisol de razas” en el que los inmigrantes disolvían su
identidad y adoptaban rápidamente el “estilo de vida americano” ha dejado de operar
con la población de origen latino. Ésta mantiene su idioma castellano, desarrolla un
sentimiento de doble identidad, conserva fuertes lazos con sus países de origen y un
estilo de vida familiar y cotidiano diferente. Este fenómeno está bien explicado por la
teoría del multiculturalismo, que intenta analizar las sociedades culturalmente diversas
desde el punto de vista de los derechos culturales de las minorías o de poblaciones
subordinadas.
Referencias bibliográficas
Arocena, Felipe (1996). Muerte y resurrección de Facundo Quiroga. Historia cultural de lo que
ha significado ‘ser moderno’ para los latinoamericanos. Editorial Trilce, Montevideo.
----------- (2011). “Los derechos culturales y la construcción de sociedades multiculturales”, en El
Uruguay desde la sociología 9, Departamento de Sociología, F.C.S, Universidad de la
República, Uruguay.
Arocena, Felipe y Aguiar, Sebastián (Eds) (2007). Multiculturalismo en Uruguay. Trilce, Mon-
tevideo.
Augenbraum, Harold y Stavans, Ilan (Eds.) (1993). Growing Up Latino. A Marc Jaffe Book.
EE.UU.
Barry, Brian (2001). Culture and Equality: An Egalitarian Critique of Multiculturalism. Cambrid-
ge, Harvard University Press.
La inmigración latina en los Estados Unidos de América… 47
Presentación
La teoría del reconocimiento ha enfatizado cómo la mayoría de los reclamos de
grupos que se encauzan hacia la obtención de recursos y de colectivos identitarios que
solicitan respeto por parte de sus sociedades, pueden ser mejor comprendidos si no
son considerados como planteos independientes: “La distinción entre la injusticia eco-
nómica y la cultural es una distinción analítica. En la práctica, las dos se entrecruzan”
(Fraser, 1997: 23). Las que la autora llama “colectividades bivalentes” sufren ambos
tipos de desigualdad y ni las políticas redistributivas ni las políticas de reconocimiento
son suficientes en sí mismas, sino que deben actuar conjuntamente. Esto es particular-
mente válido para la población trans.
A nivel internacional, el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT
- 2007) “La igualdad en el trabajo: afrontar los retos que se plantean” reconoció “nue-
vas” formas de discriminación laboral y entre ellas la discriminación laboral en base a
1 Docente e investigador del DS/FCS; integrante de la PUTOS (Pequeña Unidad de Trabajo sobre
Orientación Sexual –Aplicamos la propuesta de la teoría queer norteamericana de usar las pala-
bras empleadas tradicionalmente como insultos pero poniendo entre paréntesis los sobreentendidos
que pesaban sobre ellas, hasta el punto de modificar su significación y vaciarlas de sentido–.). zo-
[email protected]
2 Docente e investigador del DS/FCS; integrante de la PUTOS (Pequeña Unidad de Trabajo sobre Orien-
tación Sexual). [email protected]
3 Socióloga, integrante G 1 del equipo de la investigación “Población trans en Uruguay”. lorena.dagno-
[email protected]
4 Trabajador Social, Facultad de Ciencias Sociales, G 1 del equipo de la investigación “Población trans
en Uruguay”. [email protected]
50 Carlos Muñoz - Sebastián Aguiar - Lorena Dagnone - Gustavo Robaina
la orientación sexual (donde incluye a las trans en la sigla LGTB: lesbianas, gays, trans
y bisexuales). Reconoció también que esta forma de discriminación no está suficiente-
mente documentada y a menudo no es denunciada por quienes la sufren pues la con-
sideran como un asunto “privado”. Estos actos son difíciles de probar y son apoyados
por el estigma que pesa sobre estas poblaciones. El informe incluye en estas formas la
denegación de empleo, el despido, la denegación de ascenso, el acoso y hostigamiento
(desde bromas, apodos, chantaje y violencia hasta amenazas de muerte), la negación
de prestaciones a las parejas del mismo sexo y la autoexclusión (cuando evitan ciertos
empleos, carreras o empleadores por temor a sufrir discriminación por su orientación
sexual). En el caso de las trans, a diferencia de otras sexualidades no heteroconformes,
su calidad de tales es a menudo directamente observable y están aún más expuestas
a discriminación laboral y de otros tipos.
Sostienen la investigación que funda este artículo, a modo de hipótesis, dos
supuestos:
1. la población “trans” se encuentra en un extremo de radical exclusión socioeco-
nómica, con una muy fuerte limitación de oportunidades y un acceso a bienes y
servicios severamente constreñido.
2. la población “trans” es objeto asimismo de una radical falta de respeto, en tanto
representa una “otredad” que desafía una de las más básicas representaciones
sociales: el “mito del género”5 en tanto asociación entre sexualidad biológica y
roles de género.
La formulación en modo de supuestos obedece a que no se dispone ni siquiera
de información sobre su situación. Diversos estudios cuantitativos realizados en el país
sobre exclusión, pobreza y segregación no han prestado atención a este sector de la
población (véase, por ejemplo, PNUD, 2005). Tampoco las políticas sociales: desde la
finalización del Plan Nacional de Atención a la Emergencia Social (PANES) se ha imple-
mentado un conjunto de medidas reunidas en el Plan de Equidad destinadas a introducir
cambios importantes en el sistema de protección y seguridad social uruguayo. Dentro
de estas acciones se ha privilegiado la atención a hogares con niños, debido a la alta
asociación entre pobreza de ingresos y presencia de niños, y en la discusión no ha
estado presente la consideración de algunos grupos minoritarios cuyos principales
5 Aquí “mito” no quiere decir simplemente conocimiento “falso”, sino que el conocimiento mítico se ha
vuelto incuestionable y que a su vez fundamenta otros relatos. Las sociedades antiguas y modernas
tuvieron “mitos” que definieron la manera en que se vieron a sí mismas: tratan el origen de las socie-
dades, la justificación de sus formas de gobierno, etc. Para Barthes (1957), el mito es una forma de
trasmitir significado que realimenta el entendimiento que alguien tiene de sí y de su mundo. Cuando
algo es tratado mitológicamente, pasa a ser considerado atemporal y verdadero. En las sociedades
patriarcales, el “mito del género” regula la distribución del poder y los recursos que tiene que ver (me-
diatamente) con los sexos (lo “femenino” y lo “masculino”). En esta perspectiva los roles de género
no son “naturales” sino construcciones culturales y económicas. No quiere decir que los hombres y
las mujeres no sean diferentes en lo anatomofisiológico, sino que no hay una razón fisiológica por la
cual las mujeres no puedan jugar al fútbol o los hombres no puedan ser amas de casa.
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 51
Población trans
El concepto “trans” congrega bajo un mismo nombre a diferentes categorías:
transexuales (personas que se realizaron una cirugía de reasignación de sexo anátomo-
fisiológico), travestis (personas que usan ropa del género “opuesto”), transgéneros
(personas que se identifican con el género “opuesto”), drag-queens (personas anátomo-
fisiológicamente masculinas que se transvisten sólo para ocasiones sociales), etc. Una
de las definiciones posibles entiende que “trans” es toda persona que se considere
como tal. Pese a que es una definición aceptable para otros propósitos, aquí la descar-
tamos por acarrear un problema básico: la condición de trans sería inobservable si de-
pendemos de la autoidentidad o de la observación de prácticas realizadas en privado.
Proponemos entonces la siguiente definición operativa, sólo para el presente trabajo:
consideraremos “trans” a toda persona que haya nacido con genitales masculinos7 y
realice alguna acción en su vida cotidiana con tal de transformar su cuerpo o apariencia
de modo de que se corresponda con la del género femenino8.
6 Dos de ellos sucedieron en el parque Roosevelt en Canelones, uno en Melo, Cerro Largo, y uno en
Montevideo (Lima y Paraguay). Los asesinatos de trans son también tematizados en todo el mundo:
el Observatorio de Personas Trans Asesinadas (cooperación entre Transgender Europe (TGEU) y la re-
vista académica virtual “Liminalis” [http://www.liminalis.de]) realizó un seguimiento de los asesinatos
de trans registrados en prensa electrónica desde el 1/1/2008 al 31/12/2011. Su actualización de
marzo 2012 revela un total de 816 asesinatos registrados en 55 países. La actualización muestra un
crecimiento exponencial (141 casos en 2008, 213 casos en 2009, 214 casos en 2010 y 248 casos
en 2011).
7 Las trayectorias identitarias trans de mujer a hombre, tienen características muy diferentes (Berenice,
2006) y deberían ser abordadas en una investigación específica que respete su especificidad.
8 Los drag queens quedan, entonces, también fuera de esta propuesta dado que no poseen una identi-
dad transgénero y su “montaje” no está incorporado en su vida cotidiana sino solamente para espec-
52 Carlos Muñoz - Sebastián Aguiar - Lorena Dagnone - Gustavo Robaina
táculos puntuales.
9 Un estudio de caso realizado en Montevideo (Azpiroz y Soria, 1996) sobre la conocida Mae Diana
“ex Pae Miguel”, profundiza en el proceso de integración simbólica que un transexual operado debe
todavía recorrer para reubicarse dentro del mito del género: “Sueño casarme vestida de blanco en
las carmelitas y tener a mi segundo bebé antes de los treinta y cinco”
Su comportamiento sexual
también ha variado tras la operación y la asunción de su nuevo rol femenino refleja fielmente cómo
asimila las pautas sociales y la doble moral marcada por la filosofía machista. “Fui muy audaz como
travesti. Cuando yo era un homosexual, un marica o un travesti, salía a buscar tipos por la calle des-
esperadamente. Pero como mujer te digo, quedé muy tímida” (Azpiroz y Soria, 1996: 24-25).
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 53
afirma que la subversión del mito del género todavía funciona como una constante
desautomatización: “alguien que dice considerarse mujer declara que considera que un
hombre prefiere un travesti a una mujer ‘…porque en parte nosotras los entendemos,
tenemos la misma mentalidad que él…’ (La República, 24 de julio de 1994, p. 33). Esta
ambigüedad contenida en la interpretación travesti del género es perfectamente expre-
sada en el nombre del documental sobre travestis Yo, la más tremendo. (Garay, 1995,
CEMA, Montevideo. Video de 30 minutos)” (Muñoz, 1996: 121).
En el informe sobre trabajadores sexuales masculinos del 2009 del Ministerio de
Salud Pública (MSP), Facultad de Ciencias Sociales (FCS), Organización Panamericana
de la Salud (OPS) y Onusida, al preguntarles qué palabra definiría mejor su sexualidad,
las trans y los taxiboys mayoritariamente no se consideraron “homosexuales” y desa-
rrollaron respectivamente una feminidad y una masculinidad especulares que aplican
los esquemas heterocentrados tradicionales. Los siguientes gráficos ilustran las iden-
tidades recabadas (el cuadro de los taxi-boys no suma 100 porque fue mayor la no
respuesta y porque 11,5% define su sexualidad como “taxi-boy”).
Travestis
Fuente: Elaboración propia en base a informe del MSP, Onusida y FCS, 2009.
54 Carlos Muñoz - Sebastián Aguiar - Lorena Dagnone - Gustavo Robaina
Taxi-boys
Fuente: Elaboración propia en base a informe del MSP, Onusida y FCS, 2009.
Proyecto marco
Se delimita, en relación a la población trans, un básico conjunto de preguntas:
¿Cuántas son las trans uruguayas? ¿Cómo afecta su decisión de género su calidad de
vida? ¿Cuán aguda es su condición de exclusión social? ¿Cuáles son estas exclusiones?
¿Cómo incide la condición trans en la adquisición de competencias (abandono de la edu-
cación formal, adquisición e integración o no de otras competencias, etc.)? Estas cues-
tiones orientaron la investigación, financiada por la Comisión Sectorial de Investigación
Científica (CSIC) - UdelaR, “Población trans en Uruguay”, que desarrollan integrantes del
DS-FCS (Departamento de Sociología de Facultad de Ciencias Sociales), CP-FCS (De-
partamento de Ciencia Política de Facultad de Ciencias Sociales), IECON-FCEA (Instituto
de Economía de Facultad de Ciencias Económicas y de Administración), IESTA-FCEA
(Instituto de Estadística de Facultad de Ciencias Económicas y de Administración), en
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 55
10 Como objetivos específicos nos planteamos: 1. Cuantificar el tamaño de la población así como rea-
lizar el análisis de variables de interés para la valoración de las condiciones de vida en que se
encuentra la misma, tanto del nivel de agencia como del de bienestar social en las dimensiones de
salud, acceso a recursos, empleo y reconocimiento. 2. Identificar en las historias de vida factores
determinantes de la asociación entre la condición de travesti y el trabajo sexual. Evaluar comparati-
vamente los determinismos que la discriminación y la posesión de capitales cultural, social, escolar y
financiero ejercen sobre la “reclusión a la prostitución”. Identificar la significación atribuida al trabajo
sexual en sus trayectorias de vida. 3. Describir carreras identitarias a) de orientación sexual y b) de
género; y localizar en esta descripción hitos, etapas y procesos de significación. Relacionar las tres
carreras identitarias en cuestión (laboral, de género y de orientación sexual) determinando sus cruces
e interrelaciones y, consecuentemente, las trayectorias tipo que “entretejen”. 4. Construir tipologías
de trayectorias biográficas en base a los hitos y etapas identificados, y a los procesos vinculados.
Reconocer y tipificar peripecias en la escolaridad y en el trabajo que dirijan la identidad sexual o de gé-
nero. Describir cómo la orientación sexual incidió en las historias de vida, o provocó negociaciones,
reconocimientos, generación de competencias de interacción específicas o conflictos. 5. Identificar
factores que discontinúan la carrera laboral sobre los que se podría incidir al orientar políticas de
integración. Generar y organizar tipologías con sus concepciones del trabajo y la prostitución. Loca-
lizar cuáles trayectorias exitosas de TTTs (travestis, transgéneros y transexuales), tanto en trabajo
sexual como en trabajo no sexual (destacando estas últimas) aparecen y cómo son caracterizadas.
6. Construir un marco muestral para facilitar el trabajo en futuras investigaciones.
56 Carlos Muñoz - Sebastián Aguiar - Lorena Dagnone - Gustavo Robaina
Reclusión a la prostitución
De acuerdo al censo sobre trabajadores sexuales realizado por ATRU (Asocia-
ción de Travestis del Uruguay) se contaban en 2006 en Montevideo 1049 travestis
trabajando en la calle. Denominamos “reclusión a la prostitución” al postulado de que
la prostitución es el lugar asignado por la sociedad a las trans. Aunque no todas las
trabajadoras sexuales trans visualizan su ocupación actual como una restricción a sus
potencialidades y a su participación social plena, lo cierto es que la disconformidad con
esta forma de empleo es harto tematizada.
Como señala C. Muñoz (1996: 121), esta asociación entre travestismo y prosti-
tución, como cualquier otro estigma, funciona “circularmente”, es “constitutivo de su
propio contexto”; la prostitución es el lugar que la sociedad asigna a las trans. A modo
de ejemplo impresionista, adjuntamos como introducción el siguiente texto de más de
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 57
1. Carreras y trayectorias
La noción de “carrera identitaria” ha sido desarrollada principalmente por E. Goff-
man (1959), en su trabajo “Internados”, donde describe la carrera moral del paciente
mental y por H. Becker (1963), con su análisis de las carreras desviadas, en particular
del músico de jazz y del fumador de marihuana. Ambos autores habilitan el uso en
contextos más amplios, como el estudio de “trayectorias típicas”, identificando hitos o
sucesos claves compartidos por los miembros típicos. Es una estrategia muy utilizada
en los abordajes culturalistas, de alto poder descriptivo, pero que suscita algunas críti-
cas. En grandes rasgos, se les cuestiona una cierta “homogeinización reduccionista”.
Puede coincidirse con M. Foucault en su concepción de la historia (1978) o con P. Bou-
rdieu (1993) su postulado de la ilusión biográfica, en la impertinencia de los estudios
que plantean secuencias como naturales, continuas y encadenadas. Ambos postulan
la importancia de concentrarse en las discontinuidades, en los factores de dispersión.
Aunque esa será la estrategia de conceptualización en este proyecto, para entender las
interrupciones es necesario antes acercarse a los procesos aparentes.
Entre las personas trans, la enorme mayoría de las entrevistadas coincide en que
su identidad de género “otra” comienza en la infancia, suele colocarse como una ca-
racterística “de nacimiento”, que se expresa en juegos, en vestirse de niña o actitudes
afeminadas, en una trayectoria gay más o menos asumida. Puede denominarse a este
momento de la carrera identitaria los “primeros vestigios”; entre las excepciones en
este proceso se cuentan algunos casos de asunción tardía de la identidad travesti, que
tiene lugar en la edad “adulta”.
“‑—yo para ir al baño me ponía los tacos y el vestidito y miraba que no hubiera nadie,
era clac, clac clac clac al baño y después al cuarto. Y ahí era mariconcito nada más, a
travestirme de verdad empecé a los 15”
“—siempre fui de jugar con las nenas, con los varones no”.
“—En mi casa, daba la casualidad de que no había nadie y empecé a revolver el ropero y
empecé a sacar blusas, cosas, zapatos de tacos y cosas y empecé, aquello era un desfile
de modas. ¿Y la segunda vez que te vestiste te acordás? Ay, sinceramente fue al otro día”
(risas).
“—De adolescente me vestía como si fuera gay, trataba de pasar a los dos estímulos”.
“—No, fue muy de a poco. Ya sabía que quería terminar vistiéndome de mujer, pero hice la
transición lenta para que la gente tuviera tiempo de adaptarse. Y solamente lo fui hablando
a medida que la gente quiso hablarlo”.
El momento de asunción identitaria plena es, sin embargo, colocado más ade-
lante, en una etapa que puede denominarse como la de “los comienzos”. En una bús-
queda de discontinuidades, este parece ser el momento central; suele tener lugar en
la adolescencia, pero en ocasiones acontece más tarde. Aquí tienen lugar las primeras
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 59
relaciones sexuales como travestis, la “salida del closet” y, en función del capital social
de las personas, en la mayoría de los casos desvinculaciones educativas, laborales, fa-
miliares, (“quería ser yo/como soy”). En función del proceso, en particular, en la familia,
y de la aceptación que en ella exista, y de las condiciones económicas, también es la
etapa de las primeras prostituciones.
“—Hice hasta sexto nomás, no pude llegar al liceo, si no capaz que tampoco hubiese
llegado a ser travesti…”
“—O sea, de mi parte no tenía ni en mente trabajar en la calle ni nada, salió de otra amiga,
así de chica, y lo hice más por una amiga mujer que vivía en una situación precaria mala
y era el cumpleaños de un año del nene, entonces como no sabía de dónde sacar plata y
justo estaba soltera, el marido la había dejado, ta yo en ese tiempo tenía mis novios, no?
ta y agarré y dije ta, ya que lo hago gratis, para eso empiezo a cobrar”.
“—Como mis padres no sabían nada, no podía llevar plata a mi casa. Iba para el Prado y
ta y tomaba y eso e invitaba a las chiquilinas”
“—Cuando empecé a conocer el ambiente maricón y eso ahí fue que me relajé del todo,
claro”.
“—…porque era lo que yo tenía para sobrevivir en ese momento, ya que mi familia no me
aceptaba de maricón, ta, me largué a eso.”
“—…yo me formaba como Paulina era cuando conocí una chica también del ambiente
que, travestí también que es con la amiga que hace 9, 10 años que estoy y ta que fue con
ella que fue que prácticamente me inicié, ella me dijo: mirá, ponete tal cosa, combiná la
ropa, viste, todo…”.
“—¿Cuando estabas en pareja no trabajabas en la calle? —No, tuve muchas épocas que no
tuve necesidad. Con una sola de mis parejas salía porque ta, era él que no tenía trabajo y
bueno, ta, al que le gusta celeste que le cueste, ¿no? y ta, y tenía que encarar yo el laburo
y salía, pero nunca fue mi gusto. Lo hacía por suma necesidad”.
“—…hay muchos que te ponen sí, tuve un par que sí, que no querían que trabajara, y
bueno ta, si no querés, bueno entonces ponete vos, trabajá vos con tus cosas, con lo que
vos puedas y vemos lo que podemos hacer para que yo no saliera a la calle”.
“—fui travesti durante toda mi vida con mis bajones y mis subidas, de estar bien familiar-
mente. Debido a eso también, en mi vida llevé muchas drogas y alcohol que hoy por hoy
estoy pagando las consecuencias. Tengo cáncer, un tumor en la vejiga que ya tengo 8
operaciones, sobre eso ahora tengo que volverme a operar, ya estoy con sangrado”
“—De HIV tengo varias y por otras enfermedades. Tengo una que era pae de santos y no
tenía HIV, no tenía nada y le trajeron un mono de regalo de no sé dónde ¡y murió por la
enfermedad del mono! (se ríe) A otra amiga la mató uno en una esquina, otra murió por
HIV, yo qué sé…
2. Identidades de género
Shively y De Cecco (1977) descomponen la “identidad sexual” en cuatro com-
ponentes: 1. el sexo biológico (refiriéndose básicamente al sexo cromosómico, po-
dríamos incluir aquí también el sexo anatomo-fisiológico), 2. la identidad de género
(en el sentido psicológico de sentirse hombre o mujer), 3. el rol sexual (adhesión a las
conductas y actitudes creadas culturalmente que son consideradas como apropiadas
para hombres o mujeres: esto fue popularizado por la teoría del género como “rol de
género”) y 4. la orientación sexual (disposición erótica o afectiva hacia personas del
sexo opuesto o del propio).
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 61
“—¿En qué sentido somos todos diferentes? —En todo, todo, en todo. Porque hay hom-
bres y hay hombres. Hombres con mayúscula y hombres con comillas” (risas).
En este sentido es que los gays fueron vistos como trans no asumidos que no
completaron la trayectoria identitaria descrita y que continúan en el closet:
“—Yo sobre las lesbianas no tengo opinión, ya el gay es algo que no tiene asumido, porque
es un hombre con actitudes femeninas nada más, pero sigue vistiéndose de hombre.” ¿Y
dirías que tus clientes son gays? “—La mayor parte sí.” ¿Por qué? “—Porque realmente a
veces tengo que sacar mi parte masculina.” ¿Y en la cama cómo son los hombres para
vos? “—A veces más minas que yo” (risas)”…ya está. La mayoría de mis clientes. No en
el tema pareja, detesto que una pareja sea, hablando así, gay, que le guste también, ha-
blando groseramente, dar y recibir. El tema pareja, hombre, completamente hombre, nada
más. El tema cliente me da igual porque es tema negocio, tema dinero, pero mis clientes
la mayoría son todos unas minas.” ¿Y las mujeres en la cama para vos cómo son? “—No
tengo…digo, he salido con parejas, no te digo que no. Normal, una actitud normal, en el
tema sexo, normal.”
“—hay mucha diversidad de hombres, como hay mucha diversidad de mujeres, aunque no
lo quieran asumir porque no lo conversan, pero es en todos los géneros”.
“—la mayoría hoy por hoy, a veces hacemos más de activo que pasivo.”
“—¿Cómo te definirías? —Nada, totalmente pasivo, femenino femenino. Por que yo mis
parejas que he tenido son todos activos, el hombre hombre.”
para profundizar en una disquisición teórica, aunque sí cabe señalar que reflexionar
sobre este concepto desde la población travesti permite extraer varias implicancias,
ponerla en juego en formas desafiantes y novedosas. Asumiendo, en un abordaje sin-
tético, que la identidad es producto de un interjuego entre la identidad heteroatribuida,
la posicional, y la autoatribuida, no cabe duda de que la identidad atribuida por otros a
las personas trans es muy fuerte y definida; oscila entre la asociación a la prostitución
y al vedetismo, con una importante dosis de desprecio.
“—Lo primero que me preguntan es ‘¿trabajás?’, ‘¿te prostituís?’ Porque no sé, ¿cómo te
voy a decir? Hay una idea como que las personas trans o travestis o gays, el único escape
que tienen tiene que ser la prostitución. Porque la sociedad ha marcado eso.”
En este marco, la principal señal que reciben las chicas trans en cuanto a cómo
son identificadas parte del desprecio. Ya desde la infancia, en los terrenos más básicos
de integración social, como la educación o el trabajo.
“-–los docentes también hacen la diferencia, te tratan como especial, como diferente,
como lo raro, como si estuvieras mal de la cabeza…”
“—En los trabajos (hay discriminación), en los trabajos hay, en los trabajos más que nada”.
“—Y ya los gurises chicos con esa cara perpleja y vos lo mirás y ta”.
Por su parte, la posición en el espacio social que ocupan las travestis opera
fuertemente como un identificador implícito: como se mencionaba en tanto supuesto
al principio del artículo, y podrá ratificarse con la encuesta que se está realizando en
el marco del proyecto, aunque existen algunas excepciones –nuevamente, esas dis-
continuidades que interesan–, conforman un grupo homogéneo que ocupa posiciones
económicas inferiores y medias-bajas; en este marco, y en particular entre quienes
trabajan en la prostitución, sin duda existen relaciones económicas y de estatus entre
ellas, por ejemplo entre vips o quienes trabajan en calle, o entre las que hacen más
dinero y las que ganan menos:
“—…antes por ejemplo el travesti era muy exagerado con pechos muy grandes, con cola
muy grande, con mucho colágeno en la boca, con pómulos grandes alto, ahora ya los
travestis son más bajitos, son menos exagerados, más naturales, pechos más naturales,
la cola tuya, van cambiando los estándares de belleza también.”
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 63
“—Hoy las jóvenes tienen mucho cogote. En mi época, vos mirabas de reojo a una que era
más grande que vos, que tenía años changando, te rompía la cabeza.”
“—Las más jóvenes porque no respetan a las adultas y tendrían que hacerlo.”
“—El tema es que no hay unión tampoco, porque si hubiera unión entre las chicas, un
poco, un granito de arroz, un granito de arroz se hace mucho”
“—¿Te interesa la política en general? —“No. No entiendo un carajo. (risas) Hablo que
parezco una diputada pero no entiendo un carajo”
“—Los travestis le dicen garrotes11 a los gays, pero yo no lo digo porque todos empeza-
mos igual, yo no nací con un par de pechos ni nada ni pintado, todos hacemos lo mismo,
por eso yo no soy de discriminar ni nada”
“—Está bueno en parte, porque pasás desapercibido…la mano sí, si vas de la mano sí,
como los hombres con los hombres, o dos mujeres, ta. Pero no está bueno eso, no está
mal tampoco, porque no tenés que llevar un cartel que diga, soy lesbiana soy gay”
11 El término es derogatorio y su uso más común es para referirse a las trans que asumen el rol pene-
trativo en la relación sexual.
64 Carlos Muñoz - Sebastián Aguiar - Lorena Dagnone - Gustavo Robaina
En este marco la paradoja trans puede ser entendida, como han propuesto los tra-
bajos de la llamada teoría queer, sugiere que la identidad de género trans tiene ciertas
especificidades performativas que la vuelven claramente apta para una deconstrucción
o “implosión” de las posiciones de género: “que el cuerpo de género sea performativo
sugiere que no tiene status ontológico aparte de los actos variados que constituyen su
realidad […] Al imitar al género, el drag implícitamente revela la estructura imitativa del
género en sí mismo, así como su contingencia.” (Butler, 1990: 136-137)
“—Lo que pasa es que bueno, en este mundo…se prostituyen porque no hay otra cosa,
porque en este país, a pesar de que es un país chico, siempre fue discriminador. Es como
que yo veía que, por ejemplo en el interior vos vivís… te discriminan menos capaz que en
la capital, porque a mí me ha pasado. Yo estuve un año buscando trabajo, en todos los
ámbitos, en agencias, en casas, en comercios, en boliches, en todo, y siempre me decían
sí sí… jamás me llamaron. Sólo una, a la última dije bueno, es el último trabajo que busco.
Si no encuentro no busco más. El último fue el que conseguí trabajo”.
Sin duda en alguna medida lo es, pero también aparecen discursos que lo colo-
can como una elección.
“—No, decidí por hacer esto, cumplí la mayoría y me decidí por esto.” Pero en esto estás
por una razón económica ¿verdad? ¿O porque además te gusta? “Veo la facilidad del dine-
ro.” Que no lo verías... “— Haciendo ocho horas.”
“—Y significa todo [para las chicas trans], obviamente, significa su lugar de subsistencia,
su lugar”
entre ser creados y crear, entre derivación pasiva y desempeño activo. Por ejemplo
¿cómo integran con su vida cotidiana la nocturnidad, ese imaginario-otro?
“—para mí son dos mundos que tengo, porque vos de día me ves, por ejemplo ahora ta
me produje así y eso para salir y eso pero de hay días que vos me ves y yo normal ando.
O sea yo en el lugar, cama, tele y comida, nada más y mi madre y comedias y nada más
o ando en la cuadra con los gurises y las chiquilinas y nada más, no te fumo ni nada de
día, no tomo ni nada. Ahora a la noche es otro mundo para mi, o sea a la noche pum, re-
producción, ya a tomar el ómnibus, desde que voy parada al lugar mío de trabajo, cambio
totalmente, ya cambio la forma de ser el carácter todo, ¿entendés?”
“—Hay mucha discriminación, todo el tiempo, mirá (unos jóvenes asomados por las ven-
tanas de auto nos gritan)”.
¿Cómo integran, como reaccionan, a esa inmensa violencia que se les dirige?
En muchos casos con respuestas también violentas. La cultura trans del mundo de la
prostitución callejera se caracteriza por un corrimiento de sus umbrales de violencia,
verbal y física. Así lo muestra la expresión muy usada “pero qué valor, con esa cara”.
“—Los llevo al punto de hacerlos sentir mal igual. —¿Por ejemplo? —eh, yo que sé, llegar
a discriminarlo de otra manera, si es gordo: ‘¿te venís a reír de mí? lo tuyo sí, la obesidad
es una enfermedad. Aparte mañana podés tener un hijo como yo, ¿qué vas a ser? ¿Te vas
a reír todos los días?’”
Tuviste alguna vez algún conflicto, alguna pelea en alguna esquina? “—Sí, sí. Por
el lleva y trae, como todos trans, siempre teje y maneje... porque ¿viste que fulana dijo
esto?, por que ¿viste que fulana salió con tanto? Por que, ¿por que viste que fulana salió
con aquel que quería conmigo? ¿Y le habrá cobrado? Habrá salido gratis? Y siempre, por
uno lleva y trae y siempre hay problemas...”
Me contaron que hay algunas chicas que roban a los clientes, ¿eso pasa, es
común? “—Y…suele suceder, pero a veces también va en las actitudes del hombre, a
veces va en que te hace una acción que te incomoda y vos le explicás, y le decís no,
eso no, y sin embargo ellos insisten, a alguno se le pela algo, desde una billetera a un
celular, o tanto de partirle el parabrisas de un tacazo o sacarle la llave del auto y andate
caminando, hay de todo.” Pero tu decís que es porque te hacen algo previamente...
“—O a veces porque se le pegó, ya está.”
66 Carlos Muñoz - Sebastián Aguiar - Lorena Dagnone - Gustavo Robaina
“—Hay también un código, un manejo de relaciones con la gente del alrededor, con chi-
cos que andan en la vuelta, con vendedores de drogas, con cuida coches, con chicos
que andan drogados también en la vuelta, bueno taxistas (…) es todo un sistema oculto
obviamente…”
También con tácticas “artes del débil”, que implican por ejemplo una “hábil utiliza-
ción del tiempo” (2010:45)
“—Entonces son cinco, diez minutos que estás conversando, diciendo precios, pero a la
vez vas estudiando a la persona que estás sentada en el coche (…) hay personas que te
paran por ejemplo del lado del conductor, esto hago mal en decirte porque es una receta
oculta nuestra, si te parás del lado del conductor es horrible, porque te pueden lastimar
con una navaja…”
“—…hay un submundo ahí porque el tema de pararte en una calle no es que vos te hagas
travesti y vayas y te pares. Siempre hay una dueña de la esquina que te la alquila (…) Es
todo un mundo, ellos alquilan las paradas, alquilan, todas las noches pagan por eso y la
dueña de todo eso no se prostituye porque cobra alquiler…”
“—…las que se paran por ejemplo en cualquier calle son como prostitutitas, las que se
paran en Propios son más populares, las que se paran en Bulevar son un poco más fashion
(…) sos cierto tipo de prostituta si te parás en Propios a si te parás en Bulevar, a si te
parás en Monte Caseros, a si te parás en otra calle cualquiera (…) Y depende de la esquina
que te pares, es el valor que tenés. Hay todo un código ahí adentro. Otro mundo…”
“—No pero si no sabés cuidarlo, si no tenés el tiempo, cuando vos te lo ponés obvio se te
corre sí, pero con los años. Te explico, cuando te colocan (implantes para senos) van te
ponen un elástico, vos tenés que dejarte el elástico por lo menos un mes hasta que esté
firme, después de que afirmo ya no se corre, se empieza a correr como a los 10 años,
como que se vence. Y sutien siempre”. —Y no pensaste ir al médico igual a verte? “—No,
Reclusión a la prostitución: a través de ti… travesti 67
porque si esto te hace mal ya te hace mal de entrada ¿sabias? –Ajá. –Si no si el organismo
no te lo rechaza ya está. – Otra trans que entrevisté, su tía se había puesto y se le había
corrido toda. Para los costados, pero ya hacia muchos años también que lo tenía”
“—No, cada vez que te piden alguna otra cosa. Dar un sencillo es el tema del sexo oral y
el tema de relación, ya cuando va un poquito más, que tenés que hacerle la parte activa
de hombre ahí ya cobrás un poco más, y de a poquito que quieren esto o aquello le seguís
cobrando un poco más, y también va el tema de cuando vienen parejas es mucho más,
porque va el tema de actuar la parte de hombre con la mujer y con el tema del hombre...,
entonces en ese sentido es mucha más plata.”
Conclusiones
Las carreras identitarias de género de las entrevistadas constituyeron una narra-
tiva naturalizada de primeros vestigios, comienzos, salida del closet, consolidación,
salida a la calle y caída o decadencia. Sus identidades de género fueron simultánea-
mente una confirmación ortodoxa del mito del género y su subversión paradójica. La
prostitución es más que algo que hacen y que les asigna la sociedad: es constitutiva de
quiénes son. En este sentido, oscilaron entre la aceptación del estigma y la performan-
ce que lo deconstruye. La palabra “trabajo” en su vocabulario significó “prostitución”
y su performance en un espacio y tiempo que las objetiva les permite convivir en un
espacio violento y peligroso. Pero es también el espacio donde reciben elogios y son
tratadas como mujeres. La interrupción de sus trayectorias laborales y/o de estudios
y la asociación diferencial en el ámbito de la prostitución callejera nos permite plantear
nuevas preguntas y desafíos: ¿Cómo acercarse a la marginalidad extrema sin estigma-
tizarla? (el paralelo bivalente a “obscenizar la pobreza”). ¿Cómo capacitar en compe-
tencias básicas? ¿Cómo ofrecer alternativas tras una larga trayectoria de segregación?
Preguntas éstas que esperamos poder contestar en el informe final de la investigación.
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Consideraciones teóricas y metodológicas
sobre el vínculo entre el consumo
de drogas y delito
Clara Musto1 - Nico Trajtenberg2 - Ana Vigna3
I. Introducción
El vínculo entre drogas y delitos es uno de los temas que más ha llamado la
atención en los últimos tiempos, tanto en los ámbitos de producción de conocimiento
especializado como a nivel de opinión pública y medios de comunicación (Aguiar et al.
2012).
Diversos estudios centrados tanto en adolescentes en conflicto con la ley como
en adultos privados de libertad y detenidos muestran la existencia de una alta corre-
lación entre ambos fenómenos (Gossop et al 2000, Pernanen et al. 2002). Asimismo,
las tasas de prevalencia del uso de drogas en estos grupos son significativamente
mayores que en la población general4,5.
Sin embargo existen enormes dudas acerca de la naturaleza de este vínculo. Aún
es ampliamente debatida en la literatura especializada la existencia de una relación cau-
sal entre el uso de drogas y la comisión de delitos y, en caso de existir, cuál es el papel
lógico que ocupan las múltiples variables en juego, cuál es el sentido de la relación, qué
mecanismos explicativos conectan a ambos fenómenos, o inclusive cuál es la manera
adecuada de estudiar este tipo de vínculos.5
Las respuestas que logremos dar a estas cuestiones son de vital importancia a
la hora de construir políticas públicas efectivas en la prevención y reducción del delito
y del uso problemático de sustancias.
En este sentido, Uruguay enfrenta un panorama complejo. La escasez de estu-
dios en el tema determina un amplio desconocimiento del vínculo entre ambos fenóme-
nos y sus externalidades negativas. A nivel de políticas y discursos públicos no exis-
ten consensos claros, observándose en la actualidad la presencia de dos posiciones
antagónicas. Por un lado, aquellos que con diferentes matices reconocen en la pasta
base la causa principal del delito, y por ende, defienden la aplicación de políticas de
mano dura en la lucha contra las drogas6. Por otro lado, aquellos que sostienen que
es el propio modelo prohibicionista el factor que más refuerza el vínculo entre ambos
fenómenos, al no distinguir entre la diversidad de drogas existentes y sus usos. Este
proceso refuerza el estigma y la exclusión del sistema de salud y otras instituciones a
los consumidores7.
5 Existen pocos estudios que comparen prevalencia del uso de drogas entre privados de libertad y gru-
pos similares en alguna variable de corte. Una de la excepciones es el estudio de la Organización de
Estados Americanos – CICAD 2010a, donde se muestra que la prevalencia del consumo entre jóvenes
en conflicto con la ley es muy similar a la de los adolescentes de calle. Por su parte, según los datos
relevados en la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud, para el grupo de jóvenes de entre 15
y 30 años es significativamente más frecuente haber estado detenido entre quienes han consumido
alguna vez marihuana (31,6% frente a 9,5%), y aún más probable entre quienes probaron alguna vez
otras drogas ilegales (54,1%).
6 Algunos ejemplos ilustrativos de este tipo de posiciones son: el discurso de Pedro Bordaberry, can-
didato a presidente por el Partido Colorado, publicado el 17/10/2009: “No les tengo que decir a
ustedes lo que significa la inseguridad que estamos viviendo. Y nosotros queremos decirles que se
puede mejorar la situación. Se puede, nos arremangamos y trabajamos. Y para hacerlo hay que em-
pezar… ¿saben con qué? Con una sola cosa no más vamos a mejor 30, 40%. ¿Saben haciendo qué?
Corriendo a la pasta base del Uruguay. Declarándole la guerra a la pasta base” (http://www.canal10.
com.uy/noticias/5963-bordaberry-en-rocha-inseguridad-y-pasta-base). O bien, las declaraciones de la
senadora por el Frente Amplio, Lucía Topolansky, al diario la República, donde afirma que “La pasta
base, que entró a Uruguay durante el gobierno de Jorge Battle, y de eso no hay que olvidarse, es
la causa de estos índices delictivos” (http://www.180.com.uy/articulo/26164_La-pasta-base-entro-
durante-el-gobierno-de-Jorge-Batlle).
7 Dentro de esta línea argumentativa podrían colocarse las declaraciones de Julio Calzada, secretario
de la Junta de Drogas, acerca de que “Si ponemos el tema en debate, como es necesario, vamos a
encontrar que la prohibición y la penalización no es la única alternativa. Pero no estamos plantean-
do una propuesta acabada sino debatir sobre otras formas de abordaje del tema y que implican
una regulación” (http://www.infodrogas.gub.uy/index.php?option=com_content&view=article&id=1
96:drogas-uruguay-propone-revisar-prohibicion-y-regular-el-consumo&catid=14:noticias&Itemid=59.).
También acumula hacia esta postura el proyecto de ley de regulación del cannabis para el consumo
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 73
En este marco, el objetivo del presente artículo se limita a realizar una revisión
de la literatura especializada a los efectos de ordenar la discusión sobre este complejo
vínculo. En el primer capítulo se discutirán los distintos tipos de vínculos explicativos
entre drogas y delito y cómo pueden complejizarse si incluimos algunos elementos
centrales como tipo de droga, tipo de delito, tipo de individuos, tipo de consumo, diná-
mica temporal, etc. En el segundo capítulo se analizan algunos desafíos metodológicos
a la hora de evaluar empíricamente el vínculo entre estos fenómenos. Finalmente, se
realizarán unas breves conclusiones.
personal, donde se argumenta que con el mismo “se busca encontrar un equilibrio entre aspectos
tales como la libertad del individuo y la protección de su integridad física, así como entre los usos
y costumbres aceptados socialmente y la no estigmatización de quienes consumen algún tipo de
droga” (Exposición de motivos del proyecto de ley de “Regulación de cannabis para su consumo”, sin
publicar).
74 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
y mantenerse despierto o alerta (Deitch et al. 2000, Hammersley et al. 2003, Brochu
2001, Bennet et al. 2008). En este caso la persona elige conscientemente consumir
como vehículo para poder delinquir. Así, las drogas habilitarían la posibilidad de come-
ter delitos, sin embargo, la decisión de realizar la ofensa sería anterior a la del consumo
(Brochu, 2001)8.
Más allá de la disminución objetiva de los costos del delito que puede representar
el consumo de sustancias dentro de ciertos marcos normativos9, las drogas pueden
alterar también las percepciones acerca de los costos: reducen nuestras inhibiciones
naturales para involucrarnos en ciertas actividades, evitan el sentimiento de culpa, o
distorsionan nuestra capacidad para evaluar los riesgos (Fagan, 1993; Liccardo et al.,
2004).10
Por su parte, la explicación de la necesidad económica (o vínculo económico
– compulsivo) combina dos elementos: necesidad/adicción e instrumentalidad. El con-
sumo de drogas ilegales genera una situación de dependencia y necesidad o adicción
incontrolable11, que implica consumir con elevada frecuencia un producto que solo pue-
de conseguirse en mercados ilegítimos a elevados precios (Brochu, 1999). Cuando los
individuos carecen de medios de financiamiento legítimos se ven empujados a buscar
alternativas ilegítimas para costear su consumo (Parker & Bottomley, 1996; Best et
al., 2001; Keene, 2005). De esta manera, el involucramiento en delitos que generan
ingresos (hurtos, rapiñas, fraudes, etc.) crece cuando aumenta el consumo de drogas.
Los delitos constituyen un mero instrumento para poder seguir financiando crecientes y
más costosos niveles de consumo (Goldstein 1985, Chaiken & Chaiken 1990)12.
8 Algunos autores consideran este mecanismo como justificando la antecedencia causal del delito
sobre el consumo de drogas. Si bien es cierto que el consumo de drogas antecede temporalmente
al delito y que incluso éste podría llegar a no cometerse en caso de que no tuviera lugar el consumo,
la motivación o la decisión de delinquir es anterior al consumo de drogas (Bennet y Holloway 2004).
9 Que se analizarán al momento de presentar la explicación económica.
10 En el caso uruguayo dos estudios utilizan la hipótesis farmacológica. Por un lado, ONUDC - CICAD
(2010a) observa que aproximadamente un 25% de los jóvenes que alguna vez cometieron algún
delito, lo hicieron bajo los efectos del alcohol, y aproximadamente la mitad de ellos declara que no
lo hubiera hecho si no hubiera estado bajo sus efectos. Al mismo tiempo, la mitad de ellos declara
haber cometido el delito bajo los efectos de alguna droga ilegal, y algo menos del 40% declara que
lo no lo hubiera hecho si no hubiera estado bajo sus efectos. Por otro lado, Fraiman y Rossal (2011)
también emplean implícitamente la hipótesis farmacológica cuando exploran algunas incivilidades y
delitos que cometen los jóvenes marginales que viven en la calle producto del abuso de la pasta base
de cocaína.
La hipótesis del uso instrumental se observa en Romar (2011) en una encuesta realizada en insti-
tuciones penitenciarias para mujeres donde cuatro de cada diez de las mujeres que aceptaron ser
encuestadas evaluaba que el consumo de drogas es útil para juntar valor para poder realizar delitos.
11 No obstante, si bien el vínculo compulsivo económico con el delito involucra una dependencia o un
consumo fuera de control, algunos autores destacan que no es necesario que el consumo sea pro-
blemático, y de hecho, como veremos más adelante algunos autores muestran que el abuso en el
consumo puede involucrar descenso del delito.
12 En Uruguay en ONUDC - CICAD (2010a) se explora la hipótesis de necesidad económica observán-
dose que aproximadamente el 40% de los jóvenes infractores encuestados se ha involucrado en
infracciones para comprar o conseguir drogas.
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 75
1997). Sin embargo, los mecanismos causales subyacentes tienden a coincidir con las
teorías económicas y las farmacológicas14.
La explicación sistémica está emparentada con la perspectiva radical que cues-
tiona la existencia de una relación causal entre consumo de drogas y delito en tanto
dicha relación surge como resultado de las políticas de criminalización del consumo
y venta de drogas (Becker 1963, Young 1971). En los países donde el consumo está
criminalizado, la aplicación de la ley construye y/o fortalece la subcultura criminal, al
definir a los usuarios de drogas como delincuentes y aumenta sus vínculos con otros
ofensores, tanto a través del intercambio en el mercado negro como dentro de las
instituciones penitenciarias (Pernanen et al., 2002)15. Adicionalmente, la criminalización
del consumo deja al mercado en manos de bandas delictivas organizadas, aumentando
los costos de las drogas y los incentivos para la comisión de delitos con motivaciones
económicas. Finalmente, buena parte de los delitos asociados a las drogas se limitan
a violaciones a las propias leyes que penalizan la posesión o distribución de pequeñas
cantidades (Pernanen et al., 2002).16
Adicionalmente, Benson et al (1992) muestran cómo la prohibición del tráfico de
drogas determina niveles de inversión en la prevención y represión del intercambio de
sustancias que pueden explicar la comisión de otro tipo de delitos. En particular, por
el lado de la policía, los recursos destinados a los delitos de tráfico implican un costo
de oportunidad de represión de otras ofensas. Por el lado de quienes cometen infrac-
ciones, el incremento de los costos de la comercialización de drogas puede derivar en
un “efecto desplazamiento” de los ofensores hacia otros tipos de delitos económicos
(Benson et al 1992)17.
18 Según algunos estudios, en dos terceras partes de las personas el comportamiento delictivo precede
al consumo de sustancias. Sin embargo, en el tercio restante el consumo de drogas es lo que apare-
ce primero (Deitch et al., 2000).
78 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
destaca por ejemplo que muchos ilícitos son planeados o cometidos en bares, donde
se consume alcohol u otras sustancias. De esta forma, mientras en el modelo de la
causa común el vínculo entre drogas y delito viene dado por una tercera variable expli-
cativa, en el modelo coincidente no existe una relación causal clara entre ninguna de las
variables en juego (Bennet et al., 2008).
20 Ello no quita que los delitos contra la propiedad no puedan involucrar componentes de violencia. Si
bien la motivación para actuar en el modelo económico de Goldstein (1985) es la obtención de dinero
para financiar el consumo, la violencia puede ser el resultado del contexto mismo de comisión del
delito, y viene dado por el nerviosismo del ofensor, la reacción de la víctima, el porte de armas, etc.
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 81
(Makkai et al., 2000; Chaiken y Chaiken, 1990). De hecho, diversos autores destacan
que la marihuana es una sustancia que disminuye el comportamiento violento (Erickson,
2001; Liccardo et al., 2004; Resignato, 2010)21. Por ello, algunos autores cuestionan
incluso la utilidad de distinguir entre drogas legales e ilegales para estudiar el vínculo
con el delito (Perdomo, 2010).
Inclusive, aún cuando distintas sustancias se vinculan a un mismo tipo de ofensa,
el vínculo explicativo podría ser distinto. Así, por ejemplo, cuando la cocaína o sus
derivados se vinculan con los delitos violentos sería a través del modelo sistémico,
mientras que la conexión entre alcohol y violencia vendría dada por razones farmaco-
lógicas (Parker y Auerhahn, 1998; Pernanen et al., 2002; Martin et al., 2004). Dada la
heterogeneidad que caracteriza a ambos tipos de comportamientos algunos autores
destacan la importancia de usar tipologías que vinculen cada tipo de sustancia con
cada tipo de infracción (Chaiken y Chaiken, 1990, McBride y McCoy, 1993; Bennett et
al., 2008).
En tercer lugar, otra forma de profundizar en la heterogeneidad es identificar los
vínculos entre los diferentes niveles de consumo de sustancias con distintos niveles
de involucramiento delictivo. Según Chaiken y Chaiken (1990), son los consumidores
diarios de cocaína y heroína y quienes consumen múltiples tipos de sustancias, quienes
muestran tasas de delito significativamente más altas que el resto de los consumidores
de drogas. Pernanen et al. (2002) muestra diferencias importantes en los niveles de
comisión de delitos entre reclusos que declararon consumir sustancias sin ser de-
pendientes y aquellos que eran adictos. Diversos autores sostienen que los niveles
altos de consumo (diario o regular) se asocian a niveles mayores de comportamiento
delictivo, mientras que los niveles bajos de consumo (esporádico o recreativo) estarían
asociados no sólo a una menor proporción de involucramiento delictivo, sino también a
una frecuencia menor entre quienes sí lo hacen (Chaiken y Chaiken, 1990, Ford, 2005,
Gizzi y Gerkin, 2010). En ese sentido, la dimensión clave para realizar la distinción sería
la tasa a la que las personas se involucran en estos tipos de comportamiento, y no si
se han visto involucrados de modo eventual, ya sea en el delito o en la droga (Wilson,
1990).
En cuarto lugar, la heterogeneidad también puede observarse en el tipo de sus-
tancia utilizada y cómo interactúa con otras características del consumidor. Se plantea
la interrogante de cuánta cantidad de la sustancia debe ser consumida para desen-
cadenar un efecto psicofarmacológico (Pernanen et al., 2002). Y al mismo tiempo,
cómo las características del individuo (sexo, edad, clase social, historial de consumo,
21 Algunos estudios muestran que la marihuana, si bien en el corto plazo tiende a inhibir la violencia, con-
sumida durante largos períodos de tiempo puede alterar el sistema nervioso. Por su parte, mientras
que fumar cocaína puede llevar a la irritabilidad o paranoia, el hecho de que sea consumida en polvo
hace que los efectos se desarrollen de modo mucho más lento (Markowitz, 2005). Otros autores han
hecho foco en las áreas del sistema nervioso que son afectadas por las distintas sustancias. Algunas
de ellas afectan particularmente a aquellas en donde se localiza la impulsividad y agresividad (Brochu,
2001).
82 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
etc.), afectan el impacto del consumo sobre el comportamiento (Pernanen et al., 2002,
Simpson, 2003).
Una quinta fuente de heterogeneidad a tomar en cuenta en el análisis causal refie-
re a la variabilidad temporal. Ni el uso de sustancias, ni el involucramiento en ofensas
son aspectos que se mantengan inalterados a lo largo del tiempo (Best et al., 2001).
Por el contrario, en ambos se observan períodos de abstinencia y eventual abandono
definitivo (Pudney, 2003). El uso de drogas suele presentar mayor persistencia a lo
largo del curso de vida que el involucramiento delictivo, el cual muestra una importante
caída en el pasaje de la adolescencia a la adultez. Por ello el involucramiento continua-
do en el delito actuaría mejor como un predictor de futuro consumo de drogas que a la
inversa (Chaiken y Chaiken 1990).
Un aspecto a analizar consiste en establecer en qué momento de la trayectoria
tiene lugar la relación causal. La mayoría de los autores destaca que el principal efecto
de las drogas sobre el delito ocurre, no en el involucramiento inicial, sino más bien en
la intensificación y prolongación de la trayectoria criminal (Wilson, 1990; Best et al.,
2001; Chaiken y Chaiken, 1990, Pernanen et al., 2002, Simpson, 2003, Martin et al.,
2004). McBride y McCoy explican este fenómeno mediante la idea de que el consumo
de drogas interfiere en el proceso de maduración que lleva a que la mayoría de los
ofensores abandonen el delito en el pasaje de la juventud a la adultez, retrasando el
momento del desistimiento22. Por su parte, es posible que a edades más tempranas
el inicio en el consumo de drogas recreativas favorezca el involucramiento en delitos
menores por la vía de desinhibir o generar mayor coraje para actuar, mientras que para
los ofensores “crónicos” –quienes tienen una mayor propensión a involucrarse en con-
sumo de drogas duras– éstas incidirían en mayores tasas de comportamiento delictivo
(McBride y McCoy, 1993; Bennet y Holloway 2004).
No obstante, otros autores entienden que el consumo de drogas incide tanto en
los inicios al delito como en aquellos que ya presentaban un involucramiento delictivo
(para los cuales las drogas tenderían a intensificarlo) (Goode 1997, Seddon, 2000).
Para remarcar la diferencia entre los dos fenómenos, Hammersley et al (1989) distin-
guen entre la causa “del desarrollo” –que indica o bien que el consumo de sustancias
está asociado al inicio delictivo, o bien que el delito está asociado al inicio en el con-
sumo-, de la causa “de intensificación”, que se da cuando la persona ya se ha iniciado
en ambos fenómenos, pero su continuación hace que terminen reforzándose (Bennett
et al., 2008).
Bennett et al. (2008) retoman el planteo de Faupel y Klockars (1987) al estable-
cer que para algunos usuarios existe una “fase ocasional” en la cual el delito y el uso
de drogas no parecen estar causalmente conectados. Para algunos de los usuarios,
22 Esta asociación daría cuenta de una conexión indirecta entre drogas y delito, a través de los vínculos
sociales. Esto es: el uso de sustancias puede impactar negativamente en el involucramiento de las
personas en las instituciones de control social informal, retrasando el efecto hacia la conformidad que
éstas ejercen en el pasaje hacia la adultez (Ford, 2005).
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 83
durante un período de uso estable, los ingresos provenientes del delito podrían servir
para financiar el hábito. Pero es recién durante la etapa en la que la persona se puede
convertir en un “adicto callejero”, en la cual se podría identificar a las drogas como
causantes reales del comportamiento delictivo. A pesar de esta secuencia posible, los
autores remarcan que la misma no es en absoluto inevitable, y que de ninguna manera
la gente que experimenta con drogas va a convertirse necesariamente en dependiente
de las mismas.
Si bien existe debate respecto al vínculo entre drogas y delito en las etapas de
inicio y persistencia delictiva, el desconcierto es aún mayor en la etapa de abandono
de alguna o de ambas actividades. Se requiere más investigación y el desarrollo de
medidas más precisas (por ejemplo, desaceleración en niveles de consumo) para com-
prender adecuadamente los procesos de desistimiento (Hammersley, 2011). A pesar
de ello, algunos autores entienden que el reducir los niveles de adicción, si bien tiende
a moderar los niveles de criminalidad, no significa necesariamente que resuelva el
problema del involucramiento delictivo (Anglin y Speckart, 1986, en Chaiken y Chaiken,
1990).
en los años 1979 y 1991 para estimar el impacto que tuvo la llegada del crack en el
crimen urbano23.
Un problema que posee este tipo de estudios, independientemente de su carác-
ter transversal o longitudinal, es que si bien logran establecer una asociación estadís-
tica entre las variables, este tipo de datos agregados posee escasa información sobre
el consumo de drogas de los ofensores, lo cual vuelve muy difícil determinar su rol
específico como antecedente causal del delito (Goldstein 1985). Hay un riesgo de fala-
cia ecológica ya que este tipo de análisis asume que la presencia de consumo o venta
de drogas en determinado contexto posee efectos uniformes sobre toda la población
involucrada en el delito y/o la violencia a través de un determinismo farmacológico o
económico (Fagan 1993).
Una alternativa a utilizar son las de encuestas de victimización. No obstante,
constituyen una fuente de información problemática por dos razones. Por un lado, la
población con mayor probabilidad de sufrir victimización y violencia asociada al consu-
mo de drogas son individuos que viven en situación de calle y, por ende, se encuentran
subrepresentados. Por otra parte, las víctimas tienen dificultades para recordar hechos
pasados, ignoran la motivación de los ofensores y difícilmente puedan establecer si
sus victimarios estaban bajo los efectos del consumo de alguna sustancia psicoactiva
y mucho menos de qué tipo (Goldstein 1985).
Una alternativa dentro de los estudios cuantitativos que minimiza los niveles de
subestimación del delito y del consumo de drogas son los estudios de autorreporte
(Hindelang 1979, Thornberry & Krohn 2000). Buena parte de estos estudios son rea-
lizados en forma transversal y obtienen información interrogando retrospectivamente
a los individuos por sus comportamientos y eventos pasados vinculados al delito y al
consumo de drogas. Un ejemplo ilustrativo es el trabajo de Pudney (2003) basado en
la Youth Lifestyle Survey donde se encuestó a jóvenes ingleses estableciéndose que el
inicio en la actividad delictiva precedía al uso de drogas ilegales. Otro estudio represen-
tativo es el de Baron (2003) donde se encuestó a jóvenes canadienses y se demostró
cómo el bajo autocontrol explica el involucramiento delictivo y el consumo de drogas.
No obstante, este tipo de estudios también posee problemas de validez ya que
los encuestados tienen dificultades para recordar su comportamiento pasado y para
comprender adecuadamente las preguntas. Muchas veces existen incentivos para sub-
estimar o exagerar el delito/consumo de drogas (Chaiken y Chaiken 1990). Este tipo de
medidas también resultan problemáticas para probar la precedencia causal o presencia
de efectos interactivos entre ambos fenómenos.
23 Un ejemplo de investigación centrada en bases de datos oficiales agregadas para el caso uruguayo
es el trabajo de Munyo (2012) donde se estima un modelo que predice la variación del delito juvenil
(tomando datos de arrestos policiales) en base a cuatro factores: i) la evolución de los salarios en
relación a las ganancias del crimen; ii) cambios en la normativa del crimen que incluyen la descrimina-
lización del intento de hurto; iii) el incremento en la tasa de fugas de las instituciones de privación de
libertad del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU); iv) la epidemia de pasta base.
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 85
24 Un problema es cómo lograr integrar y ponderar en forma adecuada los resultados de las distintas
investigaciones cuantitativas dadas las enormes diferencias metodológicas de tipo de población,
períodos de tiempo, métodos y técnicas. En parte debido a estas diferencias es que existen tantas
contradicciones entre las distintas sistematizaciones realizadas sobre la naturaleza del vínculo entre
el consumo de drogas y el delito. Algunos autores han planteado que una forma de resolver este
problema es emplear revisiones sistemáticas o meta análisis para cuantificar en forma más precisa
los resultados de las distintas investigaciones (Bennet et al 2008).
86 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
De esta manera, ambos tipos de estudios presentan serios sesgos que obstacu-
lizan un análisis del vínculo entre el consumo de drogas y el delito. Un primer problema
es que sólo se pueden evaluar los aspectos más salientes de ambos fenómenos, ya
que ambos tipos de muestras tienden a excluir sus variantes menos intensas, frecuen-
tes o graves.
Un segundo problema es que los sesgos presentados en ambos tipos de mues-
tras truncan la varianza de las variables independiente y dependiente, limitando las
posibilidades del análisis causal. En el caso de buscar evaluar el impacto del consumo
de drogas (variable independiente) sobre el delito (variable dependiente), las muestras
centradas en ofensores dificultan identificar en qué medida el consumo de drogas pue-
de ser condición causal suficiente en tanto no contamos con casos de no ofensores
donde podría estar presente dicha variable. A lo sumo podemos evaluar su condición
de necesariedad causal. Las muestras centradas en consumidores de drogas, en cam-
bio, truncan la varianza de la variable independiente y por tanto inhabilitan a identificar
en qué medida el consumo de drogas es condición causal necesaria para el involucra-
miento delictivo ya que se carece de casos de no consumidores que podrían estar invo-
lucrados en actividad delictiva. En el mejor de los casos podemos evaluar su condición
de suficiencia causal28.
Un tercer problema refiere al carácter sesgado de ambos tipos de muestras ya
que los estudios tienden a centrarse en un subconjunto de la población objetivo que son
aquellos que han sido captados por la policía, las instituciones penitenciarias o que es-
tán bajo algún tipo de programa de tratamiento. Este subconjunto no es representativo
de las poblaciones y existen múltiples sesgos desconocidos que vuelven extremada-
mente problemático hacer inferencias de los resultados hacia el resto de la población.
Por otro lado, acceder a muestras representativas de estas poblaciones es muy difícil
porque se caracterizan por ser pequeñas y de difícil acceso29.
Un tercer aspecto que dificulta un análisis causal es que ambos tipos de mues-
tras incluyen una elevada proporción de ambos fenómenos, y por ende, se dificulta la
posibilidad de tener un grupo de control que esté completa o al menos relativamente
libre de uno de ellos. De hecho, algunas correlaciones significativas entre consumo
de ciertas drogas (por ejemplo, anfetaminas) y el delito para este tipo de muestras,
28 Si, en cambio, interesa evaluar cómo el delito influye causalmente sobre el consumo de drogas tene-
mos el mismo problema sólo que invirtiendo los términos.
29 Según Hawthorne, este tipo de poblaciones ha obligado a los cientistas sociales a plantearse dos
alternativas insatisfactorias: o bien se elige una muestra estadísticamente válida de la parte más
accesible de la población objetivo utilizando métodos tradicionales de muestreo lográndose una co-
bertura limitada y, por ende, una muestra sesgada y poco representativa; o bien se emplea un
método basado en redes y bola de nieve (que los individuos vayan sucesivamente refiriendo a otros
que conocen) que provee una cobertura más profunda pero inválida desde el punto de vista de la
inferencia estadística. El método Respondent – driven sampling (RDS) ofrece una interesante solución
ya que combina el muestreo de bola de nieve con un modelo matemático que pondera la muestra y
compensa que la muestra haya sido realizada en forma no aleatoria, y así permite lograr la validez
estadística (Heckathorn, 1997, 2002, 2007).
88 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
30 La discusión sobre el tipo de muestras empleadas es relevante para los diseños cuantitativos ya que
tienen por meta central evaluar la presencia o fortaleza de vínculos causales entre ambos fenóme-
nos. No obstante, es importante tomar en cuenta esta discusión sobre los sesgos de las distintas
muestras para los diseños cualitativos ya que también ofrecen elementos para limitar (en términos de
necesidad y suficiencia causal) el alcance de conexiones causales más profundas identificadas en los
relatos de los individuos entrevistados.
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 89
31 Para el caso uruguayo, Munyo (2012) emplea los datos de la Junta Nacional de Drogas (JND 2007,
2010a, 2010b) para destacar tres hechos que justifican la inclusión de la variable epidemia de pasta
base como factor explicativo del incremento del delito juvenil: a) entre 2003 y 2010 las incautaciones
de pasta base aumentaron en una proporción mucho mayor que la incautación de todas las drogas
(6,8 y 1,5 respectivamente); b) 10% de la población juvenil consume pasta base; c) la incidencia de
la pasta base entre los internados ha crecido en un 53%.
32 El estudio cualitativo de Scarlatta et al (2006) hace particular énfasis en la relevancia de medir los
efectos del consumo de la pasta base, su cantidad y su impacto sobre los comportamientos: ‘los
efectos comportamentales y subjetivos inmediatos y mediatos del uso habitual de PBC… la presen-
cia de componentes motores y la tendencia a la actuación irreflexiva, en muchos casos violenta. El
deterioro físico se ubica próximo al inicio del consumo frecuente (2 a 3 meses). Se describen también
eventos pseudoalucinatorios. Asimismo los efectos aparecen como progresivos y vinculados a la
dosis’.
33 En el caso uruguayo, ONUDC - CIDAC (2010a) se incluyeron medidas que incorporaban no sólo
90 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
la prevalencia de vida, sino el consumo en los últimos 12 meses, y una medida de regularidad o
frecuencia que determinaba si el consumo era diario. Es interesante señalar que esta última medida
se planteaba en forma discutible bajo el título consumo problemático, asumiéndose como términos
intercambiables el consumo problemático y el consumo regular.
34 En concreto, el estudio realizado en Uruguay utilizó cuatro medidas: un test de espirometría para
medir presencia de alcohol en sangre; un cuestionario de autorreporte de consumo de drogas y de
la eventual relación con el delito por el que fue detenido; un test de orina para evaluar consumo de
drogas; y una encuesta al responsable de la detención (ONUDC - CICAD 2010b).
35 No obstante, un estudio comparativo entre Chile y Uruguay donde se contrasta la consistencia de la
medida del uso de drogas obtenida por distintos procedimientos pone en evidencia la existencia de
una variabilidad importante en la subdeclaración del consumo en estos países (CICAD – OEA 2010b).
36 Pernanen et al (2002) evalúan la conexión psicofarmacológica entre droga y delito haciéndole una
pregunta contra fáctica al ofensor (“¿Lo habría hecho si no hubiese estado con marihuana/pasta base
(bazuco)/cocaína/alcohol?”). Este tipo de medidas agregan mayor sofisticación en la evaluación del
vínculo causal entre drogas y delito pero posee un problema de validez importante: exige facultades
cognitivas y memorísticas muy elevadas y dudosamente alcanzables, especialmente si se considera
que muchos de estos ofensores pueden poseer serias limitaciones en dichas capacidades tanto por
las condiciones extremas de vida como el propio consumo de drogas.
En Uruguay se utilizó recientemente el diseño contrafáctico para evaluar empíricamente la hipótesis
farmacológica tanto para las drogas legales como ilegales (ONUDC - CICAD 2010a y 2010b).
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 91
37 Este tipo de medidas han sido cuestionadas, ya que son insensibles a la variación del efecto de las
sustancias entre los individuos dependiendo de factores no medidos como el peso del cuerpo, el
metabolismo y otros procesos neuroendocrinológicos y neuroanatómicos (Fagan 1993).
38 Estos problemas de operacionalización del consumo de droga son similares a los que se presentan en
la operacionalización del delito. Así, los cambios legales o las fuentes de datos (denuncias, procesa-
mientos, tasas de prisionización, etc.) tienen consecuencias importantes en los resultados obtenidos
y en el grado de asociación existente con el consumo de drogas.
39 Adicionalmente autores como Pernanen et al. cuestionan que la correlación sea una definición adecua-
da para hablar de causas del comportamiento humano. En este sentido se plantean utilizar el término
causa para aquellos casos en los cuales las drogas determinan que el individuo cometa crímenes
involuntariamente y no emplearlo para aquellos casos donde el individuo tuvo libertad para elegir.
Más específicamente casos de intoxicación intensa donde efectivamente puede señalarse que la
droga produjo desinhibición y casos donde el consumo de largo plazo genera comportamientos com-
pulsivos producto de la adicción (Pernanen et al. 2002). Por lo tanto, salvo en estos casos de clara
involuntariedad, se vuelve importante recurrir a herramientas cualitativas alternativas que permitan
captar la dimensión no causal en este sentido determinista del vínculo.
92 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
las distintas formas del consumo de drogas y el delito y cómo operan diferencialmente
según las condiciones del contexto social, económico y cultural (Seddon 2000).
Este tipo de argumentos llama a desarrollar estudios centrados en entrevistas
en profundidad, grupos de discusión y etnografías contextualizadas. Un ejemplo repre-
sentativo es Simpson (2003) quien combina entrevistas individuales en profundidad,
grupos foco y observación participante de jóvenes. Este enfoque le permite superar
una mirada triplemente simplista y unilateral del vínculo que: no discrimina entre las dis-
tintas variantes de trayectorias de uso de drogas; no logra mostrar todas las variantes,
cambios e interacciones específicas que hay entre ambos a lo largo del ciclo vital de los
jóvenes; no integra las variantes del vínculo drogas – delito en las distintas condiciones
de los entornos comunitarios de los jóvenes. Otro ejemplo es Curtis (1998) quien, a los
efectos de lograr un análisis más profundo de las condiciones estructurales y comunita-
rias del cambio en la forma de vida de los barrios en proceso de deterioro y su vínculo
con el consumo de drogas y la violencia entre los jóvenes, aplica un trabajo etnográfico
de diez años en dos barrios de Nueva York. Este estudio implicó observación directa y
análisis de los comportamientos a nivel individual y grupal de consumidores de drogas,
miembros de bandas, jóvenes involucrados en el tráfico de drogas y otros actores en
el contexto de la comunidad, tanto en ámbitos privados como públicos. Ello implicó
cientos de horas de observación de usuarios de drogas, sus comportamientos y sus
interacciones entre sí y con sus familias y otros actores de la comunidad. La observa-
ción fue complementada con entrevistas abiertas con usuarios de drogas residentes a
los efectos de profundizar en aspectos demográficos, de origen familiar y crianza, edu-
cación e historia laboral, historia de uso de drogas, redes sociales, forma de acceso a
ingresos, participación en el delito, etc.40.
Los ejemplos anteriormente mencionados no pretenden ver los cambios ocu-
rridos a lo largo del tiempo. No obstante, los estudios cualitativos dinámicos también
admiten incorporar la dimensión temporal.
El problema central de los abordajes cualitativos es que impide realizar proyec-
ciones generalizables desde las muestras de individuos estudiadas a las poblaciones
objetivo. Adicionalmente, si bien los estudios cualitativos permiten explorar más pro-
fundamente algunos factores y procesos causales claves y, por ende, mejorar la vali-
dez de las medidas, hay un debilitamiento tanto de la confiabilidad en términos de su
consistencia y replicabilidad (Hagan 2005) como de la capacidad de plantear dichos
procesos en términos precisos que permitan evaluar el diferencial peso explicativo de
los distintos factores observados. Por otra parte, los estudios cualitativos poseen los
40 Existe en Uruguay un par de estudios que constituyen un ejemplo ilustrativo de diseño de investiga-
ción cualitativa. Por un lado, Fraiman y Rossal (2011) realizan una investigación etnográfica de los
jóvenes en situación de calle en tres barrios montevideanos (Ciudad Vieja, Centro y Cordón) y en
dependencias del INAU basada en observación, entrevistas en profundidad, entrevistas a informantes
calificados (educadores del INAU, policías, vecinos y comerciantes). Por otro lado, Garibotto et al
(2010) diseñó una investigación cualitativa del mercado de la pasta base basado en entrevistas en
profundidad, entrevistas a informantes calificados, análisis documental y análisis de prensa.
Consideraciones teóricas y metodológicas sobre el vínculo entre el consumo… 93
Conclusiones
Parece claro que plantearse un vínculo directo, unidireccional y determinista entre
el consumo de drogas y el delito es escasamente informativo, altamente problemático
y de muy baja utilidad para la conformación de políticas.
Múltiples consideraciones deben ser tenidas en cuenta a la hora de considerar la
dimensión de las teorías o explicaciones. En primer lugar, aún asumiendo la relevancia
causal del consumo de drogas sobre el delito, es clave determinar qué tipo de meca-
nismo explicativo vincula a ambos fenómenos. En segundo lugar, muchas veces la aso-
ciación entre ambos se invierte y es el delito el que favorece el consumo de drogas. En
tercer lugar, debe tenerse presente que diversos estudios plantean el carácter espurio
de este vínculo, ya sea porque ambos fenómenos son productos de una causa común,
o porque ambos carecen de todo vínculo causal aún de tipo indirecto. En cuarto lugar,
aumenta la complejidad si reconocemos el carácter interactivo de la influencia causal
entre el consumo de drogas y el delito. Un quinto aspecto es que en ciertas ocasiones
el consumo de drogas puede ser un factor protector o inhibidor de la actividad delicti-
va. En sexto lugar, discutir el vínculo empleando términos tan genéricos como droga o
delito es altamente problemático, dado que ignora la diversidad y heterogeneidad que
puede ser decisiva en términos causales. Por ello, es importante tomar en cuenta: que
algunas de las teorías son más adecuadas para explicar cierto tipo de delitos; que las
distintas características de las drogas determinan que se vinculen con distintas modali-
dades delictivas y/o a través de procesos causales diferentes; que el tipo de consumo
en términos de frecuencia, intensidad y duración, así como las características físicas y
sociales del consumidor pueden modificar el tipo de vínculo con el delito; y finalmente,
que la naturaleza del vínculo puede ir modificándose a lo largo de la vida de los indivi-
duos, alterando su relación con las distintas etapas de involucramiento delictivo.
Las dudas y controversias acerca de la existencia de un vínculo claro y directo
entre ambos fenómenos están asociadas en parte a la complejidad metodológica exis-
tente en las distintas investigaciones. Dentro de los estudios cuantitativos existen dife-
rencias de diseño que pueden ser decisivas en términos de validez, sesgos y fortaleza
del vínculo a detectar, en particular: el tipo de fuentes de información que emplean (sis-
temas de información oficial, encuestas de victimización y estudios de autorreporte); el
carácter transversal o longitudinal de los estudios; el tipo de muestra utilizada (consu-
midores, ofensores, población general); el tipo de medidas empleadas por las distintas
fuentes de datos (que van desde la cantidad de droga incautada hasta preguntas contra
fácticas a los ofensores, o análisis de orina) y el grado de validez de constructo que
representan. El vínculo entre drogas y delitos también ha sido explorado desde aborda-
jes cualitativos. No obstante, en este tipo de estudios también juegan un rol decisivo el
tipo de muestra empleada y su carácter transversal o longitudinal. Adicionalmente, si
94 Clara Musto - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
bien estas técnicas permiten medir en forma más válida algunas dimensiones comple-
jas y difícilmente observables bajo diseños cuantitativos, así como minimizar algunos
excesos de determinismo presentes en parte de la literatura cuantitativa, igualmente
plantea problemas en términos de confiabilidad y capacidad de generalizar resultados.
A esto debe agregarse la escasez de investigaciones en Uruguay que se dedi-
quen a explorar específicamente este vínculo, directa o indirectamente. Se encontraron
sólo siete trabajos al respecto: dos de ellos utilizan una estrategia cualitativa para estu-
diar a jóvenes en situación de calle y a personas involucradas en el tráfico de drogas.
Los otros cinco estudios se basan en una estrategia cuantitativa, focalizando cuatro
de ellos en la población ofensora y el restante en los jóvenes de entre 15 y 30 años.
Estas investigaciones se realizan en base a encuestas autorreporte y/o datos oficiales.
En definitiva, aún rechazando la perspectiva radical y sus dos supuestos cen-
trales (inexistencia de vínculo entre consumo de drogas y delito; y delito producto de
políticas prohibicionistas estigmatizadoras), tanto la diversidad teórica de los vínculos
entre el consumo de drogas y delito, como la complejidad metodológica de su estudio
llaman a ser particularmente cautos a la hora de plantearse soluciones que asuman un
vínculo excesivamente simple como el sugerido por las políticas prohibicionistas. Al
contrario, la efectividad de las políticas de drogas parece depender de su posibilidad de
hacerse cargo de la complejidad del vínculo entre drogas y delito, diferenciando tipos
de sustancias y tipos de consumos, regulando específicamente cada mercado. Al mis-
mo tiempo, la debilidad del vínculo con el crimen cuestiona la idea de que las políticas
públicas centradas en drogas hagan foco exclusivo en la dimensión de la seguridad. En
este contexto, parece razonable experimentar con políticas regulacionistas parciales y
progresivas de drogas blandas que hagan foco en las conductas menos problemáticas
y más generalizadas.
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Introducción
El presente artículo describe a partir de un ejemplo concreto las potencialidades
y limitaciones de Análisis de Segmentación, conocido como el procedimiento Chaid, el
cual se utiliza habitualmente en los estudios de mercado para segmentar sea clientes
y/o productos.
En los estudios donde se utilizan cuestionarios estructurados, casi siempre se
parte de un conjunto de hipótesis, teorías o un conjunto de conocimiento científico
comprobado previamente. En algunos casos, como en los censos, contrariamente al
devenir científico, este conjunto de hipótesis no se establecen claramente, ya que algu-
nos estadísticos sostienen que los censos tienen la única finalidad de “construir marcos
muestrales potentes” y por ende la “construcción del objeto” es un hecho insignificante.
Cuando los metodólogos o analistas sociales se enfrentan a estas cuestiones, y
con la necesidad de explicar y/o explorar un problema, se comienza a cruzar variables
existentes (independientes), con la finalidad de “encontrar” asociaciones o correlacio-
nes que luego “alimenten” los más diversos análisis multivariados.
La técnica
La técnica de árbol de segmentación, bien puede utilizarse para el estudio de
variables nominales, ordinales y hasta de razón.
El procedimiento en su fase final, crea un modelo de clasificación basado en
“ramas y hojas” en la lógica de árboles, y las hojas o nodos terminales nos ejemplifican
“casos en determinados grupos”, con determinadas características semejantes que
difieren con el resto de los grupos.
A su vez se puede analizar el pronóstico de la variable dependiente (problema)
basado en valores algorítmicos (entre otros) a partir de un conjunto de variables inde-
pendientes (pronosticadoras). Este análisis si bien puede ser confirmatorio, es reco-
mendable que se utilice y evalúe como análisis predictivo.
En sus orígenes, esta técnica se basó en variables cualitativas, pero a comienzos
de la década de los 60, los estudios y modelizaciones se centraron en la profundización
de los estudios que pudieran incluir variables cuantitativas, forzando de esta manera
el desarrollo cuasi matemático de los algoritmos y/o asociaciones. Los desarrollos
recientes y los niveles de medición de las variables utilizadas la mayoría de la veces por
los cientistas sociales, destacan los análisis basados en el estadístico Chi cuadrado,
permitiendo de esta manera la incorporación de variables nominales u ordinales, en
conjunto con variables más potentes. Esto implica, hasta la fecha la reducción de las
variables métricas, a ordinales para su correcta inclusión en los modelos.
El algoritmo denominado Chaid, como sostiene Escobar “….Desarrollada por
Cellard (1967), Bourouche y Tennenhaus (1972), Kass (1980) y Madgison (1989, 1993
3 Se entiende aquí como reincidencia carcelaria el haber sido privado de libertad al menos dos veces
en la vida adulta de la persona al momento del censo.
Estudio sobre la reincidencia de la privación de libertad en el Uruguay 103
La población de estudio
La población objeto de estudio son las personas privadas de libertad de todo el
país y los datos provienen del I Censo de Población Privada de Libertad, que se llevó a
cabo durante los meses de junio a setiembre del año 2010.
El objetivo general fue relevar y explorar los rasgos básicos de la totalidad de la
población carcelaria, conocer las condiciones más generales de la privación de libertad
y determinar las condiciones sociales, culturales y económicas de dicha población.
4 Por más que la variable ordinal sea de tres o más categorías, el procedimiento podrá reagrupar las
categorías en sus dos tramos siempre y cuando las categorías sean acumulables, como por ejemplo
tramos de horas dedicadas a la investigación, de 0 a 10, de 11 a 30, 31 a 40 y 41 y más.
104 Pablo Hein - Ruy Blanco
Guía de trabajo
La variable dependiente, por ende, se construyó a partir del indicador simple que
fue la pregunta “¿Usted es primario?”, y con su contraste “¿Con ésta cuántas veces
estuvo recluido?”. A nivel general, un 48% de los censados manifestó ser primario, por
lo que nuestra variable dependiente asume un valor positivo en el 52% de los casos.
Por otro lado se realizó un estudio detallado de la variable edad y se seleccionó
para el caso a aquellos individuos que cuenten como mínimo con 25 años de edad.
A lo largo de las semanas subsiguientes, se plantearon diferentes hipótesis o
alternativas, que trataban de explicar o “entender” este tipo de situación, desde un
conjunto de variables independientes. Las variables que se listaban en las diferentes
interpretaciones eran de las más diversas “procedencias”, sean éstas estructuradoras
de la conducta, de carácter psicosocial o psíquico. Siguiendo esta línea de trabajo, se
comenzaron a delimitar diferentes conjuntos de factores psicosociales, personales y
por último familiares y de amigos cercanos que se pueden pensar como influyentes en
diferente medida de la reinserción carcelaria. Para esto se pensó en un conjunto de
indicadores dentro de las dimensiones mencionadas que dieran cuenta del fenómeno,
operando de esta manera como variables independientes del modelo aquí propuesto.
Para la dimensión individual, se incluyó sexo, delitos cometidos bajo los efectos
de las drogas, estado civil, si contaba con trabajo al momento de ser privado de liber-
tad y nivel educativo. La dimensión psicosocial incluía las variables violencia familiar,
cuando el recluso era un niño/a, y si recibió castigo físico en la infancia. Por último la
dimensión familiar y de amigos cercanos constó de dos planos y se definió de la si-
guiente manera; el primero de estos planos incluía la constatación de círculos sociales
con antecedentes carcelarios y/o delictivos, internación en hogares del Instituto del
Estudio sobre la reincidencia de la privación de libertad en el Uruguay 105
Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) o similar en su infancia, y el segundo con la com-
posición familiar durante su infancia, el tipo de vivienda donde residía en el momento
de ser privado de libertad y el barrio donde se ubicaba la misma (asentamiento – no
asentamiento).
Para despejar el problema de la superposición de variables independientes en
la explicación se realizó un análisis de answer tree, el cual intenta aportar luces en la
temática.
Respecto al estar bajo los efectos de alcohol o algún otro tipo de drogas al mo-
mento de cometer el delito que lo llevó a la cárcel, se observó que una tercera parte
de las personas privadas de libertad estuvieron bajo los efectos de alguna de esas
sustancias, mientras que el resto indicó no haberlas consumido en esas instancias.
106 Pablo Hein - Ruy Blanco
Estado Civil
Frecuencia Porcentaje
Casado/a 737 18,9
Separado/a 89 2,3
Divorciado/a 302 7,7
Viudo/a 99 2,5
Concubinato o Unión libre 714 18,3
Soltero/a 1.963 50,3
Total 3.904 100
Fuente: Primer Censo de Personas Privadas de Libertad, 2010. Elaboración propia.
Casi siete de cada diez, no lograron superar el ciclo básico de la educación se-
cundaria o la UTU (68%), un 5,6% completó la educación media (liceo o UTU), mientras
que algo más del 3% alcanzó niveles universitarios.
Si bien casi el 60% de los reclusos indicaron no tener familiares o amigos con
antecedentes penales, un significativo 40% sí tiene uno o más en sus círculos más
cercanos.
Estudio sobre la reincidencia de la privación de libertad en el Uruguay 109
Se pudo determinar que algo más de una de cada cinco personas privadas de
libertad, en su infancia o adolescencia estuvieron internadas al menos una vez en un
hogar del INAU, Instituto Nacional del Menor (INAME) o similares.
Como se observa en los dos cuadros anteriores, si bien una gran mayoría vivía en
una casa o apartamento al momento de su detención, una quinta parte de estas vivien-
das están ubicadas en asentamientos irregulares. Por otro lado, no quedó especificado
en este estudio, el tipo de construcción de las viviendas, sus comodidades o servicios
disponibles en las mismas.
El modelo
Como ya se sostuvo, para analizar la reincidencia carcelaria se presenta la si-
guiente tabla en la cual se especifican las variables incluidas, el método final de creci-
miento y los casos mínimos finales en las hojas (nodos terminales).
El método Chaid exhaustivo, fuerza el modelo en las variables ordinales hasta la
fusión continua de pares de valores (categorías) hasta lograr una única dicotomía de
valores. En concreto se limita a la obtención de segmentaciones binarias. (Biggs et. al
1991).
Por otro lado se especificó el corte del modelo en un nivel máximo de tres (pro-
fundidad), a los efectos de lograr la mejor combinación del conjunto de variables inde-
pendientes propuestas y se intentó terminar la segmentación con un número no menor
de 400 casos, para que las conclusiones o posibles vías de explicación conjugaran un
número suficiente de casos.
Estudio sobre la reincidencia de la privación de libertad en el Uruguay 111
Pronosticado
Porcentaje
Observado Primario No primario
correcto
Primario 1426 434 76,7%
No primario 857 1193 58,2%
Porcentaje global 58,4% 42,6% 67,0%
Fuente: Primer Censo de Personas Privadas de Libertad, 2010. Elaboración propia.
Si
Nodo 2
Categoria % N
Primario 21,9 184
No Primario 78,1 656
Total 21,5 840
Sexo
Mujer Hombre
Nodo 5 Nodo 6
Categoria % N Categoria % N
Primario 55,4 36 Primario 19,1 148
No Primario 44,6 29 No Primario 80,9 627
Total 1,7 65 Total 19,8 775
Si No , perdidos
Nodo 12 Nodo 13
Categoria % N Categoria % N
Primario 24,9 107 Primario 11,9 41
No Primario 75,1 323 No Primario 88,1 304
Total 11 430 Total 8,8 345
Para el caso de los nodos terminales de las personas privadas de libertad que sí
tuvieron internaciones en el INAU es importante observar su perfil, y cómo se dibujan
las sucesivas ramas haciendo más fuerte el porcentaje de reincidentes (no primarios)
en el caso de los hombres y aún más importante para el caso de los que no tenían
trabajo, al momento de su detención (75 y 88% respectivamente). En otras palabras,
se observa que el 88% de los hombres que tenían internaciones en el INAU y que no
trabajaban en el momento de ser privados de libertad eran No Primarios, mientras que
el 75% de los hombres que tenían internaciones en el INAU y que trabajaban en el mo-
mento de ser privados de libertad también eran No Primarios.
Personas privadas de libertad que NO tuvieron internaciones en el INAU
Para el caso de las mujeres internadas en el hogar de INAU se pudo determinar
el 44,6% son reincidentes y no parece existir otra variable que dé cuenta del fenómeno,
No
Nodo 1
Categoria % N
Primario 54,6 166
No Primario 45,4 1394
Total 78,5 3070
Trabajaba antes de ingresar al establecimiento
Pablo Hein - Ruy Blanco
Si No
Nodo 3 Nodo 4
Categoria 7,75 N Categoria % N
Primario 60,5 1356 Primario 38,6 320
No Primario 39,5 885 No Primario 61,4 509
Total 57,3 2241 Total 21,2 829
Familiares o amigos con Sexo
antecedentes penales
Menos o igual a 0 0o1 Más de 1 Mujer Hombre
Nodo 7 Nodo 8 Nodo 9 Nodo 10 Nodo 11
Categoria % N Categoria % N Categoria % N Categoria % N Categoria % N
Primario 66,7 973 Primario 51,6 325 Primario 3709 58 Primario 70,8 92 Primario 32,9 228
No Primario 33,3 485 No Primario 48,4 305 No Primario 62,1 95 No Primario 29,2 38 No Primario 67,4 471
Total 37,3 1458 Total 16,1 630 Total 3,9 153 Total 3,3 130 Total 17,9 699
116
Fuente: Primer Censo de Personas Privadas de Libertad, 2010. Elaboración propia.
Estudio sobre la reincidencia de la privación de libertad en el Uruguay 117
En el caso de los nodos terminales que parten de los que no estuvieron interna-
dos en el INAU, podemos observar que contar con un trabajo al momento de la deten-
ción actual es la variable que se asocia en primer lugar con la reincidencia. Luego, para
el caso de los que no trabajan es el sexo y para los que sí contaban con un trabajo es
la pertenencia o el contar con círculos sociales con antecedentes penales lo que ayuda
a predecir la reincidencia.
Otra de las miradas sobre la capacidad que tiene el Answer tree, más allá de la
segmentación, es la construcción de tablas con los nodos terminales. A los efectos
de la presentación, se subdividió la tabla en dos partes. Por un lado están los nodos
terminales de los que sí registran en su niñez episodios de internaciones en hogares
de INAU, que son tres grupos. Por otro, los nodos terminales, con sus grupos caracte-
rísticos, que no tuvieron en su infancia internaciones en INAU o similar, que son cinco
grupos bien definidos.
Esta mirada es sumamente útil para efectuar una descripción y/o simplificación
del análisis, es decir interpretar los grupos terminales.
Más allá de este hecho, es bueno señalar en esta instancia que en el modelo se
han incorporado la gran mayoría de variables independientes que estaban en cierta
discordia en el grupo de trabajo. Este hecho puede ser también objeto de interpretación
ya que el análisis en cuestión se encarga de filtrar las más relevantes y descartar (por
no inclusión) las menos relevantes.
En la primera tabla puede verse que en los tres primeros grupos predominan los
reclusos que tuvieron internaciones en INAU, hombres y que no contaban con un trabajo
estable al momento de delinquir. Seguidos por un mismo grupo pero que sí tenía trabajo
al momento de delinquir.
Nodos de la segmentación
Tabla Nº 1
sino por el contar con un empleo al momento de delinquir. Por otro lado, la tercera seg-
mentación dentro de ésta arrojó tres grandes grupos, bajo la variable círculos sociales
con antecedentes penales.
En cualquiera de dichos grupos terminales, el porcentaje de reclusos reinciden-
tes no sobrepasa el 62%, a diferencia del cuadro anterior donde los guarismos ascien-
den a 88% y 75%.
Nodos de la segmentación
Tabla Nº 2
Breves conclusiones
Esta técnica basada en la dependencia entre variables tiene como objetivo con-
formar grupos a partir de los valores de la variable independiente que a su vez sean
muy distintos en la variable dependiente (Escobar, M. 1998).
En este caso concreto su utilidad (como técnica exploratoria) podrá anteceder a
un diagnóstico más detallado y profundo, en el que no sólo dé cuenta de las variables
en juego a la hora de explicar este fenómeno sino que además anexe la determinación
o relación casual entre las variables.
Una de las grandes ventajas de esta propuesta consistió en despejar rápidamen-
te qué variables independientes eran las que presentaban mayor poder descriptivo de
la reincidencia. Otras de las ventajas fue la posibilidad de descartar variables indepen-
dientes que no necesariamente, bajo los supuestos del modelo, se asocian. Tal es así
Estudio sobre la reincidencia de la privación de libertad en el Uruguay 119
que, ni el estado civil, ni el haber usado algún tipo de droga al momento de cometer el
delito que los llevó a la cárcel, ni el bajo nivel educativo se mostraron aquí como facto-
res influyentes en pronosticar la reincidencia en el ingreso a los centros de reclusión,
siendo que las mismas son en el acervo popular las grandes “determinantes” en estos
casos.
En concreto, muchas de las variables que se habían pensando como estructu-
radoras de los grupos dejaron de tener peso fundamental e incluso relativo, ante las
cuatro que operaron con mayor fuerza para la segmentación. Todo indica, a partir de
este análisis preliminar, que contar con: a. antecedentes de internación en hogares de
menores, b. no tener un trabajo y c. pertenecer a círculos sociales con antecedentes
penales (conocidos con antecedentes), son tres de los elementos-variables, fundamen-
tales para comenzar a explicar-entender este fenómeno.
Por último queremos resaltar y relativizar mediante una cita, los contextos en los
cuales se deben aplicar este tipo de técnicas. Es así, y como sostiene Escobar “…La
utilidad del análisis de segmentación es múltiple. Está especialmente diseñado para
propósitos descriptivos, exploratorios e incluso pronosticadores. Además, con ciertas
cautelas, también puede ser útil para un previo análisis causal de las variables”. (Esco-
bar, M. 1998).
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Cuidados, fecundidad, educación y género
¿Qué cuidado infantil queremos en Uruguay?
Una mirada de género
Karina Batthyány1 - Natalia Genta2 - Valentina Perrotta3
Los resultados presentados en esta publicación forman parte del proyecto “Hacia un
Sistema Nacional de Cuidados: representaciones sociales de la población y propues-
tas para el cuidado de los dependientes”, perteneciente a la convocatoria 2010 de Pro-
yectos de Alto Impacto Social de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación4.
El objetivo general del proyecto fue avanzar en el conocimiento y la comprensión del
cuidado como elemento constitutivo del bienestar social desde una perspectiva de
género y derechos de forma tal de facilitar la implementación de un sistema nacional
de cuidados en Uruguay. Las principales dimensiones abordadas fueron: a. necesi-
dades y demandas de cuidado; b. percepciones sobre el cuidado; c. percepciones so-
bre responsabilidades de cuidado; d. percepciones sobre obligaciones de cuidado; e.
disponibilidad para brindar cuidado; f. valoración del tiempo destinado al cuidado.
Introducción
Uruguay, país que se caracteriza por su fuerte legado histórico en materia de
protección social, tiene hoy al cuidado en el centro de la agenda pública y como tema
insignia en la política pública social. El diseño de un sistema de cuidados en el país se
inserta en el marco de un proceso más amplio de reformas sociales iniciado en 2005
en la que se destacan, entre otras, la reforma del sistema de salud, de la seguridad
social y la reforma tributaria.
Como política social, la construcción de un Sistema de Cuidados tiene un gran
potencial para impactar en: la equidad en la distribución del ingreso; la equidad entre
varones y mujeres; la promoción de procesos de cambio poblacionales (natalidad, en-
vejecimiento), en las familias (división sexual del trabajo, déficit de cuidados) y en el
mercado de trabajo (aumento en la tasa de actividad femenina y condiciones equitativas
en el trabajo).
Marco conceptual
La noción de cuidados se ha vuelto clave para el análisis y la investigación con
perspectiva de género sobre las políticas de protección social. Se trata de un concepto
sobre el que existen varias definiciones y está aún lejos de ser una noción de consen-
so. Los debates académicos sobre su contenido se remontan a los años setenta en
los países anglosajones impulsados por las corrientes feministas en el campo de las
ciencias sociales. Podemos decir, sin pretensión de otorgar una definición exhaustiva,
que el cuidado designa a la acción de ayudar a un niño o a una persona dependiente
en el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana. Engloba, por tanto, hacerse cargo
del cuidado material que implica un “trabajo”, del cuidado económico que implica un
“costo económico”, y del cuidado psicológico que implica un “vínculo afectivo, emotivo,
sentimental”. Puede ser realizado de manera honoraria o benéfica por parientes en el
marco de la familia, o puede ser realizado de manera remunerada en el marco o no de
la familia. La naturaleza de la actividad variará según se realice o no dentro de la familia
y también de acuerdo a si se trata o no de una tarea remunerada (Batthyány, 2005).
El cuidado proporciona tanto subsistencia como bienestar y desarrollo. Abarca
la indispensable provisión cotidiana de bienestar físico, afectivo y emocional a lo largo
¿Qué cuidado infantil queremos en Uruguay? Una mirada de género 125
de todo el ciclo vital de las personas. A ello agregaríamos que comprende la estimu-
lación de los fundamentos cognitivos en la infancia y la búsqueda –en la medida de lo
posible– de la conservación de las capacidades y la autodeterminación en el caso de
las personas frágiles de edad avanzada. La manutención requiere generar y gestionar
bienes, recursos, servicios y actividades que hagan viable la alimentación, velar por
la salud e higiene personal, y experimentar procesos de desarrollo y de aprendizaje
cognitivos y sociales. Al interior de la familia estas tareas involucran simultaneidad de
papeles, roles y responsabilidades, espacios y ciclos que para ser captados requieren
considerar conceptos como los de dirección y gestión, no fácilmente traducibles en
estimaciones de tiempo, intensidad o esfuerzo (Durán, 2003).
La especificidad del trabajo de cuidado es la de estar basado en lo relacional, ya
sea en el marco de la familia o por fuera de ella. En el marco de la familia, su carácter
a la vez obligatorio y desinteresado le otorga una dimensión moral y emocional. No es
solamente una obligación jurídica establecida por ley (obligación de prestar asistencia
o ayuda) o una obligación económica, debido a que involucra también las emociones
que se expresan en el seno familiar al mismo tiempo que contribuye a construirlas y
mantenerlas. Se trata de una tarea esencialmente realizada por mujeres, ya sea que
se mantenga dentro de la familia o que se exteriorice por la forma de prestación de
servicios personales.
El debate en torno al tema de los cuidados se complejizó y se desplazó de la es-
fera estrictamente privada de la familia para pasar a la esfera pública de los estados de
bienestar. Interrogando el rol de la colectividad y de los poderes públicos en las ayudas
a las familias, se reformula el debate en términos de compartir las responsabilidades
de cuidado entre diversas instituciones, el Estado, la familia, el mercado, las organiza-
ciones comunitarias.
Parte importante del problema de brindar bienestar y protección social de calidad
a los miembros de una sociedad radica en una adecuada distribución de esas respon-
sabilidades entre sus distintos miembros. La solución de este problema de distribución
del cuidado ha asumido distintas formas en función del momento histórico, social, cul-
tural y económico. Si bien estos factores han determinado que en la distribución de la
responsabilidad social del cuidado hayan tenido participación distintos actores sociales
como el Estado, el mercado, las familias o formas comunitarias, parte significativa de
esta carga ha recaído y recae en las familias, lo que equivale a decir en la mayoría de
los casos en las mujeres de las familias.
Los cuidados a las personas se han resuelto históricamente en el seno de las
familias, pero las necesidades de cuidado no son las mismas ni tampoco las personas
que pueden prestarlos. Esto tiene consecuencias de género relevantes para la condi-
ción de las mujeres en la sociedad, pues cuando las mujeres de las familias son las
principales proveedoras del bienestar, estas deben o bien excluirse del mercado laboral
o bien enfrentar mayores dificultades que sus pares masculinos para conciliar trabajo
productivo y reproductivo. Los cambios en la fecundidad, los procesos de envejeci-
126 Karina Batthyány - Natalia Genta - Valentina Perrotta
Apartado metodológico
La estrategia de investigación se orientó a conocer las distintas representaciones
de las personas sobre el cuidado y su relación con variables como nivel socioeconó-
mico, edad, nivel educativo, contacto con situaciones de cuidado, convivencia con
población dependiente, entre otras.
Para dar cuenta de estas dimensiones se realizó una encuesta “cara a cara” de
la población uruguaya en base a una muestra representativa estratificada por ingresos
y por región de 800 casos, con un adicional de 200 casos de adultos/as mayores. El
universo de la encuesta fueron varones y mujeres mayores de 18 años, residentes en
conjuntos urbanos mayores a 5.000 habitantes.
Con el objetivo de realizar un análisis específico de los/as adultos/as mayores
y debido a su baja proporción en la población total, se decidió agregar 200 casos a la
muestra representativa de 800 casos, con personas mayores de 70 años.
En los dos últimos bloques se obtuvo información socio demográfica sobre las
personas encuestadas, composición del hogar y sobre el nivel socioeconómico. Para la
¿Qué cuidado infantil queremos en Uruguay? Una mirada de género 129
Cuadro 1. Situación más deseable para el cuidado de niños/as menores de dos años
durante la jornada laboral, por sexo (porcentaje de la población total)
Si usted tuviera un hijo/a menor de dos años, ¿qué situación le parece más deseable para su
atención durante su jornada laboral?
Varones Mujeres Total
Cuidado domiciliario
Que le cuidara todo el tiempo entre usted y su pareja 40 27 33
Que le cuidara principalmente usted 3 14 9
Que le cuidara principalmente su pareja 10 0 5
Que le cuidara entre su pareja, usted y un familiar cercano (dis-
16 21 18
tintas combinaciones de cuidado entre familiares)
Que le cuide una persona contratada y otras opciones con per-
10 10 10
sona contratada.
Subtotal cuidado domiciliario 79 72 75
Cuidado institiucional
Que asistiera a un centro infantil y otras opciones combinadas
19 25 22
con centro infantil (cuidado familiar y en centro infantil)
No sabe/No contesta 2 2 2
Total 100 100 100
Fuente: Encuesta Nacional sobre Representaciones Sociales sobre el cuidado. FCS-Inmujeres-ANII.
Encontramos por otro lado que el 40% de los varones cree que la situación más
deseable para el cuidado de menores de dos años durante la jornada laboral es que el
mismo sea compartido con la pareja, lo que resulta un dato alentador dado que estos
varones parecen reconocer que la responsabilidad del cuidado no es exclusiva de las
130 Karina Batthyány - Natalia Genta - Valentina Perrotta
mujeres. Sin embargo, hallamos una incongruencia en este punto entre lo que los varo-
nes señalan como la situación más deseable para el cuidado infantil y las prácticas que
surgen de las Encuestas de Uso del Tiempo realizadas en el país (Aguirre y Batthyány,
2003 e INE, 2007), que evidencian la mayor participación de las mujeres en estas
tareas y el poco involucramiento masculino en el cuidado infantil.
Siguiendo con la situación más deseable, encontramos que el 10% de los varo-
nes optaría porque el cuidado sea principalmente llevado a cabo por su pareja, lo que
significa que en este núcleo duro de varones se expresa muy claramente la división se-
xual del trabajo, ya que ellos consideran como lo más deseable que durante la jornada
laboral sean las mujeres las que se encarguen del cuidado. Cabe señalar que ninguna
mujer mencionó que lo más deseable es que el cuidado de niños/as pequeños/as sea
llevado a cabo por su pareja, lo cual indica la asociación por parte de las mujeres del
cuidado a la experticia femenina. En este mismo sentido, el 14% de las mujeres optaría
por cuidar ellas principalmente, lo cual es mencionado sólo por el 3% de los varones.
Es importante destacar que una de cada cuatro personas optaría por compartir
el cuidado con un centro infantil durante la jornada laboral. Se trata de una proporción
no despreciable de la población, que habría que considerar a la hora de definir las mo-
dalidades que se le ofrecerán a la población a través del Sistema de Cuidados.
Sobre este punto, cabe señalar que las mujeres se inclinan más que los varones a
compartir el cuidado con centros infantiles (25% vs 19%). Esta mayor inclinación de las
mujeres a compartir el cuidado infantil durante la jornada laboral con centros infantiles
proviene justamente de quienes en la práctica dedican más tiempo al cuidado.
En las hipótesis de investigación, establecíamos que el nivel socioeconómico era
una variable que iba a influir en las representaciones sociales acerca del cuidado. Entre
otras razones, porque aquello que la población afirma como situación más deseable
está influenciado por la experiencia previa de modalidades de cuidado, relacionadas
con las posibilidades de acceso a servicios. Así, encontramos que existen variaciones
en las situaciones más deseables de cuidado infantil según el nivel socioeconómico.
Mientras que 53% de los varones y el 58% de las mujeres de nivel socioeconómico
alto y medio alto optarían porque el cuidado se resuelva en el marco de la pareja y un
familiar cercano, entre los encuestados/as de nivel socioeconómico bajo y medio-bajo
esas cifras aumentan al 76% y 62% para varones y mujeres respectivamente. Notamos
que se registra una variación mucho mayor entre los varones que entre las mujeres, lo
que muestra que las mujeres tienden a mantener posiciones más homogéneas que los
varones con más independencia del nivel socioeconómico.
La incidencia del nivel socioeconómico es más clara en los varones; a menor
nivel socioeconómico mayor es la tendencia a optar por cuidados exclusivamente fa-
miliares. Así, encontramos que un tercio de los varones de nivel alto y medio-alto se
inclina por la modalidad de cuidado institucional. Por el contrario, los varones de nivel
bajo y medio-bajo son quienes presentan las representaciones sociales más familistas
¿Qué cuidado infantil queremos en Uruguay? Una mirada de género 131
¿A qué edad cree usted. que los/as niños/as deben asistir a un centro infantil?
Varones Mujeres Total
Antes del año 6 5 5
Desde el año 15 14 14
Desde los dos años 19 28 24
Desde los tres años 31 28 30
Desde los cuatro años o más 27 24 26
No sabe/No contesta 2 1 1
Total 100 100 100
Fuente: Encuesta Nacional sobre Representaciones de cuidado. FCS-Inmujeres-ANII.
¿A qué edad es conveniente que los niños/as queden bajo el cuidado de otra
persona en el hogar?
Otra de las modalidades frecuentes de cuidado que se dan actualmente en el
marco de las soluciones privadas o brindadas por las familias es el cuidado en el hogar,
provisto por una persona remunerada o no remunerada. En la siguiente tabla observa-
mos la edad en que la población considera adecuado dejar a los hijos/as al cuidado de
otras personas durante la jornada laboral. El 55% de los varones y el 49% de las muje-
res creen que la mejor edad para dejarlos/as al cuidado de otra persona es a partir de
los tres años. El 24% de las personas considera que la edad ideal es antes de los dos
años. Si comparamos estos datos con los analizados sobre la edad ideal para enviar
a los niños y niñas a un centro infantil, observamos que existe una menor disposición
¿Qué cuidado infantil queremos en Uruguay? Una mirada de género 133
a dejar a hijos e hijas al cuidado de otras personas cuando son menores de tres años,
que para enviarlos a un centro infantil. Seguramente esto se deba a la falta de confianza
que suele existir en torno a la contratación de una persona en el hogar que queda sola
con los/as niños/as, mientras que existe mayor confianza en los centros infantiles que
cuentan con mayores controles.
Cuadro 3. Edad en que cree que los niños/as deberían quedar al cuidado de otra
persona durante la jornada laboral, por sexo (porcentaje de la población total)
En los niveles socioeconómicos altos y medios hay una mayor disposición a que
los hijos/as se queden al cuidado de otras personas durante la jornada laboral a edades
más tempranas que en los otros niveles.
Ahora bien, cuando comparamos la población en general con la población per-
teneciente a hogares con presencia de menores de tres años, observamos que existe
una tendencia de esta última a adelantar la edad en que les parece adecuado dejarlos/
as con otra persona en el hogar durante la jornada laboral. Podemos decir entonces
que las personas que tienen experiencia de cuidado de los niños/as menores de tres
años por convivir con éstos/as les parece adecuado dejarlos en el hogar a cargo de
otra persona a edades más tempranas.
¿Cuál es para la población uruguaya el “deber ser” sobre los roles de madres
y padres en el cuidado de sus hijos e hijas?
En el siguiente apartado analizamos las opiniones de la población sobre las obli-
gaciones respecto al cuidado infantil que tienen madres y padres en función de su
“deber ser”.
Encontramos que para más de la mitad de la población las madres están obliga-
das a cuidar personalmente de hijos e hijas menores de un año, mientras que sólo una
tercera parte cree que los padres tienen la misma obligación.
134 Karina Batthyány - Natalia Genta - Valentina Perrotta
cado laboral. Es relevante remarcar que más de un tercio de los varones no podrían
reducir la jornada laboral para asumir tareas de cuidado infantil. No obstante, resulta
significativo, al menos a nivel discursivo, el porcentaje de varones que declara tener
esta posibilidad, 61,2%.
En el caso de las personas que pertenecen a hogares con presencia de menores
de tres años, como ocurre con la población total, alrededor de un 30% no puede reducir
su jornada laboral para cuidar de su hijo/a menor de tres años.
Encontramos que las mujeres declaran en mayor medida que pueden reducir su
jornada laboral para cuidar a su hijo/a menor de tres años, modificando su situación
en el mercado de trabajo en porcentajes superiores al 70%, independientemente de
su nivel socioeconómico, nivel educativo y categoría de ocupación. Por el contrario,
en el caso de los varones, la posibilidad de reducir la jornada laboral para el cuidado
de su hijo/a menor de tres años, depende en mayor medida de todas las dimensiones
mencionadas anteriormente.
Para afrontar el cuidado infantil, ¿quiénes pueden tomar una licencia sin
goce de sueldo?
Otro aspecto analizado refiere a la posibilidad de tomar una licencia sin goce de
sueldo durante unos meses para cuidar a un/a hijo/a menor de tres años. Encontra-
mos que el 57% de la población tiene esta posibilidad, lo que ocurre con el 61% de las
mujeres y el 54% de los varones. Notamos que las mujeres manifiestan poder tomar
licencia en mayor medida que los varones, tal como sucede en el caso de la posibilidad
de reducir la jornada laboral.
¿Qué cuidado infantil queremos en Uruguay? Una mirada de género 137
Teniendo en cuenta su actual trabajo, en la práctica ¿podría usted tomar una licencia sin
goce de sueldo durante algunos meses para cuidar de un hijo/a menor de tres años?
Población ocupada con presencia de
Población ocupada total
menores de tres años
Varones Mujeres Total Varones Mujeres
Sí 54,0 61,4 57,3 69 54,8
No 41,3 34,1 38,1 28,6 45,2
Ns/Nc 4,7 4,5 4,6 2,4 0,0
Total 100 100 100 100 100
Fuente: Encuesta Nacional sobre Representaciones de cuidado. FCS-Inmujeres-ANII.
Tanto varones como mujeres declaran tener menos posibilidades de tomar li-
cencias sin goce de sueldo que de reducir su jornada laboral para dedicar tiempo al
cuidado infantil. En el caso de los varones, los que plantean que pueden tomar licencia
sin goce de sueldo son 7% menos que los que pueden reducir la jornada. Mientras que
en el caso de las mujeres la distancia es del orden del 13%.
Es de destacar que el 38% de la población manifiesta no poder tomar una licencia
sin goce de sueldo durante algunos meses para cuidar a un/a hijo/a menor de tres
años, lo cual lleva a cuestionarse cómo afrontarían la situación de cuidado infantil luego
de las licencias correspondientes.
nar el empleo. Por el contrario en el caso de los varones se mantienen las cifras, no
existiendo variaciones cuando conviven con niños/as pequeños/as (15% en la pobla-
ción total, 17% con presencia de niños/as menores de un año). Nuevamente parece
importante señalar la necesidad de considerar la opinión “de la experiencia”: aquellas
mujeres enfrentadas a la situación de cuidado de niños/as menores de tres años están
menos dispuestas a abandonar su trabajo que las mujeres de la población en general,
por lo que las políticas de cuidado deberían apuntar a que estas mujeres sostengan la
expectativa de mantener sus empleos al mismo tiempo que garantizan el cuidado de
calidad para sus niños/as.
Cuadro 7. Porcentaje de varones y mujeres según qué acciones tomaría si tuviera hoy
un hijo menor de un año y en su empleo no le permitieran tomarse licencia adicional
(porcentaje de población ocupada)
Principales conclusiones
Una primera constatación es la fuerte presencia del “familismo” en las repre-
sentaciones sociales del cuidado de la población uruguaya. Para la mayor parte de
la población uruguaya la situación más deseable para el cuidado de los/as niños/as
pequeños es la que se brinda en el domicilio, y especialmente a través de los/as miem-
bros de las familias.
En segundo lugar, se constata una relación directa entre el “familismo” y el nivel
socioeconómico. Así, a menor nivel socioeconómico se observa mayor “familismo”.
Esta relación está vinculada a la experiencia vivida con modalidades de cuidado más
cercanas. En el caso de las personas con nivel socioeconómico más alto, la presencia
¿Qué cuidado infantil queremos en Uruguay? Una mirada de género 139
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Brechas de fecundidad:
desear, proyectar y tener hij@s
Verónica Filardo1
Introducción
Durante los meses de febrero a abril de 2011 se realizó la investigación sobre
actitudes y comportamientos reproductivos, en el marco de un Convenio: Organización
Internacional para las Migraciones (OIM) - Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP)
- Facultad de Ciencias Sociales (FCS), del que se desprende este trabajo2. El estudio, de
carácter cualitativo estuvo orientado a “conocer procesos de construcción de significa-
do, tanto en lo relativo a la formación de actitudes como a la interpretación del contexto
en que viven las personas, para tomar la decisión de tener (o tener más) hijos”.
A partir de dicha investigación es posible, con autonomía relativa de los objetivos
planteados en esa instancia, discutir algunos aspectos. En primer lugar, plantearse los
problemas relativos a la medición de la brecha de fecundidad, que es conceptualizada
como una ventana de oportunidades para la intervención estatal, y considerada particu-
larmente para el diseño de políticas que promuevan la tasa de fecundidad, tal como se
verifica para el Parlamento Europeo dado el envejecimiento poblacional que se registra
en ese continente. Sin embargo, creemos que existen problemas de validez de la me-
dida estandarizada de la fecundidad deseada (tomada de encuestas Demographic and
Health Surveys - DHS), que es uno de los parámetros de la brecha de fecundidad, y
que por transitiva, la afectan. Puede discutirse sobre quién, cómo y cuándo realizar las
tomas de datos para medir la fecundidad deseada. Uno de los asuntos centrales remite
a la distinción entre proyecto y deseo. El número de hijos deseados, tiene que ver con
un “ideal” abstracto, mientras que el proyecto hijos es siempre situado, dependiente de
las circunstancias y en general producto de una negociación de la pareja. Difícilmente
se proyecten hijos individualmente (a pesar que la fecundidad deseada se mide en indi-
viduos, generalmente mujeres). Las condiciones de intervención estatal, en consecuen-
cia, estarían dadas en que la “situación” sobre la cual proyectar los hijos, sea en todo
caso más favorable a tenerlos. ¿Cuáles son los factores o las condiciones sobre las
que el Estado tiene capacidad de intervenir si se pretendiera favorecer la fecundidad?
Si las políticas de población y/o familiares, para ser tales, llevan consigo una
orientación y/o una estrategia para incidir en aspectos demográficos (Calvo, 2008),
debe considerarse que aquellas que garanticen el derecho de las parejas a tener el
número de hijos que desean, tampoco es “en abstracto”3. Uruguay tiene tasas de fe-
cundidad muy diferentes si se considera el nivel socioeconómico de la población y ha
desarrollado políticas exitosas en el control de la reproducción en los sectores más vul-
nerables, logrando por ejemplo la disminución de las tasas de embarazo adolescente
(Varela, 2008). No ha sido igualmente eficiente en promover la natalidad en los sectores
más educados de la población. Es por tanto razonable pensar que la orientación incluya
la disminución de la brecha de las tasas de fecundidad entre sectores sociales, de tal
modo de incrementar la natalidad en los más aventajados, manteniendo el control en
los sectores de mayor vulnerabilidad socioeconómica, evitando así la reproducción de
la pobreza.
Aquí se pone el foco en identificar cuáles son las interpretaciones diferenciales de
condición o situación de parte de los sujetos que ocupan diferentes posiciones en la es-
tructura social, en la decisión de tener hijos. En los sectores sociales de mayor capital
educativo (que son quienes presentan las tasas de fecundidad más bajas4), ¿cuáles de
estas condiciones pueden ser objeto de intervención estatal de tal forma de favorecer
la decisión de tener (o tener más) hijos? Para responder esta pregunta se discuten algu-
nas de las políticas pretendidamente universales determinadas por el comportamiento
3 La distinción entre deseo y proyecto es radical. Los deseos se “ajustan” a las condiciones que
viven los sujetos para permitir el proyecto hijos (que tienen dosis de racionalidad y de agencia). En
este sentido, los proyectos parecen ser más restrictivos que los deseos en el caso en particular de
los sectores de población con mayores niveles educativos alcanzados (lo que se traduciría en una
brecha de fecundidad negativa: tienen menos hijos de los que desearían tener “en abstracto”). En los
sectores de menores recursos socioeconómicos y particularmente de menores capitales educativos
se da una situación contraria: se tienen más hijos que los que se desearían en abstracto, lo cual se
traduce en una brecha de fecundidad positiva. (Peri y Pardo, 2008). Sin embargo, sobre ésta ha
sido posible obtener resultados para el Uruguay (Varela, 2008) y se ha controlado impactando a la
baja del embarazo adolescente, por ejemplo. Sin embargo existen voces que discuten este tipo de
medidas (Pereira, 2012), cuestionándose si se consideran los “deseos” de los sujetos sobre el tener
hijos, o si la planificación familiar sobre algunos sectores está determinada por la construcción de los
problemas sociales (embarazo adolescente, o reproducción de la pobreza).
4 De aceptarse la medida, son los sectores que presentan brecha de fecundidad negativa.
Brechas de fecundidad: desear, proyectar y tener hij@s 143
5 En el 2008, el Parlamento Europeo declara de interés desarrollar políticas públicas relativas a apoyar
a las parejas a tener los hijos que desean, frente a “la observación de que la fecundidad actual es
menor que el número ideal de niños o la cantidad de niños que las personas quisieran tener a lo largo
de su vida”. (Philipov et al, 2008:71).
6 Número de hijos que en promedio tendría cada mujer de una cohorte hipotética de mujeres no expues-
ta al riesgo de muerte, desde el inicio al fin del período fértil y que a partir del momento en que se
inicia la reproducción, están expuestas a las “tasas específicas de fecundidad por edad” del momento
de las poblaciones en estudio.
144 Verónica Filardo
7 Para los demógrafos es de interés conocer las intenciones de las personas respecto al tener hijos,
por un lado para poder predecir la fecundidad y por el otro, para en el futuro analizar la realización o
no de esas intenciones. Para el análisis exhaustivo de este aspecto, es necesario disponer de datos
precisos en distintos momentos.
8 En los años 60, la mayoría de los países latinoamericanos (con excepción de Chile, Cuba, Uruguay y
Argentina) tenían TGF entre 6 y 7 hijos por mujer, siendo el promedio para América Latina de 5,9. Sin
embargo, luego de trayectorias diferenciadas de la transición demográfica, dicha tasa varía entre 2.5
y 5 hijos por mujer, para el período 2000-2005 (bajando el promedio a 2,8) (Chakiel; 2004).
Brechas de fecundidad: desear, proyectar y tener hij@s 145
hijos que quieren tener. Sin embargo, actualmente el panorama latinoamericano antici-
pa un progresivo envejecimiento de la población lo que, sumado a la disparidad de los
comportamientos reproductivos en los distintos estratos socioeconómicos, implicará
desafíos en lo que refiere a la creación de estrategias políticas y económicas para sos-
tener una población envejecida. A su vez, se necesita cierta mirada estratégica para
intervenir políticamente sobre estos aspectos, dado que los resultados serán visibles
a largo plazo.
Desde la Conferencia del Cairo sobre Población y Desarrollo (1994) y la de Bei-
jing (1995), se posiciona expresamente en la agenda internacional la perspectiva de
derechos humanos en el abordaje de la Salud Sexual y Reproductiva, las políticas de
población y el reconocimiento y empoderamiento de las mujeres en condición de igual-
dad política, económica, social y cultural. Se reconoce el derecho a la planificación
familiar y el Estado es responsable de garantizar el acceso a los métodos eficaces
para permitirla.
El posicionamiento del tema de la fecundidad desde la perspectiva de los dere-
chos sexuales y derechos reproductivos, corre del centro al problema la alta o baja
fecundidad, para poner en cuestión el objetivo de garantizar a las personas el derecho
a elegir su maternidad / paternidad en el tiempo y cantidad que deseen. Esto implicaría
tanto garantizar el acceso a métodos anticonceptivos para controlar la natalidad, como
proveer de los servicios y condiciones adecuadas para conciliar el tener hijos con el
trabajo, la educación y los proyectos personales de las personas (Varela, C., 2008:32).
Independientemente que se atienda más la problemática de la sobrefecundidad,
hay un reconocimiento de la insatisfacción que se da también en aquellos que no al-
canzan el nivel deseado de fecundidad. Sin embargo (Hakkert; 2004:270) expresa que
la importancia política está depositada en la sobrefecundidad de aquellos sectores
más pobres, y menos en la fecundidad insatisfecha de los sectores más ricos, donde
las brechas son menos significativas y seguramente influenciadas por otros aspectos
vinculados a preferencias individuales.
Bongaarts (2002) por su parte realiza un estudio para los países en vías de desa-
rrollo, ya que se constata que en muchos de ellos la fecundidad decrece. Sostiene que
el curso futuro de la fecundidad depende de forma crucial del nivel de desarrollo que
alcancen los países y particularmente del sistema institucional de planificación familiar
con que cuenten. Dado ello fundamenta que los países en desarrollo no tendrán tasa de
fertilidad (TF) de 2,1 hijos por mujer en el 2025 (United Nations, UN, 20019), dado que
no alcanzarán los niveles de desarrollo humano requeridos y por otra parte, es impro-
bable que cuenten con instituciones capaces de llevar adelante políticas y programas
de implementen políticas de planificación familiar con eficiencia.
9 Según Bongaarts (2002), la proyección más utilizada: United Nations. 2001. World Population Pros-
pects: The 2000 Revision. New York: United Nations Population.
146 Verónica Filardo
Se debe tener en cuenta que uno de los motivos para conocer sobre la insatis-
facción de la fecundidad de las personas, tanto en América Latina y el Caribe como
en Europa, está dado por los crecientes intereses en poder elevar las tasas de fecun-
didad. La baja de la fecundidad, el aumento de la esperanza de vida y el descenso
de la mortalidad, siguen modificando la estructura de edades hacia el envejecimiento
progresivo y sostenido de la población. El principal problema en nuestra región es el
contexto socioeconómico, caracterizado por la incidencia muy importante de la pobre-
za en muchos países con estructuras desiguales. Esto se presenta como un desafío
para los Estados, de generar políticas públicas que permitan el acceso a la seguridad y
protección social a todas las personas, teniendo en cuenta que un peso relativo mayor
de personas de más edad, aumentará los costos de estos servicios. Por otro lado, se
deberán generar las condiciones para que los apoyos familiares y comunitarios favorez-
can estos aspectos (Guzmán, 2004).
III. Se estima que a principios del siglo XX la fecundidad en Uruguay era de 6 hijos
por mujer, disminuyendo a 3 hijos por mujer en el año 1963 y a 2,4 en el año 1996,
en el año 2004 por primera vez decae por debajo del nivel de remplazo. Se encuen-
tran grandes diferencias entre sectores sociales, así como entre lugares de residencia
(Montevideo-interior e interior urbano y rural). (Pellegrino; 2010).
Se ha destacado la importancia del nivel educativo de la mujer como variable
explicativa del comportamiento reproductivo, asociando más años de educación formal
con la postergación de la maternidad y con una baja cantidad de hijos. Se constatan
dos modelos reproductivos, asociados fundamentalmente al nivel educativo, por un
lado altos niveles de fecundidad en las personas de clases más bajas y con menos años
de educación, teniendo gran relevancia el proyecto de la maternidad en la vida de esas
mujeres, y por el otro, postergación y baja de la fecundidad en las clases más altas y
particularmente de mayores niveles educativos, en las que la maternidad se posterga
en parte por la prioridad de otros proyectos relacionados con lo profesional o laboral.
Se debe resaltar que desde el año 1996, con las políticas de salud sexual y reproduc-
tiva, se logra una disminución del embarazo adolescente, dado que se reconoce como
problemática social a incluir en la agenda estatal, buscando el impacto fundamental-
mente sobre las clases bajas. (Varela; 2004).
Filardo (2010) muestra diferentes patrones por sexo, nivel educativo alcanzado y
heredado (clima educativo del hogar de origen) en los calendarios para tener el primer
hijo.
El diseño y la implementación de políticas de población (dentro de las que se ins-
criben aquellas referidas a la brecha de fecundidad), son necesarios y pese a su lentitud
(Calvo; 2008:5) han ingresado de forma creciente a la agenda política del país. Si bien
las políticas públicas en su diversidad y amplitud, pueden influir en las variables demo-
gráficas, esto no indica que se constituyan como políticas de población en tanto no
sean consideradas estratégicamente con estos fines. Por el contrario, la multiplicidad
de políticas suelen afectar contradictoriamente a las distintas variables demográficas.
Brechas de fecundidad: desear, proyectar y tener hij@s 147
Esto abre un desafío dado que implica esfuerzos políticos, económicos, sociales e
incluso académicos no libres de conflictos. La intervención del Estado sobre las varia-
bles demográficas, supone en ocasiones la intervención sobre el ámbito privado, de
las familias, parejas y personas y sus decisiones íntimas, restricciones en este ámbito
podrían atentar contra la libertad de los sujetos (Calvo; 2008).
El Estado ha logrado intervenir en algunos aspectos importantes, en aquellos
sectores donde los problemas demográficos devienen en problemas sociales (Varela;
2004). Este ha sido en Uruguay el caso del embarazo adolescente, problemática so-
bre la que se desplegaron un conjunto de acciones estatales para intervenirla, dada la
emergencia que significaba en tanto reproducción social de la pobreza. Sin embargo,
las metas de las políticas de población, no deberían orientarse a lograr niveles determi-
nados de fecundidad, sino a garantizar la plena ejecución de los derechos individuales,
permitiendo a cada persona elegir la cantidad de hijos que quiere tener y el momento
para hacerlo, sin esto implicar efectos negativos en el resto de los aspectos de su vida
(laboral, educativo, social, etc.). En este mismo sentido, sería conveniente pensar en
lograr estas condiciones para las generaciones futuras, lo que agrega otra dimensión
en la cual también intervendría el Estado como regulador.
La investigación de Peri y Pardo (2008) se orienta a mostrar evidencia de la exis-
tencia de una brecha de fecundidad, dada por la diferencia entre los hijos deseados y
los hijos tenidos, y del sentido contrario que adquiere esta brecha según clase social:
“las mujeres de los sectores medios tienen menos hijos que los deseados, mientras
que las mujeres de los sectores bajos tienen más hijos que su ideal” (Peri y Pardo,
2008:5). No obstante, la hipótesis sobre la doble insatisfacción de fecundidad se com-
prueba de forma parcial, dado que también se observa que la fecundidad deseada es
mayor a la fecundidad en todos los sectores sociales; a pesar de los comportamientos
diferenciados (en el número de hijos tenidos) según el sector social.
Otra cuestión que comienza a tener relevancia desde la perspectiva de dere-
chos, además de la elección de la maternidad y paternidad en el momento y cantidad
deseados, es la de la crianza de los niños. No es conveniente reducir la elección de las
personas sobre el tener o no hijos al control del uso de métodos anticonceptivos, dado
que la fecundidad, desde una perspectiva más amplia, también implica el cuidado y la
dedicación de los padres a sus hijos. Recientemente la crianza empieza a tener lugar
en la agenda social. Reflexionar sobre ello llevará a ampliar la mirada sobre otro tipo
de políticas (Varela, 2007).
Díaz Rossello y Pereira (2008) desarrollan esta perspectiva, aportando la distin-
ción entre fecundidad pre y post natal, entendiendo que el valor de la fecundidad no
sólo debiera medirse por el número de hijos, sino por “el crecimiento transgeneracional
de la calidad de vida”. Garantizar las condiciones óptimas para el cuidado del niño/a
en su desarrollo adquiere relevancia. La hipótesis que manejan estos autores es que
los miedos a no poder enfrentar adecuadamente la post fecundidad (el cuidado de los
niños y su crianza) podrían afectar a la fecundidad.
148 Verónica Filardo
12 En este sentido es que se justifica plenamente la indagación “cualitativa” del formulario DHS (entre-
vistas cognitivas). Es una forma de investigar sobre qué es lo que interpreta el encuestado de la
pregunta realizada, y el “sentido” de su respuesta. Es probable que en el caso de la pregunta sobre
el número ideal de hijos que se formula en el instrumento DHS, se mezclen interpretaciones de deseo
y proyecto, o más específicamente sobre número ideal abstracto, o número ideal concreto; y si esto
ocurre enfrentamos un serio problema de validez de constructo de este indicador.
150 Verónica Filardo
las variaciones que ocurren en las intenciones de la gente, se cuestiona hasta qué
punto las personas pueden sentir un compromiso con el deseo enunciado. También
puede suceder que no sea un tema importante para las personas o al menos no sea
un producto de reflexiones deliberadas. En muchos casos sucede que las mujeres no
desean tener más hijos, sin embargo, aún sin ser planificados se desea tenerlos.
En cuanto a las preguntas sobre el tamaño ideal de las familias, se encuentra
cierta ambigüedad dado que se asocian las respuestas a las expectativas sociales y no
siempre a los deseos individuales, por este motivo se prefieren las preguntas sobre los
nacimientos futuros deseados en las personas. Por otro lado, las personas “racionali-
zan” sus comportamientos efectivos, ajustando sus deseos en relación a lo que tienen.
Esto presenta también discusiones conceptuales: “....es posible que la experiencia de
fecundidad influya en las preferencias del tamaño de la familia de una persona en la
dirección de la fecundidad real, sin que esto sea una respuesta racionalizada; más bien,
esto reflejaría un cambio genuino en la preferencia de una persona como resultado de
haber estado expuesta a un tamaño de familia diferente al que era considerado previa-
mente como el más deseado. Operacionalmente, sin embargo, este efecto es difícil de
distinguir del de la racionalización” (Hakkert apud Knodel y Prachuabmoh; 1973:627).
Hakkert (2004) explica que, de existir la racionalización, puede darse también en
las personas que no alcanzaron su familia ideal y les quedan pocas oportunidades para
hacerlo: pueden bajar sus expectativas13. Por otro lado la diferencia entre la fecundi-
dad deseada y la posteriormente realizada, se puede explicar por otras circunstancias
como el deseo de reemplazar hijos muertos, o de alcanzar cierta composición por
sexo. Las nuevas uniones también tienen efectos sobre la fecundidad, dado que tener
un hijo es una manera de consolidar los nuevos vínculos.
Ahora bien: es necesario notar que la “fertility gap” adquiere notoriedad como
dato en la medida en que puede medirse su existencia. El cuestionamiento de la forma
en que se mide, por tanto sobre si lo que se mide refleja lo que se pretende indicar,
genera una pérdida de legitimidad para construir a partir de ese valor o medida, un
problema social (y sociológico).
La identificación de la disminución de las tasas de natalidad por debajo de los
niveles de reemplazo de la población, y particularmente el hecho de los diferenciales en
la distribución de esta tasa según estratos socio económicos como problema (la fecun-
didad desciende a ritmo mucho mayor en los sectores más aventajados socialmente),
no significa necesariamente que exista una fecundidad deseada insatisfecha (se desean
más hijos de los que se quiere tener) en estos sectores sociales. Probar esto requiere
de indicadores más refinados y con evaluación de su validez.
Se pretende identificar cuáles son las condiciones que, según la evaluación de los
sujetos, “frenan” la decisión de tener un hij@ (más), en aquellos sectores sociales que
manifiestan una brecha de fecundidad negativa, por lo tanto se enfatiza en el contexto
de Educación terciaria (Peri y Pardo, 2008) (Filardo, 2010). En segundo lugar, como el
objetivo es determinar en cuáles de esas condiciones puede el Estado intervenir sobre
esas acciones con el fin que las parejas logren tener los hijos que desean (en este caso
con intención de operar para favorecer la fecundidad, o sea en un sentido de la brecha);
lo que se discute es cómo a la luz del material de campo, las medidas tradicionales que
han sido concebidas para favorecer la natalidad, en este contexto analítico17, pueden
ser evaluadas como elementos desfavorables (incremento de la licencia por materni-
dad, por ejemplo).
Por tanto, uno de los efectos del incremento del capital educativo (si el resto de
las condiciones se mantienen constantes) es la postergación del inicio de la vida repro-
ductiva, y probablemente la disminución de las tasas de fecundidad.
MUJERES VARONES
Fuente: elaboración propia con datos de la Encuesta Nacional de Adolescentes y Jóvenes - ENAJ 2008.
MUJERES VARONES
Fuente: elaboración propia con datos de la Encuesta Nacional de Adolescentes y Jóvenes - ENAJ 2008.
154 Verónica Filardo
“—Y bueno también ahí hay distintos, hay que cumplir… Yo creo que el tema pesa mucho
en nuestra generación el acceso a las maestrías, la posibilidad de acceder a los post títu-
los, acceden hombres y mujeres, o sea, genera que hombres y mujeres pospongan, por
lo menos proyecto de hijos para un poco más adelante; eso te va llevando una cosa a la
otra.”(Varón, de 36 años, con educación terciaria y sin hijos).
“—También pasa, yo en Facultad trabajo, y una de las cosas que ves que causa deserción
siempre son temas relacionados con la familia y con los hijos, en Ciencias Económicas hay
un montón también de mujeres y las tasas de ingreso, es decir los porcentajes de ingreso
y de egreso son diferentes y la causa es que las mujeres que tienen hijos prácticamente
deja su carrera, pasa siempre… entonces se da un poco eso de ir pateando cosas para
recibirme y después tener hijos, que a mí no me tocó pensarlo tampoco… las cosas se
dieron en forma naturalmente… no fue algo que estuvo planificado, pero sí se dieron
cosas como primero terminé Ciencias Económicas, después me casé, y al tiempo tuve
hijos…” (Varón, de 37 años, con educación universitaria, con dos hijas).
“—cuando hablás de tres hijos tenés que ver bien cuál es el plan que querés hacer…
viste que ahora la educación es brava, y si tenés tres hijos la cuota que tenés por mes si
los mandás a colegio privado es un disparate, 20.000 pesos por mes, más la comida, la
ropa… pero creo que dos podríamos tener.” (Varón, de 33 años, con educación terciaria,
con un hijo).
“—A nivel de economía familiar es un miembro más que hay que alimentar, que hay que
educar, que hay que cuidar, y si... obviamente que es un gasto importante. No es menor.
No es menor.” (Mujer, de 40 años, con educación terciaria, con dos hijos).
“—Bueno es importante para mí –en referencia al aspecto económico–. Porque para darle
lo que quiero darle, determinadas comodidades, o cosas especiales si se quiere, si es un
gasto importante, que podría si tuviera otro hijo con los mismos ingresos que tengo hoy
tendría que priorizar cosas y bajar de repente lo que gasto en mis dos hijos lo tendría que
dividir entre tres. El gasto aumenta, a igual ingreso, menos para cada uno. Y puede pasar
que haya cosas que ya mis dos hijos no puedan hacer (…) No. No tendría otro hijo por
todo lo que te dije. Ese otro factor que pesa. Es otra sociedad, otro colegio, otro club,
es otra persona que está acá, a ver yo me voy a trabajar y toda otra adaptación y capaz
que otra casa... porque necesitaría una casa más grande!!! Me cambio de casa no porque
acá no entren, porque todo te aumenta.” (Mujer, de 40 años, con educación terciaria, con
dos hijos).
“—Me pasa que en realidad creo que me importa pila el tema monetario, o sea cuando
era chica muchas actividades no las pude hacer porque éramos tres, entonces todos los
gastos eran triplicados y todo eso, entonces como que ta, no es como antes. Creo que no
sólo a mí me pasa, no es como antes, “vamo a tener hijos, vamo a tener hijos” y nos re-
producimos como conejos porque hay como una venida al mundo más racional, no sé por
mi lado por lo menos, sería así.” (Mujer, de 30 años, con educación terciaria y sin hijos).
“—Lo que creo es que cuando cada uno decide tener un hijo, evaluamos determinadas
cosas como tener los tiempos para dedicarle, para estar con tus hijos, si le podés dar
la educación que le querés dar, si tenés la infraestructura que querés para que se desa-
rrollen como quisieras, si podés tener… decidimos y tuvimos uno, y tuvimos la primera,
y después que tuvimos la primera dijimos bueno… y cuando tuvimos el segundo pasó lo
mismo, estamos en condiciones de tener un apartamento de tres dormitorios, de tener
más espacio, que esto no sea una cuestión que los chiquilines vivan hacinados en una
habitación de dos por dos, podemos tener tiempo para ir para afuera y que los gurises
estén corriendo por el patio, y bueno… si lo tenemos entonces nos metemos al baile,
y tuvimos dos porque nos planteamos esas cosas” (Varón, de 37 años, con educación
universitaria, dos hijas).
18 Enfrentando la teoría de la acción racional Bourdieu propone la noción de sentido práctico. Las
156 Verónica Filardo
“—No es decir bueno voy a esperar a estar mejor para tener un hijo…” (Varón, de 31
años, sin educación terciaria, con una hija).
“—Es que si esperás las condiciones óptimas para tener un hijo no las vas a conseguir en
la vida, porque tener todas las condiciones que se te ocurra, bueno la emocional, porque
no es sólo lo económico, me parece que no es sólo el tema económico lo que se plantea
para tener un hijo, te planteás un millón de cosas más, a nivel personal, de tu pareja o si
buscás las condiciones óptimas es imposible, nunca vas a tener la perfección total para
decir “bueno ahora sí”. (Mujer, de 31 años, sin educación terciaria, con una hija).
“—Igual salís adelante y le das cosas, es todo más dividido, pero dentro de todo igual te
rompés para que tengan todo, y para que tengan estudio y todo, es lo mismo lo que pasa
que ta, si vivís la situación es como que lo sabés, es complicado pero sí” (Mujer, de 30
años, sin educación terciaria, con tres hijos).
“—Era una cuestión de instinto así, en realidad yo, ya te digo; desde el punto de vista
económico no estaba en la mejor situación, yo trabajaba y me mantenía sola así, y el
padre no tenía un trabajo formal estable, entonces eso no fue que ta, vamos a, estamos
bien, vamos a tener un niño, no sé. Ya te digo, a mí, no sé, pintó así el embarazo, yo me
alegré en realidad; algo así estaba como (… ) yo sabía, no sé, ya te digo, capaz que era
el momento, mi momento para tenerlos, pero no habían factores económicos…” (Mujer,
de 37 años, sin educación terciaria, con dos hijos).
La “ecuación” para decidir tener (más) hijos involucra además el equilibrio entre
tiempos de trabajo fuera del hogar, la organización colectiva de los tiempos de cuidado
de los niños y nuevamente, un poner en la balanza cuánto está dispuesto cada uno a
renunciar o disminuir sus proyectos personales en lo relativo a lo laboral, de forma más
evidente en el caso de los más educados.
“—Cuando recién te embarazás del primer hijo no tenés ni idea de lo que te va a llevar, ni
lo que va a cambiar tu vida, ni lo que te va a repercutir en tu desarrollo personal. Imposible.
No tenés ni idea.” (Mujer, de 40 años, con educación terciaria, con dos hijos).
“—Yo ahora tengo tres laburos, ¿por qué?, porque quiero ganar más. Siento que mi hijo
está bien cuidado, atendido, que disfruta los momentos para estar con él y sí, quiero tra-
bajar más, quiero ganar más, quiero estar en una mejor situación profesional. ¿Qué quiere
decir? Que yo logro cierta visibilidad en ciertos entornos en el cual entre elegir entre otro
profesional que hace lo mismo que yo y elegirme a mí, quiero que me elijan a mí, más allá
de lo que gane. Es el éxito, llamémosle. Quiero ser dentro de lo que hago en esta ciudad
que todo el mundo se conoce, que son seis que hacen lo mismo que yo, bueno, quiero ser
la mejor de todas. Y eso lo logro, trabajando y haciéndome conocer. Hay mucho de cómo
es uno y cuál es el motor que lo mueve, si es la maternidad 100 por ciento, o si es la
maternidad y la vida profesional.” (Mujer, de 30 años, con educación terciaria, con un hijo).
prácticas que despliegan los agentes son razonables, aunque no sean ni razonadas ni racionales “hay
una economía de las prácticas, vale decir una razón inmanente a las prácticas que no encuentran
su origen ni en las decisiones de la razón como cálculo consciente ni en los determinismos de
mecanismos exteriores y superiores a los agentes” (Bourdieu, 2007:82).
Brechas de fecundidad: desear, proyectar y tener hij@s 157
“—Creo que sí, que lo económico pesa. Yo hablo desde mi lugar y tampoco vivo en una
burbuja. Creo que lo económico pesa muchísimo, creo que pesa el tema de los estudios
y el multiempleo, que capaz puede llegar a pesar más que la plata en sí, sino que el mul-
tiempleo te hace estar como te decía, tener el día organizado en función de los trabajos.
Creo que incide en determinado tipo de personas, hay gente que no se preocupa por eso
o no es que no se preocupe, pero de repente no lo piensa tanto. Me parece que en el
ambiente que yo me muevo, la gente racionaliza mucho, piensa mucho y bueno, está en
estas vueltas que estoy yo.” (Mujer, de 34 años, con educación terciaria y sin hijos).
Asimismo pesa en la ecuación las redes de apoyo para el cuidado de l@s niñ@s,
en particular la disponibilidad de las “abuelas”. La perspectiva sobre el hecho de tener
hijos que integra aspectos pragmáticos relativos a la crianza. Las redes de apoyo fun-
damentalmente de familiares, son relevantes en varios aspectos: el costo económico
que se evita, una parte más afectiva y de contención con la ayuda de otro, al momento
de encarar el cuidado de un niño. Las redes sociales y familiares implican un gran
sustento para la pareja que tiene hijos, y estas redes tienen una parte emocional que
los servicios comprados en el mercado no llenan19. La ecuación se completa con la
evaluación de los vínculos, los afectos, lo emocional que involucra la decisión20: si la
pareja es adecuada para el proyecto hijos, los deseos de los dos, el momento que vive
la pareja, las etapas a cumplir, las “ganas”. También es una consideración relevante
la edad de los integrantes de la pareja. Sin embargo, la decisión de tener o no un hijo
es producto de una negociación (entre los padres potenciales) tal como lo documenta
extensamente el material de campo. Forma parte de ello, los arreglos familiares (hijos
anteriores de cualquiera de los dos integrantes de la pareja) y circunstancias múltiples,
tales como enfermedades de los hijos ya tenidos, o de alguno de los padres, sexo de
los hijos ya tenidos, y experiencias de interrupción voluntaria de embarazos anteriores.
19 Este punto no se desarrollará en extenso aquí. Se remite para ello a Filardo, Planel, Napiloti, Alonzo
(2011). “Sobre la brecha de fecundidad en Uruguay: ecuaciones para tener hijos”.
20 Tampoco se desarrollarán aquí estos componentes de la ecuación; para ello se remite al documento
anterior.
158 Verónica Filardo
21 Estas últimas no serían políticas de población, aunque puedan tener efectos demográficos (Calvo,
2008), que en este contexto analítico sería sobre la fecundidad.
22 Originalmente en el Programa Infamilla, luego pasan a la órbita de Salud Pública.
23 Puede considerarse en este sentido como una excepción a la reciente legislación vinculada al
acompañamiento en el parto (Ley Nº 17.386).
Brechas de fecundidad: desear, proyectar y tener hij@s 159
exclusivamente para los empleados formales. Aunque los indicadores de empleo pre-
cario e informal muestran una tendencia favorable en la primera década del 2000,
se mantienen grandes sectores (sobre todo mujeres jóvenes) que no acceden a este
derecho por el tipo de empleo/ocupación que tienen. Esto se verifica también entre las
mujeres de nivel educativo terciario: los contratos a término que son muy utilizados en
el Estado, y también por ONGs, agencias del sistema de Naciones Unidas, etc., para
profesionales, consultores, contratados por proyectos, así como los cuentapropistas
y/o freelance, no tienen derecho a licencia maternal. Siendo así, la ausencia de garan-
tías de esos derechos opera como un potencial inhibidor en la decisión de tener hijos.
El material de campo evidencia que el proyecto profesional, académico y econó-
mico adquiere relevancia entre las mujeres universitarias y requiere equilibrios con el
proyecto reproductivo. En este sentido, las licencias por maternidad son valoradas en
muchos casos negativamente, dado que se consideran un “freno” involuntario a la com-
petencia y la carrera que implica el desarrollo laboral (“mientras vos estás de licencia
con tu hijo, te caminan por arriba”; “ellos no se van de licencia cuando tienen hijos”,
“te vas de licencia y perdés el hilo, perdés las relaciones, perdés oportunidades); par-
ticularmente se considera desigual que sólo las mujeres tengan que pagar los costos
de oportunidad por tener hijos, y que los varones sigan con sus proyectos sin efectos
negativos. Esta argumentación considera la inequidad de género y afirmación de roles
tradicionales en reproducción y crianza que se deprende de la legislación laboral. Los
efectos se perciben ante la potencialidad de la maternidad, es decir por el solo hecho
de ser mujer. Se menciona también que la licencia por maternidad tiene efectos en la
afirmación de roles en el proyecto reproductivo. Esto afecta negativamente, en la me-
dida en que la mujer es quien tiene el derecho (y la obligación) y por tanto de quien se
espera que esté fuera de su rol laboral o profesional para el cuidado de los niños en la
primera infancia y no el varón.
En un sentido diferente, y más frecuente en el caso de quienes alcanzan hasta
Educación Media, se visualiza una contradicción entre el discurso planteado desde el
sistema de salud sobre la lactancia y los cuidados en los primeros meses de vida del
niño/a (mínimo seis meses) y la legislación laboral (la licencia maternal es de tres me-
ses aunque por lo general no todo el periodo es posparto).
Una de las cuestiones que se desprende del análisis de los discursos de las
mujeres universitarias es que difícilmente una licencia maternal de mayor duración sea
un estímulo para que decidan tener (más) hijos. Sin embargo, licencias tanto para ma-
dres como para padres, que supongan iguales derechos y obligaciones relativos a los
tiempos de cuidado del niñ@, se argumentan positivamente entre las mujeres de mayor
nivel educativo.
Existen numerosas menciones a factores que determinan el comportamiento re-
productivo de las personas (el proyecto hijos) en estrecha vinculación con políticas
públicas. Notoriamente la vivienda, que es recurrentemente colocada como condición
para proyectar (más) hijos. En segundo lugar la educación, en un doble sentido, tan-
160 Verónica Filardo
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Brechas verticales de género en Uruguay en
la transición desde la Educación Media a la
Educación Superior
Marisa Bucheli1 - Santiago Cardozo2 - Tabaré Fernández3
1. Introducción
La investigación sobre trayectorias educativas en Uruguay coincide en señalar un
persistente patrón de “masculinización del fracaso escolar”, evidenciado en mayores
tasas de repetición de los varones en todos los niveles, en una mayor probabilidad de
abandono y de desafiliación académica previa a la culminación de los ciclos obligato-
rios (primaria y media) y en una sostenida feminización de la matrícula de educación
superior (ES). La reducción de las brechas verticales de género en la ES se verificó
en el país en forma comparativamente temprana. Los años de educación promedio de
varones y mujeres convergieron para las cohortes nacidas alrededor de 1940 (Bucheli,
Miles, & Vigorito, 2000). A partir de entonces, las mujeres comenzaron a superar a los
varones en sus niveles educativos: la participación femenina en la matrícula terciaria
se incrementó desde aproximadamente un 40% en 1960 a más del 50% en la década
de 1980 (Papadópulos & Radakovich, 2006). Actualmente, dos de cada tres matricu-
lados en la universidad son mujeres (Ministerio de Educación y Cultura, MEC, 2010)4.
En general, la incorporación masiva de las mujeres a la educación superior se ha ve-
rificado en forma paralela al incremento de su participación en otros campos como el
mercado de trabajo o la esfera pública y, en general, ha sido interpretada como parte
de los cambios económicos, sociales y culturales que han favorecido procesos de des-
segregación de género (Conger & Long, 2008; Buchman, Di Prete, & Mc Daniel, 2008).
En tanto, las brechas educativas de género en el “eje horizontal”, es decir, res-
pecto al tipo de carreras que siguen mayoritariamente varones y mujeres, han demos-
trado ser sensiblemente más persitentes que las brechas verticales relativas a cuánta
educación alcanzan unos y otras. Las disparidades horizontales han sido señaladas
como uno de los principales factores detrás de las pautas persistentes de segregación
entre ocupaciones y en los ingresos (Mastekaasa & Smeby, 2008)5. La coexistencia
de una progresiva igualación vertical en el acceso y una segmentación horizontal en la
elección de la carrera constituye una pauta común a la mayor parte de los países que
han alcanzado un cierto nivel de desarrollo de sus sistemas educativos.
Recursos familiares
Tanto las perspectivas que se basan en el concepto de logro de status como
aquellas que privilegian los mecanismos de elección racional ubican a los recursos fa-
miliares como uno de los principales determinantes del logro educativo. Sucesivos es-
tudios han probado el fuerte efecto de los orígenes sociales sobre los destinos educa-
cionales, más allá de los proxies utilizados para captar el background familiar (ingreso
de los hogares, niveles de educación o posiciones ocupacionales de los padres, entre
otras). Aun cuando los mecanismos últimos que se activan son objeto de discusión, los
análisis empíricos muestran con contundencia que los hijos de familias más educadas y
con empleos de alta calificación se benefician de un mayor acceso al capital económi-
Brechas verticales de género en Uruguay en la transición desde la Educación Media… 167
co, cultural y social. Para los propósitos de este trabajo en particular, sin embargo, es
necesario ir más allá de estos enunciados generales para considerar específicamente
si estos efectos varían o no entre varones y mujeres. Aun cuando la distribución de
varones y mujeres en las familias no sigue, naturalmente, un patrón de segregación por
género, no hay razón para suponer a priori que los recursos familiares sean distribuidos
en forma igualitaria entre unos y otras. Una hipótesis relativamente extendida en este
sentido es que los cambios socioculturales, especialmente el relajamiento de los este-
reotipos de los roles de género, pueden haber llevado a variaciones en la “inversión”
que los padres realizan en sus hijos e hijas. Buchman, Di Prete & Mc Daniel (2008), por
ejemplo, argumentan que es altamente probable que el flujo de recursos hacia los hijos
de uno y otro sexo se haya equilibrado notablemente en las últimas décadas, especial-
mente en las clases medias y altas. En otras palabras, es posible que las mujeres se
beneficien más de lo que lo hacían en el pasado de los recursos familiares.
Los modelos de rol constituyen un mecanismo específico mediante el cual los
recursos familiares actúan sobre los logros educativos. Al respecto, se ha argumentado
que los modelos de rol pueden seguir en sí mismos un patrón de género, esto es, que
las niñas tienden a reflejarse más en sus madres mientras que los varones más pro-
bablemente tienden a seguir los pasos de sus padres en el proceso de conformación
de sus trayectorias educativas y ocupacionales (Downey, 1997; Rosen & Aneshensel,
1978; Buchman & Di Prete, 2006). Un corolario importante de esta hipótesis es que
los cambios en la estructura de las familias, como la ausencia de la figura paterna en
el hogar, podrían implicar una mayor vulnerabilidad para los varones en comparación
con las mujeres. Esto podría tener importantes consecuencias en nuestro país donde,
por ejemplo, aproximadamente el 20% de la cohorte PISA 2003 vivía en hogares mono-
parentales, generalmente con jefatura femenina. De todos modos, parte de la investi-
gación empírica ha arrojado dudas sobre esta hipótesis particular (van der Lippe & van
Dijk, 2002; Kalmijn, 2003). Paralelamente, algunos investigadores han encontrado que
los varones son, en términos generales, menos permeables que las niñas a las influen-
cias tanto de sus padres como de sus madres (Buchman & Di Prete, 2006; Mastekaasa
& Smeby, 2008; David & Reay, 2003).
6 Es cierto, de todos modos, que las mujeres ya obtenían mejores resultados que los varones antes de
que se comenzara a producir la reversión de las brechas de género en educación, lo que ha llevado
a autores como Buchman & Di Prete (2006) a sugerir que las ventajas de las mujeres en la escuela
sólo han cobrado un rol decisivo en los logros educativos luego de que otros procesos externos de
des-segregación de género comenzaron a operar.
Brechas verticales de género en Uruguay en la transición desde la Educación Media… 169
3. Datos y método
derivados de esta situación están relacionados con la variable género, lo que afecta
las características socioeconómicas y familiares de unos y otras, tal como mostramos
más abajo.
El cuestionario aplicado en 2007 relevó la actividad escolar para cada año entre
2003 y 2007: si se registró matriculación o no, en qué nivel, programa y campo de
estudio, así como el resultado final del curso en cuanto a su culminación. A su vez,
se recogió información acerca del primer empleo, la estructura familiar al 2007 y los
posibles cambios en estas dimensiones durante el período de observación. El resulta-
do es una base de información de carácter longitudinal que nos permite analizar las
transiciones educativas hasta la edad 20, utilizando además información asociada con
características, eventos y percepciones anteriores.
Para los propósitos de este artículo, seleccionamos dos submuestras específi-
cas en función del status educacional de los jóvenes de la cohorte PISA 2003 al año
2007. La primera se restringe a aquellos que habían logrado acceder a la educación
media superior. La segunda, a aquellos que culminaron este nivel. Como se muestra en
la tabla 3.1, los tamaños muestrales (sin ponderar) son, respectivamente, de 1.818 y
1.021. Por problemas de falta de información en alguna de las variables relevantes, los
casos efectivamente utilizados en los modelos son de 1.746 y 997.
3.2. Método
Asumimos que la probabilidad de culminar la EMS, dado que el estudiante acce-
dió al nivel, puede modelarse como:
3.3. Variables
La definición de las variables se presenta en la tabla 3.2. En la tabla 3.3 se com-
paran los valores medios para nuestras dos variables dependientes para las submues-
tras de varones y de mujeres. En la tabla 3.4, finalmente, se comparan los valores
medios de las variables explicativas incluidas en los análisis.
El 51% de los estudiantes que accedieron a la EMS la habían completado al año
2007. Esta proporción es 11 puntos superior entre las mujeres (56% y 45%, respec-
tivamente). Entre los graduados de la EMS, el acceso a la ES se ubica en 81%, sin
diferencias significativas por sexo. Tampoco difiere la proporción de quienes no asisten
a la ES y trabajan ni de quienes no asisten ni trabajan (11% y 7%, respectivamente).
10 Elegimos reportar los efectos marginales medios (average marginal effects). Por ejemplo, para es-
timar el efecto de una variable dummy, primero calculamos la probabilidad media predicha cuando
xi = 1 para todos los individuos de la muestra, evaluando el resto de las variables en sus valores
observados. Posteriormente, realizamos las estimaciones para xi = 0 para toda la muestra, nueva-
mente dejando el resto de las variables en su valor observado. El efecto es la diferencia entre las dos
probabilidades estimadas.
Brechas verticales de género en Uruguay en la transición desde la Educación Media… 173
11 El primero capta qué tan bueno considera el estudiante que es para las matemáticas en tanto el
segundo indica si el estudiante pensaba que las matemáticas le servirían en el futuro para encontrar
un buen trabajo o para proseguir estudios superiores.
174 Marisa Bucheli - Santiago Cardozo - Tabaré Fernández
4. Resultados
En las tablas anexas se presentan los efectos marginales de cada una de las va-
riables para el total de la cohorte y para las submuestras de varones y mujeres. Comen-
tamos aquí los principales aspectos. A nivel agregado, los resultados son compatibles
con la acumulación existente en la materia. La probabilidad de culminar la EMS aumenta
entre estudiantes provenientes de hogares con mayor status ocupacional y que cuentan
con más cantidad de bienes de capital cultural (PC y libros) y entre estudiantes con
mayores expectativas educativas, mejor desempeño académico en las pruebas PISA
y con niveles más altos de confianza en sus propias habilidades. Dos resultados, en
tanto, llaman la atención en este nivel. Primero, el efecto del tipo de ocupación es más
claro cuando se considera el empleo de las madres que el de los padres, lo que parece
apoyar la hipótesis sobre su mayor incidencia en las opciones educativas de los jóve-
nes. Segundo, el máximo nivel educativo alcanzado, tanto si se consideran los padres
como las madres, no tiene efectos significativos sobre los egresos de la EMS cuando
se controla por el resto de las variables.
En cuanto a las diferencias por sexo, nuestros resultados sugieren que las mu-
jeres logran “aprovechar” mejor que los varones tres de las características asociadas
positivamente a la probabilidad de culminar la EMS, en particular: a) el acceso a bienes
culturales como libros y computadoras (en el primer caso, los efectos marginales son
significativos para ambos sexos pero mayores entre las mujeres, mientras que en el se-
gundo sólo son significativos para estas últimas); b) un concepto positivo de sí mismo
en cuanto a las habilidades cognitivas; c) un nivel alto de aspiraciones educativas, tal
como fueron expresadas a los 15 años. Este último resultado aparece como particular-
mente significativo para explicar las brechas de género en la culminación de la EMS. Tal
como se estableció en la sección anterior, en promedio las mujeres reportan aspiracio-
nes de logro académico más altas que los varones. Los resultados de nuestro análisis
indican además que ellas logran “realizar” en los hechos estas expectativas en mayor
medida. El efecto de las aspiraciones sobre las brechas de género es, pues, doble. La
evidencia derivada del seguimiento de la cohorte PISA 2003 muestra, en este sentido,
que el 68% de las alumnas que a los 15 años aspiraban a culminar la EMS había cum-
Brechas verticales de género en Uruguay en la transición desde la Educación Media… 179
plido su objetivo a los 19/20 años. Entre los varones con aspiraciones similares, en
cambio, dicha proporción se ubica en 55%.
Por otra parte, el análisis de los efectos marginales (ver anexo) sugiere una
estructura de efectos algo distinta por sexo, aunque no resulta sencillo desarrollar
interpretaciones claras a partir de los resultados. Nuevamente, la probabilidad de tran-
sitar hacia la ES se asocia con el status ocupacional del hogar de origen. Sin embargo,
mientras que el tipo de ocupación de los padres afecta únicamente el resultado de los
varones, la ocupación de las madres incide sobre las trayectorias de los hijos de ambos
sexos, lo que refuerza la línea de hipótesis antes desarrollada sobre el rol de unos y
otras en la definición de los cursos de acción de los jóvenes.
Como en el modelo anterior, el acceso a una computadora en el hogar tiene efec-
tos positivos sobre la transición a la ES. La estimación de los efectos marginales es
mayor en la submuestra de mujeres, lo que sugeriría un impacto más importante, pero
los intervalos de confianza se superponen. Al contrario, la variable que capta el tiem-
po dedicado a las tareas domiciliarias muestra efectos positivos y significativos sólo
para los varones, aunque en este caso la presencia de muchos “datos perdidos” en la
submuestra de mujeres hace desaconsejable extraer conclusiones fuertes al respecto.
Por último, el desempeño en las pruebas de matemática en PISA, la autoconfian-
za en las propias habilidades cognitivas y el nivel de aspiraciones académicas tempra-
nas tienen impactos sobre las probabilidades de los varones de transitar a la ES, pero
no resultan significativas en el caso de las mujeres.
Brechas verticales de género en Uruguay en la transición desde la Educación Media… 181
Estos primeros resultados podrían estar sugiriendo que la opción por proseguir
estudios superiores, dado que se ha culminado el trayecto previo, podría estar algo
más condicionado por “terceros factores” en el caso de los varones. En particular, su
transición parece estar más asociada a un buen desempeño académico, a mayores ex-
pectativas y a un más alto autoconcepto. Sin embargo, la evidencia no permite todavía
desarrollar hipótesis claras y debidamente articuladas al respecto.
5. Síntesis y discusión
En este artículo nos hemos ocupado de las brechas verticales de género en la
culminación de la educación media y en la transición a la Educación Superior, a partir
de información longitudinal derivada del seguimiento de las trayectorias de la cohorte
de estudiantes uruguayos evaluados por PISA en 2003 entre los 15 y los 19 años.
Antes de abordar la síntesis de los principales hallazgos, es importante recor-
dar una nota de precaución. La cohorte PISA 2003 fue entrevistada en 2007, cuando
promediaban los 20 años de edad. Normativamente, un estudiante que ha progresado
por los distintos ciclos escolares sin contratiempos, debería egresar de la EMS sobre
los 17/18 años por lo que, en teoría, al momento de la encuesta estos jóvenes habían
tenido aproximadamente dos años para incorporarse a la ES. Sin embargo, como se
mostró en las secciones anteriores, una importante proporción de la cohorte continua-
ba asistiendo a la educación media en 2007. Es razonable suponer que sus opciones
educativas, en caso de que hayan logrado culminar la EMS en los años posteriores,
podrían diferir de las estudiadas en el marco de este artículo. Este problema será
abordado directamente una vez completada la segunda encuesta al Panel PISA 2003,
actualmente en curso.
Nuestro análisis muestra que las “ventajas” que se constatan entre las mujeres en
la matriculación en la educación de nivel superior no se producen durante la transición a
ese ciclo sino que se derivan en su totalidad de las diferencias entre varones y mujeres
durante los trayectos anteriores, en particular, en la EMS. A pesar de contar, en prome-
dio, con características familiares e individuales menos favorables, derivadas de una
menor selectividad en el acceso, las alumnas que ingresan a la EMS se gradúan a tasas
mayores que los varones. Este constituye un rasgo esencial de la educación media
en Uruguay que ha sido conceptualizado en términos de “masculinización del fracaso
escolar” en trabajos anteriores (Fernández & Boado, 2010). Sin embargo, verificada la
culminación de la EMS, la probabilidad de proseguir los estudios en la ES no presenta
diferencias por sexo. El resultado agregado de estos dos eventos secuenciados para
nuestra cohorte es que una proporción mayor de mujeres que de varones acceden a
este nivel, pero la identificación del momento en que estas diferencias se producen
resulta sustantiva, tanto en términos conceptuales como para la definición de políticas
que actúen sobre el problema. Es importante hacer notar, de todos modos, que esta
situación podría estar reflejando no sólo diferencias en las tasas de graduación de la
EMS entre hombres y mujeres sino también en sus calendarios. De hecho, la proporción
182 Marisa Bucheli - Santiago Cardozo - Tabaré Fernández
de jóvenes que seguían rezagados en este nivel sobre su 20º aniversario es mayor en-
tre los varones, lo que podría implicar que las brechas en la graduación podrían llegar a
acortarse si observáramos sus trayectorias por un período más largo de tiempo.
El hecho de que el acceso a la ES entre los graduados del ciclo anterior no pre-
sente diferencias entre varones y mujeres sugiere, asimismo, que las brechas de géne-
ro no estarían reflejando elecciones educativas distintas –al menos en relación a cuánto
estudiar– sino que, más bien, deberían entenderse como la consecuencia natural de
la masculinización de la desafiliación y de la repetición de los cursos en la educación
media: una proporción mayor de los varones de la cohorte PISA 2003 no había siquiera
enfrentado la opción de incorporarse a la ES sobre los 20 años dado que a esa edad
no habían podido culminar exitosamente el ciclo anterior.
Los modelos presentados en la sección 4 muestran, por otra parte, que las muje-
res logran aprovechar mejor que los varones algunas de las condiciones que se asocian
con una mayor probabilidad de culminar la EMS. En términos más técnicos, los análisis
indican coeficientes más fuertes para las mujeres. De hecho, cuando estos coeficientes
se aplican a la submuestra de varones, sus niveles de graduación aumentarían en unos
15 puntos porcentuales. Nuestros resultados implican, además, que las ventajas de las
mujeres en cuanto al egreso de la educación media serían aun más pronunciadas de no
mediar una menor selectividad derivada de sus menores niveles de desvinculación en
los ciclos anteriores que se refleja en características socioeconómicas promedio algo
más desventajosas.
El status ocupacional de las madres aparece como el determinante socioeconó-
mico más importante para la culminación de la EMS, especialmente entre las mujeres.
En tanto, no encontramos efectos significativos en relación al nivel educativo, ni en el
caso de los padres ni en el de las madres. La disponibilidad de computadoras en el
hogar, un indicador indirecto del acceso de la familia a recursos educativos, también
muestra efectos mayores sobre las mujeres. Considerados en su conjunto, estos re-
sultados sugieren que el éxito escolar de estas últimas depende más que entre los va-
rones de las características familiares. De una parte, las alumnas parecen beneficiarse
más que los varones de los recursos familiares en los hogares de mayor status ocu-
pacional, especialmente cuando sus madres han alcanzado ellas mismas posiciones
de jerarquía. Sin embargo, por otro lado, la reproducción de las posiciones de origen
en los estratos más bajos también es mayor entre las mujeres. Esta última implicancia
podría explicarse bien en términos de una pauta de segregación por género en el flujo
de los recursos familiares o como una consecuencia de la reproducción de modelos
familiares “tradicionales” en los estratos bajos.
Tal como se preveía, el desempeño académico tal como es captado por los resul-
tados obtenidos en 2003 en las pruebas PISA se asocia positivamente con la culmina-
ción de la EMS, pero no se encontraron en este caso diferencias por sexo. En tanto, los
Brechas verticales de género en Uruguay en la transición desde la Educación Media… 183
efectos del autoconcepto sobre las habilidades cognitivas y de las aspiraciones acadé-
micas son más fuertes entre las mujeres que entre los varones. Una posible explicación
al respecto es que las percepciones de las primeras sobre sus propias capacidades
reflejen una visión más “realista” de sus probabilidades reales de éxito. El hecho, antes
referido, de que los varones frecuentemente sobreestimen sus habilidades científicas y
matemáticas, apoya parcialmente esta hipótesis. Aunque no ha sido mostrado en este
artículo, entre las mujeres uruguayas que participaron en PISA 2003, la relación entre
los puntajes en Matemática y las autovaloraciones sobre sus habilidades es significati-
vamente más fuerte que entre sus compañeros varones. Nuestros resultados sugieren,
además, que las mujeres logran mantener a través de sus trayectorias escolares en la
EMS los planes educacionales que se habían trazado sobre los 15 años. Sin embargo,
encontramos la situación contraria para el caso del ingreso a la ES.
Tal como se desprende del segundo conjunto de análisis sobre la transición a la
ES, no se registran brechas de género en relación al ingreso a la educación post obli-
gatoria una vez que el análisis se limita a aquellos que efectivamente tienen la chance
de tomar esa opción, es decir, a los graduados de la EMS. Más aun, la estructura de
tal decisión, tal como ha sido conceptualizada en este artículo en términos de una elec-
ción entre seguir estudios superiores, trabajar o permanecer desvinculado de ambas
esferas, tampoco sigue una pauta diferenciada por sexo. El punto crítico desde el punto
de vista del análisis de las brechas educativas de género radica en que los niveles de
graduación, que de por sí son extremadamente bajos en el conjunto de los estudiantes,
lo son aun más en el caso de los varones, tal como hemos mostrado antes.
Por otra parte, nuestros resultados sugieren que las variables que operan en
el acceso a la ES no lo hacen con la misma importancia sobre varones y mujeres.
Como preveían las hipótesis de partida, el status ocupacional de los hogares se asocia
positivamente con la transición a la ES, aunque padres y madres parecen ejercer una
influencia distinta sobre sus hijos e hijas. Como se vio, el tipo de ocupación de los
padres ayuda a predecir el resultado de los varones, mientras que la ocupación de las
madres incide sobre los hijos de ambos sexos. Este resultado refuerza la importancia
que adquieren las madres, en comparación con los padres, sobre las decisiones educa-
cionales, al tiempo que deja abiertas preguntas interesantes acerca del rol específico
que juegan los padres en el moldeado de las trayectorias de sus hijos y, especialmente,
de sus hijas. Por último, los análisis sugieren que el desempeño académico, captado
por los resultados en las pruebas PISA 2003, y las disposiciones de carácter más
subjetivo, tales como la autovaloración y las aspiraciones educativas, están relaciona-
das positivamente con las transiciones a la ES de los varones, pero no tienen efectos
significativos sobre las mujeres.
184 Marisa Bucheli - Santiago Cardozo - Tabaré Fernández
6. Anexos
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Desigualdades sociales,
desarrollo territorial y movilidad
Crecimiento socioeconómico y fragmentación
social: estudio de caso de Maldonado
Danilo Veiga1
En tal sentido se han reprocesado los datos departamentales a partir de las En-
cuestas de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE) y, mediante la construcción
de indicadores sociales, se puede analizar la evolución de dimensiones socioeconómicas
básicas de la estructura social y visualizar las tendencias a nivel local en los años recien-
tes. Dichas características, deben interpretarse en función de los procesos socioeco-
nómicos que, a nivel micro regional, vienen ocurriendo en los últimos diez años en el
Uruguay.3
Los diferentes indicadores fueron seleccionados en base a su utilidad demostra-
da para representar a diversos fenómenos sociales y económicos a nivel local, tal como
surge de investigaciones anteriores (Veiga 1991 y Veiga y Rivoir 2004), así como de
organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarro-
1 Profesor Titular de Sociología Urbana y Regional (FCS - UdelaR). Miembro de CLACSO, Red Iberoame-
ricana Globalización y Territorio, Asociación Internacional de Sociología y LASA. daniloalbertoveiga@
gmail.com
2 En este artículo se recogen algunos resultados del Estudio realizado en el marco del Convenio entre
la Intendencia de Maldonado, la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar y la Asociación Pro Fun-
dación para las Ciencias Sociales. Danilo Veiga (Coord.), Emilio Fernández, Susana Lamschtein y la
colaboración de Ana Laura Rivoir.
3 Solamente cuando se tengan los datos del Censo 2011, será posible desagregar la información, a
nivel micro regional, y apreciar entonces los cambios.
196 Danilo Veiga
llo (PNUD), la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), etc. En tal sentido, se
presentan los datos procesados para Maldonado, en función de las distintas dimensio-
nes de análisis: tendencias demográficas, niveles educativos, la situación del empleo,
los niveles de ingresos, pobreza y estratificación social. Así, en el cuadro siguiente se
presentan los principales indicadores comparando a Maldonado con Montevideo y los
departamentos del Interior, según la Encuesta Hogares del INE 2009.4
Indicadores
Montevideo Resto Interior Maldonado
Socioeconómicos
% Desempleo Jóvenes 15,9 15,0 14,3
% Desempleo Mujeres 9,5 9,8 7,4
% Nivel Educativo Bajo PEA 19,5 36,8 24,8
% Nivel Educativo Medio 51,8 51,8 62,6
% Nivel Educativo Alto 28,7 11,4 12,6
% Vivienda sin agua de red 0,5 14,9 6,6
% Vivienda sin saneamiento 17,1 55,0 34,1
Ingreso p/cápita hogares $ 15486 9904 14469
Ingreso 20% hogares + pobres 5826 4270 6296
Ingreso 20% hogares + altos 21547 12907 18582
% Hogares Pobres* 17,0 12,8 4,4
% Población Pobre* 24,0 18,8 7,1
Estratificación de hogares
% Bajo 10,1 14,6 4,8
% Medio Bajo 17,8 28,3 17,8
% Medio 30,4 32,3 33,4
% Medio Alto 19,7 14,6 24,1
% Alto 22,0 10,3 19,8
Fuente: Procesamiento micro datos Encuesta de Hogares Ampliada INE.
Departamento de Sociología y Área Socio demográfica Banco Datos FCS.
* Línea pobreza actualizada INE 2006.
4 La Encuesta de Hogares ampliada del INE 2009 EHNA, representa a toda la población departamental;
mientras que hasta el 2005, sólo abarcaba a las localidades mayores de 5.000 habitantes, lo cual
significa una mejora sustantiva.
Crecimiento socioeconómico y fragmentación social: estudio de caso de Maldonado 197
Por otra parte, los niveles de pobreza para el 2004, así como los indicadores
sociales de nuestra investigación citada, demuestran la magnitud de la crisis en Maldo-
nado en esos años 2001-2004. Sin embargo, desde el 2005, los niveles de pobreza e
indigencia descendieron significativamente, siendo los menores del país en el 2009. En
tal sentido, debe señalarse que las cifras más recientes del INE para el 2010, indican
que dichos niveles continúan descendiendo a nivel nacional y departamental.
Corresponde enfatizar que –en el caso de Maldonado–, resultaron muy fuertes
los impactos sociales que tuvo la crisis socioeconómica del 2001, con el consiguiente
deterioro del nivel de vida de la población local durante los primeros años de la década,
a través de diversas manifestaciones y consecuencias; tales como la desintegración fa-
miliar, problemas de convivencia social, violencia, vicios sociales, etc., según surge del
estudio cualitativo de la opinión pública local realizado en el 2003 (Veiga y Rivoir 2004).
Sin embargo, diversos indicadores socioeconómicos del INE, referidos a la si-
tuación social y la pobreza, indican que desde el 2008, las condiciones de vida de la
población han mejorado con respecto a los años anteriores. Este proceso de “movilidad
ascendente” es coincidente con la evolución en las pautas de estratificación social que
se presentan a continuación.
capital. Al igual que en Estudios de Caso anteriores (Veiga 2010 op.cit.), la información
se basa en un relevamiento inicial a informantes calificados que, debido a su inserción
institucional y conocimiento, brindaron información y su percepción sobre las condicio-
nes de vida en su departamento5. Se analizan de tal forma, las desigualdades sociales y
principales problemas del departamento, los cambios en el estilo de vida y la dinámica
cotidiana local, las transformaciones en la clase media local, así como la visión sobre
el futuro departamental.
En primer lugar, y con relación a los cambios producidos en los últimos años (cua-
dro adjunto), los entrevistados identifican el aumento de la población como el fenómeno
más relevante, fruto del aluvión de trabajadores que arriban a Maldonado buscando
oportunidades laborales tanto en el turismo como en la construcción. Señalan como
otro fenómeno emergente el aumento de los asentamientos irregulares y la sobrecarga
en diversos servicios, que se encuentran desbordados para satisfacer las necesidades
de una población en permanente expansión.
De los diversos testimonios, se trasluce un imaginario de un pasado caracteriza-
do por “cercanías”, en contraposición a un presente “heterogéneo”: “antes sabíamos
todo de todos, ahora hay tanta gente que no”.
Muchos de los aspectos señalados tienen como base la dinámica que caracteriza
la estructura socioeconómica y las tendencias recientes de crecimiento en Maldonado,
conjuntamente con la inmigración laboral proveniente de otros departamentos, la indus-
tria de la construcción y la zafralidad veraniega de la industria turística.
En tal sentido, corresponde destacar que se manifiesta el contraste entre parte
del territorio departamental que se encuentra perfectamente ordenado para recibir
turismo de primera clase, con la población permanente del departamento, tanto en sus
posibilidades de vivienda como en relación a los asentamientos irregulares.
Por otro lado, el cambio en las características paisajísticas del departamento,
es una cuestión señalada por diversos entrevistados como lo más relevante del último
lustro. En ese sentido, la construcción de grandes torres y cierta pérdida de “lo natu-
ral” son ejemplos mencionados y que refieren a las potencialidades paisajísticas del
territorio y que “con tanto edificio se pierde lo natural y ahora estamos en un gris sin
ton ni son”.
5 Lucía Delgado, quien realizó su Monografía Final en la Licenciatura de Sociología, y el Prof. Emilio
Fernández del Centro Universitario de la Región Este (CURE) – Maldonado, de la Universidad de la
República, realizaron 40 entrevistas entre julio y agosto de 2010 a Técnicos/Profesionales (docentes,
trabajadores sociales, psicólogos, educadores); Sociedad Civil (técnicos de organizaciones sociales,
activistas, integrantes de comisiones vecinales) y Gobierno (directores de la Intendencia de Maldo-
nado, Secretarios de juntas locales, ediles). Adicionalmente, se entrevistó en profundidad a expertos
en el área de políticas sociales, educación y políticas territoriales. Asimismo, destacamos el aporte
de la Lic. Sofía Baldizán, quien participó del análisis y procesamiento de la información cualitativa de
Maldonado.
Crecimiento socioeconómico y fragmentación social: estudio de caso de Maldonado 203
Así, se señalan cuestiones positivas como las mejoras en los servicios educa-
tivos, de salud y culturales. Se reconoce un creciente desarrollo de las actividades
culturales, donde se ha procurado establecer políticas que descentralizan la oferta cul-
tural. En relación a la educación, se percibe como un hecho positivo el ‘desembarco’ de
instituciones de educación terciaria, en directa referencia a la sede de la UdelaR: Centro
Universitario de la Región Este (CURE), consolidada recientemente en el departamento,
así como otras instituciones privadas que ofrecen carreras terciarias y técnicas (la
Universidad Católica, el Universitario Francisco de Asís, el Instituto San Claire’s y el CEI,
autorizado por la Universidad ORT, y el Centro Latinoamericano de Economía Humana
- CLaEH). Ese aspecto positivo, se complementa al señalar el aumento de las becas a
estudiantes. De todos modos se señala la persistencia de ciertas problemáticas en el
sistema educativo, como la alta cifra de abandono o repetición.
En relación con la dimensión económica, también se manifiesta que, gracias al
aumento del sector de la construcción, ha mejorado el mercado laboral, el aumento de
la oferta de bienes de consumo, sobre todo de las nuevas tecnologías, así como el au-
mento el consumismo por parte de la población. Asimismo, se indica que los cambios
en el tipo de turismo son evidentes y ha implicado modificaciones en la dinámica local.
Así, los entrevistados coinciden en señalar que el tipo de turismo que el departa-
mento recibe ha cambiado en los últimos años, especialmente en cuanto a la duración
de las estadías de los turistas. Ese fenómeno tiene diversas implicancias, entre las
que se señalan modificaciones en las características del mercado laboral, que se torna
menos estable y redituable. De todos modos se reconocen diversos esfuerzos institu-
cionales destinados a ampliar y diversificar la oferta turística departamental.
204 Danilo Veiga
los fenómenos relativos a la desigualdad social, refieren a una identidad social fragmen-
tada. Así, la influencia de la inmigración, referida principalmente a la migración interna
desde otros departamentos, se percibe como el factor que impacta a diversos niveles,
desde la inadecuación de los servicios hasta la identidad local. Asimismo, corresponde
destacar que la inmigración europea o internacional mencionada, no se la visualiza
como problemática.
Resumiendo las causas que generan diversas problemas sociales en el departa-
mento, un informante calificado señala que: “Maldonado tiene una particularidad muy
distinta a otros departamentos, y que radica en dos factores: que es una zona de
afluencia turística zafral, un sector económico muy poderoso, y otra porque tiene una
afluencia de personas, de gente que viene a radicarse a Maldonado buscando oportuni-
dades laborales, y eso hace que quede un grupo de gente muy heterogéneo, y a su vez
genera muchas problemáticas sociales. Porque esa gente que viene a buscar trabajo
después no tiene dónde vivir, vienen sin el trabajo, entonces genera en los últimos años
los asentamientos que se han instalado en Maldonado, con una problemática social
bastante compleja. Bastante heterogénea.”.
Nuevamente se puede identificar una percepción que describe un proceso que
identifica un estadio actual que difiere de lo que ocurría en el pasado, buscando com-
prender las causas que explican el aumento de la inmigración: “acá hace muchos años
que terminaron las temporadas en las cuales vos trabajabas una temporada y te volvías
a tu pueblo y vivías el resto del invierno, eso se terminó, entonces eso creó todo esto”.
La diferencia entre los “nativos” y quienes no son originariamente del departa-
mento se deja entrever claramente en los discursos de los entrevistados. Quienes son
identificables como los “nativos”, señalan en los migrantes la imagen de Maldonado
como lugar de oportunidades laborales, lo que ha generado la conformación de nume-
rosos asentamientos irregulares. Ejemplificamos con dos testimonios: “Mucha gente
viene sin nada, sin trabajo ni nada. Hay una fantasía que venden en la tv sobre lo que
es Maldonado, y piensan ‘anda a Maldonado y te dan la vivienda’”; “He escuchado que
la inmigración que no encuentra trabajo y que ocasiona asentamientos, más miseria,
más pobreza y más robo y más delincuencia, llega al punto de que la gente diga, no
podemos, nos cambia todo y hasta nos puede llegar a hacer perder lo que hoy hemos
logrado en 100 años, un destino turístico muy importante”.
En un similar sentido, emerge la opinión de que a raíz de que los inmigrantes
“aceptan una cantidad de condiciones de trabajo que son desfavorables”, pasan a
competir con a mano de obra local, dado que “existe mucho más competencia en el
mercado”.
Otro elemento esgrimido como parte de la frontera entre los “nativos” y los que
llegan, se refiere a la falta de valoración, respecto a la importancia del turismo en tanto
rubro del que depende la economía departamental, lo que según algunos se evidencia
en el tipo de atención que se da al turista. En ese mismo sentido, surge la preocupación
Crecimiento socioeconómico y fragmentación social: estudio de caso de Maldonado 207
ante un posible escenario donde las desigualdades sociales afecten el turismo, ya sea
por el aumento de la delincuencia, como por la falta de lo que podríamos denominar
cultura de atención al turista.
También en el ámbito educativo, los entrevistados identifican problemáticas aso-
ciadas a las diferencias entre los dos tipos de población: “En los grupos en que yo doy
clases se nota un altísimo porcentaje como un 60% más o menos, de alumnos que
vienen de otros departamentos, muchas veces eso incide, incide en la escolaridad, e
incide en el aprendizaje”.
No obstante, no sólo surgen valoraciones negativas respecto de los inmigrantes,
pues varios entrevistados evalúan como muy positiva la llegada de inmigrantes al de-
partamento: “Esas personas han salvado a Maldonado y Maldonado los ha salvado a
ellos. Maldonado es lo que es gracias a la gente que ha llegado. Esos grandes impulsos
de crecimiento de grandes metros cuadrados de construcción, no hubiera sido posi-
ble hacerlos, si no hubiese venido gente de afuera, tanto empresas como inversores,
como trabajadores y muchos trabajadores”, y que “siendo un país de inmigrantes, es un
fenómeno que no nos puede ser ajeno”. Quienes opinan lo anterior, son más proclives
a considerar como positiva la “mezcla cultural” que se da entre ambas poblaciones.
Las problemáticas sociales no se encuentran asociadas directamente al fenóme-
no de la inmigración. Se evidencia cierta preocupación por los problemas del sistema
educativo, entre las que se destacan el alto número de jóvenes que no estudian ni tra-
bajan, el alto índice de repeticiones y abandonos. En estrecho vínculo con la población
joven, se indica el aumento de problemas vinculados a diversas adicciones como parte
de las transformaciones en la sociedad. Asimismo y como ya se señaló, el aumento de
la población es asociado a varios problemas sociales como la saturación de servicios
y la problemática habitacional.
Si bien la inmigración y la falta de previsión ante la misma, se percibe en muchos
casos como la principal causa de las desigualdades sociales actuales, llegando a ope-
rar a modo de chivo expiatorio, la crisis económica atravesada por el país a principios
de esta década también integra las representaciones sociales que emergen para expli-
car estos nuevos fenómenos: “Las mayores desigualdades son fruto, en primer lugar
de gente que ha estado agolpada en base a las crisis que ha habido, mucho tiempo sin
acceso al trabajo y a los servicios elementales, y eso crea hábitos de resignación y de
falta de educación de tus propios derechos”.
be que actualmente es viable que una familia pobre logre acceder a bienes que antes
resultaban inaccesibles, como algunos electrodomésticos o teléfonos celulares. La cul-
tura es vista como influenciada por los medios de comunicación “por el cual vos tenés
que ahorrar para la ortodoncia y siliconas, y tenés que tenerlo porque si no sos menos,
vos lo que estás haciendo es trabajando la temporada para hacerte la ortodoncia y la
silicona, no estás haciendo la temporada para entregar la plata para un terreno”.
Es interesante destacar una serie de testimonios que señalan cambios en la insti-
tución familiar: “se han deteriorado los vínculos sociales y familiares, hay falta de amor
y de comunicación familiar”. En similar sentido, otro entrevistado indica que “vamos
perdiendo la espiritualidad” y otro indica: “muchas veces priorizar el aspecto material
y económico, el tema de tener más que el ser”. Otros consideran que se están legiti-
mando nuevos valores “hay más libertad de opinión, y de actuar de diferente manera”.
Se señala que las generaciones más jóvenes se comportan de un modo más “liberal”,
adoptan ciertas modas, y hablan de “temas tabú” con más naturalidad que los adultos
–como ejemplo de dichos tópicos se nombran la sexualidad y las enfermedades aso-
ciadas a la misma, o el embarazo adolescente–.
La influencia del turismo en los valores locales es un punto reiterado y sobre todo
ciertos valores identificados como característicos de la población “móvil”, que lleva a
indicar que: “en invierno se piensa de una manera, en verano de otra”. La pérdida y
cambio de valores descritos parecería legitimar una ética “hedonista”, donde proyec-
tarse a futuro resulta complejo. A modo de ejemplo se menciona “el presentismo de
vivir sólo el presente, de no tener proyecciones”. Hay una referencia explícita a asociar
estos nuevos “valores” con las características de la población. “Se adoptan modas que
traen los turistas, y quieren vivir como ellos, eso se ve sobre todo en los jóvenes, lo
ves en el lenguaje, comportamiento, valores, muchas veces, a lo largo del año, sobre
todo ves la influencia de los argentinos.”. “Nos vamos contagiando, de otros modales
a veces, del maltrato que viene de otros lados”.
Una profesora explica parte de las problemáticas que ocurren dentro del sistema
educativo a raíz de los cambios a nivel de los valores culturales, que llevan a priorizar
el ingreso al mercado laboral antes que postergarlo para avanzar dentro del sistema
educativo. “Soy docente, y yo tenía alumnos que trabajando como propineros en los
supermercados sacaban más plata que yo, entonces en los últimos meses dejaban de
ir al liceo, en noviembre cuando empezaba la temporada”.
Al igual que en los demás Estudios de Caso, también se relevó y analizó la per-
cepción respecto la clase media, considerando además que Maldonado junto a Mon-
tevideo, en función a su peculiar estructura socioeconómica, tienen los mayores con-
tingentes de sectores de clase media, como se ha demostrado a partir de los datos
estadísticos e índices de estratificación social. En tal sentido, el cuadro siguiente ilustra
algunas de las percepciones más comunes sobre este tema.
Crecimiento socioeconómico y fragmentación social: estudio de caso de Maldonado 209
• Continuará la inmigración.
• Agudización de problemáticas sociales.
• Con puerto y aeropuerto mejorados.
• Aumento de inversiones.
• Maldonado será una megalópolis autosustentable, con espacios verdes.
• Con una estructura económica diversificada.
Fuente: Relevamiento en Maldonado 2010 FCS y CURE UdelaR.
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212 Danilo Veiga
Para quien transita por ruta 8 el lugar no pasa desapercibido. El paisaje cambia
bruscamente con un conjunto de edificios de diseño moderno rodeados de un
césped cuidado y con un importante movimiento de entrada y salida de vehículos
y personas. La imagen mental está asociada a modernidad, tecnología, desarrollo,
entre otras. No es casual, pues la misma fue una dimensión cuidadosamente
trabajada por Zonamérica, una zona franca de unas 100 hectáreas explotada por el
contador Orlando Dovat asociado con la transnacional Katon Natie. Menos visible,
a un lado de la zona franca pero parte de las más de 500 hectáreas que componen
el emprendimiento global, se encuentra un camino que conduce a Jacksonville2 o
“Barrios del Parque”. Se trata de una especie de apéndice territorial que la empresa
buscó afanosamente convertir en barrio privado. El trabajo que sigue propone
realizar una lectura sociológica de este tema focalizando en las luchas desatadas por
el control del territorio y las transformaciones sociales operadas.
Introducción
Este trabajo recupera y actualiza algunos elementos volcados en una publicación
más extensa sobre lo que se definió como “enclaves informacionales” (Falero, 2011a)
y retoma la perspectiva de “territorios desnacionalizados” para examinar las zonas
francas, realizada en un artículo anterior de “El Uruguay desde la Sociología” (Falero,
2010). La apuesta más general es avanzar en el análisis más allá de la imagen idílica
proyectada, mostrar cómo se puede tirar de líneas de investigación que permitan esti-
mular la reflexión más allá de lo inmediatamente visible y, en suma, desmontar esque-
mas que –de repetidos acríticamente– terminan naturalizados socialmente.
En términos metodológicos, la apuesta se inscribe en la perspectiva relacional
(en contraposición a la visión de agregación de variables) defendida en un artículo
anterior sobre procesos sociales que procuraba cuestionar una frecuente miopía para
1 Doctor en Sociología, docente e investigador del Departamento. de Sociología en las áreas de proce-
sos globales, América Latina y movimientos sociales. [email protected]
2 El nombre del predio, propiedad actual de la empresa, proviene de haber sido parte de la escuela
agrícola Jackson, inaugurada por curas salesianos en 1915.
214 Alfredo Falero
3 Para una revisión del concepto de enclave en la década de los setenta, véase Zapata, 1977.
Zonamérica y Jacksonville: conexiones globales, aislamiento de prestigio y luchas… 217
Otras ventajas, además del menor costo de la fuerza de trabajo que es clave, son
el bajo costo de los insumos principales como energía eléctrica y telecomunicaciones
y las ventajas impositivas. Cuando se trata de call centers, en general se trata siempre
de jóvenes, muchas veces universitarios y bilingües, donde ese es el primer trabajo al
que acceden y, en consecuencia, las condiciones de trabajo suelen ser masivamente
aceptadas. En tal sentido, también existen otros elementos vinculados a la fuerza de
trabajo y sus habilidades y al llamado “clima de negocios” (“business environment”),
como uso horario, afinidad cultural y proximidad geográfica. Si a esto se agrega el fac-
tor de proximidad con el cliente y de capacidad de estar 24 horas en servicio, América
Latina se ve con alta capacidad de captación de inversiones de este tipo.
Hasta aquí ha quedado clara la conexión global, pero ¿por qué se mencionó en
el título “desconexión nacional”? No sólo porque el Estado-nación pierde capacidad de
intervenir en lo que sucede en los “enclaves” –esto puede variar de acuerdo al caso que
se trate pero siempre hay una pérdida en ese sentido– sino por la disociación de lo que
ocurre dentro del enclave con el resto de la economía “nacional”. Una de las premisas
de este trabajo es que a excepción del efecto de los salarios de la fuerza de trabajo
integrada al enclave informacional, no existen en general elementos importantes que se
proyecten en la economía en que se enmarca.
Este elemento es central captarlo en su complejidad. Lo informacional en el senti-
do de tareas de tratamiento de información implica un papel relevante de fuerza de tra-
bajo calificada para tales tareas que pueden ser muy variadas. Faltan estudios que per-
mitan caracterizar mejor la composición de los “infoproletarios” (utilizando la expresión
de Antunes y Braga, 2009) que evite caer en la ilusión de generación y generalización
de “empleos de calidad” a partir de la expansión de los “servicios”. O en la idea de “so-
ciedad de conocimiento” construida como mito y no como proceso contradictorio en un
contexto de capitalismo financiero como ha sido aludido. Los enclaves informacionales
tienden a proyectar mitos e ilusiones en tal sentido y acompañan los requerimientos y
demandas sobre los Estados-nación con los mismos.
generales que rigen en el resto del Estado-nación, representa así una forma conocida
pero al mismo tiempo reactualizada del dominio socioterritorial del capital sobre la
sociedad en América Latina.
Como se observa, subyace en esta idea de conexión global y desconexión na-
cional un aspecto central que hace a la necesidad de incorporar el “espacio” en las
interpretaciones y explicaciones de procesos sociales. Entre los investigadores que
han trabajado el tema, debe recordarse lo que fundamentó hace años David Harvey
sobre cómo todo sistema complejo de producción implica la organización espacial, así
es que vencer barreras espaciales –que siempre cuesta tiempo y dinero– supone más
posibilidades para el capital y mayor eficiencia en la organización (Harvey, 1993).
Los cambios en la organización espacial redistribuyen el poder social al modificar
las condiciones de ganancia. Por ello se puede afirmar que los factores de localización
periférica de la revolución informacional van en tal sentido e implican requerimientos
de incentivos diferenciales sobre los Estados-nación que se plasman en beneficios fis-
cales, producción de fuerza de trabajo con determinadas características, el llamado
“clima de negocios” e infraestructuras de todo tipo. Las actividades de outsourcing
en su modalidad off-shore alcanzan su máximo beneficio cuanto más característica de
enclave, de “orden privado” sobre el territorio se logra.
El conocido geógrafo brasileño Milton Santos reconocía, como también hace
Manuel Castells, el papel que tienen las redes como soporte de la competitividad y del
“imperativo de la fluidez” en el sentido de la exigencia de circulación de mensajes, pro-
ductos, dineros, información. Pero al mismo tiempo observaba cómo se generan nue-
vos lugares, con distinta importancia, para favorecer esa “fluidez” y las consecuencias
(Santos, 2000a, 2000b). Se puede decir que los procesos de “desterritorialización” no
pueden abstraerse de nuevos procesos de “reterritorialización” en el sentido de aglo-
meraciones que hacen posible las nuevas actividades deslocalizadas.
También se puede citar a la socióloga Saskia Sassen (2007) quien hacía notar
que el nivel subnacional adquiere otra importancia en la constitución de las formaciones
globales, lo que lleva a que algunos elementos de lo nacional deban “desnacionalizar-
se”. Las nuevas condiciones organizacionales que permiten operar globalmente, impli-
can nuevas formas de “territorios estratégicos”. Uno de ellos son ciudades o partes
de ciudades, para la gestión global de las empresas. Estar en una localización de este
tipo, equivale entonces a formar parte de un circuito de información con un gran nivel
de intensidad o densidad. Ahora bien, en otra escala, con un nivel de importancia más
regional que global, bien puede aplicarse esto mismo a espacios como los de una zona
franca donde se realicen actividades de gestión globales.
Se trata, en suma, de una nueva geografía del poder aunque formalmente, jurídi-
camente se hable de territorio nacional. Por ello, en trabajos ya citados (Falero, 2010
y 2011a), se fundamentó que las zonas francas en Uruguay, dadas sus extremas con-
diciones de flexibilidad en relación a otros casos, no pueden verse estrictamente como
220 Alfredo Falero
6 En los trabajos mencionados se examinó cómo la ley 15.921, sancionada el 17.12.1987, debía ser
examinada como símbolo de un nuevo esquema de inserción global y de transformación de la forma
Estado. Asimismo se fundamentó que pese a la introducción de algunos controles y regulaciones a
partir del período del gobierno del Frente Amplio (2005), tal esquema se mantuvo bastante incambia-
do. De hecho, se generaron dos nuevas zonas francas para desarrollar actividades de outsourcing.
Zonamérica y Jacksonville: conexiones globales, aislamiento de prestigio y luchas… 221
7 RCI se dedica a tiempos compartidos y es una de las marcas de Wyndham Worldwide, SABRE HOL-
DINGS se dedica a viajes y turismo (véanse los suplementos Café y Negocios de El Observador de
fechas 11.04.2012 y 30.05.2012). Más allá de la especificidad de Zonamérica, se maneja en el
2012 una cifra global de unos 10.000 uruguayos vinculados a trabajos de outsourcing (Suplemento
Café y Negocios de El Observador de fecha 14.03.2012).
8 Fuente: INE, Tercer Censo de Zonas Francas años 2007 – 2008. Informe final: diciembre 2010.
222 Alfredo Falero
El proyecto del barrio privado y conflictos con el Estado por el uso del
territorio
Zonamérica es “otro mundo”, “otro país”, son frases que se han escuchado en
publicidad o en informes periodísticos. Muchos de los trabajadores reproducen esta
percepción de lo diferente que marca trabajar en un lugar de prestigio, de carácter
cosmopolita. Asumen los parámetros de representación generados desde el enclave
como suyos propios.
Se puede decir que, de hecho, la presencia de personal extranjero vinculado a
las empresas que allí operan es real. Un 25 % del total está permitido por ley y es un
recurso utilizado, pero también existe una población “flotante”, producto de viajes más
esporádicos y transitorios de cargos de dirección de empresas instaladas o de direc-
tivos o cargos medios de empresas que son clientes de empresas instaladas. Pero no
se trata solamente de esto.
Existe una cuestión de estatus conectada con la propia organización del trabajo.
Y que, por ejemplo, lleva a que la necesidad de trabajar se transforme en la exigencia
de “hacer carrera”. A nivel global las organizaciones empresariales construyen feroz-
mente el éxito social ligado a la movilidad profesional. Y tanto Zonamérica como las
filiales de las transnacionales instaladas allí –que importan directamente desde los cen-
tros de acumulación global formas de organización del trabajo– procuran construir a la
empresa como generadora de identidad de los trabajadores y a la vez convertirse en
fuente de representaciones colectivas de prestigio.
Por su parte los trabajadores –no sólo en tanto “profesionales” o “técnicos”, sino
en general en tanto ocupantes de posiciones laborales construidas por la empresa en
función de la posesión de determinadas habilidades, actitudes, responsabilidades dife-
renciadas– también pueden sentirse beneficiados para pelear posiciones mejores en el
futuro. Es decir, en este plano pueden converger intereses.
Finalmente, otro punto a agregar aquí es el de la educación permanente para for-
mar cuadros con una perspectiva específica de ser y estar en el mundo. Si la revolución
informacional exige educación permanente en todos los ámbitos, si específicamente la
formación de la fuerza de trabajo es un requerimiento sustantivo de un enclave informa-
cional, la universidad privada y la formación de “elites” puede visualizarse como parte
del proyecto.
Zonamérica y Jacksonville: conexiones globales, aislamiento de prestigio y luchas… 223
11 Fuente: entrevista con Fernando Castellanos, director ejecutivo de Zonamérica. Entrevista de Alejan-
dro Landoni para el programa “Producción Nacional”, AM Libre: 10/04/2009.
12 Sobre la propuesta general de la IMM que incluye Zonamérica, véase:
http://www.montevideo.gub.uy/sites/default/files/articulo/Doc_avance_POT_4-01-10.pdf
Zonamérica y Jacksonville: conexiones globales, aislamiento de prestigio y luchas… 225
para uso rural. Por ello adquiere significación la modificación del Plan de Ordenamiento
Territorial. No obstante, también existen asentamientos irregulares cercanos en el co-
nocido proceso de segregación social que ha tenido Montevideo en los últimos años.
El corredor Camino Maldonado – Ruta 8, ha generado un proceso poblacional entre la
zona de Punta Rieles y Villa García que, si bien no tiene características de asentamiento
generalizado, supone un nivel socioeconómico bajo en general13.
Para proyectar el interés de expansión también se ha recurrido a lo que –en
términos formales o informales de acuerdo entre intereses privados y públicos– se
denominan las “contrapartidas”. Es decir para este caso, un acuerdo sobre obras com-
plementarias en el entorno a las que se compromete Zonamérica. Hace algunos años,
ya la empresa mencionaba que “el proyecto propone completar los bordes urbanos de
los barrios adyacentes (Villa García y Villa Don Bosco), promoviendo la consolidación
del tramo de Ruta 8 entre Punta de Rieles y Arroyo Toledo como conjunto urbano”14.
En el año 2010 trascendieron avances con la Intendencia que se acompañaron
de un nuevo nombre para el proyecto: “barrios del parque” y evitando toda asimilación
con un barrio privado, se caracterizaba como “barrio abierto”. Sin embargo, se mante-
nían varias de las características originales. Además del complejo de servicios variados
antes previsto –desde esparcimiento hasta edificios de trabajo e incluyendo un “cam-
pus” para la instalación de las universidades privadas– se indicaba que 60 hectáreas es-
taban destinadas a viviendas (con previsiones de 1.000 viviendas y 4.000 habitantes)15.
Cuando todo parecía finalmente encaminarse a favor de Zonamérica, el cambio
de administración en la Intendencia modifica el escenario. Si los vaivenes, las indeci-
siones, las dudas, las negociaciones sobre el proyecto marcaron las administraciones
de la Intendencia de Montevideo, en la administración encabezada por la profesora Ana
Olivera se observó una postura más clara de rechazo.
Más que en las declaraciones públicas de la Intendencia, ello se observa en los
virulentos ataques públicos del contador Orlando Dovat. Así manifiesta que se trata de
“un problema ideológico: igualar para abajo y no para arriba… la intendencia nos dice
que no podemos ser un barrio cerrado, perfecto, vamos a ser un barrio abierto. El
desafío es si nos va a ganar el barrio sucio, abandonado, lleno de pozos… La izquierda
no quiere que los métodos capitalistas de dar empleo por medio de la inversión tengan
éxito, cree que tiene que resolver los problemas el Partido Comunista”16.
13 La zona integra la llamada “Cuenca del arroyo Carrasco”, una extensa zona, que abarca unos 200
km2, en la cual habitan unas 330.000 personas (aproximadamente el 10 % del total de la población
de Uruguay) y se caracteriza por concentrar las mayores inequidades del país.
14 Fuente: Proyecto Jacksonville (presentación de la empresa), pág. 11.
15 Fuente: Semanario Búsqueda jueves 14.01.2010 y 21.01.2010.
16 Entrevista al Cr. Orlando Dovat en “Empresas y Negocios”, Crónicas Económicas, 26 de agosto de
2011. Cabe agregar que la nota interna de la publicación tiene el siguiente título: “Mujica vio la ma-
queta de Jacksonville y dijo: ‘hay que ser tarado para decir que no a esto’”.
226 Alfredo Falero
De fondo subyace una lucha por el uso del territorio. El Plan de Ordenamiento
Territorial (POT) a nivel municipal debe verse en el marco de la misma. Para la empresa
el tema de la ruralidad es una “excusa perfecta” y “la ruralidad tiene que venir de una
realidad”, que según su perspectiva no existe17. Para la Intendencia el tema no puede
reducirse a la discusión sobre la característica del barrio proyectado (pues se opera
expandiendo la ciudad bajo intereses muy específicos), aunque ello es clave.
Según lo indicado por el contador Dovat la transformación del proyecto de “barrio
cerrado” a “barrio abierto” debería haber desbloqueado el avance del proyecto18. Pero
por lo antes expuesto en cuanto a requerimientos del complejo, las características del
mismo deben seguir implicando una urbanización cerrada, conectada a Zonamérica
pero separada del entorno. Esto es, nada indica que la modificación sea tan sustantiva
como para evitar una profundización de la fractura socioespacial con la consolidación
de una ciudadanía diferenciada, particularista, privatizada.
23 Fuente: conversación mantenida fuera del barrio con integrante de la Junta Local.
24 Fuente: Semanario Búsqueda 12.02.2009. Pequeña nota titulada “Zonamérica: satisfacción por
obras viales”. Las declaraciones corresponden a Martín Dovat, asesor de Proyecto de Zonamérica.
Zonamérica y Jacksonville: conexiones globales, aislamiento de prestigio y luchas… 229
El proyecto del anillo perimetral fue fuente de conflictos durante años entre la
Intendencia de Montevideo y el Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP). Tam-
bién lo fue entre la propia Zonamérica y la Intendencia. En agosto del año 2002, se pre-
sentaron a la entonces Intendencia estudios relativos al mismo. Ya en la administración
del Frente Amplio (marzo 2005 - febrero 2010), el titular del ministerio durante todo
el período, Víctor Rossi, fue un firme defensor del proyecto, no obstante se cambió el
trazado aprobado en la administración de gobierno anterior (del Partido Colorado)25.
Otro tema que el MTOP contribuyó a solucionar fue el transporte. El 3 de marzo
del 2008 fue inaugurada la línea de ómnibus que Zonamérica demandaba para el tras-
25 El 1º de julio de 2005 el ministro Rossi y la Intendencia aún bajo la gestión de Adolfo Pérez Piera,
firmaron un convenio para comenzar el anillo o colector perimetral. En la administración posterior,
con el intendente Ricardo Ehrlich, se hicieron algunos cambios al trazado inicial.
230 Alfredo Falero
lado de los trabajadores. La línea tiene un carácter diferencial (es decir, no es una línea
de ómnibus urbano común, además atraviesa parte del departamento de Canelones)
y conecta aproximadamente cada 20 minutos el complejo con la costa de Montevideo
hasta Punta Carretas, zonas desde donde provienen buena parte de los trabajadores26.
En suma, si puede decirse que los intereses de Zonamérica y el uso del territorio
han sido históricamente conflictivos con la relación con la Intendencia de Montevideo,
no puede decirse lo mismo de lo ocurrido con el Ministerio de Transporte y Obras Pú-
blicas que –incluso bajo administración del Frente Amplio– se alineó en varios aspectos
con las demandas del enclave.
Conclusiones generales
Se comenzó este recorrido fundamentando la pertinencia de la herramienta ana-
lítica propuesta que es el concepto de “enclave informacional”. A partir de allí se expli-
caron someramente algunas transformaciones globales en curso para poder entender
el caso de Zonamérica y su expansión más allá de la zona franca. Esto supone luchas
por el uso del territorio: algunas visibles otras menos, algunas implican tensiones con
autoridades estatales para la conformación como una micro “ciudad-empresa”, otras la
reconfiguración del tejido social para el control del territorio cercano.
Se hizo referencia igualmente a la importancia que adquiere en la etapa actual el
desarrollo de un poder simbólico que promueve e impone nuevas asociaciones de ideas
y las naturaliza socialmente. En relación a los enclaves informacionales se despliegan
ideas como conectividad y tecnologías de la información y la comunicación, parque
tecnológico, sociedad del conocimiento, transnacionales y desarrollo, entre otras que
se asocian con signos de prestigio para el complejo y refuerzan un estatus profesional
específico para la fuerza de trabajo que allí se desempeña.
En cuanto al plano territorial, dadas las necesidades de un enclave informacional,
resulta altamente improbable que Zonamérica no haya pensado –y lo siga haciendo– el
proyecto Jacksonville o “barrios del parque” como un barrio privado más allá de los
nombres a los que se acuda para impulsar el proyecto, más allá que se caracterice
entonces como un “barrio abierto”. Un objetivo central es la constitución de un orden
privado en el cual los residentes puedan evitar problemas del territorio cercano, lograr
“seguridad” y al mismo tiempo reproducir un estilo de vida “global” con personas del
mismo grupo social. En tal sentido se trata de la profundización de un aislamiento de
prestigio con procesos de socialización que reforzarían los que ya se generan desde
Zonamérica.
Desde la “ciudad-empresa” se consideró en su momento que “Jacksonville in-
troduce un movimiento contrario a esta tendencia de dualización social y espacial de
la ciudad, en la medida en que promueve el traslado de hogares de ingresos altos y
medio-altos hacia el interior del departamento, donde hoy vive población de medios,
bajos y muy bajos ingresos”27. Pero parece difícil alinearse con este argumento de inte-
gración social y de recalificación de toda la zona.
En verdad, la propuesta refuerza lo que dice rechazar: la dualización social y
espacial. No podría ser comprensible de otra forma cuando, en el marco de la gestión
empresarial actual de la fuerza de trabajo con cierta calificación, los límites entre espa-
cio de la producción y espacio de la reproducción de la vida cotidiana se vuelven más
y más difusos particularmente entre elites gerenciales o de mandos medios y a la vez
cada más separados del resto de la sociedad.
El aislamiento de prestigio mencionado desde el propio título de este artículo
alude entonces a la conformación de un universo social cerrado donde se afirme pú-
blicamente un estatus separado del resto y particularmente seguro. El aislamiento del
centro de la ciudad, la reproducción de un “estilo de vida” en sectores medios-altos y
altos, la conexión universitaria con centros privados y a la vez un concepto de “seguri-
dad total” (en parte invisibilizada) como el que propone Zonamérica, sólo pueden anu-
darse en forma inmediata y en el contexto actual mediante la separación, no mediante
la integración social y territorial. El tema abre nuevas preguntas sobre el futuro y las
luchas por el territorio de este caso concreto pero también preguntas más generales
sobre fronteras de lo público y lo privado, viejas y nuevas formas de intervención de
empresas sobre el tejido social y capacidad de intervención del Estado en el contexto
actual entre otros temas posibles.
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Falero, Alfredo (2011a). Los enclaves informacionales de la periferia capitalista: el caso de
Zonamérica en Uruguay. Un enfoque desde la Sociología, Montevideo, CSIC – Universidad
de la República.
I. Introducción
En la primera década de este siglo se comienzan a producir una serie de refor-
mulaciones de las visiones tradicionales de las políticas públicas del desarrollo rural
como respuesta a sus limitantes para combatir la pobreza en las áreas rurales pobres.
Paulatinamente, y debido al empuje de los cambios políticos y de gobiernos en América
del Sur, se avanza en una propuesta de enfoque territorial en la que se integran aportes
de la experiencia europea LEADER4, las recomendaciones realizadas desde fines de los
noventa por parte de los organismos internacionales de cooperación para el desarrollo
1 Doctor en Sociología por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Profesor Titular del Depar-
tamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales. Área Sociología Rural y Desarrollo Territorial.
[email protected]
2 Magíster en Sociología. Candidata a Doctora en Sociología por la Universidad de Granada, España.
Profesora Asistente del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales. Área Sociología
Rural y Desarrollo Territorial. [email protected]
3 Este trabajo se inscribe en el marco del Proyecto “Organizaciones agrarias, políticas públicas y
desarrollo rural en el gobierno progresista (2005-2010)”, financiado por la Comisión Sectorial de
Investigación Científica (CSIC).
4 La iniciativa comunitaria LEADER (Liasson Entre Actions de Développement de L’Économie Rurale)
comenzó a funcionar a partir de 1991 y sentó las bases para el modelo europeo de desarrollo rural.
Supuso un enfoque territorial que reconoce la diversidad y especificidades de cada zona rural, promo-
viendo la participación y el involucramiento de la población; innovación que fomenta el desarrollo de
nuevas soluciones utilizando los recursos endógenos, la descentralización que busca la transferencia
de competencias a nivel local; colaboración en redes para lograr la interconexión interna y externa de
las áreas locales (Sepúlveda 2003; 56).
234 Albero Riella - Paola Mascheroni
y los nuevos aportes académicos sobre los problemas del desarrollo, las regiones, lo
local y lo rural.
Este artículo tiene como objetivo aportar elementos a la discusión sobre la im-
plementación de las políticas públicas y programas orientados al desarrollo rural que
intentan utilizar el enfoque territorial como un instrumento renovado de acción para
afrontar los problemas sociales en el medio rural en Uruguay. En la primera parte del
artículo se señalan las distintas perspectivas teóricas y políticas que han contribuido a
la emergencia del enfoque territorial y a su utilización como marco para la intervención
e implantación de las políticas públicas vinculadas el desarrollo rural. En segundo lugar,
se proponen un conjunto de indicadores para poder evaluar la territorialidad de las
acciones de política pública que proponen esa forma de intervención. Para terminar se
utilizan esos indicadores para analizar la reciente creación en Uruguay de la Dirección
de Desarrollo y Rural y de la Unidad de Descentralización del Ministerio de Ganadería,
Agricultura y Pesca (MGAP) y la implementación de las Mesas de Desarrollo Rural. El ob-
jetivo de esta aproximación empírica es ver en qué medida esta acción se realiza desde
una perspectiva territorial y observar desde este ángulo sus logros y potencialidades.
nos para impulsar un desarrollo territorial propio de cada región pero alineado con los
objetivos del desarrollo nacional.
públicas en cada territorio para evitar superposiciones y rivalidades entre las distintas
esferas de acción en el mismo. En suma, la puesta en práctica de políticas con enfoque
territorial ha mostrado logros y ha dado lugar a un amplio debate de cómo llevarlas ade-
lante, entre los técnicos, los políticos y los actores sociales de los territorios. En este
escenario político la acción territorial parece haberse instalado como una característica
de la forma de gobernar del progresismo latinoamericano.
Para fines de la década de los 90, este conjunto de corrientes y estudios mostra-
rían los límites de este enfoque, y contribuirían a su superación dando más énfasis a la
multiplicidad de escalas con las que debe abordarse el desarrollo local. De esta forma
se abre paso a una mirada más territorializada, que permitirá combinar estos aportes
con las otras perspectivas que se presentan en este apartado.
nas, fenómenos y relaciones, por la delimitación y afirmación del control sobre un área
geográfica. Esta área será llamada territorio” (Sack, 1986:6).
Más recientemente, Haesbaert (2005) afirma que territorializarse significa crear
mediaciones espaciales que proporcionen efectivo ‘poder’ sobre nuestra reproducción
como grupos sociales (para algunos también como individuos), siendo este poder siem-
pre multiescalar y multidimensional; material e inmaterial, de “dominación” y de “apro-
piación” al mismo tiempo.
Esta construcción y apropiación del territorio no es de una vez y para siempre,
sino que se va redefiniendo con el tiempo. En esta redefinición se producen constan-
temente procesos de territorialización, desterritorialización y reterritorialización. Los
procesos de desterritorialización refieren a cómo las relaciones y procesos socioeco-
nómicos de un territorio están cada vez más determinados por procesos que suceden
fuera del propio territorio. Un claro indicador de ello es la creciente existencia de redes
socioeconómicas transnacionales que trascienden las fronteras de los territorios loca-
les de los Estados (Entrena, 2010).
Para Haesbaert, lo que muchos designan como desterritorialización no es más
que una nueva forma de territorialización, la que denomina multiterritorialidad. Ésta
consiste en un “proceso concomitante de destrucción y construcción de territorios
mezclando diferentes modalidades territoriales (como los territorios-zona’ y los ‘territo-
rios-red’), en múltiples escalas y nuevas formas de articulación territorial” (Haesbaert,
2005:34).
Por su parte, la reterritorialización incluye fenómenos diversos y hasta opuestos
entre ellos. Entrena (2010), afirma que al igual que la desterritorialización, la reterrito-
rialización puede tener efectos negativos y positivos. Entre los primeros se encuentran
los fundamentalismos, nacionalismos excluyentes, tendencias a la grupalización o re-
tribalización social, entre otros fenómenos de rechazo y repliegue a los efectos de la
globalización. Entre los segundos, se destacan los procesos tendientes a propiciar el
desarrollo de un determinado territorio local, a la reestructuración de sus funciones
socioeconómicas y/o a su resignificación simbólico cultural (Entrena, 2010).
También desde esta vertiente de la sociología se pone énfasis en que el territo-
rio debe considerarse como resultado de una interacción de procesos endógenos y
exógenos a él, en una permanente tensión entre lo particular y lo global (Schneider y
Peyré Tartaruga, 2006). El territorio es un espacio social singular, apropiado, producido
e inserto diferencialmente en un entorno mayor, mundializado (Bendini y Steimbreger,
2003:14). El territorio es una referencia globalizante que pone en juego lo particular
y lo global y las oportunidades y amenazas que lo global presenta para lo local y lo
regional.
Por tanto, no se puede desligar un proceso de desarrollo del territorio en el que
ocurre, entendiendo al “territorio” no como un mero espacio físico geográfico sino
como una construcción social realizada en un tiempo y un espacio específico, proceso
Desarrollo rural territorial: una aproximación para el análisis de la experiencia… 241
en el que convergen los intereses y las relaciones de fuerza de los distintos actores
presentes en el mismo.
Como se puede apreciar, el aporte decisivo de esta perspectiva al desarrollo te-
rritorial está en su énfasis en las relaciones de poder en sus múltiples escalas como eje
principal para el análisis de los procesos de desarrollo. Tema que no es necesariamente
fácil de incorporar, sobre todo para las instituciones que hoy han instrumentalizado y
promovido el Desarrollo Territorial Rural.
5 La apropiación implica en algún grado un derecho de exclusividad. El nivel más elemental de la apro-
piación es la capacidad de nombrar el territorio y los elementos (materiales o no) que lo componen.
De la capacidad de nombrar deriva en corolario otro nivel elemental de la apropiación: la identifica-
ción, o sea, el establecimiento de una relación privilegiada entre el individuo y las expresiones simbóli-
cas del patrimonio territorial. La identidad es la relación que se establece entre el individuo y el grupo
por medio de objetos que éste posee colectivamente.
Desarrollo rural territorial: una aproximación para el análisis de la experiencia… 243
e instrumentos articulados bajo algunos de los conceptos que hemos analizado y sobre
todo sus implicancias para diseñar y planificar la acción gubernamental, y orientar ac-
tores para buscar aunar esfuerzos para lograr procesos de activar social, económica y
políticamente las capacidades locales y dar mayor autonomía a los territorios rurales.
En el apartado siguiente intentaremos sintetizar el conjunto de principios normativos
que han sido más divulgados y adoptados en varias regiones del continente.
nacional de desarrollo territorial que les permita ser visualizadas por los actores
del territorio y supra territoriales como un agente estable y con capacidad de
negociación en el ámbito estatal y con la red de actores e intereses de esos
territorios en forma permanente.
A partir de estas dimensiones, construimos un conjunto de 15 indicadores, con
el fin de aproximarnos a evaluar la capacidad de los programas y acciones que se han
emprendido desde el MGAP para lograr efectivamente un enfoque de desarrollo rural
territorial.
DIMENSIONES INDICADORES
Espacios institucionales creados
Espacios institucionales promovidos
1. Institucional: espacios creados
Recursos y poder de decisión
o promovidos
Coordinación interinstitucional
Articulación entre los diferentes espacios institucionales
2. Participación: actores que Actores que participan
participan Actores que no participan
Iniciativas vinculadas a lo agrario
Iniciativas vinculadas a lo no agrario
Articulación entre lo rural y lo urbano
3. Articulación entre actividades Emprendimientos que articulan actividades, sectores o
rurales y urbanas en el territorio servicios de las poblaciones rurales con las poblaciones
urbanas
Acciones articuladas con otros territorios de similar
escala o superior
Estabilidad marco institucional
4. Temporalidad acciones Vinculación con programas y acciones a nivel nacional
Existencia programación estratégica de mediano plazo
Para poder testar estos indicadores en las Mesas de Desarrollo Rural (2007-
2011) se utilizaron las visitas y entrevistas realizadas por el grupo de investigación
a organizaciones participantes en las Mesas de San José, Salto, Canelones y Cerro
Largo, así como a los técnicos que coordinan las diferentes Mesas (primer semestre
del año 2011).
Por otra parte, se realizó una sistematización de estudios de caso de diferentes
Mesas o submesas realizados por otros colegas: San José (González, 2012), Cerro
Largo (González, 2012), Laureles-Cañas en Tacuarembó (Cazzuli et al, 2011), Santoral
en Canelones (Mañán et al, 2009), Tacuarembó, Salto, Artigas, Cerro Largo, San José,
Canelones, Rocha, Rivera y Durazno (Rodríguez y Vassallo, 2010).
246 Albero Riella - Paola Mascheroni
V. El estudio de caso
V.1 La nueva institucionalidad para el Desarrollo Rural en Uruguay
A partir del año 2005, con la asunción del primer gobierno progresista, se busca
una reconfiguración de las políticas públicas para el desarrollo rural llevadas adelante
por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) a partir de importantes in-
novaciones institucionales (creación de la Dirección General de Desarrollo Rural y de la
Unidad de Descentralización, Ley de descentralización), la reorientación de los progra-
mas en curso, un nuevo relacionamiento entre Estado y sociedad civil, y la capacitación
de su personal en temas relacionados al planeamiento y la gestión de políticas públicas
para el desarrollo territorial.
La redefinición de los roles de institucionalidad pública agropecuaria quedó plas-
mada en el documento “Lineamientos estratégicos para la institucionalidad pública
agropecuaria para el periodo 2006-11”, elaborado por el MGAP. En estos lineamientos
se establece un papel más activo del Estado para que ‘operen positivamente los me-
canismos de mercado’ y de esta forma puedan compatibilizarse los objetivos de creci-
miento de la producción con los de integración social y reducción de las desigualdades
sociales. Para ello se propone la creación de una ‘institucionalidad comprometida’ que
coordine en el marco de una misma política la institucionalidad pública agropecuaria
(MGAP, Institutos y Entes). En esta dirección se plantea la necesidad de descentraliza-
ción para establecer una relación más directa y horizontal con los diferentes sectores
sociales y de concentración progresiva de los servicios presentes en cada localidad.
“Descentralización en el territorio nacional y centralización de esfuerzos en cada pago,
son dos caras de una misma moneda orientadas a mayor comprensión, conocimiento,
eficiencia y compromiso con los problemas reales” (pág. 4).
En el marco de esta reconfiguración de las políticas públicas, el MGAP asume un
rol protagónico en el diseño y ejecución de políticas de desarrollo rural, entendido éste
como un proceso de “mejora de la calidad de vida de los actuales y futuros habitantes
del medio rural, independientemente de su actividad, mediante la aplicación de políticas
públicas, específicas y diferenciadas, enfocadas en el territorio, tanto en lo económico,
como en lo social y lo ambiental” (Olascoaga, 2011).
Desde esta perspectiva, el desarrollo rural trasciende el ámbito estrictamente
agropecuario, por lo que constituye en su esencia un esfuerzo integrador de toda la
sociedad y tiene como objetivo central la población rural (Frugoni, 2008).
Desarrollo rural territorial: una aproximación para el análisis de la experiencia… 247
10 Las Mesas están integradas por el sector civil a nivel local o a través de cooperativas, sociedades de
fomento rural, asociaciones de productores, grupos y asociaciones de mujeres, jóvenes y trabajado-
res rurales, organizaciones no gubernamentales - Ongs locales, proveedores de servicios de asisten-
cia técnica, asociaciones y organizaciones de apoyo a la familia y a todos sus integrantes, la mujer,
el joven, el niño y al adulto mayor, asociaciones de apoyo al individuo con capacidades diferentes
habitantes del medio rural; y por el sector público a través de Oficinas de Desarrollo de los gobiernos
departamentales, representantes técnicos de la Oficina de Desarrollo Rural - ODR, representantes
de otros servicios o programas del MGAP, representantes de otros organismos del Estado y de la
Administración Pública.
11 En el marco de la reorientación del PUR y la estrategia de descentralización, se produjo la reducción
de las Mesas de Desarrollo Rural a la mitad, priorizando aquellos departamentos y regiones con ma-
yores problemas de pobreza rural. Se reestructuraron y consolidaron diez Mesas de Desarrollo Rural
distribuidas en el país, actuando en los departamentos de mayor prioridad es decir, aquellos con
mayor concentración de la pobreza rural (Artigas, Salto, Paysandú, Rivera, Cerro Largo, Tacuarembó,
Durazno, Treinta y Tres, Rocha, San José y Canelones). Se busca asimismo impulsar la institucionali-
Desarrollo rural territorial: una aproximación para el análisis de la experiencia… 249
que permita la articulación entre los distintos actores públicos y privados, agropecua-
rios y no agropecuarios que en él actúan.
El espacio creado a su vez, genera una necesaria articulación interinstitucional
entre organismos públicos nacionales y departamentales que componen las mesas:
MGAP, persona pública no estatal relacionada con el MGAP con mayor incidencia en di-
cho departamento, Instituto Nacional de Colonización, Intendencia Municipal, Comisión
de Agro de la Junta Departamental.
Asimismo permite un mejor relacionamiento y articulación del MGAP con las or-
ganizaciones de base como cooperativas agropecuarias, gremiales agropecuarias y
organizaciones sociales rurales.
Sin embargo también es posible observar algunas limitantes en esta dimensión
de análisis. Una de ellas es que las Mesas de Desarrollo Rural no tienen presupuesto
propio ni poder de decisión sobre la administración de recursos15, es decir, no tienen la
capacidad de delinear sus propias políticas con base territorial. Esta limitante surge de
la propia ley que las crea. Ello supone además un claro retroceso en comparación con
la autonomía que tenían las Mesas de Desarrollo Rural del Programa Uruguay Rural, las
que podían decidir sobre recursos económicos (Cazzuli et al, 2011).
Esto conlleva a que no exista una verdadera descentralización del poder del Es-
tado ya que no se han delegado recursos económicos y humanos, ni poder de decisión
a las Mesas de Desarrollo Rural. Es un tema que según Mañán et al (2009) genera una
alta preocupación entre las organizaciones participantes de las Mesas, en un cuestio-
namiento de lo participativo del proceso y de la capacidad real que tienen las organi-
zaciones de poder incidir en las políticas públicas. Esto provoca además un margen
restringido de acción de las MDR frente a los problemas más acuciantes de la zona.
Otra debilidad de las Mesas es que el espacio interinstitucional no funciona en
muchos casos más que en el plano formal. Por una parte, a excepción del Ministerio
de Ganadería, Agricultura y Pesca, hay una falta de estrategias claras por parte de las
15 Dos intentos de dar poder de decisión a las MDR se realizaron en el periodo. Uno de ellos fue a partir
de la sequía del verano de 2008-2009. El MGAP tomó como una medida paliativa para enfrentar la
Emergencia Agropecuaria la compra de alimento de ganado para ser distribuido entre los productores
familiares mediante un financiamiento accesible. La distribución del alimento fue organizada por la
Unidad de Descentralización del MGAP, la que canalizó este operativo a través de las MDR para su co-
ejecución con las organizaciones participantes de las mismas. Las organizaciones solicitaban los ca-
miones de ración, decidían a qué productores se atendía y firmaban un aval social de responsabilidad
por la deuda que se generaba con el MGAP. Las MDR pudieron además plantear mejoras concretas a
las propuestas del MGAP (González, 2012:157).
El segundo se realizó en el año 2011 en el marco del llamado de ‘Agua para la producción animal’
realizado por el MGAP a través de la Dirección General de Desarrollo Rural y ejecutado por el Proyecto
Producción Responsable. Esta convocatoria tenía como objetivo brindar apoyo económico en forma
parcial y no reembolsable a productores familiares ganaderos y lecheros que presentaran proyectos
de construcción y/o reparación de obras de almacenamiento, suministro de agua y distribución de
la misma. Para poder presentarse a la convocatoria era un requisito indispensable tener el aval de la
Mesa de Desarrollo Rural correspondiente.
Desarrollo rural territorial: una aproximación para el análisis de la experiencia… 251
16 Otra excepción son las intendencias con larga trayectoria en el desarrollo rural, como la de Tacuarem-
bó (Cazzuli et al, 2011).
17 Las instituciones tienen distinta motivación para participar. Además de que en algunas no hay un linea-
miento institucional claro (asisten a la MDR porque la Ley lo establece), tampoco sus representantes
tienen un lineamiento específico sobre lo que se espera de ellos en ese espacio, además de carecer
de poder de decisión. Ello deja librado al involucramiento y motivación personal de los representantes
institucionales su rol en las MDR.
252 Albero Riella - Paola Mascheroni
ticas públicas. Los temas que plantean las organizaciones sociales participantes son
puntuales y dependen de gestiones que realicen posteriormente los representantes
institucionales.
b) La segunda dimensión que analizaremos es la referida a la participación de
los diversos actores del territorio. En esto vemos a partir de los indicadores seleccio-
nados que las potencialidades de las Mesas de Desarrollo Rural son principalmente la
acción de promoción de la participación y articulación de los grupos subalternos en
el territorio, fomentando la participación de organizaciones de productores familiares,
asalariados rurales y pobladores rurales excluidos. A nivel nacional participan de las
MDR 247 organizaciones de productores familiares, sociales y asalariados rurales, y
162 grupos de productores familiares y asalariados rurales, totalizando 409 organiza-
ciones (PUR, 2011).
En un principio, La ley de Descentralización que crea las MDR prevé que asistan
a las mismas los representantes de las organizaciones. Sin embargo, como en los
hechos se daba una escasa presencia de organizaciones en el territorio, surge el de-
creto reglamentario que permite al CAD invitar a participar de las MDR a toda persona
representante de organización o no. Con ello se logró una mayor participación de la po-
blación rural. En ciertos territorios, existe una buena concurrencia teniendo en cuenta
la baja demografía de la zona (Rodríguez y Vassallo, 2010).
Las MDR apoyan la consolidación de la acción colectiva y el asociativismo en el
territorio. Este proceso, iniciado con el PUR18, permite generar la capacidad de diálogo
y demanda de las organizaciones de pobladores rurales. De esta forma contribuye al
empoderamiento de los productores y asalariados rurales y a su articulación con otras
organizaciones del territorio.
Asimismo, las MDR promueven la articulación público-privada en el territorio en
tanto en su integración están representados organismos públicos (estatales fundamen-
talmente) y actores de la sociedad civil (principalmente colectivos).
También en esta dimensión encontramos algunas limitantes asociadas: entre las
organizaciones participantes en las MDR concurren principalmente organizaciones de
productores que vienen de un proceso de debilidad desde la década de los noventa y
que, a partir del apoyo estatal, principalmente del PUR tuvieron un ‘fuerte reflote’ (Ma-
ñán et al, 2009). Muchas de ellas son organizaciones dependientes de la acción estatal
18 En el marco del PUR se realizaron convenios con 114 instituciones principalmente de productores fa-
miliares y asalariados rurales para el fortalecimiento institucional; se apoyó la formalización o reaper-
tura de 23 organizaciones de productores familiares de Artigas, Salto, Canelones, Tacuarembó, Ri-
vera, Treinta y Tres, Rocha y Lavalleja; se apoyó a la organización de asalariados rurales mediante
el financiamiento de actividades de formación, difusión y asesoramiento jurídico; se implementó un
sistema de asistencia técnica y extensión rural para el fortalecimiento del componente organizacional
y el desarrollo de proyectos/planes productivos y comerciales que alcanzó a las 96 organizaciones
de productores familiares (PUR, 2011: 38-39).
Desarrollo rural territorial: una aproximación para el análisis de la experiencia… 253
19 De las 12 organizaciones constitutivas de la MDR de San José, 8 han recibido apoyo organizativo
estatal; así como las 6 organizaciones constitutivas de la MDR de Melo, 4 de las 8 organizaciones de
la MDR de Río Branco y 7 de las 9 organizaciones de la MDR de Isidoro Noblía (González, 2012).
20 Para estos autores, los principales motivos para que los niveles de coordinación no sean más altos
son la falta de diálogo institucional, así como los celos por los espacios.
254 Albero Riella - Paola Mascheroni
Finalmente, se debe mencionar que para que estos esfuerzos efectivamente fruc-
tifiquen debe trabajarse sobre la territorialización de las políticas públicas con el fin de
articular y potenciar los recursos públicos y estatales en cada escala de intervención.
Esta perspectiva permitiría también introducir acciones tendientes a incluir la variable
del poder y su redistribución entre los actores del territorio para lograr disminuir asime-
trías y alcanzar las trasformaciones territoriales que el desarrollo rural impone.
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Subrepresentación formal y sustantiva en
la cúspide: clase, género y desigualdades
socioculturales
Miguel Serna1 - Eduardo Bottinelli2
El inicio del nuevo siglo y milenio vino acompañado de cambios sociales y políticos
importantes para el Uruguay. La finalización de las reformas de cuño neoliberal con
un ciclo de larga crisis económica, el crecimiento de largo plazo de alternativas po-
líticas desde la izquierda en el marco de una mayor competencia electoral confluye-
ron para favorecer la rotación de partidos en el gobierno y circulación de las elites
políticas. El presente estudio se centra en el estudio de la composición social de las
elites y los cambios derivados de la rotación de diversos partidos políticos, poniendo
especial énfasis en los tres últimos períodos de gobierno (2000-2015). En particular
este artículo focaliza su interés en los fenómenos de subrepresentación política de
sectores sociales subalternos por origen de clase, género, raza o generación y los
problemas de déficit de representación sustantiva de la agenda pública social en el
marco de procesos de cambio político electoral.
clases y grupos sociales subalternos y populares, como por ejemplo las mujeres, la
representación de etnias indígenas y afrodescendientes, la escasa presencia de repre-
sentantes de clases trabajadoras, entre otros.
Entre los enfoques más recientes, tratan de evitar la dicotomía entre pluralistas y
estructuralistas, para estudiar las elites desde el punto de vista de agentes que actúan
en estructuras y contextos determinados. En ese sentido, dos aspectos llaman la aten-
ción, por un lado, las formas de movilización por parte de las elites de diversas redes,
capitales y recursos de poder en la sociedad, por otra, la importancia de reconstruir los
mecanismos de reclutamiento, socialización, estrategias y dispositivos que conformen
en forma especializada las elites políticas.
En este sentido, es importante contemplar tres dimensiones de los procesos de
especialización política sistematizadas por Michel Offerlé (1999). 1. Captar la influencia
del background social de entrada y desempeño en las carreras políticas; 2. considerar
el asentamiento en el tiempo del movimiento e involucramiento personal en actividades
políticas; 3. la lógica identitaria de consagración a ese “metier” como profesionales que
reivindican su ejercicio como “vocación”.
Los partidos políticos juegan un papel muy relevante entre los diversos ámbitos
políticos institucionales para la producción de mecanismos de reclutamiento y repro-
ducción de las elites. Los debates sobre los niveles de cohesión de las elites han
referido a su vez, a la estructura y organización de los partidos políticos en especial
en los regímenes democráticos modernos. De los diversos tipos de partidos políti-
cos que se conocen, las diferencias en cuanto al posicionamiento ideológico en el eje
derecha-izquierda se ha destacado como un factor de diferenciación de mecanismos
de reclutamiento político. Así pues, en Europa se considera como un ejemplo clásico
el estudio de Norris & Lovenduski de las diferencias de reclutamiento entre el Partido
Laborista Inglés (más permeable a representantes sindicales, del mundo de la cultura,
de participación de mujeres y minorías étnicas o raciales) y el Partido Conservador
(donde aparece una proporción mayor de directores y jefes en el sector privado, de
universitarios egresados de las universidades de mayor prestigio social, y menor re-
presentación de mujeres y minorías étnicas o raciales). En términos más generales, en
Europa se discute el papel de los partidos sociales y socialdemócratas en la ampliación
de la representación hacia las capas medias y populares a nivel de las elites políticas.
Más allá de los debates teóricos, en las últimas décadas se han desarrollado
diversos estudios comparados de elites fuera de Europa y Estados Unidos (EE.UU.)
para contrastar las diversas hipótesis en otros contextos y determinar cómo influyen
las diversas estructuras de estratificación social y de poder. Así pues, es interesan-
te mencionar investigaciones recientes en Brasil que muestran la relevancia tanto de
los antecedentes y características sociales de las elites en su carrera hacia el poder
político como la influencia de los factores propios de los sistemas políticos. Resultan
relevantes dos estudios que abordaron comparativamente los perfiles entre candidatos
“victoriosos” y “fracasados” en la competencia por una banca en la cámara de diputa-
262 Miguel Serna - Eduardo Bottinelli
3 Se agrupó el gobierno nacional y el senado considerando dos aspectos: que es un número bastante
reducido de dirigentes (y por tanto difícil de desagregar aún más) y que se tratan los dos ámbitos de
gobierno de mayor jerarquía política (más allá de las diferencias de funciones institucionales. En ese
sentido, se coincide con las observaciones realizadas por el politólogo Luis Eduardo González “El
Senado, como en la mayoría de los regímenes presidencialistas bicamerales, siempre fue la cámara
más prestigiosa e importante. En general, está integrado por el estrato más alto de la elite política.
Un ejemplo será suficiente para ilustrar el punto: los candidatos presidenciales de las fracciones más
importantes de los partidos tradicionales muy a menudo también figuran en el primer lugar de las
listas de sus fracciones al Senado.” (González, 1993, p. 99).
4 Si bien sería pertinente la desagregación por todos los partidos, diferenciando entre blancos y
colorados, el número pequeño de dirigentes estudiados restringe las posibilidades de análisis
cuantitativo de datos. Por el mismo motivo, se excluyó del análisis cuantitativo el partido independiente.
264 Miguel Serna - Eduardo Bottinelli
FA PT FA PT FA PT
2000- 2000- 2005- 2005- 2010- 2010-
2005 2005 2010 2010 2015 2015
Profesional
15% 42% 17% 44% 24% 39%
Universitario
Profesor/
8%
Escritor
Productor
8% 5% 11% 6% 14%
Agropecuario
Empresario/
15% 3% 19% 6% 10%
Comerciante
Trabajador
independiente/
6% 20% 12% 28% 8%
Informal/
Obrero
Administrativo/
15% 3% 16% 12% 17%
Empleado Público
Actividad Política 15% 11% 8% 6% 46%
Otros 3% 4%
Sin dato 31% 29% 8% 13% 3%
Los antecedentes de capital social de los dirigentes del Frente Amplio que ocupa-
ron puestos en el gobierno y el senado, muestran que el 19% provienen de padres pro-
fesionales universitarios (proporción que se incrementa con la asunción del gobierno),
un 25% sus padres eran empresarios, comerciantes y productores y un 40% los padres
eran trabajadores y empleados (con un peso relativo mayor de trabajadores manuales).
En el caso de la bancada de representantes del Frente Amplio el origen popular es aún
más marcado, tan sólo 6% sus padres eran profesionales universitarios, un 9% tenían
padres empresarios comerciantes y productores rurales, mientras que para el 60%
provenían de hogares cuya ocupación principal eran trabajadores y empleados.
Entre los dirigentes de los Partidos Tradicionales que alcanzaron puestos de
gobierno y bancas legislativas en el senado, el 40% eran hijos de profesionales universi-
tarios, el 8% sus padres eran empresarios comerciantes o productores rurales y sólo el
9% provenían de hogares cuyos padres eran trabajadores y empleados (con un predo-
mino relativo de empleados). En el caso de la bancada de diputados, el 13% provenían
de hogares con padres profesionales universitarios, un 30% de padres empresarios
comerciantes o productores y otro 30% de origen humilde de padres trabajadores o
empleados.
Subrepresentación formal y sustantiva en la cúspide: clase, género y desigualdades… 267
FA PT FA PT FA PT
SEXO 2000-2005 2000-2005 2005-2010 2005-2010 2010-2015 2010-2015
Femenino 22% 4% 22% 0% 22% 0%
Masculino 78% 96% 78% 100% 78% 100%
Fuente: Elaboración propia en base a datos biográficos. (Serna, et al, 2012).
268 Miguel Serna - Eduardo Bottinelli
cámara y para cada período de gobierno, identificamos que los Partidos Tradicionales
poseen una mediana de edad más baja, notoriamente más visible en Diputados (donde
la distancia alcanza a 10 años promedio de diferencia) y en mucho menor medida en
Senadores y Gobierno.
De alguna manera, la llamada reconversión generacional que permea los dis-
cursos de la izquierda es bastante difícil de concretar en cargos representativos. El
desafío de la incorporación de nuevas caras y nuevas voces está planteado, pero sin
duda el Frente Amplio ha demostrado mayores dificultades para llevar adelante una
reconversión generacional, arrastrando un promedio de edad de entre 51 y 56 años
para los diputados y de 57 años para los senadores y miembros del Poder Ejecutivo.
Parte de esta dificultad podría estar explicada en el peso de las generaciones históricas
fundacionales del Frente Amplio y su tardío acceso a la cúspide del poder. Sin embargo,
algunos indicadores pueden señalar algunas dificultades de reconversión generacional
no coyunturales, como que las edades mínimas de ingreso al parlamento y gobierno
son sistemáticamente más altas que los partidos tradicionales.
Si bien la edad promedio de los frenteamplistas no baja, es importante destacar
que esto no implica ausencia de circulación, sino que cada vez que se renueva la le-
gislatura (5 años), hay legisladores mayores que dejan el espacio a legisladores más
jóvenes, que al menos cinco años después mantienen el promedio de edad.
FA PT FA PT FA PT
2000-2005 2000-2005 2005-2010 2005-2010 2010-2015 2010-2015
EDAD Gobierno y Senado
Mediana 57 52 57 53 57 57
Mínimo 42 35 40 40 32 45
Máximo 67 78 78 75 75 69
EDAD Diputados
Mediana 56 46 51 44 54 47
Mínimo 34 27 27 32 29 27
Máximo 74 71 79 63 74 80
Fuente: Elaboración propia en base a datos biográficos. (Serna, et al, 2012).
Total
14
Género
1,0%
15
Juventud
1,0%
34
Trabajo
2,3%
Categoría
21
Minorías
1,4%
162
Seguridad Social
11,0%
Seguridad pública, justicia, administración, economía, defensa 1.225
relaciones exteriores, reconocimientos públicos (*) 83,3%
1.471
Total
100,0%
Fuente: Elaboración propia en base a información relevada en el Poder Legislativo.
(*) Esta categoría incluye una variedad de homenajes, conmemoraciones de fechas relevantes y reconoci-
mientos de personas de alta notoriedad pública en diversas instituciones y ámbitos (escuelas, calles, actos,
etc.), y vale la pena señalar que constituyen la gran mayoría del total de las leyes consideradas.
A partir del próximo cuadro se eliminan las temáticas que no son parte del siste-
ma de protección social y cuestiones sociales a los efectos de enfocar el análisis en las
leyes sobre los temas centrales para la investigación. De esta forma serán presentados
los resultados sobre las leyes aprobadas en el período relacionadas a temáticas socia-
les relevantes para la investigación.
272 Miguel Serna - Eduardo Bottinelli
Legislatura
Total
2000-2005 2005-2010
Nº leyes 6 8 14
Género
% del total 2,4% 3,3% 5,7%
Nº leyes 8 7 15
Juventud
% del total 3,3% 2,8% 6,1%
Nº leyes 13 21 34
Categoría Trabajo
% del total 5,3% 8,5% 13,8%
Nº leyes 10 11 21
Minorías
% del total 4,1% 4,5% 8,5%
Seguridad Nº leyes 66 96 162
Social % del total 26,8% 39,0% 65,9%
Nº leyes 103 143 246
Total
% del total 41,9% 58,1% 100,0%
Fuente: Elaboración propia en base a información relevada en el Poder Legislativo.
nes las pensiones graciables. Por otra parte, como se verá en el cuadro de abajo la
mayoría de las leyes sobre Seguridad Social son promulgadas por el Ejecutivo y la ma-
yoría son para regular el funcionamiento del sistema de seguridad social y la asignación
de estas pensiones graciables.
Al analizar la información relevada según cual es el Poder público que propone
la iniciativa legal, se observa una clara centralidad del Poder Ejecutivo en la agenda
legislativa, al menos a nivel numérico(6). De las leyes que se tomaron en consideración
en ambos períodos estudiados, las tres cuartas partes fueron de iniciativa del Ejecutivo
(75,2%), una de cada diez fue iniciativa de la Cámara de Senadores (10,6%) y casi una
y media de cada diez iniciativas fue de la Cámara de Representantes (14,2%).
Iniciativa Cámara
Total
PE Senadores Representantes
Nº leyes 6 5 3 14
Género
% del total 2,4% 2,0% 1,2% 5,7%
Nº leyes 5 5 5 15
Juventud
% del total 2,0% 2,0% 2,0% 6,1%
Nº leyes 21 3 10 34
Categoría Trabajo
% del total 8,5% 1,2% 4,1% 13,8%
Nº leyes 12 6 3 21
Minorías
% del total 4,9% 2,4% 1,2% 8,5%
Seguridad Nº leyes 141 7 14 162
Social % del total 57,3% 2,8% 5,7% 65,9%
Nº leyes 185 26 35 246
Total
% del total 75,2% 10,6% 14,2% 100,0%
Fuente: Elaboración propia en base a información relevada en el Poder Legislativo.
6 Por cierto la presencia del Ejecutivo en el proceso parlamentario ha sido objeto de varios estudios
nacionales; a los efectos de este trabajo no obstante, el énfasis está focalizado exclusivamente en
comparar dos gobiernos de dos partidos distintos y sus consecuencias en la temática social de la
agenda parlamentaria.
274 Miguel Serna - Eduardo Bottinelli
Iniciativa partido
Total
FA PN PC PI/NE Varios
Nº leyes 9 0 2 1 2 14
Género
% del total 3,7% 0,0% 0,8% 0,4% 0,8% 5,7%
Nº leyes 7 1 2 0 5 15
Juventud
% del total 2,8% 0,4% 0,8% 0,0% 2,0% 6,1%
Nº leyes 18 2 10 0 4 34
Categoría Trabajo
% del total 7,3% 0,8% 4,1% 0,0% 1,6% 13,8%
Nº leyes 9 2 7 0 3 21
Minorías
% del total 3,7% 0,8% 2,8% 0,0% 1,2% 8,5%
Seguridad Nº leyes 90 6 58 0 8 162
Social % del total 36,6% 2,4% 23,6% 0,0% 3,3% 65,9%
Nº leyes 133 11 79 1 22 246
Total
% del total 54,1% 4,5% 32,1% 0,4% 8,9% 100,00%
Fuente: Elaboración propia en base a información relevada en el Poder Legislativo.
Se observa pues que en las temáticas relacionadas con Género, Juventud y Tra-
bajo la izquierda se destaca por tener mayor iniciativa política. En alguna medida esto
podría estar explicado tanto por la mayor representación formal de estos grupos en el
Parlamento y Gobierno, como por la inclinación en sus plataformas ideológicas progra-
máticas de estas temáticas.
Cabe aclarar que como el Partido Nacional no ejerció el Poder Ejecutivo en estos
períodos estudiados sólo tiene iniciativa desde el Poder Legislativo, en un papel de
oposición pero sin mayoría parlamentaria, lo cual podría explicar la menor cantidad de
iniciativas registrada.
De la lectura realizada de los datos previamente presentados se pueden resumir
algunos aspectos a destacar. Por un lado se señala una fuerte presencia del Poder Eje-
cutivo en la agenda parlamentaria. A su vez se aprecia que no hay grandes diferencias
por período, aunque sí pequeñas diferencias según de qué ámbito institucional sea la
iniciativa. Por otro lado, en cuanto al análisis por partido, el Frente Amplio pone un ma-
yor énfasis en las cuestiones de Género, Juventud, Trabajo (y también en Minorías y Se-
guridad Social) en comparación relativa con los partidos tradicionales. Esta inclinación
de la izquierda hacia la agenda social estaría dada tanto por una mayor representación
formal de los sectores sociales subalternos en la dirigencia como en las opciones ideo-
lógicas programática de representación sustantiva de estas temática por parte de los
partidos que componen la coalición.
276 Miguel Serna - Eduardo Bottinelli
7 Esta sección utiliza algunas citas significativas para la problemática de este artículo que tiene como
base un estudio cualitativo de una muestra de 53 entrevistas en profundidad a dirigentes políticos de
gobierno y parlamento en el período referido.
Subrepresentación formal y sustantiva en la cúspide: clase, género y desigualdades… 277
Ni las mujeres más pobres ni los hombres más pobres llegan a la política. Hay una selec-
ción natural que va dejando de lado…, llegan en todo caso los dirigentes obreros, porque
han tenido la práctica de su dirigencia, no llegan otros.
¿Por qué no llegan otros?
No llegan porque la práctica política hace que tú tengas que tener lenguaje, debatir, que
tengas conocimiento para dar argumentos, cierto manejo de la organización, haber ido
reafirmando tu personalidad para debatir, para estar en el lugar y hacerte sentir con peso
en el lugar. Y eso una persona que no tiene educación, que tiene faltas de ortografía, que
no tiene buen manejo del lenguaje… puede utilizar algo más voluntarista, o un poco más
violento, pero rompe las reglas de juego de los sectores medios con algo de educación,
que son los que llegan a dirigentes políticos, ni te digo al Parlamento.” (Entrevista 23).
“Yo creo que el Uruguay es un país que lo bueno que tiene es que lo que se puede comprar
no es mucho, entonces el que tiene 5 o el que tiene 20 va a comprar más o menos lo
mismo, eso me parece que no es una diferencia…. Nosotros tenemos en esta legislatura
casos que creo que son muy buenos… por ejemplo tenemos al Abogado Juan Garino que
vive en Carrasco, fue al British School y se recibió en la universidad privada, y por otro
lado tenemos al Lic. Fitzgerald Cantero que nació y vive en el barrio Maracaná, en el asen-
tamiento Maracaná, estudió en una escuela pública, la universidad pública, se recibió y
esta acá…. Y están, ninguno de los dos llegó porque tenía mejor o peor fortuna personal
sino que llegaron por su trabajo…que es lo que me parece que hay que tener en cuenta,
yo creo que la política en Uruguay tengas o no tengas te da la posibilidad de llegar.... y
está bueno, creo incluso que los que están identificados como que tienen muchos recur-
sos es peor, la gente, el uruguayo, los castiga más que al que no los tiene….creo que en
eso es bastante justo el sistema uruguayo.” (destacado nuestro)
—“A nivel de dirección, a nivel de determinación de lugares inscriptos, hay allí un cuello
de botella donde, como el órgano de decisión último generalmente… es una cuestión
que va a seguir sucediendo, a menos que haya una cuota y yo soy partidaria de la cuota.
Hasta tanto se dé este fenómeno. Porque ¿qué pasa? Como los órganos de decisión final
son el ejecutivo, y en ellos hay una mayoría aplastante de hombres, se siguen eligiendo a
hombres para los lugares preferenciales. Y el porcentaje de mujeres o es el mismo o baja
desde la apertura democrática para acá.” (Entrevista 8).
Otro elemento trascendente para entender cuáles son las dificultades que atra-
viesan las mujeres dentro de la actividad política, para conformar una carrera políti-
ca se encuentra en las persistencia de formas de dominación masculina histórica y
de desigual distribución entre los roles de género del tiempo dedicado a actividades
remuneradas y las tareas no remuneradas de cuidado, especialmente en el ámbito
doméstico. Por dicho motivo, se señala más de una vez, por parte de las mujeres que
llegan a la política, la opción que supone para ellas un sacrificio personal, es decir, dejar
actividades personales o familiares de lado para poder realizar actividad política, pero
que difícilmente se dejan en la práctica. Así pues, se señala en la literatura académica
comparada, así como aparece recurrentemente en los testimonios de las mujeres que
consiguen o que dejan la arena política, que la mujer debe enfrentar un doble esfuerzo,
ya que sigue recayendo sobre las mujeres todo lo referente a tareas domésticas y
Subrepresentación formal y sustantiva en la cúspide: clase, género y desigualdades… 279
“— ¿Las mujeres tienen que sacrificar más cosas que los hombres para participar en
política? —Sí, impresionante. La vida política es siempre muy sacrificada. Uno sacrifica
afectos, sacrifica familia, sacrifica amigos del entorno, sacrifica gustos personales. A mí
me encanta toda la vida cultural y, desde que somos gobierno, no pude ir a un concierto.
Me escapo igual a veces, pero me encanta el cine. Uno sacrifica mucha cosa. Veo una
vez al mes a mi nieto. A nosotras eso nos pesa mucho, supongo que químicamente más
allá de la cultura, le ponemos mucha importancia a la cuestión de los afectos. Como, ade-
más en general, no tenemos cubierta la retaguardia -que los hombres la tienen, es decir,
todo lo que es lo doméstico- nos la tenemos que arreglar igual con todo lo doméstico.”
(Entrevista 23).
Aún entre quienes consiguen sortear las barreras y llegar al ámbito político, las
mujeres remarcan la persistencia de obstáculos radicados en elementos culturales de
la sociedad, que reproducen la dominación masculina, en sus diversas facetas machis-
tas, que se traslada y se hace más fuerte en las estructuras de autoridad del ámbito
político, ladeando de forma manifiesta o latente a las mujeres cuanto más alto se llega
a las jerarquías de poder.
“Las mujeres tienen el problema del contacto con la masa, porque la masa es machista y
por lo tanto tiende a tener más problemas ligados con ser mujer. Pero no tiene problema
con una jefa mujer. Una cosa es quien te representa y otra cosa es quien manda cuando
se ejecuta algo.” (Entrevista 26).
Igual, con muchas más desventajas. En primer lugar porque en Uruguay la gran diferencia
racial es la negra, que es el porcentaje más grande de una etnia que tenemos en el Uru-
guay ¿qué pasa con los negros y las negras en el Uruguay? Que arrastran el tema de la
pobreza. Y ese es un handicap muy grande en la política. Los que están llegando tuvieron
que validarse como universitarios, tuvieron que estudiar para poder llegar. Es muy difícil
tener que estudiar, tener que luchar, tener que estar haciéndose reconocer, visibilizar,
y tener siempre que estar validando su discurso con conocimiento de causa. Ese es un
esfuerzo mucho más grande.” (Entrevista 23).
“La raza sin duda. La raza, el pobre negro Ortuño es el único que llegó. Uruguay tiene
un racismo muy fuerte en la política y en todo. No sé cómo separarte la raza del origen
social. Porque en realidad está muy vinculado. El negro está jodido porque son de clase
social baja. No tiene opciones de llegar, primero porque no tiene la formación suficiente,
y necesitás formación para llegar. Una cosa es ser diputado, que llega cualquiera. Bueno
cualquiera en el sentido que bueno... ya para estar en el gobierno necesitás una formación
Subrepresentación formal y sustantiva en la cúspide: clase, género y desigualdades… 281
determinada, en cualquier parte del mundo., que si no tuviste las posibilidades económi-
cas de formarte es muy difícil de que llegues.” (Entrevista 22).
“Lo último, quizás sea lo que a mí me toca más directamente, y por eso lo dejo para lo
último, la pertenencia de raza o de etnia en relación a la política ha sido una relación muy
poco frecuentada y muy dificultosa, en la medida en que la presencia a nivel medio o su-
perior de personas negras en la política uruguaya ha sido muy marginal, excepcional. No
sólo mi presencia aquí en el Parlamento hoy, sino las presencias anteriores, siempre han
sido en carácter de suplencias, alternancias muy breves en el tiempo, por un lado o por el
otro, la presencia mía en el Parlamento ha sido la más constante a esta altura, en la me-
dida que yo entré en el 2000 como suplente, generando un revuelo bastante más grande
por mi condición de negro que esperaba, los medios de comunicación, el debate público,
social y político, que de alguna manera expresaba –justamente- el divorcio de la política
con este porcentaje de la población que hoy se revela muy importante y que coloca la
presencia del negro en la política a estos niveles como una excepción, como una situación
marginal, excepcional y puntual y, por lo tanto, refuerza la concepción o la convicción de
que el sistema político es una expresión más del sistema social y de sus oportunidades y
de sus inequidades y lo refleja.” (Entrevista a Edgardo Ortuño).
“Quienes menos representan a los jóvenes son los jóvenes, por ejemplo el fenómeno Mu-
jica representa mucho mejor a los jóvenes que lo que puede ser un parlamentario joven.
Además los pares son más críticos lo que llevaría a que los propios jóvenes digan: ‘por
qué me vas a representar vos a mí’” (Entrevista 21). “… yo por ser joven no represento a
los jóvenes, eso te aclaro.” (Entrevista 26).
“Los viejos son muy amigos entre ellos, de todos los partidos, porque ellos vivieron cosas
juntos, y eso es una cosa muy complicada de romper”.
“No discriminación pero sí el ‘no estuviste’. Por el hecho de ser joven a mí no, pero sí a
los jóvenes en general y en política. Conmigo tienen más respecto porque soy legislador,
porque ya me han visto” (Entrevista 26).
“Primero, repito bastante la idea de que somos más hijos de nuestros tiempos que de
nuestros padres y, por lo tanto, creo que es fundamental la mirada de los jóvenes a los
problemas generales. Yo tiendo a no creer en la existencia de los problemas de los jóve-
nes. Uno puede mirar y reducir y encontrar uno, pero creo que el principal aporte es la
mirada desde los jóvenes a los problemas generales. Creo que ese es el principal aporte.”
(Entrevista 26).
sustantiva que enriquezcan la vida política con diversas y renovadas perspectivas ge-
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Movilidad social en Montevideo:
hallazgos de 2010
Marcelo Boado1
El presente trabajo es un avance del proyecto “50 años de movilidad social en el Uru-
guay”, que tiene por fin integrar tres grandes estudios sobre el tema, para generar un
panorama de largo plazo sobre la movilidad social en el Uruguay. Básicamente inte-
gra las encuestas de 1959, 1996 y 2010 para la ciudad de Montevideo, y las de 2000 y
2012 para las ciudades de Maldonado y Salto. Este trabajo se inscribe dentro de las
actividades que desarrolla el Grupo de Investigación CSIC Transiciones Educación
Trabajo (TET), que estudia el fenómeno de la movilidad social y la desigualdad de
oportunidades en perspectivas transversal y longitudinal, con múltiples metodolo-
gías. Los siguientes resultados de investigación provienen de la encuesta sobre Mon-
tevideo 2010, que fue financiada por la Comisión Sectorial de Investigación Científi-
ca de la Universidad de la República, en 2010.
I. Métodos
El presente estudio de movilidad social en Uruguay se basa en una encuesta
representativa de la población económicamente activa (PEA) de ambos sexos mayor de
18 años de la ciudad de Montevideo, que alcanzó 2021 casos, que realizamos entre
abril y octubre de 2010. La muestra fue estratificada y polietápica. Para la ciudad de
Montevideo esta encuesta estimó un error de 2,1, con 95% de precisión, para la preva-
lencia de participación en la PEA según sexo2.
1 Doctor en Sociología por el Instituto Universitario de Pesquisas do Rio de Janeiro (IUPeRJ). Se desem-
peña como profesor e investigador titular, Grado 5, en el Departamento de Sociología de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Es coordinador del Doctorado de Sociología,
y previamente coordinó la Maestría de Sociología. En grado y posgrado desarrolla investigación y
docencia en movilidad social, políticas de salud, y métodos cuantitativos. Integra el Sistema Nacional
de Investigadores en Nivel II. [email protected]
2 El universo consideró a todos los hogares de la ciudad de Montevideo con al menos dos miembros.
Se estimaron 337 puntos muestrales, distribuidos proporcionalmente respecto del número de ho-
gares con miembros económicamente activos de las 25 secciones censales pobladas de la ciudad
de Montevideo, según el marco muestral vigente y disponible en el Instituto Nacional de Estadística
(INE) a marzo de 2010. Expresamente se excluyeron los hogares rurales. Se relevaron seis hogares
por punto muestral. Dentro de cada uno de ellos se seleccionó al azar un miembro adulto (18 años
y más) económicamente activo. No se consideraron activos a los que buscaban trabajo por primera
vez, porque no aportarían historia ocupacional.
En cada manzana se indicó un punto de arranque y un procedimiento de muestreo sistemático, con
intervalo de cuatro viviendas particulares. No se contaron para el muestreo sistemático los hogares
sin activos, pero se registró su incidencia en el total de hogares de la manzana. También se contaron
288 Rafael Paternain
los rechazos. Cada caso debió ser visitado hasta tres veces antes de ser sustituido, prolongando el
método del muestreo sistemático, lo cual se realizó previo control de supervisión.
La inseguridad en Uruguay: perspectivas e interpretaciones 289
I+II, IIIa+IIIb, IVa+IVb, IVc, V+VI, VIIa, VIIb. Pero, dado que el diseño de relevamiento
extrajo solamente una muestra de la PEA urbana mayor de 18 años y con experiencia
laboral de la ciudad de Montevideo, se halló sólo 1% de posiciones sociales actuales
rurales. En consecuencia en los análisis que siguen se excluyeron todos los casos que
reportaron orígenes y destinos en clases sociales de tipo rural; lo cual en total alcanzó
un 8,5% del total de los casos, y por ende sólo se utilizaron las clases I+II, IIIa+IIIb,
IVa+IVb, V+VI, VIIa.
Un primer paso descriptivo es exhibir la capacidad de diferenciación social del
esquema EGP a nivel general, y según sexo, considerando variables continuas básicas
como el ingreso personal declarado (en pesos y en dólares corrientes), en ingreso es-
timado3, el Índice de nivel socio-económico (INSE)4, y los años de escolaridad, bajo el
procedimiento que se conoce como análisis de la varianza (Tabla 1).
Las cinco categorías del esquema EGP confirman una desigualdad socioeconó-
mica válida entre los entrevistados, por medio del análisis de la varianza, con pruebas
F significativas al 0,01, en cualquiera de las variables elegidas como dependiente de la
desigualdad que expresa EGP.
Los resultados señalaron tres cosas. Primero, una consistencia apreciable para
la diferenciación entre las clases, con coeficientes de variación aceptables en cada
categoría, en particular en los años de escolaridad, el ingreso estimado y el INSE.
Segundo, un ‘orden’ subyacente a las categorías, una “jerarquía” válida en térmi-
nos estadísticos, que bien podría, para el caso uruguayo reordenar la pauta EGP clásica
en I+II, IVa+b, IIIa+b, V+VI, VIIa. Tercero, los datos ilustran la desigualdad de género
condicionada a la desigualdad de clase. Finalmente los años de escolaridad también
nos confirman la solidez de la pauta EGP, en general., y entre hombres y mujeres. En
promedio las mujeres tienen un año de escolaridad más que los hombres. Los años
de escolaridad entre las mujeres están más ajustados a la verticalidad de la pauta de
ingresos que entre los hombres (Tablas A1 y A2 muestran la prueba por sexo en anexo).
3 El ingreso personal se requirió al entrevistado por medio de una escala de tramos de ingreso, en
consecuencia es una variable agregada; el ingreso estimado se calcula por medio de una regresión
de los valores de índice INSE sobre los ingresos personales.
4 Es un índice de bienes y componentes del hogar, que predice el ingreso del hogar y el del entrevista-
do con r2 de 0,55. Se utiliza de manera eficiente cuando los entrevistados omiten responder sobre
ingresos personales o del hogar. Así el nivel socioeconómico es una variable latente que predice el
nivel económico de personas y hogares.
290 Marcelo Boado
este fenómeno, si bien las dos primeras clases son típicamente no manuales y las
dos últimas predominantemente manuales. Observar una hipótesis así requeriría que el
grueso de los casos se concentrara en celdas adyacentes a la diagonal y en torno a
las categorías que señalan la frontera manual no manual. Para esto las probabilidades
condicionadas no ayudan. La probabilidad conjunta (el porcentaje de cada celda en el
total de la muestra) sería una mejor aproximación. Pero en definitiva lo que sugiere esta
hipótesis puede formularse de modos más complejos y sistemáticos. Por un lado, se
habla de los logros, y de una topografía subyacente, que parece indicar cómo funciona
la desigualdad de oportunidades. Y se señala, que hay zonas de herencia y zonas de
cambio. Que las zonas de herencia podrían ser parecidas, pero también podrían ser
muy diferentes. Que las zonas de cambio, o mejor dicho de intercambio, indicarían
una desigual intensidad, y que en definitiva los cambios más importantes suponen dis-
tancias sociales muy largas, por lo que son infrecuentes. Por otro lado se habla de
distancias y de recorridos. Hay autores que sugieren que habría fronteras o cruces, con
desigual chance de ser atravesados. Y otros autores que señalan que la forma general
del movimiento entre las posiciones podría tener un patrón general de intercambio.
Finalmente, otros sugieren que las distancias a esos cruces pueden no ser similares
porque las posiciones sociales no son equidistantes entre sí. Es claro advertir esto
último si uno toma en cuenta para cada clase el promedio de ingreso personal, el INSE,
o los años de escolaridad. En consecuencia la forma de medir si la movilidad queda
concentrada en la zona intermedia de la sociedad requiere precisar varias preguntas.
La tercera de las hipótesis replanteadas por Goldthorpe, ha resultado la más
popular de todas. Postulaba que los resultados de la movilidad eran consecuencia de
diferencias generacionales. Habría generaciones más jóvenes que podrían ascender
por formación en el sistema educativo, que creció mucho en los últimos 60 años, y
otras más viejas, que podrían ascender o descender por sus carreras laborales, aun-
que más lentamente. Naturalmente esta preocupación postulaba la durabilidad de la
desigualdad, dadas las historias laborales que se observaran. En un primer momento
Goldthorpe y Erikson (1993) llegaron a la conclusión de que las diferencias entre las
carreras ocupacionales habrían sido constantes entre las generaciones, por lo que los
efectos postulados de educación o mercados internos de trabajo no eran diferentes
entre las generaciones. De un modo tal que prácticamente la desigualdad que medía
la pauta EGP trascendía a las generaciones de la muestra. Así, las historias ocupacio-
nales reflejadas en la tabla de movilidad, sentenciaban una desigualdad perenne, y en
especial resistente a todo y cualquier flujo de movilidad, al grado que la estructura de
los datos, dada por las tasas relativas u odds ratios, era aplicable a casi cualquier tipo
de sociedad industrial. No habría de este modo estilos de desarrollo social que esca-
paran a esa desigualdad relativa omnipresente, e indemne al cambio generacional o a
las catástrofes de cualquier tipo. Naturalmente, la popularidad de esta hipótesis, que
en cierto sentido incluía a las demás, por responder a un planteo más general, dominó
por casi 20 años a todos los estudios de movilidad social. Y a la vez se hizo poco
comprensible la utilidad de sus conclusiones para quienes no dominaban con precisión
Movilidad social en Montevideo: hallazgos de 2010 293
en cada clase que se observe. Por su parte, los ingresos a las clases actuales también
señalan que los hombres reclutan ligeramente más casos en las propias clases de
origen que las mujeres. Sin embargo, hay movimientos que indican que la dispersión
en las clases más alta y más baja, son más frecuentes para los hombres que para las
mujeres.
4. Análisis
5 Las conclusiones que aquí se observan, como en el caso anterior, refieren a la movilidad y la herencia
de trayectorias urbanas solamente, porque debimos excluir las varias celdas vacías de orígenes y
destinos rurales en las tablas, sin lo cual se hubiera perjudicado e invalidado el ajuste de los pará-
metros de las hipótesis para algoritmos que se utilizaron. Por ende nuestras conclusiones son más
breves, y deben sazonarse con prudencia.
296 Marcelo Boado
5. Conclusiones
El trabajo presenta dos secuencias de resultados. Por un lado las tendencias
generales de la movilidad social observada en los propios datos, y por otro lado las
regularidades que sostienen la movilidad y herencias relativas. En el primer caso los
datos indican aspectos que sobresalen con tendencias que destacan la heredabilidad
desigual de hombres y mujeres, y también algunos recorridos diferenciales. Los ingre-
sos medios estimados de los hombres son mínimamente superiores a los de las muje-
res, y no se advierten diferencias sustantivas, salvo en el caso de los datos agrupados
de ingreso, que por razones claras tienen varianza mucho mayor. Este aspecto resultó
de importancia, porque parece sugerir que las brechas en ingresos pueden estarse
cerrando, más rápidamente que otros aspectos como la propia movilidad.
A la luz de las hipótesis más sistemáticas que examinan el acceso a la cumbre y
la movilidad de intercambio, se plantean modelos que exploran la movilidad relativa, la
estructura asociativa que subyace a los datos. En la medida que la pauta de estratifica-
ción no es la misma que la que aplicamos en trabajos anteriores, hay comparaciones
que no se pueden hacer en este momento, sino en próximos trabajos.
Las tendencias observadas en los datos exhibieron pequeñas diferencias entre
hombres y mujeres que se exploraron por medio de modelos clásicos de la movilidad
social.
Estos modelos, hasta el presente, no tienen un desempeño indudable. Lo impor-
tante de este primer análisis es que efectivamente las diferencias en las clases tienen
un efecto, para lo cual habría que hallar mejor forma de tomarlo en cuenta en las ecua-
ciones de los modelos clásicos.
Es claro que el origen social, que no tiene una presencia similar en la reproduc-
ción de las clases, ejerce un efecto duradero más allá de la misma herencia. Por eso no
se ajusta movilidad (independencia) en el resto de la tabla cuando sólo se controla el ori-
gen. Pero incluso controlando la herencia y la corta distancia, en cualquier variante, se
vio que los efectos de origen llegan más lejos para los hombres que para las mujeres.
Los hombres y mujeres exhiben diferencias porque no les ajustan los mismos mo-
delos. La situación de los hombres en próximos trabajos requerirá de peculiaridades,
que claramente no están presentes entre las mujeres. Para ellos los recorridos tipifica-
dos (cruces) no parecen tener la correspondencia necesaria. Mientras que los modelos
de cuasi independencia más corta distancia y de cuasi simetría se aproximan de mejor
manera a los datos observados. La cuasi simetría es en rigor una hipótesis descriptiva,
que puede ayudar a delimitar mejor las fronteras de los cruces.
Las mujeres por su lado parecen adaptarse mejor a modelos clásicos, como
los exhibidos, que recogen evidencias de movimientos generales o simétricos, pero
con el aliciente de baja herencia. Prácticamente todos los modelos que especifican la
desigualdad de manera tradicional les ajustan a la perfección.
300 Marcelo Boado
6. Anexos
Tabla A1: Hombres, Ingresos Medios en pesos y dólares corrientes, puntaje INSE,
años de escolaridad, según clase social
Valor Ingreso Ingreso
pronosticado Personal Personal Puntaje en
EGP ACTUAL Años
de Ingreso medio medio escala
HOMBRES Escolaridad
Personal en agrupados agrupados INSE
$U $U USD
I+II 23639,9 30744,1 1504,5 54,38 14,39
IIIa+b 16834,1 15748,5 770,7 43,99 11,13
IVa+b 16056, 3 15742,3 770,4 42,80 8,56
V+VI 11515,2 14606,9 714,8375 35,86 8,76
VIIa 7854 9212,2 450,8317 30,27 7,65
Total 14841,6 17177,2 840,6 40,94 10,04
Fuente: Encuesta de Movilidad Social en Montevideo 2010.
Movilidad social en Montevideo: hallazgos de 2010 301
Tabla A2: Mujeres, Ingresos Medios en pesos y dólares corrientes, puntaje INSE,
años de escolaridad, según clase social
Valor Ingreso Ingreso
pronosticado Personal Personal Puntaje en
EGP ACTUAL Años
de Ingreso medio medio escala
MUJERES Escolaridad
Personal en agrupados agrupados INSE
$U $U USD
I+II 23246,6 20142,9 985,7 53,78 15,41
IIIa+b 15315,9 10798,9 528,4 41,67 11,42
IVa+b 15951,3 10513,8 514,5 42,64 9,71
V+VI 9004,5 6915,1 338,4 32,02 8,66
VIIa 7902,1 6096,3 298,3 30,34 7,92
Total 14685,7 11643,8 569,8 40,70 11,00
Fuente: Encuesta de Movilidad Social en Montevideo 2010.
Los siguientes matrices de diseño ilustran los modelos utilizados. Para cada mo-
delo se deben crear tantas variables como enteros positivos se indican. Estos modelos,
proponen una variable que varía entre 0 y 1, para cada una de las celdas de interés.
Los modelos de asociación homogénea y RC_I usan los códigos de columna o
fila de las variables origen y posición actual, como scores en los procesamientos, por
eso no se reportan.
Movilidad social en Montevideo: hallazgos de 2010 303
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Movilidad social en Montevideo: hallazgos de 2010 305
Hoy más que nunca aparece como evidente en el marco de la Sociología del Trabajo
la problemática de la gestión. En la medida en que la dimensión cognitva del trabajo,
propia de la definición del trabajo como resolución de problemas cobra relevancia,
los sociólogos empiezan a ver a la actividad laboral como un espacio atravesado por
múltiples regulaciones, un espacio de permanente construcción de reglas, aún en
contra de las reglas que prescriben el trabajo. Las herramientas de gestión son un in-
tento de las empresas por fortalecer estas últimas. En este articulo decimos que una
sociología de la gestión debe proponerse estudiar el ajuste cotidiano de reglas prove-
nientes de distintas fuentes. La tesis principal de este trabajo es que una sociología
de la gestión debe proponerse estudiar este ajuste cotidiano de reglas provenientes
de distintas fuentes, lo que A. Strauss (1992) denominó “la trama de la negociación”.
Introducción
En el momento actual de fuertes transformaciones en el mercado mundial, de
globalización e intensificación de la competencia las empresas, empiezan a reconocer
que la forma de integrarse en el mercado mundial pasa, entre muchos otros factores,
por el desarrollo de nuevas formas de organización y gestión, nuevas tecnologías y
productos. En una sociedad crecientemente globalizada, las empresas empiezan a
funcionar en el marco de imperativos que provienen del exterior. Hoy más que nunca
las empresas se insertan en una lógica de globalización.
Retomando una tesis sostenida ya en otros trabajos (Supervielle, M. 1998) se-
ñalamos que las herramientas de gestión se están transformando en bisagra entre lo
micro y lo macro social, “en uno de los mecanismos de construcción de lo global en el
ámbito local” en una suerte de integración global. Son el medio de comunicación gene-
ralizado de las empresas en una sociedad crecientemente globalizada. El dilema actual
para las empresas es el siguiente: o adoptan las nuevas herramientas de gestión y las
3 Estas normas están lejos de ser mundiales por ahora. A título de ejemplo, en Japón no se utilizan las
normas ISO, este país tiene su propio sistema de herramientas de gestión que también difunde en
el mercado internacional. Sin embargo, a pesar de no utilizarlas, los productos japoneses no tienen
dificultades en difundirse y por cierto no tienen una imagen de baja calidad.
4 Para una descripción de estos mecanismos, véase Supervielle, M. (1998).
Hacia dónde van las evaluaciones de desempeño laborales 311
5 Al traer implícita una matriz genética, las herramientas de gestión traen consigo ciertos aprendizajes,
ciertas negociaciones -que surgen de las tensiones inherentes a la implementación de todo cambio- y
muchas veces, un cambio de toda la estructura organizacional en respuesta a su implementación.
6 Un desarrollo de esta problemática puede verse en Quiñones, M. (1999).
7 Aquí es necesario señalar que las nuevas herramientas de gestión, a diferencia de las clásicas como
un sistema contable, etc., tienen dispositivos internos que las actualizan, como dispositivos pedagó-
gicos y dispositivos de autoevaluación y corrección que pretenden que la herramienta no se rutinice
y no pierda vigencia.
312 Mariela Quiñones - Marcos Supervielle
en la significación que les dan a las herramientas que se adoptan al significado que
interpretan de los actores alternos. Las expectativas que los trabajadores han puesto
en la herramienta pueden ser frustradas por alguna selección de las jerarquías o de la
empresa, pero también puede ser mantenida a pesar de la frustración, conformando
valores y manteniendo la expectativa contrafácticamente aún cuando haya sido defrau-
dada. (Quiñones, M. 1999). Queda así definida la dimensión social del problema de la
significación.
Como regulación, en tanto siguen las normas propias de la herramienta cuando
está relativamente instituida y, por lo tanto, seguir sus protocolos se transforma en una
suerte de obligación y los grados de libertad individual se trasladan de aceptarla o no
aceptarla a cómo se acepta y cómo uno se comporta cumpliendo los pasos formales.
Como colectivo, es decir, como sindicato, participando o no, exigiendo la partici-
pación, exigiendo transparencia, incorporando instancias deliberativas, de ajuste o de
control. Este actor parece central porque de él depende la auténtica posibilidad de la
eficacia de la herramienta. Por ello, aparece como tan difícil implantar una herramien-
ta y sacarle algún uso si simultáneamente se intenta destruir la identidad autónoma
institucionalizada de los trabajadores que se manifiesta a través de la existencia de
un sindicato salvo que efectivamente se logre destruir el sindicato pero a través de la
instauración de una forma de vida colectiva que no genere alguna forma de identidad
autónoma colectiva8.
Todos estos elementos constituyen la estructuración del sentido en el entorno
de las herramientas de gestión. Estos sentidos no siempre coinciden, al contrario, son
sentidos a construir. Sin embargo, ésta no es una construcción totalmente libre, tiene
por lo menos un nivel de acotamiento que es el sentido propio de la herramienta que
es difícil de ampliar sin desnaturalizarlo. Además son difíciles de separar pues de ello
depende la eficiencia de la herramienta, por una parte, y por otra, porque el sentido
es un concepto autológico, es decir, es una totalidad que no puede descomponerse
en variables porque no tiene referentes externos, a lo sumo lo que podemos hacer es
trabajar con las dimensiones internas del sentido.
Más allá de los sentidos que le quieran dar los actores, de que la misma sea
evaluada como eficiente o no, frente a ellos está la sociología implícita de la herramien-
ta de gestión y sabemos que lo más probable es que el sentido de la herramienta se
imponga, finalmente el simple sentido de los trabajadores y los empresarios, perdiendo
pie muchas de las estrategias que se elaboraron en torno a ellas. O acaso, ¿quién se
pregunta hoy en día de las virtudes y de la utilización para los actores en sus interrela-
8 Sería el caso donde: a) hay “miedo” en el plano individual (de perder el trabajo, de no ser ascendido,
de ser “mal visto” u otros miedos genéricos) o, b) las reglas internalizadas colocan a la competencia
interindividual como la regla principal por encima de cualquier regla de funcionamiento colectivo o
finalmente, c) la gente se siente “de paso”, es decir, no se siente con una identidad con el colectivo
porque no estabiliza su relación con el colectivo o no tiene expectativas de hacerlo. En mayor o menor
grado, las tres tendencias, en forma minoritaria se expresan en los bancos.
314 Mariela Quiñones - Marcos Supervielle
9 Moidson J. C. op. cit. También citado por Dubar y otros op. cit. Para un desarrollo de este punto véase
Supervielle, M. (2003).
Hacia dónde van las evaluaciones de desempeño laborales 315
de las relaciones que la evaluación tiene con su entorno. En segundo lugar, que su
estudio conlleva también una mirada interaccionista. En tanto las evaluaciones generan
dinámicas autónomas que pueden verse como microcampos de poder e influencia (en
el sentido de Bourdieu): mirar a las evaluaciones como mecanismo formador de percep-
ción, lo que no puede ser pensado desacoplado de un paradigma cultura subyacente.
Otra arista del problema sociológico inherente a las evaluaciones de desempe-
ño surge de la discusión que se genera a partir de la articulación de las dimensiones
global/local. La tensión que se genera entre las tendencias a la estadarización, por
un lado, y el reconocimiento de las culturas locales (entendido lo local en un sentido
amplio): ¿Cómo se resuelve esta articulación? La aparición de nuevos actores sociales,
los evaluadores, puede ser una respuesta a esta problemática y, junto a ello, la conse-
cuente concentración de poder en estos actores.
muy bajo grado de institucionalización de estas herramientas de gestión. Así que para
incorporar estas herramientas la gestión de recursos humanos se recurre a manuales
estándar. Y con ello no toman en cuenta el problema de acoplamiento con los disposi-
tivos de gestión, como hemos señalado anteriormente.
La agenda de la gestión de recursos humanos (RR.HH.) además, no forma parte
en Uruguay de la agenda del diálogo ni al interior de la empresa, ni el diálogo insti-
tucionalizado, salvo contadas excepciones –como es e caso de sindicato bancario
(AEBU)–. Por su parte, la formación, no asume en Uruguay el carácter de variable
estratégica que asume en el modelo de gestión por competencias que se encuentra
en la base de este debate. La gerencia de RR.HH. tiene, según hemos constatado en
nuestra actividad profesional, una doble agenda; por un lado, la agenda heredada de
las formas tayloristas de gestión del trabajo, con muchos problemas irresueltos, y una
nueva agenda, producto muchas veces de las reconversiones, en contextos técnicos y
organizacionales de fuertes transformaciones donde las empresas se plantean mante-
ner las capacidades profesionales de los trabajadores. Para ello adquieren importancia
variables como la formación o los sistemas de gestión de carreras (clasificaciones y
remuneraciones) y con ellos, las evaluaciones de desempeño.
En este contexto, sucede que las Gerencias de Recursos Humanos no están ca-
pacitadas para introducir este tipo de herramientas de gestión, particularmente porque
se les dificulta el pasaje de una mirada del trabajo centrada en el puesto a una mirada
centrada en el trabajo. Y el pasaje de una mirada del trabajador como trabajador masa
a una mirada individualizada del trabajo.
Otro factor de peso en la configuración de tal situación es la debilidad de las
formas tradicionales de difusión de conocimientos –en definitiva una herramienta de
gestión es también un sistema cognitivo10– como son las universidades u otros orga-
nismos de enseñanza superior. Estas instituciones no realizan la función de ponderar
reflexivamente las herramientas de gestión que van apareciendo en el mercado, de
realizar seguimientos de su aplicación y de comparar experiencias y el que estas activi-
dades no se realicen sistemáticamente contribuye a que el proceso de su difusión sea
fragmentado y contradictorio.
En el caso particular de la actividad financiera se pueden observar problemas
específicos derivados de estas dinámicas. En un marco de creciente complejidad del
trabajo que se expresa entre otras cosas en que los bancos empiezan a especializarse
(bancos corporativos, pymes, persona o consumo), la organización por tareas ha ido
dando lugar a una nueva organización por funciones, funciones que a su vez se moldean
de forma diferente de acuerdo a la realidad de cada banco. En este marco los conve-
nios marco, que eran el reflejo del modelo de calificación sobre el que se construyó la
10 Jean Claude Moisdon señala que una de las características de la nueva generación de Herramientas
de Gestión es que todas contienen un dispositivo pedagógico. Ello indica que efectivamente presupo-
nen cambios en las tradiciones de trabajo.
Hacia dónde van las evaluaciones de desempeño laborales 317
actividad bancaria tradicional, empieza a ser cada vez más polisémico, las normas muy
generales del convenio se aplican de forma diferente en cada banco. Esto genera que
por un lado empiezan a emerger cantidad de normas particularistas banco por banco y
por otro, relaciones muy fuertemente particularistas en el trabajo. Un indicador de este
cambio es la proliferación de formas de salario indirecto muy variable (casas de función
en el interior, cartas de crédito con topes variables) y que les da a las empresas una
enorme capacidad de manejo de tipo particularista que muchas veces no tiene nada
que ver con la rentabilidad. Esto lleva a una situación dual. Por un lado los trabajadores
mantienen una afiliación alta a AEBU y reivindicaciones generales a través del sindicato,
y por otro, una enorme cantidad de formas distintas de salario de tipo particularistas
que se negocian a nivel individual (licencia por ejemplo).
Particularismo vs universalismo
Los particularismos inciden en la evaluación. Pero los sentidos acoplados a las
herramientas pueden ser bien fuentes de conflicto u oportunidades para el diálogo
social.
Por un lado, los particularismos pueden aparecer como una fuente importante
de ineficiencia para la empresa. Aunque por otro lado los particularismos pueden estar
sustentando una política de retención de altos mandos, volviéndose altamente funcional
a las necesidades de la misma. En este sentido muchas veces existe una convergencia
tácita de intereses del sindicato y de las direcciones de las empresas que tienden a
buscar una orientación universalista de las relaciones sociales contra los particularis-
mos que se establecen entre las jerarquías intermedias y que privilegian a trabajadores
subalternos por las más distintas razones.
Aquí se generan varios niveles de contradicción, si por un lado la empresa ne-
cesita mantener cierta fractura cultural, esto puede llevarse a cabo bajo un clima de
fuerte desconfianza del sindicato. En la medida en que la empresa ve la evaluación de
desempeño como una oportunidad para legitimar las estructuras que ya tiene conso-
lidadas, las evaluaciones de desempeño también pueden ser una oportunidad de des-
legitimar los particularismos y hacer aparecer su gestión como mucho más universal
y transparente. En esta dirección es probable que la gerencia pueda trabajar mucho
más cercanamente con el sindicato manteniendo el pacto implícito de sacarse los
particularismos porque pueden ser altamente ineficientes y al sindicato le interesa la
universalidad de la gestión.
318 Mariela Quiñones - Marcos Supervielle
Disciplina vs rendimiento
Históricamente las evaluaciones de desempeño no son una novedad en el campo
de la gestión de recursos humanos y sabemos que ellas tenían fuerza décadas atrás,
11 Campo entendido como un espacio social de acción y de influencia en el que confluyen relaciones
sociales determinadas. Estas relaciones quedan definidas por la posesión o producción de una forma
específica de capital propia del campo en cuestión.
Hacia dónde van las evaluaciones de desempeño laborales 319
Participación y no cogestión
En el marco de la experiencia de asesoramiento a sindicatos (específicamente
a AEBU) hemos constatado cómo una de las decisiones tomadas por el sindicalismo
en el marco de esta problematización de las evaluaciones de desempeño ha sido la de
no incorporarse a ninguna instancia que suponga cogestión con las empresas. Esto en
la medida en que al hacerlo no se ve obligado a evaluar negativamente a compañeros
cuando objetivamente éstos no son bien evaluados o si las evaluaciones son tendencio-
sas, acción que les deja las manos libres para ejercer medidas de fuerza.
En este contexto, para el sindicato la participación significa no quedarse en una
posición exterior al sistema de evaluación y dificulta la acción de defender a sus afilia-
dos, en particular frente a la evaluación de los no afiliados. Por ello, sin desdecirse en
la reivindicación de los principios de universalidad, equidad y transparencia en los sis-
temas de evaluación, el sindicato ha optado en ciertas circunstancias por reivindicar la
existencia genérica de herramientas de gestión para reducir o controlar la arbitrariedad
y los particularismos con que se aplican los ascensos o las premiaciones y mejoras
complementarias por parte de los empleadores para favorecer a algunos trabajadores
(afiliados o no afiliados). Éste se vuelve fundamento y campo de posibilidad de su par-
ticipación en las evaluaciones de desempeño. El otro campo de posibilidad se visualiza
en la oportunidad de aprovechar esta temática para acercarse a restablecer el diálogo
con la empresa después de haber pasado períodos de turbulencias o simplemente
utilizarlo como “moneda de cambio” con respecto a otras reivindicaciones de los tra-
bajadores.
320 Mariela Quiñones - Marcos Supervielle
implementación sólo sea administrativa (por mandato de una casa matriz, por ejemplo)
así que será necesario solicitar a la empresa que explicite este punto. En este sen-
tido el abordaje de la problemática de los incentivos es uno de los temas centrales.
Es necesario que éste no quede reducido a lo personal, al establecimiento de “retos
personales” solamente, para que ello no se entienda como “estímulo a la competencia
entre trabajadores”. Siendo el trabajo una actividad colectiva que se construye en base
a las diferencias de cada uno, el principio de diferenciación debe estar acompañado
del principio de cooperación. Realzar la existencia de retos colectivos puede ser un
buen elemento para elevar la confianza en la herramienta como un medio legítimo para
mejorar el clima de trabajo y no empeorarlo.
Finalmente, para tener una propuesta coherente con esta filosofía debemos en-
tender el problema de la confianza, inherente a todo sistema de evaluación. Este pro-
blema refiere a la importancia de la sensibilización del personal en la utilidad de la he-
rramienta: sabemos que toda evaluación reposa en un régimen de confianza y si no hay
confianza éste rápidamente se degradará. Por lo tanto, su implementación debe ser un
proceso y no un hecho consumado. Para ello es necesario incentivar algunas acciones:
Al principio, el personal debe estar sensibilizado con el tema, su utilidad, los prin-
cipios que le guían, y estar de acuerdo con ellos. Generar esta confianza es un compro-
miso que debe asumir la organización y que el sindicato por medio de los puntos antes
reseñados también contribuye a acrecentar.
Debatir los principios que guían el uso de la herramienta, darle transparencia en
su uso, propuestas de mejora, entre otras pueden ser instancias acordadas que me-
jorarán el proceso de implementación. Como lo puede ser también generar instancias
de observación colectiva de la herramienta; dar a conocer que el sistema es objeto
de observación al tiempo que éste se propone ser un sistema de observación de los
empleados. Los empleados se preguntarán sobre qué pasa cuando no se cumple una
meta; si la empresa es sensible al entorno donde se establecen los objetivos; cuáles
factores influyen realmente sobre su determinación. Lo empezarán a observar ya no
como un sistema “abstracto” sino “real”.
Finalmente, observar qué sucede una vez cumplido el fin de la evaluación, la pre-
miación (si la tuviera). El sistema debe connotar universalidad y transparencia para que
los no beneficiados no se sientan desincentivados, sino que crean que potencialmente
pueden llegar a ser beneficiarios. Esto es, que no empiece a ser visto como una herra-
mienta que se maneja a discrecionalidad de la empresa para aumentar la retribución de
algunos privilegiados, que periodo a periodo son siempre los mismos.
Otra posibilidad manejada en otras empresas ha sido redefinir la categoría “incen-
tivo” para que no quede atado sólo a una premiación económica. Ampliar su campo se-
mántico. Esto puede ser hecho retomando los principios que guían a otras evaluaciones
de desempeños, que pueda funcionar también como una herramienta de comunicación,
322 Mariela Quiñones - Marcos Supervielle
Conclusiones
El articulo ha tenido como objetivo introducir una perspectiva nueva en torno a la
problemática de la gestión del trabajo, centrándose en las herramientas de gestión y
más específicamente en la problemática de las evaluaciones de desempeño. Decimos
que comprender la realidad del trabajo y de su gestión pasa hoy por comprender la
“trama de la negociación”. Esto no quiere decir que hoy en día los actores tengan una
claridad sobre este tema o que el tema esté instalado en el marco de las organizacio-
Hacia dónde van las evaluaciones de desempeño laborales 323
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Gestión de recursos humanos
en las empresas forestales uruguayas
Este trabajo indaga los procesos de gestión de los recursos humanos que se imple-
mentan en un conjunto de empresas forestales en el Uruguay. La modernización tec-
nológica de estas empresas y las concepciones más avanzadas en términos de gestión
de los recursos humanos se combinan con modalidades tradicionales de interacción
y con relaciones laborales que conservan los rasgos precarios del mundo rural. El
análisis se centra en tres dimensiones: las relaciones de cooperación, las relaciones
con las jerarquías y las relaciones con los subalternos que se establecen en los pro-
cesos de trabajo.
Introducción
Desde principios de los años ´90, la actividad forestal en el Uruguay ha sufrido un
crecimiento sustantivo tanto en términos económicos como sociales, posicionándose
como el sector con mayor dinamismo en los últimos quince años debido a su gran
demanda laboral. (Tommasino y Bruno, 2010). Estudios recientes (Riella y Ramírez,
2007) señalan que para el período 1988-2005 el área forestada del Uruguay se ha
multiplicado más de 15 veces, siendo Rivera, Tacuarembó, Paysandú y Río Negro los
departamentos que concentran la mayor densidad de plantación. Este crecimiento se
relaciona con la existencia de políticas enfocadas al desarrollo productivo de tipo rural
ligado a los procesos de atracción al país de inversiones extranjeras en el rubro, que
consideran no sólo los beneficios económicos sino también los beneficios sociales (la
retención de la población en las zonas rurales y el aumento del empleo relacionado al
aumento en la demanda de la mano de obra de estas actividades) de dicho desarrollo.
La Ley Nº 15.939 (de diciembre de 1987) y el decreto de regulación de las em-
presas forestales (372/99) han sido el marco legislativo a partir del cual se re-impulsó
la producción forestal en el Uruguay. Este marco legal auspició un fuerte proceso de
En este sentido, las políticas de gestión de los recursos humanos de las empre-
sas forestales más modernas se inscriben en procesos de mejora de los niveles histó-
ricos de formación de la fuerza de trabajo pero no suponen cambios profundos en las
matrices organizativas de las empresas. La capacitación, si bien brinda conocimientos
técnicos y provee de normas de seguridad a los trabajadores, no se inserta en una for-
ma de organización del trabajo en la cual las habilidades y competencias desarrolladas
por los mismos les permitan mejorar su carrera laboral y ascender en la estructura
de la empresa. Si bien las empresas forestales han mejorado los niveles de formación
históricos de los trabajadores rurales, no conforman organizaciones calificantes (Pa-
radeise y Lichtenberg, 2001) debido a que el desarrollo de competencias individuales
no se traduce en cambios organizativos que permitan aprovechar colectivamente los
beneficios derivados de estos procesos de formación.
La complejidad del proceso de trabajo forestal pone de relieve la necesidad de
generar procesos de gestión de la fuerza de trabajo que acompañen y complementen
los procesos de modernización productiva (Pichault y Nizet, 2000). Los formatos ins-
titucionales más adecuados son los que permiten el desarrollo de espacios de comu-
nicación y de intercambio entre el conocimiento técnico y el conocimiento práctico de
los trabajadores y favorecen procesos de aprendizaje organizacional de manera de ir
adaptando la estructura de la organización a los requerimientos productivos.
Koenig (1999) define el aprendizaje organizacional como un fenómeno colec-
tivo de adquisición y de elaboración de conocimiento que, de manera más o menos
profunda y durable, modifica tanto la gestión de las situaciones como las situaciones
en sí. En este sentido, el aprendizaje organizacional puede ser considerado como una
modificación de las rutinas, de las reglas de acción y de los valores y las represen-
taciones sobre las cuales están basadas estas reglas (Tanguy, 2000). Este proceso
incluye la existencia de rutinas defensivas que fijan los comportamientos individuales y
colectivos, aunque los mismos se traduzcan en disfuncionamientos (Argyris, 1995). En
estos casos, el aprendizaje se restringe y la corrección de problemas no da lugar a una
reflexión sobre los valores que dirigen las estrategias de acción.
El aprendizaje organizacional constituye un proceso complejo, en el cual intervie-
nen las diferentes lógicas presentes en una organización, los códigos de interpretación
de la realidad de los diferentes actores, las relaciones de poder y los criterios de legi-
timidad que las sustentan (Argyris y Schon, 1978). Su desarrollo permite enfrentar los
problemas emergentes en organizaciones complejas en contextos de incertidumbre. El
sustento de este proceso de aprendizaje es el desarrollo de lógicas de acción diferen-
tes a las prevalecientes en los modelos racionales, estables y jerárquicos, cuya expre-
sión clásica ha sido la organización taylorista-fordista del trabajo y las organizaciones
(Veltz y Zarifian, 1993).
El análisis empírico de las relaciones que se establecen entre los trabajadores
en el proceso de trabajo y el análisis de las relaciones de jerarquía y autoridad nos
permiten establecer una aproximación a los formatos institucionales a través de los
Gestión de recursos humanos en las empresas forestales uruguayas 329
que encontramos en la actividad productiva del país, no sólo en el sector rural sino
también en el sector industrial.
El desarrollo de trabajo en forma de cuadrillas integradas por un número redu-
cido de trabajadores, tiene la ventaja de facilitar la trasmisión de conocimientos entre
los trabajadores, en la medida en que la comunicación se facilita por la cercanía y por
el tamaño del grupo. El conocimiento individual de la tarea pasa a constituirse en un
conocimiento colectivo, por lo que los trabajadores se capacitan para desempeñar dife-
rentes tareas de un mismo proceso de trabajo (Chandler, 1992). El trabajo en pequeños
grupos reduce las disputas por el monopolio del conocimiento entre los trabajadores
y los procesos de segmentación por diferencias de calificación, en un contexto de
trabajo caracterizado por la presencia de tareas de bajo nivel de calificación. En este
proceso informal de construcción de un conocimiento colectivo, también se trasmiten
actitudes y valores ligados al mundo del trabajo, como la responsabilidad hacia la tarea,
la vocación por el trabajo y la disciplina laboral (Hatchuel, 1994).
Los contextos de trabajo en forma de cuadrillas no están exentos de tensiones o
problemas de relacionamiento, pero los mismos se remiten a aspectos personales con-
cretos y puntuales, que no menoscaban necesariamente la cooperación para realizar
el trabajo. En las empresas forestales en las cuales las condiciones de empleo llevan
a una fuerte fragmentación del proceso de trabajo en pequeñas unidades laborales,
conviven a diario trabajadores que provienen de diferentes contratistas. Esta coexisten-
cia de trabajadores que establecen lazos de cooperación en el marco de su grupo, no
parece generar tensiones o problemas especiales en las relaciones que establecen las
cuadrillas entre sí en el proceso de trabajo.
En otras empresas forestales, en cambio, se promueve la competencia de los
trabajadores de acuerdo a los niveles de rendimiento de cada uno. Esta competencia
asume diferentes formas. En algunos casos, compiten las diferentes cuadrillas de con-
tratistas por lograr los más altos niveles de producción. Este tipo de competencias
tiene como contracara el refuerzo de la solidaridad interna de las cuadrillas, que se
enfrentan y compiten en bloque contra las otras cuadrillas. Estas políticas de gestión
de recursos humanos apuntan a mejorar los niveles de rendimiento de las empresas,
priorizando la eficiencia productiva en relación a la obtención de altos niveles de calidad
del producto.
La promoción de la competencia por obtener altos niveles de rendimiento tiende
a erosionar las relaciones de compañerismo y de mutuo apoyo de los trabajadores
que participan del mismo proceso productivo, generando presiones y tensiones inter-
nas que afectan los vínculos entre los trabajadores. Las tensiones provocadas por la
competencia entre los trabajadores para alcanzar los niveles de rendimiento exigidos,
constituyen riesgos psico-sociales similares a los que se encuentran en otros sectores
de actividad, como la industria y los servicios. En esta dimensión, la producción fores-
tal que se desarrolla en las empresas más modernas del sector comparte muchos de
Gestión de recursos humanos en las empresas forestales uruguayas 331
puede ser diferente. En algunos casos, los capataces y encargados no operan única-
mente como correas de trasmisión de las órdenes de los directivos o como agentes de
control y disciplinamiento, sino que también juegan un rol importante en la trasmisión
de las inquietudes y problemas de los trabajadores a la dirección.
Una dimensión sustantiva de las relaciones entre los trabajadores y los mandos
superiores se refiere a los motivos que generan sanciones para los trabajadores, a las
frecuencias de estas sanciones y a la mayor o menor gradualidad en la imposición de
las mismas. Esta realidad es muy variable en las empresas analizadas. En algunos ca-
sos, las sanciones constituyen el último recurso utilizado por la administración, cuando
la falta es grave y el trabajador ya fue advertido con anterioridad. En otros casos, el
sistema que se utiliza es el de las sanciones progresivas, que comienzan con un aper-
cibimiento escrito, luego suspensiones leves hasta llegar a sanciones mayores que
generan antecedentes negativos en los trabajadores.
La gravedad de la falta también tiene diferentes consideraciones en las empresas
analizadas. La falta sin aviso es considerada una falta grave en algunas empresas, en
tanto para otras el hecho de trabajar sin los implementos de seguridad necesarios
puede generar severas sanciones para los trabajadores. En este sentido, las políticas
de disciplinamiento de la fuerza de trabajo se articulan con las políticas globales de
rentabilidad definidas por las empresas. Cuando las prioridades se orientan a alcanzar
los rendimientos productivos requeridos, las faltas más graves recaen en las conductas
que impliquen ausentismo o falta de disciplina.
Las empresas que desarrollan políticas orientadas a mejorar la productividad
de la actividad forestal, establecen sanciones a los trabajadores que no alcanzan los
niveles de producción necesarios, además de que los mismos pierden sus beneficios
en términos de incentivos. En la perspectiva de la empresa, no alcanzar los niveles de
productividad exigidos es la consecuencia directa de la holgazanería del trabajador. En
estos contextos de bajos niveles de confianza, la mejora de la productividad se asocia
al reforzamiento de los mecanismos de control de tipo taylorista más que al involucra-
miento del trabajador en los objetivos de la empresa. Estas modalidades tradicionales
se combinan, en algunas empresas, con formas de gestión de los recursos humanos
más avanzados, como el desarrollo de estímulos a la participación de los trabajadores
en el proceso de trabajo. Por su parte, los trabajadores asocian las dificultades para
alcanzar los niveles de rendimiento exigidos a las ineficiencias de las formas de organi-
zación del trabajo implementadas por la empresa.
En algunos casos, las empresas forestales establecen sanciones por exceso de
producción, cuando la misma contradice las reglas de trabajo necesarias para alcan-
zar los niveles de calidad del producto exigidos. En este sentido, existe una tensión
permanente entre las exigencias de productividad que tienen las empresas forestales y
las exigencias de calidad del producto, que no siempre pueden resolverse satisfactoria-
mente. Estas tensiones no son específicas de la actividad forestal, pero se constituyen
Gestión de recursos humanos en las empresas forestales uruguayas 333
Conclusiones
La modernización tecnológica introducida por la actividad forestal al mundo rural,
no tuvo su correlato en el desarrollo de formas de gestión de la mano de obra más
adecuadas a los cambios productivos realizados. Las relaciones jerárquicas y las re-
laciones de cooperación mantienen rasgos típicamente tradicionales, en los cuales el
particularismo y el paternalismo propios de las relaciones en el mundo rural se insertan
en estructuras productivas modernizadas. La tercerización del proceso de trabajo y
la formación de cuadrillas de pequeñas cantidades de trabajadores en los cuales los
criterios de reclutamiento son particularistas y teñidos por relaciones familiares o de
vecindad, conforman un espacio de relaciones sociales especifico, que lo diferencia de
otras actividades productivas. Si bien en la producción industrial tradicional uruguaya
la presencia de lazos familiares o de vecindad constituye un criterio de reclutamiento
de mano de obra, la lógica productiva tiende a conformar relaciones más abstractas y
universales en el mundo del trabajo.
Estas relaciones se inscriben, a su vez, en un proceso de trabajo altamente frag-
mentado por la fuerte tercerización del proceso productivo, lo que refuerza la construc-
ción de realidades sociales en las cuales se intensifican las relaciones internas de cada
grupo o cuadrilla pero se construyen espacios heterogéneos en términos de vínculos
personales en el marco global del proceso de trabajo. Esta fuerte heterogeneidad
del proceso de trabajo en términos de relaciones sociales, constituye una dificultad
importante en la construcción de relaciones de comunicación más fluidas entre los que
implementan las políticas de seguridad y aquellos que las ejecutan. También constituye
una dificultad para el desarrollo de políticas generales basadas en criterios generales
y universales, que se deben implementar en espacios fuertemente marcados por vín-
culos personales y particulares. De todas maneras, estas dificultades no implican que
las políticas de seguridad no sean eficaces: más bien lo que hacen es imponer formas
de gestión específicas que contemplen la singularidad de los procesos de trabajo de la
producción forestal.
En la actividad forestal, las relaciones familiares y de vecindad se instalan en
un proceso de trabajo altamente fragmentado, que refuerza este tipo de vínculo parti-
cularista. La pervivencia de relaciones sociales tradicionales choca, por un lado, con
las posibilidades de implementación de políticas generales y universales típicas de la
producción industrial moderna. Por otro lado, este tipo de vínculo establece espacios
de integración social que pueden ser incorporados en políticas de movilización de la
fuerza de trabajo orientadas a mejorar el involucramiento de los trabajadores con los
objetivos de calidad y seguridad de las empresas.
Gestión de recursos humanos en las empresas forestales uruguayas 337
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El capital social, aportes para su
operacionalización
Rafael Rey1
La noción de capital social tiene una larga tradición en los estudios sociológicos y
políticos. En los últimos años se ha producido cierta revitalización del debate acerca
de sus alcances y los mecanismos más adecuados para su operacionalización. Tras
los clásicos trabajos de Bourdieu (1998), Coleman (1990) y Granovetter (1995), más
recientemente encontramos en la producción sociológica internacional, una intere-
sante acumulación teórica y empírica, en especial a partir de los desarrollos de Lin
& Erickson (2001), Burt (2005) o Pizzorno (2003), entre otros. La propuesta de este
artículo es discutir estos nuevos aportes con la intención de articularlos a futuros
trabajos sobre inserción laboral y mercado de empleo.
dad del grupo. Por su parte, el capital social de reciprocidad, no necesita de un grupo
cohesionado que intervenga para asegurar la operatividad de la relación social, sino
que, basta con que una persona instaure una relación de cierta permanencia con otro.
En este sentido, es previsible que se den determinados intercambios de ayuda o de
información entre ambas partes.
Otro destacado autor que en los últimos tiempos ha realizado importantes apor-
tes a la conceptualización del capital social es Nan Lin. En su libro: Social Capital, a
theory of social structure and action (2008), enumera cuatro características a través de
las cuales los recursos integrados a las redes mejoran las chances de los individuos.
La primera de ellas hace referencia al flujo de información facilitado por las redes: las
relaciones personales consiguen suministrar información que de otra manera no se hu-
biese conseguido. En segundo lugar, los vínculos disponibles pueden ejercer influencia
sobre terceros individuos. En tercer lugar, los lazos logran operar como garantía frente
a otros contactos a los que el sujeto pretende acceder. Finalmente, los vínculos de un
individuo ayudan a reforzar la identidad y el reconocimiento, el capital social operaría
en este caso como garantía de que el sujeto comparte valores e intereses con deter-
minado grupo en cuestión.
Para Lin, en resumen, el motivo fundamental por el que el capital social tiene éxito
está relacionado a la posibilidad de acceder por este medio a individuos mejor posicio-
nados en una determinada jerarquía. Es por ello que al operacionalizar este concepto,
recurre al position generador: mecanismo de medición, que veremos más adelante,
vinculado al prestigio ocupacional de los miembros de una determinada red.
Por último, como mencionábamos más arriba, otro de los referentes actuales de
las teorías del capital social es Ronald Burt (2005). Este autor, al igual que Granovetter
y Lin, toma como punto de partida el supuesto básico de las teorías del capital social:
la estructura social puede constituirse en un capital que le permite a ciertos indivi-
duos generar una ventaja en la consecución de metas. Las personas mejor conectadas
contarían con mayores oportunidades, aunque las diferencias aparecerían cuando nos
preguntamos qué es “estar mejor conectado”.
El flujo de información juega un rol clave para Burt: “la apropiación de la informa-
ción y el control de la misma es la base del capital social en los agujeros estructurales”
(2005: 19). Aquellas personas que pueden constituirse como un puente sobre el aguje-
ro estructural de la red, podrán ocupar una posición relativamente ventajosa, fruto de
ese rol de intermediación entre las partes. Los agujeros estructurales no implican nece-
sariamente una distancia física entre los individuos, sino fundamentalmente diferencias
culturales o simplemente desconocimiento de las actividades del otro. Al ser grupos
separados, la posibilidad de comunicarse entre ambos necesita de un intermediario
(broker) que permita la circulación de la información proveniente de ambos sectores.
342 Rafael Rey
momento dado por una acción intencional del ego. Lin (2001) ejemplifica el generador
de nombres de la siguiente forma:
*En caso de conocer a más de una persona piense en la que lleva más tiempo en ese trabajo o la primera
que le viene a la memoria.
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Los límites de la ciudadanía: el caso de los
trabajadores asalariados rurales
Matías Carámbula1 - Joaquín Cardeillac2 - Bolívar Moreira3 - Alejandra Gallo4
- Agustín Juncal5 - Diego E. Piñeiro6
1 Ingeniero Agrónomo. Magíster en Ciencias Agrarias, opción Ciencias Sociales. Aspirante a Doctor
por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Profesor Adjunto en Sociología Rural, Facultad de
Agronomía, UdelaR. Líneas de investigación: los asalariados rurales y los procesos de reestructura-
ción agraria. [email protected]
2 Licenciado y Magíster en Sociología. Cursando estudios de Doctorado (FCS-UdelaR). Profesor Asis-
tente, del DS-FCS y de la Facultad de Derecho, UdelaR. Docencia en Metodología de la Investigación
y Sociología Rural. Investigación en el Área de Sociología Rural. Integra el equipo de investigación del
Programa “Cambios en la sociedad rural uruguaya a comienzos del siglo XXI” del Núcleo de Estudios
Sociales Agrarios (NESA). [email protected]
3 Licenciado y Magíster en Sociología (FCS-UdelaR). Investigación en las temáticas de la Negociación
Colectiva en el Sector Rural y las determinantes sociales y culturales del mercado de trabajo rural.
Representante del Poder Ejecutivo en los Consejos de Salarios y mediador en la División de Negocia-
ción Colectiva de la Dirección Nacional del Trabajo (DINATRA) - MTSS. [email protected]
4 Licenciada en Sociología de la UdelaR. Cursa el Diploma de Género y Políticas Públicas. Ha participa-
do como responsable y coautora de investigaciones que vinculan problemas de género, juventud y
ciudadanía en el medio rural. [email protected]
5 Técnico en Relaciones Laborales (FDER). Estudiante avanzado de Sociología (FCS). Elabora su mono-
grafía final de grado, cuyo tema de interés son los asalariados agrícolas y el proceso de sindicaliza-
ción reciente. [email protected]
6 Ingeniero Agrónomo por la UBA. Master of Sciences en Sociología Rural por la Universidad de Wiscon-
sin. Doctor en Sociología por la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. Docencia e investigación
en Sociología Rural cultivando las temáticas de la agricultura familiar, el trabajo asalariado rural, los
movimientos y organizaciones sociales del agro y más recientemente el vínculo entre las ciencias
sociales y el medio ambiente. Fue decano de la FCS de la UdelaR, por el período 2007-2010. Dirige
el Núcleo de Estudios Sociales Agrarios (NESA) y es responsable del equipo de investigación del
Programa “Cambios en la sociedad rural uruguaya a comienzos del siglo XXI”. [email protected]
7 Este trabajo y todos sus autores pertenecen al Núcleo de Estudios Sociales Agrarios (NESA). Univer-
sidad de la República, Uruguay.
352 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
Introducción
En este artículo se presentan avances en la elaboración y discusión en torno a
tres objetivos específicos8:
a. Avanzar en la elaboración de un marco teórico ajustado para comprender el
problema estudiado a los efectos de ubicar preguntas-problema de investigación
orientadas a mejorar la situación de exclusión de los trabajadores rurales.
b. Elaborar un diagnóstico de situación de los sindicatos rurales para conocer el
estado de la acción colectiva de los actores implicados.
c. Conocer el estado de consagración de derechos formales, esto es: mapear, des-
cribir y analizar el ordenamiento jurídico aplicable a lo rural (leyes y decretos), y la
institucionalidad pública que facilita (o inhibe) el ejercicio y goce de los derechos.
Otros objetivos específicos de la investigación que no serán tratados en este
artículo son:
d. Detectar la demanda en materia de derechos (consagración y ejercicio) percibida
por la población involucrada.
e. Elaborar un mapa de actores vinculados al desarrollo rural en general, y al déficit
de ciudadanía de los trabajadores rurales en particular.
f. Definir preguntas de investigación que ofrezcan resultados útiles para solucionar
el problema.
Como se dijo más arriba, en este artículo se presentan algunos productos inter-
medios. Se problematizan someramente algunos elementos que pueden explicar la de-
bilidad del movimiento sindical de los trabajadores asalariados rurales. En primer lugar,
desde un enfoque más general, se ponen en juego dos factores: el rol de las gremiales
patronales como grupo de presión determinante en la construcción de la ciudadanía de
los trabajadores rurales, y por otro se da cuenta de la incidencia de la estructura de
relaciones laborales en la sindicalización de los colectivos. En segundo lugar, se da una
discusión conceptual, a partir de un ensayo de Pereira (2007) sobre las preferencias
adaptativas de Elster (1988) y los aportes de Sen (2002), en relación a la agencia y
capacidad de las personas, para comprender –más allá de las explicaciones estructura-
les– la inhibición de la acción individual y colectiva en el medio rural, ofreciendo algunas
pistas para la superación de esta problemática. En un segundo apartado, se ofrece un
mapa del estado actual de los sindicatos rurales, en el que, a partir de entrevistas en
profundidad, se los caracteriza, describe y analiza. En el tercer apartado, se presenta
un relevamiento y una sistematización de la normativa laboral aplicable a este sector
de actividad (leyes, decretos, convenios internacionales) y una caracterización de las
8 La investigación está siendo financiada por el proyecto titulado: “Los límites a la ciudadanía. El caso
de los trabajadores asalariados rurales”, apoyada por el Programa de Investigación e Innovación
orientada a la Inclusión Social de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la UdelaR.
Los límites de la ciudadanía: el caso de los trabajadores asalariados rurales 353
políticas públicas del gobierno nacional que impactan en las condiciones de vida de la
población rural. Para finalizar, se presenta una síntesis de algunos factores identifica-
dos en el proceso de trabajo realizado.
9 “La idea supone la agrupación de un conjunto de individuos u asociaciones que comparten intereses
comunes con el objetivo de influir en las decisiones de política pública, aunque sin pretensiones de
acceder directamente al poder político.” (Senatore y Méndez, 2010: 2)
10 Desde la perspectiva de Claus Offe, “los esquemas corporativistas son formas que mantienen una
existencia no oficial, entre la asociación y la agrupación de intereses, por un lado, y el gobierno, la
administración, las instituciones públicas de obligada participación, por el otro. En la medida que no
coincide por su estructura con ninguna de esas figuras, aunque por su función compitan, de cierta
manera, con estos conocidos elementos estructurales del orden político.” (Senatore y Méndez, 2010)
354 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
¿Qué hay más allá de la estructura? Aportes del enfoque de las preferencias adaptativas
El fenómeno de las preferencias adaptativas, discutido por Elster (1988), inten-
ta explicar por qué las personas en situación desfavorable no diseñan herramientas
para superar dicha situación. Pereira (2007) enlaza este concepto a los de agencia,
capacidad y libertad de Amartya Sen, ofreciendo un interesante marco para analizar la
situación de las personas en situación de pobreza extrema y las mujeres víctimas de
violencia de género. El análisis, se considera resulta sugerente para estudiar desde un
enfoque micro, posibles inhibidores de la acción colectiva en el medio rural.
En pocas palabras, el autor da cuenta de un mecanismo por el cual “la frustra-
ción que se genera al desear algo que no se puede obtener termina propiciando una
adaptación de toda aspiración o preferencia de la persona a las condiciones que se
tienen. Esto tiene como consecuencia que el estado actual sea percibido como un buen
resultado y por lo tanto, se congele todo deseo de modificarlo…” (Pereira, 2007:144).
Así, en el proceso de generación de preferencias adaptativas, se da una tran-
sición desde una situación con una alta frustración hacia otra en la que la frustración
es reducida, como resultado del proceso de adaptación. Cuando se cuenta con altos
niveles de frustración es más probable generar preferencias adaptativas, y cuando se
presentan niveles de frustración nula, es posible que este mecanismo ya esté instalado.
Según Pereira (2007), una forma eficiente de observar la existencia de este mecanismo
es contar con un conjunto de indicadores que pauten la situación socioeconómica de la
persona, en términos objetivos; y otro conjunto de indicadores subjetivos que permitan
conocer la situación de auto percepción. Así, “una notoria falta de concordancia entre
ellos pautará qué situaciones son más proclives a generar preferencias adaptativas. En
este sentido, si los indicadores objetivos pautan una situación de alta vulnerabilidad y
los subjetivos, muestran que el individuo no manifiesta ninguna frustración en su auto-
percepción, (…) entonces es muy probable que nos enfrentemos a una persona que ha
desarrollado preferencias adaptativas.” (Pereira, 2007:160).
356 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
Este andamiaje conceptual, puede ser enlazado al desarrollado por Piñeiro (2008)
en referencia a la precariedad del trabajo agrícola11. En el estudio realizado por el autor
para el caso de los trabajadores de la esquila se constata un índice de exclusión alto
(indicadores de precariedad objetiva) acompañado de un grado de satisfacción también
relativamente alto (indicadores subjetivos) con la situación de trabajo.
Siguiendo esta línea de trabajo, y complementándola con los enfoques breve-
mente reseñados, el actual proyecto pretende además de diagnosticar una situación,
ofrecer pistas que colaboren en su superación. En ese esfuerzo, parece pertinente
incorporar la perspectiva de Sen, en la versión desarrollada por Pereira. El foco del aná-
lisis reposa en cuestionar por qué la misma cantidad de bienes puede aportar distintos
grados de bienestar a las personas, dependiendo de la capacidad que tienen éstas de
transformar los medios disponibles en bienestar.12 Así, las preferencias adaptativas se
generarían en los casos en que las personas poseen un desarrollo de sus capacidades
por debajo del umbral de autonomía (Pereira, 2007). Las capacidades de las personas
pueden ser acrecentadas o reducidas, en función de la participación en determinados
espacios colectivos13. Esto significa que los entornos de interacción pueden ser un dis-
positivo exitoso para superar la situación de preferencias adaptativas, al mismo tiempo
que puede llegar a ser un elemento reproductor de las mismas. Por ese motivo, Pereira
recomienda para toda política pública que pretenda intervenir en contextos donde ope-
ren preferencias adaptativas, que sea diseñada como intervención global, tendiente a
promover la acción colectiva que potencia un desarrollo de las capacidades.
11 De acuerdo al autor: “Un trabajador será precario cuando en su relación laboral se combinen tanto
factores objetivos como subjetivos. Ser precario será así una combinación de sentir la precariedad
y estar en la precariedad. Desde la perspectiva subjetiva, la precariedad laboral depende de la satis-
facción del trabajador con el producto de su trabajo, con los ingresos que éste le proporciona y con
su entorno laboral. Desde el punto de vista objetivo, precarias son las situaciones que son por un
periodo de tiempo definido, generan ingresos insuficientes para la reproducción social, carecen de
una adecuada protección social” (Piñeiro, 2008:175).
12 “Sen opera con una doble dimensión del comportamiento racional, correspondiendo a las facetas de
bienestar y agencia, cada una de ellas. Bajo la faceta de bienestar, los sujetos presentan una lógica
de medios a fines que orienta la conducta basada en la optimización de su propio provecho. Bajo la fa-
ceta de agencia, en cambio, se da una lógica basada en lo que resulta valioso para el sujeto” (Pereira,
2007:154). En función de esta dimensión, el autor diferencia la libertad de bienestar y la libertad de
agencia. “La libertad de bienestar se centra en la capacidad de una persona para disponer de varios
tipos de funcionamientos o logros, y gozar de las correspondientes consecuciones de bienestar que
éstos proveen. La libertad de ser agente, es un concepto más amplio de libertad y se refiere a lo que
la persona es libre de hacer y conseguir en la búsqueda de metas o valores que considere importan-
tes” (Pereira, 2007:155). Bajo la perspectiva de ser agente, la persona es considerada como alguien
que juzga y actúa, mientras que bajo la perspectiva de bienestar se lo considera como un beneficiario
cuyos intereses y ganancias han de ser considerados.
13 De esta manera, “las redes sociales, ciertas instituciones o grupos, tienden a generar a través de su
actividad conjunta, un incremento de las capacidades elementales en los individuos que participan de
ellos y una ampliación en la faceta de agencia.” (Pereira 2007:158) No obstante, “Es preciso dejar
en claro que los contextos de interacción operan tanto a favor como en contra del desarrollo de ca-
pacidades. Existen contextos que podríamos denominar regresivos y otros emancipatorios.” (Pereira,
2007:148).
Los límites de la ciudadanía: el caso de los trabajadores asalariados rurales 357
14 Los Consejos de Salarios Rurales fueron instalados en marzo de 2005 (Barrios, Ciarniello y Moreira,
2007; Mascheroni, 2011).
15 En dicho encuentro participaron los siguientes sindicatos rurales: Sindicato de Obreros Industria-
les de la Madera y Afines (SOIMA) de Paysandú, Sindicato de Obreros y Destajistas de San José
(SORYDESA), Organización Sindical de Obreros Rurales (OSDOR), Sindicato Único de Obreros Rurales
y Agroindustriales (SUDORA), Sindicato Único de Trabajadores Rurales de Artigas (SUTRA), Sindicato
Único de Calagua (SUCAL) y la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). Ver:http://www.
lr21.com.uy/trabajo/96051-encuentro-de-obreros-rurales-reclama-que-se-cumpla-la-legislacion-en-el-
trabajoinfantil. El único sindicato que no participó fue el Sindicato de Obreros de Mi Granja (SIOMI) de
San José.
16 La descripción se realizó en base a entrevistas a dirigentes sindicales y otras fuentes secundarias,
por lo que la calidad de la información no es homogénea ni el relevamiento exhaustivo.
358 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
Cabe resaltar que la mayoría de los sindicatos no lleva un registro fiable del nú-
mero de afiliados y, salvo escasas excepciones, poseen un número reducido y volátil de
miembros cotizantes, por lo cual la afiliación se circunscribe a una cuestión nominativa.
Esto refleja una de las carencias de la sindicalización rural, que redunda en di-
ferencias sustanciales en comparación al medio urbano. En palabras de un asesor
de los sindicatos rurales: “…los formatos rurales sindicales no se parecen a los for-
matos sindicales urbanos, porque muchas veces no tienen asambleas constitutivas,
no tienen un consejo directivo, a veces están… a veces no están, a veces se forman
a raíz de algo…. una cosecha, una zafra, un reclamo y algunos permanecen y otros
desaparecen”17.
17 Asesor de sindicatos rurales y miembro consultor de OIT. Taller realizado en octubre de 2011 por el
proyecto “Los límites de la ciudadanía: el caso de los trabajadores rurales”. FCS – UdelaR.
360 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
18 Esta clasificación se sustenta por las especificidades de los rubros productivos que demandan mano
de obra. Respecto a la base territorial, cabe aclarar que la realidad agropecuaria de nuestro país
presenta una segmentación del mercado laboral que determina la existencia de territorios asociados
a ciertos rubros productivos (Riella y Tubío, 2001; Piñeiro, 2008). Por ello, la relación de los traba-
jadores con el territorio es muy importante al momento de analizar las formas de organización que
se han desarrollado. De esta manera, nos parece pertinente incluir la categoría (intermedia) de base
territorial para referenciar a aquellos sindicatos indisociables de cierta localización geográfica, perte-
neciendo a un rubro productivo particular, pero que exceden a una empresa y no alcanzan a cubrir a
toda la rama de actividad.
19 Es la única organización que no integra el PIT-CNT, como tampoco los ámbitos de negociación tripar-
Los límites de la ciudadanía: el caso de los trabajadores asalariados rurales 361
En el sur del país se pueden encontrar dos sindicatos rurales. Uno es UTRASUR-
PA, el cual tiene presencia en la hortifruticultura y criaderos de aves de los departa-
mentos de Montevideo, Canelones, San José y Florida. Por otra parte, el SORYDESA ha
desarrollado su actividad en zonas aledañas a la ciudad de Libertad (San José), dentro
de la horticultura, fundamentalmente en aquellos asalariados destajistas enrolados a
la cosecha de papa. Semejante a lo que acontece con la organización por empresa,
aquí también existe predominio de los sindicatos vinculados al grupo 23 de Consejos
de Salarios. Las excepciones son las de UTAA, que se encuentra incluido en el grupo
22 “ganadería, agricultura y actividades conexas” y el SUNOF del grupo 24, relativo a
forestación (incluidos bosques, montes y turberas).
Además, hay cuatro organizaciones sindicales rurales que tienen carácter na-
cional. Los rubros que tienen organizaciones de rama son aquellos que cuentan con
presencia en buena parte del territorio del país, a saber: lechería (SUTTA), arroz (SU-
TAA) y forestación (SOIMA). No obstante, la representación termina circunscribiéndose
a determinados territorios específicos. Un caso adicional, que puede agregarse pese
a su escaso número de afiliados es el SITRA, el único sindicato rural que representa a
asalariados ganaderos, fundado en 200520 y que se encuentra territorializado en Ismael
Cortinas (Flores).
De esta descripción resulta que la trayectoria de los sindicatos parece estar
muy marcada por la cantidad de mano de obra por hectárea requerida por el rubro de
producción. Además, coincide que donde se da esa mayor demanda de trabajo rural,
los asalariados suelen tener residencia urbana21 lo cual implica, muchas veces, una des-
naturalización de las relaciones laborales tradicionales del agro uruguayo, y habilita una
socialización con pautas ajenas a la atmósfera cultural ruralista, tal como es discutida
por Moreira (2009).
la participación. Para dar idea de ella, se anota que en los tambos se emplea un traba-
jador cada 79 hectáreas (DIEA, 2007), mientras que en la ganadería se emplea a un
trabajador cada 300 hectáreas (Rocha, 2008).
La ganadería es, además, el rubro de producción por excelencia en el que se da
que los asalariados residen en el establecimiento. A pesar de ser la actividad productiva
agropecuaria que ocupa la mayoría de los asalariados rurales del país tiene, como una
de sus principales características, la ausencia histórica de organizaciones sindicales
que representen a los trabajadores del sector. La dispersión geográfica, el escaso nú-
mero de trabajadores por establecimiento, la cercanía física con patrones y capataces,
y la atmósfera cultural ruralista que destacaba Moreira (2009), serían algunas de las
razones que explican este comportamiento.
Aunque con menor intensidad que en la ganadería extensiva, en los tambos le-
cheros se comparten algunas de estas características, en particular la residencia del
trabajador en el establecimiento con sus empleadores. La regla, sigue siendo que la
mayoría de los asalariados no se afilien a sindicato alguno. Sin embargo, esta situación
ha tenido una excepción con la creación del Sindicato Único de Trabajadores del Tambo
(SUTTA), que posiblemente se deba a la experiencia sindical anterior del trabajador.
La organización sindical surge de un conflicto entre patrón-empleado a pesar de que
residían en la misma explotación agropecuaria. “Yo hice más fuerza porque fui público
[del Sindicato de la Unión Ferroviaria] y todo, viste, porque si toda la vida hubiera sido
un canario normal de campaña, viste, de ahí, ¿qué lucha vas a tener?”22.
para las acciones colectivas. Por otra parte, los altos niveles de desocupación durante
el resto del año, generan dificultades en el mantenimiento de la actividad sindical.
Como relataba un dirigente rural de la citricultura: “a nosotros nos afecta mucho la
zafralidad, eso nos dificulta muchas cosas… se te van los cuadros, cuando se termina
la zafra… el individualismo es muy fuerte… por eso hay que lograr la concientización
del trabajador”23.
25 Cabe resaltar que las actividades agropecuarias no son las únicas sujetas a ritmos biológicos o
físicos. La construcción, por ejemplo, es otro sector de actividad influida por variables climáticas. No
obstante, el tipo de acuerdos a los que se arriban en ese sector, suelen estar lejos de cargar con el
tipo de “excepciones” que se pretenden para la actividad del trabajador rural, que por lo demás, es
evidentemente específica, particular y dependiente de ciclos biológicos y naturales.
366 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
Estos proyectos en algunos casos fueron elevados por las Mesas de Desarrollo
Rural y en otros por los propios sindicatos. Se suscribieron cuatro convenios, uno con
la Unión Nacional de Trabajadores Asalariados Rurales y Afines (UNATRA), dos con
sindicatos rurales de rama (SUTAA; SUTTA26) y el restante con un sindicato de base
territorial (OSDOR).
Los mismos se centraron en el fortalecimiento institucional y la formación. Fa-
cilitaba y apoyaba la participación en los Consejos de Salarios (viabilizó también el
asesoramiento legal constante), así como la realización de actividades propias y la
participación en las actividades de la UNATRA.
En algunos casos permitía a los sindicatos contratar técnicos o profesionales
para el asesoramiento y/o dictado de cursos en materia laboral y de negociación co-
lectiva, los derechos sindicales y la normativa en salud e higiene y en seguridad ocu-
pacional.
Para finalizar, es necesario señalar que en relación a las políticas sanitarias,
recién este año el gobierno ha decidido tener una acción de impacto en relación a la
salud en el medio rural, a los efectos de cubrir las necesidades asistenciales de las
localidades de menos de 5.000 habitantes. Para ello se creó a fines del año 2010 el
Programa de Salud Rural dentro del Ministerio de Salud Pública (MSP), con el objetivo
de corregir la falta de profesionales de la salud en este medio. Este programa se en-
cuentra en la fase de diseño y planificación, y los elementos fundamentales pasan por
la descentralización a través de los siguientes dispositivos: puestos de cercanía en las
ferias rurales, policlínicas rurales y rondas de salud rural.
Del repaso anterior resultan claros tres aspectos. En primer lugar, parece ha-
ber bastante evidencia de que la excepcionalidad de los trabajadores rurales tiene
una historia profunda, y seguramente, un peso muy importante en cómo se ha ido
consolidando la situación de este sector de trabajadores. En segundo lugar, parece
claro que, al menos desde que la izquierda ha accedido al gobierno, existen esfuerzos
por lograr avances en la inclusión, desde el punto de vista formal, de los trabajadores
rurales al conjunto de las normas y regulaciones que ya aplican para el conjunto de
los asalariados. Por último, también resulta claro, que existe un intento por parte de la
institucionalidad por llegar desde diversos ángulos a este sector de población, aunque
al mismo tiempo los resultados concretos de estos esfuerzos no logran aún superar la
problemática planteada.
26 Este convenio no se ejecutó por el cambio de orientación del PUR del período 2010 a la fecha. Sí se
financió un diagnóstico de las necesidades del sindicato en el período 2005-2009.
368 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
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370 M. Carámbula - J. Cardeillac - B. Moreira - A. Gallo - A. Juncal - D. Piñeiro
2. Metodología
Se manejaron los siguientes tipos de archivos que contienen un registro por cada
unidad de la muestra:
• Archivo con los expansores
• Archivo con los datos de puestos de trabajo ocupados y del módulo de TIC
• Archivo con los datos de estrato de puestos de trabajo ocupados
Del apareo de los distintos archivos surgen registros de unidades que están en
algún archivo pero no en otros según el siguiente detalle:
• Unidades que están en archivo de datos, tienen estrato de puestos de trabajo
ocupados pero no están en el de expansores. Corresponden a aquellas unidades
con formulario incompleto y que no se incluyen dentro de los resultados de la
encuesta (alrededor de 215 registros de los cuatro estratos).
• Unidades sin estrato de puestos de trabajo ocupados pero con expansor. Corres-
ponden a unidades de Zona Franca que son objeto de otra encuesta (Censo de
Zonas Francas y no integran el universo de estudio de la EAAE).
En consecuencia se trabajó finalmente para el año 2008 con 2.231 registros.
Comparando con lo publicado por el INE, podemos observar que la muestra se reduce
a un 80 % de la muestra inicial de 2825 teniendo en cuenta la tasa de no respuesta
de 30%, 22% y 15% en los tres estratos aleatorios, por su orden de menor a mayor
tamaño, en tanto que en el estrato forzoso fue de un 10%, y todas las observaciones
mencionadas sobre los archivos.
El análisis por sección de actividad requiere que se realicen las correlaciones
entre la CIIU rev3, clasificación de los micro datos y la CIIU rev4, que es la clasificación
en que el INE presenta los cuadros pero puede apreciarse la disminución en la muestra
efectiva en aquellas actividades similares en ambas clasificaciones.
Una vez analizados los distintos archivos se procedió a realizar algunos análisis
de chequeo con los resultados publicados por el INE y de consistencia interna del mó-
dulo de TIC.
Teniendo en cuenta que en un principio el estrato de tamaño que nos proporcionó
el INE por error correspondía a otro tipo de categoría, se procedió a calcular el estrato
en función del personal ocupado dependiente el cual se comparó con el estrato del INE,
y los resultados no muestran diferencias significativas entre el calculado por nosotros
y el proporcionado, teniendo en cuenta que el estrato 4 (forzoso) del INE se establece
Difusión y uso de Internet en las pequeñas y medianas empresas uruguayas 375
das en la empresa que disponen de celular propio, lo cual no daría lugar a supo-
ner que la respuesta cero (0) debiera ser imputada con el resto de las respuestas
distinto de cero.
• La variable cantidad de personas que disponen de casilla de correo electrónico
con dominio de la empresa se imputaron los casos con un valor de cero con el
promedio de las que sí informaron valor dentro de la clase a 4 dígitos y estrato de
tamaño siempre que hubieran contestado “Sí” en la pregunta sobre si la empresa
usa Internet. En el resto de los casos se dejó la respuesta original.
3. Resultados obtenidos
Con respecto a los indicadores de tipo cuantitativo en el cuadro siguiente pode-
mos visualizar a nivel de los estratos, y para todas las actividades investigadas, que
no se aprecian diferencias importantes entre los estratos. El uso de computadoras se
restringe a menos del 20% del total de personas ocupadas en las empresas.
El porcentaje de personal que usa computadora es levemente superior al porcen-
taje de los usan correo electrónico para todos los estratos. Esto nos indica que el uso
de correo electrónico es importante en las empresas. Nos llama la atención el uso de
teléfonos celulares en el estrato de empresas más pequeñas, ya que presenta una cifra
superior a las de los demás estratos.
Porcen-
Porcen-
taje de Porcen-
Porcen- taje de Porcen-
personal taje de
Canti- taje de Porcen- personas taje de
Canti- ocupado/ personal
dad de personas taje de que usan personas
dad de as que ocupado/
Estrato de personas que usan personas correo que usan
personas usan as que
personal depen- celular en que usan electróni- correo
que usan computa- usan
ocupado dientes el total de celular en co en el electróni-
computa- dor en el computa-
por com- personal el total de total de co en el
dor total de dor en el
putador depen- personal personal total de
personas total de
diente depen- personal
depen- personas
diente
dientes
10 a 19 1,06 3,36 31,58 17,27 18,85 10,31 20,58 11,26
20 a 49 1,08 3,47 31,07 16,95 17,08 9,32 26,18 14,29
50 a 99 1,06 4,05 26,24 14,11 13,48 7,25 21,75 11,70
Forzoso 1,14 3,47 32,92 17,81 10,72 5,80 28,98 15,68
Se observa en el cuadro 2 que el uso de Internet está muy extendido en todos los
estratos, pero con una incidencia menor en el de las unidades de 10 a 19 puestos de
trabajo ocupados. La principal finalidad es la utilización del correo electrónico, siendo
también importante la búsqueda de información sobre productos y servicios. Pero a
mayor tamaño se verifican más usos.
El uso de Internet para los movimientos comerciales (compra y venta de produc-
tos, distribuir productos en línea, atención al cliente, publicidad y marketing) no está
muy difundido en los cuatro tramos, pero existen diferencias importantes entre el tramo
forzoso y los tramos aleatorios. El manejo de Internet para usar los servicios de banca
electrónica o financieros o transacciones con organismos gubernamentales es de poca
incidencia entre las empresas más pequeñas pero en las empresas más grandes el uso
de Internet con esos fines tiene su relevancia. La búsqueda de información para otros
fines que la indagación sobre productos y servicios es más relevante en las empresas
de mayor tamaño. El porcentaje de las empresas más pequeñas que tienen página web
es levemente superior al 30%, mientras que en las empresas más grandes el porcen-
taje es bastante mayor.
Con respecto a las preguntas sobre si la empresa dispone de una página web, in-
tranet o extranet, de acuerdo a la definición del cálculo de estos indicadores cabe men-
cionar que se utilizó el criterio del Partnership de la medición de la TIC para el desarro-
llo, desarrollado en “Indicadores Clave sobre TIC 2010”, quienes proponen considerar
en el denominador a todas las unidades incluidas en el estudio, usen o no Internet. Dado
los altos porcentajes de unidades que utilizan Internet (alrededor del 95% del total)
estos tres indicadores no sufrirían variación significativa entre los años 2005 y 2008.
50 a
96,5 35,5 35,9 96,9 70,7 49,4 53,2 8,6 36,2 16,0 26,4
99
Forzo-
98,0 45,1 55,4 98,5 87,7 67,5 64,3 15,0 50,3 25,0 44,4
so
Total 84,4 32,6 36,2 95,3 59,9 37,8 47,6 7,5 30,1 9,2 24,0
Observamos que los ingresos por todo concepto de las unidades informantes
(ingresos anuales medios en millones de $ corrientes) para cada tramo de personal
ocupado son más altos dentro de los que contestan Si para todas las variables cualita-
tivas. Presentamos aquí sólo los ingresos de quienes usan Internet y quienes no usan.
Cuadro 3. Ingreso total promedio (en millones de $) de las empresas según estrato de
personal ocupado, según uso de Internet. Año 2008.
Usa Internet
Estrato de personal ocupado No Sí Total
10 a 19 puestos de trabajo ocupados 8 20 17
20 a 49 puestos de trabajo ocupados 32 41 40
50 a 99 puestos de trabajo ocupados 20 63 61
Forzosos 143 537 529
Total 13 90 78
en el 2008). La disponibilidad de página web se elevó del 18,4% al 45% (de todas las
empresas, no sólo de aquellas que tienen conexión). También han aumentado las em-
presas con un uso mucho más sofisticado como ser la disponibilidad de una Intranet y
una Extranet aunque éstas representan una proporción muy pequeña de las empresas.
El uso del correo electrónico sigue siendo en el 2008 el principal uso. La evolu-
ción de otros usos muestra para estos años un crecimiento leve (con excepción de la
página web) en la mayoría de las empresas. Por ejemplo, la distribución de productos
en línea, publicidad y marketing, presenta porcentajes pequeños, lo cual significa que el
comercio electrónico se encuentra escasamente desarrollado, a pesar del incremento
en las empresas que tienen página web. También muestran un leve crecimiento el uso
de banca electrónica y las transacciones con organismos gubernamentales. Hay que
destacar no obstante, que la oferta de transacciones por parte del Estado se ha am-
pliado más recientemente, y lo mismo se puede decir acerca de la banca electrónica.
veedor nuevo. Una de estas empresas tiene una página de la empresa en facebook,
ocasionalmente la mira, y constata que recibe comentarios de los amigos.
Además, es muy poco el uso que le dan a la computadora dos de estas cua-
tro empresas. Por ejemplo, una empresa usa una planilla Excel, y otra empresa tiene
un programa de facturación básico que desarrollaron unos estudiantes de informática
hace algunos años y luego de varias modificaciones funciona hoy correctamente. Even-
tualmente hacen algún cartel y nada más.
La comunicación con los proveedores y los clientes se establece por teléfono o
fax. No usar Internet para comunicarse no les presenta obstáculos. No lo necesitan, si
lo necesitaran, usarían más Internet. Reconocen la superioridad de Internet frente al fax
e incluso en algunos casos en relación a la comunicación por teléfono, ya que con el
correo electrónico queda un registro escrito.
Utilizar el correo electrónico ocasionalmente o hacer algún trámite por Internet
para cuestiones de la empresa es lo único que necesitan hacer, y al mismo tiempo es
lo poco que saben hacer. Quizás si lo necesitarán más (si su mercado lo requiriera) se
capacitarían más, quizás también si tuvieran más conocimiento encontrarían más opor-
tunidades de uso y con ello más necesidad de uso. Usan Internet en el hogar con fines
personales pero manifiestan que sus capacidades informáticas son más bien limitadas.
No obstante, tienen autonomía en el uso que hacen de Internet, ya que no reciben ayuda
de familiares en el hogar.
Estos empresarios reconocen que no tienen las habilidades suficientes pero ade-
más no sienten que les resulte necesario un mayor uso de Internet porque el trabajo
y la actividad de la empresa no lo requieren. No perciben que el uso de Internet les
cambie hoy o les pueda cambiar en algo la gestión de la empresa. No se constataron
sentimientos de inseguridad con respecto a Internet, los que podrían obstaculizar un
mayor uso, con excepción de un caso, que expresó inhibiciones para utilizar la tarjeta
de crédito para realizar transacciones online.
En el caso de dos empresas, la mayoría de los clientes son de la zona, y no es un
barrio que la gente use Internet para estas compras, por lo tanto, no creen que darse
a conocer por Internet dé algún resultado. En las otras dos empresas la distancia con
clientes y proveedores es mayor. Se localizan fuera del barrio incluso en el interior del
país. Significa que la proximidad de clientes y proveedores no es necesariamente la ra-
zón por la cual muchas empresas hoy no se manejen con Internet sino más bien que su
circuito no se maneja con Internet, de lo contrario sí la usarían, ya que esta tecnología
no les es ajena.
Creen que en las empresas de su rubro, Internet no ha tenido impactos en los
procesos productivos, ni en el empleo, ni en la competitividad. Reconocen, no obstan-
te, que a un nivel general Internet impacta positivamente en el área comercial, adminis-
trativa o técnica.
Difusión y uso de Internet en las pequeñas y medianas empresas uruguayas 383
Creen que en las empresas de su rubro casi todas hacen un uso similar al suyo, ni
más ni menos. Este grupo de empresas que definimos como intermedio se manejan en
un entorno en el que todos usan Internet. En el día a día es clave y por lo tanto perciben
a Internet como fundamental.
Todas estas empresas utilizan programas de facturación, realizan toda la admi-
nistración con las computadoras (soluciones integradas). Una de las empresas próxima-
mente tendrá facturación móvil (Pocket PC). Tienen más computadoras que las empre-
sas del primer grupo siendo empresas de igual tamaño (no están en red en todos los
casos pero todas tienen conexión a Internet). Para el mantenimiento del hardware y del
software tienen asistencia puntual y se resuelven las incidencias (no resulta ni proble-
mático ni costoso). Es decir, que tienen más informatizadas sus funciones (del paquete
office usan Access, además de Word y Excel) y son mucho más dependientes de la in-
formática que las empresas del primer grupo, y también más dependientes de Internet.
La mayoría de los empresarios de este grupo consideran que se manejan ade-
cuadamente con lo que saben, y en general no sienten que necesitan más capacitación,
ni hacer otro uso del que hacen actualmente. Aún cuando reconocen que las posibi-
lidades en Internet se amplían cada día se inclinan por pensar primero qué es lo que
necesitan para luego buscar si Internet les puede ofrecer una solución, y no realizar lo
que sería un camino inverso, sacar ideas de qué hacer en la empresa a partir de lo que
se conoce de Internet. Esto muestra una baja propensión a la innovación. Un solo en-
trevistado piensa que, de usar más Internet, le serviría para conocer mejor el mercado
exterior y para vincularse con él.
La mayoría dice no necesitar más de lo que usan para su empresa y piensan
que sólo si la empresa fuera más grande necesitarían un uso más sofisticado. Un solo
entrevistado de los once necesitaría hoy más capacitación. En general, en cuanto a
Internet, no creen que tengan más utilidades para explotar. No tienen necesidades que
puedan ser cubiertas usando más Internet. No perciben que el comercio electrónico
sea adecuado para sus empresas.
No obstante, para algunos existe espacio para desarrollarse más en este plano,
pero el ser empresas pequeñas casi familiares hace que muchas de las funciones estén
a su cargo, y esto inhibe la innovación, ya que no cuentan con suficiente tiempo.
“Siempre se puede mejorar. El tema es que esta es una empresa familiar y el
dueño atiende el teléfono, barre y atiende las ventas, la producción y los proyectos
nuevos. Entonces, uno está limitado en cuanto a la disponibilidad de tiempo para hacer
los avances que pueden hacer empresas más desarrolladas.”
“Le podríamos sacar más provecho y para eso necesitamos estar más capacita-
dos y tener tiempo.”
Algunas de las empresas entrevistadas son más bien artesanales y otras son
más bien industriales. En las empresas artesanales se dijo que es más bien poco el
Difusión y uso de Internet en las pequeñas y medianas empresas uruguayas 385
to temor de que toda la información que se maneja por este medio pueda ser espiada,
no obstante, eso no les impide un uso intensivo.
Algunos entrevistados dicen que Internet les ha ampliado el mercado, otros dicen
que se los ampliaría si tuvieran un sistema de compra por la página web. Pero esto
se percibe aún como muy complicado no por el costo del sistema web para hacerlo
confiable sino en parte, por la logística que requiere, y en parte, porque los uruguayos
no tienen confianza en la compras por Internet, tanto por el pago online como por el
sistema de entrega. Las ventas al exterior están frenadas por la legislación.
Sólo tres de los entrevistados dicen que necesitarían más capacitación, que ma-
nejan un porcentaje muy pequeño de lo que podrían utilizar de la tecnología que ya
tienen. Los restantes seis entrevistados consideran que pueden hacer bien todo lo
que precisan hacer y consideran que le sacan bastante provecho a la tecnología. No
piensan que les falte capacitación para aprovechar más la tecnología porque piensan
que ya la aprovechan mucho.
No todos los entrevistados de este grupo tienen una opinión acerca de la im-
portancia de Internet en otras empresas de su misma actividad. Algunos piensan que
tienen la misma importancia que para ellos y otros opinan lo contrario.
Para todos los empresarios de este grupo, Internet no ha tenido un impacto ne-
gativo en el empleo de sus empresas, y opinan que en las empresas en general de su
rubro tampoco. Más bien tienden a pensar que ha generado empleo y sobre todo que
los trabajadores necesitan calificarse en el uso de TIC.
Sólo tres empresas expresaron que Internet les ayudó a mejorar el proceso pro-
ductivo. Uno de ellos por el acceso a la información que les ha llevado a tomar decisio-
nes más informadas en lugar de a olfato. Otro empresario dice que la información de
Internet apoya todo el tiempo la decisión sobre los productos. Y el tercero expresó que
Internet les proporciona mayor control de la producción porque el lugar de la produc-
ción está lejos de la oficina.
La mayoría de los empresarios expresó experimentar ganancias en productividad
por el uso de Internet. Esto indica que el concepto de productividad es complejo y
que además de los cambios en los procesos productivos, hay otras variables según
estos empresarios que inciden en un aumento de la productividad, como ser una mejor
atención del mercado y tener más tiempo libre. Estas dos variables son especialmente
relevantes en las pequeñas empresas con personal escaso.
Todos los empresarios de este grupo creen que el uso de Internet hace que una
empresa tenga mejor presencia en el mercado, conozca mejor a la competencia, y se
amplíen sus posibilidades. Es así que la mayoría afirmó que Internet hace a una empre-
sa más competitiva. Pero dos entrevistados entienden la competitividad en el sentido
de competente, de cumplir con lo prometido o de mejorar lo que otro hizo con mejor
precio o mayor calidad. En este sentido, Internet no tiene incidencia.
Difusión y uso de Internet en las pequeñas y medianas empresas uruguayas 389
5. Conclusiones
En la industria manufacturera de alimentos varios y bebidas (exceptuando carnes,
lácteos y harinas) son muy pocas las empresas que no hacen ningún uso de Internet y
son pocas también las empresas que hacen un uso ocasional. El circuito de empresas
y clientes con los que trabajan también hacen un uso ocasional de Internet. Ésta es la
principal razón por la cual usan poco Internet.
La mayor parte de las empresas del sector en estudio hace un uso intermedio
de Internet, que consiste en el uso cotidiano de correo electrónico para comunicarse
con la mayoría de los proveedores y clientes. Este uso es percibido como fundamental.
También buscan información en la web que les resulta de vital importancia y realizan
trámites online con frecuencia, pero no perciben cómo explotar más a la red. Hay una
gran distancia con las empresas que hacen un uso intensivo.
Una proporción menor a la de las empresas de uso intermedio es la de las empre-
sas de uso intensivo. Pensamos que esta proporción es mayor en empresas de mayor
tamaño, tal como lo indicaría el campo, pero no podemos hacer una estimación preci-
sa. Prácticamente toda la comunicación con proveedores y clientes se realiza a través
del correo electrónico pero a diferencia del grupo intermedio utilizan más herramientas
de comunicación vía Internet, que son claves, al igual que el correo electrónico. La
página web es una herramienta a la que se le da mucha importancia. Están pendientes
de las visitas que hacen a sus webs e introducen cambios para ser más visitados (por
ejemplo, incorporando facebook). Además, algunos usan intensivamente facebook.
Usan chats de texto y voz con clientes y proveedores locales habituales y con los
clientes y proveedores del exterior. Buscan habitualmente información en Internet para
la empresa. Investigan sobre nuevos productos, insumos, materias primas, maquinaria.
No hacen más trámites a través de Internet porque los organismos no lo permiten.
Al igual que las empresas del grupo intermedio, el grupo de empresas de uso
intensivo ahorra tiempo y dinero con el uso de Internet, y perciben ganancias en eficien-
cia, flexibilidad y garantías. Pero a diferencia del primero, las empresas de uso intensivo
captan clientes por Internet, se actualizan y ganan acceso a nuevas formas de trabajo,
a nuevos productos y a nuevos mercados. El factor tiempo es muy relevante en una em-
presa pequeña donde el personal siempre es escaso y el propietario suele concentrar
muchas tareas. No perciben impactos negativos de Internet en el empleo pero piensan
que es necesario que los trabajadores se capaciten en el uso TIC.
Dicen que el sistema de compra online está trabado porque no es fácil resolver
la logística de la entrega, por la falta de confianza de la población, y en el comercio
exterior, la legislación plantea impedimentos.
Se ha observado entonces que en los tres grupos el grado de uso de Internet se
retroalimenta con el grado de uso de los proveedores y clientes con los que trabajan.
Las necesidades de capacitación se relacionan con las necesidades de la empresa y lo
que percibe la mayoría de los empresarios es que no necesitan más capacitación para
390 Susana Lamschtein - Susana Picardo
el uso que hacen. En los tres grupos existe mayormente conformidad con el nivel de
uso, salvo alguna excepción.
El análisis cuantitativo muestra que el uso de Internet está muy extendido en
todas las empresas pero los indicadores disponibles en la Encuesta de Actividad Econó-
mica son insuficientes para mostrar el grado de uso tal como se describió en el estudio
cualitativo para un sector de actividad. En la Encuesta de Actividad Económica faltan
las frecuencias con las que se dan en la empresa los distintos usos. Estos indicadores
serían esenciales para poder determinar la intensidad del uso.
En el estudio cualitativo fue posible observar con bastante claridad que los be-
neficios percibidos en la competitividad y en la productividad de las empresas por el
uso de Internet están asociados a la intensidad del uso. Las empresas de poco uso y
uso intermedio no perciben beneficios y las empresas de uso intensivo sí los perciben.
Actualmente, el no poder contar con datos cuantitativos sobre la intensidad del
uso de Internet en las empresas hace que no se puedan extraer conclusiones acerca
del grado de apropiación de las TIC en el conjunto de las empresas uruguayas como
tampoco permite inferir su impacto en la actividad económica del país.