Resumen Del Libro de Jorge Etkin: Gestión de La Complejidad en Las Organizaciones, Capítulo 7
Resumen Del Libro de Jorge Etkin: Gestión de La Complejidad en Las Organizaciones, Capítulo 7
Resumen Del Libro de Jorge Etkin: Gestión de La Complejidad en Las Organizaciones, Capítulo 7
Año
Altillo.com
General las organizaciones, Capítulo 7 Etkin 2006
A. Conocimientos y creencias
El conocimiento del directivo sobre la organización se integra con distintos saberes: a) los
conceptos que se refieren a la realidad vigente, b) los modelos que explican las relaciones
entre las partes, c) el conocimiento sobre los objetivos, las políticas, los proyectos.
Los directivos definen las actividades de los integrantes siguiendo criterios racionales como:
Estos criterios de racionalidad se integran con otros factores tales como las motivaciones,
ilusiones, imágenes y fantasías de los individuos y grupos. La dirección debe integrar estos
factores, objetivos y subjetivos, en el diagnóstico de la realidad y en la definición de nuevas
líneas de acción.
La decisión es una expresión de voluntad, pero supone un análisis previo donde juegan
múltiples factores que pueden exceder esa voluntad del directivo. Hay variables que controla
y otras que lo superan.
Los directivos no pueden decidir suponiendo que los grupos tomarán sus mensajes y los
entenderán solamente en función de los objetivos de la organización.
Los directivos deben disponer de conceptos para explicar la realidad socio-cultural que
intentan cambiar.
Hay en la decisión una voluntad de poder, pro también un riesgo y una posibilidad de
resistencia.
El directivo no sólo transmite contenidos, sino que también puede fijar líneas para la acción,
persuadir, construir mensajes para reforzar su autoridad o mejorar la relación entre su
gente.
b) Un elemento necesario.
Las comunicaciones pueden analizarse con distintos criterios. Evaluar si son correctas (por
razones de lógica), eficaces (por sus efectos), reconocidas (por ser difundidas). Esto
también implica reconocer si las bases de la comunicación están en el plano de lo racional,
lo emocional o lo valorativo.
En el discurso directivo se suele decir que la organización es un sistema por sí, más allá de
las estrategias directivas.
También se afirma que la empresa es un equilibrio entre aportes y demandas de los grupos
componentes y se la ve como un orden sostenido por reglas de juego acordadas y que se
orienta al logro de objetivos compartidos. Es la idea del contrato social y del orden instituido
por acuerdo de las partes.
Cuando el discurso califica los procesos, las estructuras o las fuerzas, implica que se está
hablando de ellos desde ciertas posiciones. En los hechos, los modelos de organización o
de relación representan enfoques o suposiciones, que además son congruentes con las
conveniencias de ciertos grupos.
Ser efectivo significa que los directivos comparten las prioridades que están en la base de
un modelo de estructura o forma de conducción.
Entonces cuando se habla de una organización efectiva no significa que debe reproducirse
para obtener el mismo éxito, lo cual es ingenuo. Implica que debemos hacer un análisis
comparativo para encontrar las semejanzas que permiten expandir el modelo.
Los directivos no actúan sobre un contexto pasivo, deben conocer sus principios y las leyes
de funcionamiento.
El conocimiento existe y puede ser tomado de quienes saben, incorporados por la vía de la
educación, debatido y mejorado en la confirmación práctica.
Los directivos también deben aprender los límites a sus pretensiones de validez para sus
instrucciones. Si alguien no las cumple, no está faltando a la verdad o negando las
evidencias sino más bien cuestionando las reglas de la relación laboral.
Existe otro problema con las normas. Consiste en la omisión de las condiciones de origen,
de los supuestos o el contexto en el cual tiene sentido la afirmación. Desaparece el sujeto
emisor, el directivo que las define, las sostiene y las impulsa. Por esta vía, la norma
adquiere un matiz de objetividad que en los hechos no siempre tiene.
Muchas veces la falta de explicitación de principios se disfraza con el “tener que creer”, el
compromiso con la causa. Son llamados a impulsar lo racional sobre una base emocional,
aunque el fundamento no sea discutido.
La tendencia a ser objetivos y utilizar la comunicación normativa también tiene que ver con
la estrategia de no asumir compromisos, de tomar distancia con las situaciones de injusticia
o desigualdad.
6. Los esquemas y bloqueos mentales
Los ejecutivos se manejan con hipótesis que parecen obvias y operan como filtros que les
impiden reconocer los hechos.
Los marcos siempre existen y ayudan a filtrar la complejidad de los datos en el ambiente.
Pero también son peligrosos cuando operan como filtros únicos, cuando no admiten
variedad en la mirada.
La actitud creativa requiere, por tanto, expandir estos marcos, para tener más de una
explicación ante situaciones complejas, debatir los preconceptos que los gerentes sueles
tomar como un hecho, reconocer los límites del propio pensamiento.
Estos bloqueos hacen que los directivos sólo acepten aquello que se amolda a sus
expectativas y preferencias.
También como límites operan los esquemas mentales subyacentes en individuos y grupos.
Estas creencias son verdades indiscutibles. Son tomadas por la dirección cuando decide y
emite sus comunicaciones.
Las creencias que perduran impulsadas por la rutina hacen perder contacto con la realidad.
Hay un saber disponible que nos enseña que estas imágenes llevan a la crisis en las
relaciones humanas. Ese saber sobre organizaciones, que no es instrumental o técnico,
debe integrarse en el conocimiento sobre administración para sustentar e impulsar formas
democráticas de gestión.
B. Imágenes y emociones
Tiene que ver con una interacción de factores humanos y estructurales. La importancia de
estas actitudes es variable: pueden ser complementarias, integrarse, o bien operar en
paralelo respecto de las políticas y estrategias directivas.
Los procesos emocionales, los simbólicos y los modelos mentales no se entienden sólo
como reacciones a la estructura oficial.
Vistas desde la dirección, las razones emocionales no pueden por sí solas convertirse en
fuentes de una decisión empresarial.
Ante la realidad interna impensada, los ejecutivos también pueden decir que siempre están
tomando decisiones en situación de riesgo o incertidumbre. Proponen mejorar las bases de
información y replantear los objetivos.
Los directivos más comprensivos afirmarán que los resultados se relacionan con un
ambiente donde operan fuerzas complejas.
Aún cuando los directivos hayan seguido un método correcto, los esquemas racionales sólo
tratan con una parte de la realidad. Hay espacios donde los modelos económicos no
cuentan, donde predominan los lazos emocionales antes que los argumentos de la eficacia.
No basta entonces con tener un concepto ampliado de los criterios de eficiencia y eficacia
porque ese sigue siendo un razonamiento unilateral. La propia complejidad del fenómeno
requiere incorporar otra visión del sistema donde se combine el orden y el desorden, lo
previsto y lo emergente.
Las organizaciones no tienen un solo propósito final y único, de manera que una misma
decisión impacta o moviliza varios objetivos a la vez.
Aún cuando parece que los directivos se conducen en forma congruente, generan
movimientos contradictorios.
Decidir no soluciona el problema complejo, sino que centra la atención en alguna de sus
dimensiones críticas. Decidir implica resolver, pero también dejar pendientes o postergar
otros problemas.
Es sabido que un directivo tiene que actuar en varios planos a la vez, pero no es tan
reconocida la contradicción que ello conlleva. La imagen convencional refiere a un directivo
que compatibiliza e integra, pero la necesidad de flexibilidad, de diversidad y adaptación
hace que el deba avanzar y retroceder al mismo tiempo. También aceptar trabajar en un
ambiente de dudas en lugar de certezas.
Debe superarse el enfoque técnico o funcional de la racionalidad y abordar los temas del
poder y las emociones como factores importantes en el proceso directivo.
A esto se dedica la llamada gestión de la diferencia desde la dirección, enfoque que significa
reconocer una mayor libertad de elegir y no sólo encadenar la decisión a una prioridad
preexistente.
Para explicar, evaluar y promover las acciones de la organización se requiere una visión
más amplia. Un enfoque que considere los procesos que se dan en el dominio sociocultural.
Se trata entonces de superar la brecha entre teoría declarada y los conceptos que llevan a
la acción en lo cotidiano.
Lo racional refiere a:
Quienes diseñan la organización o sus políticas saben que necesitan un entorno racional
para coordinar los esfuerzos detrás de metas comunes. Pero no todo es previsible. Junto a
las políticas se requiere la adhesión o el compromiso del personal, algo más que las normas
del contrato de trabajo.
Aún cuando lo racional se refiere a metas concretas, el modelo competitivo requiere que
tanto los directivos como su personal se apasionen por el proyecto y sus productos, pero no
tanto como para perder el juicio.
Desde la posición de la dirección, las decisiones de cambio en los procesos implican una
mejora, pero para los individuos ello no es evidente. Estas decisiones movilizan las
expectativas y crean temores en el personal afectado. En lugar de razonar que ese cambio
favorece el crecimiento, individuos y grupos pueden poner en marcha mecanismos de
defensa. Esas defensas son lógicas o legítimas en términos de la situación que viven los
individuos, que buscan protegerse.
Cuando se miran las resistencias desde el nivel de las organizaciones en su conjunto, estas
actitudes no parecen racionales. Se muestra como una oposición latente que enfrenta y
detiene los cambios que la dirección considera necesarios. Por su importancia, es una
cuestión que debe ser entendida, explicitada y superada desde la dirección.
Las relaciones sociales y los lazos emocionales llevan a construir un espacio imaginario,
que se identifica como el sistema psíquico de la organización. Un sistema que se explica por
la compleja relación entre las necesidades de los individuos y las demandas de la
organización. Se refiere a estas relaciones como una estructura socioafectiva. Este vínculo
es esencial y la dirección falla cuando se aísla tomando decisiones puramente racionales.
Los estados emocionales pueden avanzar más allá de lo personal y afectar los aspectos
formales de la organización. Esto no es problema. Pero los excesos son disfuncionales a la
salud de la organización.
El tema del estilo gerencial nos enseña que un directivo en apariencia racional en realidad
también está aplicando sus visiones o fantasías. Los directivos no sólo actúan siguiendo
metas. También tienen que resolver problemas, tensiones o diferencias a través de sus
propios esquemas mentales. La decisión es racional pero en la significación del problema
han intervenido estados emocionales, congruentes o no con las metas de conjunto.
Desde los modelos de gestión se proponen varios caminos para superar los estados
emocionales y así permitir una mejor lectura de la realidad por parte de los directivos. Esto
implica un deseo de darle objetividad a la gestión; por ejemplo, la llamada reestructuración
cognitiva que se basa en tomar conciencia de las propias ataduras. También refiere al
contenido del razonamiento, intentando replantear las premisas y los prejuicios
tradicionales, que reducen las alternativas de cambio.
Otro camino es instalar la tensión creativa, de manera que las metas incumplidas sean un
factor impulsor de las decisiones. Es la sensación de una asignatura pendiente, donde la
meta incumplida o la brecha en el desempeño pesa más que las motivaciones personales.
La idea de tensión plantea la necesidad de una exigencia sostenida.