100 Mejores Discos
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100 Mejores Discos
Las encuestas sobre los grandes discos de la historia del rock son un ente mucho más dinámico
y cambiante de lo que suele suponerse. Las perspectivas de apreciación histórica se modifican
en períodos más o menos cortos (¿cinco años? ¿diez?), más allá de que, lógica y
merecidamente, hay cánones difíciles de desbancar. En esta votación sin precedentes, en la
que -a cuarenta años de la edición del simple "La balsa" de Los Gatos- músicos, periodistas,
productores, representantes, fotógrafos y gente fuertemente relacionada con la historia del
rock nacional eligen los 100 grandes álbumes de todos los tiempos, Luis Alberto Spinetta
sobresale como el artista con mayor cantidad de obras seleccionadas. Una conclusión
previsible. Ahora bien, una década atrás, ¿hubiera sido Artaud el número uno? Sin duda, el
tiempo le concedió a esa obra de vanguardia, insuperable en su especie, el valor que se le
atribuye a los sueños perdidos (aunque latentes). En ese sentido, el resultado general es
fascinante: la lista y los textos que la acompañan permiten una nueva aproximación a la
complejísima historia del rock argentina, a bucear en los detalles y las circunstancias creativas
de un centenar de discos irrepetibles. A los escépticos del rubro pero fanáticos de la música
(nosotros nos incluimos en ambas categorías), no les hará falta más que dar vuelta la página
para bajar las defensas y entregarse al goce, la memoria, el descubrimiento y la indignación.
Porque puede que veinte años no sea nada; pero cuarenta, a juzgar por lo que se ve por aquí,
son demasiado. Y la buena noticia es que la piedra sigue rodando
3. Manal.
Manal
1970
Uno de los grandes pilares sobre los que se asienta todo el rock argentino es el álbum debut de Manal,
aparecido durante los primeros días de 1970. Javier Martínez, un fanático de la música negra que había
pasado por los Beatniks – el pionero grupo surgido en La Cueva y liderado por Morris-, estaba
convencido de que se podía hacer música de blues en castellano, y llegó a encerrarse en un sótano para
desarrollar su propio estilo de batería y “gastar” su voz para asemejarse a cantantes afroamericanos
como Ray Charles. Su encuentro con Claudio Gabis, un joven casi adolescente pero ya virtuoso de la
guitarra y estudioso del blues, dio el puntapié inicial para la formación de un trío (a la manera de Cream
y Jimi Hendrix Experience), que se completaría con la llegada de Alejandro Medina, músico
experimentado que había integrado Los Seasons.
Cuando en una fiesta los escucha el editor Jorge Alvarez, se entusiasma tanto que decide crear, junto a
los jóvenes Pedro Pujó, Javier Arroyuelo y Rafael López Sánchez , el primer sello independiente del rock
local: Mandioca, que ya desde el nombre amenazaba con ser una versión latinoamericana de Apple de
los Beatles.
Un par de simples, especialmente “No pibe”, dieron la pauta de que el trío, cuyas actuaciones en vivo ya
eran leyenda, podía alumbrar una gran obra también en el estudio. Pero su primer álbum sorprendió a
propios y ajenos. La tapa, un collage fotográfico con los integrantes del grupo dentro de una bomba a
punto de estallar, no podía ser más acertada: ése fue el efecto que provocó el primer álbum de Manal
en la música argentina, y en las cabezas de los jóvenes que en ese momento compramos el disco.
El riff que abre “Jugo de tomate” ya nos prepara para lo que vendrá; ecos de soul y psicodelia en la
guitarra, una batería que aporta redobles jazzeros, y un bajo liquido y embriagador, con una presencia
que nunca antes había tenido ese instrumento en grabaciones realizadas en el país. Poco después, entra
esa voz negra repitiendo un estribillo casi mántrico, que es a la vez una feliz metáfora sobre lo que se
necesita para alcanzar el éxito en la sociedad de consumo: “Jugo de tomate frío/ en las venas deberás
tener”. A continuación, unas notas sumergidas en eco del órgano de Claudio Gabis y la voz de Javier que
parece venir de otra dimensión, relatando vívidamente un renacimiento espiritual: “Porque hoy nací/
hoy, recién hoy/ el sol me quemó/ y el viento de los vivos/ me despertó”. Nos despertamos de esa
experiencia y aterrizamos en plena “Avenida Rivadavia”, plena de swing jazzero, con la voz soulera de un
joven Alejandro y esos enamoramientos repentinos que nos ocurren frecuentemente en la calle:
“¿Cuando subiste a mi tren, mujer/ que yo no te vi?”. Llega el blues con “Todo el día me pregunto”, y la
acertada descripción del “naufragio”, la forma de vida que había adoptado la generación de La Cueva:
“Para qué vivo así/ caminando sin parar/ casi siempre sin dormir”. Era hora de dar vuelta al vinilo para la
apertura del lado B, con unos de los temas más perfectos de todo el rock local: “Avellaneda Blues”, un
relato suburbano genialmente imbuído de melancolía porteña, la sequedad de sus versos arropada en
una armonía jazzística, y un solo de Gabis mezcla de Bloomfield y Coltrane. “Una casa con diez pinos”,
quizás el tema más esperanzado de Manal, retoma el ideal de los “vagabundos del Dharma”, una
búsqueda al margen de la sociedad y en contacto con la naturaleza: “Poder ganar, o empatar/ prefiero
sonreír/ mirar dentro de mí/ fumar o dibujar/ para qué complicar”. El bajo responde a la voz soulera con
una línea cargada de notas, mientras la guitarra acentúa las frases con yeites a lo Steve Cropper. El final
es para denunciar, una vez más, la mecanizada rutina del hombre de la ciudad, y el siempre presente
anhelo de escapar, en una suerte de “Nosotros vs Ellos”: “No miro el techo/ para ver más que yeso/ y la
ventana me sirve para mirar/ un edificio con gente que desayuna/ se peina o fuma/ en la rutina de
continuar”. Medina graba un bajo con distorsionador, y Gabis, para no ser menos, también apreta el
pedal en un sinuoso riff. Final. Juan Carlos Kreimer, periodista pionero del rock, escribía en sus certeras
notas de tapa: “De regreso [del estudio] pienso en la depuración del conjunto, en el espectro de ritmos
que abarca del hard rock al soul, del beat más rabioso al blues más sentimental, en sus fraseos
delirantes y exactos, en sus acordes dolientes pero vitales. Y anoto: spirituals porteños, el sonido de una
generación que quiere creer”.
4. Oktubre.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
1986
Pese a las explosiones iníciales, el verdadero comienzo del segundo álbum de los Redondos es más bien
un advenimiento, la aparición en el horizonte de una tropilla de sobrevivientes después del desastre
(¡Chernobyl!). Una escalada sonora rústica le gana terreno a la catástrofe nuclear y a los fuegos de una
revolución oscura. Del destape democrático (o su desencanto), ni noticias. Las voces llegan de la agonía
de la Guerra Fría y de un futuro de éxodos, terrorismos y sueños teledirigidos. Un disco cyberpunk
hecho por hombres de formación beatnik, un catálogo de visiones distópicas puesto en la escena de un
presente alterno: unos años 8o que no tienen nada que ver con los raros peinados nuevos ni la
posmodernidad. Lo que el Indio Solari -un treintañero que enfrentaba al público de rock en mangas de
camisa, pelada oficinesca y bigote montonero- tenía entre manos era un álbum programático, una obra
conceptual motorizada por el resentimiento post dictadura (más que ímpetu de liberación, se respiraba
el arte de la venganza), las transformaciones tecnológicas a la par de la crisis económica y la paranoia
inflamada por el consumo de cocaína. A eso se refería Solari cuando, en diálogo con ROLLING STONE,
trataba de desmenuzar el sentido de "Jijiji", séptima canción del disco y tema favorito de la mayoría
ricotera. "Para mí es un poco la paranoia de la droga, cuando alguien está a la deriva dentro de esa
situación. «Jijiji» es una risa medio perversa, marca una bidimensionalidad, es como que todo lo que
estás diciendo no es una afirmación." La cocaína, en efecto, estaba ahí para espolvorearlo todo. "Semen
Up", basada en un fraseo de guitarra del inigualable Skay Beilinson, definirá para siempre la sumisión
anhelante del mer-quero argentino: "La veo casi como un demonio/ y rasco la alfombra por su amor".
Pero la guerra subliminal que libraba el disco era mucho más abarcadora y profunda: lo que estaba en
juego era el "secuestro de tu estado de ánimo" ("Ya nadie va a escuchar tu remera"), y lo que Patricio
Rey venía a interpretar era una época de batallas culturales en las que el enemigo sería más difícil de
identificar que un grupo de tareas. Así, "Divina TV Führer" concilia la tensión atómica con la explosión
del mercado publicitario, mientras que "Canción para naufragios" cronometra el tiempo que le hubiera
llevado a un misil viajar de los Estados Unidos a Rusia (o viceversa): "Son 6 minutos y nuestra mami va a
contestar...".
El Oktubre Rojo y el Octubre Peronista. La masa Berni-bolche-vique que ilustra la tapa del álbum evoca
una épica revolucionaria que por entonces parecía derrotada. Rocambole, su autor, se lo contaba así a
Gloria Guerrero: "Las ideas salieron de una noche de fernet. El Indio veía banderas, multitudes. Primero
iba a ser todo rojo y negro, pero cuando lo fui haciendo más abstracto le agregué el gris. La tipografía
parece soviética al estar invertida una letra. En el reverso se ve la Catedral de La Plata en llamas: un
símbolo revolucionario". A dos años de la edición de su debut (Gulp!, grabado por Lito Vitale), los
Redondos todavía eran una banda underground, aunque ya convocaban a más de mil personas por
show. Oktubre fue registrado en los estudios Panda de la calle Seguróla, con Osvel Costa como técnico
de grabación, Tito Fargo como segunda guitarra, Daniel Melero en teclados y Claudio Cornelio en
percusión. Todo el álbum está filtrado por un velo sonoro opresivo, una especie de tremor precario que
lo ubica en un plano de percepción extrañamente lejano. "El técnico descubrió el reverb en el ínterin y
hacía que todo sonara como en el baño de nuestras casas", protestaba Willy Crook en La Adición,
haciendo pública una insatisfacción que, al menos parcialmente, compartía con Solari y Beilinson. Sin
embargo, la expresión sobrevivió a la resolución: el segundo disco de los Redondos encarna el espíritu
de un rock que asume su ubicuidad política en las últimas décadas del siglo XX. Las canciones tienen ese
ánimo, el de interpelar estéticamente al mundo, absorber elementos históricos y reordenarlos en un
espectro de pesadillas y alucinaciones. En esa mezcla de hambruna y furortecnológico, de valses
eléctricos mortuorios y rocanroles festivos, de militancia frustrada y bohemia romántica, en esa mezcla
de estados alterados reside la peculiar grandeza del disco.
Un juego de profecías convertido en remera. Una agria epopeya de nueve canciones, y el rock como
todo llanto.
6. Almendra.
Almendra
1970
Spinetta no mintió si alguna vez dijo: “Almendra preparó por el metódico ejercicio de la búsqueda de la
autenticidad”, para encontrar y pulir las canciones que conforman este primer álbum de uno de los
grupos más innovadores e inspirados de la música en castellano. Su edición, el 29 de noviembre de
1969, revolucionó la escena inaugural del rock cantando en castellano y fue un pilar fundamental para la
construcción de un lenguaje y del movimiento.
Almendra fue el resultado de la unión de cuatro adolescentes (tres de ellos egresados del colegio San
Román) que, atrapados por las nuevas corrientes propulsadas por los Beatles, decidieron pintar su
propia aldea desde el living de una casa de la calle Arribeños, del barrio de Belgrano. El cuarteto
formado por Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari, Rodolfo García y Luis Alberto Spinetta encontró su
lugar entre el purismo beat de Los Gatos, la psicodelia de Los Abuelos y el blues urbano de Manal.
Spinetta sentó para siempre el estatus poético del rock argentino y la banda inauguró la convivencia de
influencias como los Beatles y Piazzolla (“Laura va”, con el bandoneón de Rodolfo Mederos). La tapa,
magnética, contenía un dibujo de Spinetta que hoy es un ícono insuperable.
TEMAS CLAVE: “Fermín”, “Muchacha ojos de papel”.
7. La era de la boludez.
Divididos
1993
Con el disco anterior, Acariciando lo áspero (1991), la dupla Ricardo Mollo-Diego Arnedo había dejado
atrás el fantasma de Sumo, estableciendo su sonido y su personalidad. El álbum, además de la solidez
instrumental del trío, demostraba su viabilidad comercial, con excelentes ventas y hits como “El 38” y
“Ala delta”. El ingreso de Federico Gil Solá en la batería (un argentino que había vivido quince años en
San Francisco) fue fundamental para su consolidación, ya que aportó la potencia de un intérprete
fogueado en el Primer Mundo, así como una apreciación –que suele aparecer con la distancia- de la
música nacional. Para su tercer álbum, el trío se alió al productor Gustavo Santaolalla, que obró como
catalizador de su talento, dando origen a una de las obras más profundas e impactantes del rock latino
de los 90: La era de la boludez, un título que definía el falso esplendor de la era menemista.
El grupo ya venía ensayando con éxito su particular amalgama de rock, funk y post punk, pero lo que
aparece con fuerza aquí es la influencia del folclore, que había comenzado a insinuarse en el disco
anterior con “Haciendo cola para nacer”, suerte de baguala de voz y bombo. Santaolalla, pionero de la
integración entre rock y música autóctona con Arco Iris, estimuló esta tendencia, alentado por Gil Solá y
también Arnedo (cuyo padre fue el prestigioso folclorista Arnedo Gallo). Esta apertura dio origen a
temas como “Ortega y Gases”, especie de chacarera con un trabajo descollante de Arnedo en el bajo,
“Huelga de amores” y “Que ves?”, principal hit del álbum, en el que el grupo superpone un reggae con
ritmo de 6x8, dando origen al “chaca-reggae” (con una notable intervención de Santaolalla en
charango). La propuesta alcanza un pico de alto poder emotivo con la versión de “El arriero”, clásico de
Atahualpa Yupanqui transformado en una especie de blues hendrixiano por una interpretación
memorable de Mollo, que canta en forma degarradora y ofrece dos de sus mejores solos de guitarra
registrados en el disco.
La potencia de Divididos está en temas con ingredientes funk como “Salir a asustar” y “Salir a comprar”,
y en el empuje rocker de “Rasputín” y “Paisano de Hurlingham”. El grupo también deja aparecer su
faceta experimental en “Tajo C”, el instrumental “Pestaña de camello” (Mollo utiliza su guitarra a la
manera de un sitar) y en la jam psicodélica de “Indio, dejá el mezcal”. La participación de invitados como
Bruce Fowler –ex Zappa- en trombón (“Dame un limón”), y el coproductor Aníbal Kerpel en vibráfono y
Hammond contribuyen a realzar la variedad. La grabación en los estudios Cam-Am de Los Angeles, con
el famoso ingeniero Tony Peluso, consigue transmitir con un sonido cálido y analógico todo el rango y
dimensión de la música del trío.
TEMAS CLAVE: “El arriero”, “Que ves?”.
8. 30 minutos de vida.
Moris
1970
“A veces me encuentro con gente que, en la calle, me canta <<De nada sirve>> de principio a fin. ¡Y ni
siquiera yo me la sé entera y de memoria!, cuenta Mauricio Birabet (Moris). Y esboza una explicación:
“Creo que es porque significa algo para sus vidas. Tiene que ver con una problemática que sigue vigente:
la igualación total de la forma de vida. Es una canción universal… y un poco neurótica”. Moris improvisó
esa letra existencialista de casi ocho minutos (con más influencias de Albert Camus y Jean-Paul Sartre
que de Bob Dylan), sobre una base hipnótica, y transformó esa canción en un clásico, igual que la
mayoría de las que integran 30 minutos de vida: “El oso”, “Escúchame entre el ruido” y “Ayer nomás”,
entre otros. El disco, grabado y editado durante la dictadura de Onganía, lleva vendido casi medio millón
de copias. Y aún hoy, a treinta y siete años de su edición original, mantiene un promedio de ventas de
diez mil copias anuales.
Se grabó en los Estudios TNT (Buenos Aires), en una consola de cuatro canales Ampex, modernísima
para la época, manejada por los técnicos Salvador Barresi y Julio Costa (“estaban acostumbrados al
tango, pero tiraban para adelante”). El productor ejecutivo fue Jorge Alvarez, impulso del pujante
movimiento de rockeros emergentes (Manal, Miguel Abuelo…). Y la lujosa backing band la integraban
amigos: Claudio Gabis, Javier Martínez, Pappo y Richard Green, el organista de los In, dueño de un
órgano Farfisa.
TEMAS CLAVE: “De nada sirve”, “El oso”.
9. Canción animal.
Soda Stereo
1990
La presencia funk de Carlos Alomar en Doble Vida convirtió a Soda Stereo en una máquina fría, precisa y
calculadora. El truco funcionó a escala continental y después de casi dos años de giras interminables, el
trío acusó la necesidad de un cambio para privilegiar las canciones por sobre los efectos de producción.
Canción Animal es la respuesta a tanta sofisticación el primer registro en que Gustavo Cerati empieza a
mirarse como un heredero del rock argentino de los 70. El espíritu valvular de los viejos discos de
Pescado Rabioso, Color Humano y Vox Dei, sumado a las guitarras ruidosas del pre grunge –encabezado
por bandas como Screaming Trees, Smithereens y Pixies- formaron el marco de referencia para la
renovación. De esa mezcla entre pasado y presente nación un registro tan perdurable como los
estribillos de “Un millón de años luz”, “(En) El séptimo día” y, sobre todo, “De música ligera”. Otro factor
determinante fue el ingreso de Daniel Melero en el rol de cuarto integrante. La incorporación alteró los
vínculos de un triángulo sin fisuras hasta ese momento. Pero varias estrategias fatales del productor
invisible influyeron en Cerati y terminaron como algunas de las mejores ideas para el disco definitivo de
Soda. “Fue un momento muy inspirado del grupo, y Daniel fue una pieza clave”, señaló el cantante en el
número 60 de RS.
TEMAS CLAVE: “De música ligera”, “Té para tres”.
11. Vol. 2.
Pappo’s blues
1972
En Pappo’s Blues Vol. 1, el guitarrista ya había establecido el formato, adaptando el esquema de power
trío inaugurado por Cream y Jimi Hendrix Experience –mezcla de blues y psicodelia- a una sensibilidad
urbana que se integraba con naturalidad al rock nacional de comienzos de los 70. Pero luego de un viaje
a Inglaterra, donde conoció a “Bonzo” Bonham y “Lemmy” Kilmister, Pappo regresó para ponerle el
moño al género que él mismo había creado. En este Vol. 2 todo es perfecto, desde la portada con el
dibujo naif de Juan O. Gatti hasta la foto interior con su estampa de guitar hero porteño, la Gibson SG
conectada a un Robertone y un único crédito: “Compositor, autor, dirección orquestal e intérprete:
Pappo”. En el comienzo, un solo de batería de Luis Gambolini introduce “El tren de las 16”, en que
Pappo convierte la simple estructura de un blues de 12 compases en una canción inolvidable, con un
recurso simple: la letra continúa a lo largo de dos estrofas, lo que extiende la “vuelta” armónica del
tema a 24 compases. Hay riffs memorables (“Tema I” –que bajo el nombre “Castillo de Piedra” había
aparecido en Spinettalandia-, “Pobre Juan”), muestras de su genial ingenuidad lírica (“ese monstruoso,
que caminando va/ no se da cuenta que no tiene lugar/ y con el tiempo desaparecerá”) y solos
improvisados que son libros de texto para generaciones de guitarristas. “Desconfío” se convertiría en el
standard del género en Argentina.
TEMAS CLAVE: “Desconfío”, “El tren de las 16”.
14. La Biblia.
Vox Dei
1971
Probablemente se necesite la inconsciencia de unos pibes de 20 años para acometer una empresa como
la de componer una obra conceptual (u “ópera rock”, como se decía por entonces) basada nada menos
que en la Biblia. Precisamente eso fue lo que hizo el grupo quilmeño en lo que era tan sólo su segundo
LP, editado como álbum doble. La idea inicial fue de su líder, Ricardo Solué, autor de todos los textos y
buena parte de las músicas, en las cuales colaboraron sus compañeros Willy Quiroga, Juan Cargos Godoy
y Rubén Basoalto. Varios elementos convirtieron este disco en algo único: fue la primera “obra
conceptual” del rock argentino, la grabación demandó 150 horas (algo completamente inusual para la
época) y, para “Cristo, nacimiento”, contaron con coro y una orquesta de cincuenta músicos, dirigida por
Roberto Lar. Pero el trabajo tuvo una historia accidentada: la banda se vio obligada a cambiar de
compañía en el medio de la grabación, ya que Mandioca quebró y los masters fueron adquiridos por
Disc Jockey, que a su vez editó el disco antes que fuera finalizado (de allí que “Apocalipsis” quedara sin
letra). A su vez, Godoy dejó el grupo antes de finalizar la grabación, por motivos nunca del todo
aclarados. Pero Vox Dei se sobrepuso a las adversidades creando una obra perdurable, cuyas canciones
poseen una calidad atemporal que ha convertido a casi todas (especialmente “Génesis” y “Libros
Sapiensales”) en clásicos “fogoneros”. La reedición de 2005 –hecha a partir del hallazgo de las cintas
originales- permite apreciar detalles nunca antes escuchados, y contiene gran cantidad de material
previamente inédito.
TEMAS CLAVE: “Génesis”, “Las guerras”.
15. La dicha en movimiento.
Los Twist
1983
El 17 de octubre de 1983 apareció el debut de Los Twist, un día políticamente incorrecto para los popes
de nuestro rock, que por aquellos días abrazaban el alfonsinismo como emblema de civismo y acción
democrática. Peronista, boquense y con guiños mersas, La dicha en movimiento utilizaba chucherías del
inconsciente nacional y popular para burlarse de todo y de todos. Rockabilly, twist y pop bailable tan
ligero como sus letras inteligentes y paródicas cambiaron el modo de abordar la canción de una escena
que recién empezaba a entender que era posible combinar diversión, frivolidad y ambigüedad. Grabado
en veintinueve horas bajo la mirada vampírica de Charly García –a cargo de la producción-, el disco se
convirtió en un exitoso compilado para fiesta sin edad. Como las serpentinas de carnaval que ilustraban
una de las primeras tapas vintage de nuestro rock. La dicha… incluía todos los ritmos y una catarata de
éxitos con extremos desopilantes (“El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”, “Pensé que se
trataba de cieguitos”) y deliciosas apropiaciones pop (“Ritmo colocado”, “Salsa”, “Cleopatra, la reina del
twist”). El genio y la observación del tándem creativo formado por Daniel Melingo y Pipo Cipolatti, la
preciosa figura de Fabiana Cantilo y la producción de tío García lograron el milagro: cambiarle el humor
al rock argentino.
TEMAS CLAVE: “Ritmo colocado”, “El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”.
16. Jessico.
Babasónicos
2001
Desde el fondo de la crisis argentina, expulsados de Sony y en la periferia estética del rock estatizado (en
días de la Alianza en el gobierno), los Babasónicos sacan de las tripas un disco esplendoroso, en que el
magnífico y disperso raíd de Miami (1999) se reorganiza en doce canciones directas y conquistadoras. El
comienzo con “Los calientes” determina la profundidad del viaje: un “paraswing” (Diego Tuñón dixit)
narcótico que abre las puertas a un mundo de placeres impúdicos, noches mágicas y conductas
rastreras. Ya sin Dj Peggyn en las filas, el sexteto gana precisión y potencia: la seducción electro de “Fizz”
y “Delectrico”, la soberbia rockera de “Pendejo” y “Soy rock”, la psicodelia sixties de “El loco” y
“Camarín”, el bolero corrido de “Rubí” y la épica western de “Yoli”. La tendencia natural de la banda y su
productor (Andrew Weiss, colaborador de Ween) a la digestión musical y el trabajo de estudio obsesivo
le cede terreno a la síntesis cancionera, sin perder originalidad ni vuelo. Detrás de una tapa
dolorosamente sexual de Ros, Dárgelos propone una revisión de los valores del rock imperante con altas
dosis de malicia y autoconciencia. Todo el disco, hoy, cobra la forma de un manifiesto vivo que
interpreta su época sin escamotearle un solo segundo al divertimiento y los bajos instintos.
TEMAS CLAVE: “Fizz”, “Soy rock”.
19. Pescado 2
Pescado Rabioso
1973
Luego del sonido explosivamente rockero de “power trío” de Desatormentandonos, Pescado Rabioso se
convierte en cuarteto con la incorporación de Carlos Cutaia en órgano Hammond y teclados varios, a la
vez que David Lebón reemplaza a “Bocón” Frascino en el bajo. Estos dos instrumentista muy completos
–David además tocaba guitarra, batería y cantaba- permiten a Spinetta ampliar considerablemente su
paleta compositiva, y ensayar una gran variedad de arreglos y texturas. El resultado fue ese monumento
del rock argentino llamado Pescado 2, un álbum doble con dieciocho canciones, realizado por cuatro
músicos jóvenes mancomunados espiritualmente y capturados en el pico de su creatividad. La idea de
liberación es una constante que recorre el trabajo, tanto en lo individual como en lo social –recordemos
que corría el año 1973, y la Argentina vivía una efervescencia militante por el regreso del peronismo-,
expresada en letras pobladas de imágenes surrealistas pero a la vez extrañamente familiares,
poseedoras de un poder de llegada casi instantáneo. EL sonido recorre desde el rock y blues más
potentes (“Nena boba”, “¡Hola pequeño ser!”, el hermosos blues menor “Como el viento voy a ver”)
hasta canciones casi acústicas con una sensibilidad cercana a Almendra (“Credulidad”), incluyendo
también extensas zapadas y elementos del rock progresivo. La edición original incluía un librito de 48
páginas con letras, comentarios, dibujos y poemas, envuelto en un delicioso clima de delirio, bien de la
época. El disco culmina con el ambicioso “Cristálida”, un tema de casi nueve minutos, con arreglos
orquestales de Carlos Cutaia, compuesto por varios módulos (a la manera del clásico “A day in the life”
de los Beatles), que constituye una de las obras cumbre de Luis Alberto Spinetta y de todo el rock en
castellano.
TEMAS CLAVE: “Cristálida”, “Credulidad”.
20. Violadores.
Los Violadores
1983
“Basta de hospicios, vetos y Cósmicos”, cantaba –berreaba- Pil Trafa en “Viejos patéticos”, parándose en
la vereda de enfrente de los patriarcas del rock nacional para cumplir con su misión en esta tierra:
destruir. El primer disco de Los Violadores, producido por Michel Peyronel, tiene la urgencia de quién
finalmente puede gritar luego de pasarse años amordazado: temas como “Represión” o “Para que estoy
aquí (Hijos de perra)” se alimentan de injusticias, le apuntan a la pasividad hippie y a la dictadura militar
y disparan con furia punk pura y explícita.
TEMAS CLAVE: “Represión”, “Viejos patéticos”.
21. El león.
Los Fabulosos Cadillacs
1992
Por un lado, El león aún hoy sigue funcionando como la banda sonora indispensable de cualquier fiesta
animada, y es el soundtrack vital de cualquier argentino que la haya pasado en grande a lo largo de
estos últimos años. Pero más allá del carácter festivo, también es un álbum fundacional del rock latino,
tan emblemático de los 90. Con Gustavo Santaolalla, Paulinho Da Costa y el Flaco Jiménez, como
invitados estelares, Los Cadillacs abordan ritmos del Brasil y el Caribe, versionan a Rubén Blades
(“Desapariciones”) y realizan un sugerido homenaje al Che Guevara (“Gallo rojo”).
TEMAS CLAVE: “Carnaval toda la vida”, “Siguiendo la luna”.
24. Kamikaze.
Luis Alberto Spinetta
1982
Lo que empezó como una compilación de inéditos de distintas épocas (1965-1978), terminó
convirtiéndose en uno de los álbumes imprescindibles de la discografía del Flaco. La instrumentación
básicamente acústica –Luis con su guitarra, más el ocasional acompañamiento de Diego Rapoport en
teclados- establece una inusual proximidad con su voz, dejando ver su lado más intimista. Las canciones
incluyen “Barro tal vez”, una increíble zamba compuesta cuando tenía 15 años; “Ella también”,
perteneciente a la legendaria ópera de Almendra; y la compleja minisuit “Águila de Trueno” (dedicada a
Tupac Amaru).
TEMAS CLAVE: “Barro tal vez”, “Quedándote o yéndote”.
25. Signos.
Soda Stereo
1986
En el año de la consagración de Soda en América latina, Signos aparece como el objeto ideal para
seducir a grandes audiencias. Contiene hits imbatibles (“Persiana americana” y “Prófugos”) e himnos
darks (“Signos”, “El rito” y “Final caja negra”). Más cerca de Echo and the Bunnymen y The Cure, el trío
sorprende con un álbum furiosamente directo y a la vez expansivo. La grabación casi deja afuera de
combate a Cerati: “Las letras se hicieron en una sola noche, un disco muy sufrido desde la tecnología,
fue complicadísimo todo. Y además estábamos tomando mucho, eso amplifica todo el desastre.”
TEMAS CLAVE: “Prófugos”, “Persiana americana”.
38. Chaco.
Illya Kuryaki & the Valderramas
1995
“Doscientas cincuenta mil copias vendidas de Chaco en toda América latina lo dicen todo: hay que tener
respeto, alguien lo hizo primero”, dijo Dante Spinetta. Estos dieciséis tracks producidos por Mariano
López y Machi Rufino (ex Invisible) y masterizados en Nueva York por Ted Jensen (Madonna) fueron la
puerta lateral hacia los chistes internos del dúo Spinetta/Horvilleur: el sueño de la provincia propia,
donde Federico Kleim baila g-funk (“Jaguar House”) y los remiseros son dioses nacionales. El primer
disco de hip hop latino con proyección regional.
TEMAS CLAVE: “No es tu sombra”, “Remisero”.
39. Conesa.
Pedro y Pablo
1972
Conesa, nombre de la calle donde quedaba la casa comunitaria, representa el encuentro de Pedro y
Pablo –especialmente Miguel Cantilo- con el rock representado por La Cofradía de la Flor Solar. Harto de
la censura, el dúo emigra a un sello independiente y graba una serie de clásicos, con letras que ensalzan
el “regreso a la naturaleza” (“El Bolsón de los cerros”, “Blues del éxodo”), sin dejar de lado la temática
social (“Apremios ilegales”, “Padre Francisco”). Las armonías vocales de Cantilo-Durietz se enriquecen
con el aporte de Roque Narvaja (a la manera de Crosby, Still & Nash), y brilla la guitarra de Kubero Díaz.
TEMAS CLAVE: “Padre Francisco”, “Catalina Bahía”.
40. Almendra 2.
Almendra
1970
Almendra no llegó a grabar su famosa ópera, pero antes de separarse registró el primer álbum doble del
rock argentino, una explosión creativa en múltiples direcciones que constituye una especie de Álbum
Blanco del grupo. Si bien en general el sonido es más rockero y distorsionado que el primer disco –en
sincro con el rock internacional de esa época-, hay desde canciones acústicas a temas esperimentales,
condimentados con psicodelia y surrealismo. Spinetta aporta temas de alta belleza (“Para ir”, “Parvas”),
pero Molinari no se queda atrás, con clásicos como “Mestizo” y “Amor de aire”.
TEMAS CLAVE: “Rutas argentinas”, “Para ir”.
41. Vol. 3.
Pappo’s Blues
1973
Apenas veintiocho minutos le alcanzan a Pappo para establecer un nuevo clásico del rock de los 70. Sus
progresos sobresalen en el instrumental que abre el disco, “Stratocaster Boogie”, verdadero rito
iniciático para cualquier aspirante a dios de la guitarra. Criticando la sociedad de consumo (“Pájaro
metálico”), los prejuicios de la clase media, defendiendo su estilo de vida con un riff machacante (“Sucio
y desprolijo”) y hasta desorientando a la prensa musical con una viñeta country criticada por
“comercial” (“Trabajando en el ferrocarril”), Pappo se afirma como el gran outsider del rock argentino.
46. Aquelarre.
Aquelarre
1972
Reuniendo dos ex Almendra (Emilio del Guercio y Rodolfo García, bajo y batería respectivamente), un
blusero (Hugo Gonzáles Neirea, teclados) y una “bola de ruido” (Héctor Stark, guitarra), Aquelarre
debutó en 1972 con un álbum marcado por los quiebres rítmicos y melódicos, las largas zapadas
instrumentales y las letras surrealistas. Aún con las inconfundibles influencias progresivas que surcaban
todo el LP. El grupo se permitía momentos de crudeza blusera (“Aventura en el árbol”) y pasajes
extraordinarios de belleza bucólica (“Cantemos tu nombre”).
TEMAS CLAVE: “Canto”, “Cantemos tu nombre”.
47. El número imperfecto.
Catupecu Machu
2004
En su búsqueda de intensidad, vital y rockera, Catupecu dio con este disco grabado como cuarteto (Fer y
Gabriel Ruiz Díaz, Macabre y Javier Herlein). No tan urgente como Dale!, no tan hitero como Cuentos
Decapitados, ni tan abstracto como Cuadros dentro de cuadros, es una síntesis de su obsesión por hacer
sonar el rock tan potente como original, forzando sus límites sin perder la ambición expresiva y emotiva.
Las letras y las guitarras de Fernando transparentan las influencias de Cerati y de Bumbury. Sus versos
cobran diferentes sentidos con el tiempo.
TEMAS CLAVE: “Magia veneno”, “El número imperfecto”.
48. Melopea.
Litto Nebbia
1974
Mucho antes de saber que significaba la palabra “melopea”, Nebbia bautizó su quinto álbum solista con
el vocablo de origen griego. “Me gustaba la fuerza que tenía al sonar… Luego me enteré de que quiere
decir componer y en un vulgarismo también es borrachera, explica Nebbia desde el booklet del disco
que consolidó la formación del trío junto a los jazzeros Néstor Astarita (batería) y Jorge Gonzales
(contrabajo). Aún hoy sorprende este cruce de géneros y la insistencia de Litto para vencer prejuicios.
Una perfecta conjunción de canciones pop y letras detallistas de Mirtha Defilpo.
TEMAS CLAVES: “La ventana sin cancel”, “¿Qué clase de amor tendrás?”
49. Color Humano.
Color Humano
1974
Originalmente pensado como un disco doble, el opus final de Edelmiro Molinari, Oscar Moro y Rinaldo
Rafanelli incluye la canción por la que muchos recordarán la agrupación: “Mañana por la noche” (“Estoy
tan cansado/ que me voy a suicidar/ mañana por la noche”). Por lo demás, el trío se muestra en su
apogeo, con la hendrixiana viola de Edelmiro brillando como nunca en “Cosas rústicas (Coto de caza)” y
“Las historias que tengo”. Cada uno de los temas que integran el disco posee algún instante memorable,
e invita a pensar en cómo podría haber sonado el combo de haber permanecido unido.
TEMAS CLAVES: “Mañana por la noche”, “Cosas rústicas…”
50. Conga
Daniel Melero
1988
Después de liderar Los Encargados desde comienzos de los 80 y participar en Oktubre (puesto 4 de esta
lista) pero antes de colaborar en Canción Animal (puesto 9), Melero se debatía, en sus días de fines de
los 80, entre el rol de productor y cazatalentos under (Todos Tus Muertos, Juana La Loca) y el inicio de
su carrera solista. En este álbum debut acumula algunas de sus piezas más pop (“No dejes que llueva”,
“Piso 24”). Entre una melancolía fría y la búsqueda de la emoción tecno-pop, algunos tracks anticipan un
derrotero que fue tomando un cariz más abstracto y experimental.
TEMAS CLAVE: “No dejes que llueva”, “Deleite fatal”.
51. Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll.
Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll
1971
Puro rock básico y pesado, con toques de blues psicodélico à la Cream y letras irreverentes con carga
ideológica. Esa era la fórmula de La Pesada, un auténtico seleccionado integrado por monstruos como
Pappo, Spinetta y David Lebon, siempre bajo la tutela del inefable Billy Bond. “Salgan al sol”, firmada por
Javier Martinez, representa como nada el orgullo de la rebeldía rockera en contraposición con la
comodidad burguesa. Hicieron escuela.
TEMAS CLAVE: “Salgan al sol”, “Cada día somos más”.
55. Silencio.
Los Encargados
1986
La historia de Silencio es una epopeya de resistencia y terquedad. En un medio hostil, Los Encargados
tuvieron que archivar dos discos antes de lanzar su álbum debut: aún permanecen inéditos Necesidad y
Creo que estamos bailando. Daniel Melero, Hugo Foigelman y Alejandro Fiori iniciaron el desvío hacia la
actualización de los presupuestos pop en su fase tecnológica. Con Silencio, el trío impuso un concepto
avanzado de canciones electrónicas. Y aunque la empresa ya estaba condenada al fracaso, el
reconocimiento llegaría con las voces del rock más original de la década pasada.
TEMAS CLAVE: “Orbitando”, “Líneas”.
56. Tango.
Tanguito
1973
En tiempos en que la bohemia local todavía conservaba la inocencia, José Alberto Iglesias se convirtió en
el primer tren descarrilado del rock nacional. Para 1970, las drogas y el alcohol ya habían hecho mella en
su salud física y mental; no obstante -en una sesión llevada a cabo en los estudios TNT- logró registrar, a
modo de demo, un puñado de canciones de belleza rústica y frágil, acompañándose solo con su guitarra
acústica. Murió dos años después, sin haber llegado a grabar un LP propiamente dicho. Pelo el sello
Talent rescató su legado en 1973 con Tango, una recopilación de aquellos esbozos desprolijos.
TEMAS CLAVES: “Amor de primavera”, “Natural”.
58. Contenidos.
Riff
1982
Si bien introdujo la estética metalera de cuero y cadenas, Riff estaba más cerca del hard rock que del
heavy. Después de grabar dos LO en 1981, la banda cristaliza su estilo en el tercer álbum, con un sonido
contundente y canciones atrapantes. Los cuatro integrantes componían, lo que daba a su repertorio una
variedad que incluye las historias de cómic-ficción de Michel (“Pantalla del mundo nuevo”), los hits
rocanroleros de Vitico (“Mal romance”) y las historias épicas de Pappo en plan héroe solitario (“Duro
invierno”). El punto más alto de un grupo que se separaría al año siguiente, y no conseguiría recuperar
el brillo en sucesivas reuniones.
TEMAS CLAVE: “Susy Cadillac”, “Me tienen cansado”.
66. Vida.
Sui Generis
1972
En años en los que el rock nacional les sacaba lustre a sus influencias bluseras y psicodélicas, Charly
García (por entonces Charlie) y Nito Mestre irrumpieron en escena con Vida, un disco de canciones
simples, acústicas pastorales. Siguiendo los pasos de cantautores sensibles, como James Taylor y Elthon
John, García supo conectar de lleno con el sentimiento adolescente de aquella época, con letras
tangibles y a la vez poéticas, y con un lenguaje musical que, aun sin carecer de complejidades, podía ser
reproducido en cualquier fogón con la ayuda de una guitarra criolla.
TEMAS CLAVE: “Canción para mi muerte”, “Natalio Ruiz”.
67. Acido argentino.
Hermética
1991
Sobre el final de los 80, el heavy nacional perdió la pujanza que supo mostrar a medidos de la década,
ante la desaparición de sus dos bandas más emblemática: Riff y V8. La edición del tercer álbum de
Hermética en 1991 marcó un resurgir del género, pero además consolidó la figura de Ricardo Iorio como
caudillo del rock pesado local. Letras como las de “Gil trabajador” o “Robó un auto” reflejaban la
cotidianidad de los oprimidos y dejaban sentada la postura nacionalista que caracterizaría a Iorio en sus
obras posteriores. La voz de Claudio O’Connor, sobresaliente.
TEMAS CLAVES: “Gil trabajador”, “Memoria de siglos”.
68. Bicicleta.
Serú Girán
1980
Como si de E.T. se tratara, Serú Girán levanto vuelo en Bicicleta, su tercer álbum. A esta altura, los
“Beatles argentinos” ya jugaban de memoria: el ensamble instrumental se había afianzado y el estilo del
grupo, siempre afecto a combinar retorcidos pasajes de jazz rock con canciones directas y emotivas,
había llegado a su punto de mayor desarrollo. Por todo esto, el público no tuvo más remedio que
rendirse ante el clasicismo de “Desarma y sangra”, el “homenaje” a Lynyrd Skynyrd de “Encuentro con el
diablo” y la protesta política ultrametaforizada de “Canción de Alicia en el país”.
TEMAS CLAVE: “Canción de Alicia en el país”, “Desarma y sangra”
69. Bajo Belgrano.
Spinetta Jade
1983
En ocasión del regreso de la democracia, Spinetta vuelve a la temática porteña, con su magistral retrato
melancólico –y a la vez esperanzado- del estado psíquico de los sobrevivientes de un país devastado. El
tercer álbum de Spinetta Jade –en este caso reducido a un cuarteto, con Leo Sujatovich, César Franov y
Pomo- aúna el cariz jazzero del grupo con influencias del rock de los 80 (especialmente The Police),
visible en temas como “Maribel se durmió”, dedicado a las Madre de Plaza de Mayo. Spinetta se
muestra inspirado, con melodías memorables y grandes performances vocales.
TEMAS CLAVE: “Resumen porteño”, “Maribel se durmió”.
82. Giros.
Fito Páez
1985
Con la salida del primer álbum (Del 63), Páez se postuló como potencial aspirante a alcanzar el podio de
los grandes solistas del rock nacional, pero fue con la edición de Giros, en 1985, que logró el lugar que lo
ponía en la línea sucesoria de Spinetta y García. Su fuerte personalidad, la calidad musical de sus
canciones y la profundidad de sus letras no pasaron inadvertidas ni para el público ni para sus pares. “Es
la mejor música que se está haciendo”, decía el propio Spinetta al referirse a este disco, en el que el
rosarino de 22 años enfatizó desde el rock, sus aproximaciones al tango (“Giros”) y al folclore (“Yo vengo
a ofrecer mi corazón”).
TEMAS CLAVE: “Giros”, “11 y 6”.
85. Libertinaje.
Bersuit Vergarabat
1998
Cuando los bersuit parecían degradados, como grupo y como seres humanos, apareció Santaolalla y
junto, con el productor, llegó la resurrección. Este álbum, una verdadera seguidilla de hits, los catapultó
hacia la fama no sólo en Argentina, sino que les abrió las puertas en el resto de América Latina. Con la
versión de “Sr. Cobranza” (compuesto por Las Manos de Filippi) y “Se Viene” como estandartes
combativos, Bersuit le puso letra y música al ocaso del menemismo. Pero también hay un homenaje a
los desaparecidos (“Vuelos”), una cumbia-rock (“Yo tomo”) y una “Murguita del sur”.
TEMAS CLAVE: “Sr. Cobranza”, “Yo tomo”.
86. Santaolalla.
Gustavo Santaolalla
1982
Después de la experiencia soluna, Santaolalla emigra y en Los Angeles se encuentra con la new wave,
que produce un gran impacto en su rumbo artístico. Identificado con el movimiento, forma el grupo Wet
Picnic; y durante su regreso a Buenos Aires en 1981 registra su primer álbum solista. El disco es casi una
crónica de esta transformación, con descripciones del “shock cultural” (“Mama, amigos, tengo una TV
color”), estética moderna y un sonido seco y directo. Incomprendido en su momento, ejercería una
profunda influencia –notoria en el Clics Modernos-, inaugurando los años 80 dentro del rock argentino.
TEMAS CLAVE: “Vasudeva”, “Ando rodando”.
89. PorSuiGieco.
PorSuiGieco
1976
Un grupo de estrella, reunidos sin presiones ni pretensiones alrededor de un puñado de canciones folk:
cualquier semejanza con Still, Nash & Young no es pura coincidencia. En 1975, Raúl Porchetto, Charly
García, Nito Mestre, León Gieco y María Rosa Yorio idearon un proyecto acústico e informal que, pese a
haber sido pensado para durar, solo llegó a concretar este LP. La censura de la época cercenó “El
Fantasma de Canterville” (sólo está incluida en la primera edición), pero no nos privó de himnos del
hippismo vernáculo como “La colina de la vida” y “Tu alma te mira hoy”
TEMAS CLAVE: “La mamá de Jimmy”, “Quiero ver, quiero ser…”
92. Abrecaminos.
El Otro Yo
1999
Este disco es el refugio de la última generación paria: los hermanos menores de los 90, los que vivieron
en diferido el Nuevo Rock Argentino porque eran infantes (apenas arañaron el grunge) y ahora se
desayunan con el audio de un país que se va al tacho, y una banda de hermanos mayores dispuestos a
protegerlos (“Cierro mis ojos y escucho/ te estoy creyendo/ si no creo, muero… muero”, María Fernanda
Aldana en “10.000.000”). Ezequiel Araujo llega de Avant Press para programar la histérica belleza de la
banda. Resultado: el gran salto de la música que no escuchan todos. El Nevermind de El Otro Yo.
TEMAS CLAVE: “Filadelfia”, “No me importa morir”.