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REDC 65 (2008) 127-138

El principio de reciprocidad y las relaciones


internacionales de la Santa Sede*

Resumen

Se pretende dar respuesta a la cuestión de si la Santa Sede puede en ausencia de


tratado invocar el principio de reciprocidad en el trato para los cristianos que habitan
en Estados islámicos.

Abstract

It tries to find an answer to the question that if, when not Agreement is in force,
the Holy See can invoke the principle of reciprocity in the treatment to Christians living
in Islamic States.

1. Introducción

Ocasionalmente se cuestiona en la prensa por qué la Santa Sede no pide


en países de mayoría musulmana que los fieles católicos sean tratados de
acuerdo con el principio de reciprocidad; es decir, que reciban el mismo trato
otorgado a los musulmanes en países de mayoría católica. Para intentar dar a
esa pregunta una respuesta que sea ajustada a Derecho, hay que anotar pri-
mero algunas precisiones. La Santa Sede difícilmente puede pedir esto, pues
aún siendo un sujeto de Derecho internacional, no representa a los Estados

* El presente trabajo se ha realizado dentro del Programa de Actividades de I+D entre grupos de
investigación de la Comunidad de Madrid. Referencia: S2007/HUM-0403 Lib Religiosa-CM, titulado, La
libertad religiosa en España y derecho comparado y su incidencia en la Comunidad de Madrid.
  Como es sabido, la Santa Sede, pese a la desaparición de los Estados pontificios, a partir de
1870, continuó siendo destinataria de normas internacionales, y ejercitando el Derecho de legación activo
y pasivo, que son características inherentes de los sujetos con personalidad internacional. Asimismo, ha
participado y sigue participando en la conclusión de negocios jurídicos internacionales, creadores de

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de mayoría cristiana en el sentido técnico-jurídico en el plano internacional,


aun cuando actúe en el plano internacional utilizando en cada caso la forma
más adecuada para cada problema, dentro de las plurales facetas de su natu-
raleza. Como repetidamente ha expuesto la doctrina, la Santa Sede interviene
como sujeto internacional en virtud de su soberanía sobre el Estado Ciudad del
Vaticano en unos casos, y en otros como Cabeza de la Iglesia católica, es decir
como instrumento a través del cual actúa la subjetividad internacional de la
Iglesia católica, independientemente de la soberanía territorial del Vaticano.
Esto es, la República Federal de Alemania podrá pedir a Turquía que los
ciudadanos alemanes sean tratados en territorio turco de modo recíproco a
como lo son los ciudadanos turcos en el territorio de soberanía alemana. Que
unos sean cristianos y otros musulmanes no será lo relevante en este caso, sino
la ciudadanía. Para la Santa Sede, es posible que el respeto a la libertad reli-
giosa de los ciudadanos sea lo más relevante, pero no tiene un “título jurídico”
en Derecho internacional —más allá de su indiscutible autoridad moral- que
le permita invocar el principio de reciprocidad. Resulta pues, en mi opinión,
que la cuestión de la que partimos no parece estar del todo bien planteada, y
se ve oportuno separarla en dos interrogantes. Si lo que interesa es el principio
de reciprocidad, habrá que formularla en términos como estos: ¿Qué sentido
jurídico preciso tiene el principio de reciprocidad en el ámbito internacional
que le afecte a la Santa Sede como sujeto de este ordenamiento jurídico? Y si
de lo que se trata es de saber cómo puede intervenir la Santa Sede para defen-
der la libertad religiosa y de culto de sus fieles en países islámicos, habrá que

normas internacionales, como son los concordatos. Además, su potestad en orden a la creación de ins-
trumentos jurídicos internacionales se manifiesta también en otros tratados internacionales, no solo en la
firma de concordatos. Sobre la posición internacional de la Santa Sede, cfr.: H. F. Köck, Die völkerrechtli-
che Stellung des Heiligen Stuhls, Berlin, 1975.
  La Asamblea General de la ONU recordó en su resolución 58/314 (A/RES/58/314), que la Santa
Sede goza del status de Estado observador antes esta organización. A. Bettetini, Sul titolo giuridico di
partecipazione Della Santa Sede alle organizzazioni e alle conferenze internazionali, en “Il Diritto
ecclesiástico”, 1996, pp. 714 y ss. C. Cardia, La soggettività internazionale della Santa Sede e i procesi di
integrazione europea, en VV. AA., Studi in onore di Francesco Finocchiaro, Padova, 2000, pp. 379 y ss.
  Sobre esta pluralidad de facetas y diversidad de formas de actuación ha llamado la atención,
entre otros, S. Petschen, La política internacional de la Santa Sede desde la clausura del Concilio
Vaticano II, en “Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado”, 7, 1991, p. 224.
  J. Manzanares, La Iglesia ante los organismos internacionales. El hecho y su sentido, en “Revista
Española de Derecho Canónico”, 52, 1995, p. 205, pone como ejemplo de supuestos en los que la Santa
Sede apela a este título de la soberanía temporal, aquellos acuerdos que se refieren a materias exclusiva-
mente temporales, como los correos, las telecomunicaciones, la moneda, etc.
  J. Manzanares, La Iglesia ante los organismos internacionales…, p. 205, por ejemplo, cuando
intervine en Organizaciones Internacionales gubernamentales, directamente orientadas a la Comunidad
internacional.
  J. L. Tauran, La Santa Sede e l´Etica internazionale, en “Ius Ecclesiae”, 16, 2004, pp. 251 y ss.

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indagar ¿de qué vía dispone la Santa Sede, si la hay, para pedir el respeto al
derecho de libertad religiosa de sus fieles en países de mayoría no católica?
Para intentar dar respuesta a estas cuestiones nos detendremos primero
en la incidencia del principio de reciprocidad en las relaciones diplomáticas
(apartado 2.1.), para estudiar después las referencias a este principio en los
textos acordados (apartado 2.2.) y su vigencia en las relaciones de la Santa
Sede con los Estados en ausencia de tratado (apartado 2.3.). Concluidas las
virtualidades de la reciprocidad (apartado 2.4.), se indagarán también otros
posibles títulos jurídicos en el ámbito internacional para la igualdad de trato de
los fieles católicos en situación de minoría (apartado 3.).

2. El principio de reciprocidad y las relaciones internacionales de la Santa


Sede

Tanto en los casos en que la Santa Sede participa en las organizaciones


internacionales como observador permanente, como en aquellos otros en los
que asume la cualidad de miembro, las relaciones así instauradas la colocan en
el plano del Derecho internacional, y son por él reguladas, de ahí que se le
aplique el principio de reciprocidad en la misma medida que a otros Estados.
Como ha puesto de manifiesto entre otros Plantey “el respeto a la reciprocidad
da origen a la buena fe y al crédito entre los Estados”, y ello resulta también
de aplicación a nuestro objeto de estudio. La reciprocidad no es otra cosa que
la plasmación de los principios de la seguridad y de la soberanía. Aunque,
como se ha dicho, “tal reciprocidad no es matemática, ni jurídica, ni moral,
sino política: en efecto, cada parte la aprecia en función de sus intereses y
de su supremacía. La reciprocidad es una búsqueda de igualdad y de digni-
dad, pero un Estado siempre puede renunciar a exigirla”10. En los apartados
siguientes veremos en qué medida el principio de reciprocidad sirve al interés
de la Santa Sede del respeto a la libertad religiosa de sus fieles en territorios
donde representan una minoría.

  S. Ferlito, L’attività internazionale Della Santa Sede, Milano, 1988, pp. 141-142.
  Cfr. sobre este tema, E. Decaux, La reciprocité en Droit internacional, Paris, 1980.
  A. Plantey, Tratado de Derecho diplomático. Teoría y práctica, trad. De la 2ªed. francesa por J.
A. Iglesias Sanz, Madrid, 1992, § 768.
10  A. Plantey, Tratado de Derecho diplomático. Teoría y práctica…, § 763.

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2.1. El principio de reciprocidad en las relaciones diplomáticas

Como es sabido, el Estado Ciudad del Vaticano o Santa Sede posee plena-
mente el derecho de misión activo y pasivo11. De ahí que quepa afirmarse res-
pecto a sus relaciones diplomáticas lo que Vilariño anota con carácter general.
Esto es, que la fuente convencional, como consecuencia del valor de la cos-
tumbre, tiene una escasa importancia como productora de normas de Derecho
diplomático, salvo, claro está la codificación de las mismas (…) En cuanto a su
valor normativo, tienen interés los tratados bilaterales cuyo objeto es acordar
un trato recíproco más favorable, superior bien al standar minimum con-
suetudinario, bien al establecido por un convenio codificador en que ambos
Estados sean parte12. Pues bien, la Santa Sede es parte del Convenio de Viena
de 1961, que constituye la fuente codificada principal en materia de relaciones
diplomáticas. Este instrumento, al hacer referencia al principio de reciprocidad
en su art. 47, establece:

“1. En aplicación de las disposiciones de la presente Convención el Estado recep-


tor no hará ninguna discriminación entre los Estados.
2. Sin embargo, no se considerará como discriminatorio:
a) Que el Estado receptor aplique con criterio restrictivo cualquier disposi-
ción de la presente convención porque con tal criterio haya sido aplicada
a su misión en el Estado acreditante;
b) Que por costumbre o acuerdo los Estados se concedan recíprocamente
un trato más favorable que el requerido en las disposiciones de la pre-
sente convención”13.

En interpretación de este precepto, que recoge de modo simultáneo la


reciprocidad y la no discriminación, la doctrina iusinternacionalista, ha seña-
lado, por una parte, que el principio de no discriminación –que exige tratar
por igual y en cualquier caso a todos los Estados con derecho a status diplo-
mático–, no se ve afectado cuando los Estados procedan a darse por recipro-
cidad un mejor trato entre ellos14.
Por otra parte, se ha destacado que la reciprocidad ha de entenderse
de contenido positivo y de carácter consuetudinario o convencional, ya que

11  J. Pérez de Cuéllar, Manual de Derecho diplomático, México, 1997, p. 37. Es también sujeto de
Derecho diplomático en las relaciones plurilaterales, cfr.: A. Maresca, La diplomazia plurilaterale, Milano,
1979, § 288.
12  E. Vilariño Pintos, Curso de Derecho Diplomático y consular. Parte general y Derecho
diplomático,2ª. ed., Madrid, 2003, p. 101.
13  E. Vilariño Pintos, Curso de Derecho Diplomático y consular…, pp. 236-237. J. SALMON,
Manuel de Droit diplomatique, Bruxelles, 1994, § 65.
14  E. Vilariño Pintos, Curso de Derecho Diplomático y consular…, p. 236.

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el ofrecimiento de un mejor trato, sobre la base del Derecho interno, se


hace siempre a reserva de reciprocidad y ésta puede concretarse por una
costumbre o, en la práctica más generalizada, por acuerdo entre los Estados
interesados15. Ello pone en relación el principio de reciprocidad con el de
igualdad, pues los Estados obligados “no pueden graciosamente, sin vulne-
rar el principio de igualdad, conceder un trato más favorable —que a su vez
pudiera ser diferente entre sí- a determinados Estados por existir particulares
relaciones entre ellos (…); por consiguiente, un mejor trato unilateral lícito
sólo sería posible en la hipótesis de que fuera igual para todos los Estados,
lo que, a parte de ser impensable en la práctica, nada tendría que ver con la
reciprocidad. También implica, que el Estado acreditante no puede exigir la
reciprocidad al Estado receptor por el mero hecho de que éste tenga previsto
en su ordenamiento interno, bien en términos genéricos, bien concretando su
contenido, la posibilidad de conceder mejores tratos a cambio de reciproci-
dad, es decir, los posibles mejores tratos no quedan en manos y a discreción
e interés del Estado acreditante, sino que hace falta el consentimiento espe-
cífico del Estado receptor. Siendo así el principio de reciprocidad, es obvio
que ésta no pueda ser más que de contenido positivo, pues los Estados no
van a crear una costumbre o llegar a un acuerdo para darse un trato peor que
al que están obligados por la norma general, con independencia de que fre-
cuentemente se haga referencia a ella con un contenido negativo respecto a
medidas de reacción o autotutela”16.
Todo ello nos ilustra acerca de cómo son las relaciones diplomáticas,
pero no responde a nuestra pregunta inicial, de si mediante la reciprocidad
de las relaciones diplomáticas puede la Santa Sede pedir para sus fieles el
respeto a su libertad religiosa. Ciertamente, la diplomacia de la Santa Sede
tiene algunas peculiaridades respecto a la de otros Estados, por dos motivos,
por atender a un doble fin y por su estrecho contacto con las jerarquías loca-
les. En efecto, como ha señalado Serra, lo que hace única a la diplomacia
pontificia es que sirve al mismo tiempo a fines éticos, (y en consecuencia no
temporales) y a fines políticos (y como tales, temporales)17. Los fines políti-
cos o temporales son aquellos que van dirigidos a garantizar la libertad y la
autonomía de la Iglesia, y a mantener la paz, la concordia y la justicia entre
Estados18. Por su parte Pérez de Cuéllar anota que “la particularidad de la
misión diplomática de la Santa Sede es su contacto con las jerarquías eclesiás-

15  E. Vilariño Pintos, Curso de Derecho Diplomático y consular…, p. 236.


16  E. Vilariño Pintos, Curso de Derecho Diplomático y consular…, pp. 236-237.
17  E. Serra, Manuale di Storia dei Trattati e di Diplomazia, Milano, 1980, pp. 309-310.
18  E. Serra, Manuale di Storia dei Trattati e di Diplomazia…, p. 310.

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ticas locales, que no es internacionalmente considerado como interferencia en


asuntos internos del país receptor”19.
Ahora bien, aun teniendo en cuenta estas notas específicas de la diplo-
macia pontificia no parece que ello permita a la Iglesia católica solicitar el
trato recíproco para sus fieles en Estados donde se encuentran en situa-
ción de minoría, pues en algunos de ellos —como ha puesto de manifiesto
Bonet20- la Santa Sede no tiene representación diplomática. Y allí donde la
tiene la reciprocidad alcanza a las misiones diplomáticas de cada país, no a
los ciudadanos del Estado de que se trate, por un lado, y a los fieles de la
Iglesia católica, por otro.

2.2. Referencias al principio de reciprocidad en instrumentos pacticios

2.2.1. Prevalencia del principio de cooperación sobre el de reciprocidad

El principio de reciprocidad con referencia a los pactos entre Estados


puede contemplarse desde dos vertientes: como fundamento mismo del
pacto, y como principio que rige la ejecución de lo pactado.
Desde la primera vertiente, la reciprocidad entre Estados es un modo de
poner límites a la soberanía en concurrencia con otros poderes homólogos21.
De ahí que no pueda hablarse propiamente de reciprocidad como funda-
mento de las relaciones pacticias en las que es parte la Santa Sede. Como
desde hace décadas viene afirmando la doctrina, el fundamento de tales rela-
ciones ha de situarse más bien en el principio de cooperación, no en el de
reciprocidad22.

19  J. Pérez de Cuéllar, Manual de Derecho diplomático…, p. 38.


20  J. Bonet Navarro, La expansión universal de las relaciones diplomáticas de la Santa Sede,
en “Revista Española de Derecho Canónico”, 54, 1997, p. 717-718, señala que de los 26 Estados inde-
pendientes que no mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede, se trata en unos casos de
Estados de reciente independencia, en otros de inestabilidad política, y sin descartar algunos supuestos
en que el motivo será la falta de medios económicos, se trata de Estados con pocos católicos entre sus
ciudadanos. De esos 26 Estados, 14 son de mayoría musulmana, y 4 continúan siendo democracias
populares.
21  A. Plantey, Tratado de Derecho diplomático. Teoría y práctica…, § 765, “Ningún poder
consiente en algo por nada. Un Estado acepta un compromiso efectivo únicamente si considera que
aquello que recibe equivale a lo que él concede a cambio. La reciprocidad inmediata o a plazo fijo es
el fundamento de la negociación de tratados diplomáticos: equivalencia entre las concesiones, meca-
nismo de compensaciones multilaterales, efectividad de las reservas formuladas, otorgamiento de las
garantías”.
22  Cfr. al respecto la obra clásica de A. ALBRECHT, Koordination von Staat und Kirche in der
Demokratie, Freiburg, 1965.

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El principio de reciprocidad y las relaciones internacionales… 133

Desde la segunda vertiente, muchos países aplican el concepto de


reciprocidad en las garantías que ofrecen a los extranjeros así como en la
ejecución de los tratados, debido a su naturaleza de legislación objetiva y
duradera23 Aunque excepcionalmente puedan darse estas relaciones bajo el
principio de un trato mejor, ordinariamente tales mejores tratos sólo serán
efectivos a través de un acuerdo de reciprocidad, bajo cuya condición suelen
establecerse esas disposiciones24. Es decir, el mejor trato vuelve a convertirse
en definitiva recíproco.
El principio de reciprocidad regula asimismo la puesta en práctica de
los compromisos internacionales de carácter multilateral. Ciertamente, es
frecuente que haya referencias a la obligación mutua de adoptar las medidas
necesarias para el cumplimiento de lo pactado. Así, por ejemplo, el Acuerdo
de cooperación entre la Santa sede y la Organización para la Unidad Africana
(OUA), de 19 de octubre de 200025. Pero se trata en estos casos, como deci-
mos de la recíproca obligación de dar cumplimiento a lo pactado, no de que
el fundamento de lo pactado se base en la reciprocidad.
La reciprocidad negativa26 (negativa a aplicar los acuerdos infringidos) es
un modo de sanción ante una violación de las normas internacionales, que
es también un modo de puesta en práctica de la reciprocidad27. Esta vertiente
negativa nos parece que no resulta aplicable a las relaciones acordadas de la
Santa Sede, puesto que el fundamento de éstas no es la reciprocidad, sino la
cooperación, tampoco se aplicará la reciprocidad negativa con carácter san-
cionador.

23  A. Plantey, Tratado de Derecho diplomático. Teoría y práctica…, § 766.


24  E. Vilariño Pintos, Curso de Derecho Diplomático y consular…, p. 108, además de la reciproci-
dad señala que la adaptación del orden interno al internacional puede producirse de otros modos, y uno
de ellos es que la legislación interna conceda tratos más que los establecidos por el derecho internacio-
nal, en cuyo caso se cumple sobradamente con las obligaciones que éste impone.
25  Article VIII, 1, “This Agreement shall come into force on the date it is signed by the duly
authorized representatives of the two Parties. Each Party shall take the necessary administrative measures
required for the implementation of the Agreement”.
26  P. Moreno Feliú / S. E. Narotzky Molleda, La reciprocidad olvidada: reciprocidad negativa,
moralidad y reproducción social, en “Hispania. Revista Española de Historia”, 60, núm. 204, 2000, pp.
127 y ss. aborda el concepto de reciprocidad negativa desde el punto de vista histórico, entendiendo
por tal un aspecto necesario y sustantivo del concepto general de reciprocidad. La referencia a un orden
moral es el aspecto central que diferencia la reciprocidad del intercambio. La reciprocidad se basa en una
moralidad compartida en su forma negativa. Este estudio sostiene que el concepto de reciprocidad es
útil sólo si se concibe simultáneamente en su faceta positiva y en su faceta negativa, tal y como ambas se
articulan en los procesos históricos.
27  A. Plantey, Tratado de Derecho diplomático. Teoría y práctica, trad. de la 2ªed. francesa por J.
A. Iglesias Sanz, Madrid, 1992, § 767.

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2.2.2. Ejemplo del reconocimiento de la jurisdicción matrimonial canó-


nica

Para tratar de ejemplificar lo que se acaba de afirmar de modo genérico,


acudiremos a un supuesto típico en las relaciones concordatarias de la Santa
Sede: el reconocimiento de la jurisdicción matrimonial canónica por parte
del Estado. Pues bien, hasta donde nuestro conocimiento alcanza, en ningún
concordato o acuerdo en el que se reconozcan efectos civiles a las decisiones
canónicas en materia de matrimonio, se ha hecho referencia a la reciprocidad.
Como ha señalado Rodríguez Chacón, en las relaciones Iglesia-Estado,
“la cuestión es hasta qué punto un Estado está dispuesto a aceptar de forma
unilateral o pacticia limitaciones a su propia soberanía a favor de entes hete-
rólogos y sin esperar similar reconocimiento para sus decisiones judiciales en
esta materia por parte de esos otros entes”28.
La reciprocidad puede ser el fundamento para el reconocimiento mutuo
de decisiones judiciales entre Estados, pero no lo es, cuando se trata del reco-
nocimiento de sentencias canónicas por parte de un Estado, como veremos
siguiendo a Rodríguez Chacón. Del mismo modo que cada Estado aspira a
que sus resoluciones judiciales tengan eficacia no sólo en su propia demarca-
ción territorial, sino también fuera de sus fronteras, en contrapartida se ve en
la necesidad de reconocer eficacia a las decisiones judiciales provenientes de
otros Estados, que puedan tener reflejo en el campo de la soberanía propio29.
La reciprocidad proporciona un sólido fundamento –aunque pueda no
ser el único– para reconocer eficacia en las sentencias extranjeras. El recono-
cimiento de las resoluciones canónicas, en cambio, no admite fácil parangón
con el fundamento teórico-práctico que existe para reconocer eficacia a las
resoluciones judiciales extranjeras de carácter estatal. “La razón de ser de que
existan institutos que viabilicen la eficacia de resoluciones estatales extran-
jeras hay que situarla muy probablemente en motivos que podríamos deno-
minar de reciprocidad y cooperación en la soberanía. En efecto, del mismo
modo que cada Estado se siente con capacidad para regular las situaciones
de sus súbditos o de quienes tengan un punto de conexión con su ámbito
territorial, también se ve en la precisión de reconocer la correlativa capaci-
dad que, desde los mismos presupuestos, se autoatribuyen otros Estados”30.
En cambio, la eficacia civil de las resoluciones eclesiásticas, no puede tener
como fundamento el tratar de “marcar los límites a dos soberanías territoria-

28  R. Rodríguez Chacón, Ejecución de sentencias matrimoniales canónicas, edición facsímil de la


Universidad complutense de Madrid, 1988, p. 374.
29  R. Rodríguez Chacón, Ejecución de sentencias matrimoniales canónicas…, p. 371.
30  R. Rodríguez Chacón, Ejecución de sentencias matrimoniales canónicas…, pp. 370-371.

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El principio de reciprocidad y las relaciones internacionales… 135

les que se mueven en planos semejantes”31. Y puesto que “la jurisdicción no


se determina en función de delimitaciones territoriales, sino que recae sobre
los mismos sujetos y en el mismo territorio, cuando ambos poderes crean
que es de su competencia una misma materia, la aceptación o el rechazo de
las resoluciones obtenidas en una u otra sede, no se planteará en términos de
reciprocidad”32.
Cabe concluir, pues, que en atención del principio de reciprocidad, nin-
gún efecto cabría reconocer a las resoluciones matrimoniales eclesiásticas33.
De hecho, esta parece ser la situación en el Concordato entre la Santa Sede y
la República de Polonia34, que en materia de reconocimiento del matrimonio
canónico y de su jurisdicción, pactan que el futuro se pueda pactar algún reco-
nocimiento, pero que a consecuencia del concordato, lo único que existe es
un reconocimiento mutuo de ámbitos recíprocos de actuación jurisdiccional a
los efectos internos de cada una de las partes (Polonia y la Iglesia católica)35.

2.2.3. Síntesis conclusiva

Como se ha visto, el fundamento de las relaciones acordadas por la Santa


Sede en el ámbito internacional, tanto si la otra parte contratante es un Estado,
como si se trata de una Organización internacional, es la cooperación, no
la reciprocidad. Esta conclusión se corrobora, cuando se trata del reconoci-
miento de derechos concretos en favor de los católicos como es la jurisdicción
matrimonial. Por tanto, no parece que pueda apelarse a la reciprocidad como
título jurídico con base en el cual se pida por parte de la Santa Sede la igualdad
de trato para los católicos en situación minoritaria dentro de un territorio, aún
cuando se haya estipulado un acuerdo con el Estado que ejerza la soberanía
sobre dicho territorio.

31  R. Rodríguez Chacón, Ejecución de sentencias matrimoniales canónicas…, p. 372.


32  R. Rodríguez Chacón, Ejecución de sentencias matrimoniales canónicas…, p. 373 y añade, “a
la postre, o la jurisdicción se ejerce sobre distintas materias, en cuyo supuesto no cabe hablar de recono-
cimiento recíproco, sino que, más radicalmente, cada poder actuará en su propio campo; o, si la jurisdic-
ción se ejerce sobre las mismas materias, se hará desde muy distinto ángulo” (ibidem).
33  R. Rodríguez Chacón, Ejecución de sentencias matrimoniales canónicas…, p. 378.
34  Acordado el 8 de julio de 1993, y ratificado el 25 de febrero de 1998.
35  T. Rozkrut, Il matrimonio concordatario in Polonia, en “Ius Ecclesiae”, 12, 2000, pp. 721-723.
R. Rodríguez Chacón, Cláusulas concordatarias sobre jurisdicción matrimonial en los textos pacticios del
Pontificado de Juan Pablo II . Comunicación que he podido consultar in scriptis por cortesía del autor, y
que se publica en este mismo volumen.

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136 María J. Roca

2.3. El principio de reciprocidad en ausencia de tratado

Conviene advertir que, aunque pudiera parecer paradójico, en las rela-


ciones entre Estados no existen grandes diferencias, en cuanto al principio
de reciprocidad se refiere, entre los supuestos regulados mediante acuerdo y
aquellos otros en los que se da ausencia de tratado. En el caso de que exista
un tratado, a la postre, es igualmente un criterio de reciprocidad el que se
está aplicando. De hecho, al régimen convencional se le denomina también
régimen de reciprocidad diplomática36. Incluso en el ejemplo concreto de
reconocimiento de sentencias extranjeras se ha afirmado con acierto que la
excepción del caso de que exista un tratado sobre reconocimiento de senten-
cias, es más aparente que real; pues, en la práctica, los tratados contendrán
reglas o criterios que dan más fijeza a los requisitos exigidos recíprocamente, o
se resolverán en unas concesiones mutuas. Esto cabe afirmar de las relaciones
entre Estados con carácter general, ¿se aplica igualmente a las relaciones de la
Santa Sede, sin ninguna matización?
En ausencia de concordato en países donde hay mayoría musulmana,
como es el caso del reino de Marruecos, por ejemplo, el intercambio de notas
entre el príncipe Hassan II, rey de Marruecos, y el Romano Pontífice Juan
Pablo II,37 se encuentra una cierta referencia al principio de reciprocidad en la
Carta dirigida por Juan Pablo II al monarca alauí38:

“Concedo mi acuerdo para que la Iglesia y los católicos en el Reino de


Marruecos se conformen en todo a las normas convenidas, que serán debida-
mente comunicadas a los jefes espirituales a quienes les concierna.
Apreciando en su justo valor el signo de buena voluntad así manifestado,
asegurando Cada uno la libertad de creer y de vivir su fe en una sociedad
ávida de coexistencia y colaboración”.

Por su parte, el rey de Marruecos responde en su carta39:

36  R. Rodríguez Chacón, Ejecución de sentencias matrimoniales canónicas…, p. 377 en nota


133, citando a M. de Angulo Rodríguez.
37  Firma del 30 de Diciembre de 1983- 5 de febrero de 1984, en AAS 77, 1985, pp. 712-715.
38  “Je donne mon accord pour que l’Eglise et les catholiques dans le rayome chérifien se con-
forment en tout aux normes convenues, lesquelles seront dúment comuniques aux chefs spirituels con-
cernés. Appreciant à sa juste valeur la marque de bienveillance ainsi manifesté, tous auront à coeur, j’en
suis sfar, d’observer ces sages dispositions assurant Chacón la liberté de croire et de vivre sa foi dans une
société soucieuse de coexistence et de collaboration”.
39  “Nous sommes ainsi cértain qu’en créant chez Nous les conditions d’une coexistence paisible
entre musulmans et catholiques, Nous ne faisons que projeter dans la réalité marociane l’esprit d’extréme
tolerance que caractérise l’Islam et qui a toujours présidé a Nos rapports”.

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El principio de reciprocidad y las relaciones internacionales… 137

“Nosotros estamos también seguros de que creando entre nosotros las


condiciones de una coexistencia pacífica entre musulmanes y católicos, no
hacemos más que proyectar en la realidad marroquí el espíritu de extrema
tolerancia que caracteriza al Islam40, y que ha presidido siempre nuestras
relaciones”.

Ahora bien, como puede observarse en los textos citados el fundamento


del trato recíproco que se otorgan no es el principio de reciprocidad sino la
propia concepción religiosa de cada uno: el Romano Pontífice hace referencia
a la libertad religiosa, y el monarca marroquí a la tolerancia en el Islam.

3. Títulos jurídicos para la igualdad de trato en situación de minoría

El fundamento de la petición de un tratamiento de los cristianos más


favorable del que reciben actualmente en un buen número de Estados islámi-
cos41, desde un punto de vista jurídico nos parece que no puede ser la recipro-
cidad, sino el reconocimiento efectivo del carácter universal de los derechos
humanos42. Que este sea el título jurídico con un fundamento más directo en el
propio hombre, no significa que hayan dejado de ser útiles los acuerdos entre
Estados ni los acuerdos multilaterales43. Al contrario, la vía pacticia puede ser
el cauce adecuado para una necesaria colaboración a favor de los derechos del
hombre, como señala el Magisterio de la Iglesia:

“Es muy cierto que los fines de la Iglesia y del Estado son de diverso
orden…, pero también es cierto que una y otro actúan en beneficio de un
mismo sujeto común: el hombre… De ahí que algunas actividades de la
Iglesia y del Estado son complementarias en cierto sentido, y que el bien
de las personas y de la comunidad de los pueblos pide un diálogo abierto
y una inteligencia sincera entre la Iglesia de una parte y los Estados de otra,
para establecer, fomentar y reforzar relaciones de recíproca comprensión,

40  Sobre la tolerancia en el Islam, cfr. Z. Combalía, Derecho islámico: ¿Libertad religiosa o tole-
rancia?, en “Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado”, iustel.com, 2,
2003.
41  Sobre la libertad religiosa en estos Estados, véase, Z. Combalía La libertad religiosa en el
mundo islámico, Pamplona, 2001.
42  M. J. Roca, Diversidad cultural y universalidad de los derechos: Retos para la fundamenta-
ción del Derecho, en “Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional”, 9, 2005, pp. 352-377.
43  Se pronuncia a favor de la vía de acuerdos J. T Martín de Agar, Passato e presente dei con-
cordati, en “Ius Ecclesiae”, 12, 2000, pp. 627. Mantiene una posición contraria F. Margiotta Broglio,
L’evoluzione die rapporti tra Chiesa e Statu durante il pontificato di Giovanni Paolo II, en “Quaderni di
Diritto e Politica Ecclesiastica” , 1, 1999, p. 19.

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138 María J. Roca

de mutua coordinación y colaboración y para prevenir o evitar eventuales


discordias”44.

4. Consideraciones finales

El principio de reciprocidad se aplica a las relaciones diplomáticas de la


Santa Sede en la misma medida que se aplica a otros Estados, en virtud del
Acuerdo de Viena de 1961, del que la Santa Sede es parte. Ahora bien, como
se sabe la reciprocidad diplomática no es un título jurídico que permita pedir
la igualdad de trato entre los ciudadanos de los Estados, sino sólo la igualdad
entre misiones diplomáticas. Por ello, no constituye un título jurídico para que
se pida por parte de la Santa Sede el respeto de la libertad religiosa de los fieles
católicos.
Debido a que el fundamento tanto de los acuerdos de la Santa Sede
con los Estados y como de la presencia de ésta en los organismos interna-
cionales no es la reciprocidad sino la cooperación, en caso de incumpli-
miento de lo pactado no se podrá acudir a la reciprocidad negativa a modo
de sanción.
Como puso de manifiesto el Secretario de Estado con ocasión del 60 ani-
versario de la FAO, el fundamento de la actividad de la Santa Sede en el ámbito
internacional no es la reciprocidad, sino algo más profundo “compromiso en
favor de la causa del hombre, que en concreto significa apertura a la vida, res-
peto al orden de la creación y adhesión a los principios éticos que son desde
siempre el fundamento de la vida social”45.

María J. Roca
Universidad Complutense de Madrid

44  Motu Proprio, Sollicitudo Omnium Ecclesiarum, de 24 de junio de 1969, en AAS, 61, 1969, p.
476.
45  Intervención del Cardenal Angelo Sodano en la Ceremonia Conmemorativa del 60º Aniversario
de la Fundación de la FAO, Roma, lunes 17 de octubre de 2005.

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