Pior Kropotkin - Memorias de Un Revolucionario

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OQPOTKINB

MEMORIAS
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F O N D O -

R I C A R D O C Q V A R R U N A I
MEMORIAS DE UN REVOLUCIONARIO
K m o m s

uu " R w o l u t m a ú o
POR

PEDRO KROPOTKINE

fcAPILLA ALFONSINA
BIBLIOTECA UNIVERSITARIA
V . A . N . L :

Novísima edición

20722
C A S A S E D I T O R I A L E S
BUENOS AIRES l HABANA

MAUCCI HERM.os É HIJOS JOSÉ LÓPEZ RODRIGUEZ


Oall« R i v a d a v i a , N . 1435 <S Calle Obispo, N. 1 3 3 - 1 3 5

099445
NOTA.
INTRODUCCIÓN

Este libro probablemente no se hubiera escrito en algún


tiempo todavía, á no haber sido por la afectuosa invitación
y amistoso estímulo del editor y propietarios de The Atlan-
Las autobiografías de que somos deudores á hombres de gran inteli-
tic Monthly para que lo hiciera, y publicarlo como folletín gencia, han sido generalmente de una de estas tres clases: « Hasta aquí
en su Revista. Siendo un verdadero placer para mí el con- iba extraviado; después encontré el camino verdadero » (San Agustín)-
signar aquí mis más expresivas gracias por la hospitalidad 0 4 Yo era tan malo como todo eso; pero, ¿quién se atreve á considerarse
mejor? » (Rousseau); 6 esta otra: « De este modo es como un carácter se
ofrecida y por la amigable presión destinada á inducirme á ha desarrollado lentamente, debido á sus condiciones naturales y á un
ejecutar este trabajo. Publicado en The Atlantic Monthly favorable medio ambiente » (Goethe). En todas estas formas de propia re-
(Septiembre de 1898 á Septiembre de 1899) con el título presentación, el autor se ocupa principalmente de sí mismo.
Autobiografía de un revolucionario, ahora lo preparo para En el siglo x i x las autobiografías de personas notables, toman á
darlo á luz en forma de libro, habiendo aumentado consi- menudo este giro: « Era yo tan inteligente y atractiva, tanto el aprecio y
la admiración que había conquistado » (Juana Luisa Heiberg, Vida com-
derablemente el texto original en las partes referentes á mi puesta. de recuerdos); ó este otro ejemplo: « Tenía yo tanta inteligencia
juventud y mi residencia en Siberia, y especialmente en la L/ü T SeY amado
> y- sin embargo, fui tan poco comprendido,
Sexta, en la que he referido la historia de mi vida en la que pasé muchísimas amarguras antes de conquistar la corona de la fama »
U nde rsen
Europa occidental. J , % L a h i s t o r i * de mi vida). En estas dos clases
P. KROrOTKINE. ¿:tn:azT£Tí iautor s 6 l ° s e o c u p a de 10
Bromley, Kent, Octubre 1899. El autor de la que tenemos delante no pretende hacer gala de sus ap-
titudes, y por consiguiente, no acude á la lucha para ganar y conquistar
la opinión Nada le importa el concepto que de él puedan formar sus se-
y antes; lo que otros han pensado de su persona, sólo lo menciona una
vez, y únicamente le consagra una palabra.
No hay en esta obra nada que pretenda llamar la atención sobre sí
mismo; no es el autor de aquellos que gozan en hablar de sí; siempre lo
repugnancia y reconocida timidez. No hay aquí ninguna
confesión que revele la parte interna del individuo, ni sentimentalismo
Z Z I T Z algT°:f «ueescribe n
° se ocupa ni de sus defectos ni de sus
virtudes, no entrando en intimidad vulgar con el lector. No dice cuándo
se enamoro, y tan poca referencia hace á sus relaciones con el bello sexo
que ni aun menciona su matrimonio; sólo incidentalmente sabemos que
es casado Que es padre, y muy amoroso, únicamente encuentra ocasión
m mplda feVÍSta qUe haCe de los últimos
su Id biséis años de
Le gusta más el dar á conocer la psicología de sus contemporáneos La infancia en Moscou y en el campo, los retratos de su madre her-
que la suya propia; en su libro se encuentra la de la Rusia oficial y de manos, y maestros, ó de los de la antigua servidumbre doméstica, y las
las masas que bajo ella vegetan; de la Rusia que lucha por avanzar, y de muchas descripciones de una vida patriarcal, están hechos tan de mano
la que permanece estacionaria ¡procurando hacer mejor la historia de los maestra, que no podrá por menos de impresionar á todas las personas
hombres de su tiempo que la de su personalidad. _ , sensibles. El paisaje, la narración del intenso amor, tan poco usual, que
La relación de su vida contiene, por consiguiente, la historia de Rusia se profesaban los hermanos, todo esto es un puro idilio. A su lado se halla,
durante ese periodo, así como la del movimiento obrero en Europa durante desgraciadamente, bastante tristeza y sufrimiento ; la severidad en el seno
el último medio siglo. Cuando se sumerge en su propio mundo interior, del hógar doméstico, el trato cruel de los siervos, y la estrechez de miras
vemos que el exterior se refleja en él. y falta de sensibilidad que por lo general son las estrellas que rigen los
Hay, sin embargo, en este libro, en analogía con las aspiraciones de destinos de los mortales.
Gcethe en Dichtung und Wahrheit, una representación del modo cómo ha Hay variedad, y se encuentran situaciones dramáticas ; la vida en
sido formado un cerebro, y en analogía también con las Confesiones de la corte y la vida en la prisión; la vida en la más elevada sociedad rusa,
San Agustín, tenemos el relato de una crisis interna que corresponde a con emperadores y grandes duques, y la vida en la pobreza, con el prole-
lo que en los tiempos antiguos se llamaba « conversión ». En una palabra, tariado trabajador, en Londres y Suiza. Hay cambios de vestido, como
dicha crisis es el eje y el punto culminante del libro. en el teatro, teniendo que aparecer el protagonista de etiqueta durante el
Actualmente no hay más que dos grandes hombres que piensen por día en el Palacio de Invierno, y por la noche en traje de obrero en los ba-
rrios extremos, como protagonista de la revolución, encontrándose aquí
el pueblo ruso, y cuyos pensamientos pertenezcan á la humanidad: León
también el elemento sensacional que pertenece á la novela. Aunque no
Tolstoí y Pedro Kropotkine. El primero nos ha referido á menudo bajo
es posible que haya nadie más sencillo en tono y en palabra que Kropo-
forma poética parte de su existencia; el segundo nos da aquí, por la pri- tkine, muchas partes de su relato, sin embargo, debido á la naturaleza misma
mera vez, sin recurrir á la poesía, una rápida descripción de toda su ca- de los acontecimientos que tiene que referir, son más interesantes que las
rrera. , , , , de ciertas novelas escritas de intento para alcanzar tal resultado. Se lee
A pesar de lo radicalmente distintos que son estos dos hombres, hay con interés no interrumpido lo referente á los preparativos de la fuga del
algún parecido entre sus existencias y sus modos de apreciar la idea; Tol- hospital de la fortaleza de San Pedro y San Pablo y la atrevida ejecución
stoí es un artista; Kropotkine es un sabio; pero ninguno de los dos, al llegar del plan.
á un periodo determinado de la vida, pudo conformarse con seguir tra-
bajando en aquello para lo que había demostrado tener verdaderas apti- Pocos hombres han figurado como lo ha hecho Kropotkine en todas
tudes naturales. Al primero, consideraciones de un orden religioso, y al las^ clases de la sociedad, y pocos las conocen como él. ¡Qué cuadro! El
segundo otras de un carácter social, les obligaron á abandonar la pri- niño Kropotkine, con el cabello rizado, vestido de paje y colocado cerca
mera senda emprendida; los dos se hallan poseídos de amor hacia la hu- del emperador Nicolás, ó corriendo tras el emperador Alejandro, sirvién-
manidad y completamente de acuerdo en la severa condenación de la in- dole de escolta. ¡Y después, este otro 1 Kropotkine en una terrible prisión,
diferencia, falta de sentido, rudeza y brutalidad de las clases mas elevadas, mandando á paseo al gran duque Nicolás, ú oyendo las manifestaciones
así como en la atracción que ambos sienten por la vida del explotado y de locura de un campesino encerrado en una celda bajo sus pies.
oprimido hijo del pueblo. Los dos hallan más cobardía que estupidez en Ha hecho la vida del aristócrata y del trabajador; ha sido paje de
el mundo; son idealistas y tienen el temperamento del reformador. Ambos cámara del emperador y escritor sin recursos; ha hecho la vida del estu-
son amantes de la paz por naturaleza, siendo Kropotkine el mas pacifico diante, del oficial, del científico, del explorador en tierras desconocidas,
de los dos, á pesar de que Tolstoi siempre predica la paz y condena a los del administrador y del revolucionario perseguido. En la emigración ha
que toman la justicia por su mano recurriendo á la fuerza, en tanto que tenido que vivir algunas veces con pan y te, como un campesino ruso • ha
Kropotkine encuentra justificada su acción y estaba en amistosas relacio- sido objeto de espionaje, y se ha visto expuesto á un atentado, como un
nes con los terroristas. El punto sobre el cual más difieren, es el de su ac- emperador de su país.
titud hacia los hombres instruidos, y respecto á la ciencia que, llevado Pocos hombres habrán Unido tan harto campo de acción como él;
de su pasión religiosa, aquél mira con desdén y desprecio, mientras que del mismo modo que como geólogo puede seguir la evolución prehistó-
éste los tiene en gran estima, aunque criticando al mismo tiempo a los rica de centenares de miles de años atrás, así también se ha asimilado
científicos, por mirar con indiferencia las miserias del pueblo. toda la evolución histórica de nuestra época. A la educación literaria y
Muchas personas han realizado una gran obra durante su vida, sin científica que se adquiere en el gabinete de estudio y en la Universidad
que per eso se pueda decir que ésta haya sido grande; muchas gentes son (como el conocimiento de los idiomas, literatura, filosofía y matemática
interesantes, aun cuando su existencia haya sido completamente obscura e superior), agregó, siendo muy joven todavía, la que se obtiene en el taller
insignificante; pero la de Kropotkine es grande y tiene interés a la vez. y el laboratorio, así como en plena campiña; estudio de ciencias natu-
En este volumen se encontrará una combinación de todos los elemen- rales, arte militar, fortificación, maquinaria y aplicaciones industriales;
el carácter de sus conocimientos es verdaderamente universal.
tos que constituyen una vida preñada de acontecimientos sensacionales:
idilio y tragedia; novela y drama. I Cuánto sufriría tan activa inteligencia al verse reducida al quie-
tismo de la prisión! ¡Qué prueba de resistencia y qué demostración de se presentó más clara ante su vista, bajo la forma de una sociedad com-
estoicismo! Kropotkine ha dicho en alguna parte que una individualidad puesta de asociaciones federadas, cooperando, sobre poco más ó menos,
moralmente desarrollada debe encontrarse en el fondo de toda organiza- en la misma forma que hoy lo hacen las compañías ferroviarias ó las ad-
ción; lo cual es aplicable á él. Todo ha contribuido á convertirlo en una ministraciones de Correos de distintos países.
de las piedras angulares del edificio del porvenir. Sin dejar de reconocer que no le es posible dictar al porvenir el ca-
La crisis en la vida de Kropotkine tiene dos diferentes aspectos, de mino que ha de recorrer, está convencido de que todo ha de surgir de la
los que debemos hacer mención. potente iniciativa de la masa; pero, sólo como ejemplo, compara lo veni-
Se acerca á los treinta años, época decisiva en la vida de un hombre; dero con los municipios industriales y las relaciones mutuas que existían
por entero se halla dedicado á la cencía; ha hecho un descubrimiento cien- en tiempos medioevales, cuya organización partía de abajo arriba. No
tífico importante: ha encontrado que los mapas del Norte de Asia son in- acepta distinción entre directores y dirigidos; pero debo confesar que me
correctos, no sólo en lo referente á la geografía asiática, sino respecto á hallo lo bastante atrasado para experimentar un placer al oir que Kro-
las teorías de Humboldt, que aparecen en desacuerdo con los hechos. En potkine, por una ligera inconsecuencia de su parte, dice una vez, en elogio
estas profundas investigaciones pasó más de dos años. De pronto, un día de un amigo, que era « un jefe innato ».
ve surgir ante su vista la verdadera explicación del hecho; comprende El autor se describ» como un revolucionario, é indudablemente tiene
que las verdaderas líneas de estructura no se encuentran en Asia de Norte derecho á ello; pero pocos revolucionarios habrá habido tan humanos y de
á Sur ó de Oeste á Este, sino del Sudoeste al Nordeste; somete á prueba carácter tan dulce como el suyo; hasta tal punto, que uno se encuentra
su descubrimiento y obtiene un feliz resultado. Entonces disfruta del placer sorprendido cuando, en un paisaje en que habla de la posibilidad de un
de la revelación científica en su forma más pura y más elevada, compren- conflicto con la policía suiza, se revela en su carácter el mismo belicoso
diendo lo que levanta el pensiamento su acción. instinto que en el fondo existe en el de todos los demás. No puede asegurar
En aquel momento se presenta la crisis: á la satisfacción sucede la con precisión si él y sus amigos tuvieron una satisfacción al ver que la
tristeza, al considerar que estos placeres están reservados á una minoría lucha era innecesaria, ó un disgusto porque no se llevara á cabo. Pero la
insignificante, preguntándose á sí mismo si es justo que él lo disfrute so- expresión de este sentimiento es excepcional; jamás ha sido un vengador;
lamente. Cree que, ante todo, hay un primer deber que cumplir: poner siempre fué un mártir.
cuanto esté de su parte, á fin de que lleguen hasta la masa del pueblo todos El no impone á otros sacrificios; le agrada más hacerlos; es la obra
los conocimientos adquiridos, en vez de ocuparse en hacer nuevos descu- de toda su vida; pero de tal modo, que parece que el sacrificio no le ha
brimientos. r-¡; costado ninguna violencia; tan poca es la importancia que él le da. Y,
En cuanto á mí, no creo que tuviera razón; con tales ideas, Pasteur á pesar de toda su energía, es tan poco vengativo, que al hablar de un re-
no hubiera podido llegar á ser, como lo ha sido, un bienhechor de la hu- pugnante médico de una prisión, sólo observó: « Mientras menos nos ocu-
manidad. Después de todo, no hay cosa que, en último término, no redunde pemos de él, tanto mejor >>.
en beneficio de las masas. Creo que uno hace todo lo que puede á favor Es un revolucionario sin énfasis y sin emblema, riéndose de los jura-
de la colectividad al producir con la mayor intensidad posible. Pero esta mentos y ceremonias con que los conspiradores se comprometen en dramas
noción fundamental, es característica de Kropotkine; lo da á conocer. y óperas. Este hombre es la sencillez misma. En cuanto al carácter, puede
Y semejante tendencia de su carácter lo lleva más lejos aún. Al en- resistir la comparación con cualquiera de los que han combatido por la
contrarse en Finlandia, adonde había ido á hacer un nuevo descubrimiento libertad en todos los pueblos del mundo; ninguno ha tenido más desinterés,
científico, con la idea de que en los tiempos prehistóricos todo el Norte ni amado más la humanidad.
de Europa se hallaba cubierto de hielo, de tal modo se encuentra impre- Pero él no había de permitirme decir, al principio de su libro, todo
sionado, y es tanta la compasión que siente por el pobre, por el desgra- lo bien que de él pienso, y si lo hiciera, á pesar suyo, mis palabras tras-
ciado, que á menudo tiene que combatir hasta con el hambre, que considera pasarían los límites de una razonable « Introducción
el primero de todos los deberes el convertirse en maestro y auxiliar de
las clases desheredadas. Poco tiempo después, un nuevo mundo se pre- JORGE BRANDES.
sentaba ante su vista — la vida de los trabajadores — y aprendió de
aquellos á quienes procuraba enseñar.
Cinco ó seis años más tarde, apareció la crisis bajo su segundo as-
pecto. Ello ocurrió en Suiza; ya durante su primera permanencia en ese
país, Kropotkine había abandonado el grupo de los socialistas autoritarios,
por temor á un despotismo económico, por odio á la centralización, y por
amor á la libertad del individuo y de la comunidad. Sin embargo, sólo
después de un largo cautiverio en Rusia, y durante su segunda residencia
entre los inteligentes obreros de la Suiza occidental, fué cuando la con-
cepción que vagaba en su mente de una nueva organización de la sociedad,
m

MEMORIAS
DE UN REVOLUCIONARIO

PARTE PRIMERA

INFANCIA.

I.

Moscou es una ciudad de lento crecimiento histórico y, hasta nues-


tros días, las diferentes partes de que se compone han conservado
admirablemente los rasgos más característicos impresos sobre ellas
durante el reposado curso de la Historia. El distrito del río Trans-
Moskva, con sus anchas y soñolientas calles, y sus monótonas casas
pintadas de gris, y de techos bajos, cuya entrada principal permanecía
bien cerrada tanto de noche como de día, ha sido siempre el retiro pre-
dilecto de la clase mercantil y el foco de los notablemente austeros,
formalistas y despóticos disidentes, de la «Antigua Fe». La Ciudadela,
ó Kreml, es todavía el firme baluarte de la Iglesia y el Estado; y el
immenso espacio que se extiende ante ella, cubierto de miles de tiendas
y almacenes, ha sido durante siglos una poblada colmena del comercio,
continuando siendo todavía el corazón de un gran tráfico interior,
que abraza la superficie entera del vasto imperio. La Tuerskaya y el
puente de Smitk, han sido, durante centenares de años, los principales
centros de las tiendas de lujo, mientras que los barrios de los artesanos,
el de Pluschikhu y el de Darozomilouka, tienen aún la misma fiso-
nomía que caracterizaba á sus animadas poblaciones en tiempos de
los zares de Moscou. Cada barrio es un pequeño mundo en sí mismo;
cada uno tiene su fisonomía propia y vive una vida independiente;
hasta los ferrocarriles, cuando hicieron su irrupción en la antigua ca-
pital, agruparon aparte, en centros especiales, en lo más exterior de
la vieja población, sus almacenes y talleres, sus vagones y sus máquinas.
Sin embargo, de todas las partes en que se divide la ciudad, tal
vez no haya ninguna más típica que ese laberinto de calles limpias,
MEMORIAS D E UN REVOLUCIONARIO 13
tranquilas y ventiladas, situadas á espaldas del Kreml, entre dos grandes
calles radiales, la de Arbal y la de Prechistenka, al que se le llama quenos, que servían de cocinas, cuadras, bodegas, cocheras y habita-
todavía el barrio de los Viejos Caballerizos; el Staraya Konyuskennaya. ciones para la dependencia y servidumbre. Una gran cancela daba
Hace cincuenta años vivía en este barrio, extinguiéndose lenta- entrada a este patio, y en ella se encontraba con frecuencia una placa
mente, la antigua nobleza moscovita, cuyos nombres eran tan frecuen- de metal con esta inscripción: «Casa de Fulano de Tal, teniente, coronel
temente mencionados en las páginas de la historia rusa, antes de la o comandante»; rara vez «general» ú otro cargo civil de la misma ele-
época de Pedro I; pero que, después, ha desaparecido para hacer plaza vada importancia. Pero si una casa más monumental, embellecida
á los recién llegados, «los hombres de todas las procedencias»,llamados con verja y cancela de hierro doradas, se encontraba en una de esas
á la vida pública por el fundador del Estado ruso. Encontrándose su- calles, la placa metálica de la puerta de entrada es seguro que había
plantados en la corte de San Petersburgo estos nobles de la antigua de decir: «Fulano de Tal, consejero comercial, ó excelentísimo señor».
cepa, se retiraron, unos al barrio de los Viejos Caballerizos, en Moscou, Estos eran los intrusos, los que habían venido á vivirjá aquel barrio
y otros á sus pintorescos estados existentes en terrenos no lejos de sin que nadie los invitara, y á quienes, por consiguiente, no trataban
la capital, mirando con una especie de desprecio y secreta envidia á los demás vecinos.
la abigarrada multitud de familias que habían venido, «sin que nadie En estas calles aristocráticas no se permitían tiendas, y sólo en
supiera de dónde », á tomar posesión de los cargos más elevados del algunas casitas de madera, pertenecientes á la iglesia parroquial, se
gobierno en la nueva capital, á orillas del Neva. hallaba alguna pequeña especiería ó un puesto de verduras, enfrente
E n su juventud, la mayoría había probado fortuna entrando en de las cuales solía encontrarse el lugar de descanso del polizonte, quien
las carreras del Estado, principalmente en el ejército; pero ya por una durante el día aparecía en la puerta armado de una alabarda, para
ú otra causa, lo habían abandonado sin llegar á alcanzar un elevado saludar con su arma inofensiva á los oficiales que pasaban, retirándose
puesto. Los más afortunados sólo obtuvieron una colocación tranquila al interior á la caída de la tarde para trabajar de zapatero remendón
y casi honorífica en su ciudad natal — mi padre fué uno de ellos —, ó preparar algún rapé especial patrocinado por los antiguos criados
en tanto que la mayor parte de los démas se contentaban con tomar de la vecindad.
su retiro. Pero cualquiera que fuese el lugar adonde habían necesitado La vida se deslizaba tranquila y pacíficamente — al menos en
trasladarse en el curso de su carrera, sobre la extensa superficie de Rusia, apariencias — en este Faubourg Saint-Germain de Mouscou. De ma-
siempre, ya de un modo ó de otro, hallaban manera de pasar su vejez nana no se veía á nadie por las calles; al medio día aparecían los niños
en una casa propia en el barrio de los Viejos Caballerizos, á la sombra en ellas, acompañados por ayas francesas y nodrizas alemanas que
de la iglesia donde habían sido bautizados, y en la que se entonó la los sacaban a dar un paseo por los boulevares cubiertos de nieve. Más
última plegaria en los funerales de sus padres. tarde, podía verse á las señoras en sus trineos de dos caballos, con un
Nuevas ramas nacidas de los antiguos troncos; algunos se hicieron lacayo colocado de pie detrás, sobre una plancha fija en la parte po-
más ó menos notables en diferentes partes del país; otros tenían casas sterior de los patines; ó bien, escondidas en unos carruajes antiguos,
más lujosas y modernas en otros barrios de Moscou ó en San Peters- inmensos y elevados, suspendidos por grandes muelles curvos y tirados
burgo; pero la rama que continuaba viviendo en el barrio referido, por cuatro caballos, con un postillón delante y dos lacayos de pie detrás.
cerca de la iglesia verde, amarilla, rosa ó parda, tan asociada á los De noche, la mayoría de las casas se hallaban brillantemente iluminadas
recuerdos de la familia, se la consideraba como la representante de y, como no se corrían las cortinas, los transeúntes podían contemplar
ésta, independientemente de la posición que ocupase en el árbol genea- , o s <l ue jugaban á las cartas ó valsaban en los salones. En aquellos
lógico de la misma. Su cabeza, representante de tiempos históricos, días no estaban en boga las «opiniones», hallándonos todavía muy
era tratada con gran respeto, aunque no desprovisto, sin embargo, de distantes de los años en que en cada una de esas casas empezó una lucha
un ligero tinte de ironía, hasta por aquellos miembros más jóvenes entre «padres é hijos »>; lucha que terminaba por lo general en una
de la misma rama, que habían abandonado su ciudad natal para seguir tragedia de familia ó en visita nocturna de la alta policía. Hace cin-
una carrera más brillante en la guardia imperial ó en los circuios de cuenta anos, nada de eso era imaginable; todo estaba sosegado y tran-
la corte; pues aquél personificaba para ellos el origen y las tradiciones quilo, al menos en la superficie.
de la familia. E n este barrio nací yo en 1842, y aquí pasé los primeros trece años
E n estas calles tranquilas, bastante separadas del movimiento y de mi vida. Aun después de haber vendido nuestro padre la casa en
el ruido del Moscou comercial, todas las casas tenían casi la misma que nuestra madre murió, y comprado otra, que vendió también, pa-
apariencia; eran en su mayoría de madera, con techos de planchas de sando nosotros varios inviernos en casas arrendadas, hasta que encontró
hierro de un verde brillante, la fachada estucada y decorada con co- una tercera á su gusto, á corta distancia de la iglesia en que había
lumnas y pórticos, y pintada con vivos colores. Casi todas las casas sido bautizado, continuamos todavía viviendo en aquel barrio, que sólo
no eran más que de un piso, con siete ó nueve grandes y alegres ven- abandonábamos el verano para ir á nuestras posesiones rurales.
tanas á la calle; sólo en la parte posterior de la casa solía haber un
segundo, que miraba á un gran patio formado por varios edificios pe-
II III.
Nuestro padre estaba muy ufano del origen de su familia y seña-
Un dormitorio de techo elevado y espacioso, la habitación más
laba con solemnidad á un pergamino que estaba colgado en su estudio:
retirada de la casa, con una blanca cama en que reposaba nuestra madre,
en el se hallaban impresas nuestras armas — las del principado de Smo-
y no lejos de allí nuestras sillas y mesitas de niños y otras mesas esme-
cubiertas con el manto de armiño y la corona de los Monomachs
radamente puestas y servidas, cubiertas de dulces y jaleas presentadas
— y en el estaba escrito y certificado por la Sección de Heráldica, que
en lindos receptores de cristal; alcoba donde se nos condujo á nosotros,
nuestra familia había tenido origen en un nieto de Rostislán Mstislavich
los niños, á hora desusada; esta es la primera y confusa reminiscencia
el temerario (nombre tan familiar en la historia rusa como el de cual-
que tengo de mi vida. quier gran principe de Hieff), y que nuestros antecesores habían sido
Nuestra madre se moría de consunción; sólo tenía treinta y cinco grandes principes de Smolénsk.
años. Antes de separarse de nosostros para siempre, había querido
tenernos á su lado, acariciarnos, gozar un momento con nuestras ale- — « Me costó trescientos rublos el obtener ese pergamino » — aco-
grías, y preparó este pequeño festín al lado de su cama, de la que no stumbraba a decir nuestro padre. - Como la generalidad de las gentes
podía levantarse más. Recuerdo su cara pálida y afilada y sus grandes de su tiempo, no estaba muy versado en la historia rusa, y avaloraba
ojos obscuros: nos contemplaba cariñosamente y nos invitaba a que el pergamino mas por su coste que por su importancia histórica.
comiéramos y á subirnos á su cama; de pronto se echó á llorar y em- El hecho es, sin embargo, que el origen de mi familia es verda-
pezó á toser, y nos dijeron que saliéramos. deramente muy antiguo; pero como la mayoría de los descendientes
Algún tiempo después, á nosotros, los niños (esto es, á mi hermano oe Kurik a quien se puede considerar como el representante del pe-
Alejandro y á mi), nos trasladaron de la casa grande á otra pequeña riodo feudal de la historia rusa, ella fué relegada á segundo término
que había en el patio. El sol de Abril llenaba la pequeña habitación cuando este concluyó, y los Romanoff, entronizados en Moscou, em-
con sus rayos, y, sin embargo, nuestra nodriza alemana, la señora Burman, pezaron la obra de consoüdar el Estado ruso. En los últimos tiempos,
y Uüana, la nodriza rusa, nos dijeron que nos acostásemos. Sus rostros ninguno de los Kropotkins parece haber tenido una predilección especial
estaban humedecidos por el llanto y cosían para nosotros camisas ne- por los puestos oficiales. Nuestros bisabuelo y abuelo, ambos se reti-
gras guarnecidas de blanco. No podíamos dormir: lo desconocido nos raron del servicio militar en su juventud, apresurándose á volver á sus
asustaba, y poníamos atención á lo que hablaban por lo bajo. Dijeron - posesiones de familia, la principal de las cuales era Urúsono, situado
algo de nuestra madre, que no pudimos entender; entonces saltamos en el gobierno de Oyazán, en una alta colina al borde de fértiles pra-
de la cama preguntando: — «¿Dónde está mamá? ¿Dónde esta mama? » deras, y capaz de tentar á cualquiera por la hermosura de sus sombríos
Ambas rompieron á sollozar y empezaron á acariciarnos llamán- bosques, sus risueños ríos é inmensos prados. Nuestro abuelo no era
donos « pobres huérfanos », hasta que Uliana, no pudiendo contenerse mas que teniente, cuando dejó el servicio y se retiró á Urúsono, de-
más, dijo: — Vuestra madre se ha ido allí, al cielo, con los angeles. dicándose a cuidar de este estado y á la compra de otros en las pro-
e
vincias mas inmediatas.
— ¿Cómo se ha ido al cielo? ¿Por qué? — demandaban en vano
Probablemente nuestra generación hubiera hecho lo mismo: pero
nuestras infantiles imaginaciones. nuestro abuelo se casó con la princesa Gayárin, que pertenecía á una
Esto era en Abril de 1846: yo no tenía más que tres anos y medio familia muy distinta. Su hermano era muy conocido por su gran pasión
y mi hermano Sásha aun no llegaba á los cinco: adonde habían ido por las tablas: tema un teatro para su uso particular, y llevó su amor
nuestros hermanos mayores Nicolás y Elena, no lo sé: tal vez estaban ai arte hasta el punto de casarse, con escándalo de toda su familia con
ya en el colegio. El tenía doce años y ella once; vivían separados de una sierya, la notable actriz Semyonova, que fué una de las que crearon
nosotros y teníamos poco roce con ellos. Así que, Alejandro y yo que- el arte dramático en Rusia é indudablemente de las que más en él
damos en esta casita en poder de la señora Burman y Uliana. Aquella se han distinguido. Con asombro de «todo Moscou» siguió presentán-
buena señora alemana, ya de edad, sin hogar y completamente sola dose en escena.
en el mundo, ocupó para nosotros el lugar de nuestra madre: ella hizo
en nuestro favor todo lo que pudo, comprándonos de cuando en cuando No sé si mi abuela tenía los mismos gustos artísticos y literarios
algunos juguetes sencillos y hartándonos de tortas de jengibre cada que su hermano; sólo la recuerdo cuando ya estaba paralítica y hablaba
vez que otro viejo alemán, que acostumbraba á venderlas, y que pro- con dificultad; pero es indudable que, en la nueva generación, una in-
bablemente se hallaba tan aislado y solo como ella, visitaba casualmente clinación hacia la literatura fué un rasgo característico de la familia.
nuestra casa. Rara vez veíamos á nuestro padre, y de este modo se Uno de los hijos de la princesa Gayárin fué un poeta mediano, y pu-
pasaron dos años sin dejar ninguna impresión en mi memoria. blicó un tomo de poesías, hecho del cual mi padre se avergonzaba y
evitaba siempre mencionar; y en nuestra propia generación, varios
ae nuestros primos, así como mi hermano y yo, hemos tomado más
o menos parte en la vida literaria de nuestra época.
la madera de esos cosacos del Dnyeper, que sabían combatir con los
bien armados y aguerridos polacos ó contra los ejércitos turcos, aun-
Nuesto padre era un oficial típico del tiempo de Nicolás I. Lo cual que fueran tres veces más numerosos que ellos; pero que ignoraban
no quiere decir que estuviera animado de ardor bélico, ni que le gus- el modo de evitar el lazo que les tendía la diplomacia de Moscou,
tase la vida de campaña; dudo que pasara u n a sola noche de su vida perdiendo todas sus libertades y cayendo bajo la dominación de los
ante el fuego del vivac ó hubiese tomado parte en u n a batalla. Pero zares rusos, después de haber luchado contra los polacos en la terri-
en tiempos de dicho emperador eso era lo "de menos: el verdadero mi- ble insurrección de 1648, que fué el principio del fin de la república
litar de entonces era el oficial que estaba enamorado del uniforme, polaca. Un Sulima fué capturado por los polacos y atormentado y
despreciando todo otro traje; cuyos soldados recibían tal instrucción, muerto en Varsovia; pero los otros miembros de la familia, que t a m -
que podían hacer ejercicios casi sobrenaturales (el romper la caja del bién eran coroneles, no por eso dejaron de pelear con menos bríos,
fusil al «presentar armas » era uno de los m á s famosos); y quien se hal- y Polonia perdió la pequeña Rusia. Respecto á nuestro abuelo, du-
laba en condiciones de poder presentar en una parada una hilera de rante la invasión de Napoleón I, se había abierto camino, al frente
soldados, t a n perfectamente alineados y t a n inmóviles como si fueran de su regimiento de coraceros, á través de un cuadro de infantería f r a n -
de juguetes. Muy bien — dijo una vez el gran duque Mikhael de un cesa erizado de bayonetas, y después de haber sido dejado por muerto
regimiento, después de haberlo tenido durante u n a hora presentando en el campo de batalla, pudo reponerse de la profunda herida que re-
las armas —, ¡pero, respiran! El responder á la concepción entonces cibió en la cabeza; pero como no estaba dispuesto á ser lacayo del favorito
corriente del verdadero militar, era indudablemente el ideal de nuestro de Alejandro I, el omnipotente Arakchéeff, fué, en su consecuencia,
padre. enviado á una especie de honorable destierro, primero como gobernador
Cierto es que tomó parte en la campaña turca en 1828; pero se general de la Siberia Occidental, y más tarde de la Oriental. E n aquellos
arregló de tal modo, que permaneció t o d a ella agregado al Estado Mayor; tiempos, tal posición se consideraba más lucrativa que una mina de
y si nosotros, los niños, aprovechando algún momento favorable en que oro; pero nuestro abuelo volvió de Siberia t a n pobre como fué, dejando
se hallaba de buen humor, le pedíamos que nos contase algo de la sólo una fortuna modesta á sus tres hijos y tres hijas. Cuando fui á
guerra, sólo nos refería el formidable ataque de perros turcos que u n a Siberia en 1862, con frecuencia oía mencionar su nombre con respeto.
noche cayeron sobre él y su fiel asistente Frol, al pasar á caballo, lle- Había sido presa de la desesperación, á causa del robo desenfrenado
vando unos partes, á través de una aldea turca abandonada; teniendo que se hacía en aquellas provincias, y que no le era posible reprimir.
que recurrir á los sables p a r a librarse de aquellos animales hambrientos. Nuestra madre era ciertamente una mujer notable, dada su época.
Si el asalto hubiera sido de turcos en vez de perros, eso hubiese im- Muchos años después de su muerte descubrí en el rincón de una despensa
presionado más agradablemente nuestra imaginación: pero á falta de de nuestra casa de campo una gran cantidad de manuscritos suyos, hechos
los primeros, tuvimos que contentarnos con los segundos. E n otras oca- con pulso firme y una hermosa letra; había un diario en que hablaba
siones, cuando acosado por nuestras preguntas, él nos contaba cómo con alegría de los paisajes alemanes y de sus amarguras y sus ansias
ganó la cruz de Santa Ana « por méritos de guerra », y la espada con de felicidad; libros que había llenado de versos rusos prohibidos por
empuñadura de oro que llevaba, debo confesar que no quedábamos la censura; entre ellos las magníficas baladas históricas de Rylieff, el
m u y satisfechos; el caso era indudablemente bien prosaico. Los ofi- poeta á quien Nicolás I ahorcó en 1826; otros libros contenían música,
ciales del Estado Mayor se hallaban alojados en un pueblo turco, cuando dramas franceses, versos de Lamartine, poemas de Byron copiados por
éste se incendió; en un momento se vieron las casas rodeadas por las ella, y un gran número de acuarelas.
llamas, y en una de ellas se había quedado una criatura, cuya_madre Alta, delgada, adornada con una abundante cabellera de un cas-
daba desgarradores lamentos. E n el acto, Frol, que siempre acompa- taño subido, ojos del mismo color y una boca pequeña, parecía hallarse
ñaba á su señor, se arrojó al fuego y salvó al niño. El general, que había casi animada, en un retrato al óleo que había sido hecho con awiore
presenciado la acción, le dió en el instante mismo á nuestro padre la por un buen artista. Siempre alegre y por lo general contenta, era afi-
cruz del mérito militar. cionada al baile, y las mujeres de los campesinos del pueblo nos con-
— ¡Pero, padre! — dijimos nosotros — ¡ f u é Frol quien salvó la taban cuánto le gustaba contemplar desde un balcón sus danzas (acom-
criatura! pasadas y graciosas), concluyendo por tomar también parte en ellas.
— ¿Y qué? — contestó él del modo más natural del mundo — Tenía un temperamento artístico; en un baile fué donde cogió el catarro
¿ Acaso no era mi asistente? Lo mismo da. que más tarde produjo la inflamación de los pulmones que la llevó al
También tomó alguma parte en la campaña de 1831, durante la sepulcro.
revolución polaca, y en Varsovia conoció y se enamoró de la hija menor Todos los que la conocieron la querían; los criados adoraban su
del jefe de un cuerpo de ejército, el general Sulima. El casamiento se memoria; en su nombre, la señora B u r m a n se hizo cargo de nosotros,
celebró con gran pompa en el palacio de Sarienki, siendo padrino del y en su nombre también, la nodriza rusa nos hizo el objeto de su cariño.
novio el general de brigada conde Paskiemich. « Pero vuestra madre Mientras que nos peinaba ó nos persignaba al acostarnos, esta última
— nuestro padre solía decir —, no me t r a j o ningún capital». solía con frecuencia decir: « Y vuestra mamá, que está en los cielos,
Lo cual era verdad; su padre, Nikolai Semyowich Sulima, no e s t a b a Memorias de un revolucionario.-3
versado en el arte de hacerse una carrera ó una fortuna. Debía ser de
debe miraros desde allí, y llorar por vosotros, pobres huérfanos ». Toda ciendo: — Ya veis qué mamá t a n linda vais á tener. — A lo cual Sasha
nuestra infancia está llena de su memoria. ¡Con qué frecuencia, al pasar y yo, mirándola con enojo, contestamos: — Nuestra mamá ha volado
por un lugar obscuro, la mano de un criado nos acariciaba á Alejandro al cielo. — Su desenvoltura la mirábamos con prevención.
ó á mí, y cuántas, la mujer de un agricultor, al encontrarnos por el campo,
nos preguntaba: «¿Seréis tan buenos como fué vuestra madre? Ella se *
compadecía de nosotros; vosotros, de seguro, lo haréis también >>. « No- * *

sotros >>, por supuesto, quería decir los siervos. Ignoro qué destino hu- Llegó el invierno, y una nueva vida empezó para nosotros. Se
biera sido el nuestro, á no haber hallado entre los siervos dedicados vendió nuestra casa y se compró otra y amuebló de nuevo por completo.
á los trabajos domésticos esa atmósfera de cariño que necesitan los niños Todo lo que podía recordar á nuestra madre se hizo desaparecer; sus
á su alrededor. Nosotros éramos sus hijos; nos parecíamos á ella, y ellos retratos, sus pinturas y sus bordados. En vano la señora Burman im-
nos demootiaban su afecto, algunas veces de un modo muy delicado ploró quedarse, prometiendo dedicarse al hijo que nuestra madrastra
y expresivo, como se verá más adelante. esperaba tener, como á cosa propia; fué despedida. «No quiero nada
Los hombres desean apasionadamente vivir después de muertos, de los Sulimas en mi casa » se le dijo. Toda relación con nuestros tíos
y, sin embargo, á menudo dejan de existir sin haberse dado cuenta y abuela fué cortada. Uliana se casó con Fro!, quien se convirtió en ma-
del hecho de que la memoria de una persona verdaderamente buena yordomo, en tanto que ella vino á ser ama de gobierno; y para cuidar
vive siempre, queda impresa en la generación inmediata, y es de nuevo de nuestra educación se tomaron un tutor francés, liberalmente retribuido,
transmitida á los hijos. ¿No es esta una inmortalidad digna de aprecio? M. Paulain, y un estudiante ruso, N. P. Smirnoff, á quien se le daba
una miseria.
IV. Muchos de los hijos de la nobleza de Moscou eran educados en
aquella época por franceses, que representaban los restos del gran ejér-
Dos años después de la muerte de nuestra madre, nuestro padre cito de Napoleón. M. Paulain era uno de ellos; acababa de terminar
se casó otra vez; había ya fijado la atención en una linda joven, perte- la educación del hijo menor del novelista Zagoskin, y su discípulo Ser^e
neciente á una opulenta familia, cuando la suerte dispuso lo contrario. gozaba en el barrio de los Viejos Caballerizos la reputación de estar
Una"mañana, mientras se hallaba todavía de bata, los criados entraron tan bien educado, que nuestro padre no vaciló en tomarlo por la respe-
precipitadamente en su habitación anunciándole la llegada del general table cantidad de seiscientos rublos al año.
Timofeeff, jefe del sexto cuerpo de ejército, al cual nuestro padre per- Este trajo consigo un perro de caza, Trésor, su cafetera Napoleón
tenecía. Este favorito del emperador era un hombre terrible; hacía y libros de texto franceses, y empezó á dirigirnos y disponer del siervo
azotar á un soldado, hasta dejarlo casi muerto, por la más leve falta, Matvei, que había sido destinado á nuestro servicio.
ó degradaba á un oficial y lo mandaba después de soldado á Siberia, Su plan de educación era muy sencillo: después de despertarnos,
por haberle encontrado en la calle con los corchetes del alto y tieso se ocupaba de su café, que acostumbraba á tomar en su cuarto- mientras
cuello de la casaca desabrochados. Con Nicolás la influencia de este que preparábamos las lecciones de la mañana, él se hacía su toilet con
hombre era ilimitada. gran esmero; se arreglaba su cabello gris de modo que ocultase su cre-
El general, que no había estado nunca antes en nuestra casa, vino ciente calva, se ponía el frac, se rociaba y lavaba con agua de Colonia
¿'proponer á mi padre el matrimonio con la sobrina de su mujer, la y nos escoltaba al piso inferior á dar los buenos días á nuestros padres
señorita Elisabeth Karandinó, una de las varias hijas de un almirante Por lo general, los encontrábamos almorzando, y al acercarnos á ellos
de la escuadra del mar Negro; una joven con un clásico perfil griego, decíamos, con tono de declamación y con toda la gravedad posible-
que tenía fama de hermosa. Mi padre aceptó, y su segunda boda, como Bon jour, mon cher papá y bon jour, ma cher maman, y les besábamos
la primera, fué solemnizada con gran fausto. la mano; y el hacía una complicada y elegante reverencia al pronunciar
— Vosotros, los jóvenes, no entendéis nada de estos asuntos — las palabras bon jour, monsieur le prince y bon jour, madame la prin-
decía en conclusión, después de haberme contado esa historia más de cesse; después de lo cual se retiraba inmediatamente la procesión y
una vez con un gracejo particular que no intento reproducir. — ¿Sa- se volvía á subir. Esta ceremonia se repetía todas las mañanas.
béis, por ventura, lo que significaba en aquel tiempo el comandante ^ Entonces empezaba nuestro trabajo: el maestro cambiaba el frac
de un cuerpo de ejército? ¿Sobre todo, que ese diablo tuerto, como por una bata, se cubría la cabeza con un gorro de piel, y, arrellenándose
acostumbrábamos llamarlo, viniera en persona á hacer la proposición? en una butaca, decía: « Recitad la lección ».
Claro es que no traía dote; sólo un gran baúl lleno con sus galas, Nosotros lo hacíamos « de memoria », desde una señal hecha en el
y esa Marta, su única sierva, tan morena como una gitana, sentada hbro con la uña hasta la inmediata. M. Paulain había traído consigo
sobre él. la Gramática de Noel y Chapral, memorable para más de una generación
De este acontecimiento no guardo memoria ninguna. Solo recuerdo de jóvenes de ambos sexos rusos; un libro de diálogos en francés, una
un gran salón en una casa ricamente amueblada, y en él á una joven Historia universal, en un volumen, y una Geografía, universal también
bonita, de tipo marcadamente meridional, jugando son nosotros^y di- e igualmente en un volumen. Teníamos, pues, que encomendar á la
memoria la Gramatica, los diálogos, la Historia y la Geografía
La Gramática, con sus conocidas sentencias: «¿Qué es Gramática? »
« El arte de hablar y escribir correctamente », no ofrecía ninguna di-
ficultad. Pero el libro de Historia, desgraciadamente, tenía un prólogo mos, sin embargo, á hablar correctamente; nos acostumbramos á pen-
que contenía una enumeración de todos los beneficios que reportaba sar en francés; y después de algún tiempo de escribir al dictado la mayor
su estudio: al principio todo marchaba relativamente sin dificultad. parte de un libro de mitología, del que se servía para corregir nuestras
Nosotros recitábamos: « El príncipe encuentra en ella ejemplos mag- faltas, sin intentar jamás el explicarnos por qué una palabra se ha de
escribir de un modo determinado, habíamos aprendido á « hacerlo con
nánimos para gobernar á sus súbditos; el jefe militar aprende allí el
corrección ».
arte noble de la guerra. » Pero al llegar á la parte jurídica se presentó
el apuro: « El jurisconsulto halla en ella también... » Esto es lo que nunca Después de comer, dábamos clase con el maestro ruso, un estudiante
pudimos llegar á saber. Era terrible la palabra «jurisconsulto»; lo en Derecho, de la Universidad de Moscou; él nos enseñaba todo lo re-
echaba todo á perder. Al llegar á ella nos parábamos. ferente a Rusia: Gramática, Aritmética, Historia, y así sucesivamente
Pero en aquel tiempo los estudios serios aún no habían empezado. Al
— ¡De rodillas, gros poufj! — exclamaba Paulain (eso era por mí.) mismo tiempo, nos dictaba todos los días una página de Historia, y de
— ¡De rodillas, gran dada! (Eso era por mi hermano). Y allí nos arro- aquel modo práctico aprendimos pronto á escribir el ruso correcta-
dillábamos llorando, procurando inútilmente enterarnos de todo lo re- mente.
ferente al jurisconsulto.
Lo mejor para nosotros era los domingos, cuando toda la fami-
¡Ese prólogo nos costó muchos disgustos! Estábamos ya apren-
lia, exceptuándonos á los niños, iba á comer con madame la genérale
diendo todo lo concerniente á los romanos, y acostumbrábamos á po-
Fimafeeff. También ocurría algunas veces que se les permitía salir de
ner nuestros bastones en la balanza de Uliana cuando pesaba el arroz,
casa a Paulain y Smirnoff, y cuando esto pasaba, quedábamos al cui-
« lo mismo que Breno »; saltábamos desde las mesas y otros precipicios
dado de Uliana. Entonces, después de una comida sin sosiego, corría-
por la salvación de nuestro país, imitando á Curcio, y todavía nos hacía
mos a la gran antecámara, en la que pronto aparecían las criadas jó-
él volver de tiempo en tiempo al dichoso prólogo, y de nuevo nos hacía
venes. Se jugaba á un sin fin de cosas: á la gallina ciega, la candela y
arrodillar por ese mismo jurisconsulto. ¿Es, pues, de extrañar que,
otros juegos parecidos; hasta que, de pronto, Tikhon, el sabelotodo,
más adelante, tanto mi hermano como yo, sintiéramos una repugnan-
aparecía con un violín. En el acto empezaba el baile; no el acompasado
cia invencible por la jurisprudencia?
y íastidioso, bajo la dirección de un maestro francés, « con piernas de
No sé qué hubiera sucedido con la Geografía si también hubiese goma elastica », y que formaba parte de nuestra educación, sino una
tenido prólogo; pero, afortunadamente, las primeras veinte páginas danza libre, que no era una lección, y en la que veinte parejas giraban
del libro habían sido arrancadas (supongo yo que Serge Zagoskin nos a su gusto, lo que no era más que un preludio del más animado y poco
prestó ese gran servicio), y así, nuestras lecciones comenzaron en la menos que primitivo baile cosaco. Después Tikhon pasaba el violín
página veintiuna, que empezaba de este modo: « de los ríos que bañan á uno de los hombres más formales, y empezaba á hacer tales mara-
á Francia ». villas con sus piernas, que las puertas que conducían al salón se veían
Hay que confesar que no siempre se limitaba todo á arrodillarse: bien pronto llenas por los cocineros, y aun los cocheros, que venían
había en la clase una vara de abedul, y á ella recurría el maestro cuando a ver el baile, al que los rusos tienen t a n t a afición.
no se adelantaba nada en dicho prólogo ó en algún diálogo sobre vir-
t u d y urbanidad; pero un día nuestra hermana Elena, que ya en esa A eso de las nueve se mandaba el carruaje grande á recoger á la
época había salido del Catherine Institut des demoiselles v ocupaba una familia, en tanto que Tikhon, con cepillo en mano, se dedicaba á de-
habitación bajo la nuestra, al oír los lamentos que dábamos, corrió, volver al suelo su virginal brillo, y el orden más perfecto quedaba resta-
llamando al despacho de nuestro padre, y se lamentó amargamente blecido en toda la casa. Y si á la mañana siguiente éramos sometidos
de que se nos hubiera abandonado á nuestra madrastra, quien nos había los dos a un interrogatorio extremado, no había miedo de que se nos
entregado en manos de « un tambor francés retirado ». « ¡Por supuesto escapase una sola palabra respecto á la fiesta de la tarde anterior; ja-
~ decía ella —, no hay nadie que los defienda; pero no puedo ver con mas hemos comprometido á ninguno de los sirvientes, ni ellos tampoco
paciencia á mis hermanos tratados de ese modo por un tambor! » nos hubieran delatado á nosotros. Un domingo, jugando solos en la gran
antecámara mi hermano y yo, chocamos contra un soporte, sobre el
Cogido -así, de improviso, nuestro padre no sabía qué decir: em- que había una lampara de bastante valor, la cual se hizo pedazos. In-
pezó por reprenderla; pero concluyó aprobando el afecto que demos- mediatamente los criados celebraron consejo: nadie nos reprendió; pero
traba á sus hermanos. En adelante la vara de abedul se reservó para se convino en que á la mañana siguiente, muy temprano, fuera Tilchon,
enseñarle las reglas de urbanidad al perro Trésor. saliendo de la casa por su cuenta y riesgo, á comprar otra lámpara igual
Apenas se había desprendido M. Paulain de sus penosos deberes la s e h a b i a rot
° - Costó quince rublos, enorme cantidad para ellos
profesionales, cuando se convertía en otro hombre: era un alegre com- pero se compró, y nunca nos dijeron nada referente á este particular
pañero, en vez de un maestro gruñón, y sus cuentos eran innumera- ni se hablo más del asunto.
bles; hablábamos como cotorras. A pesar de que bajo su dirección no
pasamos nunca de las primeras páginas de la sintaxis, pronto aprendi- Cuando pienso ahora en ello, y vuelven todas esas escenas á mi
memoria, recuerdo que jamás oímos ninguna palabra soez en ninguno
ae los juegos, ni vimos en los bailes nada parecido á lo que ahora se
y mongólicos, como las mismas damas. Cuando la nobleza de Moscou criado y me vació una bandeja entera en mi alta gorra. — Se las llevaré
da un baile á la familia imperial, la cosa debe resultar extraordinaria. á Sasha — le dije.
E n cuanto á mi hermano Alejandro y á mí, se nos consideraba dema- Sin embargo, Mikhael, el hermano de Nicolás, que tenía aspecto
siado jóvenes para tomar parte en un ceremonial tan importante. de soldado y fama de ser muy chistoso, consiguió hacerme llorar. —
Y, sin embargo, después de todo, yo formé en él. Nuestra madre Cuando sois niño bueno — dijo — os tratan así — y me pasó su gran
había sido íntima amiga de madame Nurimoff, la esposa del general mano por la cara hacia abajo. — Pero cuando sois malo, os tratan así
que era gobernador de Wilno cuando se empezó á hablar de la eman- — y me la pasó hacia arriba, refregándome la nariz, que ya tenía una
cipación de los siervos; esta mujer, que era muy hermosa, se esperaba tendencia marcada á crecer en tal dirección. Las lágrimas, que en vano
que asistiera al baile en compañía de su hijo, niño de unos diez años, traté de contener, asomaron á mis ojos; las señoras en el acto se pusieron
vestida con un traje verdaderamente magnífico, de princesa persa, for- de mi parte, y Maria Alexandrovna, que tenía muy buen corazón, me
mando juego con el que se había hecho para el niño de príncipe del tomó bajo su protección; me sentó á su lado en una silla alta de ter-
mismo país, de un lujo extraordinario, con un cinturón cubierto de ciopelo verde con espaldar dorado, y mi familia me dijo después que
piedras preciosas; pero habiendo caído éste enfermo en aquellos días, al poco tiempo eché la cabeza en sus faldas y me quedé dormido, no
su madre creyó que uno de los hijos de su mejor amiga debiera ser el moviéndose ella de su asiento en todo el tiempo que duró el baile.
mejor substituto del suyo. Y, al efecto, nos llevaron á su casa á Alejandro, Recuerdo también que, mientras que aguardábamos en el salón
y á mí, á que nos probásemos el vestido. A él, que era más alto que yo, de entrada el carruaje, los míos me acariciaron y besaron, diciendo:
le estaba muy corto; pero á mí me ajustaba perfectamente, y, por con- — Chiquito, te han hecho paje. — A lo que yo contesté: — No soy paje;
siguiente, se decidió que yo representase el príncipe persa. quiero irme á casa — hallándome muy preocupado, pensando en la
El inmenso salón del palacio de la nobleza moscovita estaba cua- gorra que contenía las galletitas que le llevaba á Sasha. No sé si llegaron
jado de invitados. Todos los niños recibieron estandartes coronados á su poder muchas; pero recuerdo el abrazo tan apretado que me dió
con las armas de cada una de las sesenta provincias del imperio ruso. cuando le dijeron el interés que yo me había tomado en el asunto.
Yo tenía un águila flotando sobre un mar azul, que representaba, según El ser inscrito como candidato para el cuerpo de pajes era entonces
supe después, las armas del gobierno de Astrakhan en el mar Caspio. una gran distinción, con la cual rara vez Nicolás favorecía á la nobleza
Se nos formó á todos en la antecámara y marchamos después lenta- de Moscou. Mi padre estaba contentísimo, y ya soñaba con una bril-
mente en dos hileras, dirigiéndonos hacia la elevada tribuna en que lante carrera cortesana para su hijo, y mi madrastra, cada vez que
se hallaban el emperador y su familia; al llegar allí, nos dividimos á hablaba del particular, agregaba siempre: — Todo se debe á las instruc-
derecha é izquierda, quedando así alineados en una sola fila ante ellos. ciones que le di antes de ir al baile.
A una señal dada se levantaron todos los estandartes, y la apoteosis Madame Narimoff se hallaba también muy complacida, é insistía
de la autocracia aparecía muy expresiva. Nicolás quedó encantado; en querer retratarse con el vestido que tan admirablemente le sentaba,
todas las provincias del imperio rendían homenaje al jefe supremo. teniéndome de pie á su lado.
Después, los niños nos retiramos pausadamente al fondo del salón.
E n aquel momento se produjo alguna confusión; los ayudas de cámara, *
*
*
con sus brillantes y bordados uniformes, corrían en todas direcciones,
y yo perdí mi puesto en la formación; pero, mi tío, el príncipe Gayarin, La suerte de mi hermano Alejandro se decidió del mismo modo
vestido de tungo (yo estaba absorto, contemplando con admiración al siguiente año. En aquella época se celebraba el aniversario de la
su traje de pieles y su aljaba llena de flechas), me levantó en sus brazos creación del regimiento de Izmaylousk, al que mi padre había perte-
y me colocó en la plataforma imperial. Bien fuera por ser yo el más necido en su juventud. Una noche, mientras que la casa entera estaba
pequeño de todos los niños presentes, ó porque mi cara redonda, ador- sumergida en un profundo sueño, un coche de tres caballos, y llenos
nada por un cabello rizado, y la cabeza cubierta con un gran gorro de de campanillas los arneses, paró ante nuestra puerta, y un hombre
pelo de astracán llamaran su atención, lo cierto es que Nicolás quería que saltó de él, gritó: — ¡Abrid! ¡Una orden de su majestad el emperador!
que me llevaran adonde él estaba, y allí permanecí entre generales Fácilmente se comprenderá el terror que esta visita nocturna sembró
y señoras que me miraban con curiosidad. Después me .dijeron que el en nuestra casa: mi padre, temblando, bajó á su despacho; «los con-
emperador, quien siempre fué aficionado á chistes de cuartel, me tomó sejos de guerra y la degradación militar » eran cosas de que se oía hablar
por el brazo y, conduciéndome adonde estaba Maria Alexandrovna todos los días; era una época terrible. Pero Nicolás no quería más que
(la esposa del príncipe imperial), que se hallaba próxima á su tercer tener los nombres de los hijos de todos los oficiales que habían perte-
alumbramiento, dijo en su lenguaje militar: — Esta es la clase de niños necido al regimiento, con objeto de que se mandaran á las escuelas mi-
que debéis traerme — gracia que la hizo ruborizar en extremo. De lo litares, si es que aún no se había hecho. A ese propósito se envió un
que sí me acuerdo es de que él me preguntó si quería dulces, y yo le mensajero especial desde San Petersburgo á Moscou, el cual llamaba
contesté que lo que deseaba era galletas pequeñitas, de las que se sirven noche y día en las casas de los ex-oficiales.
en el te (en casa no nos veíamos hartos nunca); entonces llamó á un
Con mano temblorosa, mi padre escribió que su hijo mayor Ni-
colás, estaba ya en el primer cuerpo de cadetes en Moscou; que el menor
de diez años, eran enviados como aprendices á las tiendas de moda,
era candidato para el cuerpo de pajes; no quedando más que el segundo,
donde se les obligaba á pasar de cinco á siete años barriendo, recibiendo
Alejandro, por entrar en la carrera militar. Algunas semanas después
todo género de golpes y haciendo mandados de todas clases. Así se
se recibió una comunicación informando á mi padre de «la gracia im-
comprende que pocos llegaran á dominar un oficio. Los sastres y los
perial o, ordenándosele á Alejandro que entrara en un cuerpo de cadetes
zapateros, sólo tenían habilidad bastante para vestir y calzar á los criados,
en Orel, pequeña población de provincia: costándole á mi padre mucho
y cuando verdaderamente se necesitaba un buen pastel para un convite,
trabajo y mucho dinero que se permutara dicho punto por Moscou.
se le encargaba á Tremblé, mientras que nuestro repostero tocaba el
Este nuevo « favor >> sólo se obtuvo en consideración á que ya nuestro
tambor en la banda de música.
hermano mayor se encontraba en el primer cuerpo de cadetes de esta
ciudad. Esta era otra de las aspiraciones de mi padre; y casi todos los criados
varones, además de otros conocimientos, debían saber tocar algún
Y así, debido á la voluntad de Nicolás I, ambos tuvimos que re- instrumento. Makar, el afinador de piano, era también flautista; Andrei,
cibir una educación militar, á pesar de lo cual no pasaron muchos años el sastre, tocaba otro instrumento; al repostero se le puso primero á
sin que, por lo absurda, nos pareciera odiosa esa carrera. Pero Nicolás tocar el tambor; pero lo hacía tan extremamente mal, que se le compró
cuidaba mucho de que ninguno de los hijos de la nobleza siguiera otra, una enorme trompeta, con la esperanza de que sus pulmones fueran
á menos de que no gozaran de buena salud; por esta razón los tres nos menos poderosos que sus brazos; cuando se vió que ni aun esto era
vimos obligados á ser oficiales, con gran satisfacción de mi padre. posible, se le mandó al ejército. En cuanto á « Tikhon, el de los lunares >>,
además de sus numerosas ocupaciones en la casa, como lampista, fro-
VL tador de suelos y lacayo, prestaba mucho servicio en la banda, tocando
hoy el trombón, mañana el cornetín, y el segundo violín en ciertas oca-
La riqueza se medía en aquellos tiempos por el número de « almas >> siones. Los dos primeros de éstos constituían la única excepción: eran
que poseía un propietario territorial: tantas «almas ¡>, quería decir « violines >>, y nada más. Mi padre los había comprado, con sus nume-
tantos siervos varones; las mujeres no se contaban. Mi padre, que era rosas familias, por una cantidad respetable á sus hermanas (nunca
dueño de cerca de unas mil doscientas de aquéllas en tres provincias compraba ni vendía siervos á los extraños). Por las noches, cuando no
diferentes, y que tenía además grandes extensiones de terreno que iba al Club ó cuando había en casa comida ó recepción, se reunía la banda,
dichos siervos cultivaban, era tenido por hombre rico. El procuraba de doce ó quince músicos, que tocaban bastante bien y eran muy so-
mantener en la práctica esa reputación; teniendo siempre Su casa abierta licitados por los vecinos para los bailes, y mucho más si nos hallábamos
á disposición de sus amigos y manteniendo una numerosa servidumbre. en el campo. Esto era, por supuesto, un motivo constante de satisfacción
Eramos ocho de familia y en ocasiones diez ó doce; para cuyo ser- para mi padre, cuyo permiso se había de solicitar para poder disponer
vicio, cincuenta criados en Moscou, y como la mitad más en el campo, de su música.
no se consideraba demasiado. Cuatro cocheros para cuidar de doce Nada, en verdad, le causaba tanto placer como el que se reclamase
caballos; tres cocineros para los amos y dos para los otros; doce cama- su ayuda, ya en ese sentido ó en otro cualquiera; por ejemplo, para ob-
reros sirviendo á la mesa (hallándose uno con plato en mano tras de tener la educación de un muchacho libre de gasto ó el indulto de la
cada persona sentada á la misma), é innumerables muchachas en el pena impuesta por un tribunal civil. Aunque se hallaba expuesto á sufrir
departamento de las doncellas: ¿quién era capaz de vivir con menos? accesos de cólera, poseía indudablemente una inclinación natural hacia
Además, la ambición de todo propietario territorial era de que, la clemencia, y cuando se pedía su apoyo, se le hallaba dispuesto á
todo lo que se necesitara para el servicio, se pudiera hacer en casa sin escribir infinidad de cartas en todas direcciones á las personas de mayor
recurrir á fuera. influencia y más elevada posición, en favor de su protegido. En tales
Si por casualidad observaba una visita, «¡qué bien templado está ocasiones, su correspondencia, que siempre era crecida, se veía aumen-
siempre vuestro piano! ¿Supongo que os lo templará Herr Schimmel? tada con media docena de cartas especiales, escritas en un estilo muy
Poder contestar « tengo mi propio afinador >>, era entonces lo más cor- original, que tenía algo de semioficial y de semihumorístico; cada una
recto. sellada, por supuesto, con sus armas, en un gran sobre cuadrado que
Si el convidado exclamaba cuando aparecía hacia el final de la sonaba como una sonaja, á causa de la cantidad de arenilla que con-
comida una obra de arte compuesta de helados y pastas, «¡qué her- tenía; pues en aquella época el uso del papel secante era desconocido.
moso pastel! Confesad, príncipe, que es de casa de Tremblé » (el paste- Cuanto más difícil fuera la cosa, mayores "eran sus energías, no descan-
lero á la moda), el responder « ha sido hecho por mi propio repostero, sando hasta obtener el favor que solicitaba para su protegido, á quien
discípulo de aquél, á quien he permitido que muestre lo que sabe >>, era en muchos casos no había visto jamás.
cosa que producía general admiración. A mi padre le gustaba tener siempre convidados en casa: la hora
El tener los bordados, arneses, mueblaje, en una palabra, todo de comer era las cuatro, y á las siete se reunía la familia en torno del
hecho por su propio personal, era el ideal de aquellos grandes propie- samovar (tetera) para tomar el te. A esa hora acostumbraban á venir
tarios. Tan pronto como los hijos de la servidumbre llegaban á la edad muchos amigos, y desde que nuestra hermana Elena volvió á casa,
— ¿Venado, señor?
nunca faltaban visitantes, jóvenes y viejos, que aprovecharan la oca- — Sí, sí; cüalquier cosa para cambiar.
sión. Cuando las ventanas que daban á la calle aparecían profusamente Y cuando se habían decidido los seis platos de la comida, pregun-
iluminadas, era bastante para dar á conocer á las gentes que la familia taba el general:
estaba en casa y que los amigos serían con gusto recibidos. — ¿Cuánto he de darte para el gasto del día? ¿Supongo que bas-
Casi todas las noches teníamos visitas: las mesas de juego se abrían tará con ocho pesetas?
en el salón para los aficionados á las cartas, en tanto que las señoras — Veinticinco, señor.
y los jóvenes permanecían en la sala de recepción ó en torno del piano —>• ¡Hombre, qué disparate! Aquí tienes ocho pesetas; te aseguro
de Elena. Después que se iban las señoras continuaba el juego, algunas que es suficiente.
veces hasta las primeras horas de la mañana, atravesándose entre los — Diez de espárragos y seis de verduras y legumbres.
jugadores sumas de importancia; mi padre invariablemente perdía; — Vamos, hombre, es preciso que te pongas en razón; me correré
pero el verdadero peligro para él no estaba en casa sino en el club inglés, hasta diez; tienes que ser económico.
donde las posturas eran mucho más altas que en las casas particulares, Y así continuaba el regateo durante media hora, hasta que los
y, sobre todo, cuando lo inducían á concurrir á una partida formada dos convenían en dieciocho pesetas y media, con la condición de que
de caballeros « muy dignos », en una de las casas más respetables del la comida del día siguiente no habría de costar más de cuatro pesetas.
barrio, en la que duraba el juego toda la noche. En tales casos, lo que Después de lo cual, el general, muy satisfecho por haber efectuado
perdía era seguramente de consideración. tan buen trato, tomaba un trineo, daba una vuelta por las tiendas
de moda, y volvía muy contento, trayéndole á su mujer una botella
Las reuniones de confianza en que se bailaba no eran raras, sin
de un perfume exquisito, por el que había pagado un precio disparatado
hacer mención de un par de bailes de etiqueta, que forzosamente habían
en una tienda francesa, y anunciando á su hija única que un nuevo
de darse todos los inviernos. En esas reuniones, mi padre procuraba
abrigo de terciopelo, « una cosa sencilla y elegante » (y bien cara), le
que todo se hiciera en grande, sin reparar los gastos. Pero al mismo
traerían para que se lo probara aquella tarde.
tiempo eran tan exageradas las economías que se hacían diariamente
en casa, que si fuera á referirlas se las calificaría de ponderación. Se Todos nuestros parientes, que eran numerosos por parte de padre,
ha dicho de una familia de pretendientes al trono de Francia, renom- vivían exactamente del mismo modo; y si alguna vez se presentaba
brada por sus partidas de caza, verdaderamente regias, que en la vida un nuevo rasgo distintivo, este tomaba por lo general la forma de
íntima hasta las velas de sebo se contaban con minuciosidad. Igual alguna pasión religiosa. Ocurriendo así, que un príncipe Gayárin en-
clase de miseria económica se usaba en mi casa para todo; de tal suerte, trase en los jesuítas, escandalizando á «todo Moscou», y otro joven
que cuando nosotros fuimos mayores, detestábamos todo lo que fuera príncipe ingresase en un monasterio; en tanto que muchas señoras de
economizar y contar. Sin embargo, en el barrio nuestro, ese sistema edad eran presa de un atroz fanatismo.
de vida sólo sirvió para elevar el concepto en que se hallaba mi padre Sólo había una excepción. Uno de nuestros parientes más cercanos,
en la pública estimación. « El viejo príncipe — se decía — parece que el príncipe (permitidme que le llame Mirski), había pasado la juventud
es en casa algo tacaño; pero sabe vivir como lo que es t>. en San Petersburgo como oficial de la guardia. No se ocupaba en tener
sus sastres y ebanistas propios, porque su casa estaba lujosamente
En nuestras tranquilas y limpias calles, esa era la clase de vida
amueblada á la moderna, y todo en ella procedía de las mejores tiendas
que más se respetaba. Uno de nuestros vecinos, el general D..., tenía
de San Petersburgo.
su casa montada muy en grande, y, sin embargo, todas las mañanas
ocurrían escenas extremadamente cómicas entre él y su cocinero. Una No tenía propensión al juego; sólo tomaba parte en él cuando lo
vez terminado el almuerzo, el viejo general, fumando su pipa, ordenaba hacían las señoras; pero su flaco era la mesa, en la que gastaba sumas
la comida. enormes.
La Cuaresma y la Pascua eran las épocas en que más visiblemente
— Vamos á ver, hombre — solía decir al cocinero, que se presen-
se manifestaban sus rarezas; cuando llegaba la primera, que no hubiera
taba vestido de blanco; — hoy no seremos muchos; sólo hay dos convi-
sido propio comer carne, crema ó manteca, aprovechaba la oportuni-
dados. Nos harás una sopa con lo que nos ofrece la primavera: guisantes,
dad para inventar toda clase de platos exquisitos compuestos de pescado.
habichuelas francesas y otras cosas por el estilo. Aún no nos has dado
Las mejores tiendas de las dos capitales eran puestas á contribución
ninguna, y la señora, como sabes, le gusta una buena sopa á la francesa.
con tal propósito; se mandaban emisarios desde sus posesiones á la des-
— Bien, señor. embocadura del Volga, para traer de allí en caballos de postas (en
— Después, lo que gustes, de entrada. aquella época no había ferrocarril) los peces más ricos y más raros. Y
— Bien, señor. al venir la segunda, su inventiva no reconocía límites.
— Los espárragos, por supuesto, no son de la estación; pero ayer
La Pascua es en Rusia la fiesta más venerada y más alegre del año;
vi unos manojos muy hermosos en las tiendas.
es la de la primavera; los inmensos promontorios de nieve que durante
— A diez pesetas el manojo, señor. el invierno han tenido invadidas las calles, rápidamente se liquidan, y
— ¡Eso es! Además, estamos cansados de tus pollos y pavos asados;
tienes que buscar otra cosa en cambio.
sitaban en esos días se contaban por centenares, y á todos se les invi-
arroyos bulliciosos las recorren, entrando la estación de las flores, no de
taba á « probar » de este ó de aqtfel plato raro.
modo encubierto y solapado como los ladrones, sino franca y abierta-
mente; todos los días se notan cambios en el estado de la nieve y en el Esto concluyó en que el príncipe se dió tales trazas, que se comió
aspecto de las calles. La última semana de Cuaresma, la de Pasión, era literalmente una gran fortuna; su casa, lujosamente montada, y sus
guardada en Moscou en mi juventud con extremada solemnidad; era estados se vendieron, y cuando él y su mujer llegaron á la vejez, nada
una época de luto general, y una multitud de personas iban á las igle- les quedaba, ni un hogar siquiera, viéndose obligados á vivir con sus
sias á oír leer los pasajes más conmovedores de los Evangelios, referen- hijos.
tes á los padecimientos de Cristo. No sólo no se comía carne, huevos No es, pues, maravilla que al venir la emancipación de los siervos,
y manteca, sino que muchos rechazaban hasta el pescado, y algunos casi todas estas familias del barrio de los Viejos Caballerizos, estuvieran
de los más empedernidos no tomaban ningún alimento el Viernes Santo. arruinadas. Pero no debo anticipar los acontecimientos.
Lo que hacía fuera mayor aún el contraste al llegar la Pascua.
El sábado todos iban por la noche á la iglesia, en la que se cele- VII.
braban los oficios, que tenían un carácter lúgubre; pero al sonar la media
noche la escena cambiaba por completo; todas las iglesias se iluminaban El mantener tan numerosa servidumbre como la que había en nues-
en el acto, y alegres repiques resonaban en centenares de campanarios. tra casa, hubiera sido verdaderamente ruinoso, de haber tenido ne-
Entonces empezaba el regocijo general; las gentes se besaban tres veces cesidad de comprar todas las provisiones en Moscou; pero en aquellos
unas á otras, en la mejilla, repitiendo las palabras de la resurrección; tiempos en que existían los siervos, el problema se resolvía con gran
y las iglesias, ya inundadas de luz, resplandecían con las vistosas toi- facilidad. Al llegar el invierno, mi padre se sentaba á la mesa de su
lettes de las señoras. Aun la mujer más pobre, como pudiera estrenar despacho, y escribía lo siguiente:
un traje al año, es seguro que procuraría hacerlo aquella noche. « Al administrador de mi estado, Nikolskoye, situado en el gobierno
Al mismo tiempo, la Pascua era y es todavía la señal para comer de Kalúga, distrito de Merchóusk, sobre el rio Sirena, del príncipe Alexei
sin freno, preparándose quesos especiales de crema (paskha) y panes, Petronick Kropotkin, coronel, y comendador de varias órdenes:
hechos igualmente para tal ocasión (koolich); no habiendo persona, Al recibo de ésta, y tan pronto como se establezca la comunica-
por pobre que fuera, que no tuviera, por lo menos, una pequeña paskha ción invernal, te ordeno mandes á mi casa, situada en la ciudad de Mo-
y un pequeño koolich con un huevo, cuando no podía más, pintado scou, veinticinco trineos rurales tirados por dos caballos cada uno, un
de rojo, para que lo consagraran en la iglesia, y romper con ello el ayuno. caballo por cada casa y un trineo y un hombre por cada dos casas, y
Para la mayoría de la gente antigua, se empieza á comer por la noche, cargarlos con (tantas) fanegas de avena, (tantas) de trigo y (tantas) de
inmediatamente después de haber oído una misa rezada de Pascua centeno, así como con todas las aves de corral, gansos y patos, bien
y llevando á casa el alimento consagrado; pero entre la nobleza la ce- helados, que han de matarse en este invierno, todo convenientemente
remonia se posponía hasta el domingo por la mañana, en que se ponía embalado y acompañado de una lista completa al cuidado de un hombre
una mesa cubierta de toda clase de viandas, quesos y pastas, y todos elegido al efecto >>; siguiendo á este tenor hasta llenar un par de pági-
los criados venían á cambiar con los amos tres besos y un huevo pintado. nas, adonde se hacía punto final. Después seguía la enumeración de
Durante la semana de Pascua había siempre una mesa puesta en el los castigos que se impondrían, en el caso de que las provisiones no
gran salón, con los manjares referidos, invitándose á todas las visitas llegaran á la casa situada en tal calle, número tal ó cual, á su debido
á que tomaran algo. tiempo y en buenas condiciones.
En esta ocasión, el príncipe Mirski se excedía a si mismo; ya estu- Antes de Navidad llegaban á casa los veinticinco trineos rurales,
viera en San Petersburgo ó en Moscou, habían de traerle de sus pose- cubriendo la vasta superficie del patio.
siones un queso de crema preparado especialmente para la paskha, del — ¡Frol! — gritaba mi padre desde que tenía noticia de este gran
que su repostero sacaba gran partido. Otros mensajeros se despacha- acontecimiento — ¡Heryushka! ¡Yegarka! ¿Dónde están? ¡Van á robarlo
ban á la provincia de Mongarod, en busca de un jamón de oso que se todo! ¡Frol, ve á recibir la avena! ¡Uliana, ve á recibir las aves! ¡Her-
preparaba para la mesa de Pascua del príncipe. Y mientras la princesa yushka, llama á la princesa!
con sus dos hijas visitaba los más austeros monasterios, en los que los Toda la casa se ponía en conmoción, corriendo los criados atro-
oficios nocturnos duraban tres y cuatro horas seguidas, pasando toda pelladamente en todas direcciones, del salón al patio y del patio al sa-
la Semana Santa en un estado de ánimo abatido, no comiendo más lón; pero con preferencia al departamento de las doncellas, para dar
que un pedazo de pan duro, alternándolo con los sermones que oía a allí las noticias de Nikolskoye: «Pastia se va á casar después de Na-
los predicadores rusos, católicos y protestantes, su marido daba to- vidad. Su tía Anna ha entregado su alma á Dios », y otras por el estilo.
das las mañanas una vuelta por las conocidas tiendas de Müutin, en También habían venido cartas, y nunca faltaba una criada que su-
San Petersburgo, donde se hallaba de todo lo más selecto y delicado biera á mi habitación.
que se pudiera imaginar, traído de los confines del mundo, y allí escogía — ¿Estáis solo? ¿No está el maestro?
las cosas más notables y raras para la mesa de Pascua. Los que le VI- — No; ®stá en la Universidad.
— Bueno, pues entonces, tened la bondad de leerme esta carta
de mi madre. del despacho, venía á decir á media voz: « Marcháos corriendo arriba;
Y yo le leía la carta candorosa, que empezaba siempre con estas vuestro padre puede venir de un momento á otro. No olvidéis los pa-
ñuelos: quieren llevarlos de vuelta.
palabras: « Padre y madre os mandan su bendición por todos los siglos
de los siglos ». Después de lo cual seguían las noticias: « Tía Eupraxie Mientras que los doblaba con cuidado, pensaba en mandarles al-
está enferma, le duelen todos los huesos, y tu primo no se ha casado guna cosa; pero no tenía nada, ni aun juguetes, y-jamás disponíamos
de dinero de ninguna clase.
aún; pero espera hacerlo después de Pascua; y la vaca de tia Stepanida
murió el día de Todos los Santos ». A continuación venían las memo-
rias, que llenaban dos páginas: « Hermano Paul te manda memorias,
tus hermanos Mary y Darea te mandan memorias, y después tío Dmi-
tri te manda también muchas memorias », y así sucesivamente. Sin Donde mejor nos encontrábamos, como es de suponer, era en el
campo. Desde el momento que pasaban la Pascua de Navidad y la
embargo, á pesar de la monotonía de la enumeración, cada nombre
de Pentecostés, nuestro pensamiento se fijaba en Nikolskoye. El tiempo
daba lugar á una observación: « Luego, vive aún, pobre criatura, cuando
transcurría, sin embargo; la época de las flores se extinguía, y una mul-
manda memorias; hace nueve años que está baldada. •> O esta otra: titud de negocios retenían aún en la población á mi padre. Al fin, cinco
« ¡Ah! no me ha olvidado; entonces volverá por Navidad; es guapo mu- ó seis carros de labranza entraban por la puerta del patio: venían á
chacho. ¿Me escribiréis una carta, no es verdad? pues no debo olvidarlo ». recoger todo lo que era necesario mandar á la casa de campo.
Yo, como es natural, lo prometía, y á su tiempo la escribía en el mis-
El antiguo coche grande y los otros carruajes en que habíamos
mo estilo. de hacer el viaje, se sacaban de las cocheras y se inspeccionaban una
Después de haberse descargado los trineos, se llenaba el salón de vez más: luego se empezaba á hacer el equipaje, y nuestras lecciones
campesinos, que se habían puesto sus mejores ropas sobre sus zamar- progresaban poco, porque á cada instante interrumpíamos al maestro
ras, y aguardaban hasta que mi padre los llamase á su despacho, á echar preguntando si habríamos de llevar tal cual libro, y mucho antes que
un párrafo sobre la nieve y el aspecto de las próximas cosechas. Ape- . los demás, dábamos comienzo á empaquetar nuestros libros, nuestras
ñas se atrevían á andar con sus pesadas botas sobre el suelo encerado; pizarras y los juguetes que nosotros mismos nos habíamos hecho.
los menos se aventuraban á sentarse al borde de un banco de madera; Todo estaba dispuesto: los carros se encontraban bien cargados
pero ninguno osaba hacerlo en silla. Así aguardaban horas enteras, de muebles, cajas con los utensilios de cocina é innumerables botes
mirando con recelo á todo el que entraba ó salía en el gabinete de mi de cristal vacíos, que debían volver en el otoño cargados de toda clase
padre. de conservas. La gente aguardaba inútilmente todas las mañanas la
Más tarde, por lo general á la mañana siguiente, uno de los cria- hora de partir; pero ésta no llegaba. Mi padre seguía escribiendo todo
dos había de subir con cautela á la habitación que servía de clase. el día en su despacho, y de noche desaparecía, hasta que al fin, habién-
— ¿Estáis solo?
dose aventurado una doncella de mi madrastra á decir que la gente
— Sí.
estaba deseosa de volver, porque se acercaba la época de segar el heno
— Entonces venid pronto al salón. Los campesinos quieren veros;
aquélla intervenía.
traen alguna razón de vuestra nodriza.
Al día siguiente, Frol, el mayordomo, y Mikael Aleeff, el primer
Cuando bajaba allí, uno de ellos me había de dar un bultito, conte-
violin, eran llamados al gabinete de mi padre. Se le entregaba al pri-
niendo comúnmente algunas tortas de centeno, media docena de hue-
mero un saco con el « dinero del camino », esto es, algunas monedas
vos duros y algunas manzanas, envuelto todo en un pañuelo de algo-
de cobre dianas por cabeza para cada una de las cuarenta ó cincuenta
dón de vivos colores. « Tomad eso; vuestra nodriza Vasilina es quien
personas que formaban la expedición; y, además, una lista, en la que
os lo manda. Mirad si se han helado las manzanas: espero que no; las
figuraban todos: la banda completa, después los cocineros y sus ayu-
he traído todo el camino en el pecho. Hemos tenido espantosas hela-
dantes, las lavanderas y la mujer que las ayudaba, que se veía con seis
das ¡>. Y en el ancho y franco rostro, rodeado de una barba espesa, se
hijos pequeños: Polka la Bizca, Domna la Grande, Domna la Chica v
dibujaba una sonrisa, mostrando dos hileras de hermosos dientes blan- 3
los restantes.
cos á través de un verdadero bosque de pelo.
El primer violín recibía la « orden de marcha ». Yo estaba bien en-
— Y esto es para vuestro hermano, de parte de su nodriza Unna terado, porque viendo mi padre que no concluía nunca, me había man-
— solía decir otro del grupo, dándome otro envoltorio semejante. — dado que la pasase al libro donde guardaba copia de todo lo que man-
Ella dice — agregaba —: nunca tendrá bastante en la escuela. daba f u e r a :
Yo, avergonzado, y no sabiendo qué decir, acababa por murmu-
« Al sirviente de mi casa, Mikhael Aleeff, del príncipe Alexei Pe-
rar: « Decid á Vasilina que le envío un beso, y á Unna otro por mi her- tronich Kropotkin, coronel y comendador.
mano ¡>, lo que todos escuchaban con alegría.
« T e ordeno marches, hecho cargo de la expedición, el 29 de Mayo,
— Lo haré así; perded cuidado.
a las seis de la mañana, partiendo de la ciudad de Moscou en dirección
Entonces Hirila, que había estado al acecho vigilando la puerta a mi estado, cuya situación es el gobierno de Haluga, distrito de Mes-
Memorias de un revolucionar¡0.-3
chousk, sobre el río Sirena, representando una distancia de ciento procedáis con arreglo a vuestro mejor criterio, con objeto de realizar
el viaje en las mejores condiciones posibles ».
sesenta millas de esta casa, cuidando del buen proceder de los hom-
bres encomendados á t u dirección; y si alguno de ellos cometiera alguna Entonces todos los presentes, familia y sirvientes, se sentaban un
momento, hacían la señal de la cruz y se despedían de mi padre. « Te
falta, observando mala conducta, embriagándose ó incurriendo en in-
suplico, Alexis, que no vayas al club » —• le decía á media voz nuestra
subordinación, lo presentarás al comandante del destacamento, que,
madrastra. El carruaje grande, tirado por cuatro caballos, con un pos-
perteneciente á las guarniciones del interior, halles más inmediato, con tillón, se hallaba á la puerta, con su pequeña escala desdoblada, para
la adjunta carta circular, pidiendo que lo azoten (el primer violín sabía facilitar la ascensión, encontrándose también allí los demás coches.
lo que esto significaba), como ejemplo para los demás. A pesar de que nuestros sitios estaban enumerados en la orden de mar-
« Se te ordena también mirar especialmente por la integridad de cha, ya nuestra madrastra tenía que hacer uso de su « mejor criterio »
los géneros encomendados á t u custodia y caminar con arreglo á la aun en este primer período del viaje, y partíamos con gran satisfacción
instrucción siguiente: Primer día, parada en el pueblo (tal) ó (cual), de todos.
para que descanse el ganado; segundo día, pasar la noche en el pueblo
Esto era una fuente inagotable de placeres para nosotros los niños.
de Rodolsk », y así sucesivamente para los siete ú ocho días que ha- Las jornadas eran cortas y parábamos dos veces al día para echar un
bía de durar el viaje. . , pienso á los caballos. Como las señoras se sentían molestas cada vez
El día siguiente, á las diez, en vez de a las seis — la puntualidad que el desnivel del terreno era de alguna consideración, se creyó lo más
no es una virtud rusa (« gracias á Dios, no somos alemanes », acostum- conveniente aligerar los carruajes, cuando había que subir ó bajar una
braban á decir los verdaderos rusos) —, los carros se ponían en mo- cuesta, lo que ocurría con frecuencia, y nosotros nos aprovechábamos
vimiento. La servidumbre tenía que hacer el viaje á pie; sólo los niños de esto para echar una ojeada al bosque que bordeaba al camino ó cor-
se acomodaban en una bañadera ó una banasta en lo alto de los carros, rer á lo largo de algún cristalino arroyo. La carretera tan bien cuidada
y algunas de las mujeres encontraban un descanso temporal en sus de Moscou á Varsovia, que seguimos durante algún tiempo, se hallaba
bordes; los demás tenían que andar todos los 565 kilómetros. Mien- cubierta de una multitud de objetos interesantes; filas de carros car-
tras que se atravesaba Moscou se mantenía la disciplina; estaba ter- gados, grupos de peregrinos y gentes de todas clases. Dos veces al día
minantemente prohibido el usar botas altas ó llevar fajas por encima hacíamos alto en pueblos grandes y animados, y después de tratar un
del traje. Pero cuando se hallaban de camino, en el que los encontrá- buen rato sobre el precio del heno y la avena, así como el del samovar,
bamos un par de días más tarde, y, sobre todo, cuando sabían que mi bajábamos á la puerta de una posada. Andrei, el cocinero, compraba
padre permanecería algunos días más en Moscou, los hombres y las un pollo y hacía la sopa; y, mientras tanto, nosotros corríamos al in-
mujeres, vestidos de la manera más estrambótica, con pañuelos de mediato bosque, ó nos entreteníamos examinando el patio de la gran
algodón ceñidos á la cintura, tostados por el sol ó empapados bajo la posada.
lluvia, y apoyándose en palos que habían cortado al paso, parecían
indudablemente más bien una banda errante de gitanos, que la ser- En Maloyaroslanetz, donde se dió una batalla el año 12, cuando
vidumbre de un opulento propietario. Iguales peregrinaciones se ha- el ejército ruso intentó en vano detener á Napoleón en su retirada de
cían de todas las casas en aquella época, y cuando veíamos una fila de Moscou, acostumbrábamos á pasar la noche. M. Paulain, que había,
criados marchando á lo largo de una calle, ya sabíamos que los Apukh- sido herido en la guerra de España, sabía, ó pretendía saber, todo lo
tins ó los Pryanishnikofís se iban fuera. referente á la batalla de Maloyaroslanetz; llevándonos al campo de
A pesar de haberse marchado los carros, la familia no se movía: la acción, y explicándonos de qué modo intentaron los rusos contra-
rrestar el avance de Napoleón, y de qué manera el gran ejército los
todos estábamos hartos de esperar; pero mi padre continuaba escribiendo
derrotó, abriéndose .paso á través de las líneas rusas. Lo hacía de tal
interminables órdenes á los administradores de sus estados, que yo
modo, como si él mismo hubiera tomado parte en la batalla. Aquí los
diligentemente copiaba en el gran libro destinado al efecto. Por ultimo, cosacos intentaron un mouvement tournant, pero Davoust, ó algún otro
se dió la orden de partir: se nos llamó abajo; mi padre leyó en alta voz general los rechazó, persiguiéndolos hasta más allá de esos cerros de la
la orden de marcha, dirigida á «la princesa Kropotkin, esposa del prin- derecha. Allá, el ala izquierda de Napoleón, desbarataba la infantería
cipe Alexei Petrovich Kropotkin, coronel, y comendador », en la que rusa, y ahí, el mismo Napoleón, á la cabeza de la antigua guardia, cargó
se especificaban las paradas que se habían de hacer durante los cinco el centro en Huturaff, cubriéndose él y los suyos de gloria imperecedera.
días de viaje. Verdad es que la orden se había redactado para el 30 de
Mayo, y hora de salida las nueve de la mañana; y como estabamos ya Mas adelante, tomamos el antiguo camino de Kaluga, detenién-
en Junio, y se había de partir por la tarde, todos los cálculos quedaban donos en Tarútino; pero aquí Paulain no era tan elocuente; porque
nulos; pero, como es costumbre en las órdenes de marcha militares, en dicho lugar fué donde Napoleón, que pensaba retirarse por el Sur,
se vió obligado, después de un sangriento combate, á abandonar aquel
este caso había sido previsto, y la dificultad resuelta en el parrafo si-
plan, no teniendo más remedio que seguir el camino de Smolénsk, que
guiente: .,
su ejército había desbaratado durante su marcha sobre Moscou. Pero,
«Pero, sin embargo, si, contrario á lo que es de esperar, la partida así y todo, según manifestaba Paulain, si no hubiera sido Napoleón
de vuestra alteza no tiene lugar en el referido día y hora, se os encarga
encañado por sus generales, se habría dirigido en línea recta sobre Kieff una de las casas separadas, destinada exclusivamente á nuestro ser-
y Odessa, y sus águilas hubiesen flotado sobre el mar Negro. vicio; y desde que su método de educación se había suavizado por la
Pasada Kaluga, teníamos que atravesar una extensión de cinco intervención de nuestra hermana Elena, nos llevábamos muy bien
millas, cubiertas de un hermoso bosque de pinos, cuyo recuerdo ha con él. Mi padre se hallaba invariablemente ausente de casa en el ve-
quedado impreso en mi memoria como uno de los mas gratos de mi rano, que pasaba entretenido en inspecciones militares, y nuestra ma-
infancia. El suelo era arenoso, como el de un desierto africano, y to- drastra no se ocupaba mucho de nosotros, especialmente desde el naci-
dos nos veíamos forzados á recorrerlo á pie, mientras que los caballos, miento de su hija Paulina. Por consiguiente, siempre estábamos con
deteniéndose á cada momento, arrastraban penosamente los coches M. Paulain, quien se hallaba muy contento en el campo y nos dejaba
por la arena. Cuando yo era mayor, gozaba en dejar la familia atrás gozar de él. Los bosques, los paseos á lo largo del río, el trepar por los
Y cruzarlo yo solo. Inmensos pinos rojos de centenares de anos se ele- montes hasta llegar á la vieja fortaleza, que la palabra de Paulain re-
vaban por todas partes, no llegando á nuestro oído mas rumor que el animaba, contándonos cómo la defendieron los rusos y cómo se apo-
producido por tan soberbios árboles. Al pie de un pequeño barranco deraron de ella los tártaros; las pequeñas aventuras, en una de las cua-
murmuraba un manantial de agua pura y cristalina, y un caminante les Paulain fué nuestro héroe, salvando á Alejandro de ahogarse, y
había dejado allí, para uso de los que vinieran despues, un cubilete, alguno que otro encuentro con lobos; todo, en suma, hacía que las im-
hecho de corteza de abedul, con un palito clavado en él, como mango. presiones nuevas y agradables fueran infinitas.
Sin que se interrumpiera el general silencio, subía la ardilla al árbol,
y la maleza se presentaba tan misteriosa como el alto ramaje. En aquel Además, se organizaban grandes jiras, en las que toda la familia
bosque nacieron mi primer amor á la naturaleza y mi primera y con- tomaba parte; unas veces, cogiendo setas en el bosque, y después to-
fusa percepción de su interesante existencia. mando te en medio de la floresta, donde un anciano de cien años de
edad vivía solo, con su pequeño nietecito, cuidando de las abejas; otras,
Una vez cruzado el bosque y pasada la barca que servia para atra- íbamos á uno de los pueblos de mi padre, en el cual se había hecho una
vesar el Ugrú, dejábamos la carretera y entrábamos por sendas rura- gran presa, en que se cogían doradas carpas á millares; una parte de
les donde verdes espigas de cáñamo se inclinaban hacia el coche, per- ellas se mandaban al amo, y las restantes se distribuían entre todos
mitiendo á los caballos comer algo verde á ambos lados del camino, los campesinos. Mi anterior nodriza vivía en ese lugar: su familia era
á medida que marchaban oprimiéndose el uno contra el otro, por vía una de las más pobres; aparte de su marido, no tenía más que un niño
tan estrecha y limitada. Al fin llegábamos á ver los sauces que marca- chico que la ayudara, y una muchacha, mi hermana de leche, que más
ban la proximidad de nuestro pueblo, y de pronto se presentaba ante tarde vino á ser predicadora y « virgen » en la secta disidente á que
nosotros el elegante campanario amarillo de la iglesia de Nikolskoye. pertenecían. Grande era su alegría cuando yo iba á verla: crema, hue-
vos, manzanas y miel era todo lo que podía ofrecer; pero la manera
*
* * de hacerlo, en relucientes platos de madera, después de haber cubierto
la mesa con un hermoso mantel de hilo, blanco como la nieve, tejido
Para la vida tranquila de los grandes propietarios territoriales de por ella misma (para los disidentes rusos, la absoluta limpieza es un
aquella época, Nikolskoye era un lugar admirable: no se encontraba precepto religioso) y las palabras tiernas que me dirigía, tratándome como
allí nada del lujo que se observa en otros estados mas importantes; á su propio hijo, dejaron una impresión profunda en mi corazon. Otro
pero un gusto artístico se percibía, lo mismo en la constricción del tanto debo decir de las nodrizas de mis hermanos mayores Nicolás y
edificio que en la disposición de los jardines y en el arreglo de todas Alejandro, que pertenecían á familias bien acomodadas de otras dos
las cosas en general. Además de la casa principal, construida reciente- sectas, disidentes, en Nikolskoye. Pocos tienen idea del tesoro de bondad
mente, había en torno de un gran espacio, libre y cuidado con esmero, que puede encontrarse en el corazón del campesino ruso, aun después
varias pequeñas, que sin embargo de dar mayor grado de independencia de siglos de la más cruel opresión, que hubieran podido muy bien ha-
á sus habitantes, no por eso destruían las íntimas relaciones de la vida bérselo endurecido.
familiar. La parte más elevada del terreno estaba dedicada a una in-
mensa arboleda de frutales, á través de la cual se llegaba a la iglesia; Cuando hacía mal tiempo, M. Paulain tenía una abundancia de
la vertiente Sur de aquél, que conducía al río, era toda un jardín, en cuentos que contarnos, sobre todo respecto á la campaña en la Penín-
el cual los cuadros de flores se veían cruzados por calles de limoneros, sula. Una y otra vez le exhortábamos á que nos refiriera de qué modo
lilas y acacias. Desde el balcón del edificio grande se disfrutaba de un f u é herido en una batalla, y cada vez que llegaba al pasaje en que sintió
hermoso paisaje formado por el río, las ruinas de una antigua, forta- el calor de la sangre que caía dentro de la bota, lo besábamos con en-
leza en la que los rusos ofrecieron una enérgica resistencia durante tusiasmo y lo tratábamos cariñosamente.
la invasión mongólica, y, más allá, una gran área de campos amarillos Todo parecía dispuesto á prepararnos para la carrera militar: la
cubiertos de cereales, limitada á lo lejos por bosques que se perdían predilección que por ella sentía nuestro padre (los únicos juguetes que
recuerdo nos trajera fueron un rifle y una garita de centinela), las na-
en el horizonte. _ . . rraciones guerreras de Paulain, y, por último, hasta la biblioteca que
En los primeros años de mi infancia ocupábamos con M. I aula.n teníamos á nuestra disposición. Esta, que había en otro tiempo per-
sobrada de hablar del benéfico influjo que á su vez él ejerció sobre el
tenecido al general Repninsky, abuelo de nuestra madre, un militar desenvolvimiento de la mía. El haber tenido un hermano mayor inte-
ilustrado del siglo xviii, se componía exclusivamente de libros sobre ligente y cariñoso, ha sido para mí una gran fortuna.
cuestiones de guerra, adornados con hermosos grabados y lujosamente Yo, mientras tanto, permanecía en casa: tenía que aguardar á que
encuadernados. E n los días de lluvia, nuestra principal diversión era me tocase el turno para entrar en el cuerpo de pajes, y eso no sucedió
mirar sus láminas, en las que se hallaban representadas todas las armas hasta que llegué á muy cerca de los quince años. Se despidió á M. Pau-
usadas desde el tiempo de los hebreos, y planos de todas las batallas lain, y se tomó en su lugar un tutor alemán: era uno de esos hombres
libradas desde la época de Alejandro de Macedonia. Estos grandes libros idealistas que no es raro encontrar entre los alemanes; pero lo que
ofrecían un material excelente para construir con ellos fuertes castillos, principalmente recuerdo de él, es el entusiasmo con que recitaba las poesías
capaces de resistir por algún tiempo los golpes de arietes, y los proyec- de Schiller, acompañándolo con un accionar tan ingenuo que me
tiles de una catapulta arquimediana (que por persistir en enviar piedras cautivaba. Sólo permaneció con nosotros un invierno.
á las ventanas fué prohibida bien pronto). Sin embargo, ni Alejandro ^. El siguiente, me mandaron como externo á un gimnasio de Moscou,
ni yo llegamos á ser militares. Las lecturas de los dieciséis años borraron y, finalmente, vine á quedar con nuestro maestro ruso, Smirnoff:
lo que aprendimos en la infancia. pronto nos hicimos amigos, en particular desde que nuestro padre nos
Las opiniones de M. Paulain sobre las revoluciones eran las mismas llevó á los dos á su estado de Ryazán. Durante el viaje nos entregá-
de la Illustration Française, publicación orleanista, de la que recibía bamos á toda clase de entretenimientos, acostumbrando á inventar
números atrasados, y cuyas láminas conocíamos perfectamente. Du- historias humorísticas á propósito de los hombres y de las cosas que
rante largo tiempo no podía yo concebir una revolución de otro modo veíamos; al mismo tiempo que, la impresión producida en mi ánimo
que representando á la Muerte montada á caballo, con la bandera roja por el terreno accidentado que cruzábamos, vino á aumentar, de un
en una mano y la guadaña en la otra, derribando á los hombres á de- modo sensible y delicado, mi creciente amor á la naturaleza. Bajo el
impulso que me dió Smirnoff, empezaron á desarrollarse mis aficiones
recha é izquierda: así la pintaba la Illustration; pero ahora pienso que
literarias, y desde el 54 al 57 no me faltaron medios de desenvolverlas.
lo que á Paulain le disgustaba era únicamente el levantamiento del 48,
Mi maestro, que para esa época había terminado sus estudios univer-
porque uno de sus relatos respecto á la Revolución de 1789 me causó sitarios, obtuvo un cargo de poca importancia en una Audiencia, donde
una impresión profunda. . . pasaba la mañana. De este modo, yo permanecía solo hasta la hora de
El título de príncipe se usaba en nuestra casa con motivo ó sin el, comer, y después de estudiar mis lecciones y dar un paseo, me que-
lo que debió chocar algo á Paulain, dando lugar á que nos contara lo daba bastante tiempo para leer, y, sobre todo, para escribir. En el otoño,
que sabía de la gran Revolución. No puedo recordar ahora lo que decía; cuando mi maestro tenía que volver á desempeñar su plaza en Moscou,
pero una cosa tengo presente, y es que el conde Mirabeau y otros nobles en tanto que nosotros seguíamos en el campo, me volvía á quedar solo,
renunciaron en un día dado á sus títulos, y que el primero, para mostrar y aunque siempre estaba en contacto con la familia y pasaba mucho
el desprecio que le inspiraban las pretensiones aristocráticas, abrió tiempo jugando con mi hermanita Paulina, todavía me sobraba bas-
una tienda, adornada con una muestra, en la que se leía: « Mirabeau, tante espacio libre para dedicarme á leer y escribir.
sastre ». (Cuento la cosa tal como se la oí á Paulain). Durante mucho
tiempo después yo me devanaba los sesos pensando qué oficio adop-
taría para poder anunciarme, « Kropotkin, artesano de tal ó cual cosa». *
* *
Más adelante, mi maestro ruso, Nikolai Paulovich Smirnoff, y el tono
generalmente republicano de la literatura rusa influyeron en mí de La servidumbre se hallaba entonces en su último año de existencia:
igual modo; y cuando empecé á escribir novelas, esto es, á los doce es un acontecimiento reciente; parece cosa de ayer; y, sin embargo,
años, adopté la firma P. Kropotkin que jamás he abandonado, á pesar aun en la misma Rusia hay pocos que tengan una idea de lo que ella
de las reprensiones de mis jefes cuando estaba en el servicio militar. era en realidad. Existe una noción confusa respecto á lo perjudicial
de las condiciones que creaba; pero la manera como éstas afectaban
VIII. al ser humano, física y moralmente, no es por lo general bien conocida.
Sorprende en verdad, ver con qué rapidez cae en el olvido una insti-
E n el otoño del 52 mi hermano Alejandro fué enviado al cuerpo tución y sus consecuencias sociales, desde el momento que deja de
de cadetes, y desde entonces sólo nos veíamos en las vacaciones y al- existir, y con cuánta celeridad cambian los hombres y las cosas. In-
guna vez que otra los domingos. El cuerpo de cadetes estaba á cinco tentaré traer á la memoria las condiciones de la servidumbre,narrando,
millas de casa, y aunque teníamos una docena de caballos, siempre ocurría no lo que oí, sino lo que vi por mí mismo.
que, cuando hacía falta que se mandara allí un trineo, no había caballos Uliana, el ama de llaves, se encuentra en el pasillo que conduce
libres de que disponer. Mi hermano mayor, Nicolás, venía á casa raras á la habitación de mi padre y se santigua, no atreviéndose á avanzar
veces.' La libertad relativa que Alejandro encontró en el colegio, y ni á retroceder. Al fin, después de haber rezado una oración, se decide
especialmente la influencia de dos de sus profesores de literatura, des- á entrar, y manifiesta en una voz casi imperceptible, que la existencia
arrollaron rápidamente su inteligencia, y más adelante tendré ocasion
de te está casi agotada, que no quedan más que veinte libras de azúcar pero él la retira diciendo, como reproche ó como interrogación: — De-
y que las demás provisiones se concluirán también pronto. jadme: ¿acaso no seréis lo mismo cuando seáis mayor?
— ¡Ladrones, bandidos! — gritaba mi padre. — ¡Y tú, t ú estás — ¡No; no lo seré jamás!
de acuerdo con ellos! — La voz atronaba la casa. Nuestra madrastra Y, sin embargo, mi padre no era de los propietarios territoriales
dejaba á Uliana que arrastrase la tormenta; pero mi padre exclamaba. más malos; por el contrario, los sirvientes y los labriegos lo consideraban
«¡Frol, llama á la princesa! ¿Dónde está? » Y cuando ella entraba la como uno de los mejores. Lo que veíamos en nuestra casa era lo que
recibía con los mismos reproches. sucedía en todas partes, á menudo en mucha mayor escala. El azotar
«Estáis también en liga con estos descendientes ^ de Cam; os los siervos era una parte de las obligaciones corrientes de la policía
ponéis de su parte »; siguiendo así, durante media hora, ó tal vez más. y de la brigada de bomberos.
Después empezaba á examinar las cuentas: al mismo tiempo pen- Uno - de esos grandes propietarios hizo á otro esta observación:
saba en el heno; se mandaba á Frol á que pesara lo que quedaba de « ¿Cómo es que el número de almas aumenta tan lentamente en vuestro
éste, y á mi madrastra á que presenciara la operación, y en tanto, mi estado? Probablemente os ocupáis poco de sus casamientos »>.
padre calculaba la cantidad que debía haber en el pajar. El resultado Algunos días después, el general volvió á su estado: hizo le trajeran
era que faltaba del heno una parte de consideración, y que Uliana no una lista de todos los habitantes del pueblo, y sacó de ella los nombres
podía dar cuenta de varias libras de tales ó cuales artículos. La voz de los muchachos que habían cumplido dieciocho años y de las jóvenes
de mi padre se hacía por momentos más amenazadora; Uliana tem- que acababan de pasar de los dieciséis (esta es la edad legal para po-
blaba; mas en aquel momento aparece el cochero y en él descarga el derse casar en Rusia), escribiendo después: « Juan se casará con Ana,
amo su ira. Mi padre se lanza sobre él y le pega; pero él sigue diciendo: Pablo con Parashka », y así sucesivamente, hasta formar cinco parejas
«Su alteza se debe haber equivocado ». «Las cinco bodas », agregó, « deberán celebrarse dentro de diez días;
esto es, el primer domingo después del próximo ».
Mi padre repite el cálculo, y esta vez aparece que hay más heno
en el pajar del que debe haber. Los gritos continúan; ahora le reprende Un grito general de desesperación se elevó en todo el pueblo: las
al cochero por no haberle dado al ganado su ración por entero; pero mujeres, lo mismo jóvenes que viejas, lloraban en todas las casas. Una
éste jura por todos los santos que le dió lo que correspondía, y Frol esperaba casarse con Gregorio; los padres de Pablo habían ya hablado
invoca á la Virgen en confirmación de lo mismo. á los Fedótoffs respecto á su hija, que pronto tendría la edad. Además,
Pero no hay forma de calmar á mi padre. Llama á Makar, el afi- era la época de la siega y no de los matrimonios; ¿y qué boda podría
nador de pianos y camarero, recordándole todas las faltas que recien- prepararse en diez días? Los campesinos vinieron á ver al amo por
temente ha cometido. Estuvo borracho la semana pasada, y ha debido docenas; sus mujeres aguardaban en grupos, con piezas de hilo fino,
estarlo también ayer, porque rompió media docena de platos. La verdad á la esposa de aquél, para conquistar su apoyo: todo en vano. El señor
es que esta avería fué la causa fundamental de todo el trastorno: había dispuesto que las bodas se celebraran en tal día, y así tenía que ser.
nuestra madrastra le había dado cuenta del hecho á mi padre^ por la E n la época fijada, la procesión nupcial, que en este caso nada
mañana, y ese fué el motivo de que se recibiera á Uliana con más rigor tenía de alegre, iba á la iglesia. Las mujeres lloraban y daban grandes
que de costumbre, por qué se comprobó la existencia del heno; y por lamentos, como acostumbran á hacerlo en los funerales. Uno de los
qué mi padre continuaba exclamando: «estos descendientes de Cam lacayos de la casa se había marchado á la iglesia, para traer la noticia
merecen todos los mayores castigos del mundo >>. al amo en cuanto terminaran la cerimonia; pero pronto tuvo que volver
corriendo, pálido y afligido, y decir, con gorra en mano:
De repente, sobreviene un momento de tregua. Mi padre se sienta
á su mesa, y escribe lo siguiente: « Llevad á Makar con esta nota á la « Parashka ha resistido; se niega á casarse con Pablo. El padre
estación de policía, y que le den cien azotes con la vara de abedul >>. le preguntó si lo quería por esposo, y ella respondió en alta voz que no ».
Terror y silencio profundo reinaba en toda la casa: el reloj daba El propietario se enfureció. « Ve y dile á ese borracho melenudo »
las cuatro y todos bajábamos á comer; pero nadie tenía apetito, y la (refiriéndose al cura; el clero ruso usa el cabello largo), «que, si no
sopa permanecía intacta en cada plato. Somos diez á la mesa y tras casa á Parashka al momento, daré cuenta al arzobispo de que es un
cada uno de nosotros hay un músico con un plato limpio en la mano borracho. ¿Cómo se atreve ese espantajo clerical á desobedecerme?
izquierda; pero Makar no se encuentra entre ellos. Dile que se le mandará á pudrirse en un monasterio, y á la familia de
Parashka la deportaré á las Estepas >>.
¿Dónde está Makar? — pregunta nuestra madrastra. « Llamadlo ».
El lacayo transmitía el mensaje: los parientes y el cura rodeaban
Pero no se presenta, y la orden se repite: al fin aparece, pálido, con el
á la muchacha; su madre llorando y de rodillas le suplicaba que no a-
rostro descompuesto, avergonzado y con la vista baja. Mi padre no
rruinara á toda la familia. Ella seguía diciendo que no, pero cada vez
levanta la suya del plato, mientras que nuestra madrastra, viendo
en una voz más débil, hasta que concluía por guardar silencio. Se le
que nadie ha probado la sopa, trata de animarnos, diciendo: «¿No
ponía en la cabeza la corona nupcial sin resistencia, y el sirviente volvía
os parece, niños, que la sopa está exquisita? »
á la carrera á anunciar que se habían casado.
El llanto me ahoga, y apenas terminada la comida corro en busca
Media hora después, las campanillas de la procesión nupcial so-
de Makar; lo encuentro en un obscuro pasillo y trato de besarle la mano;
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naban á la entrada de la morada del señor. Las cinco parejas saltaban al hospital. El jefe de las escuelas militares, el gran duque Mikhael, se-
¡I de los carros, atravesaban el patio y entraban en el salón. El dueño
los recibía, ofreciéndoles copas de vino, en tanto que los padres, colocados
pararía pronto al director de un cuerpo donde no hubiera habido uno
ó dos casos semejantes todos los años. « No hay disciplina », hubiese
detrás de sus llorosas hijas, les ordenaban se inclinaran hasta tocar el dicho.
E i? suelo en presencia de su señor. Con los simples soldados la cosa era mucho peor. Cuando alguno
Las órdenes de casamiento eran tan corrientes, que, entre nuestros de ellos aparecía ante un consejo de guerra, la sentencia era que mil hom-
criados, cada vez que una joven pareja temía que le ordenaran el ha- bres se colocaran en dos filas una enfrente de otra, estando cada soldado
cerlo á pesar suyo, tomaban la precaución de servir de padrinos en un armado de un palo del grueso del dedo pequeño (el cual era conocido
bautismo cualquiera, lo que hacía el matrimonio imposible, según la por su nombre alemán de Spitzruthen), y que el condenado pasara tres,
iglesia rusa. Esta estratajema, que por lo general daba buen resultado, cuatro, cinco ó siete veces por el centro, recibiendo un golpe de cada
terminó, sin embargo, una vez en tragedia. Andrei, el sastre, se ena- soldado, vigilando la operación los sargentos, á fin de que aquéllos le
moró de una muchacha que pertenecía á uno de nuestros vecinos: dieran con fuerza. Después de haber recibido mil ó dos mil golpes, la
esperaba que mi padre lo dejaría marchar en libertad, en calidad de víctima, escupiendo sangre, era conducida al hospital, donde se pro-
sastre, en cambio del pago anual de una cantidad determinada, y que curaba curarla, con objeto de que se concluyera de aplicar el castigo
trabajando bastante en su oficio conseguiría economizar algún dinero tan pronto como se hallara más ó menos repuesta del efecto de su
v poder libertar á la novia; pues, de lo contrario, al contraer matrimonio primera parte: si moría en el tormento, la ejecución de la sentencia
con uno de los siervos de mi padre, ella se convertía en sierva de el tam- se completaba en el cadáver. Nicolás I y su hermano Mikhael eran
Ii bién Y como Andrei y una de las doncellas de la casa temieran se les
ordenara el desposarse, se concertaron para ser los padrinos^ de una
implacables; no había jamás indulto posible. «Os daré una carrera
de baquetas, que os hará saltar la piel», eran amenazas que formaban
criatura. Lo que habían previsto ocurrió: un día fueron llamados parte del lenguaje corriente.
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ante el señor y la orden fatal fué pronunciada. Un terror sombrío se extendía por toda la casa cuando se sabia
— Siempre estamos dispuestos á obedeceros — replicaron —; que alguno de los criados iba á ser enviado á la caja de reclutas. Al in-
tl
i« -
pero hace algunas semanas hemos sido padrinos en un bautizo expli-
cando con tal motivo Andrei sus deseos é intenciones. El resultado tue,
feliz se le ponían grillos y se le vigilaba de cerca, para evitar que se
suicidara: se traía una carreta y lo sacaban entre dos guardianes, ro-
i
que se le invió á la caja de reclutas y se le hizo soldado. . deándolo todos los sirvientes. El saludaba profundamente, pidiendo
En tiempo de Nicolás I no existía el servicio militar obligatorio á todos que lo perdonaran si los había ofendido voluntaria ó involunta-
IM1! como hoy sucede. Los nobles y los comerciantes se hallaban libres de riamente. Si sus padres vivían en el pueblo, venían á verlo partir; él
él- v cuando se ordenaba una nueva leva de reclutas, los propietarios hacía una gran reverencia ante ellos, y su madre y las demás mujeres
l territoriales tenían que presentar un número determinado de siervos. de la familia empezaban á cantar en coro sus lamentaciones; era una
l Por lo general, los labriegos en sus agrupaciones comunales guardaban
un registro para su uso particular; pero los dedicados al servicio domes-
especie de canto medio recitado: «¿Por quién nos abandonas? ¿Quién
cuidará de ti en tierra extraña? ¿ Quién te protegerá contra los per-
tico se hallaban por completo á merced del señor, y si este estaba versos? » Exactamente en el mismo tono y con la misma letra con que
disgustado con alguno, no tenía más que mandarlo a la caja de reclu- cantan en los entierros.
tamiento y recoger el correspondiente recibo, que tenia un valor de Así, pues, Andrei tenía ahora que sufrir durante veinticinco años
importancia, pues podía venderse á cualquiera que le tocara la suerte la suerte de soldado: todos sus sueños de felicidad se habían desvanecido
I i bruscamente.
im ^ ^ E l ^ i c i o militar en aquellos tiempos era terrible: se le exigía
á un hombre servir veinticinco años bajo las banderas, y la vida del
soldado era extremadamente penosa. El entrar en el ejército signi-
ficaba el verse separado para siempre de su pueblo natal y de la co- El destino de una de las doncellas, Paulina, ó Palya, como acos-
ili marca, y hallarse á merced de jefes como Timoféeff de quien ya me he
ocupado. Golpes de los oficiales, azotes con varas de abedul y palizas
tumbraban á llamarla, fué más trágico todavía. Había aprendido á
bordar bien, y era una notabilidad en el oficio. E n Nikolskoye tenía
11Mi1 por la más leve falta, eran cosas normales. La crueldad de que se hacia
L a se sobreponía á todo lo imaginable. Hasta enlos cuerpos de cadetes,
su bastidor en la habitación de mi hermana Elena, y con frecuencia
tomaba parte en la conversación que sostenían ésta y la de mi madras-
|l en los que sólo recibían instrucción los hijos de los nobles, mil azotes tra, que estaba con ella. Por su porte y modo de expresarse, Palya
IM con varas de abedul se administraban algunas veces, en presencia de parecía más bien una señorita que una criada.
III
ira
todo el cuerpo, por cuestión de un cigarrillo, hallándose el medico al
lado del niño atormentado, quien sólo ordenaba que se suspendiera
Una desgracia le acaeció; se apercibió que pronto sería madre. Le
contó todo á nuestra madrastra, quien la llenó de improperios: «¡No
el castigo cuando observaba que el pulso se hallaba proximo a dejar permitiré que siga en mi casa una criatura así por más tiempo! ¡No
III de latir* La víctima, cubierta de sangre y sin conocimiento, era llevada toleraré tal vergüenza en casa! ¡Esto es una indecencia!» y todo á este

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tenor. Las lágrimas de Elena no consiguieron ablandarla. A la pobre del establecimiento puso todo lo que pudo de su parte, á fin de inducir
le cortaron el cabello, y fué de castigo á cuidar del ganado; mas como á mi padre á que le diera libertad y lo dejara ir á la Universidad, donde
tenía entre manos un trabajo extraordinario, tuvo que terminarlo en no se permite entren los siervos. « Con seguridad se hará un hombre
un local sucio y con escasa luz. Después hizo otros muchos bordados notable — decía el director —, tal vez una de las glorias de Rusia, y
delicados, todo con la esperanza de obtener un perdón que no pudo hallaréis un honor en haber reconocido su capacidad y entregado tal
alcanzar. hombre á la ciencia. »
El padre de la criatura, que era un sirviente de uno de nuestros « Lo necesito para mi estado >>, era la contestación que se daba á
vecinos, imploró el permiso para casarse con ella; pero como no tenía todas las súplicas que se hacían en su favor. Cuando, después de todo,
dinero que ofrecer, su demanda fué desechada. Las maneras delicadas con los sistemas primitivos de agricultura que entonces se empleaban,
de Palya fueron consideradas como ofensivas, y la suerte que se le re- y de los que jamás se hubiera apartado mi padre, Gherasim Krugloff
servó fué de lo más desgraciada. Había entre la servidumbre uno que era completamente inútil. Levantó un plano del estado; pero una vez
hacía de postillón á causa de su baja estatura; se le conocía por « Filka concluido éste, se le destinó al departamento de los criados y se le
el de las patas tuertas». En su juventud había recibido una terrible coz, obligó á servir á la mesa con plato en mano. Esto, como es natural,
y no llegó á crecer: tenía las piernas torcidas, los pies vueltos hacia adentro, le disgustó mucho; sus sueños lo llevaban á la Universidad, álos trabajos
la nariz partida y ladeada; su rostro era deforme; y con este monstruo científicos. En su mirada se reflejaba su pesar, y nuestra madrastra
se decidió casar á la pobre muchacha, lo que se efectuó á pesar suyo, parecía hallar un especial placer en mortificarlo cada vez que se presen-
mandándose después del matrimonio, como campesinos, al estado de taba la oportunidad. Un día de otoño, habiendo una ráfaga de viento
mi padre en Ryazán. abierto la puerta de entrada, ella lo llamó y le dijo: « Garaska, ve á
cerrar la puerta ».
No se reconocía, ni aun se sospechaba, que los siervos tuvieran
sentimientos humanos; y cuando Turgueneff publicó su pequeña historia Eso fué la gota que hace rebosar el vaso. En el acto contestó: « Para
Mutnu, y Grigorovich comenzó á dar á luz sus novelas sentimentales, eso tenéis el portero » — y siguió su camino.
en las que hacía llorar á sus lectores sobre la desventura de los siervos, Mi madrastra corrió á la habitación de mi padre gritando: « ¡Vues-
para muchas gentes aquello fué una inesperada revelación. «¿Es po- tros criados me insultan en vuestra casa! >>
sible que amen ellos como nosotros? >> — exclamaban las damas sensibles, Inmediatamente Gherasim fué arrestado y esposado, para .ser
que no podían leer una novela francesa sin derramar lágrimas por los enviado fuera como marinero. La despedida de sus ancianos padres con él,
trabajos que pasaban los héroes y las heroínas nobles. fué una de las escenas más conmovedoras que jamás he presenciado!
_ Esta vez, sin embargo, la suerte se encargó de la venganza: Ni-
* colás I murió y el servicio militar se hizo más tolerable; la gran habilidad
* *
de Gherasim fué pronto reconocida, y en pocos años vino á ser uno
La educación que los dueños daban algunas veces á los siervos de los principales empleados y la piedra angular de uno de los departa-
no era más que un nuevo motivo de pesares para éstos. Mi padre re- mentos del Ministerio de la Guerra. Entre tanto, mi padre, que era
cogió una vez de casa de unos labriegos un muchacho muy listo, y lo completamente honrado, y en una época en que casi todos se dejaban
mandó á que aprendiera de practicante, y como era inteligente, lo hizo corromper y sólo pensaban en hacer fortuna, jamás se había apartado
pronto y con buen resultado. Cuando volvió á casa, mi padre compró de la buena senda; por hacer un favor al jefe del cuerpo á que pertenecía,
todo lo que hacía falta para montar una enfermería, que, bien provista se separó un momento de ella, consintiendo en no sé qué clase de irre-
de medicamentos y en buenas condiciones, se estableció en una de las gularidad. A punto estuvo esto de costarle su ascenso á general; el
casas laterales de Nikolskoye. En verano, el Dr. Sasha, como familiar- objeto final de sus treinta y cinco años de servicio se hallaba próximo
mente se le llamaba en casa, siempre estaba muy ocupado, recolectando á perderse. Mi madrastra fué á San Petersburgo á arreglar el asunto,
y preparando toda clase de plantas medicinales, y en poco tiempo se y un día, después de haber dado muchos pasos, le dijeron que la única
hizo muy popular en aquellos contornos. Los enfermos venían de los persona que podía resolver la dificultad era un humilde empleado en
pueblecitos inmediatos, y mi padre estaba orgulloso ante el buen re- un departamento determinado del Ministerio, quien, á pesar de su
sultado que daba su Casa de Socorro. Pero este estado de cosas no insignificancia, era el que todo lo dirigía, pues los jefes no hacían nada
duró mucho: un invierno, mi padre fué á Nikolskoye, estuvo allí unos sin consultarle. ¡Este hombre se llamaba Gherasim Ivanovich Krugloff!
dias y se marchó después. Aquella noche el Dr. Sasha se pegó un tiro; « ¡Qué os parece nuestro Garaska! » — me dijo ella después —: siempre
se dijo que había sido casual; pero una historia de amores encontrábase creí que tenía una gran capacidad. Fui á verlo, le hablé del particular,
en el origen del hecho. Estaba enamorado de una muchacha con quien y me contestó: « No tengo prevención alguna contra el príncipe, y haré
no se podía casar por pertenecer á otro dueño. por él todo lo que pueda >>.
La suerte de otro joven, Gherasim Krugloff, á quien mi padre educó Gherasim cumplió su palabra: hizo un informe favorable, y mi
padre obtuvo su promoción, pudiendo al fin vestir el uniforme tan de-
en el Instituto Agrícola de Moscou, fué igualmente casi tan desgraciada. seado.
Hizo unos exámenes brillantes, ganando medalla de oro, y el director
Estas eran cosas que yo mismo vi en mi infancia; pues si fuera á re-
latar todo lo que oí en aquella época, las proporciones de este trabajo " * **
aumentarían mucho en extensión: historias de hombres y mujeres a-
rrancados de su familia y de su país y vendidos ó perdidos al juego, ó Diez ó doce años después de las escenas descritas en la primera
cambiados por dos perros de caza y enviados después á una parte remota parte de este capítulo, me hallaba sentado en el despacho de mi padre
de Rusia, con objeto de crear un nuevo estado; de criaturas quitadas y hablábamos de cosas pasadas. Se había abolido la servidumbre, y
á sus padres y vendidas á dueños crueles ó corrompidos; de apaleos en mi padre se lamentaba del nuevo estado de cosas, aunque no de un
los establos, que tenían lugar todos los días con una saña implacable; modo excesivo; lo había aceptado sin gran repugnancia.
de una joven que encontró su única salvación ahogándose; de un an- — Debéis convenir conmigo — le dije —, que á menudo castigábais
ciano que había encanecido al servicio de su amo y que al fin se ahorcó á nuestros criados con crueldad, y hasta sin razón.
bajo sus ventanas; y de sublevaciones de siervos, que eran sofocadas
— Con esa gente — me contestó —, no era posible proceder de
por los generales de Nicolás I, matando á palos, diezmando ó quin-
otra manera — y reclinándose en su butaca permaneció largo rato su-
tando á los habitantes de un pueblo que luego arrasaban, y cuyos su-
mergido en sus pensamientos.—Pero lo que yo hice no valía la pena de
pervivientes tenían que ir á pedir una limosna á las provincias inme-
que se hablara de ello — dijo después de aquella pausa. — Mirad, por
diatas. En cuanto á la miseria que encontré durante nuestros viajes
ejemplo, á ese mismo Sableff: parece tan suave y habla sin alzar nunca
en algunos pueblos, particularmente en los que pertenecían á la familia
la voz, y, sin embargo, fué verdaderamente terrible con sus siervos.
imperial, no hay palabras con que describirla: había que verla. ¡Cuántas veces se concertaron para matarlo! Yo, al menos, nunca abusé
de mis doncellas, en tanto que ese diabólico de T. se manejaba de tal
* modo, que las mujeres de los labriegos se disponían á castigarlo de
* *
un modo terrible... ¡Que descanses, bonne nuitJ
El llegar á ser libre era el sueño constante de los siervos; sueño
que no era fácil realizar, porque se necesitaba una fuerte suma para in- IX.
ducir á un propietario á que se desprendiera de uno de ellos.
— ¿No sabes — me dijo una vez mi padre —, que vuestra madre Recuerdo bien la guerra de Crimea. En Moscou no se dejaba mucho
se me apareció después de muerta? Vosotros los jóvenes no creéis en sentir. Aunque, como es de suponer, se hacían hilas y vendajes en todas
estas cosas; pero ello es que ocurrió. Estaba yo una noche muy tarde las reuniones de confianza, poco de esto llegaba, sin embargo, á los ejér-
sentado en este sillón, ante la mesa de escritorio y medio dormido, citos rusos, pues grandes cantidades se robaban y vendían á los de los
cuando la vi entrar toda vestida de blanco, muy pálida, y con los enemigos. Mi hermana Elena y otras jóvenes cantaban himnos patrió-
ojos resplandecientes. Ya en la agonía, me había pedido que le pro- ticos; pero, en general no se conocía la lucha que sostenía el país, en
metiera dar libertad á su doncella Maska, y así lo hice; pero después, el tono y modo de ser de lo que se llama la sociedad. E n los pueblos,
entre una cosa y otra, se pasó cerca de un año sin que yo hubiera cum- por el contrario, la guerra causaba terribles tristezas: las levas de
plido mi promesa. Entonces se me apareció, y me dijo con Una voz muy reclutas se sucedían unas á otras con rapidez, y continuamente oíamos
débil: « Alexis, me prometiste dar libertad á Maska; ¿ lo has olvidado? o á las mujeres de los campesinos entonar sus cantos funerarios. El
Quedé aterrado; salté del sillón, pero ya se había desvanecido. Llamé á pueblo ruso miraba la guerra como una calamidad que le enviaba la
los criados, mas ninguno había visto nada. A la mañana siguiente fui Providencia, y la aceptaba con una solemnidad que contrastaba de
á su tumba, hice que se le cantara un responso é inmediatamente di un modo extraño con la alegría que observé en otras partes en igualdad
libertad á Maska. de circunstancias. A pesar de ser joven, pude apreciar ese sentimiento
Cuando murió mi padre, Maska vino al entierro y le hablé. Estaba de solemne resignación que se extendía por nuestras campiñas.
casada, y se hallaba feliz en su vida de familia. Mi hermano Alejandro, Mi hermano Nicolás fué atacado, como muchos otros, por la fiebre
eñ su estilo humorístico, le dijo lo que nuestro padre había contado, de la guerra, y antes de haber concluido sus estudios en los cuerpos
y le preguntamos qué sabía sobre el particular. de cadetes se reunió al ejército del Cáucaso: no lo volví á ver más.
— Como eso sucedió — replicó ella —, hace mucho tiempo, ahora E n el otoño de 1854, nuestra familia se vió aumentada con la ve-
puedo deciros la verdad. Viendo que vuestro padre había completa- nida de dos hermanas de nuestra madrastra. Habían tenido casa propia
mente olvidado su promesa, me vestí de blanco y hablé como ella, re- y algunas viñas en Sebastopol; mas como perdieron aquélla se unieron
cordándole la promesa que le había hecho. ¿No me guardaréis rencor con nosotros. Cuando los aliados desembarcaron en Crimea, se les dijo
por eso, no es verdad? á los habitantes de Sebastopol que nada tenían que temer, y que debían
— ¡Claro que no ! permanecer donde estaban; pero después de la derrota de Alma, se les
ordenó que se marcharan á la carrera, porque la ciudad sería atacada
dentro de pocos días. Había pocos convoyes, y no se encontraba ma-
nera de moverse en los caminos, invadidos por las tropas que marchaban
hacia el Sur. El alquilar un carro era poco menos que imposible, y las
señoras, que abandonaron cuanto tenían en el camino, lo pasaron muy del terrible bombardeo, y, finalmente, de la evacuación de la población
mal antes de llegar á Moscou. por nuestras tropas, arrancaban á todos lágrimas. En todas las casas
de campo de las inmediaciones, la pérdida de Sebastopol, causó tanto
Pronto me hice amigo de la más joven de las dos hermanas, una pesar como la de un pariente cercano, por más que todos comprendían
señora como de treinta años, que no se quitaba el cigarrillo de la boca que ahora la terrible guerra tocaría pronto á su término.
mientras me contaba todos los horrores del viaje. El recuerdo del her-
moso buque de guerra que hubo necesidad de echar á pique á la en-
trada de la bahía de Sebastopol le hacía derramar lágrimas, y no se X.
explicaba cómo podían los rusos defender á la ciudad desde tierra no
habiendo murallas que merecieran este nombre. Fué en Agosto de 1857, teniendo ya cerca de los quince años,cuando
me tocó el turno de entrar en el cuerpo de pajes, y me mandaron á San
Tenía yo trece años cuando murió Nicolás I. A la caída de la tarde Petersburgo. Entonces era yo todavía una criatura; pero el carácter
del 18 de Febrero (2 de Marzo), fué cuando la policía distribuyó por del hombre adquiere por lo general sus rasgos característicos mucho
todas las casas de Moscou un boletín anunciando la enfermedad del antes de lo que comúnmente se supone, y es cosa para mí fuera de duda
Zar, é invitando á todos sus habitantes á rogar en los templos por su que, bajo mi apariencia infantil, era en esa época, con poca diferencia,
restablecimiento. Ya entonces había muerto, y las autoridades lo sabían, lo mismo que había de ser más adelante: mis gustos, mis inclinaciones,
pues había comunicación telegráfica entre Moscou y San Petersburgo; se hallaban ya determinados.
pero como previamente nada se había dicho respecto á su enfermedad,
creyeron más conveniente ir preparando al pueblo gradualmente para El primer impulso á mi desarrollo intelectual fué dado, como he
anunciarle su defunción. Todos nosotros fuimos á la iglesia y rezamos dicho antes, por mi maestro ruso. Es una costumbre excelente de las
fervorosamente. familias rusas, costumbre que hoy, desgraciadamente, empieza á caer
en desuso, el tener en casa un estudiante que ayude á los muchachos
El día siguiente, sábado, se repitió lo mismo, y todavía el domingo y á las jóvenes en sus lecciones, aun cuando estén en un gimnasio;
por la mañana se distribuyeron los referidos boletines. La noticia de su pues para asimilarse mejor lo que aprenden en la escuela,' y para
muerte no llegó á nosotros hasta el medio día, traída por algunos ampliar el concepto de lo aprendido, su concurso es de gran provecho.
criados que habían ido al mercado. Un verdadero terror se apoderó de Además, él introduce un elemento intelectual en la familia, se convierte
nuestra casa y de las de nuestros parientes al hacerse público el suceso. en un hermano mayor de los niños, y á menudo aún algo mejor, porque
Se decía que la gente se había conducido de un modo muy extraño en el el estudiante tiene cierta responsabilidad en el adelanto de sus discí-
mercado, no mostrando sentimiento alguno, y usando un lenguaje pe- pulos, y como los sistemas de enseñanza cambian rápidamente de una
ligroso. Muchos se hablaban al oído, y nuestra madrastra no se cansaba generación á otra, puede hacer más en favor de aquéllos que los padres
de repetir: — « No hablad delante de la gente » — en tanto que los criados más instruidos.
cuchicheaban entre sí, probablemente refiriéndose á su próxima eman-
cipación. Los nobles esperaban á cada momento una sublevación de Nikolai Paulovich Smirnoff tenía aficiones literarias. En aquel
los siervos, un nuevo levantamiento de Pugachoff. tiempo, bajo la bárbara censura de Nikolás I, muchas obras, comple-
tamente inofensivas, de nuestros mejores autores, no podían publi-
En San Petersburgo, entre tanto, las personas ilustradas, al co- carse, y otras eran tan mutiladas, que se concluía por privar á algunos
municarse mutuamente la noticia, se abrazaban en las calles. Todos de sus pasajes más importantes de todo su interés. En la comedia de
comprendían que el fin de la guerra, así como el de las terribles con- costumbres de Griboyedolf, La Desgracia de la Inteligencia, que puede
diciones que habían prevalecido bajo el poder del « déspota de hierro », competir con las mejores de Molière, el nombre de coronel Skalorúb,
se hallaban muy próximos. Se habló de envenenamiento, con tanto más tuvo que cambiarse por el de M. Skalorúb, en perjuicio del sentido
motivo cuanto el cadáver se descompuso con rapidez; la verdadera y aun del verso, porque la representación de un coronel bajo un as-
causa sólo se dió á conocer gradualmente; fué una fuerte dosis de un tó- pecto cómico, se hubiera considerado como un insulto al ejército. Del
nico que Nicolás había tomado. inofensivo libro de Gógol, Almas Muertas, no se permitió la publicación
En los campos, durante el verano de 1855, la heroica lucha que de la segunda parte, ni una nueva edición de la primera, que hacía
se sostenía en Sebastopol por cada palmo de terreno y por cada piedra tiempo estaba agotada. Numerosas poesías de Pashkin, Lermontoff,
de sus desmantelados bastiones, era seguida con el mayor interés. A. H. Tolstoi", Ryleeff y otros, estaban condenadas á no ver la luz, sin
Un mensajero se mandaba regularmente dos veces á la semana contar aquellas composiciones que tenían algún sabor político ó eran
desde nuestra casa á la cabeza de partido á buscar los periódicos, y á s u una crítica de la situación en general. Todo esto circulaba manuscrito,
vuelta, aun antes de que se desmontara, ya se le habían quitado de y Smirnoff acostumbraba á copiar libros enteros de Gógol y Rushkin]
la mano y abierto los papeles. Elena ó yo los leíamos en alta voz á para él y sus amigos, trabajo en el cual yo en ocasiones le ayudaba.'
la familia, y las noticias eran en el acto transmitidas al departamento Como verdadero hijo de Moscou, sentía una profunda veneración por
de los criados, y después á la cocina, el escritorio, la casa del cura y las aquellos de nuestros escritores que vivían en dicha ciudad, algunos
de los labriegos. Las noticias que vinieron de los últimos días del sitio, de los cuales moraban en nuestro mismo barrio. Me señalaba con re§-
Menioriq s de un revolucionario.-4
especie de « variedades ». La vida económica de esta publicación estaba
peto la casa de la condesa Saliás (Eugenia Tour), que era nuestra completamente asegurada, porque tenía bastantes sugeriptores; esto
vecina más inmediata, en tanto que á la del conocido desterrado Ale- es, el mismo editor y Smirnoff, quien pagaba regularmente su suscripción
jandro Herzen la miraba con un sentimiento misterioso de respeto pro- de tantos pliegos de papel, aun después de haberse ido de casa; por
fundo y veneración. La casa donde vivió Gógol era para nosotros un lo que yo, en cambio, sacaba con esmero un segundo ejemplar para tan
objeto de gran estima, y aunque yo no había cumplido los nueve años fiel suscriptor.
cuando él murió (en 1851), y no había leído ninguna de sus obras, re-
cuerdo bien el sentimiento que su muerte produjo en Moscou. Turgueneff. Cuando Smirnoff nos dejó y un estudiante de medicina, llamado
lo expresó muy bien en una nota, por cuya razón el emperador lo N. M. Paulo ff, ocupo su puesto, este último me ayudaba en mis tra-
mandó prender y lo desterró á sus estados. bajos editoriales. Obtuvo para la Revista un poema, obra de un amigo
suyo, y, lo que es más importante, el discurso de entrada sobre Geo-
El gran poema de Rushkin, Eughéniy A nyéghin me impresionó grafía Física, por uno de los profesores de Moscou; trabajos que, por
poco, y todavía admiro más la sencillez y hermosura del estilo que el su puesto, eran inéditos, pues las reproducciones no hubieran tenido
fondo de la composición. Pero las obras de Gógol, que leí cuando tenía aceptación.
once ó doce años, causaron un poderoso efecto en mi imaginación, y
Creo inútil decir que Alejandro tomó un vivo interés en el asunto,
mis primeros ensayos literarios eran una imitación de su estilo humo-
y su fama llegó pronto hasta el cuerpo de cadetes. Algunos jóvenes'
rístico. Una novela histórica de Zagóskin, Yuriy Milostausky, referente
escritores, caminando hacia el templo de la fama, emprendieron la
á la época del gran levantamiento de 1612, La Hija del Capitán, de Rush-
publicación de otra Revista rival. La cuestión era seria; en poemas
kin, que trataba del de PugachófE, y la Reina Margarita, de Dumas,
y novelas nada teníamos que temer; pero ellos contaban con u n « crí-
despertaron en mí un interés constante por la Historia. Respecto a
tico », y el escritor que al juzgar una nueva novela, hable de todo con
otras novelas francesas, sólo he empezado á leerlas desde que Daudet
libertad y desenvoltura, abordando cuestiones que no hubieran podido
y Zola se presentaron en escena. Las poesías de Nekrasoff eran mis
tratarse sin ese motivo, puede decirse que constituye el nervio de toda
favoritas desde mis primeros años, y muchas de sus composiciones
Revista rusa. ¡Ellos tenían un crítico y nosotros no! Aquél escribió
las sabía de memoria. un artículo para el primer número, el cual se lo enseñaron á mi hermano.
Temprano me hizo empezar á escribir Nicolai Paulovich, y con Era algo pretencioso y de poco valor: Alejandro escribió desde luego
su ayuda hice una larga Historia de Media Peseta, para la cual inventamos otro en contra, ridiculizando y desbaratando la crítica de un modo
toda clase de tipos, en cuyo poder venía á caer aquélla. Mi hermano violento, lo que produjo gran consternación en el campo enemigo, dando
Alejandro tenía por entonces aptitudes mucho más poéticas. Escribía por resultado que desistieran de su empeño, viniendo la flor de sus
cuentos muy románticos, y temprano empezó á hacer versos, cosa que escritores á ingresar en nuestra redacción; lo cual nos permitió anunciar
realizaba con admirable facilidad y en estilo verdaderamente natural triunfalmente, la futura «exclusiva colaboración», de tantos ó cuantos
y armonioso á la vez. Si el estudio de la Historia Natural y la Filosofía periodistas distinguidos.
no hubieran después ocupado su atención, es indudable que hubiera En Agosto de 1857 tuvo que suspenderse la Revista, que ya con-
llegado á ser un poeta de nombradla. taba cerca de dos años de existencia. Nuevas condiciones de vida, y
En ese tiempo, el lugar favorito que tenía para buscar inspiración un cambio completo en el modo de ser de ésta se presentaban ante mí.
era un tejado de suave inclinación que se encontraba bajo nuestra Me alejé de casa con pesar, con tanto más motivo, cuanto la distancia
ventana. Lo que despertaba en mí un constante deseo de embromarlo: que existía entre San Petersburgo y Moscou iba á separarme de Ale-
« Ahí está el poeta sentado al pie de una chimenea, procurando hacer jandro, y, además, porque ya consideraba una desgracia tener que
v c r s o s » _ solía yo decir —; y la broma venía á terminar en fiera dis- entrar en una escuela militar.
puta que causaba la desesperación de nuestra hermana Elena. Pero
él era tan poco vengativo, que pronto se hacía la paz, y ambos nos
amábamos entrañablemente. Entre muchachos, disputar y quererse
van mano á mano.
Ya entonces empecé á dedicarme al periodismo. A los doce anos
comencé á editar un diario. Como en mi casa no abundaba mucho el
papel, sus dimensiones tenían que ser modestas. Y como aun no había
estallado la guerra de Crimea y el único periódico que recibía mi padre
era la Gaceta de la policía de Moscou.no tenía grandes modelos que copiar.
Por cuyo motivo la mía sólo se componía de sueltos entrecortados,
anunciando las noticias del día, como, por ejemplo: «N. P. Smirnoff
fué al bosque y mató dos tordos », y otras por el estilo.
Esto pronto dejó de satisfacerme, y en 1855 comencé una Revista
mensual que contenía los versos de Alejandro, mis novelillas y una
humorístico: « Ya sabéis lo que dijo César; vale más ser el primero del
pueblo, que el segundo de Roma ». A lo que contesté con viveza, que
me conformaría con ser el último de todos, con tal de poder dejar la
P A R T E SEGUNDA escuela militar lo antes posible. « Tal vez os guste pasado algún tiempo»
— me dijo —; y desde aquel día me trató con afabilidad.
Al maestro de aritmética, que también trató de consolarme, le di
mi palabra de honor de que jamás fijaría la vista en su libro de texto- y
sin embargo, tendréis que aprobarme con nota de primera — agregué'
EL CUERPO D E P A J E S . Cumplí lo prometido; pero cuando pienso en estas escenas, comprendo
que el discípulo no era de un carácter muy dócil.
Y, sin embargo, cuando vuelvo la vista hacia ese pasado tan re-
I. moto, no puedo por menos de congratularme por lo sucedido; pues
no habiendo tenido en el primer año más que hacer que repetir lo que
La tan anelada ambición de mi padre se realizó al fin: había una ya sabia, adquirí la costumbre de aprender mis lecciones con sólo atender
vacante en el cuerpo de pajes, que yo podía llenar antes de cumplir á las explicaciones del maestro; y una vez terminada la clase, tenía bas-
la edad en que queda cerrada la admisión, y me llevaron á San Peters- tante tiempo para leer y escribir á mi gusto. Jamás me preparaba
burgo é ingresé en el colegio. Sólo ciento cincuenta niños, en su mayoría para los examenes, y el tiempo que á tal objeto concedían, solía emplearlo
hijos de la nobleza de la corte, recibían educación en este cuerpo pri- en leer en alta voz á algunos amigos, dramas de Shakespeare ó de
vilegiado, en el que se hallaba combinado el carácter de una escuela Ustrausky. Estando también mejor preparado al llegar á las clases
militar, á la que se habían otorgado derechos especiales, y el de una superiores, para dominar las distintas materias que teníamos que estu-
institución cortesana agregada á la casa imperial. Después de haber diar. Ademas, pasé más de la mitad del primer invierno en la enfermería
pasado cuatro ó cinco años en el cuerpo de pajes, los que habían sufrido pues, como todos los jóvenes que no han nacido en San Petersburgo
el examen final eran recibidos como oficiales en cualquier regimiento tuve que pagar un pesado tributo á «la capital de las lagunas de Fin-
de la guardia ó de otra arma cualquiera, sin tener para nada en cuenta landia » . b a j o la forma de varios ataques de cólera local, y, finalmente
el número de las vacantes que pudiera haber en los mismos; y todos uno de fiebre tifoidea.
los años, los primeros dieciséis alumnos más distinguidos eran nombrados
pajes de cámara; esto es, estaban personalmente agregados á los varios
*
miembros de la familia imperial: el emperador, la emperatriz, las grandes * *
duquesas y los grandes duques. Lo que, por supuesto, se consideraba
un gran honor, y, además, los jóvenes en quienes recaía, se daban á co- Cuando ingresé en el cuerpo de pajes, su organización sufría un
nocer en la corte y tenían después muchas probabilidades de ser cambio profundo: la Rusia entera se despertaba entonces del pesado
nombrados ayudantes de campo del emperador ó de alguno de los grandes sueno y la terrible pesadilla del reinado de Nilcolás I, y nuestro colegio
sintió también los efectos de ese renacimiento. Verdaderamente, no
duques, y, por consiguiente, contaban con grandes facilidades para
sé lo que hubiera sido de mí si hubiera entrado en el cuerpo uno ó dos
hacer una brillante carrera al servicio del Estado. Los padres de las anos antes. O mi carácter se hubiera modificado por completo, ó me
familias relacionadas con la corte cuidaban mucho, por tal motivo, hubiesen expulsado de la escuela en condiciones que no es posible cal-
de que sus hijos no dejaran de entrar en el cuerpo de pajes, aun cuando cular. Afortunadamente, el período de transición se hallaba en todo
para ello hubiera que saltar por encima de otros candidatos que jamás su apogeo en el año 1857.
veían llegar su turno. Ahora que yo estaba ya en ese cuerpo escogido,
mi padre podía dar rienda suelta á sus sueños é ilusiones. El director del cuerpo era un anciano excelente, el general Zhel-
tukhin, pero su cargo era puramente nominal; el verdadero jefe de la
Dicho cuerpo estaba dividido en cinco clases, de las que la su- escuela era «el coronel». El coronel Girardot, un francés al servicio
perior era la primera y la inferior la quinta; se trató de que yo entrara de Rusia. Las gentes decían que era un jesuíta, y así debía ser, según
en la cuarta; pero como resultó del examen que no me encontraba muy creo: sus procederes, al menos, estaban en armonía con las doctrinas
fuerte en la cuestión de decimales, y la clase referida contenía aquel de Lo yola, y sus sistemas de educación eran los de los colegios de
fa
año más de cuarenta alumnos, en tanto que sólo veinte se habían ma- jesuítas franceses.
triculado para la quinta, ingresé en esta última.
nin, n n f f r á ° S U n \ ° m b r e P e <l u e ñ 0 7 extremadamente delgado, con
Esto me disgustó sobremanera. Después de haber entrado^con ojos obscuros y penetrantes y mirada furtiva, usando un bigote recor-
repugnancia en una escuela militar, ahora resultaba que tendría que té;?116.!, 61 p a r e C Í d
° d e U n § a t 0 ; e r a s u a v e y firme al mismo
permanecer en ella cinco años en vez de cuatro. ¿ Qué había yo de hacer tiempo; no de una notable inteligencia, pero sí muy astuto; un déspota
en 'aquella clase, cuando ya sabía lo que en ella se enseñaba? Con lá- por temperamento, capaz de odiar, de una manera intensa, al alumno
grimas en los ojos le hablé al director, pero éste me contestó en tono que no se sometiera á su fascinación, y de expresar ese sentimiento
pero bajo el dominio de Girardot estas persecuciones tomaban un aspecto
no por medio de ridiculas persecuciones, sino constantemente, por su más violento, y procedían, no de los compañeros de la misma clase,
conducta en general; por una palabra, soltada al parecer al acaso, un sino de los de la primera; de los pajes de cámara, que no eran oficiales
gesto, una sonrisa, ó una interjección. Al andar parecía que se deslizaba, en comisión, y á quienes aquél había colocado en una posición superior,
y las miradas exploradoras que acostumbraba á lanzar á su alrededor completamente excepcional. Su sistema era darles carta blanca; hacerse
sin mover la cabeza completaban la ilusión. En sus labios se hallaba el desentendido, hasta de los horrores que cometían á cada momento,
siempre impreso un sello de gravedad fría, aun en los momentos que y mantener por medio de ellos una severa disciplina. El contestar á
procuraba aparecer todo lo más afable posible; expresión que se mar- un golpe recibido de un paje de cámara, hubiera bastado en tiempo de
caba más aún cuando se veía su boca contraída por una sonrisa de Nicolás I para ser enviado á un batallón de hijos de soldados, como
disgusto ó de desprecio. Nada de esto le daba el aspecto de un jefe: á el caso se hubiese hecho público; y el rebelarse, de cualquier modo, contra
primera vista, cualquiera lo hubiera tomado por un padre bondadoso un mero capricho de uno de aquéllos, motivo fuera suficiente para que
que hablaba á sus hijos pequeños como si ya fueran adultos; pero los veinte que formaban la clase, armados con sus pesadas reglas de
pronto se echaba de ver que todos y todo tenía que inclinarse ante su roble, se reunieran en un local cualquiera y, con la tácita aprobación
voluntad. Desgraciado del muchacho que no se considerara contento de Girardot, administraran una soberbia paliza al que hubiera mos-
ó disgustado, según los grados de buena ó mala voluntad que el coronel trado semejante espíritu de insubordinación.
le hubiera demostrado.
De este modo, la primera clase se despachaba á su gusto, y todavía
Las palabras « el coronel >> se encontraban continuamente en todos el invierno anterior uno de sus juegos favoritos consistía en reunir á
los labios: á otros oficiales se les conocía por sus motes; pero nadies© los « novatos >> por la noche, con sólo la camisa de dormir, y hacerlos
atrevió á ponerle ninguno á Girardot. Le rodeaba una especie de mis- correr como los caballos en el circo, mientras que ellos, armados de grandes
terio, como si fuera omnisciente y se hallara presente en todas partes. fustas de goma elástica, unos en el centro y otros por fuera de la pista,
Verdad es que pasaba el día y parte de la noche en la escuela: hasta los azotaban sin piedad. Por regla general, el « circo >> terminaba de un
cuando estábamos en clase lo recorría todo, registrando nuestras carpetas, modo oriental, en una forma abominable. El concepto de la moral que
que abría con sus mismas llaves. En cuanto á la noche, una buena prevalecía en aquel tiempo y lo que á veces se decía en la escuela res-
parte de ella la empleaba en escribir en pequeños libros, de los que pecto á lo que ocurría de noche después del circo, eran de tal índole,
tenía una buena colección, en columnas separabas, con signos especiales que mientras menos se hable de ellcr tanto mejor.
y en tintas de diferentes colores, todas las faltas y buenas cualidades El coronel sabía todo esto: tenía organizado un perfecto sistema
de cada uno. de espionaje y nada pasaba para él inadvertido; pero mientras no se
Los juegos, las bromas y las conversaciones se suspendían desde supiera oficialmente que lo sabía, todo marchaba bien. El cerrar los
el momento que lo veíamos avanzando lentamente á través de nuestros ojos ante todo lo que hacía la clase primera era la base de su sistema
espaciosos salones, acompañado de alguno de sus favoritos, y balan- de mantener la disciplina.
ceándose de delante atrás y viceversa; sonriendo á uno, mirando con Sin embargo, un nuevo espíritu empezaba á despertarse en la
ternura á otro, lanzando una mirada indiferente sobre un tercero, y escuela, y pocos meses antes de mi ingreso había tenido lugar una re-
contrayendo ligeramente el labio al pasar ante el cuarto: lo cual quería volución. Aquel año, la clase tercera era diferente á lo que había sido
decir, que le agradaba el primero, que el segundo le era indiferente hasta entonces: contenía un buen número de jóvenes, que realmente
y mucho más el tercero, y que el cuarto le disgustaba. Esto último bas- estudiaban y leían mucho, algunos de los cuales vinieron á ser más
taba para aterrar á la mayoría de sus víctimas, con tanto más motivo, tarde hombres distinguidos. Mi primer conocimiento con uno de ellos,
cuanto que no había razón alguna que lo justificara. Algunos jóvenes á quién llamaré von Schauff, fué cuando él leía la Crítica de la Razón
impresionables eran presa de desesperación, por esa aversión muda Pura, de Kant: además, se hallaban en dicha claSe algunos de los
y constantemente manifiesta, y esas sospechosas miradas; en otros, el alumnos más robustos y fuertes de la escuela; en ella se encontraba
resultado ha sido un total aniquilamiento de la voluntad, como uno el más alto de todos, así como otro de mucha fuerza, Koshtoff, gran amigo
de los Tolstoi, Teodoro, alumno también de Girardot, ha mostrado de von Schauff. Estos no toleraban las bromas de los pajes de cámara
en una novela autobiográfica, titulada Los Padecimientos de la Voluntad. con la misma docilidad que sus predecesores; les disgustaba mucho
lo que ocurría, y á causa de un incidente, que prefiero no describir, se
* vinieron á las manos las dos clases, resultando que los de la primera
* *
recibieron una dura lección de parte de sus subordinados. Girardot
La vida interna en este colegio era bien triste bajo la férula del le echó tierra al asunto; pero la fuerza moral de los pajes de cámara
coronel: en todas las escuelas los « novatos » son objeto de bromas mas quedó quebrantada. Se conservaron las fustas de goma, pero no se
ó menos ligeras. Se trata de poner á prueba al recién venido; saber hasta volvió á hacer uso de ellas: las circolerías y otras cosas por el estilo,
dónde llega su valor, y si conservará la dignidad y la energía. Ademas, quedaron relegadas al pasado.
los antiguos quieren hacer ver á los nuevos la superioridad de un bien Hasta ahí se había ganado; pero la última de las clases, la quinta, com-
establecido compañerismo. Tal sucede en todos los colegios y prisiones:
puesta casi exclusivamente de muchachos muy jóvenes que acababan tímido que hasta tenía afeminada la voz. Llamaron al primero, y, al ver
de ingresar en el colegio, se veía forzada á obedecer aún á las exigencias que se negaba, lo dejaron y acudieron al segundo, que estaba acostado
y caprichos de la primera. Teníamos un hermoso jardín, poblado de cor- y viendo que rehusaba también, empezaron á azotarlo brutalmente
pulentos árboles; pero los alumnos de la quinta lo podían disfrutar poco: con gruesos tirantes de cuero. Entonces Shahouskoy despertó á varios
se les obligaba á pasearse por fuera, en tanto que los de la primera, sen- compañeros de los que se hallaban más próximos, y todos corrieron
tados en él, pasaban allí el rato conversando; ó á recoger las pelotas, en busca de Girardot.
cuando esos caballeros jugaban. Dos días después de mi entrada en la También estaba yo en la cama, cuando los dos vinieron á mí, orde-
escuela, viendo lo que pasaba en el jardín, no bajé á él y permanecí nándome que fuera á vigilar; y como rehusara, cogieron un par de
arriba. Leyendo estaba yo, cuando un paje de cámara, con cabello rojo tirantes (acostumbrábamos á tener colocada la ropa ordenadamente
y la cara cubierta de pecas, vino á ordenarme que bajara en el acto en un banco, con los tirantes encima de todo y la corbata cruzada sobre
al jardín y fuera á pasearme con los demás. « No quiero; ¿no veis que ellos) y comenzaron á pegarme. Sentado en la cama, sorteaba los golpes
estoy leyendo?» fué mi contestación. con las manos, y ya había recibido bastantes, y bien fuertes, cuando
La ira desfiguró su fisonomía, de suyo bien poco simpática. Trató se oyó una voz que dijo: « ¡El coronel llama álos de la primera!» Los ver-
de saltar sobre mi, pero me coloqué á la defensiva; procuró darme en la dugos se contuvieron en el acto, arreglaron sus ropas precipitadamente
cara con la gorra y yo sorteé los golpes lo mejor que pude. Entonces y me dijeron en voz baja: « Ni una palabra á lo cual yo sólo contesté:
arrojó su gorra al suelo y me dijo: —Recógela.—Recógela tu—, le contesté. « La corbata sobre todo, en buen orden », mientras que las manos y brazos
En la escuela no se tenía idea de un acto de desobediencia seme- me echaban fuego á causa de los golpes mencionados.
jante. El era mucho mayor y más fuerte que yo: por qué no me pegó Lo que hablara Girardot con los de la primera no pudimos sa-
brutalmente en el acto, no lo sé. berlo; pero al día siguiente, cuando estábamos formados, antes de bajar
El día después y los siguientes recibí órdenes parecidas; pero obs- al comedor, nos dirigió la palabra con melifluo acento, manifestando
tinadamente me empeñé en no bajar. Entonces empezó una serie de que era muy sensible que los pajes de cámara hubieran atropellado
pequeñas y ruines persecuciones por lo más mínimo, capaces de de- de ese modo á un alumno que tenía la razón de su parte. ¿Y á quién?
sesperar á cualquiera; pero, afortunadamente, yo me hallaba siempre A uno de nuevo ingreso y de carácter tímido como Selanoff. Este dis-
dispuesto á dar á todo un carácter jovial, y les contestaba con bromas, curso jesuítico disgustó á toda la escuela.
ó no les hacía caso. Inútil es decir que aquel abuso terminó, como igualmente las im-
El cambio de tiempo hizo que todo esto variara: empezaron las pertinencias de que eran objeto los novatos, que no volvieron á re-
lluvias y apenas se podía salir. En el jardin, los de la primera fumaban petirse más.
con entera libertad, y en el interior del colegio el club de los fumadores
era «la torre », local que estaba siempre limpio con esmero, y en el cual
había constantemente fuego encendido. Los pajes de cámara castigaban
con severidad al que cogían fumando; pero ellos no dejaban de hacerlo, También fué indudablemente aquello un golpe mortal para la au-
mientras que estaban sentados y charlando al lado de la lumbre. Su hora toridad de Girardot, quien lo sintió muy vivamente. Miraba nuestra
favorita de fumar era después de las diez de la noche, cuando se suponía clase, y á mí sobre todo, con gran prevención (le habían dado cuenta
que se habían todos acostado, permaneciendo en su club hasta las once del asunto de la vigilancia), y no perdía oportunidad de darlo á conocer.
y media; y para ponerse al abrigo de una sorpresa de Girardot, ordenaban Durante el primer invierno estuve con frecuencia en la enfermería.
á los de la quinta que vigilaran. Los niños de ésta tenían que alternar Después de haber pasado una fiebre tifoidea, durante la cual el director
en dicho servicio de dos en dos, paseándose cerca de la escalera hasta y el médico se tomaron por mí un interés verdaderamente paternal,
la hora referida, para dar aviso si Se aproximaba el coronel. tuve repetidos y fuertes ataques gástricos. Y como Girardot, al hacer
Al fin, decidimos poner un término á semejante abuso; las discu- su visita diaria al referido local, me veía allí con tanta frecuencia, em-
siones fueron largas y se consultó á las demás clases respecto á lo que pezó á decirme todas las mañanas, medio en broma, en francés: « He
había de hacerse; las cuales contestaron, después de pensarlo, lo siguiente: aquí un joven que está tan saludable como el Puente Nuevo, y se pasa
«Negáos todos á hacer ese servicio, y cuando os empiecen á pegar, cosa el tiempo en la e n f e r m e r í a U n a ó dos veces le contesté en el mismo
que haran de fijo, marchad todos los que podáis, en masa, y llamad á tono; pero, al fin, considerando de mal gusto esta constante repetición,
Girardot. El ya lo sabe de antemano; pero así se verá obligado á sus- perdí la paciencia y me incomodé.
penderlo >>. La cuestión de si eso no sería «un soplo ¡> fué resuelta — ¿Cómo os atrevéis á decir eso? — exclamé —; le diré al doctor
en la negativa por los expertos en asuntos de honor; los pajes de cámara, que os prohiba la entrada en esta habitación, y otras cosas por el estilo.
al no tratar á los otros como compañeros, no tenían derecho á ser mirados Girardot retrocedió dos pasos; sus ojos obscuros brillaron, y sus
como tales. delgados labios parecieron afinarse más todavía. Al fin, dijo: — Os
El turno de la vigilancia tocó aquella noche á Shahouskoy, uno he ofendido; ¿no es verdad? Bien; en el patio tenemos dos cañones de
de los antiguos, y á Selanoff, un recién entrado, niño extremadamente artillería: ¿sería bueno que nos batiéramos?
— No doy bromas, y os advierto que no estoy dispuesto á recibirlas hizo un látigo de su pañuelo, en uno de los juegos, y se sirvió de él á
— le contesté. discreción, uno de los nuestros hizo lo mismo, y tanto le pegó al gran
El se calló; pero en lo sucesivo me miró aún con mayor prevención duque, que éste concluyó por llorar. Girardot se quedaba horrorizado,
que antes. en tanto que el antiguo almirante de Sebastopol, que era tutor del
Todos lo notaron, y se ocuparon en sus conversaciones de ello; pero gran duque, elogiaba á nuestro compañero.
yo no le di importancia, y tal vez la aumenté con mi indiferencia. Un nuevo espíritu de amor al estudio y de formalidad se desarrolló
Durante dieciocho meses cumplidos rehusó darme la charretera, en el Cuerpo, como en todas las demás escuelas. En años anteriores,
que generalmente se concedía á todos los recién llegados después de teniendo los pajes la seguridad de que de un modo ó de otro pasarían
un mes ó dos de residencia en el colegio, cuando se suponía habían apren- los exámenes para obtener sus nombramientos de oficiales de la guardia,
dido en parte los rudimentos de la instrucción militar; pero á mí, tal dejaban transcurrir los primeros años de la escuela casi sin aprender
cosa me tenía sin cuidado. Al fin, un oficial, que era el mejor instructor nada, y sólo empezaban á estudiar más ó menos en las dos últimas
del colegio, y que puede decirse estaba enamorado del ejercicio, me clases; ahora, en cambio, las clases inferiores trabajaban con provecho.
tomó por su cuenta, y cuando me vió hacer todos los movimientos á El estado moral vino á ser también muy distinto de lo que había sido
su entera satisfacción, lo puso en conocimiento de Girardot, quien, algunos años antes; los entretenimientos orientales eran mirados con
á pesar de haberse repetido esto más de una vez, no hacía caso; lo que repugnancia, y una ó dos veces que se pretendió volver á lo pasado,
dió lugar á que el oficial considerara el asunto como una ofensa per- produjeron escándalos que llegaron hasta los salones de San Peters-
sonal. Y/cuando una vez el director del Cuerpo le preguntó por qué no burgo. Girardot fué despedido; sólo se le permitió conservar su depar-
tenía yo todavía la charretera, le contestó lisa y llanamente: « El mucha- tamento de soltero en el edificio del Cuerpo; y después lo veíamos á
cho está bien; el coronel es quien no quiere >>. A consecuencia de lo cual, menudo, envuelto en su larga capa militar, paseándose solo y sumido
probablemente después de algunas observaciones del director, el mis- en profundas meditaciones; entristecido, supongo, no pudiendo por
mo Girardot pidió examinarme otra vez, y me dió la charretera aquel menos de condenar el nuevo espíritu que rápidamente se apoderaba
mismo día. del cuerpo de pajes.
Pero la influencia del coronel se iba rápidamente desvaneciendo;
el carácter todo de la escuela cambiaba. Durante veinte años, Girardot II.
había conseguido ver realizado su ideal, que era el de tener á los
alumnos bien peinados, con el cabello rizado y de afeminado aspecto, En toda Rusia la gente no hablaba más que de instrucción; tan
mandando á la corte pajes tan refinados como los cortesanos de pronto como se concertó la paz en Paris, y la severidad de la censura
Luis XIV. Si aprendían ó no, le importaba poco; sus predilectos eran se relajó un poco, todo lo referente á la educación fué objeto de vivas
los que tenían las maletas más llenas de toda clase de cepillos de uñas discusiones. La ignorancia de las masas; los obstáculos con que habían
y tarros de esencias, cuyo uniforme de paseo (que podíamos usar tropezado los amantes de la instrucción; la falta de escuelas en los
cuando íbamos á casa los domingos) era del mejor corte, y sabían hacer distritos rurales; lo anticuado de los sistemas de enseñanza y medios
el más elegante salut oblique. Anteriormente, cuando Girardot hacía de remediar estos males, vinieron á ser los temas favoritos de discusión
ensayos de cerimonias cortesanas, envolviendo á un paje en una manta en los círculos de las personas cultas, en la prensa, y aun en los sa-
de algodón con listas encarnadas, tomada de una de nuestras camas, lones de la aristocracia. La primera escuela superior para las jóvenes
con objeto de que representase á la emperatriz en un baisemain, los se abrió en 1857, con un plan de estudios excelente y con claustro de
alumnos se aproximaban muy respetuosamente á la supuesta empe- profesores brillante. Como por arte mágico, aparecieron muchas personas
ratriz, ejecutaban con formalidad la ceremonia de besar la mano, de ambos sexos, quienes, no sólo se habían dedicado por entero á la
y se retiraban con un elegantísimo saludo oblicuo; mientras que ahora, educación, sino que asimismo demostraron ser pedagogos notablemente
aunque en la corte se conducían siempre con elegancia, en los ensayos prácticos; sus obras ocuparían un puesto de honor entre la literatura
hacían unos saludos tan ridículos, que todos reventaban de risa, al de cualquier país civilizado, si fueran conocidas en el exterior.
mismo tiempo que Girardot rabiaba de coraje. Antes, los alumnos jó-
venes que habían asistido á una recepción oficial, y se rizaban el ca- El Cuerpo de pajes sintió también los efectos de ese renacimiento:
bello con tal objeto, procuraban conservar este adorno todo el tiempo con raras excepciones, la tendencia general de las tres clases infe-
posible; pero en la actualidad apenas volvían de palacio, corrían á riores era el estudio. El jefe del departamento de educación, el ins-
poner la cabeza bajo el grifo de agua fría para desbaratarse el peinado; pector Winkler, que era un coronel de artillería muy instruido, buen
pues toda apariencia afeminada era siempre mirada con desprecio. El matemático y hombre de ideas progresivas, inauguró un excelente plan
ser enviado á una recepción y permanecer allí como un objeto deco- para estimular esa tendencia. En vez de los medianos maestros que an-
rativo, era considerado ahora más bien como una molestia que como teriormente acostumbraban á dar cátedra en las clases inferiores, pro-
un favor. Y cuando los menores, que iban algunas veces á palacio á jugar curó hacerse de profesores de primera; en su opinión, mientras más
con los pequeños grandes duques, contaban que cuando uno de éstos jóvenes fueran los discípulos, mayor debía ser el talento del instructor.
Así que, para la cátedra de álgebra elemental de la clase cuarta, in-
vitó á un matemático de primera fuerza y profesor por temperamento, de Becker al hacer la elección, y tanto el interés que se tomaba por
el capitán Sukhónín, y la clase entera se dedicó con entusiasmo á las sus alumnos, que, al finalizar los cinco años, habían verdaderamente
matemáticas. Ocurrió, dicho sea de paso, que el referido capitán era aprendido algo del idioma y su literatura.
también tutor del heredero del trono (Nikolai Alexandrovich, que murió Yo me uní al primer grupo; tanto había insistido mi hermano
á los veintidós años), á quien traían una vez por semana á la clase de Alejandro en sus cartas en que aprendiera el alemán, que poseía tan
álgebra del Cuerpo de pajes; pues la emperatriz, María Alexandrovna, rica literatura, y á cuyo idioma están vertidas todas las obras de
que era mujer bien educada, creyó que tal vez el contacto con jóvenes valor, que me dediqué con empeño á su estudio.
estudiosos fuera un estímulo para él. Pero aunque se sentaba entre
Ya traducía y analizaba sin dificultad una página algo trabajosa,
nosotros y tenía que contestar á las preguntas que le hacían, como
en la que se hacía una descripción práctica de una tempestad; aprendí
todos los demás, como se entretenía por lo general, mientras el maestro
de memoria, según el profesor me había aconsejado, las conjugaciones,
explicaba, en hacer dibujos ó en hablar con el compañero, no adelan-
los adverbios y las preposiciones, y empecé á leer. Este es un gran mé-
taba mucho; tenía buena índole y un trato agradable; pero era un
todo para aprender idiomas; además, Becker me recomendó que me
poco superficial.
suscribiera á un semanario ilustrado de poco precio, lo que me sirvió
Para la clase quinta, el inspector halló el concurso de dos hombres de mucho estímulo, con sus grabados é historietas, para leer más ó
notables. Un día entró en la sala, donde dábamos clase, radiante de menos,, -y pronto llegué á dominar el idioma.
alegría, diciéndonos que habíamos tenido mucha suerte; el profesor Hacia el fin del invierno le pedí á Herr Becker que me prestara
Klarousky, hombre de rara erudición, muy versado en el estudio de el Fausto, de Goethe; había leído una traducción, y también la hermosa
los clásicos y gran conocedor de nuestra literatura, había consentido novela de Turguéneff, del mismo título, y ahora ardía en deseos de
en darnos cátedra de gramática, retórica y poética, siguiendo con noso- conocer la gran obra en el original. « No vais á entenderla; es demasiado
tros todos los años, al pasar de una clase á otra. Otro profesor de la filosófica me dijo él con una bondadosa sonrisa; pero me trajo, sin
Universidad, Herr Becker, bibliotecario de la biblioteca imperial embargo, un librito cuadrado, con las páginas amarillas por el tiempo,
(nacional), haría lo mismo en alemán. Agregando que el profesor Kla- que contenía el drama inmortal. El no sospechaba la infinita satisfac-
rousky estaba algo delicado de salud, pero que tenía la seguridad de ción que la posesión de aquel pequeño volumen me producía. Me
que nos conduciríamos con mucho juicio en su clase; pues ya que ha- deleité con el sentido y la armonía, de cada renglón, empezando con
bíamos tenido la suerte de encontrar semejante maestro, no era posible los mismos primeros versos de la hermosa dedicatoria ideal, y pronto
la dejáramos malograr. sabía páginas enteras de memoria. El monólogo de Fausto en la
El inspector había pensado cuerdamente. Fué para nosotros una floresta, y particularmente los versos en que habla de su modo de
verdadera satisfacción tener profeesores de la Universidad por maestros comprender la naturaleza
y aun cuando surgieron algunas voces del Kanchatka (en Rusia se da
el nombre de esa remota y atrasada península á los últimos bancos « Tú no te has limitado á permitirme
de cada clase), recomendando que se mirara con prevención al « sal- sólo la admiración de la inconsciencia;
chichero esto es, al alemán, la opinión general en nuestra clase era has hecho más, tu mano logró abrirme
favorable á los profesores. el seno de una amiga: de la ciencia »,
«El salchichero» conquistó desde el primer momento nuestras me sumergía en éxtasis profundo, y aun hoy día siento su influencia.
simpatías; era un hombre alto, con una frente ancha y despejada, Cada verso vino gradualmente á convertirse en un querido amigo.
aspecto bondadoso y mirada inteligente, no desprovista de un ligero Y además, ¿hay, por ventura, algún placer estético más elevado
tinte de ironía. Al entrar en nuestra clase nos dijo en correcto ruso que el leer poesías en una lengua que aún no se domina por completo?
que pensaba dividirnos en tres secciones: la primera la compondrían El pensamiento aparece envuelto en una especie de ligera gasa que
aquellos che ya conocían el alemán, y á quienes exigiría un trabajo admirablemente se adapta á la poesía; las palabras cuyo trivial signi-
más serio; á la segunda le enseñaría gramática y más tarde literatura, ficado, cuando uno conoce el idioma á fondo, afectan algunas veces
con arreglo al programa establecido; y la tercera, dijo con una sonrisa á las imágenes reales que tratan de representar, conservan tan sólo
maliciosa, será la Kanchatka. A éstos, agregó, sólo exigiré que cada su sentido puro y elevado, haciendo que la armonía de la composición
lección copien cuatro renglones que designaré de mi libro, y una vez quede así más fuertemente impresa en el oído.
realizado este trabajo, quedarán en libertad de hacer lo que quieran,
con tal de que no molesten á los demás, y les prometo que en cinco *
años conocerán algo el alemán y su literatura. Ahora formemos las * *

secciones. La primera lección del profesor Klasousky fué una revelación


Cinco ó seis niños que no sabían una palabra de alemán, tomaron para nosotros; era un hombre pequeño, como de cincuenta años, de
asiento en la última, copiando asiduamente sus cuatro renglones, que movimientos vivos, con ojos brillantes é inteligentes, una expresión
en las otras clases llegaban hasta quince y veinte; y era tanto el acierto ligeramente sarcástica y la elevada frente de un poeta. Cuando vino
á darnos la primera lección, dijo con voz apagada que, habiendo pa- ha reflejado; viéndose obligado á ocuparse de esa concepción genera-
sado una larga enfermedad, no podía elevar la voz lo suficiente, por lizada del desarrollo del entendimiento humano, que no se encuentra
lo que nos rogaba nos acercáramos á él. Dicho esto, aproximo su sillón dentro del radio de acción de las materias que se enseñan separadamente.
á la primera fila, y nosotros lo rodeamos como un enjambre de abejas. Lo mismo debería hacerse también respecto á las ciencias naturales.
Había de enseñarnos gramática rusa; pero, en lugar de la aridez No basta enseñar física y química, astronomía y meteorología, zoo-
de la lección gramatical, oímos algo muy distinto de lo que esperábamos. logía y botánica; la filosofía de todas las ciencias naturales; una vista
Era gramática, mas intercalada con comparaciones de dichos popu- general de la naturaleza en su conjunto, algo parecido al primer vo-
lares rusos, con versos do Homero ó del sánscrito de Mahabharata, cuya lumen del Costnos, de Humboldt, hay que dar á conocer al alumno
galanura traducía al ruso; allá, un verso de Schiller se introducía, y era y al estudiante, cualquiera que sea la extensión que se dé en la escuela
acompañado de alguna sarcàstica observación referente a alguna al estudio de las ciencias referidas. La filosofía y la poesía de la natu-
preocupación de la sociedad moderna; aquí, después, se v o l v í a otra vez raleza, los sistemas de todas las ciencias exactas, y una inspirada con-
á la gramática pura, seguida de generalizaciones poéticas y filosóficas. cepción de la vida de la naturaleza, deben formar parte de la educación.
Claro es que en todo esto había mucho que no comprendíamos, Tal vez el profesor de Geografía pudiera provisionalmente asumir esa
y cuyo sentido más profundo escapaba á nuestra percepción. ¿Pero, función; pero en ese caso, se necesitaría una clase muy diferente de maes-
acaso lo encantador de todo estudio no estriba en que constantemente tros de esa asignatura, lo mismo en los colegios que en las Universidades;
abre ante nosotros nuevos é inesperados horizontes, aún no compren- lo que hoy se enseña bajo ese nombre, será todo lo que se quiera, p^ro
didos, que nos estimulan á continuar más y más avanzando en la no es Geografía.
penetración de lo que á primera vista apareció sólo en sus lineas gene-
rales' Unos con las manos apoyadas en los hombros del companero, *
* *
otros casi tendidos sobre las mesas de la primera fila, otros en pie detras
del maestro, y todos con la mirada chispeante, estábamos pendientes Otro maestro conquistó el aprecio de nuestra clase, de modo bien
de sus labios. A medida que su voz se debilitaba al aproximarse el distinto. Fué el de escritura, el último del cuerpo de profesores: si los
fin de la hora, más suspendíamos el aliento para mejor oír. El inspector «herejes », esto es, los maestros alemanes y franceses, eran mirados
abrió la puerta de la clase para ver cómo nos conducíamos con el nuevo con poco respeto, el de escritura, Ebert, que era un j udío alemán, estaba
profesor; pero al notar aquel enjambre inmóvil, se retiro de puntillas convertido en un mártir. El conducirse insolentemente con él se con-
para no hacer ruido. Hasta Danroff, carácter inquieto y aturdido, sideraba de buen tono entre los pajes. Sólo la miseria podía ser la
contemplaba á Klasousky, como diciendo « ¡vaya un hombre! ». Hasta causa de que no renunciara el cargo. Los antiguos, que llevaban dos
von Klemair, un pobre muchacho circasiano con nombre aleman, de ó tres años en la clase quinta, sin haber podido pasar adelante, lo
muy cortos alcances, estaba inmóvil en su asiento. En casi todos los trataban muy mal; pero él había transigido con ellos, llegando al
demás algo bueno y elevado surgía desde el fondo de sus corazones, acuerdo siguiente: « una broma no más en cada lección », cuyo cum-
como si la visión de un mundo inesperado apareciera ante su vista. plimiento, por nuestra parte, dejaba algunas veces mucho que desear.
Este hombre tenía sobre mí una gran influencia, que fue creciendo
con los años. La profecía de Winkler, de que despueS de todo me Un día, uno de los más atrasados, empapó en tinta la esponja de
gustaría la escuela, se había cumplido. la pizarra y se la tiró al mártir calígrafo, diciendo al mismo tiempo con
una sonrisa estúpida: «¡toma, Ebert!» La esponja le dió á éste en
E n la Europa Occidental y probablemente también en America, el hombro, salpicándole de tinta la cara y la camisa.
esta clase de profesores no parece ser generalmente muy conocida; pero Teníamos la seguridad que, por lo menos esta vez, Ebert aban-
en Rusia no hay ninguna persona notable en las letras o en la política donaría la clase é iría á dar parte del hecho al inspector; pero nos
que no deba el primer impulso hacia un desarrollo superior á su maes- equivocamos, porque se contentó con exclamar, al mismo tiempo que
tro de literatura. En todas las escuelas del mundo debiera haber uno sacaba su pañuelo de algodón y se limpiaba la cara: « Una broma,
semejante; todos los demás tienen asuntos particulares a su cargo que caballeros; basta por hoy », agregando á media voz, «la camisa se ha
no se relacionan entre sí; sólo el profesor de literatura, guiado por las manchado », después de lo cual continuó como si tal cosa corrigiendo
líneas generales del programa, pero quedando en libertad de d a t a r i o los cuadernos de los alumnos.
á su gusto, puede reunir en un lazo común á los separados estudios Ante semejante proceder, quedamos estupefactos y avergonzados.
históricos y humanidades, unificarlos por una amplia concepción fi- ¡Cómo, en vez de dar parte, lo toma con esa resignación! La simpatía
losófica y humanitaria, y despertar ideas é inspiraciones más elevadas de toda la clase se tornó en su favor. ¡Lo que habéis hecho es una
en los cerebros y corazones de la nueva generación. E n Rusia esa ne- estupidez — dijimos á nuestro compañero —; es un pobre y le habéis
cesaria misión recae de un modo natural en el catedrático de literatura; echado á perder la camisa! ¡Qué vergüenza! — otro gritó.
pues, á medida que habla del desarrollo del idioma, del contenido de la El causante del mal fué en el acto á disculparse. « Hay que aprender
primera poesía épica, de la música y cantos populares, y ^ ^ a n t e y aprender, amigo », fué todo lo que contestó Ebert, con voz en que
del teatro moderno, de la literatura científica, politica y filosofica que se reflejaba la tristeza.
Después de esto reinó un silencio sepulcral, y al día siguiente, como La dificultad se resolvió con arte verdaderamente maquiavélico:
si todos nos hubiéramos puesto de acuerdo, escribimos lo mejor posible á una señal dada, volviendo todos la espalda al maestro y golpeando
y le llevamos nuestros cuadernos para que los corrigiera, lo que le con las reglas en los bancos de los vecinos, se conseguiría el fin de-
causó gran alegría, y aquel día puede decirse que fué feliz. seado; de este modo, se evitaría que aterrase á los débiles la mirada
H» Este hecho me impresionó profundamente, y jamás se ha borrado de aquél. ¿Pero quién daba la señal? Un silbido, como en los cuentos
de mi memoria. Siempre le estaré agradecido á tan notable hombre por de bandidos, un grito ó un estornudo no nos sacaban del apuro; él
aquella lección. podía muy bien fijarse en cualquiera que hubiese empleado tal recurso.
La señal debía ser silenciosa: uno de los que mejor dibujaban debía lle-
*
*
*
varle su trabajo á Ganz, y cuando volviera á su sitio, entonces esta-
llaría la tormenta.
Con nuestro maestro de dibujo, que se llamaba Ganz, nunca pudimos Todo salió á pedir de boca: Nesadoff presentó su dibujo, y el otro
vivir en buena armonía. El siempre daba cuenta de los que jugaban se lo corrigió en pocos minutos, que nos parecieron una eternidad; al
en la clase; lo que en nuestro concepto estaba mal, pues su proceder fin volvió á su puesto, quedó un momento mirándonos, y se sentó...
distaba mucho de ser correcto. Durante la clase, apenas se ocupaba La clase entera se volvió de espaldas, y las reglas menudeaban sus
de nosotros y pasaba el tiempo enmendando los dibujos de aquellos golpes en los bancos, en tanto que algunos gritaban en medio del
que repasaban con él, ó le pagaban algo, para poder presentar un alboroto: «¡fuera Ganz, fuera con él! » El escándalo era mayúsculo;
buen dibujo en los exámenes y obtener una nota de primera: contra todas las clases se enteraron de que al maestro de dibujo le habían
los que así procedían no teníamos queja alguna; por el contrario, hallá- dado una serenata. El se puso de pie, murmuró algo y concluyó por
bamos muy natural que los que no tenían capacidad para las matemá- marcharse. Entró en la clase un oficial, pero no por eso se interrumpió
ticas ó memoria para la geografía, no pudiendo aspirar á notas ele- el jaleo; después entró el subinspector, y el inspector tras él: en el acto
vadas en estas materias, trataran de mejorar su situación, ordenándole se suspendió el ruido y empezaron las reprensiones.
al maestro un dibujo ó una mapa topográfico, que les asegurara el N «¡Los mayores quedan desde este momento arrestados!» — or-
premio ante todo. Sólo de parte de los dos primeros alumnos de la clase denó el inspector —; y á mí, que era el primero de la clase, y, por con-
se hubiera visto mal el acudir á tales procedimientos; pero en cuanto siguiente, el mayor, me llevaron al calabozo obscuro, lo cual me evitó
á los demás, podían hacerlo con tranquilidad de conciencia. Pero el el ver lo que vino después. Se presentó el director: le preguntaron á
maestro no debía emplear la hora de clase en ese trabajo; y ya que Ganz que designara las cabezas de motín, pero no pudo hacerlo. « Todos
lo hacía, le tocaba sufrir con resignación las faltas de sus discípulos. me volvieron la espalda, y comenzó el escándalo » — fué su contesta-
En vez de hacerlo así, no se pasaba día sin que dejara de quejarse, y ción. Inmediatamente se condujo la clase abajo, y á pesar de que los
cada vez parecía más arrogante. castigos corporales estaban completamente desterrados de nuestra
escuela, esta vez, á los dos que antes se habían castigado por pedir
E n cuanto pasamos á la clase cuarta y nos encontramos en un
fuego al maestro, los azotaron con la vara de abedul, bajo pretexto
terreno más firme, tratamos de apretarle las clavijas. « Vosotros tenéis
de que la serenata fué una venganza por su castigo. Esto lo supe diez
la culpa — nos decían los mayores — de que se dé tanto tono con
días después, cuando se me permitió volver á clase: mi nombre, que
vosotros; nosotros lo teníamos atado corto ». Por cuya razón decidimos
había sido inscrito en el encerado rojo de la clase, destinado á los dis-
hacer lo mismo que ellos habían realizado.
tinguidos, fué borrado de él, lo que me tuvo sin cuidado; no así los diez
Un día, dos excelentes compañeros de clase se acercaron á Ganz días de calabozo, sin libros, que me parecieron interminables, y en los
con un cigarrillo en la boca y le pidieron fuego. Claro es que sólo se que compuse (en versos horribles), un poema, en que los altos hechos
trataba de una broma, pues nadie había pensado en fumar allí, y de la clase cuarta eran debidamente glorificados.
según la regla establecida, el maestro no debiera haber hecho más
que despedirlos aquel día de la clase; pero en vez de esto, los inscribió Como era de esperar, nuestra clase vino á ser la heroína de la
en el parte diario y fueron castigados con gran severidad. Esa fué la escuela; durante un mes entero tuvimos que relatar una vez y otra á
gota que hizo derramar el vaso: decidimos darle una « serenata»; lo cual las demás clases todo lo referente al particular, recibiendo felicitaciones
quería decir que, en un momento dado, toda la clase, provista de reglas por lo bien que se había manejado el asunto, evitando que ninguno
prestadas por las superiores, armaría un ruido espantoso, pegando incurriera en responsabilidad. Como castigo, se nos prohibió ir á casa
contra las mesas, hasta hacer que el maestro se fuera de la clase. los domingos, lo que duró hasta Navidad; pero como estábamos todos
Esto, sin embargo, no se hallaba exento de dificultades. Teníamos en reunidos, lo pasábamos alegremente. Las mamás de los niños buenos
nuestra clase un cierto número de « gente floja » que, á pesar de prometer les traían dulces en abundancia, y los que tenían dinero lo empleaban
tomar parte en la demostración, era fácil que á última hora no pu- en multitud de pasteles, en tanto que, á la noche, los amigos de las otras
diera dominar los nervios y se echara atrás, dejando á los demás com- clases traían de contrabando grandes cantidades de fruta para la heroica
prometidos: en tales empresas, la unanimidad es el todo; pues el clase cuarta.
castigo, cualquiera que sea su índole, es siempre más ligero al recaer Ganz no volvió á dar parte de ninguno más; pero nosotros no apren-
en la, clase entera <jue cuando afecta á un número determinado. Memorias de un revolucionario.-5
dimos á dibujar tampoco. Nadie quería recibir lecciones de semejante vez. « Sin un objetivo, sin una aspiración, la vida nada representa ».
hombre. Y me exhortaba á proponerme algo que valiera la pena de vivir. Era yo
entonces demasiado joven para encontrar lo que me indicaba; pero
III. algo «bueno », aunque vago é indeterminado, surgió á impulsos de
tal llamamiento, por más que yo no pudiera, sin embargo, decir lo que
Mi hermano Alejandro estaba en aquella época en Moscou, en ese « bien » llegaría á ser.
un cuerpo de cadetes, y manteníamos una activa correspondencia. Nuestro padre nos daba poco dinero de que disponer, y jamás
Mientras que estuve con la familia, esto era imposible, porque nuestro tuve lo suficiente para comprar un solo libro; pero como Alejandro
padre consideraba como una prerrogativa el leer todas las cartas diri- recibiera algunos rublos de alguna tía, jamás gastaba lo más mínimo
gidas á casa, y pronto hubiera puesto coto á toda correspondencia que en divertirse, sino que compraba un libro y me lo remitía. No obstante,
no tuviera un carácter trivial. Ahora éramos libres para discutir en era opuesto á lecturas insípidas. « Siempre ha de tenerse algo que pre-
nuestras cartas lo que mejor nos parecía; no había más dificultad que guntar al libro que se va á leer », decía. Yo, sin embargo, no podía en-
la falta de dinero para el franqueo; pero pronto aprendimos á escribir tonces dar á esa observación toda la importancia que merecía, y no puedo
tan menudo y apretado, que lo que conseguíamos meter en una sola pensar ahora sin asombro en el gran número de libros, con frecuencia
carta era extraordinario. Alejandro, que tenía una hermosa letra, logró de un carácter especial, que leí sobre todas las materias, y en particular
incluir cuatro páginas impresas en una sola carilla, y sus líneas mi- referentes á Historia. No perdí mi tiempo en leer novelas francesas,
croscópicas se leían con la misma claridad que si fueran impresas. Es puesto que Alejandro, años antes, las había condenado á todas en esta
lamentable que estas cartas, que él guardaba como preciosos recuerdos, sola sentencia: « Son estúpidas y de mal género ».
hayan desaparecido; la alta policía, en una de sus razzias, le robó hasta Los grandes problemas concernientes á la concepción que debíamos
aquello che de tanto aprecio era para él. formar del universo — nuestro Weltanschanung, como dicen los alemanes,
Nuestras primeras cartas casi no se ocupaban más que de los pe- — eran, como es de suponer, el asunto dominante en nuestra correspon-
queños detalles referentes á mi nueva situación; pero pronto tomó nuestra dencia. En nuestra infancia nunca habíamos sido religiosos, pues
correspondencia un carácter más elevado. Mi hermano no podía escribir aunque nos llevaban á la iglesia, en las rusas de las pequeñas parroquias
sobre nimiedades; hasta en las reuniones de sociedad no lograba animarse y en los pueblos, la solemne actitud de los fieles es más impresionable
sino cuando se entablaba alguna seria discusión, y se quejaba de sentir que la misa misma. De todo lo que jamás oí en el templo, sólo dos
« un pesado dolor en el cerebro » — un dolor físico, según acostumbraba cosas me afectaron: los doce pasajes tomados de los Evangelios, re-
á decir —, cuando se hallaba entre gentes que sólo hablaban de cosas lativos á la pasión de Cristo, que se leen en Rusia en los oficios nocturnos
insignificantes. Me aventajaba mucho en desarrollo intelectual, y me del Jueves Santo, y la breve oración condenando el espíritu de dominación,
impulsaba hacia adelante, presentando nuevas cuestiones científicas que se recita durante la gran Cuaresma, la cual es verdaderamente
y filosóficas, unas después de otras, y aconsejándome lo que debía leer hermosa, á causa de su sencillez, naturalidad y delicadeza de sentimientos.
ó estudiar. ¡Qué suerte ha sido para mí tener un hermano semejante! Pushkin la ha puesto en versos rusos.
Un hermano que, además, me quería con delirio, y á quien debo la _ Más adelante, en San Petersburgo, fui varias veces á una iglesia
mayor parte de mi desarrollo intelectual. católica; pero el carácter teatral del culto y la ausencia de todo senti-
Algunas veces solía aconsejarme que leyera poesías, y me enviaba miento, me chocó, tanto más, cuanto vi allí con qué fe tan Cándida,
con sus cartas muchos versos y poemas enteros que sabía de memoria. algún soldado polaco retirado ó alguna aldeana rezaban en algún apar-
«Lee poesía», escribía; «ella hace á los hombres mejores». ¡Cuántas tado rincón. También fui á una protestante; pero, al salir de ella, vi-
veces, durante mi existencia, he podido apreciar la verdad de semejante nieron, á pesar mío, á mí memoria estos versos de Goethe :
afirmación! El era indudablemente poeta, y tenía una asombrosa
facilidad para escribir versos muy armoniosos. Creo, en verdad, que « Jamás levantaréis los corazones
fué una desgracia que abandonase la literatura; pero la reacción si al vuestro no le alientan las pasiones».
contra las artes que se despertó entre la juventud rusa en los primeros Alejandro, entre tanto, había abrazado con su natural entusiasmo
años que siguieron al sesenta, y que Turgueneff ha pintado en Bazzaoff la fe luterana, leído el libro de Michelet sobre Servetio, y construido
(Padres é hijos), le indujo á mirar los versos con desprecio y á dedi- para su uso particular una religión, tomando como tipo esa gran fi-
carse por entero á las ciencias naturales. Debo manifestar, sin embargo, gura. Estudió con marcada predilección la declaración de Ausburgo,
que mi poeta favorito no era ninguno de aquellos que su estro prác- que copió y me remitió, viéndose ahora nuestras cartas llenas de dis-
tico, su oído delicado y sus inclinaciones filosóficas le hacían preferir. cusiones sobre la gracia, y de textos de los apóstoles Pablo y Santiago.
Su poeta ruso predilecto era Venevitinoff, mientras que el mío era Aunque seguí á mi hermano por ese camino, las discusiones teológicas
Nekrasoff, cuyos versos se hallaban á menudo faltos de armonía, pero no llegaron á interesarme demasiado, y, desde que me repuse de la
llenos de sentimiento á favor del explotado y oprimido. fiebre tifoidea, me dediqué á un género de lectura muy diferente.
« Uno debe proponerse algo durante su vida», me escribía una Nuestra hermana Elena, que ahora estaba casada, se encontraba
en San Petersburgo, y todos los sábados por la noche iba yo á visitarla. no estaba por completo absorto en lo que á la variabilidad de las
Su marido tenía una buena biblioteca, en la que los filósofos franceses especies se refería, tomó un vivo aunque pasajero interés en los asuntos
del siglo pasado y los historiadores modernos del mismo país 6e ha- económicos, mandándome, para que la leyera, la Economía política,
llaban bien representados, y en ellos puede decirse que me sumergí; de Juan Bautista Say. De ella sólo leí algunos capítulos: los aranceles
esos libros estaban prohibidos en Rusia, é indudablemente no se podían y las operaciones bancarias no me interesaban lo más mínimo; pero Ale-
llevar al colegio, por cuya razón yo pasaba casi todas esas noches jandro tomó esas cuestiones tan á pecho, que hasta llegó á'escribir á
leyendo las obras de los enciclopedistas, el diccionario filosófico de nuestra madrastra, tratando de interesarla en el intricado laberinto
Voltaire, los escritos de los estoicos, especialmente Marco Aurelio y otros. de los derechos de Aduanas. Cuando después, en Siberia, leíamos algunas
La infinita inmensidad del universo, la grandeza de la naturaleza, su de las cartas de aquella época, nos reíamos de veras, al tropezar con
poesía, su vida, que se manifiesta en todas partes, me impresionaban alguna en la que él se quejaba de la incapacidad de nuestra madrastra,
cada vez más, y esa vida incesante y armónica me produjo el éxtasis quien se mostraba indiferente ante cuestiones de tal transcendencia',
de admiración que la juventud acaricia, en tanto que mis poetas fa- y tronaba contra un especiero al que detuvo en la calle, «y quién, ¡lo
voritos me ofrecían el modo de expresar en palabras ese naciente creeréis! — decía entre signos de admiración —, ¡á pesar de ser un
amor á la humanidad y fe en su progreso, que tan importante papel comerciante, afectaba una estúpida indiferencia por las cuestiones
representan en la primavera de la vida, acompañando luego al hombre arancelarias! »
mientras dure aquélla.
*
Alejandro, entre tanto, había llegado gradualmente á un agnos- * *
ticismo kantiano, y la «relatividad de las percepciones», «percep-
ciones en tiempo y en espacio, ó tiempo sólo »>, y, así por el estilo otras Todos los veranos llevaban como una mitad de los pajes á un
ideas llenaban por completo nuestras cartas, cuya letra se hacía más campamento en Peterhof: de esto se dispensaba á las últimas clases,
y más microscópica á medida que la materia discutida crecía en impor- y yo pasé los dos primeros veranos en Nikolskoye. El salir de la escuela,'
tancia. Pero ni entonces ni después, cuando acostumbrábamos á pasar el tomar el tren para. Moscou, y encontrar allí á Alejandro, eran cosas
horas y horas en discutir la filosofía de Kant, pudo mi hermano con- tan halagüeñas para mí, que nunca dejaba de contar los días que
vertirme en un discípulo del filósofo de Königsberg. había que pasar hasta llegar al momento deseado. Pero en una ocasión
me aguardaba en Moscou una desagradable sorpresa: Alejandro no
Las ciencias naturales — esto es, matemáticas, física, química
había sido aprobado en los exámenes, y tenía que pasar otro año en
y astronomía — eran mis principales estudios. En el año 1858, antes
la misma clase. Verdaderamente era demasiado joven para entrar en
de que Danvin hubiera dado á luz su inmortal libro, un profesor de
las clases especiales; pero nuestro padre, sin embargo, se incomodó
zoología de la universidad de Moscou, llamado Roulier, publicó tres
con él y no consintió que nos viéramos. Eso me entristeció sobre
conferencias sobre transformismo, y mi hermano aceptó, desde luego,
manera: ya habíamos dejado de ser niños y teníamos un sin fin de
sus ideas respecto á la variabilidad de las especies. Pero no hallándose
cosas que contarnos. Intenté obtener permiso para ir á casa de nues-
satisfecho, sin embargo, con pruebas solamente aproximadas, empezó
tra tía Sulima, donde tal vez hubiera podido ver á Alejandro; pero se
á estudiar una serie de libros especiales que trataban de la herencia
me negó en absoluto. Desde que nuestro padre se volvió á casar nunca
y lo que con ella se relaciona, comunicándome en sus cartas los hechos
se nos permitía ver á nuestros parientes maternos.
más culminantes, así como sus vacilaciones y sus ideas. La aparición
de El origen de las especies no resolvió sus dudas sobre determinados Aquella primavera nuestra casa de Moscou estaba llena de invi-
puntos, sino que, provocando otras nuevas, le sirvió de estímulo para tados. Todas las noches los salones de recepción se inundaban de luz
continuar sus estudios. Nosotros después discutimos — y esa discusión la música tocaba, el repostero no paraba de hacer helados y pastas'
duró muchos años — varias cuestiones relativas al origen de las va- y en el gran salón se jugaba á los naipes hasta bien entrada la noche
riaciones y sus probabilidades de ser transmitidas y acentuadas; en fin, Yo vagaba sin objeto á través de aquellas salas tan brillantemente
esas cuestiones que han sido el tema, muy recientemente, de la con- iluminadas, y me sentía disgustado.
troversia entre Weismann y Spencer, de las investigaciones de Galton Una noche, después de las diez, un criado me llamó por señas di-
y de las obras de los modernos Neo-Lamarckanos. Debido á sus buenas ciéndome después que saliera al patio. Fui allí, y el antiguo mayordomo
disposiciones críticas y filosóficas, Alejandro había notado, desde Frol me dijo a media voz: «Ven á la casa de los cocheros; Alejandro
J
luego, la importancia fundamental de estas cuestiones para la teoría Alexeievich está aquí ¡>.
de la variabilidad de las especies, á pesar de que entonces todavía Atravesé el patio corriendo y subí volando el tramo de escalera
muchos naturalistas no les daban importancia. que conduce á la habitación referida, entrando en un amplio local
alumbrado por una luz incierta, donde, sentado junto á la ¿ran mesa
Debo mencionar también una excursión temporal en el campo de comedor de los criados, vi á Alejandro.
de la economía política. En los años 1858 y 1859 todo el mundo en
— Querido Sasha, ¿como has venido? — le dije — ; y en el acto
Rusia hablaba de economía política: las conferencias sobre libre cambio
y derechos fiscales atraían á grandes multitudes, y mi hermano, que T u ^ Z u m ° S í u e r t e m e n t J e s i n P ^ e r articular palabra; de tal modo
nos hallabamos emocionados.
Lo que los criados hubiesen sufrido por habernos ocultado, si la
— ¡Vamos, vamos! que pudieran oiros — dijo la cocinera de la noticia llega á oídos de nuestro padre, hubiera sido igualmente espan-
servidumbre, Praskovia, enjugándose las lágrimas con su delantal, y toso; pero ellos sabían guardar el secreto y no delatarse unos á otros.
agregando después: «¡Pobres huérfanos! ¡Si al menos viviera vuestra Todos tuvieron conocimiento de las visitas de Alejandro; pero ninguno
:
madre !» dijo ni una palabra á la familia: ellos y yo éramos los únicos de la casa
El viejo Frol permanecía de pie con la cabeza inclinada y también que teníamos conocimiento del hecho.
con los ojos humedecidos.
— Mira Petya, ni una palabra á nadie, á ninguno — dijo, en tanto IV.
que Praskovia puso en la mesa un jarro de barro, lleno de caldo para
Alejandro. Aquel mismo año di mis primeros pasos como investigador de la
El, rebosando salud, bajo su uniforme de cadete, ya había em- vida del pueblo, lo que me aproximó á nuestros labriegos, permitién-
pezado á hablar de un sin fin de cosas, bebiéndose al mismo tiempo dome verlos bajo un aspecto distinto, y más tarde me fué de gran uti-
lo que el jarro contenía. Apenas pude conseguir que me refiriera cómo lidad en Siberia.
había podido venir á hora tan avanzada. Nosotros vivíamos entonces Todos los años, en Julio, en el día de la Santa Virgen de Kazan,
cerca del boulevard Smolensky, muy próximo á la casa donde murió que era la patrona del pueblo, se celebiaba una feria muy regular en
nuestra madre, y la escuela de cadetes se encontraba en la parte opuesta Nikolskoye. Acudían vendedores de todas las poblaciones inmediatas,
de los alrededores de la ciudad, á ocho kilómetros, por lo menos, de y muchos miles de aldeanos venían hasta de diez leguas á la redonda,
distancia. dando á nuestro pueblo, durante un par de días, un aspecto muy ani-
Había hecho un bulto con las ropas de la cama y lo había colocado mado. Una notable descripción de las ferias de pueblos del Sur de Rusia
bajo las sábanas, después se fué á la torre, se descolgó por una ven- se había publicado aquel año por la Slavophile Aksakoff, y mi hermano,
tana, salió sin que se apercibieran, y vino andando todo el camino. que se hallaba entonces en la cúspide de su entusiasmo económico-
— ¿No tenías miedo de noche en los campos desiertos que rodean político, me aconsejó hiciera un trabajo análogo respecto á nuestra
al colegio? — le pregunté. — A lo cual contestó: — ¿Qué tenía que feria, acompañado de datos estadísticos, incluyendo en éstos las can-
temer? Sólo los perros me embestían; verdad que yo mismo los achu- tidades de artículos entrados y salidos. Seguí sus indicaciones, y, con
chaba: mañana no me vendré sin la espada. gran sorpresa mía, vi que obtuve un feliz resultado; mis apreciaciones
Los cocheros y otros sirvientes entraban y salían; suspiraban al y datos no eran menos dignos de crédito, según lo que he podido ver
vernos, y se sentaban algo distanciados de nosotros hablando á media después, que los de la misma índole que se encuentran en las obras
voz para no molestarnos; mientras que nosotros dos, con los brazos de estadística.
entrelazados, estuvimos allí sentados hasta la media noche, hablando Nuestra feria sólo duraba un poco más de veinticuatro horas. La
de las nebulosas y de la hipótesis de Laplace, de la estructura de la ma- víspera, el gran espacio libre donde aquella se efectuaba se encontraba
teria, las luchas del papado bajo Bonifacio VIII con el poder imperial, lleno de vida y animación. Largas filas de mostradores, destinados
y otras cosas por el estilo. á la venta de telas de algodón, cintas y adornos de todas clases, de los
De cuando en cuando, alguno de los criados entraba precipita- que usan las aldeanas, se levantaban por doquiera. El restaurant, que
damente diciendo: « Petinka, ve á que te vean en el salón; están en era un edificio construido de piedra, se cubría de mesas, sillas y bancos,
movimiento y pudieran preguntar por ti >>. y su suelo se alfombraba de menuda arena. Aparecían tres tabernas,
Le supliqué, á Sasha que no volviera á la noche siguiente; pero, á cuyas puertas ramas de retama recién cortadas, colocadas en lo alto
sin embargo, vino, no sin haber tenido antes una ligera escaramuza de un palo que se elevaba á mucha altura, servían para llamar desde
con los perros, contra los cuales había hecho uso de la espada. Cuando, lejos la atención de los campesinos. Hilera tras hilera de mostradores
más temprano que el día anterior, me llamaron para ir á la casa de los más pequeños, destinados á la venta de loza, calzado, objetos de piedra,
cocheros, acudí presuroso. Alejandro había hecho parte del camino pan de jengibre y toda clase de menudencias surgían como por en-
en carruaje: la noche antes, uno de los criados le trajo lo que le ha- canto, mientras que en un lugar determinado del terreno se hacían
bían dado los jugadores, suplicándole que lo aceptara; el tomó lo excavaciones para colocar inmensos calderos, en los que se hervían
preciso para alquilar un coche, y de ese modo pudo venir antes de la el mijo y otras semillas por fanegas y carneros enteros, para propor-
hora en que lo efectuó en la primera visita. cionar á los miles de visitantes schi y kasha (sopas y caldos). Por la
Pensaba volver también á la noche siguiente; pero había motivos tarde, los cuatro caminos que conducían á la feria se hallaban blo-
para temer pudiera ser peligroso para los sirvientes, y decidimos des- queados por centenares de carros y carretas, y pilas de cacharrería,
pedirnos hasta el otoño: una pequeña nota « oficial » me dió á- conocer barricas de brea, granos y ganado, se presentaban á la venta á ambos
al siguiente día que sus salidas nocturnas habían pasado inadvertidas. lados de aquéllos.
¡Qué terrible hubiera sido el castigo, si se llegan á descubrir! Horroriza
Esa noche se celebraba en nuestra iglesia el servicio religioso con
pensar en ello: azotado ante el cuerpo, hasta ser conducido en una manta
gran solemnidad. Los curas de los pueblos inmediatos tomaban parte
sin conocimiento, y después degradado y enviado á un batallón de
hijos de soldados; todo era posible en aquel tiempo.
Bastantes compradores, con caras de gitanos y miradas de tiburón,
en él, y sus sochantres, reforzados por algunos jóvenes forasteros,
cantaban en el coro con tal arte como pudiera hacerse en una catedral. circulaban entre la multitud haciendo adquisiciones. De estas ventas
La iglesia estaba completamente llena, y las gentes oraban con fervor; sólo se pudo hacer un cálculo aproximado.
los feriantes rivalizaban entre sí en cuanto al número y dimensiones ' E n aquel tiempo no reflexioné sobre el alcance de este trabajo;
de las velas de cera que encendían ante los altares, como ofrendas á su buen resultado me bastaba para estar satisfecho. Pero el verdadero
los santos de la localidad, interesándolos en el buen éxito de su em- buen sentido y recto criterio del campesino ruso, de que fui testigo
presa; y como la concurrencia era tan grande que no permitía á lo? que durante ese par de días, dejaron en mi ánimo una impresión profunda.
se hallaban á lo último de la iglesia llegar hasta el altar, desde allí se Más adelante, cuando propagábamos las doctrinas sociaüstas entre
enviaban, haciéndolos pasar de mano en mano, velas y cirios de todas los agricultores, me maravillaba que algunos de mis amigos, que al
clases, blancos y amarillos, chicos y grandes, según la posición del parecer habían recibido una educación más democrática que yo, no
que los ofrecía, diciendo al mismo tiempo: « Para la Santa Virgen de supieran hablar á los aldeanos ó á los trabajadores de las fábricas de
Kazan, nuestra patrona; para San Nicolás el milagroso; para San los distritos rurales. Procuraban imitar el modo de expresarse de la
Frol y San Saur » (los santos de los caballos, lo cual procedía de los que gente de campo, introduciendo en su lenguaje una profusión de las
tenían esos animales de venta); ó simplemente « para los santos •>, sin llamadas « frases populares », pero el resultado era negativo.
meterse en más rodeos. Nada de eso.se necesita para comunicarse con ellos, ya sea por
palabra ó por escrito. El campesino ruso entiende perfectamente el
Una vez terminada la función religiosa, empezaba la anteferia, lenguaje del hombre ilustrado, con tal de que no se halle impregnado
y era llegado el momento de que me dedicara por completo á mi de voces tomadas de idioma extranjero. Lo que él no comprende es la
misión de preguntar á centenares de personas por el valor de los artí- noción abstracta, cuando no va acompañada de ejemplos concretos.
culos que traían. Y, con gran sorpresa mía, salí del paso sin dificultad. Pero yo sé por experiencia que, si se le habla al labriego ruso con cla-
Por supuesto, que también á mí me hacían algunas preguntas: «¿Por ridad, partiendo de hechos concretos — y otro tanto puede decirse de
qué hacéis esto?» «¿No será para el viejo príncipe, quien tal vez los aldeanos de todas las naciones —, no hay generalización que, par-
pretenda subir los derechos del mercado? » Pero la seguridad de que tiendo del campo de la ciencia social ó natural, no se pueda poner al
el viejo príncipe no sabía ni querría saber nada sobre el particular (él alcance de un hombre de una inteligencia corriente, si el que la expone
lo hubiera considerado como una ocupación poco digna), desvanecía, la ha comprendido bien. La principal diferencia entre el hombre educado
desde luego, todas las dudas. Pronto aprendí el mejor modo de inte- y el que no lo es, puede decirse que no es otra sino la imposibilidad
rrogar, y después de tomar seis tazas de te en el restaurant con algún en que se halla el último de seguir una serie de conclusiones. Se hace
feriante (¡qué horror; si mi padre lo hubiera sabido!), todo marchaba cargo de la primera y tal vez de la segunda; pero á la tercera se en-
á pedir de boca. Vasily Juanoff, el corregidor de Nikolskoye, un aldeano cuentra fatigado si no ve claramente el punto hacia el cual el que habla
de aspecto arrogante, de rostro simpático é inteligente y hermosa barba se dirige. Mas tal dificultad se presenta á menudo, también, aun tra-
rubia, se interesó por mi trabajo. «Si te conviene para tus estudios, tándose de personas cultas. 4. ^ , .
realízalo; después nos dirás la ventaja que te ha aportado », fué su
conclusión, y le dijo á la gente « que no había mal en ello ». Una impresión más saqué de aquel trabajo de mi juventud, im-
presión que no formulé sino después, y que probablemente sorpren-
En una'palabra, lo importado se determinó con facilidad; pero al
derá á muchos lectores. Me refiero al espíritu de igualdad, que esta al-
siguiente día las ventas ofrecieron algunas dificultades, en particular
en los vendedores de géneros, quienes ni ellos mismos sabían aún lo que tamente desarrollado en el campesino ruso, y en verdad en la pobla-
habían vendido. El día de la feria las jóvenes aldeanas invadían las tiendas ción rural de todas partes. El aldeano ruso es capaz de demostrar una
por completo; después de vender cada una la tela que ella misma había obediencia servil al señor territorial ó al agente de palacio; se inclinara
tejido, procuraba comprar algún algodón estampado y un buen pa- ante su voluntad de un modo expresivo; pero no los considerará como
ñuelo para ella, otro de color para su marido, tal vez algún encaje, una hombres superiores; y si poco después el uno ó el otro le habla del heno
ó dos cintas y una multitud de menudencias para la abuela, el abuelo ó de otra cosa por el estilo, le contestará como de igual a igual. Jamas
y los ñiños que habían quedado en casa. En cuanto á los que vendían vi en el campesino ruso ese servilismo, convertido en una segunda natu-
loza, bollos de jengibre, ganado ó cáñamo, desde luego manifestaban raleza, con que un empleado de poca categoría le habla á otro de mas
lo realizado, especialmente las mujeres de edad. « ¿Se ha hecho buen elevado rango, ó un lacayo á su amo. Es verdad que se somete a la fuerza
negocio, abuelita? », solía yo preguntar, y ella respondía: « No tengo fácilmente; pero no le rinde culto.
motivo de queja, hijo mío. ¡Por qué había de ofender á Dios! Casi todo
* * *
se ha vendido ». Y con todas esas insignificancias se formaron canti-
dades importantes en mi libro de Memorias. Un punto quedaba por
resolver: había un gran espacio destinado á muchos centenares de al- Aquel año volví de Nikolskoye á Moscou de una nueva manera.
deanas que, expuestas á los ardientes rayos del sol, ofrecía cada una No existiendo entonces ferrocarril entre Kaluya y Moscou, había un
un pedazo de tela tejida por ella misma, algunos de verdadero mérito. hombre, llamado Buck, que mantenía en comunicación a las dos po-
blaciones por medio de unos coches de mala muerte. La familia nunca nuestras « libertades », cuyo origen se perdía en « la noche de los tiem-
pensó hacer uso de ellos teniendo su tren propio; pero, cuando mi pa- pos », y que insignificantes en sí, eran, tal vez por eso mismo, mas apre-
dre, á fin de ahorrarle á mi madrastra un viaje de ida y vuelta, me pro- ciadas por nosotros. „ , ,
puso, medio en chanza, que fuera solo en uno de esos vehículos, acepté El resultado de esto fué, que durante varios días la escuela estuvo
con placer el ofrecimiento. en completa rebelión, que terminó en castigos generales, y en la expul-
La mujer de un traficante, ya de edad y muy gruesa, y yo ocu- sión del cuerpo de dos de los pajes favoritos.
pábamos los asientos posteriores, y un artesano, al parecer, en los ante- Luego el referido capitán empezó á intervenir en la hora que pa-
riores, éramos los únicos viajeros. Por el camino fui muy divertido; sábamos todas las mañanas en la clase preparando nuestras lecciones
primero, por viajar solo (aún no tenía los dieciséis años), y después, antes de que llegaran los profesores. Allí nos considerábamos bajo la
porque la mujer referida, que había traído para un viaje de tres días autoridad de éstos y no de los militares, por lo cual aquello nos causó
una cesta colosal llena de provisiones, me obsequió mucho, ofrecién- mucho disgusto; v un día yo expresé en alta voz nuestro descontento,
dome de todo. Los detalles de las jornadas fueron deliciosos. Lo ocurrido diciéndole que aquel puesto era el del inspector de las clases no el suyo.
una tarde especialmente, permanece vivo en mi memoria: llegamos á Aquella franqueza me costó varias semanas de arresto, y tal vez hubiera
uno de los pueblos grandes y paramos en una posada. La compañera sido expulsado de la escuela, á no haber sido porque el mismo inspector,
de viaje pidió una habitación para ella, y yo me salí á la calle caminando su ayudante, y hasta nuestro viejo director, juzgaron que, después
á la ventura. Una « casita blanca », en la que se servía de; comer, pero de todo, yo no había hecho más que decir con la boca lo que ellos se
no bebidas alcohólicas, llamó mi atención y entré en ella. Muchos al- decían con el pensamiento.
deanos, sentados en torno de pequeñas mesas cubiertas de blancas No bien terminados estos trastornos, la muerte de la emperatriz,
servilletas, tomaban el te; yo seguí su ejemplo. viuda de Nicolás I, interrumpió de nuevo nuestro trabajo.
Allí todo resultaba nuevo para mí. Era un pueblo de campesinos El entierro de las testas coronadas se arregla siempre de tal modo,
de la Corona, esto es, gentes que no habían sido siervos y disfrutaban que impresione profundamente á las masas. El cadáver de la empe-
de un relativo bienestar, tal vez debido al tejido á mano que cultivaban ratriz fué traído desde Zarkoye Seló, donde había muerto, a San Pe-
como industria doméstica. Conversaciones serias y reposadas, interrum- tersburgo, y aquí, seguido de la familia imperial, todos los altos digna-
pidas aquí y allá por franca risa, se mantenían entre los concurrentes, tarios del Estado y muchos miles de funcionarios y corporaciones y
y después de las fórmulas de introducción usuales, pronto me vi en- precedido de centenares de curas y coristas, se condujo desde la esta-
redado en una conversación con una docena de aldeanos sobre el estado ción del ferrocarril, á través de las calles principales, a la foitaleza
de la cosecha en nuestro terreno y otro sin fin de cosas. Deseaban sa- donde tenía que estar de cuerpo presente varias semanas. Cien mil
ber todo lo referente á San Petersburgo, y particularmente lo relativo hombres de la guardia habían sido colocados á lo largo de la carrera
al rumor de la abolición de la servidumbre. Un sentimiento de amor V miles de personas, vestidas con los más vistosos uniformes, prece-
hacia la sencillez y las relaciones naturales de igualdad, así como la dían, acompañaban y seguían al féretro, formando solemne procesion.
buena voluntad y simpatía que he sentido siempre después al hallarme En todos los cruces de calles importantes se entonaban responsos; y
entre los aldeanos ó en sus casas, se despertaron en mí en aquella casa entonces, el doblar de las campanas en las torres de las iglesias, las voces
de comidas. Nada extraordinario ocurrió en esa noche, así que, hasta de los vastos coros, y los acordes de las bandas militares se unían de
pongo en duda que el incidente sea digno de mención, y, sin embargo, modo bien impresivo, como para hacer creer á las gentes que la inmensa
aquella noche calurosa y obscura en el pueblo, aquella pequeña po- multitud se hallaba verdaderamente de duelo por la perdida de la em-
sada, aquella conversación de los campesinos y el vivo interés que_ de-
Perat
mostraron por un sin fin de cosas que se hallaban mucho más allá de T o d o el tiempo que el cadáver estaba de cuerpo presente en la
lo que constituía el objeto corriente de sus preocupaciones, han hecho iglesia de la fortaleza, los pajes, entre otros, tenían que dar una guarcha
dicha pobre casita blanca más atractiva para mí, desde entonces, que de honor noche y día: tres de éstos y tres damas de honor se hallaban
el mejor restaurant del mundo. siempre cerca del ataúd, que estaba colocado sobre un alto catafalco,
en tanto que unos veinte pajes se encontraban estacionados en el coro,
en el cual se cantaban letaniás, dos veces al día, en presencia del empe-
V. rador y toda su familia. E n su consecuencia, todas las semanas iban
alternativamente á la fortaleza, donde permanecían alojados una mi-
Tiempos tormentosos vinieron para nuestra escuela. Cuando Gi- tad del cuerpo: se nos relevaba cada dos horas, y durante el día el ser-
rardot fué reemplazado, su puesto lo ocupó uno de nuestros oficiales, vicio no era muy penoso; pero cuando tenía que levantarme de noche,
el capitán B. Era más bien de buen carácter, que de malo; pero se le ponerme el uniforme de gala, y dirigirme después caminando por los
metió en la cabeza que no era tratado por nosotros con el respeto corres- pasajes obscuros é internos de la fortaleza, hasta llegar a la iglesia,
pondiente á la alta posición que ahora ocupaba, é intentó imponernos acompañado por el lúgubre tañir de las campanas, sentía un ligero
mayor consideración hacia él. Empezó cuestionando por todo con la clase escalofrío al pensar en los presos que se hallaban sepultados entre los
primera, y — lo que en nuestra opinión era aún peor — intentó destruir
muros de esta Bastilla rusa: « ¡quién sabe — me decía yo —, si á mi
vez no llegaré también á ser uno de ellos algún día! » Gamaleya, brillaban las lágrimas cual perlas: era hija del Sur de Ru-
sia, y la única verdaderamente hermosa entre las damas de honor de
la corte.
E n la escuela, todo andaba trastornado: las clases estaban inte-
rrumpidas; aquellos de nosotros que volvían de la fortaleza eran aloja-
Los funerales no terminaron sin un incidente, que pudo haber
dos en departamentos provisionales, y no teniendo nada que hacer,
tenido serias consecuencias. Un inmenso dosel se había erigido bajo
pasaban todo el día inventando infinitas diabluras. En una de ellas, con-
la cúpula del templo, sobre el ataúd. Una gran corona dorada le servía
seguimos abrir una caja de cartón que contenía una espléndida colección
de remate, y de ella partía un descomunal manto de púrpura, forrado
de modelos de animales de todas clases, para la enseñanza de la Histo-
de armiño, dirigido hacia las cuatro gruesas pilastras que sostenían
ria natural: ese, al menos, era su objeto oficial; pero jamás ni aun nos
aquélla. El aspecto de éste impresionaba; pero nosotros los muchachos,
la habían mostrado; y ahora que se hallaba en nuestro poder, nos ser-
pronto descubrimos que la corona era de cartón dorado y de madera;
víamos de ella á nuestro gusto. Con una calavera humana que estaba
el manto, sólo de terciopelo en su parte inferior, mientras que más
en la colección, hicimos un fantasma para asustar á los otros compa-
arriba, únicamente se encontraba algodón encarnado; y el forro de ar-
ñeros y á los oficiales por la noche. En cuanto á los animales, los colo-
miño no era más que una franelilla ó bayeta de algodón, á la que se
camos en las más ridiculas y extrañas posiciones: monos montados
habían cosido colas de ardillas negras; los escudos que representaban
en leones, carneros jugando con leopardos, la girafa bailando con el
las armas de Rusia, velados por un crespón negro, eran sencillamente
elefante, y otras cosas por el estilo. Lo peor de todo fué que, algunos
de cartón. Pero las muchedumbres, á las que se permitía á ciertas horas
días después, uno de los príncipes prusianos, que había venido á asis-
de la noche pasar ante el féretro y besar precipitadamente el paño de
tir á las honras fúnebres (fué, según creo, el que más tarde vino á ser
brocado que lo cubría, es indudable que no tenían tiempo para exa-
el emperador Federico), visitó el Cuerpo, y se le mostró todo lo con-
minar detenidamente el armiño de franela ó los escudos de cartón; y
cerniente á nuestra educación. Nuestro director no dejó de alabarse
el efecto teatral se obtenía, aun por esos medios t a n económicos.
de los muchos elementos de enseñanza que teníamos y presentó á su
Cuando se canta una letanía en Rusia, todos los presentes tienen huésped la infortunada caja de cartón. Cuando el principe alemán echó
velas de cera encendidas, que deben apagarse después de leídas deter- una ojeada á nuestra clasificación zoológica, puso muy mala cara y se
minadas oraciones. La familia imperial hacía otro tanto, y un día, el volvió para otro lado: el director se horrorizó; perdió el uso de la pala-
hijo menor del Gran Duque Constantino, al ver que los otros apagaban bra, y no hacía más que señalar repetidas veces con la mano á algunas
sus velas volviendo lo de arriba abajo, hizo lo mismo. La gasa negra estrellas de mar que, colocadas en cajas de cristal, pendían de las pare-
que caía de un escudo, á su espalda, se incendió, y en un segundo, el des. El acompañamiento del príncipe aparentó no haber notado nada,
escudo y la tela de algodón estaban ardiendo: una inmensa lengua de echando sólo miradas furtivas á la causa de tal perturbación; mientras
fuego subía por los pesados pliegues del supuesto manto de armiño. que, nosotros, los niños traviesos, hacíamos toda clase de muecas para
El servicio religioso se suspendió: todas las miradas se dirigían no soltar la carcajada.
con terror hacia la lengua de fuego, que seguía más y más avanzando,
en dirección á la corona de cartón y la armadura de madera que sos-
tenía todo aquello; empezando á caer pedacitos de tela encendida, que VI.
amenazaban prender fuego á los velos negros de las señoras. >•, • ;-!
Los años de colegio de un joven ruso son tan diferentes del período
Alejandro II sólo perdió la serenidad un momento; pero se repuso
correspondiente en las escuelas del Occidente europeo, que debo insis-
en seguida y dijo con voz no alterada: « ¡hay que quitar el ataúd! » Los
tir más aún sobre mi vida de estudiante. Los jóvenes rusos, por regla
pajes de cámara lo cubrieron con el grueso brocado de oro, y todos
general, aun cuando estén todavía en un liceo ó en una escuela militar,
avanzamos para levantarlo; pero al mismo tiempo la gran lengua de
se interesan ampliamente en cuestiones sociales, políticas y filosóficas.
fuego se había dividido en muchas pequeñas, que ahora sólo devoraban
Verdad es que el cuerpo de pajes era de todos los colegios el menos
lentamente la pelusa externa del algodón, y encontrando cada vez más
adecuado para tales empresas: pero en aquellos años de renacimiento
polvo acumulado en la parte superior del dosel, vinieron á morir gra-
general, las nuevas ideas penetraron aun hasta allí, conquistándonos
dualmente entre sus pliegues.
á algunos, sin que por eso nos impidieran tomar parte activa en las
No puedo decir qué es lo qué más cautivaba mi atención: si era bromas y juegos propios de nuestra edad.
el fuego que se extendía, ó las figuras esbeltas y majestuosas de las
Estando ya en la clase cuarta, me aficioné á la Historia, y con el
tres señoras que se encontraban al lado del féretro, tendidas las largas
auxilio de notas tomadas durante la lección y leyendo todo lo posible,
colas de sus negros vestidos sobre los escalones que conducían á la pla-
llegué á escribir un curso completo de la primera parte de la historia
taforma superior, y sus velos de blondas pendientes de sus hombros.
medioeval, para mi uso particular. Al año siguiente, la lucha entre el
Ninguna había hecho el menor movimiento: parecían tres hermosas
Papa Bonifacio VIII y el poder imperial llamó especialmente mi aten-
imágenes de talla. Sólo en los negros ojos de una de ellas, la señorita
ción, y con tal motivo ambicioné el ser admitido como lector en la Bi-
blioteca Imperial, para poder estudiar tan notable acontecimiento. de nuevo, con m í i amplitud, lo cual hice, preparando así, casi por com-
Pero como esto era contrario al reglamento de la Biblioteca, no admi- pleto, un libro de texto de física que se imprimió para uso de la escuela.
tiéndose á los alumnos de escuelas secundarias, fué necesario que nues- También en esta clase empezamos á estudiar química, y en esto
tro bueno Herz Becker consiguiera vencer la dificultad, para que yo tuvimos igualmente un maestro de primera; un amante apasionado
pudiera, al fin, entrar en el santuario, y tomar asiento, ante una de de la ciencia, quien había personalmente hecho investigaciones ori-
las pequeñas mesitas destinadas al público, en una de las butacas de ginales de valor.
terciopelo rojo que entonces formaban parte del mobiliario del salón Los años 1859-61 lo fueron de renacimiento universal, de predi-
de lectura. lección por las ciencias exactas; Grave, Clausius, Joule y Seguin, mos-
traron que el calor y todas la fuerzas físicas no son más que diversas
Gracias á varios libros de texto de allí y algunos de nuestra propia
formas del movimiento; Helmholtz empezó por entonces sus investi-
Biblioteca, pronto di con lo que buscaba. A pesar de no saber latín,
gaciones, que forman época respecto al sonido; Tyndall, en sus con-
descubrí, sin embargo, un rico manantial de trabajos originales en el
ferencias populares, hace que uno toque, si tal puede decirse, los átomos
teutón y el francés antiguos, encontrando un inmenso placer estético
y las moléculas mismas. Gerhardt y Avogadro introdujeron la teoría
en la belleza de estructura y expresión del francés antiguo de las cró-
de las substituciones, y Mendeléeff, Soltrar Meyer y Necolund descu-
nicas. Toda una nueva composición de la sociedad y todo un mundo
brieron las leyes periódicas de los elementos; Darvvin, con su Origen
de complicadas relaciones se abrieron ante mis ojos; y desde entonces
de las especies, revolucionó todas las ciencias biológicas; en tanto que
aprendí á apreciar más altamente las fuentes originales de la Historia
Karl Voigt y Moldchott, siguiendo á Claudio Bernard, sentaron las bases
que las obras de generalizaciones modernizadas, en las que los prejui-
de la verdadera psicología en fisiología. Era una época de renacimiento
cios de la política moderna, y aun hasta las meras fórmulas corrientes
científico, y la corriente que arrastraba las inteligencias hacia las
substituyen á menudo la verdadera vida del período. No hay nada
ciencias naturales era irresistible. Muchos libros excelentes se publicaron
que dé tanto ímpetu al propio desarrollo intelectual como una inves-
en aquella época, traducidos al ruso, y pronto comprendí que cuales-
tigación independiente de cualquiera clase que sea, y estos estudios
quiera que fueran los estudios posteriores á que uno se dedicase, un
míos me fueron más tarde de mucha utilidad.
conocimiento completo de las ciencias naturales, y el hallarse familia-
Desgraciadamente tuve que abandonarlos cuando llegamos á la rizado con sus métodos, debían ser el punto de partida. Cinco ó seis
clase segunda (la penúltima). Los pajes tenían que estudiar durante de nosotros nos unimos para hacernos de cualquier clase de laboratorio.
los dos últimos años casi todo lo que se enseñaba en otros colegios mili- Con los aparatos elementales recomendados para los principiantes en
tares en tres, y el ti abajo que había que hacer para la escuela era muy el excelente libro de texto de Stockhardt, inauguramos nuestro labo-
extenso. Las ciencias naturales, las matemáticas y las ciencias milita- ratorio en un pequeño dormitorio de dos de nuestros compañeros, los
res habían de relegar forzosamente la Historia á un segundo término. hermanos Zasetsky; su padre, un antiguo almirante retirado, se com-
placía en ver á sus hijos ocupados en tan útil empresa, y no se oponía
* á que nos reuniéramos los domingos, y durante las vacaciones, en aquella
* *
habitación, al lado mismo de su estudio. Con el referido libro por guía,
En la clase segunda empezamos á estudiar formalmente física: hicimos sistemáticamente toda clase de experimentos; debo decir que
teníamos un excelente maestro, hombre muy inteligente y de carácter una vez casi incendiamos toda la casa, y que más de una envenenamos
jovial, enemigo de que se aprendiera de memoria, y que consiguio el todas las habitaciones con clorina y otras drogas parecidas. Pero el
hacernos pensar, en vez de aprender meramente á conocer los hechos. viejo marino, cuando relatamos la aventura durante la comida, no
Era un buen matemático, y nos enseñó física, tomando como base las se incomodó por eso y nos contó que también él, en unión de varios
matemáticas, explicando magistralmente al mismo tiempo las ideas compañeros, por poco no queman una casa entretenidos en la menos
fundamentales de la investigación científica y de los aparatos de fí- provechosa ocupación de hacer un ponche; mientras que la madre,
sica. Algunas de sus preguntas eran tan originales y tan buenas sus por su parte, se contentó con decir, en los momentos que la dejaba
explicaciones, que ellas quedaron grabadas para siempre en mi memoria. libre la tos: « Pero si para aprender tenéis necesidad de manejar esas
cosas que huelen tan mal, ¡qué le hemos de hacer! »
Nuestro libro de texto de física no era malo (la mayoría de los
de su clase para las escuelas militares habían sido escritos por los hom-
Después de comer solía sentarse ella al piano, y hasta ya tarde
bres más notables de la época); pero se había quedado algo anticuado,
pasábamos la noche cántando dúos, tercetos y coros de las óperas, ó bien
y nuestro profesor, que le gustaba seguir su sistema particular, em-
tomábamos la partitura de una de ellas, ya fuera rusa ó italiana, y
pezó á preparar un breve sumario de sus lecciones: una especie de aide-
la dábamos un repaso desde el principio aí fin, haciendo la madre y la
mémoire. Sin embargo, á las pocas semanas se arregló la cosa de tal
hija de tiples, mientras que nosotros, mejor ó peor, ejecutábamos todo
modo, que ese trabajo recayó sobre mí, y nuestro maestro, procediendo
lo restante. Así la química y la música iban mano á mano.
como buen pedagogo, depositó en mí tal confianza, que se limitaba a
leer las pruebas. Cuando llegamos á los capítulos sobre el calor, la elec-
tricidad y el magnetismo, hubo necesidad de escribirlos enteramente
construir la mejor fortificación posible, para proteger un puente que
ha de servir á un ejército en retirada; discutiendo acaloradamente con
* * el maestro, cada uno en defensa de su proyecto, cuando aquél se per-
mitía criticarlo. En el verano poníamos nuestro conocimiento en prác-
El estudio de la matemática superior absorbía gran parte de mi tica. A estos ejercicios campestres atribuyo la facilidad con que la ma-
tiempo. Varios de nosotros habíamos ya decidido el no entrar en un yoría de nosotros llegamos á dominar tal variedad de materias cientí-
regimiento de la guardia, en los que se empleaba todo el tiempo en ficas á la edad de diecisiete ó dieciocho años.
ejercicios y paradas, sino ingresar, una vez promovidos á oficiales, en
una de las academias militares, artillería ó ingenieros, á cuyo fin tuvimos
que prepararnos en trigonometría, cálculo diferencial y el principio
del cálculo integral, para lo cual teníamos repasos particulares. Al par A pesar de todo esto teníamos bastante tiempo libre para juegos
de esto, como se nos enseñara astronomía elemental, bajo el nombre y distracciones; cuando mejor lo pasábamos, era al terminarse los exá-
de geografía matemática, me sumergí en lecturas astronómicas, espe- menes, que nos dejaban tres ó cuatro semanas en completa libertad,
cialmente el último año de mi estancia en el colegio. La vida incesante antes de ir al campamento, ó á la vuelta de éste, en cuya época nos da-
del universo, que yo concebía como vida y evolución, vino á ser para ban también tres semanas libres, antes de empezar el curso.
mí una fuente inagotable de elevados pensamientos prácticos, y gra-
A los pocos que entonces quedaban en el colegio se les permitía,
dualmente el concepto de la unidad del hombre con la materia, tanto
durante las vacaciones, entrar y salir á voluntad, teniendo siempre
animada como inanimada; esto es, la poesía de la Naturaleza vino á
allí cama y comida. Yo trabajaba en la biblioteca ó visitaba la galería
ser la filosofía que dominó toda mi existencia.
de pintura del Ermitaño, estudiando uno por uno, separadamente, los
Si los estudios de nuestro colegio se hubieran limitado á las materias mejores cuadros de cada escuela, ó bien iba á las fábricas de naipes,
referidas, no nos hubiese sobrado el tiempo, seguramente; pero, además, algodón, hierro, loza y cristal del Estado que están abiertas al público.
teníamos que aprender historia, leyes, esto es, las líneas principales Otras veces nos daba por irnos á remar al Neva, pasando toda la noche
del código ruso, y economía política en sus principios esenciales, inclu- en el río, y otras en el Golfo de Finlandia con los pescadores. Noches
yendo un curso de estadística comparada. También necesitábamos do- melancólicas del Norte, durante las cuales la luz de la aurora viene
minar formidables cursos de ciencia militar, tácticas, historia militar á mezclarse con los últimos resplandores del crepúsculo de la tarde,
(las campañas de 1812 y 1815 en todos sus detalles), artillería y forti- V es posible leer un libro al aire libre á media noche: para todo esto
ficación de campaña. Volviendo ahora la vista á semejante programa hallábamos tiempo de sobra.
de estudios, creo que, aparte lo referente á la cuestión militar, que po- Después de mis visitas á las fábricas, me aficioné á la grande y
día ventajosamente haber sido reemplazado por trabajos más completos perfecta maquinaria. Viendo de qué modo una garra gigantesca, par-
en las ciencias exactas, la variedad de materias que se nos enseñaba, tiendo de una grúa, se apoderaba de una viga que flotaba en el Neva
no traspasaba los límites de lo que puede aprender un joven de una y la echaba en tierra colocándola bajo la sierra que la convertía en ta-
capacidad corriente. Debido á un regular conocimiento de matemática blas, ó de la manera cómo una gran barra de hierro al rojo blanco es
elemental y física, que adquirimos en las clases inferiores, la mayoría transformada en un rail,, después de haber pasado entre dos cilindros,
de nosotros podía con el trabajo. En algo nos descuidábamos un poco, comprendí la poesía de la maquinaria. En nuestras fábricas actuales,
especialmente en lo forense, así como en historia moderna, para la cual, el trabajo mecánico es la muerte para el obrero, porque éste viene á
desgraciadamente, teníamos un maestro ya inutilizado por los años, convertirse en el servidor perpetuo de una máquina determinada, y
á quien solo se conservaba en su puesto para que pudiera tener opción nunca puede llegar á ser nada más. Pero esto es cuestión de mala orga-
á todo su retiro. Hay que advertir que se nos daba cierta amplitud en nización, y no tiene nada que ver con la máquina en sí: exceso de tra-
la elección de los asuntos que más nos agradaban, apretándonos bien bajo y eterna monotonía son igualmente perjudiciales, ya se haga el
en sus exámenes; en tanto que, respecto á las otras materias, se nos trabajo á mano, con herramientas sencillas, ó á máquina. Aparte, pues,
trataba con benignidad. Sin embargo, la causa principal del buen éxito de esto, me imagino perfectamente el placer que al hombre puede repor-
relativo alcanzado en la escuela, era debido á que se enseñaba del modo tar la conciencia del poder de su máquina, el inteligente carácter de su
más concreto posible. Tan pronto como aprendíamos la geometría ele- trabajo, lo gracioso de sus movimientos y lo correcto de lo que hace;
mental en el papel, íbamos á aprenderla al campo con postes y la cadena y creo que el odio que William Morris profesaba á las máquinas, sólo
del agrimensor, y más tarde con la plancheta, la brújula y demás apa- prueba que la concepción de su poder y gracia faltaba á su gran genio
ratos. Después de tan concreta instrucción, la astronomía elemental poético.
no ofrecía dificultad alguna, mientras que el trabajo en sí era un ma-
nantial inagotable de entretenimiento. La música también desempeñó un papel importante en mi desen-
volvimiento: de ella obtuve mayor placer y entusiasmo aún que de la
El mismo sistema de enseñanza concreta se aplicaba á la fortifi- poesía. En aquellos tiempos, apenas existía la ópera rusa; pero la italiana,
cación. En el invierno se resolvían problemas, como, por ejemplo, el que contaba con buen número de estrellas de primer orden, era la ins-
siguiente; Teniendo mil hombres y quince días á vuestra disposición, Memorias de un revolucionario.'6
armas; varios miles de muchachos reunidos en torno á sus banderas,
titución más popular de San Petersburgo. Cuando la prima donna mientras que los cañones de la escuela de artillería tronaban en el si-
Bosio cayó enferma, miles de personas, sobre todo de la juventud, per- lencio de la noche. Todo el elemento militar de Peterkof vino á galope
manecían hasta las altas horas de la noche á las puertas de su hotel, al campamento; pero debido á alguna mala inteligencia, el emperador
para saber cómo seguía: no era hermosa, pero tanto lo parecía cuando permanecía á pie. Se corrieron órdenes en todas direcciones para pro-
cantaba, que los jóvenes locamente enamorados de ella podían con- porcionarle un caballo, pero no se encontraba ninguno; pues no siendo
tarse á centenares; y cuando murió se le hizo un entierro como no se buen jinete, no quería montar más caballo que los suyos. Esto le irritó
recordaba otro igual en San Petersburgo. La capital entera estaba di- en alto grado, y pronto dió rienda suelta á su cólera. « ¡Imbécil! (du-
vidida en dos campos: los admiradores de la opera italiana, y los del rák), ¿acaso no tengo más que un caballo? » — le oí decir á un ayudante
gusto francés, que aun entonces empezaba á mostrar en germen la de- que le había manifestado hallarse su caballo en otro campamento.
plorable corriente offenbáquica, que, algunos años más tarde, infestó'
á toda Europa. Nuestra clase también se hallaba dividida por mitad Con las negruras de la noche, el estampido del cañón y el estruendo
en estos dos campos, perteneciendo yo al primero. A nosotros no se de la caballería, nosotros los muchachos nos excitamos mucho, y cuando
nos permitía ir al patio del teatro ó á las galerías delanteras, y en cuanto Alejandro ordenó una carga, nuestra columna cargó en línea recta ha-
á los palcos, los que no estaban abonados se pedían7hasta con meses cia donde él estaba. Estrechamente unidos en las filas y con las bayo-
de anticipación, mientras que los otros se transmitían en ciertas fa- netas bajas, debíamos tener un aspecto imponente; y vi al emperador,
milias como posesión hereditaria. Los sábados conseguíamos poder ir que aun estaba á pie, dejar el paso franco á la columna en tres formi-
al gallinero, y allí teníamos que estar de pie en la atmósfera de un baño dables saltos. Entonces comprendí lo que representa una fuerza ar-
turco, mientras que, para ocultar los llamativos uniformes, acostum- mada que ataca en columna cerrada bajo la excitación de la música
brábamos á usar nuestros sobretodos negros, que estaban enguatados y de la marcha misma. Allí estaba ante nosotros el emperador, nuestro
y tenían cuello de pieles, que manteníamos abotonado, á pesar del calor. jefe, á quien todos venerábamos; y, sin embargo, creo que en esta masa
Es maravilla que ninguno de nosotros cogiera una neumonía en tales en movimiento ningún paje ó cadete se hubiera apartado ni una línea,
condiciones, saliendo acaloradísimos, no sólo por las causas indicadas ó detenido, para dejarle espacio. Eramos una. fuerza en marcha, mien-
sino además por las ovaciones que solíamos hacer á nuestras constantes tras que el representaba un obstáculo, y la columna lo hubiera arrollado
favoritas, permaneciendo después á la puerta del vestuario para lan- seguramente. « ¿Por que se había de encontrar en nuestro camino? o
zarles la última mirada y dirigirles una flor. La ópera italiana se hallaba — dijeron los pajes después. — En tales casos, los jóvenes, con un riñe
en aquella época, por causas que no son fáciles de explicar íntimamente en la mano, son aún mas terribles que los soldados viejos.
unida al movimiento radical, y los recitados revolucionarios de Gui- Al año siguiente, cuando tomamos parte en las grandes manio-
llermo Tell y Los Puritanos, eran siempre recibidos con aplausos atro- bras de la guarnición de San Petersburgo, vi algo de lo que, hasta cierto
nadores y gritos, que iban derechos al corazón de Alejandro II; en tanto punto, es una acción de guerra. Durante dos días consecutivos no hici-
que, en la galería del sexto piso, en el salón de descanso y á la puerta mos más que marchar arriba y abajo en un espacio como de treinta
del escenario, la mejor parte de la juventud de San Petersburgo venía y cinco kilómetros, sin tener la menor idea de lo que ocurría á nuestro
á confundirse en un sentimiento común, que semejaba á un culto por alrededor, ó por qué motivo, marchábamos. El cañón tronaba, unas
tan sublime arte. Todo esto puede parecer infantil; pero lo cierto es veces cerca de nosotros y otras muy lejos; un vivo fuego de fusilería
que muchas ideas elevadas y muchas generosas aspiraciones, surgie- se oía por ciertas partes del cerro y del bosque; los ayudantes de ór-
ron en nosotros al calor del entusiasmo por nuestros artistas favoritos. denes corrían en todas direcciones, mandando unas veces avanzar y
otras retroceder; y nosotros marchábamos, marchábamos y marchába-
mos, sin encontrar sentido á estos movimientos encontrados. Masas
VII. de caballería habían pasado por un mismo camino, dejándolo conver-
tido en un lecho de arena movediza, y nosotros tuvimos que avanzar
Todos los veranos íbamos fuera á acampar á Peterkof, con las de- y retroceder varias veces por el mismo terreno, hasta que, al fin, nuestra
más escuelas militares del distrito de San Petersburgo. En general, nues- columna se desmoralizó, pareciendo más bien una masa incoherente
tra vida allí era muy agradable, é indudablemente muy provechosa de peregrinos que una fuerza militar. Sólo la escolta de la bandera se-
para nuestra salud: dormíamos en espaciosas tiendas, nos bañábamos guía por la carretera; los restantes caminaban lentamente á ambos
en el mar, y pasábamos una gran parte de tiempo, durante las seis se- lados de aquélla por el bosque. Las órdenes y las súplicas de los oficiales
manas, en ejercicios al aire libre. resultaban ineficaces.
En las escuelas militares el objeto principal de la vida de campa- De repente se oyó á la espalda una voz que decía: « ¡El empera-
mento era evidentemente el ejercicio militar, cosa que^ todos detestá- dor viene! ¡El emperador! >> Los oficiales corrieron de un lado para otro
bamos sobremanera, pero cuya monotonía se interrumpía en ocasiones, rogándonos que formáramos en filas; pero nadie les hizo caso.
haciéndonos tomar parte en maniobras de campaña. Una noche, cuando Al fin llegó el emperador, y una vez más ordenó una retirada.
nos íbamos áacostar, Alejandro I I puso en alarma á todo el campamento, « ¡Media vuelta á la derecha! >>, gritó la voz de mando. « El emperador
haciendo tocar llamada. A los pocos minutos todos estaban sobre las
está detrás de nosotros; tened á bien volver », murmuraron los oficia- transversales de fortificación de proporciones corrientes. Acompaña-
les; pero el batallón hizo t a n poco caso de la orden como de la presen- dos por un oficial íbamos al campo, y allí teníamos que hacer el perfil
cia' del emperador. Afortunadamente, Alejandro II no era fanático por de un bastión ó de una cabeza de puente complicada, clavando listo-
el militarismo, y después de pronunciar algunas palabras para animar- nes á postes, exactamente del mismo modo que lo hacen los ingenieros
nos, prometiéndonos descansar, se fué al galope. de ferrocarriles al trazar la vía. Cuando llegamos á las troneras y bar-
Entonces comprendí la importancia que tiene en las funciones de betas, necesitábamos calcular mucho, á fin de obtener la inclinación
guerra el estado moral de las tropas y lo poco que se puede conseguir de los distintos planos, después de lo cual dejó de ofrecer dificultades
no empleando más que la disciplina cuando se le pide al soldado que el conocimiento de la geometría.
haga más de lo natural. ¡Qué puede conseguir aquélla cuando las tropas, Ese trabajo nos deleitaba, y una vez de vuelta en la población,
ya°cansadas, tienen que hacer un esfuerzo supremo para llegar al campo al encontrar en nuestro jardín un poco de barro y greda nos pusimos
de batalla á una hora convenida! Nada absolutamente; sólo el entu- á edificar una verdadera fortificación en una escala reducida, con tro-
siasmo y la confianza en sí mismo puede en tales momentos conducir neras y barbetas rectas y oblicuas bien calculadas. Todo, se había hecho
el soldado á realizar « lo imposible », y esto es precisamente lo que de con esmero, y lo que ahora ambicionábamos era obtener alguna ma-
continuo ha de hacer para asegurar el triunfo. ¡Cuántas veces traje á dera para hacer las plataformas para los cañones, y poder colocar sobre
la memoria, más tarde en Siberia, tan provechosa lección, cuando nos- ellas los que nos servían de modelos en la clase. Pero, ¡ay!, que nuestros
otros también teníamos que llevar á cabo «lo imposible » durante nuestra pantalones tomaron un aspecto alarmante. « ¿Qué hacéis ahí?», exclamó
expedición científica! nuestro capitán. « ¡Mirad cómo estáis! ¡Parecéis obreros! (lo que preci-
samente nos servía de satisfacción). ¡Qué diría el gran duque si viniera
y os encontrara en semejante estado! »
« Le enseñaríamos nuestra fortificación y le pediríamos herra-
Sin embargo, comparativamente, no era mucho el tiempo que de- mientas y madera para las plataformas ».
dicábamos, durante nuestra estancia en el campamento, á ejercicios y Todas las protestas fueron vanas; doce trabajadores vinieron al
maniobras militares. Una buena parte de él se empleaba en un trabajo siguiente día á llevarse nuestra hermosa obra, como si se tratara de un
práctico de levantar planos y hacer fortificaciones. Después de algunos montón de basura.
ejercicios preliminares, se nos daba una brújula de reflexión y se nos Menciono esto para demostrar cuánto desean los niños y los jóve-
decía: « Id y levantad un plano, bien sea de este lago, de esos caminos nes poder poner en práctica lo que han aprendido en la escuela de un
ó de aquel parque, midiendo los ángulos con aquélla y la distancia á modo abstracto, y qué estúpidos son los maestros que no alcanzan á
pasos ». De mañana, tras de un almuerzo precipitado, el alumno lle- ver la ayuda tan poderosa que podrían hallar en esta dirección, contri-
naba sus espaciosos bolsillos militares con rebanadas de pan de centeno buyendo á que sus discípulos se hicieran cargo del verdadero sentido
v se iba por cuatro ó cinco horas al parque, dejando kilómetros atrás, de lo que aprenden. En nuestro colegio todo tendía á educarnos para
topografiando con su brújula y sus pasos los hermosos senderos som- la guerra; sin embargo, nosotros hubiéramos trabajado con igual entu-
breados por los árboles, los riachuelos y los lagos. Después se comparaba siasmo en tender una línea férrea, en edificar una barraca ó en cultivar
su trabajo con mapas muy correctos, dándose premios de instrumentos un jardín ó un campo. Pero todas estas aspiraciones de los niños y de
de óptica ó de dibujo, según la elección del interesado. Para mí, esta los muchachos á un trabajo verdadero son perdidas, sencillamente por-
ocupación era una fuente inagotable de placeres. La independencia del que nuestra idea de la escuela es todavía la del escolasticismo y el mo-
trabajo, el aislamiento bajo esos gigantes del bosque que contaban nasterio medioevales.
siglos de existencia; la vida en la floresta, que podía disfrutar sin que
me molestaran, unido al interés que el trabajo inspiraba, todo esto
dejó profunda huella en mi espíritu, y cuando me convertí en explora- VIII.
dor de Siberia, y muchos de mis compañeros lo fueron del Asia Central,
se encontró que estos trabajos habían sido una excelente preparación. Los años 1857-61 lo fueron de prosperidad para las fuerzas inte-
lectuales rusas; todo lo que se había murmurado al oído en los últimos
Finalmente, en la última clase se formaban grupos de cuatro alum- diez años, con la reserva propia de las reuniones puramente de amigos,
nos que se llevaban un día sí y otro no á algunas aldeas situadas á larga por la generación representada en la literatura rusa por Turgueneíf,
distancia del campamento, y allí tenían que medir detalladamente va- Tolstol, Hérzen, Bakunin, Ogarioff, Kavilin, Dostoyusky, Grigorovich,
rias millas cuadradas, con ayuda de la tabla del agrimensor y los ne- Ostrousky y Nekrosoff, empezaba ahora á darse á conocer por la prensa.
cesarios aparatos. Y oficiales del cuerpo venían de vez en cuando á La censura era todavía muy severa; pero lo que no se podía decir abier-
revisar sus trabajos y hacerles indicaciones. Esta vida, entre los cam- tamente en el artícuto de fondo se deslizaba en forma de novela, re-
pesinos, en la aldea, produjo el mejor efecto en el desarrollo intelec- latos humorísticos ó comentarios velados sobre acontecimientos de la
tual y moral de los alumnos. Europa occidental, y todos leían entre líneas y se hacían cargo de lo
Al mismo tiempo nos ejercitábamos en la construcción de secciones que se trataba.
rió en 1860; se mencionaban los abusos de los funcionarios, de que con-
No teniendo relaciones en San Petersburgo, aparte del colegio y tinuamente oía yo hablar, y se hacía la apología del sistema constitucio-
un reducido círculo de parientes, yo no tomé parte en el movimiento nal. La tirada era de tres ejemplares, que yo deslizaba en las carpetas
radical de aquellos años; me hallé muy alejado de él. Sin embargo, su de tres compañeros de las clases más adelantadas, á quienes yo suponía
rasgo más característico era tal vez el tener la facultad de poder pene- pudieran interesarse en la cosa pública, encargándoles á los lectores
trar en un colegio de t a n « buen tono » como el nuestro, y encontrar eco que las observaciones que quisieran hacer las colocaran tras el reloj
en un círculo tal como el formado por mis parientes de Moscou. escocés de la biblioteca.
En aquel tiempo acostumbraba á pasar los domingos y días festi- Con verdadera emoción fui al día siguiente á ver si habían dejado
vos en casa de mi tía, de quien se ha hablado en uno de los capítulos en dicho lugar algo para mí. Allí encontré dos notas; dos compañeros
anteriores bajo el nombre de princesa Mirsky; su marido sólo pensaba escribían que simpatizaban mucho con la idea, y sólo me aconsejaban
en banquetes y comidas extraordinarias, mientras que ella y su hija que no me arriesgara demasiado. Escribí el segundo número, insistiendo
únicamente se ocupaban en divertirse. Mi prima era una joven muy con mayor energía aún en la necesidad de unir todas las fuerzas en
bella de diecinueve años, de carácter muy amable, y casi todos sus nombre de la libertad; pero esta vez no contestó ninguno, y en su lugar
primos estaban perdidamente enamorados de ella. A su vez, ella tam- los dos compañeros vinieron á mí y se expresaron de este modo :
bién se enamoró de uno de ellos y quiso casarse con él; pero el casamiento
«Tenemos la seguridad que eres tú quien escribe el periódico,
entre primos es considerado como un gran pecado por la iglesia rusa,
y queremos hablarte sobre el particular. Estamos perfectamente de
y su madre procuró en vano obtener un permiso especial de las altas
acuerdo contigo, y hemos venido aquí para decir, seamos amigos; el
dignidades eclesiásticas, por cuyo motivo la trajo á San Petersburgo,
periódico ha cumplido su misión: ha conseguido unirnos; pero no hay
en la esperanza de que pudiera elegir entre sus muchos admiradores
necesidad de que continúe. En todo el colegio no hay más que otros
un marido más conveniente para ella que su propio primo. Debo agre-
dos que pudieran tomarse algún interés en tales cuestiones, mientras
gar que todo fué trabajo perdido; pero su elegante morada era el centro
que si se llegara á saber que se publicaba un periódico de esta índole,
de una brillante multitud de jóvenes pertenecientes al ejército y á la
las consecuencias serían terribles para todos nosotros.
carrera diplomática.
Constituyamos, pues, un círculo, y hablemos de todo lo que nos
Semejante casa hubiera sido la última en que se hubiese podido parezca; tal vez consigamos atraernos algunos otros >>.
pensar, como relacionada con las ideas revolucionarias; y sin embargo, Esto era tan razonable, que no pude por menos de estar conforme
en ella fué donde primero conocí la literatura revolucionaria de la época. con ello, y sellamos nuestra unión con un fuerte y cordial apretón de
El gran emigrado Hérzen acababa de empezar á publicar entonces en manos. Desde entonces, los tres vinimos á ser buenos amigos, acostum-
Londres su Revista La Estrella Polar, que tan gran conmoción causó brando á leer mucho juntos y á discutirlo todo.
en Rusia, aun entre los círculos palaciegos, y que secretamente circulaba
en San Petersburgo. Mi prima pudo hacerse de ella, y acostumbrábamos
á leerla juntos. Su corazón se rebelaba contra los obstáculos que se
oponían á su felicidad, y su cerebro se hallaba por eso mismo más dis-
puesto para prestar buena acogida á la enérgica crítica que el gran La abolición de la servidumbre era el asunto que en aquel tiempo
escritor lanzaba contra la aristocracia rusa y todo su desacreditado llamaba más la atención de todos los hombres pensadores.
sistema de desgobierno. Con un sentimiento que rayaba en veneración, La revolución de 1848 había encontrado un eco lejano en el corazón
acostumbraba yo á mirar al medallón impreso en la cubierta de La del campesino ruso, y desde el año 1850 las insurrecciones de los siervos
Estrella Polar, y que representaba las nobles cabezas de los cinco « de- empezaron á tomar serias proporciones. Cuando estalló la guerra de
cembristas » á quienes ahorcó Nicolás I después de la rebelión del 14 Crimea y se hicieron levas en toda Rusia, estos alzamientos se exten-
de Diciembre de 1825: Besturheff, Hahousky, Pestel, Ryleefi y Mura- dieron con una violencia jamás conocida hasta entonces. Muchos pro-
viov-Apostol. pietarios de siervos fueron muertos por éstos y los movimientos de
los campesinos adquirieron tanta importancia, que hubo necesidad de
La galanura del estilo de Hérzen — de quien Turgueneff ha dicho mandar regimientos enteros con artillería y todo para sofocarlos, cuando
con razón que escribía con lágrimas y sangre, y á quien nadie en Ru- en otro tiempo bastaba un pequeño destacamento de soldados para
sia jamás ha igualado —, la amplitud de sus ideas y su profundo amor reducirlos por el terror á la obediencia.
á su país, hicieron honda huella en mí, siendo esto causa de que leyera Estos actos de audacia de una parte, y de la otra la profunda aver-
y releyera esas páginas, más aún con el corazón que con la cabeza. sión á la servidumbre, que había crecido con la generación que venía
E n 1859 ó principios de 60, empecé á publicar mi primer perió- á la vidu pública con el advenimiento de Alejandro I I al trono, hacían
dico revolucionario. A tal edad, ¿qué podía ser yo más que un progre- la emancipación de los aldeanos cada vez más imperativa. _E1 mismo
sista? Así que, en mi publicación se abogaba á favor de una constitu- emperador, contrario á dicha institución, y sostenido ó, mejor dicho,
ción para Rusia, mostrando su necesidad: se criticaban los desenfre- influido en el seno de su propia familia, por su esposa, su hermano Cons-
nados gastos de la corte, lo que se invertía en Niza para mantener poco tantino y la gran duquesa Elena Paulouna, dió los primeros pasos
menos que una escuadra á disposición de la emperatriz viuda, que mu-
en esa dirección. Su intención era que la inciativa de la reforma par- gida á tales predicciones. Pero toda la máquina destinada á producir
tiera de la nobleza, de los mismos dueños de siervos. Pero en ninguna la ley de la emancipación se había puesto en movimiento; las juntas se
provincia rusa se pudo inducir á la nobleza á que enviara una petición reunían; buen número de proyectos de emancipación dirigidos al em-
al zar con tal objeto. En Marzo del 56 él en persona dirigió la palabra perador, circulaban manuscritos é impresos en Londres. Hérzen, se-
á la nobleza de Moscou, sobre la necesidad de tal medida; pero su dis- cundado por Turgueneff, quien lo tenía bien informado de todo lo que
curso sólo fué contestado con un significativo silencio; así que, montando ocurría en los centros oficiales, comentaba en su Campana y en su Estrella
en cólera, Alejandro II concluyó con estas memorables palabras de Polar los detalles de los diferentes proyectos, y otro tanto hizo Chcr-
Hérzen: « Es mejor, señores, que viniera de arriba, que no aguardar nysheusky en el Contemporáneo (Soureménrik). Los eslavófilos, en par-
hasta que venga de abajo ». Pero ni aun esto causó efecto alguno, y fué ticular Aksákoff y Bélyácff, se habían aprovechado de los primeros
necesario recurrir á las provincias de la Antigua Polonia, Grodno, Wilr.o momentos de relativa libertad concedida á la prensa, para dar al asunto
y Houno, en las que Napoleón I había abolido la servidumbre (en el una gran publicidad y discutir las consecuencias de la emancipación
papel) en 1812. Narimoff, gobernador general de esas provincias, pudo con profundo conocimiento de su aspecto técnico. Todo el San Peters-
al fin conseguir la tan deseada petición, de la nobleza polaca. En No- burgo intelectual estaba con Hérzen, y sobre todo con Ghernysheusky,
viembre del 57, el famoso « rescripto » dirigido al gobernador general y recuerdo de qué modo los oficiales de la guardia imperial, á quienes
de las provincias lituanias, anunciando la intención del emperador veía los domingos después de la parada, en casa de mi prima (entre
de abolir la servidumbre, fué lanzado á la publicidad, y nosotros leímos, ellos Dmitri Nikolaevich Kropotkin, aide-de-camp del emperador)
con los ojos humedecidos por el llanto, el hermoso artículo de Herzen, estaban de acuerdo con el jefe del partido avanzado en la lucha por
titulado « Tú has vencido, Galileo >>, en el cual los refugiados en Londres la emancipación. El torrente de la opinión, lo mismo en los salones
declaraban que en adelante no mirarían á Alejandro I I como enemigo, que en las calles de San Petersburgo fué tal, que era imposible retro-
sino que, por el contrario, le ayudarían en la gran obra de la emanci- ceder. La liberación tenía que realizarse; y otra cosa de importancia
pación. se había conseguido; los libertos recibirían, además de sus hogares, las
tierras que hasta entonces hubiesen cultivado.
La actitud de los campesinos fué verdaderamente notable: no bien
circuló la noticia de que la tan deseada liberación se aproximaba, cuando Sin embargo, el partido de la antigua nobleza no se desanimaba;
casi todas las insurrecciones se contuvieron. La población rural adoptó concentraba sus esfuerzos en la obtención de un aplazamiento de la
una actitud expectante, y durante un viaje que Alejandro efectuó por reforma, en reducir las dimensiones del terreno que se había de conceder
el interior del país, por todas partes le salían al paso, rogándole les diera al liberto y en la imposición de un impuesto de redención sobre aquél,
libertad, petición que, á pesar de todo, él recibió con gran repugnancia. tan elevado, que hiciera ilusoria su libertad económica; viendo seme-
Es digno de llamar la atención, pues revela la fuerza de la tradición, jantes pretensiones coronadas por el éxito. Alejandro I I despidió al que
que se abrió camino el rumor de que había sido Napoleón I I I quien era el alma verdadera de todo el movimiento, Nicolás Milútin (hermano
alcanzó del zar en el tratado de paz que se diera libertad á los campe- del ministro de la Guerra), diciéndole al partir: « Siento privarme de
sinos. Semejante rumor lo oí con frecuencia; y hasta en la víspera mis- vuestros'servicios, pero tengo que hacerlo; la nobleza os considera como
ma de la emancipación parecían dudar que ésta pudiera llevarse á uno de los rojos ». La primera junta que había redactado el proyecto
cabo sin que la presión viniera del exterior. « No se hará nada, á menos de emancipación fué disuelta también; y otra nueva revisó aquel tra-
que no venga Garibaldi », fué la contestación que dió un labriego á bajo en interés de los dueños de siervos, siendo la prensa una vez más
un compañero mío que le habló de «la libertad que se acercaba». amordazada.
Pero á estos primeros momentos de regocijo general, siguieron Las cosas tomaron un aspecto muy sombrío, llegándose á dudar
años de incertidumbre é inquietud; comisiones especialmente nom- de que la liberación hubiera jamás de realizarse. Yo seguía febrilmente
bradas al efecto en las provincias y en San Petersburgo, discutían el las peripecias de la lucha, y todos los domingos, cuando mis compa-
asunto; pero la voluntad de Alejandro parecía vacilante, y de continuo ñeros volvían de sus casas, les preguntaba lo que habían oído decir
se contenía á la prensa para evitar se discutieran los detalles. En San á sus padres. Hacia fines del año 60 las noticias eran cada vez peores:
Petersburgo circularon siniestros rumores que llegaron hasta nuestro « El partido de Valiceff está en candelero ». « Tratan de revisarlo todo ».
cuerpo. « Los parientes del príncipe X (un amigo del zar) no lo dejan de la mano ».
« La liberación será aplazada; temen una revolución ».
No faltaban jóvenes entre la nobleza, que sinceramente trabajaran
por la franca abolición de la vieja servidumbre; pero el partido con- En Enero del 61 empezaron á circular rumores un poco menos
trario se unía cada vez con más fuerza en torno del emperador, y con- pesimistas, y generalmente se confiaba que algo respecto al particular
cluyó por influir en su ánimo. Ellos murmuraban á su oído, que el día podría surgir el 19 de Febrero, aniversario del advenimiento al trono
que se aboliera la servidumbre, los campesinos empezarían á matar del emperador.
á todos los propietarios territoriales, y Rusia presenciaría un nuevo Llegó la fecha deseada, pero no trajo nada nuevo. Aquel día estaba
levantamiento Puyachóff, mucho más terrible que el de 1773; y Ale- yo en palacio; no había gran recepción sino pequeña, y á ella se man-
jandro, que era un hombre de un carácter débil, prestó fácilmente acó- daban los pajes de la segunda clase, con objeto de que se fueran acos-
tumbrando á las prácticas palatinas. Estando yo, pues, de servicio un término á siglos de injusticia... confío en la abnegación de la nobleza...
y teniendo por misión atender á una de las grandes duquesas que habían la leal nobleza se agrupará alrededor del trono... » y otros parecidos.
venido á palacio á asistir á la misa, no pareciendo su marido, fui á bus- Dándose por los oficiales entusiastas vivas al terminar.
carlo. Se encontraba en el gabinete del emperador, y al acompañarlo, Más que marchando, volvimos al colegio corriendo, haciendo todo
le dije medio en broma lo ajena que estaría su mujer de la importancia lo posible por llegar á tiempo á la ópera italiana, cuya última función
de aquella conferencia. Aparte de muy pocos iniciados, nadie en palacio de la temporada debía tener lugar aquella tarde; por cuyo motivo era de
sospechaba que el manifiesto se hubiera firmado el 19 de Febrero, y esperar se hiciera allí alguna manifestación. Nos quitamos los uniformes
se hubiese tenido oculto quince días, únicamente porque el domingo precipitadamente y muchos de nosotros, con vestidos ligeros, corrimos
inmediato, el 26, era el primer día de Carnaval y se temía que, debido á la galería del sexto piso, encontrando el teatro completamente lleno.
á lo que se bebe en las aldeas con tal motivo, pudiera estallar una in- Durante el primer entreacto el salón de fumar de la Opera se vio
surrección. Hasta la feria de Carnaval, que se acostumbraba á celebrar invadido por una multitud de jóvenes excitados, hablando todos unos
en San Petersburgo en la plaza próxima al Palacio de Invierno, fué con otros, ya se conocieran ó no. Convinimos, desde luego, volver a la
trasladada aquel año á otra, por temor á un levantamiento en la ca- sala y cantar con todo el público en un coro general el himno « Dios
pital. Las instrucciones dadas á las tropas respecto al modo de reprimir
salve al zar». , .
cualquier movimiento de los aldeanos eran verdaderamente terribles.
Pero en aquel momento se oyeron los acordes de la música y todos
Quince días después, el último domingo de Carnaval (el 5 de Marzo, corrimos hacia dentro. La orquesta de la Opera estaba ya tocando dicho
ó más bien el 17, según el Nuevo Cómputo), estaba en el colegio, por himno, que fué ahogado por las aclamaciones que partían de todos los
tener que tomar parte en una parada militar en la escuela de equitación; extremos del teatro. Vi á Baciéri, el director de orquesta, moviendo la
aún me hallaba en cama, cuando mi asistente Ivanoff entró precipi- batuta; pero ningún sonido se percibía de aquella banda tan numerosa.
tadamente con el servicio de te, exclamando: «¡Príncipe, libertad. El Entonces se paró aquél, pero los vivas continuaron. Otra vez vi mo-
manifiesto está fijado en las Gosinoi Duoz! »> (las tiendas que daban verse la batuta en el aire, los músicos tocaban sus instrumentos de
frente ai colegio). viento- pero ahora también el ruido de las voces se sobrepuso al sonido
— ¿Lo viste tú mismo? de la orquesta. De nuevo empezó Baciéri á hacer que se tocara el himno,
— Sí; la gente se agolpaba para conocerlo; uno lee, los otros oyen. y sólo al final de esta tercera repetición fué cuando algunos sonidos
¡Es la libertad! En un par de minutos estaba yo vestido y en la calle. aislados pudieron dominar el clamor de las voces humanas.
Un compañero que venía al colegio me dijo: El mismo entusiasmo había en la calle. Una multitud, compuesta
« ¡Kropotkin, la libertad! » Aquí está el manifiesto: mi tío se entero de campesinos é individuos de la clase media, se situó enfrente del pa-
anoche que se leería en la primera misa de la catedral de Isaac, y allá lacio dando vivas, y el zar no podía salir sin que una entusiasta mu-
fuimos todos. La concurrencia era poco numerosa; no había más que chedumbre lo siguiera corriendo tras el carruaje. Razón tema Herzen
gente del pueblo. Se. leyó el manifiesto, y se distribuyó después de misa. cuando dos años más tarde, mientras que Alejandro ahogaba en sangre
Todos lo comprendieron bien; al salir, dos campesinos que estaban á la insurrección polaca, y «el verdugo Muravieff» la estrangulaba en
la puerta, me dijeron de un modo muy significativo: el cadalso, escribió: « Alejandro Nikolaevich, ¿por qué no te moriste
« ¿Qué tal? ¿Parece que se han ido? »Imitando él el gesto y la acción aquel día? Tu nombre se hubiera transmitido á la Historia como el de
con que indicaban la salida. Aquel modo de despedir á los amos repre- un héroe ».
sentaba muchos años de expectación.
Leí y releí el manifiesto; estaba escrito en un estilo elevado por el
antiguo metropolitano de Moscou, Philaréte, pero con una mezcla de
ruso y antiguo eslavo que obscurecía su sentido. E r a la libertad; pero ¿Dónde estaban los levantamientos que habían sido predichos
no del momento, teniendo los aldeanos que seguir en la servidumbre por los campeones de la esclavitud? Condiciones más indefinidas que
dos años más, hasta el 19 de Febrero de 1863. A pesar de todo esto, una las creadas por la Polozhénie (la ley de emancipación) no se hubieran
cosa resultaba abolida, y los libertos tomarían posesión de sus hogares jamás inventado. Si algo podía haber provocado trastornos, era indu-
y sus tierras. Verdad es que tendrían que pagarlas; pero la antigua dablemente la extremada vaguedad de las condiciones creadas por
mancha de la esclavitud se había borrado; ya no serían esclavos más; la nueva ley; y, sin embargo, excepto en dos lugares, donde hubo insur-
la reacción esta vez no ganó la partida. recciones y en alguno que otro sitio, donde ocurrió un pequeño disturbio,
Fuimos á la parada, y cuando la parte militar hubo terminado, debido únicamente á una mala inteligencia, y sofocado en el acto, puede
Alejandro II, permaneciendo á caballo, gritó: «¡A mí los oficiales! » decirse que Rusia permaneció tranquila, más tranquila que nunca.
Todos se aglomeraron en torno suyo y él empezó á pronunciar un dis- Con su buen sentido habitual, comprendieron los campesinos que la
curso en alta voz respecto al gran acontecimiento del día. ^ servidumbre había concluido, que llegó al fin la libertad, y aceptaron
A nosotros llegaron fragmentos de sentencias como éstas: « Los las condiciones que se les imponían, por más que éstas fueran muy
oficiales... los representantes de la nobleza en el ejército... se ha puesto gravosas.
Estuve en Nikolskoye en Agosto del 61 y también en el verano Para muchos propietarios, la liberación de los siervos fué un ex-
del 62, y me admiro la manera tranquila é inteligente con que los al- celente negocio; así, por ejemplo, tierras que mi padre, anticipándose
deanos habían aceptado el nuevo orden de cosas. Sabían perfectamente á la emancipación, vendió en parcelas al tipo de once rublos el acre
lo difícil que sería pagar el impuesto de redención por el terreno, que ruso, fueron luego estimadas al de cuarenta en las entregadas á los cam-
era en realidad una indemnización á la nobleza, en vez de las obligaciones pesinos; esto es, tres veces y media más de su precio en el mercado, y
de la servidumbre; pero tanto apreciaban la abolición de su esclavitud esto era lo corriente en todos nuestros alrededores; "mientras que en el
personal, que aceptaron cargas tan ruinosas, no sin murmurar, pero estado de Tambov, de mi padre, en las praderas, el mir, esto es, la aldea
como una dura necesidad, desde el momento que se obtenía la libertad en común, fijó el tipo de la renta de todas sus tierras por doce años,
personal. Los primeros meses guardaron dos días de fiesta por semana, en un precio que representaba el doble de lo que él acostumbraba á
diciendo que era pecado trabajar en viernes; pero cuando vino el verano, obtener de ellas cuando las cultivaban los siervos.
se dedicaron al trabajo con mayor energía aún que antes.
Cuando vi á nuestros campesinos en Nikolskoye quince meses . A ** *
despues de la liberación, no pude por menos que admirarlos. Su bondad
ingénita y su dulzura eran las mismas; pero toda clase de servilismo Once años después de esa época memorable fui á aquel mismo estado,
había desaparecido. Les hablaban á sus amos como de igual á igual, que había heredado de mi padre, donde permanecí durante algunas
como si jamás hubieran estado en otras relaciones. Además, aparecieron semanas, y en la tarde del día de mi partida, el cura de nuestra aldea,
entre ellos hombres tales, que muy bien pudieran cumplidamente de- hombre de inteligencia é ideas independientes, tipo que se encuentra
fender sus derechos. El Polozhénie era un libro voluminoso y difícil, algunas veces en nuestras provincias del Sur, salió á dar un paseo por
que me costó bastante tiempo el comprender, y, sin embargo, cuando los contornos del lugar. La puesta del sol era espléndida; un aire em-
Vanli Juanoff, el corregidor de Nikolskoye, vino un día á pedirme que balsamado venía de los campos, y á poco de caminar encontró á un
le explicara algo que encontraba obscuro, vi que él, que ni aun leía aldeano de una edad regular, llamado Antón Savélieff, sentado sobre
de corrido, había admirablemente hallado su camino á través de los una pequeña eminencia, leyendo un libro de salmos. El pobre apenas
intricados capítulos y párrafos de la ley. sabía deletrear eslavo, y con frecuencia solía empezar un libro por la
Los criados, es decir la gente dedicada al servicio doméstico, fueron última pagina,volviendo éstas al revés; pero así y todo, le agradaba
los que escaparon peor. No les dieron tierras, y apenas hubieran sabido la lectura, y cuando una palabra que llamaba su atención la encontraba
que hacer con ellas si las hubiesen obtenido. Alcanzaron la libertad y repetida, eso le producía contento; en aquel instante leía un salmo,
eso fué todo. En nuestra vecindad casi todos dejaron á sus amos; en cada uno de cuyos versos empezaba con la palabra «regocijáos >>.
casa de mi padre, por ejemplo, no quedó ninguno. Se fueron á otra paríe «¿Qué leéis?», le preguntó aquél. A lo que contestó: «Os lo voy
en busca de colocación, y muchos de ellos la encontraron al momento á decir ahora, padre: hace catorce años el viejo príncipe vino aquí; era
en casa de los comerciantes, que tenían á gala tener el cochero de tal en invierno. Yo no había hecho más que volver á casa medio helado;
ó cual príncipe ó el cocinero de tal ó cual general. Los que sabían un se había desencadenado una tormenta de nieve; no hice más que em-
oficio encontraron trabajo en las poblaciones; por ejemplo, la banda pezar á desnudarme, cuando se oyó un golpe en la ventana. E r a el cor-
de música de mi padre no se disolvió, y halló un buen modo de vivir regidor, que gritaba: « !Id á casa del príncipe; os necesita! » Todos nosotros
en Kalúga, conservando amistosas relaciones con nosotros; pero los — mi mujer y mis hijos — nos quedamos petrificados. « ¿Para qué te
que no tenían oficio lo habían de pasar mal, y, sin embargo, la mayoría querrá? », exclamó mi mujer alarmada. Yo salí santiguándome; la nieve
prefería vivir de cualquier modo antes que permanecer con sus antiguos me quitaba la vista al cruzar el puente; pero todo concluyó en bien.
amos. El viejo príncipe estaba durmiendo la siesta, y cuando se despertó, me
preguntó si sabía trabajar de albañilería, y sólo me dijo que volviera
Respecto á los propietarios, mientras los más importantes hacían
al día siguiente á recoger ios desconchados de una habitación. Así,
todos los esfuerzos posibles en San Petersburgo para reintroducir las
que me fui á casa muy contento, y al llegar al puente, encontré allí á
antiguas condiciones con uno ú otro nombre (lo que consiguieron hasta
la mujer, que me esperaba. En aquel lugar había estado, á pesar de la
cierto punto con Alejandro III), la gran mayoría se sometió á la abo-
tormenta, aguardándome con el niño en los brazos. « ¿Qué ha ocurrido,
lición de la servidumbre como á una especie de calamidad necesaria.
Savélieff ? », gritó al verme. « Nada de particular, le contesté; sólo me
La nueva generación dió á Rusia esa notable falange de « mediadores
necesita para hacer un chapuz ». Esto pasaba, padre, en aquel tiempo,
de paz » y amantes de la justicia, que tanto contribuyó á la marcha
y ahora el joven príncipe vino aquí el otro día; fui á verlo y lo encontré
pacífica de la emancipación. En cuanto á la antigua, casi todos tenían
en el jardín tomando el te á la sombra; usted, padre, estaba con él y el
ya echadas sus cuentas respecto á la inversión que harían de las grandes
corregidor del cantón con su cadena de alcalde sobre el pecho. « ¿ Quieres
sumas que tenían que recibir de los campesinos en cambio de las tierras
tomar te, Savélieff? », me preguntó. «Toma asiento. Petr Gregorieff,
cedidas á éstos, las cuales habían sido apreciadas muy por encima de
dijo al mayordomo, danos otra silla ». Y aquél, que tanto nos aterraba
su valor real; dudando entre derrochar ese dinero en los restaurants
cuando estaba al servicio del viejo príncipe, la trajo, y todos nos senta-
de las capitales ó sobre el tapete verde del juego. Y en verdad que la
mayoría lo dúipó tan pronto como lo tuvo en su poder.
mos en tomo de la mesa, hablando y tomando él te que él mismo nos un hermoso espectáculo, y aun la simple recepción de algunas señoras
sirvió á todos nosotros. Pues bien, padre, como la tarde esta tan her- por la emperatriz, difiere mucho de una entrevista corriente, cuando
mosa y el aire viene embalsamado, y me siento y leo: ¡regocijaos!, se efectúa en uno de los salones lujosamente decorados del palacio.
jregocijáos!» . . .. , ,„ Las invitadas son acompañadas por ujieres de cámara y gentiles hombres,
Esto es lo que la abolición de la servidumbre significaba para los con uniformes bordados en oro, y la soberana se presenta seguida de pajes
campesinos. brillantemente ataviados y de damas de honor, conduciéndose todo
con sorprendente solemnidad. Ser actor en las ceremonias de la corte,
IX. al servicio de los más importantes personajes, ofrecía algo más que un
mero interés de curiosidad á un joven de mis años. Además, entonces
E n Junio del 61 fui nombrado sargento del cuerpo de pajes; á al- miraba yo á Alejandro II como á una especie de héroe; hombre que no
gunos de los oficiales no les sentó muy bien, pues decían que no habría daba importancia á las ceremonias de la corte, sino que, en este período
«disciplina» desempeñando yo ese cargo; pero no había manera de evi- de su reinado, empezaba su día de trabajo á las seis de la mañana y
tarlo, porque la corriente era que el primer alumno de la clase superior estaba empeñado en una lucha reñida con un poderoso partido reaccio-
fuese el nombrado, y yo había estado á la cabeza de la nuestra durante nario, á fin de poder realizar una serie de reformas, de las cuales la abo-
varios años. Este cargo se consideraba muy envidiable, no solo porque lición de la servidumbre no era más que el primer paso.
el sargento ocupaba una posición privilegiada en la escuela y era tra- Pero, gradualmente, á medida que veía más, del lado teatral de la
tado como un oficial, sino especialmente porque era también el paje vida de la corte, y de cuando en cuando podía echar una mirada y ob-
de cámara del emperador por el tiempo que durara el cargo y el ser servar algo de lo que pasaba tras de la escena, me fui haciendo cargo,
personalmente conocido por él era, por supuesto, considerado como no sólo de la poca importancia de estas demostraciones y de las cosas
el primer escalón para futuras distinciones. Sin embargo el punto mas cuya misión era precisamente el ocultar, sino también de que esas pe-
importante para mí era que me libraba de todas las molestias del ser- queñeces absorben la corte de tal modo, que no le permiten tomar en
vicio interno del colegio, que recaía en los pajes de cámara, y que tendría consideración asuntos de mucha mayor importancia. A menudo, las
para mis estudios una habitación separada, en la que podría aislarme realidades no se tenían presente en la acción: desvaneciéndose entonces
del bullicio de la escuela. Verdad es que también tenia un grave incon- lentamente la aureola con que mi imaginación había circundado la fi-
veniente; yo siempre había encontrado fastidioso el recorrer paso a paso, gura de Alejandro II; así que, al terminar el año, aunque al comenzar
varias veces al día, las clases en toda su extensión, y acostumbraba yo había abrigado algunas ilusiones respecto á una provechosa actividad
á hacerlo á la carrera, cosa que estaba completamente prohibida, y en las altas esferas palatinas, todas se vieron marchitadas.
ahora tendría que caminar con mucha parsimonia, en vez de correr, En toda festividad de importancia, así como en los días del santo
con el libro de la ordenanza bajo el brazo. Sobre tan serio asunto se y natalicio del emperador y la emperatriz, en el de la coronación, y en
celebró una consulta entre algunos amigos, decidiéndose que, de cuando otros parecidos, se celebraba un gran besamano en palacio. Miles de
en cuando, podría yo todavía encontrar proporciones para dar mis generales y jefes de todas clases, de capitán arriba, lo mismo que los
carreras favoritas; en cuanto á mis relaciones con todos los demás, de- altos funcionarios civiles, se hallaban formados en dos filas en los gran-
pendía de mí el ponerlos bajo un nuevo pie de igualdad y compañerismo, des salones del palacio para inclinarse ante el emperador y su familia
al pasar solemnemente para ir á la iglesia. J/xlos los miembros de la
v resolví el hacerlo así. . familia imperial venían esos dias á palacio, reuniéndose unos y otros
Los pajes de cámara tenían que estar en palacio con frecuencia,
en una sala, donde charlaban alegremente hasta que llegaba el momento
de servicio en las grandes y pequeñas recepciones, besamanos bailes,
de ponerse la máscara de la solemnidad. Entonces se formaba la columna:
comidas de gala y todo lo demás. Durante las s e m a n a s de Navidad,
el emperador, dando la mano á la emperatriz, abría la marcha, seguido
Año Nuevo y Pascua teníamos que ir á palacio casi todos los días, y al-
de su paje de cámara, quien á su vez lo era del jefe del cuarto militar,
gunas veces hasta dos en uno mismo. Además, era mi obligación, como
el aidede-camp de servicio aquel día, y el mayordomo mayor de palacio;
sargento, dar parte al emperador todos los domingos, en la parada en
en tanto que la emperatriz, ó mejor dicho, la inmensa cola de su traje,
la escuela de equitación, de que «no había novedad.en la compañía
iba seguida de sus dos pajes de cámara, quienes tenían que suspenderla
del cuerpo de pajes », aun cuando una tercera parte de la escuela estu-
en las vueltas y desplegarla después en todo su esplendor. El presunto
viera enferma con alguna afección contagiosa. « Al dar hoy el parte,
heredero, que era un joven de dieciocho años, y todos los grandes du-
¿no diré lo que ocurre? » - preguntaba yo al coronel en tales ocasiones;
ques y duquesas venían después, por el orden de su derecho de suce-
á lo cual él me contestaba: - «¡Ni pensarlo siquiera; solo habría que
sión al trono; siendo seguida cada una de las grandes duquesas por un
dar parte si sobreviniera una insurrección!» , . .
paje de cámara; continuando luego una larga procesión de las damas
La vida de la corte tiene indudablemente en sí mucho de pintoresca: de honor, jóvenes y de edad, vistiendo todas el llamado traje ruso;
con su elegante refinamiento en las costumbres, aunque en el fondo esto es, un traje de etiqueta que su suponía parecido al usado por las
resulte superficial; su rigurosa etiqueta y el esplendor de que se rodeaba mujeres de la antigua Rusia.
era indudable que tenía que causar impresión. Un gran besamanos es
A medida que pasaba la procesión, yo iba viendo cómo cada uno Cada vez que íbamos á palacio tomábamos el lunch ó comíamos
de los más altos funcionarios militares y civiles, antes de hacer la re- allí, y siempre los lacayos venían á contarnos al oído algunas noticias
verencia, procuraba ser objeto de una mirada del emperador, y si éste de la crónica escandalosa de la casa, aunque no manifestásemos por
respondia al saludo con una leve sonrisa ó un imperceptible movimiento saberlas ningún interés. Ellos conocían todo lo que pasaba en los di-
de cabeza, ó quizás por una palabra ó dos, al punto miraba en torno ferentes palacios, que eran sus dominios. Debo, sin embargo, decir en
suyo á sus vecinos, lleno de orgullo, esperando ser congratulado por honor á la verdad, que, durante el año de que hablo, esa clase de cró-
ellos. nica no fué tan rica en acontecimientos como llegó á serlo desde el 70
La procesión volvía de la iglesia en igual forma, después de lo cual en adelante. Los hermanos del zar estaban recién casados, y sus hijos
cada uno se marchaba á sus ocupaciones respectivas. Aparte de algunos eran todos muy pequeños; pero las relaciones del mismo emperador
acérrimos cortesanos y alguna que otra joven, de cada diez personas con la princesa X, á quien Turgueneff ha retratado tan admirablemente
de las que concurrían á estos actos, no se encontraba una que no los en su novela Humo, bajo el nombre de Irene, eran objeto de la crítica
mirase como un deber enojoso. de los criados, quienes hablaban con más desenvoltura del asunto que
Dos ó tres veces durante el invierno se daban grandes bailes en pa- la misma sociedad de San Petersburgo. Pero un día, al entrar en el cuarto
lacio, á los que se invitaba á miles de personas. Después que el empe- donde nos vestíamos, nos dijeron que « la X había sido poco antes despe-
rador abría el baile con una polonesa, cada uno quedaba en completa dida, esta vez de modo irrevocable ». Medía ora después vimos á la dama
libertad de divertirse á su manera. En aquellos amplios y brillante- en cuestión venir á asistir á la misa con las ojos hinchados de llorar y
mente iluminados salones había bastante espacio para que las jóvenes procurando contener las lágrimas, en tanto que las demás hubieron
pudieran sustraerse de la asidua vigilancia maternal, y muchas goza- de colocarse á cierta distancia de ella, como para ponerla más en evi-
ban á su satisfacción de la danza y de la cena, durante la cual la gente dencia. Los lacayos estaban ya enterados del incidente, y lo comentaban
joven se despachaba á su gusto. á su manera. Había algo verdaderamente repulsivo en la conducta de
Mis deberes en estos bailes eran algo difíciles: Alejandro I I no bai- esos hombres, que el día antes se hubieran inclinado hasta el suelo en
laba ni se sentaba, paseándose de continuo entre los convidados, y presencia de la misma mujer.
el paje de cámara tenía que seguirlo á cierta distancia de modo que El sistema de espionaje que se ejerce en palacio, especialmente
se le pudiera llamar sin molestia, pero sin llegar á una proximidad in- en torno al mismo emperador, parecería poco menos que increíble á los
conveniente. Esta combinación de presente y ausente no era fácil conse- que no estuvieran iniciados. De ello dará una idea este incidente: algunos
guirla, ni el emperador la necesitaba: él hubiera preferido quedar sin años después, uno de los grandes duques recibió una severa lección de
que nadie le acompañara; pero esa era la tradición y tenía que some- un caballero de San Petersburgo, quien le había prohibido á aquél la
terse á ella. Lo peor se presentaba cuando se introducía en una densa entrada en su casa, y al volver á ella á una hora inesperada, se lo en-
aglomeración de señoras, que permanecían de pie formando círculo en contró en la sala. Corrió hacia él con el bastón levantado; pero el joven,
torno al lugar donde bailaban los grandes duques, pasando por entre al verlo, cogió precipitadamente la escalera, y estaba ya á punto de sal-
ellas lentamente; pues no era pequeña empresa el hacerse camino á tra- tar al carruaje, cuando fué alcanzado por su perseguidor, quien le dió
vés de ese jardín humano, que se abría para dar paso al emperador, un palo con el bastón. El policía que estaba á la puerta vió la aventura
y se cerraba inmediatamente en pos de él. E n vez de danzar, cente- y corrió á dar cuenta de ella á su primer jefe, el general Trepoff, el cual,
nares de señoras y señoritas, permanecían allí fuertemente comprimi- á su vez, montó en un carruaje y corrió á palacio para ser el primero que
das unas contra otras, esperando cada una que alguno de los grandes comunicara al emperador tan «desagradable incidente.). Alejandro I I
duques se fijara en ella y la sacara á bailar un wals ó una polca. Era tal llamó al gran duque, y tuvo una conversación reservada con él. Un par
la influencia de la corte en la sociedad de San Petersburgo, que si uno de días después, un antiguo funcionario que pertenecía á la sección ter-
de los grandes duques se fijaba en alguna muchacha, sus padres hacían cera de la cancillería imperial, esto es, á la policía de Estado, y era amigo
todo lo posible porque su hija se enamorase perdidamente de tan gran de la familia de un compañero mío, refirió toda la conversación. « El
personaje, á pesar de saber perfectamente que no había casamiento emperador — según manifestó — estaba muy incomodado, y dijo al gran
posible, porque á los grandes duques rusos no se les permite casarse duque al terminar: « Debéis saber manejar mejor vuestros pequeños
con « súbditas del zar ». La conversación que una vez oí en casa de una asuntos ». Y al preguntarle, como es natural, de qué medios se había
familia « respetable » relacionada con la corte, después de haber bailado valido para conocer esa conversación, dió esta respuesta, que es bien
el presunto heredero al trono dos ó tres veces con una muchacha de característica: « Lo que dice y lo que opina Su Majestad debe ser cono-
diecisiete años, y las esperanzas que con tal motivo acariciaban sus cido en nuestro departamento ». De otro modo, ¿cómo sería posible
padres, traspasaban los límites de todo lo que posiblemente hubiera que desempeñara fielmente su misión una institución tan delicada como
yo podido imaginar. la de la policía de Estado? Tened la seguridad que el emperador es la
persona que se vigila más de cerca en todo San Petersburgo •>.
Memorias de un revolucionario.^
No había nada de jactancioso en esas palabras; cada ministro, cada
gobernador general, antes de entrar en el despacho del emperador con mejor. Sólo después de haber pasado por delante del último batallón
sus informes, hablaba primero con su lacayo particular, para conocer fué cuando contuvo algo el paso, y al entrar en otro salón, volvió la ca-
el estado de ánimo del señor aquel día, y según era, ó le presentaba beza, encontrándose con mi mirada, que centelleaba con la agitación
algún asunto desagradable, ó bien lo dejaba dormir en el fondo de su de aquella marcha impetuosa. El ayudante más joven venía á toda
cartera, esperando un momento más adecuado. Cuando el gobernador carrera dos salones más atrás de nosotros, y yo mo preparaba á sufrir
general de la Siberia Oriental venía á San Petersburgo, siempre man- una buena reprimenda; en vez de lo cual me dijo Alejandro II, tal
daba un ayudante con un buen regalo para el camarero particular del vez revelando sin querer algún secreto pensamiento: « ¿Tú aquí?
emperador. « Hay días — ese alto funcionario solía decir — en que el ¡Bravo muchacho! » Y á medida que se alejaba lentamente volvió ha-
emperador se encolerizaría y ordenaría abrir una investigación sobre cia el espacio aquella problemática y distraída mirada que yo había
el proceder de todos, incluso el mío, si le presentase en tales ocasiones empezado á sorprender en él con frecuencia.
algunos expedientes determinados; mientras hay otros en que todo Tal era en aquella época mi modo de apreciar la situación; pero va-
marchará sin tropiezo alguno: ese lacayo es una alhaja ». El conocer rios pequeños incidentes, al parecer sin importancia, asi como el ca-
al día de qué humor estaba el emperador, representaba una parte prin- rácter reaccionario que la política de Alejandro II iba decididamente
cipal en el arte de "retener una posición elevada; arte que más tarde tomando, derramaron poco á poco la duda en mi corazón. Todos los
el conde Shuváloff y el general TrepofE entendieron á la perfeceión, así años, el 6 de Enero, una ceremonia medio cristiana y medio pagana,
como también el conde Ignatieff, quien supongo, según lo que observé, cuyo objeto es bendecir las aguas, tiene lugar en Rusia, efectuándose
lo poseía sin la ayuda del lacayo. también en palacio. Sobre el Neva, y frente al palacio, se levanta un
pabellón, y á él va la familia imperial precedida del clero, á través del
gran muelle, cantándose allí una letanía y sumergiendo la cruz en las
aguas del río. Millares de personas bajan á los muellos y á las heladas
aguas del Neva para presenciar el espectáculo, teniendo que estar todos
Al principio de estar al servicio de Alejandro I I sentía una gran con la cabeza descubierta; y como este año el hielo apretara, un viejo
admiración por él, considerándolo como el libertador de los siervos. general se había puesto una peluca; mas, debido á la precipitación con
La imaginación á menudo lleva á un joven más allá de las realidades que se quitó la esclavina, aquélla se movió, y ahora la tenía atravesada
del momento, y el estado de mi ánimo era entonces tal, que si se hubiera en la cabeza sin apercibirse de ello. El gran duque Constantino, que lo
atentado en mi presencia contra él, lo hubiese cubierto con mi cuerpo. notó, se estuvo riendo todo el tiempo que duró el Te Deum, así como
Un día, al comenzar Enero del 62, lo vi dejar la procesión y marchar los grandes duques mas jóvenes, mirando todos en dirección hacia donde
rápidamente solo hacia los salones, donde parte de todos los regimientos se hallaba el infortunado general, quien se sonreía estúpidamente, igno-
de la guarnición de San Petersburgo estaban formados en batalla. Esta rando cuál pudiera ser la causa de semejante hilaridad. Al fin, Cons-
parada acostumbraba á efectuarse al aire libre; pero este año, á causa tantino se lo dijo con disimulo al emperador, quien también miró al ge-
de los hielos, tenía lugar en el interior del palacio, y Alejandro, que neral y se rió; algunos momentos más tarde, al cruzar una vez más
generalmente pasaba á galope tendido ante las tropas en las revistas, la procesión el muelle, de vuelta hacia palacio, un viejo campesino,
tenía ahora que hacerlo á pie ante los regimientos. Yo sabía que mis también con la cabeza descubierta, abriéndose camino á través de las
deberes de corte terminaban desde el momento que el emperador apa- dos filas de soldados que formaban en la carrera de la procesión, cayó
recía en su cualidad de jefe militar de las tropas, y que mi obligación de rodillas á los pies mismos el emperador, presentando un memorial,
era seguirlo hasta aquel sitio, pero no más allá. Sin embargo, como al y gritando con lágrimas en los ojos: «¡Padre, defiéndenos! » Siglos de
mirar en todas direcciones vi que estaba completamente solo, habiendo esclavitud de la población rural rusa se hallaban comprendidos en esta
desaparecido los dos ayudantes y no encontrándose allí ninguno de exclamación; pero Alejandro II, que algunos minutos antes se había
la escolta, « no lo dejaré » — me dije á mí mismo —, y lo seguí. reído, durante el servicio religioso, de una peluca descompuesta, pasó
Ya fuera porque Alejandro I I tuviese mucho que hacer en dicho ahora junto al campesino sin hacer el menor caso de él. Yo iba inmedia-
día, ó que deseara, por otras razones, que la revista terminase lo más tamente tras el primero, y sólo observé en él un ligero estremecimiento
pronto posible, lo cierto es que se lanzó con tanta rapidez ante las tro- de temor ante la súbita aparición del segundo; después de lo cual con-
pas, dando pasos tan largos y ligeros — era muy alto —, que me fué tinuó caminando sin dignarse siquiera dirigir una mirada á la criatura
muy difícil seguirlo, caminando con toda la velocidad de que yo era humana que se hallaba á sus pies. Miré á mi alrededor: los ayudantes
capaz, teniendo en ciertos momentos que correr para no perder la distan- no estaban allí; el gran duque Constantino, que venía detrás, hizo el
cia. Parecía como si huyera de un peligro, comunicándoseme su exci- mismo caso del pobre que su hermano; no había, pues, nadie que tomara
tación de tal modo, que á cada momento me hallaba dispuesto á colo- la petición, así que, yo la recogí, á pesar de saber que por ello sería fuer-
carme de un salto ante él, sintiendo sólo no llevar más que la espada temente reprendido; porque, en verdad, no era esa mi misión; pero re-
de ordenanza en vez de la mía propia, que tenía una hoja toledana, cordé lo que le habría costado al labriego llegar hasta la capital primero
con la que se atravesaba una moneda de cobre y era un arma mucho y hasta el emperador después. Como todos los de su clase que presentaban
níe'müriales al izx, iba á ser arrestado, nadie sabe por cuánto tiempo.
El día de la emancipación de los siervos, Alejandro I I era adorado se apeló á las horribles carreras de baquetas por entre dos hileras de
en San Petersburgo; pero es un hecho bien notable que, aparte de ese soldados, aquel castigo favorito de Nicolás I; lo déspota que Alejandro II
momento de entusiasmo general, la ciudad no lo quería. Su hermano vino á ser desde el año 70 al 81, se vislumbraba ya en el 62.
Nicolás, sin que nadie pudiera decir el por qué, era, al menos, muy po-
pular entre el pequeño comercio y los cocheros, pero ni Alejandro, ni
su hermano Constantino, el jefe del partido reformista, ni su tercer
hermano Miguel, contaban con las simpatías de ninguna clase en San De toda la familia imperial, indudablemente la más simpática era
Petersburgo. El primero conservaba demasiado el carácter despótico la emperatriz María Alexandrovna, de carácter sincero, y cuando decía
de su padre, que surgía alguna vez que otra á través de su trato, por algo agradable, era verdad que lo sentía. La manera como una vez
lo general afable. Se acaloraba con facilidad, y á menudo trataba a me dió las gracias por una pequeña atención (fué después de haber reci-
sus cortesanos del modo más despreciativo, no siendo lo que se llama bido al embajador de los Estados Unidos, que acababa de llegar á San
un hombre en quien se pudiera depositar confianza, lo mismo respecto Petersburgo), me impresionó profundamente; no fué en la forma que
á su política que á sus simpatías personales, y además era vengativo. debía esperarse de una señora viciada por las costumbres cortesanas,
Dudo que profesara sinceramente afecto á alguien; entre los hombres como es de suponer ha de estarlo una emperatriz. Ella, ciertamente
que lo rodeaban, los había de bien malos antecedentes; el conde Adlerberg, no era feliz en el hogar doméstico, ni tampoco apreciada de las damas
por ejemplo, quien le hizo pagar una y otra vez sus enormes trampas, de la corte, quienes la encontraban muy severa, y no se podían explicar
y otros renombrados por sus estafas colosales. Desde el principio del 62 tomase tan á pecho las étourderies de su marido. Ahora ya se sabe el
empezó á revelarse capaz de resucitar los tiempos peores del reinado papel de verdadera importancia que representó en lo referente á la
de su padre; se sabía que pensaba en llevar á cabo una sene de impor- abolición de la servidumbre; pero en aquella época su influencia en tal
tantes reformas en la magistratura y el ejército; que los terribles castigos sentido se desconocía, considerándose al gran duque Constantino y á
corporales se hallaban á punto de ser abolidos, y que una especie de la gran duquesa Elena Pavlovna, que era el sostén principal de Nicolás
gobierno local, y tal vez hasta una constitución de cierta clase, se con- Milutin en la corte, como los jefes del partido reformista en las esferas
cederían. Pero, á pesar de esto, el más ligero disturbio era reprimido palatinas. La emperatriz era más conocida por la parte decisiva que
bajo sus órdenes con una rígida severidad; cualquier movimiento lo había tomado en la creación de gimnasios para los jóvenes (institutos)
consideraba come un agravio personal; así que, en todo momento, que recibieron desde su fundación un alto grado de organisación y un
había motivo para temer de él las medidas más reaccionarias. Los de- carácter verdaderamente democrático. Sus amistosas relaciones con el
sórdenes que estallaron en las Universidades de San Petersburgo, gran pedagogo Ushinsky le salvaron á éste de partecipar de la suerte
Moscou y Kazan en Octubre del 61, fueron reprimidos con una dureza de todos los hombres notables de la época, esto es, del destierro.
sin igual. Se cerró la Universidad de San Petersburgo, y aunque la ma- Siendo ella misma muy bien educada, María Alexandrovna hizo
yoría de los profesores abrieron cursos libres en el Ayuntamiento, pronto cuanto le fué posible por dar una buena educación á su hijo mayor;
fueron éstos suprimidos, teniendo lo mejores profesores que dejar la los hombres más notables en toda clase de conocimientos se buscaron
Universidad. Inmediatamente después de la abolición de la servidumbre, como maestros, y hasta Kavelin fué invitado con tal proposito, á pesar
se inició un gran movimiento en favor de la apertura de escuelas domi- de ser bien conocidas sus amistosas relaciones con Hérzen; cuando él
nicales, que surgieron por todas partes, fundadas por corporaciones las mencionó, contestó ella que, aparte del violento lenguaje que aquél
y particulares — todos los maestros eran voluntarios, — y la gente del había usado respecto á la emperatriz viuda, no tenía ningún otro resen-
pueblo, lo mismo jóvenes que adultos, acudían á ellas en gran numero. timiento con él.
Oficiales, estudiantes v hasta algunos pajes, se convirtieron en maestros,
y t a n excelentes métodos se emplearon, que, teniendo la lengua rusa El presunto heredero era un joven hermoso, tal vez demasiado para
una ortografía fonética, conseguimos enseñar á leer á los campesinos hombre. No tenía orgullo, y durante los besamanos, acostumbraba á
en nueve ó diez'lecciones. Mas, cuando menos se esperaba, esas escuelas, charlar, como entre compañeros, con los pajes de cámara. (Aun recuerdo,
en las que la masa del pueblo hubiera aprendido á leer en pocos anos, en la recepción de Año Nuevo, haber llamado su atención sobre la sencillez
sin gasto alguno para el Estado, fueron cerradas. Habiendo empezado del uniforme del embajador de los Estados Unidos, comparado con los
en Polonia una serie de manifestaciones patrióticas, se mandaron allí trajes de papagayo de los demás). Sin embargo, los que lo conocían
á los cosacos á que dispersaran la multitud á latigazos, y prender cen- bien lo describían como extremadamente egoísta, incapaz de tomar
tenares de personas en las iglesias con su acostumbrada brutalidad. afecto á nadie; este rasgo característico se mostraba más prominente en
E n las calles de Varsovia se fusilaba á los hombres hacia fines del 61, él aún, que en su padre. Respecto á su educación, todos los desvelos de
y para suprimir algunas insurrecciones de campesinos que estallaron, su madre resultaron inútiles. E n agosto del 61, sus exámenes, que se
efectuaron en presencia de su padre, fueron de efecto deplorable, y
recuerdo que Alejandro II, en una parada en que aquél mandaba las
tropas, y durante la cual cometió algunas equivocaciones, gritó de modo
que todos pudieron oirle: «¡Ni aun eso has podido aprender!» Murió,
como essabido, álos veintidós años, de una afección de la me dula espinal.
Su hermano Alejandro, que vino á ser el presunto heredero en 1865,
y fué más tarde Alejandro III, formaba raro contraste con Nicolás
Alejandrovich. Tanto me recordaba á Pablo I, por su fisonomía, su P A R T E TERCERA
figura y su contemplación de sí mismo, que yo acostumbraba á decir:
« Si alguna vez reina, será otro Pablo I en el palacio de Gatchina y ten-
drá el mismo fin que su bisabuelo, á manos de sus propios cortesanos ¡>.
Su resistencia á aprender era invencible; se decía que Alejandro I I
habiendo tenido tantas dificultades con su hermano Constantino, que SIBERIA.
estaba mejor educado que él, adoptó la política de concentrar toda
su atención en el primogénito y descuidar la educación de los demás; I.
sin embargo, dudo mucho que eso sea cierto. Alejandro Alejandrovich
ha debido tener aversión á todo lo que sea instruirse desde su infancia; A mediados de Mayo de 1862, semanas antes de nuestra promoción,
su ortografía, que pude apreciar en los telegramas que dirigía á su pro- me dijo un día el capitán que hiciera la lista final del regimiento á que
metida en Copenhague, era extremadamente mala. No puedo dar aquí cada uno quería pertenecer. Podíamos elegir entre todos los de la
un ejemplo de ella en ruso; pero en francés escribía de este modo: t Ecri guardia, en los que se ingresaba con el primer grado de oficial, y los de
á oncle á propos parade les nouvelles son mauvaisent >>, y así por el estilo. línea, con el tercer grado de teniente. Formé una lista de nuestra clase,
Se dice que sus maneras se suavizaron en el último tercio de su vida; y fui preguntando á los compañeros; cada uno sabía ya el regimiento
pero en 1870, y aun mucho después, era un verdadero descendiente de al que iría á unirse, y muchos usaban en el jardín las gorras de oficiales
Pablo I. Conocí en San Petersburgo un oficial de origen sueco (de Fin- de los que habían elegido.
landia), á quien se había enviado á los Estados Unidos á ordenar fu- « Coraceros de Su Majestad >>, « La guardia de Corp Preobrazhens-
siles para el ejército ruso. A su vuelta, tuvo que dar cuenta de su misión ky >>, « La guardia montada », eran las contestaciones que yo inscribía.
á Alejandro Alejandrovich, encargado de la inspección del cambio de « ¿Pero tú, Kropotkin, á dónde vas? ¿A la artillería? ¿A los cosas? »
armamento del ejército. Durante esta entrevista, el zarevich, dando — me preguntaban por todas partes; y no pudiendo responder á tales
rienda suelta á su carácter impetuoso, empezó á reprender al oficial, cuestiones, le encargué, al fin, á un amigo que completara la lista y
quien probablemente contestaría con dignidad, lo que fué causa que me retiré á mi habitación á meditar una vez más sobre mi última re-
el príncipe, presa de un acceso de furor, insultase á aquél, usando un solución.
lenguaje soez. Pero el ofendido, que pertenecía á ese tipo de hombres Que no había de entrar en un regimiento de la guardia dedicándome
dignos y respetables que con frecuencia se encuentran entre la nobleza á pasar la vida entre paradas y bailes cortesanos, era cosa ya de antiguo
sueca en Rusia, se retiró en el acto y escribió al presunto heredero una resuelta. Mi sueño se fundaba en el deseo de entrar en la Universidad;
carta, en la cual decía que, si en el término de veinticuatro horas no en aprender, en vivir la vida de estudiante. Lo cual, por supuesto, sig-
le daba una satisfacción, se pegaría un tiro. Aquello era una especie nificaba el romper por completo con mi padre, cuyas ambiciones eran
de duelo japonés; pero el joven Alejandro no mandó sus excusas, y el muy distintas, y no contar para mi sostenimiento más que con lo que
oficial cumplió su palabra. Yo lo vi en casa de un íntimo amigo mío, pudiera ganar dando lecciones. Miles de estudiantes rusos viven de ese
que lo era también suyo, contando los minutos y esperando recibir modo, y tal género de vida no me asustaba en lo más mínimo. Pero,
la explicación; á la mañana siguiente estaba muerto. El zar se inco- ¿ cómo había de hacer frente á las primeras dificultades? Dentro de muy
modó mucho con su hijo, y le ordenó acompañara el'cadáver hasta pocas semanas tendría que dejar el colegio, ocuparme de mi ropa, buscar
su última morada; pero ni aun esta terrible lección curó al joven de la habitación, y no veía la posibilidad de proporcionarme ni hasta la in-
altivez é impetuosidad propias de los Romanoff. significante cantidad que se necesitaría para empezar, aun en la forma
más modesta. Así que, no siendo práctico lo de la Universidad, había
pensado á menudo, últimamente, entrar en la academia de artillería:
esto me libraría por dos años de las molestias del servicio militar, y
después de los demás estudios, podría continuar los de matemática
y física. Pero el viento de la reacción se dejaba sentir, y á los oficiales
se les había tratado durante el invierno anterior en las academias como
si fueran niños de escuela; en dos de ellas se habían sublevado, y en
otra se retiraron todos en masa.
Mis pensamientos se volvían más y más hacia Siberia; la región
del Amur había sido anexionada recientemente á Rusia; yo conocía
todo lo escrito respecto á ese Misisipí del Oriente, las montañas que
atraviesa, la vegetación subtropical de su tributario el Usuri, y mi ima-
más de 800 metros cuadrados, que estaba enteramente cubierto de
"inación fué más allá; á las regiones tropicales, que Humboldt ha descrito, tiendas pequeñas - verdaderas barracas de madera, - donde se vendían
v á las grandes generalizaciones de Ritter, que me deleitaba el leer. íoda c ¿ e <¿ artículos de segunda y aun de tercera mano Muebles
Además, yo razonaba así: en Siberia hay un espacio inmenso para la v c a m t s usados opas y libros viejos arrojados allí de todos los barrios
aplicación de las grandes reformas ya realizadas ó que vendrán en breve: d e l a c h i d a d , s e h a U a b L almacenados en las pequeñas barracas y ex-
allí deben ser poco numerosos los trabajadores, y es indudable que en- nuestos en el terreno que mediaba entre ellas, y aún en los techos de
contraré un campo de acción en armonía con mis inclinaciones. Lo peor Fas mismas. Esta acumulación de materias inflamables tenia á su e s p a d a
era que tendría que separarme de mi hermano Alejandro quien se había el ministerio de la Gobernación y sus archivos donde „ g u a r d a b a n
visto obligado á dejar la Universidad de Moscou, despuesde los últimos fodos ios documentos concernientes á la liberación de los siervos; y a
desórdenes, y al cual yo esperaba (y con razón) sin saber por que de " a u H s t a b a formado por una hilera de tiendas cons ruidas
un modo ó de otro, volver á ver pronto. No quedaba mas que elegir de P Tedra, q se encontraba el Banco Nacional. Una estrecha caüejuela
el regimiento en la región del Amur. El Usuri me atraía mas; pero, formada también de tiendas de sólida construcción, separaba el Apraxin
desgraciadamente, allí no había más que un regimiento de cosacos de D v o r d e u n ala del cuerpo de pajes, que estaba ocupada por tiendas
infantería; y el servir en semejante cuerpo era demasiado para un joven ?e refino y a e n el piso bajo y por los departamentos de l o s o ^ e S
de mis años, por lo que me resolví á ingresar en los de caballería del en el superior Y casi enfrente del mencionado ministerio, al otro lado
de 1 c a n a í , había extensos depósitos de madera, en los cuales al mismo
AmU
L o que anoté en la lista, con asombro de todos mis compañeros. tíempS que 'en el laberinto formado por las ^ a s ^ e n t e , se inicio
« ¡Está tan lejos! », decían; en tanto que mi amigo Daúroff, cogiendo el fuego de un modo simultáneo á las cuatro de la tarde.
el Manual del Oficial, leyó en él, para horror de todos los presentes: Si hubiera hecho viento aquel día, media ciudad hubiese sido pasto
« Uniforme negro, con cuello rojo sencillo, sin trencillas; gorra de pelo, de l a s i S m S incluyendo el Banco, varios ministerios, el Gortmoi Dvor
hecha de piel de perro ó de cualquiera otro animal; pantalón, gris ». (otra gran Aglomeración de tiendas en el Neuski Prospekt), el cuerpo
« ¡Qué uniforme! — exclamó. — Dejemos aparte la gorra; podéis rlp naies v la Biblioteca Nacional.
usarla de piel de lobo ú oso; pero, ¡y los pantalones! ¡Grises como los Yo estaba aquella tarde en el colegio, comiendo en casa de uno
de los obreros!» Al oír esto, la consternación llegó á su máximo de inten- de nuestrcs oficiales, y nos lanzamos hacia el lugar del siniestro, en cuanto
sidad. Yo lo eché á broma lo mejor que pude y le llevé la lista al capitan. vfmos desdelas ventanas, las primeras nubes de humo elevarse tan
« ¡Kropotkin lo ha de tomar todo á broma! — exclamo al verla. vimos, aesae ias , c táculo era terroiífico: como una serpiente
próximo a nosotros El espectacmo e e n t o d a s d i r e C ciones,
¿No os he dicho que hay que mandar la lista al gran duque hoy mismo? »
Un sentimiento de asombro y compasión se manifestó en su sem- f E S f f i ^ ^ b * barracas, y de pronto se levantó
blante cuando le dije que aquello expresaba realmente mi intención. a derecna e :izqu e , silbantes lenguas dispuestas
partían sus

Sin embargo, al día siguiente, casi estuve á punto de cambiar de f l S r m £ t e t d a s q - contenían. Remolinos de humo
resolución, al ver cómo la tomó Klusóuski: él esperaba verme en la l cpTormaron en el acto; y cuando los producidos por las plumas
y fuego se formaron en el ac y ^ colch£ c m p e z a r o n á inundar
Universidad; me había dado lecciones de latín y griego con tal objeto,
v vo no me atrevía á revelarle lo que verdaderamente me impedía el
hacerlo; pues sabía que, en tal caso, se hubiera ofrecido á compartir T ^ T u S / S A ^ permanecer por más tiempo dentro del
conmigo lo poco que tenía. , ,
Mi padre al saberlo, telegrafió al director que se oponía a que luera
á Siberia, y el asunto pasó al gran duque, que era el jefe de la escuela
militar. Fui llamado á su presencia, y allí hablé sobre la fertilidad del época M^iabía ni ^
Amur y otras cosas parecidas, porque tenía motivos sobrados para
presumir que, si manifestaba deseos de ir á la Universidad, y no contaba
con recursos para ello, alguien de la familia imperial me hubiera ofrecido
una bolsa; cosa que por todos estilos deseaba yo evitar. ni ministerio de la Gobernación.
Imposible es decir cómo todo esto hubiera concluido, cuando un T o s g andes duques vinieron al lugar del fuego y se volvieron 4
acontecimiento de importancia — el gran incendio de San Petersburgo marchar- va entrada la tarde, cuando el Banco estaba fuera de peligro
— vino á traer de un modo indirecto una solución á la dificultad. h i z o también el emperador su aparición, y dijo lo que ya sabían todos:

q U e el cuerpo de pajes era ahora lo que más importaba salva*, y había


oue h a c e S por todos los medios posibles. Era evidente que si dicho
edifieio ardía! la Biblioteca Nacional y la mitad del Neusky Prospekt
El lunes después de la Trinidad — el día del Espíritu Santo, que
h U b
caía aquel año en el 26 de Mayo, antiguo Cómputo — estalló un terrible i r m S S r e t % o , fué quien hizo todo lo posible para evitar
incendio en el llamado Apraxin Dvor, que era un inmenso espacio ac
que el fuego se extendiera cada vez más. Hubo un momento en que jefe de la policía, al gran duque, á cualquiera — y dile que sin agua
el Banco se vió seriamente amenazado: los géneros sacados de las tiendas tendremos que abandonar la casa al fuego ». « ¿No sería mejor dar parte
de enfrente se aglomeraron en la calle Sadovaya, donde yacían apiñados al director? », alguno dijo; á lo que contestaron los demás: «¡Vayan
contra el ala izquierda del mencionado establecimiento; los efectos todos al diablo! se necesitaría una linterna para encontrarlos. Ve y
que ocupaban toda la calle, se inflamaban de continuo; pero el pueblo, hazlo tú mismo >>.
asándose materialmente, en medio de un calor insoportable, evitó que De nuevo fui á buscar al general Nurenkoff, y al fin me dijeron
el incendio se comunicara á las pilas de géneros que se encontraban que debía estar en el patio del Banco. Varios oficiales se encontraban
al otro lado. La gente clamaba contra todas las autoridades, al ver allí, en torno de un general en quien reconocí al príncipe Suvóroff, go-
que ni una bomba siquiera se hallaba disponible. « ¿Qué están haciendo bernador general de San Petersburgo. La cancela, sin embargo, se ha-
todos en el ministerio de la Gobernación, cuando el Banco y la casa de llaba cerrada, y un empleado del establecimiento que la custodiaba,
expósitos van á incendiarse? ¡Todos han perdido la cabeza!» «¿Dónde se negó á dejarme pasar; pero yo insistí, amenacé, y, finalmente, me
está el jefe de policía, que no puede mandar una brigada de bomberos admitieron. Entonces, me fui directamente al príncipe, que estaba
al Banco? », se oía decir por todas partes. Yo conocía personalmente escribiendo una nota en el hombro de su ayudante.
al jefe aludido; el general Annekoff, por haberlo encontrado una ó dos
Cuando le di cuenta del asunto, lo primero que-me preguntó fué
veces en casa de nuestro subinspector, adonde iba con su hermano el
« ¿Quién os envía? » « Nadie; los compañeros »>, fué mi respuesta. « ¿De
conocido crítico literario, y me ofrecí á ir en su busca. Lo encontré, en
modo que decís que el colegio estará pronto ardiendo? » « Sí >>. El partió
efecto, paseando, al parecer sin objeto, por una calle; y cuando le di
inmediatamente, y cogiendo en la calle una sombrerera vacía, se cubrió
cuenta de lo que ocurría, á mí fué, aunque parezca increíble, á un
con ella la cabeza, yendo á todo correr hacia la callejuela, que se encon-
muchacho, á quien dió la orden de trasladar una de las brigadas de
traba llena de barriles vacíos, paja, cajas de madera y otros combusti-
bomberos, desde el ministerio al Banco. Yo le manifesté que á mí no
bles por el estilo, ocupando el espacio que mediaba entre las llamas
me obedecerían, y le pedí una orden por escrito; pero el general no tenía
de las tiendas de grasas incendiadas, de una parte, y el edificio del cuerpo
ó pretendió no tener ni una hoja de papel, por lo que le rogué á uno
de pajes, cuyos marcos de ventanas y pilastras empezaban á humear,
de nuestros oficiales, el teniente L. L. Gosse, que viniera conmigo á
de la otra. El príncipe procedió con resolución. « E n vuestro jardín
transmitir la orden. Al fin, dimos con el capitán de una de ellas, quien,
hay una compañía de soldados — me dijo — tomad un destacamento,
entre maldiciones y juramentos, vino con su fuerza al Banco.
y limpiad esa callejuela en el acto. Se traerá aquí inmediatamente una
El ministerio mismo no ardía; lo que se quemaba eran los archivos; manguera de la bomba de vapor; que no pare de funcionar: lo confío
y muchos jóvenes, en su mayoría cadetes y pajes, en unión de varios de- personalmente á vuestro cargo».
pendientes, porteaban paquetes de papeles desde el lugar del peligro No era cosa fácil hacer salir á los soldados del jardín; pues después
á los carros que los cargaban. Con frecuencia solía caer alguno al suelo, de haber dado buena cuenta del contenido de barriles y cajas, con los
en cuyo caso el viento, apoderándose de suS hojas, las esparcía por la bolsillos llenos de café y los quepis de terrones de azúcar, disfrutaban
plaza. A través del humo se distinguía un fuego imponente, corriéndose de lo templado de la noche, comiendo avellanas bajo los árboles. Nin-
por los depósitos de madera, al otro lado del canal. guno quiso moverse hasta que no intervino un oficial. La callejuela
La estrecha callejuela que separaba el colegio del Apraxin Dvor quedó limpia, y la bomba no dejaba de funcionar; los compañeros estaban
se encontraba en un estado deplorable; sus tiendas estaban llenas de contentos, y cada veinte minutos relevábamos á los hombres que di-
azufre, aceite, trementina y otras cosas por el estilo, é inmensas lenguas rigían la manga, permaneciendo á su lado con un terrible calor insu-
de fuego de varios colores, lanzadas por las explosiones, lamían los te- frible.
chos del ala de aquél, que formaba el otro lado de la calle. Las ven- A las tres ó las cuatro de la mañana era evidente que se le había
tanas y pilastras próximas al techo empezaban ya á humear, en tanto puesto al fuego una barrera; el peligro de que se extendiera al cuerpo
que los pajes y algunos cadetes, después de haber desalojado el local, había desaparecido, y después de haber apagado nuestra sed en una
le daban á una pequeña bomba que recibía el agua á grandes intervalos « casita blanca », que casualmente estaba abierta, caímos, medio muertos
de unas viejas cubas que había que llenar á mano. Dos bomberos que de fatiga, en la primera cama desocupada que encontramos en la en-
se hallaban en el caldeado techo, gritaban continuamente: «¡Agua! fermería del colegio.
¡Agua! >>, en un tono que penetraba hasta el corazón. Yo no pude resistir A la mañana siguiente me levanté temprano y fui á ver el lugar
más, y me lancé á la calle de Sadovaya donde por la fuerza obligué de la conflagración. Al volver á la escuela, encontré al gran duque Mikhael,
al conductor de una de las pipas que pertenecían á una brigada de bom- á quien acompañé, según era mi deber, en su ronda de inspección. Los
beros de policía, á que entrase con su carro en nuestro patio y diese pajes, con los rostros negros por el humo, ojos hinchados, labios infla-
agua á la bomba; pero cuando traté de repetir lo mismo, una vez más, mados, y algunos con el cabello chamuscado, levantaron la cabeza
me encontré con una terminante negativa de parte de aquél, quien me de la almohada; difícil era reconocerlos, y, sin embargo, estaban orgu-
dijo que le formarían consejo de guerra si me obedecía. Al oír esto, me llosos al pensar que no fueron «meros espectadores», habiendo trabajado
gritaron los compañeros por todas partes: « Ve y busca á alguien — al con la misma energía que los demás.
impuesto, significaba su inevitable ruina, y en Mayo se distribuyeron
proclamas revolucionarias en San Petersburgo, haciendo un llamamiento
al pueblo y al ejército, y recomendando á las clases ilustradas que in-
Esta visita del gran duque arregló mi dificultad. Me preguntó por sistieran sobre la necesidad de una convención nacional. Bajo tales cir-
qué había concebido la idea de ir al Amur, si contaba con amigos allí, cunstancias, el desorganizar la máquina gubernamental podía haber
si tenía relaciones con el gobernador general; y al saber que no contaba entrado en los planes de algunos revolucionarios.
con parientes en Siberia, y no conocía en aquella parte del país á nadie, Finalmente, el carácter indefinido de la emancipación había pro-
exclamó: « Pero, entonces, ¿cómo vais á ir? Podrán enviaros á una triste ducido una gran fermentación entre los rurales, que formaban una parte
aldea de cosacos; ¿qué haréis allí? Lo mejor será que yo escriba al go- considerable de la población en todas las ciudades rusas, y á través de
bernador general recomendándoos >>. toda la historia de este país se observa que, cada vez que una agitación
Después de tal ofrecimiento, tenía la seguridad que la oposición igual ha empezado, ha venido acompañada de anónimos anunciando
de mi padre cesaría, y, en efecto, así fué. Quedé en libertad de ir á Si- incendios, y algunas veces de estos mismos.
beria, Era posible que la idea de dar fuego al mercado de Apraxin podía
haberse ocurrido con el fin de aislar á los partidarios de la revolución;
pero ni las investigaciones más minuciosas, ni las prisiones en grande
escala que empezaron á efectuarse en toda Rusia y en Polonia, inme-
Este gran incendio vino á ser un punto de importancia, no sólo diatamente después del suceso, revelaron la más ligera indicación en tal
respecto á la política de Alejandro II, sino también en la historia de Rusia sentido. Si algo se hubiera hallado, el elemento reaccionario hubiese
en aquel período del siglo. Que no había sido un mero accidente, era sacado partido de ello. Muchas reminiscencias y volúmenes de corres-
cosa clara; la Trinidad y el día del Espíritu Santo son grandes fiestas pondencia de aquella época se han publicado desde entonces; pero
en el país, y en el interior del mercado no había nadie más que los guardas; nada contienen que pueda dar el menor asomo de verdad á semejante
además, éste y los depósitos de madera empezaron á arder al mismo sospecha.
tiempo, y la conflagración de San Petersburgo fué seguida de otras si- Por el contrario, al estallar conflagraciones parecidas en varias
milares en varias capitales de provincia. Que el fuego había sido encen- poblaciones sobre el Volga, y especialmente en Saratoff, y cuando Zho-
dido por alguien, era indudable; pero ¿por quién? A esta pregunta aun lúnoff, que era senador, fué enviado por el zar para hacer una investi-
no se ha contestado. gación en toda regla, volvió con la íntima convicción de que el incendio
Halkoff, el ex liberal, que profesaba odio personal á Hérzen, y de esta ultima ciudad fué obra del partido reaccionario, en el que exis-
en particular á Bakunin, con quien una vez había tenido que batirse tía la creencia de que sería posible por ese medio inducir á Alejandro II
en desafío, al día siguiente del siniestro acusó á los polacos y á los revo- á posponer la abolición final de la servidumbre, la cual debía tener
lucionarios rusos de ser sus autores, y esa opinión prevaleció en San lugar el 19 de Febrero del 63. Conociendo la debilidad de su carácter,
Petersburgo y Moscou. inmediatamente después del gran incendio de San Petersburgo, em-
Polonia se preparaba entonces para la revolución que estalló en el pezaron una violenta campaña á favor del aplazamiento y de la revisión
siguiente Enero, y el comité secreto del partido revolucionario concluyó de la ley de emancipación en sus aplicaciones prácticas. E n los círcu-
una alianza con los refugiados en Londres, teniendo sus agentes en el los bien informados se susurraba que el senador Zholúnofi era verdad
corazón mismo de la administración de San Petersburgo. Muy poco que volvía con- pruebas positivas de la culpabilidad de los reacciona-
tiempo después del mencionado fuego, el gobernador de Polonia, conde rios en Saratoff; pero murió en su viaje de regreso, desapareciendo su
de Jüders, fué muerto de un tiro por un oficial ruso, y cuando el gran cartera, que jamás se ha llegado á encontrar.
duque Constantino fué nombrado en su lugar (con la intención, según Pero sea de ello lo que quiera, lo cierto es que el fuego del Apraxin
se dijo, de hacer de Polonia un reino separado para él), sufrió la misma tuvo las más deplorables consecuencias. A partir de esa fecha Alejandro
suerte y de igual modo, el 26 de Junio. Y en Agosto se intentó algo se entregó á los reaccionarios, y — lo que fué peor aún — la opinión
parecido contra el marqués Wielpalsky, el jefe polaco del partido de pública de aquella parte de la sociedad de San Petersburgo, y en parti-
la unión con Rusia. Napoleón I I I mantenía entre los polacos la espe- cular de Moscou, que más pesaba en las determinaciones del gobierno,
ranza de una intervención armada en favor de su independencia. En arrojó de repente su manto liberal, volviéndose, no sólo contra la sec-
tales condiciones, juzgando desde el punto de vista militar, por lo ge- ción más avanzada del partido reformista, sino que tornó también la
neral limitado, el destruir el Banco de Rusia, en unión de varios minis- espalda á la más moderada. Pocos días después del siniestro, fui un do-
terios, y el sembrar el pánico en la capital, podía ser considerado como mingo á visitar á mi primo, el aide-de-camp del emperador, en cuya
buen plan de guerra; pero jamás se encontró ni la mas remota evidencia casa había visto con frecuencia á los oficiales de la guardia montada
en apoyo de esta hipótesis. simpatizar con Chernyshevsky, siendo mi mismo primo, hasta enton-
ces, un asiduo lector de El Contemporáneo (el órgano del partido refor-
Por otra parte, los partidos avanzados rusos vieron que nada po-
mista avanzado). En esta ocasión trajo varios números de dicho perió-
dían esperar en adelante de la iniciativa reformista de Alejandro, com-
prendiendo claramente que éste se marchaba de un modo resuelto al
campo reaccionario. Para los hombres previsores era evidente que la
liberación de los siervos, bajo las condiciones de redención que les habían
dico, y colocándolos en la mesa ante la que yo estaba sentado, me dijo: tro padre? » Contesté en la afirmativa, y él agregó: « ¿ No teméis ir
« Ahora bien, después de esto, no quiero saber nada más de ese papel tan lejos? » « No », le dije resueltamente; « deseo trabajar, y allí habrá
incendiario; tengo lo suficiente »; y estas palabras expresaban la opi- mucho que hacer en la aplicación de las grandes reformas que van á
nión de «todo San Petersburgo ». El hablar de reformas se hizo incon- implantarse ». Me miró fijamente, quedó pensativo y dijo al fin: « Id,
veniente; toda la atmósfera estaba cargada de un espíritu reaccionario; pues; en todas partes se puede ser útil »; y su fisonomía tomó tal expre-
El Contemporáneo y otras Revistas parecidas se suprimieron; las escue- sión de fatiga, tal aspecto de debilidad y abatimiento, que pensé en el
las dominicales fueron prohibidas en absoluto; empezaron los arrestos acto: « es hombre perdido; todo lo va á abandonar ».
en grande escala, y la capital se puso en estado de sitio. San Petersburgo había tomado un aspecto sombrío; los soldados
marchaban por las calles; patrullas de cosacos de caballería recorrían
I los alrededores del palacio, y la fortaleza estaba llena de prisioneros.
*** En cualquier parte adonde me dirigiera, siempre veía lo mismo: el triunfo
de la reacción. No me fué, pues, sensible alejarme de la capital.
Quince días después, en Junio 13 (25), la época que nosotros los
pajes y cadetes tanto habíamos aguardado, vino al fin. El emperador Todos los días iba á la administración de los cosacos á pedir que
nos hizo una especie de examen militar en toda clase de evoluciones — me alistaran pronto mis papeles, y tan luego como los tuve en mi poder,
durante el cual nosotros mandábamos las compañías, y yo formaba partí para Moscou, á unirme con mi hermano Alejandro.
á caballo ante el batallón —, y fuimos ascendidos á oficiales.
Cuando concluyó la parada, Alejandro I I dijo en alta voz: « ¡A mí II.
los nuevos oficiales! s> y nos reunimos en torno suyo, permaneciendo
él montado. Los cinco años que pasé en Siberia fueron para mí muy instructi-
Aquí lo vi bajo un aspecto completamente nuevo; el hombre que vos respecto al carácter y la vida humanos. Me vi puesto en contacto
al año siguiente apareció como el sanguinario y vengativo represor con hombres de todas condiciones, los mejores y los peores; aquellos que
de la insurrección polaca, se levantaba de cuerpo entero ante mis ojos, se encontraban en la cúspide de la sociedad y los que vegetaban en su
en el discurso que nos pronunció. mismo fondo; esto es, los vagabundos y los llamados criminales em-
pedernidos. Tuve sobradas ocasiones para observar los hábitos y cos-
Empezó así, con tono reposado: « Os congratulo; sois oficiales, » tumbres de los campesinos en su labor diaria, y aún más, para apreciar
Después habló sobre el deber y la lealtad militares, como es de costum- lo poco que la administración oficial puede hacer en su favor, aun cuando
bre en tales ocasiones. « ¡Pero si alguno de vosotros », agregó, marcando se hallara animada de las mejores intenciones. Finalmente, mis largos
mucho las palabras, y manifestando repentinamente en el rostro la viajes, durante los cuales recorrí más de ochenta y cinco mil kilómetros
expresión de la ira; « pero si alguno de vosotros — que Dios os libre en carros, en vapores, en botes, y principalmente a caballo, fueron de
de ello — fuera, bajo cualquier circunstancia, desleal al zar, al trono un efecto maravilloso en el mejoramiento de mi salud. Enseñándome
y á la patria, tened cuidado con lo que os digo, será tratado con toda al mismo tiempo á lo poco que realmente se limitaban las necesidades
la se-ve-ri-dad de las leyes, sin la más ligera con-mi-se-ra-ción! >> del hombre, desde el momento que sale del círculo encantado de una
El tono de su voz disminuyó, y en su semblante se retrataba esa civilización convencional. Con algunas libras de pan y unas onzas de
expresión de ciega cólera que yo había visto en mi juventud en los ros- te en una bolsa de cuero, una tetera y un hacha colgada de la silla, y
tros de los propietarios territoriales cuando amenazaban á sus siervos bajo ésta una manta para extenderla delante del fuego sobre una cama
« con hacerles saltar la piel á baquetazos >>. Cuando hubo terminado, de ramitas de pinabete, recientemente cortadas, uno se siente admi-
espoleó su caballo con violencia y se marchó. A la mañana siguiente, rablemente independiente aún en medio de montes desconocidos, den-
el 14 de Junio, se fusilaron por orden suya, tres oficiales en Modlin, Po- samente cubiertos de bosque ó coronados por la nieve. Sobre esta parte
lonia, y un soldado, llamado Szur, fué muerto á palos. de mi vida, bien pudiera escribirse Un libro; pero debo recorrerla rápi-
« La reacción nos arrastra á toda prisa », me dije á mí mismo, cuando damente, por ser mucho todavía lo que me resta que relatar respecto á
volvíamos al colegio. los períodos siguientes.
Antes de dejar San Petersburgo vi á Alejandro II una vez más. Siberia no es la tierra helada cubierta en todo tiempo por la nieve
Algunos días después de nuestra promoción, todos los nuevos oficiales y poblada siempre de desterrados, que muchos se imaginan, aun entre
estaban en palacio para ser presentados á él. Mi más que modesto uni- los mismos rusos. En su parte sur es t a n rica en productos naturales
forme, con sus extraños pantalones grises, atraía la atención univer- como la parte Sur también del Canadá, á la que tanto se parece en su
sal, y á cada momento tenía que satisfacer la curiosidad de oficiales aspecto físico, y además de medio millón de naturales, tiene una po-
de todas clases que venían á preguntarme qué uniforme era el mío. blación de más de cuatro millones de rusos. Las regiones del Sur de la
Como el regimiento de cosacos del Amur era entonces el más moderno Siberia occidental son tan completamente rusas como las provincias
del ejército ruso, yo me hallaba casi á la cola de los centenares de ofi- situadas en el Norte de Moscou. En 1862, la alta administración de Si-
ciales presentes. No obstante, Alejandro I I me encontró con la vista, beria era mucho más ilustrada y bastante mejor en todos conceptos
y me preguntó: «¿Conque vais á Siberia? ¿ H a consentido al fin vues-
que la de muchas provincias de la propia Rusia. Durante varios años,
el puesto de gobernador general de la Siberia oriental había sido ocupado exterior, habiéndose publicado, al efecto, excelentes memorias y tra-
por un hombre tan notable como el conde N. N. Muravioff, que ane- bajos por los ministros de Justicia y Gobernación; pero lo que hicimos
xionó la región del Amur á Rusia. Era muy inteligente, m u y activo, en Transbaikália no fué puramente teórico. Primero discutí las líneas
extremadamente amable y deseoso de trabajar por el bien del país; generales, y a continuación todos los puntos de detalle, con hombres
pero, como casi todos los hombres de acción de la escuela gubernamental, prácticos, bien al tanto de las verdaderas necesidades y de los recursos
un déspota en el fondo; tenía, sin embargo, opiniones avanzadas, y locales, á cuyo fin me asesoré de un número considerable de personas,
una república democrática no hubiera llenado por completo sus aspi- lo mismo en la capital que en la provincia; una vez hecho esto, las con-
raciones. Había conseguido desprenderse, hasta cierto punto, del anti- clusiones á que habíamos llegado se volvían á discutir con Kúkel y Pe-
guo tipo de empleados, que consideraban á Siberia como país conquis dashenko, y después de poner yo los resultados bajo una forma preli-
tado, y logrado reunir en torno suyo un buen número de jóvenes, com- minar, se trataban nuevamente punto por punto en los comités. Uno
pletamente honrados, y muchos de ellos animados, como él, de los más de éstos, el encargado de preparar el proyecto de autonomía municipal,
levantados propósitos. En su propio gabinete, los jóvenes oficiales, con estaba compuesto de ciudadanos de Chitá, elegidos por toda la pobla-
el desterrado Bakunin entre ellos (él se escapó de Siberia en el otoño ción, con la misma libertad que se pudiera haber hecho en los Estados
del 61), discutían las probabilidades de crear los Estados Unidos de Unidos. E n suma, nuestro trabajo fué ejecutado á conciencia, y aun
Siberia, federados á través del Pacífico con los Estados Unidos de Amé- ahora, volviendo la vista á él á través de la perspectiva formada por
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rica. tal número de años, puedo afirmar lleno de confianza, que, si entonces
se hubiera concedido la autonomía municipal en la modesta forma en
* * * que nosotros la proponíamos, las poblaciones de Siberia serían muy
diferentes de lo que son. Pero nada resultó de todo ello, como se verá
Cuando vine á Irkutsk, la capital de la Siberia oriental, la ola de más adelante.
la reacción que vi en San Petersburgo no había llegado aún á estos leja- Otras ocupaciones incidentales no escaseaban tampoco; había que
nos dominios. Fui muy bien recibido por el joven gobernador gene- buscar dinero para el sostenimiento de instituciones benéficas; se nece-
ral Korsakoff, que acababa de reemplazar á Muravioff, quien me dijo sitaba escribir una memoria sobre el estado económico de la provincia
le encantaba tener á su lado hombres de opiniones liberales. E n cuanto en relación con una exposición agrícola local, ó bien hacía falta rea-
al comandante militar de la región, llamado Kúkel — un general joven lizar alguna investigación importante. « Es una gran época en la que
que aun no había cumplido los treinta y cinco años, cuyo ayudante vivimos; trabajad, querido amigo, y recordad que sois el secretario de
personal vine á ser —, desde el primer momento me llevó á una de las todos los comités presentes y futuros », Kúkel solía decirme algunas
habitaciones de su casa, en la que encontré, en unión de las mejores veces, y yo trabajaba con doble energía.
Revistas rusas, una colección completa de las ediciones revoluciona-
Uno ó dos ejemplos demostrarán con que resultado; había en nues-
rias de Hérzen, publicadas en Londres; pronto fuimos buenos amigos.
tra provincia un « jefe de distrito », esto es, un empleado de policía, in-
Este general estaba hecho cargo interinamente del gobierno de vestido de facultades muy amplias é indeterminadas, que era una ver-
Transbaikália, y á las pocas semanas cruzamos el hermoso lago Baikal, dadera calamidad; después de robar á los labriegos, los azotaba á de-
yendo más hacia el Este, hasta llegar á la pequeña población de Chitá, recha é izquierda, no sólo á los hombres, sino hasta á las mujeres, lo que
capital de la provincia. Allí tuve que dedicarme por completo, sin pér- era contrario á la ley; y cuando algún asunto criminal caía en sus manos,
dida de tiempo, á las grandes reformas que estaban entonces en estudio. era posible que allí quedara detenido meses enteros, permaneciendo
Los ministerios de San Petersburgo habían acudido á las autoridades mientras tanto los hombres en la cárcel hasta que no le daban dinero.
locales, encargándolas hicieran proyectos de completas reformas en la El general hacía tiempo que le hubiera dado pasaporte; pero el gober-
administración de las provincias, organización de la policía,, los tribuna- nador general no era partidario de esta idea, porque dicho individuo
les, las prisiones, el sistema de destierro y la autonomía municipal; tenía buenas aldabas en San Petersburgo. Después de muchas vacila-
todo sobre bases ampliamente liberales, de acuerdo con lo expresado ciones, se decidió al fin que yo fuese á abrir una información sobre el
por el emperador en sus manifiestos. terreno y hacerme de datos contra él. Empresa no muy fácil, porque
Kúkel, ayudado por el coronel Pedashenko, hombre inteligente los campesinos, á quienes el tal sujeto tenía aterrados, conociendo el
y práctico, y un par de empleados civiles, animados de buenos deseos, antiguo proverbio ruso, que dice: « Dios está muy lejos, mientras que
trabajaba todo el día y á menudo una buena parte de la noche. Yo fui el amo es vuestro vecino », no se atrevían á declarar; hasta la mujer
nombrado secretario de dos comités, para la reforma de las prisiones que había azotado temía al principio manifestarlo por escrito. Sólo des-
y todo el sistema de destierro, y para preparar un proyecto de autono- pués de haber pasado quince días entre ellos y ganado su confianza,
mía municipal, poniéndome á trabajar con todo el entusiasmo de un fué cuando conseguí hacer luz sobre el proceder de aquel jefe. Tan im-
joven de diecinueve años. Leí mucho sobre el desenvolvimiento histó- portantes y concluyentes fueron los datos que logré reunir, que el tal
rico de estas instituciones en Rusia y sus presentes condiciones en el empleado se vió cesante, quedando nosotros muy satisfechos por ha-
bernos librado de semejante plaga. Pero ¿cuál no sería nuestra admira-
Memorias de un revolucionario.-8
última no perderá nunca su carácter nacional, que está fuertemente
ción cuando pocos meses después supimos que la misma persona había desarrollado; ha tenido y tiene su literatura nacional y su arte é industria
sido nombrada para un destino superior en Kamchatka? Allí podía propios. Rusia sólo puede mantenerla en la servidumbre por medio de
explotar á la gente del país sin que nadie se lo impidiera, y así lo hizo; la fuerza bruta y la opresión; un estado de cosas que hasta ahora ha
algunos años más tarde volvía á San Petersburgo con una fortuna, pu- favorecido y necesariamente favorecerá la tiranía en su propio suelo.
blicando después, de cuando en cuando, artículos en la prensa reaccio- Hasta los pacíficos eslavófilos eran de esa opinión; y en la época en que
naria, llenos de espíritu « patriótico >>. yo estaba en la escuela, la sociedad de San Petersburgo aplaudió franca-
La ola de la reacción, como ya he dicho, aun no había llegado á mente el « Sueño » que el eslavófilo Juan Akrakoff tuvo el valor de pu-
Siberia, y los desterrados políticos seguían siendo tratados con la mayor blicar en su periódico El Día; soñó que las tropas rusas habían eva-
lenidad posible, como en tiempos de Muravioff. Cuando en 1861 el poeta cuado á Polonia, haciendo consideraciones sobre los buenos resultados
Mikhailoff fué condenado á trabajos forzados por una proclama revo- que tal medida reportaría.
lucionaria que publicó, y enviado á Siberia, el gobernador de Tobolsk, Cuando la revolución del 63 estalló, varios oficiales rusos se nega-
que fué la primera población siberiana adonde llegó, dió una comida ron á marchar contra los polacos, en tanto que otros se pusieron abier-
en su honor, á la que concurrió todo el elemento oficial. En Transbaikália tamente de su parte, muriendo después en el cadalso ó en el campo de
no se le hacía trabajar, permitiéndósele oficialmente permanecer en la batalla. En toda Rusia se hacían suscripciones para la insurrección —
enfermería de la prisión de un pequeño pueblo minero, y como su sa- en Siberia descaradamente —; y en las Universidades rusas, los estu-
lud estaba tan quebrantada (murió tísico algunos meses después), el diantes equipaban á aquellos de sus compañeros que marchaban á unirse
general Kúkel le dió permiso para que residiera en casa de su hermano, con los revolucionarios.
ingeniero de minas, que había arrendado una mina de oro á la Corona Pero, en medio de esta efervescencia, se extendió la noticia por toda
por su propia cuenta. Particularmente esto se sabía en toda Siberia, Rusia de que, durante la noche del 10 de Enero, partidas de insurrec-
y un día supimos de Irkutsk, que, á consecuencia de una denuncia, el tos habían caído sobre los soldados que estaban acantonados en las
general de los gendarmes (policía de estado), venía á Chitá para hacer aldeas, asesinándolos mientras dormían, á pesar de que, hasta la misma
una estricta investigación sobre el asunto. Un ayudante del gobernador víspera de dicho día, las relaciones de las tropas con los polacos pare-
general nos trajo la noticia, y yo fui despachado precipitadamente, cían ser muy amistosas. En el modo de referir lo ocurrido había alguna
para prevenir á Mikailoff y decirle que en el acto debía volver á la infer- exageración; pero en el fondo, desgraciadamente, existía cierta verdad,
rnoría de la prisión y permanecer allí todo el tiempo que el general de y la impresión que esto produjo en Rusia fué bien desastrosa; las an-
los gendarmes estuviera en Chitá. Pero como este caballero se encon- tiguas antipátías entre ambas naciones, tan dolorosas en su origen y
trara con que todas las noches ganaba cantidades de consideración en tan diferentes en sus caracteres nacionales, se despertaron una vez más.
la mesa del tapete verde, en casa de Kúkel, pronto decidió no cambiar
Gradualmente esta mala disposición fué desvaneciéndose hasta
tan agradable pasatiempo por un largo viaje á las minas, con una tem-
cierto punto; pues la brillante manera como peleaban los siempre bravos
peratura que era entonces de doce grados bajo cero, y cuando le pa-
hijos de Polonia, y la indomable energía con que resistieron á un ejér-
reció, se volvió á Irkutsk, muy satisfecho de su lucrativa misión.
cito formidable, ganaron simpatías á ese pueblo heroico. Pero llegó á
La tormenta sin embargo, se aproximaba cada vez más, y barrió saberse que el gobierno revolucionario polaco, al pedir el restableci-
todo lo que encontró á su paso poco después de estallar la insurrección miento de Polonia con sus antiguas fronteras, incluía las provincias
en Polonia. de la pequeña Rusia ó Ukainianas, cuya población greco-ortodoxa
odiaba á sus gobernantes polacos, y más de una vez, en el curso de los
III. tres últimos siglos, los habían matado á centenares. Además, Napo-
león I I I empezó á amenazar á Rusia con una nueva guerra; amago vano,
que hizo más daño á los polacos que todo lo demás reunido; y, final-
En Enero de 1863 se levantó Polonia contra la dominación rusa;
mente los elementos radicales rusos vieron con pesar que ahora los pu-
se formaron partidas insurrectas, y empezó una guerra que duró die-
ramente nacionalistas de Polonia eran los que llevaban la dirección,
ciocho meses largos. Los refugiados de Londres suplicaron al comité
no ocupándose el gobierno revolucionario lo más mínimo en conceder
revolucionario polaco que aplazaran el movimiento; preveían que al
la tierra á los siervos; error del cual no dejó el gobierno ruso de apro-
ser sofocado pondría un término al período reformista en Rusia; pero
vecharse, á fin de aparecer en la posición de protestar de los campe-
no fué posible evitarlo. La represión de las manifestaciones que tuvo
sinos contra sus señores polacos.
lugar en Varsovia en 1861, y las crueles é injustificadas ejecuciones que
la siguieron, exasperaron á los polacos; la suerte estaba echada.
En ninguna otra época había tenido la causa polaca tantos sim-
patizadores en Rusia como en aquélla; no hablo sólo de los revolucio-
narios; aun entre los elementos más moderados de la sociedad rusa Cuando estalló la revolución en Polonia, se creía generalmente en
se creía y manifestaba abiertamente que sería un beneficio para. Rusia Rusia que tomaría un carácter democrático republicano, y que la libe-
el tener en Polonia un vecino amigo, en lugar de un súbdito hostil. Esta
ración de los siervos, sobre una base ampliamente democrática, sería
lo primero que un gobierno revolucionario, que luchaba por la indepen-
dencia del país, hubiera realizado. dejar que se despacharan á su gusto, acostumbraba á preguntar: Ahora
La ley de emancipación, según se había promulgado en San Pe- bien; ¿quién de vosotros puede certificar, bajo juramento, que esta ó
tersburgo en 1861, proporcionaba una gran oportunidad para seguir aquella tierra le ha pertenecido alguna vez? A esto, como es natural,
tal línea de conducta; las obligaciones personales de los siervos para nadie contestaba, por trataste de una época remota; pero, al fin, la
con sus amos no concluían hasta el 19 de Febrero del 63, habiendo ne- multitud, se fijaba en un anciano, de quien todos decían: ¡El está en-
cesidad de un largo proceso con objeto de llegar á una especie de acuerdo terado de todo; puede jurarlo! Entonces el viejo empezaba á contar una
entre los unos y los otros, respecto á las dimensiones y situación de los larga historia respecto á lo que conoció en su juventud, ó había oído
terrenos que habían de darse á los libertos. El pago anual que por aqué- de sus padres; pero yo le cortaba los vuelos, diciendo: Manifestad bajo
llos había de efectuarse (extraordinariamente elevado) estaba fijado juramento lo que sepáis que haya pertenecido á la gmina (el Municipio
por la ley á tanto el acre; pero el campesino tenía también que pagar del pueblo), y la tierra será de vosotros. Y desde el momento que pres-
una cantidad adicional por su morada, á la que la ley sólo fijaba el má- taba juramento al que implícitamente se concedía gran autoridad,
ximo, en la creencia de que el dueño pudiera tal vez hallarse inclinado yo extendía los documentos y declaraba á la asamblea: Ahora ya esta
á perdonarla ó á contentarse con una parte insignificante de ella. En tierra es vuestra; nada le debéis por ningún concepto á vuestros an-
cuanto á la llamada « redención » de la tierra, en cuyo caso el gobierno tiguos amos; desde hoy no sois más que sus vecinos, y todo lo que os
tomó á su cargo abonar al propietario todo su valor en bonos del Estado, resta que hacer es pagar el impuesto de redención, un tanto anualmente
en tanto que el labriego que la recibía tenía que pa.gar en cambio, durante al gobierno. Vuestras casas van incluidas en las tierras; las obtenéis
cuarenta y nueve años, 6 por 100 sobre esa cantidad como interés y anua- de balde >>.
lidades; lo que no sólo era desproporcionado y ruinoso para él, sino Puede imaginarse el efecto que semejante política produciría entre
que ni aun se fijaba un plazo para la redención. Eso se dejaba á volun- los aldeanos. Un primo mío, Petr Nikoláevich Kropotkin, hermano del
tad del señor, por cuya razón, en múltiples ejemplos, no se había dado aide-de-camp, de quien he hecho mención anteriormente, estaba en
el primer paso en tal sentido á los veinte años después de hecha la ley. Polonia ó en Lituania con su regimiento de huíanos de la guardia. La
revolución era tan formidable, que hasta estas fuerzas se habían en-
Bajo tales condiciones, un gobierno revolucionario contaba con una viado desde San Petersburgo contra ella; y ahora se sabe que, cuando
gran oportunidad para mejorar inmensamente la ley rusa; tenía la obli- Mikael MuraviofE fué destinado á Lituania y vino á despedirse de la
gación de realizar un acto de justicia para con los siervos — cuyo estado emperatriz María, ella le dijo: « ¡Salvad al menos la Lituania para Rusia! »
en Polonia era tan malo, cuando no peor que en la misma Rusia —, Polonia se consideraba como perdida.
concediéndoles mejores y más definidas condiciones de emancipación;
pero nada de eso se efectuó; pues siendo el partido puramente nacio- « Las partidas armadas de los revolucionarios ocupaban el país —
nalista y el aristocrático los que se hallaban al frente del movimiento, me dijo mi primo —, y éramos impotentes para vencerlos, y hasta para
dicha cuestión, de una importancia fundamental, fué relegada al ol- encontrarlos. Una y otra vez grupos insignificantes atacaban nuestros
vido..Esto dió facilidad al gobierno ruso para ganarse las simpatías de pequeños destacamentos, y como combatían admirablemente, conocían
los campesinos. el país y hallaban auxilio en su población, á menudo obtenían la mejor
parte. Así, pues, nos veíamos obligados á marchar solamente en grandes
De tal torpeza se sacó gran partido cuando Nicolás Milútin fué columnas: se cruzaba una región, caminando á través de los bosques,
enviado á Polonia por Alejandro II, con la misión de liberar á los cam- sin encontrar rastro alguno de las partidas; pero al volver por el mismo
pesinos del mismo modo que se iba á hacer en Rusia, se arruinaran ó sendero se averiguaba que los insurrectos habían aparecido á nuestra
no los propietarios. « Ve á Polonia, aplica allí tu programa rojo contra espalda, cobrando la contribución impuesta por los patriotas; y si algún
los propietarios territoriales polacos >>, le dijo el emperador; y Milútin, campesino había prestado algún servicio á las tropas, se le encontraba
en unión del príncipe Cherkánky y otros muchos, hicieron cuanto estuvo ahorcado de un árbol. Tal fué la situación durante meses enteros, sin
de su parte para tomar la tierra á los señores y distribuirla liberalmente esperanza de mejora, hasta que Milútin y Cherkánky vinieron y liber-
entre los labriegos. taron á los agricultores, dándoles la tierra. Entonces varió la decoración
Una vez encontré uno de los funcionarios rusos que habían ido á por completo: aquéllos se pusieron de nuestra parte; nos ayudaron
Polonia á las órdenes de Milútin y el príncipe Cherkánky. « Teníamos á copar las partidas, y la insurrección tocó á su fin >>.
completa libertad de acción — me dijo — para devolver la tierra á los
Con frecuencia hablé con los desterrados polacos en Siberia sobre
agricultores. Mi modo corriente de proceder era convocar una asamblea
este particular; y algunos comprendían la equivocación que se había
de éstos, y preguntarles: Decidme, ante todo, ¿cuánta tierra tenéis ac-
cometido. Una revolución, desde sus comienzos, debe ser un acto de
tualmente? Ellos me lo manifestaban, y yo seguía interrogando: ¿ Es
justicia en favor de «los explotados y oprimidos», no una promesa
esta toda la que siempre habéis tenido? A lo cual contestaban todos á
de realizarlo más adelante; de lo contrario, el fracaso es seguro. Ocurre
una voz: No, por cierto; antes esos prados eran nuestros; ese bosque
con frecuencia, desgraciadamente, que los jefes se hallan tan absortos
nos pertenecía, y esos campos también; solían agregar. Yo, después de
en meras cuestiones de táctica militar, que olvidan lo más importante.
Para los revolucionarios, el no conseguir demostrar á las masas que
riosa. ¿Quería tal cosa decir que el general sería conducido entre dos
una nueva era ha empezado realmente para ellas, es asegurar la pér- gendarmes á San Petersburgo, y enterrado vivo en esa gran tumba
dida inevitable de su causa. de piedra que se llama la fortaleza de San Pedro y San Pablo? Todo era.
posible; más tarde supimos que esa fué en efecto la intención, y así
hubiera ocurrido á no ser por la enérgica intervención del conde Nicolás
Muravioff, « el conquistador del Amur », quien imploró personalmente
al zar que no se tratara con tal rigor á Kúkel.
Las desastrosas consecuencias para Polonia de esta revolución
son conocidas; pertenecen al dominio de la Historia. Cuántos miles Nuestra separación de éste y de su encantadora familia fué verda-
de hombres perecieron sobre el campo de batalla, cuántos centenares deramente un duelo. Yo sentía oprimido el corazón; no sólo perdí en él
fueron ahorcados, y cuántos miles desterrados á varias provincias de un querido amigo personal, sino que comprendí también que su partida
Rusia y Siberia, aun no se sabe con certeza; pero hasta en las cifras ofi- era la terminación de toda una época llena de esperanzas por largo
ciales publicadas en Rusia hace algunos años, se encuentra que, sólo tiempo acariciadas, « de ilusiones », como se hizo de moda decir.
en las provincias lituanianas, sin hablar de Polonia, propiamente dicha, Tal fué lo que pasó; después vino un nuevo gobernador, hombre
aquel hombre terrible, Mikael Muravioff, á quien el gobierno ruso de carácter pacífico y de pocas iniciativas. Con renovadas energías,
ha levantado un monumento en Wilno, ahorcó, por su propia autoridad, viendo que no había tiempo que perder, completé los proyectos dé re-
128 polacos, y desterró á Rusia y Siberia 9.423 hombres y mujeres. Lis- forma del sistema del destierro y autonomía municipal; el gobernador
tas oficiales, publicadas también en Rusia, demuestran que el número hizo algunas objeciones aquí y allá, por mera fórmula, firmando final-
de aquéllos, dé ambos sexos, enviados de Polonia á Siberia, llegó á mente dichos proyectos, que se remitieron á los centros oficiales. Pero
18.672, de los cuales 10.407 se mandaron á la Siberia oriental. Recuerdo en San Petersburgo ya no se querían, y allí siguen sepultados aún los
que el gobernador general de esta última región me indicó el mismo nú- nuestros, con centenares de otros parecidos, procedentes de todos los
mero, diciéndome que 11.000 personas vinieron condenadas á trabajos puntos de Rusia. Algunas «cárceles modelos », más terribles todavía
forzados ó destierro á sus dominios. Yo los vi allí, y presencié sus su- que las antiguas, se han edificado en las capitales, para enseñarlas du-
frimientos; en totalidad, sobre unas 60 ó 70.000 personas, si no más, rante los congresos del ramo á los extranjeros distinguidos; pero las
fueron arrancadas de sus hogares y transportadas á diferentes provincias restantes, y todo el sistema de destierro se hallaron por George Kennan
de Rusia, á los Urales, al Cáucaso y á Siberia. en 1886, exactamente en el mismo estado en que las dejé en 1862. So-
lamente ahora, después de haber transcurrido treinta y cinco años,
Para Rusia, las consecuencias fueron igualmente desastrosas; la las autoridades están introduciendo la reforma de los tribunales, y una
insurrección polaca causó la clausura definitiva del período reformista. parodia de autonomía en Siberia, habiéndose nombrado nuevamente
Verdad es que la ley de autonomía provincial (Zémstvos) y la reforma comités que informen sobre el sistema de destierro.
de las audiencias se promulgaron en 1864 y 66; pero ambas estaban
hechas desde el 62, y, además, á última hora, Alejandro II dió la pre- Cuando Kennan volvió á Londres de su viaje á Siberia, al día si-
ferencia al proyecto de autonomía preparado por los reaccionarios de guiente de su regreso nos buscó á Stepniak, Tchaykáusky, á otro refu-
Valúeff contra el presentado por Nicolás Milútin, y á poco de promul- giado ruso y á mí; aquella noche nos reunimos en su habitación, en un
garse ambas reformas, se redujo, y en algunos casos se anuló su im- pequeño hotel, cerca de Charing Cross; era la primera vez que lo veía-
portancia, por las leyes adicionales que les agregaron después. mos, y no teniendo una confianza excesiva en viajeros ingleses que toman
Lo peor de todo fué que la misma opinión pública dió otro nuevo previamente á su cargo el enterarse de todo lo referente á las prisiones
paso hacia atrás; el héroe del día era Kalkóff, el jefe del partido de la rusas, sin haber ni siquiera aprendido una palabra del idioma del país,
servidumbre, quien ahora aparecía como un gran «patriota », arras- empezamos á interrogarlo escrupulosamente, viendo con gran sorpresa
trando en pos de sí la mayoría de la sociedad de San Petersburgo y nuestra, que, no sólo hablaba correctamente el ruso, sino que sabía
Moscou; desde entonces los que se atrevían á hablar de reformas eran todo lo que verdaderamente era digno de conocerse de Siberia.- Como
calificados en el acto por Kalkóff como «traidores á la patria ». entre unos y otros habíamos tenido relaciones con la mayor parte de los
desterrados políticos en dicha región, empezamos á acosarlo con pre-
guntas: «¿Dónde está Fulano de Tal? ¿se ha casado? ¿ es feliz en su
nuevo estado? ¿se mantiene todavía con ánimo entero? » Y pronto
pudimos convencernos de que Kennan estaba enterado de todo.
La ola de la reacción pronto se hizo sentir en nuestra remota pro-
vincia; un día del mes de Marzo, llegó.de Irkutsk un mensajero especial Cuando este interrogatorio se concluyó, y nos disponíamos á salir,
con un oficio; en él se intimaba al general á entregar el cargo de gober- yo pregunté: « ¿Sabéis, señor Kennan, si han construido una torre-vigía
nador de Transbaikália y presentarse en Irkutsk á recibir órdenes, y para la brigada de bomberos en Chitá? •> Stepniak me miró como para
que no volvería á ocupar dicho puesto. reprocharme el abusar de nuestro amable interlocutor; pero este en el
acto se echó á reir; yo no pude por menos que imitarlo, y sin dejar el
¿Por qué? ¿Qué significaba eso? No se daba ni la menor explicación; tono jovial, nos lanzamos una lluvia de preguntas y respuestas: « ¿cómo,
ni aun el mismo gobernador general, amigo personal de Kúkel, había
querido correr el riesgo de agregar una sola palabra á orden tan miste-
estáis enterado de eso?» «¿y vos también?» «¿edificado?» «¡sí, pre- de San Petersburgo, y de seguro con poca ayuda de su parte. Cuando
supuestada en doble! » y otras semejantes; hasta que por último Step- concibió el atrevido plan de tomar posesión del gran río, cuya parte
niak intervino, y con toda la gravedad compatible con la dulzura de Sur y fértiles tierras fueron durante los últimos doscientos años objeto
su carácter, dijo: « Sepamos al fin de qué os reís ». A lo que respondió codiciado por los siberianos, y cuando en la víspera de abrirse el Japón
Kennan contando esta historia que deben recordar sus lectores. « En al comercio de Europa, decidió ocupar para Rusia una fuerte posición
1859 la gente de Chitá quiso construir una torre-vigía, y recaudó los fondos en la costa del Pacífico y darse la mano con los Estados Unidos, tenía
necesarios para ello; mas como el presupuesto tenía que remitirse á en contra suya á casi todo el mundo oficial en San Petersburgo: el ministro
San Petersburgo, lo enviaron al ministerio de la Gobernación; pero al de la Guerra, quien no contaba con hombres disponibles; el de Hacienda,
volver, dos años después, aprobado, los precios de la madera y la mano que no tenía dinero para tales aventuras, y especialmente el de Estado,
de obra se habían elevado en la joven población, que por momentos guiado siempre por su preocupación de evitar «complicaciones diplo-
se iba desarrollando. Esto fué en 1862, estando yo allí. Se hicieron nuevos máticas ». Aquel hombre tenía, pues, que obrar bajo su sola responsa-
presupuestos y mandaron á la capital, repitiéndose la misma historia bilidad, y confiar únicamente en los reducidos medios que una región
durante unos veinticinco años, hasta que al fin los habitantes de Chitá, tan poco poblada como la Siberia oriental podía aportar para tan gran
perdida la paciencia, presupuestaron la obra en el doble de su valor; empresa. Además, todo tenía que hacerse con prontitud, á fin de oponer
sin embargo de lo cual, semejante precio fué debidamente estudiado el « hecho consumado » á las protestas de los diplomáticos de la Europa
en San Petersburgo, y en definitiva aprobado. Así es como aquella occidental, que indudablemente surgirían.
población se hizo su torre. Una ocupación nominal no hubiera sido provechosa, y la idea era
Se ha dicho con frecuencia que Alejandro I I cometió una gran falta, tener á todo lo largo del gran río y de su tributario Sur, el Usuri — unos
y se acarreó su propia ruina, alentando tantas esperanzas que más 4.165 kilómetros — una serie de puntos escalonados que pudieran sos-
tarde había de defraudar. Pero de lo manifestado se desprende — y tenerse por sí mismos, estableciendo así una comunicación regular
la historia de Chitá era la de toda Rusia — que hizo más que eso; no entre Siberia y la costa del Pacífico. Para esto se necesitaba gente, y
fué sólo despertar aspiraciones, cediendo por un momento á la corriente como la escasa población de la Siberia oriental no podía proporcionarla,
de la opinión pública que le rodeaba; indujo á los hombres en todo el Muravioff se vió forzado á apelar á medidas extremas. Presos cumplidos,
país á que se pusieran á trabajar, saliendo del dominio de meras espe- que una vez terminadas sus condenas trabajaban como siervos en las
ranzas y sueños, y tocar con el dedo las reformas que se necesitaban. minas imperiales, fueron libertados, organizándose como cosacos trans-
Les hizo concebir lo que se podía hacer inmediatamente, y lo fácil que baikalianos, parte de los cuales fueron instalados á lo largo del Amur
sería realizarlo; los exhortó á que sacrificaran todo lo que no pudiera y el Usuri, formando dos nuevas comunidades cosacas. Después obtuvo
en el acto llevarse á la práctica, y contentarse con lo que fuera posible la libertad de un millar de presidiarios condenados á trabajos forzados
de momento. Y después que se amoldaron á esta medida, expresando (la mayoría ladrones y asesinos), que habían de establecerse como hom-
sus ideas en leyes que sólo necesitaban su firma para estar vigentes, bres libres en el bajo Amur. El en persona fué á verlos marchar, y en
él se la negó. Ninguna reacción podía levantar la voz, ni jamás lo ha el momento de la partida les dijo, ya en el muelle: «Id, hijos míos, sed
intentado para afirmar que lo que se pretendía hacer continuar — la allí libres, cultivad la tierra, hacedla territorio ruso, emprended nueva
antigua organización de los tribunales, la falta de autonomía municipal, vida », y otras cosas parecidas. Las mujeres de los campesinos rusos
ó el sistema de destierro — era bueno y digno de conservarse; nadie se casi siempre siguen voluntariamente á sus maridos, cuando éstos han
ha atrevido á tanto. Sin embargo, debido al temor de hacer algo, todo sido condenados á trabajos forzados en Siberia, y de ese modo muchos
se dejó como estaba; durante treinta y cinco años, todos los que se aven- de los nuevos colonos iban acompañados de sus familias; pero los que
turaban á mencionar la necesidad de un cambio, eran tratados de « sos- no se hallaban en ese caso, se aventuraron á decir al general: «¡Qué
pechosos », é instituciones unánimemente reconocidas como malas, se es la agricultura sin una compañera! ¡se nos debía casar! » A lo cual
toleraban y sostenían sólo por no volver á oír la horrenda palabra « re- contestó aquél ordenando se pusieran en libertad todas las mujeres
forma ». que había en la poblacion condenadas á trabajos forzados — sobre un
ciento — y las invitó á que eligieran consorte. Y como no había tiempo
que perder, porque las aguas empezaban á bajar en el río rápidamente
IV. y las barcazas tenían que partir, Muravioff dijo á la gente que se
pusieran por parejas en el muelle y las bendijo, diciendo: « Yo os caso,
Viendo que no había nada más que hacer en Chitá en punto á re- hijos míos. Sed buenos el uno para el otro; hombres, no deis mal trato
formas, acepté con gusto la oferta de visitar el Amur aquel mismo ve- á vuestras esposas, y sed felices ».
rano del 63.
El inmenso dominio comprendiendo la orilla izquierda del Amur Vi á estos colonos unos seis años después de esta escena: sus aldeas
(por el Norte), á lo largo de la costa del Pacífico, llegando hacia el Sur eran pobres, porque la tierra donde se habían establecido fué un bosque
hasta la bahía de Pedro el Grande (Vladivostok) había sido anexionado virgen que tuvieron que roturar; pero, tomando todo en consideración,
á Rusia por el conde Muravioff, casi contra la voluntad del gobierno bien podía decirse que la empresa no había fracasado, y los matrimonios
del general no fueron menos felices que otro cualquiera. El excelente
é ilustrado Inocencio, obispo del Amur, reconoció después estas uniones, rrarlas durante la noche, una, que se encontraba bien distante de la que
así como los hijos que de ellas nacieron, como perfectamente legales, me conducía, sólo se detuvo al montar sobre una roca al pie de un extre-
haciéndolos inscribir en los archivos eclesiásticos. madamente elevado é inabordable peñasco. Allí permaneció inmóvil,
Muravioff fué, sin embargo, menos afortunado con otra clase de mientras que el nivel del río, temporalmente elevado por las lluvias,
hombres que agregó á la población de la Siberia oriental. En su penuria descendía con rapidez. Mis diez hombres no bastaban con seguridad
de personal, aceptó unos dos mil soldados de los batallones disciplinarios, para ponerla á flote: bogué, pues, río abajo hasta el pueblo más inmediato
los cuales se incorporaron como « hijos adoptivos » á las familias de los á pedir auxilio á los cosacos y al mismo tiempo enviar un mensajero
cosacos, ó alojaron por grupos en las aldeas de los siberianos. Pero diez á un amigo, oficial de cosacos, quien se hallaba destacado á unos 35 ki-
ó veinte años de vida de cuartel, bajo la horrible disciplina de la época lómetros de allí, y entendía algo de aquello.
de Nicolás I no era seguramente una preparación para la agrícola: los Al fin vino el día; un centenar de cosacos — hombres y mujeres
« hijos » desertaron de la casa paterna y constituyeron la población — acudieron á mi llamamiento; pero no hubo manera posible de ponerse
flotante de las ciudades, viviendo al día, de lo que se presentaba, gas- en comunicación con tierra para poder hacer la descarga, porque la
tando principalmente en la bebida lo que ganaban, y aguardando profundidad del agua al pie del peñasco era muy grande. Y en cuanto
después, tan impasibles como el ave, lo que les aportara el nuevo día. intentamos sacarla de la baradura se abrió el fondo, entrando libre-
La abigarrada multitud de cosacos transbaikalianos, de ex-presi- mente el agua é inundando el barco, cuya carga se componía de harina
diarios y de «hijos», instalados todos á la carrera y con frecuencia á y sal. Con horror me apercibí que por el agujero habían entrado muchos
la ventura, á lo largo de las márgenes del Amur, no alcanzó ciertamente peces pequeños que nadaban en la barca: y allí estaba yo sin poder
prosperidad, particularmente en las partes bajas del río, y en el Usuri, hacer nada ni saber qué camino tomar. Hay un remedio muy sencillo
donde casi cada metro cuadrado de terreno había que conquistarlo á y eficaz en tales casos: se mete un saco de harina en la vía de agua,- á
una floresta subtropical virgen, y en cuya región, las lluvias torrenciales cuya forma se adapta al momento, en tanto que la costra exterior de
traídas por los monsones en Julio, las inundaciones en alta escala, y la pasta que se forma en el saco evita que el resto de la harina se moje,
millones de aves de paso, continuamente destruían la cosecha, conclu- y, por consiguiente, la entrada del agua; pero ninguno de nosotros sabía
yendo por sembrar entre las poblaciones la desesperación y la apatía. entonces eso.
Un suministro considerable de sal, harina, tasajo y otros comestibles Afortunadamente para mí, pocos minutos después se vió una em-
había que embarcar todos los años, para el sostenimiento, tanto de las barcación que venía río abajo hacia nosotros. La aparición del cisne
tropas regulares como de los colonos, del bajo Amur; para lo cual se que condujo á Lohengrin no fué saludada con más entusiasmo por la
construían en Chitá unas ciento cincuenta barcas; enviándolas, con la desesperada Elsa que aquella tosca nave lo fué por mí. La neblina que
primera subida dé las aguas en primavera, río abajo, por el Ingodá, cubría el hermoso Shilka en la primera hora de la mañana, hacía aún
el Shilka y el Amur. Esta flotilla se dividía en grupos de veinte ó treinta más poética tan halagüeña visión. Era mi amigo el oficial de cosacos,
embarcaciones, puestos bajo las órdenes de cierto número de cosacos quien, informado por lo que yo Je había dicho respecto á la crítica si-
y empleados civiles; muchos de éstos entendían poco de navegación, tuación de la barca y considerándola perdida, traía otra descargada,
pero, al menos, eran de confianza, no siendo de temer que robaran las que por casualidad halló á mano, para trasbordar á ella lo que llevaba
provisiones y las dieran como perdidas. Todo iba á las órdenes del co- la mía.
mandante Maróusky, de quien fui nombrado segundo. Entonces se tapó la entrada del agua, se achicó ésta con una bomba,
Mis primeras experiencias en mi nueva calidad de navegante no se pasó el cargo á la otra barca, y á lá mañana siguiente pude continuar
fueron completamente felices. Ocurrió, que yo debía dirigirme con mi viaje. Esta pequeña lección práctica me fué de mucha utilidad, y
algunas barcas lo más rápidamente posible á un punto determinado pronto llegué al punto de destino en el Amur, sin ninguna otra aventura
del Amur, y entregarlas allí, á cuyo fin tuve que tomar á jornal algunos digna de mención. Todas las noches encontrábamos una playa adecuada
hombres, elegidos de entre los mismos « hijos » á quienes me he referido donde poder deternos con las barcas, y nuestras hogueras se encendían
anteriormente. Ninguno había jamás navegado, ni yo tampoco. En la a l borde de las corrientes y cristalinas aguas,' en medio de un paisaje
mañana de nuestra partida hubo que formar la tripulación con gente montañoso encantador. Durante el día, apenas podía uno imaginarse
reclutada en las tabernas, estando la mayor parte tan borrachos á hora un viaje más agradable que el efectuado en una barca, arrastrada blan-
t a n temprana, que fué necesario bañarlos en el río para que se espabi- damente río abajo, sin el ruido y la trepidación del buque de vapor;
laran. Una vez embarcados, tuve que enseñarles cuanto había que bastando dar alguna vez que otra un golpe con el gran remo de popa
hacer. Durante el día, sin embargo, todo marchó sin dificultad; las naves, para mantenerse en el centro de la corriente. Para los amantes de la
arrastradas por una corriente suave, navegaban río abajo, y mi tripu- naturaleza, la parte baja del Shilka y la alta del Amur, donde se ve un
lación, á pesar de ser inexperta, no tenía interés en hacer encallar las hermosísimo y ancho río, deslilizándose entre montañas escarpadas y
embarcaciones en la orilla: eso hubiera exigido conocimientos especiales. riscos cubiertos de verdura, elevados unos seiscientos y pico de metros
Pero cuando obscureció y fué hora de arrimar aquéllas á tierra y ama- sobre el nivel del agua, ofrece una de las escenas más deliciosas del mundo.
Pero esta disposición del terreno hace que la comunicación á caballo,
de sauces, son inundadas ó barridas por aquélla, y la anchura del río
á lo largo de la orilla, por una estrecha senda, resulte muy difícil. Esto llega en algunos parajes á tres, cinco y aun ocho kilómetros. En tales
lo llegué á saber aquel otoño por propia experiencia. En la Siberia oriental, casos, las aguas se precipitan en los canales laterales y los lagos que se
las siete últimas estaciones á lo largo del Shilka (sobre 200 kilómetros) encuentran en las tierras bajas á lo largo del canal principal; y si sopla
eran conocidas con el nombre de los siete pecados mortales. Esta vía un viento fresco de la parte oriental contra la corriente, olas gigantescas,
del ferrocarril transiberiano, si'llega á construirse alguna vez, costará mayores aún que las que se ven en el estuario del San Lorenzo, se for-
.cantidades fabulosas; mucho más de lo que la línea del Pacífico cana- man, tanto en el río principal, como en los canales laterales, agravándose
diense^en las Montañas Rocosas, en el paso del río Fraser, ha importado. todavía más la situación cuando viene un tifón del mar de China y se
extiende por la región del Amur.
Nosotros experimentamos uno de éstos. Yo me encontraba entonces
á bordo de un bote grande de cubierta con el comandante Marousky,
Después de haber entregado mis barcas, recorrí unos 1.660 kiló- á quien me uní en Blagoveschensk. El había dispuesto el aparejo dé
metros, río abajo, en uno de los botes correos que allí navegan. La popa modo que pudiéramos navegar ceñido al viento, y al empezar la tor-
estaba cubierta, y en la proa había un cajón lleno de tierra, sobre la que menta, conseguimos tomar el lado abrigado del río y refugiarnos en uno
se mantenía el fuego encendido para hacer la comida; mi tripulación de sus pequeños tributarios: allí permanecimos durante dos días, mientras
se componía de tres hombres, y como no había tiempo que perder, se que el huracán soplaba con tal violencia, que cuando me aventuré á
bogaba, alternando'todo el día, dejando que á la noche se fuera con la penetrar algunos centenares de metros en el vicino bosque, tuve que
corriente, montando yo una guardia de tres ó cuatro horas para mantener retroceder, á causa de la gran cantidad de árboles corpulentos que el
la embarcación en la mitad del río y evitar que se metiera por alguno viento derribaba á mi alrededor. La importancia de la tempestad hizo
de los canales laterales. Estas guardias — brillando arriba la luna llena, que empezáramos á inquietarnos por la suerte de nuestras barcas; era
y los obscuros y escarpados montes reflejándose sobre las aguas — eran evidente que si se hubieran encontrado navegando aquella mañaha,
hermosas sobre toda ponderación. Mis remeros procedían de los ya no hubiesen podido coger el lado abrigado del río, sino que, arrastradas
mencionados « hijos »; eran tres vagabundos que tenían la reputación por las olas al otro, donde era mayor la violencia del viento, allí se hu-
de ser incorregibles rateros y ladrones, y yo llevaba un pesado saco bieran irremisiblemente perdido. Que debía haber ocurrido un desastre,
lleno de billetes de Banco, plata y cobre; en la Europa occidental, se- era cosa casi segura.
mejante viaje por un río solitario, se hubiera considerado peligroso; Tan luego como amainó la furia del mal tiempo, volvimos á na-
pero en la Siberia oriental no. Lo hice sin llevar ni siquiera una vieja vegar; sabíamos que pronto debíamos tropezar con dos grupos de barcas;
pistola, y realicé la expedición sin tener de ellos queja alguna. Sólo al pero pasó un día, pasaron dos, y nada se encontraba. Mi amigo Maróusky
aproximarnos á Blagovéschensk se volvieron algo intranquilos. «Khan- perdió el apetito y el sueño, y parecía como si acabase de sufrir una
shina (el aguardiente chino) está allí barato — decían suspirando — ¡y grave enfermedad. Se pasaba los días enteros inmóvil sobre cubierta,
con seguridad nos ocurrirá alguna avería! ¡cuesta poco, y pronto da con murmurando: « Todo se ha perdido, todo se ha perdido t>. Los pueblos
uno en tierra por no estar acostumbrado á él! » Yo ofrecí dejar el dinero son escasos y están muy distantes unos de otros en esta parte del Amur,
que les correspondía en poder de un amigo, quien se encargaría de em- y nadie nos podía dar informe alguno. Se reprodujo la tempestad, y)
barcarlos en el primer vapor; pero ellos replicaron con tristeza: «¡Eso finalmente, al llegar á una aldea al amanecer, supimos que no había
no es suficiente; cualquiera puede dar una copa — la bebida es barata pasado ninguna barca; pero que se vieron restos de un naufragio flotando
— y no hace falta más para caerse ». Estaban realmente preocupados, por el río el día anterior. Era indudable que, por lo menos; cuarenta
y cuando algunos meses después volví á la misma poblacion, supe que barcas con un cargo de unas 2.000 toneladas, debían haberse perdido.
uno de « mis hijos », como allí los llamaban, se había encontrado en un Esto representaba el hambre, hasta cierto punto, en el bajo Amur, si
aprieto. Una vez agotado el producto de la venta del último par de no se le suministraba á tiempo, porque la estación estaba avanzada
botas para continuar envenenándose, robó alguna cosa y cayó en el pronto se suspendería la navegación, y en esa época no había telégrafo-
á lo largo del río.
garlito. Mi amigo obtuvó finalmente su libertad y consiguió embarcarlo.
Celebramos consejo, decidiendo que Maróusky navegase lo más
* rápidamente posible, dirigiéndose á la desembocadura de aquél; tal vez
* *
se hubieran podido hacer algunas compras de grano en el Japón antes
Sólo los que han visto el Amur, ó conocen el Mississipi ó el Yang- de que la navegación se cerrara. Yo, entre tanto, debía marchar lo
tze-kiang, pueden formarse idea de lo inmenso que se hace el primero más velozmente que pudiera, río arriba, para determinar la importancia
después de haberse unido al Sungari, y comprender lo tremendo del del siniestro, procurando recorrer los 3.330 kilómetros que me separaban
oleaje que rueda sobre su lecho si el tiempo es borrascoso. Cuando la de la capital, en bote, á caballo, ó en vapor, si encontraba alguno. Mien-
estación de las lluvias, debido á los monsones, viene en Julio, el Sungari, tras más pronto informara á las autoridades de Chitá, y se remitiera
el Usuri y el Amur experimentan una crecida considerable; millares la cantidad de provisiones que hubiese disponible, tanto mejor. Tal ve?
de islas poco elevadas sobre el nivel del agua, cubiertas de bosques
parte de ellas pudieran este mismo otoño llegar al alto Amur, desde
donde sería más fácil embarcarlas á la entrada de la primavera para las práctico que hubiera podido interpretar la carta, hubiese obtenido el
tierras bajas. Aunque no se ganasen más que algunas semanas ó días, mismo resultado.
en tiempos de escasez, eso siempre sería de importancia. Viajando algo por vapor, y mucho á caballo, llegué, al fin, á Trans-
Empecé mi largo viaje en un bote de remo, cambiando tripulantes baikalia. La idea de que el hambre se presentara en el bajo Amur la
en cada pueblo, ó sea cada 35 kilómetros, poco más ó menos. Se pro- primavera próxima, me causaba una impresión penosa. Al remontar
gresaba lentamente; pero era posible que no hubiera vapor río arriba el Shilka, observé que el vaporcito no marchaba con tanta rapidez
en quince días, y, mientras tanto, yo podía llegar á los parajes donde contra la corriente, por cuya razón lo abandoné, y recorrí á caballo,
se perdieron las embarcaciones y ver si algo se había salvado. Además, acompañado de un cosaco, 3.330 kilómetros, Argúñ arriba, á lo largo
en la boca del Usuri (Khabaróusk) era posible que encontrara vapor. de uno de los caminos montañosos más abruptos de Siberia, no dete-
Los barcos que hallaba en los pueblos eran de mala muerte y el tiempo niéndonos para hacer fuego, hasta que la media noche nos sorprendía
estaba muy revuelto; claro está que no nos alejábamos déla orilla; pero, en el bosque. Ni aun las diez ó veinte horas que se podían ganar, apre-
á veces, teníamos que cruzar algunos afluentes de una anchura consi- tando de tal modo, eran de despreciar, porque cada día se acercaba
derable, y las olas que levantaba el fuerte viento amenazaban de con- más la clausura de la navegación, y ya se formaba hielo por la noche
tinuo hacer zozobrar nuestra pequeña navecilla. Un día tuvimos que en el río. Al fin, encontré al gobernador de Transbaikalia y á mi amigo
atravesar un brazo del río que tenía cerca de cien metros de ancho; el coronel Pedashenko á orillas del Shilka, en la estación penal de Kará,
grandes olas se elevaban como montañas al encontrarse ambas corrientes, y el último tomó á su cargo el cuidado de remesar inmediatamente
y mis remeros, que eran dos campesinos, se aterrorizaron, y poniéndose todas las provisiones posibles. En cuanto á mí, partí inmediatamente
blancos como el papel, con los labios temblorosos y lívidos, murmuraban para dar cuenta de todo lo acaecido en Irkutsk.
plegarias; pero un bravo muchacho de quince años que iba al timón, Las gentes de esta última, se maravillaban de la rapidez con que
vigilaba con calma los movimientos de las aguas, sorteando al oleaje yo había podido hacer tan largo viaje, el cual me dejó reventado. Pude,
con serenidad admirable. El bote, sin embargo, se anegaba, y yo, con sin embargo, reponerme durmiendo durante una semana tal número
un viejo achicador, procuraba echar por una parte el agua que entraba de horas al día, que me avergonzaría mencionarlas.
por la otra, notando algunas veces que aquélla se acumulaba con más «¿Habéis descansado lo suficiente?», me preguntó el gobernador
rapidez de la que yo podía emplear para desalojarla; hubo un momento general, á la semana, ó oco más, de mi llegada. «¿Podríais salir ma-
en que embarcó el bote tanta, de dos olas seguidas, que á una señal ñana, como correo, pa San Petersburgo, con objeto de dar vos mismo
de uno de los trémulos remeros me desaté el pesado saco lleno de plata cuenta de la pérdida las barcas? » Aquello representaba el recorrer
y cobre que llevaba á la espalda... Durante varios días nos vimos en en veinte días — ni u ;"> más — otra distancia de 5.330 kilómetros entre
trances parecidos; yo nunca violenté su voluntad; pero como ellos sa- Irkutsk y Nijni Novgorod, donde podía tomar el tren para San Peters-
bían la causa que motivaba el apresuramiento, aprovechaban toda burgo; caminar día y noche en silla de posta, que se necesitaba cambiar
oportunidad que se presentaba de seguir adelante. « No se muere siete en cada estación, pues no era posible que ningún carruaje aguantase
veces sino una, y esta no hay medio de evitarla >>, solían decir, y, santi- semejante viaje, corriendo constantemente sobre los caminos helados.
guándose, metían mano á los remos y bogaban avante. Pero el deseo de ver á mi hermano Alejandro fué lo bastante para que
no dejara de aceptar la oferta, y á la noche siguiente me puse en ca-
Pronto llegué al lugar donde ocurrió el principal siniestro: cua- mino. Cuando llegué á las tierras bajas de la Siberia occidental y los
renta y cuatro barcas habían naufragado, y como no fué posible descar- Urales, el viaje se convirtió verdaderamente en un tormento: hubo
garlas, pocos efectos se salvaron. Las aguas se llevaron dos mil tone- días en que las ruedas de los vehículos se rompían sobre el terreno he-
ladas de harina. Con tales noticias continué mi viaje. lado con una frecuencia deplorable; los ríos se iban helando, y tuve
Unos días después, un vapor que remontaba lentamente el río que cruzar el Ob en un bote, á través de témpanos de hielo, que á cada
me alcanzó, y cuando lo abordé me dijeron los pasajeros que el capitán, momento amenazaban echar á pique nuestra pequeña embarcación.
bajo la acción de una tremenda borrachera, se arrojó al agua; se le pudo, Cuando llegué al río Tom, en el que el hielo flotante se había soldado
sin embargo, salvar, y se hallaba enfermo en su camarote. Me pidieron uno con otro en la noche anterior, la gente se negó por algún tiempo
que tomara el mando del buque, y tuve que consentir en ello; pero pronto á pasarme á la otra banda, pidiéndome que les diera « un recibo >>.
encontré con gran sorpresa mía, que todo marchaba por sí mismo de un
modo tan excelentemente rutinario, que, aunque me pasaba todo el — ¿Qué clase de recibo necesitáis?
día en el puente, no tenía casi nada que hacer. Aparte de algunos mi- — Debéis escribir en un papel: « Yo, el infrascrito, testifico, pol-
nutos de verdadera responsabilidad, cuando había que atracar á los de- la presente, que me ahogué por la voluntad de Dios, y no por culpa
sembarcaderos, donde tomábamos leña como combustible, y el decir de los campesinos •>, y nos dais ese documento.
á los fogoneros alguna palabra que otra de cuando en cuando, con objeto — Con mucho gusto; vamos á la margen opuesta.
de animarlos y poder salir en el momento que la aurora permitía dis- Por último, conseguí que me acompañaran: un muchacho muy
tinguir el contorno de las orillas, todo marchaba perfectamente. Un desenvuelto, que yo había elegido de entre la multitud, abría la marcha,
tanteando la resistencia del hielo con un palo; yo caminaba detrás, lie-
vando al hombro mi caja de despachos, y ambos íbamos amarrados las gentes que erais bien conocido como paje, y como sólo habéis estado
á largas cuerdas que sostenían cinco labriegos, siguiéndonos á cierta algunos meses en Siberia, no es de creer que os prestáseis á encubrir
distancia, uno de los cuales traía un haz de paja, para echarla sobre un robo, y confían en vos >>.
el hielo en los sitios que no ofreciera seguridad.
El ministro de la Guerra, Dmitri Milútin, fué el único hombre de
Finalmente llegué á Moscou, donde me esperaba mi hermano los que ocupaban un puesto elevado en San Petersburgo que se ocupó
en la estación, y de allí partimos en el acto para San Petersburgo. formalmente de la cosa. Me dirigió muchas preguntas, y todas perti-
La juventud es una gran cosa: después de semejante viaje, que nentes. Al momento se hizo cargo de la cuestión, y toda nuestra con-
duró veinticuatro días con sus noches, entrando de mañana en San versación se redujo á cortas sentencias, sin precipitación, y al mismo
Petersburgo, fui en el mismo día á entregar mis despachos, y no dejé tiempo sin palabras inútiles. « ¿Queréis decir que á los establecimientos
de ir á ver á una de mis tías, ó mejor dicho, á una prima, que me re- de la costa se suministre por mar, y sólo por Chitá el resto? Perfecta-
cibió con alegría, diciéndome: « Esta noche damos un baile; ¿vendrás? » mente: pero si el año próximo se repite la tormenta, ¿ocurrirá una vez
«¡Claro que sí! » — le contesté. Y no sólo fui, sino que bailé hasta el más el mismo siniestro?» «No, si se dispone de dos pequeños remol-
amanecer del otro día. cadores que convoyen las barcas». «¿Bastará eso?» «Sí; con que se
hubiera podido disponer de uno solo, la pérdida no hubiese sido ni aun
la mitad de importante ». « Es muy probable: escribidme exponiendo
cuanto habéis manifestado con claridad y privadamente, sin cumpli-
Cuando llegué á San Petersburgo y me presenté á las autoridades, mientos ».
comprendí el por qué se me había mandado á dar cuenta en persona
de lo ocurrido. Nadie podía creer hubiera pasado tal siniestro: «¿Ha-
béis estado en el mismo lugar? ¿visteis la destrucción de las barcas con V.
vuestros propios ojos? ¿estáis completamente seguro de que no han
robado el cargo, enseñándoos los restos de un naufragio cualquiera? » No permanecí mucho en San Petersburgo, volviendo á Irkutsk
Tales fueron las preguntas que tuve que contestar. aquel mismo invierno: mi hermano debía ir á reunirse conmigo dentro
de pocos meses; pues había ingresado de oficial en los cosacos de Irkutsk.
Los altos funcionarios que estaban colocados al frente de los asuntos Viajar á través de Siberia en el invierno se tiene por cosa terrible;
siberianos en San Petersburgo, eran admirables por su Cándida ignorancia pero, si bien se considera, es, después de todo, más confortable que en
respecto á Siberia. « Mais, mon cher — me dijo uno de ellos, que ha- ninguna otra época del año. Los caminos cubiertos de nieve se recorren
blaba siempre el francés — ¿cómo es posible que se pierdan cuarenta cómodamente, y aunque el frío es intenso, se puede soportar bastante
barcas en el Neva sin que nadie corra en su auxilio?» « ¡El Neva! — bien. Tendido uno cual largo es en el trineo, como todos hacen en Sibe-
exclamé — ¡poned tres ó cuatro Nevas unidos, y tendréis el bajo ria, envuelto en mantas de pieles, con pelo por dentro y por fuera, no
Amur! » se sufre mucho por esa causa, aun cuando el termómetro esté á cuarenta
«¿Es verdaderamente tan grande? » Y dos minutos después char- ó sesenta grados Fahrenheit bajo cero. Viajando como lo hacen los
laba en correcto francés sobre una multitud de cosas. « ¿Cuándo visteis correos — esto es, cambiando rápidamente de caballos en cada esta-
al pintor Schmartz la última vez? ¿No os parece su « Juan el Terrible >> ción, y sólo parando durante una hora una vez al día para comer
un cuadro admirable? ¿Sabéis por qué iban á arrestar á Kúkel? », y
me contó todo lo referente á una carta que le remitieron pidiéndole su llegué á Irkutsk á los diecinueve días de haber salido de San Petersburgo:
apoyo para la causa polaca. « ¿Sabéis que Chernysheusky ha sido preso? 330 kilómetros al día es la marcha normal en tales casos, y recuerdo
Ahora está en la fortaleza haber recorrido los últimos 1. 100 kilómetros de mi viaje en setenta
horas. El hielo no era entonces muy espeso; los caminos se hallaban
« ¿Por qué? ¿qué ha hecho? ¡> — le pregunté; y él me respondió: en excelente estado; á los conductores se les mantenía animosos, gra-
«¡Nada en el fondo, nada! ¡Pero, mon cher, ya sabéis lo que son las cues- cias á un abundante suministro de monedas de plata, y el tiro, com-
tiones de Estado!... ¡Un hombre de tanta inteligencia, tan extraordi- puesto de tres caballitos ligeros, no parecía fatigado al correr suavemente
nariamente ilustrado, y con tan gran influencia sobre la juventud, como sobre cerros y valles, á través de ríos helados y duros como el acero, y
comprenderéis, no era posible que un gobierno pudiera consentirlo: de florestas que resplandecían con su manto argentino bajo los rayos
« eso es intolerable, mon cher, en un estado bien ordenado >>. del hermoso sol.
El conde Ignatieff no me hizo tales preguntas: conocía muy bien
el Amur, y también á San Petersburgo. Entre humorísticas y picantes Ahora había sido nombrado agregado al gobierno general de la
observaciones, que hacía respecto á Siberia con pasmosa vivacidad, Siberia oriental, para todo lo referente á los cosacos, teniendo que re-
me dijo: « Ha sido una suerte que hayáis estado sobre el terreno y visto sidir en Irkuts; pero en este cargo no había nada de particular que
la catástrofe. Y han obrado muy cuerdamente al enviaros personal- hacer: el dejar que todo marchase según la rutina establecida, sin vol-
mente con la relación. « ¡Muy bien hecho! Al principio no había quien verse más á referir á ningún cambio, era la consigna que esta vez ve-
creyera lo de las barcas: « Un nuevo robo •>, se decía. Pero ahora afirman nía de San Petersburgo. Por cuya razón, acepté con placer la propuesta
de emprender exploraciones geográficas én Manchuria.
Menióviüs de Un rél'óltitiQfiarío.- 9
Si se echa una ojeada á un mapa de Asia, se ve que la frontera lomos de un camello, era como conducían á los prisioneros de un extremo
rusa que corre en Siberia, hablando en términos generales, á lo largo á otro de Mongolia —•, no debía comprometerlo dando mi nombre. Yo,
del grado cincuenta de latitud, de repente se inclina en Transbaikalia como es natural, acepté todas las condiciones, pues la tentación de
hacia el Norte; sigue en una extensión de 500 kilómetros el río Argúñ; visitar un país que jamás ningún europeo había visto, era demasiado
y después, al llegar al Amur, se vuelve en dirección al Sudeste. Hallán- fuerte para que un explorador pudiera resistirla.
dose el pueblo de Blagoveschek, que fué en otro tiempo la capital de las El ocultar mi identidad mientras estuviera en Transbaikalia no
tierras bañadas por el río, situado, de nuevo, casi á la misma latitud hubiera sido empresa fácil: los cosacos son extremadamente curiosos
de cincuenta grados. Entre el ángulo Sur de Transbaikalia (Nueva — verdaderos mongoles —, y desde el momento que un forastero llega
Tsurukháitu) y Blagovéschensk sobre el Amur, la distancia de Oeste á uno de sus pueblos, el amo de la casa donde pára, aunque ofrecién-
á Este es sólo de 830 kilómetros; pero á lo largo del Arguñ y el Amur dole la mayor hospitalidad posible, lo sujeta á un formal interrogatorio.
pasa de 1.665, y» además, la comunicación paralela al curso del primero, « Supongo que el viaje habrá sido molesto — empieza diciendo —;
que no es navegable, resulta extremadamente difícil: en su parte b a j a el camino de Chitá á aquí es muy largo, ¿no es verdad? Y tal vez más
no hay más que caminos montañosos con exceso abruptos y poco menos largo todavía para uno que venga de más lejos. ¿Será quizás de Irkutsk?
que infranqueables. Allí hay mucho comercio; numerosos negociantes pasan por aquí. ¿Vais
Transbaikalia es muy rica en ganadería, y los cosacos que ocupan también á Nerchinsk, no es verdad ? A vuestra edad es muy corriente
su extremo Sur y son importantes ganaderos, deseaban establecer una el estar casado, y supongo tendréis familia: ¿muchos hijos? ¿Probable-
mente no serán todos varones? » Y á este tenor durante media hora.
comunicación directa con el Amur central, que sería un buen mercado
para sus ganados. Traficando con los mongoles, habían oído decir á és- El jefe local de los cosacos, capitán Buxhovden, conocía bien el
tos que no sería difícil llegar al Amur, caminando hacia el Este, á través personal, y esto fué causa de que tomáramos nuestras precauciones:
del gran Khingán: en tal dirección, les dijeron, se tropieza con un anti- en Chitá y en Irkutsk habíamos con frecuencia trabajado en teatros de
aficionados, representando más generalmente dramas de Ostrausky,
guo camino chino, que, después de cruzar el lugar referido, conduce
en los cuales el lugar de la escena es por lo común entre las clases co-
á la población manchuriana de Merghén (sobre el río Nínm, tributario
merciales. Muchas veces tomé parte en tales funciones, y tanto placer
del Sungari), donde se encuentra un camino excelente para el Amur me producía el representar, que, hasta llegué una vez á escribir á mi
central. hermano una carta entusiasta, confesándole mi ardiente deseo de aban-
Me ofrecieron la dirección de una caravana comercial que los cosa- donar la carrera militar y dedicarme al teatro. Yo, trabajando de ga-
cos pensaban organizar, á fin de encontrar aquel camino, y la acepté lán joven, hacía por lo general papeles de comerciantes, y me había fa-
con entusiasmo. Ningún europeo había visitado jamás aquella región; miliarizado bastante bien con sus modos de hablar, gesticular y beber
y un topografo ruso que emprendió igual camino algunos años antes, te en el plato — cosas que aprendí al hacer mis trabajos estadísticos en
fué muerto: sólo dos jesuítas, en tiempos del emperador Kan-si, pene- Nikolskoye — y ahora se me presentaba la ocasión de ponerlas en prác-
traron desde el Sur hasta Merghén, determinando su latitud; pero toda tica con un objeto provechoso.
la inmensa región que se extendía al Norte de dicho lugar, de 830 kiló-
metros de anchura y 1.165 de profundidad era absolutamente desco- « Tomad asiento, Petr Alexeievich >>, solía decirme el mencionado
nocida. Consulté todas las fuentes de información posibles respecto capitán, cuando la tetera, lanzando nubes de vapor, se colocaba sobre
á esta región: nadie, ni aun los geógrafos chinos, sabían lo más mínimo la mesa.
sobre el particular; además, el hecho mismo de poner en relación al « Gracias; nos detendremos aquí », contestaba yo, sentándome en
Amur con Transbaikalia tenía su importancia, y Tucrukháitu va á el borde de la silla á cierta distancia, y empezando á beber mi te como
ser ahora la cabeza del ferrocarril transmanchuriano; habiendo sido verdaderamente lo hacen los mercaderes de Moscou, mientras que
nosotros, por consiguiente, los precursores de esa gran empresa. Buxhovden casi no podía contener la risa, al verme soplar mi plato
Se presentaba, sin embargo, una dificultad: en el tratado en que con la vista clavada en él, y morder de un modo especial, arrancándole
China concedía á Rusia libertad de comercio con el « imperio de China microscópicas partículas, un pequeño terrón de azúcar que había de ser-
y Mongolia »>, no se mencionaba á Manchuria, pudiendo lo mismo incluirse vir para media docena de tazas.
que excluirse de dicho tratado. Las autoridades chinas de la frontera Sabíamos que los cosacos pronto llegarían á descubrir la verdad;
lo interpretaban de una manera y las rusas de otra. Además, como pero lo importante era ganar algunos días, y cruzar la frontera antes
sólo se mencionaba el tráfico, á un oficial no se le permitiría entrar en de que eso sucediera. Yo debí representar mi papel muy regularmente,
Manchuria. Tuve, pues, necesidad de ir como negociante, á cuyo objeto porque los cosacos me trataron como á un mercader cualquiera. En un
compré algunos géneros en Irkutsk y fui disfrazado de tal. El gobernador pueblo, una vieja me llamó al pasar, preguntándome:
general me dió un pasaporte á nombre del segundo contribuyente de Ir- — ¿Viene alguien más por el camino, amiguito?
kutsk, el comerciante Petr Alexeien y sus compañeros, previniéndome — Nadie, abuela, que yo sepa.
que, si las autoridades chinas me arrestaban y me llevaban á Pekín, — ¿Dicen que un príncipe, el de Rapotsky, iba á venir; será verdad?
y de allí, á través del Góbí, á la frontera rusa — en una caja, sobre los — ¡Oh! ya comprendo: tenéis razón, abuela; sus altezas pensaban
hacer el viaje desde Irkutsk. ¿Pero cómo habían de realizarlo con tan Esto causó una verdadera conmoción en nuestra caravana. « ¡Los
malos caminos! ¡Eso no es para ellos! Así, que han resuelto quedarse ríos desembocan en el Amur, en el Amur! >>, se decían los cosacos unos
donde están. á otros. ¡Toda su vida habían oído á los ancianos hablar del gran río
— Es claro; ¡eso no era posible! donde la vid crece silvestre, y las praderas se extienden por centenares
• D i r é , para abreviar, que pasamos la frontera sin que nos molesta- de millas, pudiendo mantener á millones de criaturas: más tarde, cuando
ran; éramos once cosacos, un tungo y yo, todos a caballo; llevábamos se anexionó el Amur á Rusia, oyeron hablar del largo camino que había
unos cuarenta de éstos para la venta y dos carros, uno de los cuales que recorrer para llegar á él, las dificultades con que tropezaban los pri-
de dos ruedas, era mío, y contenía los panos, terciopelos y tejidos meros colonos, y la prosperidad relativa de que disfrutaban los esta-
en oro y otras cosas de la misma Índole que yo traía en mi calidad blecidos en el alto Amur, para cuya región acabábamos de encontrar el
de negociante. El cuidado de mi carro y mis caballos estaba com- camino más corto! Teníamos ante nosotros una cuesta empinada, y
pletamente á mi cargo, y como encargado de la caravana elegimos aquél descendía en forma de ziszás hasta llegar á un riachuelo, que se
á uno de los cosacos, quien debía entenderse para todo con las autori- abría paso á través de un mar entrecortado de montañas, y conducía
dades chinas. Todos los cosacos hablaban la lengua del país, y el tungo al Amur. Ningún otro obstáculo se presentaba entre nosotros y el gran
entendía la manchuriana. La gente de la caravana sabia, por supuesto, río. El explorador imaginará mi alegría ante este inesperado descu-
quién era yo - uno de los cosacos me había conocido en Irkutsk —. brimiento geográfico. En cuanto á los cosacos, inmediatamente se des-
pero nunca se dieron por entendidos, comprendiendo que de 41o de- montaron y fueron á su vez á atar mechones de cerdas, arrancadas
pendía el éxito de la expedición. Yo llevaba un largo vestido de algo- á sus caballos, á las ramas del obó. Los siberianos, en general, tienen
dón azul, como todos los demás, y los chinos no se fijaron en mi aisi una especie de temor á los dioses chinos; pues, á pesar de no darles im-
que, sin ser observado, pude trazar el plano del camino En el primer portancia, dicen que no son buenos, están inclinados al mal, y nunca
día, cuando los soldados chinos de todas clases nos rodeaban, con la conviene indisponerse con tales divinidades; siendo mucho mejor te-
esperanza de alcanzar una copa de alguardiente yo, por lo general nerlas contentas con pequeñas muestras de respeto.
apenas podía dirigir una mirada furtiva al sextante y anotar las alturas
y las distancias dentro del bolsillo, sin sacar el papel al exterior No « Mirad, aquí hay un árbol raro; debe ser un roble », exclamaban,
llevábamos arma alguna: únicamente el tungo, que iba a casarse, traía á medida que descendíamos por la pendiente. Este árbol no crece en
su escopeta de chispa, de la que se servía para cazar al c e r v o que se Siberia, no encontrándose hasta no llegar á la declinación oriental de la
descuidaba, proporcionándonos carne fresca, y reuniendo pieles con alta meseta. Luego seguían diciendo:« ¡He aquí avellanos! ¿y qué ár-
que tener para pagar el importe de la novia. bol es ese? >>, repetían al ver un limonero ú otra clase de árbol de los
que no se dan en Rusia, y que yo conocía como pertenecientes á la flora
Cuando no pudieron sacarnos más aguardiente, nos dejaron solos manchuriana. Los hombres del Norte, que durante tantos años habían
los soldados chinos. Y nosotros, caminando directamente hacia el Este, soñado con tierras templadas, ahora que las veían estaban entusias-
franqueamos del mejor modo posible sierras y valles, hasta que, des- mados. Tendidos sobre el suelo cubierto de hierba abundante, la aca-
pués de cuatro ó cinco días de marcha, dimos al fin con el camino chino riciaban con la vista; la hubieran hasta besado. Y ya ardían en deseos
que debía llevarnos á través del Khingán, á Merghen. de llegar al Amur lo más pronto posible: así que, cuando quince días
Con gran sorpresa nuestra, encontramos que el cruce de la gran después acampamos en nuestra última etapa á 35 kilómetros del río,
cordillera, que t a n negra y terrible aparecía en los mapas, era cosa bien se pusieron tan impacientes como criaturas, empezando á ensillar los
fácil. En el camino alcanzamos á un antiguo funcionario chino,, de as- caballos poco después de media noche, y haciéndome poner en camino
pecto miserable, que iba viajando en un carro de dos ruedas. E n los dos mucho antes del amanecer; y cuando, al fin, desde una eminencia divi-
últimos días la marcha había sido cuesta arriba, y el terreno presentaba samos su poderosa corriente, los ojos de estos siberianos, tan poco im-
testimonio de su gran altitud: el suelo se hizo cenagoso, y el c a m i n o presionables generalmente, y desprovistos de sentimientos poéticos,
estaba lleno de fango; la hierba ofrecía pobre aspecto, y los arboles brillaron de un modo expresivo al tender la vista sobre las azules aguas
eran enanos, raquíticos y á menudo mal conformados^ y cubiertos de del majestuoso Amur. E r a evidente que, más tarde ó más temprano,
líauenes. A derecha é izquierda se levantaban montanas desprovistas con ó sin la ayuda del gobierno ruso, y hasta contra su voluntad, tanto
de vegetación, y ya íbamos pensando en las dificultades que nos ofre- las dos márgenes de este río, hoy desiertas, pero llenas de esperanzas
cería el paso de la sierra, cuando vimos al chino bajarse de su carro para lo porvenir, así como los inmensos y despoblados terrenos de la
delante de un abó - esto es, un montón de piedras y ramas de arboles, Manchuria del Norte, serían invadidos por colonos rusos, del mismo
á las que había amarrados mechones de cerdas y pedazos de trapo - , modo que las orillas del Mississipí fueron colonizados por voyageurs
arrancar varias de aquéllas á la crin de su caballo y unirlas a las otras. canadienses.
« ¿Qué es eso? », le preguntamos. Y él nos contesto: « el obo; el agua
que tenemos delante va á desembocar en el Amur ». « ¿Y es esa toda Entre tanto, el viejo y medio ciego funcionario chino con quien
la cordillera de Khingán? » « ¡Toda! No hay mas montañas que cru- habíamos cruzado el Khingán, arreglándose su vestido azul y sombrero
zar hasta llegar á dicho río; no más que cerros! » oficial con un botón de cristal en la copa, nos declaró á la mañana si-
guiente, que no nos dejaría pasar más adelante. Nuestro « encargado t>
lo recibió á él y su acompañante en nuestra tienda, y el viejo, repitiendo
lo que su secretario le apuntaba al oído, presentó todo género de difi- VI.
cultades encaminadas á impedir que continuásemos avanzando: pre-
tendiendo que acampáramos en aquel lugar, aguardando á que él re- Todo este verano lo pasé viajando por el Amur, fui hasta su misma
mitiera nuestro pase á Pekin y recibiera órdenes; á lo que nos negamos desembocadura, ó mejor dicho, su estuario — Nikoláusk —, para unir-
en absoluto. Después, empezó á hacer comentarios respecto á nuestro me al gobernador general, á quien acompañé en vapor á remontar el
pasaporte. Usuri, después de lo cual, en el otoño, hice otro viaje más interesante aún,
« ¿Qué clase de documento es ese? dijo mirándolo con desdén, subiendo por el Sungari hasta el corazón mismo de Manchuria, llegando
seguramente por estar escrito en pecas líneas en una hoja de papel co- á Ghirin (ó Kirin, según se pronuncia en el Sur).
mún, en ruso y en mongol y no tener más que un sencillo sello de lacre. E n Asia muchos ríos están formados por la unión de dos igual-
« Vosotros mismos podéis haberlo escrito y sellado con una moneda — mente importantes, lo que hace difícil que el geógrafo pueda decir con
observó — ; mirad el mío: me parece que vale alguna cosa ¡>. Y desplegó certeza cuál de los dos es el principal y cuál el tributario. El Ingodá
ante nosotros un gran pliego de papel cubierto de caracteres chinos. y el Oñón se reúnen para formar el Shilka; éste y el Arguñ hacen lo mismo
para dar por resultado el Amur, el cual se une á su vez al Sungari para
Yo había permanecido apartado durante esta conferencia, arre-
constituir esa poderosa corriente que, dirigiéndose hacia el Nordeste,
glando algo mis efectos, cuando me vino á la mano un ejemplar de la
entra en el Pacífico, pasando por las inhospitalarias latitudes de la mi-
Gaceta de Moscou, la cual, siendo propiedad de la Universidad de dicha
serable Tartaria.
ciudad, tiene un águila impresa en su cabeza. « Enseñadle esto », dije
á nuestro encargado; quien, abriendo la gran publicación, le llamó la Hasta el año 1864, el gran río de Manchuria permanecía poco co-
atención sobre el águila, agregando: « El otro pase era para presentarlo nocido. Todas las informaciones á este respecto databan del tiempo de
á los extraños; pero he aquí el nuestro ¡>. « ¿ Cómo, todo eso se refiere los jesuítas, y eso era incompleto; pero ahora, que un renacimiento en
á vosotros? >>, preguntó el viejo aterrado. « Sí, todo •>, contestó el otro, lo referente á la exploración de Mongolia y Manchuria iba á realizarse,
con toda la gravedad posible. y el temor que hasta entonces se había tenido á China se consideraba
exagerado, todos nosotros, la gente joven, hacíamos presión sobre el
El chino, como verdadero empleado, parecía confundido al ver gobernador general, mostrándole la necesidad de explorar el Sungari,
tal profusión de letras: y examinándonos uno por uno nos hacía á todos pues el tener á las puertas de casa una inmensa región casi tan descono-
reverencias; pero como el secretario no cejaba en sus indicaciones, con- cida como un desierto africano, nos parecía una cosa verdaderamente
cluyó declarando que no nos dejaría continuar el viaje. «Basta de con- tentadora. De pronto, el general Orsákoff decidió mandar un vapor
versación », dije á nuestro representante; « ordenad que ensillen los ca- que remontase el Sungari, bajo el pretexto de llevar un mensaje de amis-
ballos ». Los cosacos fueron de la misma opinión, y en un momento tad al gobernador general de la provincia de Ghirin. El cónsul ruso
nos pusimos en marcha, despidiéndonos del pobre hombre y ofrecién- de Urgá debía ser su portador, y un médico, un astrónomo y yo, todos
dole hacer constar que, fuera de recurrir á la violencia — cosa que no bajo las órdenes del coronel Checuyáeff, fuimos enviados con la expe-
le hubiera sido posible —, había hecho cuanto estaba en su mano para dición en el vaporcito Usuri, que remolcaba una barca con carbón, en
impedir nuestra entrada en Manchuria, de la cual éramos los únicos res- la cual iban veinticinco soldados, cuyos rifles se hallaban ocultos cui-
ponsables. dadosamente en el cargo.
Pocos días después estábamos en Merghén, donde traficamos un
poco, llegando pronto á la población china de Arguñ, en la margen de- Todo se organizó con precipitación, y en el pequeño vapor no habia
recha del Amur, y á la rusa de Blagoveschensk, en la izquierda. Ha- donde acomodar tanta gente; pero como todos estábamos llenos de en-
bíamos descubierto el camino directo y otras muchas cosas interesantes tusiasmo, nos arreglamos lo mejor que pudimos en los reducidos cama-
también: el carácter fronterizo del Gran Khingán, la facilidad con que rotes. Uno de nosotros tuvo que dormir sobre una mesa, y una vez
puede cruzarse, los volcanes terciarios de la región Uyún Kholdontsi, en marcha, encontramos que no había cubiertos para todos, sin ha-
que durante tanto tiempo habían sido poco menos que enigmáticos en blar de otras cosas necesarias. Otro de los nuestros recurrió á su cor-
la literatura geográfica, y otros hechos de igual importancia. No puedo taplumas, y mi cuchillo chino con dos puntas hizo veces de tenedor,
decir que fui un negociante listo, porque en Merghén insistí (en un chino viniendo á enriquecer el servicio de mesa.
incorrecto) en pedir treinta y cinco rublos por un reloj, cuando el com- No era empresa fácil navegar contra la corriente; el gran río, en su
prador chino ya me había ofrecido cuarenta y cinco: los cosacos en parte inferior, donde corre por tierras tan bajas como las del Amur,
cambio se daban mejores trazas; vendieron sus caballos muy bien, y es muy poco profundo, y aunque nuestro vapor sólo calaba un metro,
cuando hicieron lo mismo con los míos y mis géneros y efectos, resultó con frecuencia no encontrábamos un canal bastante hondo por donde
que la expedición le había costado al gobierno la modesta suma de vein- poder pasar. Hubo días que sólo recorrimos cuarenta millas, tocando
tidós rublos, ó sean cincuenta y cinco francos. otras tantas veces en el arenoso fondo del río, y casi de continuo f u é
necesario mandar por delante una lancha, que fuera reconociendo la
profundidad de la corriente. Pero nuestro joven capitán había resuelto
llegar á Gliirin aquel otoño, y diariamente progresábamos. A medida noche, especialmente, dejó su recuerdo impreso en mi memoria: había-
que más se avanzaba río arriba, hallábamos á este más hermoso y más mos llegado á un pueblecito muy pintoresco á la caída de la tarde; fui-
navegable, y cuando pasábamos los desiertos arenosos en el lugar donde mos á tierra algunos, y yo me interné solo por la población. Pronto me
se efectúa su reunión con su hermano el Nonni, el viaje se hizo tan rá- vi rodeado de una compacta multitud, como de unas cien personas,^ y
pido como placentero. Así, en pocas semanas llegamos á la capital de aunque yo no sabía una palabra de su lengua ni ellos tampoco de la mía,
la provincia de Manchuria. El topógrafo hizo un excelente mapa del hablamos amigablemente por medio de la mímica, entendiéndonos sin
río; pero, desgraciadamente, como no había tiempo que perder, noso- dificultad. El tocar á uno en el hombro en señal de amistad, pertenece
tros rara vez bajábamos á tierra en algún pueblo ó aldea. Las pobla- indudablemente al lenguaje internacional; el ofrecerse mutuamente ta-
ciones á orillas de aquél son escasas y distantes unas de otras; en la baco y el que le brinden á uno con fuego, es también una expresión in-
parte b a j a sólo encontramos tierras que lo eran también y se inunda- ternacional de simpatía. Una cosa llamó mucho su atención: ¿cómo era
ban todos los años; más adelante, navegamos unas cien millas entre que yo, á pesar de ser joven, tenía barba? Ellos no la usan antes de los
dunas de arena, y sólo al llegar al alto Sungari y empezar á acercar- sesenta años. Y cuando les dije por señas que, en caso de no tener nada
nos á Ghirin fué cuando se encontró una densa población. que comer, me podría servir de alimento, la chanza se transmitió de
Si nuestra aspiración hubiera sido el establecer amistosas relacio- uno en otro á la masa entera, todos se rieron mucho y empezaron á
nes con Manchuria, y no sencillamente conocer lo que era el Sungari, tocarme en el hombro de un modo más afectuoso todavía; me acompa-
nuestra expedición bien hubiese podido considerarse como fracasada. ñaron á todas partes, ensenándome sus casas; todos me ofrecieron sus
Las autoridades chinas tenían frescos aún en su memoria los recuer- pipas y vinieron á despedirme hasta el vapor, como se hace con un
dos de lo ocurrido ocho años antes con la « visita » de Muravioff, que amigo. Debo hacer constar, sin embargo, que no había ni un solo hosh-
tuvo por remate la anexión del Amur y el Usuri, y no podían por menos kó (policía) en el pueblo. E n otras partes, nuestros soldados y yo siem-
que mirar con prevención esta nueva é injustificada venida. Los vein- pre nos hacíamos amigos de los chinos; pero desde el momento que
ticinco fusiles ocultos en el carbón, de los que habían dado noticia á un hoshkó se presentaba, todo se interrumpía. ¡Sin embargo, eran de ver
dichas autoridades antes de nuestra salida, provocó todavía más sus las figuras que le hacían á aquél en cuanto volvía la espalda! Induda-
sospechas, y cuando nuestro buque echó el ancla frente á la populosa blemente no eran partidarios de semejante representante de la auto-
ciudad de Ghirin, encontramos á todos sus comerciantes y mercaderes ridad.
armados de sables mohosos procedentes de algún viejo arsenal. Sin Esta expedición cayó después en el olvido; el astrónomo Fh. Urol-
embargo, no se nos prohibió el pasear por las calles; pero al bajar á tiseff y yo, publicamos informes sobre el particular en las Memorias
tierra, todas las tiendas se cerraron y no se permitió que nos vendieran de la Sociedad Geográfica Siberiana; pero algunos años más tarde, un
nada. Nos enviaron algunas provisiones á bordo como obsequio, pero terrible incendio destruyó en Irkutsk todos los ejemplares que queda-
sin querer recibir dinero por ellas.
ban de aquéllas, así como el mapa original del Sungari, y sólo el año
El otoño se aproximaba rápidamente á su fin; ya habían empe- anterior, cuando empezaron los trabajos del ferrocarril transmanchu-
zado las heladas, y teníamos que darnos prisa en volver, porque no riano, fué cuando los geógrafos rusos desenterraron nuestros trabajos,
era posible invernáramos en el río. E n suma, vimos Ghirin, pero no ha- encontrando que el gran río había sido explorado hace treinta y cinco
blamos más que con los dos intérpretes que diariamente venían á bordo años por nuestra expedición.
del vapor. Nuestro propósito, no obstante, se había cumplido: había-
mos averiguado que el río es navegable, sacando de él un plano exce- VII.
lente, desde la embocadura á Ghirin, con cuya ayuda pudimos hacer
el viaje de retorno á toda máquina sin ningún accidente. En una oca- Como respecto á las reformas nada más podía hacerse, procuré
sión, nuestro vapor encalló en un banco de arena; pero las autoridades realizar únicamente lo que parecía posible, dadas las circunstancias, lo
de Ghirin, deseando sobre todo que no nos viéramos obligados á pasar cual sólo sirvió para convencerme de la absoluta inutilidad del intento.
el invierno en el río, mandaron doscientos chinos, quienes nos ayudaron Por ejemplo, en mi nuevo cargo de agregado al gobernador general,
á ponernos á flote. Cuando salté al agua y cogiendo una palanca co- para lo referente á los cosacos, hice una investigación minuciosa de las
mencé á cantar el aire del río « Dubinushka », lo que permitió á todos condiciones económicas de los del Usuri, cuyas c o s e c h a s acostumbraban
dar un fuerte impulso simultáneamente, eso les hizo á los chinos mu- á perderse casi todos los años, teniendo el gobierno necesidad de man-
cha gracia, con tanto más motivo, cuanto que por semejante medio tenerlos en el invierno para evitar que fueran víctimas del hambre.
vieron pronto salir al barco de la arena. Esta pequeña aventura fué mo- Cuando volví con mi Memoria redactada, fui umversalmente congra-
tivo de que entre los chinos y nosotros se establecieran las más cordia- tulado. me vi ascendido, y recibí gracias especiales; todas las medidas
les relaciones. Pero claro es que me refiero únicamente al pueblo, el recomendadas" por mí fueron aceptadas, concediéndose subvenciones
cual parecía estar muy disgustado con sus arrogantes autoridades. especiales en efectivo, para ayudar la emigración de unos, y a otros
Hicimos escala en varios pueblos chinos habitados por emigrados proporcionarles ganado, según mis indicaciones. Pero el resultado
del Celeste Imperio, siendo recibidos con la mayor afabilidad. Una práctico de la medida fué, que el dinero vino á parar á manos de un
viejo borracho encargado del asunto, quien dió buena cuenta de él, provisiones para tres meses, y partimos para el Sur. Un viejo cazador
apaleando después sin piedad á los desgraciados cosacos, á fin de con- de Yakút, que veinte años antes había seguido una vez el camino in-
vertirlos en buenos agricultores. Y esto se encontraba en todas las esfe- dicado en el mapa del tungo, se comprometió á servirnos de guía, y
ras, empezando por el Palacio de Invierno en San Petersburgo, y con cruzar la región montañosa — unos 420 kilómetros de anchura —, si-
cluyendo en el Usuri y en Kamchatka. guiendo el río, los valles y los desfiladeros indicados con el cuchillo de
La alta administración de Siberia estaba animada de las mejo- aquél, en el mapa de corteza de abedul. Obra gigantesca que realmente
res intenciones, y sólo puedo repetir que, tomado todo en considera- llevó á feliz término, á pesar de no haber rastro alguno que poder seguir,
ción, era mucho mejor, más ilustrada y más interesada en el mejora- y parecer todos los valles que se veían desde lo alto del paso de una
miento del país, que la de cualquiera otra provincia rusa; pero al fin montaña, cubiertos en su totalidad de bosque, á la vista del que no estaba
era una administración, una rama del árbol que tiene sus raices en San habituado á contemplarlos, como absolutamente idénticos.
Petersburgo, y eso bastaba para paralizar todas sus excelentes inten- Esta vez se dió con la senda: durante tres meses estuvimos vagando
ciones y convertirla en un obstáculo á todo principio de progreso espon- por el desierto de montañas casi completamente inhabitado y por las
táneo de vida local. Cualquier cosa que se iniciara en bien del país por mesetas pantanosas, hasta que, al fin, llegamos á nuestro destino en
los elementos locales, era mirada con desconfianza é inmediatamente Chitá. Me han dicho que esa vía es ahora de provecho para conducir
paralizada con una multitud de dificultades que partían, no tanto de ganado, del Sur á las minas de oro; en cuanto á mí, el viaje me fué de
la mala voluntad de los hombres — quienes, por lo general, son mejo- mucha utilidad, ayudándome extraordinariamente para encontrarla
res que las instituciones —, sino simplemente por pertenecer á una base de la estructura de las sierras y mesetas de Siberia; pero como
administración piramidalmente centralizada. El hecho mismo de ser
un gobierno cuyo origen se hallaba en otra parte, hacía que apreciara no estoy escribiendo un libro de viaje, debo hacer aquí punto final.
todas las cuestiones desde el punto de vista del funcionario del poder *
central que piensa ante todo en lo que dirá su superior, y qué efecto * *

causará esto ó lo otro en la máquina administrativa, en vez de hacerlo


en interés del país. Los años que pasé en Siberia me enseñaron muchas cosas que di-
fícilmente hubiera logrado aprender en otra parte: pronto me convencí
Gradualmente, pues, fui cada vez más encauzando de nuevo mis de la absoluta imposibilidad de poder hacer algo de verdadera utilidad
energías hacia las exploraciones científicas. E n 1865 exploré el Sayáns para la masa del pueblo por medio de la máquina administrativa; tal
occidental, donde adquirí nuevos conocimientos respecto á la estruc- ilusión la perdí para siempre. Entonces fué cuando empecé á comprender,
tura de las altas regiones de Siberia, dando con otra importante de ca- no sólo al hombre y su carácter, sino el móvil interno de la vida de las
rácter volcánico, en la frontera china; y en suma, al año siguiente, em- sociedades humanas. El trabajo constructivo de la masa anónima,
prendí un largo viaje para descubrir una comunicación directa entre del que rara vez se hace mención en los libros, y la importancia de tal
las minas de oro de la provincia de Yakutsk (en el Vitim y el Olókma) obra en el crecimiento de las formas de la sociedad, apareció por com-
y Transbaikalia. Durante varios años (1860-64) los miembros de las pleto ante mis ojos. El presenciar, por ejemplo, de qué modo las co-
expediciones siberianas habían intentado encontrar ese camino, pro- munidades de Dukhobortsy (hermanas de las que van ahora á estable-
curando cruzar la serie de cordilleras rocosas, en extremo agrestes y cerse en el Canadá, y que tan favorable acogida encuentran en los Estados
paralelas, que separan ambos lugares; pero cuando llegaban á esa re- Unidos) emigraron á las regiones del Amur, ver las inmensas ventajas
gión, viniendo del Sur, y veían ante sus ojos esas terroríficas montañas que le reportó su organización fraternal, casi comunista, y hacerse bien
extendiéndose por centenares de kilómetros hacia el Norte, todos ellos, cargo del éxito admirable que alcanzó su colonización, en medio de todos
excepto uno que fué muerto por los naturales, se volvían atrás. Era, los fracasos de la oficial, f u é aprender algo que no se encuentra en los
por consiguiente, indudable que para alcanzar buen éxito la expedición libros. Además, el vivir con los indígenas, el ver funcionando todas las
debía dirigirse de Norte á Sur; de las temibles y desconocidas soledades formas complejas de organización social que ellos habían elaborado
á las regiones populosas y templadas. bien distantes de la influencia de toda civilización, fué, como no podía
Ocurrió también, que, mientras preparaba la expedición, me ense- menos de ser, para mí, el acumular torrentes de luz que iluminaron
ñaron un mapa que un natural del país había trazado con su cuchillo en mis estudios posteriores. La parte que las masas, el pueblo, representa
la corteza de un árbol; el cual, dicho sea de paso, era tan magnífico ejem- en la realización de todos los acontecimientos históricos importantes,
plo de la utilidad del sentido geométrico en los períodos más rudimenta- y aun en la guerra, se hizo patente para mí por medio de la observación
rios de la civilización — debiendo, por consiguiente, interesar á A. R. Wa- directa, llegando así á tener ideas similares á aquellas que expresa Tolstoí,
llace —, y tal su semejanza con la verdad que nos presenta la Naturaleza, concerniente á los jefes y las masas, en su monumental obra Guerra y Paz.
que me confié á él por completo, empezando mi viaje de acuerdo con sus Habiendo sido criado en el seno de una familia propietaria de sier-
indicaciones. En compañía de un joven naturalista aprovechado, de vos, entré en la vida activa, como todos los jóvenes de mi tiempo, con
nombre Polakoff, y un topógrafo, fui primero bajando por el Lena á las *n 'gran convencimiento de lo necesario que es mandar, ordenar, repren-
minas de oro del Norte, y allí equipamos nuestra expedición, tomando der, castigar y demás; pero cuando, en la primavera de la vida, tuve á
á Irkutsk, donde unos cincuenta de aquéllos iban á ser juzgados en con-
mi cargo empresas de importancia y tratos con los hombres, y cuando sejo de guerra, y como la celebración de éstos es en Rusia pública, pude
cada error hubiera podido tener en el acto graves y serias consecuencias, tomar de todo notas detalladas, que remití á un diario de San Peters-
empecé á apreciar la diferencia que existe entre servirse del principio del burgo, en el que se publicaron íntegras, con gran disgusto del gober-
mando y la disciplina ó valerse del común acuerdo. El primero es de nador general.
gran efecto en una parada militar; pero carece de valor allí donde se Sólo á la Siberia oriental habían sido desterrados once mil polacos,
t r a t a de la vida real, y sólo se puede obtener el éxito por el esfuerzo entre hombres y mujeres, á consecuencia de la insurrección de 1863;
supremo de muchas voluntades, convergentes á un mismo fin. Aun en su mayoría eran estudiantes, artistas, ex oficiales, nobles, y, en par-
cuando no formulé entonces mis observaciones en términos análogos ticular, habíalos artesanos que procedían de la inteligente población
á los usados por los partidos militantes, puedo decir ahora, que perdí obrera de Varsovia y otras ciudades. Una gran parte de ellos se aplicaba
en Siberia toda la fe en la disciplina del Estado, que antes pudiera haber á trabajos forzados, y los restantes habían sido distribuidos por el país,
tenido; preparándose así el terreno para convertirme en anarquista. en pueblos donde no hallaban trabajo alguno y vivían sumidos en la
Desde la edad de diecinueve años á la de veinticinco, tuve que miseria. Los destinados á trabajos forzados se ocupaban en Chitá en
ocuparme en importantes trabajos de reformas, tratar con centenares la construcción de barcas para el Amur — éstos eran los menos desgra-
de hombres en el Amur, disponer y llevar á cabo arriesgadas expedi- ciados, — ó bien en talleres de fundición y en las salinas. Vi algunos
ciones, con medios ridículos por su insignificancia, y otras cosas pare- -de estos últimos en el Lena, haciendo un t r a b a j o tan penoso y sufriendo
cidas; y si todo esto terminó de un modo más ó menos satisfactorio, tales cambios bruscos de temperatura, que á los dos años de tan atroz
sólo lo atribuyo al hecho de que pronto comprendí que, en situaciones faena, estos mártires morían con seguridad de consunción.
graves, el mando y la disciplina prestan bien poca ayuda. Los hombres Más adelante, un número considerable de los mismos se emplearon
de iniciativa hacen falta en todas partes; pero una vez dado el impulso, como peones en la construcción de un camino á lo largo de la costa Sur
la empresa ha de ejecutarse, especialmente en Rusia, no en forma militar, del lago Baikal. Este estrecho lago alpino, de 665 kilómetros de largo,
sino en una especie de modo comunal, por medio del general acuerdo. rodeado de hermosas montañas que se elevan de mil á cerca de dos
Desearía que todos los que fraguan planes de gobierno autocràtico, mil metros sobre su nivel, es lo que separa á Transbaikalia y el Amur
pudieran pasar por la escuela de la vida real, antes de empezar á forjar de Irkutsk; en invierno, aquél puede cruzarse sobre el hielo, y en verano
sus utopias de Estado: entonces se oiría hablar mucho menos que al hay vapores; pero durante seis semanas en la primavera y otras tantas
presente, de proyectos de organización militar y piramidal de la so- en el otoño, el único medio de llegar á Chitá y Kyakhta (yendo á Pekín)
ciedad. desde Irkutsk, es el recorrer á caballo un largo y semicircular camino
Con todo esto, la vida en Siberia se me hacía cada vez menos atrac- á través de montañas de dos y medio á cerca de tres kilómetros de al-
tiva, no obstante haberse unido á mí mi hermano Alejandro, en 1864, tura. Una vez hice este viaje gozando grandemente del soberbio espec-
en Irkútsk, donde mandaba un escuadrón de cosacos. Los dos nos con- táculo que ofrecían las montañas con sus mantos de nieve en el mes
siderábamos felices de vernos juntos; leíamos mucho, y discutíamos de Mayo; pero por lo demás, la cosa no tuvo nada de agradable. Sólo
todas las cuestiones filosóficas, científicas y sociológicas de la época; el trepar trece kilómetros para llegar á la cumbre del paso principal,
pero ambos buscábamos con anhelo una vida intelectual que no se Kaumar-dabán, me costó todo un día, desde las tres de la mañana hasta
encontraba en Siberia. El paso casual por Irkutsk de Rafael Pumpelly las ocho de la noche; nuestras cabalgaduras se caían con frecuencia,
y de Adolfo Bastián — los dos únicos hombres de ciencia que visitaron á causa de la nieve que se fundía, dando con sus jinetes varias veces
nuestra capital en el tiempo que estuve en ella — f u é un verdadero al día en la que, semilíquida, corría bajo la costra medio helada, por lo
acontecimiento para ambos. La vida científica y especialmente la polí- cual se acordó construir un camino permanente á lo largo de la costa
tica de la Europa occidental, de la que oíamos hablar por los periódi- Sur del lago, labrándolo, por decirlo así, en las rocas empinadas y casi
cos, nos atraían, y el volver á Rusia era el tema obligado al que venían verticales que se elevan desde la orilla misma, y salvando con puentes
á parar todas nuestras conversaciones. Finalmente, la insurrección de un centenar de rápidos é imponentes riachuelos que con furia rodaban
los desterrados polacos en 1866 nos abrió los ojos, mostrándonos la falsa de la montaña al lago; en tan duros trabajos se empleaba á los dester-
posición que ocupábamos como oficiales del ejército ruso. rados polacos.
Varias partidas de desterrados políticos rusos fueron mandadas á
VIII. Siberia durante el siglo anterior; pero con esa conformidad con el destino
que caracteriza á los rusos, jamás se rebelaron; dejaban que los mataran
Estaba yo muy lejos, en las montañas de Vilin, cuando los dester- lentamente sin intentar jamás libertarse. Los polacos, por el contrario,
rados polacos, ocupados en excavar un nuevo camino en la roca, en las — dicho sea en su honor, — nunca fueron tan sumisos, y esta vez se
inmediaciones del lago Baikal, hicieron un desesperado esfuerzo para sublevaron abiertamente; era evidente que no contaban con probabi-
romper sus cadenas y abrirse paso para China á través de la Mongolia. lidades de poder triunfar; pero, sin embargo, lo hicieron. Tenían por
Se mandaron tropas contra ellos, y un oficial ruso — á quien llamaré delante el gran lago y á la espalda una cordillera de montañas absolu-
Potaloff — fué muerto por los insurrectos. Me enteré de esto á mi vuelta
después, el oficial desapareció; se oyeron varios tiros repetidos en la
tamente impracticables, más allá de las cuales se extendían los desiertos
floresta, seguidos de desgarradores lamentos; los soldados se lanzaron
de la Mongolia del Norte, á pesar de lo que concibieron la idea de des-
en esa dirección y encontraron al teniente desangrándose en tierra.
armar á los soldados que les custodiaban, forjando al efecto esa arma
Los polacos, después de hacer sus últimos disparos, se rindieron; la
terrible de las insurrecciones polacas — hoces fijas como picas en palos
batalla había terminado y Potaloff estaba muerto. El se hubo de ar-
largos—y abrirse camino atravesando la sierra y la Mongolia, en dirección
rojar, revólver en mano, á la espesura, donde halló varios polacos ar-
á China, donde encontrarían buques ingleses que los recogieran. Un
mados de hoces; disparó sobre ellos su arma precipitadamente, hiriendo
día llegó la noticia á Irkutsk que una parte de esos polacos, que traba-
á uno, é inmediatamente los otros cayeron sobre él.
jaban en el camino de Baikal, habían desarmado una escolta de doce
soldados, declarándose en rebelión; ochenta soldados era todo lo que Al otro extremo del camino, en esta parte del lago, dos oficiales
desde allí se podía mandar contra ellos, los cuales, atravesando el Baikal rusos se condujeron de un modo abominable con los polacos que tra-
en vapor, fueron á buscar los insurrectos al otro lado del lago. bajaban en la misma carretera y no habían tomado parte en el alza-
miento; uno de aquéllos entró furiosamente en la tienda de campaña
El invierno del 66 había sido extraordinariamente triste en Irkutsk; de los desterrados, jurando y disparando su revólver contra esa gente
en la capital siberiana no hay esa distinción entre las diferentes clases inofensiva, hiriendo gravemente á dos de ellos.
que se observa en las grandes poblaciones rusas, y la « sociedad » de
La lógica de las autoridades militares en tales circunstancias era,
aquélla, compuesta de numerosos militares, y empleados, en unión de
que, como un oficial ruso había sido muerto, se hacía necesario ejecutar
las esposas é hijas de los mercaderes y aun de los curas, se reunían du-
á varios polacos; los consejos de guerra condenaron á cinco de ellos á
rante dicha época del año, todos los jueves, en los salones de recepción;
muerte; Szaramowiez, un pianista de treinta años y arrogante figura,
pero este invierno, sin embargo, faltaba la animación en tales fiestas;
que fué el jefe de la insurrección; Celinski, hombre de sesenta, que en
los aficionados no daban juego en las representaciones teatrales, y las
otro tiempo había sido oficial del ejército ruso, y tres más cuyos nom-
mesas del tapete verde, que generalmente florecían en una gran escala,
bres no recuerdo.
arrastraban una lánguida existencia. Era indudable que existía una
seria escasez de dinero en el mundo oficial, y ni aun la llegada de varios El gobernador general telegrafió á San Petersburgo pidiendo auto-
empleados de las minas fué señalada con esa profusión de billetes de rización para aplazar la ejecución de la sentencia, mas no le contestaron;
Banco con que t a n privilegiados personajes comúnmente animaban nos había prometido no pasarlos por las armas; pero después de haber
las noches pasadas en el juego. Como la tristeza no se disipaba, un ca- esperado la respuesta varios días, ordenó se llevara á cabo la sentencia
ballero, que el invierno anterior había sido el niño mimado de Irkutsk, reservadamente, á las primeras horas de la mañana. La contestación
gracias á los cuentos humorísticos que contaba con mucho gracejo, de San Petersburgo vino cuatro semanas después por correo; se dejaba
viendo que el interés en este género de entretenimiento decaía, apeló al gobernador en libertad de obrar, «según su mejor saber y entender ».
al espiritismo como nuevo recurso, y tan buenas trazas se dió, que á Entre tanto, cinco hombres de levantado espíritu habían sido fusilados.
la semana toda la población estaba loca con los espíritus parlantes, La gente decía che la insurrección fué una insensatez, y, sin em-
infundiéndose nueva vida á los que no sabían cómo matar el tiempo. bargo, este valiente puñado de rebeldes obtuvo algo provechoso para
Mesas que hablaban aparecieron en todos los salones, y los amoríos los demás. Las noticias de lo ocurrido llegaron á Europa; las ejecuciones,
marcharon mano á mano con los golpes espirituales. El teniente Po- las brutalidades de los dos oficiales, que se hicieron públicas al ser cono-
talofí tomó desgraciadamente todo esto por lo serio: el espiritismo y cidas las sesiones del consejo, produjeron una conmoción en Austria,
el amor; tal vez fué menos afortunado con el segundo que con el primero; y ésta intervino en favor de sus súbditos que habían tomado parte en
el caso es que, cuando llegó la noticia de la insurrección, pidió ir en la la revolución del 63 y fueron enviados á Siberia. Poco después del alza-
expedición con los ochenta soldados, esperando volver coronado con miento, la suerte de los desterrados se mejoró sensiblemente, lo cual
el laurel de la victoria. se lo debieron á los que se rebelaron, á aquellos cinco hombres bravos
y enérgicos que fusilaron en Irkutsk, y á los que á su lado se levantaron
« ¡Voy contra los polacos — escribió en su diario; — sería tan inte- en armas.
resante ser herido ligeramente! » Para mi hermano y para mí, esta insurrección fué una provechosa
Fué muerto; iba á caballo, al lado del coronel que mandaba la tropa enseñanza; comprendimos lo que significaba el pertenecer bajo cualquier
cuando «la batalla con los insurrectos » — cuya brillante descripción concepto al ejército. Yo estaba muy lejos de allí; pero mi hermano se
puede verse en los anales del estado mayor general — empezó. Los sol- encontraba en la capital, y su escuadrón recibió orden de marchar contra
dados avanzaban lentamente á lo largo del camino, cuando encontraron los insurrectos; afortunadamente, el jefe del regimiento á que mi her-
unos cincuenta polacos, cinco ó seis de los cuales estaban armados de mano pertenecía lo conocía á él bien, y, bajo un pretexto cualquiera,
fusiles y el resto de palos y hoces; éstos ocupaban el bosque, y de tiempo mandó que otro oficial tomara el mando de la parte movilizada del
en tiempo hacían disparos de fusil, á los que contestaban los soldados. escuadrón; de lo contrario, Alejandro, como es natural, se hubiera ne-
Potaloff pidió dos veces permiso al coronel para echar pie á tierra y gado á marchar; y de encontrarme yo allí, hubiese hecho lo mismo.
correr al bosque, á lo que el jefe referido le contestó, bastante incomo-
dado, que permaneciera donde estaba, á pesar de lo enal, un momento Entonces decidimos dejar el servicio militar y volver á Rusia; esto
no era empresa fácil, especialmente por haberse casado Alejandro en vestigios en la realidad. Muchas imaginarias montañas como esas, in-
Siberia; pero al fin, todo se arregló, y en los comienzos del 67 estábamos terceptaban el mapa del Norte de Asia en todas direcciones.
en camino para San Petersburgo. El descubrir los verdaderos principios fundamentales en la dispo-
sición de las montañas de Asia — la armonía de la formación monta-
ñosa — vino á ser ahora una cuestión que absorbió mi atención algunos
años. Durante bastante tiempo los antiguos mapas, y más todavía
PARTE CUARTA. las generalizaciones de Alejandro von Humboldt, quien, después de un
largo estudio de los ríos chinos, había cubierto el Asia de una red de
montañas, corriendo á lo largo de los meridianos y paralelos, me emba-
razaron en mis investigaciones, hasta que al fin vi que aun las genera-
SAN PETERSBURGO. lizaciones de este autor, á pesar de haberme servido de gran estímulo,
no estaban de acuerdo con los hechos.
I. Empezando, pues, por el principio, en una forma puramente in-
ductiva, recolecté todas las observaciones barométricas de viajeros an-
teriores, y de ellas calculé centenares de altitudes; marqué en un mapa
A principios de otoño del 67, mi hermano, con su familia y yo,
de grande escala todas aquéllas, tanto geológicas como físicas, que ha-
nos hallábamos establecidos en San Petersburgo. Entré en la Univer-
bían sido realizadas por diferentes exploradores; los hechos, no las hi-
sidad, y me senté en los bancos entre jóvenes, casi niños, de mucho
pótesis; procurando averiguar qué líneas de estructura responderían
menos edad que yo. Lo que tanto había anhelado durante los últimos
mejor á las realidades observadas. Este trabajo preparatorio me ocupó
cinco años, se había cumplido: podía estudiar; y en conformidad con la
más de dos años, seguidos de meses de profundas meditaciones, á fin
idea de que un conocimiento completo de las matemáticas es la única
de descubrir lo que el confuso caos de diseminadas observaciones quería
base sólida para todo estudio posterior, ingresé en la Facultad físico-
decir; hasta que un día, repentinamente, todo se me hizo claro y com-
matemática, en su sección dedicada á esta última. Mi hermano entró
prensible, como si hubiera sido iluminado por una ráfaga de luz. Las
en la Academia militar de Jurisprudencia, en tanto que yo abandoné
principales líneas de estructura de Asia no se hallan dirigidas de Norte
por completo la milicia, con gran disgusto de mi padre, á quien le repug-
á Sur, ó de Occidente á Oriente, sino que vienen de Sudeste al Nordoeste;
naba hasta la vista misma de un traje de paisano. Ahora, los dos no
así como en las montañas Rocosas y las mesetas americanas, aquéllas
podíamos contar más que con nuestros propios recursos.
del Nordoeste al Sudeste, encontrándose sólo algunas cordilleras secun-
El estudio en la Universidad y un trabajo científico absorbieron darias colocadas en opuesta dirección. Además, las montañas de Asia
todo mi tiempo durante los cinco años posteriores. Un estudiante de no son un conjunto de independientes cordilleras, como los Alpes, sino
la Facultad matemática tiene, por supuesto, mucho que hacer; pero mis que se hallan subordinadas á una meseta inmensa, un viejo continente
estudios previos en el cálculo integral, me permitieron dedicar una parte que en otro tiempo se dirigía hacia el estrecho de Bhering. Altas cor-
de mi tiempo á la geografía, y, además, no había perdido en Siberia dilleras laterales se han elevado á sus costados, y en el transcurso de
el hábito de trabajar con fe. los siglos nuevos terrenos, formados de sedimentos posteriores, han
La Memoria de mi última expedición estaba en prensa, presen- emergido del mar, aumentando por ambos lados la anchura de ese pri-
tándose al mismo tiempo un vasto problema ante mis ojos. Los viajes mitivo espinazo de Asia.
que había hecho por Siberia me habían convencido de que las mon-
tañas que en aquella época figuraban en los mapas del Norte de Asia Pocos placeres hay en la vida humana que igualen al producido
eran fantásticas en su mayoría, y no daban ni remota idea de la estruc- por la aparición repentina de una generalización que ilumina el enten-
t u r a del país. Las grandes mesetas, que son un rasgo tan característico dimiento, después de un largo período de paciente investigación. Lo
de Asia, no habían sido ni aun sospechadas por los que trazaron los mapas. que durante años se presentaba muy caótico, muy contradictorio y muy
E n su lugar, varias grandes cordilleras, tales como, por ejemplo, la problemático, toma de pronto su posición propia dentro de un todo
parte oriental de la de Slanovoi, que aparecía en los mapas como una armónico. Del seno de una confusión enorme de hechos y tras las som-
oruga negra, trepando hacia el Este, ha sido engendrada en los centros bras formadas por una midtitud de conjeturas — desvanecidas casi
topográficos, contrario á las indicaciones y hasta á los planos de ex- al mismo tiempo que creadas — un majestuoso cuadro hace su apa-
ploradores, tales como L. Schwartz. Esas cordilleras no existen en la rición, como la cadena de montañas alpinas emerge súbitamente en
naturaleza. Los nacimientos de los ríos que corren hacia el Océano todo su esplendor de la niebla que momentos antes la ocultaba, brillando
Artico de una parte y al Pacífico de otra, se hallan entrelazados en la bajo los rayos del sol en toda su sencillez y variedad, en toda su gran-
superficie de una gran meseta, teniendo su origen en los pantanos mis- deza y hermosura. Y cuando la generalización se pone á prueba, apli-
mos; pero en la imaginación del topógrafo europeo, las más altas cor- cándola á centenares de hechos separados, que un momento antes habían
dilleras de montañas deben ir asociadas á las fuentes de los grandes parecido ser en extremo contradictorios, cada uno de ellos asume la
ríos, y allí ha dibujado él unos elevados alpes, de los que no hay "ni aun posición que le conviene, aumentando lo impresivo del cuadro, acen T
no era empresa fácil, especialmente por haberse casado Alejandro en vestigios en la realidad. Muchas imaginarias montañas como esas, in-
Siberia; pero al fin, todo se arregló, y en los comienzos del 67 estábamos terceptaban el mapa del Norte de Asia en todas direcciones.
en camino para San Petersburgo. El descubrir los verdaderos principios fundamentales en la dispo-
sición de las montañas de Asia — la armonía de la formación monta-
ñosa — vino á ser ahora una cuestión que absorbió mi atención algunos
años. Durante bastante tiempo los antiguos mapas, y más todavía
PARTE CUARTA. las generalizaciones de Alejandro von Humboldt, quien, después de un
largo estudio de los ríos chinos, había cubierto el Asia de una red de
montañas, corriendo á lo largo de los meridianos y paralelos, me emba-
razaron en mis investigaciones, hasta que al fin vi que aun las genera-
SAN PETERSBURGO. lizaciones de este autor, á pesar de haberme servido de gran estímulo,
no estaban de acuerdo con los hechos.
I. Empezando, pues, por el principio, en una forma puramente in-
ductiva, recolecté todas las observaciones barométricas de viajeros an-
teriores, y de ellas calculé centenares de altitudes; marqué en un mapa
A principios de otoño del 67, mi hermano, con su familia y yo,
de grande escala todas aquéllas, tanto geológicas como físicas, que ha-
nos hallábamos establecidos en San Petersburgo. Entré en la Univer-
bían sido realizadas por diferentes exploradores; los hechos, no las hi-
sidad, y me senté en los bancos entre jóvenes, casi niños, de mucho
pótesis; procurando averiguar qué líneas de estructura responderían
menos edad que yo. Lo que tanto había anhelado durante los últimos
mejor á las realidades observadas. Este trabajo preparatorio me ocupó
cinco años, se había cumplido: podía estudiar; y en conformidad con la
más de dos años, seguidos de meses de profundas meditaciones, á fin
idea de que un conocimiento completo de las matemáticas es la única
de descubrir lo que el confuso caos de diseminadas observaciones quería
base sólida para todo estudio posterior, ingresé en la Facultad físico-
decir; hasta que un día, repentinamente, todo se me hizo claro y com-
matemática, en su sección dedicada á esta última. Mi hermano entró
prensible, como si hubiera sido iluminado por una ráfaga de luz. Las
en la Academia militar de Jurisprudencia, en tanto que yo abandoné
principales líneas de estructura de Asia no se hallan dirigidas de Norte
por completo la milicia, con gran disgusto de mi padre, á quien le repug-
á Sur, ó de Occidente á Oriente, sino que vienen de Sudeste al Nordoeste;
naba hasta la vista misma de un traje de paisano. Ahora, los dos no
así como en las montañas Rocosas y las mesetas americanas, aquéllas
podíamos contar más que con nuestros propios recursos.
del Nordoeste al Sudeste, encontrándose sólo algunas cordilleras secun-
El estudio en la Universidad y un trabajo científico absorbieron darias colocadas en opuesta dirección. Además, las montañas de Asia
todo mi tiempo durante los cinco años posteriores. Un estudiante de no son un conjunto de independientes cordilleras, como los Alpes, sino
la Facultad matemática tiene, por supuesto, mucho que hacer; pero mis que se hallan subordinadas á una meseta inmensa, un viejo continente
estudios previos en el cálculo integral, me permitieron dedicar una parte que en otro tiempo se dirigía hacia el estrecho de Bhering. Altas cor-
de mi tiempo á la geografía, y, además, no había perdido en Siberia dilleras laterales se han elevado á sus costados, y en el transcurso de
el hábito de trabajar con fe. los siglos nuevos terrenos, formados de sedimentos posteriores, han
La Memoria de mi última expedición estaba en prensa, presen- emergido del mar, aumentando por ambos lados la anchura de ese pri-
tándose al mismo tiempo un vasto problema ante mis ojos. Los viajes mitivo espinazo de Asia.
que había hecho por Siberia me habían convencido de que las mon-
tañas que en aquella época figuraban en los mapas del Norte de Asia Pocos placeres hay en la vida humana que igualen al producido
eran fantásticas en su mayoría, y no daban ni remota idea de la estruc- por la aparición repentina de una generalización que ilumina el enten-
t u r a del país. Las grandes mesetas, que son un rasgo tan característico dimiento, después de un largo período de paciente investigación. Lo
de Asia, no habían sido ni aun sospechadas por los que trazaron los mapas. que durante años se presentaba muy caótico, muy contradictorio y muy
E n su lugar, varias grandes cordilleras, tales como, por ejemplo, la problemático, toma de pronto su posición propia dentro de un todo
parte oriental de la de Slanovoi, que aparecía en los mapas como una armónico. Del seno de una confusión enorme de hechos y tras las som-
oruga negra, trepando hacia el Este, ha sido engendrada en los centros bras formadas por una midtitud de conjeturas — desvanecidas casi
topográficos, contrario á las indicaciones y hasta á los planos de ex- al mismo tiempo que creadas — un majestuoso cuadro hace su apa-
ploradores, tales como L. Schwartz. Esas cordilleras no existen en la rición, como la cadena de montañas alpinas emerge súbitamente en
naturaleza. Los nacimientos de los ríos que corren hacia el Océano todo su esplendor de la niebla que momentos antes la ocultaba, brillando
Artico de una parte y al Pacífico de otra, se hallan entrelazados en la bajo los rayos del sol en toda su sencillez y variedad, en toda su gran-
superficie de una gran meseta, teniendo su origen en los pantanos mis- deza y hermosura. Y cuando la generalización se pone á prueba, apli-
mos; pero en la imaginación del topógrafo europeo, las más altas cor- cándola á centenares de hechos separados, que un momento antes habían
dilleras de montañas deben ir asociadas á las fuentes de los grandes parecido ser en extremo contradictorios, cada uno de ellos asume la
ríos, y allí ha dibujado él unos elevados alpes, de los que no hay "ni aun posición que le conviene, aumentando lo impresivo del cuadro, acen T
respecto á la orografía del Turquestan, á la distribución geográfica de
tuando algunos contornos generales ó agregando un inesperado detalle plantas y animales, al papel que representan los híbridos en la pro-
lleno de significación: aquélla gana en fuerza y en extensión; sus funda- ducción de nuevas especies de aves, y á otras cosas de igual interés,
mentos crecen en amplitud y solidez; mientras que á lo lejos, a través y sus observaciones sobre la importancia del apoyo mutuo en el des-
de las distantes gasas que flotan sobre el horizonte, la vista descubre arrollo progresivo de las especies, que he visto como incidentalmente
las siluetas de nuevas y más dilatadas generalizaciones. mencionadas en un par de renglones, al dar cuenta de una conferencia
El que durante su vida haya experimentado una vez este placer suya, dan suficiente muestra de un talento y originalidad poco corrientes;
de creación científica, no lo olvidará jamás; suspirará por renovarlo, pero no poseía la exuberante fuerza de exposición en una forma her-
y no podrá por menos de ver con tristeza que esta clase de goces esta mosa y apropiada, que hubiera podido hacer de él uno de los hombres
reservada á tan pocos, cuando tantos pudieran disfrutar de ella — de ciencia más preeminentes de nuestra época.
en mayor ó menor escala —, tan sólo con que los conocimientos cientí- Miklukho-Maklay, muy conocido en Australia, que hacia el fin de
ficos y el poder disponer del tiempo necesario no fuera el patrimonio sus días vino á ser su país adoptivo, pertenecía á la misma clase de
de una insignificante minoría. hombres; á la de aquellos que han escrito mucho menos de lo que hu-
Considero esta obra como mi principal trabajo científico: mi pri- bieran podido escribir. Era un hombre pequeño y nervioso sufriendo
mera intención fué escribir un gran volumen, en el que las nuevas ideas siempre de malaria, y acababa de volver del mar Rojo cuando lo conocí.
sobre las montañas y mesetas del Norte de Asia fueran robustecidas Partidario de Haeckel, había trabajado mucho sobre los invertebrados
por un examen detallado de cada separada región; pero, en 1873, cuando marinos en sus regiones naturales. Más adelante, la Sociedad Geográ-
comprendí que me prenderían pronto, me limité sólo á preparar un fica logró conseguir que pudiera ir en un buque de guerra á una parte
mapa que manifestara mis ideas, escribiendo al mismo tiempo una Me- desconocida de la Nueva Guinea, donde deseaba estudiar á los salvajes
moria como explicación. Ambos fueron publicados por la Sociedad más primitivos. Acompañado tan sólo de un marinero, lo dejaron en esa
Geográfica, bajo la inspección de mi hermano, cuando ya yo estaba playa agreste, cuyos habitantes tenían la reputación de ser caníbales
en la fortaleza de San Pedro y San Pablo. Peterman, quien entonces terribles. Se construyó una choza para los dos Robinsones, quienes
preparaba un mapa de Asia y conocía mi trabajo preliminar, adapto vivieron año y medio ó más, cerca de una aldea de indígenas, teniendo
mis indicaciones, incluyéndolas en él, las cuales han sido despues acep- con los mismos cordiales relaciones. El conducirse siempre con ellos
tadas por la mayoría de los cartógrafos. El mapa de Asia, tal como de un modo recto y formal, no engañándolos nunca, ni aun en lo más
ahora se comprende, explica, según creo, los principales aspectos físicos mínimo, aun cuando pudiera ser con el mejor de los propósitos, fué la
del gran continente, así como la distribución de sus climas, faunas y base de su línea de conducta, de la cual jamás se apartaba. Cuando pos-
floras, y aun su historia misma. Revelando también, como pude ver teriormente viajaba por el archipiélago Malayo, llevaba en su compañía
durante mi último viaje á América, notables analogías entre la estructura un indígena que había entrado á su servicio bajo la expresa condición
y crecimiento geológico de los dos continentes del hemisferio Norte. de no ser nunca fotografiado; pues los naturales del país, como todos
Muy pocos cartógrafos podrían ahora decir de dónde proceden estos saben, consideran que algo se les quita cuando se les hace un retrato
cambios en el mapa de Asia; pero en ciencia es mejor que las nuevas fotográfico. Un día que el indígena dormía profundamente, Maklay,
ideas se hagan camino independientemente del nombre de su enunciador: que estaba recolectando material antropológico, confesó que estuvo
así, los errores, que son inevitables en toda primera generalización, se tentado de fotografiarlo, con tanto más motivo, cuanto que era un re-
rectifican con más facilidad. presentante típico de su tribu, y jamás hubiera llegado á saberlo; pero,
recordó su promesa, y se contuvo. Al dejar á Nueva Guinea, los indí-
genas le hicieron que prometiera volver; y algunos años después, á pesar
II- de estar bastante enfermo, cumplió su palabra y volvió. Y, sin embargo,
este hombre tan notable sólo ha publicado una parte infinitesimal de
Al mismo tiempo yo trabajaba mucho para la Sociedad Geográfica las observaciones verdaderamente importantes que hizo.
rusa, como secretario de su sección de geografía física.
Gran interés despertaban entonces la exploración del Turquestan Fedchenko, que había hecho extensas observaciones zoológicas en
y del Pamirs: de allí acababa de volver Syenertroff, después de varios Turquestan — en compañía de su esposa Olga, que era naturalista
años de viajes. Gran zoólogo, geógrafo distinguido, y uno de los hombres también —, fué, según acostumbrábamos á decir, un «europeo occi-
más inteligentes que jamás he conocido; él, como otros muchos rusos, dental >>. Trabajó con empeño para dar á luz en adecuada forma los re-
no era aficionado á escribir. Después de hacer una comunicación oral sultados obtenidos; pero, desgraciadamente, perdió la vida al subir á
en una asamblea de la Sociedad, no había medio de inducirle a escribir una montaña en Suiza; rebosando ardor juvenil, después de sus viajes
ni una palabra más, fuera de la revisión de su discurso; asi que, todo por las sierras del Turquestan, y lleno de confianza en sus facultades,
lo que se ha publicado bajo su firma no basta, ni con mucho, para hacer emprendió una ascensión sin guías competentes, y fué víctima de una
justicia al verdadero valor de las observaciones y generalizaciones he- tempestad de nieve. Por fortuna, su viuda completó la publicación
chas por él. Esta repugnancia á escribir los resultados del estudio y la de sus Viajes y creo que un hijo de ambos continúa la obra de sus padres-
observación es, desgraciadamente, cosa común en Rusia. Lo que le 01
También conocí mucho de lo realizado por Prjevalsky, ó mejor
dicho Przewalski, que es como debe escribirse su nombre polaco, á pesar en nuestras Memorias como «permanentemente helado », había sido
de que á él, por su parte, le gustaba aparecer como « patriota ruso >>: recorrido en todas direcciones por varias goletas noruegas: hasta el sitio
era un cazador apasionado, y el entusiasmo con que hizo sus explora- invernal del famoso holandés Barentz, que creíamos oculto para siempre
ciones en el Asia central fué debido, tanto á su deseo de cazar reses á la vista del hombre, por campos de hielo de centenares de años de
de todas clases, como gamos, camellos y caballos salvajes, y otros ani- existencia, fué visitado por esos aventureros del Norte.
males por el estilo, como á su interés por descubrir tierras nuevas y de « Estaciones excepcionales y también un estado anormal del hielo »,
difícil acceso. Al verse obligado á hablar de sus descubrimientos, no fué lo que dijeron nuestros viejos navegantes; pero, por lo menos, para
tardaba en interrumpir su modesta descripción con una entusiasta algunos de nosotros resultaba evidente que, con sus pequeñas goletas
exclamación: «¡Pero cuántas reses había allí! ¡Qué cacería! » Contando y reducidas tripulaciones, los bravos cazadores noruegos que se hallan
con vehemencia de qué modo se encaramó á tal ó cual altura para tener familiarizados con los hielos, se habían atrevido á romper el flotante,
á tiro un caballo salvaje. No bien se hallaba de vuelta en San Petersburgo, que generalmente cierra el paso para aquel mar; en tanto que, los co-
cuando ya estaba proyectando una nueva expedición; procurando, mandantes de los buques de guerra, contenidos ante la responsabilidad
mientras tanto, reunir todos sus recursos y emplearlos en jugadas de Bolsa, del servicio naval, jamás se han arriesgado á hacer otro tanto.
á fin de aumentarlos para dicho objeto. Era el verdadero tipo del ex- Estos descubrimientos despertaron un general interés en las ex-
plorador, por su robusta naturaleza y sus condiciones para poder hacer ploraciones árticas: puede decirse con razón que fueron los cazadores
durante largo tiempo la ruda vida del cazador de la montaña: tal exis- referidos los que abrieron la nueva era de entusiasmo ártico, que dió
tencia era placentera para él; en su primera excursión sólo le acompa- por resultado la circumnavegación de Asia por Nordenskjold, el recono-
ñaron tres amigos, y siempre se mantuvo en excelentes relaciones con cimiento permanente de un paso Nordeste para Siberia, el descubri-
los naturales; sin embargo, como las posteriores tomaron algo de carácter miento del Norte de Greenlandia, efectuado por Peary, y la expedición
militar, empezó desgraciadamente á confiar más en la fuerza de su escolta del Fram, hecha por Nansen. También nuestra Sociedad Geográfica
armada, que en las relaciones pacíficas con los habitantes del país; y empezó á dar señales de vida, nombrándose una comisión que preparara
oí decir, en círculos bien informados que, aunque no hubiera muerto el proyecto de una expedición ártica rusa é indicase el trabajo cientí-
en el momento mismo de ponerse en marcha su expedición alTibet fico que pudiera realizar. Los especialistas tomaron á su cargo el escribir
•— tan admirable y pacíficamente llevada á cabo después por sus com- cada uno un capítulo científico de esta Memoria; pero, como sucede
pañeros Pyentroff, Robarausky y Kozloff —, es muy probable que no con frecuencia, sólo algunos sobre botánica, geología y meteorología,
hubiese vuelto de ella vivo. estuvieron listos á su tiempo; y el secretario de la comisión — esto es,
yo mismo —, tuvo que escribir lo restante. Varios asuntos, tales como
En aquel tiempo existía una considerable actividad en la Sociedad
la zoología marina, las mareas, observaciones del péndulo y el magne-
Geográfica, siendo muchas las cuestiones científicas en que nuestra sec-
tismo terrestre, eran completamente nuevos para mí; pero la cantidad
ción, y en su consecuencia su secretario, estaban vivamente interesados:
de trabajo que un hombre, en buen estado de salud, puede ejecutar
en su mayoría eran demasiado técnicas para hacer de ellas aquí mención;
en poco tiempo, si dedica á él todas sus energías y va derecho á la raíz
pero necesito aludir al deseo que se despertó favorable á los estableci-
de la cuestión, no es posible calcularlo de antemano, y de este modo,
mientos rusos en las costas, las pesquerías y el comercio en la parte
la Memoria se concluyó á tiempo.
rusa del Océano Artico, en esos años. Un comerciante y minero de oro,
siberiano, llamado Sidoroff, contribuyó con sus esfuerzos á que se con- Ella terminaba recomendando una gran expedición ártica, que
siguiera tal resultado; pues había previsto que, con una pequeña ayuda despertara en Rusia un interés constante en todo lo referente á dichas
en forma de escuelas navales, la exploración del mar Blanco y otras regiones; y al mismo tiempo que se efectuara, como preliminar, otra
del mismo género, así como las pesquerías y la navegación rusa, hubieran en una goleta fletada en Noruega, que hiciera un reconocimiento al
podido adquirir un considerable desarrollo. Pero como hasta hace poco, Norte ó Nordeste de Nóvaya Zemlyá, la cual pudiera, según indicamos,
desgraciadamente, necesitaba para realizarse pasar por San Petersburgo, intentar llegar, ó al menos ver, una tierra desconocida, que no debía
y como los altos gobernantes de esa ciudad cortesana, burocrática, li- estar situada á gran distancia de la isla indicada. La probable existencia,
teraria, artística y cosmopólita no era posible que se interesaran por de la cual había sido indicada por un oficial de la armada rusa, el barón
nada provincial, el pobre Sidoroff únicamente consiguió ser ridiculizado. Schilling, en un excelente, pero poco conocido informe sobre las co-
Sólo del exterior podía venir el impulso que llamara la atención de la rrientes en el Océano Artico. Cuando leí este trabajo, así como el viaje
Sociedad de Geografía rusa hacia el extremo Norte del país. de Sutke á Nóvaya Zemlyá, y me hice cargo de las condiciones generales
de esta parte del mar referido, vi desde luego que la suposición tenía
En los años de 1869-71, los intrépidos cazadores de focas noruegos que ser fundada. Debe haber tierra al Nordeste de Nóvaya Zemlyá,
abrieron de un modo completamente inesperado el mar de Kara á la y ha de alcanzar una latitud más alta que la de Spitzberg: la posición
navegación. Con extraordinaria sorpresa nos enteramos un día en la fija del hielo al Oeste de la primera, el fango y las piedras que en él se
Sociedad que aquel mar, situado entre la isla de Nóvaya Zemlyá y la encuentran, y otras varias y pequeñas indicaciones, confirmaban la
costa siberiana, y que confiadamente acostumbrábamos á describir hipótesis. Además, si esa tierra no se hallara allí, la corriente de hielo
que se dirige al Oeste desde el meridiano del estrecho de Behring á
Greenlandia (corriente que arrastró al Fram) llegaría, como con razón
ha observado dicho barón, á alcanzar el cabo Norte, cubriendo las costas
SEi
de Laponia con masas de hielo, del mismo modo que lo hace con la
extremidad Norte de Greenlandia. Dicha corriente, templada solamente
— débil continuación del Gulf Slream —, no podía haber impedido
la acumulación de hielo en la costa Norte de Europa. Esta tierra, como
se sabe, fué descubierta un par de años más tarde por la expedición dentales; ellas son un ^ f l f l S s ^ » ^ y demás aspectos ca-
austríaca, y recibió el nombre de Tierra de Francisco José.
La Memoria ártica tuvo para mí un resultado completamente
imprevisto: se me ofreció la dirección de la expedición de reconocimiento,
ses.- ñ s S S S a í
á bordo de uDa goleta noruega fletada con tal objeto; á lo que contesté,
como es natural, que no había navegado por mar nunca; pero me repli-
caron que combinando la experiencia de un marino con la iniciativa
de un hombre de ciencia, podría hacerse algo de provecho; y yo hubiera
aceptado, á no haber opuesto su veto, al llegar aquí, el ministro de Ha-
cienda, contestando que el Tesoro no podía conceder los setenta y cinco hubiera p o d i ^ ayudarme e:. ta* empresa, e ser * ^ ^ ocupado
ó cien mil francos que se necesitaban para la expedición. Desde aquella
época Rusia no ha tomado parte en las exploraciones de los mares ár-
ticos. La tierra que distinguíamos á través de las brumas subpolares
fué reconocida por Payer y Weyprecht, y los archipiélagos que deben
S 3 S £ » * r e = a a s K
existir al Nordeste de Nóvaya Zemlyá — de lo que estoy ahora^más parajes donde primero debieron a p j j g i to m v g s * ^
firmemente persuadido que entonces —, están aún por descubrir. la primitiva extensión del mar, que sigu >o al p e m M g
un telegrama de i T S a d «. Al mismo
S m e n c a r e c i d a m e n t e que prestara
6
í e S i S t S
E n lugar de unirme á una expedición ártica, fui enviado por la
Sociedad Geográfica á hacer un modesto viaje á Finlandia y Suecia, 3 S teleg^
para explorar los depósitos glaciarios; el cual me arrastró por otra di-
« Gracias encarecidas; pero no puedo aceptar »• _
rección completamente distinta.
La Academia de Ciencias rusa enviaba aquel verano dos de sus III.
miembros — el antiguo geólogo, general Helmersen, y Frederick Schmidt,
el incansable explorador de Siberia — á estudiar la estructura de esas
largas cordilleras de montes, conocidas con el nombre de asar en Suecia
y Finlandia, y con los de eskers, kames y otros en las islas Británicas.
La Sociedad Geográfica me mandó á Finlandia con igual objeto: los tres
visitamos la hermosa cordillera de Pungahárju, separándonos después. tran y el trabajo que realizan están en armoiu* capacidades,
Trabajé bastante durante el verano: viajé mucho por la Finlandia, pa- paciones responden verdaderamente a ^ f ^ ^ o á espe^ar de su
sando luego á Suecia, donde vi correr felices horas en la agradable com- dándoles las s a t i s f a c c i o n e s que todos « derech^ ^ P ^
pañía de A. Nordenskjold. Ya entonces — 1871 — me refirió su pro- trabajo. Los que e ^ u i j c ^ ^ g ^ . cada día trae consigo
yecto para llegar á las desembocaduras de los ríos siberianos, y aun que otros á encontrarse en posicion seme a , n0chc
al estrecho de Behring, por la vía del Norte. De vuelta en Finlandia, nueva cantidad de trabajo, y uno f ¿ J ^ c o r riendo
continué mis investigaciones hasta bien entrado el otoño, y recolecté sin haber terminado l o i H t e r ^ p i d a .
bastante cantidad de observaciones muy interesantes relativas á la gla-
ciación del país: pero también pensé mucho durante este viaje sobre L ^ vida se £ S ^ M ^ U . ^
las cuestiones sociales; y estos pensamientos ejercieron una influencia derar la dirección que toma la t i e m p o que
decisiva en mi desarrollo posterior. Pero ahora, durante mi viaje P « ^ ^ ^ carro fiSandcs
Materiales de importancia de todas clases, relativos á la geografía n S ^ S S S & S S S . ofrecía , geólogo,
de Rusia, pasaron por mi mano en la Sociedad Geográfica, lo que me
sugirió gradualmente la idea de escribir una extensa geografía física
o cuando caminaba, con el martillo al hombro, de una cueva de arena
a otra, podía pensar; y en medio del indudablemente interesante tra- generalizaciones se levantaban ante mis ojos. Vi en un pasado bien
bajo geologico que traía entre manos, una idea que me atraía con mucha remoto, en la aurora misma del género humano, al hielo acumulándose
mas fuerza aún que la geología, se elaboraba con persistencia en mi ano tras ano en los archipiélagos del Norte, sobre Escandinava y Fin-
imaginación. landia. Un crecimiento inmenso de aquél invadió el Norte de Europa,
Vi la inmensa cantidad de trabajo que el campesino finlandés em- extendiéndose lentamente hasta llegar á su parte media; la vida se ex-
plea en roturar la tierra y en romper el barro endurecido, y me dije á tinguía en esa zona del hemisferio Norte, y extremadamente pobre y
mi mismo: « escribiré la geografía física de esta parte de Rusia, y le vacilante, huyó más y más hacia el Sur, ante el soplo helado que venía
diré al agricultor el mejor modo de cultivar el suelo. Aquí, un extractor de esas masas inmensas solidificadas por el frío; y el hombre — mi-
de raices americano sería de gran valor; allí la ciencia indicaría los sis- serable, débil é ignorante — tenía que luchar con todo género de di-
temas mas adecuados de abonos... ¿Pero de qué serviría hablarle de las ficultades para mantener una precaria existencia. Muchos siglos pasa-
maquinas americanas, cuando apenas tiene lo indispensable para poder ron antes que empezara el deshielo, y con él vino el período lacustre,
vivir de una cosecha á otra, cuando la renta que tiene que pagar por en que se formaron en las cavidades innumerables lagos, y una raquí-
ese barro duro crece cada vez más, en proporción á las mejoras que tica vegetación subpolar comenzó tímidamente á invadir los insonda-
introduce en el terreno? Teniendo que roer sus tortas de harina de cen- bles terrenos pantanosos que á aquéllos rodeaban; otra serie de siglos
teno, duras como la piedra, que cuece dos veces al año, comiendo con transcurrió antes de que se iniciara un proceso extremadamente lento
ellas un pedazo de bacalao horriblemente salado y bebiendo un trago de desecación y la vegetación empezara su pausada invasión desde
de leche desnatada, ¿cómo me he de atrever á mencionarle tales má- el Sur; hallándonos en la actualidad en un período de rápida desecación,
quinas, cuando todo lo que puede reunir apenas basta para pagar renta acompañado de la formación de secas praderas y estepas, teniendo el
e impuestos? El necesita que yo viva en su compañía, que le ayude á hombre que buscar los medios de contrarrestarla, pues el Asia central
que sea el dueño ó el libre poseedor de la tierra que ocupa; entonces ha sido ya la primera víctima de una calamidad que amenaza á la Eu-
podra leer libros con provecho, pero no ahora ». ropa del Mediodía.

Y mis pensamientos vagaban entre los campesinos de Finlandia La creencia en una capa de hielo que alcanzase hasta la Europa
y los de Nikolskoye, á quienes había visto últimamente. Ahora son li- central, era en aquel tiempo una verdadera herejía; pero como ante
bres, lo que les place grandemente; pero no tienen prados. De un modo ó mi vista se destacaba un cuadro sorprendente, yo necesitaba descri-
de otro, los grandes terratenientes se han apoderado de todos. En mi birlo con los miles de detalles que en él observé, para que sirviera de
infancia, los Savokins acostumbraban á echar al campo seis caballos clave á la presente distribución de flores y faunas, abriendo nuevos
á pastar durante la noche; los Talkachoffs tenían siete. Ahora esas fa- horizontes á la. geología y geografía física.
milias no tienen más que tres cada una: y otras que antes disponían ¿Pero qué derecho tenía yo á estos goces de un orden elevado,
de esta cantidad, sólo cuentan con uno. ¿Qué puede hacerse sólo con un cuando todo lo que me rodeaba no era más que miseria y lucha por un
miserable caballo? ¡Sin prados no hay caballos ni abonos! ¿ Cómo he triste bocado de pan, cuando por poco que fuese lo que yo gastase para
de hablarles de sembrar hierba, estando ya arruinados — tan pobres poder vivir en ese mundo de agradables emociones, había por necesi-
como Lázaro — y aguardando dentro de algunos años serlo aún más, dad de quitarse de la boca misma de los que cultivan el trigo y no tie-
á causa de disparatadas contribuciones? ¡Qué felices eran cuando les nen suficiente pan para sus hijos? De la boca de alguien ha de tomarse
dije que mi padre les daba permiso para segarla en el pequeño espacio forzosamente, puesto que la agregada producción de la humanidad
abierto que había en su bosque de Kostins! « Vuestros campesinos de permanece aún tan limitada.
Nikolskoye son feroces para el trabajo », es lo que comúnmente' se oía La ciencia es una fuerza inmensa; el hombre debe ilustrarse. ¡Mucho
decir en nuestra vecindad; pero la tierra de pan sembrar que mi madras- sabemos ya! ¿Pero qué sucedería si, aunque no fuera más que ese cono-
tra había tomado de sus terrenos, en virtud de la « ley mínima » — esa cimiento, viniera á ser de la posesión de todos? ¿No progresaría la cien-
clausula diabólica introducida por los dueños de siervos cuando se les cia misma con tal ímpetu, haciendo que la humanidad avanzara tanto
permitió revisar la ley de emancipación —, está ahora cubierta de monte en la producción, inventos y creaciones sociales, que hasta casi im-
bajo, no permitiéndose á los « feroces » trabajadores cultivarla. Y otro posible nos fuera ahora medir la rapidez de tal carrera?
tanto sucede en toda Rusia; aún en aquella época era evidente, y los Las masas necesitan instruirse; tienen voluntad para aprender y
comisionados oficiales lo previnieron de antemano, que la primera co- no les falta capacidad. Allí, en la cresta de ese inmenso promontorio
secha que se perdiera en la Rusia central daría por resultado un ham- que se extiende entre los lagos, como si unos gigantes lo hubieran for-
bre terrible, y ella vino en 1876, en 1884, en 1891, en 1895 y también mado precipitadamente para enlazar ambas orillas, se halla un cam-
en 1898. pesino finlandés, sumido en la contemplación de los hermosos lagos
sembrados de islas que se presentan ante él; ninguno de estos aldeanos,
La ciencia es una cosa excelente; conocí sus goces y pude apre- por pobre y desgraciado que sea, pasará por este lugar sin detenerse
ciarlos, tal vez más que la mayoría de mis colegas; aun ahora, mien- a admirar la escena. O bien allá, á la orilla de un lago, se encontrará
cras contemplaba los lagos y cerros de Finlandia, nuevas y hermosas a otro agricultor cantando algo tan dulce y armonioso, que el mejor de
los músicos >e envidiaría su balada, á c a u s a de™ « z ^ u ^ era objeto por parte del zar de Rusia. Yendo el último en carruaje por
el Neusky Prospekt, vió al otro y le invitó á montar en su vehículo,
que era un égoiste, que no tenía más que un asiento de doce pulgadas
s g S H ^ S S s e e s S K t de ancho para una sola persona, y el general francés refería más tarde,
de qué modo el zar y él, comprimidos el uno contra el otro, tenían que
llevar la mitad del cuerpo en el aire, á causa de lo reducido de aquél.
Basta nombrar á este nuevo amigo, recién venido de Compiégne, para
. dar idea de lo que esa amistad significaba.
Shuváloff sacaba todo el mayor partido posible del actual estado
de ánimo de su señor; preparaba una medida reaccionaria tras otra, y
nes deseosas de libraxse de una u n t a n t e ^ ^ ^ ^ cuando Alejandro manifestaba repugnancia á firmar alguna de ellas,
Por eso contesté negativamente a la Sociedad Oeogranca aquél hablaba de la revolución que se acercaba y de la suerte que cupo
á Luis XVI, implorándole, « por la salvación de la dinastía >>, que fir-
IV. mara las nuevas adiciones á las leyes de represión. A causa de todo
- eso, la tristeza y los remordimientos se apoderaban de tiempo en tiempo
de Alejandro; cuando esto sucedía, se le veía caer en profunda melan-
San P e t e c o ha,
colía y hablar con tristeza de lo brillante que fué el principio de su rei-
nado, y del carácter reaccionario que iba tomando. En tales momentos,
Shuváloff organizaba una cacería de osos; tiradores, alegres cortesanos
y carruajes llenos de muchachas de la servidumbre de palacio, iban
á la floresta de Novgorod; Alejandro, que era buen tirador, mataba un
par de osos, dejando que los animales llegaran á pocos metros de su
rifle, y allí, en medio de la excitación de la fiesta cinegética, obtenía
Shuváloff la firma de su señor para cualquier proyecto de represión, ó
de robo en favor de sus clientes, tramado por él.
j- Alejandro II no era ciertamente un hombre adocenado; pero dos
personalidades distintas moraban en él, ambas fuertemente desarro-
lladas y luchando una contro otra; y este combate interno se fué haciendo
Guerra, había « » « » ^ ^ f ^ S ^ S S B i - I S o i ' aüos para cada vez más vivo con los años. Podía ser de un trato exquisito, y un
S t S S ^ S S S o s ^ período revoiueio- momento después conducirse de un modo brutal; poseía un valor frío
y razonado en presencia de un verdadero peligro, pero vivía en un te-
mor constante de otros que sólo existían en su imaginación. No era
ciertamente cobarde, y esperaba al oso frente á frente; en una ocasión,
cuando el animal no había sido muerto del primer disparo y el hombre
que se hallaba á su espalda con una lanza, al adelantarse, fué derribado
por el oso, acudió el zar en su auxilio, matándolo casi á boca de jarro
(supe esto por el mismo interesado), y, sin embargo, se vió toda su vida
perseguido por temores engendrados en su mente y por la intranqui-
lidad de su conciencia. E r a de maneras afables para con sus amigos;
pero esta bondad se hallaba contrabalanceada por una fría y terrible
crueldad — análoga á la del siglo xvii —, de la que hizo gala al sofocar
juguete, y ellos d o n H n ^ n por el terror i p& ^ ^ ^ la insurrección polaca, y más tarde, en el 8o, cuando se tomaron idén-
hasta tal punto á Ale andró con ei e P f d l i c í a s e re- ticas medidas para dominar el levantamiento de la juventud rusa; cruel-
estallar en San Petersburgo, que si ^ o ^ i p o t e n t e j e r p d em. dad de la que nadie le hubiera creído capaz. Vivía, pues, una doble exis-
trasaba algunos minutos en venir a ^ - ^ ^ ¿ ^ p i t a l ' ? » tencia, y en el período de que hablo firmaba sin dificultad los decre-
tos más reaccionarios y después se arrepentía de haberlo hecho. Hacia
el fin de sus días, esta lucha interna, como se verá más adelante, se
la princesa X, contrajo estrecha lima hizo más activa aún, asumiendo un carácter poco menos que trágico.
á
aide-de-camp de Napoleón H I , aquel h o m b ^ s g e s t r o g ^
En 1872, Shuváloff fué nombrado para la embajada de Inglaterra;
pero su amigo el general Potápoff, continuó la misma política hasta
celebrar en un pequeño restaurant del Neusky Prospekt eran tan degra-
el principio de la guerra turca en 1877; durante todo este tiempo, las dantemente notorias, que una noche el jefe de policía tuvo que inter-
más escandalosas dilapidaciones de la Hacienda pública, así como de venir amenazando al dueño con enviarlo á Siberia si jamás volvía á ad-
los bienes de la corona, de los estados confiscados en Lituania después mitir en su « salón gran duque » á éste. « ¡Imaginad mi perplejidad —
de la insurrección, de las tierras de Barhkir en Oremburgo y otras, se me decía dicho hombre en una ocasión, cuando me enseñaba ese local,
efectuaban en grande escala. Algunas de estas « irregularidades » fueron cuyas paredes y techo se hallaban forrados de gruesos cojines de sa-
posteriormente descubiertas y juzgadas públicamente por el Senado, tén —; de un lado tenía que ofender á un miembro de la familia real,
que actuaba como alto Tribunal Supremo, después que Potápoff per- que podría hacer de mí lo que quisiera, y del otro, el general Trépoff
dió el juicio, y Trépofí fué reemplazado, procurando sus rivales en pa- me prometía mandarme á Siberia! Pero, como es natural, hice lo que
lacio presentarlos á la vista de Alejandro tales como eran. En una de éste me ordenaba, pues, como sabéis, el general es ahora omnipotente r>.
estas investigaciones judiciales se vino á saber que, un amigo de Potá- Otro de los grandes duques se hizo sospechoso por sus costumbres, que
poff había del modo más vergonzoso robado sus tierras á los campesinos pertenecen al dominio de la psicopatía, y un tercero fué desterrado á
de un estado de Lituania, y después, apoyado por sus amigos en el mi- Turquestán, después de haber robado los diamantes de su madre.
nisterio de la Gobernación, consiguió que los aldeanos que pidieron La emperatriz María Alexandrovna, abandonada por su marido,
justicia fueran presos, apaleados bárbaramente, y fusilados por la tropa; y probablemente horrorizada del giro que tomaba la vida de la corte,
siendo esta una de las narraciones de este género más repugnantes qua se hizo cada vez más devota, y pronto cayó en manos del capellán mayor
se encuentran en los anales rusos, á pesar de que en ellos tanto abun- de palacio, representante de un tipo completamente nuevo en la Iglesia
dan robos semejantes. Sólo después que Vera Zasúlich disparó contra rusa: el jesuítico. Este género de clero acicalado y corrompido, realizó
Trépoff, hiriéndole (para vengar el que por orden suya hubieran apa- rápidos progresos en aquella época; ya trabajaba enérgicamente y con
leado á un preso político en la prisión), fué cuando las inmoralidades éxito para convertirse en una potencia del Estado y apoderarse de las
de Potápoff y sus paniaguados llegaron á ser bien conocidas y él despe- escuelas.
dido. Creyéndose que iba á morir, Trépofí hizo testamento, por lo cual
se supo que este hombre, quien había hecho creer al zar que moría po- Se ha demostrado una y otra vez, que el bajo clero en Rusia se halla
bre, á pesar de haber ocupado muchos años el puesto lucrativo de jefe tan ocupado con sus funciones — bautismos, casamientos, administrar
de la policía de San Petersburgo, dejó en realidad á sus herederos una la comunión á los moribundos y otras cosas por el estilo —, que sus
fortuna considerable. Algunos cortesanos se lo participaron á Alejandro II. miembros no pueden dedicarse con provecho á la enseñanza. Aun cuando
Trépofí perdió su crédito, y entonces fué cuando algunas de las indig- le paguen en el pueblo por dar lección de religión y moral en la escuela
nidades del partido de los Shuválofí-Potápoff y Trépoff se presentaron pública, el cura, generalmente, le cede á otro el cargo, por falta de tiempo
ante el Senado. disponible. Sin embargo, el alto clero, explotando el odio de Alejandro I I
hacia el llamado espíritu revolucionario, empezó su campaña para po-
El pillaje á que se entregaban en todos los ministerios, especial- ner mano en las escuelas. « No haya más enseñanza que la eclesiástica»,
mente en relación con los ferrocarriles y toda clase de empresas indus- fué su divisa; y aunque toda Rusia reclamaba educación, ni aun la ri-
triales, era verdaderamente enorme, habiéndose hecho en aquella época dicula é insignificante cantidad de cuatro millones de duros incluidos
inmensas fortunas. La marina, según el mismo emperador dijo á uno anualmente en el presupuesto para las escuelas primarias, llegaban á
de sus hijos, « se hallaba en los bolsillos de unos y otros ». El costo de invertirse por el ministro de instrucción pública, mientras que, casi
los ferrocarriles garantizados por el Estado, era, indudablemente, fa- otro tanto se daba al Sínodo como auxilio para establecer escuelas bajo
buloso, y en cuanto á empresas mercantiles, se sabía públicamente que la dirección de los párrocos, muchas de las cuales existieron y figuran
no había manera de fundar ninguna, á menos que un determinado tanto todavía solamente en el papel.
por ciento sobre los dividendos no se prometiera á varios funcionarios
de los diferentes ministerios. A un amigo mío que intentaba montar V.
una industria en San Petersburgo, le dijeron francamente en el minis-
terio de la Gobernación que tendría que pagar 25 por 100 del producto Cuando dejábamos á Siberia, hablábamos con frecuencia mi her-
neto á una persona determinada, 15 á otra en el ministerio de Hacienda, mano y yo de la vida intelectual que encontraríamos en San Peters-
10 á otra en el mismo ministerio, y 5 por 100 á una cuarta. burgo, y de las interesantes relaciones que esperábamos contraer en los
El trato se hacía sin reserva alguna, teniendo de ello conocimiento círculos literarios, lo que en verdad logramos, lo mismo entre los radi-
Alejandro II; sus propias observaciones escritas en las Memorias del cales que entre los eslavófilos moderados; pero debo confesar que no
interventor general, lo atestiguan bien claramente, pero como veía en llenaron nuestras aspiraciones. Encontramos muchos hombres exce-
los bandidos sus protectores contra la revolución, los mantenía en sus lentes — éstos no son raros en Rusia —; pero no respondían comple-
puestos hasta que los robos producían un escándalo monumental. tamente á nuestro ideal del escritor político; los mejores, como Chernys-
Los grandes duques jóvenes, con excepción del presunto heredero, héusky, Mikháiloff y Lavroff, se hallaban desterrados ó presos en la
más tarde Alejandro III, quien fué siempre un económico pater fami- fortaleza de San Pedro y San Pablo, cual ocurría con Pisareff, en tanto
lias, seguían el ejemplo de su padre; las orgías que uno de ellos solía
que otros, impresionados por lo sombrío de la situación, habían cam- cario todo, si era necesario, y sólo le pedíamos un consejo, una guía,
biado de ideales, inclinándose ahora hacia una especie de absolución alguna ayuda intelectual.
paternal, y los más, á pesar de no haber abjurado de sus ideas, se habían Turguéneff ha exhibido en Humo algunos de esos ex reformadores
hecho tan cautos en expresarlas, que su prudencia tenía visos de deserción. procedentes de las capas más elevadas de la sociedad, y su cuadro es
En el período efervescente del partido reformista, casi todos los verdaderamente desconsolador; pero en las impresionables y apasionadas
que pertenecían á los círculos literarios avanzados habían tenido algu- novelas y trabajos literarios de madame Kohanovskiy, que escribió
nas relaciones, ya con Hérzen ó con Turguéneff y sus amigos, ó bien bajo el seudónimo de « V. Krestauskiy » (no se la debe confundir con otro
con las sociedades secretas Gran Rusa ó Tierra y Libertad, que tenían novelista llamado Vsévalad Krestauskiy), es donde se pueden seguir
en aquel tiempo una existencia próspera, mientras que ahora esos mis- y apreciar los variados aspectos que la degradación de los «liberales
mos hombres hacían cuanto en su mano estaba por ocultar sus anti- del 60» revistió en aquel tiempo.
guas simpatías todo lo más posible, á fin de no aparecer, por ningún « El placer de vivir » — tal vez el de haber sobrevivido á la catás-
concepto, sospechosos. trofe vino á ser su dios desde el momento que la multitud anónima,
Una ó dos de las Revistas liberales que se toleraban en aquel tiempo, que diez años antes constituía el nervio del movimiento reformista se
debido principalmente al gran talento diplomático de sus directores, negaba á oír hablar más de «todo ese sentimentalismo », corriendo á
contenían trabajos excelentes, en los que se mostraba la creciente mi- participar de las riquezas que venían á llenar las manos de los « hombres
seria y la desesperada condición de la masa de los agricultores, haciendo prácticos». .
patentes los obstáculos que se acumulaban en el camino del progreso. Muchos nuevos medios de hacer fortuna habían aparecido desde
La narración de estos hechos bastaba por sí sola para engendrar la de- que se abolió la esclavitud, y las gentes se lanzaban con avidez por tales
sesperación; pero nadie se atrevía á indicar un remedio ni proponer nin- vías; los ferrocarriles se construían con ardor febril en Rusia; á los Bancos
guna acción para salir de un estado de cosas que se consideraba irre- particulares recién fundados, acudían como moscas los terratenientes
mediable. Algunos escritores abrigaban aún la esperanza de que Ale- á hipotecar sus fincas; los notarios y abogados particulares acabados
jandro I I volviera una vez más á asumir el carácter reformista; pero de establecerse en las audiencias, disfrutaban de rentas importantes;
para la mayoría, el temor de ver sus publicaciones suprimidas y al di- las Compañías por acciones se multiplicaban con sorprendente rapidez,
rector y redactores camino del destierro, era una idea que dominaba y sus promotores florecían. Una clase de hombres que anteriormente
á todas las demás. El miedo y la esperanza los tenían igualmente para- hubiera vivido en el campo con la modesta renta de una pequeña pro-
lizados. piedad, cultivada por un centenar de siervos, ó del salario más modesto
Cuanto más radicales habían sido diez años antes, tanto mayor aun de un funcionario civil de poca categoría, ahora hacían fortuna ó
eran sus temores; mi hermano y yo fuimos muy bien recibidos en uno gozaban de tales rentas como las que en tiempos de la servidumbre
ó dos círculos literarios, álos que concurríamos algunas veces; pero desde sólo podían tener los grandes propietarios territoriales.
el momento que la conversación empezaba á perder su carácter trivial, Los gustos mismos de la «sociedad» se iban rebajando cada vez
ó mi hermano, que tenía mucha facilidad para llamar la atención sobre más; la ópera italiana, en otro tiempo foro de las demostraciones radi-
cuestiones interesantes, la dirigía hacia el estado del país, ó respecto cales, estaba ahora desierta; la rusa, que tímidamente venía afirmando
al de Francia, donde Napoleón I I I rápidamente preparaba su caída el derecho de sus grandes compositores, se veía sólo frecuentada por al-
en 1870, era indudable había de ocurrir alguna interrupción: «¿Qué gunos entusiastas aficionados. Ambas eran calificadas de «insípidas »
opináis, caballeros, de la última representación de La bella Elena?* y la crema de la Sociedad de San Petersburgo acudía á un teatro vulgar,
ó «¿Qué os parece tal ó cuál pescado? », preguntaba en alta voz una de donde las estrellas de segundo orden de los pequeños teatros de París
las personas de más edad, y la cuestión seria quedaba cortada. conquistaban fáciles laureles de sus admiradores los oficiales de la guar-
Fuera de los referidos centros, la situación era aún peor en el año 60; dia, ó iba á ver La belle Heléne, que se representaba en la escena rusa,
Rusia, y en particular San Petersburgo, estaba llena de hombres de mientras que nuestros dramáticos se relegaban al olvido. La música
ideas avanzadas, que parecían dispuestos en aquella época á hacer de Offenbach era la preferida, la suprema.
cualquier género de sacrificio por la causa que defendían; «¿qué ha
sido de ellos?, ¿dónde están?», yo me preguntaba; y si tropezaba con
alguno, invariablemente había de oír estas palabras: « ¡Prudencia, joven!
El hierro es más fuerte que la paja. No se puede derribar un muro con H a y que decir, sin embargo, que la atmósfera política era tal, que
la cabeza», y otros innumerables proverbios parecidos, que por des- los hombres de buena voluntad tenían razones, ó al menos excusas
gracia tanto abundan en la lengua rusa, y de los cuales habían for- de consideración para permanecer retraídos. Después de haber dispa-
mado un código de filosofía práctica. — Nosotros ya hemos hecho algo, rado Karakózoff contra Alejandro II, el Abril de 18Ó6, la policía de
no hay que pedirnos más — ó — tener paciencia; esto no puede durar —, Estado se había hecho omnipotente; toda persona sospechosa de « ra-
era todo lo que nos decían, mientras que nosotros, los jóvenes, nos ha- dicalismo », se hubiera ó no metido en algo, tenía que vivir constante-
llábamos dispuestos á renovar la lucha, á acudir á la ac*ion, á sacrifi- mente bajo la amenaza de ser el mejor día arrestada, tan sólo por haber
demostrado alguna simpatía á tal ó cual persona complicada en cues- Katkoff, el jefe del partido reaccionario de Moscou, gran maestro
tiones políticas, ó bien por alguna carta encontrada en un registro en el arte de sacar partido de cualquier acontecimiento político, acusó
nocturno, ó simplemente por sus « peligrosas » opiniones; y la prisión en el momento á todos los radicales y hombres de ideas libres de com-
política podía lo mismo significar años de reclusión en la fortaleza de plicidad en el atentado — lo que indudablemente no era cierto —, in-
San Pedro y San Pablo, que destierro á la Siberia, ó tormentos en los sinuando en su periódico y haciendo que toda la ciudad lo creyera, que
calabozos de aquélla. Karakózoff había sido un mero instrumento en manos del gran duque
Constantino, jefe del partido liberal en los círculos elevados. Puede
Este movimiento de los círculos Karakózoff ha permanecido muy
imaginarse hasta qué punto los dos gobernantes, Shuváloff y Trépoff
poco conocido hasta en la Rusia misma. Yo estaba en aquel tiempo en
explotarían estas acusaciones y los temores que ellos despertaron en
Siberia, y sólo lo conozco de oídas. Parece, sin embargo, que dos co-
Alejandro II.
rrientes distintas se combinaban en él: una de ellas fué el principio de ese
gran movimiento popular que posteriormente tomó tan formidables Mikhael Muravioff, que había conquistado durante la insurrección
dimensiones; en tanto que la otra era principalmente política. Grupos polaca el apodo de Verdugo, recibió órdenes de hacer una investigación
de jóvenes, algunos de los cuales se hallaban en camino de ser brillantes * muy minuciosa y descubrir por todos los medios posibles la conjura
profesores de Universidad, ú hombres notables como historiadores ó cuya existencia se suponía. El, de acuerdo con tales instrucciones, prendió
etnógrafos, se habían formado por el 64, con la intención de instruir á diestro y siniestro en todas las clases de la sociedad, disponiendo
y educar el pueblo, á pesar de la oposición del gobierno; ellos fueron centenares de registros y jactándose de que « encontraría el medio de
como simples artesanos á los grandes centros industriales, fundando hacer á los presos más comunicativos ». No era ciertamente de los hombres
allí sociedades cooperativas y escuelas populares, con la esperanza de que retroceden ni aún ante la tortura, y la opinión pública en San Peters-
que, á fuerza dé tacto y paciencia, podrían llegar á educar á los tra- burgo estaba casi unánime en afirmar que Karakózoff había sido ator-
bajadores, creando así los primeros núcleos de donde mejores y más mentado para obtener de él declaraciones; pero que no hizo ninguna.
elevadas concepciones irradiarían gradualmente entre las masas. Su Los secretos de Estado se guardan bien en las fortalezas, especial-
abnegación era muy grande; considerables fortunas se pusieron al ser- mente en esa gran masa de piedra enfrente del Palacio de Invierno,
vicio de la causa, y me siento inclinado á creer que, comparado con todos que tantos horrores ha presenciado, dados á luz sólo recientemente
los movimientos similares que más tarde tuvieron lugar, este fué el que por los historiadores; allí conserva todavía los secretos de Muravioff;
tal vez se hallaba fundado en una base más práctica, estando, induda- pero lo siguiente tal vez arroje alguna claridad sobre este asunto:
blemente, sus iniciadores bastante próximos á la clase productora. En 1866 yo estaba en Siberia: uno de nuestros oficiales que viajaba
De la otra, guiados por varios miembros de esos círculos, entre los de Rusia á Irkutsk, hacia el fin de aquel año, encontró en uno de los
que se encontraban Karakózoff, Iskútin y sus más íntímos amigos, la ' paradores dos gendarmes, quienes habían acompañado á Siberia á un
acción tomó una dirección determinada. Durante los años que mediaron empleado desterrado por robo, y volvían al punto de partida. El primero,
del 62 al 66, la política de Alejandro I I asumió un carácter decidida- que era un hombre muy campechano, al verlos tomando te en una fría
mente reaccionario; rodeado de los hombres más retrógrados, tomán- noche de invierno, se sentó á su lado, poniéndose á conversar con ellos
dolos como sus inmediatos consejeros, las reformas mismas que con- mientras se cambiaban los caballos; uno de los gendarmes había cono-
stituyeron la gloria del principio de su reinado, eran ahora substituidas cido á Karakózoff.
por leyes adicionales y circulares de los ministros; la vuelta al pasado, « Era un hombre listo, era — dijo él —; cuando estaba en la for-
más ó menos encubierta, era lo que francamente se esperaba en el an- taleza, nos ordenaron á una pareja que se relevaba cada dos horas, no
tiguo campo, no creyendo nadie en aquella época que la reforma prin- dejarle dormir. Así es que lo teníamos sentado en un banquillo, y en el
cipal — la abolición de la servidumbre — pudiera resistir los asaltos momento que empezaba á dar cabezadas, lo sacudíamos para espabi-
dirigidos contra ella desde el mismo Palacio de Invierno. Todo lo cual larlo... — ¿Qué queréis? — preguntaba; y nosotros contestábamos:
debió influir en el ánimo de Karakózoff y su amigos, haciéndoles com- «¡Cumplimos con lo que se nos ordena!... » Y mirad si era vivo: se sentaba
prender que la continuación del reinado de Alejandro I I sería una ame- con las piernas cruzadas, columpiando una de ellas, para hacernos creer
naza, hasta para lo poco que se había conseguido, y que Rusia tendría que estaba despierto, y mientras tanto echaba un sueñecito sin dejar
que volver á los horrores de Nicolás I, si aquél continuaba gobernando. de mover la pierna; pero pronto descubrimos la treta, comunicándoselo
AL mismo tiempo se abrigaban grandes esperanzas—esta es «una his- álos que nos relevaron; de modo que se le sacudía y despertaba de cuando
toria á menudo repetida y siempre nueva » — respecto á las tendencias en cuando, agitara la pierna ó no. « ¿ Y cuánto duró eso? » le preguntó
liberales del heredero al trono y su tío Constantino. Debo también decir mi amigo — Oh, muchos días; más de una semana ».
que, antes del 66, tales temores y consideraciones parecidas se expresaban El carácter Cándido de esta descripción es en sí misma una prueba
frecuentemente en círculos mucho más elevados de los que parece fre- de veracidad; no es posible fuera inventada; y que se torturó á aquél
cuentaba Karakózoff. De todos modos, lo cierto es que éste disparó hasta ese extremo, puede considerarse como indudable.
uñ día sobre Alejandro II en el momento que salía del jardín de verano Cuando ahorcaron á Karakózoff, uno de mis antiguos compañeros
para tomar su carruaje; pero no le dió y fué preso en el acto, del Cuerpo de pajes, se hallaba presente en la ejecución con su regi-
miento de coraceros. « Al sacarlo de la fortaleza — me dijo mi amigo
— y verlo sentado en la alta plataforma del carro, que trepidaba al pasar VI.
por los glacis de aquélla, mi primera impresión fué que lo que conducían
al patíbulo era un muñeco de goma elástica, y que KarakózofE ya había El único punto brillante que vi en la vida de San Petersburgo, fué
muerto. Imaginad que la cabeza, las manos y todo el cuerpo, se hallaba el movimiento que tenía lugar entre la juventud de ambos sexos. Varias
completamente relajado, como si no existieran los huesos, ó como si corrientes convergieron para producir la poderosa agitación, que pronto
éstos hubieran sido todos quebrantados. Era terrible ver aquello y tomó carácter secreto y revolucionario, embargando la atención de
pensar lo que significaba. Cuando los soldados lo bajaron del carro, Rusia durante los quince años posteriores. De ella hablaré en uno de
vi que movía las piernas y hacía desesperados esfuerzos para andar los capítulos siguientes, limitándome ahora sólo á mencionar el movi-
y subir las gradas del cadalso; de modo que no era un maniquí ni se puede miento emprendido á la luz del día por nuestras mujeres, con el objeto
decir que había perdido el conocimiento. Todos los oficiales quedaron de tener acceso á una educación superior, y del cual era San Petersburgo
sorprendidos de aquello que ninguno se acertaba á explicar ». Sin em- en aquella época el centro principal.
bargo, al hacerle observar que tal vez el reo habría sido atormentado, Todas las tardes, la joven esposa de mi hermano, al volver de la
se le subió la sangre al rostro y contestó: « Eso mismo pensamos todos ». escuela normal de maestras á que concurría, tenía algo nuevo que con-
tarnos respecto á la animación que allí se advertía; presentándose pro-
La falta de sueño durante semanas enteras sería por sí solo suficiente
yectos para abrir una academia de Medicina y Universidades femininas;
para explicar el estado en que, aquel hombre tan fuerte desde el punto
organizándose debates sobre las escuelas y métodos de enseñanza rela-
de vista moral, se encontraba en el momento de la ejecución. Yo puedo
cionados con el curso, tomando centenares de mujeres un interés apa-
agregar, por mi parte, que tengo la completa seguridad de que, al menos
sionado en estas cuestiones, discutiéndolas una y otra vez en sus reuniones
en caso determinado, se administraron drogas á un preso de la fortaleza,
privadas. Se formaron sociedades de traductoras, editoras, impresoras
Adrián Salviroff, en 1879. ¿Limitaría Muravioff sólo á esto la tortura?
y encuadernadoras, á fin de proporcionar trabajo á las más pobres de
¿Se le prohibió que pasara más adelante, ó no? Lo ignoro; pero esto al
la hermandad, que afluían á la capital, dispuestas á hacer todo lo que
menos sé: que á menudo oí decir á altos funcionarios en San Petersburgo
se presentara, alentando tan sólo la esperanza de que, también ellas
que en este caso se llegó á apelar al tormento. . algún día podrían adquirir más instrucción. En esos centros reinaba
* '
una vida poderosa y exuberante, contrastando notablemente con lo
que en otras partes vi.
Muravioff había prometido el desarraigar todo elemento radical Desde que el gobierno se mostró resuelto á no admitir mujeres
en San Petersburgo, y todos los que tenían, más ó menos marcados, en las Universidades, ellas habían concentrado todos sus esfuerzos
algunos antecedentes radicales, vivían ahora bajo el temor de caer con el propósito de abrir otras para su uso particular. Se había dicho
el día menos pensado en las garras del opresor, por lo que procuraban, en el ministerio de Instrucción pública, que las jóvenes que habían
sobre todo, vivir alejados de los jóvenes, por miedo de verse envueltos recibido la segunda enseñanza en los Institutos destinados á su sexo
con ellos en alguna peligrosa asociación. De este modo, había una zanja no estaban preparadas para los cursos de la Universidad, á lo cual con-
abierta, no sólo entre los «padres s> y los « hijos », como Turguéneff testaron: « Perfectamente; permitidnos abrir clases intermedias prepa-
lo ha descrito en su novela; no sólo entre las dos generaciones, sino ratorias para la Universidad, é imponednos el programa que más os
también entre todos los hombres que pasaban de treinta años y los que agrade; no pedimos subvención alguna del Estado; dadnos sólo el per-
se hallaban en los veinte. La juventud rusa se encontraba, por consi- miso, y lo demás corre de nuestra cuenta ». Pero, como era de esperar,
guiente, en el caso, no sólo de tener que combatir en sus padres á los aquél no se concedió.
defensores de la servidumbre, sino en el de verse abandonados asimismo Entonces organizaron cursos privados y conferencias de salón en
por sus hermanos mayores, que se negaban á secundarles en sus aspi- todos los barrios de la ciudad. Muchos profesores de Universidad, sim-
raciones hacia el socialismo, y hasta temían prestarles ayuda en la con- patizando con el nuevo movimiento, se ofrecieron á dar lecciones sin
tienda á favor de más libertad política. ¿Ha habido jamás en la Historia retribución alguna, y, á pesar de ser pobres, se mostraron en este punto
— me pregunto á mí mismo — una juventud empeñada en lucha titá- intransigentes. Excursiones de ciencias naturales se efectuaban todos
nica con tan formidable enemigo, que se haya visto tan abandonada, los veranos en las inmediaciones de San Petersburgo, bajo la dirección
no sólo de sus padres, sino aun de sus hermanos mayores, á pesar de de catedráticos de la Universidad, en las que el elemento femenino
que esos jóvenes no hubieran cometido más falta que tomar á pecho estaba en mayoría. En los cursos de matronas, obligaban á los profesores
y procurar llevar á la práctica la herencia intelectual de estos mismos á tratar cada materia con mucha más extensión de la exigida en el
padres y hermanos? ¿Se ha empeñado jamás un combate en condiciones programa, ó á abrir cursos adicionales. De todo, hasta de los detalles
más trágicas que éstas? más insignificantes, se aprovechaban para quebrantar la fortaleza y
penetrar en su recinto. Llegaron á ser admitidas en el laboratorio ana-
tómico del viejo Dr. Gruher, y por su admirable trabajo ganaron á su
causa á tan entusiasta anatómico. Si se enteraban de que un profesor
no tenía inconveniente en dejarlas trabajar en su laboratorio los do-
mingos, y de noche los demás días, al momento aceptaban la oferta.
Al fin, no obstante toda la oposición del ministerio, abrieron los Fué ciertamente un gran movimiento, asombroso por su resultado
cursos intermedios, á los que cambiaron únicamente el nombre, dán- y altamente instructivo; sobre todo, á la ilimitada abnegación de una
doles el de clases pedagógicas. ¿A caso era posible prohibir á las futuras agrupación de mujeres de todas clases y condiciones fué á la que se
madres que estudiaran los sistemas de instrucción? Pero como los de debió el éxito obtenido; habiendo ya servido como hermanas de la ca-
enseñar la botánica ó matemáticas no podían darse á conocer en abs- ridad en la guerra de Crimea, de organizadoras de escuelas después,
tracto, éstas, como otras ciencias, fueron introducidas entre el número de asiduas maestras en los pueblos, y como matronas instruidas y ayu-
de conocimientos de los cursos pedagógicos, que vinieron á ser prepa- dantas médicas entre los campesinos. Más adelante fueron, como me-
ratorios para la Universidad. dicas y enfermeras, á los hospitales invadidos por las fiebres durante
Paso á paso, iban las mujeres, de este modo, ensanchando sus cono- la guerra turca de 1878, conquistando la admiración de los jefes militares
cimientos y afirmando sus derechos. En cuanto tuvieron noticias de que y del mismo Alejandro II. Conozco á dos señoras, ambas muy « buscadas »
en cierta Universidad alemana un profesor determinado abría su clase por la policía de Estado, que sirvieron de enfermeras durante la guerra
á algunas de ellas, otras llamaron á su puerta y fueron admitidas. Es- bajo seudónimos, teniendo como garantía pasaportes falsos; una de
tudiaron Derecho é Historia en Iieidelberg, y matemáticas en Berlín; ellas, la más « criminal » de las dos, que había tomado una parte im-
en Zurich más de cien mujeres, jóvenes y adultas, estudiaban en la Uni- portante en mi fuga, fué nombrada encargada de la enfermería en un
versidad y en la escuela Politécnica, ganando allí algo que vale más gran hospital de soldados heridos, en tanto que su amiga estuvo a
que el grado de doctora en Medicina: el aprecio y la estimación de los punto de morir de fiebre tifoidea; en suma: las mujeres acudieron a
catedráticos más ilustrados, quienes lo expresaron públicamente varias cualquier cosa, por humilde que fuera en la escala social, y sin reparar
veces. Cuando fui á esta última ciudad en 1872 y vine á conocer algunas en privaciones, con tal de poder ser de algún modo útiles al pueblo,
de las estudiantas, me quedé admirado al ver á jóvenes, casi niñas, y esto no en corto número, sino por centenares y miles. Ellas conquis-
que seguían un curso en la escuela Politécnica, resolver intricados pro- taron sus derechos en el verdadero sentido de la palabra.
blemas de la teoría del calor, con ayuda del cálculo diferencial, con
Otro rasgo de este movimiento era que en él la sima entre las dos
t a n t a facilidad como si hubieran estudiado años enteros matemáticas.
generaciones — las hermanas mayores y menores — no existía, ó al
Una de las muchachas rusas que estudió dicha asignatura en Berlín,
menos había sido en gran parte cegada. Las que habían sido las inicia-
en la clase de Weierstsars, llamada Sofía Kovaleuski, llegó á conquistar
doras del movimiento desde su origen, jamás rompieron los lazos fra-
tanta fama como matemática, que fué invitada á ocupar una cátedra
ternales que las unían á las demás, aun cuando las mas modernas tu-
en Stokolmo; siendo ella, según creo, la primera mujer en nuestro siglo
vieran ideas más avanzadas que las suyas.
que ha ocupado tal puesto en una Universidad de hombres. Tan joven
era, que en Suecia todos la llamaban por su diminutivo nombre de Sonya. Animadas por sentimientos levantados, aunque se mantuvieron
ajenas á toda agitación política, nunca cometieron el error de olvidar
A pesar del odio que abiertamente profesaba Alejandro I I á las que su verdadera fuerza se encontraba en las masas de las jóvenes, de
mujeres instruidas — cuando encontraba en sus paseos una joven con las cuales un gran número ingresaron finalmente en los circuios radicales
lentes y gorra redonda garibaldina, empezaba á temblar, pensando si ó revolucionarios. Estas directrices eran la corrección misma; en mi
sería una nihilista que venía á molestarlo —, no obstante la encarnizada concepto lo fueron demasiado; pero no cortaron las relaciones que las
oposición de la policía de Estado, que calificaba á todas las que estu- ligaban con aquellas de las más jóvenes que iban por todas partes como
diaban de revolucionarias, y á pesar de los dardos y de las viles acusaciones nihilistas típicas, con el cabello corto, desdeñando el cnnolm, y reve-
que Katkoff lanzaba contra el movimiento en general en casi todos lando su carácter democrático en todos sus. actos. Y aunque las mas
los números de su envenenado periódico, las mujeres consiguieron, en graves no se confundieron con ellas, y algunas veces hubo rozamientos,
las barbas mismas del gobierno, abrir una serie de Institutos de se- jamás las repudiaron tampoco; cosa importante, según creo, en aquellos
gunda enseñanza. Cuando varias de ellas obtuvieron el grado de tiempos de locas y feroces persecuciones. ^
doctoras en el extranjero, obligaron el gobierno ruso en 1872 á que Parecía como si dijeran al elemento joven y mas democrático:
les permitiera abrir ,una academia de Medicina con sólo sus propios « usaremos nuestros trajes de terciopelo y nuestro clásico peinado, porque
recursos, y cuando aquél llamó á las que estaban en Zurich, para evitar tenemos que tratai con necios que dan á las apariencias una importancia
se relacionaran con los refugiados políticos, alcanzaron que las dejara excepcional; pero vosotras, las jóvenes, quedáis en libertad de proceder
establecer en el país cuatro Universidades femeninas, que pronto lle- según vuestros gustos é inclinaciones ». Cuando las que estudiaban en
garon á tener mil alumnas. Parece como increíble, pero es un hecho real, Zurich recibieron orden del gobierno ruso de volver, estas correctas
que, sin embargo de todas las persecuciones por las que la academia de señoras no rompieron con las que se rebelaban, limitándose a decir
Medicina para la mujer tuvo que pasar, y su clausura temporal, haya al gobierno: «¿No os acomoda que estudiemos aquí? Pues bien; abrid
ahora en Rusia más de seiscientas setenta practicando la medicina. Universidades femeninas en el interior; de lo contrario, nuestras hijas
la capital, y éstas habían entrado por la corriente de las reformas, dis-
irán al extranjero en mayor número aún, y claro es que entrarán en cutiendo las madres con sus hijos cuestiones como las de las escuelas
relaciones con los emigrados políticos »>. Cuando se les acusaba de fo- p o p u l a r e s y Universidades para mujeres. Mi padre as miraba con des-
mentar la revolución y eran amenazadas con el cierre de sus academias precio: mi madrastra y mi hermana menor, Paulina, que no había
y Universidades, contestaban: « Sí, es verdad que muchas estudiantas cambiado, hacían cuanto podían por animarlo; pero a su vez se encon-
se hacen revolucionarias; ¿pero acaso es eso motivo para suprimir la traban también molestas en el nuevo ambiente que las rodeaba.
instrucción? » ¡Qué pocos jefes de partidos tienen el valor moral de no Mi padre nunca había sido muy amable y afectuoso con mi her-
renegar del elemento más avanzado de su misma agrupación política! mano Alejandro; pero éste era incapaz de guardarle r e n c o r : cuando entro
_ El secreto real de su acertada y á feliz término conducida actitud, en la habitación del enfermo, llenándola con la mirada profunda y tierna
fue que ninguna de las mujeres que constituyeron el alma del movimiento de sus grandes ojos azules y con una cariñosa sonrisa que revelaba la
era mera feminista, deseando tan sólo una participación en los privilegios bondad de su corazón, procurando informarse de lo que podía hacer
que disfrutaban las clases superiores en la sociedad y en el estado- lejos para que resultara menos penosa la situación, y ejecutándolo conL t a n t a
de eso, las simpatías de la mayoría de ellas eran á favor de las masas naturalidad como si siempre hubiese estado al lado de mi padre és e
Recuerdo la parte tan activa que la señorita Stásova, la más veterana
s e quedaba admirado; contemplándolo sin p o d e r explicarse bien o
de la agitación, tomó en la cuestión de las escuelas domenicales en 1861; que pasaba. Nuestra visita reanimó aquella casa triste y s ° m b i ^ : la
la amistad que ella y sus compañeras contrajeron con las jóvenes tra- asistencia del enfermo se hizo más llevadera; mi madrastra Paulina,
bajadoras de las fábricas; el interés que se tomaron por ellas y el combate TosTriados mismos cobraron más alientos, y mi padre tocó las conse-
que sostuvieron con sus codiciosos patrones. No he olvidado el mejor
deseo que estas mujeres manifestaron en las academias pedagógicas, CUeI1
en las escuelas de los pueblos y en los trabajos de los pocos que, como Había una cosa, sin embargo, que le intrigaba: hubiera querido
el barón Korff, pudieron durante algún tiempo hacer algo en tal di- vernos venir como hijos arrepentidos, implorando su ayuda; pero cuando
rección, y, finalmente, en el carácter social que palpitaba en todo el intentaba dar ese giro á la conversación, nosotros le interrumpíamos
movimiento. Los derechos por que luchaban, t a n t o las que formaban didendo jovialmente: «No os preocupéis de eso; nos arreglamos m u y
a la cabeza como la gran mayoría de las iniciadas, no era sólo el indi- bien»; lo que hacía aumentar más su preocupación E l hubiese esperado
vidual á una instrucción más superior, sino mucho, bastante más, el una eseenl á la antigua; á los hijos pidiendo Y ^
derecho de ser trabajadoras útiles entre el pueblo, entre las masas. De sintió que esto no ocurriera; pero nos miraba con mas carino Al se
ahí el gran éxito que alcanzaron. ' ararnos los tres nos afectamos mucho; él parecía casi como si temiera
volver á su triste soledad, entre el derrumbamiento de " - s i s t e m a que
durante su vida había procurado sostener; pero Alejandro tenia que
VII. volver á su obligación y yo marchar á Finlandia.
Cuando me llamaron de nuevo de allí á casa corrí a Moscou lle-
E n el transcurso de los últimos años, la salud de mi padre habla gando en el momento que empezaba el servicio religioso en l a m sm
ido de mal en peor, y cuando mi hermano Alejandro y yo fuimos á verlo Iglesia roja donde mi padre fué bautizado, y se entonaron las ultimas
en la primavera del 71, nos dijeron los médicos que las primeras heladas plegar i aT por la memoria de su madre. A medida que el cortejo fúnebre
del otoño se lo llevarían. Había seguido viviendo como antes, en el Sta- recorrí a las calles, cuyas casas me eran t a n familiares en mi infancia
raya Konushennaya, pero en torno suyo todo había variado en este noté que " stas habían cambiado poco, sabiendo, sin embargo, que en
barrio aristocrático: los ricos propietarios de siervos, que en un tiempo
todas ellas había empezado un nuevo regimen de vida.
tanto se distinguían allí, y a no existían; después de haber gastado de
E n la casa que a l t e s perteneció á mi abuela paterna, después a
muy mala manera el dinero de la redención, que recibieron al emanci-
la princesa M i r s ¿ y ahora era del general N. - antiguo v e c m o d e b a r r o ,
parse los siervos, y de hipotecar una y otra vez sus estados en los nuevos
l a b i a única de la familia, mantuvo durante un par de anos na -
Bancos territoriales que engordaban á su costa, se retiraron, al fin, al
I r i b l f l u c h a contra sus buenos,pero obstinados P f ^ ' ^ S j ^
campo ó á alguna capital de provincia, para allí sumergirse en el olvido.
mas no querían dejarla estudiar en los cursos de ^
Sus casas fueron ocupadas por «los intrusos » — comerciantes ricos
y grandes industriales —, en t a n t o que, en el seno de casi todas las se había abierto para las señoras, en Moscou: al i5n < ^ > con
antiguas familias que aun permanecían en el barrio de los Viejos Ca- currir á ellos, llevándola en elegante carruaje, bajo l a ^ m e d i a t a ^
ballerizos, una nueva vida luchaba por abrirse camino á través de las lancia de su madre, quien valerosamente pasaba las'
ruinas de la anterior. Un par de generales retirados que maldecían de en los bancos entre las estudiantas, al lado de su querida h i j a , a pesar
todo lo nuevo, y se consolaban anunciando para Rusia una rápida y de lo c u X d o s años después ésta ingresó en el P - ^ o r e ^ l u c i o n a r i o ,
segura caída bajo el actual orden de cosas, ó algún pariente que casual- fué presa, y pasó un año en la fortaleza de San Pedro y San Pablo
mente le visitaba, eran todos los que ahora acompañaban á mi padre. E n la casa opuesta, los despóticos cabezas de famúia, el conde
De todas las muchas familias con quienes estábamos emparentados y la c o n d e s a ! , s e l l a b a n en ardiente lucha ^
sólo en Moscou durante mi juventud, únicamente dos continuaron en estaban cansadas de la monótona é inútil existencia que >us padres
les obligaban á soportar, deseando unirse á aquellas otras jóvenes que, constante presión de los colonos siberianos hacia el Sur, avanzando
libres y contentas, afluían á los cursos de la Universidad. La contienda más en la Manchuria.
duró varios años; los padres no cedían en lo más mínimo, y el resul-
tado fué que la mayor se envenenó, debido á lo cual, se permitió á la *
* *
otra que siguiera sus propias inclinaciones.
En la inmediata, en que mi familia había vivido un año, cuando En aquella época Zurich estaba llena de estudiantes rusos de ambos
entré en ella con Tchaykóusky, para celebrar allí la primera reunión sexos; la famosa Oberstras, cerca de la escuela politécnica, puede decirse
secreta de un círculo que fundamos en Moscou, en el acto reconocí las que era una parte de Rusia, donde se hablaba su lengua mucho mas
habitaciones, en las que por todas partes hallaba recuerdos de mi in- que todas las otras. Los estudiantes vivían, como lo hacen la mayoría
fancia y rastros de una atmósfera tan distinta de la actual. Ahora per- de los de Rusia, en particular las mujeres, con muy poco: pan y te, al-
tenecía á la familia de Natalia Armfeld; esa simpática «confinada » guna leche y un pedacito de carne preparada sobre una lámpara de espí-
de Kará, á quien Jorge Kennan ha descrito con tanta delicadeza en su ritu de vino, entre animadas discusiones sobre las más recientes noticias
libro sobre Siberia. Y en otra casa próxima á aquella en que mi padre del mundo socialista, ó respecto al último libro leído, era su alimento
había muerto, á los pocos meses de tan triste acontecimiento, recibía ordinario. Los que contaban con más recursos que los necesarios para
yo á Stepniak, vestido de campesino, que se había escapado de una vivir de aquella manera, lo daban para la causa común: la biblioteca,
aldea donde fué detenido por propagar ideas socialistas entre los agri- la Revista rusa que se iba á publicar, y la ayuda prestada a la prensa
cultores. obrera del país. En cuanto al vestido, la más estricta economía se ob-
servaba en tal dirección. Pushkin ha escrito en un verso muy conocido:
Tales eran los cambios que el barrio de los Viejos Caballerizos
«¿Qué no sentará bien á los dieciséis años?» Y nuestras jóvenes resi-
había experimentado durante los últimos quince años: la postrer trin-
dentes en Zurich parecían resueltas á lanzar esta interrogación a los
chera de la antigua nobleza era invadida por las nuevas ideas.
habitantes de la antigua ciudad: «¿Puede haber un traje por sencillo
que sea, que no le caiga bien á una joven, cuando, ademas de los pocos
VIII.
años, es inteligente y llena de energía? »
El año siguiente, al empezar la primavera, hice mi primer viaje De este modo, la pequeña y activa comunidad trabajo mucho
á la Europa occidental. Al cruzar la frontera rusa, experimenté lo que más de lo que nunca lo han hecho los estudiantes desde que las Univer-
todo ruso siente al dejar á la madre patria. Mientras que el tren corre sidades existen, y los catedráticos de dicha ciudad no se cansaban jamas
por territorio ruso, á través de las poco pobladas provincias, parece ccmo de mostrar el progreso realizado por las mujeres en la Universidad,
si se caminara por un desierto; centenares de kilómetros están cubiertos á fin de que sirviera de ejemplo á los varones.
de monte bajo que apenas merece el nombre de bosque; aquí y allá,
la vista descubre una pequeña y pobre aldea enterrada entre la nieve,
ó un camino vecinal impracticable, estrecho y cenagoso. De pronto,
todo cambia, tan luego como el tren penetra en Prusia, con sus limpios Durante muchos años había yo anhelado conocer detalladamente
pueblos y granjas, sus huertas y sus buenas carreteras, haciéndose el todo lo que se refería á la Asociación Internacional de Trabajadores;
contraste cada vez mayor, á medida que se penetra en Alemania; hasta los periódicos rusos aludían á ella con frecuencia en sus columnas pero
el triste Berlín parece animado, si se le compara con nuestras ciudades no se les permitía hablar de sus principios ni del trabajo que efectuaba,
rusas. f^j yo presentía que debía ser un movimiento de importancia, lleno de por-
¡Y qué diferencia de clima! Dos días antes había dejado á San venir- pero no podía apreciar bien sus aspiraciones y tendencias y ahora,
Petersburgo densamente cubierto de nieve, y ahora, en el centro de que estaba en Suiza, determiné satisfacer mis deseos.
Alemania, andaba sin sobretodo por los andenes del ferrocarril, en La Asociación se hallaba entonces en la cúspide de su desarrollo.
una atmósfera templada, admirando las plantas que empezaban á flo- Grandes esperanzas se habían despertado en los anos que mediaron
recer. Después vino el Rhin, y más adelante Suiza, bañada por los rayos del 40 al 48 en el corazón de los trabajadores europeos; sólo ahora em-
de un hermoso sol, con sus pequeños y curiosos hoteles, donde se sirvió pezamos á comprender la formidable cantidad de l i t e r a t u r a s o c i a l s t a
el almuerzo al aire libre, á la vista de las montañas cubiertas por la que se puso en circulación en aquellos anos por los partidarios de estas
nieve. Hasta ese momento, jamás me había hecho completamente ideas, de todas las denominaciones, socialistas cristianos socialistas de
cargo de lo que significa la posición Norte de Rusia, y de qué modo su estado, furieristas, sansimonianos, owenistas y otros; y solo actualmente
historia ha sido afectada por el hecho de que sus centros principales comenzamos á apreciar la profundidad de este movimiento, al descu-
hayan tenido que desarrollarse en altas latitudes, tan al Norte como brir hasta qué punto mucho de lo que nuestra generación ^ conside-
las orillas del golfo de Finlandia; sólo entonces pude comprender bien rado como ¿1 producto de un trabajo intelectual contemporáneo estaba
la irresistible atracción que las tierras del Sur han ejercido en los rusos, ya desarrollado y dicho - á menudo con más penetración _ durante
los esfuerzos colosales que han hecho para llegar al mar Negro, y la aquellos años. Los republicanos entendían entonces bajo el nombre de
« república » algo muy distinto de la organización democrática del go-
cía cada vez con más rapidez en Europa; y si el movimiento no se hu-
bierno capitalista que ahora se conoce con ese nombre. Cuando habla-
biera visto detenido en su marcha por la guerra franco-alemana, gran-
ban de los Estados Unidos de Europa, entendían por ello la fraterni-
des cosas hubiesen probablemente sucedido en esta parte del mundo,
dad de los trabajadores, las armas é instrumentos de guerra conver-
modificando en gran manera el aspecto de nuestra civilización, y ace-
tidos en herramientas de trabajo, que deberían ser manejadas por to-
lerando indudablemente el progreso humano. Pero la victoria com-
dos los miembros de la sociedad en beneficio de la masa entera; « el
pleta de los alemanes trajo condiciones anormales; detuvo por un cuarto
hierro vuelve al trabajador », como decía Pierre Dupont en uno de sus
de siglo el desarrollo regular de Francia, y arrojó á toda Europa en
cantos. No sólo significaban tales ideas el reinado de la igualdad en lo
referente al derecho penal y político, sino en particular la igualdad un período de militarismo en el que aun vivimos en la época actual.
económica también.. Los mismos nacionalistas vieron en sus ensueños

á la Joven Italia, á la Joven Alemania y á la Joven Hungría tomar * *
la iniciativa en radicales reformas agrarias y económicas.
La derrota de la insurrección de Junio en París, la de Hungría por Soluciones'parciales de todas clases de la gran cuestión social, cir-
los ejércitos de Nicolás I, y la de Italia por los franceses y austriacos, culaban profusamente entre los trabajadores: cooperación, asociacio-
y la espantosa reacción política é intelectual que siguió por todas par- nes de producción sostenidas por el estado, Bancos populares, crédito
tes en Europa, destruyó totalmente aquel movimiento; su literatura, gratuito, y otras cosas de la misma índole. Cada una de estas solucio-
sus obras, sus mismos principios de revolución económica y fraternidad nes era presentada, primero á las secciones de la Asociación, y después
universal, fueron completamente olvidados, perdidos, durantelos veinte á las asambleas de las federaciones locales, comarcales, nacionales, e
años posteriores. internacionales, donde se discutían apasionadamente. Cada congreso
anual de la Asociación, marcaba un nuevo paso hacia adelante en el
Sin embargo, una idea ha sobrevivido; la de una hermandad inter- desenvolvimiento de ideas relativas al gran problema social, que se le-
nacional de todos los trabajadores que unos pocos emigrados france- vanta ante nuestra generación pidiendo ser solucionado. La cantidad
ses continuaron propagando en los Estados Unidos, y los partidarios de cosas inteligentes que .se dijeron en esas asambleas y congresos, y
de Roberto Owen en Inglaterra. La inteligencia á que se llegó por algu- las ideas científicamente correctas y profundamente pensadas que en
nos trabajadores ingleses y unos cuantos franceses que fueron como ellos circularon — todo obra del trabajo intelectual colectivo de los tra-
delegados á la Exposición internacional de Londres de 1862, vino á ser bajadores — aun no ha sido lo bastante apreciado; pero no hay exaje-
el punto de partida de un formidable movimiento, que pronto se espar- ración en decir que todos los proyectos de reconstrucción social que
ció por toda Europa, incluyendo varios millones de trabajadores. Las están ahora en boga, bajo el nombre de « socialismo científico », ó « anar-
esperanzas que habían estado adormecidas durante veinte años, se des- quismo », tuvieron su origen en las discusiones y memorias de los di-
pertaron una vez más, cuando se llamó á los trabajadores á que se unie- ferentes congresos de la Internacional. Los pocos hombres instruidos
ran, « sin distinción de creencias, sexo, nacionalidad, raza ó color ¡>, que se unieron al movimento, no hicieron más que dar forma practica
para proclamar que « la emancipación de los trabajadores debe ser obra á los juicios y aspiraciones que se habían expresado e n l a s secciones,
de los mismos », y echar el peso de una fuerte y unida organización y posteriormente en los congresos, por los mismos trabajadores.
internacional en la evolución del género humano; no en nombre del
amor y la caridad, sino en el de la justicia, en el de la fuerza que re- La guerra del 70 al 71 había entorpecido el desarrollo de la Asocia-
presenta una agrupación de hombres impulsados por un conocimiento ción pero no lo detuvo: en todos los centros industriales de Suiza exis-
razonado de sus propias aspiraciones y deseos. tían'secciones de la Internacional, numerosas y animadas y miles de
trabajadores acudían á sus mitins, en los que se declaraba la guerra
Dos huelgas ocurridas en París el 68 y el 69, más ó menos soste- al actual sistema de propiedad privada de la tierra y las fabricas, pro-
nidas con pequeños auxilios enviados del exterior, especialmente de clamándose el próximo fin del sistema capitalista Se celebraron congre-
Inglaterra, aunque en el fondo eran insignificantes, y las persecuciones sos regionales en varios puntos del país, y en todos ellos fueron discu-
que el gobierno imperial francés dirigió contra la Internacional, vinieron tidos los más arduos y difíciles problemas de la presente organización
á ser el origen de un movimiento inmenso, en el cual se proclamó la social, con tal conocimiento de causa y tanta profundidad de ideas
solidajiedad de los trabajadores de todas las naciones, frente á las riva- que alarmaron á la clase media más aún de lo que lo había hecho el nu-
lidades de los estados: la idea de la unión internacional de todos los mero de adherentes que formaban las secciones o grupos de la Inter-
oficios, y de la lucha contra el capital, con ayuda del auxilio interna- nacional. Las rivalidades y prevenciones que hasta entonces habían
cional, arrastraba en pos de sí hasta á los más indiferentes. El movi- existido en Suiza entre los oficios privilegiados (relojeros y plateros) y
miento se extendió como un reguero de pólvora en Francia, Italia y los comunes (tejedores y otros) que fueron motivo á impedir una ac-
España, sacando á luz un gran número de trabajadores inteligentes, ción común en las luchas entre el capital y el trabajo, iban desapareciendo.
activos y abnegados, y atrayendo hacia sí algunos hombres y mujeres, Los trabajadores afirmaban, cada vez con más insistencia y mayor con-
decididamente superiores, procedentes de las clases más cultas y aco- vencimiento, que de todas las divisiones existentes en la moderna socie-
modadas. Una fuerza, cuya existencia jamás se había sospechado, cre- dad, la más importante es la que separa á los dueños del capital, de
donde pelearon los suizos por su independencia, y las altas torres de la
aquellos que vienen al mundo sin recursos, viéndose condenados á no
ser mas que productores de una riqueza que sólo disfrutan los menos. antigua ciudad, teatro de tantas luchas religiosas.
Italia, especialmente el centro y Norte de la misma, estaba sem- La literatura socialista nunca ha sido rica en libros; dedicada á
brada de grupos y secciones de la Internacional, en los cuales la uni- los trabajadores, para quienes la moneda de cobre es dinero, su fuerzai
dad italiana, por la que tanto se había combatido, era calificada de mera principal estriba en sus pequeños folletos y sus periódicos. Además, el
ilusión. Se llamaba á los trabajadores á que hicieran la revolución en que busca alguna información en los libros respecto á socialismo, encuen-
provecho propio, á tomar la tierra para los campesinos y las fábricas tra en ellos poco de lo que más necesita. Es verdad que contienen las
para los obreros, aboliendo al mismo tiempo la opresiva y centralizada teorías de los argumentos científicos en favor de las aspiraciones socia-
organización del estado, cuya misión histórica fué siempre proteger listas, pero no dan idea de cómo las aceptan los trabajadores ni de que
y mantener la explotación del hombre por el hombre. modo podrían llevarse á la práctica. No queda otro recurso que tomar
colecciones de periódicos y leerlos por completo, lo mismo las noticias
E n España, una organización semejante se extendía por Cataluña,
que los artículos de fondo, más aún, si cabe, las primeras que los últi-
Valencia y Andalucía, ayudada y sostenida por las potentes uniones
mos. Un mundo completamente nuevo de relaciones sociales y modos
de oficios de Barcelona, que ya habían introducido la jornada de ocho
de pensar y de proceder se revela por estas lecturas, que permiten ver
horas en los pertenecientes á la construcción de edificios. No bajaban
el fondo de lo que no puede hallarse en otra parte, esto es, la profundi-
de ochenta mil los miembros de la Internacional que cotizaban regu-
dad y la fuerza moral del movimiento, el grado en que están los hom-
larmente en el país, comprendiendo entre ellos el elemento activo é in-
bres imbuidos en las nuevas teorías, y su disposición para obrar de con-
teligente de la población, que al negarse á tomar parte en las intrigas
formidad y sacrificarse por ellas. Toda discusión respecto á la imprac-
políticas durante los años 71 y 72, había conquistado en alto grado
ticabilidad del socialismo y la necesaria lentitud de la evolucion, son
las simpatías de las masas. Los trabajos de sus congresos comarcales
de poco valor, porque la velocidad de ésta sólo puede ser juzgada por
y nacionales, y los manifiestos que publicaron eran modelos de lógica
medio de un profundo conocimiento del ser humano, de cuyo desen-
y severa crítica de lo existente, así como una exposición admirable-
volvimiento nos venimos ocupando. ¿Pero cómo se puede apreciar una
mente luminosa de los ideales del proletariado.
suma sin cojiocer sus componentes?
E n Bélgica, Holanda y aun en Portugal, el mismo movimiento se
generalizaba, habiendo ya atraído al seno de la asociación el mayor Mientras más leía, más me hacía cargo de que tenía ante mis ojos
número y los mejores elementos de los mineros de carbón y tejedores un mundo nuevo, desconocido para mí, y totalmente también para los
belgas. E n Inglaterra, las uniones de oficios, á pesar de sus tendencias fundadores de teorías socialistas, mundo que sólo podía conocer vi-
conservadoras, se habían asociado también al movimiento, al menos viendo en la Asociación de los Trabajadores y estando en constante
en principio, y sin declararse francamente á favor del socialismo, se contacto con ellos, por cuya razón decidí hacer esa clase de vida un
hallaban dispuestas á sostener á sus hermanos del continente en su par de meses; mis amigos rusos me animaron, y á los pocos días de
lucha contra el capital; sobre todo en las huelgas. En Alemania, los so- estancia en Zurich marché á Ginebra, que entonces era un gran centro
cialistas habían concertado la unión con los numerosos partidarios de del movimiento internacional.
Lassalle, fundándose así las bases de un partido socialista democrático:
Austria y Hungría seguían igual sendero; y á pesar de no ser entonces
posible en Francia ninguna organización internacional, tras la derrota
de la Commune y la reacción que vino después (habiéndose promulgado El lugar donde las secciones de dicha ciudad acostumbraban a reu-
leyes draconianas contra los partidarios de la Asociación), todo el mundo nirse, era el espacioso Templo Masónico; más de dos mil hombres po-
estaba, sin embargo, persuadido de que tal período de represión no dían reunirse en su gran salón en las asambleas generales, en tanto
sería duradero, y pronto podría Francia volver á ingresar en el movi- que todas las noches las secciones de todos los oficios y los comités de
miento general y ocupar en él un lugar prominente. las mismas celebraban sus sesiones en las salas laterales, en las que
también se daban clases de historia, física, mecánica y otras materias.
Cuando vine á Zurich, entré en una de las secciones de la Asocia- Allí se proporcionaba enseñanza libre á los trabajadores por los hom-
ción Internacional de Trabajadores, preguntando á mis amigos rusos
bres de la clase media, pocos, muy pocos en verdad, que se habían unido
dónde podría informarme más detalladamente respecto al gran rena-
al movimiento, y cuya mayoría estaba compuesta de emigrados france-
cimiento que se operaba en otros países. « Lee », fué su contestación,
y mi cuñada, que estaba entonces estudiando allí, me dió un gran nú- ses procedentes de la Commune. Aquello era una Universidad popular,
mero de libros, y colecciones de periódicos que comprendían los dos al mismo tiempo que un foro del pueblo.
últimos años; á su lectura dediqué los días y las noches, recibiendo Uno de los jefes principales del movimiento en el Templo referido,
una impresión tan profunda, que no hay nada que pueda borrar; ha- era un ruso llamado Nicolás Ootin, hombre vivo, inteligente y activo;
llándose asociado en mi mente el despertar de un torrente de nuevas pero el alma de todo era una señora rusa, en extremo simpática, a quien
ideas, con el recuerdo de un cuartito limpio y aseado en el Oberstrass, todos los trabajadores conocían con el nombre de Madama Olga, que
desde cuya ventana se veía el lago azul, y en el fondo las montañas era la que animaba la sociedad é influía en todas sus determinaciones.
Ambos me recibieron cordialmente, me pusieron en contacto con los una carga en los pobres ingresos del trabajador europeo, y son muchos
hombres más notables de cada sección de oficio, y me invitaron á pre- los que hay que desembolsar cada semana: la frecuente asistencia a los
senciar las reuniones de éstas. Así lo hice, pero prefería estar solo con mitins representa también un sacrificio, pues si para nosotros puede
los trabajadores mismos: tomando un vaso de vino áspero en una de ser un placer el pasar allí un par de horas, para aquellos cuya jornada
las mesas del salón, acostumbraba á sentarme allí todas las noches de trabajo empieza á las cinco ó las seis de la mañana, esas horas hay
entre los obreros, y pronto entablé amistad con varios de ellos, espe-
cialmente' con un cantero de Alsacia, que había abandonado á Fran- nue robarlas al descanso del día.
cia después de la insurrección de la Commune. Este tenía hijos, próxi- En esta abnegación del obrero encontré el mayor de los reproches:
mamente de la misma edad de los dos que mi hermano había perdido vi lo ávido de instrucción que está aquél, y que pocos son, desgracia-
tan repentinamente algunos meses antes, y por la mediación de aqué- damente, los que se hallan dispuestos á dársela; comprendí la necesi-
llos me puse fácilmente en relaciones con la familia y sus amigos; pudiendo dad que tienen las masas trabajadoras de ser ayudadas por hombres
de este modo seguir la agitación desde su mismo fondo, y conocer la instruidos y que puedan disponer del tiempo necesario, en sus esfuer-
manera de apreciarla de los trabajadores. Eos para extender y desarrollar la organización. ¡Pero que pocos eran
los que acudían á prestar su concurso, sin la intención de sacar partido
Estos habían fundado todas sus esperanzas en el movimiento in- de esta misma impotencia del pueblol Cada vez fui más y mas cono-
ternacional; obreros de todas las edades concurrían al local mencionado, ciendo que debía hacer causa común con los desheredados. Dice btep-
después de su larga jornada de trabajo, á recoger la poca instrucción niak en su Carrera de un nihilista, que todo revolucionario tiene cierto
que podían allí adquirir, ó á escuchar á los oradores, que les prome- momento en su vida en que un acontecimiento, por insignificante que
tían un gran porvenir, basado en la posesión en común de todo lo que sea lo ha hecho dedicarse por entero á la causa de la revolución. Conozco
el hombre necesita para la producción de la riqueza, y en la fraternidad ese momento; me he encontrado en él después de una de las asambleas
de todos los hombres, sin distinción de casta, raza ó nacionalidad. To- en el Templo Masónico, en cuyo instante sentí con mayor intensidad
dos confiaban que una gran revolución social, fuera ó no pacífica, ven- que nunca la dolorosa impresión causada por la cobardía de los hombres
dría pronto á cambiar totalmente las condiciones económicas; ninguno cultos, que vacilan en poner sus conocimientos, su ilustración y su
deseaba la guerra de clases; pero todos decían que, si los privilegiados energía al servicio de aquellos que con t a n t a necesidad la reclaman.
la hacían inevitable, á causa de su ciega obstinación, tendría que darse < Aquí hay hombres — me decía yo á mí mismo - que tienen concien-
la batalla, con tal de que trajera el bien y la libertad para las explo- cia de su esclavitud, y que trabajan por libertarse de ella; ¿ pero quien
tadas masas. les ayuda? ¿Dónde están los que han de venir á servir a las masas y no
Se necesita haber vivido entre los trabajadores en aquella época á utilizarlas en su provecho? »
para formarse idea del efecto que el rápido desarrollo de la Asociación & Gradualmente, sin embargo, la duda empezó a surgir en mi mente
produjo en sus imaginaciones, la confianza que en ella depositaron, respecto á la importancia de la agitación fomentada en el local refe-
el amor con que hablaban de la misma y los sacrificios que hicieron rido. Una noche, un abogado muy conocido de Ginebra, el Sr. A , vino
en su obsequio. Todos los días, semana tras semana y año tras año, mi- á la asamblea, manifestando que si hasta entonces no había entrado
les de trabajadores daban su tiempo y su dinero, aun pasando necesi- á formar parte de la Asociación, era por tener que arreglar antes sus
dades, con objeto de sostener la vida de cada grupo, ayudar á la publi- asuntos particulares; pero que, una vez esto terminado, venia a ingresar
cación del periódico, atender á los gastos del congreso y prestar auxi- en el movimiento popular. Tan cínica declaración me produjo un efecto
lio al compañero que sufría por causa de la organización, no faltando deplorable, y cuando se lo comuniqué á mi amigo el cantero, el me ex-
jamás á los mitins y manifestaciones. Otra cosa que me impresionó plicó que, habiendo sido derrotado este caballero en las pasadas elec-
profundamente fué la influencia que ejerció la Internacional en la ele- ciones, en las que esperaba ser sostenido por el partido radical con-
vación de los caracteres: la mayoría de los internacionales casi apenas fiaba triunfar ahora, gracias al voto de los trabajadores. «Aceptamos
probaban la bebida, y todos habían renunciado al tabaco. «¿A qué he los servicios de esas gentes por el momento - dijo en conclusión m
de mantener, decían, esa debilidad? » Y lo ruin y trivial desaparecía amigo - ; pero cuando venga la revolución los arrojaremos todos al
para dejar el paso franco á las grandes y elevadas inspiraciones.
a6U
T.os extraños nunca comprendían los sacrificios que llevaban á Tras esto, se celebró un gran mitin, convocado precipitadamente,
cabo los trabajadores á fin de sostener viva la agitación. No era poco para protestar, según se dijo, contra « las calumnias » del Journal de
el valor moral que se necesitaba para ingresar públicamente en una Genéve, por haberse atrevido á decir este órgano de las clases conser-
sección de la Internacional, desafiando el descontento del patrón y expo- vadoras- que algo se tramaba en el Templo Masónico preparándose
niéndose á ser despedido á la primera oportunidad; sufriendo después los constructores de edificios á hacer otra huelga general como la r e a l -
largos meses sin trabajo, como ocurre con frecuencia. Aun bajo las zada en el 69. La asamblea, presidida por los jefes, fue numerosa; a ella
más favorables condiciones posibles, el pertenecer á una unión de ofi- concurrieron miles de trabajadores, y Ootin pidió aprobaran una pro-
cio ó á cualquier partido avanzado, exige una serie de no interrumpidos posición, cuyos términos me parecieron bien extraños; en ella se hacia
sufrimientos. Hasta los céntimos dados para la causa común imponen constar una protesta de indignación contra la suposición inofensiva
PEDRO K R O P O T K I N E

de que los obreros iban á declararse en huelga. « ¿ Por qué ha de con-


siderarse eso como una calumnia? — me preguntaba yo á mí mismo.
— ¿Es acaso un crimen el paro? » Ootin, después de un precipitado dis- tas centralizadas y organizadas piramidalmente de los pasados tiempos,
curso, terminó diciendo: « si aprobáis, ciudadanos, esta proposición introdujeron las mismas nociones en la Asociación de los Trabajadores.
la enviaré, desde luego, á la prensa »; y ya se disponía á dejar la tribuna' Además de los consejos federales y nacionales, se nombró uno gene-
cuando alguien observó que no estaría demás el que se discutiera; y en- ral con residencia en Londres, destinado á servir como especie de inter-
tonces, los representantes de todas las secciones de la Unión de Cons- mediario entre los de las diferentes naciones. Marx y Engels eran los dos
tructores de Edificios hicieron uso de la palabra sucesivamente, mani- inspiradores de éste; pero pronto se cayó en la cuenta de que el mero
festando que los jornales habían bajado tanto en poco tiempo, que casi hecho de tener semejante organismo central se tornaba en fuente de
era imposible vivir sólo con ellos, y que, como con la entrada de la pri- verdaderas dificultades. No contentándose el consejo general con el
mavera se presentaba bastante trabajo á la vista, pensaban aprovecharse papel de centro de correspondencia, intentó dirigir el movimiento, apro-
de ello para pedir un aumento, dispuestas á recurrir á la huelga gene- bando ó censurando los actos, no sólo de las federaciones locales y sec-
ral, en caso de no ser atendidos. ciones, sino hasta de los mismos individuos. Cuando empezó en París
Aquello me disgustó sobremanera, y al siguiente día reproché aca- la insurrección de la Commune — no pudiendo hacer los jefes más que
loradamente á Ootin por su conducta. « Como jefe — le dije —, debíais « dejarse ir sin poder determinar dónde se hallarían á las veinticuatro
saber que verdaderamente se había tratado algo de la huelga ». Yo, horas — el consejo general insistió en querer dirigirla desde Londres:
inocentemente, no había sospechado la razón de aquello, siendo nece- pedía partes diarios de los acontecimientos, daba órdenes, favorecía
sario que el mismo Ootin me hiciera comprender que una huelga en tales esto ó dificultaba lo otro; poniendo así en evidencia la desventaja de
momentos sería desastrosa para la elección del abogado señor A. tener un centro directivo, aun dentro de la Asociación. Lo que se hizo
No podía conciliar este tira y afloja de los jefes con los fogosos más patente, cuando en una conferencia secreta, celebrada en el 71,
discursos que les había oído pronunciar en la tribuna, lo que me pro- el consejo general, sostenido por algunos delegados, decidió dirigir las
dujo tanta desilusión, que le indiqué á aquél mi intención de ponerme fuerzas de aquélla hacia la agitación electoral, dando esto lugar á que
en contacto con otra agrupación de la Asociación Internacional de Gi- las gentes se echaran á pensar sobre los males de todo gobierno, por
nebra, que era conocida por la bakuniana, porque la palabra « anar- democrático que sea su origen. Esta fué la primera chispa del anar-
quista » no estaba aún muy generalizada. Ootin me dió en el acto cua- quismo, convirtiéndose la Federación del Jura en centro de oposición
tro letras de introducción para otro ruso llamado Nicolás Jonkóuslcy, al consejo general.
que pertenecía á ella, y mirándome fijamente á la cara, me dijo suspi-
rando: « Ya no volveréis más á nuestro lado; os quedaréis con ellos ».
Y acertó en su pronóstico.
La separación entre jefes y obreros, que yo había notado en Gine-
bra, en el Templo Masónico, no existía en las montañas del Jura: había
allí un cierto número de hombres que eran más inteligentes y en parti-
Primero fui á Neuchatel, pasando después una semana ó poco más cular más activos que los otros; pero nada más. Jaime Guillaume, una
entre los relojeros de las montañas del Jura; de este modo conocí por de las personas más ilustradas y cultas que jamás he conocido, era un
primera vez esa famosa Federación del Jura, que durante los prime- corrector de pruebas y el encargado de una pequeña imprenta. Siendo
ros años siguientes tan importante papel representó en el desarrollo del tan poco lo que por este concepto ganaba, que tenía que emplear sus
socialismo, introduciendo en él el no-gobierno, ó sea la tendencia anar- noches en traducir novelas del alemán al francés, por las que le pagaban
quista. ¡ocho francos por diez y seis páginas!
En el 72, la Federación referida se empezaba á rebelar contra la Cuando llegué á Neuchatel, me dijo que, desgraciadamente, no
autoridad del consejo general de la Asociación Internacional de Tra- podía dedicar á hablar con los amigos ni un par de horas siquiera. A-
bajadores. Esta tenía esencialmente un carácter obrero, considerándola quella tarde se tiraba en dicho establecimiento el primer número de un
así los trabajadores y no como partido político. En el Este de Bélgica, periódico local, y, además de sus ocupaciones habituales, tuvo que
por ejemplo, habían introducido en los estatutos una cláusula, en vir- escribir las direcciones de mil sujetos á quienes se habían de enviar los
tud de la cual nadie que no hiciera un trabajo manual podría perte- tres primeros números, teniendo que poner él mismo las fajas.
necer á las secciones, quedando excluidos hasta los capataces. Me ofrecí á ayudarle á escribir aquéllas; pero no fué posible, porque
Los trabajadores eran, sin embargo, federales en principios; cada ó eran tomadas de memoria ó estaban escritas en tiras de papel con
nación, cada separada región y hasta cada sección local, debía quedar una letra ininteligible. E n vista de lo cual, dije: « Está bien, volveré
en libertad de desenvolverse según sus deseos; pero los revolucionarios más tarde, y mientras yo pongo las fajas me dedicaréis el tiempo que
de la clase media de la antigua escuela, que habían entrado en la Inter- os economizáis de ese modo ¡>.
nacional, imbuidos como estaban con la noción de las sociedades secre- Nos entendimos perfecta y mutuamente. Guillaume me dió un
fuerte apretón de manos, y ese fué el principio de una amistad estre-
cha é inquebrantable. Pasamos toda la prima noche en la imprenta;
rrores que presenció durante el Carnaval sangriento con que las clases
él escribiendo las direcciones, yo pegando las fajas, y un comunalista acomodadas de París celebraron su vuelta á la capital, y que despertó
francés, que era cajista, charlando con nosotros, al mismo tiempo que el espíritu de represalia en una parte de la multitud, dirigida por Raoul
componía una novela, intercalando en la conversación las sentencias Rigault, la cual fusiló á los rehenes de la Commune.
que iba levantando y que leía en alta voz. Sus labios se agitaban convulsivamente al hablar del heroísmo de
« La lucha en las calles — decía, por ejemplo — se hizo muy encar- los niños, conmoviéndose bastante al referirme la historia de aquel
nizada »... « Querida María, yo os amo »... « Los trabajadores estaban muchacho á quien las tropas de Versalles estaban á punto de fusilar,
furiosos y se batieron como leones en Montmartre »... « y cayó de ro- y que pidió permiso al oficial para ir á entregar un reloj de plata á su
dillas ante ella »... « y aquello continuó durante cuatro días. Sabiendo madre, que vivía allí cerca. El militar movido por un impulso de pie-
que Galifet fusilábala los prisioneros; lo que dió aspecto más siniestro dad lo dejó ir, esperando probablemente que jamás volvería; pero un
á la contienda >>; continuando de este modo, sin dejar de componer con cuarto de hora después retornó la criatura, y ocupando su lugar entre
los cadáveres que se hallaban al pie del muro, dijo: « ¡Estoy listo! » po-
rapidez.
niendo las balas término á su infantil existencia.
Ya era bien entrada la noche cuando Guillaume se quitó su blusa
de trabajo, y salimos, departiendo amigablemente durante un par de Creo que nunca he sufrido tanto, como cuando leí ese libro terri-
horas, teniendo él después que reanudar el trabajo, como director de ble, titulado Le Livre Rouge de la Justice Rurale, que no contenía más
El Boletín de la Federación del Jura. que extractos de las cartas de los corresponsales del Standard, el Daily
En Neuchatel adquirí también relaciones con Malón: había nacido Telegraph y The Times, escritas desde París durante los últimos días
en una aldea, y fué pastor en su juventud: viniendo más tarde á París, de Mayo del 71, relatando los horrores cometidos por el ejército ver-
donde aprendió un oficio — el de banastero — y, como el encuader- sallés á las órdenes de Gallifet, con algunos recortes del Fígaro, de Pa-
nador Varlin y el carpintero Pindy, con quienes estuvo asociado en la rís, en los que rebosaba una sed de sangre popular. La lectura de esas
Internacional, llegó á ser muy conocido como uno de los jefes de la Aso- páginas me produjo una profunda desesperación respecto al porvenir
ciación, cuando ésta fué perseguida en el 69 por Napoleón I I I . Todos de la humanidad, y en ella hubiera persistido, á no haber hallado des-
tres habían conquistado por completo las simpatías de los trabajadores pués entre aquellos de los vencidos que habían sobrevivido á tantos ho-
de París, y cuando estalló la insurrección de la Commune fueron ele- rrores, esa falta de odio, esa confianza en el triunfo final de sus ideas,
gidos miembros del consejo comunalista por una gran mayoría. Malón esa tranquila aunque triste mirada dirigida hacia el porvenir, y esa
fué también alcalde de uno de los barrios de París, y ahora en Suiza predisposición á olvidar los espantosos ensueños del pasado, que tanto
se ganaba la vida trabajando en su oficio en un cobertizo, en las afue- llaman la atención en Malón, y puede decirse que en todos los emigra-
ras de la población, situado en la vertiente de un cerro, que había arren- dos de la Commune que encontré en Ginebra y que aún veo en Luisa
dado por poco dinero, y desde donde podía contemplar, mientras tra- Michel, Lefrancis, Elíseo Reclus y otros amigos.
bajaba, una extensa vista del lago. De noche escribía cartas, un libro De Neuchatel fui á Sonvilliers. E n un pequeño valle de la sierra
sobre la Commune y artículos para la prensa obrera, llegando de ese modo del Jura hay una sucesión de pequeñas poblaciones y aldeas, cuyos
á convertirse en escritor. habitantes, que hablaban el francés, se veían en aquella época ocupados
Todos los días iba yo á verlo y oír lo que aquel comunalista de por completo en las varias ramas de la industria relojera; trabajando
ancha faz, algo poeta, laborioso, de carácter pacífico y de corazón exce- familias enteras en pequeños talleres. E n una de ellas encontré otro de
lente, tenía que contarme de la insurrección en que tomó parte pro- los jefes, llamado Adhemar Schmitzguébel, con quien también contraje
minente, y que acababa de describir en su libro, La tercera derrota del íntimas relaciones. Cuando lo vi por primera vez, estaba sentado en
proletariado francés. compañía de unos doce jóvenes, que grababan cajas de relojes de oro
y plata; me invitaron á tomar asiento en un banco ó sobre una mesa,
Una mañana, después de haber subido la cuesta y llegado á su
y pronto nos vimos todos enredados en una animada conversación
pobre morada, me salió al encuentro radiante de alegría, diciendo: « ¿No
sobre socialismo, gobierno ó no gobierno y los congresos próximos.
sabéis lo que hay? ¡Pindy está vivo! He aquí una carta suya: está en
Suiza ». Nada se había sabido de él desde que fué visto la última vez A la noche se desencadenó una furiosa tempestad de nieve que nos
el 25 ó 26 de Mayo en las Tuberías, y se le tenía por muerto, cuando cegaba y helaba la sangre en- nuestras venas en la penosa marcha á
en realidad lo que ocurrió fué que estuvo oculto en París. Y mientras la inmediata población; á pesar de lo cual, como unos cincuenta cons-
los dedos de Malón continuaban oprimiendo el mimbre, rematando tructores de relojes, en su mayoría gente de edad, vinieron de los pue-
una elegante canastilla, me refirió con su voz tranquila, que sólo tem- blos y aldeas inmediatos — algunos hasta de más de diez kilómetros
blaba ligeramente á veces, cuántos hombres habían sido fusilados por de distancia — para asistir á una pequeña asamblea sin importancia
las tropas versallesas, en la suposición de que eran Pindy, Varlin, él que debía tener lugar aquella noche.
mismo, ó algún otro jefe. Me contó lo que sabía sobre la muerte de Var- La organización del oficio de relojero, que permite á los operarios
lin — el encuadernador á quien tanto querían los trabajadores de Pa- que se conozcan á fondo y puedan trabajar en sus mismas casas, donde
rís —, la del antiguo revolucionario Delescluze, quien no quiso sobre- siempre se habla libremente, explica por qué el nivel del desarrollo in-
vivir á esa nueva derrota, y las de otros muchos, relatándome los hp-
telectual en esta industria es más elevado que el de los trabajadores serie de profundos y brillantes artículos sobre el progreso histórico de
que se pasan toda la vida, desde sus primeros años, en las fábricas. In- la humanidad en su marcha hacia la libertad; infundió entusiasmo en-
dudablemente hay más independencia y más originalidad entre los tre aquellos compañeros, creando ese centro de propaganda, desde el
obreros de la pequeña industria; pero la falta de división entre los jefes cual se extendió más tarde la idea á otros puntos de Europa.
y las masas, en la federación del Jura fué también motivo para que Después que él se trasladó á Locarno, desde donde inició un mo-
no hubiera ninguna cuestión sobre la cual todos los mienbros de la aso- vimiento similar en Italia, y por medio de su simpático é inteligente
ciación no procuraran formar su opinión particular é independiente. emisario, Fanelli, en España también, la obra que él había comenzado
Aquí observé que los trabajadores no eran una masa que se prestaba en las montañas jurácicas, fué continuada independientemente por los
á ser dirigida y manejada para servir los fines políticos de unos cuantos; habitantes del país. El nombre de « Miguel >>, aunque sonaba con fre-
sus jefes no eran sino los compañeros más activos; más que tales jefes, cuencia en las conversaciones, no era como el de un jefe ausente, cuyas
eran simplemente iniciadores. La claridad de la penetración, lo razo- opiniones se consideraban como leyes, sino como el de un amigo perso-
nado del juicio y la capacidad para desentrañar complejas cuestiones nal, de quien todos hablaban con amor, en un espíritu de compañe-
sociales que noté entre los obreros, en particular en los de mediana edad, rismo. Lo que más llamó mi atención, fué que la influencia de Bakunin
me impresionaron profundamente; y tengo la firme persuasión de que se hacía mucho menos sentir como la de una autoridad intelectual, que
si la federación del Jura ha representado un papel importante en el como la de una personalidad moral. E n las conversaciones sobre el anar-
desarrollo del socialismo, no ha sido sólo por la bondad de las ideas de quismo, ó respecto á la actitud de la federación, jamás oí decir: « Ba-
no gobierno y federales, de las que era el portaestandarte, sino tam- kunin opina de este modo >>, ó « Bakunin piensa de este otro », como si
bién por la feliz manera de expresarlas, debido al buen sentido de aquéllos. eso resolviera la cuestión. Sus escritos y sus palabras no eran miradas
Sin su concurso, estas concepciones hubieran permanecido siendo meras como leyes, como desgraciadamente ocurre con frecuencia entre los
abstracciones durante mucho tiempo. políticos. En todos aquellos asuntos en que la inteligencia es el juez su-
premo, cada uno usaba en la discusión sus argumentos propios. La
Los aspectos teóricos del anarquismo, según empezaban á expre- idea fundamental pudo haber sido sugerida por Bakunin, ó éste haberla
sarse en la federación del Jura, particularmente por Bakunin, las crí- tomado de sus amigos del Jura; pero, en uno ú otro caso, el argumento
ticas del socialismo de Estado — el temor del despotismo económico, conservaba siempre su carácter individual. Sólo una vez oí invocar su
más peligroso todavía que el meramente político — que oí formular nombre con carácter de autoridad, lo que me impresionó tanto, que
allí, y el carácter revolucionario de la agitación, dejaban honda huella aun hoy día recuerdo el sitio en que tuvo lugar la conversación y sus
en mi mente. Pero las relaciones de igualdad que encontré en las mon- íntimos pormenores. Algunos jóvenes se permitían hablar con poco
tañas jurácicas, la independencia-.de pensamiento y expresión que vi respeto del sexo débil, cuando una de las mujeres que estaban presen-
desarrollarse entre los trabajadores y su ilimitado amor á la causa, ape- tes puso término á la cuestión, exclamando: « ¿ Qué lástima que Miguel
laron con más fuerza aún á mis sentimientos, y cuando dejé la montaña, no esté aquí; él os haría entrar en razón! » La colosal figura del revolu-
después de haber pasado una semana con los relojeros, mis ideas sobre cionario, que lo había dado todo por el triunfo de la revolución, viviendo
el socialismo se habían definido: era un anarquista. sólo para ella y tomando de su concepción el modo más elevado y puro
Un viaje que poco después hice á Bélgica, donde pude comparar de apreciar la vida, continuaba inspirándolos.
una vez más la centralizada agitación política de Bruselas con la eco-
nómica é independiente que fermentaba entre los tejedores de paños
de Verviers, sólo sirvió para fortalecer mis opiniones. Estos trabaja-
dores industriales formaban uno de los centros de población más sim-
páticos que jamás he encontrado en la Europa occidental. Volví de este viaje con ideas sociológicas claras y precisas, que he
conservado desde entonces, haciendo cuanto me ha sido posible por
X. desarrollarlas en formas cada vez más definidas y concretas.
Había, sin embargo, un punto que no acepté sin haber antes, de-
Bakunin estaba en aquel tiempo en Locarno; no lo vi, y ahora lo dicado á él una profunda reflexión y muchas horas de la noche. Vi cla-
siento mucho, porque, cuando volví á Suiza, cuatro años después, ya ramente que el cambio inmenso que pondría en manos de la sociedad
había muerto. El fué quien ayudó á los amigos del Jura á despejar sus todo lo que es necesario para la vida y la producción — bien sea el
ideas y á formular sus aspiraciones; él, quien les inspiró un poderoso, Estado comunista de los demócratas socialistas, ó la unión de grupos
ardiente é irresistible entusiasmo revolucionario. Tan pronto como vió libremente asociados, que los anarquistas defienden — implicaría una
que un pequeño periódico que Guillaume empezó á publicar en la sierra revolución mucho más profunda que todas las registradas en la Histo-
del Jura (en Lóele) hacía vibrar una nueva nota de independencia de ria. Además, en semejante caso los trabajadores tendrían en su contra,
la idea, en el movimiento socialista, fué allí; habló, durante días y noches no ya la caduca generación de aristócratas, contra quienes los campe-
enteras, á sus nuevos amigos sobre la necesidad histórica de un nuevo sinos y republicanos franceses tuvieron que luchar el siglo pasado — y
paso en dirección de la anarquía; escribió para aquella publicación una que, así y todo, fué contienda bien encarnizada —,- sino la clase media,
movimiento, para nada se tuvo en cuenta, por parte de las clases aco-
que es mucho más poderosa, intelectual y físicamente, teniendo a su modadas, lo modesto de las pretensiones comunalistas de los insurrec-
servicio todo el potente mecanismo del Estado moderno. Pensando tos; habiendo vivido dos meses en constante temor de que los trabaja-
sobre esto observé que ninguna revolución, bien sea pacífica ó violenta, dores atacaran sus derechos de propiedad, los hombres ricos de Francia
se ha llevado jamás á cabo sin que los nuevos ideales hayan penetrado se vengaron de aquéllos con el mismo encarnizamiento que si lo hubie-
antes profundamente en la clase misma cuyos privilegios economicos sen hecho realmente. Cerca de 30 000 de ellos fueron sacrificados, como
y políticos se habían de asaltar. Yo presencié la abolicion de la servi- es sabido, no durante la batalla, sino después que la perdieron. Si hu-
dumbre en Rusia, y sabía que si la conciencia de la injusticia de sus bieran dado algunos pasos hacia la socialización de la propriedad, la
privilegios no se hubiera extendido ampliamente entre la clase misma venganza no hubiese podido ser más terrible.
de los dueños de siervos (como consecuencia de la previa evolución y Si, pues — venía yo á concluir —, hay períodos en el desenvolvi-
revoluciones realizadas en la Europa occidental), la emancipación de miento humano en que el conflicto es inevitable y la guerra civil estalla
los mismos no se hubiera llevado á efecto con tanta facilidad como se independientemente por completo de la voluntad de individuos deter-
hizo en 1861. No ignoraba que la idea de emancipar á los trabajadores minados, que al menos aquéllos tengan por ideal, no vagas y poco de-
del presente sistema del salario, se iba abriendo camino entre la misma finidas aspiraciones, sino propósitos concretos; no puntos secundarios
clase media. Hasta los más ardientes partidarios del actual estado eco- cuya insignificancia no disminuye la violencia del conflicto, sino am-
nómico ya han abandonado la idea de derecho al defender sus actua- plias ideas que alienten á los hombres por la grandeza de los horizontes
les privilegios, no discutiendo ahora más que la oportunidad del cambio. que abren ante su vista. En este último caso, el conflicto en sí dependerá
No niegan la conveniencia de algunas de esas variaciones; sólo pregun- mucho menos de la eficacia de los fusiles y cañones, que de la fuerza
tan si realmente la nueva organización económica, preconizada por los del genio creativo que entre en acción al emprenderse la obra de re-
socialistas, será mejor que la actual; si una sociedad en que los trabaja- constituir la sociedad; dependerá más principalmente de que esas fuer-
dores lleven la voz cantante, se encontrará con medios de manejar la zas constructivas tomen de momento un libre giro; de que sus aspi-
producción mejor que los capitalistas individuales, movidos sólo por raciones sean de un carácter más elevado, ganando así más simpatías
meras consideraciones de interés particular, lo hacen en el presente aun entre aquellos que, como clase, son opuestos al cambio. Empeñado
de este modo el combate sobre una base más extensa, se purificará
momento. . la misma atmósfera social, y el número de víctimas por ambas partes
Además, empecé á comprender gradualmente que las revoluciones, será indudablemente mucho menor de lo que hubiese sido si la lucha
esto es, los períodos de evolución rápida y acelerada y cambios repen- fuera por cuestiones de una importancia secundaria, en cuyo caso los
tinos, son tan naturales en las sociedades humanas como la lenta evo- bajos instintos del hombre encuentran terreno apropiado para desa-
lución que incesantemente tiene ahora lugar entre las razas mas civi- rrollarse.
lizadas de la humanidad, y que cada vez que semejante período de ace-
lerada evolución y reconstrucción en gran escala comienza, es muy pro- Con estas ideas volví á Rusia.
bable que la guerra civil estalle en mayor ó menor escala. La cuestión
es, pues, no tanto de como se han de evitar las revoluciones, como de XI.
obtener los mayores resultados con la menor cantidad posible de guerra
civil, el más reducido número de víctimas y el mínimo de mutuos enco- Durante mi viaje compré muchos libros y colecciones de perió-
nos y antagonismos. Para conseguir tal fin, sólo hay un medio, esto es, dicos socialistas; en Rusia, los primeros se hallaban «absolutamente
que la parte oprimida de la sociedad se forme la más clara concepción prohibidos » por la censura, y algunas de las segundas, así como las
posible de lo que se propone realizar y del medio de llevarlo a cabo, memorias de los Congresos internacionales, no podían encontrarse á
hallándose al mismo tiempo dominada por el entusiasmo que se nece- ningún precio, ni aun en Bélgica. «¿Me desprenderé de todo esto,
sita para la ejecución de tal empresa, teniendo, en tal caso, la seguri- cuando mi hermano y mis amigos gozarían tanto con tenerlo en San
dad de poder contar con el concurso de las fuerzas intelectuales mas Petersburgo? », me pregunté á mí mismo, decidiendo introducirlo en
puras y lozanas de la clase privilegiada. . Rusia por todos los medios posibles.
La Commune de París fué un terrible ejemplo de un alzamiento Volví á San Petersburgo por la vía de Viena y Varsovia.- Miles de
sin ideales suficientemente determinados. Cuando los trabajadores se judios vivían del contrabando en la frontera polaca, y pensé que, si
hicieron dueños en Marzo del 71 de la gran ciudad, no atacaron los de- conseguía dar tan sólo con uno de ellos, mis libros pasarían con facilidad
rechos de propiedad investidos en las clases media y elevada; por el al otro lado. Sin embargo, el apearse en una pequeña estación de ferro-
contrario, pusieron esos derechos bajo su protección, cubriendo los jefes carril cerca de la raya, mientras que los demás viajeros continuaban
• con sus cuerpos el Banco Nacional; y no obstante la crisis, que había en el tren, y ponerse allí á buscar gente dedicada al contrabando, hu-
paralizado la industria, y la consiguiente falta de recursos de una gran biera sido poco razonable; así que, tomando una vía lateral, me dirigí
masa de obreros, protegieron con sus decretos los derechos de los amos á Cracovia. « La capital de la antigua Polonia está cerca de la frontera »,
de las fábricas, de los establecimientos industriales y de los dueños de pensé, « y en ella he de encontrar algún judío que me ponga en relación
la propiedad urbana. Sin embargo, cuando fué sofocado y vencido el con los hombres que necesito».
Llegué á la ciudad, en otro tiempo renombrada y brillante, por
la noche, y á la mañana siguiente, muy temprano, salí del hotel, dispuesto el mandadero, se llevará lo que usted quiera. No somos salteadores
á realizar mi ojeo. Pero, con gran sorpresa-mía, me encontré con qué de camino, sino gente honrada». Y se negaron resueltamente á tomar
á la vuelta de cada esquina, y en cualquier parte del desierto mercado más dinero.
adonde dirigiera la vista, se tropezaba con uno de ellos que, con el túnico Con frecuencia había oído hablar de la probidad de los contra-
tradicional y largos cabellos, en la misma forma que lo usaban sus an- bandistas hebreos de la frontera; pero nunca esperé encontrar seme-
tepasados, aguardaba que algún noble ó comerciante lo ocupara, dán- jante prueba de ella. Posteriormente, cuando nuestro círculo importó
dole por el mandado algunas monedas de cobre. Me hacía falta encontrar muchos libros del extranjero, ó más tarde todavía, cuando tantos re-
un judío, y ahora eran muchos los que me salían al paso. ¿ A cuál interro- volucionarios y emigrados tuvieron que cruzar la frontera al entrar
garía? Después de recorrer toda la población, y ya desesperado, decidí en Rusia ó salir de ella, no hubo un solo caso en que los contraban-
abordar al que se hallaba á la entrada misma de mi hotel, inmenso distas comprometieran á ninguno ni se valieran de las circunstancias
palacio antiguo, cuyos salones se habían visto en otro tiempo invadidos para exigir un precio exorbitante por sus servicios.
por .una elegante multitud vestida de vivos colores y entregada á la Al día siguiente abandoné á Cracovia, y en la estación rusa con-
danza, y ahora tenía la más modesta misión de dar hospedaje á alguno venida, un mozo se acercó á mi departamento, y hablando en alta voz,
que otro viajero, explicándole al sujeto mencionado mi deseo de intro- á fin de que lo oyera el gendarme que se paseaba á lo largo del andén,
ducir secretamente en Rusia un paquete algo pesado de libros y pe- me dijo: « Aquí está el saco que su alteza dijo el otro día », y me dió
riódicos. el precioso paquete.
Tanta alegría me causó el recogerlo, que ni aun me detuve en Var-
« Esto se hace fácilmente >>, me replicó. « Haré venir al representante
sovia, continuando mi viaje directamente á San Petersburgo para en-
de la Compañía Universal para el Cambio Internacional de (con perdón
señar mis valiosas adquisiciones á mi hermano.
sea dicho) Trapos y Huesos. Hacen el mayor negocio de contrabando
del mundo, y es seguro le han de servir ». Media hora después volvía,
en efecto, con el tal representante, joven elegantísimo, que hablaba XII.
perfectamente el ruso, el alemán y el polaco.
Un movimiento formidable se iba desarrollando al mismo tiempo
Miró el paquete, lo tomó en peso y me preguntó qué clase de libros
entre la parte más ilustrada de la juventud rusa. La servidumbre estaba
contenía.
abolida; pero una extensa red de hábitos y costumbres de esclavitud
«Todos están prohibidos por la censura, le respondí, y por eso
doméstica, de completo desprecio de la individualidad humana, de
hay que introducirlos de esa manera >>.
despotismo por parte de los padres y de sumisión hipócrita por el de
« Los libros, dijo él, no se hallan exactamente comprendidos entre las esposas, hijos é hijas, se había desarrollado durante los doscientos
los artículos que operamos; nuestro negocio estriba en sedas de valor. cincuenta años que aquélla duró. E n toda Europa, al principio de este
Si hubiera de pagar á mi gente con arreglo á nuestra tarifa de seda, tendría siglo, dominaba un gran despotismo doméstico; de ello dan buen te-
que pedir un precio exorbitante. Además, para decir verdad, no me stimonio las obras de Thackeray y Dickens; pero en ninguna otra parte
gusta mucho mezclarme en asuntos de libros; lo más insignificante alcanzó tan extraordinario desarrollo como en Rusia. Toda la vida rusa
podría dar lugar á vernos envueltos en una cuestión política que oca- en la familia, en las relaciones entre jefes y subordinados, oficiales y
sionaría á la Compañía quebrantos de consideración». soldados, y patrones y obreros, lleva impreso su sello. Todo un mundo
Yo debí parecer muy contrariado, porque el susodicho joven in- de costumbres y modo de pensar, de preocupaciones y falta de valor
mediatamente agregó: «No paséis cuidado; él (señalando al mandadero moral y de hábitos creados al calor de una lánguida existencia, había
del hotel), lo arreglará de alguna otra manera ». tomado cuerpo á su sombra. Hasta los hombres mejores de la época
« Ya lo creo; hay mil modos de concertar el asunto para servir pagaban un gran tributo á estos productos del período de servidumbre.
al caballero », manifestó éste jovialmente antes de partir.
A la ley no le era dado intervenir en tales cosas. Sólo un vigoroso
A la hora estaba de vuelta con otro joven; éste tomó el bulto, lo
movimiento social que atacara las raíces mismas del mal hubiera po-
colocó al lado de la puerta y dijo: « Está bien; si partís mañana, en-
dido reformar los hábitos y costumbres de la vida corriente, y en Rusia
contraréis vuestros libros en tal estación rusa s>, explicándome cómo
esta acción, esta rebeldía del individuo, tomó un carácter más enérgico,
se arreglaría el negocio.
y se hizo más radical en sus aspiraciones que en ninguna otra parte
«¿Cuánto costará?», pregunté. de Europa ó América. « Nihilismo » fué el nombre que Turgueneff le
«¿Cuánto estáis dispuesto á pagar?», fué la respuesta. dió en su novela, que hará época en la Historia, titulada Padres é Hijos.
Yo vacié mi bolsa sobre la mesa y dije: « Esto para mi viaje; el resto
para vosotros; iré en tercera ». Este movimiento ha sido mal comprendido en la Europa occidental;
la prensa, por ejemplo, lo confunde continuamente con el terrorismo.
«¡Cómo!», exclamaron ambos á un tiempo. «¿Qué dice usted, se-
La agitación revolucionaria que estalló en Rusia hacia la fin del reinado
ñor? ¡Semejante caballero ir en tercera! ¡Jamás! No, no; eso no es po-
de Alejandro II, y que terminó en su trágica muerte, es descrita cons-
sible... Con cinco duros para nosotros y uno, poco más ó menos, para
tantemente como nihilismo, lo cual es, sin embargo, una equivocación.
El confundir el nihilismo con el terrorismo es tan erróneo, como el tomar V la crítica del arte que Tolstoi, uno de los más grandes artistas del
un movimiento filosófico, como el estoico ó el positivista, por uno polí- siglo, ha formulado ahora con tanta energía, el nihilista la expresaba
tico, como, por ejemplo, el republicano. El terrorismo vino á la exis- en esta terminante afirmación: « Un par de botas tiene mas importancia
tencia traído por ciertas condiciones especiales de la lucha política, que todas vuestras madonnas y todas vuestras disquisiciones sobre
en un momento histórico determinado; ha vivido y ha muerto; puede
Shakespeare •>. . .
renacer y volver á morir. Pero el nihilismo ha marcado su huella en
la vida entera de la parte más inteligente de la sociedad rusa, y no es El matrimonio sin amor y la familiaridad sin el afecto, eran igual-
posible que ésta se borre en muchos años. Es el nihilismo, desprovisto mente repudiados. La joven nihilista, obligada por sus padres a ser
de su aspecto más violento — cosa imposible de evitar en todo nuevo un autómata en una casa de muñecas, y á contraer un enlace de conve-
movimiento de esa índole — lo que da ahora á la vida de una gran parte niencia, prefería abandonar su hogar y sus trajes de seda ponerse un
de la clase más ilustrada de Rusia un cierto carácter peculiar que noso- vestido de lana negro de la clase más inferior, cortarse el cabello e ir
tros, los rusos, sentimos no encontrar en la de la de igual índole que á un instituto, dispuesta á ganar allí su independencia personal. La
habita el occidente europeo; él es también, en sus varias manifestaciones, mujer, que había visto que su casamiento no tenía ya el carácter de
lo que da á muchos de nuestros escritores esa notable sinceridad y esa tal, que ni el amor ni la amistad servían de vínculo á los que legalmente
costumbre de « pensar en alta voz », que sorprende á los lectores de eran considerados como esposos, optaba por romper un lazo que no
aquella parte de nuestro continente. conservaba ninguno de sus rasgos esenciales. De acuerdo, pues, con estas
ideas, se iba frecuentemente con sus hijos á arrostrar la miseria, pre-
Ante todo, el nihilista declaró la guerra á lo que puede considerarse
como «las mentiras convencionales de la humanidad civilizada >>. Una firiendo la pobreza y la soledad á una vida que, bajo condiciones con-
sinceridad absoluta era su rasgo distintivo, y en nombre de ella, él re- vencionales, hubiera sido una negación completa de si misma.
nunciaba y pedía á los demás que lo hicieran también, á esas supersti- El nihilista llevaba su amor á la sinceridad hasta a los detalles mas
ciones, prejuicios, hábitos y costumbres que su criterio no lograra jus- minuciosos de la vida corriente, descartando las formas convencionales
tificar. El se negaba á inclinarse ante toda autoridad que no fuera la del lenguaje de sociedad y expresando sus opiniones de un modo claro
de la razón, y en el análisis de cada institución ó hábito social, se rebe- y preciso, no desprovisto de cierta determinada afectación de rudeza
laba contra toda clase de sofismas, más ó menos enmascarados. externa.
El nihilista rompió, como es natural, con las supersticiones de sus #
* *
padres, siendo en concepciones filosóficas un positivista, un agnostista,
un evolucionista spenceriano ó un partidario del materialismo cientí- E n Irkutsk acostumbrábamos á frecuentar los bailes semanales
fico; y aun cuando jamás atacaba la sencilla y sincera creencia religiosa, que se daban en uno de los casinos. Durante algún tiempo fui concu-
que es una necésidad psicológica de sentir, luchó abiertamente contra rrente á estas soirées: pero después, teniendo que trabajar, me vi obli-
la hipocresía, que conduce á las gentes á cubrirse con la máscara de gado á abandonarlas. Una noche, cuando hacía vanas semanas que
una religión, de la que repetidamente se desprenden como de lastre yo no aparecía por allí, una de las señoras le preguntó á un joven amigo
inútil. mío por que no asistía yo ya á sus reuniones: «Ahora sale a caballo
La vida de la sociedad civilizada está llena de pequeñas mentiras cuando quiere hacer ejercicio », fué la poco atenta contestación que dio
convencionales. Personas que se odian mutuamente, al encontrarse en aquél. « Pero podría venir y pasar un par de horas con nosotras,_ aunque
la calle cambian una falsa sonrisa, en tanto que el nihilista sólo demues- no bailase », se aventuró á decir otra de ellas. A lo que replico mi ni-
t r a su satisfacción al encontrar á alguien digno de aprecio. Todas esas hilista amigo: « ¿Qué había de hacer aquí, hablar con vosotras de modas
formas de cumplidos superficiales, que no son más que mera hipocresía, y adornos ? Ya está cansado de tales simplezas ». « Pero el va a ver al-
le eran igualmente repulsivas, mostrando cierta aspereza exterior como gunas veces á Fulanita »>, observó tímidamente una de las jóvenes pre-
protesta contra la exagerada cortesía de sus mayores. Los había visto sentes. « Sí, pero esa es una muchacha estudiosa — respondio brusca-
hablar apasionadamente como idealistas sentimentales, y al mismo mente él y le ayuda á repasar el alemán ». Debo agregar que esta
tiempo conducirse como verdaderos bárbaros con sus esposas, sus hijos manera, indudablemente poco cortés, de conducirse, dio su resultado,
y sus siervos; y se declaró en rebeldía contra esa clase de sensiblería porque muchas de las jóvenes de Irkutsk empezaron á acosarnos a
que, después de todo, t a n fácilmente se acomodaba á las condiciones mi hermano, á mi amigo y á mí con preguntas respecto a lo que les
puramente ideales de la vida rusa. El arte se hallaba envuelto en la aconsejaríamos nosotros que leyeran ó estudiaran.
misma negación niveladora. Un hablar continuo sobre la hermosura,
Con la misma franqueza hablaba el nihilista á sus relaciones, di-
lo ideal, el arte por el arte, esteticismo y otras cosas por el estilo, de
ciéndoles que toda su charla compasiva .respecto á los pobres, era pura
que tanto se hacía gala — mientras que todo objeto artístico se compraba
hipocresía, viviendo ellos, como lo hacían, del mal retribuido trabajo
con dinero extraído de los hambrientos agricultores ó de los esquil-
de esas mismas gentes cuya suerte aparentaban lamentar, sentados
mados obreros, y el llamado « culto á la belleza » no era sino un antifaz
amigable y cómodamente en sus dorados y lujosos salones. Y con la
para encubrir la más vulgar disolución — le inspiraban un gran desprecio,
propia desenvoltura declaraba al alto funcionario que, endiosado en su
188 Pedro kropoxkine
pomposo cargo, la situación del pueblo le importaba un pito, y que él,
como todos los empleados, no era más que un ladrón; y otras verdades análogas. Cinco años después, miles y miles de la juventud rusa — la
de igual calibre. flor de la misma — seguían ese ejemplo. Su lema era: «¡Vnarod! » (Va-
Con cierta austeridad, él reprendía á la mujer que sólo se ocupaba yamos al pueblo, unámonos á él). Durante los años comprendidos entre
de cosas frivolas, haciendo gala de sus distinguidas maneras y elegantes el 6o y 65, en casi todas las casas de las familias ricas se sostenía una
vestidos. Diciendo, sin rodeos, á una joven hermosa: «¿Cómo no os da lucha encarnizada entre los padres, empeñados en mantener las viejas
vergüenza de hablar tales tonterías y de llevar esa trenza de pelo pos- tradiciones, y los hijos é hijas, que defendían su derecho á disponer
tizo? » En la mujer deseaba encontrar una compañera, una personalidad de su existencia según sus ideales. Los jóvenes abandonaban el servicio
humana — no una muñeca ó una esclava de harém —, negándose en militar, las casas de comercio, las tiendas, y afluían á las ciudades uni-
absoluto á tomar parte en esos pequeños actos de cortesía que tanto versitarias; las muchachas, criadas en el seno de las familias más aris-
los hombres prodigan á las que luego se complacen en considerar como tocráticas, corrían sin recursos á San Petersburgo, Moscou y Kieff,
«el sexo débil». Cuando entraba una señora en una habitación, no ávidas de aprender una profesión que las librara del yugo doméstico,
saltaba el nihilista de su asiento para ofrecérselo, á menos de que no y tal vez algún día también del posible de un esposo, lo que muchas
pareciera cansada y no hubiera otro desocupado, tratándola como lo de ellas consiguieron después de duros y asiduos trabajos. Procurando
haría con un compañero de su mismo sexo; pero si una dama — aun ahora hacer partícipe al pueblo de los conocimientos que las emanci-
cuando jamás la hubiera conocido — manifestara deseos de aprender paron, en lugar de utilizarlos sólo en provecho propio.
algo que ignoraba y que él sabía, iría todas las noches de un extremo En cada población rusa, en cada barrio de San Petersburgo, se
á otro de la más populosa ciudad para servirla. formaron pequeños grupos para el mejoramiento y educación mutua;
Dos grandes novelistas rusos, Turguenefí y Goncharoff, han inten- las obras de los filósofos, los trabajos de los economistas, las investiga-
tado representar este nuevo tipo en sus novelas; pero el segundo, en ciones históricas de la nueva escuela de la historia rusa, eran leídas
Precipicio, tomando como tal uno que, aunque verdadero, no se hallaba detenidamente en esos círculos, siendo seguida la lectura de discusiones
dentro de la generalidad de la clase, hizo una caricatura del nihilista, interminables. El objeto de todo ese batallar no era otro sino el de re-
en tanto que el primero, demasiado buen artista y Heno de admiración solver el gran problema que se levantaba ante su vista. ¿De qué modo
por el carácter que se proponía describir, para incurrir en tal efecto, podrían ser útil á las masas? Llegando gradualmente á la conclusión
no logró, sin embargo, dejarnos satisfechos con su nihilista Bazaro ff. de que, el único medio de conseguirlo era el vivir entre el pueblo y par-
Lo encontramos muy poco cariñoso, en particular en sus relaciones ticipar de su suerte. Los jóvenes fueron á los pueblos como médicos,
con sus ancianos padres, y, sobre todo, le reprochamos el aparentar practicantes, maestros y memorialistas, y aún como agricultores, he-
el olvido de sus deberes de ciudadano. La juventud rusa no podía quedar rreros, leñadores y otras ocupaciones similares, procurando vivir allí en
satisfecha con la actitud puramente negativa del héroe de Turgueneff. estrecho contacto con los campesinos; ellas, después de haberse exa-
El nihilismo, con su afirmación de los derechos del individuo y su con- minado de maestras, aprendían el oficio de matronas y se iban a cen-
denación de toda hipocresía, no era más que un primer paso hacia un tenares á los pueblos, dedicándose por completo á la parte más pobre
tipo más elevado de hombres y mujeres, que siendo igualmente libres, de sus habitantes.
viven para hacer progresar una gran causa. Los nihilistas de Cherny- Estos jóvenes de ambos sexos no llevaban en su mente ningún
sheusky, según se representan en su novela, menos ideal que las men- ideal de reconstrucción social ni pensaban en la revolución; sólo se
cionadas, ¿Qué ha de hacerset, se acercaban más á la verdad. preocupaban de enseñar á la masa de los campesinos á leer, instruirla
6obre otros particulares, prestarle asistencia médica y ayudarla por
todos los medios posibles á salir de su obscuridad y miseria, aprendiendo
al mismo tiempo cuáles eran los ideales populares respecto á una vida
«¡Qué amargo es el pan que amasan los esclavos!» había dicho social mejor.
nuestro poeta Nekrazofí; y la nueva generación se negaba ahora á comer Al volver de Suiza hallé este movimiento en todo su apogeo.
ese pan y disfrutar de las riquezas que 'habían sido acumuladas en las
casas de sus padres por medio del trabajo servil, ya fueran los traba- XIII.
jadores verdaderos siervos, ó esclavos del presente estado industrial.
Toda Rusia leyó con asombro en la acusación presentada ante Corrí á compartir con mis amigos mis impresiones respecto á la
el tribunal contra Karakozofí y sus amigos, que estos jóvenes, dueños Asociación Internacional de Trabajadores y mis libros. En la Univer-
de considerables fortunas, acostumbraban á vivir tres ó cuatro en la sidad bien puede decirse que no tenía amigos; yo era mayor que la ge-
misma habitación, no gaseando más que cinco duros cada uno al mes neralidad de mis compañeros, y entre gente joven una diferencia de
para atender á todas las necesidades, y dando al mismo tiempo todo algunos años es siempre un obstáculo para una franca intimidad. H a y
cuanto poseían para la fundación de sociedades cooperativas, talleres que decir también que, desde que los nuevos reglamentos de admisión
cooperativos también (donde ellos mismos trabajaban) y otras obras en la Universidad se pusieron en vigor en 1861, lo mejor de la juventud
— los más listos y más independientes de carácter — fueron eliminados
de los institutos, no pudiendo, por consiguiente, llegar a entrar en la rección. Tales procedimientos no podían prosperar en Rusia, y pronto
Universidad. Debido á esto, la mayoría de mis compañeros eran de buena su sociedad se disolvió. Todos sus miembros fueron detenidos, y algunos
índole, laboriosos, pero no se tomaban interés en nada que no se rela- de los jóvenes más entusiastas y decididos fueron desterrados á Siberia
j a s e con los exámenes. Yo tenía amistad sólo con uno de ellos, a quien antes de haber podido hacer nada. El círculo de mutua educación y
llamaré Dmitri Kelnitz; era hijo de la Rusia del Sur, y, aunque de ape- mejoramiento, de que vengo hablando, se constituyó en oposición al
llido alemán, apenas hablaba este idioma, y su fisonomía tema mas sistema de Nechaieff. Aquel número limitado de amigos había juzgado,
de rusa del Sur que de teutónica. Era muy inteligente, había leído mu- muy cuerdamente, que el desarrollo moral del individuo debe ser la base
cho y pensado seriamente sobre ello; amaba la ciencia y la r e s p e t a b a de toda organización, cualquiera que sea el carácter político que adopte
profundamente; pero, como muchos de nosotros, vino a llegar a la con- después y el programa de acción que siga en el curso de los futuros acon-
clusión de que el seguir la carrera de hombre de ciencia suponía el ingresar tecimientos. A esto fué debido que el círculo de Tchaykousky, ensan-
en el campo de los filisteos, y que había bastante traba] o, _mas urgente chando gradualmente su campo de operaciones, se extendiera tanto
y necesario que realizar; y de acuerdo con tales ideas, asistió a los cursos en Rusia y adquiriera tan importantes resultados; y más tarde, cuando
universitarios dos años, abandonándolos después y dedicándose por las feroces persecuciones del gobierno crearon una lucha revolucionaria,
entero á la cuestión social. Vivía de cualquier modo; hasta dudo que produjera esa notable clase de hombres y mujeres que tan gallarda-
tuviera residencia fija. Algunas veces solía venir á preguntarme: «¿Te- mente sucumbieron en la terrible contienda que empeñaron contra la
néis papel? »> Y, una vez obtenido, se sentaba en la esquina de una mesa
durante una ó dos horas, haciendo diligentemente traducciones; y con autocracia. ( ,
lo poco que ganaba de tal manera, tenía más que suficiente para, satis- E n esa época, sin embargo — esto es, en el 72 —, el circulo no tema
acer todas sus limitadas necesidades. Después de lo cua , se trasla- nada de revolucionario. Si se hubiera limitado á no ser más que una
daba inmediatamente á una parte distante de la población para ver sociedad de mejoramiento mutuo, pronto se hubiese petrificado como un
¡ un compañero ó prestar auxilio á un amigo necesitado ó a t t a v e s ^ a monasterio. Pero no fué así; sus miembros se dedicaron á un trabajo
á pie San Petersburgo, yendo á un barrio extremo, a fin de obtener útil, empezando á distribuir libros buenos. Compraron ediciones enteras
la admisión gratuita en un colegio de un muchacho por quien se intere- de las obras de Lasalle, Berbi (sobre el estado de la clase obrera en Rusia),
saban los compañeros. Era indudablemente un hombre de releva t Marx, libros de historia rusa y otras publicaciones del mismo género,
cualidades; en el Occidente europeo una persona de ^ jptitades repartiéndolas entre los estudiantes de las provincias. A los pocos años
hubiera conquistado un lugar prominente en el c a m p o pohtico ó socia no había población de importancia en «treinta y ocho provincias del
lista; pero jamás fueron esas sus aspiraciones. El dirigir a los demás imperio ruso », según el lenguaje oficial, donde este círculo no contase
no era por ningún concepto su ambición, rasgo que, en verda.d, no ca- con un grupo de compañeros ocupados en la distribución de esa clase
racterizaba sólo á él: todos los que h a b í a n v i v i d o ^ algunos anos en los de literatura. Gradualmente, siguiendo el impulso general de la época,
círculos de estudiantes de aquella época, lo poseían en alto grado y estimulado por las noticias que venían de la Europa occidental re-
ferentes al rápido crecimiento del movimiento obrero, él se fué ha-
Poco después de mi regreso, Kelnitz me invito a ingresar en un cir- ciendo cada vez más un centro de propaganda socialista entre la ju-
culo, que era conocido entre los jóvenes por el de « Tchaykousky ^ el ventud ilustrada, y un intermediario natural para los miembros de
cual bajo este nombre, desempeñó un importante papel en la historia los círculos provinciales, hasta que llegó un día en que se rompió el hielo
del movimiento social en Rusia, y con el que tambien pasara a la pos^ que separaba á los estudiantes de los trabajadores, estableciéndose
teridad. « Sus miembros - me dijo mi amigo - han sido hasta ahora relaciones directas entre ambos, lo mismo en San Petersburgo que en
en su mayoría constitucionales; pero son buenas gentes, dispuestas en algunas provincias. Siendo entonces cuando yo ingresé en dicha agru-
favor de toda noble idea; tienen muchos amigos en todo el país y mas pación en la primavera del 72. _
adSante veréis lo que se puede h a c e r , Ya yo conocía Tchaykousky Todas las sociedades secretas son ferozmente perseguidas en Rusia,
y algunos otros miembros de este círculo; aquél había ganado mi afecto y los lectores de Occidente tal vez esperen de mí una descripción del
desde nuestra primera entrevista, permaneciendo nuestra amistad inal- modo como fui iniciado y del juramento de fidelidad que presté. Pero,
terable durante veintisiete años. •- aunque tenga que desvanecer esa ilusión, debo manifestar que no ocurrió
Dicha sociedad empezó por un grupo insignificante de jóvenes nada parecido, ni era posible que ocurriera; nosotros hubiéramos sido
de ambos sexos - entre los que se hallaba Sofía Perouskaya, quien los primeros en reírnos de semejantes ceremonias, y Kelnitz no hubiese
entró en él con objeto de mejorar y perfeccionar su educación; y en dejado pasar la oportunidad de hacer uso de una de sus sarcásticas
su seno se encontraba también el amigo antes mencionado. En 1869, observaciones, capaz de concluir con cualquier ritual. No existían ni
Nechaieff había intentado formar una organización revolucionaria se- aún estatutos, aceitando sólo como socios á aquellas personas que eran
creta entre la juventud, imbuida del deseo anteriormente referido de bien conocidas y habían sido probadas en varias circunstancias, y de
trabajar entre el pueblo, y para conseguir tal resultado, apelo a os quienes se sabía que se podía confiar en absoluto. Antes de admitir
recursos de los antiguos conspiradores, sin retroceder ni aun ante los un nuevo miembro, sus antecedentes se discutían con la franqueza
desengaños, al pretender que sus asociados se conformaran con su di- y formalidad que caracterizaban al nihüista. El menor asomo de falta
de sinceridad ó de amor propio le hubieran cerrado la entrada. No se
preocupaba el círculo en cuanto al número de sus individuos, ni pro- difundir ideas de libertad y de rebeldía en Rusia, se veían obligados
pendía á concentrar en sus manos toda la actividad que se notaba entre á extender esa propaganda entre las masas de los campesinos y los
la juventud, ó á incluir en una sola organización los numerosos que exis- trabajadores de las ciudades. Varios escritores han tratado de explicar
tían en la capital y en provincias. Con casi todos ellos mantenía amis- este movimiento « hacia el pueblo » por la introducción de influencias
tosas relaciones, ayudándonos mutuamente, cuando el caso se pre- extrañas; «lo., agitadores extranjeros se hallan en todas partes », era
sentaba, sin que la cuestión de autonomía sufriera el menor menoscabo. una explicación muy generalizada. Verdad es que nuestra juventud
El círculo prefería permanecer siendo un grupo de amigos íntima- oyó la poderosa voz de Bakunin, y que la agitación de la Asociación
mente unidos, y jamás encontré en ninguna otra parte tal número de Internacional de Trabajadores ejerció en nosotros una influencia fasci-
hombres y mujeres superiores, como aquellos que conocí al asistir por nadora. Sin embargo, el movimiento tenía un origen mucho más pro-
primera vez al Círculo de Tchaykousky, sintiendo todavía una verda- fundo; empezó antes que «los agitadores extranjeros » hablaran á la
dera satisfacción al recordar fui admitido en su seno. juventud rusa, y aún con anterioridad á la fundación de la Internacional.
Tuvo sus comienzos en los grupos de Karakozoff en 1866; Turguenefí
lo vió venir, y ya en el 59 lo indicó vagamente. Hice cuanto pude por
impulsar tal movimiento en el Círculo de Tchaykousky; pero me favo-
Cuando entré de socio en aquel circulo, hallé á sus miembros dis- reció la marea que subía y era infinitamente más poderosa que cualquier
cutiendo acaloradamente la dirección que debían dar á su actividad. esfuerzo individual.
Unos eran partidarios de que se continuara haciendo propaganda radical Hablábamos con frecuencia, como es de suponer, de la necesidad
y socialista entre la juventud ilustrada, en tanto que otros opinaban de una agitación política contra nuestro gobierno absoluto. Ya entonces
que el único objeto de este trabajo debería ser el preparar á hombres veíamos que los campesinos en masa eran arrastrados á una completa
que fueran capaces de levantar á la grandes é inertes clases trabajadoras; é inevitable ruina por lo absurdo de los impuestos y por la gran insen-
debiendo, por consiguiente, dedicar todas sus energías á la propaganda satez de confiscarles el ganado para cubrir los atrasos. Nosotros, los
entre los campesinos y los operarios de las poblaciones. En todos los i visionarios », sentimos aproximarse esa total ruina de toda una po-
círculos y grupos que en aquel tiempo se formaron á centenares en San blación, que á la hora presente ya, por desgracia, se ha realizado en
Petersburgo y en provincias, el mismo tema se discutía, y en todas un grado alarmante en la Rusia central, y que confiesa el gobierno mismo.
partes la segunda proposición prevaleció sobre la primera. Sabíamos cómo, en todas direcciones, era el país saqueado del modo
Si nuestra juventud vínicamente hubiera aceptado el socialismo más escandaloso; conocíamos y comprobábamos más y más diariamente
en abstracto, se hubiese dado por satisfecha con una simple declaración de qué manera los funcionarios públicos despreciaban la ley y la crasa
de principios, incluyendo, como aspiración lejana, «la posesión en común ignorancia que á muchos de ellos caracterizaba. Oíamos continuamente
de los instrumentos de producción », y con sostener al mismo tiempo hablar de amigos cuyas casas eran asaltadas durante la noche por la
alguna Clase de agitación política. Muchos socialistas políticos de la policía, que desaparecían en las prisiones, y que — según después supimos
clase media en el Occidente de Europa y en América se conforman con - habían sido transportados, sin formación de causa, á algún obscuro
seguir tal dirección. Pero nuestra juventud había comprendido el so- pueblo de una remota provincia rusa. Comprendíamos, por consiguiente,
cialismo de otra manera; no eran socialistas teóricos; habían aprendido a necesidad de la lucha política contra tan terrible poder, que trituraba
el socialismo viviendo lo mismo que los trabajadores; no haciendo dis- las mejores fuerzas intelectuales de la nación; pero no hallábamos un
tinción entre «lo tuyo y lo mío s> en sus círculos, y negándose á gozar terreno legal, ó semilegal siquiera, donde poder dar la batalla,
en provecho propio las riquezas que heredaron de sus padres. Habían jj Nuestros hermanos mayores no participaban de nuestras aspira-
hecho, con relación al capitalismo, lo que Tolstoi" indica debiera hacerse ciones socialistas, y nosotros no podíamos desprendernos de ellas; pero,
respecto á la guerra, cuando aconseja al pueblo que, en vez de criticarla aunque alguno lo hubiera efectuado, de nada le hubiese servido. La nueva
y seguir usando el uniforme militar, se niegue cada uno por su parte generación, en su conjunto, era considerada como «sospechosa», y
á ser soldado y tomar las armas. De igual manera, nuestra juventud la anterior temía tener contacto con ella. Todo joven de tendencias
rusa de ambos sexos se negaba individualmente á aprovecharse con democráticas, toda joven que siguiera un curso de enseñanza superior,
carácter personal de las rentas de sus padres. Este modo de identificarse era motivo de recelo para la policía de Estado, y denunciado por Kalkoff
con el pueblo era, indudablemente, necesario. Miles y miles de jóvenes, como un enemigo del Estado. Una muchacha con el cabello corto y lentes
varones y hembras, ya habían abandonado sus hogares, procurando azules, ó un estudiante que llevase en invierno una manta escocesa
ahora vivir en los pueblos y poblaciones industriales de todos los modos en vez de un sobretodo, signos ambos de sencillez nihilista y costumbres
posibles. No era este un movimiento combinado, sino uno de carácter democráticas, eran denunciados como «gente de poca confianza». Si
general, de esos que ocurren en ciertos períodos del repentino despertar 'a casa donde se hospedaba el estudiante era frecuentemente visitada
de la conciencia humana. Y ahora que se habían constituido pequeños Por sus compañeros, la policía de Estado la registraba periódicamente.-
grupos organizados, dispuestos á intentar un esfuerzo sistemático para i. au corrientes eran estas irrupciones nocturnas en determinados alo-
amientos de estudiantes, que Kelnitz dijo una vez, con la suave ironía
Memorias de un revolucionario.-iZ
que le caracterizaba, al oficial de policía encargado del registro: «¿A
qué os molestáis en recorrer todos nuestros libros cada vez que venís la marcha de la institución, ningún lector del Occidente europeo, y en
á hacer un reconocimiento? Con tener una lista de ellos y confrontar particular americano, lo creería. Arrojaría el libro á un lado, diciendo:
los unos con la otra mensualmente, agregando á aquélla los títulos de « No puede ser verdad; es demasiado inverosímil para que lo sea ». Y
los nuevos, todo estaba terminado ». El más pequeño indicio de que se sin embargo, nada más cierto. Grupos enteros de los representantes
ocupaba de política, bastaba para sacar á un joven de una escuela su- electos de varios Zemstvos eran privados de sus cargos, arrojados de
perior, tenerlo varios meses preso, y, por último, mandarlo á alguna sus provincias y sus estados, ó simplemente desterrados, por haberse
remota provincia de los Urales « por tiempo indefinido •>, como se acos- atrevido á pedir al emperador, del modo más respetuoso posible, algo
tumbraba á decir en la jerga burocrática. Aun en la época en que el de lo que legalmente correspondía á dichas corporaciones. « Los dipu-
círculo de Tchaykousky no hacía más que distribuir libros aprobados tados provinciales no deben ser más que funcionarios ministeriales
por la censura, el amigo que daba nombre á aquél fué preso dos veces, y obedecer al ministro de la Gobernación ». Tal era la teoría del gobierno
pasando cuatro ó seis meses en prisión, la segunda en un momento de San Petersburgo. En cuanto á la gente de segunda fila — maestros,
crítico de su carrera de farmacia. Sus investigaciones se habían publi- médicos y empleados de todas clases al servicio de los municipios —,
cado recientemente en el Boletín de la Academia de Ciencias, dispo- eran separados de sus puestos y desterrados por la policía de Estado
niéndose á pasar sus examenes universitarios. Al fin fué puesto en libertad, en veinticuatro horas, sin más ceremonia que una orden de la omnipo-
porque la policía no pudo descubrir suficientes pruebas contra él para tente Sección Tercera de la cancillería imperial. Sin ir más allá del año
aplicarle el destierro á los Urales. « Pero si os volvemos á arrestar otra anterior, diré que una señora cuyo esposo es rico terrateniente y ocupa
vez >>, le dijeron, « os enviaremos á Siberia >>.- Era, en verdad, un sueño una posición distinguida en uno de los Zemstvos, y que se halla intere-
favorito de Alejandro II el formar en alguna parte de las estepas una sada en todo lo refente á instrucción pública, invitó á ocho profesores
población especial, guardada noche y día por patrullas de cosacos, adonde de primera enseñanza á una fiesta que daba con motivo de su cum-
se pudiera mandar á la juventud sospechosa, y constituir con tila una pleaños. «Pobre gente», se dijo á sí misma; «sin otro trato que el de
ciudad de diez ó veinte mil habitantes. Sólo el temor de lo que semejante los campesinos ». Al día siguiente la policía llamó á su puerta, pidiendo
centro de población pudiera llegar á ser algún día, evitó que llevara los nombres de los ocho maestros que habían asistido al referido acto,
con objeto de comunicar el hecho á las autoridades respectivas. Y
á cabo este proyecto verdaderamente asiático. como la señora se negara á darlos, le dijeron: « Está bien; ya los encon-
traremos, sin embargo, y se transmitirá el informe. Los maestros no
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deben reunirse, y si lo hacen, hay que dar parte ». Sólo la elevada posición
de la dama pudo escudar á aquéllos en este caso; si la reunión hubiera
Uno de nuestros compañeros de círculo, que era un oficial, había tenido lugar en casa de una persona menos importante, después de
pertenecido á un grupo de jóvenes, cuya ambición consistía en servir ser visitados por la policía de Estado, la mitad, cuando menos, hubieran
en los Zemstvos provinciales (consejos de distritos y de provincias). sido dados de baja por el ministro del ramo; y si, por ventura, una palabra
Ellos consideraban todo trabajo en tal sentido como altamente prove- más alta que otra se le escapaba á alguno de ellos durante la visita po-
choso, y se preparaban para realizarlo, estudiando detenidamente las liciaca, al punto sería enviado á una de las provincias uralas. Esto es
condiciones económicas de la Rusia central. Muchos de los jóvenes lo que pasa hoy, á los treinta y tres años de la apertura de los consejos
alimentaron por algún tiempo esas ilusiones; pero todas se desvanecieron provinciales y locales; pero era mucho peor en los que mediaron del
al primer contacto con la máquina gubernamental. 70 al -8o. ¿ Qué clase de base para una lucha política podía ofrecer tal
Habiendo concedido una forma muy limitada de autonomía á ciertas situación ?
provincias rusas, el gobierno dirigió inmediatamente después todos sus
esfuerzos á anularla, privándola de toda su significación y vitalidad. Cuando heredé de mi padre su estado de Tambóv, pensé formal-
La « autonomía •> provincial tuvo que contentarse con ser la mera función mente, durante algún tiempo, en fijar mi residenciá allí y dedicar mis
de agentes del Estado encargados de recaudar impuestos locales adi- energías á trabajar en el Zemstvo local. Algunos campesinos y los curas
cionales, é invertirlos en las necesidades provinciales de aquél. Todo in- más pobres de las inmediaciones me habían pedido que lo hiciera. E n
tento de las diputaciones de provincias para tomar iniciativas, mejoras cuanto á mí, me hubiera contentado con hacer cualquier cosa, por in-
agrícolas, etcétera, era mirado por el gobierno central con prevención significante que fuera, con tal de poder así contribuir á elevar el nivel
y hasta con hostilidad, siendo denunciado por la Gaceta de Moscou como intelectual y material de los agricultores. Pero un día, cuando se hallaban
« separatismo », como la creación de « un Estado dentro del Estado t> reunidos muchos de los que tal me aconsejaban, les pregunté: «Supo-
y como rebeldía contra la autocracia. niendo que yo tratara de montar una escuela, una granja modelo, una
sociedad cooperativa, y al mismo tiempo tomara á mi cargo l a defensa,
Si alguien fuera á contar la verdadera historia, por ejemplo, de de aquellos de nuestros campesinos que han sido últimamente atro»
la escuela normal de Tver, ó de otra empresa parecida de los Zemstvos pellados, ¿me lo permitirían las autoridades?» «¡No, jamás!», fué la
en aquella época, con todas las ruines persecuciones, prohibiciones, sus- contestación unánime.
pensiones y todo género de dificultades con que se trataba de embarazar
Un cura anciano, de cabellos grises, hombre á quien se tenía en
el que entonces no se admitiera mi propuesta. Porque de haberlo sido,
me hubiera visto obligado á caminar por una senda poco en armonía
con mi naturaleza, no encontrando en ella la felicidad que he hallado
gran estima en aquellos alrededores, vino á verme algunos días después, siguiendo otros derroteros. Mas cuando seis ó siete años después se vieron
con dos jefes de influencia, disidentes, y me dijo: « Hablad con estos empeñados los terroristas en su terrible lucha contra Alejandro II, la-
dos hombres. Si os avenís á ello, id en su compañía, y, biblia en mano, menté que no hubiera habido alguien que hubiese hecho la clase de
predicad á los campesinos... Ya sabéis lo que hay que propagar... No trabajo que yo me ofrecí á efectuar en los círculos elevados de San Pe-
hay policía en el mundo que pueda encontraros, como ellos os oculten... tersburgo. Habiéndose establecido de antemano alguna inteligencia, y
No hay nada más que hacer; esto es lo que yo, que soy viejo, os aconsejo ». con las ramificaciones que ésta probablemente habría podido echar en
Les dije francamente el por qué no podía asumir el papel de Wielif; todo el imperio, el holocausto de la víctima no se hubiese hecho en vano.
pero el anciano tenía razón. Un movimiento parecido al de los Lollards De todos modos, los trabajos de zapa del comité ejecutivo debieron
va creciendo rápidamente entre los campesinos rusos. Las torturas á por todos estilos haber sido secundados por una agitación paralela
que han sido sometidas gentes tan amantes de la paz como los Dukabors, en el Palacio de Invierno.
é incursiones como las realizadas contra los campesinos disidentes del
Sur de Rusia en 1897, en las que se robaron las criaturas para poder
educarlas en monasterios ortodoxos, sólo conseguirán dar á ese movi-
miento una fuerza que jamás hubiera alcanzado hace veinticinco años. Una y otra vez, la necesidad de una acción política se volvió á dis-
cutir en nuestro pequeño grupo, sin ningún resultado. La apatía y la
indiferencia de las clases más acomodadas, eran, en verdad, desconso-
ladoras, y la irritación de la juventud perseguida no había llegado á
Como la cuestión de agitarse en favor de una Constitución era esa alta tensión que terminó seis años más tarde, en la campaña de
continuamente tema de discusión en nuestra sociedad, propuse yo una los terroristas á las órdenes del comité ejecutivo. Pero hay más todavía
vez que se considerase el asunto en serio, adoptándose un plan con- — y esta es una de las más trágicas ironías de la Historia —; la misma
veniente de acción. Siempre opiné que cuando se tomaba un acuerdo juventud que Alejandro II, en su ciego temor y su ira, ordenó que se
por unanimidad, cada miembro debía dejar aparte sus inclinaciones mandara á centenares á trabajos forzados, condenándola á una muerte
personales y poner en la empresa todas sus energías. « Si resolvéis pro- lenta en el destierro, fué la que le protegió desde el 70 al 78. La pro-
vocar una agitación con el fin indicado», les dije, «he aquí mi plan: paganda que se hacía en los círculos socialistas estaba calculada como
me separaré de vosotros en apariencias, manteniendo relaciones solo útil para evitar la repetición de atentados como el de Karakozoff contra
con un individuo de la sociedad — por ejemplo, Tchaykousky —, por la vida del zar. « Preparad en Rusia un gran movimiento socialista en que
quien tendré noticias de la marcha de vuestros trabajos y podre co- tomen parte obreros y campesinos », era entonces la consigna. « No os
municaros de un modo general la de los míos. Mi campo de acción sera preocupéis del zar y sus consejeros; si tal movimiento se inicia, si los
entre los cortesanos y altos funcionarios; tengo en el seno de esas clases trabajadores se unen á él para reclamar la tierra y pedir la abolición
muchas relaciones y conozco á u n gran número de personas que se hallan del impuesto de la redención de la servidumbre, el poder imperial será
disgustadas con la situación actual. Las aproximaré y uniré, si es posible, el primero en solicitar el apoyo de las clases adineradas y los terrate-
en alguna especie de organización, y después, en un momento dado, nientes y convocar un parlamento; así como la insurrección de los cam-
es indudable se ha de presentar la oportunidad de poner en acción esas pesinos en Francia, en 1789, forzó al poder real á convocar la Asamblea
fuerzas, á fin de obligar á Alejandro II á dar una Constitución al país. Nacional, así ocurrirá en Rusia ».
Llegará de fijo un momento en que todas estas gentes, al verse compro-
Mas esto no era todo. Grupos é individuos aislados, viendo que
metidas, por interés propio darán un paso decisivo. Si es necesario, al-
el reinado de Alejandro I I estaba irremisiblemente condenado á sumer-
guno de nosotros, de los que han sido oficiales, podrán prestar mucho
girse más profundamente en la reacción, y alimentando al mismo tiempo
servicio extendiendo la propaganda entre sus antiguos companeros de
vagas esperanzas respecto al supuesto «liberalismo » del presunto he-
armas; pero este trabajo debe ir completamente separado del vuestro,
redero — de todos los jóvenes herederos de tronos se supone siempre
aunque caminando paralelamente con él. Hé meditado detenidamente
otro tanto —, retornaban con persistencia á la idea de que el ejemplo
sobre ello; conozco bien el personal y en quiénes se puede tener con-
de Karakozoff debiera ser imitado. Sin embargo, los círculos organi-
fianza, y hasta creo que algunos de los descontentos ya han pensado
zados se opusieron enérgicamente a tal idea, aconsejando á sus com-
en mí como posible centro de acción para algo parecido. Esta linea
pañeros que no apelaran á ese procedimiento. Ya puedo divulgar lo si-
de conducta no la seguiría únicamente por mi voluntad; pero si vosotros
guiente, que hasta ahora jamás se había hecho público. Cuando un joven
la consideráis conveniente, á ella me dedicaré por completo ».
vino de una de las provincias del Sur á San Petersburgo con la firme
El círculo no aceptó esta proposición. Conociéndose unos á otros intención de matar á Alejandro II, y algunos de los miembros del cír-
tan bien como se conocían mis compañeros, creyeron probablemente culo de Tchaykousky se enteraron del proyecto, no sólo emplearon
que, si yo me lanzaba en tal dirección, dejaría de estar de acuerdo con-
migo mismo. En nombre, pues, de la tranquilidad de mi conciencia
y de la conservación de mi vida, nunca agradeceré ahora lo bastante
todos los argumentos imaginables para disuadirlo, sino que, al ver que infantil, inocente y pequeño rostro lleno de inteligencia la más severa
esto no era posible, le manifestaron que le vigilarían y le impedirían expresión posible. En su concepción de la moral era « rigorista >>, pero
por la fuerza el llevar á cabo semejante atentado. Conociendo bien no del tipo de las aficionadas á sermonear. Cuando estaba disgustada
lo poco resguardado que se hallaba en aquel tiempo el Palacio de In- de la conducta de alguno, le dirigía una grave mirada, frunciendo lige-
vierno, bien se puede afirmar que le salvaron la vida al emperador. ramente el entrecejo; pero hasta en esto se advertía la bondad de su
Hasta tal punto era opuesta la juventud en dicha época á la guerra carácter y la nobleza de su corazón, que sabía apreciar todo lo que es
en que más tarde, cuando rebosó la copa de sus sufrimientos, se vieron humano. Sólo en un punto era inexorable. « El hombre de varias mu-
obligados á participar. jeres dijo una vez, hablando de alguno, y la expresión y el modo de
decirlo, sin interrumpir su trabajo, fueron tales, que se grabaron para
XV. siempre en mi memoria.
Peróuskaya era una « populista ¡> hasta el fondo mismo de su co-
Los dos años que pasé en el círculo de Tchaykousky, antes de que razón, y al mismo tiempo una revolucionaria y una luchadora de energía
me prendieran, influyeron poderosamente en mi posterior modo de ser incomparable y sin igual. No necesitaba embellecer al obrero y al campe-
y de pensar. Durante estos dos años puede decirse que era vivir á alta sino con virtudes imaginarias con objeto de amarlos y trabajar por su
presión; era experimentar esa exuberancia de vida en que sé siente á redención. Los tomaba tales como son, y me dijo una vez: << Hemos
cada momento el completo latir de todas las fibras del yo interno, y se empezado una gran obra. Tal vez sucumban dos generaciones antes
tiene conciencia de que vale la pena vivir. Me hallaba como en familia de llegar á la meta; pero al fin ella se alcanzará >>. Ninguna de las mu-
en una asociación de hombres y mujeres, tan íntimamente unidos jeres de nuestro círculo hubiera desmayado ante el temor de morir en
por una aspiración común y tan amplia y delicadamente humanos el cadalso; todas hubiesen mirado á la muerte cara á cara; pero en aquel
en sus mutuas relaciones, que no puedo recordar ahora un solo momento periodo de nuestra propaganda no tenían motivo alguno para esperar
en que un pasajero rozamiento viniese á turbar la armonía general. tal resultado. El tan conocido retrato de Peróuskaya es verdaderamente
Los que conozcan por experiencia lo que es vivir en el seno de una agi- notable; él nos trae á la memoria su valor sin límite, su clara inteligencia
tación política, apreciarán el valor de lo manifestado. y la delicadeza de sus sentimientos. La carta que escribió á su madre,
Antes de abandonar por completo mi carrera científica me consi- horas antes de ir al patíbulo, es una de las expresiones más tiernas de
deré obligado á terminar la memoria de mi viaje á Finlandia para la amor filial que el corazón de una mujer ha podido dictar jamás.
Sociedad Geográfica, así como otro t r a b a j o que tenía entre manos para El siguiente suceso mostrará lo que eran las demás de nuestro cír-
la misma; y mis nuevos amigos fueron los primeros en confirmarme culo. Una noche, Kupreyanoff y yo fuimos á casa de Varvara B., á quien
en tal decisión, diciendo que no estaría bien proceder de otra manera. teníamos que comunicar algo urgente. Era más de media noche; pero
Así que trabajé con fe para terminar pronto mis libros de geografía viendo luz en su ventana, subimos la escalera. Ella se hallaba en su
y de geología. pequeña habitación sentada á la mesa copiando un documento del
- Las sesiones de nuestro círculo eran frecuentes y jamás falté á ellas. círculo. Y conociendo lo resuelta que era, se nos ocurrió la desgraciada
Entonces nos reuníamos en uno de los barrios extremos de San Peters- idea de darle una de esas bromas impertinentes que los hombres algunas
burgo, en una casita de la que Sofía Peróuskaya, con el nombre supuesto veces consideran graciosas. « B. — le dije —, veníamos á buscarte:
y pasaporte falsificado de la mujer de un obrero, era la inquilina. Era vamos á intentar la poco menos que loca empresa de libertar á los com-
hija de una familia aristocrática y su padre f u é durante algún tiempo pañeros que se hallan presos en la fortaleza. » Ella no hizo ninguna
gobernador militar de San Petersburgo; pero, de acuerdo con su madre, observación: dejó tranquilamente la pluma, se levantó de la silla y sólo
que la adoraba, abandonó su hogar para ingresar en un instituto de dijo: « Vamos >>. Habló con voz tan reposada y natural, que desde luego
segunda enseñanza, fundando con las tres hermaras Korniloff — hijas comprendí lo neciamente que había procedido, y le manifesté la verdad.
de un rico industrial — aquel pequeño círculo de mutua cultura, que Entonces se dejó caer desplomada en su asiento, y con lágrimas en los
más tarde se convirtió en el nuestro. Ahora, presentándose como mujer ojos y palabra en que se revelaba la emoción, me interrogó de esta ma-
de un artesano, con traje de algodón y botas de hombie, la cabeza cu- nera: « ¿ No era más que una chanza? ¿ Por qué dais bromas semejantes? »
bierta con un pañuelo ordinario, y acarreando cubos de agua del Neva, Esto me hizo comprender la crueldad de lo que yo había hecho.
nadie hubiera podido reconocer en ella á la joven que pocos años antes
brillaba en uno de los salones más elegantes de la capital. Era á todos
simpática, y no había nadie que al entrar en la casa no la saludara con
una sonrisa; hasta cuando, haciendo cuestión de honor el tener el local Otro muy apreciado de nuestro círculo era Serghéi Kranschivki,
lo más limpio posible, nos reprendía por el barro que nosotros, vestidos que tan bien conocido llegó á ser, tanto en Inglaterra como en los Estados
con pieles de carnero y calzando botas altas, como las que usan los Unidos, bajo el seudónimo de Stepniak. A menudo se le llamaba «la
campesinos, traíamos del exterior, después de haber atravesado las Criatura », debido á lo poco que se preocupaba de su propia seguridad;
calles cenagosas de los suburbios. E n tales casos procuraba dar á su pero este descuido de sí mismo no era sino el resultado de la falta com-
pie ta de temor, lo cual, después de todo, es la mejor política para aquel rrespondencia con él; pero como siempre le disgustaba escribir en cifras,
que es objeto de la vigilancia policiaca. Como pronto se dió á conocer propuse un medio de comunicación que ya se había usado en las conspi-
por su propaganda en los círculos de los trabajadores, con su verdadero raciones, y era el siguiente: se escribe una carta corriente, hablando de
nombre de Serghéi, la policía deseaba echarle el guante; á pesar de lo una multitud de cosas, pero sólo ciertas palabras — supongamos que sea
cual, no tomaba ninguna precaución para ocultarse, y recuerdo que un cada cinco — son las que han de tenerse en cuenta. Se dice, por ejemplo:
día fué severamente amonestado en una de nuestras reuniones por lo « Excusar lo precipitado de esta carta. No descanso jamás; noche tras
que se calificó de gran imprudencia. Habiéndose retrasado para venir noche trabajo, y os aseguro que ayuda nunca espero ». Y no leyendo
á la sesión, como le pasaba con frecuencia, y teniendo que salvar una más que cada quinta palabra, se encuentra: « E s t a noche os espero. »
gran distancia antes de llegar á nuestra casa, vino vestido de campesino, Tal proceder nos obligaba á escribir cartas de seis ó siete páginas para
con su correspondiente zamarra, y á la carrera por el centro de una transmitir una de información, teniendo que poner á prueba nuestra ima-
de las calles de más tránsito de la capital. « ¿ Cómo habéis hecho tal cosa? ginación, á fin de llenar aquéllas con toda clase de asuntos y poder intro-
— le preguntaron en tono de reproche —; pudiérais haber despertado ducir las palabras que se necesitaban. Mi amigo, á quien no era posible
sospechas y dado lugar á que os detuvieran como á un ladrón vulgar >> hacer que se sirviera de una clave, se aficionó á esta clase de correspon-
Y, sin embargo, pocas personas eran tan cautas como él en asuntos dencia y solía enviarme cartas conteniendo cuentos, con detalles inte-
donde otros pudieran verse comprometidos. resantes y desenlaces dramáticos. Después me dijo que semejante ejercicio
El principio de nuestra estrecha intimidad fué con motivo del libro le sirvió para desarrollar sus facultades literarias. La verdad es que
de Stanley, titulado Cómo descubrí d Livingstone. Una noche, la sesión cuando se tiene capacidad todo contribuye á su desenvolvimiento.
había durado hasta las doce, y cuando nos hallábamos á punto de partir, En Enero ó Febrero del 74, estaba yo en Moscou, en una de las
una de las hermanas Korniloff entró con un libro en la mano, pregun- casas en que pasé mi infancia. De mañana me anunciaron que un cam-
tando quién de nosotros se comprometería á traducir para las ocho pesino deseaba verme: salí y me encontré con Serghéi que acababa
de la mañana siguiente diez y seis páginas de aquél. Miré el tamaño de escaparse de Tver. Era de fuerte complexión, y él y otro ex oficial lla-
de ellas y dije que si alguien me ayudaba podía ejecutarse dicho trabajo mado Rogachoff, dotado también de grandes fuerzas físicas, habían
durante la noche. Serghéi se brindó á hacerlo, y á las cuatro de la ma- ido recorriendo el país como aserradores de madera. El trabajo era bien
ñana la traducción estaba terminada. Nos leímos mutuamente nuestros penoso, especialmente para gentes no acostumbradas á él, pero a ambos
trabajos con el texto á la vista, bebiéndonos después un jarro de caldo le agradaba, y nadie hubiera podido suponer eran oficiales disfrazados
ruso que habían dejado destinado á nosotros sobre la mesa, y salimos aquellos dos robustos trabajadores. Viajaron de tal modo durante quince
juntos para volver á casa. Desde aquella noche quedamos hechos íntimos días, sin despertar sospechas, é hicieron propaganda revolucionaria
amigos. á derecha é izquierda sin temor alguno. Otras veces, el primero, que
Siempre me ha gustado la gente capaz de trabajar y de hacerlo casi se sabía de memoria el Nuevo Testamento, se dirigía á los campe-
esmeradamente; así que la traducción de dicho compañero y su dispo- sinos aparentando ser un predicador religioso, demostrándoles con citas
sición para efectuarlo con rapidez ganaron mis simpatías." Y cuando de la Biblia que debían iniciar una revolución. En otras ocasiones basaba
lo conocí más á fondo, me inspiraron un verdadero afecto su carácter sus argumentos en las doctrinas expuestas por los economistas, siendo
franco y abierto, su juvenil energía y buen sentido, su inteligencia su- siempre escuchados por el pueblo los dos como verdaderos apostoles,
perior, su sencillez, su reserva y su valor y tenacidad. Había leído y llevándolos de casa en casa, y negándose á recibir nada por el aloja-
pensado mucho, y respecto al carácter revolucionario de la partida miento. En esos pocos días produjeron una verdadera conmoción en
en que estaba empeñado, parecía que éramos de la misma opinión. El varias poblaciones y aldeas; su fama se iba extendiendo en todas direc-
tenía diez años menos que yo, y tal vez no apreciaba exactamente qué ciones; y los trabajadores, lo mismo jóvenes que viejos, se decían mu-
lucha tan encarnizada había de ser la próxima revolución. Una vez nos tuamente con cierta reserva en los graneros algo respecto a los « dele-
contó con mucho gracejo el trabajo que hacía en el campo entre los agri- gados », concluyendo por alzar la voz, y manifestar, más enérgicamente
cultores. « Un día — dijo — iba yo por un camino con un compañero, que de costumbre, que los terratenientes serían expropiados de sus tierras,
cuando fuimos alcanzados por un aldeano que venía en un trineo. Yo recibiendo en cambio una pensión del zar. La gente joven se hizo más
empecé á decirle que no debía pagar la contribución, que los empleados agresiva que de ordinario con la policía, diciéndole: « Aguardad un poco,
son unos bandidos que roban al pueblo, procurando convencerlo con citas que ya llegará nuestra vez; vuestro reinado, como el de Herodes, no ha
tomadas de la Biblia, de que debían rebelarse. El fustigó al caballo de ser ahora largo ». Pero la fama de los aserradores llegó á oídos de las
y nosotros avivamos el paso; lo hizo trotar, y nosotros trotamos también, autoridades y fueron detenidos, dándose la orden de que los condujeran
sin dejar de hablarle de lo mismo. Finalmente, lanzó el animal al galope; á la estación de policía más próxima, que se hallaba á diez y seis kiló-
pero como era de poco poder — una jaquilla ruin y flaca de las que metros de distancia.
tienen los campesinos — nosotros no nos quedamos atrás, sino que Los llevaron custodiados por varios labriegos, y en el camino tuvieron
seguimos propagando hasta que nos faltó el aliento ».
que pasar por un lugar que celebraba su fiesta. «¿Presos? Está bien;
Durante algún tiempo Serghéi residió en Kazán, y estuve en co- aquí cabemos todos », dijeron los del pueblo, que bebían todos en honor
del día. Allí pasaron buena parte de éste, llevándolos la gente de una sitios, remitiéndose luego á los círculos locales, que los distribuían entre
parte á otra y obsequiándolos con cerveza casera. A los guardianes no los trabajadores. Todo esto exigía una vasta organización, así como
había que decírselo dos veces: bebieron, y se empeñaron en que también un viajar constante, y una colosal correspondencia, para poner á nuestros
bebieran los presos. «Afortunadamente — decía Serghéi — pasaban amigos y nuestros libros al abrigo de la policía. Teníamos claves di-
la cerveza en tan grandes tazones de madera, que yo podía hacer como ferentes para cada provincia, y con frecuencia, después de haber em-
que bebía sin que nadie lograra apercibirse de si lo había hecho ó no ». pleado seis ó siete horas en discutir todos los detalles, las mujeres, que
Al llegar la noche, los encargados de acompañar los presos estaban todos no se fiaban mucho de nuestra escrupolosidad en esta clase de corres-
ebrios, y no queriendo presentarse de tal modo á las autoridades, deci- pondencia, se pasaban toda la noche cubriendo püegos de papel con
dieron permanecer allí hasta la siguiente mañana. Dicho amigo, apro- números y fracciones cabalísticas.
vechan dola coyuntura, no dejó el uso de la palabra; y todos lo escuchaban La mayor ^cordialidad reinaba siempre en nuestras reuniones. Pre-
con interés, lamentando que tan buena persona hubiera sido detenida. sidencias y formalidades de todas clases son cosas tan completamente
Cuando ya iban á dormir, un joven campesino le dijo al oído al amigo repulsivas para el carácter ruso, que las habíamos suprimido; y á pesar
mencionado: « Al ir á cerrar la puerta dejaré sin echar la llave ¡>. Serghéi de que nuestros debates eran algunas veces extremadamente acalorados,
y su compañero no echaron en saco roto la indicación, y tan pronto sobre todo cuando se discutían «cuestiones de principios », nos pasá-
como los otros se durmieron se plantaron en la calle, poniéndose á ca- bamos sin las formalidades de Occidente. Una sinceridad absoluta, un
minar á buen paso, y á las cinco de la mañana se encontraban á treinta general deseo de resolver las dificultades lo mejor posible, y un desprecio
y cuatro kilómetros del lugar, en una pequeña estación de ferrocarril, francamente expresado de todo lo que en lo más mínimo revistiera afec-
donde tomaron el primer tren para Moscou, en cuya ciudad se quedó tación teatral bastaban para el caso. Si alguno de nosotros se hubiera
mi amigo, y cuando nos prendieron á todos en San Petersburgo, el cír- aventurado á buscar efectos oratorios por medio de un discurso, bromas
culo de aquélla, bajo su inspiración y la de Voinaralsky, vino á ser de buen género le hubiesen demostrado desde luego que el perorar no es-
el centro principal de la agitación. taba ya de moda. A menudo teníamos que comer durante estas sesiones.
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Nuestro alimento se componía invariablemente de pan de centeno, pe-
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pino, un pedacito de queso y te claro en abundancia para apagar la sed.
Y no era que faltase el dinero; siempre había suficiente, y, sin embargo,
nunca era bastante para hacer frente á los gastos, que no dejaban de
, _ Aquí y allá, pequeños grupos de propagandistas se habían formado seguir creciendo, de imprenta, transporte de libros, ocultar á los amigos
en poblaciones grandes y pequeñas bajo diferentes conceptos. Se mon- á quienes buscaba la policía y emprender nuevos trabajos.
taron talleres de herrería, y se establecieron pequeñas granjas, traba-
jando en unos y otras jóvenes de las clases más pudientes, á fin de estar En San Petersburgo pronto adquirimos amplias relaciones con los
en contacto diario con las masas trabajadoras. En Moscou, muchas obreros. Serdukófi, joven de educación esmerada, había contraído
jóvenes de familias ricas, que habían hecho sus estudios en la Univer- amistad con varios mecánicos, la mayor parte colocados en una fábrica
sidad de Zurich y fundado una organización especial, llevaron tan lejos del Estado del departamento de artillería, y organizado además un
su amor á la idea, que hasta entraron en fábricas de algodón, trabajando círculo compuesto de unos treinta miembros, que acostumbraban á
de catorce á diez y seis horas diarias, y viviendo en las barracas de la reunirse para leer y discutir. Los mecánicos están regularmente retri-
fábrica, en compañía de las pobres muchachas rusas, verdaderas esclavas buidos en dicha capital, y los solteros lo pasaban regular. Pronto se
industriales. Era un gran movimiento, en que, por lo menos, de dos hallaron familiarizados con la literatura radical y socialista corriente;
á tres mil personas tomaron una parte activa, en tanto que, dos ó tres los nombres de Buckle, Lasalle, Mili, Draper y Sielhagen se hicieron
veces ese número de simpatizadores y amigos ayudaban de varios modos familiares para ellos, y por su aspecto, estos obreros inteligentes se
los trabajos de la vanguardia. Con una mitad, más bien más que menos, diferenciaban bien poco de los estudiantes. Cuando Kelnitz, Serghéi
de ese ejército, nuestro círculo de San Petersburgo estaba en regular y yo entramos á formar parte del círculo, visitábamos con frecuencia, su
correspondencia; siempre, por supuesto, sirviéndose de clave. grupo, dando allí conferencias familiares sobre diversidad de materias.
La literatura que podía publicarse en Rusia, bajo una censura Sin embargo, nuestras esperanzas de que estos jóvenes hubieran de llega,r
rigurosa — siendo motivo de prohibición la más pequeña alusión al á convertirse en ardientes propagandistas entre las clases menos pri-
socialismo — pronto se vió que era insuficiente, y montamos por nuestra vilegiadas de trabajadores, no se realizaron por completo. En un país
cuenta una imprenta en el exterior. Hubo que escribir folletos para libre, hubiesen sido los oradores habituales de los mitins; pero, como
los obreros y los campesinos, y á nuestra «comisión literaria », á la que los trabajadores especiales de la industria relojera en Ginebra, miraban
yo pertenecía, nunca le faltaba algo que hacer. Serghéi escribió dos á las masas que trabajaban en las fábricas con una especie de desprecio,
de esos opúsculos, uno en el estilo de Lamennais, y otro conteniendo y no se daban prisa en convertirse en mártires de la causa socialista.
una exposición del socialismo en un cuento fantástico, teniendo ambos Sólo después de haber sido arrestados, y pasar tres ó cuatro años en
gran circulación. Los libros y folletos que se imprimían fuera, entraban prisión por tener el atrevimiento de pensar como socialistas, sondeando
á millares, de contrabando, en Rusia, y se depositaban en determinados la profundidad del absolutismo ruso, fué cuando muchos de ellos vi-
nieron á ser ardientes propagandistas, principalmente de la revolución
política.

* por los pueblos, distribuyendo libros prohibidos, y todos ardían en deseos


* *
de seguir sus huellas. « Hablad á otros — les decíamos —, procurad
Mis simpatías se dirigían especialmente hacia los tejedores y ope- que la gente se una; y cuando seamos más numerosos, veremos lo que
rarios de las fábricas de algodón. H a y miles de ellos en San Petersburgo se puede hacer ». Nos comprendieron perfectamente, siendo necesario,
que trabajan allí durante el invierno y vuelven los tres meses de verano más que estimularlos, contenerlos.
á su pueblo natal para las faenas del campo. Siendo medio campesinos Entre ellos vi correr las horas más felices de mi vida. El día de
y medio obreros, habían por lo general conservado el carácter social año nuevo del 74, sobre todo, que es el último que pasé en Rusia en li-
del labriego ruso. Entre ellos se extendió el movimiento con sorprendente bertad, fué para mí particularmente memorable. La noche anterior
rapidez; habiendo necesidad de contener el celo de los recién venidos, había estado en una reunión de personas distinguidas, donde se pronun-
pues, de lo contrario, hubieran traído otros nuevos á centenares, lo mismo ciaron elocuentes discursos sobre los deberes del ciudadano, la prospe-
jóvenes que adultos. La mayoría vivían asociados por grupos ó artels, ridad del país y otras variaciones sobre el mismo tema. Pero en el fondo
tomando entre diez ó doce personas un departamento común, comiendo de tan pomposas arengas, una nota sobresalía. ¿De qué modo le sería
juntas y pagando cada una al mes su parte correspondiente del gasto posible á cadá orador poner á salvo su bienestar particular? Y, sin
general. A las residencias de estos grupos era adonde acostumbrábamos embargo, ninguno tenía el valor de decir franca y abiertamente que
á ir, y pronto los tejedores nos pusieron en contacto con otros análogos estaba pronto á todo lo que no le pudiera perjudicar. Sofismas inter-
de canteros, carpinteros y demás oficios. En algunos de estos artels minables sobre la lentitud de la evolución, la inercia de las clases infe-
Serghéi, Kelnitz y dos más de nuestros amigos se hallaban como en su riores y la inutilidad del sacrificio fueron expuestos para justificar la
casa, pasando noches enteras hablando sobre socialismo. Además, te- falta de sinceridad; todo mezclado con las seguridades que daba cada
níamos en diferentes parajes de la capital locales especiales, á cargo cual de su ardiente deseo de sacrificarse por el bien ajeno. Volví á casa
de alguno de los nuestros, adonde concurrían de diez á doce trabaja- afectado por la profunda tristeza que me había producido tanta palabrería.
dores todas las noches para aprender á leer y escribir y hablar después A la mañana siguiente fui á una de nuestras reuniones de tejedores,
un rato. De tiempo en tiempo, uno de nosotros iba á los pueblos de que se efectuaba en un sótano donde apenas penetraba la luz. Yo iba
esos amigos y pasaba un par de semanas haciendo una propaganda vestido, como otros muchos, con mi traje de pieles; y mi compañero,
poco menos que pública entre los agricultores. á quien conocían los trabajadores, me presentó, diciendo sencillamente:
Por supuesto, que todos nosotros, al tener que tratar con esta clase « Borodín, un amigo ». « Manifestad, Borodín — agregó — lo que habéis
de trabajadores, habíamos de vestirnos como ellos, necesitando usar visto en el extranjero». Y yo hablé del movimiento obrero en la Europa-
el mismo traje. La sima que separa á los campesinos de las clases más occidental, sus luchas, sus dificultades y sus esperanzas.
elevadas es tan grande en Rusia y tan raro el contacto entre ambas, El auditorio, compuesto en su mayoría de adultos, pareció extraor-
que no sólo la presencia en los pueblos de un hombre vestido con el dinariamente interesado en la narración. Me hicieron preguntas, todas
traje de la población promueve la general curiosidad, sino que, hasta pertinentes, respecto á los más minuciosos detalles de las uniones de
si se ve en esta última reunida con trabajadores á una persona cuyo oficios, las aspiraciones de la Asociación Internacional y su probabili-
aspecto difiere del de ellos, al punto se despierta la suspicacia de la dades de éxito. Interrogándome después sobre lo que podría hacerse
policía. «¿Para qué había de ir con gente b a j a como no sea con mala en Rusia y las consecuencias de nuestra propaganda. Jamás traté de
intención? », decían los extraños. Con frecuencia, después de una co- disminuir los peligros de nuestra agitación, diciendo francamente lo
mida en casa de algún poténtado ó aun en el mismo Palacio de Invierno, que sentía. « A nosotros nos enviarán á Siberia uno de estos días; y una
adonde iba á menudo á ver un amigo, tomaba un carruaje, corría al parte de vosotros, por lo menos, pasará largos meses en prisión por
pobre alojamiento de un estudiante en un barrio extremo, cambiaba habernos escuchado ». Este porvenir sombrío no los intimidó. « Después
mi traje de etiqueta por una camisa de algodón, botas altas de cam- de todo, en Siberia hay hombres; no todos son osos. Donde unos hombres
pesino y una zamarra de piel de carnero, y bromeando con los operarios viven, otros pueden vivir. El diablo no es t a n terrible como lo pintan.
que encontraba al paso, me dirigía á algún tugurio en busca de mis amigos Quien teme al lobo que no vaya al bosque », dijeron al partir. Y cuando,
los trabajadores. Yo les contaba lo que había visto del movimiento más tarde, muchos de ellos fueron detenidos, casi todos se condujeron
obrero en el exterior. Ellos me escuchaban atentamente, sin perder dignamente, procurando salvarnos y no haciendo traición á ninguno.
ni una palabra de lo que decía; y, después preguntaban: « ¿Qué podemos
hacer aquí?» «Agitad, organizad — era nuestra contestación — hay XVI.
que abrirse camino ». Y le leíamos un cuento popular de la Revolución
francesa, una adaptación de la admirable Historia de un Campesino Durante los dos años de que vengo hablando se hicieron muchas
de Erckmann-Chatrian. Todos admiraban á Chovel, que iba propagando detenciones, tanto en San Petersburgo como en provincias. No se pa-
saba un mes sin que experimentáramos la pérdida de alguno, ó supié-
ramos que ciertos miembros de este ó aquel grupo provincial habían
desaparecido. Hacia fines del 73, los arrestos se hicieron cada vez más
que vestido como los campesinos hablaba en las reuniones de los teje-
frecuentes. En Noviembre, uno de nuestros principales centros, situado dores. Aún no había transcurrido una semana cuando todos los miembros
en un barrio extremo de la capital, fué invadido por la policía. Perdimos de nuestro círculo, exceptuando á Serdukóff y á mí, estaban presos.
á Peróuskaya y tres amigos más, teniendo que suspender todas nuestras
No nos quedaba más recurso que huir de San Petersburgo; pero eso
relaciones con los obreros de ese arrabal. Fundamos un nuevo punto de
era precisamente lo que no queríamos hacer. Toda nuestra inmensa
reunión más á las afueras todavía, pero pronto hubo que abandonarlo.
organización para imprimir folletos en el exterior é introducirlos de
La policía extremó la vigilancia, y la presencia de un estudiante en los
contrabando en Rusia; toda la red de círculos, granjas y establecimientos
barrios de los trabajadores era al punto advertida, circulando espías
con que estábamos en correspondencia en cerca de cuarenta provincias,
entre los obreros, á quienes no se perdía de vista. Dmitri, Kelnitz, Ser-
de las cincuenta que hay en la Rusia europea, obra del trabajo lento y
ghéi y yo, con nuestras zamarras y nuestro aspecto de campesinos, pa-
penoso de los dos últimos años; y, finalmente, nuestros grupos de obreros
samos inadvertidos, continuando frecuentando el terreno ojeado por
en San Petersburgo y nuestros cuatro centros diferentes para hacer
el enemigo; pero ellos, cuyos nombres habían adquirido gran notoriedad
propaganda entre los trabajadores de la capital, ¿cómo era posible
en dichos barrios, eran objeto de todas las pesquisas; y si hubieran
que lo abandonásemos, sin haber encontrado á otros que mantuvieran
sido hallados casualmente en uno de los registros nocturnos en* casa
nuestras relaciones y correspondencia? Serdukóff y yo decidimos ad-
de algún amigo, en el acto los hubiesen preso. Hubo período en que Dmitri
mitir en el círculo dos nuevos miembros y transferir á ellos lo que
necesitó buscar diariamente un lugar donde poder dormir en una segu-
había que hacer. Nos reuníamos todas las noches en lugares distintos,
ridad relativa. « ¿Puedo pasar aquí la noche? », solía preguntar al pre-
y como nunca guardábamos direcciones ó nombres escritos — sólo las
sentarse en casa de un amigo á las diez de la misma. «¡ Imposible! —
correspondientes al contrabando se hallaban, en cifras, guardadas en
era la respuesta —; estoy muy vigilado actualmente. Mejor será que
sitio seguro —, tuvimos que enseñar á los recién venidos centenares
vayas á la de N ». « Pero si ahora vengo de allí y me ha dicho lo mismo
de unas y otros, en unión de una docena de cifras, repitiendo todo una
í Entonces ve á casa de M., es gran amigo mío y no infunde sospecha.
y otra vez, hasta que conseguían aprenderlo de memoria. Todas las
Pero es lejos de aquí y hay que tomar un coche: vaya el dinero >>. Más
noches recorríamos de este modo todo el mapa de Rusia, deteniéndonos
él, por cuestión de principios, no quería hacer uso de carruajes, y se iba
particularmente en la frontera occidental, que estaba sembrada de
á pie al otro extremo de la ciudad en busca de un refugio, ó en último
hombres y mujeres ocupados en recibir libros de los contrabandistas,
término á quedarse en el alojamiento de un amigo, amenazado de ser
y en las provincias orientales, donde teníamos los centros principales.
visitado á cada momento por la policía.
Después, sin dejar el disfraz, teníamos que poner en contacto á los
Al comenzar Enero del 74, se perdió otro centro, que era el principal nuevos amigos con los que simpatizaban con el movimiento en la ciudad,
que teníamos para la propaganda entre los tejedores. Varios de nuestros y presentarlos á aquellos trabajadores que aun no habían sido detenidos.
mejores compañeros desaparecieron, aprisionados entre las garras de En tal situación, lo que había que hacer era desaparecer del aloja-
la misteriosa Sección Tercera. Nuestro círculo se fué estrechando, las miento habitual, y andar á salto de mata variando de nombre con fre-
asambleas generales se hacían cada vez más difíciles, é hicimos supremos cuencia. Así lo hizo Serdukóff, pero como no tenía pasaporte, se ocul-
esfuerzos para formar otros nuevos donde los jóvenes pudieran con- taba en casa de los amigos. Yo debí haber hecho lo mismo, pero una
tinuar nuestra obra, cuando á todos nosotros nos hubieran inutilizado. circunstancia extraña me lo impidió. Acababa de terminar mi memoria
Tchaykóusky se hallaba en el Sur, y obligamos á Dmitri y Serghéi á sobre las formaciones glaciarias en Finlandia y en Rusia, la cual debía
que se marcharan también, teniendo materialmente que forzarlos á que ser leída en una sesión de la Sociedad Geográfica. Ya se habían repar-
lo hicieran. Sólo quedamos cinco ó seis para despachar todos los asuntos tido las invitaciones, cuando ocurrió que, en el día señalado, las dos
del círculo. Yo pensaba, tan pronto como hubiese entregado mi me- sociedades geológicas de San Petersburgo tenían que reunirse en asam-
moria á la Sociedad Geográfica, irme al Sudoeste del país y formar blea, y pidieron á la otra que aplazara dicho acto por una semana. Se
allí una liga agraria, parecida á la que tanto impulso adquirió" en Ir- sabía que yo había de presentar ciertas ideas respecto á la extensión de
landa del 75 al 80. la capa del hielo hasta el centro mismo de Rusia, y nuestros geólogos,
Después de dos meses de relativa tranquilidad supimos, á mediados con la excepción de mi amigo y maestro Friedrich Schmidt, conside-
de Marzo, que casi todo el círculo de los mecánicos había sido detenido raban tales afirmaciones de un carácter demasiado atrevido y deseaban
y con ellos un joven ex estudiante, llamado Nizoukin, quien desgracia- fueran detenidamente discutidas. Durante otra semana más, por con-
damente había ganado su confianza, y que teníamos la seguridad tra- siguiente, no me era posible partir.
taríade salvarse contando todo lo que supiera respecto á nosotros. Además
Gente extraña hormigueaba en torno de mi casa y preguntaba
de Dmitri y Serghéi, conocía á Serdukóff, el fundador del círculo, y
por mí, usando los más fantásticos pretextos: uno quería comprar un-
á mí, y era indudable que nos nombraría en cuanto lo acosaran con
bosque enjmi estado de Tambóv, donde no había más que prados des-
preguntas. Pocos días después, dos tejedores — gente de poca confianza
provistos de arbolado. Vi rondar por mi calle — la aristocrática Mors-
que hasta se habían quedado con fondos pertenecientes á sus compa-
káya — uno de los dos tejedores presos de quienes he hecho mención,
ñeros, y que me conocían por Borodín — fueron arrestados. Estos dos,
lo que me confirmó en la idea de que mi casa estaba vigilada. Sin em-
de seguro pondrían á la policía sobre la pista de Borodín, el hombre
y me traía dos cartas: una de mi amigo Voinarolsky y otra de Dmitri
dirigida á nuestro compañero Polakóff. El primero anunciaba el esta-
bargo, yo necesitaba aparentar no darme cuenta de todo aquello, porque blecimiento de una imprenta clandestina en Moscou, y venía llena de
el próximo viernes por la noche tenia que presentarme en la sesión noticias satisfactorias concernientes al movimiento en dicha ciudad;
de la Sociedad Geográfica. después de leerla la rompí, y como la segunda no contenía nada de
El acto al fin se efectuó: las discusiones fueron muy animadas, y por particular, la guardé. Pero ahora que estaba preso me pareció mejor
lo menos una cosa quedó demostrada. Se reconoció que todas las antiguas destruirla también, y pidiendo al policía que me enseñara otra vez
teorías concernientes al período diluviano en Rusia carecían comple- sus papeles, me aproveché del momento que empleó en registrarse el
tamente de fundamento, y que era necesario tomar otro punto de par- bolsillo para tirarla sin que lo notara. Sin embargo, al llegar á la casa
tida en la investigación de toda esa cuestión, teniendo la satisfacción del gobernador general el tejedor se la dió al otro diciendo: « Vi que el
de oír decir á nuestro más distinguido geólogo, Barbot-de-Marny: señor arrojó esta carta y la he recogido ».
« Haya habido capa de hielo ó no, debemos reconocer, señores, que todo
Después vinieron largas horas de tener que aguardar al represen-
lo que hemos dicho hasta ahora sobre la acción de los hielos flotantes
tante del poder civil, especie de procurador ó fiscal. Este funcionario
no tiene confirmación alguna en las actuales exploraciones >>. Y fui
sirve de testaferro en manos de la policía de Estado, que se vale de él
propuesto en dicha sesión para la presidencia de la sección de geografía
en sus registros domiciliarios, á fin de dar un aspecto legal á sus atro-
física, en tanto que yo me preguntaba si aquella misma noche no iría
pellos. Mucho tiempo pasó antes de que se encontrara é hiciera venir
á dar con mis huesos en la prisión de la Sección Tercera.
á ese caballero, para que desempeñase sus funciones como fingido re-
Hubiera sido mejor no haber vuelto á casa; pero estaba rendido presentante de la justicia. Me hicieron volver á mi casa, haciéndose
de fatiga á causa del mucho trabajo de los últimos días, y á ella fui. un escrupuloso registro de todos mis papeles; esto duró hasta las tres
La noche se pasó sin novedad. Eché una ojeada á mis papeles, destruí de la mañana, pero no reveló ni lo más mínimo que pudiera perjudi-
todo lo que pudiera comprometer á alguien, arreglé mis efectos y me carme ó causar daño á los demás.
dispuse á marchar. Sabía que mi domicilio estaba vigilado; pero espe- Desde allí me llevaron á la Sección Tercera, esa omnipotente ins-
raba que la policía no viniera á visitarme hasta bien entrada la noche, titución que ha gobernado en Rusia desde el principio del reinado
y al obscurecer poder salir sigilosamente sin que se notara. Llegó la de Nicolás I hasta la fecha, y que es, puede decirse, un verdadero « Estado
hora esperada, y, cuando ya me disponía á partir, una de las muchachas en el Estado >>. Empezó bajo Pedro I con el nombre de Departamento
de servicio me dijo: « Será mejor que bajéis por la escalera interior >>. Secreto, donde los adversarios del fundador del imperio militar ruso
Comprendí su intención, y bajé rápidamente, saliendo de la casa. A la eran sometidos á los más abominables tormentos, que sólo terminaban
puerta no había más que un coche de punto; monté en él, y el conductor con la muerte; continuó más tarde con el de Cancillería Secreta durante
me llevó al gran Neusky Prospekt. Al principio nadie nos perseguía los reinados de las emperatrices, en cuya época la Cámara de la Tor-
y me consideré en salvo; pero á poco á poco observé que otro carruaje tura del poderoso Minich aterrorizó á toda Rusia, y recibió su organi-
venía á todo correr tras el nuestro, y habiendo tenido que moderar zación actual del déspota de hierro Nicolás I, que agregó á ella el
su marcha el caballo que nos conducía, aquél nos tomó la delantera. cuerpo de gendarmes, siendo el jefe de éstos más temido en el país que
En él vi con sorpresa á uno de los dos tejedores que habían sido presos, el mismo emperador.
acompañado de otra persona. El me hizo señas con la mano, como si En toda provincia rusa, en toda población de alguna importancia
tuviera algo que decirme, y yo ordené al cochero que parara. « Tal vez y hasta en cada estación de ferrocarril, hay gendarmes que dan parte
— pensé — haya sido puesto en libertad y tenga algo importante que directamente á sus coroneles ó generales, quienes á su vez lo hacen
comunicarme ». Pero tan pronto como nos detuvimos, el que acom- al director general, el cual en su visita diaria á palacio da cuenta de lo
pañaba al tejedor — era un policía — gritó: « ¡Sr. Borodín, príncipe que juzga oportuno. Todos los funcionarios del imperio se ven some-
Kropotkin, quedáis detenido! » Hizo seña á los guardias, que tanto tidos á la vigilancia de la gendarmería, siendo deber de sus coroneles
abundan en las principales calles de San Petersburgo, y al mismo tiempo y generales no perder de vista la vida pública y privada de cada súb-
saltó á mi coche y me mostró un papel con el sello de la policía de la ca- dito del zar, aun la de los gobernadores de provincias, los ministros y
pital, diciendo al mismo tiempo: « Tengo orden de conduciros ante el los grandes duques. El mismo emperador se halla bajo su más estrecha
gobernador general para que déis una explicación >>. La resistencia era vigilancia, y como ellos se encuentran bien al corriente de la vida íntima
imposible — ya se hallaban dos guardias próximos á nosotros — y le de palacio y saben cada paso que da el zar, el jefe de los gendarmes
dije al cochero que volviera y nos llevara á casa del funcionario referido. viene á ser, si tal puede decirse, un confidente de la vida privada de los
Permaneciendo entre tanto el tejedor en el otro carruaje que seguía gobernantes de Rusia.
al nuestro.
x En este período del reinado de Alejandro II, la Sección Tercera
Ahora resultaba evidente que la policía había vacilado duranté era por completo omnipotente. Los coroneles de gendarmes hacían á
diez días, no decidiéndose á prenderme por no tener la seguridad de millares registros domiciliarios, sin ocuparse para nada de leyes ni de
que Borodín y yo fuéramos una misma persona; pero mi contestación tribunales de justicia. Detenían á quien les daba la gana; tenían á la
á la seña del tejedor disipó tales dudas.
Ocurrió que,al salir de mi casa,encontré un joven que venía de Moscou
gente presa el tiempo que querían y transportaban á centenares al # * *
Nordeste de Rusia ó Siberia, según su capricho; la firma del ministro
de la Gobernación no era más que una mera fórmula, porque ni tema Una cosa me preocupaba: mientras se registraba mi casa, pude
autoridad sobre ellos ni conocimiento de lo que hacían. coger al vuelo algo dicho con cautela por el procurador al oficial de
Eran las cuatro de la mañana cuando empezó mi interrogatorio. gendarmes, respecto á ir á hacer otro tanto en el domicilio de mi amigo
« Se os acusa — me dijeron solemnemente — de haber pertenecido PolakóS, á quien iba dirigida la carta de Dmitri. Era aquél un joven
á una sociedad secreta que tenía por objeto la destrucción de la actual estudiante, zoólogo y botánico distinguido, con quien hice mi expe-
forma de gobierno y conspirar contra la sagrada persona de su imperial dición de Vitím en Siberia. Hijo de una pobre familia cosaca en la fron-
majestad. ¿Sois culpable de tal delito? » tera de Mongolia, había tenido que pasar por todo género de dificultades
« Hasta que no se me lleve ante un tribunal donde pueda hablar antes de poder venir á San Petersburgo y entrar en la Universidad,
públicamente, no os daré ninguna contestación». donde llegó á ganar gran crédito por su amor al estudio, y se hallaba
« Escribid — dijo el procurador á su ayudante: — « No se reconoce sufriendo los últimos exámenes. Habíamos sido grandes amigos desde
culpable». Además — continuó diciendo después de una pausa —, mucho tiempo en la capital, pero no se interesaba en el movimiento
debo haceros ciertas preguntas. ¿Conocéis una persona llamada Ni- político.
kolái Tchaykóusky? » Le hablé de él al procurador. « Os doy mi palabra de honor — le
«Si insistís en interrogarme, escribid entonces « N o » á todo lo dije — que Polakófl jamás ha tomado parte en ninguna cuestión polí-
que tengáis á bien preguntarme». , . tica. Mañana tiene que pasar un examen, y habréis inutilizado para
siempre la carrera científica de un joven que ha tenido que sufrir
«¿Pero y si os preguntamos si conocéis, por ejemplo, al señor
grandes penalidades y luchar durante años enteros contra toda clase
PolakóS, de quien hablásteis hace poco? » de obstáculos para poder llegar á su actual situación. Sé que eso os
« Desde el momento que me hagáis tal pregunta, no vaciléis: escribid interesará bien poco; pero tened presente que en la Universidad es
« No ». Y si me preguntáis si conozco á mi hermano, mi hermana ó mi considerado como una de las glorias futuras de la ciencia rusa ».
madrastra, escribid « No ». No recibiréis de mi otra respuesta; porque El registro se hizo, sin embargo; pero se le dió una prórroga de
si contestara « Sí» con relación á cualquiera, desde luego proyectaríais tres días para que pudiera examinarse. Poco después fui llamado ante
algún mal contra esa persona, registrando su domicilio ó haciendo algo el procurador, quien con aire triunfal me enseñó un sobre escrito con mi
peor y manifestando después que yo la había nombrado ». puño y letra, y en él una nota, también mía, que decía así: « Tened
Se leyó una larga lista de preguntas á las que pacientemente con- la bondad de llevar este paquete á V. E. y encargad lo guarden hasta
testé cada vez: « Escribid « No ». Aquello duró sobre una hora, du- que sea reclamado de un modo conveniente ». La persona á quien la
rante la cual pude adquirir la certeza de que todos los detenidos, ex- nota sé dirigía no estaba en ella consignada. « Esta carta — dijo el pro-
ceptuando á los dos tejedores, se habían conducido muy bien. Los men- curador —, se encontró en casa de Polakóff; y ahora, príncipe, su suerte
cionados obreros sólo sabían que yo había asistido dos veces a una está en vuestras manos. Si me decís quién es V. E., el señor Polakóff
reunión de una docena de trabajadores, y los gendarmes no teman quedará en libertad; pero si os negáis á ello, seguirá detenido hasta
* ¿Qué
noticia estáisrespecto
alguna haciendo, príncipe?—
á nuestro me dijo un oficial al conducirme
círculo. que se decida á darnos el nombre de esa persona ».
á mi celda —. El negaros á responder á las preguntas se convertirá Mirando al sobre, que estaba escrito con lápiz de carbón, y á la
en un arma terrible contra vos ». carta, que lo había sido con uno de plomo ordinario, recordé inmedia-
«Estoy en mi derecho, ¿no es verdad?» tamente las circunstancias en que se escribieron ambos. « Tengo la se-
« Sí, pero... ya sabéis... Deseo que encontréis esta habitación con- guridad — exclamé al punto — de que la nota y el sobre no se encon-
fortable! Se ha mantenido caldeada desde que os arrestaron ». traron juntos! Vos sois quien habéis puesto la una dentro del otro ».
La hallé, efectivamente, en buenas condiciones, y pronto caí en un El procurador se ruborizó, y yo continué diciendo: « ¿Pretendéis
profundo sueño. A la mañana siguiente fui despertado por un gendarme hacerme creer, que siendo un hombre práctico, no habéis notado que
que me traía el te de costumbre. A poco entró otra persona que con los dos están escritos con lápices diferentes? (Y ahora tratáis de que
la mayor naturalidad me dijo á media voz: « Aquí hay una cuartilla la gente acepte como cierto lo que tan lejos está de la verdad! Pues
de papel y un lápiz: escribid vuestra carta». Era un simpatizador con bien, os digo terminantemente que la carta no era para Polakóff».
la idea, á quien yo conocía de nombre y que nos servía de intermediario El dudó un momento; pero luego, recobrando su audacia, agregó:
con los presos de la Sección Tercera. « PolakóS ha admitido que esta carta vuestra era para él».
Procedentes de distintos lugares oía golpes en el muro, que se su- En esto sabía yo que mentía: PolakóS hubiera aceptado para sí
cedían rápidamente. Eran los presos comunicándose unos con otros cualquier género de responsabilidad; pero hubiese preferido el destierro
por el medio indicado; pero como recién llegado nada pude sacar en á Siberia antes de comprometer á otro. Así que, mirándolo fijamente á
claro de un ruido que parecía venir de todas partes á la vez. la cara, repliqué: « No, señor; jamás ha dicho él eso y sabéis perfecta-
mente bien que vuestras palabras carecen de veracidad ».
El se puso furioso ó aparentó que se ponía, diciendo á continuación:
« Pues bien, si aguardáis aquí un momento os traeré la confirmación El carruaje se detuvo á la puerta del comandante militar de la
escrita de Polakóff sobre el particular; él se halla en la habitación inme- fortaleza y entramos en su salón de recibo. El general Korsákoff, hombre
diata declarando ». delgado y ya de edad, se presentó con una marcada expresión de disgusto
« Estoy dispuesto á esperar todo el tiempo que gustéis ». en su fisonomía. El oficial le dijo algo á media voz, á lo cual contestó:
Me senté en un sofá y allí fumé innumerables cigarrillos: nada vino <? Está bien >>, mirándolo de un modo algo despreciativo y volviendo
entonces ni después, porque tal cosa no existía. después la vista hacia mí. Era evidente que no le agradaba mucho re-
En el 78 encontré á Polakóff en Ginebra, en cuya época hicimos una cibir un nuevo huésped y que se hallaba un poco avergonzado de su
deliciosa excursión al glaciario de Aletsch. Creo inútil decir que sus con- misión; pero parecía agregar: « Como soldado no hago más que cumplir
testaciones fueron tales como yo las esperaba: negó tener ningún cono- con mi deber ». Poco después volvimos á subir al carruaje; pero pronto
cimiento de la carta ni de la persona representada por las iniciales V. E. se detuvo ante otra cancela, donde nos hicieron esperar largo rato hasta
Muchos libros pasaban con frecuencia de mí á él y viceversa, y la carta que vino del interior á abrirla un destacamento de soldados. Caminando
se halló en uno de ellos, mientras que el sobre apareció en el bolsillo á pie por pasadizos estrechos llegamos á una puerta de hierro, que daba
de un gabán viejo. Le tuvieron varias semanas preso, recobrando después acceso á una obscura galería, tras la cual nos vimos en una pequeña
la libertad, gracias á la intervención de sus relaciones científicas. No se habitación, notable por la falta de luz y la humedad.
molestó á V. E. y mis papeles fueron entregados á su tiempo. Varios oficiales francos de servicio, pertenecientes á l a guarnición
No me volvieron á la celda, y media hora después vino el procu- de la fortaleza, se movían de un lado para otro sin hacer ruido, coh sus
rador acompañado de un oficial de gendarmes. botas de fieltro alfombrado, ni hablar una sola palabra; en tanto que el
« Nuestra misión — me dijo — está ya terminada; vais á ser con- gobernador firmaba en el libro del circasiano el recibo de un nuevo preso.
ducido á otra parte ». Se me ordenó que me despojara de toda mi ropa y me pusiera el traje de
Más adelante, cada vez que lo veía, siempre le tomaba el pelo di- la prisión, consistente en una bata de franela verde, inmensas medias
ciendo: « ¿Qué hay sobre la declaración de Polakóff?» de lana de un grueso extraordinario y chinelas amarillas en forma de
barcaza, t a n grandes, que casi se me salían de los pies al querer andar
* con ellas. Las batas y las chinelas siempre me habían sido repulsivas,
* *
y las medias gruesas jamás me gustaron. Hasta tuve que desprenderme
de una camiseta interior de seda que, dada la humedad de la fortaleza,
Un coche de cuatro ruedas aguardaba á la puerta. Me indicaron
me hubiera sido de gran utilidad; pero no se podía permitir que la con-
que montara en él, y un corpulento oficial de gendarmes de origen cir-
servara. Yo, como es natural, empecé á protestar y quejarme de esto,
casiano se sentó á mi lado. Le hablé, pero me respondió con un gru-
y á la hora, poco más ó menos, me la devolvieron por orden del general
ñido. El carruaje cruzó el Puente Colgante, pasó después el lugar desti-
KorsákofE.
nado á las paradas, corriendo á lo largo del canal, como procurando
evitar los sitios de más tránsito. « ¿Vamos á la prisión de Litovskiy? > Después me llevaron á través de un pasaje obscuro, en el cual vi
le pregunté á mi acompañante, sabiendo que muchos de mis compa- centinelas armados que se paseaban, y me metieron en una celda. Una
ñeros estaban ya allí; pero tampoco me contestó. El sistema de silencio pesada puerta de roble se cerró tras mí, la llave giró en la cerradura,
absoluto á que se me sometió durante los dos años siguientes, empezó y quedé solo en un local donde apenas entraba la luz.
en este vehículo; mas cuando pasamos por el Puente de Palacio, com-
prendí que iba camino de la fortaleza de San Pedro y San Pablo. 'i
Admiraba la hermosura del río, sabiendo que no lo volvería á ver
en algún tiempo:, el sol marchaba hacia el ocaso; espesas nubes grises se PARTE QUINTA
agrupaban en Occidente sobre el Golfo de Finlandia en tanto que otras
más ligeras flotaban sobre mi cabeza dejando ver aquí y allá partes
del azulado cielo. De pronto el coche tornó á la izquierda penetrando
por un pasaje abovedado, que era la entrada á la fortaleza. L A FORTALEZA. L A FUGA.
« Ahora tendré que pasar aquí un par de años >> le dije al oficial.
«No, ¿por qué ha de ser tanto?» contestó el circasiano, quien I.
una vez en el interior de la prisión había recobrado el uso de la palabra.
«Vuestro asunto está próximo á terminarse, y podrá pasar á la au- Esta era, pues, la terrible fortaleza donde t a n t a de la verdadera
diencia dentro de quince días ». vitalidad de Rusia había perecido durante los dos siglos últimos, y
cuyo nombre se pronuncia siempre á media voz en Petersburgo.
« Mi cuestión — repliqué — es bien sencilla; pero antes de llevarme
ante un tribunal intentaréis prender á todos los socialistas de Rusia Aquí, Pedro I atormentó á su hijo Alexis y lo m a t ó con su propia
y como son tantos, en dos años no habréis terminado vuestro cometido ». mano; aquí, la princesa Tarakánova estuvo encerrada en una celda
Entonces no -pude apreciar todo lo profética que era mi observación. que fué tan invadida por el agua durante una inundación, que las ra-
El se puso furioso ó aparentó que se ponía, diciendo á continuación:
« Pues bien, si aguardáis aquí un momento os traeré la confirmación El carruaje se detuvo á la puerta del comandante militar de la
escrita de Polakóff sobre el particular; él se halla en la habitación inme- fortaleza y entramos en su salón de recibo. El general Korsákoff, hombre
diata declarando ». delgado y ya de edad, se presentó con una marcada expresión de disgusto
« Estoy dispuesto á esperar todo el tiempo que gustéis ». en su fisonomía. El oficial le dijo algo á media voz, á lo cual contestó:
Me senté en un sofá y allí fumé innumerables cigarrillos: nada vino <? Está bien >>, mirándolo de un modo algo despreciativo y volviendo
entonces ni después, porque tal cosa no existía. después la vista hacia mí. Era evidente que no le agradaba mucho re-
En el 78 encontré á Polakóff en Ginebra, en cuya época hicimos una cibir un nuevo huésped y que se hallaba un poco avergonzado de su
deliciosa excursión al glaciario de Aletsch. Creo inútil decir que sus con- misión; pero parecía agregar: « Como soldado no hago más que cumplir
testaciones fueron tales como yo las esperaba: negó tener ningún cono- con mi deber ». Poco después volvimos á subir al carruaje; pero pronto
cimiento de la carta ni de la persona representada por las iniciales V. E. se detuvo ante otra cancela, donde nos hicieron esperar largo rato hasta
Muchos libros pasaban con frecuencia de mí á él y viceversa, y la carta que vino del interior á abrirla un destacamento de soldados. Caminando
se halló en uno de ellos, mientras que el sobre apareció en el bolsillo á pie por pasadizos estrechos llegamos á una puerta de hierro, que daba
de un gabán viejo. Le tuvieron varias semanas preso, recobrando después acceso á una obscura galería, tras la cual nos vimos en una pequeña
la libertad, gracias á la intervención de sus relaciones científicas. No se habitación, notable por la falta de luz y la humedad.
molestó á V. E. y mis papeles fueron entregados á su tiempo. Varios oficiales francos de servicio, pertenecientes á l a guarnición
No me volvieron á la celda, y media hora después vino el procu- de la fortaleza, se movían de un lado para otro sin hacer ruido, coh sus
rador acompañado de un oficial de gendarmes. botas de fieltro alfombrado, ni hablar una sola palabra; en tanto que el
« Nuestra misión — me dijo — está ya terminada; vais á ser con- gobernador firmaba en el libro del circasiano el recibo de un nuevo preso.
ducido á otra parte ». Se me ordenó que me despojara de toda mi ropa y me pusiera el traje de
Más adelante, cada vez que lo veía, siempre le tomaba el pelo di- la prisión, consistente en una bata de franela verde, inmensas medias
ciendo: « ¿Qué hay sobre la declaración de Polakóff?» de lana de un grueso extraordinario y chinelas amarillas en forma de
barcaza, t a n grandes, que casi se me salían de los pies al querer andar
* con ellas. Las batas y las chinelas siempre me habían sido repulsivas,
* *
y las medias gruesas jamás me gustaron. Hasta tuve que desprenderme
de una camiseta interior de seda que, dada la humedad de la fortaleza,
Un coche de cuatro ruedas aguardaba á la puerta. Me indicaron
me hubiera sido de gran utilidad; pero no se podía permitir que la con-
que montara en él, y un corpulento oficial de gendarmes de origen cir-
servara. Yo, como es natural, empecé á protestar y quejarme de esto,
casiano se sentó á mi lado. Le hablé, pero me respondió con un gru-
y á la hora, poco más ó menos, me la devolvieron por orden del general
ñido. El carruaje cruzó el Puente Colgante, pasó después el lugar desti-
KorsákofE.
nado á las paradas, corriendo á lo largo del canal, como procurando
evitar los sitios de más tránsito. « ¿Vamos á la prisión de Litovskiy? > Después me llevaron á través de un pasaje obscuro, en el cual vi
le pregunté á mi acompañante, sabiendo que muchos de mis compa- centinelas armados que se paseaban, y me metieron en una celda. Una
ñeros estaban ya allí; pero tampoco me contestó. El sistema de silencio pesada puerta de roble se cerró tras mí, la llave giró en la cerradura,
absoluto á que se me sometió durante los dos años siguientes, empezó y quedé solo en un local donde apenas entraba la luz.
en este vehículo; mas cuando pasamos por el Puente de Palacio, com-
prendí que iba camino de la fortaleza de San Pedro y San Pablo. 'i
Admiraba la hermosura del río, sabiendo que no lo volvería á ver
en algún tiempo:, el sol marchaba hacia el ocaso; espesas nubes grises se PARTE QUINTA
agrupaban en Occidente sobre el Golfo de Finlandia en tanto que otras
más ligeras flotaban sobre mi cabeza dejando ver aquí y allá partes
del azulado cielo. De pronto el coche tornó á la izquierda penetrando
por un pasaje abovedado, que era la entrada á la fortaleza. L A FORTALEZA. L A FUGA.
« Ahora tendré que pasar aquí un par de años >> le dije al oficial.
«No, ¿por qué ha de ser tanto?» contestó el circasiano, quien I.
una vez en el interior de la prisión había recobrado el uso de la palabra.
«Vuestro asunto está próximo á terminarse, y podrá pasar á la au- Esta era, pues, la terrible fortaleza donde t a n t a de la verdadera
diencia dentro de quince días ». vitalidad de Rusia había perecido durante los dos siglos últimos, y
cuyo nombre se pronuncia siempre á media voz en Petersburgo.
« Mi cuestión — repliqué — es bien sencilla; pero antes de llevarme
ante un tribunal intentaréis prender á todos los socialistas de Rusia Aquí, Pedro I atormentó á su hijo Alexis y lo m a t ó con su propia
y como son tantos, en dos años no habréis terminado vuestro cometido ». mano; aquí, la princesa Tarakánova estuvo encerrada en una celda
Entonces no -pude apreciar todo lo profética que era mi observación. que fué tan invadida por el agua durante una inundación, que las ra-
del muro. Había allí una cama de hierro, una pequeña mesa de roble
tas se subían sobre ella para librarse de una muerte segura; aquí, tam- y un banco de la misma madera. El suelo estaba cubierto de fieltro
bién, el terrible Minicb martirizaba á sus enemigos, y Catalinall enterraba estampado y las paredes de papel amarillo. Sin embargo, á fin de amor-
vivos á los que no aprobaban el que hubiera asesinado á su marido. tiguar el sonido, el papel no estaba fijado directamente sobre aquéllas,
Y desde los tiempos de Pedro I, durante ciento setenta años, los anales sino en lienzo, tras el cual descubrí una alambrera y más allá una capa
de esta masa de piedra que, surgiendo del Neva, se levanta frente al de fieltro; sólo después de ésta fué cuando pude llegar á la piedra del
Palacio de Invierno, lo fueron de asesinato y de t o r t u r a ; de hombres muro. En el fondo de la habitación había un lavabo y una gruesa puerta
enterrados vivos, condenados á una muerte lenta ó arrastrados á la de roble, en la que noté un postigo cerrado por fuera, destinado al paso
demencia en la soledad de obscuras y húmedas mazmorras. de los alimentos, y un agujero pequeño, con un cristal y una tapa que
Aquí, los decembristas, que fueron los primeros en desplegar la podía levantarse desde el exterior; este era el « Judas », á través del cual
bandera de la República y de la abolición de la servidumbre, sufrieron el preso podía ser espiado á cada momento. El centinela que estaba
sus primeros martirios, pudiendo aún encontrarse sus huellas en la en el pasadizo levantaba con frecuencia la corredera y miraba al in-
Bastilla rusa. Aquí, igualmente, estuvieron presos los poetas Ryléeff, terior, oyéndose el crujir de sus botas cuando se acercaba á la puerta.
Shevchénko, Dostoyusky, Bakounin, Chernysheusky, Pisarefí y tantos Traté de hablarle; pero entonces el ojo que se veía al otro lado del cristal
otros de nuestros mejores escritores contemporáneos, Aquí, Karakózofi tomó una expresión de terror y aquélla se cerró al momento, abriéndose
fué atormentado y murió en la horca. furtivamente un par de minutos después; pero no me fué posible obtener
Aquí, en cierta parte del rebellín de Alexis, aun se halla aprisionado de él ni una palabra.
Nechaieff, entregado por Suiza á Rusia como un criminal cualquiera, El silencio más absoluto reinaba á mi alrededor. Arrimé el banco
siendo después tratado como preso político peligroso, y no volverá á la ventana y miré á la pequeña parte de cielo que era posible ver; pro-
más á ver la luz. En el mismo rebellín hay dos ó tres hombres á quienes, curé recoger algún sonido del Neva ó de la parte de la ciudad que está
según rumores, por saber más de lo conveniente respecto á cierto miste- al otro lado del río; pero no pude conseguirlo. Este silencio sepulcral
rio palatino, Alejandro I I condenó á prisión perpetua. Uno de ellos, empezó á entristecerme y traté de cantar, primero en voz b a j a y ma9
adornado con larga barba gris, fué visto últimamente por un conocido alto después.
mío en la misteriosa fortaleza. « ¿He de despedirme entonces del amor para siempre? » me encon-
Todas estas sombras se levantaban ante mi imaginación; pero mi tré que cantaba, de mi ópera favorita Rustan y Ludmila, de Glinka...
pensamiento se fijó especialmente en Bakounin, quien, á pesar de haber — « Señor, haga el favor de no cantar » — dijo una voz algo apa-
estado después del 48 sujeto con cadena al muro de un castillo austríaco gada que salía del postigo de la puerta.
durante dos años, y entregado después á Nicolás I, que lo tuvo en- — « Quiero cantar
cerrado en la fortaleza seis años más, salió, sin embargo, cuando la — « Está prohibido ». " •
muerte del zar de Hierro le devolvió la libertad, más fresco y más lleno — « Pues, sin embargo, cantaré >>.
• de vigor que sus compañeros que habían permanecido libres. « El ha Entonces vino el gobernador, quien intentó persuadirme de que
podido soportar la prisión — me dije de un modo resuelto — y yo tam- ño debía hacerlo, porque tendría que dar parte al jefe de la fortaleza,
bién lo haré; ¡no sucumbiré aquí! » haciendo además observaciones encaminadas al mismo fin.
Mi primer movimiento fué aproximarme á la ventana, colocada — « Pero se me cerrará la garganta y perderán su fuerza los pul-
tan alta, que apenas podía alcanzarla con el brazo levantado. Era una mones si no puedo hablar ni cantar » — traté de contestar.
abertura larga y estrecha, tallada en un muro de metro y medio de es- — « L o mejor será que procuréis cantar en un tono más bajo,
pesor, protegida por fuertes rejas y enrejado metálico. A la distancia que se sienta lo menos posible » — dijo el viejo gobernador de un modo
de doce metros de esta ventana pude ver la muralla exterior de la for- suplicante.
taleza, de una anchura enorme, sobre la cual vi una garita de color gris; Pero todo esto resultó estéril, porque algunos días después se me
sólo mirando hacia arriba se lograba divisar un pedacito de cielo. quitó por completo el deseo del canto. Intenté hacerlo como cuestión
Hice un minucioso reconocimiento de la habitación, en la que de mantener lo afirmado, pero no me fué posible.
ahora tendría que pasar quién sabe cuántos años. Por la posición de « Lo principal — dije para mí — es conservar mi vigor físico; no
la alta chimenea de la Casa de la Moneda deduje que me encontraba quiero caer enfermo. Me imaginaré obligado á pasar un par de años
en la parte Sudoeste del castillo en un bastión que domina el Neva. en una cabaña en el extremo Norte, durante una expedición ártica.
El edificio, sin embargo, en que yo estaba encarcelado no era el bastión Haré bastante ejercicio, me dedicaré á la gimnasia y no me dejaré do-
propiamente dicho, sino lo que se llama en fortificación un reducto; esto minar por lo que me rodea. Diez pasos desde un ángulo á otro de la
es, una construcción interna de dos pisos y forma pentagonal, que se habitación es ya algo; si los repito ciento cincuenta veces habré reco-
eleva un poco sobre los muros del bastión, y está destinada en sus dos rrido un verst (unos mil cien metros). Determiné andar todos los días
terceras partes á contener cañones. El local donde yo me hallaba era siete versts (sobre ocho kilómetros): dos por la mañana, dos antes de
una casamata y la ventana una tronera. Los rayos del sol no podían comer, dos después y uno antes de acostarme. Si pongo sobre la mesa
penetrar á través de esta última; aun en verano se perdían en el espesor
diez cigarrillos y muevo uno cada vez que pase ante ella contaré fácil- Cuando fué á Suiza, fijó su residencia en Zurich, simpatizando allí
mente las trescientas veces que tengo que caminar arriba y abajo. Debo con el grupo moderado de la Internacional. Socialista en principio, sus
marchar con rapidez, pero moderar ésta en las vueltas para evitar el ideas influían naturalmente en su género de vida, por demás frugal y
mareo y girar cada vez en sentido contrario. Además, haré gimnasia laboriosa; trabajó con pasión en su gran obra científica — el objetivo
dos veces al día, sirviéndome del banco, que es pesado >>. Y, en efecto, principal de su existencia —, obra que había de hacer digno pendant,
lo levanté por un pie, sosteniéndolo con el brazo extendido; hice con en el presente siglo con los famosos Cuadros de la Naturaleza de los en-
él un molinete y pronto aprendí á tirarlo de una mano á otra, por en- ciclopedistas. Llegó á ser gran amigo personal del antiguo emigrado
cima de la cabeza, por la espalda y bajo la pierna. el coronel Pedro Lauroff, siendo ambos partidarios de las ideas filo-
Algunas horas después de mi ingreso en la prisión, vino el gober- sóficas de Kant.
nador á ofrecerme algunos libros, entre los cuales estaba un antiguo E n cuanto Alejandro se enteró de mi detención, lo abandonó todo
conocido y amigo mío, el primer tomo de la Fisiología, de George Lewes, — la obra de su vida, su vida misma de libertad, que le era tan nece-
traducida al ruso; pero faltaba el segundo, que era precisamente el saria como el aire á la existencia del ave —, y volvió á Petersburgo,
que yo deseaba volver á leer. Pedí, como es natural, que me permitie- que detestaba, con el solo propósito de tratar de endulzar mi cauti-
ran tener pluma, papel y tinta, pero me lo negaron. Para poderlo ob- verio.
tener se necesita un permiso especial del mismo emperador. Esta inac- Nuestra entrevista fué conmovedora. Mi hermano estaba muy
ción forzosa me hizo sufrir extraordinariamente, y empecé á componer excitado. La vista sólo del uniforme azul de los gendarmes — los ver-
en mi imaginación una serie de novelas de carácter popular, inspiradas dugos de todo pensamiento libre en Rusia — le era odiosa, y franca-
en la historia de Rusia, algo así como Misíéres du Peuple, de Eugenio mente manifestó ese sentimiento delante de ellos. En cuanto á mí, sn
Sué. Hice el argumento, las descripciones, los diálogos y procuré rete- presencia en la capital inspirábame la más viva inquietud. Sentíame
nerlo todo en la memoria, desde el principio al fin. Puede imaginarse feliz al ver su rostro querido, sus ojos llenos de ternura, y saber que me
fácilmente lo exhausto que me hubiera dejado este trabajo si hubiese permitirían comunicar con él una vez al mes; no obstante, hubiera pre-
tenido que continuarlo más allá de dos ó tres meses. ferido verlo á centenares de leguas de aquel lugar, al que había llegado
Pero mi hermano Alejandro obtuvo pluma y tinta para mí. Un en plena libertad, pero adonde podía volver en cualquier momento es-
día me dijeron que subiera á un coche de cuatro ruedas, en compañía coltado por los gendarmes. « ¿Por qué has venido á meterte en la boca
del mismo oficial de gendarmes circasiano de quien he hablado ante- del lobo? Parte en seguida » — pensaba yo entre mí; pero también com-
riormente. Me llevaron á la Sección Tercera, donde se me permitió co- prendía que mientras durara mi cautiverio estaría él en San Peters-
municar con mi hermano en presencia de dos oficiales de gendarmes. burgo.
Alejandro estaba en Zurich cuando me arrestaron. Desde su pri- Como sabía mejor que nadie que el ocio sería capaz de matarme,
mera juventud había anhelado el ir á otros países donde los hombres hizo en el acto gestiones para que me permitieran trabajar. La Socie-
piensan como quieren, leen lo que les gusta y expresan francamente dad Geográfica deseaba que finalizara mi Memoria sobre el período
sus ideas. La vida rusa le era repulsiva. La verdad — la verdad absoluta glacial, y mi hermano había interesado'al mundo científico de San Pe-
— y una franqueza ilimitada, eran los rasgos más salientes de su carác- tersburgo, comprometiendo á todos sus miembros para que apoyaran
ter. No podía tolerar el engaño ni la doblez bajo ninguna forma. La falta la petición. La Academia de Ciencias se interesó también en el asunto;
de libertad de la palabra en Rusia, la predisposición de sus habitantes y, finalmente, á los dos ó tres meses de estar preso, el gobernador entró
á someterse á la opresión y las formas veladas á que tenían que recurrir en mi celda y me anunció que el emperador me permitía completar mi
nuestros escritores, repugnaban por completo á su franca y expansiva informe para la Sociedad Geográfica, pudiendo disponer con tal motivo
naturaleza. Poco después de mi regreso de la Europa occidental, se de pluma y tinta, « pero sólo hasta la puesta del sol », añadió. Durante
trasladó á Suiza, decidiendo establecerse allí. Desde que perdió sus dos el invierno el sol se pone á las tres de la tarde en San Petersburgo; pero
hijos.— uno del cólera en pocas horas y otro de consunción —, San no había más remedio que conformarse. « Hasta la puesta del sol », fue-
Petersburgo se le hizo doblemente insoportable. ron las palabras que pronunció Alejandro I I al conceder el permiso.
Mi hermano no había tomado parte en nuestra propaganda. No
creía en la posibilidad de un alzamiento popular, y no concebía la re- II.
volución sino como la obra de un cuerpo representativo, semejante á
la Asamblea nacional francesa de 1789. En cuanto á la agitación socia- ¡Ya podía trabajar!
lista, sólo la conocía por los discursos que se pronunciaban en las reu- Seríame imposible expresar ahora el inmenso consuelo que entonces
niones públicas, no teniendo idea de la propaganda secreta que está- sentí al saber podía volver á escribir. Hubiera preferido vivir sólo de pan
bamos á punto de reaüzar. En Inglaterra habría sido partidario de y agua en el más infecto de los calabozos, con tal de poder ocuparme
John Bright ó de los carlistas. Si se hubiera encontrado en París cuando en algo.
la revolución de Junio del 48, seguramente se habría batido en las ba- Yo era, sin embargo, el único preso que gozaba de ese permiso.
rricadas al lado del último puñado de trabajadores; pero en el período Varios de mis compañeros que estuvieron encarcelados tres ó más años,
preparatorio hubiera seguido á Ledru-Rollin ó á Luis Blanc.
antes de la vista del famoso proceso de los «trescientos noventa y tres »,
sólo pudieron obtener una simple pizarra. Naturalmente, á falta de cosa III.
mejor, en medio de su lúgubre soledad, aquélla era bien recibida. Em-
pleábanla para escribir los temas de los idiomas que estudiaban, ó
Lo que más me entristecía era el silencio sepulcral que reinaba
para resolver problemas de matemáticas; pero todo lo que en ella fija-
en torno mío. En vano golpeaba en el muro y en el suelo con la espe-
ban desaparecía al cabo de algunas horas.
ranza de obtener alguna ligera respuesta. El süencio era completo. Un
Desde aquel instante, mi vida de cautivo se adaptó á una forma mes, dos meses, quince meses se pasaron sin que nadie contestara á
más regular, teniendo ya un objetivo inmediato. A las nueve de la ma- mi llamamiento. Entonces no éramos más que seis, repartidos entre las
ñana tenía ya casi completados los trescientos paseos á través de mi treinta y seis casamatas, hallándose los demás compañeros detenidos
celda, y esperaba los lapiceros y plumas que debían traerme. El trabajo en la prisión de la Litauskiy Zámok.
que preparaba para la Sociedad Geográfica,contenía, además del informe
Cuando el oficial de guardia entraba en mi celda para acompa-
sobre las exploraciones en Finlandia, una exposición de principios so-
ñarme al paseo, y yo le preguntaba « ¿Qué tiempo hace? ¿Está lloviendo?»
bre los cuales debe reposar la hipótesis glacial.
mirábame él con desconfianza, y sin pronunciar una palabra, retroce-
Sabiendo que podía disponer de tiempo ilimitado, me decidí á es- día hacia la puerta donde estaban el centinela y otro oficial que lo vigi-
cribir de nuevo y ampliar esta parte de mi trabajo. La Academia de laban. El solo ser viviente cuya voz podía oír era la del gobernador.
Ciencias puso su admirable biblioteca á mi disposición, y pronto se Venía todas las mañanas, me daba los buenos días y me preguntaba
llenó un rincón de mi celda de libros y mapas, incluyendo el total de si tenía necesidad de comprar tabaco ó papel. Intentaba conversar
las Investigaciones Geológicas Suecas, una colección casi completa de con él; pero con una mirada furtiva que lanzaba á los oficiales que se
Memorias de todas las expediciones árticas, y toda la colección del hallaban cerca de la entreabierta puerta, parecía querer decirme: « Ya
Quarterly Journal de la Sociedad Geológica londinense. Mi obra llegó veis que á mí también me espían ». Sólo las palomas no temían aproxi-
á formar dos gruesos volúmenes. El primero se imprimió, debido á los marse á mí. Todas las mañanas y las tardes venían á mi ventana á re-
cuidados de mi hermano y de Polakofí (en las Memorias de la Socie- cibir su comida á través de la reja.
dad Geográfica), en tanto que el segundo, que no había terminado por
completo cuando mi evasión, quedó en poder de la Sección Tercera. No se percibían otros ruidos que el crujir de las botas del centinela,
El manuscrito no pudo hallarse hasta el 95, que fué entregado á la So- el casi imperceptible que éste hacía al abrir y cerrar el « Judas » y el
ciedad Geográfica, la cual, á su vez, me lo remitió á Londres. tañido de las campanas de la catedral de la fortaleza. Tocaban un « ¡Se-
ñor, sálvame! » (Gospocli pomilui) una, dos, tres y cuatro veces cada
A las cinco de la tarde — tres en invierno —, al mismo tiempo cuarto de hora, doblando después la gran campana al terminar aquella,
que me traían una pequeña lámpara, se incautaban de los lapiceros á la que seguía una especie de canto lúgubre ejecutado por las cam-
y plumas, viéndome obligado á suspender el trabajo. panas, que los cambios rápidos de temperatura desentonaban sin ce-
Entonces leía generalmente libros de Historia. En la fortaleza se sar, produciendo una horrible cacofonía que recordaba el toque de cam-
había llegado á formar una biblioteca completa durante la sucesión de panas de los entierros.
presos políticos que en ella fueron confinados. Me permitieron agre- A media noche, después del referido cántico, oíanse las notas discor-
gar á aquélla algunos libros de texto sobre la historia de mi país, y junto
dantes de « Dios salve al zar ». Esto duraba un cuarto de hora, y ape-
con los que me llevaban mis parientes, pude leer la mayor parte de las
nas finalizaba, un nuevo « Señor, sálvame » anunciaba al desvelado
obras y de las colecciones de actas y documentos que se refieren al pe-
ríodo moscovita de la historia de Rusia. prisionero que había pasado otro cuarto de hora de su inútil vida, y
que otros muchos cuartos, horas, días y meses de su vegetativa existen-
Dedicábame con gusto, no sólo á la lectura de los anales rusos, cia se sucederían antes de que lo soltaran sus carceleros ó lo rescatara
particularmente los en verdad admirables de la democrática república
la muerte.
medioeval de Pskov — la mejor quizás de Europa en la historia de
Todas las mañanas me sacaban á pasear durante media hora por
ciudades de esa época —, sino también á la de toda clase de documentos
antiguos, y á la de las Vidas de los Santos, que á veces contienen hechos el patio de la prisión. Ese patio tenía la forma de un reducido pentágono,
de la vida real de las masas que no se pueden encontrar en otra parte. con una acera estrecha á su alrededor, y en el centro un pequeño edi-
Leí también durarte dicho período de tiempo gran número de nove- ficio destinado á cuarto de baño; pero, así y todo, esos paseos me agra-
las, como igualmente los Cuentos de Navidad, de Diekens, que me mandó daban.
mi familia, precisamente en esos días del año, y que me hizo pasar dicha La necesidad de nuevas impresiones se hace sentir tanto en la pri-
fiesta riendo y llorando al contemplar las soberbias creaciones del gran sión, que cuando me paseaba por tan estrecho sitio, fijaba constante-
novelista. mente la vista en la flecha dorada de la catedral de la fortaleza. De en-
tre todos los objetos que me rodeaban era el único que cambiaba de
aspecto, y me gustaba verla deslumbrante como el oro cuando el sol
brillaba en un cielo claro y despejado, tomando un aspecto fantástico
cuando una gasa de azulosa neblina envolvía la ciudad, ó adquiriendo
el color gris del acero si espesas nubes obscurecían el firmamento.
Durante estos paseos solía ver algunas veces á la hija del gober- Una terrible ansiedad se apoderó de mí. Alejandro — pensé —
nador, muchacha de diez y ocho ó diez y nueve años, cuando salía del ha debido ser arrestado, y lo ha sido por causa mía. La vida dejó en
pabellón de su padre y tenía que cruzar nuestro patio para dirigirse el acto de tener el menor atractivo para mí; mis paseos, mi gimnasia
á la puerta de entrada, única salida del edificio. Siempre lo hacía rápi- y mi trabajo perdieron todo su interés. Pasaba todo el día paseando
damente y con los ojos bajos, como si se sintiera avergonzada de ser por la celda, sin pensar en otra cosa que en la detención de mi hermano.
la hija de un carcelero. Su hermano menor, por el contrario, que era Para mí, hombre soltero, la prisión no ero más que una molestia per-
un cadete á quien vi una ó dos veces en dicho lugar, siempre me miraba sonal; pero mi hermano era casado, adoraba á su esposa y ambos habían
fijamente á la cara con tan franca expresión de simpatía, que no pudo reconcentrado en su último hijo todo el amor que antes tuvieron á los
por menos de llamar mi atención, y hasta llegar á mencionárselo á al- dos primeros.
guno después de mi salida. Cuatro ó cinco años después, cuando ya Lo peor era la incertidumbre. ¿Qué podía él haber hecho? ¿Por qué
él era oficial, fué desterrado á Siberia. Había ingresado en el partido le habían arrestado? ¿Qué iba á suceder?
revolucionario y supongo ayudó á que se comunicaran los amigos con Pasaron algunas semanas, siendo cada día mayor y más profunda
los presos de la fortaleza. mi ansiedad, sin que recibiera la menor noticia, hasta que, al fin, lle-
El invierno es triste y sombrío en San Petersburgo para los que gué á saber de un modo indirecto que lo habían preso por una carta
no pueden pasear por las calles brillantemente iluminadas; pero lo es escrita á P. L. Lavrofi.
todavía más para el que está en el fondo de una casamata. La hume- Los detalles no los supe hasta mucho después. Con posterioridad
dad era peor que la obscuridad. Para preservarme de ella, calentaban á nuestra última entrevista, había escrito á su antiguo amigo, que en
el local hasta un grado tan alto que llegaba á sentir verdadera sofoca- aquella época dirigía en Londres una revista socialista rusa, titulada
ción; pero, en cambio, cuando pude conseguir que bajara un poco la tem- ¡Adelante! En dicha carta expresaba sus temores acerca de mi salud;
peratura, la humedad traspasó los muros, corriendo el agua á lo largo hablaba de los numerosos arrestos que en aquellos días se efectuaban,
del papel, y bien pronto fui preso de agudos dolores reumáticos. y exponía con franqueza su desprecio por el régimen despótico.
La carta fué interceptada en correos por la Sección Tercera, y en
* la noche de Navidad fueron á registrar su casa, lo que efectuaron de
* * modo más brutal aún que de ordinario. Después de media noche, varios
A pesar de todo, mi espíritu no decaía, y continuaba escribiendo hombres hicieron una irrupción en su departamento, revolviéndolo todo.
y trazando cartas geográficas en la obscuridad, afilando los lapiceros Hasta las paredes fueron reconocidas; el niño enfermo fué sacado de la
con un pedazo de vidrio que había podido recoger en el patio. Cami- cama, á fin de inspeccionar las ropas y colchones; mas como nada había,
naba regularmente mis ocho kilómetros al día, y continuaba los ejer- nada pudieron encontrar.
cicios gimnásticos con el taburete. El tiempo se pasaba; pero de pronto Este registro irritó á mi hermano, quien, con su acostumbrada
aconteció una terrible desgracia que estuvo á punto de anonadarme. franqueza, dijo al oficial de gendarmes que lo dirigía: « Contra vos,
• Mi hermano Alejandro había sido preso. capitán, no siento rencor. Su educación ha sido limitada y casi no com-
A fines de Noviembre del 74, me permitieron tener una entrevista prende lo que está haciendo. En cuanto á vos — continuó dirigiéndose
con él y con nuestra hermana Elena en la fortaleza, en presencia de un al procurador —, debo decirle que no ignora el papel que representa
oficial de gendarmes. Esas entrevistas, autorizadas á grandes interva- en todo esto; ha recibido una educación universitaria, conoce la ley y
los, producen siempre cierta excitación en el preso y en su familia. Con- sabe que la está arrastrando por los suelos, dando con su presencia una
té mplanse rostros queridos, óyense voces amadas, y se sabe que la vi- apariencia de legalidad al acto arbitrario que cometen esos esbirros;
sión sólo durará breves instantes. Se siente uno alejado de los suyos, sois, pues, un miserable >>.
á pesar de la momentánea aproximación, con tanto más motivo cuanto Aquellos hombres le juraron un odio mortal. Lo tuvieron encerrado
que no se puede tener una conversación íntima ante un extraño, un ene- en la Sección Tercera hasta Mayo. El hijo de mi hermano — un niño
migo, un espía. Mis hermanos se mostraban preocupados respecto á encantador, á quien la enfermedad había vuelto más afectuoso é inte-
mi salud, sobre la cual los obscuros y tristes días de invierno y la hu- ligente todavía — estaba atacado de una fiebre consuntiva, habiendo
medad habían ya impreso sus primeras huellas. Nos separamos con el declarado los médicos que no tenía remedio. Alejandro, que jamás había
corazón oprimido. pedido el menor favor á sus enemigos, les suplicó entonces que le per-
mitieran ver á su hijo por la última vez. Les rogó que lo dejaran ir,
Una semana después de nuestra entrevista, en vez de la carta que bajo'palabra de honor, durante una hora á su casa, ó que lo condujeran
esperaba de mi hermano respecto á la publicación de mi libro, recibí convenientemente custodiado. Pero ellos le rehusaron este favor; no
una breve nota de Polakoff, informándome que en lo sucesivo leería él quisieron privarse del placer de la venganza.
las. pruebas y que á él me dirigiera para todo lo concerniente á la im-
prenta. Del tono de la nota Reduje que algo desagradable había ocurrido El niño murió, y poco después la desgraciada madre, casi enlo-
á mi hermano, pues si sólo se hubiera tratado de su salud, dicho amigo quecida de dolor, recibió la noticia de que su esposo había sido desterrado
me lo hubiera dicho. por tiempo indefinido á Minusinsk, pequeño pueblo de la Siberia orien-
tal, debiendo hacer el viaje en carreta entre dos gendarmes. Ella estaba cial de guardia ». Cerrándose la puerta á continuación, y volviendo de
autorizada para seguirlo; pero sólo después, porque no se les permitía nuevo el gobernador á reprender al centinela á media voz.
hacer el viaje juntos. Yo no estaba, pues, solo; tenía una vecina que, desde el primer
« Decidme, al menos, cuál es mi crimen » — preguntaba mi her- momento, había logrado quebrantar la severa disciplina que hasta en-
mano. Pero ninguna acusación pesaba sobre él, aparte de la carta men- tonces reinara en la fortaleza.
cionada. Su deportación apareció como un acto tan arbitrario, como Desde aquel día las paredes de la prisión, que habían permanecido
una venganza tan evidente de la Sección Tercera, que toda nuestra mudas durante los últimos quince meses, adquirieron animación. De
familia creyó que no se prolongaría más allá de algunos meses. Mi her- todas partes se oían los golpes que daban con el pie en el suelo; uno,
mano dirigió una carta al ministro del Interior, el cual respondió que dos, tres, cuatro... once, veinticuatro, quince golpes; después una pausa
no podía intervenir en las decisiones del jefe de la gendarmería; otra seguida de tres más y una larga sucesión de treinta y tres. Lo cual se
fué enviada al Senado, con resultado idéntico. Todo resultó inútil. repetía en el mismo orden, hasta que el vecino llegaba á comprender
Dos años más tarde, nuestra hermana Elena, obrando por su pro- que eso quería decir: « ¿Kto vy? » (¿Quién sois?), siendo la letra v la
pia iniciativa, escribió una petición al zar. Nuestro primo Dmitri, go- tercera de nuestro alfabeto. De este modo pronto se entablaba la con-
bernador general de Khárkoff, aide-de-camp del emperador y gran fa- versación, que por lo general se mantenía sirviéndose del alfabeto abre-
vorito de la corte, indignado también del proceder de la Sección Tercera, viado, esto es, se le divide en seis hileras de cinco letras cada una, mar-
entregó el documento personalmente al zar, apoyándolo con algunas cándose cada letra por su hilera y el lugar que ocupa en la misma.
palabras. Pero el rencor de los RomanofE es un rasgo característico de Con gran satisfacción descubrí que tenía á mi izquierda á mi amigo
la familia, que estaba fuertemente desarrollado en Alejandro II, y como Serdukóff, con quien pronto podría hablar de todo, particularmente
consecuencia de ello, escribió en la petición: « Pust posidit » (que espere al usar nuestra clave.. Pero esta comunicación con mis semejantes pro-
todavía). dujo penas lo mismo que alegrías. Mi amigo entablaba casi todos los
Mi hermano permaneció en Siberia doce años, y no volvió jamás días conversación, por el procedimiento indicado, con un campesino
á Rusia. á quien conocía, que se encontraba en una celda situada bajo la que
yo ocupaba, y muchas veces, aun sin querer, seguía, mientras trabajaba,
IV. su diálogo. También yo hablé con él. Si el aislamiento absoluto sin nin-
guna clase de trabajo es duro para hombres que tengan instrucción,
Las numerosas prisiones que se verificaron durante el verano del lo es infinitamente más para un campesino, acostumbrado á la labor
74, y las salvajes persecuciones de que fueron objeto nuestros parti- física, que no es posible pase años enteros dedicado á la lectura. La si-
darios, produjeron un cambio notable en el espíritu de la juventud tuación de este pobre amigo era bien lamentable, pues habiendo pasado
moscovita. Hasta entonces se había hecho propaganda en los centros cerca de dos años en otra prisión antes de traerlo á la fortaleza, su ánimo
obreros, introduciendo en ellos individuos capaces de ser agitadores se hallaba profundamente quebrantado. Su delito consistía en haber
socialistas; pero como los talleres se inundaron de espías, se corría el oído propagar el socialismo. Pronto empecé á notar con terror que de
peligro de que fueran enviados á Siberia obreros y propagandistas. En- tiempo en tiempo su razón divagaba; gradualmente sus pensamientos
tonces se empezó á producir ün movimiento popular de un orden com- se fueron haciendo cada vez más confusos, y los dos percibimos, paso
pletamente nuevo; centenares de jóvenes de ambos sexos se esparcie- á paso, día por día, señales evidentes de que su razón se obscurecía,
ron por todas partes, y sin tomar precauciones, predicaron la revolu- hasta que al fin en su conversación se reveló su estado. Ruidos espan-
ción, repartiendo folletos, canciones y manifiestos. En nuestros círcu- tosos y gritos terribles nos llegaban desde su celda; el infeliz estaba loco,
los este verano recibió el nombre de « Verano delirante ». y, sin embargo, tuvo que pasar varios meses en tal estado en la casa-
mata, antes de que lo trasladaran á un manicomio, del que ya no salió
La gendarmería estaba desconcertada, porque era tal el número jamás. Es terrible tener que ser testigo de tan dramáticos sucesos, que
de propagandistas, que no se disponía del tiempo material necesario yo creo influyeron de tal manera en el ánimo de mi verdadero y buen
para detenerlos á todos. Más de mil quinientos fueron los arrestados, amigo Serdukóff, que cuando después de cuatro años de prisión pre-
muchos de los cuales sufrieron largos años de cautiverio. ventiva fué absuelto por el tribunal y recobró la libertad, se pegó un
Un día de verano del 75, oí distintamente en la celda inmediata tiro.
á la mía pasos ligeros y tacones que me parecieron de mujer, y algu-
nos minutos después pude escuchar fragmentos de una conversación.
Una voz femenina hablaba desde la celda, y otra recia — indudable- ** *
mente la del centinela — decía algo en contestación. Después reconocí
el sonido de las espuelas del coronel, sus pasos precipitados, sus repri- Un día recibí una visita inesperada. El gran duque Nicolás, her-
mendas á aquel y el ruido que hacía la llave al girar en la cerradura. mano de Alejandro II, que pasaba una visita de inspección á la forta-
El dijo algo que no pude entender, y una voz de mujer le contestó en tono leza, entró en mi celda, seguido sólo de su ayudante, cerrándose la
elevado: « No hablábamos; yo no hice más que rogarle llamara al ofi- puerta tras él. Inmediatamente se acercó á mí, dándome los buenos
días, pues me conocía personalmente, y me hablaba en tono amable y tado, y yo, en menos de diez minutos, he logrado hacerle confesar ->•
familiar, como se hace á un antiguo amigo: Esto empezaba ya á cargarme, motivando que, al preguntarme:
— ¿Es posible que vos, un antiguo paje de cámara, un sargento — ¿Qué queríais hacer con esos campesinos y gente desconocida?,
del cuerpo de pajes, os halléis envuelto en semejantes asuntos y en- le respondiera secamente:
cerrado actualmente en esta horrible casamata? — Ya os he dicho que he contestado al juez de instrucción.
— Cada uno tiene su manera de pensar — repliqué. Entonces el gran duque se marchó bruscamente de mi celda.
— En este caso, ¿creéis que era necesario provocar una revolución? Los soldados de la guardia forjaron una leyenda sobre la citada
¿Qué debía yo contestar? Si respondía que sí, daría lugar á que visita. Por parecerse ligeramente al gran duque Nicolás la persona que
dijeran que yo, que me había negado á manifestar nada á los gendar- vino en carruaje á recogerme en el momento de mi fuga, llevar como
mes, « lo declaraba todo >> al hermano del zar. Me parecía el jefe de una aquél gorra militar y tener también barba rubia, supusieron que había
escuela militar cuando t r a t a de hacer « cantar » á un cadete. Y, sin em- sido el gran duque en persona quien me había prestado ese servicio. Así
bargo, tampoco podía decir no, porque hubiera sido una mentira. No se crean las leyendas, hasta en esta época de periódicos y diccionarios
sabiendo, pues, qué contestar, opté por no decir nada. biográficos.
•— Lo véis; os avergonzáis ahora de vuestro proceder.
V.
Esta frase me irritó, y en el acto le repliqué con viveza:
— Ya he contestado al juez instructor y no tengo que añadir nada Habían transcurrido dos años; varios de mis compañeros perdieron
nuevo. durante ese tiempo la vida, otros la razón, y, sin embargo, aun no
— Me extraña que no comprendáis — me dijo en un tono familiar sabíamos cuándo se vería nuestra causa en la Audiencia.
— que no os hablo como un juez, sino como simple particular, com- Mi salud empezó á quebrantarse hacia el fin del segundo año. El
pletamente como tal — agregó bajando la voz. banco de roble se me hizo más pesado, y los ocho kilómetros me pare-
En aquel momento invadió mi mente una multitud de pensamien- cieron interminables. Como éramos unos sesenta los que estábamos
tos. ¿Tenía que proceder como el marqués de Posa? ¿Debía decir al em- en la fortaleza, y los días de invierno son cortos, sólo nos sacaban á pasear
perador, por conducto de su hermano, que Rusia estaba desolada, que veinte minutos por el patio, una vez cada tres días. Hice todo lo posible
los campesinos se hallaban arruinados, que los funcionarios públicos por mantener mis energías; pero tan prolongado « invierno ártico », sin
cometían toda clase de crímenes, que en perspectiva se presentaba tener descanso alguno en el verano, me causó un daño atroz. De mis
terrible y amenazador el espectro del hambre? ¿Habría de manifestar excursiones siberianas había traído como recuerdo ligeros síntomas de
que lo que nos proponíamos era ayudar á los campesinos á salir de su escorbuto, que ahora, en la obscura y húmeda casamata, tomaban
desesperada condición, á • hacer que levantaran la cabeza, y procurar carácteres más distintos. Esa calamidad que tanto abunda en las prisio-
así, por todos los medios posibles, influir en el ánimo de Alejandro II? nes, se había apoderado de mí.
Estos pensamientos pasaron rápida y sucesivamente por mi ima- Al fin, en Marzo ó Abril del 76 nos manifestaron que la Sección
ginación, hasta que al fin dije para m í : Tercera había terminado el sumario preliminar y que pasaba la causa
—• ¡Jamás; qué tontería! Todo eso lo saben ellos demasiado; pero á la autoridad judicial, por cuyo motivo nos trasladaron á la cárcel
son enemigos del pueblo, y semejantes palabras no les harían cambiar. inmediata á la Audiencia, la cual está construida según el modelo de
Le contesté, pues, que para mí siempre sería una persona oficial, prisiones celulares belgas y francesas. En ella estaban los detenidos
y que no podía considerarlo en otro concepto. mejor que en la fortaleza, porque tenían más medios para comunicarse
Entonces empezó á hacerme preguntas, al parecer indiferentes. con sus familias y amigos, y al mismo tiempo con los vecinos de celda,
— ¿No fué en Siberia, con los decembristas, donde comenzásteis usando el procedimiento de los golpes. Yo llegué por el citado medio
á sustentar tales ideas? á contar á un joven que estaba en la inmediata toda la historia de la
— « No; sólo conocí á uno de ellos, y no hablé con él nada de par- Commune de Paris, invirtiendo en ella una semana.
ticular. En cuanto al estado de mi salud, se empeoró más aún, debido á
— ¿Fué acaso en San Petersburgo donde las adquiristeis? la pesada atmósfera de la pequeña celda, que sólo medía cuatro pasos
— Siempre he pensado de igual modo. de un ángulo á otro, y en la cual, desde que empezaban á funcionar
— ¡Como! ¿Teníais semejantes ideas cuando estábais en el cuerpo los tubos de calefacción, cambiaba la temperatura desde un frío glacial
de pajes? — me preguntó con asombro. á un calor insoportable.
— Allí era un niño, y lo que se encuentra indefinido en la juven- Como había que girar con t a n t a frecuencia, á los pocos momentos
tud toma forma y carácter en la edad adulta. de pasear me mareaba, y los diez minutos de ejercicio al aire libre, en
. Después me hizo otras preguntas de la misma índole, y á medida el rincón de un patio cerrado entre altos muros de ladrillo, no me servían
que hablaba me parecía leer en su pensamiento su intención. Era in- de mucho. Respeorto al médico de la cárcel, que no quería oír la palabra
dudable que se proponía sacar de mí algo concreto, para poder decir « escorbuto » pronunciada « en su prisión >>, mientras menos se hable de
á su hermano: «Los jueces son unos imbéciles; á ellos nada ha contes- él, tanto mejor.
Se me permitió recibir la comida de casa, lo que se podía hacer con F5** En la fortaleza oí decir á un compañero que había estado en la
tanta más facilidad, cuanto que una parienta mía, casada con un abo- prisión del hospital, que no me sería muy difícil fugarme, por cuya razón
gado, vivía muy cerca de la Audiencia. Pero de tal modo se debilitaron di cuenta de que me hallaba allí á mis compañeros. Sin embargo, la cosa
mis fuerzas digestivas, que pronto no pude comer más que un poco de no resultaba tan fácil como me habían hecho creer. La vigilancia á
pan y uno ó dos huevos al día; mi decaimiento avanzaba acelerada- que estaba sometido era verdaderamente extraordinaria. El centinela
mente, y la opinión general era que sólo me quedaban unos meses de del corredor tenía su punto de parada en mi puerta y nunca me dejaban
vida. Al subir la escalera que conducía á mi celda, que se hallaba en salir al exterior. Los soldados del hospital y los oficiales de guardia,
el segundo piso, tenía que detenerme á descansar dos ó tres veces, y re- al entrar donde yo me encontraba, parecían temer estar en mi com-
cuerdo que en una ocasión un viejo soldado de la escolta me dijo, com- pañía más de un minuto ó dos.
padecido al verme: « ¡Pobre hombre! No llegaréis al fin del verano » , .. Mis amigos imaginaron varios proyectos de evasión, algunos muy
Tal estado alarmó extraordinariamente á mi familia; tanto, que originales y divertidos. Yo debía, por ejemplo, deslizarme á través de
mi hermana Elena hizo todo lo posible porque me concedieran la li- la reja de mi ventana, eligiendo para esto una noche de agua, y en el
bertad bajo fianza; pero el procurador Shubin la contestó sonriendo momento que el centinela del boulevard estuviera medio dormido, dos
sardónicamente: «Si me traéis un certificado facultativo afirmando compañeros que se hubiesen acercado cautelosamente, empujarían por
que morirá dentro de diez días, lo soltaré ». Teniendo la satisfacción de detrás la garita, haciéndola caer sobre aquél, que se encontraría cogido
ver caer á mi hermana en una silla y llorar amargamente en su presencia. como el ratón en la ratonera, debiendo yo entre tanto saltar por la ven-
Ella, sin embargo, logró que me reconociera un buen médico: el director tana. Pero la mejor solución se presentó de un modo inesperado:
del hospital militar de San Petersburgo. Era un general ya de edad, Un día me dijo un soldado al pasar junto á mí: « Pedid permiso
pequeño, vivo é inteligente, quien, después de examinarme escrupu- para salir un rato á pasear ». Aproveché la idea, y con el apoyo del mé-
losamente, vino á concluir en que no tenía ninguna enfermedad orgá- dico, conseguí que me permitieran pasear por la tarde, de cuatro á cinco,
nica, padeciendo únicamente de falta de oxidación de la sangre. « Todo por el patio de la prisión. Debía hacerlo vestido con la bata de franela
lo que necesitáis es aire •>, me dijo, y después de un breve momento de verde que usan los enfermos del hospital; pero todos los días me daban
duda, agregó de un modo resuelto: « De nada sirve hablar; no podéis mis botas, mi chaleco y mis pantalones.
permanecer aquí; tenéis que pasar á otra parte ».
¡ > Jamás olvidaré mi primer paseo. Cuando me sacaron, se presentó
Unos diez días después fui transferido al hospital militar, que está ante mi vista un patio de unos trescientos pasos de largo por más de
situado en un extremo de la capital, y tiene una pequeña prisión para doscientos de ancho, todo cubierto de hierba. Su puerta de entrada
los oficiales y soldados que caen enfermos estando sumariados; dos de estaba abierta, y á través de ella podía ver la calle, el inmenso hospital
mis compañeros habían ya pasado á ella cuando era seguro que morirían de enfrente y las gentes que por aquélla transitaban. Me detuve en el
pronto de consunción. dintel de la prisión, sin poder de momento continuar avanzando, cuando
vi aquel patio y aquella puerta. En uno de los lados del primero se le-
vantaba la mansión referida — edificio estrecho, de unos ciento cincuenta
pasos de largo —, en cada uno de cuyos extremos había una garita.
En el hospital empecé á reponerme con rapidez. Me dieron una Los dos centinelas, al pasearse arriba y abajo ante dicho local, habían
habitación espaciosa en el piso bajo, junto al cuerpo de guardia, la cual marcado una vereda en el césped; por ella me dijeron que paseara, y
tenía una gran ventana que daba al Sur, desde la que se veía un pe- como aquéllos también lo hacían, nunca estaba á más de diez ó quince
queño boulevard con dos hileras de árboles, y más allá un ancho espacio pasos de uno ó de otro. Tres soldados del hospital estaban sentados
donde doscientos carpinteros se hallaban ocupados en la construcción junto á la misma puerta.
de unas barracas de madera para enfermos de tifoidea. Todas las tardes En la parte opuesta de este espacioso patio, una docena de traba-
dedicaban una hora ó cosa así á cantar en coro, como acostumbraban jadores descargaban unas carretas que habían traído leña, y apilaban
á hacerlo las agrupaciones de ese oficio. Y un centinela cuya garita ésta contra el muro. Una alta cerca, formada de tablones gruesos, ro-
estaba frente á mi habitación, se paseaba arriba y abajo por el bou- deaba el lugar mencionado, cuya puerta siempre estaba abierta para
levard. facilitar la entrada y salida de los carros. Esta puerta me fascinaba;
Mi ventana estaba abierta todo el día, y yo me bañaba en los rayos comprendía que no debía mirarla fijamente, pero los ojos, maquinal-
del sol, de los que me había visto privado por tanto tiempo. Aspiraba mente, se dirigían á ella.
el aire embalsamado de Mayo con toda la fuerza de mis pulmones, y mi £ > En cuanto entré en mi celda escribí á mis amigos para comunicarles
salud mejoró con rapidez, quizás con demasiada, me llegué hasta pensar. tan buena nueva. « Me siento casi imposibilitado de usar la clave —
Pronto estuve en disposición de digerir alimentos ligeros; gané fuerza escribí con mano trémula, trazando signos poco menos que ininteligibles
y reanudé mi trabajo con nuevas energías. No viendo manera de poder en vez de cifras. — El ver tan de cerca la libertad me hace temblar,
terminar el segundo tomo de mi obra, escribí un resumen de él, que se cual si fuera presa de la fiebre. Hoy me han sacado al patio, cuya puerta
agregó al primero. estaba abierta y los centinelas á cierta distancia de la misma. Por ella
pienso salir, y confío no me han de coger aquéllos. Dando yo mismo Salí el día convenido; me quité el sombrero y esperé el globo. Se
el siguiente plan de fuga: una señora ha de venir en un carruaje descu- pasó media hora; oí el paso de un carruaje y la voz de un hombre que
bierto al hospital; deberá bajarse y aquél esperarla en la calle á unos cantaba una canción desconocida; pero el globo no parecía por ninguna
cincuenta pasos de la puerta. Cuando me saquen á las cuatro, me parte.
pasearé con sombrero en mano, y alguien que pase ante la puerta Pasó la hora que me concedían de paseo, y profundamente afectado,
verá en ello una señal de que no hay novedad en la prisión. Entonces regresé á mi habitación, figurándome que algún contratiempo debía
debéis contestar con otra que signifique «calle libre sin la cual no haber ocurrido.
me moveré: y una vez fuera, confío que no han de capturarme. Para Y en efecto, lo que menos se podía esperar fué lo que aconteció.
vuestra señal sólo deben usarse la luz y el sonido. El cochero puede Centenares de globos como el que se necesitaba se hallan siempre de
enviar un rayo de luz sobre el edificio, sirviéndose como reflector de su venta cerca del Gostinoi Devor; pero aquella mañana no los había; ni
sombrero charolado, ó mejor aún, se puede utilizar una canción que uno solo pudo encontrarse. Al fin se halló uno en poder de un niño,
no deje de entonarse, mientras no haya novedad en la calle, á menos pero estaba viejo y no se elevaba. Mis amigos corrieron á la tienda de
de que no se pueda ocupar la casita gris que se ve desde el patio y hacer un óptico, compraron un aparato para hacer hidrógeno, y aunque lo
la señal desde su ventana. llenaron de éste, no consiguieron su objeto, porque se les olvidó secar
<< El centinela correrá tras mí como el perro tras de la liebre; pero el referido gas.
como tendrá que describir una curva, mientras que yo correré en línea Entonces una señora, viendo que el tiempo se pasaba, ató el globo
recta, siempre le llevaré algunos pasos de delantera. Ya en la calle, sal- á su sombrilla, y manteniendo ésta en alto se paseó arriba y abajo por
taré al carruaje y partiremos al galope; si el soldado hace fuego, sufri- la calle; pero yo nada vi, porque, ó el muro era demasiado alto, ó ella
remos las consecuencias, puesto que el evitarlo no se halla á nuestro tenía poca estatura.
alcance; de todos modos, entre una muerte segura en la prisión y otra Después de todo, aquel incidente, en apariencias desgraciado, fué
problemática en el arroyo, la elección no es dudosa •>. una verdadera suerte para mí. Si llego á fugarme, mis perseguidores
Se hicieron otras proposiciones; pero en definitiva, se adoptó dicho me hubieran dado alcance, porque el carruaje que debía conducirme,
plan. Nuestro círculo tomó el asunto á su cargo, y personas que nunca y que al terminar la hora se fué, siguiendo el itinerario de antemano
me habían conocido aportaron su concurso, como si se tratara de li- aceptado, se encontró detenido en una calle estrecha por una docena de
bertar al más querido de sus hermanos. Sin embargo, la cosa estaba carretas que conducían leña al hospital. Los caballos de algunas se habían
erizada de dificultades, y el tiempo transcurría con terrible velocidad. espantado, y en ciertos sitios obstruían el paso por completo; así que,
Trabajaba bastante, escribiendo hasta bien entrada la noche; pero, á de ir en él, nos cogen sin remedio.
pesar de todo, mi salud mejoraba con una rapidez que me parecía Para evitar pudiera repetirse semejante contrariedad, se estableció
alarmante. La primera vez que me dejaron salir al patio, iba arrastrán- un servicio de señales á lo largo de las calles que nuestro coche había
dome como una tortuga á lo largo de la vereda; ahora me sentía con de recorrer, á fin de que avisaran si ocurría novedad. Hasta la distancia
fuerzas suficientes para correr; pero siempre seguía aparentando lo pri- de tres kilómetros, á partir del hospital, mis compañeros se colocaron
mero, por temor de que me suspendieran el paseo; mas lo impetuoso de trecho en trecho de centinela; uno debía pasearse con un pañuelo
de mi carácter podía hacerme traición á cada momento. en la mano, que se guardaría en el bolsillo si se aproximaban los carros;
Mis compañeros, entre tanto, tuvieron que dar participación en el otro tenía que estar sentado en una piedra, levantándose si aquéllos
asunto á multitud de personas, buscar un caballo de confianza y un se acercaban, y así sucesivamente. Todas estas señales, transmitidas
cochero experimentado y arreglar infinidad de contrariedades como de una calle á otra, debían, por último, llegar al carruaje. Mis amigos
siempre surgen en torno de tales empresas. En los preparativos se in- habían también alquilado la casita gris que yo veía desde el patio, y en
virtió como un mes, y el día menos pensado estaba expuesto á ser una de sus ventanas, que estaría abierta, un violinista empezaría á
llevado nuevamente á la cárcel. tocar desde que recibiera la noticia de que la calle estaba libre.
La evasión se aplazó para el día inmediato; posponerla por más
* * * tiempo hubiera sido peligroso. La presencia del carruaje no había pasado
inadvertida para la gente del hospital, y algo sospechoso debió haber
Al fin se fijó el día de la fuga. El 29 de Junio, según el antiguo cóm- llegado á oídos de las autoridades, puesto que en la noche que precedió
puto, es el día de San Pedro y San Pablo, y mis amigos, dando un toque á mi fuga oí al oficial de guardia decir al centinela que estaba colocado
de sentimentalismo al asunto, querían libertarme en ese día. Me comu- frente á mi ventana: «¿Dónde tenéis las municiones? >> Y como el sol-
nicaron que, en cuanto señalase yo que dentro no había novedad, ellos dado las sacara torpemente de la cartuchera, empleando dos minutos
contestarían elevando un globo rojo, de los que sirven de juguete á los en la operación, aquél le increpó con dureza, agregando: «¿No se os
niños, lo cual significaría que tampoco la había fuera. Después se ha dicho que tengáis esta noche cuatro balas siempre á la mano? »
acercaría un coche é inmediatamente una canción sería la señal de que No marchándose de allí hasta no ver que el centinela daba cumplimiento
la calle estaba libre. á lo ordenado, añadiendo al partir: «¡Mucho ojo! >>
E r a necesario que, sin pérdida de tiempo, me comunicasen las nuevas El centinela, según me dijeron después los amigos que presenciaron
señas que habían adoptado. De ello se encargó una querida parienta la escena desde la casa gris, corrió en mi persecución seguido de tres
mía, que al día siguiente, á las dos de la tarde, se presentó en la prisión, soldados que habían estado sentados junto á la puerta. El primero se
pidiendo que me entregaran un reloj que, como todos los objetos des- hallaba tan cerca de mí, que se creía seguro de cogerme, y varias veces
tinados á los presos, debía pasar por las manos del procurador; pero intentó alcanzarme con la bayoneta. Hubo un momento en que mis
como sólo se trataba de un simple reloj sin estuche, llegó á mi poder amigos me creyeron perdido, y otro tanto debió pensar aquél también,
sin dificultad. Dentro de él venía una pequeña nota en cifras que me cuando, á pesar del poco espacio que nos separaba, no se decidió á disparar
ponía al corriente de todo. Al ver el papel quedé sorprendido de la au- su fusil. Pero yo mantuve siempre mi distancia, y el centinela no pudo
dacia de la citada señora, que era además sospechosa á la policía por pasar de la puerta.
hallarse mezclada en asuntos políticos, y á quien hubieran preso en el Una vez ésta franqueada, vi con terror que el carruaje se hallaba
acto si á alguno se le antoja abrir la tapa. Y, sin embargo, la vi salir ocupado por un hombre vestido de paisano y con gorra militar, que
tranquilamente de la prisión y alejarse con reposado paso á lo largo estaba sentado sin volver la cabeza hacia mí. Mi primera impresión
del boulevard. fué que había sido vendido. Los compañeros me decían en su última
A las cuatro, según costumbre, salí é hice mi seña, y al momento carta: « Una vez en la calle, no os entreguéis; no faltarán amigos que os
llegó á mi oído el ruido de un coche, y pocos minutos después, las notas defiendan en caso de necesidad >>; y yo no quería saltar al coche, si estaba
de un violín que partían de la casita de enfrente, se oían distintamente ocupado por un enemigo; pero al acercarme á aquél, noté que el individuo
en el patio. Pero entonces me encontraba en el otro extremo del edificio, tenía patillas rubias muy parecidas á las de uno de mis mejores amigos,
y cuando volví á la parte más próxima á la puerta, esto es, á unos cien que, aunque no pertenecía á nuestro círculo, me profesaba verdadera
pasos de la misma, el centinela estaba tan cerca de mí, que tuve que amistad, á la que yo correspondía, y en más de una ocasión pude apreciar
resignarme á dar una vuelta más; pero antes de llegar al fin del lado su valor admirable y hasta qué punto se tornaban en hercúleas sus
opuesto, el violín dejó de pronto de tocar. fuerzas en los momentos de peligro. ¿Será posible — decía yo — que
sea él? Y estaba á punto de pronunciar su nombre, cuando, contenién-
Se pasó más de un cuarto de hora, que para mí fué un siglo, hasta
dome á tiempo, toqué las palmas sin dejar de correr, para llamarle
que vi entrar una docena de carros cargados de leña que se dirigían
la atención. Entonces se volvió hacia mí y supe ya quién era.
al otro extremo del patio.
\í'y Inmediatamente el violinista — que, dicho sea de paso, era un buen « ¡Subid, subid pronto! — gritó con voz terrible, y después, diri-
artista — empezó á ejecutar una excitante mazurca de Kontsky, que pa- giéndose al cochero con revólver en mano, añadió: — ¡Al galope, al ga-
recía decirme claramente: « ¡Audacia; ha llegado el momento! •> Entonces lope, ú os salto la tapa de los sesos!» El caballo, que era un hermoso
me dirigí lentamente á la parte de la vereda más próxima á la puerta, trotador, ccmpiado expresamente para el caso, salió en el acto galopando.
temblando ante la idea de que la música se interrumpiera nuevamente Una multitud de voces resonaban á nuestra espalda, gritando: «¡Paradlos!
antes de que llegara á ella. ¡Detenedlos! >>, en tanto que mi amigo me ayudaba á ponerme un ele-
Una vez allí, volví la cabeza: el centinela se había parado á cinco gante sobretodo y un claque.
ó seis pasos de distancia y miraba á otro lado. « Ahora ó nunca », re- Pero el peligro verdadero no lo constituían los perseguidores, sino
cuerdo que pensé con la velocidad del relámpago, y arrojando mi bata el centinela del hospital que estaba al otro lado del sitio en que había
de franela verde, emprendí la carrera. esperado el carruaje y que podía detenerlo con facilidad, por cuya razón
Durante muchos días me había estado adiestrando en el modo se encargó un amigo de distraerlo, cosa que consiguió admirablemente.
de desprenderme lo más brevemente posible de prenda tan larga como Sabiendo que el soldado había estado empleado algún tiempo en el la-
embarazosa. Tal era su extensión, que yo llevaba en el brazo izquierdo boratorio del hospital, dió á la conversación un giro científico, hablán-
su extremo, como hacen las señoras con las colas de sus vestidos de dole del microscopio y las cosas tan admirables que con él pueden verse.
montar. No había manera de quitársela en un solo movimiento; corté Refiriéndose á cierto parásito del cuerpo humano, le preguntó:
las costuras bajo los sobacos, pero ni aun así logré mi deseo. Entonces me — ¿Habéis visto alguna vez la cola tan formidable que tiene?
dediqué á aprender á hacerlo en dos: uno soltando la parte que iba — ¡Cómo! ¿Cola?
sobre el brazo, y otro dejando caer la bata al suelo. Ensayé con paciencia — Sí, la tiene, y con el microscopio se percibe muy bien.
en mi habitación hasta poder hacerlo con la misma precisión con que — No me vengáis con cuentos — le contestó el soldado.
los soldados manejan sus fusiles. « Uno, dos », y la bata estaba en tierra. — Es un hecho positivo; fué lo primero que vi al usar el mi-
No confiaba mucho en mis fuerzas, y empecé á correr con poca ra- croscopio.
pidez, á fin de economizar éstas todo lo más posible. Pero no bien había Esta discusión tenía lugar mientras yo saltaba al coche y nos po-
avanzado algunos pasos, cuando los campesinos que apilaban la leña níamos en marcha. Parece fábula; pero es una realidad.
en el otro lado del patio, gritaron: « ¡Que se escapa! ¡Detenedlo! », é El carruaje giró rápidamente al penetrar en una callejuela pró-
intentaron interceptarme el paso. Entonces corrí todo lo más posible xima al muro del patio donde los campesinos habían estado apilando
y no pensé más que en salvarme. la leña, quienes habían suspendido aquel trabajo por correr tras mí. El
movimiento fué tan brusco, que el vehículo estuvo á punto de volcar, al lugar indicado; atravesamos los salones brillantemente iluminados y
siendo necesario que yo me inclinara hacia el lado contrario, impul- cuajados de clientes que acudían á la hora de comer, y nos instalamos
sando en esa dirección á mi amigo, para evitar el accidente. en un gabinete reservado, donde pasamos el tiempo hasta llegar la hora
Más adelante tomamos á la izquierda. Dos gendarmes que estaban convenida.
á la puerta de una taberna, al ver la gorra militar de mi compañero, le La casa en que primero paramos después de la evasión fué regis-
saludaron marcialmente. « Cálmate, cálmate — le dije al ver que aun trada por la policía dos horas después de abandonarla nosotros, ca-
estaba algo excitado —; todo va bien; hasta la policía nos saluda ¡>. biendo igual suerte á la mayor parte de las de nuestros amigos. Pero
E n aquel instante el cochero se volvió hacia mí, y pude reconocer en él nadie tuvo la idea de ir á buscarnos á Donon.
á otro amigo que me expresaba su satisfacción con una sonrisa.
Por todas partes veíamos compañeros que nos saludaban con la
vista y nos animaban con el gesto, mientras nuestro hermoso caballo nos
conducía á trote largo hacia la ancha vía del Neusky Prospekt. Una Dos días más tarde debía trasladarme á una casa que habían to-
vez en ella, tomamos por una calle lateral y nos bajamos ante una mado para mí, y en la que me podría instalar provisto de un pasaporte
puerta, despidiendo al cochero. Después subí rápidamente una escalera falso. Mas la señora que debía acompañarme en carruaje tomó la pre-
y arriba hallóme con una parienta que, presa de terrible ansiedad, me caución de ir primero ella sola á hacer un reconocimiento, del cual re-
esperaba con los brazos abiertos. La pobre reía y lloraba al mismo tiempo, sultó que la referida casa estaba muy espiada por la policía, pues eran
aconsejándome cambiara pronto de traje y me cortara la sospechosa tantos los amigos que habían ido allí á preguntar por mí, que al fin
barba. Diez minutos después, mi amigo y yo salíamos de aquella casa despertaron la suspicacia de las autoridades. Además, la Sección Ter-
y tomábamos un coche de punto. cera había distribuido mi retrato con profusión entre sus esbirros y
Mientras esto ocurría, el oficial de guardia de la prisión y los sol- agentes secretos. Todos les que me conocían de vista me buscaban por
dados del hospital se habían lanzado á la calle para perseguirnos, dudando todas partes, y los que no, iban acompañados de soldados y carceleros
qué camino tomar. No se encontraba carruaje alguno en más de un ki- que me habían visto en la prisión.
lómetro á la redonda, porque mis amigos los habían alquilado todos. El zar estaba furioso de que semejante fuga hubiera podido efec-
Una vieja campesina, demostrando tener más malicia que los demás, tuarse en su capital, en pleno día, ordenando que era necesario me en-
dijo, como razonando consigo misma: « Es casi seguro que se habrán contraran á toda costa.
dirigido hacia el Prospekt, y allí serán cogidos si alguien toma por esta En tales condiciones era imposible permanecer en San Petersburgo,
callejuela que conduce en línea recta á aquel lugar >>. Así era, en efecto, y fui á ocultarme á una casa de campo en sus inmediaciones. Acom-
y el oficial corrió á un tranvía que se hallaba inmediato, pidiéndole pañado de media docena de amigos, permanecí en un pueblecito fre-
al cochero que prestase los caballos pata enviar á dos soldados que nos cuentado en esa época del año por los habitantes de la' capital. Allí
interceptaran el paso; pero aquél se negó en absoluto y el oficial no apeló se decidió que debía marchar al extranjero. Pero por un diario del exterior
á la violencia. habíamos sabido que la frontera, lo mismo en las provincias del Báltico
El violinista y la señora que habían alquilado la casita gris, sa- que en Finlandia, estaba escrupolosamente vigilada por policías que me
lieron también á la calle, mezclándose con la multitud, y allí oyeron conocían personalmente. Razón por la cual resolví seguir la dirección
á la vieja hacer su pérfida insinuación, marchándose después cuando que ofreciera menos peligro.
la gente se dispersó. k,: i' Provisto del pasaporte de un amigo y acompañado de otro, atravesé
Hacía una tarde espléndida. Nos dirigimos á las islas, sitio donde la frontera, llegando hasta el Norte del golfo de Botnia, donde embarqué
se reúne toda la aristocracia de San Petersburgo, en los hermosos días para Suecia.
de primavera, para presenciar la puesta del sol. Una vez á bordo del vapor, y ya próximo á partir, el amigo que
Al paso nos detuvimos en una peluquería de una calle poco céntrica, me acompañó hasta la frontera me dió noticias de San Petersburgo,
con objeto de que me cortaran la barba, quedando así, aunque no mucho, que había prometido no comunicarme hasta úl ima hora. Mi hermana
algo desfigurado. Elena acababa de ser detenida, así como la cuñada de mi hermano,
Paseábamos á la ventura, pues habiéndosenos dicho que nó fué- que me había visitado una vez en la cárcel, un mes después de la partida
ramos adonde debía pasar la noche hasta bien entrada ésta, no sabíamos de Alejandro y de su mujer para Siberia.
en qué emplear el tiempo. « ¿Qué haremos mientras tanto? », dije á mi Mi hermana ignoraba por completo los preparativos de la fuga;
amigo, quien, después de reflexionar un instante, dijo dirigiéndose al sólo después de haberse efectuado tuvo de ella noticia por un amigo
cochero: « A Donon >>, que es el nombre del mejor restaurant de San Pe- que le comunicó tan fausta nueva. Pero todas sus protestas fueron
tersburgo. « Nadie pensará en ir á buscarnos á Donon — agregó tran- estériles;la arrancaron del lado de sus hij as y la tuvieron presa quince dias.
quilamente —; os supondrán en todas partes menos allí, y comeremos, La otra tenía una noción ligera del asunto; pero no había tomado
y beberemos una copa en celebración del buen éxito de vuestra fuga ». parte alguna en los preparativos. El sentido común debía haber demos-
A tan razonables palabras nada tuve que contestar. Fuimos, pues, trado á las autoridades que una persona que me había visitado < ficial-
mente en la cárcel, no podía tomar una parte activa en semejante aven- para poder efectuar una propaganda eficaz, especialmente entre los
tura. A pesar de ello, estuvo presa más de dos meses. Su marido, un obreros y agricultores, y más tarde, cuando el movimiento se convirtió
eminente jurisconsulto, trató en vano que la pusieran al instante en allí en una conspiración permanente y una lucha encarnizada contra
libertad. « Sabemos ahora — le contestaron los jefes de la gendarmería los representantes de la autocracia, toda idea de una acción popular
que ella no ha tenido participación en la fuga; pero como hemos dado fué necesariamente abandonada. Mis propias inclinaciones, por otra
parte al emperador de haber detenido á la persona que la había orga- parte, me impulsaban cada vez con más intensidad á unir mi suerte
nizado, es necesario que pase algún tiempo para que el zar pueda acos- á la de las clases trabajadoras y desheredadas. Presentarles ante su vista
tumbrarse á la idea de que no está en nuestro poder el culpable ». tales concepciones que puedan ayudarles á encaminar sus esfuerzos
Atravesé Suecia sin detenerme en parte alguna, yendo á Cristiania, en la dirección que más convenga al interés de todos los productores
donde esperé algunos días la salida de un vapor para Hull, aprovechando en general, profundizar y ensanchar los ideales y principios que han
aquel intervalo en adquirir informaciones respecto al partido de los de servir de base á la futura revolución social, desarrollándolos y ha-
agricultores del Storthing noruego. ciéndolos comprensibles á los trabajadores, á fin de que influyan en ellos
Cuando me dirigía al buque, me preguntaba lleno de ansiedad: no como una orden emanada del jefe, sino como resultado de su propio
«¿Bajo qué bandera navegará? ¿Será noruega, alemana ó inglesa?» raciocinio; despertando de este modo su iniciativa individual, ahora que
Mas pronto vi flotar sobre la popa la Union Jack, bandera á cuya sombra están llamados á aparecer en la clásica arena ccmo los fundadores de
tantos refugiados rusos, italianos, franceses, húngaros y de todas las un nuevo y equitativo modo de organización de la sociedad; lo cual
naciones, han hallado un asilo. Saludé desde el fondo de mi corazón la me parecía tan necesario para el desarrollo de la humanidad como todo
bandera del pueblo hospitalario. lo que en esa época hubiera yo podido hacer en Rusia. De acuerdo,
pues, con estas ideas, me uní á los pocos hombres que trabajaban en tal
sentido en la Europa occidental, relevando á aquellos á quienes largos
años de una lucha penosa habían dejado fuera de combate.
P A R T E SEXTA
*
* *

Cuando desembarqué en Hull y fui á Edimburgo, sólo á muy pocos


LA E U R O P A OCCIDENTAL. amigos de mi país y de la Federación del Jura informé de mi feliz llegada
á Inglaterra.
i. Un socialista debe confiar siempre para vivir en su trabajo per-
sonal, y, en su consecuencia, tan pronto como me instalé en una pequeña
Al aproximarnos á las costas de Inglaterra estalló una tempestad habitación situada en un barrio extremo de la capital de Escocia, pro-
en el Mar del Norte. Pero aquello, en vez de causarme disgusto, me curé buscar algún trabajo.
produjo placer; la lucha de nuestro vapor contra las embravecidas olas Entre los pasajeros que venían á bordo de nuestro vapor, había
me encantaba, dejando transcurrir horas enteras sentado en la proa, un profesor noruego, con quien conversé más de una vez, procurando
recibiendo en el rostro la espuma del furioso mar. Después de los dos recordar lo poco que antes sabía de la lengua sueca. El hablaba alemán;
años que había pasado en una sombría casamata, todas las fibras de mi pero al ver que yo trataba de aprender su idioma, me dijo: «Puesto
ser parecían anhelantes y ansiosas de gozar de la completa intensidad que sabéis alguna cosa, hagamos uso del noruego ».
de la vida.
— ¿Querréis decir sueco? — me atreví á preguntar — ¿No es esto
Mi propósito era no permanecer en el extranjero más que algunas lo que hablo?
semanas ó meses, cuando más; únicamente lo preciso para dar lugar á — Me parece más bien noruego que otra cosa — fué su contestación.
que se disipara la polvareda levantada con motivo de mi fuga, y al Ocurriéndome así lo mismo que á uno de los héroes de Julio Verne,
mismo tiempo restablecer algo mi salud. Desembarqué bajo el seudó- que aprendió por equivocación portugués en vez de castellano. De todos
nimo de Levashoff, que fué el que usé al salir de Rusia; y no pensando modos, lo cierto es que hablé largo y tendido con el profesor, aunque
en ir á Londres, donde los espías de la embajada rusa darían pronto fuera en noruego, y él me dió un periódico de Cristiania que contenía
con mi paradero, me marché primero á Edimburgo. la Memoria de la expedición ártica que acababa de regresar á su país.
Pero las cosas se arreglaron de tal modo que, á pesar de semejantes Desde el momento que me vi en Edimburgo escribí un suelto en inglés
intenciones, no he vuelto más á Rusia. Pronto me vi arrastrado por la respecto á estas exploraciones y se lo remití á Nature, que mi hermano
ola del movimiento anarquista, que entonces precisamente se elevaba y yo leíamos con regularidad desde su primera aparición. El subdirector
en la Europa occidental, y creí que podría ser más útil ayudando á acusó su recibo, dando al mismo tiempo las gracias y observando con
aquél á desenvolverse y hallar su forma propia de expresión, que cuanto una marcada benevolencia que á menudo he encontrado después en
me hubiera sido dado hacer en mi país. E n él era demasiado conocido su país, que mi inglés resultaba aceptable, no necesitando más que ha-
mente en la cárcel, no podía tomar una parte activa en semejante aven- para poder efectuar una propaganda eficaz, especialmente entre los
tura. A pesar de ello, estuvo presa más de dos meses. Su marido, un obreros y agricultores, y más tarde, cuando el movimiento se convirtió
eminente jurisconsulto, trató en vano que la pusieran al instante en allí en una conspiración permanente y una lucha encarnizada contra
libertad. « Sabemos ahora — le contestaron los jefes de la gendarmería los representantes de la autocracia, toda idea de una acción popular
que ella no ha tenido participación en la fuga; pero como hemos dado fué necesariamente abandonada. Mis propias inclinaciones, por otra
parte al emperador de haber detenido á la persona que la había orga- parte, me impulsaban cada vez con más intensidad á unir mi suerte
nizado, es necesario que pase algún tiempo para que el zar pueda acos- á la de las clases trabajadoras y desheredadas. Presentarles ante su vista
tumbrarse á la idea de que no está en nuestro poder el culpable ». tales concepciones que puedan ayudarles á encaminar sus esfuerzos
Atravesé Suecia sin detenerme en parte alguna, yendo á Cristiania, en la dirección que más convenga al interés de todos los productores
donde esperé algunos días la salida de un vapor para Hull, aprovechando en general, profundizar y ensanchar los ideales y principios que han
aquel intervalo en adquirir informaciones respecto al partido de los de servir de base á la futura revolución social, desarrollándolos y ha-
agricultores del Storthing noruego. ciéndolos comprensibles á los trabajadores, á fin de que influyan en ellos
Cuando me dirigía al buque, me preguntaba lleno de ansiedad: no como una orden emanada del jefe, sino como resultado de su propio
«¿Bajo qué bandera navegará? ¿Será noruega, alemana ó inglesa?» raciocinio; despertando de este modo su iniciativa individual, ahora que
Mas pronto vi flotar sobre la popa la Union Jack, bandera á cuya sombra están llamados á aparecer en la clásica arena ccmo los fundadores de
tantos refugiados rusos, italianos, franceses, húngaros y de todas las un nuevo y equitativo modo de organización de la sociedad; lo cual
naciones, han hallado un asilo. Saludé desde el fondo de mi corazón la me parecía tan necesario para el desarrollo de la humanidad como todo
bandera del pueblo hospitalario. lo que en esa época hubiera yo podido hacer en Rusia. De acuerdo,
pues, con estas ideas, me uní á los pocos hombres que trabajaban en tal
sentido en la Europa occidental, relevando á aquellos á quienes largos
años de una lucha penosa habían dejado fuera de combate.
P A R T E SEXTA
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Cuando desembarqué en Hull y fui á Edimburgo, sólo á muy pocos


LA E U R O P A OCCIDENTAL. amigos de mi país y de la Federación del Jura informé de mi feliz llegada
á Inglaterra.
i. Un socialista debe confiar siempre para vivir en su trabajo per-
sonal, y, en su consecuencia, tan pronto como me instalé en una pequeña
Al aproximarnos á las costas de Inglaterra estalló una tempestad habitación situada en un barrio extremo de la capital de Escocia, pro-
en el Mar del Norte. Pero aquello, en vez de causarme disgusto, me curé buscar algún trabajo.
produjo placer; la lucha de nuestro vapor contra las embravecidas olas Entre los pasajeros que venían á bordo de nuestro vapor, había
me encantaba, dejando transcurrir horas enteras sentado en la proa, un profesor noruego, con quien conversé más de una vez, procurando
recibiendo en el rostro la espuma del furioso mar. Después de los dos recordar lo poco que antes sabía de la lengua sueca. El hablaba alemán;
años que había pasado en una sombría casamata, todas las fibras de mi pero al ver que yo trataba de aprender su idioma, me dijo: «Puesto
ser parecían anhelantes y ansiosas de gozar de la completa intensidad que sabéis alguna cosa, hagamos uso del noruego ».
de la vida.
— ¿Querréis decir sueco? — me atreví á preguntar — ¿No es esto
Mi propósito era no permanecer en el extranjero más que algunas lo que hablo?
semanas ó meses, cuando más; únicamente lo preciso para dar lugar á — Me parece más bien noruego que otra cosa — fué su contestación.
que se disipara la polvareda levantada con motivo de mi fuga, y al Ocurriéndome así lo mismo que á uno de los héroes de Julio Verne,
mismo tiempo restablecer algo mi salud. Desembarqué bajo el seudó- que aprendió por equivocación portugués en vez de castellano. De todos
nimo de Levashoff, que fué el que usé al salir de Rusia; y no pensando modos, lo cierto es que hablé largo y tendido con el profesor, aunque
en ir á Londres, donde los espías de la embajada rusa darían pronto fuera en noruego, y él me dió un periódico de Cristiania que contenía
con mi paradero, me marché primero á Edimburgo. la Memoria de la expedición ártica que acababa de regresar á su país.
Pero las cosas se arreglaron de tal modo que, á pesar de semejantes Desde el momento que me vi en Edimburgo escribí un suelto en inglés
intenciones, no he vuelto más á Rusia. Pronto me vi arrastrado por la respecto á estas exploraciones y se lo remití á Nature, que mi hermano
ola del movimiento anarquista, que entonces precisamente se elevaba y yo leíamos con regularidad desde su primera aparición. El subdirector
en la Europa occidental, y creí que podría ser más útil ayudando á acusó su recibo, dando al mismo tiempo las gracias y observando con
aquél á desenvolverse y hallar su forma propia de expresión, que cuanto una marcada benevolencia que á menudo he encontrado después en
me hubiera sido dado hacer en mi país. E n él era demasiado conocido su país, que mi inglés resultaba aceptable, no necesitando más que ha-
cerse « un poco más idiomàtico ». Por mi parte, sólo puedo decir que me encontraba en gran perplejidad, metí los libros en mi saco de mano
estudié dicha lengua en Rusia, habiendo traducido en compañía de y me los llevé á casa para reflexionar sobre el asunto.
mi hermano la Filosofía de la Geología, de Page, y los Principios de « ¿Qué debo hacer? — me pregunté en el acto — No puedo elogiarlos,
Biología, de Spencer. Más como sólo lo había aprendido teóricamente, porque son míos, ni criticarlos, puesto que ellos expresan mis opiniones ».
lo pronunciaba muy mal; así que me era muy difícil entenderme con la Decidí devolverlos al día siguiente y manifestarle á M. Keltie que, á pesar
patrona, escribiendo su hija y yo en una tira de papel lo que teníamos de haberme presentado con otro nombre, yo era el autor de esos libros
que comunicarnos; y como mis conocimientos del inglés corriente eran y no podía, por lo tanto, juzgarlos.
nulos, debí cometer los más divertidos errores. Recuerdo, por ejemplo, Dicho señor sabía por los periódicos algo respecto á mi fuga, y se
el haber protestado una vez por escrito de que no era « una taza », sino manifestó muy complacido de hallarme libre de todo peligro en Ingla-
varias, las que esperaba me dieran á la hora del te. Es muy posible que terra. En cuanto á mis escrúpulos, observó con muy buen juicio que
la patrona me tomara por un glotón; pero debo manifestar, en descargo podía abstenerme de censurar ó elogiar al autor, limitándome senci-
mío, que en los libros de geología que había leído en inglés, ni en la llamente á dar cuenta á los lectores del contenido de aquéllos. Desde
obra de Spencer, antes mencionada, había la más pequeña alusión á
ese día quedamos unidos por los lazos de una sincera y leal amistad.
tan importante asunto como es el de beber te.
Recibí de Rusia el Diario de la Sociedad Geográfica, y pronto em- *
* *
pecé á remitir también al Times, de cuándo en cuándo, algunos apuntes,
sobre las exploraciones geográficas rusas. En aquel tiempo estaba En Noviembre ó Diciembre del 76, viendo en la parte del periódico
Prjevalsky en el Asia central, y sus noticias se leían con interés en In- de P. L. Lavroff, dedicada á la correspondencia, un aviso á « K » para
glaterra. que se presentara en la redacción á recoger una carta de Rusia, y cre-
Sin embargo, el dinero con que llegué iba desapareciendo rápida- yendo se trataba de mí, fui allá y pronto entablé amistad con aquél
mente, y como toda mi correspondencia dirigida á Rusia era interceptada, y los jóvenes que le ayudaban.
no logré conseguir dar á conocer mi dirección á la familia. Por cuyo mo- Cuando llegué la primera vez á dicho lugar, afeitado y con som-
tivo, á las pocas semanas me trasladé á Londres, esperando poder en- brero de copa, y pregunté á la señora que me abrió en mi mejor inglés
contrar allí más regularidad en el trabajo. posible si estaba M. Lavroff, me figuré que nadie podría imaginar quién
El antiguo refugiado P. L. Lavroff continuaba publicando en la era yo, y sin embargo, aquélla, que jamás me había visto, pero que
gran metrópoli su periódico Adelante; pero como yo esperaba volver conoció á mi hermano en Zurich, me reconoció al punto y subió á decir
pronto á mi país, y la redacción de aquél debía estar muy vigilada por quién era el visitante. « E n cuanto os vi los ojos — me dijo después —,
espías, no fui á ella. supe quién érais en el acto, pues tienen un gran parecido con los de
Me presenté, como es natural, en la de la Nature, donde fui muy vuestro hermano.
cordialmente recibido por el gerente M. J. Scott Keltie. El director Aquella vez no permanecí mucho tiempo en Inglaterra. Había
deseaba ampliar la sección de informaciones, y le pareció bien el modo mantenido una activa correspondencia con mi amigo Jaime Guillaume
como yo las escribía. Así que pusieron á mi disposición una mesa, sobre de la Federación del Jura, y tan pronto como encontré algún trabajo
la cual colocaron Revistas científicas de todos los países. « Venid todos permanente de geografía, que pudiera hacerse en Suiza lo mismo que
los lunes, M. Levashoff — me dijeron —; hojead estas Revistas, y si hay en Londres, me marché allí. Por otra parte, en las cartas que al fin recibí
algún artículo que os llame la atención, escribid un suelto ó mareadlo; de casa me decían que no hallaban inconveniente en que permaneciera
nosotros lo enviaremos á un especialista. M. Keltie no sabía, por de en el extranjero, no habiendo de momento nada que hacer en Rusia,
contado, que yo acostumbraba á èscribir mi original tres ó cuatro veces donde dominaba entonces una corriente de entusiasmo en favor de los
antes de presentárselo. Me llevé, pues, las dichas Revistas á casa, y eslavos que se habían rebelado contra la antigua opresión turca. Y mis
con lo que tomaba de ellas para la Nature y los sueltos del Times, saqué mejores amigos, como Serghéi (Stepniak), Kelnitz y otros muchos, se
cómodamente con que poder vivir. La costumbre de pagar todos los habían marchado á la península de los Balkanes á unirse á la insurrección.
jueves los trabajos de la índole del mío, remitidos á este último, me « Leemos — me escribía un amigo — la correspondencia del Daily News
pareció excelente. Es verdad que había semanas en que no se recibían sobre los horrores de Bulgaria, y su lectura nos hace verter lágrimas,
noticias interesantes de Prjevalsky, y las de otras partes carecían de corriendo después á prestar nuestro concurso á la obra de emancipación ».
interés, en cuyo caso la alimentación tenía que reducirse á pan y te
solamente. Llegué á Suiza, ingresé en la Federación del Jura, perteneciente á
la Asociación Internacional de Trabajadores, y siguiendo los consejos
Un día, sin embargo, el gerente tomó de un estante varios libros de mis amigos del país, fijé mi residencia en La Chaux-de-Fonds.
rusos, encargándome hiciera una crónica para la Nature. Su vista me pro-
dujo una impresión embarazosa, pues hallé que eran mis obras sobre II.
El Período Glacial y La orografía de Asia. Siendo mi hermano quien
había mandado aquellos ejemplares á nuestra Revista favorita. Como La Federación del Jura ha representado un papel importante en el
moderno desarrollo del socialismo.
Sucede siempre que, después que un partido político ha manifestado Hoy, en Suiza, los esfuerzos de los demócratas socialistas se dirigen
una aspiración definitiva, proclamando que no se contentará con menos en política, á favor de la centralización y contra el federalismo, y en
de lo consignado en su programa, se divide en dos fracciones. Una el terreno económico, á procurar que el Estado se haga cargo de los
de ellas permanece inalterable, mientras que la otra, aunque preten- ferrocarriles y monopolice la banca y la venta de alcoholes. La adminis-
diendo no haber cambiado nada de sus primitivos propósitos, acepta tración de la tierra y de las principales industrias, y hasta del consumo
alguna especie de transacción, y una vez dado el primer paso en este de la riqueza, sería el paso inmediato en un porvenir más ó menos
sentido, se va ensanchando la distancia que ha empezado á separar remoto. Gradualmente, la vida y actividad del partido de la democracia
á las dos, hasta que la última llega á alejarse tanto del punto de partida, socialista alemana se fué subordinando á consideraciones electorales; las
que termina por convertirse en otra agrupación limitada sólo á pretender uniones de oficio eran tratadas con desprecio y las huelgas sólo hallaban
muy modestas reformas. desaprobación, porque ambas apartaban la atención del obrero de las
Esto es precisamente lo que ha ocurrido con la Asociación Inter- campañas parlamentarias. Todo movimiento popular, toda agitación
nacional de Trabajadores. Nada menos que la expropiación de los ac- revolucionaria en cualquier país de Europa, era mirada en aquellos
tuales poseedores de la tierra y el capital, y el pase á manos de los pro- años por los jefes de dicho partido con mayor animosidad, si cabe, que
ductores de la riqueza de todo aquello que es necesario para su producción, por la prensa capitalista.
era, en un principio, la franca aspiración de dicha sociedad. Se había hecho Pero en los pueblos de raza latina este nuevo giro halló poca aco-
un llamamiento á los trabajadores de todas las naciones para que se gida. Las secciones y federaciones de la Internacional permanecieron
organizaran en sus países respectivos, á fin de estar dispuestos á luchar fieles á los principios que habían sido proclamados al fundarse la aso-
directamente contra el capitalismo, á estudiar los medios de socializar ciación; federales por su historia, hostiles á la idea de un estado centra-
la producción de la riqueza y su consumo, y cuando se encontraran lizado y amantes de las tradiciones revolucionarias, estos trabajadores
aptos para realizarlo, tomar posesión de los elementos de producción y no podían seguir la evolución de los de Alemania.
regir ésta, sin preocuparse de la presente organización social, la cual p> La división entre las dos ramas del movimiento socialista se hizo
debe sufrir una reconstitución completa. aparente inmediatamente después de la guerra franco-alemana. La aso-
La asociación ha tenido que ser, por consiguiente, el medio de pre- ciación, según tengo ya manifestado, había creado una especie de go-
parar una inmensa revolución, primero en las inteligencias y más tarde bierno, bajo la forma de un concejo general con residencia en Londres;
en las formas mismas de vivir; revolución que abriría á la humanidad y siendo los inspiradores de éste dos alemanes, Engels y Marx, él fué
una nueva era de progreso, basado sobre la solidariedad de todos. la piedra angular del nuevo partido; en tanto que las federaciones latinas
seguían los consejos de Bakounin y sus amigos y se dejaban guiar por
Ese fué el ideal que despertó de su sueño á millones de trabajadores
ellos.
europeos y atrajo á la asociación sus mejores fuerzas intelectuales.
Dos fracciones, sin embargo, se dibujaron en corto tiempo. Cuando El conflicto entre los partidarios de Marx y los de Bakounin no
la guerra del 70 terminó en una completa derrota para Francia, el le- tenía un carácter personal; era el resultado inevitable del antagonismo
vantamiento de la Commune de París fué ahogado en sangre, y las entre los principios federales y los centralizadores; el municipio libre y
leyes draconianas que se promulgaron contra la asociación excluían á la paternal tutela del Estado; la acción espontánea de las masas y el
los trabajadores franceses, prohibiendo pertenecieran á ella; y cuando, mejoramiento de las condiciones capitalistas existentes por medio déla
por otra parte, el gobierno parlamentario había sido introducido en la legislación; conflicto entre el espíritu latino y el Geist alemán que, des-
« unión alemana » — meta adonde aspiraban llegar los radicales desde pués de la derrota de Francia en el campo de batalla, reclama la supre-
el 48 —, los alemanes hicieron un esfuerzo para modificar las aspiraciones macía, en el terreno de la ciencia, en el de la política y también en el
y la marcha de todo el movimiento socialista. del socialismo, calificando de « científica » su concepción de estas ideas
La « conquista del poder, dentro del actual estado de cosas », vino y de « utópica >> la de todos los demás.
á ser la consigna de esa fracción que tomó el nombre de « Democracia En el Congreso de La Haya, de la Internacional, celebrado el 72,
Socialista >>. Su primer triunfo electoral en las elecciones para el Par- el concejo general de Londres, valiéndose de una mayoría ficticia, ex-
lamento alemán despertó grandes esperanzas. Habiendo crecido el nú- cluyó á Bakounin, á su amigo Guillaume y aún á la misma Federación
mero de diputados de ese partido de dos á siete y luego á nueve, se del Jura, de la asociación. Pero como era indudable que casi'todo lo que
calculó confiadamente por hombres que, aparte de esto eran razonables, quedaba entonces de la Internacional, esto es, las federaciones espa-
que antes de terminar el siglo, la democracia socialista tendría mayoría ñolas, italianas y belgas, harían causa común con la del Jura, el congreso
en el Parlamento alemán, pudiendo entonces introducir el « estado po- intentó disolver la asociación. Un nuevo concejo general, compuesto
pular » por medio de una legislación adecuada. El ideal socialista de de algunos demócratas socialistas, fué elegido en Nueva York, donde no
esta agrupación perdió gradualmente el carácter de algo que tiene que había organizaciones obreras pertenecientes á esta sociedad que pu-
plantearse por las mismas organizaciones obreras, convirtiéndose en dieran influir en su conducta ni vigilar sus actos, y donde desde entonces
una aspiración á que el Estado intervenga en la vida industrial; en una no se ha vuelto á oír hablar más de él. Entre tanto, las federaciones
palabra, en el socialismo de Estado; esto es, en el capitalismo oficial. de España, Italia y Bélgica, así como la del Jura, siguieron sin disolverse,
reuniéndose anualmente, como de costumbre, durante los cinco ó seis También en Italia existían condiciones muy semejantes: las uniones
años posteriores, en congresos internacionales. de oficios en el Norte del país no habían alcanzado la fuerza que hoy
tienen; pero partes importantes de la nación se hallaban sembradas
*
* * de secciones de la Internacional y de grupos republicanos. La monarquía
se hallaba bajo una amenaza constante de ser derribada, en cuanto
La Federación del Jura, en la época en que fui á Suiza, era el centro los republicanos de la clase media apelaran á los elementos revoluciona-
y la fuerza directriz de las federaciones todas. Bakounin acababa ce rios existentes entre los trabajadores.
morir (i.® de Julio del 76); pero aquélla se mantenía en el lugar que En suma, volviendo la vista atrás, hacia esos años, de los que nos
había ocupado bajo su impulso. hallamos hoy separados por un cuarto de siglo, estoy firmemente per-
Las condiciones en que se vivía en Francia, España é Italia eran suadido que, si Europa no pasó por un período de terrible reacción
tales, que sólo el mantenimiento del espíritu revolucionario que se había después de 1871, eso fué debido principalmente al espíritu que se di-
desarrollado entre los trabajadores internácionalistas antes de la guerra fundió por la Europa occidental antes de la guerra franco-alemana,
franco-alemana, evitó que los gobiernos apelaran á medidas extremas y que desde entonces se ha mantenido vivo por los anarquistas interna-
para acabar con todo el movimiento obrero é inaugurar el reinado del cionales, los blanquistas, los mazinianos y los republicanos « cantonales»
Terror Blanco. españoles.
Es cosa bien sabida que el restablecimiento de la monarquía bor- Los marxistas, como es de suponer, absortos por sus luchas electo-
bónica en Francia estuvo á punto de ser un hecho consumado. Al general rales, apenas se enteraron de nada de esto. Procurando no atraer el
Mac Mahón se le mantenía como presidente de la república, sólo con el rayo de Bismark sobre sus cabezas, y temiendo, ante todo, que el espí-
fin de ir preparando la restauración monárquica; el día mismo de la ritu revolucionario pudiera hacer su aparición en Alemania, dando
solemne entrada de Enrique V en París, se hallaba designado, y hasta lugar á represiones á las que no se encontraban con fuerzas para resistir,
las guarniciones de los caballos, adornados con la corona é iniciales no sólo repudiaron, como cuestión de táctica, toda clase de relación
del pretendiente, estaban listas. Sabiéndose igualmente que, sólo de- con los revolucionarios de Occidente, sino que gradualmente llegaron
bido á que Gambeta y Clemenceau — los oportunistas y los radicales á sentirse inspirados de odio hacia dicha tendencia, denunciándola con
— habían cubierto una gran parte de Francia de comités que contaban virulencia dondequiera que hacía su aparición, hasta cuando vieron
con gentes armadas y dispuestas á levantarse tan pronto como se sus primeras manifestaciones en Rusia.
diera el « golpe de Estado >>, no se realizó éste. Pero la fuerza efectiva
>. i Ningún periódico revolucionario podía publicarse en aquella época
de esos comités residía en los trabajadores, muchos de los cuales habían
en Francia bajo la férula de Mac Mahón; el canto mismo de La Marse-
pertenecido antes á la Internacional y conservado el antiguo espíritu
llesa era considerado como un crimen, y una vez (en Mayo del 78) quedé
revolucionario. Hablando por propia experiencia, no creo aventurado
extraordinariamente sorprendido al ver el terror que se apoderó de
afirmar que los jefes radicales de la clase media, hubieran flaqueado
varios de los viajeros que iban en el mismo tren que yo, al oír á unos
en caso de ser necesaria la acción, en tanto que el pueblo hubiese apro-
cuantos reclutas entonar la canción revolucionaria. «¿Es permitido
vechado la primera oportunidad para llevar á cabo un levantamiento
otra vez cantar eso? » — se preguntaban unos á otros asustados. La
que, empezando con la defensa de la república, pudiera haber ido algo
prensa francesa no contaba con ninguna publicación socialista; la espa-
más allá en el sentido socialista.
ñola estaba bien redactada, y algunos de los manifiestos de sus congresos
Una cosa parecida ocurrió en España; tan pronto como los cleri- eran admirables exposiciones del socialismo anarquista; pero ¿quién co-
cales y aristócratas que rodearon al rey le inclinaron á que apretara noce las ideas españolas fuera de España? En cuanto á los periódicos
el tornillo de la reacción, los republicanos le amenazaron con un mo- italianos, todos tenían una vida efímera, apareciendo, desapareciendo
vimiento, en el cual, como era bien notorio, los trabajadores serían el y volviendo á reaparecer en otra parte con nombre distinto; y á pesar
principal elemento de combate. Sólo en Cataluña había como unos cien de la verdadera importancia que algunos de ellos tenían, no consiguieron
mil hombres en bien organizadas uniones de oficio y más de ochenta ver extendida su circulación más allá de la frontera. Por cuya razón,
mil españoles pertenecían á la Internacional, celebrando regularmente la Federación del Jura, con sus órganos impresos en francés, vino á ser
sus congresos y pagando puntualmente sus cotizaciones á la asociación el centro del sostenimiento y la expresión, en los pueblos latinos, del
con una conciencia del deber verdaderamente española. espíritu que, lo repito, salvó á Europa de un negro período de reacción.
Puedo hablar de este asunto por lo que personalmente vi sobre Siendo, al mismo tiempo, el terreno sobre el cual las concepciones teó-
el terreno, y sé que se estaba dispuesto á proclamar la república federal ricas del anarquismo se formularon por Bakounin y sus partidarios,
en España, dar independencia á las colonias y en algunas de las re- en un lenguaje que fué comprendido en toda la Europa continental.
giones más avanzadas intentar algo serio en sentido colectivista. Esta
amenaza permanente fué la que impidió que la monarquía española
suprimiera todas las organizaciones de agricultores y obreros é inau-
gurase una franca reacción clerical.
mueve al mismo tiempo el pensamiento y la conciencia, y que al entrar
en la redacción de un periódico anarquista, dice al gerente, aun cuando
III. sea un niño comparado con él: « Decidme lo que tengo que hacer >>, sen-
tándose como el más humilde redactor á llenar cuartillas para el próximo
Un crecido número de hombres notables, de diferentes nacionali- número. E n la Commune de París él se limitó sencillamente á tomar
dades, quienes en su gran mayoría habían sido amigos personales un fusil y ser un soldado de fila; y si invita á un colaborador á ayudarle
de Bakounin, pertenecían en aquel tiempo á la Federación del Jura. en la composición de un volumen de su universalmente famosa geografía,
El editor de nuestro principal periódico, el Boletín de la Federación, y aquél le interroga tímidamente respecto á qué ha de hacer, al punto
era Jaime Guillaume, profesor de instrucción pública, que pertenecía le responderá: « Aquí están los libros; ahí la mesa. Haced lo que queráis ».
á una familia aristocrática de Neuchatel. Pequeño, delgado, con la A su lado se hallaba Lefranfais, hombre de alguna edad, que fué
apariencia severa y resuelta de un Robespierre y con un corazón ver- profesor de instrucción pública en otro tiempo y que había estado tres
daderamente hermoso, que sólo se daba á conocer entre sus íntimos, vece3 emigrado después de Junio del 48, á causa del « golpe de Estado o
era un jefe innato por sus exuberantes facultades para el trabajo y su de Napoleón y tras los acontecimientos del 71. Ex miembro de la
actividad incansable. Durante ocho años luchó contra toda clase de Commune, y, por consiguiente, uno de aquellos de quien se decía que
obstáculos para mantener la vida del periódico, tomando una parte habían salido de París con los bolsillos repletos de millones, trabajó
muy importante en todo lo concerniente á la federación, hasta que hubo de mozo de estación en el ferrocarril de Lausanne, estando á punto
de abandonar Suiza, donde no encontraba trabajo de ninguna clase, y de perder la vida en tal ocupación, que reclamaba espaldas más fuertes
establecerse en Francia, en cuyo país se citará algún día su nombre que las suyas. Su libro sobre la Commune es el que contiene la verdadera
con gran respeto en la historia de la enseñanza. significación histórica de aquellos acontecimientos. « Soy comunalista,
Adhemar Schvitzguebel, también suizo, era el tipo del jovial, pero no anarquista — decía —; no puedo estar al lado de locos seme-
alegre y vivo relojero de las montañas del Jura por la parte de Berna. jantes •>, y, sin embargo, con nadie estaba más que con nosotros, porque,
Siendo grabador de relojes de oficio, nunca intentó abandonar su po- como solía decir, « á pesar de todo, sois la gente que más me gusta, pues
sición de obrero manual, y contento siempre y activo, sostenía á su nu- se puede trabajar á vuestro lado sin perder uno su individualidad ».
merosa familia á través de los tristes períodos en que el t r a b a j o era
Otro de los ex miembros de la Commune que se encontraba entre
escaso y los jornales reducidos. Su aptitud para estudiar una cuestión
nosotros era Pindy, un carpintero del Norte de Francia é hijo adoptivo
económica ó política difícil, y después de pensar bien sobre ella, consi-
de París, donde se dió á conocer durante una huelga sostenida por la
derarla desde el punto de vista obrero, sin despojarla de su profunda
Internacional, por su energía y clara inteligencia, siendo después ele-
significación, era admirable. Lo conocían bastante en la « serranía », te-
gido para el mencionado cargo y recibiendo de la Commune el nombra-
niendo muchos y buenos amigos entre los trabajadores de todos los
miento de gobernador de palacio de las Tullerías.
países. . Cuando las tropas versallesas entraron en París, fusilando á sus
Contrastaba con éste otro suizo, relojero también, llamado Spichiger; prisioneros á centenares, tres hombres, por lo menos, fueron pasados por
era un filósofo, tanto en el pensar como en los movimientos, de aspecto las armas en diferentes partes de la capital, á quienes tomaron por él.
inglés, que siempre procuraba depurar los hechos, impresionándonos á Sin embargo, una vez terminada la lucha, fué oculto por una joven
todos por la exactitud de las conclusiones á que llegaba, al ocuparse valerosa, de oficio costurera, que le salvó, gracias á su serenidad, y que
de una infinidad de asuntos, mientras se hallaba invertido en rematar más tarde vino á ser su compañera. Sólo á los doce meses después de
tapas de relojes. . aquellos sucesos pudieron abandonar París sin ser vistos y venir á Suiza.
E n torno de estos tres se reunían muchos trabajadores entusiastas Aquí aprendió el oficio de ensayador de metales, en lo que se hizo muy
y convencidos, amantes apasionados de la libertad y felices al poder hábil, pasando los días al lado de la enrojecida estufa, y las noches de-
tomar parte en un movimiento de tan risueño porvenir, destacándose dicado apasionadamente á trabajos de propaganda, en los cuales com-
entre ellos un numeroso grupo de jóvenes inteligentes y despiertos, en binaba admirablemente el ardor del revolucionario con el buen sentido
su mayoría relojeros también, que se hallaban animados de los más y facultades organizadoras características del trabajador parisién.
levantados propósitos y dispuestos á sacrificarse por la idea.
Pablo Brousse era entonces un médico joven, lleno de actividad
Varios refugiados de la Commune de París se habían unido á la mental, vivo, alegre, animado, dispuesto á desarrollar cualquier idea con
federación. El gran geógrafo Elíseo Reclus era uno de ellos; tipo del una lógica matemática hasta sus últimas consecuencias, fuerte en la
verdadero puritano en sus costumbres y del filósofo enciclopedista crítica del Estado y su organización, y hallando tiempo suficiente para
francés del siglo pasado, por su entendimiento; hombre capaz de inspirar publicar dos periódicos, uno en francés y otro en alemán, escribir una
á los demás, pero no dispuesto á gobernarlos ni á dirigirlos; anarquista multitud de voluminosas cartas y ser el alma de las reuniones nocturnas
cuyo ideales el resumen de un amplio é íntimo conocimiento de las formas de obreros, á todo lo cual se unía un trabajo constante dedicado á orga-
de vida de la humanidad, bajo todos los climas y en todos los períodos nizar trabajadores, con esa delicadeza de concepto propia de un verda-
de civilización; que ha escrito libros dignos de-figurar al lado de los dero « meridional
más importantes de la época, con un estilo y hermosura tal, que con-
ción como cualquiera de los otros; peleando con constancia y energía, sin
salir del seno de la masa anónima, y siempre dispuestos á tomar parte
Entre lo. italianos que colaboraban con nosotros en Súiza, se ha- en cualquier arriesgada empresa, sin preguntar nunca si el trabajo sería
llaban dos compañeros cuyos nombres permanecieron siempre asociados grande ó pequeño, modesto ó distinguido, si traería importantes conse-
y no se han de olvidar muy fácilmente en Italia, siendo ambos íntimos cuencias ó sería simplemente fecundo en molestias infinitas para sus fa-
amigos de Bakounin; estos hombres se llamaban Cañero'y Malatesta. milias y ellos.
El primero era un idealista del tipo más puro y elevado, que había con-
Debería también mencionar á los alemanes Werner y Rinke, al
sagrado su considerable fortuna á la causa, sin preocuparse después
español Albarracín y á otros muchos; pero temo que esto*? ligeros bocetos
cómo podría vivir en el porvenir; un pensador sumergido en especu-
míos no despierten en el lector la misma impresión de respeto y cariño
laciones filosóficas; un hombre incapaz de hacer daño á nadie, y, sin
con que cada uno de los que constituían esta pequeña familia se hacía
embargo, tomó un fusil y marchó á los montes de Benevento, cuando
apreciar por los que lo trataban personalmente.
él y sus amigos calcularon que un alzamiento de carácter socialista
debería intentarse, aunque no fuera más que para dar á conocer al pueblo
que sus actos do rebeldía contra los cobradores de impuesto era necesario IV.
revistieran mayor alcance y más profundo significado. Malatesta era un
estudiante de Medicina que había abandonado su carrera y también De todas las poblaciones suizas que conozco, La Chaux-de-Fonds
su fortuna por dedicarse á la revolución; lleno de ardor é inteligencia, es tal vez la menos atractiva; situada en una alta meseta desprovista de
verdadero idealista, que en toda su vida — y ya se aproxima á los cin- toda vegetación y abierta á los vientos fríos de un riguroso invierno, en
cuenta — ha pensado jamás si tendría un pedazo de pan para la cena y ella cae ia nieve en t a n t a cantidad como en Moscou, y se derrite y vuelve
una cama donde pasar la noche. Sin tener siquiera una habitación que á caer con t a n t a frecuencia como en San Petersburgo. Pero era conve-
poder llamar suya, ha visto correr los días vendiendo sorbete en las calles niente extender nuestras ideas y dar más vida á la propaganda local.
de Londres para poder vivir, y las noches escribiendo brillantes artí- Allí estaban Pindy, Spichiger, Albarracín, el blanquista Ferré, y Jallot;
culos para la prensa italiana. Preso en Francia, expulsado después, pudiendo yo de cuándo en cuándo ir á hacerle una visita á Guillaume
condenado de nuevo en Italia, confinado en una isla, fugado y vuelto en Neuchatel y á Schwitzguébel en el valle de San Javier.
de nuevo de incógnito á su país; siempre en la vanguardia, y sea en Italia Entonces empezó para mí una vida de trabajo atractivo. Celebramos
ó en otra parte, ha perseverado en esta clase de vida durante más de muchos mitins, distribuyendo nosotros mismos las convocatorias por
treinta años sucesivos. Y cuando lo volvemos á encontrar recién venido los cafés y talleres. Una vez á la semana se reunía nuestra sección, lo
de una prisión ó fugado de alguna isla, lo hallamos tal como estaba la que daba lugar á las más animadas discusiones, y también íbamos á
última vez que lo vimos; siempre dispuesto á continuar la lucha, con el predicar el anarquismo á las reuniones promovidas por los partidos po-
mismo amor á sus semejantes, la misma falta de rencor contra sus ad- líticos. Yo viajé mucho en aquellos días, visitando á otras secciones y
versarios y carceleros, la misma franca sonrisa para el amigo é igual ayudándoles en lo que podía.
afecto para las criaturas. Durante aquel invierno conquistamos muchos prosélitos; pero la
marcha normal de la propaganda se vió entorpecida por una crisis en
Entre nosotros el número de rusos era limitado, habiéndose ido la la industria relojera. La mitad de los obreros se hallaban parados ó sólo
mayor parte con los demócratas socialistas. Estaban, sin embargo, á trabajando menos tiempo del regular; así cflie el municipio tuvo que
nuestro lado Jankousky, amigo de Herzen, que había abandonado á abrir cocinas económicas donde se proporcionaban raciones al precio
Rusia en el 63 — hombre perteneciente á la nobleza, elegante, vivo é de costo.
inteligente, que tenía gran partido entre los trabajadores —, y que,
más que ninguno de nosotros, poseía lo que llaman los franceses l'oreille El taller cooperativo establecido en La Chaux-de-Fonds por los anar-
du peuple (el arte de conquistar el auditorio), porque conocía el modo quistas, en el cual las utilidades se dividían por igual entre todos sus
de entusiasmarlo, mostrándole el importante papel que estaba llamado miembros, encontró muy difícil el hallar trabajo, á pesar del crédito
á representar en la reconstrucción de la sociedad, levantando su ánimo de que gozaba, y Spichiger tuvo que recurrir varias veces á cardar lana
ante la vista de los grandes hechos históricos, arrojando un rayo de luz para poder vivir.
en los más arduos problemas económicos, y electrizando con su franqueza Todos nosotros tomamos parte aquel año en una manifestación
y sinceridad. Y Sakoloff, que había pertenecido al cuerpo de Estado que se hizo en Berna, llevando á la cabeza la bandera roja. La ola de la
Mayor ruso y era un admirador de Pablo Luis Courier por su entereza, reacción había llegado hasta Suiza, y el hacer uso de la bandera de los
y de Proudhon por sus ideas filosóficas, cuya propaganda en artículos trabajadores estaba prohibido por la policía de dicha ciudad, á pesar
de revistas t r a j o al campo socialista fuerzas de consideración. de ser un derecho consignado en la Constitución. Era, pues, necesario
manifestar que, á lo menos, ya que no en todas, en algunas poblaciones
Sólo hago aquí mención de aquellos que se hicieron generalmente aquéllos no estaban dispuestos á permitir que se pisotearan sus liber-
conocidos como escritores, delegados á los congresos ó en algún otro tades, y se encontraban decididos á oponer resistencia. Por esto fuimos
concepto. Y, sin embargo, no dejo de preguntarme si no haría mejor en todos á dicha ciudad en el aniversario de la Commune á pasear la ban-
hablar de aquellos que, á pesar de no haber visto jamás sus nombres dera roja por las calles, á pesar de la prohibición.
en letras de molde, tuvieron t a n t a importancia en la vida de la federa-
culos toda iniciativa individual. Esta sociedad se compondrá de una mul-
Esto, como era de esperar, produjo un choque con la fuerza pública, titud de asociaciones federadas para todo aquello que reclama esta
del cual resultaron dos compañeros acuchillados y dos policías grave- forma de agrupación: federaciones de oficios para la producción en ge-
mente heridos; pero el símbolo de redención se salvó de la refriega, siendo neral, agrícula, industrial, intelectual, artística; municipios encargados
conducida en triunfo al salón donde se celebró después un animado de organizar el consumo, proporcionando alojamiento, alumbrado, ali-
mitin. Creo inútil agregar que los llamados jefes iban entre la masa y mentos, servicio sanitario, etc.; federación de los municipios entre sí,
pelearon como todos los demás. E n el asunto resultaron complicados y de éstos con las organizaciones de oficio, y, finalmente, grupos más
cerca de treinta ciudadanos suizos, todos los cuales demandaron el ser extensos, abarcando una ó varias regiones, compuestos de individuos
procesados, y los dos que hirieron á los agentes se presentaron espontá- encargados de colaborar para la satisfacción de aquellas necesidades
neamente, confesándose autores del hecho. Mucho ganó la idea cuando económicas, intelectuales, artísticas y morales que no se hallan limitadas
se vió en la Audiencia esta causa, pues quedó demostrado que todas á un país determinado. Todo esto se combinará directamente por medio
las libertades deben defenderse con energía, si se quiere que no se pierdan. del concierto libre, del mismo modo que las compañías de ferrocarriles
Gracias á semejante actitud, las sentencias fueron relativamente leves, ó las centrales de correos de diferentes naciónes cooperan actualmente,
no pasando la máxima de tres meses de cárcel. sin tener un gobierno encargado de su dirección, y esto sucede, á pesar
El gobierno de Berna, sin embargo, prohibió el que se sacara á la de estar las primeras actuadas por móviles puramente egoístas, y perte-
calle la bandera roja en ningún lugar del cantón, en vista de lo cual, necer las segundas á diferentes y aun antagónicos Estados, ó como los
la Federación del Jura decidió hacer lo contrario, aceptando el reto de meteorólogos, los clubs alpinos, las estaciones de botes salvavidas en la
las autoridades de San Imier, donde debíamos celebrar nuestro congreso Gran-Bretaña, los ciclistas, los maestros y otros, se combinan para toda
anual aquel año. Esta vez casi todos íbamos armados y dispuestos á de- clase de trabajo en común, ya se trate de empresas intelectuales ó sim-
fender nuestra bandera hasta el último extremo. Un fuerte destaca- plemente de recreo y placer. Habrá libertad completa para el desenvol-
mento de policía había sido colocado en una plaza para cerrar el paso á vimiento de nuevas formas de producción, inventos y organización,
la manifestación, y una parte de la milicia se hallaba dispuesta, con pre- y la iniciativa individual será estimulada, haciéndose lo contrario con la
texto de tirar al blanco, en un campo inmediato, cuyos disparos oíamos tendencia hacia la uniformidad y centralización. Además, esta sociedad
distintamente al recorrer la población. Pero cuando nuestra columna no estará cristalizada en ciertas é invariables formas, sino que modi-
apareció en la plaza y se juzgó por su aspecto que el choque habría de ficará continuamente su aspecto, porque será un organismo vivo y sujeto
revestir un carácter de gravedad, el alcalde nos dejó seguir nuestro ca- á la evolución, no sintiéndose la necesidad de tener gobierno, porque
mino, sin molestarnos hasta llegar al salón donde se debía celebrar la el libre acuerdo y la federación lo reemplazarán en todas aquellas fun-
reunión referida. ciones que el Estado considera suyas al presente, y porque también,
habiéndose reducido las causas de conflicto, los que aun se vean surgir
Ninguno de nosotros deseaba un rompimiento; pero el influjo de pueden someterse fácilmente al arbitraje.
aquella marcha en orden de combate, acompañada de música marcial,
fué de tal índole, que no puedo decir cuál de estos dos sentimientos do- Ninguno de nosotros desconocía la importancia y magnitud del
minaba más en nosotros en el primer momento de nuestra llegada al cambio á que aspirábamos. Comprendíamos que las ideas corrientes
salón: si el de satisfacción por habernos librado de una lucha que ninguno respecto á la necesidad de la existencia de la propiedad de la tierra,
deseaba, ó el de disgusto porque aquélla no se hubiera realizado. El fábricas, minas, habitaciones y todo lo demás, como medio de asegurar
hombre, en verdad, es tín ser muy complejo. el progreso industrial, y del sistema del salario, como la manera de obli-
gar los hombres á trabajar, no cederían fácilmente el puesto á concep-
ciones más perfectas de propiedad y producción socializadas. Sabíamos
que una propaganda penosa y una larga serie de combates, de rebel-
Nuestra principal actividad, sin embargo, estaba invertida en des- días individuales y colectivas contra él régimen de propiedad existente,
envolver los aspectos práctico y teórico del socialismo anarquista, y de sacrificios personales, de movimientos y revoluciones parciales habían
en este sentido la federación ha realizado, indudablemente, algo que de surgir, y por ello era necesario pasar antes que las naturales ideas
durará. sobre la propiedad privada sufrieran modificación. Y no ignorábamos
Veíamos que una nueva forma de la sociedad empezaba a germinar tampoco que el actual modo de pensar concerniente á la necesidad de
en las naciones civilizadas, la cual debía reemplazar á la antigua; una la autoridad, en el cual todos habíamos sido amamantados, no era posi-
sociedad de iguales, donde nadie se verá obligado á vender sus brazos ble ni debía esperarse que fuera abandonado de una vez por los pue-
y su inteligencia á aquellos que quieran emplearlo cuando y como mejor blos civilizados.
le convenga, sino que todos podrán aplicar sus conocimientos y apti- Largos años de propaganda y una prolongada serie de actos parciales
tudes á la producción en un organismo de tal modo constituido que, de rebeldía contra la autoridad, así como una modificación radical en la
al mismo tiempo que combine los comunes esfuerzos, á fin de procurar enseñanza que hoy se desprende de la historia, se hacían indispensables
la mayor suma posible de bienestar para todos, deje á cada uno la mayor antes de que los hombres comprendieran que se habían engañado al
libertad imaginable, con objeto de que pueda manifestarse sin obsta-
atribuir á sus gobernantes y sus leyes lo que se derivaba en realidad franca y sincera crítica de opiniones y actos, sería el medio más eficaz
de sus inclinaciones y hábitos sociales. Todo eso lo conocíamos, pero sa- de depurar las opiniones y despojarlas de inevitables exageraciones.
bíamos también que, al predicar la reforma en estas dos direcciones, Ajustábamos, pues, nuestra conducta al antiguo adagio que dice que
ayudaríamos á la corriente del progreso humano. los males momentáneos que produce la libertad con ella misma se curan.
Cuando adquirí un conocimiento más exacto de las poblaciones Existe en la humanidad un núcleo de hábitos sociales — herencia del
obreras y de los que con ellos simpatizaban, procedentes de las clases pasado, no apreciada aún debidamente — que no se mantiene por la
más ilustradas, pronto me convencí de que apreciaban su libertad per- imposición y es superior á ella. Sobre él está basado todo el progreso de
sonal más aún que su bienestar material. la humanidad, y mientras ésta no empiece á deteriorarse física é inte-
lectualmente, no hay temor de que lo destruya ninguna clase de crítica
Hace cincuenta años, los trabajadores estaban dispuestos á vender
ó de protesta pasajera que se levante contra él. En tales opiniones me
su libertad personal á los gobernantes de todas clases y hasta á un César,
he ido afirmando cada vez más, á medida que aumentaba mi conoci-
á cambio de una promesa de mejoramiento material; pero hoy, afortu-
miento de hombres y cosas.
nadamente, eso ya no sucede. Vi igualmente que la fe ciega en los gober-
nantes elegidos, aun cuando lo hubieran sido entre los jefes más caracte- Nos hicimos cargo, desde luego, de que semejante cambio no es
rizados del movimiento obrero, iba desvaneciéndose entre los trabaja- posible que se produzca por la iniciativa de un hombre de genio, que no
dores de los pueblos latinos. « Primero necesitamos saber qué es lo que puede ser la obra de una individualidad aislada, sino el resultado del
hace falta, para poder después realizarlo por nosotros mismos >>, era una trabajo constructivo de las masas; así como las formas de procedimiento
idea que encontré muy desarrollada entre ellos, mucho más extendida judicial que se elaboraron en la primera época del período medioeval,
de lo que generalmente se cree. La sentencia ya consignada en los esta- la comunidad del pueblo, el municipio, la ciudad de entonces y los fun-
tutos de la Internacional, y que decía: « La emancipación de los traba- damentos de la ley internacional, fueron la consecuencia de la labor
jadores debe ser obra de los trabajadores mismos >>, halló en todas partes constante del pueblo mismo.
generales simpatías, y ha echado raíces en las conciencias. Siendo plena- Muchos de nuestros predecesores se han ocupado de describir socie-
mente confirmada por la triste experiencia de la Communc. dades ideales, basándolas generalmente sobre el principio de autoridad,
Al estallar la insurrección, un considerable número de hombres, y en raras ocasiones sobre el de la libertad. Robert Owen y Fourier
pertenecientes á la clase media, estaba dispuesto á dar, ó al menos á han dado al mundo sus concepciones de una sociedad libre, orgánicamente
aceptar, un nuevo paso en el sentido de reforma social. « Cuando mi her- desarrollada, en oposición á aquellas otras de forma piramidal, copiadas
mano y yo, saliendo de nuestro modesto alojamiento, nos encontrábamos del imperio romano ó de la Iglesia católica. Proudhon ha continuado
en la calle — me dijo una vez Elíseo Reclus —, por todas partes nos pre- la obra de los primeros, y Bakounin, aplicando su claro y profundo co-
guntaban personas pertenecientes á las clases más acomodadas: nocimiento de la filosofía de la historia á la crítica de las. presentes insti-
« Decidnos lo que hay que hacer. Estamos dispuestos á ensayar un nuevo tuciones, « construyó en tanto que demolía >>. Pero todo eso no era más
régimen >>. Pero nosotros no nos hallábamos aún preparados para responder que un trabajo preparatorio.
á esa interrogación >>. La Asociación Internacional de Trabajadores inauguró un nuevo
Jamás gobierno alguno había sido tan verdaderamente represen- medio de resolver los problemas de la sociología práctica, apelando
tante de todos los partidos avanzados como lo fué el Consejo de la Com- á los trabajadores mismos. Los hombres instruidos que habían ingresado
mune, elegido el 25 de Marzo de 1871. Opiniones revolucionarias de todos en la referida asociación, sólo se encargaron de ilustrar á los primeros
los matices, como blanquistas, jacobinos é internacionales, se hallaban respecto á lo que ocurría en otros países, analizar los resultados obtenidos
representadas en él en justa proporción. Y, sin embargo, como los traba- y más tarde ayudarlos á formular sus conclusiones.
jadores no tenían ideas claras de reformas sociales que imprimir á sus No pretendimos hacer surgir un Estado ideal, como consecuencia
representantes, el gobierno de la Commune no hizo nada en semejante de nuestros puntos de vista teóricos respecto á lo que debería ser la so-
sentido. El solo hecho de haber estado encerrados en el Hotel de Ville ciedad, sino que creímos más acertado invitar á los trabajadores á in-
y^alejados de las masas, hubiera bastado á paralizarlos. vestigar las causas de los presentes males, y en sus discusiones y congresos
Para que triunfe el socialismo, las ideas de no gobierno, de con- considerar los aspectos prácticos de una organización social mejor que
fianza en sí mismo, de libre iniciativa, del anarquismo, en una palabra, esta en la cual vivimos.
tienen necesariamente que propagarse, al mismo tiempo que las de la Una proposición presentada en un congreso internacional se reco-
socialización de la propiedad y la producción. mendaba como objeto de estudio á todas las uniones de oficios. En el
Nosotros, indudablemente, preveíamos que si se dejaba al individuo transcurso del año era discutida en toda Europa, en las pequeñas
en libertad completa para expresar sus ideas y para obrar en conformidad, asambleas de las secciones, con profundo conocimiento de cada industria
habríamos de tropezar con algunas extravagantes exageraciones de y cada localidad, después de lo cual el dictamen de aquéllas se presentaba
nuestros principios, cosa que yo había visto en el movimiento nihilista en el primer congreso de cada federación regional, siendo finalmente
en Rusia. Pero confiábamos — y Ta experiencia ha demostrado que te- sometido, en una forma más acabada, al próximo congreso internacional.
níamos razón — que la vida social por sí misma, acompañada de una La estructura de la sociedad por la que tanto habíamos suspirado,
se hallaba realizada, partiendo la impulsión de abajo á arriba, teórica á causa de no haberse logrado reconocer que los tres se dirigen hacia
y prácticamente, correspondiendo á la Federación del Jura una parte una meta común por tres caminos diferentes, y que los dos últimos
importante en la elaboración del ideal anarquista. ^ contribuyen eficazmente al progreso humano, se ha dejado transcurrir
En cuanto á mí, colocado como estaba en t a n favorables condi- un cuarto de siglo ocupados en la ingrata tarea de realizar la imposible
ciones, pronto llegué gradualmente á comprender que el anarquismo utopia de un solo movimiento obrero, según el molde demócrata socialista.
representa algo más que un mero modo de acción y una mera concepción
de una sociedad libre y que forma parte de una filosofía natural y social,
que debe desarrollarse de una manera completamente distinta de los
sistemas metafísicos y dialécticos empleados en las ciencias que se ocupan El congreso de Gante terminó para mí de un modo inesperado. A
del hombre. Vi claramente que debe ser tratado por los mismos proce- los dos ó tres días de su inauguración supo la policía quién era Lavashoff,
dimientos aplicados á las ciencias naturales, no ciertamente en el terreno y recibió la orden de arrestarme por haber faltado á las ordenanzas
inseguro de simples analogías, tales como las que acepta Heriberto gubernativas al dar en el hotel un nombre supuesto.
Spencer, sino sobre las sólidas bases de la inducción aplicada á las insti- Mis amigos belgas me previnieron de lo que ocurría; me aseguraron
tuciones humanas. Haciendo por mi parte cuanto me era posible por que el ministerio clerical, que estaba en el poder, era capaz de entre-
trabajar en esa dirección. garme á Rusia, é insistieron en que desde luego abandonara el congreso,
empeñándose en que no había de volver al hotel. Guillaume me cerró
V. el paso, diciendo que tendría que hacer uso de la fuerza material si insistía
en querer ir á él. Tuve, pues, que marcharme con algunos compañeros
En el otoño del 77 se celebraron dos congresos en Bélgica: uno de de la localidad, y apenas me uní á ellos, empecé á oír voces veladas y
la Asociación Internacional de Trabajadores en Verviers, y el otro, silbidos que partían de todos los ángulos de una plaza poco alumbrada,
socialista é internacional, en Gante. El último, sobre todo, era impor- en la que había diseminados grupos de trabajadores; todo aquello pa-
tante, pues se sabía que los demócratas socialistas alemanes intentarían recía muy misterioso; al fin, después de mucho cuchicheo y vacilaciones,
reunir todo el movimiento obrero de Europa en una organización de- varios compañeros me llevaron á casa de un obrero demócrata socialista,
pendiente de un comité central, que vendría á ser el antiguo consejo ge- donde tenía que pasar la noche, y quien me recibió, a pesar de ser yo
neral de la Internacional con otro nuevo nombre. Era, pues, necesario anarquista, con la afabilidad y cariño de un hermano.
preservar la autonomía de las organizaciones obreras en los pueblos A la mañana siguiente tomé de nuevo el camino para Inglaterra á
latinos, é hicimos cuanto estuvo en nuestras manos por estar bien repre- bordo de un vapor, provocando benévolas sonrisas entre los aduaneros
sentados en dicho congreso. Yo asistí á él bajo el seudónimo de Lavashoff; ingleses, que me preguntaban por mi equipaje, cuando yo no llevaba más
dos alemanes, el tipógrafo Werner y el mecánico Rinke, hicieron casi todo que un pequeño saco de mano.
el viaje á pie desde Basel á Bélgica, y aunque entre todos no éramos No permanecí largo tiempo en Londres. En las admirables colec-
más que nueve anarquistas en Gante, conseguimos hacer fracasar el ciones del Museo Británico estudié los principios de la Revolución fran-
proyecto de centralización. cesa — de qué modo surgen las revoluciones —, pero necesitaba más
De entonces acá han pasado veintidós años; varios han sido los con- actividad, y pronto me fui á Paris. Un renacimiento de agitación obrera
gresos socialistas internacionales celebrados, y en cada uno de ellos empezaba allí después de los tristes sucesos de la Commune. Con el ita-
ha surgido nuevamente la misma contienda; los demócratas socialistas, liano Costa y los pocos amigos anarquistas con que contábamos entre
procurando alistar bajo sus banderas y tener bajo su dominio á todo los trabajadores de la gran ciudad, así como con Julio Guesde y sus
el movimiento obrero europeo, y los anarquistas oponiéndose á ello y colegas, quienes no eran estrictamente demócratas socialistas en aquella
evitándolo. época, formamos los primeros grupos socialistas.
¡Qué cantidad t a n grande de fuerza perdida, de palabras fuertes Nuestros comienzos fueron ridiculamente pequeños: una media
cambiadas y esfuerzos divididos, sencilla y únicamente porque los que docena nos reuníamos en un café, y cuando en un mitin reuníamos un
han adoptado la forma de « conquista del poder dentro del estado actual » auditorio de cien personas, nos considerábamos dichosos. Nadie hu-
ño comprenden que la actividad en este sentido no puede abarcar todo biera podido calcular entonces que dos años más tarde el movimiento
el movimiento socialista! Desde sus comienzos, el socialismo siguió en se hallaría en todo su apogeo.
su desenvolvimiento tres líneas independientes representadas por San Pero en Francia las ideas tienen su modo especial y característico
S món, Fourier y Robert Owen. El sansimonismo ha venido á parar de desarrollarse; cuando la reacción ha vencido, todas las trazas visi-
en la democracia socialista, y el fourierismo en el anarquismo, en t a n t o bles de agitación desaparecen, siendo pocos los que se hallan dispues-
que el owenismo se desarrolla en Inglaterra y los Estados Unidos bajo tos á luchar contra la corriente. Pero de un modo algo misterioso, por
la forma de uniones de oficios, cooperación y el llamado socialismo una especie de infiltración de las ideas, se le empieza á minar el terreno
municipal, permaneciendo hostil al socialismo de Estado demócrata so- á la reacción; una nueva corriente se presenta, y entonces obsérvase
cialista y teniendo muchos puntos de contacto con el anarquismo. Pero de manera evidente y repentina que lo que se juzgaba muerto, no sólo
se halla vivo, sino que ha ido extendiéndose y ensanchándose durante
todo ese tiempo, y tan pronto como la manifestación de la conciencia médico) pesaron su masa encefálica, tanto aventajaba á la más pesada
pública se hace posible, miles de partidarios, cuya existencia nadie de las entonces conocidas — la de Cuvier —, pasando de los dos mil
sospechaba, aparecen en escena. « H a y en París — solía decir el antiguo gramos, que, desconfiando de su balanza, buscaron otras, á fin de com-
revolucionario Blanqui — cincuenta mil hombres que nunca van á un probar la operación.
mitin ó una manifestación, pero que, desde el momento que ven que el
Su conversación era indudablemente notable: hablaba como escri-
pueblo está en la calle, acuden á prestar su concurso y favorecer la insu-
bía, en imágenes; Cuando quería desarrollar un pensamiento, no acudía
rrección ». Otro tanto pasó entonces: no llegábamos á veinte los pro-
á argumentos, á pesar de ser un maestro en discusiones filosóficas, sino
movedores de la agitación, ni á doscientos los que la sostenían abierta-
que lo ilustraba con un cuadro, presentado en forma tan artística como
mente. En la primera conmemoración de la Commune, en Marzo del 78,
si hubiera sido tomado de una de sus novelas.
con seguridad que no llegábamos á ese número; pero dos años después,
una vez votada la amnistía, la población de París salió á la calle á re- « Debéis conocer muy á fondo el carácter francés, el alemán y el
cibir á los comunalistas que volvían, acudiendo á millares á vitorearlos de otros pueblos, á causa del tiempo que habéis vivido en el extranjero
en los mitins, y el movimiento socialista adquirió una rápida expansión -— me dijo una vez —. ¿No habéis notado que hay una profunda sima
arrastrando en pos de sí á los radicales. entre muchas de sus concepciones y el modo de ver que nosotros, los
rusos, tenemos sobre el mismo particular, existiendo puntos sobre los
Antes de ese momento, la situación era aún difícil, y una noche, cuales jamás nos pondremos de acuerdo?».
en Abril del 78, Costa y un compañero francés fueron presos, siendo (..-, Yo le contesté que no me había fijado en ello.
condenados á diez y ocho meses de cárcel, por internacionales. Yo me
« Sí, los hay — replicó él —. He aquí un ejemplo: una noche nos
escapé de correr la misma suerte, debido sólo á una equivocación: la
hallábamos en el estreno de una comedia; yo estaba en un palco con
policía buscaba á Lavashoff, y fué á detener á un estudiante ruso cuyo
Flaubert, Daudet y Zola. (No estoy seguro de que nombrase á ambos,
nombre era muy parecido á ese; y yo, que había dado el verdadero mío,
Daudet y Zola, pero sí de que indudablemente se refirió á uno de los
seguí viviendo en París un mes más, marchando luego á Suiza, donde
dos). Todos eran hombres de opiniones avanzadas, y el argumento de
me llamaban.
la obra tal como sigue: Una mujer, después de separarse de su marido,
había vuelto á amar, y ahora vivía con otro, á quien se representaba
VI. en la obra como una persona excelente. Durante años habían disfrutado
de felicidad. Los dos hijos de ella — una hembra y un varón — eran
Durante esta permanencia en París trabé mis primeras relaciones pequeños cuando se efectuó la separación; ahora ya habían crecido,
de amistad con Turguéneff,quien había expresado á nuestro común amigo y durante todo este tiempo consideraron á aquel hombre como su ver-
P. L. Lavroff el deseo de verme, y, como un verdadero ruso, celebrar dadero padre; ella tenía unos diez y ocho años y él diez y siete. El su-
mi fuga con un modesto banquete familiar. puesto padre les profesaba un afecto como si realmente hubieran sido
Con un sentimiento de profundo respeto, que rayaba en veneración, sus hijos, y ellos correspondían á su cariño.
atravesé los umbrales de su puerta. Si con sus Netas del Cazador prestó
« La escena representaba la familia reunida á la hora de almorzar.
á Rusia el inmenso servicio de hacer más odiosa aún la servidumbre
La muchacha entra y se aproxima al que hace las veces de padre, quien
(en esa época ignoraba yo que había colaborado en una publicación tan
va á darle un beso; pero el joven, que ha llegado á enterarse de todo, se
importante como La Campana, de Herzen), con sus demás novelas fué
interpone gritando: ¡No oséis tocarla! (¡N'osez pas!)
i gualmente muy útil a su patria. El ha mostrado lo que es la mujer
rusa, qué grandeza de pensamiento y corazón atesora, y lo que puede « Esta exclamación arrebató el teatro, y los aplausos estallaron
ser como inspiradora del hombre, haciéndonos ver de qué modo aquellos por todos lados; Flaubert y los otros tomaron parte en ellos, y yo quedé
á quienes con algún fondamento se les considera como seres superio- disgustadísimo.
res miran á las mujeres que aman. En mi ánimo, como en el de miles « ¡Cómo — dije después — esta familia era feliz! el hombre había
de mis contemporáneos, esta parte de su doctrina causó una impresión sido mejor padre para esas criaturas que el suyo verdadero... y la ma-
indeleble, mucho más eficaz que los mejores artículos sobre los dere- dre lo quería y era dichosa á su lado... Este muchacho, mal educado
chos de la mujer. -y presa de extravío, sólo censura merece por lo hecho... Pero todo fué
inútil. Discutí después con ellos durante horas enteras, mas ninguno lo-
Su aspecto es bien conocido: alto, de fuerte complexión, la cate^a gró comprenderme >>.
cubierta de una fina y espesa cabellera gris; era lo que se llama una
Yo, aunque naturalmente estaba por completo de acuerdo con ta-
figura hermosa; en sus ojos brillaba la inteligencia, descubriéndose
les ideas, observé, sin embargo, que como sus relaciones eran princi-
en su mirada un toque de dulce ironía, y todas sus maneras atestigua-
palmente entre la clase media, allí la diferencia de nación á nación es
ban esa sencillez y falta de afectación que son características de los
inmensa en verdad; en tanto que las mías se hallaban exclusivamente
mejores escritores rusos. Su admirable cráneo revelaba un vasto des-
entre el pueblo, cuyo parecido, en particular al tratarse de los agri-
arrollo cerebral, y á su muerte, cuando Pablo Bert y Pablo Reclus (el
cultores, es muy grande.
Al expresarme así, cometí, no obstante, un grave error, pues ai
conocer más tarde y de modo más íntimo el carácter del trabajador aun en sí mismo — así describía á Hamlet —, siendo, por consiguiente,
francés, pensé á menudo en la exactitud de las referidas indicaciones. un escéptico que jamás hará nada de importancia, mientras que Don
Media verdaderamente un abismo entre el concepto que se tiene en Ru- Quijote, que pelea contra los molinos de viento y toma la bacía de un
sia del matrimonio y el que predomina en Francia, lo mismo entre los barbero por el mágico yelmo de Mambrino (¿quién de nosotros no ha
trabajadores que en la clase media, y otro tanto ocurre al tratarse de cometido alguna vez el mismo error?), es un verdadero jefe de las masas,
otros asuntos entre el punto de la vista ruso y el de los otros pueblos. porque éstas siempre siguen á aquellos que, sin preocuparse de los sarcas-
Se ha dicho en alguna parte, después de la muerte de TurguénefE, mos de la mayoría ni tampoco de las persecuciones, marchan en línea
que se había propuesto escribir una novela sobre este particular. Pero recta hacia adelante, con la vista fija en una meta que tal vez sean ellos
si la hubiera empezado, la escena recién referida se encontraría en el los únicos que la divisan. Estos hombres pueden caer buscándola, pero
original. ¡Qué lástima que no lo hiciera! El, que era un verdadero « oc- se volverían á levantar, y no pararán hasta encontrarla; lo que, dada
cidental » en sus modos de discurrir, pudo haber hecho muy profundas su perseverancia, es ciertamente justo y natural. En quanto á Hamlet,
reflexiones sobre un asunto que tan directa y personalmente le afectaba. á pesar de ser un escéptico, como ya se ha dicho, y no creer en el Bien,
De todos los novelistas de nuestro siglo, Turguéneff es ciertamente no le sucede lo mismo respecto al Mal, por el que siente aborrecimiento.
el que ha llegado á más altura como artista, y su prosa suena como una Este y el engaño son sus naturales enemigos; sin embargo, su escepti-
dulce armonía en los oídos rusos, música tan sublime y expresiva como cismo no es indiferentismo, sino duda y negación que, finalmente, con-
la de Beethoven. Sus principales novelas — la serie de Dmitri Rudin, cluyen por consumir su voluntad >>.
El Retiro de un Noble, La Víspera, Padres é Hijos, Humo, y Suelo Vir- Estas ideas de Turguéneff dan, en mi concepto, la clave que se
gen — representan los principales caracteres históricos de las clases necesita para poder apreciar bien las relaciones existentes entre él y los
más ilustradas de Rusia, que se sucedieron rápidamente desde el 48; personajes de sus novelas. Dicho escritor, así como muchos de sus mejo-
todos dibujados con tan completa concepción filosófica, conocimiento res amigos, pertenecían, de modo más ó menos encubierto, al tipo de
humano y hermosura artística, que no encuentra semejanza en nin- Hamlet. Amando, pues, á Hamlet y admirando á Don Quijote, se entu-
guna otra literatura. Y, sin embargo, Padres é Hijos — novela que él, siasmaba también con Bazaroff. El representaba la superioridad de
con razón, consideraba como su obra más importante —- fué recibida éste perfectamente bien; comprendía el carácter trágico de su aislada
por la juventud rusa con una ruidosa protesta, pues ésta declaró que el posición, pero no le era posible circundarle de ese amor delicado que
nihilista Bazaroff no era, ni con mucho, un verdadero representante de profesaba, como á un amigo enfermo, á sus héroes, cuando estos se
la clase, considerándolo muchos como una caricatura del nihilismo. acercaban al tipo de Hamlet. Eso no hubiera sido natural.
Esta crítica afectó profundamente al autor, y aunque más tarde se « ¿Conocisteis á Myshkin? — me preguntó una vez en el 78. Al verse
efectuó una conciliación entre ambas partes en San Petersburgo, des- el proceso de nuestros círculos, Myshkin se relevó como una gran per-
pués de publicado Suelo Virgen, la herida que estos ataques le causaron sonalidad. — Me gustaría poder apreciar todos los detalles de su existen-
no se cerró jamás. cia — continuó diciendo —. Ese es un hombre en quien no se encuentra
El sabía por Lavroff que yo era un entusiasta admirador de sus la más leve traza de hamletismo ». Y al hablar así, es indudable que
obras, y un día, al volver juntos en carruaje de una visita al estudio meditaba sobre este nuevo tipo del -movimiento ruso, que no se cono-
de Antokolsky, me preguntó lo que pensaba de Bazaroff, á lo que con- cía en la época que él escribió su Suelo Virgen, y que no apareció hasta
testé con franqueza: « Esa figura es un retrato admirable del nihilista, dos años más tarde.
pero se percibe que no sentíais por él el mismo afecto que por los demás Lo vi por última vez en el otoño del 81. Se hallaba muy enfermo
personajes >>. y atormentado por la idea de que debía escribir á Alejandro I I I — que
« Por el contrario, lo amo, lo quiero intensamente — replicó él acababa de subir al trono y vacilaba respecto á la política que había
con una energía inusitada —; al llegar á casa os enseñaré mi diario, en de seguir — pidiéndole que diera á Rusia una constitución, demostrando
el que hallaréis anotado las lágrimas que derramé al terminar la novela con una sólida argumentación la necesidad de ese paso.
con la muerte de Bazaroff. Con profundo pesar me dijo, refiriéndose á dicho asunto: «com-
Era evidente que Turgucncff sentía cariño por el aspecto intelec- prendo la necesidad de hacerlo, pero veo que no me va á ser posible rea-
tual de Bazaroff, identificándose de tal modo con la filosofía nihilista lizarlo s>. En efecto, ya entonces sufría intensos dolores ocasionados
de su héroe, que hasta llegó á llevar un libro de apuntes á su nombre, por un cáncer en la espina dorsal, costándole gran trabajo hasta el sen-
apreciando los acontecimientos del día según el criterio de Bazaroff. tarse y conversar por breves momentos. No pudo, pues, hacer lo que
Pero, así y todo, creo que era mayor la admiración que el afecto que deseaba, y algunas semanas más tarde hubiera resultado inútil, porque
sentía por él. el nuevo emperador había anunciado en un manifiesto su intención de
E n una brillante conferencia sobre Hamlet y Don Quijote, divide seguir siendo el jefe absoluto del país.
á los grandes escritores en dos clases, representadas por uno ú otro de
estos dos caracteres. « Ante todo el análisis, después la incredulidad, y
por consiguiente la falta de fe; un hombre vanidoso no puede creer ni
cogió un revólver, buscó al jefe de policía y le pegó un tiro, no haciendo
VII. más que herirle. Alejandro II contempló á la heroica joven, que de-
bió impresionarlo, tanto por su dulce semblante como por su modestia.
Entre tanto, los asuntos de Rusia tomaron un nuevo giro. La guerra Eran tantos los enemigos que tenía Trépoff en San Petersburgo, que
empezada contra Turquía en el 77 terminó entre el disgusto general. aquéllos consiguieron se viera la causa ante el jurado, declarando ella
Antes de que aquélla estallara había en el país un gran entusiasmo al tribunal que sólo había acudido á la violencia después de agotados
á favor de los oprimidos eslavos; muchos también creían que una guerra todos los medios para hacer público lo que pasaba, y obtener alguna
de emancipación en los Balkanes daría por resultado un movimiento .especie de satisfacción. Hasta el mismo corresponsal del Times, de Lon-
de avance en dirección del progreso en la Rusia misma. Pero la libera- .dres, á quien se había pedido diera cuenta del suceso en su publicación,
ción de las referidas poblaciones sólo se efectuó de un modo limitado. se negó á ello, tal vez por considerarlo improbable. Entonces fué cuando,
Los tremendos sacrificios hechos por el pueblo ruso resultaron sin dar parte á nadie de sus intenciones, intentó matar á Trépoff, y ahora
estériles, debido á las torpezas de los altos jefes militares. Centenares que el suceso se había hecho del dominio público, se alegraba no hubiese
de miles de hombres habían sido sacrificados en batallas que sólo fue- tenido más graves consecuencias. El jurado la absolvió por unanimidad
ron victorias á medias, y las concesiones arrancadas á Turquía vinie- y cuando la policía trató de volverla á detener al salir de la Audiencia,
ron á quedar en nada en el Tratado de Berlín. Sabiéndose igualmente los jóvenes de la capital, que se hallaban agrupados á sus puertas, la
por el país en general que la malversación de los fondos públicos había libraron de caer nuevamente en las garras de aquélla. Después marchó
sido casi tan grande en esta guerra como en la de Crimea. al extranjero, y pronto.se vió entre nosotros en Suiza.
Y precisamente en ese momento de disgusto general por que atra- Este acontecimiento produjo una gran sensación en toda Europa.
vesó Rusia en el 77, fué cuando ciento noventa y tres personas, presas Yo estaba en París cuando llegó la noticia de la absolución, y habiendo
desde el 73, relacionadas con nuestra agitación, aparecieron ante los tenido que ir aquel día á las redacciones de varios periódicos, encontré
tribunales. á sus directores radiantes de entusiasmo, escribiendo inspirados artí
Los acusados, defendidos por varios abogados de talento, conquis- culos en honor de la heroína. Hasta la sesuda Revue des Deux Mondes
taron desde el primer momente las simpatías del público, causando manifestó en su revista del año que las dos personas que más impre-
una impresión muy favorable en la sociedad de San Petersburgo, y sionaron la opinión pública en el 78 fueron el príncipe Gortchakoff,
cuando se llegó á saber que la mayoría había pasado tres ó cuatro años en el Congreso de Berlín, y Vera Zasulich, cuyos retratos aparecieron
de prisión preventiva, y que no bajaban de veintiuno los que habían uno al lado del otro en varios almanaques. La impresión que en los
perdido la razón ó apelado al suicidio, creció más aún el sentimiento trabajadores de Europa produjo la abnegación de esta valerosa joven
despertado en su obsequio hasta en los magistrados mismos. Las senten- fué tremenda.
cias fueron graves para los menos, relativamente, y leves para los de- Algunos meses después, sin que fueran el resultado de una conju-
más, basándose en el largo tiempo que todos habían estado de causa, ración, se realizaron, aunque sin resultado, cuatro atentados contra
lo que por sí sólo constituía un duro castigo, al que nada en justicia era cabezas coronadas en corto intervalo. El trabajador Hoedel y el doctor
dado agregar. Nobiling hicieron fuego contra el emperador de Alemania; pocas sema-
Todo el mundo confiaba que el emperador mitigaría aún más las nas después, un trabajador español, llamado Oliva Moncasi, intentó
condenas; pero se vió con gran sorpresa que lo contrario fué lo que su- hacer lo mismo con el rey de España, y el cocinero Passanante se lanzó
cedió. Aquellos que habían sido absueltos por la Audiencia fueron des- cuchillo en mano sobre el de Italia.
terrados á remotas regiones de Rusia y Siberia, imponiéndole de cinco Los gobiernos de Europa no podían creer que tales atentados con-
á doce años de trabajos forzados á los que habían sido condenados á tra la vida de tres reyes hubieran podido ocurrir sin tener como origen
algunos meses de correccional. Esto fué obra del general Mezentroff, una conspiración internacional, deduciendo de ahí que la Federación
jefe de la Sección Tercera. del Jura y la Asociación Internacional de Trabajadores eran las respon-
Al mismo tiempo que eso sucedía, el general Trépoff,Tjefe"*de po- sables. Más de veinte años han pasado desde entonces, y puedo afirmar
licía de San Petersburgo, al notar en una de sus visitas á la prevención, de modo incuestionable que semejantes suposiciones carecen por com-
que uno de los presos políticos llamado Bogaluhoff, no se había quitado pleto de fundamento. A pesar de lo cual, todos los gobiernos europeos
el sombrero para saludar al omnipotente sátrapa, se arrojó sobre él, hicieron cargos á Suiza, reprochándole el dar abrigo á los revoluciona-
le golpeó, y al ver que se defendía, ordenó que le azotaran. Los demás rios que fraguaban tales empresas. Pablo Brousse, el director de nues-
presos, al enterarse en sus celdas de lo que ocurría, expresaron ruidosa- tro periódico del Jura, La Vanguardia, f u é detenido y procesado. Al ver
mente su indignación, á consecuencia de lo cual fueron terriblemente los jueces suizos que no había ni el más ligero pretexto para complicar
apaleados por carceleros y policías. Los presos políticos rusos sopor- á dicho amigo ó á la mencionada Federación en los referidos aconteci-
tan sin murmurar todas las penalidades impuestas sobre ellos, pero mientos, lo condenó únicamente á dos meses de cárcel por los artículos
todos se hallan resueltos á no tolerar castigos corporales. denunciados; pero la publicación fué suprimida, y el gobierno federal
La joven Vera Zasúlich, que ni aun de vista conocía á Bogaluhoff. indicó á todos los establecimientos tipográficos del país la conveniencia
de no imprimir dicho periódico ni otro alguno de la misma índole. Por
las antiguas y añejas injusticias sociales, con sus esfuerzos encaminados
cuya razón la Federación del Jura quedó sin representación en la prensa.
á buscar nuevas formas; tal debía ser el principal deber de una publi-
Además, los políticos suizos, que miraban con malos ojos la agita- cación revolucionaria. La esperanza y no la desesperación, es lo que
ción anarquista que tenía lugar en su país, se condujeron privadamente da el triunfo á las revoluciones.
de tal modo, que obligaron á los jefes principales suizos de aquella Fe-
Los historiadores nos dicen con frecuencia de qué modo este ó aquel
deración á retirarse de la vida pública ó á morirse de hambre. A Brousse
sistema filosófico ha realizado un cambio primero en el pensamiento
lo expulsaron de Suiza; Jaime Guillaume, que durante ocho años ha-
humano y después en las instituciones. Pero ésta no es la historia; los
bía mantenido a través de todos los obstáculos el órgano oficial de la
más grandes filósofos sociales no han hecho más que apercibirse de los
Federación, viviendo principalmente de dar lecciones, no encontraba
cambios que se avecinan, comprender sus íntimas relaciones, y, ayudados
ocupación, y al fin se vió obligado á dejar el país y trasladarse á Francia.
por la inducción y la intuición, predecir lo que ha de ocurrir. También
Adhémar Schwitzguébel no encontraba trabajo en su oficio de relojero,
puede ser fácil el fraguar un plan de organización social, tomando como
y agobiado por el peso de una numerosa familia, tuvo que retirarse del
punto de partida algunos principios y desarrollarlos hasta sus últimas
movimiento. Spichiger, que se hallaba en el mismo caso, emigró. Ocu-
consecuencias, como se hace con una conclusión geométrica deducida
rriendo, pues, que yo, á pesar de ser extranjero, t u v e que hacerme cargo.,
de varios axiomas; pero esto no es sociología.
de la publicación del periódico órgano de la Federación. Vacilé, como
es natural, antes de acometer la tal empresa; pero como no había otro R- No es posible pronosticar correctamente con carácter social, á me-
remedio, emprendí la obra en compañía de dos amigos, Dumartheray nos de no perder de vista la multitud de signos que dan á conocer la
y Herrig, sacando en Febrero del 79, en Ginebra, un quincenario con el nueva vida, separando los hechos anormales de aquellos que son esencial-
título de Le Révolté, y teniendo yo que escribir casi todo el número. mente orgánicos y edificando sobre esta base la generalización.
Sólo contábamos con veintitrés francos para empezar; pero todos nos Esa era la manera de pensar con que yo quería familiarizar á mis
dedicamos á buscar suscripciones, consiguiendo dar á luz el primer nú- lectores, haciendo uso de un lenguaje claro y sencillo, á fin de acostum-
mero. Era moderado en la forma, pero revolucionario en el fondo, é brar aun á los más modestos á juzgar por sí mismos todo lo referente
hice lo posible por redactarlo en un lenguaje tal, que las cuestiones á la cuestión social y corregir, si es necesario, al pensador, en el caso
complejas, lo mismo históricas que económicas, se hallaran al alcance que éste llegue á conclusiones erróneas.
de todo obrero inteligente. A seiscientos llegaba el máximo de los ejem- E n cuanto á la crítica de lo existente, sólo me ocupé de ella para
plares que se tiraban del órgano anterior. De Le Révolté, publicamos desarraigar las causas del mal y demostrar que un fetichismo profun-
dos mil, y en pocos días todos se habían colocado. Su éxito fué com- damente implantado y cuidadosamente mantenido respecto á las anti-
pleto; aun sigue publicándose en París, con el nombre de Temps Nou- guas costumbres, correspondiente á fases anteriores del desarrollo hu-
veaux. mano, y una generalizada cobardía de la mente y de la voluntad, son
las principales fuentes de todas las calamidades.
Los periódicos socialistas propenden á menudo á convertirse en
memoriales de agravios contra el régimen actual. En ellos se relatan La cooperación de Dumartheray y Herzig me fué en extremo pro-
los sufrimientos de los trabajadores de las minas, las fábricas y los cam- vechosa; el primero era hijo de una de las más pobres familias de Sa-
pos; la miseria que aflige á aquellos y sus padecimientos durante la boya; su instrucción no pasaba de los primeros rudimentos, y, sin em-
huelga son descritos con esos colores; su impotencia en la lucha legal bargo, era uno de los hombres más inteligentes que jamás he conocido.
con los patronos se pone de manifiesto, y esta sucesión de esfuerzos Sus apreciaciones de los acontecimientos corrientes y de los hombres
inútiles, dados á conocer por la prensa, ejerce una influencia muy de- del día eran t a n notables, por su extraordinario buen sentido, que á
primente en el ánimo del lector. Para contrarrestarla, el periodista tiene menudo resultaban proféticas. Se distinguía igualmente como uno de
que acudir principalmente á un lenguaje enérgico, con el cual procura los más notables críticos de la literatura socialista de la época, y nunca
despertar al dormido y avivar la fe del incrédulo. se dejaba intimidar por palabras retumbantes y frases huecas.
Yo, por el contrario, pensé que un periódico revolucionario debe Herzig era un joven dependiente de comercio, natural de Ginebra;
sor, ante todo, quien ponga de manifiesto esos síntomas que en todas hombre de emociones comprimidas, tímido, que se ruborizaba como
partes anuncian la venida de una nueva era, la germinación de nue- una joven al expresar una idea original, y quien después de mi arresto,
vas formas de vida social y la creciente rebeldía contra las caducas cuando quedó hecho cargo de la continuación del periódico aprendió
instituciones. Estas señales de los tiempos deberían ser atentamenfe á escribir muy bien, gracias á su fuerza de voluntad. A pesar de haberle
observadas, reunidas según sus afinidades y agrupadas de tal modo cerrado sus puertas todos los patronos, y sufriendo en compañía de su
que hicieran ver á los espíritus vacilantes de las mayorías la ayuda in- familia los rigores de la miseria, no abandonó el periódico hasta que se
visible y con frecuencia inconsciente que las ideas avanzadas encuentran hizo posible trasladarlo á París.
en todas partes cuando un renacimiento de vida intelectual tiene lugar En el juicio de estos dos amigos se podía confiar implícitamente.
en la sociedad entera. El identificarse con las aspiraciones del corazón Si Herzig fruncía el ceño murmurando: « Sí, bueno, puede pasar >>, ya se
humano en toda la superficie del planeta, con los actos de rebeldía contra sabía que el párrafo no era viable. Y cuando Dumartheray, que siem-
pre se quejaba del mal estado de sus gafas cuando tenía que leer alguna
20000 francos se recaudará,—compuesto principalmente de la calderilla
y pequeñas monedas de plata de los trabajadores — destinado á cubrir
nota manuscrita, por muy clara que fuera la letra, por cuyo motivo los gastos de impresión del periódico y algunos folletos. Para esto, como
generalmente no leía más que pruebas, se interrumpía exclamando: para todo lo demás, los hombres son de mucho más valor que el dinero.
« ¡No, eso no encaja bien! >>, comprendía yo en el acto que algún error Instalamos nuestra imprenta en un local muy reducido, y un ca-
se había cometido y t r a t a b a de ponerle remedio. No se me ocultaba jista que procedía de la pequeña Rusia se comprometió á hacer el pe-
que era inútil preguntarle el por qué encontraba mal aquel pasaje, pues riódico por la modesta suma de sesenta francos al mes. Con sólo poder
es seguro hubiera contestado: «Eso no es cuenta mía, sino vuestra. Todo comer bien frugalmente é ir alguna vez que otra á la ópera, se daba
lo que yo puedo decir es que no está bien >>. Mas como yo veía que tenía por satisfecho, « ¿Vas á tomar un baño turco, Juan? » — le pregunté
razón me ponía á rehacer el punto aludido, ó, tomando el componedor, una vez que lo encontré en la calle con un pequeño lío bajo el brazo.
levantaba otro nuevo en lugar de aquél. « No, es que me mudo » — me respondió con su voz constantemente
melodiosa y su acostumbrada sonrisa.
¡ Desgraciadamente no sabía francés. Yo procuraba escribir mis
originales con la mejor letra posible, pensando á menudo en el tiempo
Debo también hacer constar que no escaseaban las dificultades. que había perdido en la escuela, en la clase de nuestro buen Ebert; sin
No bien habíamos publicado cuatro ó cinco números, cuando el dueño embargo, él trataba de leerlo lo mejor que podía, y aunque en vez de
de la imprenta nos dijo que nos fuéramos con la música á otra parte. « immediatment » solía poner « inmuidiatmunt » ú otra cosa por el es-
Para los trabajadores y sus periódicos, la libertad de imprenta escrita tilo, como el espacio no variaba y no era necesario alterar la extensión
en la constitución tiene más cortapisas de lo que parece. El patrón no de la línea al hacer la corrección, bastando con reemplazar unas letras
era enemigo de la publicación; por el contrario, le gustaba; pero en Suiza por otras, no lo pasábamos del todo mal. Nuestras relaciones con Juan
todos los establecimientos tipográficos dependen, más ó menos, del eran amistosas, y bajo su dirección aprendí algo de tipografía. La com-
gobierno, quien les proporciona trabajos estadísticos y de otra índole, posición se terminaba siempre á tiempo para llevar las pruebas á un
y se le hizo saber al amo del nuestro que, si continuaba imprimiéndolo, compañero suizo, que era el editor responsable, y á quien se las presen-
no contara con más órdenes del estado. tábamos antes de tirar el número, después de lo cual se porteaba todo
á un establecimiento donde se imprimía. Nuestra « Imprenta Jurá-
Recorrí toda la parte de Suiza que habla francés, y en toda ella sica » se dió pronto á conocer, gracias á sus publicaciones, y en parti-
recibí igual contestación, aun de aquellos á quienes no disgustaban las cular por sus folletos, que Dumartheray no permitía se vendieran á
ideas, respondiendo todos en estos ó parecidos términos: « No podemos más de diez céntimos, y cuya redacción estaba hecha en un estilo com-
vivir sin trabajarle al gobierno, el cual nada nos ordenaría desde el pletamente nuevo. Debo confesar, sin embargo, que algunas veces me
momento que aceptáramos el publicar Le Révolté. permití envidiar aquellos escritores que pueden desarrollar su pensa-
Volví, pues, á Ginebra muy desanimado; pero Dumartheray se miento con la mayor extensión posible, y á quienes se les permite hacer
hallaba en cambio muy confiado y lleno de energía, « La cuestión es la conocida excusa de Talleyran: « No he tenido tiempo de ser breve ».
bien sencilla — nos dijo —; compramos lo que se necesite á tres meses Cuando tenía que condensar los resultados de varios meses de trabajo
fecha, y en ese tiempo hallaremos manera de atender á nuestros cré- — sobre, digamos, por ejemplo, los orígenes de la ley — en un folleto
ditos >>. « Pero si no tenemos más que algunos centenares de francos » de diez céntimos, era indudable que necesitaba tiempo para escribir
— me aventuré á contestar —. « El dinero es lo de menos; él no nos con brevedad; pero como lo hacíamos con destino á los trabajadores,
faltará. Ordenemos, desde luego, los tipos y publiquemos en seguida no perdíamos de vista que veinte céntimos suelen ser para muchos de
el próximo número, y vendrá lo preciso para el caso >>. Y así fué, en efecto: ellos una cantidad excesiva. El resultado fué que nuestros folletos de
cuando se imprimió el primer número en nuestra propia « imprenta diez y cinco céntimos se vendieron á millares y fueron traducidos á
jurásica >>, dimos á conocer la situación y publicamos además un par otras lenguas. Los principales de esa época fueron publicados más tarde,
de pequeños folletos, tomando todos parte en el trabajo; el dinero vino, mientras yo estaba preso, por Elíseo Reclus, con el título de Palabras
la mayoría en cobre y plata menuda, pero ello es que llegó. Una y otra de un Rebelde (Paroles d'un Révolté).
vez, durante mi vida, he oído quejarse en los partidos avanzados de la
falta de dinero, y, no obstante, mientras más tiempo pasa, más me per- Francia era siempre el punto objetivo de todas nuestras aspiracio-
suado de que nuestra principal dificultad no es tanto la falta de dinero nes; pero como dicho libro se hallaba terminantemente prohibido en
como de hombres que marchen resuelta y francamente, en línea recta, ese país y los contrabandistas tienen tantas cosas buenas que introdu-
hacia una aspiración definida y sepan comunicar su entusiasmo á los cir en él procedentes de Suiza, no querían ocuparse de los asuntos nues-
demás. tros. Una vez fui en su compañía y crucé con ellos la frontera; vi que
Durante veintiún años, nuestro periódico ha seguido viviendo al eran buenas gentes y de confianza, pero no logré mi propósito. Todo lo
día, apareciendo en casi todos los números un llamamiento en demanda que se pudo hacer fué, pues, enviarlo bajo sobre á un centenar de per-
de fondos; pero mientras haya quien dedique á él todas sus energías, sonas en Francia, sin cargar nada por el franqueo, confiando en la sus-
como Herzig y Dumartheray hicieron en Ginebra, y como Grave ha
hecho en París, el dinero no cesará de entrar, y un ingreso anual de
cripción voluntaria de nuestros amigos para cubrir los gastos extraor- piración contra la vida del zar, ni rastro alguno de que se preparaba
dinarios, cosa que nunca nos faltó; pero á menudo pensamos que la po- una revolución, porque semejante cosa no existía. La gran mayoría de
licía francesa había perdido una buena oportunidad de arruinarnos, la referida juventud era en aquella épcca contraria á la violencia. Y
suscribiéndose á cien ejemplares y no mandando nada en cambio. mirando ahora con tranquilidad del ánimo hacia aquel movimiento
Desde el primer año tuvimos que confiar en nuestras propias fuer- que duró desde el 70 al 78, puedo afirmar, sin temor á equivocarme,
zas; pero gradualmente Elíseo Reclus se fué interesando en el asunto, que los más se hubieran dado por satisfechos con sólo haber podido vivir
dándole, después de mi arresto, más vida que nunca al periódico. Este al lado de los agricultores y de los obreros, enseñarles y colaborar en
amigo me había invitado á que le ayudara en la preparación del volu- cualquiera de sus múltiples capacidades, bien sea privadamente ó for-
men de su monumental geografía, en la parte referente á los dominios mando parte de las corporaciones lccales, en donde una persona instruida
rusos en Asia, pues aunque había aprendido el ruso, creía que, como y de buena voluntad puede ser de gran provecho á la masa del pueblo.
yo conocía bien á Siberia, podría serle útil, y como mi esposa se hallaba Repito que, enterado, ccmo estaba, de todo, puedo hablar así con pro-
delicada de salud y el médico le había ordenado no siguiera expuesta fundo conocimiento de causa.
a los vientos de Ginebra, nos trasladamos en los primeros días de la
primavera del 8o á Clarens, donde aquél residía entonces. Nos insta- A pesar de lo cual, las sentencias fueron feroces y t a n estúpidas
lamos, por consiguiente, allí en una casita con vistas á las azules aguas como inhumanas, porque el movimiento, engendrado en el estado anterior
del lago de Ginebra, que se encontraban en segundo término y á las del país, estaba demasiado arraigado para poder ser sofocado sólo por
nieves que cubrían el Dent du Midi, que cerraba el fondo del cuadro. medio de la brutalidad.
Un arroyo que después de la lluvia rugía como un torrente, arrastrando Las condenas de seis, diez y doce años de trabajos forzados en las
inmensas rocas y cavándose un nuevo lecho, corría al pie de nuestras minas, seguidas de deportación perpetua á Siberia, eran cosa corriente.
ventanas, y en la vertiente del opuesto cerro se levantaba el antiguo Hubo casos, como el de una muchacha que fué sentenciada á nueve
castillo de Chatelard, cuyos dueños, hasta la revolución del burla papei años de trabajos forzados y destierro perpetuo á Siberia, por haber
(los incendiarios de papeles), en 1779, imponían sobre los campesinos dado un folleto socialista á un trabajador; ese fué su crimen. Otra joven
que poblaban las inmediaciones vejatorios impuestos con motivo délos de catorce años, la señorita Gukouskaya fué transportada á perpetuidad
nacimientos, matrimonios y defunciones. Aquí, con el concurso de mi á una remota aldea de Siberia, por haber intentado, como la Klarchen
mujer, con quien acostumbraba á discutir sobre todos los aconteci- de Gcethe, inducir á una indiferente multitud á que libertara á Kovalsky
mientos y los trabajos realizados, y que ejercía una severa crítica lite- y sus amigos cuando iban á ser ahorcados, acto tanto más natural en
r a n a sobre estos últimos, fué donde produje lo mejor que hice para Rusia, aun desde el punto de vista de la autoridad, cuanto que la pena
Le Révolté, entre lo cual se encuentra el llamamiento «A los Jóvenes», de muerte no existe en el país para los delitos ccmunes, y la aplicación
que t a n t a aceptación halló en todas partes. En una palabra, en este de ella á los políticos constituía una novedad, una vuelta á tradiciones
lugar eché los cimientos y tracé las líneas generales de todo lo que es- poco menos que olvidadas. Esta infeliz criatura, abandonada en un de-
cribí más adelante. sierto, se suicidó arrojándose al Yenisei.
Aun aquellos que salían absueltos de los tribunales eran desterrados
E n Clarens, además del trato con Elíseo Reclus y Lefrancais, que por los gendarmes á pequeñas aldeas en Siberia y al Nordeste de Rusia,
desde entonces siempre he cultivado, me hallaba en íntimas relaciones donde forzosamente tenían que morirse de hambre con lo que les pasaba
con los obreros, y aunque trabajaba bastante en la geografía, todavía el gobierno, esto es, siete y media pesetas al mes (tres rublos). En tales
me era dado contribuir en mayor escala que de ordinario á la propa-
parajes no existe industria alguna, y al deportado le estaba estrictamente
ganda anarquista.
prohibido el dedicarse á la enseñanza.
Como si se tratara de exasperar á la juventud todavía más, á sus
VIII. consortes no les mandaban á Siberia, sino que antes les hacían pasar
un número de años en presidio, cuya triste vida hacía miraran con en-
, E n R u s i a ' l a l u c h a en favor de la libertad tomaba cada vez un ca- vidia la de los deportados en la región antes nombrada. Estas prisiones
rácter mas alarmante. Varios procesos políticos habían sido vistos en eran verdaderamente espantosas. En una de ellas, que, según dijo su
las Audiencias — el de « los ciento noventa y tres », el de « los cin- capellán en un sermón, « no era más que un foco de fiebre tifoidea »,
cuenta », el de « el círculo de Dolguskin » y otros —, y en todos ellos la mortalidad alcanzó la aterradora cifra de veinte por ciento al año.
el mismo hecho resultó aparente. La juventud estudiosa había ido á En las prisiones centrales, en las de trabajos forzados de Siberia
predicar el socialismo á los trabajadores del campo y á los de las fá- y en la fortaleza, los presos tienen que acudir al plante de rancho, al del
bricas, distribuyendo entre ellos folletos de la idea impresos en el ex- hambre, para ponerse á cubierto de la brutalidad de sus guardianes
tranjero, habiéndose hecho llamamientos á la revolución, de un modo ú obtener ciertas condiciones, como alguna clase de trabajo ó autori-
vago é indeterminado, contra las opresivas condiciones económicas. zación para leer en la celda, á fin de no ser víctimas de la locura en po-
Por ultimo, no se hizo nada distinto de lo que ocurre en toda agitación cos meses.
socialista en cualquier país del mundo. No se hallaron trazas de cons-
Los horrores de semejantes huelgas, en las cuales los hombres y
las mujeres se niegan, durante siete ú ocho días consecutivos, á tomar cias; habéis procedido en un. todo de acuerdo con mis deseos », le dijo
toda clase de alimento, quedando después sin acción y con la mente una vez el zar, dos años antes de esto, cuando vino á San Petersburgo
extraviada, no parece afectar mucho á los gendarmes, los cuales ataban á dar cuenta de la pacífica actitud que había adoptado en un tumulto
á los postrados presos con cuerdas y los alimentaban forzosa y arti- llevado á cabo por la parte más pobre de la población y la benignidad
ficialmente. con que fueron tratados los revoltosos. Pero esta vea aprobó el proceder
Las noticias de estas atrocidades se escapaban de los presidios, de los carceleros, y la juventud de Khatkoff se exasperó tanto al ver
cruzaban las ilimitadas distancias de Siberia, extendiéndose en todas cómo trataban á sus amigos, que uno de ellos lo mató.
direcciones entre la juventud. Hubo un tiempo en que no se pasaba una ú
semana sin que se diera á conocer alguna infamia de este género ó tal vez * * *
peor.
Esto fué causa de que la más terrible exasperación se apoderase A pesar de todo, la personalidad del emperador se descostaba de
de nuestros jóvenes. «En otros países—empezaron á decir—los hombres la lucha, y hasta el 79 nadie atentó contríi él. El libertador de los siervos
tienen el valor de sus convicciones. Un inglés ó un francés no soportarían estaba rodeado de una aureola que lo protegía mucho más eficazmente
semejantes ultrajes. ¿Porqué los hemos de tolerar nosotros? Resistamos que el enjambre de policías que le acompañaba á todas partes.
con las armas en la mano las incursiones nocturnas de los gendarmes; Si Alejandro I I hubiera dado muestras en esta ocasión del menor
hagámosles saber, al fin, que ya que la prisión equivale á una muerte deseo de mejorar el estado de cosas de Rusia; con que sólo hubiera lla-
lenta en sus manos, sólo muertos podrán apoderarse de nosotros ». En mado á uno ó dos hombres de aquellos con quienes colaboró durante
Odessa, Kovalsky y sus amigos recibieron á tiros de revólver á los gen- el período reformista, y les hubiera ordenado abrir una investigación
darmes que fueron una noche á prenderlos. respecto á la situación del país ó únicamente la de los campesinos; si
La contestación de Alejandro I I á esta nueva actitud, fué la pro- hubiese demostrado el menor propósito de limitar las facultades de la
clamación del estado de sitio. Se dividió el país en varios distritos, regido policía secreta, tales medidas hubieran sido acogidas con entusiasmo.
cada uno por un gobernador general, quien recibió la orden de ser im- Tan sólo una palabra le hubiese convertido nuevamente en «el liber-
placable y ahorcar sin piedad á los que alteraran el orden. Kovalsky tador », y una vez más la juventud habría respetado la célebre frase
y sus amigos, que, como ya he dicho, recurrieron á la violencia, pero de Hérzen: « ¡Tú has conquistado, oh, galileo! » Perfo, lo mismo que du-
que con sus disparos no hirieron á nadie, fueron ejecutados. El patí- rante la insurrección polaca, sus tendencias despóticas se despertaron
bulo se puso á la orden del día; en dos años perdieron la vida en él vein- en él, é inspirado por Katkoff, apeló á la horca; así también ahora, si-
titrés personas, incluyendo á un muchacho de diez y nueve años, que guiendo del mismo el consejo, no encontró nada más adecuado que hacer
fué detenido fijando una proclama revolucionaria en una estación de que el nombramiento de gobernadores militares que desempeñaran el
ferrocarril; este acto — y llamo la atención sobre él — fué todo lo que oficio de verdugos.
resulto en su contra, y, sin embargo, murió, á pesar de ser un niño, con
el valor de un hombre entero. Entonces, y sólo entonces, un puñado de revolucionarios — el
Comité Ejecutivo — sostenidos, debo hacer constar, por el creciente
Entonces el santo y seña de los revolucior.arics vino á ser «la propia descontento de las clases más cultas, y hasta por los mismos que gi-
defensa », lo mismo contra los espías que se introducían en los círculos raban en torno del zar, declaró esa guerra contra el absolutismo que,
bajo la mascara de amigos, y denunciaban miembros á diestro y siniestro, después de varios infructuosos intentos, terminó con la muerte de Ale-
como medio de ser bien retribuidos por sus servicios, que contra los jandro II.
que maltrataban á los presos, ó los poderosos jefes de la policía del Estado. Dos hombres, como ya tengo dicho, existían en él, y ahora el con-
Tres funcionarios de alta categoría y dos ó tres simples espías, ca- flicto entre ambos, que había ido agrandándose durante toda su vida,
yeron en esta nueva fase de la lucha. El general Mézentroff, que indujo asumía un aspecto verdaderamente trágico. Cuando tropezó con So-
al zar a doblar las condenas después de la vista del proceso de los ciento loviofí, que le hizo fuego y erró el primer tiro, tuvo la suficiente pre-
noventa y tres, fué muerto en pleno día en San Petersburgo; un coronel sencia de ánimo paia correr á la puerta más próxima, no en línea recta,
de gendarmes, culpable de algo peor que eso, tuvo la misma suerte sino en zigzags, mientras aquél seguía disparando, escapando así úni-
en Kieff, y mi primo Dmitri Kropotkin,gobernador general de Khatkofi, camente con un balazo en el sobretodo. También en el día de su muerte
lo mataron de un tiro al volver de teatro. La prisión central, en donde dió pruebas de un valor indudable. Enfrente de un peligro real era sereno;
primero se efectuó el plante del hambre y se hizo comer á la fuerza pero temblaba continuamente ante los fantasmas de su propia imagi-
a los presos, se hallaba á sus órdenes. E n el fondo no era un hombre nación.
malo; se que por su voluntad hubiera sido bueno para el preso; pero
era débil y cortesano y no tuvo valor para sobreponerse al mal. Una vez hizo fuego contra un ayudante, por haber éste hecho un
. Una Palabra suya hubiera bastado para evitar tales horrores. Ale- movimiento brusco y creer él que atentaba contra su persona. Sólo por
jandro II lo quería tanto y era tan grande su influencia en la corte, que salvarse de la muerte entregó todo su poder imperial en manos de aquellos
su intervención hubiera sido probablemente aprobada. «Os doy las gra- que, en vez de ocuparse de su señor, sólo pensaban en conservar sus
lucrativas posiciones.
E r a incuestionable que no dejaba de tener algún afecto á la madre suerte que á Luis XVI, llamando á la proyectada reunión Assemblée
de sus hijos, a pesar de vivir ya entonces con la princesa Yurievsky- des Notables, como la convocada por el mencionado monarca antes
Í X f f 6 1 ? 1 ' C ° n . Tí1®11 f C a s ó P ° c o d e s P u é s d e la muerte de la empe- de la Asamblea de 1789. El proyecto tenía que presentarse ante el Con-
ratriz. « No me habléis de ella; eso me hace sufrir demasiado », dijo más sejo de Estado, pero de nuevo las vacilaciones le asaltaron. Solamente
de una vez a Lons Melikofí. Y, sin embargo, tenía completamente aban- en la m a ñ a n a del i.° (13) de Marzo del 81, después de otro aviso alar-
donada a su mujer, que nunca se separó de su lado mientras era el liber- mante de Loris Melikofí, f u é cuando ordenó se presentara al referido
tador y a quien dejó morir en el palacio relegada al olvido. alto tribunal el inmediato jueves. Esto ocurría en domingo, y Melikofí
Yn Cn Medi ina ruso
? ' 1 u e ya existe, manifestó á sus amigos le indicó la conveniencia de no ir aquel día á la parada, por haber temores
qUC 6Xtraño se sentía de que pudiera tener lugar un atentado. A pesar de lo cual f u é á ella;
tack, a í w r T n I n V r ' R o s a m e n t e afec- quería ver á la gran duquesa Catalina (hija de su tía Elena Paulovna,
qTO 36 t r a t a b a á l a e m
enfermedad ^ P e r a t r i z en su última que había sido una de las directoras del partido de la emancipación
es natural
fa c o í e nn t . n , ' > d e j a d a s de ella las damas de en el 61) y darle personalmente la buena nueva, tal vez ccmo ofrenda
a
sólo u t a Z J T ÍU l a d ° - m á s d o s fieles
servidoras, recibiendo expiatoria á la memoria de la emperatriz María. Y se dice que le habló
f i C Í a l d e SU e S
Í t o ^ S ^ ° P°S0' ^ v í a entre de esta manera: « Je me suis decidé á convoquer une Assemblée des No-
v o l a ' ^ C T t é E ¡ e T Í V ° t o m ó l a e n é r S i c a resolución de intentar tables ». Mas como esta t a r d í a y limitada concesión no se había anunciado,
prlceden^ r ^ l ** Alejandro I I tomó una medida sin al volver al palacio de Invierno f u é muerto.
a
nnXrí . T ? f v , U n a 6 S p e C l e d e d i c t a d u r a > é invistiendo con amplios Todos saben cómo el hecho ocurrió. Se arrojó una bomba bajo
rador h a b í a ° ? 8eDtaal
^ Un a r m e n i ° á su carruaje blindado para detenerlo, y varios circasianos de la escolta
+ ^ ^ el empe-
de h«h P r ^ 7 n ? ° C a S ! Ó n ' d a d o l a s m i s m a s facultades, con motivo resultaron heridos. Rysaroff, que la tiró, fué preso en el acto. Entonces,
de haber estallado la peste bubónica en el bajo Volga y amenazar Ale- aunque el cochero del zar le aconsejó con vivo interés que no descendiera,
m a n i a con movilizar sus tropas y poner á RUSÍÍ en c u t r e S a si a p l t g a manifestándole que el vehículo había sufrido poco y en él podía con-
no se contenía. Y ahora que Alejandro veía que no era posible tener ducirlo hasta palacio, él insistió en b a j arse. Sin duda creyó que su dignidad
m
al / U n 6 n l a P 0 l i d a d e P a l a c i o ' daba o m n í m o d L facultades militar le imponía el deber de acercarse á los soldados heridos y prestarles
al mencionado gensral, y como éste tenía la reputación de ser libera? consuelo, como había hecho con los que lo fueron también durante
la guerra turca, cuando un imprudente asalto á Plevna, y que amena-
no se h a S S e ? ^ ^ ^ COnvccatoria
- a asamblea nacional
no se haría esperar mucho tiempo. Pero como después de esa explosión zaba terminar en un terrible desastre, se efectuó el día de su santo.
Inserenidad ¿ n a d a C n t r a Su
° existencia S S Acercándose á Rysaroff le hizo alguna pregunta, y al pasar después al
lado de otro joven llamado Grinevetsky, éste lanzó otra bomba entre él
la serenidad, y pocos meses después, antes de que aquél hubiera podido y Alejandro II, á fin de que m a t a r a á los dos; y en efecto, ambos no vi-
bernacíón g T°'n PaSÓ d e d Í C t a t ° r á o c u P a r el cargo d e m i n i s t r o d e ^ a Go- vieron más que pocas horas.
he^ocunído v d P e í n ° f a C C C S ? S d C t r Í S t C Z a d e ^ anteriormente me Allí quedó el emperador desangrándose sobre la nieve y abando-
he ocupado y durante qUC
los r ecuales
Ínad
el emperador se a lamentaba
había asumido
del ca- nado de todo su séquito; todos habían desaparecido. Sólo los cadetes
fería S 7 " ° ' h o r a t o m á b a n la
forma de violentos parasismos acompañados de copioso llanto Pasán- que volvían de la parada fueron los que lo recogieron del suelo, cu-
DeseJ2 T " i 6 1 ' " 5 C n C S e C S t a d ° ' P a r a desesperación de M d ^ o f . briendo su cuerpo tembloroso con un capote de cadete y su descubierta
aC Stu braba á cabeza con una gorra de los mismos. Y el terrorista Emelianoff, con una
estarálisto ° ? P ^ a r á su ministro: « ¿Cuándo
bomba envuelta en un papel b a j o el brazo, f u é quien, á riesgo de ser
aatiél decía qZ t y\ 3P6 Ta fl a bí a dt ee r cmoi nn sa td lot u c éi ól n ?a r>
' Mas si dos días después preso sobre el terreno y luego ahorcado, corrió con los cadetes en auxilio
ohídado de +nL i í > P ec ía sorprendido y como
olvidado de todo lo referente al particular, observando con tal motivo- del herido. La naturaleza h u m a n a está llena de estos contrastes.
J á s O e
? t ± yese
° ? ¿regalo
Par
f q Uáé »Rusia
M e j r s e r á q u e lo d e e m o s De este modo terminó la tragedia de la vida de Alejandro II. La
sucesor y uue e elé haga ° ». í " a r a mi
g a a n á SUS ídos
gente no podía comprender cómo era posible que un zar que t a n t o había
„ r J l í í ° rumores de u n a nueva conjura, al punto se hecho por Rusia, hubiera hallado la muerte á manos de los revolucio-
recia S n L i Z T \ ° ¿ ^ ^ 1 U C^ Í O n a^r Í O s C0S ^ P - o cuando fodo p í narios. Mas para mí, que por suerte f u i testigo de los primeros pasos
re
£ H 7° ' e v o l v í a r ' e nuevo del lado reaccionarios de Alejandro I I y su decadencia gradual; que había po-
de sus consejeros del partido de la reacción y dejaba todo como estaba dido apreciar el carácter complejo de su personalidad — el de un autó-
Cuando esto sucedía Melikofí esperaba á cada momento ser dimitido! crata de nacimiento, cuyo genio violento sólo se hallaba parcialmente
mitigado por la educación; el de un zar que poseía valor militar, pero
t r a m f p ^ l f C ^ v 8 ; dlJ°+el mÍniStl"° q U 6 56 h a b í a f r a S u a d o ^ r a nuevá no el que necesita un hombre de Estado, el de u n a persona de fuertes
l o ^ L P c o n Ó r P r T ? ñ G T V ° ¿ P C r ° P ° r m á s I " 6 s e h a b í a ^ c h o , no se
3 a b a c o n o c e r los detalles. Por cuya razón decidió Alejandro que se pasiones y débil voluntad —, era evidente que la tragedia se desarrollaba
deTaTS a ovinn e a S P e , C l e ^ a 8 a m U e a d e l i b e r a ^ a , c o m p u e s t i de delegados con la inevitable fatalidad de uno de los dramas de Shakespeare. El
de las provincias. Siempre pensando que le estaba reservada la 4 m a último acto ya estaba escrito para mí; desde el día que lo oí dirigirse
á nosotros los oficiales ascendidos, el 13 de Junio del 62, inmediatamente
después de haber ordenado las primeras ejecuciones en Polonia.

IX. y como Stepniak y yo escribimos en varias ocasiones, ninguno de nosotros


hubiese aceptado la misión, bien rara, en efecto, de formar proyectos
Un pánico horrible se apoderó de los círculos de la corte en San de acción sin poder tomar parte en ellos. Pero es indudable que á los
Petersburgo, y Alejandro III, que, á pesar de su colosal estatura y intereses de la policía convenía hacer creer que si se hallaban impotentes
fuerza física, no era hombre de gran valor, se negó á trasladarse al pa- para proteger al zar, era debido á que todos los planes se fraguaban
lacio de Invierno, retirándose al de su abuelo Pablo I, en Gatchina. en el extranjero, según le comunicaban sus espías, que se hallaban al
Conozco bien ese antiguo edificio, construido tomando por modelo una tanto de todo, según ellos.
fortaleza de Vauban, rodeado de osos y protegido por miradores, desde Skobeleff, el héroe de la guerra turca, fué también invitado á for-
los cuales se podía bajar por escaleras secretas á las habitaciones del mar parte de dicha liga, pero no lo aceptó.
emperador. He visto la puerta reservada que hay en su despacho, desde Según se desprende de escritos postumos de Loris Melikoff, parte
la que se podía arrojar á un enemigo á la roca cortada á pico primero de los cuales fueron publicados en Londres por un amigo suyo, cuando
y al agua después, y la escalera secreta que conduce á prisiones sub- Alejandro I I I vino al trono, y dudó si convocaría ó no la Asamblea
terráneas y á un camino subterráneo también, que viene á desembocar de Notables, Skobeleff le ofreció al primero y al conde Ignatieff (« el
en un lago. Todos los palacios de Pablo I estaban edificados del mismo Pasha embustero », como le apodaron los diplomáticos de Constanti-
modo. Además, una galería subterránea, provista de aparatos eléctricos nopla) arrestar al emperador y obligarle á firmar un manifiesto consti-
adecuados para evitar pudieran minarla los revolucionarios, se había tucional, en vista de lo cual se dice que el tal conde denunció el proyecto
construido en torno del palacio de Anichkoff, residencia de Alejandro I I I al zar, lo que le valió el nombramiento de primer ministro, en cuyo
cuando no era más que presunto heredero. cargo apeló, siguiendo los consejos de M. Andrieux, el ex prefecto de
Se formó una liga secreta para la protección del zar; se invitaba policía de París, á varias estratagemas, con objeto de paralizar á los
á. entrar en ella á los oficiales de todas las graduaciones, induciéndoles revolucionarios.
a hacerlo así el ofrecimiento de triples pagas, á fin que se dedicaran Si los liberales rusos hubieran mostrado algún valor, aunque fuera
al espionaje en el seno de todas las clases de la sociedad. Esto, como es muy limitado, y no hubiesen carecido de facultades para organizar
natural, dió lugar á escenas verdaderamente cómicas. Dos oficiales, la acción, es seguro que en aquella época se habría convocado una Asam-
ignorando que ambos pertenecían á dicha liga, procuraban enredarse blea Nacional. De los mismos mencionados documentos se desprende
mutuamente en una conversación peligrosa durante un viaje en ferro- que hubo un tiempo en que Alejandro I I I se encontraba dispuesto á
carril, procediendo luego á arrestarse recíprocamente, descubriéndose realizarlo; así se lo hizo saber á su hermano. Y hasta el viejo Wilhelm I
despues que todo había sido tiempo perdido. Esta liga existe todavía lo alentaba á seguir por ese camino. Sólo después de ver que los liberales
en una forma regular, bajo el nombre de Okrana (Protección), y de no hacían nada, en tanto que el partido de Katkoff no daba paz á la
tiempo en tiempo se entretiene en asustar al presente zar con toda suerte mano, y Andrieux le aconsejaba que aplastara al nihilismo, indicándole
de «peligros» imaginarios, con objeto de no perder la colocación. el modo de efectuarlo (la carta en que se refiere á esto se halla en el
E n el mismo período se formó otra organización aún más secreta, folleto indicado), fué cuando el emperador se decidió al fin á declarar
llamada la Liga Santa, bajo los auspicios del hermano del zar, Vladimir, que continuaría siendo el jefe absoluto del Estado.
con objeto de hacer frente de varios modos á los manejos revolucionarios,
siendo uno de ellos el matar á aquellos emigrados políticos á quienes
se considerase complicados en las últimas conspiraciones. Yo me encon-
traba incluido en ese número. El gran duque reprochó duramente á los Yo fui expulsado de Suiza por orden del Consejo federal, pocos meses
onciales de la liga por su cobardía, quejándose de que no hubiera entre después de la muerte de Alejandro II, á lo que no le di importancia.
ellos ninguno que tomara á su cargo realizar tal empresa, y uno que Asediados por las potencias monárquicas á causa del asilo que el país
babia sido paje de cámara en la época que yo estaba en el cuerpo fué ofrecía á los refugiados, y amenazados por la prensa oficial rusa de la
elegido por la liga para llevarla á término expulsión en masa de todas las nodrizas y camareras suizas, cuyo nú-
mero es considerable en el país, los gobernantes suizos, al decretar mi
expulsión, dieron de ese modo una especie de satisfacción á la policía
rusa. Pero considerado desde el punto de vista del interés suizo, sentí
vivamente que semejante paso se hubiera dado, pues constituía una
Lo cierto es que los emigrados no intervenían para nada en los sanción de la teoría de «conspiraciones fraguadas en Suiza », siendo,
trabajos del Comité Ejecutivo, que residía en San Petersburgo. Pretender al'mismo tiempo, una prueba de debilidad, de la que Italia y Francia
dirigir conspiraciones desde Suiza, mientras que los que se hallaban en se aprovecharon bien pronto. Así que, dos años después, cuando Julio
ia capital se jugaban la cabeza continuamente, hubiera sido gran locura; Ferry propuso á Italia y Alemania el reparto de Suiza, su principal ar-
gumento debió haber sido que el mismo gobierno del país había ad-
mitido que Suiza era « un hervidero de conspiraciones internacionales
Esta primera concesión dió margen á demandas más arrogantes, que comunicar el hecho y los nombres al corresponsal del Times en la última
dejaron á dicho país en un lugar mucho menos independiente del que de las ciudades mencionadas, encargándole la publicación si ocurría
de otro modo hubiese ocupado. algo en tal sentido, y, al efecto, inserté una nota en Le Révolté, no ocu-
El decreto en cuestión me lo entregaron á poco de haber vuelto de pándome más del asunto. Mi mujer, sin embargo, le dió más importancia
Londres, adonde fui con motivo de un congreso anarquista celebrado á la cosa, y la dueña de la casa donde parábamos en aquel pueblecito,
en Julio del 81. Y una vez terminado aquél, permanecí algunas se- persona excelente, llamada madama Sansaux, y que había tenido cono-
manas más allí, escribiendo los primeros artículos sobre los asuntos rusos, cimiento del asunto por medio de su hermana, que servía de niñera
según nuestro criterio, para la Newcastle Chronicle. En aquella época, en casa de un agente ruso, se tomaba por mí un interés como si fuera
la prensa inglesa no era más que un eco de las opiniones de Madama de la familia. La casa se encontraba en las afueras del lugar, y cada vez
Navikoff — esto es, de Katkoff y de la policía de Estado rusa —, por que yo tenía que salir de noche, generalmente para esperar á mi esposa
lo que me sirvió de mucha satisfacción el que Mr. José Comen juzgara en la estación del ferrocarril, siempre hallaba pretexto para hacer que
oportuno el ofrecerme hospitalidad en su publicación, para poder desde su marido me acompañara con una linterna. « Esperad nada más que
sus columnas defender nuestro modo de pensar. un momento, señor Kropotkin — acostumbraba á decir —; mi marido
tiene que ir por el mismo camino para comprar alguna cosa, y ya sabéis
¡ Yo acababa de reunirme con mi mujer en la alta montaña, donde
que lleva siempre una linterna >>. O en otras ocasiones mandaba á su
residía, próxima á la morada de Elíseo Reclus, cuando me dieron la
hermano para que me siguiera á cierta distancia, sin que yo lo notara.
orden de salir del país. Mandamos nuestro pequeño equipaje á la estación
de ferrocarril más próxima, y nos dirigimos al Aigle, gozando por última
vez del hermoso espectáculo de un panorama tan atractivo para nosotros. X.
Algunas veces, creyendo acortar las distancias, nos apartábamos del
camino y cruzábamos una loma, riéndonos después al ver que, en lugar E n Octubre ó Noviembre del 81, tan pronto como mi mujer pasó
de abreviar la marcha, no habíamos hecho más que prolongarla, teniendo sus exámenes, nos trasladamos de Thonon á Londres, donde permanecimos
que bajar hasta el fondo del valle para subir después arenosa pendiente. cerca de doce meses. Pocos años nos separan de esa época, y, sin em-
El incidente cómico que siempre se presenta en tales casos, lo pro- bargo, bien puedo decir que la vida intelectual de Londres y de toda
porcionó una señora inglesa. Una dama ricamente vestida, reclinada al Inglaterra era muy diferente entonces de lo que ha venido á ser después.
lado de un caballero, en un carruaje de alquiler, arrojó varias hojas Todo el mundo sabe que en los años transcurridos del 40 al 50,
de propaganda religiosa á los dos pobres que humildemente trajeados dicho país se hallaba casi á la cabeza del movimiento socialista de Eu-
encontraron en el camino. Yo recogí los papeles del suelo; ella era evi- ropa; pero durante los siguientes períodos de reacción que siguieron,
dentemente una de esas señoras que se tienen por cristianas y consideran ese gran impulso que tan profundamente había afectado á la clase tra-
como un deber el distribuir tales impresos entre los «inmorales extran- bajadora, y en el cual se dió á conocer cuanto hoy se alega en favor del
jeros ». Pensando que con seguridad habíamos de volver á encontrarla socialismo científico ó anarquista, vino á quedar paralizado. Quedó
en la estación, escribí en una de las hojas los conocidos versos relativos olvidado, lo mismo en Inglaterra que en el Continente, y lo que los
á la suerte del rico en el reino de Dios, y otras citas igualmente apro- escritores franceses califican de «tercer despertar de los proletarios >>,
piadas, en las que se decía que los fariseos eran los peores enemigos del no ha comenzado aún en aquel país. La labor de la comisión agrícola
cristianismo. Cuando llegamos al pueblo, la dama tomaba un refresco del 71, la propaganda entre los campesinos y los anteriores esfuerzos
en su coche. Parecía indudablemente que prefería continuar el viaje de los socialistas cristianos, han contribuido de algún modo á preparar
en ese vehículo, á lo largo del risueño valle, mejor que ir empaquetada el camino; pero el desbordamiento de las ideas socialistas que se observó
en el tren. Le devolví sus folletos cortésmente, diciéndole que había en Inglaterra después de la publicación de Progreso y Miseria, de En-
agregado algo que tal vez encontrara útil para su gobierno. Ella no sabía rique George, no lo hemos visto todavía.
si tirármelos á la cara ó aceptar la lección con paciencia cristiana; sus
El año que entonces pasé en Londres lo fué de verdadero extraña-
ojos expresaron alternativamente ambos impulsos en un breve mo-
miento. Para el que profesara ideas socialistas avanzadas, no había
mento.
atmósfera donde poder respirar. Nada que indicara ese animado movi-
Como mi esposa se hallaba á punto de examinarse para tomar el miento socialista que tan ampliamente desarrollado encontré á mi vuelta
grado de bachiller en Ciencias en la Universidad de Ginebra, nos esta- en el 86. Burns, Champion, Hardie y los otros jefes de los trabajadores,
blecimos, por el pronto, en una pequeña población francesa, llamada aun no se habían dado á conocer; la Sociedad Fabiana no existía; todavía
Thonon, situada en la costa saboyana del lago de Ginebra, permaneciendo no se había declarado socialista Morris, y las uniones de oficios, limitadas
allí un par de meses. en Londres sólo á unos pocos privilegiados, eran hostiles á la nueva
En cuanto á la sentencia de la Santa Liga, diré que me llegó un idea. Los únicos activos y francos representantes del movimiento eran
aviso procedente de los círculos más elevados de Rusia. Hasta el nombre la señora de Hyndman y su marido, con algunos trabajadores agrupados
mismo de la dama enviada de San Petersburgo á Ginebra, para ser á su alrededor. Ellos celebraron en el otoño del 81 un pequeño con-
el alma del negocio, me fué transmitido. Así que, yo no hice más que greso, y nosotros solíamos decir bromeando, lo que después de todo se
la seguridad que allí sería pronto detenido; pero ambos nos decíamos
aproximaba mucho á la verdad, que dicha señora había recibido todo con frecuencia: «Mejor es una prisión francesa que esta tumba».
el congreso en su casa. Era indudable que el movimiento, más ó menos Los que propenden á hablar de la lentitud de la evolución, deberían
radical y socialista, que se iba abriendo camino en la mente de los hom- estudiar el desarrollo del socialismo en Inglaterra. Lenta es la marcha
bres, no se manifestaba aún de un modo franco y despejado. Ese nú- de la evolución, pero no uniforme; tiehe sus períodos soñolientos y otros
mero importante de personas de ambos sexos que aparecieron en la vida de progreso acelerado.
pública cuatro años después, y sin declararse por completo socialistas,
tomaron parte en varios movimientos relacionados con el bienestar é
XI.
instrucción de las masas, habiendo creado ahora en casi todas las ciu-
dades de Inglaterra y Escocia una atmósfera completamente nueva
Una vez más nos instalamos en Thonon, tomándole algunas habi-
de reforma y una nueva sociedad de reformadores, aun no habían hecho
taciones á nuestra antigua patrona madaine Sansaux, y reuniéndose á
6entir su influencia; pero, como es natural, ya existían, pensaban y se
nosotros un hermano de mi mujer que habia venido á Suiza atacado
comunicaban las ideas; todos los elementos necesarios para difundir
deconsunción.
el movimiento, se encontraban allí; pero faltos de esos centros de atracción
en que más tarde se fueron convirtiendo los grupos socialistas, se encon- \ ; En mi vida he visto tantos espías rusos como durante los dos meses
traban perdidos en el seno de la masa; no se trataban unos á otros, y que permanecí en dicho pueblo. Diré, para empezar, que desde que nos
hasta les faltaba un conocimiento exacto de sí mismos. quedamos en la casa referida, un tipo sospechoso, que pretendía pasar
por inglés, alquiló otro departamento de la misma. Una verdadera
Tchaykosky estaba entonces en Londres, y, como en años anteriores, multitud rodeaba constantemente nuestra morada, procurando penetrar
empezamos una propaganda socialista entre los trabajadores. Ayudados en ella con un pretexto cualquiera, ó contentándose con rondar por
por algunos de éstos, con quienes entablamos relaciones en el congreso parejas y aun en grupos de tres ó cuatro juntos. Me figuro lo curiosos
del 81, ó á quienes las persecuciones de Juan Most habían atraído hacia que serían sus informes, porque el espía forzosamente tiene que dar
nuestro campo, frecuentamos los clubs radicales, hablando en ellos de cuenta de algo, pues si manifestase que se había pasado una semana
los asuntos rusos, del movimiento de nuestra juventud en dirección al en la calle sin notar nada de particular, pronto le rebajarían el sueldo,
pueblo, y del socialismo en general. Nuestro auditorio era, por lo ge- si es que no lo despedían del todo.
neral, ridículo por lo limitado, pasando raras veces de una docena de
Aquella era la edad de oro de la policía secreta rusa; la política
personas. En varias ocasiones, un cartista de barba gris tomaba la pa-
de Ignatieff daba su fruto; había dos ó tres cuerpos de policía compi-
labra y nos manifestaba que hace cuarenta años se decía otro tanto en-
tiendo entre sí, todos disponiendo de dinero en abundancia y metiéndose
medio del entusiasmo que tales ideas despertaban en multitud de tra-
en las intrigas más atrevidas. El coronel Sudéikin, por ejemplo, jefe de
bajadores, mientras que ahora todo estaba muerto y no había esperanzas
uno de ellos — de acuerdo con un tal Degáeff, quien, después de todo,
de resurrección.
lo mató —, denunció los agentes de Ignatieff á los revolucionarios de
Mister Hyndman acababa de publicar su excelente exposición del Ginebra, ofreciendo á los terroristas rusos las mayores facilidades para
socialismo marxista, con el título de Inglaterra para todos; y recuerdo matar al ministro de la Gobernación, conde Tolstoi, y al gran duque
que un día, en el verano del 82, le aconsejé sinceramente que publicara Vladimir, agregando que, de ese modo, llegaría él á ministro con po-
un periódico socialista. Le referí lo mal de recursos que estábamos cuando deres dictatoriales y el zar se hallaría por completo en sus manos. ^
dimos á luz Le Révolté, presagiándole un éxito relativamente feliz si se Esta actividad de la policía rusa vino á tener como coronamiento,
decidía á probar fortuna. Pero tan sombrías se presentaban las líneas más adelante, el rapto del príncipe de Battemberg realizado en Bulgaria.
generales del proyecto, que él mismo, á pesar de su entusiasmo, creyó
La policía francesa estaba también á la "expectativa. El saber lo
nada podría conseguirse, á menos de no contar con recursos propios
que se hacía en Thonon, les intrigaba. Yo continuaba editando Le Ré-
para hacer frente á los gastos. Tal vez tuviera razón; pero, cuando poco
volté y escribiendo artículos para la Enciclopaedia Britannica y la New-
antes de los tres años de esto emprendió la publicación de Justice, encontró
castle Chronicle. ¿Pero qué informe se podía forjar de todo esto? ^
muy buena acogida por parte de los trabajadores, y en los albores del 86
había tres periódicos socialistas, y la Federación social democrática era Un día, el gendarme de la localidad hizo una visita á mi patrona;
una sociedad de importancia. había oído desde la calle el ruido producido por algún instrumento me-
cánico, y se figuraba que tenía yo en mi casa una prensa clandestina,
En el verano referido hablé en un inglés no muy correcto ante la lo que hizo aprovechara mi ausencia para pedirla á aquélla que se la
asamblea anual de los mineros de Durham; di conferencias en Newcastle, enseñara. La señora le respondió que no había ninguna, y que tal vez
Glasgow y Edimburgo, sobre el movimiento ruso, y fui recibido con el ruido á que él se refería era el causado por su máquina de-coser; pero
entusiasmo, dando la multitud frenéticos vivas á los nihilistas en la calle, no dándose él por satisfecho con explicación tan prosaica, la obligó á
después de terminada la reunión. Pero mi mujer y yo nos encontrá- ponerla en movimiento para poder comprobar si ambos sonidos tenían
bamos t a n solos en Londres, y nuestros esfuerzos para despertar una un origen común.
agitación socialista en el país resultaban tan estériles, que en el otoño
— ¿Qué hace todo el día? — le preguntó al ama.
del mismo año 8z decidimos volver otra vez á Francia. Teníamos casi
Memorias de un revo!ucionario,~i8
— Escribir. XII.
— ¿Pero no hace más que eso?
A las doce se pone á aserrar madera en el jardín, y por las tardes El movimiento anarquista experimentó un notable desarrollo en
sale á dar un paseo de cuatro á cinco. (Era en Noviembre). Francia durante los años 81 y 82. Se creía generalmente que el carácter
— ¡Ah, eso es! ¿A la caída de la tarde? — escribiendo en su libro francés era hostil al comunismo, y dentro de la Internacional se propa-
de memorias —. No sale más que de noche. gaba el « colectivismo » en su lugar. Lo que suponía la posesión en común
E n aquel tiempo no me di una explicación satisfactoria de esta espe- de los instrumentos de producción, quedando á cargo de cada grupo
cial atención por parte de los espías rusos, pero debe tener alguna relación el determinar si el consumo de la producción se habría de efectuar según
con lo siguiente: los principios individualistas ó comunistas. Pero la verdad era, sin em-
Cuando Ignatiefi fué nombrado primer ministro, siguiendo los con- bargo, que lo que hallaba resistencia en Francia no era más que el co-
sejos de Andrieux, como ya tengo dicho, adoptó un nuevo plan. Mandó munismo monástico, phalaestine de las antiguas escuelas. Así que,
un enjambre de sus agentes á Suiza, encargándose uno de ellos de la cuando la Federación del Jura, en su congreso del 80, se declaró abier-
publicación de un periódico que defendiera débilmente la extensión de tamente anarquista comunista, esto es, en favor del completo comunismo,
la autoridad provincial en Rusia, pero cuyo principal objeto fuera com- el anarquismo ganó muchos prosélitos en aquel país. Nuestro perió-
batir á los revolucionarios y separar de ellos á los emigrados que no dico empezó á circular allí con profusión; se sostenía una activa corres-
simpatizaban con el terrorismo. Este era, indudablemente, un medio pondencia con los trabajadores franceses, y un movimiento anarquista
de sembrar la división. Después, cuando casi todos los miembros del de importancia se desarrolló rápidamente en París y en algunas pro-
Comité Ejecutivo habían sido presos en Rusia y sólo dos de ellos pu- vincias, en particular en la región lionesa.
dieron refugiarse en París, aquél envió allí un agente para proponer un
armisticio, prometiendo que no se harían más ejecuciones con motivo Cuando crucé la Francia en el 81, en mi viaje de Thonon á Londres,
de las conjuras que tuvieron lugar en el reinado de Alejandro II, aun visité á Lyon, St. Etienne y Vienne, en cuyas poblaciones di conferencias,
cuando los sentenciados en rebelión cayeran en poder del gobierno, encontrando en ellas un considerable número de trabajadores dispuestos
que á Chernysheusky se le dejaría volver de Siberia, y que se nombraría á aceptar nuestras ideas.
una comisión para revisar el caso de los que habían sido deportados Hacia fines del 82 hubo en la región de Lyon una crisis terrible.
á dicha región gubernativamente. Pidiendo en cambio al Comité Eje- La industria de la seda quedó paralizada, y la miseria entre los tejedores
cutivo que no intentara nada contra la vida del zar, hasta que no ter- fué tan grande, que una multitud de criaturas esperaba todas las ma-
minaran las ceremonias de la coronación. Haciéndose, tal vez, también ñanas á las puertas de los cuarteles á recoger lo poco que podían darle
mención de las reformas que Alejandro I I I intentaba plantear en favor los soldados. Este fué el principio de la popularidad del general Bou-
de los campesinos. El concierto se efectuó en París y fué respetado langer, que permitió esa distribución de alimento.
por ambas partes. Los terroristas suspendieron las hostilidades, y no La situación de los mineros de esa misma región era igualmente
se ejecutó á nadie por complicidad en los anteriores atentados; pero los bien precaria.
que más adelante se vieron por ese concepto detenidos, fueron enterrados Yo no ignoraba que allí existía una gran fermentación; pero durante
vivos en la Bastilla rusa de Schlusselburgo, sin que se volviera á saber los once meses que permanecí en Londres perdí el estrecho contacto
nada de ellos en quince años, y donde aun siguen muchos. Chernysheusky que antes tenía con el movimiento francés. A las pocas semanas de mi
volvió de Siberia y recibió orden de permanecer en Astrakan, donde vuelta á Thonon, supe por los periódicos que los mineros de Montceau-
quedó separado de todo contacto con el mundo intelectual de Rusia, les-Mines, perdida la paciencia á causa de las vejaciones de los neocató-
y pronto murió. Una comision recorrió la Siberia, levantando la depor- licos dueños de las minas, habían empezado una especie de agitación;
tación á unos y fijándole á los demás un tiempo limitado. A mi hermano celebraban reuniones secretas, en las que se hablaba de huelga general;
Alejandro le cargaron cinco años más. las cruces de piedra levantadas en todos los caminos que conducían
á las minas, eran derribadas ó voladas con cartuchos de dinamita, con
Estando en Londres en el 82, me dijeron un día que un hombre los que están familiarizados los mineros por su trabajo subterráneo,
que pretendía ser un agente bona fide del gobierno ruso y podía pro- y de los que frecuentemente pueden disponer. En el mismo Lyon la si-
barlo, quería entrar en negociaciones conmigo. « Decidle que si viene tuación tomó un carácter más violento. Los anarquistas, que eran bas-
á mi casa rodará las escaleras », fué mi contestación. Es, sin embargo, t a n t e numerosos en la ciudad, no dejaban pasar ningún mitin de los
probable que esto fuera debido á que Ignatieff, aun estando tranquilo políticos oportunistas sin aprovecharse para exponer allí sus doctrinas,
respecto á un ataque del Comité Ejecutivo, temiera que intentaran ó, en último término, armar un escándalo monumental. En esas asam-
algo los anarquistas y quisiera descartarme de la cuestión. bleas presentaban proposiciones encaminadas á que las minas y todo
lo necesario para la producción, así como las habitaciones, vinieran á
ser propiedad de la nación, las cuales eran aprobadas con entusiasmo,
para horror de la burguesía.
La animosidad de los trabajadores contra los concejales oportunistas
y políticos en general, así como contra la prensa, que se aprovechaba tico, que parece me había tratado anteriormente, é indicaba que me
de todas las calamidades y en nada contribuía para contener la creciente convenía ponerme en camino en el acto, porque, de lo contrario, me
miseria, era grande. exponía á ser la primera víctima del tratado de extradición que estaba
Como es corriente en tales casos, la furia de los pobres se vuelve á punto de terminarse entre Francia y Rusia.
especialmente contra los sitios destinados á diversiones y depravación, Yo seguí donde estaba, y cuando el Times insertó un telegrama
que se hacen tanto más odiosos en tiempo de desolación y miseria, cuanto diciendo que había desaparecido de Thonon, le envié una carta con mi
que ellos representan para los trabajadores el egoísmo y la corrupción dirección, pues siendo tan grande el número de amigos presos, no sen-
de las clases acomodadas. Un lugar mirado con particular prevención tía deseo alguno de partir.
por aquéllos era el café subterráneo del teatro Bellecour, que perma- , E n l a noche del 21 de Diciembre murió mi cuñado en mis brazos;
nece abierto toda la noche, y en el cual al amanecer podían verse á pe- sabíamos que su enfermedad era incurable, pero es verdaderamente
riodistas y hombres políticos comiendo y bebiendo en compañía de terrible ver extinguirse la existencia de una persona joven que lucha
mujeres galantes. desesperadamente con la muerte. Tanto mi esposa ccmo yo, quedamos
No se celebraba ningún mitin sin que se hiciera alguna alusión profundamente afectados; tres ó cuatro horas después, cuando la triste
amenazadora á dicho establecimiento, y una noche explodió un cartucho mañana de invierno empezaba á clarear, vinieron los gendarmes á pren-
de dinamita, colocado allí por una mano desconocida. Un trabajador derme. Viendo el estado en que quedaba mi mujer, pedí permiso para
que asistía con frecuencia á dicho lugar, y era socialista, trató de apa- permanecer á su lado hasta que terminara el entierro, prometiendo, bajo
gar la. mecha y fué muerto por la explosión, en tanto que algunos de mi palabra de honor, estar á la puerta de la prisión á la hora conve-
los políticos que en él se encontraban de jolgorio resultaron ligeramente nida; pero hasta eso se me negó, y aquella misma noche me condujeron
heridos. Al día siguiente, otro cartucho estallo á la puerta de una ofi- á Lyon-
cina de reclutamiento, y se dijo que los anarquistas se proponían volar Elíseo Reclus, avisado por telégrafo, vino al momento, dedicando
la gran estatua de la virgen que se encuentra en uno de los parajes más á mi mujer todos los cuidados y atenciones propias de su hermoso cora-
elevados de Lyon. Se necesita haber vivido en dicha ciudad ó en sus ron; otros amigos vinieron de Ginebra, y aunque el acto fúnebre f u é
alrededores para poder formarse idea de lo apoderado que está toda- completamente civil, lo que constituía una novedad en tan pequeña
vía del pueblo y las escuelas el clero católico, y comprender el odio población, la mitad de sus habitantes concurrió al entierro, para demos-
que á éste le profesa el elemento masculino de la población. trar así á mi mujer que los sentimientos de las clases desheredadas y
En tal situación, las clases conservadoras fueron presa de terrible los sencillos campesinos de Saboya estaban con nosotros y no con sus
pánico; unos sesenta anarquistas — todos trabajadores y sólo un miem- dominadores. Durante el curso de mi proceso, los agricultores acostum-
bro de la clase media, llamado Emilio Gautier, que se hallaba en una braban á bajar de los pueblos de la sierra á la ciudad en busca de pe-
excursión de propaganda en la provincia — fueron detenidos. La prensa riódicos y á enterarse del estado de la causa.
de la localidad tomó á su cargo al mismo tiempo el incitar al gobierno Otro incidente que me impresionó mucho fué la llegada á Lyon
á que me prendiera, presentándome como el jefe de la agitación, que de un amigo de Inglaterra, quien venía en representación de una per-
había, venido expresamente de Inglaterra para dirigir el movimiento. sona muy conocida y estimada en el mundo político inglés, y en cuya
Con ese motivo, numerosos espías rusos volvieron á pulular por nuestro familia pasé muchas horas felices en Londres, en el 82. Era portador
pueblecito. Casi diariamente recibía cartas, escritas indudablemente de una cantidad importante, destinada á proporcionarme la libertad
por los esbirros de la policía internacional, haciendo mención de algún bajo fianza, manifestándome al mismo tiempo, en nombre de aquél,
proyecto de atentado por medio de la dinamita, ó anunciándome miste- que no debía preocuparme más que de salir de Francia inmediatamente.
riosamente la remesa de una fuerte partida de ella consignada á mi Haciendo uso, sin duda, de algún procedimiento misterioso, consiguió
nombre. Formé una completa colección de dichas cartas, poniendo á hablar libremente conmigo — no en la jaula de dobles rejas en que me
cada una un epígrafe « Policía Internacional »>, llevándoselas la francesa colocaban para comunicar con mi mujer —, afectándose él bastante
al hacer un registro en mi casa; pero no se atrevieron á presentarlas por mi negativa á aceptar tal ofrecimiento, así como yo lo fui también
en la Audiencia, ni me las devolvieron jamás. por aquella prueba de amistad emanada de una persona á quien, al par
Y no sólo reconocieron todas las habitaciones, sino que hasta mi que á su excelente esposa, yo había aprendido en tan alto grado á apreciar.
mujer, que iba á Ginebra, fué arrestada en la estación de Thonon y re- El gobierno francés deseaba hacer de aquello uno de esos gran-
gistrada; pero, como es natural, nada se encontró que pudiera com- des procesos que producen una fuerte impresión en el país; pero no
prometerme, ni á los demás tampoco. había medio de envolver á los anarquistas presos en la causa de las
Transcurrieron diez días, durante los cuales quedé en completa explosiones, pues hubiera sido necesario concluir por llevarlos ante
libertad para irme cuando quisiera. Recibiendo en ese espacio de tiempo un jurado que, probablemente, nos habría absuelto, y, en su consecuen-
una multitud de cartas aconsejándome la marcha; una de ellas de un cia, aquél adoptó la maquiavélica política de perseguirnos por haber
amigo ruso desconocido, tal vez algún miembro del Cuerpo diplomá- pertenecido á la Asociación Internacional de Trabajadores.
Hay en Francia una ley, votada inmediatamente después de la
cubrir los gastos de su existencia, extremadamente modesta, y mandar
caída de la Commune, por la cual se puede hacer comparecer á cual- algunos francos á su anciana madre, que se hallaba en el campo, pasaba
quiera ante un juez de instrucción, por haber pertenecido á dicha socie- horas enteras escribiendo cartas, en las que desarrollaba los principios
dad. El máximo de la pena es de cinco años, y el gobierno tiene siempre teóricos del anarquismo con admirable buen sentido é inteligencia. E n
la seguridad de que el tribunal ordinario le dejará complacido. la actualidad es un escritor muy conocido en Francia, y generalmente
La vista de la causa empezó en los primeros días de Enero del respetado por la integridad de su carácter. Desgraciadamente, en aquel
83 y duró unos quince. La acusación fué, en verdad, ridicula, porque tiempo solía llenar tres ó cuatro pliegos de papel sin poner ni una
nadie ignoraba que ninguno de los trabajadores de Lyon había jamás coma ni un punto, lo que dió motivo á que yo le escribiera una larga
pertenecido á la Internacional, y fracasó por completo, según puede carta, en la cual le explicaba de qué modo el pensamiento escrito se
verse por el siguiente episodio: El único testigo de cargo era el jefe de subdivide en sentencias, cláusulas y frases, debiendo cada una de ellas
la policía secreta de la ciudad, hcmbre de edad á quien se trataba en terminar con el signo ortográfico correspondiente; en suma, le di una
la Audiencia con gran respeto- Su informe, justo es decirlo, fué muy pequeña lección sobre los elementos de puntuación, manifestándole lo
imparcial respecto á los hechos- Los anarquistas, según él, se habían mucho que ganarían sus escritos si adoptara tan sencillo plan.
hecho los dueños de la situación, imposibilitando la celebración de mi-
tins oportunistas, porque al defender en ellos el comunismo y el anar- Esta carta fué leída ante el tribunal por el fiscal, quién la aderezó
quismo, se apoderaban del auditorio. Viendo que hasta aquí se había con los más patéticos comentarios: « Ya habéis oído, señores, esta carta
expresado correctamente, me aventuré á hacerle una pregunta: « ¿Oyó — dijo dirigiéndose á los magistrados —; la habéis escuchado. A primera
usted hablar alguna vez de la Asociación Internacional de Trabaja- vista no contiene nada de particular; se trata sólo de dar una lección
dores en Lyon? » de gramática á un trabajador... Pero — y aquí su voz vibró con acentos
de profunda emoción — no con objeto de ayudar á un pobre obrero
« Nunca », contestó con tristeza- á adquirir la instrucción que él, debido probablemente á la pereza,
« Cuando volví del congreso de Londres, del 81, é hice cuanto pude no recibió en la escuela; no para ayudarle á ganarse la vida honrada-
por reconstituir la Internacional en Francia, ¿obtuve algún resultado? >> mente. ¡No!, señores; le escribió con objeto de hacerle odiosas nuestras
« No: la encontraban poco revolucionaria »• grandes y hermosas instituciones, con el propósito deliberado de infil-
« Gracias — le contesté, y volviéndome hacia el fiscal, agregué: t r a r así en él el veneno del anarquismo, con el único fin de hacer de él
— ¡He ahí toda vuestra acusación destruida por vuestro mismo testigo! » un enemigo más terrible todavía de la sociedad. ¡Maldito día en que
Pero, á pesar de ello, todos fuimos condenados por haber perte- Kropotkin puso la planta sobre el suelo francés! »
necido á la Internacional. A cuatro de nosotros se nos impuso el má- Por más que hicimos, todo el tiempo que duró el discurso no pu-
ximo de la sentencia, esto es, cinco años de prisión y dos mil pesetas dimos dejar de reír como criaturas; los jueces lo miraban como para
de multa, y á los restantes, de cuatro años á uno. Durante la vista nada decirle con la vista1" que traspasaba los límites de su misión; pero él
se intentó probar respecto á la Internacional; nadie se acordó de ella; no se daba cuenta de nada, y dejándose arrebatar por su elocuencia,
sólo nos dijeron que habláramos sobre el anarquismo, lo que hicimos continuó perorando, cada vez con aspecto más teatral y más cómica
cumplidamente- De las explosiones no se dijo ni una palabra, y cuando entonación. Realmente hizo todo lo posible por mostrarse digno de una
dos ó tres compañeros de la localidad quisieron aclarar este punto, se recompensa del gobierno ruso.
les contestó con rudeza que no era por eso por lo que estaban proce-
sados, sino por haber formado parte de la Internacional (á la que sólo Poco después de pronunciado el fallo, el presidente del tribunal
yo pertenecía). fué ascendido; y en cuanto al fiscal y uno de los magistrados — aun-
que parezca increíble —, el gobierno ruso les ofreció la cruz de Santa
En ta'es casos nunca falta algún incidente cómico, y esta vez fué Ana, y la república les permitió que la aceptaran. La famosa alianza
reemplazado per una carta mía. No se encontraba nada sobre qué ba- rusa tuvo, pues, su origen en el proceso de Lyon.
sar la acusación; se habían hecho multitud de registros en las casas de
En él se pronunciaron brillantes discursos anarquistas, de los que
los anarquistas franceses, pero no encontraron más que dos cartas mías,
se ocupó toda la prensa, por oradores tan notables como el obrero Ber-
de las que la acusación trató de sacar el mejor partido posible. Una de
nard y Emilio Gautier, mientras los demás acusados se presentaron en
ellas estaba escrita á un trabajador que se hallaba desanimado, y yo
actitud resuelta, propagando nuestras doctrinas durante quince días,
le hablaba de la gran época en que vivimos, los grandes cambios que
lo que contribuyó poderosamente á desvanecer el falso concepto que
se aproximaban, el nacimiento y desarrollo de las nuevas ideas, y otras
existía en Francia respecto al anarquismo, y á dar más impulso al so-
cosas por el estilo. La epístola no era larga, y el fiscal no pudo sacar de
cialismo en otras naciones.
ella gran provecho. La otra tenía doce carillas; iba dirigida á otro amigo
francés, un joven zapatero que se buscaba la vida trabajando en su casa, Respecto á las condenas, se hallaban tan poco justificadas por
teniendo á la izquierda, generalmente, un pequeño anafre de hierro, los autos, que la prensa francesa — exceptuando los órganos oficiales
en el que él mismo se hacía su comida, y á su derecha un banquito, so- — criticó acerbamente á los magistrados. Hasta el moderado Journal
bre el cual escribía extensas cartas á los compañeros sin levantarse des Economistes censuró el veridicto, que « nada en la vista de la causa
de su asiento. Después de haber concluido la tarea que necesitaba para podía hacer prever >>. La lucha entre el acusador y nosotros, fué un
triunfo que alcanzamos ante la opinión pública.
Inmediatamente después se presentó á la cámara una proposición mente: ¿Quién es el mayor criminal; esta criatura ó el juez que condena
de amnistía que obtuvo sobre unos cien votos en su favor, repitién- anualmente centenares de adolescentes á tal destino? No tengo incon-
dose lo mismo todcs los años, adelantando siempre y ganando terreno, veniente en admitir que el crimen del juez es inconsciente; ¿pero acaso
hasta que, al fin, fuimos libertados. los crímenes por que van á presidio las gentes son t a n conscientes como
se supone?
XIII. Había otro punto que pude, desde luego, apreciar desde la primera
semana de mi encierro, pero que, por algo inconcebible, ha pasado in-
La vista de la causa terminó, pero yo continué dos meses más en advertido, tanto para el juez como para el escritor criminalista, y es
la prisión de Lyon; la mayoría de mis compañeros habían interpuesto el siguiente: que la prisión, en un inmenso número de casos, es un castigo
recurso de alzada contra el fallo del tribunal correccional, y fué nece- que se hace sentir más duramente en personas completamente inocen-
sario aguardar el resultado. Cinco nos negábamos á hacer dicha recla- tes que en los mismos condenados á tal pena.
mación, y yo continué trabajando en mi pistóle. Un gran amigo mío Casi todos mis compañeros, que representaban bastante bien el
— Martín, un pañero de Vienne — tomó otra al lado de la mía, y como término medio de la población obrera, tenían mujer é hijo que soste-
y a estábamos condenados, se nos permitía pasear juntos; y si tenía- ner, ó hermana, ó madre anciana que sólo contaban para vivir con su
mos necesidad de comunicarnos alguna cosa en el resto del día, acostum- trabajo. Y ahora, al quedarse abandonadas, todas estas mujeres hacían
brábamos á hacerlo por medio de golpes en el muro, como en Rusia. lo posible por encontrar trabajo, consiguiéndolo algunas, pero ni una
Durante mi residencia en Lyon, empecé á comprender la influen- siquiera logró ganar regularmente ni aun una peseta y media al día.
cia terriblemente desmoralizadora de las prisiones sobre los presos, lo Nueve y con frecuencia siete y media á la semana, era todo lo que
que me hizo más adelante condenar incondicionalmente toda la insti- podían alcanzar para mantenerse ellas y sus hijos, lo cual representa,
tución. como es natural, alimentación insuficiente, privaciones de todo género,
La cárcel de Lyon es un edificio moderno, construido en forma quebrantamiento de la salud, debilidad del entendimiento y disminu-
de estrella, según el sistema celular. El espacio entre los rayos de aqué- ción de la energía y la voluntad. Pude, pues, apreciar ciertamente
lla está ocupado por pequeños patios asfaltados, y cuando el tiempo que lo que se hace en nuestras Audiencias no es más, en realidad, que
lo permite, se sacan los presos á trabajar al aire libre. La principal ocu- el condenar á personas completamente inocentes á toda clase de tra-
pación es apalear capullos para obtener borra de seda. También traen bajos, en la mayoría de los casos más duros todavía que aquellos á
á estos patios, á horas determinadas, una multitud de infelices niños, que el hombre mismo ha sido sometido.
flacos, enervados y mal alimentados — la sombra de lo que deben ser
La ficción consiste en hacer creer que la ley castiga al hombre im-
los niños —, á los que contemplaba yo á menudo desde mi ventana.
poniéndole una diversidad de trabajos degradantes, morales y físicos.
La anemia se hallaba claramente escrita en todos sus pequeños rostros
Pero la naturaleza humana es de tal índole, que por duras que sean
y de manifiesto en sus demacrados y temblorosos cuerpos; y, sin em-
las penalidades á que se les destine, se habitúa á ellas gradualmente;
bargo, durante todo el día, lo mismo en los dormitorios que en los patios,
si no puede modificarlas, las acepta, y después de un tiempo determinado,
en plena luz del sol, continuaban sus prácticas debilitantes.
concluye por conformarse con ellas, como hace con una enfermedad
¿Qué será de ellos después de haber pasado por esa escuela y salgan crónica, y no darle importancia. Pero, en tanto dura su prisión, ¿cuál
con su salud arruinada, su voluntad aniquilada y su energía deprimida? es la suerte de su mujer é hijos, ó de los otros seres inocentes que depen-
La anemia, con su limitado vigor, su falta de voluntad para el trabajo, dían de su ayuda? Esas personas han sido más cruelmente castigadas
su debilitada inteligencia y su pervertida imaginación, es mucho más que él mismo. Y en nuestro modo rutinario de pensar, ninguno refle-
responsable de los crímenes que la plétora, y este terrible enemigo de xiona jamás sobre la inmensa injusticia que de ese modo se comete.
la raza humana es precisamente lo que se amamanta en las prisiones. Si yo he podido apreciarla, lo debo únicamente á la experiencia.
¡Y la enseñanza que esas criaturas reciben en aquel medio am-
biente! El aislamiento mismo, aunque pudiera rigurosamente llevarse *
* *
á la práctica, que no es posible, no bastaría á evitarlo; la atmósfera de
toda prisión es una de glorificación de esa especie de juego en <s saltos A mediados de Marzo del 83, veintidós de nosotros, que habíamos
de habilidad », que constituye la verdadera esencia del robo, la estafa sido condenados á más de un año de cárcel, fuimos trasladados con
y toda clase de hechos igualmente antisociales. Generaciones enteras gran reserva á la prisión central de Clairvaux, la cual, en otro tiempo,
de futuros criminales son convertidos en estos pudrideros que el Estado había sido una abadía de San Bernardo, de la que la gran Revolución
sostiene y tolera la sociedad, únicamente por no querer oír hablar de sus hizo un asilo para los pobres. Más tarde vino á convertirse en casa de
propios males y analizarlos. « El que es preso en la infancia, lo será corrección, nombre que, t a n t o los presos como los mismos empleados,
mientras viva », es lo que después oí á todos los interesados en asun- la cambiaron, y con razón, con el nombre de « casa de corrupción >>.
tes criminales. Y cuando veía á esos niños y me hice cargo del porve-
nir que les aguardaba, no podía por menos de preguntarme continua- Mientras permanecimos en Lyon, se nos trató según se acostum-
bra á hacer en Francia con los que sufren prisión preventiva; esto es,
se nos permitía usar nuestros vestidos, traer nuestra comida y alqui-
lar por algunos francos al mes una celda mayor, á la que se da el nom- burne se hallaban entre los firmantes, en tanto que Víctor Hugo puso
bre de «pistola ». De todo lo cual me aproveché, á fin de adelantar en con su firma algunas sentidas palabras. En fin, puede decirse que la
mis trabajos para la Enciclopedia Británica y el Siglo XIX. Respecto opinión pública en Francia recibió nuestra condena con desagrado; y
al modo como nos tratarían en Clairvaux, nada sabíamos. En Francia, cuando mi mujer mencionó en París que me hacían falta libros, la
sin embargo, se cree generalmente que, tratándose de presos políticos, Academia de Ciencias ofreció su biblioteca, y Ernesto Renán, en una
la pérdida de la libertad y la forzosa inacción son por sí mismas tan pe- carta afectuosa, ponía también la suya á nuestra disposición.
nosas, que no hay necesidad de agravarlas con molestias adicionales. Teníamos un pequeño huerto en donde podíamos jugar á los bolos,
Por cuyo motivo se nos dijo que seguiríamos bajo el mismo régimen y en el que pronto logramos cultivar un estrecho espacio á lo largo del
á que habíamos sido sometidos en Lyon. Tendríamos alojamiento se- muro del edificio, en el cual, en una superficie de ochenta metros cua-
parado, conservaríamos nuestros trajes, no se nos impondría ninguna drados, cogimos una cantidad increíble de lechugas y rábanos, así como
clase de trabajo y no se nos impediría el fumar. algunas flores. Como era natural, desde el primer momento se organi-
« Aquellos de vosotros — dijo el gobernador — que deseen ganar zaron clases, y durante los tres años que permanecimos en Clairvaux,
algo con un trabajo manual, podrán hacerlo en el taller de costura ó en di á mis compañeros lecciones en cosmografía, geometría y física, ayu-
el de grabar en nácar. Estas faenas están mal retribuidas; pero no será dándoles también en el estudio de idiomas. Casi todos aprendieron,
posible ocuparos en los demás talleres, como el de camas de hierro, por lo menos uno, inglés, alemán, italiano ó español y algunos hasta
marcos dorados y otros, porque eso exigiría que estuviéseis alojados dos, adquiriendo igualmente conocimientos en algo de encuademación,
con los demás presos ». Como á éstos, también se nos permitió comprar cosa que aprendimos en uno de los excelentes libritos de la Enciclope-
en la cantina algún alimento adicional y un cuartillo de vino diaria- dia Roret.
mente, siendo todo barato y de buena calidad. Al terminar el primer año, sin embargo, volvió de nuevo á resentirse
La primera impresión que me produjo Clairvaux fué muy favo- mi salud. Clairvaux está edificado sobre terrenos pantanosos, donde
rable. Se nos había encerrado, y estuvimos viajando casi todo el día, la malaria es endémica, y ésta y el escorbuto se apoderaron de mí. En-
desde las dos ó las tres de la mañana, en uno de esos pequeños departa- tonces mi esposa, que hacía sus estudios en París, trabajando en el
mentos en que, por lo general, están divididos los coches celulares desti- laboratorio Würtz, y preparándose para el examen del grado de doctor
nados á los presos. en Ciencias, lo abandonó todo y se vino á la pequeña aldea de Clairvaux,
Cuando llegamos á la prisión central, se nos condujo temporal- que se componía de menos de una docena de casas agrupadas al pie
mente á la parte dedicada á penal, y fuimos colocados en celdas extre- del muro inmensamente elevado que rodeaba la prisión.
madamente limpias. A pesar de lo avanzado de la hora, se nos sirvió | Inútil es decir que su existencia en semejante paraje con el refe-
un rancho caliente, sencillo, pero de buena calidad, permitiéndosenos rido muro á la vista, no tenía nada de halagüeña; pero no por eso dejó
el tomar cada uno medio cuartillo de vin du pays, que no era malo y se de permanecer allí hasta mi salida. Durante el primer año, sólo le per-
vendía en la cantina al reducido precio de veinticuatro céntimos el li- mitían verme una vez cada dos meses, y esto en presencia de un ca-
tro. Tratándonos, tanto el director como los demás empleados, con pataz sentado entre ambos; mas cuando se estableció definitivamente
extremada cortesía. allí, declarando su firme propósito de permanecer en aquel lugar, pronto
la permitieron que me viera diariamente en una de las casitas que hay
Al día siguiente, el gobernador de la prisión me llevó á enseñarme ya dentro de murallas, en la que había siempre un vigilante de servicio,
el local donde pensaba colocarnos, y yo observé que me parecía bien, y á donde me traía la comida de la posada donde estaba parando. Más
pero que las habitaciones eran demasiado pequeñas para tanta gente adelante hasta nos permitieron dar una vuelta por el jardín del gober-
— éramos veintidós —, y tal aglomeración pudiera afectar á la salud; nador, vigilados, por supuesto, de cerca, reuniéndose algunas VvCes
nos dió otras, situadas en lo que había sido en otro tiempo la casa del á nosotros en el paseo uno de mis compañeros.
prior de la abadía y ahora estaba convertida en hospital. Nuestras ven-
tanas daban á un pequeño jardín, y desde ellas se contemplaba una ex- f> y Mucho me sorprendió el descubrir que la prisión central de Clair-
tensa campiña. En otra habitación del mismo edificio, el viejo Blanqui vaux tenía todo el aspecto de una pequeña población manufacturera,
pasó los últimos tres ó cuatro años de su prisión. Antes de eso había rodeada de huertos y campos sembrados de trigo, todo dentro del muro
estado confinado en una celda de la casa celular. exterior.
De este modo obtuvimos tres locales espaciosos, y además otro La verdad es que, si en una prisión central francesa los confinados
más pequeño, en donde nos colocaron á Gautier y á mí, á fin de que están tal vez más á merced del director y demás empleados de lo que
pudiéramos continuar nuestros trabajos literarios. Este último favor parece se hallan en las inglesas, ti trato de los presos es más humano
fué debido, probablemente, á la intervención de un respetable número que el de los establecimientos correspondiente« al otro lado del Canal.
de hombres de ciencia ingleses, que, desde el momento en que fui con- El sistema vengativo de la Edad Media, que aún subsiste en las
denado, firmaron una exposición pidiendo mi libertad. Muchos cola- prisiones inglesas, hace tiempo se ha abandonado en Francia. El preso
boradores de la Enciclopedia Británica como Heriberto Spencer y Smin- no se ve obligado á dormir sobie una tarima ó tener un colchón en mo-
mentos determinados; el día que ingresa en la prisión le dan una cama
decente, que conserva el tiempo que dure su condena. No se ve obli- juventud; otros en la edad adulta. Pero « quien ha estado una vez preso,
gado á hacer un trabajo degradante, tales como el de mover una ca- siempre vivirá en la prisión »; tal es el dicho derivado de la experiencia.
landria ó coger estopa, sino que, por el contrario, se le emplea en un tra- Y una vez llegado ó pasado de la edad de sesenta, saben que allí han
bajo útil y de ahí que la prisión tenga el aspecto, como ya he dicho, de terminar sus días. A fin de llegar á este resultado cuanto antes, la
de una poblacion industrial, donde se hacen utensilios en hierro, marcos administiación del penal acostumbraba á mandarlos al taller donde
de cuadros, espejos, medidas métricas, terciopelo, hilo, corsés de se- se tejían escarpines de fieltro hechos de todas clases de desperdicios
ñoras, objetos de nácar, zapatos de madera y otras cosas por el estilo de lana, siendo el continuo polvo del taller la causa determinante de la
por casi los mil seiscientos hombres que están allí encerrados consunción que había de poner término á sus padecimientos; después
Ademas, aunque el castigo por insubordinación es muy cruel, no de lo cual, cuatro compañeros de prisión llevaban al pobre viejo á la fosa
hay, al menos nada de los azotes que aún se aplican en las prisiones común, siendo el guardián del cementerio y su perro negro los dos úni-
inglesas. Tal castigo sería absolutamente imposible en Francia Con- cos seres que acompañaban su cadáver; y mientras el capellán de la pri-
siderada en su conjunto, la prisión de que nos venimos ocupando puede sión marchaba á la cabeza del fúnebre cortejo, recitando mecánica-
clasificarse entre los mejores establecimientos penales de Europa Y mente sus oraciones y mirando distraídamente á los nogales ó higueras
con todo eso, los resultado? obtenidos en Clairvaux son tan malos como del camino, y los cuatro cargadores disfrutaban de la momentánea
los alcanzados en cualquiera de las prisiones del antiguo sistema. « Ahora libertad que dicho acontecimiento les proporcionaba, sólo el perro ne-
esca de moda el decir que los corrigendos se mejoran — me dijo una gro era el único afectado por la solemnidad de la ceremonia.
vez uno de los individuos pertenecientes á la administración pero
eso no es mas que una majadería, y jamás me inducirán á propagar
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mentira semejante.
Cuando se efectuó en Francia la reforma de las prisiones centrales,
se creyó que el principio de absoluto silencio hubiera podido mante-
nerse en ellas pero es tan contrario á la naturaleza humana, que, por
La farmacia d i la prisión se hallaba bajo las habitaciones que no- más que se ha hecho, no ha sido posible conservarlo.
sotros ocupábamos, y algunas veces tuvimos relaciones con los presos Al observador externo la prisión le parece casi muda; pero, en rea-
que en ella se ocupaban. Uno de ellos era un hombre de cabellos grises lidad, la vida se desarrolla allí con t a n t a intensidad como en cualquier
ya en los cincuenta, que cumplió estando nosotros allí. Impresionaba población de sus dimensiones. A media voz, al oído, por medio de pala-
oírle antes de partir de la prisión; sabía que antes de algunos meses, ó bras sueltas deslizadas á la carrera, y en una tira de papel, toda noticia
semanas tal vez, estaría de vuelta, y le pidió al doctor $ue le guardara de algún interés recorría inmediatamente el penal. Nada puede ocurrir
el destino que tema en la farmacia. No eia esta su primer visita á Clair- entre los presos mismos ó en la puerta del edificio destinada á los em-
vaux y el sabia que tampoco sería la última. Al recobrar la libertad pleados. ó en la aldea que da nombre al establecimiento, o en el dila-
no tenia á nadie en el mundo con quien pod„r ir á pasar la vejez. « ¿Quién tado mundo de la política parisiense, que no se comunique en el acto
e d por todos los dormitorios, talleres y celdas. Los franceses son dema-
T m e t r a b a j ° ? ~ deCÍa ~ ¿Y o fi cio tengo yo? siado comunicativos para permitir que su telégrafo subterráneo pueda
jNinguno! Cuando salga no tendré más remedio que ir á buscar á mis estar inactivo.
antiguos companeros; ellos, por lo menos, me recibirán bien Después
al tomar un vaso de más en su compañía y hablar con calor de algún No teníamos contacto con los otros presos, y, sin embargo, sabía-
« nuevo golpe », en parte debido á la debilidad de carácter y en parte mos todas las noticias del día: « Juan, el jardinero, vuelve con dos años.
al deseo de complacer á los amigos, concluiría por entrar en el nego- La mujer de tal capataz ha tenido una gran pelotera con la del vigilante
cio y volvería a caer una vez más, como ya le ha ocurrido antes en otras Fulano. Diego, el que está en el calabozo, ha sido sorprendido escri-
vanas durante su vida. Dos meses pasaron, sin embargo, desde que biendo una carta á Juan, el del taller de marcos. El animal de Fulano
salió, y aun no había vuelto á Clairvaux, por lo que, tanto los presos ya no es ministro de Justicia; ha caído el ministerio o, y otras cosas
como ¿os mismos empleados, empezaron á preocuparse de su suerte. por el estilo; y cuando se dice que « Perico ha cambiado dos camisetas
< ¿be habra trasladado a otro distrito judicial, cuando no ha vuelto? de franela por dos cajetillas de tabaco ->, esto da la vuelta á la prisión
Hay que esperar que no se haya metido en un negocio más hondo - en un momento.
solían decir aludiendo á algo más que robo Sería una desgracia; E n una ocasión, un abogadillo que estaba preso, deseaba remi-
era un hombre tan bueno y tan pacífico ». Pero pronto llegó á saberse tirme una nota, á fin de que suplicara á mi mujer, que vivía en la,al dea,
que a primera suposición era la verdadera; vinieron noticias de otres
que viera de cuándo en cuándo á la suya, que también se encontraba
penales, diciendo que ya estaba en uno de ellos el viejo, quien gestio-
naba su traslado á Clairvaux. H b allí; y fué grande el número de hombres que se interesaron en la trans-
misión del mensaje, el cual tuvo que pasar no sé por cuántas manos
Los ancianos presentaban un cuadro lastimoso. Muchos de ellos antes de llegar á mi. Cuando en un periódico había a'go que nos pudiera
habían empezado a conocer la prisión en la infancia ó en la primera interesar, éste llegaba siempre á nuestro poder envolviendo una pie-
drecita que'pasaba sobre el alto muro..
El estar confinado en una celda no es obstáculo para que haya
Si antes de ingresar por primera vez en la cárcel le molestaba fá-
comunicación. Cuando llegamos á Clairvaux y fuimos primero aloja-
cilmente todo trabajo monótono que no le era dable hacer con propie-
dos en el departamento celular, era grande el frío que allí se sentía en
dad y sentía repulsión hacia toda ocupación mal retribuida, esos senti-
el invierno; tanto, que apenas podía yo escribir, y cuando mi mujer,
mientos se convertirán en odio. Si antes dudaba respecto á la utilidad
que se hallaba entonces en París, recibió mi carta, no reconoció la le-
social de las leyes de moral establecidas, ahora, después de haber lan-
tra. Se dió orden de que las caldearan todo lo posible; pero no había
zado una mirada escrutadora sobre sus defensores oficiales y conocer
manera de conseguirlo. Más tarde se supo que todos los tubos desti-
la opinión de sus compañeros sobre el particular, las abandonará por
nados á la conducción del aire caliente estaban obstruidos con pape-
completo. Y si la causa de su desgracia ha sido un desarrollo morboso
les de todas clases, cortaplumas y una multitud de objetos pequeños
del apasionado carácter sensual de su naturaleza, ahora, después de ha-
que varias generaciones de presos habían ocultado en ellos.
ber pasado un número de años en prisión, este carácter enfermizo se
Mi amigo Martín, de quien ya he hablado en otra ocasión, obtuvo desarrollará aún más, en muchos casos en proporciones aterradoras.
permiso para pasar parte de su tiempo en una celda, lo que prefería En este último concepto — el más peligroso de todos —, la educación
á vivir en una habitación con doce compañeros. Pero, con gran sorpresa, del presidio es tan eficaz como deplorable.
vió que no estaba completamente, ni mucho menos, solo; las paredes
y los ojos de las cerraduras hablaban; al poco tiempo todos los que se En Siberia vi qué clase de antros de inmundicias y semillero de
hallaban en ellas sabían quién era él, y pronto se vió relacionado con ruina moral y física eran las asquerosas cárceles, « no reformadas », y
cuantos moraban en el edificio. Todo un sistema de vida se desenvuelve, ya á la edad de diez y nueve años pensé que, si hubiera menos aglo-
como en una colmena, entre las celdas al parecer aisladas; sólo que meración en los dormitorios, una clasificación especial en los presos
esa vida toma á menudo tal carácter, que la hace pertenecer por com- y se les proporcionara á éstos una ocupación agradable, la institución
pleto al dominio de la psicopatía. El mismo Kraft-Ebbing no tiene podría sensiblemente mejorarse.
idea del aspecto que asume con ciertos presos condenados á vivir en Hoy tengo que desechar semejantes ilusiones; he podido conven-
la soledad. cerme á mí mismo de que, en cuanto á sus efectos sobre el preso y
sus resudados para la sociedad en general, las mejores prisiones « re-
No repetiré aquí lo que he dicho en un libro, En las prisiones Rusas formadas » — sean ó no celulares — son tan malas, ó aún peores, que
y Francesas, que publiqué en Inglaterra en el 86, en el cual t r a t a b a las sucias cárceles antiguas. Ellas no mejoran al preso; por el contra-
de la influencia moral de las prisiones sobre los presos. Hay, sin em- rio, en la inmensa y abrumadora mayoría de casos, ejercen sobre ellos
bargo, una cosa que debe tenerse en cuenta. La población penal se com- los efectos más lamentables. El ladrón, el estafador y el granuja que han
pone de elementos heterogéneos; pero considerando sólo á los que se toma pasado algunos años en un penal, salen de él más dispuestos que nunca
generalmente por « criminales » natos, y de quienes tanto hemos oído para continuar por el m : smo camino, hallándose mejor preparados
hablar últimamente á Lombroso y sus partidarios, lo que más me im- para ello, habiendo aprendido á hacerlo mejor, estando más enconados
presionó respecto á ellos fué que las prisiones, consideradas como re- contra la sociedad y encontrando una justificación más sólida de su
medio contra los actos antisociales, son precisamente las que producen rebeldía contra sus leyes y costumbres, razón por la cual tienen nece-
el efecto contrario. saria é inevitablemente que caer cada vez más hondo en la sima de los
Todos saben que la falta de educación, repugnancia á un trabajo actos antisociales que por primera vez le llevaron ante los jueces.
regular, incapacidad física de hacer un esfuerzo continuado, amor ex-
Lo que el individuo haya de hacer después de cumplido, habrá de
traviado á las aventuras, propensión al juego, falta de energía, una
ser, forzosamente, mayor que lo antes realizado, viéndose condenado
voluntad virgen é indiferencia por la suerte de los demás, son las Cau-
á terminar su vida en una prisión ó en una colonia de trabajos forzados.
sas que llevan á esa clase de gente ante los tribunales. Pues bien, vi
E n el libro á que antes he hecho referencia, digo que las prisiones son
con asombro durante mi prisión, que esos mismos defectos de la natu-
« universidades del crimen, mantenidas por el Estado ». Y ahora, pen-
raleza humana que la cárcel se propone evitar, son los que ella engen-
sando sobre el particular, después de quince años, á la luz de la consi-
dra en sus moradores, y tiene necesidad de hacerlo así, porque es una
guiente experiencia, no puedo por menos que ratificarme en lo que en-
prisión, y los engendrará mientras viva. El confinamiento en una pri-
tonces afirmé.
sión destruye por necesidad la energía del hombre y aniquila su volun-
tad; en la vida del preso no hay modo de ejercitar aquélla; el preten- Personalmente no tengo razón alguna para quejarme de los años
derlo sería seguramente motivo de serios disgustos. La voluntad del que pasé en una prisión francesa. Para un hombre activo é indepen-
que vive en prisión debe matarse y se le mata, quedando menos lugar diente, la limitación de ambas cosas, libertad y actividad, es por sí
aún para el ejercicio de las naturales simpatías, haciéndose hasta lo sola una privación tan grande, que de todas las restantes, de todas las
imaginable por evitar todo contacto con aquéllos, ya sean del interior pequeñas miserias de la vida en prisión, no vale la pena de ocuparse.
ó del exterior, por quienes el preso sienta algún afecto. Física y men- Como es natural, cuando oíamos hablar de la vida política tan ac-
talmente se le hace cada vez menos capaz de un esfuerzo sostenido, tiva que se hacía en Francia, sentíamos doblemente nuestra forzosa
y si ya ha sentido repugnancia por un trabajo regular, ésta irá en au- pasividad- El fin del primer año, particulaimente si el invierno es triste,
mento durante los años de prisión. es siempre penoso para el preso, y al llegar la primavera se siente con
más fuerza que nunca la falta de libertad. Cuando vi desde nuestras
ventanas los prados vistiéndose de verdura y los cerros envueltos en un
Todo esto lo observé, y si antes de mi condena ya yo sabía que la
m a n t o gaseoso, ó al ver correr al tren por el valle hasta perderse entre
las montañas, sentía vivamente grandes ansias de seguirlo y respirar sociedad se equivoca en su actual sistema de castigos, después de dejar
el aire de la selva, ó ser arrastrado por la h u m a n a corriente á u n a po- á Clairvaux conocí que aquél no es sólo malo y erróneo, sino también
pulosa ciudad. Pero el que une su suerte á la de un partido avanzado, sencillamente ridículo, cuando en parte inconsciente y en parte por igno-
debe estar preparado á pasar algunos años en prisión, y no tiene derecho rancia de la realidad, mantiene por su cuenta estas universidades de
á quejarse; comprende que, aun preso, no es por completo una parte inac- corrupción, b a j o la ilusión de que son necesarias como un freno contra
tiva del movimiento que extiende y fortalece las ideas que le son t a n los criminales instintos del hombre.
queridas.
XIV.
E n Lyon, mis compañeros, mi mujer y yo, es indudablemente que
encontramos m u y groseros á los vigilantes y capataces,'pero después
de los primeros rozamientos, todo quedó arreglado. Además, la adminis- Todo revolucionario encuentra en su camino muchos espías y agents
tración del establecimiento sabía que la prensa de París estaba á nues- provocateurs, y á mí me ha tocado también mi parte correspondiente
tro lado, y no querían traer sobre sus cabezas los truenos de Rochefort en el asunto. Todos los gobiernos gastan sumas considerables de dinero
y la punzante crítica de Clémsnceau, freno que, por otra parte, no se en mantener esta clase de reptiles; y, sin embargo, no son peligrosos
necesitaba en Clairvaux, pues pocos mises antes de llegar nosotros, más que para la gente joven. Quien h a y a tenido alguna vez experiencia
todo el personal había sido renovado. No hacía mucho que un preso ha- de la vida y conocimiento de los hombres, pronto se da cuenta de que
bía sido muerto en la celda por los vigilantes, colgando después el ca- h a y algo en torno de tales gentes que da motivo á recelar. Reclutadas
dáver para simular un suicidio; pero esta vez el médico no se hizo soli- ° en el fondo de la sociedad, entre hombres del tipo moral más bajo, con
dario del hecho; el director f u é destituido, y la situación mejoró vis; "r> fijarse en el carácter moral de la persona con quien se tropieza por
blemente en el interior de la prisión. Los recuerdos que conservo de su ^.imera vez, pronto se n o t a en las maneras de estos «soportes de la
jefe, son, por cierto, agradables, y, en suma, mientras estuve allí pensé sociedad» algo chocante que da lugar á hacerse esta interrogación:
más de una vez que los hombres son mejores que las instituciones á ¿Qué h a atraído ese hombre hacia mí? ¿Qué cosa puede tener de común
que pertenecen. Pero, por lo mismo que no tengo agravios personales con nosotros? E n muchos casos esta simple cuestión es suficiente p a r a
que vengar, puedo más libre é incondicionalmente condenar el sistema poner á uno en guardia.
en sí mismo, como resto del obscuro pasado, falso en sus principios y Cuando fui á Ginebra por primera vez, el agente del gobierno ruso
fuente de innumerables males p a r a la sociedad. encargado de espiar á los emigrados era bien conocido de todos nosotros.
Aunque se daba el título de conde, como no tenía lacayos ni c a r r u a j e
Algo más debo mencionar, por tratarse de una cosa que me im-
donde colocar su corona y sus armas, las había hecho bordar en la especie
presionó, tal vez más que el efecto desmoralizador de las prisiones sobre
de m a n t a que cubría su perrito.
los presos. Qué foco de infección es t o d a prisión — y hasta t o d a Au-
diencia, — por su vecindario, por la gente que vive en sus inmedia- Lo veíamos frecuentemente en los cafés, pero nunca le dirigimos
ciones. la palabra; era, en verdad, un «inocente » que sólo se ocupaba en comprar
Si Lombroso, que t a n t o se ha ocupado del « tipo criminal que en los quioscos todo lo que publicaban los refugiados, agregándole pro-
pretende haber descubierto entre los presos, hubiera hecho los mismos bablemente aquellos comentarios que más pudieran agradar á sus jefes.
esfuerzos para conocer la gente que mora en torno de los mencionados Otros varios fueron llegando á dicha ciudad, á medida que el nú-
establecimientos — esbirros, espías, picapleitos, policías secretos, ti- mero de emigrados aumentaba, y, sin embargo, bien fuera de un modo
madores y otros por el estilo, — hubiese tenido probablemente que con- ó de otro, también llegamos á conocerlos.
venir en que su tipo criminal tiene mayor extensión geográfica que Cuando aparecía algún extraño en nuestro orizonte, se le pregun-
las paredes de u n a cárcel. J a m á s vi tal colección de rostros del m á s t a b a con la franqueza propia del nihilista sobre su pasado y su presente,
bajo tipo humano como los que encontré en los alrededores y en el in- descubriéndose bien pronto qué clase de persona era. La franqueza
terior del Palais de Justice, en Lyon, cosa que dentro de los muros de en las relaciones mutuas es indudablemente el mejor medio de establecer
Clairvaux no había hallado. corrientes de armonía entre los hombres; pero en este caso, el valor
de tal procedimiento era innegable. Multitud de personas á quienes
Dickens y Cruikshank han inmortalizado algunos de estos tipos,
ninguno de nosotros había conocido ú oído hablar de ellas en Rusia
los cuales no representan más que un mundo que revolotea alrededor
— absolutamente extrañas á los círculos — vinieron á Ginebra, y muchas
de las Audiencias y difunde su infección en un gran radio en torno suyo,
de ellas á los pocos días, ó tal vez horas, de su llegada, se encontraban
pudiendo decirse otro t a n t o de cada prisión central, como Clairvaux.
amigablemente relacionadas con la colonia de refugiados, lo que por
Es una atmósfera de pequeños robos, estafas y raterías, espionaje y co-
ningún concepto lograron hacer jamás los espías. Estos pueden dar
rrupción de todas clases que, como la mancha de aceite, invade cuanto
nombres de personas conocidas; les es posible proporcionar informes,
le rodea.
algunas veces verdaderos, de su pasado en Rusia; pueden poseer á la
perfección el lenguaje y las maneras del nihilista, pero no asimilarse
Memorias de un revolucionario.-19
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E E esa especie de moral nihilista que ha nacido y se ha desenvuelto en el á este último. Como lo anterior, lo dicho es t a m b i é n verdadero. Mi mujer
H ;L i seno de la juventud rusa, lo que por si solo basta para tenerlos a cierta tenía u n a ligera molestia en un diente y le pedí permiso al encargado
» ' ! " i' distancia de nuestra colonia; los espías pueden imitar todo menos eso. del restaurant para que ella pudiera entrar en su habitación á arreglár-
l i í l Cuando yo t r a b a j a b a con Reclus, había en Clarens uno de ellos, selo. P o r lo que « desaparecimos >>; y como teníamos que atravesar el
de quien todos nos apartábamos. No conocíamos sus antecedentes, pero Canal, me guardé mi sombrero de fieltro en el bolsillo y me encasqueté
comprendíamos que no era de los «nuestros », y mientras mas hacia u n a gorra de pieles, de modo que quedé «disfrazado». En cuanto al mis-
i ; 11 por introducirse entre nosotros, más sospechoso se nos hacia. Jamas terioso cura, allí estaba, en efecto. No era ruso; pero eso no tiene impor-
le había dirigido la palabra, lo que no era obstáculo p a r a que él procu- tancia, pues la verdad es que vestía el t r a j e de la iglesia griega. Lo en-
r '•! I rara relacionarse conmigo. Viendo que no podía hacerlo por los medios contré delante del mostrador, y pidiendo algo que nadie comprendía.
l i l i usuales, empezó á escribirme cartas, dando citas misteriosas p a r a t r a t a r « A gua, agua », repetía en un tono angustioso: « Dad al señor un vaso
de asuntos reservados en el bosque ú otro sitio parecido. de agua», dije á un camarero, por cuyo motivo, el cura, admirado de mis
Por divertirme, acepté una vez su invitación y f u i al lugar señalado, extraordinarios conocimientos lingüísticos, empezó á congratularme por
haber intervenido en su favor, con u n a efusión verdaderamente oriental.
E iin
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acompañado de un buen amigo que me seguía á cierta distancia; pero el
hombre, que probablemente tendría su correspondiente colega, debió Mi esposa se compadeció de él y le habló en varios idiomas, pero nin-
guno de ellos entendía; al fin se logró averiguar que conocía algunas pa-
III notar que yo no estaba solo y no pareció. Así me ahorré el placer de
labras de u n a de las lenguas eslavas del Sur, y pudimos sacar en claro
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cambiar con él ni una sola palabra; además, t r a b a j a b a t a n t o entonces,
que hasta los minutos los tenía distribuidos entre la Geografía y Le que era griego y quería ir á la e m b a j a d a turca en Londres, manifestán-
i l !
1
Révolté, sin ocuparme de otra cosa, y, sin embargo, más tarde supimos dole nosotros que también íbamos á dicha capital y que podía venir
en nuestra compañía.
¡II que el t a l sujeto acostumbraba á enviar á la Sección Tercera informes
detallados respecto á las supuestas conversaciones que había tenido La parte más divertida de esta historia f u é que, casualmente, le
conmigo, lo que en ellas me permití confiarle y el terrible complot que yo pude proporcionar la dirección de la e m b a j a d a turca, aun antes de haber
preparaba en San Petersburgo contra la v i d a del zar, todo lo cual se llegado á Charing Cross, pues en una de las paradas que hizo el tren, dos
t o m a b a como moneda corriente en dicha capital y en Italia también. señoras, m u y elegantes, entraron en nuestro ya bien lleno departamento
Un día que detuvieron á Cafiero en Suiza, le enseñaron formidables de tercera, cada una con un periódico en la mano. U n a era inglesa y la
informes de espías italianos, quienes prevenían á su gobierno que Ca- otra, u n a mujer hermosa que hablaba bien francés, pretendía también
ñero y yo, cargados de bombas, íbamos á entrar en Italia. Cuando la serlo. E s t a última, apenas habíamos cambiado algunas palabras, me dijo
verdad era que jamás había e s t a d o yo_en_esej>aís_ni tenido intención à brûle pourpoint: « ¿Qué pensáis del conde Ignatieff?», é inmediatamente
de visitarlo. después: «¿Vais á m a t a r pronto al nuevo zar?» Estas dos preguntas
me pusieron al corriente respecto á su profesión; pero, pensando en mi
r*** cura, le dije: « ¿Sabéis la dirección de la e m b a j a d a turca? » «Calle tal,
número tal », me dijo en el acto, como u n a niña en la academia. « ¿Po-
dríais tal vez darnos igualmente la de la e m b a j a d a rusa? » — le pregunté,
E n cuanto á los hechos, sin embargo,"no siempre'los espías hacen
y habiéndomela comunicado con la misma prontitud, puse ambas en
castillos en el aire; á menudo refieren cosas verdaderas, pero todo depende
conocimiento del sacerdote.
del modo de decirlas. Cierta vez pasamos un rato divertido al conocer
u n a reseña dirigida al gobierno francés por un espía del país, que nos Cuando llegamos al término de la jornada, la señora estaba t a n
siguió á mi esposa y á mí, cuando viajábamos en el 81 de París á Londres. deseosa de ocuparse de mi equipaje, que hasta intentó llevar ella misma
m El individuo, haciendo un doble juego, como ocurre con frecuencia, un voluminoso paquete con sus manos enguantadas, por lo que, al fin,
vendió su t r a b a j o á Rochefort, quien lo publicó en su diario. Cuanto decía me vi obligado á decirle, con gran sorpresa suya: « Basta ya; las señoras
el espía era correcto; ¡pero qué modo de contarlo! no llevan el equipaje á los hombres. Podéis marcharos ».
Por ejemplo, escribía: « Tomé el departamento inmediato al ocupado s, Pero volvamos al verídico espía francés. « Se b a j ó en Charing Cross
por Kropotkin y su mujer — era verdad que estaba allí; nos apercibimos — continuó diciendo —, pero durante más de media hora después de la
de ello porque desde el primer momento procuró llamar nuestra atención llegada del t r e n no abandonó la estación hasta tener la seguridad de
con su cara sucia y repulsiva —, hablaron ruso t o d o el viaje, á fin de que todos los demás se habían marchado. Yo, mientras tanto, permanecí
no ser comprendidos por los pasajeros — también esto es cierto; ha- oculto tras u n a columna. Cuando vieron que y a no quedaba nadie en
blamos, como siempre, ruso —. Al llegar á Calais, ambos tomaron un el andén, ambos corrieron á t o m a r un coche; pero yo hice otro tanto, sin
caldo — lo cual es igualmente exacto, le tomamos; pero aquí empieza embargo, y pude oír la dirección que el cochero dió á la salida al policía:
la parte fantástica del viaje. — Después de esto desaparecieron brusca- 12, calle de tal, y seguí t r a s ellos velozmente, no encontrando vehículo
mente, y f u é en v a n o que los buscara por todas partes. Cuando se vol- alguno hasta la plaza de Trafalgar, donde lo tomé, continuando la per-
vieron á presentar, él venía disfrazado y seguido de un cura ruso, que secución hasta verlos descender en la dirección indicada».
ya no se separó de él hasta que llegaron á Londres, donde perdí de vista Todos los hechos que aquí se relatan son exactos, lo mismo la di-
* * *

rección que todo lo demás; pero qué misterioso aparece. Yo había pre- Ya sea de un modo ú otro, estas gentes siempre se dan á conocer.
venido á un amigo ruso mi llegada; mas aquella mañana la niebla era Estando en Londres, en el 81, recibimos una mañana brumosa la visita
muy densa y él se quedó dormido. Lo estuvimos esperando media hora, de dos rusos; conocía á uno de ellos de nombre, pero no al otro, á quien
y después, dejando allí nuestras maletas, nos dirigimos en carruaje éste recomendaba como su amigo. Y según dijeron, el último se había
á su domicilio. ofrecido á acompañar al primero á una visita de varios días á Londres.
a En la referida casa permanecieron con las cortinas echadas hasta Como su introductor había sido un amigo, no me inspiró la menor sos-
las dos de la tarde, á cuya hora salió un hombre alto, que volvió una pecha; pero como estaba muy ocupado aquel día, encargué á un amigo
hora después con el equipaje •>. Hasta la observación respecto á las cor- que vivía allí cerca que les tomara habitaciones y los acompañara á ver
tinas era correcta; tuvimos que encender el gas á causa de la niebla, Londres. Y como mi mujer no había visto tampcco la capital, fué con
y corrimos aquéllas para librarnos del desagradable espectáculo que ofre- ellos; mas al volver á la noche, me dijo: « Ese hombre no me gusta nada;
cía una callejuela de Islington invadida por la neblina. mucho oj o con él ». « ¿ Pero por qué ? ¿ Qué ha ocurrido ? >> — le pregunté —.
« Nada, absolutamente nada — me replicó —; pero por el modo de tratar
Cuando estaba trabajando con Elíseo Reclus en Clarens, acostum- al camarero en el café y en la manera de andar con el dinero, vi, desde
braba á ir á Ginebra á presenciar la tirada de Le Révollé, y un día, al luego, que no era de los nuestros, y no siéndolo, ¿á qué viene en busca
llegar á la imprenta, me dijeron que un caballero ruso deseaba hablarme. nuestra? » Creyendo tanto en lo justo de sus sospechas, que, sin dejar
Ya lo había hecho con mis amigos, y les indicó que venía con propósito de cumplir sus deberes en cuanto á la hospitalidad, se manejó de tal
de inducirme á publicar en Rusia un periódico de la índole del nuestro, modo que no lo dejó solo en mi estudio ni una vez siquiera. En nuestra
ofreciendo para tal fin todo el dinero necesario. Fui á encontrarlo en un conversación con él se mostró á tan bajo nivel moral, que hasta aver-
café,' donde me dió un apellido alemán: el de Tohnlehm, diciéndome gonzó á su compañero, y al pedir más antecedentes suyos, la explicación
que era natural de las provincias del Báltico, jactándose de poseer una que dieron ambos no tuvo nada de satisfactoria. Lo que dió lugar á
gran fortuna invertida en ciertos estados y empresas industriales, ha- que los dos estuviéramos en guardia; por último, á los dos días se fueron
llándose muy disgustado con el gobierno ruso por su proyecto de rusia- de Londres, y quince días después recibí carta de mi amigo, llena de
nización. La impresión que en general me produjo fué, hasta cierto punto, excusas por haber presentado á un joven que, según había descubierto
indeterminada; así que, mis amigos insistían en que aceptara su ofreci- en París, era un espía al servicio de la embajada rusa. Esto me hizo
miento; pero su aspecto, sin embargo, dejaba algo que desear. fijar la vista en una lista de agentes de la policía secreta rusa que pres-
Del café me llevó á sus habitaciones del hotel, donde empezó á mos- taban servicio en Francia y Suiza, que nosotros los emigrados habíamos
trar menos reserva y aparecer tal como era, y, por consiguiente, más recibido del Comité Ejecutivo, que tiene ramificaciones en todo San
repulsivo. « No pongáis en duda mi fortuna — me dijo —; tengo además Petersburgo, y hallé en ella el nombre del joven sólo con una letra al-
un invento de importancia, del que pienso sacar patente y hacer que me terada.
produzca una suma respetable, dedicándolo todo á la causa de la revo-
lución en Rusia >>. Enseñándome, con gran sorpresa mía, un candelero El lanzar un periódico subvencionado por la policía, con un agente
que sólo se distinguía por lo feo, y cuya originalidad consistía en tener de ésta á su frente, es un antiguo plan, al que recurrió el prefecto de
tres pedacitos de alambre destinados á recibir la vela. Ni la mujer más policía de París, Andrieux, en el 81. Estaba yo pasando unos días en casa
pobre habría encontrado el invento útil, y aun cuando se hubiera regis- de Reclus, en la sierra, cuando recibimos una carta de un francés, ó
trado, ningún industrial hubiese dado por la patente más de cincuenta mejor dicho un belga, en la que nos anunciaba que iba á publicar un
pesetas. « Un hombre rico, pensé, no es posible espere nada de semejante periódico anarquista en París, y pedía nuestra colaboración.
mamarracho; al hacerlo, indica claramente que no ha visto nada mejor, La carta, en la que rebosaba la adulación, nos produjo una desfa-
lo que me hace creer que no existían tales carneros, é indudablemente vorable impresión, y además Reclus tenía un vago recuerdo de haber
no tenía de rico más que el nombre; no siendo suyo el dinero que ofrecía t>. oído el nombre del autor mezclado en un asunto poco edificante. Deci-
Por lo que decidí hablarle de la siguiente manera: « Perfectamente; dimos, pues, negarnos á ello, y yo escribí' á un amigo de París, encar-
si t a n t o deseáis tener un periódico revolucionario ruso y habéis formado gándole que se enterara de dónde procedía el dinero destinado á tal
de mí la favorable opinión que habéis expresado, tenéis que depositar empresa, porque pudiera ser de los orleanistas, á cuyo recurso habían
vuestro dinero en un banco, á mi nombre y á mi entera disposición. apelado éstos en otras ocasiones, razón por la cual deseábamos conocer
Pero os prevengo que no tendréis en él intervención alguna ». « Desde su origen. Y el amigo referido, procediendo con una rectitud de obrero,
luego, así se hará — dijo él —; mas podré verlo, daros mi opinión sobre leyó dicha carta en un mitin, en presencia del mismo interesado, quien
su marcha y ayudaros á introducirlo de contrabando en R u s i a « No pretendió agraviarse, por lo que tuve que escribir otras varias sobre el
— repliqué —, nada de eso; no necesitaréis verme para nada s>. Mis mismo tema, pero en todas ellas permanecí aferrado á esta idea: « Si el
amigos se figuraron que yo había estado muy duro con el tal sujeto; hombre es de buena fe, debe mostrarnos la fuente del dinero ».
pero algún tiempo después de eso se recibió una carta de S. Petersburgo,
previniéndonos que recibiríamos la visita de un espía de la Sección
Tercera, llamado Tohnlehm. El candelero nos fué, pues, de alguna
utilidad.
Y eso fué lo que hizo al fin de cuentas. Acosado por tanta cuestión, de la nota, resultaba aún peor que la dirección. Contra todas las reglas
dijo que el dinero procedía de su tía, una señora rica, de opiniones re- gramaticales y careciendo de sentido común, el « barón » escribía sobre
trógradas que, dominada, sin embargo, por el deseo de tener un perió- una comunicación misteriosa que tenía que hacer. Y como ella se negara
dico, lo había proporcionado. La señora no se hallaba en París sino en rotundamente á recibir el autor de tal epístola y su intérprete, el primero
Londres, y como insistiéramos, no obstante, en tener sus señas, las ob- le escribió un sin fin de cartas, que ella devolvía sin abrirlas.
tuvimos por último, y nuestro amigo Malatesta se ofreció á ir á verla, La aldea se dividió pronto en dos bandos: uno colocándose al lado
lo que efectuó acompañado de un amigo italiano que tenía algunas rela- del barón y dirigido por la patrona, y el otro en contra suya y teniendo
ciones en el comercio de muebles de segunda mano. La hallaron vi- por jefe á su marido. Con tal motivo, se f o r j ó una verdadera novela:
viendo en un piso bajo, y mientras Malatesta hablaba con ella, estando el barón había conocido á mi mujer antes de su casamiento, habiendo
cada vez más convencido de que todo era una comedia, el otro, fiján- bailado con ella muchas veces en la embajada rusa en Viena. El la amaba
dose en el mobiliario, descubrió que éste había sido alquilado el día antes, todavía, pero ella, insensible y cruel, no quiso permitir ni que la viera
probablemente en un almacén próximo, pues el membrete del negociante antes de emprender su peligrosa expedición.
aún estaba pegado en las sillas y mesas. Esto no era una prueba conclu- Después de esto vino la misteriosa historia de un hijo, que se decía
yente, pero, sin embargo, vino á aumentar nuestras sospechas, negándome ocultábamos nosotros. « ¿Dónde está el niño? — preguntaba el barón —.
yo en absoluto á tener nada que ver con la publicación. Tienen un hijo que á esta fecha debe tener seis años; ¿qué ha sido de él? s>
La cual era de una violencia exagerada: incendios, asesinatos y <. Ella no se separaría de un hijo si lo tuviera », decían los de un partido.
bombas de dinamita, era todo de lo que se ocupaba. Cuando fui al con- « Sí, lo tienen, pero lo ocultan », agregaban los del contrario.
greso de Londres encontré dicho individuo, y desde el momento que vi Para nosotros esta disputa contenía una revelación muy intere-
no se lavaba la cara, oí algo de su conversación y me hice cargo de la sante. Nos demostraba que mis cartas, no sólo eran leídas por los em-
clase de mujer que lo acompañaba,mi opinión respecto á él quedó formada. pleados de la prisión, sino que su contenido llegaba también á cono-
Durante el congreso presentó una serie de proposiciones espeluznantes, cimiento de la embajada rusa. Estando yo en Lyon y habiendo ido
y todos se mantuvieron alejados de él. Después, cuando insistió en que ella á ver á Elíseo Reclus en Suiza, me escribió una vez diciendo que
le dieran las direcciones de todos los anarquistas del mundo, la negativa « nuestro niño» iba muy bien; tenía una salud excelente, y todos habían
no pudo ser más significativa. pasado un rato agradable en el quinto aniversario de su nacimiento.
Yo sabía que se refería á Le Révolté, al que acostumbrábamos á llamar
Para abreviar, diré que á los dos meses fué desenmascarado, suspen-
en nuestras conversaciones «nuestro gamin», nuestro niño traviesoi
diéndose el periódico al día siguiente para no aparecer más. Dos años
Mas ahora que estos caballeros preguntaban por « nuestro hijo •> y hasta
después de esto, el prefecto de policía, Andrieux, publicaba sus memorias,
designaban tan correctamente su edad, era evidente que la carta había
en cuyo libro aludía al periódico referido, que había sido obra suya,
pasado por más manos que las del director de la prisión, lo cual era
así como las explosiones que sus agentes habían organizado en París,
conveniente saber.
colocando latas de sardinas, llenas de cualquier cosa, bajo la estatua de
Thierí , Nada pasa inadvertido para la gente de una aldea, y el barón se
hizo pronto sospechoso; escribió una nueva carta á mi mujer, más ex-
tensa aún que las anteriores. E n ella pedía que le perdonara por haber
pretendido presentarse como un antiguo amigo; declaraba que nunca
Sobre este particular podría escribir varios capítulos; pero no haré se habían conocido, y, sin embargo, se hallaba animado de las mejores
más que contar una nueva historia referente á dos aventureros en Clair- intenciones. Tenía que comunicarle algo importante; mi vida estaba en
vaux. peligro y quería prevenirla.
Mi mujer paraba en la única posada de la aldea que se había formado El barón y su secretario salieron á dar una vuelta por el campo,
á la sombra de los muros de la prisión. Un día la patrona entró en su para tratar de esto sin testigos y ponerse de acuerdo sobre el contenido
habitación con un mensaje de dos caballeros que habían llegado al hotel de la mencionada misiva; pero el guarda bosque, que los había visto,
y querían ver á mi esposa. Dicha mujer intercedió con toda su elocuencia los siguió á cierta distancia, observando que, después de una disputa,
en su favor. « ¡Oh!, conozco bien el mundo — dijo ella —, y puedo ase- se rompió la carta, tirando los pedazos al suelo. Entonces esperó aquél
guraros, señora, que son dos cumplidos caballeros. No es posible hallar á que se fueran, recogió los fragmentos, los colocó en su lugar y pudo
nada más comme-il-faut. Uno de ellos se dice oficial alemán; con segu- leerla. Una hora después toda la aldea sabía que el barón jamás había
ridad es un barón ó un milord, y el otro, su intérprete. Ellos os conocen conocido á mi mujer, desbaratándose completamente la novela que tan
perfectamente: el barón va ahora á Africa, de donde tal vez no vuelva sentimentalmente repetían los partidarios del barón.
más, y desea veros antes de partir >>. « ¡Ah!, entonces no son lo que pretenden — dijo á su vez el cabo
Mi esposa miró la tarjeta de visita, en la que se leía: A tnadatne de la gendarmería —; «deben ser espías alemanes »; y los arrestó.
la « Principesse » Kropotkine. Quavd á voir?, y no necesitó más comen- H a y que decir en su favor que verdaderamente había estado un
tarios respecto á la cultura de los dos caballeros. En cuanto al contenido espía alemán en Clairvaux poco antes. En tiempo de guerra, el vasto
edificio de la prisión podría muy bien servir como depósitos de provi-
siones ó cuarteles para el ejército, y es indudable que el Estado Mayor XV.
alemán tenía interés en conocer la capacidad interna del local. Para
conseguirlo, vino á la aldea un fotógrafo ambulante y jovial, que con- Peticiones en favor de nuestra libertad aparecían continuamente,
quistó la amistad de todos fotografiándolos de balde, siendo admitido lo mismo en la prensa que en la Cámara de los Diputados — con tanto
para que sacara vistas, no sólo del interior del patio, sino también de más motivo, cuanto que en igual época en que nosotros fuimos conde-
los dormitorios, después de lo cual se trasladó á otra población de la nados lo fué también Luisa Michel, ¡por .robo! —; Luisa, que siempre
frontera del Este, donde fué preso por las autoridades francesas, por da literalmente su último manto ó abrigo á la mujer que lo necesita,
haber encontrado en su poder documentos militares comprometedores. y á quien nadie pudo obligar á comer mejor que sus compañeros de prisión,
Y como el cabo recordaba lo ocurrido, vino á creer que el barón y su porque siempre daba á éstos lo que le mandaban á ella, fué condenada
acompañante eran espías también, y los llevó presos al pueblecito de en unión de otro compañero, Pouget, á nueve años de prisión por robo
Bar-sur-Aube; pero á la mañana siguiente fueron puestos en libertad, «n despoblado. Esto resulta odioso hasta para los oportunistas de la
manifestando el diario de la localidad que no eran espías alemanes, clase media.
sino « personas comisionadas por otra potencia más amiga ». Un día, iba ella á la cabeza de una manifestación de los parados,
Lo que dió lugar á que la opinión pública le volviera la espalda y entrando en una panadería, tomó varios panes y los distribuyó entre
al barón y su secretario, á quien le aguardaban nuevas aventuras. Una los hambrientos; este era su crimen. Así, pues, la libertad de los anar-
vez en libertad, entraron en un pequeño café del pueblo, donde desa- quistas vino á ser un grito de guerra contra el gobierno, y en el otoño
hogaron mutuamente su pecho en alemán, como buenos amigos, mientras del 85, todos mis compañeros, menos tres, fueron puestos en libertad
vaciaban una botella de vino. por un decreto del presidente Grévy, después de lo cual las voces de-
« Estuvisteis estúpido y cobarde — el que hacía de interprete dijo mandando la libertad de ella y la mía se elevaron más aún. Alejandro III,
al que pasaba por barón —; si me hubiera encontrado en vuestro lugar, sin embargo, era contrario á tal medida, y en una ocasión el primer mi-
le hubiera pegado un tiro á ese juez de instrucción con este revólver. nistro, M. Freycinet, contestando una interpelación de la Cámara, dijo
Que intente conmigo algo semejante, y verá si le alojo una bala en la que «dificultades diplomáticas ofrecían obstáculos á la liberación de
cabeza >>, y otras cosas por el estilo. Kropotkin ». Palabras bien extrañas, por cierto, en boca del primer
Un viajante de comercio, que estaba sentado tranquilamente en ministro de un país independiente; pero otras peores se han oído desde
un rincón de la sala, corrió en el acto á casa del comandante del puesto entonces, con relación á esa desgraciada alianza de Francia con la Rusia
de gendarmes á dar cuenta de la conversación que había oído, y éste imperial.
dió inmediatamente parte del hecho á sus superiores, volviendo á arrestar A mediados de Enero del 86, tanto Luisa Michel y Pouget, como los
al secretario, que era un farmacéutico de Strasburgo. Se le hizo compa- cuatro de nosotros que quedábamos en Clairvaux, fuimos puestos en
recer ante el tribunal de policía, en la referida población de Bar-sur- libertad.
Aube, y le salió un mes de cárcel, «por amenazas pronunciadas contra Esta significaba también la de mi mujer, cuya prisión voluntaria
un magistrado en sitio público ». Más adelante, el barón se vió metido en la aldea, á las puertas mismas del penal, había empezado á alterar
en otro lío, y la aldea no recobró su tranquilidad hasta que se marcharon su salud, por lo que nos trasladamos á París para pasar unas semanas
los dos extranjeros. con nuestro amigo Elias Reclus, escritor profundo en antropología, á
quien fuera de Francia confunden á menudo con su hermano Elíseo,
el geógrafo. Una estrecha amistad ha unido á los dos hermanos desde
la infancia. Cuando llegó la hora de que entraran en la universidad,
No ne hecho más que relatar aquí muy pocas de las historias de fueron juntos desde un pueblecito del valle de la Gironda á Strasburgo,
espías que pudiera contar; pero cuando se piensa en los miles de bri- haciendo el viaje á pie, como dos jóvenes errantes, acompañados de su
bones que andan por el mundo al servicio de todos los gobiernos — y perro, y al detenerse en algún poblado, el animal era el que se comía
á menudo bien pagados por sus villanías —, en las redes que tienden la sopa, en tanto que los dos hermanos se alimentaban con pan y man-
á las gentes desprovistas de malicia, en la vasta suma de dinero perdido zanas. Desde Strasburgo, el más pequeño se dirigió á Berlín, á donde
en el sostenimiento de ese ejército reclutado en las capas más bajas f u é atraído por las conferencias del gran Ritter. Más tarde, del 40 en ade-
de la sociedad y entre la población de las prisiones, en la corrupción lante, se hallaron en París, y Elias se hizo un convencido fourierista,
de toda clase que ellos vierten en el seno de la sociedad, y hasta pudiera riendo ambos en la república del 48 el advenimiento de una nueva
decirse en el de las familias, no es posible dejar de admirarse de la in- era de evolución social. Así que, á consecuencia del « golpe de estado >>
mensidad del mal que por este concepto se causa. de Napoleón III, los dos tuvieron que dejar á Francia y emigrar á In-
glaterra.
Cuando se votó la amnistía y volvieron á París, Elias publicó allí
un periódico fourierista cooperativo, que circuló ampliamente entre los
trabajadores.
Memorias de un revolucionario.-19*
No es un hecho generalmente conocido, pero no deja de tener algúm del hombre primitivo que Elias Reclus con tan rara perfección domina,
interés el manifestarlo, que Napoleón III, que representaba el papel y al que ha agregado otro bien extenso de una rama relativamente
de César, interesado, como correspondía á tal personaje, por la suerte descuidada de psicología popular: la evolución y transformación de las
de las clases trabajadoras, acostumbraba á mandar uno de sus ayudantes creencias.
á la imprenta donde se hacía la tirada, para llevar á las Tullerías el primer Considero superfluo el hablar del carácter extremadamente bueno
ejemplar que saliera de máquina. Estando posteriormente hasta dispuesto y modesto de este amigo, ó de su superior inteligencia y vastos conoci-
á patrocinar á la Internacional, con la condición de que habían de poner mientos de todas las materias referentes á la humanidad; todo ello va
en sus estatutos algo que expresara su confianza en los grandes planes comprendido en su estilo, que es suyo y de nadie más. Con su modestia,
socialistas del dictador, ordenando que la persiguieran cuando los inter- sus modales correctos y su profunda penetración filosófica, él es el tipo
nacionales se negaron terminantemente á hacer semejante cosa. del filósofo griego de la antigüedad. E n una sociedad menos superficial
Cuando se proclamó la Commune, los dos se unieron á ella con jú- y vana y más amante del desarrollo de amplias concepciones huma-
bilo, y Elias aceptó el puesto de encargado de la Biblioteca Nacional nitarias, se vería rodeado de una multitud de discípulos, como cual-
y el Museo del Louvre, á las órdenes de Vaillant. A su previsión y asi- quiera de sus prototipos griegos.
duidad debemos, hasta cierto punto, la conservación de los inapreciables Un movimiento socialista y anarquista muy acentuado presen-
tesoros de conocimientos humanos y arte acumulados en esas dos ciamos en París en los días que allí pasamos. Luisa Michel daba confe-
instituciones durante el bombardeo de París por los ejércitos de Thiers, rencias todas las noches y despertaba el entusiasmo del auditorio, ya
y la conflagración que después vino. Siendo un amante apasionado del estuviera compuesto de trabajadores ó de gentes de la clase media. Su
arte griego y estando muy familiarizado con él, hizo que las estatuas ya grande popularidad subió de punto, extendiéndose hasta los estu-
y vasos más preciados se bajaran á los sótanos del Louvre, procurando diantes de la universidad, quienes pueden tener horror á las nuevas
al mismo tiempo colocar en lugar seguro los libros más importantes de ideas, pero admiraban en ella á la mujer ideal. E n esa misma época
la Biblioteca Nacional y proteger igualmente el edificio del fuego que por t u v o lugar en un café un altercado entre uno que habló poco respetuo-
doquiera le rodeaba. Su esposa, mujer de valor, digna compañera del samente de Luisa Michel ante unos estudiantes y éstos. Los jóvenes
filósofo, seguida á todas partes de sus dos tiernos hijos, organizó mientras tomaron la cosa con calor, y el resultado fué que se rompieron las me-
tanto en el mismo barrio de la ciudad donde vivía, un sistema de ali- sas y los espejos también.
mentar al pueblo, que había sido reducido á la mayor miseria durante Yo igualmente, di una conferencia una vez sobre el anarquismo,
el segundo sitio. En las últimas semanas de su existencia, la Commune, ante un público compuesto de varios miles de personas, abandonando
al fin, comprendió que el suministro de alimento al pueblo, que carecía inmediatamente después á París, antes de que el gobierno se viera obli-
de medios de poder ganarlo por sí mismo, debía haber sido el primer gado á obedecer las indicaciones de la prensa rusófila y reaccionaria,
cuidado de dicha corporación, organizándose entonces con voluntarios que pedía me expulsaran de Francia.
semejante servicio. De París fuimos á Londres, donde encontré una vez más á mis
Sólo á una mera casualidad se debió que Elias Reclus, que se había dos antiguos amigos Stepniak y Tchaykousky. La vida allí no era ya
mantenido en su puesto hasta el último momento, no fuera fusilado la triste y vegetativa existencia que había sido para mí cuatro años
por las tropas versallesas; y habiendo sido condenado á la deportación, antes. Nos instalamos en Harrow, en una casita, sin preocuparnos mu-
por haberse atrevido á aceptar cargo tan necesario bajo la Commune, cho del mobiliario, una parte del cual hice yo mismo con ayuda de Tchay-
se marchó á la emigración con su familia. Después, al volver á París, kousky — quien había estado en los Estados Unidos y aprendido algo
ha reanudado sus trabajes etnográficos, por les que t a n t a predilección de carpintería —, alegrándonos mucho de tener en nuestro huerto un
había mostrado toda su vida. Lo que este trabajo representa puede pequeño pedazo de terreno arcilloso. Tanto mi mujer como yo, nos
juzgarse por algunos, muy pccos, capítulos del mismo, publicados en dedicamos con entusiasmo á la horticultura, cuyos admirables resul-
forma de libro, con los títulos de Gente Primitiva y Los Australianos, tados había podido apreciar anteriormente, después de haber hojeado
así como la historia del origen de las religiones, que forma la substancia las obras de Toubeau y otros hortelanos de París, y posterior á nuestros
de sus conferencias en la Ecole des Hautes Etudes, en Bruselas, fundada propios experimentos en el huerto de la prisión de Clairvaux. Respecto
por su hermano. E n todo el campo de la literatura etnológica no hay á mi esposa, que tuvo una fiebre tifoidea á poco de habernos estable-
muchas obras que estén tan penetradas de un conocimiento tan com- cido de dicho lugar, el trabajo que hizo en el huerto durante el período
pleto como afectuoso de la verdadera naturaleza del hombre primitivo. de convalecencia fué para ella más provechoso que el haber pasado
E n cuanto á su historia de las religiones (de la que una parte se publicó una temporada en el mejor de los sanatorios.
en la revista Société Nouvelle, y continúa viendo la luz en su sucesora
Humanité Nouvelle), es, me atrevo á afirmar, la mejor obra sobre esta
materia que jamás ha aparecido, indudablemente superior á lo intentado
por Heriberto Spencer en tal sentido, porque éste, con todo su gran Hacia el fin del verano recibí un rudo golpe, enterándome que
talento, no posee ese conocimiento de la natural y simple condición mi hermano Alejandro había muerto.
quienes están expuestos á perder de vista las realidades del mundo
físico, no viendo nada más que sus propias fórmulas. Los astrónomos
Durante los años que pasé en el extranjero, antes de que me pren- de San Petersburgo me hablaron con mucho interés de esa obra de mi
dieran en Francia, jamás nos habíamos escrito. A los ojos del gobierno hermano. Después se dedicó á estudiar la estructura del universo, ana-
ruso el amar á un hermano á quien se persigue por sus opiniones polí- lizar las fechas y las hipótesis sobre los mundos de soles, aglomeraciones
ticas, es por sí solo un pecado; mantener relaciones con él después que de estrellas y nebulosas en el espacio infinito, estudiando ios proble-
ha tenido que recurrir á la emigración, es un crimen. Un súbdito del zar mas de sus agrupaciones, su vida y las leyes de su evolución y decai-
debe odiar á todos los que se rebelan contra la suprema autoridad del miento. El astrónomo de Púlkova, Gyldín, habló calurosamente de esta
que manda; y como Alejandro estaba en las garras de la policía rusa, nueva obra de Alejandro y lo presentó por medio de una carta á Mr.
me negué en absoluto á escribirle, lo mismo á él que á otro cualquiera Halden, de los Estados Unidos, á quien, estando últimamente en Wa-
de la familia. shington, tuve el gusto de oír una apreciación bien halagüeña del valor
Después que el zar escribió en la solicitud de nuestra hermana de estos trabajos. La ciencia tiene una verdadera necesidad, de cuando
Elena « que siga allí todavía >>, no era posible esperar una inmediata en cuando, de semejantes especulaciones de un carácter muy elevado,
salida de mi hermano. Dos años más tarde se nombró una comisión hechas por un cerebro escrupulosamente laborioso, crítico, y al mismo
para fijar tiempo á los que se hallaban en Siberia deportados gubernati- tiempo imaginativo.
vamente, y á mi hermano le echaron cinco, que, unidos á los dos ya
Pero en un pueblo pequeño de Siberia, lejos de todas las biblio-
sufridos, eran siete. Más adelante se formó otra en la época de Loris
tecas y sin poder seguir los progresos de la ciencia, sólo consiguió en-
Mélikoff, y le recargaron otros cinco años más. A mi hermano le corres-
globar en su trabajo las investigaciones efectuadas hasta la fecha de
pondía, pues, salir en libertad en Octubre del 86. Lo que constituía
su deportación.
doce años de deportación, primero en un pueblecito de la Siberia orien-
tal, y más tarde en Tomsk, esto es, en las tierras bajas de la región opuesta, Después se habían publicado trabajos de importancia, de los que
donde no tenía ni aun el rico y saludable clima de las altas praderas tenía conocimiento; pero ¿cómo le había de ser posible hacerse de los
que se hallan más al Este. libros necesarios mientras permaneciera en Siberia? La aproximación
del momento de recobrar la libertad no era motivo de regocijo para él,
Cuando me encontraba preso en Clairvaux, me escribió y cam- porque sabía no se le permitiría residir en ninguna de las ciudades uni-
biamos algunas cartas. En ellas decía que, aun cuando nuestra corres- versitarias de Rusia ó de la Europa occidental, sino que, á la primera
pondencia fuera leída por la policía rusa en Siberia y por los emplea- seguiría una segunda deportación, tal vez peor que la anterior, á alguna
dos de la prisión en Francia, podíamos escribirnos, á pesar de esa doble aldea de la Rusia oriental.
fiscalización. Hablaba de su vida en familia, de sus tres hijos, á quie-
nes describía de un modo interesante, y de sus trabajos. Me encargaba « Una desesperación como la de Fausto se apodera de mí algu-
con interés que no perdiera de vista el desarrollo científico de Italia, nas veces í>, me escribía, y cuando el fin de su condena se acercaba,
donde se llevaban á cabo excelentes y originales investigaciones, las mandó su mujer y sus hijos á Rusia, aprovechando uno de los últimos
cuales han permanecido ignoradas en el mundo de la ciencia hasta ser vapores, antes de que se cerrase la navegación, y, en una noche triste,
explotadas por Alemania, dándome también su opinión sobre el pro- esta desesperación puso un término á su existencia.
bable progreso de la vida política en Rusia. No creía posible entre noso-
tros, en un próximo porvenir, un gobierno parlamentario como el de
las naciones occidentales de Europa; pero mirando hacia delante, consi-
deraba suficiente por el momento la convocatoria de una especie de Una nube densa se fijó sobre nuestra casita durante muchos meses,
Asamblea Nacional deliberante (Zémskiy Sobor ó Etats Généraux). La hasta que un rayo de luz vino á rasgarla, cuando en la inmediata pri-
cual no haría las leyes, sino solamente los proyectos á los que el poder mavera una inocente niña que lleva el nombre de mi hermano vino
imperial y el Consejo de Estado darían forma definitiva y sanción legal. al mundo, y con su tierno llanto hizo vibrar nuevas fibras en mi co-
razón.
Sobre todo, de lo que más me hablaba en sus cartas era de su obra
científica. Siempre había tenido particular predilección por la astrono-
mía, y cuando estábamos en San Petersburgo publicó en ruso un exce- XVI.
lente compendio de todos nuestros conocimientos sobre las estrellas
errantes. Con su claro entendimiento crítico pronto se apercibió del E n el 86, el movimiento socialista en Inglaterra se hallaba en todo
lado fuerte ó débil de las diferentes hipótesis, y sin suficientes cono- su apogeo. Grandes masas obreras se habían francamente unido á él
cimientos matemáticos, pero dotado de una poderosa imaginación, en todas las poblaciones de importancia, así como un número de per-
consiguió hacerse cargo de las investigaciones matemáticas más com- sonas de la clase media, jóvenes en su mayoría, que le prestaban su
plicadas. concurso de varios modos.
Viviendo con el pensamiento entre los cuerpos celestes errantes, Una aguda crisis industrial se hacía sentir aquel año en la mayoría
llegó á comprender sus movimientos complejos, á menudo mejor que de los oficios, y todas las mañanas y á menudo durante el día, no dejaba
algunos matemáticos — en particular los puramente algebristas —,
de oír á grupos de trabajadores, recorriendo las calles cantando: « Esta- otras más importantes para el porvenir. « Somos una nación del centro
mos en paro forzoso », ó algún himno, y demandando pan. Las gentes izquierdo; vivimos transiguiendo », me dijo una vez un antiguo miem-
acudían de noche á la plaza de Trafalgar á dormir allí al aire libre, bro del parlamento, que tenía gran conocimiento de la vida de su país.
expuestas al viento y la lluvia entre dos periódicos; y un día de Febrero, En la morada del pobre también noté una diferencia entre las pre-
la multitud, después de haber escuchado los discursos de Burns, Hynd- guntas que me dirigían en Inglaterra y las que me habían hecho en el
man y Champion, corrió á Picadilly, rompiendo varios biombos de las Continente. Los principios generales, cuya aplicación parcial ha de
principales tiendas. Pero más importante aún que esta manifestación ser determinada por ellos mismos, interesan profundamente al traba-
de malestar era el espíritu que animaba á la parte más pobre de la po- jador latino. Si este ó aquel concejo municipal vota fondos para soste-
blación obrera que habita los barrios exteriores de Londres. Fué de ner una huelga, ó se ocupa de la alimentación de los niños de las escue-
índole tal, que si los jefes del movimiento, á quienes se procesó por lo las, no se da importancia á tales medidas, tomándolas ccmo cosa co-
ocurrido, hubieran sido tratados con severidad, un deseo de venganza rriente. « Claro es que un niño hambriento no puede aprender — dice
y sed de odio, desconocidos hasta entonces en la historia actual del un trabajador —; hay que alimentarlo ». « Es indudable que el patrón
movimiento obrero en Inglaterra, pero cuyos síntomas se mostraban cometió una torpeza al obligar á los trabajadores al paro ». Esto es
bien marcados en el 86, se hubiesen desarrollado, imprimiéndoles sus todo lo que se dice sobre el particular, y nadie le da importancia á esas
huellas á las agitaciones futuras durante largo tiempo. La clase media, pequeñas concesiones, hechas por la sociedad individualista á los prin-
en este caso, pareció haber comprendido bien la situación, inscribién- cipios comunistas. La imaginación del trabajador va más allá de esas
dose inmediatamente cantidades importantes de dinero en el West concesiones, preguntando si es el municipio, la Unión de trabajadores
End, para aliviar la miseria de la parte opuesta de la ciudad, lo cual, ó el Estado quien debe ocuparse de organizar la producción, si el con-
aunque insuficiente para remediar el mal, bastaba, por lo menos, para cierto libre será suficiente para mantener la armonía en la sociedad,
demostrar una buena intención. E n cuanto á las sentencias que reca- y cuál será el freno moral de ésta cuando se desprendiera de sus actua-
yeron sobre los jefes procesados, todas se limitaron á dos ó tres meses les medios de represión; si un gobierno democrático libremente elegido
de prisión. sería capaz de realizar cambios de importancia en sentido socialista
y si los hechos consumados no deberían preceder á la legislación, y
La cantidad de interés en las cuestiones sociales y los proyectos otras cosas parecidas.
de todas clases de reforma y reconstrucción eran grandes y numero-
sos entre todas las eapas de la sociedad. E n Inglaterra, donde más particularmente se fijaba la atención,
Empezando en el otoño y continuando todo el invierno, fui, por era en una serie de concesiones paliativas, que gradualmente iban cre-
encargo de los amigos, dando conferencias por todo el país, en parte ciendo en importancia. Mas, por otra parte, la imposibilidad de la ad-
sobre las prisiones, pero generalmente sobre socialismo anarquista, vi- ministración industrial por el Estado, parecía haber sido comprendida
sitando de ese modo las principales poblaciones de Inglaterra y Esco- con bastante anterioridad por estos obreros, en tanto que lo que más
cia. Por regla general aceptaba la primera invitación de hospedaje que le interesaba era lo que tenía carácter constructivo, así como el medio
se me hacía en la noche de la conferencia, por lo que ocurría que una de obtener las condiciones de vida necesarias para poder llevar á la prác-
noche me tocaba dormir en una casa rica, y la siguiente en el estrecho tica semejante variación.
círculo de una familia obrera. « Y bien, Kropotkin, supongamos que mañana tomáramos pose-
Cada noche veía un número considerable de personas de todas sión de los diques de nuestra ciudad. ¿Qué pensáis sobre el modo de ad-
clases, y ya fuera en la modesta casa del trabajador ó en la sala de re- ministrarlos? », es cosa que, por ejemplo, se nos preguntaba en cuanto
cepción del capitalista, una animada discusión sobre socialismo y anar- nos sentábamos en casa de un trabajador. O bien esta otra: « No esta-
quismo se mantenía hasta las altas horas de la noche; con ilusión en la mos conforme con que el Estado administra los ferrocarriles, y el sis-
primera y con desaliento en la segunda, pero en todas partes con la tema empleado hoy por las compañías, no es, ni más ni menos, que
misma sinceridad. el robo organizado. Mas supongamos que fueran de los trabajadores.
En la mansión del poderoso, las primeras preguntas eran: « ¿Qué ¿Cómo el servicio entonces se organizaría? » La falta, pues, de ideas
quieren los socialistas? ¿Qué se proponen hacer? — y después — ¿Que generales era reemplazada por un deseo de profundizar más honda-
concesiones son las que en primer término hay necesidad de otorgar en mente los detalles de la realidad.
un momento dado, con objeto de evitar conflictos graves? » En nuestras Otro rasgo del movimiento en Inglaterra era el considerable nú-
conversaciones rara vez oí negar la justicia de nuestra causa ó califi- mero de gente de la clase media que le prestaba su concurso por varios
carla como falta de fundamento. Pero hallé una firme convicción de que conceptos, unos asociándose á él francamente, y otros ayudándole de
una revolución era imposible en Inglaterra; que lo que reclamaban las un modo indirecto. En Francia y en Suiza los dos partidos — los tra-
masas trabajadoras no llegaba, ni con mucho, á lo que demandaban bajadores y la clase media — permanecían contemplándose frente á
los socialistas, y que aquéllos se contentarían con bastante menos, de frente, con una clara línea divisoria entre ambos. Al menos, esto es lo
tal modo, que concesiones secundarias, limitadas á un pequeño aumento que sucedía en los años que mediaron del 76 al 85. Durante el tiempo
de bienestar ó descanso, serían aceptadas por ellas como garantía de que estuve en Suiza, puedo decir que en los tres ó cuatro años que per-
maneci allí no conocí más que á trabajadores. En Inglaterra eso hubiera
sido imposible; en este país encontramos un número considerable de
personas de ambos sexos que no vacilaban en presentarse públicamente,
lo mismo en Londres que en las provincias, ya para favorecer la orga-
nización de mitins socialistas, ó ir en tiempo de huelga á recorrer los que aquéllas reclaman se producen en mayor cantidad de lo que se ne-
parques recolectando auxilios. Además, allí veíamos un movimiento cesitaría para asegurar el fin indicado, y el exceso de producción, de
parecido al que habíamos presenciado en Rusia en los primeros años que tanto se ha hablado, no significa otra cosa sino que las masas son
despues del 70, cuando nuestra juventud corrió « hacia el pueblo ¡>, muy pobres, hasta para comprar aun lo que se considera actualmente
aunque no con t a n t a intensidad, tan lleno de abnegación y tan com- como de primera necesidad. Pero es indudable que en todo país civi-
pletamente desprovisto de la idea de « caridad »>. Aquí también, en In- lizado, la producción, tanto agrícola como industrial, se debería y fá-
glaterra, una multitud de personas fueron, por modos diferentes, á cilmente se podría aumentar extraordinariamente, con objeto de ase-
vivir entre los trabajadores en los asilos nocturnos, en las casas del gurar el reinado de la abundancia para todos. Esto me indujo á consi-
pueblo y en todas partes, y conviene hacer constar que el entusiasmo derar los recursos de la moderna agricultura, así como los de una edu-
que entonces existía era muy grande. Muchos, probablemente, imagi- cación que diera á cada uno los medios de poder ejecutar á un tiempo
naron que ya había empezado la revolución social; pero, como por lo lo mismo un trabajo manual agradable que otro intelectual. Desarrollé
general ocurre siempre en tales casos, cuando la mayoría vió que, tanto estas ideas en una serie de artículos publicados en el Nineteenth Century,
en dicho país como en todas partes, quedaba todavía un duro y penoso que posteriormente han visto la luz en un libro titulado Campos, Fá-
trabajo que hacer, se retiraron de la vida activa, y hoy se contentan bricas y Talleres.
con no ser más que simpatizadores. Otra gran cuestión embargaba mi mente. Se sabe hasta qué punto
la fórmula de Darwin, llamada « lucha por la existencia >>, ha sido inter-
pretada por sus partidarios en general, aun por los más inteligentes,
XVII. tales como Huxley. No hay infamia alguna en la sociedad civilizada
ó en las relaciones de los blancos con las llamadas razas inferiores, ó
En este movimiento tomé una parte activa, y con algunos com- en las del fuerte con el débil, que no pueda encontrar su excusa en ella.
pañeros ingleses empecé á publicar, además de los tres periódicos socia-
listas que entonces existían, una revista anarquista comunista men- Hasta durante mi residencia en Clairvaux vi la necesidad de re-
sual, llamada Freedom, que sigue existiendo todavía. Al mismo tiempo formarla, así como su aplicación á las relaciones humanas. Los pasos
reanudé mis trabajos sobre el anarquismo, que interrumpí en el mo- dados por algunos socialistas en esta dirección no me dejaron satisfe-
mento de mi prisión. La parte crítica de ellos fué publicada por Elíseo cho; pero encontré en una conferencia dada por el zoólogo ruso, pro-
Keclus, durante el tiempo que estuve en Clairvaux, con el título de fesor Hessler, una verdadera expresión de la ley de la lucha por la exis-
Palabras de un Rebelde. Después me dediqué á escribir la parte cons- tencia. « El apoyo mutuo — dijo en ella — es tan ley de la naturaleza
tructiva de a sociedad comunista anarquista — hasta donde era posi- como la mutua lucha; mas en cuanto á la evolución progresiva de las
ble concebirla — en una serie de artículos publicados en París en La especies, la primera es mucho más importante que la segunda Estas
Revolte, porque« nuestro hijo », perseguido por hacer propaganda anti- pocas palabras, confirmadas desgraciadamente por sólo un par de ejem-
militar se había visto obligado á cambiar de nombre, teniendo ahora plos (á los que Syevertroff, el zoólogo de quien he hablado en uno de
un titulo femenino. Más adelante, estos artículos se publicaron en una los capítulos anteriores, agregó uno ó dos más), contenían para mí la
forma mas acabada en el libro La Conquista del Pan. clave de todo el problema.
Estas investigaciones fueron motivo de que yo estudiara más de- Cuando Huxley publicó en el 88 su atroz artículo « La lucha por
tenidamente ciertos puntos de la vida económica de las naciones civi- la existencia es todo un programa >>, me decidí á presentar en forma
lizadas de la época. comprensible mis objeciones á su modo de entender la referida lucha,
lo mismo entre los animales que entre los hombres, cuyos materiales
La mayoría de los socialistas han afirmado hasta ahora que en
estuve acumulando durante dos años. Hablé del particular á mis ami-
nuestras presentes sociedades civilizadas producimos actualmente mu-
gos; pero hallé que la interpretación de «lucha por la existencia » en el
cho mas de lo que se necesita para asegurar el bienestar á todos; que
sentido del grito de guerra, «¡Ay de los v e n c i d o s ! e l e v a d o á la altura
t . n t Z ? S+Ó1° C n l a d i s t r i b u c i ó n > Y ^ caso de efectuarse una de un mandato de la naturaleza revelado por la ciencia, estaba t a n
revolución social, todo quedaría reducido á que cada uno continuara profundamente arraigado en este país, que se había convertido poco
yendo, como antes, a su fábrica ó taller, en tanto que la sociedad tomaba menos que en dogma. Sólo dos personas me ampararon en mi rebeldía
por si misma posesión del « valor sobrante » ó utilidades que ahora re- contra esa errónea interpretación de los hechos de la naturaleza, siendo
condiri^P í * Contrario> °Pinaba bajo las presentes uno de ellos Mr. J. Knowles, director del Nineteenth Century, quien
condiciones de propiedad particular, la producción misma había seguido con su admirable perspicacia, en el acto se hizo cargo de la parte funda-
una senda errónea, siendo completamente inadecuada, hasta respecto mental de la cuestión, y con una energía verdaderamente juvenil, me
a las mas apremiantes necesidades de la vida. Ninguno de los artículos alentó en tal empresa. El otro, cuya pérdida todos lamentamos, fué
Mr. H. W. Bates, á quien Darwin, en su Autobiografía, describe como
uno de los hombres más inteligentes que jamás había conocido. Era
secretario de la Sociedad de Geografía, y de ahí que yo le conociera
r¿ w-S i n t e n c l o n e s - La idea le pareció excelente: « Sí ha- el tiempo, á extender la idea de no gobierno, de los derechos individua-
w ¡ n , í ' n G n C S C n b i r 6 n 6 5 6 S e n t Í d ° ~ m e d i Í ° ^ el verdadero d S - les y de la iniciativa local y libre acuerdo, en oposición á las de la supre-
wimsmo, y es vergonzoso el considerar lo que han hecho con dichas macía del Estado, centralización y disciplina que estaban en su apo-
deas No dejeis de realizarlo, y cuando lo hadáis terminado, os e n v l a S geo hace veinte años.
una carta apoyando el pensamiento, que podéis publicar también ? Toda Europa está pasando ahora por una fase bien obscura del
No era posible encontrar personas más autorizadas que me alentaran desarrollo del espíritu militar. Esto fué una inevitable consecuencia
y al efecto empecé á trabajar, publicándose después la obra en ¿ r e ' de la victoria obtenida por el imperio militar alemán, con su sistema
¿ni r S 7
los tít de
l S barbar
; ^ at°y°mutuo de servicio general obligatorio, sobre Francia en el 71, habiendo sido
ya desde entonces prevista y anunciada por muchos, y de un modo
l/JLÍ n ' ^ ° °s> En la ciudad medioeval y Entre particularmente expresivo por Bakunin. Pero la contracorriente se hace
nosotros. Desgraciadamente olvidé someter á la aprobación de ¿ a £
P n S r t í C U l O S d e e s t a s series actualmente sentir en la vida moderna.
, „ r / > q^e tratan de los animale?
Las ideas comunistas, despojadas de su forma monástica, han pe-
de ía o b r a P t 1 C Í S ^ f ^ § U m w r t e - En cuanto á la s e g u n d e a r t e
netrado en Europa y América de un modo extraordinario durante los
minada ¿ r f r l ^ 0 ^ l0S h m b r e s es ero
° ' P tenerla p r o n t o ^ veintisiete años en que he tomado una parte activa en el movimiento
T l n t ^ Z r m e h a C 0 S t a d ° V a d 0 S a ñ 0 S d e t r a b a i ° ' - ese tiempo socialista y podido observar su desarrollo. Cuando pienso en las vagas,
confusas y tímidas ideas manifestadas por los trabajadores en los pri-
fin d e a L t 7 m I Í g a , C Í ° n e S "ec,esité W durante estos estudios, á meros congresos de la Internacional ó en las que eran corrientes en Pa-
d f l f d e S H u d T i e r í f dC . instituciones del período bárbaro, rís durante la insurrección de la Commune, hasta entre los más inteli-
med,CeVales m e
m e n t e L Z r X n S 1, ^ ' O v a r o n á otras igualé gentes de los jefes, y las comparo con las que se han abierto camino
teiteT n o ^ í P ^ r ? P r e s e n t a d a en la historia por el Estado en nuestros días entre un gran número de trabajadores, me veo pre-
cisado á decir que me parecen pertenecer á dos mundos enteramente
distintos.
No hay época en la historia — si se exceptúa tal vez el período
de insurrección en los siglos x n y X I I I que dieron por resultado el mo-
vimiento de los municipios medioevales — durante la cual un cambio
de la misma índole, y t a n profundo, se haya hecho sentir en las con-
Ú1Üm
°S dÍCZ a ñ
°S' el crecim¡
e n t o del socialismo en Inglaterra cepciones corrientes de la sociedad. Y ahora, á los cincuenta y siete
años de edad, estoy más profundamente convencido, si es posible, que
5S=5a?=sss M » - t ^ S antes, que una combinación cualquiera de circunstancias accidenta-
les puede hacer estallar en Europa una revolución que se extienda tanto
como la del 48 y sea mucho más importante, no en el sentido de mera
S s ^ F lucha entre partidos diferentes, sino en el de una profunda y rápida
reconstrucción social; y tengo el convencimiento que, cualquiera que
sea el carácter que semejante movimiento pueda tomar en diferentes
países, en todas partes se manifestará un conocimiento más profundo
de los cambios que se necesitan, de lo que jamás se ha dado á conocer
electorales 3 v ^ s t o " T 6
**»» -cialista S s ^ r o U m S durante los seis siglos últimos, en tanto que la resistencia que el movi-
a y st
® i , ° e s 1 0 q u e s u c e d e precisamente en Inglaterra Oc,7 miento encuentre en las clases privilegiadas apenas tendrá el carácter
er S a n T V t ™ S Í S t 6 m a S d e s o d a l i s m o ^ e formularon Fol de obtusa obstinación que hizo t a n violentas las revoluciones de los
E s c Ú T l T a u / * ° b e : t ( \ 0 W e n ' 61 Ú 1 Ü m ° e s e l domina allí y e n tiempos pasados.
tídos n o r l q ' CS tanto
J P ° r e l n úmero de mitins ó de votos emi-
la ÍntenSÍdad del
movimiento s S o La obtención de este gran resultado justifica bien los esfuerzos que
en £ s o c S a d ¿ t P U dG V 1 S t a s o c i a l i s t a
en las uniones de oficios, tantos miles de criaturas de ambos sexos, y en todas las naciones y cla-
, C 0 ° P e r a t l v a s , y en el llamado socialismo municipal ses han hecho en los últimos treinta años.

M á ^ S a r K B K w r F I N DE LA OBRA.
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INDICE

Introducción Pág. 5

PARTE PRIMERA.

INFANCIA H

PARTE SEGUNDA.

E L C U E R P O DE P A J E S » 52

PARTE TERCERA.

SIBERIA » 103

PARTE CUARTA /
SAN PETERSBURGO » 144

PARTE QUINTA.

LA FORTALEZA. LA FUGA » 213

PARTE SEXTA

L A E U R O P A OCCIDENTAL » 234

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