Esta Bruma Insensata
Esta Bruma Insensata
Esta Bruma Insensata
No descubro nada si digo que Vila-Matas escribe muy bien. Como tampoco es
ningún secreto que disfruta como un cochino jugando (Vila-Matas, no el cochino)
con lo metaliterario, la intertextualidad y las citas, sean originales o apócrifas. O
que tiene don Enrique un bagaje cultural muy respetable que gusta de exhibir y
manejar, y que lo hace con soltura y a veces con gracia. Todos estos son elementos
reconocibles en el autor, o al menos es lo que se desprende de las reseñas que aquí
se han publicado de todas o casi todas sus obras, porque personalmente solo había
leído su anterior novela (Mac y su contratiempo)... y, sí, también en aquella
ocasión encontrábamos cosas como las citadas. El maestro Santi, en
la Contrarreseña a Kassel no invita a la lógica definía con gracia este cóctel, al
que llamaba el método Vila-Matas, y cuestionaba si todo esto es suficiente para
armar una novela. La reflexión es igualmente pertinente si hablamos de Esta
bruma insensata, pero antes hagamos un boceto sobre lo que en este libro se
cuenta.
El texto íntegro es una narración en primera persona que, como puede suponerse,
se centra casi en su totalidad en el hecho mismo de la creación literaria. En torno a
ella, Simon y Rainer son los dos polos de una dialéctica múltiple que, como las dos
vocecitas de la conciencia, encarnan y enfrentan sus respectivas tesis: fe y
entusiasmo en el hecho de escribir, frente a desprecio y abandono del ejercicio
literario; ficción contra no ficción; creación pura, o intertextualidad; celebridad y
anonimato. En última instancia, éxito vs. fracaso. Aunque la reflexión sobre estas
ideas (a su vez siempre sembrada de citas) ocupa casi todo el libro, es en su parte
final cuando se concretan y en parte podríamos decir que se materializan.
Vila-Matas lo hace con inteligencia, claro, no enfatiza a favor de ninguna de las
dos opciones, pero de ese magma aparentemente confuso termina el lector por
obtener algunas respuestas, aunque siempre abiertas a interpretaciones o
sometidas a contradicciones.
Porque esto, aparentemente novela, tiene bastante de ensayo y también cierto aire
lúdico, porque esa colisión entre dos formas de entender la literatura (todo lo
nebulosas que se quiera) efectivamente crea tensión entre los personajes, pero
esta no se transmite al lector. Poniéndonos unamunianos diríamos que no hay
‘agonía’ ni ‘sentimiento trágico’, solo miradas diferentes, posibilidades abiertas. Se
le va a gusto al autor en ese terreno, donde exhibe su agilidad para divagar por
distintos caminos sobre el hecho literario y hasta se permite deslizarse en alguna
ocasión hacia lo onírico. Y en ese contexto de lo metaliterario, me permito
destacar una poderosa imagen, de mucho contenido aunque parece dejada ahí
como por casualidad:
(…) Se apiñaban una gran cantidad de familias felices y de familias infelices, tribus rusas y chinas, suegras y cuñados de
todas las razas y clases sociales, jóvenes solitarias y señoras de edad, abanderados y no abanderados, camareros y turistas,
todos absolutamente indiferentes a la literatura, a la fama mundial del empedernido bebedor Rainer Bros y a mi archivo.
En fin, que como puede deducirse, el libro, construido con pulcritud e inteligencia,
gustará seguro a los fans de Vila-Matas y a quienes disfrutan con los entresijos y
las diferentes perspectivas de la creación literaria en sus múltiples facetas. En
tanto que novela –lo que quiera que eso sea- con un desarrollo y algo parecido a
un argumento, esta última entrega de don Enrique resulta algo más cuestionable.
Quizá nos gustaría ver cómo asoma un poco más fuera de esa burbuja, que a lo
mejor no es tan autosuficiente como él cree.