La Risa de F. Nietzsche

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Homo ridens vs.

Homo sapiens
Homo ridens vs. Homo sapiens
PAULINA RIVERO WEBER
Universidad Nacional Autónoma de México

Recibido: 04-12-2007 Aprobado definitivamente: 07-11-2008

RESUMEN
En este artículo la risa se explica a través de la conocida teoría de la risa como una respuesta
ante la incongruencia. Con base en lo anterior, la autora compara dos tipos de respuesta ante la
incongruencia: aquella que pretende resolver la incongruencia, a saber, la filosofía, y aquella
que la festeja sin remediarla: la risa. Y es que la tragedia y la comedia, el llanto y la risa, tienen
en el fondo un mismo origen, tanto como obras de arte, en la antigua Grecia, como en la vida
humana.
PALABRAS CLAVE
RISA, FILOSOFÍA, TRAGEDIA, COMEDIA, INCONGRUENCIA, RESOLVER

ABSTRACT
In this paper, laughter is explained through the well-known incongruence theory, i.e. as a way to
deal with incongruence. The author compares two different ways of acting upon incongruence:
one of them is to try to resolve it by setting a rational order and the other one is to take it as it
is, accept it, and laugh. Tragedy and comedy, just like crying and laughing, have both the same
origin, as works of art in ancient Greece, and also in human life.
KEY WORDS
LAUGHTER, PHILOSOPHY, TRAGEDY, COMEDY, INCONGRUENCE, RESOLVE

El conocido filósofo mexicano y español Luis Villoro solía repetir que


a partir de Husserl dejaron de existir los temas filosóficos o los problemas
filosóficos, y la Filosofía se asumió ante todo como una cierta forma de ver,
pensar, escribir o hablar. A partir de ello cualquier objeto de estudio puede ser
tema de la filosofía. En efecto, filosofar es lograr una cierta mirada: la mirada

© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XIV (2009), pp. 257-267. ISSN: 1136-4076
Licenciatura de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
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filosófica. Pero de manera contraria a esta idea, a lo largo de la historia de la


filosofía existieron temas que quedaron casi en el olvido por considerarse «poco
filosóficos». Como lo señala Greta Rivara en su libro sobre María Zambrano,
esa es una de las denuncias de la gran filósofa española: muchos temas de
fundamental importancia para la filosofía y para la vida han sido relegados
por considerarse poco filosóficos. Ellos, diría Zambrano, encontraron refugio
en la literatura y principalmente en la poesía. Heidegger por su parte, mostrará
como buen huserliano, que se puede filosofar sobre cualquier cosa cuando se
sabe hacerlo.
En este texto mostraré cómo entre esos temas casi olvidados por esa mala
madre que ha sido la filosofía occidental, la risa tiene el primerísimo lugar.
Asimismo trataré de mostrar cómo la risa puede ser un fenómeno que tenga un
papel similar al que Heidegger otorga a la obra de arte: ella arroja al individuo
fuera de la mirada cotidiana y facilita perspectivas diferentes sobre el mundo
y la vida. Y en ese sentido, aprender a reír se trona en una tarea fundamental:
sólo desde una revaloración de la risa es factible proponer valores vitales, que
no se asienten en una sobre valoración del ámbito trágico, y que revaloricen el
ámbito cómico.
Sabemos que los pocos filósofos que hablaron de la risa durante los prime-
ros dos milenios de la Filosofía lo hicieron, casi siempre, para infravalorarla,
aunque la gran mayoría simplemente la ignoraron. Esto no deja de ser absurdo,
pues como lo muestra Peter Berger en su obra sobre la risa, la historia de la
filosofía occidental comienza con el enfrentamiento entre el pensar de Tales de
Mileto y la risa de una esclava tracia. Recordemos ese relato del Teeteto, cuando
el Sócrates platónico nos cuenta que:

Estando ocupado Tales en la astronomía y mirando a lo alto, cayó un día en un


pozo, y que una sirvienta de Tracia, de espíritu despierto y burlón, se rió, diciendo
que quería saber lo que pasaba en el cielo y se olvidaba de lo que tenía frente a
sí y ante sus pies.

Berger se pregunta si existe algún motivo para que la sirvienta fuese


originaria de Tracia. Su respuesta a esa pregunta, apenas intuida y nulamente

 Greta Rivara Kamaji, La tiniebla de la razón. La filosofía de María Zambrano. México:


Itaca, 2006.
 En su compleja conferencia sobre «La cosa», Heidegger filosofa a partir de una jarra
con agua. ¿Qué cosa más baladí que filosofar sobre una jarra con agua? Ese trabajo muestra
cómo el objeto más humilde, bajo cierta mirada, puede conducirnos a la filosofía.
 Peter Berger, Risa redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana. Bar-
celona: Kairós, 1999.
 Platón, Teeteto. Madrid: Editorial Grados, 1998.

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desarrollada en ese texto sobre la risa, no podría se más fundamental: Berger


sabe que para Platón, Tracia era la región donde se situaba el origen del culto al
dios Dioniso, el dios de los instintos y de todos los aspectos no racionales del
ser humano. De ahí que para él la clásica anécdota de Tales de Mileto contra-
pondría al proto-filósofo racional y al proto-cómico dionisiaco, a través de la
imagen de la seriedad de Tales y la risa de la esclava tracia. Quedémonos con
esta sugerencia, pues tendremos oportunidad de regresar a ella.
Antes de recorrer algunas de las más importantes interpretaciones filosóficas
sobre la risa, quisiera apuntalar ciertas distinciones que concretarán un poco
más nuestro objeto de estudio. Distingamos primeramente «lo cómico» de la
facultad humana de percibirlo y de la risa en sí. La comedia es un género del
teatro dramático que se fundamenta en lo cómico, pero una cosa es lo cómico
y otra cosa es el sentido del humor, que es la capacidad humana para percibir
algo como cómico o gracioso. La risa es la expresión de esa capacidad e implica,
desde mi perspectiva, un salto fuera de la cotidianidad provocado por aquello que
se ha percibido como gracioso. Y eso es lo que aquí propongo: la risa puede ser
inductora de un salto fuera de la mirada cotidiana que facilite una perspectiva
diferente de un mismo evento, y por lo mismo, puede jugar un papel similar al
ha tenido la obra de arte en los pensamientos de Nietzsche y Heidegger.
Primeramente notemos que existen muy diferentes tipos de risa. Desde la
risa ocasionada por medio de las cosquillas hasta la risa causada por una buena
broma, hay una gran diferencia. Existe también la risa sádica, que se burla del
enemigo abatido o simplemente del individuo en desgracia: contra ella hablaba
Platón. Existe la risa burlona, la cual generalmente oculta envidias y complejos
sentimientos. Pero existe también la risa que expresa simplemente alegría de
vivir; las personas con tendencia a reír son más vitales que las que no ríen. Y en
este escrito nos interesa reflexionar únicamente sobre la risa que es producto de
esa capacidad de reír, producto del sentido del humor ante una situación indo-
lora e inofensiva, incluso ante una situación dolorosa para el propio individuo,
pero a la vez irremediable, como lo puede ser una enfermedad. Me interesa
reflexionar y revalorar este tipo de risa porque ella es indicativa de una cierta
facultad para vivir la vida en el marco de lo que nuestro amado Baruj Spinoza
llamó la laetitia: la alegría.
Un recorrido a través de la historia de la filosofía no ofrece un panorama
muy agradable para la comprensión de la risa. Hasta antes de Baruj Spinoza, ese

 No olvidemos que aunque en un sentido diferente, también Bergson proponía en La


risa; ensayo sobre la significación de lo cómico (Buenos Aires: Losada, 2004) una cierta rela-
ción entre la risa y el arte. En ambos fenómenos, diría Bergson, la realidad es liberada de sus
enmascaramientos sociales.
 Baruj Spinoza, Ethica ordine geometrico demostrata. Tr. A. Domínguez, Ética de-
mostrada según el orden geométrico. Madrid: Trotta, 2000.

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maravilloso judío cosmopolita del siglo XVII, la risa fue vista con un desprecio
inaudito. En el Filebo, Platón concluye que la risa es un vicio, en el cual se ve
mermado el dominio de la psique sobre el cuerpo. En La República, condena
la risa violenta, esto es, la carcajada, por ser algo inconveniente, obsceno y
perturbador. Aristóteles repite una variante de la valoración platónica de la
risa: ésta es una mueca de fealdad que deforma el rostro. Así en Occidente las
primeras interpretaciones filosóficas de la risa la dejan como un mal indigno de
la humanidad. Huelga decir que los padres de la Iglesia tampoco la valoraron
en gran medida. Quizá baste con recordar al evangelista Lucas al asegurar que
quienes ríen ahora, llorarán después. (Lucas, 6, 25) Para el cristianismo mejor
no reír, no es ésta una religión que considere la risa como un valor positivo para
la vida: la vida es, al menos para esa religión ya institucionalizada, un valle de
lágrimas.
Baruj Spinoza, decíamos, fue el primer filósofo en pensar algo verdadera-
mente positivo sobre la risa. Para este filósofo son dos los afectos fundamentales
de los cuales se derivan el resto de las emociones: la alegría y la tristeza. El
único camino posible hacia el perfeccionamiento tanto del cuerpo como del
espíritu –pues para este filósofo poseen ambos la misma dignidad– es el camino
de la alegría: cualquier afecto derivado de la alegría, es positivo, mientras que
ninguno afecto derivado de la tristeza puede conducir a la perfección ni al bien.
De manera que para Spinoza la risa es un bien deseable y resulta benéfica para
el cuerpo y el espíritu.
Medio siglo después de Spinoza, Francis Hutcheson10 le dio al mundo la
base para una de las más sobresalientes teorías sobre la risa: la llamada «teoría
de la incongruencia». Ésta, como su nombre lo indica, considera la risa como
una respuesta ante la percepción de una incongruencia. Si bien la paternidad
de esta idea parece atribuible a Hutcheson, serán dos filósofos más reconocidos
los que muy tenuemente la secunden: Kant y Hegel. Para ambos, la risa tiene su
origen en la percepción de algo absurdo. Sin embargo ni uno ni otro dedicaron
obra alguna a un estudio detallado de este fenómeno. Es Kierkegaard quien
posteriormente ahondó más en esta idea, y dignificó a la risa al considerarla un

 La dos tesis contrapuestas en este diálogo enfrentan por un lado la filosofía y el mundo
racional frente al placer y al goce. Cf. Platón, Filebo, (11b – 67b).Madrid: Gredos, 1992.
 Aristóteles, Poética 1449 a.
 Me refiero a la religión tal y como devino en su institucionalización, que es la que
propiamente conocemos Las nuevas fuentes sobre el cristianismo primitivo, nos dejan ver otra
religión diferente a la institucionalizada, en la cual la risa y la alegría quizá tuvieran también
otro lugar.
10 Francis Hutcheson estudió en la Universidad de Glasgow, donde comenzó su enseñanza
como profesor en el año 1716. De regreso en Irlanda fue profesor en la Dublín Academy. Hoy
en día se le considera uno de los líderes de la Ilustración escocesa.

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paso previo al estadio religioso.11 Pero más que un análisis de la risa en este
filósofo, para los fines de este escrito lo que resulta oportuno señalar es que él
encontró la raíz tanto de lo cómico como de lo trágico en la incongruencia propia
de la discrepancia y la contradicción. El análisis kierkegaardiano nos deja ver
que lo trágico surge de una contradicción sufriente mientras que lo cómico surge
de una contradicción indolora: reímos ante incongruencias, ante el absurdo o
las contradicciones que no nos dañan, que no representan un peligro inminente
para nuestro ser. En ese sentido, lo trágico y lo cómico, ya desde este filósofo,
apuntaban a un mismo origen.
Dentro de la misma teoría de la incongruencia Henri Bergson escribió la
obra filosófica mas importante que se ha escrito sobre la risa y la más conocida
también: La risa. En ella Bergson ubica la risa como un fenómeno humano con
ciertas razones sociales y con ciertas implicaciones éticas: así, para reírnos de
lo que nos parece gracioso, dirá sabiamente Bergson, es necesario reprimir
otras emociones como la compasión o el amor, para que así la incongruencia
no resulte dolorosa. Porque en ciertas ocasiones una incongruencia provoca risa
únicamente si el que ríe no se solidariza con los que padecen esa incongruen-
cia, esto es: la risa llega cuando el que ríe no siente un verdadero amor o una
auténtica compasión por aquellos que son el objeto de la risa. En ese sentido a
Bergson le preocupa restringir su estudio sobre la risa a cuestiones filosóficas
sobre todo de corte ético o moral.
A mi modo de ver es el filósofo alemán Joachim Ritter12 quien agrega algo
más a la noción de la risa como respuesta a la incongruencia. Ritter considera
que por ser la risa una respuesta ante algo que se considera incongruente y a la
vez indoloro, ésta dependerá de aquello que un individuo o sociedad considere
como incongruente. Esto nos lleva a afirmar que toda comedia, toda broma, todo
chiste posible, y en general la risa y el sentido del humor, son siempre locales e
históricos, pues como todo lo humano, la risa existe en un cierto espacio y un
cierto tiempo: todo chiste es un chiste local.
Los chistes o bromas los comprenden solo aquellos que comparten una
cierta realidad, un cierto universo de significados comunes. El texto de Freud
sobre el chiste,13 que coherentemente con el título, analiza más el chiste que
la risa como tal, es un claro ejemplo de lo anterior: los chistes que sirven de

11 Soren Kiekegaard, Postscriptum a las migajas filosóficas. Traducción: Jorge Manzano.


Edición privada ILFC, México: Guadalajara, 1988.
12 Joachim Ritter ha encontrado en la risa y el llanto dos de las reacciones límite que
constituyen propiamente el ser de lo humano. Es considerado, junto con Hans Robert Jauss y Max
Imdahl como el precursor del grupo de investigación «Poetik und Hermeneutik» que desde 1963
ha cobijado a filósofos de la talla de Hans Blumenberg, Reinhart Koselleck y Odo Marquard.
13 Sigmund Freud, El chiste y su relación con el inconsciente. Madrid: Alianza Editorial,
1988.

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materia de análisis para Freud, a duras penas parecen tales ante nosotros. Y
cabe aclarar que la posible capacidad de un mexicano para comprender un chis-
te ruso o reír ante el humor inglés no hecha por tierra esta tesis: simplemente
demuestra que hay ciertas parcelas de significado que compartimos con los
rusos o con los ingleses.
Ritter ofrece una combinación filosófico-sociológica para comprender la
risa. Sin embargo la clave propiamente filosófica para la comprensión de lo que
la risa es, me parece que la tiene Marie Collins Swabey.14 Porque filosófica-
mente hablando, la pregunta es muy simple: ¿qué es la risa? Pregunta que sin
miedo a una buena metafísica se traduciría por ¿cuál es el ser de la risa? Marie
Collins responde partiendo de la teoría de la risa como una respuesta a la in-
congruencia, pero va más allá de ésta. Ella hace notar que al decir que algo es
incongruente, se tiene de manera previa un concepto de lo que es congruente.
Cada sociedad tiene una concepción de la congruencia y de acuerdo con ella,
percibe lo incongruente como tal. Pero la clave está que Collins ofrece la razón
por la cual reímos ante lo incongruente: en el ser humano, nos dice, existe un
impulso básico a ordenar la realidad: la respuesta humana ante el desorden,
es imponer un cierto orden, para lo cual es del todo necesaria la competencia
de la Razón. La risa, en cambio, ante la incongruencia o el desorden, no ordena
racionalmente, sino que simplemente festeja la incongruencia; percibir algo
como gracioso y la risa que ello provoca, de acuerdo con Collins, es también
la expresión del impulso humano básico de ordenar la realidad. Encontramos
aquí nuevamente la imagen de Tales de Mileto y su insuperable seriedad, frente
a la risa de la muchacha tracia. Tales no soporta la incongruencia, y ordena el
mundo racionalmente para no morir de desesperación: es el primer filósofo de
Occidente. La muchacha tracia, ante la incongruencia de ver al sabio imposi-
bilitado de llevar a cabo la más elemental función (caminar sin caer) no ordena
nada ni pretende regresar a las cosas a su quicio: simplemente rompe a reír. Esta
misma idea de Marie Collins ha llevado a Berger a decir que «la risa cómica
es, por decirlo así, el instinto filosófico en clave menor».
La lúcida propuesta de Marie Collins ahonda en la teoría de la risa como
respuesta ante la incongruencia. Pero cabe señalar que si bien ésta es la más
importante teoría sobre la risa, no es la única. Existen otras que no necesaria-
mente se enfrentan a ésta, sino que de hecho la complementan. Así, la teoría de
la superioridad y la degradación del otro, que es la que en realidad sustenta el
rechazo platónico a la risa, no deja de ser una realidad que precisamente puede
ser acotada partiendo del pensamiento de Bergson: resulta en efecto necesario
reprimir ciertos sentimientos morales si no se quiere reír de la desgracia ajena,

14 Cf. Marie Collins Swabey, Comic Laughter: A Philosophical Essay. Yale: Yale Uni-
versity Press, 1961.

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resulta necesario reprimirlos para no degradar al otro a través de la risa. Otra


es la teoría de la risa como descarga: ésta encontró adeptos entre los que se
ubican Sigmund Freud y Kornald Lorenz. Esta teoría implica ya la teoría de la
incongruencia: es la incongruencia la que provoca una tensión que requiere ser
liberada, esto es: la descarga de la risa des-carga al individuo de la tensión ante
la incongruencia. Por eso Lorenz podía decir que la risa es una capitulación,
un rendirse.
Y es que tal y como lo ensaña la hermenéutica moderna,15 podemos lo-
grar una visión más amplia de la realidad si en lugar de elegir entre una teoría
sobre otra, complementamos una con otra ubicándolas desde las perspectivas
de cada uno de sus intérpretes. Tanta razón tenían Platón y Aristóteles, como
Kant, Hegel, Kierkegaard, Nietzsche, Freud, Bergson o Kornald Lorenz: simple-
mente es necesario ubicar desde qué perspectiva habla cada uno de ellos, para
comprenderles al interior del propio discurso. Sin embargo la incongruencia
parece ser la más fructífera y fundamental, pues es la que permite articular a
su alrededor el resto de las teorías sobre la risa.
Hemos dicho que Berger, a raíz de las ideas de Mary Collins, consideró
que la risa cómica es el instinto filosófico en clave menor. Quisiera retomar esta
metáfora, pues nos conduce al núcleo del nacimiento de la filosofía del cual
hablábamos al inicio de este escrito. La filosofía simboliza su nacimiento por
un lado en la persona de Tales de Mileto, y por otro, en la esclava tracia que ríe
de él. Comentábamos que Berger veía en este inicio una contraposición entre el
proto-cómico y el proto-filósofo: Tales piensa el mundo, la esclava tracia ríe de
él: tragedia y comedia aparecen así unidas en el mismo instante en que nace la
filosofía. En ese tenor resulta luminoso corroborar el consenso general acerca del
origen compartido de la comedia y la tragedia en el culto a Dioniso. Así como la
trag-edia nos remite al canto de machos cabrios, la com-edia,16 como lo indica
Aristóteles, nos remite al canto de la multitud enardecida que participaba en
los ritos dionisíacos. Sabemos también que en sus orígenes la comedia tenía un
momento asignado dentro de los programas de la tragedia: las piezas satíricas
se presentaban después de las obras trágicas y ofrecían la posibilidad de un
desahogo cómico: tenemos así la descarga ante la incongruencia a través de la
risa: después de la total seriedad de la tragedia, seguía la risa curativa, después
del dolor, la carcajada, que ni anula ni niega a la tragedia, sino simplemente la
hace más soportable.

15 Nos referimos a aquella que surge del pensamiento de Friedrich Nietzsche y fructifica
en Martin Heidegger y H. G. Gadamer.
16 Trag-edia y com-edia comparten la partícula «edia» que viene de «ode», oda, canto. La
trag-edia es el canto de los Tragos, los machos cabríos, mientras que la com-edia es el canto de
la Kome, de la aldea. Ambas pues tienen su origen en el coro, una en el coro religioso a Dioniso,
la otra en el coro popular.

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Lo anterior cobra mayor significado si recordamos que en las teorías sobre


la explicación del nacimiento de la tragedia, tanto Schiller17 como Nietzsche18
coincidían en que ésta nació del coro dionisiaco. Para ellos, en el espacio escénico
lo representado formaba una realidad aparte de aquella en la que se encontraba
el público. Para Schiller esa realidad escénica era el mundo ideal, mientras
que el público era el mundo real. Nietzsche, genialmente invierte la formula
schilleriana y propone que la realidad escénica nos habla del mundo real: no del
mundo ideal, como creía Schiller, sino del mundo real frente al mundo cotidiano
en el que se encontraban los espectadores, pues para Nietzsche el mundo de
los espectadores no es el mundo real, sino simplemente el mundo cotidiano. La
cotidianidad es valorada así como un mundo de durmientes, mientras que las
experiencias fuera de lo común, que en este caso lo es la vivencia trágica que
tiene lugar en el espacio escénico, son las experiencias que por salir del mundo
cotidiano, despiertan al espectador y lo arrancan de su cotidianidad hacia un
mundo pleno, real, total.
Partiendo de lo anterior, podemos ver que tanto la comedia como la tragedia
tienen el poder de arrancar al individuo fuera de su cotidianidad e introducirlo
en una experiencia distante de lo ordinario. Esto implicaría decir que la comedia
-y la risa por ella provocada- pueden jugar un papel similar a aquel que juega el
arte en el pensamiento de Martin Heidegger: arrancan al individuo de la coti-
dianidad en que mira sin ver y oye sin escuchar, para llevarlo a ver y escuchar
de una manera nueva y diferente.
Si retomamos algunas ideas anteriormente expuestas, podremos concluir
que el individuo que ríe, se ve impulsado fuera de la cotidianidad ordinaria,
hacia una parcela finita de significado que percibe como cómica. Y ello provo-
ca o posibilita al menos una perspectiva diferente de la vida. La comedia y la
tragedia, la risa y la filosofía, la jovialidad y la seriedad, la alegría y el dolor,
no son más que dos formas diferentes de reaccionar ante la percepción de una
incongruencia: en una se reacciona ordenando, en otra se acepta la incongruen-
cia y se festeja. Esto deja de un lado al filósofo serio que camina buscando el
orden del mundo y del otro la esclava tracia que ante la incongruencia en lugar
de ordenar, ríe: la esclava tracia acepta el desorden propio de la incongruencia
como parte esencial de la vida. Quizá Konrad Lorenz estuviera de acuerdo con
lo que acabamos de decir, pues precisamente él describió la risa como un «reflejo
de capitulación» en el cual el organismo se abandona a la risa; capitula, se rinde

17 Nos referimos al texto de Schiller, «Sobre el uso del coro en la tragedia», el cual
aparece como prólogo a La novia de Mesina.
18 Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, tr. Andrés S. Pascual. Madrid: Alianza
Editorial, 1985. Esta es una de las tesis fundamentales de esta obra, la primera escrita por este
filósofo.

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ante ella; yo diría: se rinde ante la incongruencia a través de la risa en lugar de


intentar imponer un orden racional. Quizá sea verdad esa vieja expresión que
dice que en la risa, tanto como en el llanto, el hombre es víctima de su espíritu,
mientras que en la sonrisa, lo expresa. La risa ante algo que el individuo con-
sidera gracioso, puede darse así en diferentes momentos de la existencia como
una reacción jovial, alegre, ligera. Hay algo alado, sagrado en la risa, que la
filosofía no ha sabido ver. Los libros escritos sobre la verdad, la belleza o la
tragedia, llenan bibliotecas enteras; sin embargo lo que se ha escrito sobre la
risa ha sido muy escaso, y lo que se ha escrito sobre ella desde el ámbito de la
filosofía ha sido más bien decepcionante.
Nietzsche, el filósofo de la fuerza y la libertad, de la danza, la risa y el
juego, es muestra de un cambio en la valoración de la risa. Sin embargo resulta
sintomático que el primer libro de Nietzsche se dedique al nacimiento del arte
trágico: en ese texto concibe la comedia como algo sumamente inferior a la
tragedia. Ese texto, escrito en una época en que valoraba ante todo la música de
Wagner, conlleva una alabanza a la tragedia y un desprecio total a la comedia.
Será más adelante que Nietzsche deje de lado la seriedad wagneriana, para
buscar la ligereza de la música del sur.19 Al exaltar esa música frente a la de
Wagner Nietzsche reivindicaba la ligereza frente a la profundidad. Pero como
lo ha mostrado Luis Enrique de Santiago, ligereza no es sinónimo de frivolidad,
sino gracia. No todo lo profundo es noble o sano: hay mucha enfermedad en
las profundidades de los infiernos del alma humana. Tampoco todo lo ligero es
superficial o frívolo: existe una ligereza que es una bendición: «Nadie es más
ligero que Mozart... nadie que escuche Don Giovanni o las Bodas de Fígaro
puede eludir la profundidad de esa ligereza».20 Recordemos que Nietzsche dejará
al inicio de el Caso Wagner un tributo a la risa, al comenzar diciendo: «Ridendo
dicere severum», y ya antes, en el Zaratustra, preguntaba:

¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las monta-
ñas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida.21

Me parece importante caer en cuenta de que en muchas ocasiones, ante el


mismo estímulo, ante la misma realidad, podemos reaccionar riendo o llorando.
Es verdad que nuestras reacciones ante la vida no dependen de manera exclusi-
va de nuestro estado interior: imposible reír ante un gran dolor, o ante aquello

19 Para una completa explicación sobre este asunto, cf. Luis Enrique de Santiago Guervós,
Arte y poder. Aproximación a la estética de Nietzsche. Madrid: Editorial Trotta, 2004.
20 Luis Enrique de Santiago Guervós, op. cit., p. 156.
21 Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, «Del leer y el escribir», tr. Andrés S. Pas-
cual. Madrid: Alianza Editorial, 1988.

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que consideramos peligroso o dañino. Y sin embargo, quien intenta cultivar el


sentido del humor, reacciona de manera diferente ante las inclemencias de la
vida que para otras personas son parte de una tragedia. Es necesario, en efecto,
aprender a reír: saber reír de la vida, y sobre todo, saber reír de uno mismo. De
aquel que no ríe, se pregunta Zaratustra:

¿Es que él no encontró en la tierra motivos para reír? Lo que ocurrió es que buscó
mal. Incluso un niño encuentra aquí motivos.22

Por todo lo anterior, la expresión «tomarse las cosas con filosofía», misma
que se brinda como consejo para aminorar un dolor, es del todo errónea. El que
se toma las cosas con filosofía, debe darle un cierto peso teórico a cada palabra,
debe cuidar con detenimiento y seriedad la situación a analizar. El verdadero
consejo, debería ser: «tómate las cosas con ligereza: ríe. Y no me refiero con
ello a la mera superficialidad que invita a tomar todo a la ligera: la ligereza de
la que habla Zaratustra nos remite a la profundidad abismal: el pensamiento
alado, dirá Nietzsche, se eleva a la ligereza desde la profundidad abismal. Como
lo mostró Nietzsche en El nacimiento de la tragedia, no toda superficie es mera
liviandad o superficialidad: el arte griego, con su ligereza y su jovialidad son
una muestra de ello. Así, la ligereza de la risa viene de lejos, y la prueba de
ello es que no cualquiera sabe reír: es necesario aprender a reír. Y lo es porque
toda incongruencia indolora, por inofensiva que sea, puede tomarse como un
despropósito, como una verdadera molestia e incluso como una de las múltiples
tragedias cotidianas, o puede tomarse simplemente como algo risible, como
algo propio de este mundo incongruente. Hoy en día los médicos anuncian la
influencia del estado anímico de la persona en el proceso de sanación de una
enfermedad: corroboran que el que ríe de su destino, incluso de su enfermedad,
se cura más pronto y mejor que el que se dedica a llorarla.
Sí: la vida es en gran medida un estado emocional. Y si todo lo anterior es
verdad, la existencia humana depende más del estado anímico propio, que de
la realidad exterior al individuo. Y si todo ello es verdad, ejercitar el sentido del
humor debiera ser casi una disciplina religiosa, porque aprender a reír puede
brindar una experiencia y una interpretación completamente nueva y revitali-
zadora de la existencia humana. La risa redime, como lo sugiere Berger desde
el título de su mencionada obra: sólo la risa que expresa alegría vital puede
salvarnos. ¡Aprender a reír! Quizá esa sea la clave de la existencia... o como
lo decía el viejo Zaratustra nietzscheano: «Yo he santificado el reír; vosotros,
hombres superiores, aprendedme -¡a reír!».23

22 Friedrich Nietzsche, op.cit., «Del hombre superior».


23 Ibid.

Contrastes vol. XIV (2009)


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Paulina Rivero Weber es profesora de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de


México (UNAM).

Publicaciones recientes:
Nietzsche, verdad e ilusión. México: Gerardo Villegas, 2000.
Alétheia: la verdad originaria. Encubrimiento y descubrimiento del ser en Martin Heide-
gger. México: UNAM, 2004.
Se busca heroína: reflexiones en torno a la heroicidad femenina. México: FCE, 2007.

Dirección electrónica: [email protected]

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