Qué Son El Arte y La Belleza
Qué Son El Arte y La Belleza
Qué Son El Arte y La Belleza
La experiencia estética
¿Qué son el arte y la belleza?
*OBJETIVOS:
• CONTENIDOS:
+ Conceptos:
6.1. Estética: la Belleza y su percepción.
6.1.1. La sensibilidad estética.
- El sentimiento estético: la emoción.
6.1.2. La experiencia estética y el juicio del gusto.
- Características de la experiencia estética.
- El juicio del gusto en Immanuel Kant
6.1.3. La belleza y la fealdad.
- La belleza y la fealdad. Variadas concepciones a lo largo del tiempo
6.2. La creación de belleza: Arte y Artista.
6.2.1. Arte y artista.
- Concepto de arte y tipos de artes.
- Condiciones de la obra de arte.
- Diversas concepciones del arte y su función social a lo largo de la historia
6.2.2. Artista y creatividad.
- Creatividad y artista.
- El genio creador. Teorías de Schopenhauer y Kant.
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6.2.3. El mundo hoy: una sociedad estética.
- La moda y el diseño como signos del mundo de hoy.
- Concepto de Estética.
+ Procedimientos:
- lectura y análisis de textos de extensión breve y moderada.
- Realización de resúmenes y esquemas de los conceptos.
- Visionado de la película “Moulin Rouge” y posterior análisis de su contenido
referido a la unidad didáctica.
- Recopilación de información de diversas fuentes: textos suministrados por el
profesor, audiovisuales, documentación buscada por el alumno; análisis de la
misma y posterior síntesis de los contenidos relevantes para la unidad didáctica.
- Elaboración del cuaderno personal y de los conceptos a estudiar por parte de cada
alumno.
- Definiciones de conceptos fundamentales recogidos en el vocabulario que aparece
al final de la Unidad Didáctica.
- Expresión oral y escrita madura y coherente, tanto de lo aprendido como de los
propios pensamientos.
- Elaboración de argumentos para criticar y defender las diversas posturas posibles
respecto al tema objeto de estudio en la Unidad Didáctica
- Realización de diversas composiciones filosóficas por parte de cada alumno.
- Visita-recorrido por lugares hermosos de la ciudad (Parque de María Luisa/Plaza de
España-Catedral-Museo).
- Exposición de objetos bellos traídos por los alumnos, audición de piezas musicales.
- Diferenciación de sentimientos estéticos: lo bello y lo sublime.
+ Actitudes:
- Regularidad y continuidad en el trabajo diario.
- Valoración de la vida e identidad humanas como realizaciones singulares y
originales, totalmente dignas de respeto independientemente de las apariencias que
presenten.
- Aprecio por el papel de la razón en el esfuerzo humano por entender el mundo en el
que vivimos.
- Esfuerzo y superación ante los retos intelectuales que se presenten.
- Desarrollo de la curiosidad por descubrir ideas nuevas y contrastarlas con las
propias.
- Presentación de la compasión y la empatía como los sentimientos más
genuinamente humanos.
- Toma de conciencia de la necesidad de educar el propio sentido del gusto.
- Desarrollo de la creatividad y sensibilidad propios
- Disfrute con la contemplación de lo hermoso.
* VOCABULARIO:
Emoción Experiencia estética Arts and Crafts Arte
Segunda vida del arte Naïf Artesanía Fealdad
Función pedagógica del arte Agradable Bueno
Canón estético Artes liberales Bellas artes Artes útiles
Belleza (en Platón y Kant) Juicio del gusto Hermosura
Sensibilidad estética Artista Inspiración Creatividad
Belleza natural Belleza artística Belleza libre Bauhaus
Belleza adherente Buen gusto Genio creador Diseño
Estetización social Arte fácil Ready made Techné
Muerte del arte Estética Vanguardia Kitsch
Underground
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* METODOLOGÍA:
A continuación aparecen el conjunto de actividades que vamos a realizar para el estudio
de este tema, unas se harán en casa y otras en clase. En ocasiones el trabajo será
individual y en otras trabajaremos en grupo. Algunas de ellas están diseñadas para que
explicitemos las ideas que previamente poseemos sobre el tema (pues lo creamos o no
algo ya sabemos, eso es seguro), otras invitan a leer y pensar para ir entendiendo los
conceptos que deberemos asimilar. Esa es la función de las actividades que tienen en su
título la expresión “AFIANZANDO CONCEPTOS”. Será en ellas en las que se aclare
qué hay que saber y todo lo demás es una preparación necesaria para ello.
ASEGÚRATE QUE DESPUÉS DE CADA ACTIVIDAD DE “AFIANZANDO
CONCEPTOS” TE QUEDA BIEN CLARO EN TU CABEZA Y EN TUS PAPELES
QUÉ DEBES ESTUDIAR.
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6.1. Estética: la belleza y su percepción.
6.1.1. La sensibilidad estética.
c) Lee el texto que se te propone a continuación y responde a las preguntas que se te formulan.
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museo del Prado.
– Pues no me enteré – se disculpa Elena –. ¿Y por qué no vas?, ¿,te pasa algo?
– ¡Qué le va a pasar! – contesta Rosa en lugar de Javi –. Que pasa un montón del arte y del
Prado.
– Yo ya he estado en el Prado – se defiende Javi –. ¡Con una vez es suficiente!
– ¿Cuándo? – le pregunto.
– Bueno, con mis padres. Hace tiempo.
– Ya, ya... – interviene Elena –. Seguro que no te enteraste de nada.
– ¿Y de qué hay que enterarse? – contesta Javi burlón –. Está lleno de cuadros, todos son
parecidos. Visto uno, vistos todos.
– Mira que eres bruto – replica Elena.
– Ya. Seguro que vosotros vais porque os interesa mucho el arte, ¿no? – se defiende.
– Se cree el ladrón que todos son de su condición – interviene Rosa –. Yo voy a divertirme y a
conocer el Prado. Las dos cosas no están reñidas.
– Pues yo voy para ver Las meninas – dice Elena muy seria.
– ¿Las meninas? – contestamos todos casi a la vez.
– ¡Ésta sí que es buena! – exclama Jordi –. ¿No lo has visto ya en fotografía?
– Sí, pero no tiene nada que ver. Dicen que al natural es alucinante – le contesta Elena.
– ¡Tú sí que alucinas! – interviene Rosa –. Si me dijeras otro cuadro..., pero precisamente Las
meninas es horrible.
– Sí – asiento –. ¡Tienen todos una cara de bobos! Nunca he entendido por qué es tan famoso.
¡Mira que son feos!
– ¿Y qué? – contesta Elena –. Ni que fuera un anuncio de medias. No veo la relación.
– Pues la hay – advierte Rosa –. Una pintura tiene que ser bonita, si no, ¿qué gracia tiene?
– Depende de para qué la quieras – dice Javi –. Si la quieres para adornar la sala de estar,
entonces tiene mucha. Me imagino Las meninas encima del sofá de mi casa. Mi madre
estaría encantada, seguro. Hace juego con los retratos de mi familia. jSon todos tan guapos!
– bromeo.
– ¡Como tú! – me corta Elena –. Además, ¿te crees que tiene el tamaño de la fotografía que
sale en el libro de arte?
– Un poco más grande, imagino – contesto burlón –. Pero mi casa no es tan pequeña.
– ¿Sabes cuánto mide? – me interroga Elena.
– Pues, no sé. Como todos, más o menos.
– No tienes ni idea – exclama Elena –. Es enorme. En directo, impresiona. No es lo mismo ver
una pintura en un libro que contemplarla al natural. Es como oír un canción por la radio o en
un concierto. EI arte se ha de vivir en directo.
– Elena... no sabía que te interesara tanto el arte. A mí Las meninas me deja frío, pero no me
importaría tenerlo en casa. Seguro que vale una fortuna – interviene Javi.
– Seguro – añade Jordi –. Es increíble lo que llegan a pagar algunos por tener obras de arte.
No lo entiendo. Para ver cuadros te vas a un museo y ya está.
– Sí, pero y lo que fardas teniendo un Velázquez en casa, ¿qué? – le digo.
– Pues, ¿qué quieres que te diga? Fardas más con un deportivo – me contesta –. Eso sí que es
una obra de arte.
– Siempre pensáis en lo mismo: dinero y fardar. En la vida hay otras cosas – puntualiza Rosa.
– Sí... – sonríe Jordi –, pero menos importantes.
– En serio – continúa Rosa –, no importa lo que cuesta una obra de arte, sino lo que vale.
– ¿Y quién decide lo que vale? ¿Por qué Las meninas es un no va más y algunos graffiti que
hay por ahí no valen nada? – pregunta Javi –. Hay graffiti que me gustan más que Las
meninas.
– Bueno, no depende de lo que te guste a ti – replica Rosa –. Depende de si tiene calidad
artística o no.
– ¿Y quién decide lo que tiene calidad artística? – contraataca Javi –. Por ejemplo, pensemos
en los cuadros de Van Gogh. Si son arte del bueno, explícame por qué se moría de hambre.
Si son arte ahora, también lo eran entonces, ¿no?
– ¡Eso! – asiente Jordi –. Tiene guasa que en vida no vendiera ni un cuadro y ahora paguen
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millonadas por ellos.
– Y, a veces, algunos de ésos que venden por tanto dinero son falsos. ¿Os habéis enterado?
Unos japoneses pagaron una barbaridad de dinero por una versión de Los girasoles y ahora
resulta que no es auténtica – explica Javi.
– ¡Vaya! – exclamo –.
– ¿Qué dices a eso, Rosa? ¿Sigue siendo arte o, como no lo firmó Van Gogh, no vale nada?
– ¡Y yo qué sé! – contesta Rosa un tanto molesta –. ¿,Os pensáis que yo lo sé todo o qué?”
– Seguro que conoces el cuadro Las meninas, de Velázquez. Si no es así, búscalo en un libro de
arte.
1) Señala qué impresión te ha causado e indica si estás de acuerdo con Elena o con
Rosa y Rafa.
2) ¿Crees que la belleza o la fealdad de los personajes retratados tiene algo que ver con
el valor de una obra de arte?, ¿por qué?
3) ¿Opinas, como Rosa, que la fealdad está reñida con el arte? Piensa en alguna obra
que te guste a pesar de que no destaque por la belleza de lo representado.
– Javi, que no parece muy entusiasmado por el arte, afirma que Las meninas sólo le interesa
por el valor económico que tiene.
1) ¿Crees que ésta es la actitud apropiada para valorar una obra de arte?, ¿por qué?
2) Además de lo ocurrido con las pinturas de Van Gogh, ¿conoces algún otro ejemplo
en que el valor económico y artístico de algo no siempre coincidan?
– En el relato, Jordi afirma que, para él, un deportivo es una verdadera obra de arte.
1) ¿Estás de acuerdo?, ¿por qué?
2) A pesar de lo bonito que pueda ser un coche, ¿cuál es la característica que
básicamente lo diferencia de lo que tradicionalmente consideramos obras de arte?
(El apartado c) está tomado íntegramente de: AA.VV. Filosofía. Bachillerato, Sevilla, Guadiel, 1998,
p.220)
2.- ¿Por qué crees que el autor considera que de la “quietud” salen todos los
males?
3.- Eres capaz de identificar y distinguir todos los sentimientos que el autor
menciona –busca en un diccionario los que no conozcas.
4.- Trae mañana a clase un objeto –puede ser música- que consideres bello.
Tendrás que exponer a la clase por qué lo consideras bello. Así que procura
analizar lo que sientes por él, lo que te hace sentir. Ten en cuenta para ello lo
siguiente:
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si te emocionas con una película porque te sientes identificado con lo que le
pasa a su protagonista, ¿estás teniendo una experiencia estética? ¿o más bien
emotiva?
Si te gusta escuchar una determinada melodía, o mirar una foto porque te
recuerda un momento de tu pasado, ¿estás teniendo una experiencia estética?
¿o más bien te emocionas al recordar con nostalgia episodios de tu pasado?
Si al bailar una canción te sientes excitada y animada, ¿estás teniendo una
experiencia estética? ¿o es sólo algo divertido y entretenido?
Si al ver una mujer u hombre hermosos experimentas sensaciones de agrado y
placer, ¿es una experiencia estética? ¿o sólo es instinto y atracción sexual?...
No es tan sencillo diferenciar la experiencia de la belleza de otras.
Texto a)
"Arte es cualquier producción humana que provoca en el espectador una emoción. Emoción es una
descarga del sistema nervioso que, al superar un nivel de intensidad, escapa al control de la razón y
deviene autónoma como un reflejo condicionado: es el escalofrio producido por la música, el
sobrecogimiento que nos embarga al oir un poema sublime, el abandono estático que nos invade al
recibir cualquier impresión sensorial provocada por un acto humano de gran fuerza.
Por supuesto, en la obra de arte -en un poema, por ejemplo- pueden existir elementos dirigidos a la
razón que la estimulan, pero cuando esa obra es realmente artística, la participación de la razón en la
respuesta se ve desbordada en un sentimiento oceánico, ilimitado y por tanto indefinible, sin fronteras,
no conceptualizable, ajeno a la razón, que se difunde como un estado psicosomático por todo el
cuerpo."
Racionero, Ll.: Arte y ciencia, Laia, Barcelona, 1986, pág. 124.
1) ¿Es la "emoción" un buen criterio para distinguir los productos del arte de los que no lo son?
Razona la respuesta.
2) ¿Te parece adecuada la descripción de la emoción propuesta en el texto de Lluís Racionero? Intenta
completarla con nuevas ideas.
Texto b) La segunda vida del arte
La relación del arte con la economía se ha transformado plenamente desde la Antigüedad hasta
nuestros días. En el Renacimiento existía un mecenas que ayudaba al artista económica y
vitalmente; en los siglos xvii y xviii, las monarquías europeas apoyaban el arte con sus artistas
de la corte. Pero todo ello se ha metamorfoseado en el siglo xx en un empresario que vende
arte como vende cualquier otro producto del mercado, y esto ha provocado que se produzcan
obras banales, poco trabajadas y frívolas, con el único fin de sacar el máximo provecho
económico posible.
En este reino de la confusión se llega incluso a pensar que para que un objeto pueda ser
considerado artístico se requiere simplemente que cumpla estas cuatro condiciones:
1. Que sea el fruto de alguien que diga ser artista.
2. Que sea expuesto en una galería, publicado o exhibido.
3. Que los críticos ayuden al artista a hacer pública su obra.
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4. Que se venda.
De acuerdo con esto, resulta que el modo de decidir qué es arte y qué no lo es se asemeja, en
buena medida, a una operacion comercial: arte es lo que se cotiza en el mercado como arte. Sin
embargo, en ninguna de esas condiciones legitimadoras del arte se pide que la obra produzca
un impacto emocional en el espectador; y, sin embargo, éste ha sido el criterio que desde la
Antigüedad nos ha orientado para decidir qué es arte y qué no lo es.
Lluís Racionero llama a este criterio la segunda vida del arte. Sólo aquello que produce un
verdadero impacto en el espectador es arte. La obra nace en lamente del artista y renace
("segunda vida") en el espectador. De acuerdo con este autor, el proceso de nacimiento y
"renacimiento". del arte podría representarse así:
Realidad ----c Artista ------c EMOCIÓN -------c Obra ------c, Espectador -----c, EMOCIÓN
La palabra emoción aparece dos veces: son las dos vidas del arte, una en el creador, la otra en
el receptor; nace en el artista y renace en el expectador. Se diría que el observador emocionado
vuelve a la realidad y la percibe transfigurada a causa de su nuevo estado de ánimo. Esa es la
enorme "utilidad del arte", su función perenne, válida incluso en una época de dispersión como
la nuestra, porque, una vez que el espectador haya captado la realidad transfigurada, el mundo
ya no volverá a ser como antes.
Es, por tanto, en la emocion donde debe buscarse la clave que permita distinguir con claridad
qué objetos o producciones pueden ser considerados obras de arte.
De ahí que podamos aceptar como legítima la definición de arte que propone Ll. Racionero:
"arte es todo objeto material o mental compuesto por un ser humano que puede provocar una
emoción a un grupo de espectadores"
Si una determinada produción humana es sólo informativa no se trata de arte, sino de ciencia;
si sólo es divertida, es humor, pero no arte. Únicamente cuando la información, el humor o
cualguier objeto artistico trascienden de sus propios limites y se expresan de un modo que
logra emocionar a un espectador desinteresado, entonces alcanzan el rango de obra de arte."
1) Haz un esquema del texto indicando las ideas principales y las secundarias y la relación
que hay entre ellas
2) Se menciona la emoción como la clave, pero ¿qué sentimientos crees que formarían parte
de ella?
3) ¿Crees que la contemplación de la obra de arte que realiza el espectador la "recrea" o
"completa" de alguna manera?
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Actividad 3) Afianzando conceptos: Algunas definiciones de la
belleza y sus efectos
Lee los textos que a continuación se te proponen. Cada uno de ellos tiene un
título para orientarte al respecto de su contenido. Primero extrae las ideas principales de cada
uno de ellos, luego piensa con cuál o cuáles de ellos coincides en punto de vista. Por último
trata de hacer una definición lo más exhaustiva posible de la belleza y de la experiencia
estética. Buen trabajo.
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h) La lenta flecha de la belleza
“La especie más noble de la belleza es aquella que no arrebata de repente, que no hace ataques
tempestuosos y embriagadores, sino que se filtra despacio, que le lleva a uno consigo, casi sin ser
advertida, y que le vuelve a salir al encuentro en un sueno, pero que, al final, después de haberse posado
largamente en nuestro corazón con sencillez, toma completa posesión de nosotros y llena nuestro
corazón de lágrimas y nuestro corazón de anhelo.”
F. NIETZSCHE,
El nacimiento de la tragedia
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cualquier otra emoción, sólo puede ser parcialmente comunicado a los otros, aproximadamente
descrito o inducido, pero nunca completa y definitivamente transmitido y comprendido, al
menos, verbalmente. Precisamente, para muchos teóricos, lo característico de los objetos
estéticos es que logran comunicar lo lingüísticamente incomunicable. Surgen como otros
modos de expresar emociones que, si no, resultarían difícilmente compartibles. Y es que tener
una experiencia estética no es almacenar datos sensoriales en la memoria. Sino participar del
objeto que nos proporciona dicha experiencia. Un auténtico encuentro. Cuando salimos de un
concierto u olemos el azahar, decimos que hemos tenido una experiencia estética, porque
estamos afectados por la interpretación a la que hemos asistido o el olor que hemos sentido.
Afectados en un sentido global: es un sentimiento que nos desborda y afecta no sólo a nuestros
sentidos, sino también a nuestra capacidad cognoscitiva, que activa nuestros recuerdos y nos
hace vivir con intensidad y plenitud. Sensaciones fugaces que nos permiten trascender lo
habitual y situarnos, por un momento –de ahí la brevedad de la experiencia estética-, “fuera del
tiempo”, saboreando el placer en toda su intensidad, sintiéndonos dichosos de estar vivos y
experimentando esas emociones.
Para explicar este valor estético, Platón narra en su diálogo Fedro una bella metáfora.
Nos cuenta que las almas de las personas, antes de venir a este mundo, vivían en un mundo
celestial; pero, por alguna razón misteriosa, se vieron obligadas a caer a la tierra y han quedado
separadas de una verdad y una felicidad de las que sólo guardan un leve recuerdo. Desterradas
en la pesadez terrenal, las almas han perdido las alas Y no pueden impulsarse hacia el gozo del
conocimiento de lo verdadero. Sin embargo, existe una experiencia por la que el alma humana
se eleva de nuevo. Es la experiencia del amor y la belleza. Para Platón, lo «bello» es lo que
más brilla y nos atrae, la visión de lo ideal: lo perfecto, lo armónico, lo equilibrado. Para
Platón. las experiencias del amor y la belleza serán las que marquen el camino privilegiado por
el que los seres humanos pueden llegar a la verdad. Éste es el quehacer originario de la
filosofía y por ello siempre ha sido difícil separar la reflexión sobre la verdad, el bien y la
belleza.
Este encuentro con la belleza y la consiguiente elevación del espíritu de la que nos
hablaba Platón son posibles porque el sentir humano es un sentir estético. La expresión
«estético» tiene su origen en el vocablo griego aisthetikós, que significa «sensible» y se refiere
en principio, por tanto, a la capacidad que tenemos los seres humanos de percibir sensaciones.
Sin embargo, en castellano la utilizamos para referirnos sobre todo a nuestra capacidad de
sentir la belleza y la fealdad. Lo que sí ocurre es que la base de este sentimiento de lo bello es
la sensibilidad, porque el encuentro con la belleza tiene siempre una mediación material, lo
bello tiene que percibirse de algún modo por los sentidos. Desde esta perspectiva podríamos
entender la Belleza como perfección. Las cosas bellas serían las cosas bien hechas, lo bello se
identificaría con lo perfecto, lo eu-morfé, lo que está en buena forma. De aquí se derivará el
término latino formosus de donde procede «hermoso» y «hermosura». En este estrato lo feo
sería lo deforme, y lo bello, lo que se atiene a una simetría, a unos cánones, a una perfección
formal. Un acabado perfecto.
La experiencia estética es una emoción que ciertos objetos pueden provocar en
nosotros, pero sólo si nos acercamos a ellos de una determinada forma. El aventurero que
explora un paraje desconocido buscando un tesoro, el propietario que contempla un bosque
calculando las ganancias que obtendrá en la venta o el publicista que escoge una melodía para
el anuncio de detergente no se sitúan a sí mismo en disposición de tener una experiencia
estética. Su actitud no es la apropiada.
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Actividad 5) Afianzando conceptos: características de la experiencia estética (II)
Continuando con las características de la experiencia estética podemos añadir a las
anteriormente estudiadas los siguientes rasgos:
· La realidad se nos presenta más ligera: la experiencia estética transforma
nuestra visión de la realidad, de modo que el mundo nos parece más liviano y la vida
más Ilevadera; a través de esta experiencia descubrimos un nuevo sentido en las cosas.
· Nos altera la vivencia del tiempo: el goce estético hace que nos olvidemos
del reloj, hace que el tiempo pase casi «sin sentir». La experiencia de lo estético nos
permite superar la fugacidad del tiempo ordinario y saborear la etemidad, transitar del
pasado al presente y al futuro sin solución de continuidad.
· Desprendimiento del yo: tanto la experiencia de crear algo bello como la de
contemplar cosas bellas, nos puede conducir a un estado de cierto olvido de nosotros
mismos. Aunque se trata de un proceso gradual, la experiencia estética supone un salir
al encuentro, un desprenderse del yo rutinario para crear, para perderse en la
contemplación, para dejarse arrastrar por el embrujo de la belleza, libres de cualquier
tipo de lastre.
· Precariedad del gozo: la intensidad de la experiencia contrasta con su
brevedad; el gozo estético es un gozo precario y por ello parece fruto del azar. La
realidad a la que se vuelve después de la contemplación parece más dura.
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es imaginativo y por ello la sensibilidad no puede ser minusvalorada en detrimento del
entendimiento.
· Porque la razón humana es una razón sentiente, y por ello la sensibilidad
que se despierta con los objetos estéticos tiene un carácter propio: es racional sin ser
conceptual, pero es sensible sin ser únicamente placentera.
Así pues, por el hecho de poner en juego la sensibilidad, el objeto estético no anula ni
el entendimiento ni la voluntad, más bien los detiene, los mantiene fascinados. Esta admiración
no es tan sólo una simple sorpresa, ya que la actitud estética exige de nosotros un interés
especial: un interés que Kant Ilamó «desinteresado», porque lo bello tiene una finalidad propia
que es independiente de la utilidad y el consumo. Este interés «desinteresado»recoge lo que
Aristóteles llamaba el momento de la contemplación. Contemplar no es soportar pasivamente
la presencia de algo, sino aceptar lo contemplado y entablar con ello una comunicación que es
sentiente y racional al mismo tiempo. Por esta razón, la actitud estética no lleva consigo un
enfrentamiento entre el intelecto y la sensibilidad, sino el afán de buscar su equilibrio y
armonía. La contemplación es un juego libre porque no apunta a ninguna finalidad
preestablecida. Un juego en el que surgen continuamente nuevas formas de interacción entre
nuestra facultad creadora de imágenes y nuestra facultad de entender mediante conceptos.
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al ámbito personal. Cuando yo digo “este cuadro es hermoso” o “esta tempestad sobre
el mar es sublime”, estoy haciendo una apreciación personal que vale para mi, pero
que quizá no sea compartida por los demás.
Sin embargo, nuestra forma de apreciar los objetos estéticos nos inclina a
rechazar la creencia de que nuestras valoraciones estéticas sor meras opiniones
personales. Generalmente, cuando alguien hace un juicio estético y afirma que algo es
bello o feo, tiene la convicción es que eso debería ser así para todos; es decir, está
convencido de la objetividad y universalidad de su juicio. Cuando atribuimos belleza
a una obra de arte, cuando consideramos que tiene un alto valor estético, pensamos
que esto es o debe ser así para todo el mundo.
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adecuadamente los regalos, ser prudente en una conversación... Así pues, nuestra vida
está rodeada de cuestiones referentes al gusto.
De acuerdo con la teoría kantiana, podemos distinguir dos dimensiones del
gusto:
1. El gusto que va unido a los sentidos, a lo que llamaríamos la esfera apetitiva
inferior (inclinaciones, deseos, sensaciones); mediante ella identificamos el gusto con
los placeres sensibles. Así, juzgamos "placenteros" una buena comida, un buen vino o
un buen chapuzón en la piscina en un día de calor. Este ámbito del gusto lo constituye,
pues, la esfera de lo agradable, que no debemos confundir con la esfera de lo bello.
2. Desde el punto de vista estético, gusto es la facultad de juzgar lo bello y, en
este sentido, pertenece no a la esfera sensible, sino a la de la razón. Según Kant, todos
los seres humanos podemos ponernos de acuerdo acerca de qué es lo bello, porque
todos participamos de una misma racionalidad y de unos mismos principios, gracias a
los cuales juzgamos la realidad. Al igual que es posible ponerse de acuerdo en la
esfera del conocimiento y en la esfera de lo moral, también podemos ponernos de
acuerdo en la esfera del gusto.
Se suele decir que con Kant, por primera vez, la esfera de lo bello adquiere su
propia autonomía respecto del territorio epistemológico (ámbito de los juicios de
conocimiento)y del ámbito de la moral. Y ello se dice porque, desde Platón hasta
Kant, la Filosofía ha tendido siempre a identificar verdad, bien y belleza,
confundiendo así lo que, de hecho, pertenece a consideraciones distintas acerca de la
realidad. De ahí que Kant establezca una triple consideración:
- Lo agradable, aquello que place a los sentidos en la sensación. De lo
agradable decimos que nos gusta. "Me gusta esta comida", "me gusta pasear en las
tardes de primavera" "me gusta este cuadro"... Cuando calificamos algo de
"agradable" no exigimos a nadie que esté de acuerdo con nosotros, sino que
simplemente manifestamos nuestra opinión. En esta esfera del gusto (al que llamamos
gusto inferior) podemos estar de acuerdo con aquella sentencia que dice "cada cual
tiene su propio gusto" o "sobre gustos no hay nada escrito". Los que defienden este
punto de vista piensan que es imposible ponerse de acuerdo en cuestiones de gusto.
Quienes así piensan son los que defienden un empirismo del gusto, esto es, juzgan los
objetos estéticos de acuerdo a nuestros sentidos. Kant no comparte esta opinión.
- Lo bueno, aquello que es apreciado, que tiene un valor objetivo. En esta
esfera podemos distinguir entre aquello que es bueno para algo (lo útil) y aquello que
es bueno en si mismo. Dormir es bueno para la salud, del mismo modo que leer es
bueno para el espíritu. Ambas acciones son buenas para algo (son útiles). Por su parte,
las acciones morales (cumplir con el deber, por ejemplo) son buenas en sí mismas, y
pretenden ser universales y necesarias. Así, podemos decir que todos estamos de
acuerdo en "socorrer al necesitado". Ahora bien, lo que Kant pone de manifiesto es
que lo bueno es propio de las acciones morales y éstas no pertenecen a la esfera
estética, sino sólo a la de La moral.
- Lo bello, aquello que place sin interés alguno. El desinterés es la condición
de posibilidad de la experiencia estética. La verdadera experiencia estética es aquella
que se produce sin interés alguno por parte del sujeto que contempla el objeto estético.
En ese sentido, se diferencia claramente de la experiencia de lo agradable, en la que
hay un interés de los sentidos en el placer sensible, o de la experiencia moral, en la
que se produce un interés del ser humano en realizar el bien.
La idea de que el desinterés es la condición esencial de la experiencia estética
está presente en gran parte de las reflexiones sobre estética en la Historia del
pensamiento y, además, es una idea que está bastante cercana al sentido común, pues
parece que la experiencia estética debe ser ajena a todos los intereses que agobian al
ser humano en la experiencia sensible e incluso en la científica.
¿Qué diferencia hay entre el juicio "me gusta esta rosa" y "ésta rosa es bella"?
Se trata de una distinción lingüística que es preciso analizar. Desde el punto de vista
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kantiano, existe una diferencia de pretensión de validez. En el primer caso ("me gusta
esta rosa"), no exigimos a nadie que esté de acuerdo con nosotros, sino que
simplemente nos conformamos con emitir nuestro parecer acerca de esa flor. Sin
embargo, en el caso del juicio "esta rosa es bella", su formulación misma lleva consigo
la exigencia de que todos los posibles interlocutores estén también de acuerdo con
nosotros. Y ello es así porque, para Kant, también podemos ponernos de acuerdo en
cuestiones de gusto, ya que todos los seres humanos participamos de unas mismas
estructuras racionales.
A este respecto, Kant habla de un sentido común estético (sensus communis
aesthéticus) del que participamos todos los humanos y gracias al cual es posible
ponernos de acuerdo en la esfera estética. Del mismo modo que podemos llegar a
coincidir en el ámbito de la ciencia Y de la moral, también podemos establecer un
acuerdo en cuestiones referentes a la belleza y al arte.
De estas consideraciones se deriva la idea kantiana de la belleza. No es una
característica de los objetos, sino de cómo los contemplamos. Es un estado mental en
el que se produce un libre juego de las facultades, una perfecta armonía entre el
conocer y el sentir. Como dicho estado mental es ocasionado por una facultad que es
igual y común a todos los hombres –el gusto- la belleza es algo subjetivo, pero común,
y por ello universal.
d) Identificar formas, líneas, figuras y colores que aparecen en él ¿Qué te dicen sus
combinaciones?
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Es el otro eje, el horizontal, el que nos divide el cuadro también en dos partes: lo que está dentro
y fuera de la terraza, más cercano y más lejano, más sombrío y lleno de luz. En efecto, y aunque la
división no sea exacta, la parte superior de este eje aparece bañada en luz, mientras que la muchacha,
terraza y árboles próximos permanecen en la sombra. Se produce de esta manera un contraste que recorta
la silueta de ramas y hojas pero, sobre todo, de la cabeza y el cuello descubierto por el recogido, que
hacen destacar la figura femenina. Ésta, además de la línea oblicua que describen sus piernas, se sitúa en
una de las diagonales que cruzan el lienzo y lo divide en dos triángulos iguales.
Sin embargo, a pesar de la relativa simetría del cuadro, parece concentrar su peso en su lado
izquierdo; es aquí dónde se sitúa la mayor parte de la muchacha -aunque la diferencia no sea notable- y
aparece una árbol más alto y frondoso. El equilibrio se logra gracias a una mayor profundidad a la
derecha, profundidad que se sirve de la diagonal descrita por el murete. Quizá este equilibrio venga dado
también por la supremacía de zonas luminosas en el lado derecho sobre el izquierdo.
El vestido rosa, además de darle título a la obra, juega un papel importante. La muchacha, a
pesar de permanecer en el sombra, sobresale del fondo; es aquí donde vemos la importancia del vestido:
Bazille enmarca el rosa del traje entre colores fríos de manera que le resulte imposible no destacar -ya
señalábamos antes como la cabeza se recorta sobre el fondo -. A los tonos pastel del vestido le suma una
mancha negra con el delantal. Los colores que usa, en fin, son en general fríos y suaves: los tonos pastel,
los grises de la piedra, el matiz aceituna de la piel de la muchacha... ni siquiera las tonalidades en el
pueblo, al sol, ni del cielo -más bien una mezcla de matices que un color añil puro-, se muestran radiantes.
Sin embargo Bazille logra en este cuadro la pretensión impresionista de captar la luz en un momento
determinado del día.”
“A pesar del interés, podríamos decir común y casi universal, que provoca la belleza, ésta se mantiene
inaprehensible intelectualmente, no sólo por la variedad de los objetos que la sustentan, sino por la
diversidad de las opiniones que suscita. Tras haber estudiado las concepciones de la Belleza de Platón y
Kant sabemos que llamamos Belleza a una disposición que experimenta el sujeto ante la presencia de
objetos que suscitan dicha libre organización de sus facultades. Una disposición que disuelve la dicotomía
entre subjetivismo y objetivismo. Ni la Belleza es una cualidad de los objetos ni tampoco una mera
sensación particular y subjetiva de cada uno. Para terminar con ello vamos a hacer un repaso histórico de
las concepciones que se han dado sobre ella. Luego, intentaremos precisar algunas distinciones
analizando las diversas clases de belleza. Y, por último, cerraremos el apartado viendo uno de los
aspectos más olvidados en la estética tradicional: la fealdad y su relación con la belleza.
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engañosa y fugaz (con el tiempo se marchita), la segunda, al ser sinónimo de bondad y virtud, es superior
y más encomiable.
El Renacimiento fue un retorno, en muchos sentidos, a la Antigüedad clásica. En lo que respecta
a la estética, se siguió manteniendo una postura objetivista y se concibió la belleza como un equilibrio y
armonía que deleita a los sentidos. Además, en esta época se recuperaron algunas ideas clásicas olvidadas
durante la Edad Media. Por ejemplo, se extendió una concepción más naturalista de la belleza y el arte. La
naturaleza se convirtió en el auténtico modelo del artista. A ella recurría como verdadera maestra y fuente
de sus obras. Así, durante el Renacimiento fue característica la aplicación de estudios científicos
(matemáticos, geométricos, anatómicos...) a la creación artística. Esto se aprecia en el interés por las leyes
de la perspectiva, que permitían representar fielmente las percepciones del espacio.
En la Modernidad se produce un proceso de subjetivización y relativización de la belleza. En las
épocas anteriores había predominado una concepción objetivista; sin embargo, se habían dado también
algunos atisbos personales de relativización. A este respecto, Giordano Bruno (1548-1600), un hombre
del Renacimiento, ya señaló un cierto cambio de perspectiva y una tendencia a la relativización, que se
fue afianzando con el paso del tiempo. Así lo vemos en sus palabras: “No hay nada que sea absolutamente
bello, sino sólo para alguien”. En el siglo XVIII, con los empiristas e ilustrados, ya existe una clara
conciencia de que la belleza no depende tanto de las características del objeto, sino de la forma en que el
sujeto lo siente o percibe. Por lo tanto, se entiende que encontrar algo bello o feo depende de cuestiones
tan personales como nuestro carácter, nuestras preferencias, las convenciones de nuestra época, el entorno
en el que vivimos...
A finales del siglo XIX y comienzos del XX se desarrollará un movimiento más amplio de
ruptura con la idea clásica de la armonía y numerosos artistas contribuirán a desmontar la vieja idea
objetivista de la Belleza. Las vanguardias, a principios del siglo XX, procederán a una completa
subversión de los cánones y criterios de Belleza y terminarán convirtiéndola en aquello que un artista –
creador- considera como tal. Será la subjetividad del creador el que dé la medida para separar lo que es
bello de lo que no lo es. Sobre esto volveremos más tarde al estudiar el arte en los siglos XX y XXI.
Clases de belleza
Una primera clasificación que podemos hacer respecto a la belleza se basa en el tipo de objeto que la
suscita. Así, igual que existen dos tipos de objetos estéticos (objeto natural y objeto artístico), existen,
también, dos clases de belleza:
-Belleza natural. Es la que suscitan los objetos naturales. Poseen este tipo de belleza una flor, un
rostro, un paisaje...
-Belleza artística. Es la que suscitan las creaciones artificiales del ser humano; es decir, las obras
de arte. Así, poseen este tipo de belleza una pintura, una sinfonía o un soneto.
La relación entre estas dos clases de belleza ha variado a lo largo del tiempo. Mientras la concepción
estética fue naturalista y mimética (considerando el arte una copia de la naturaleza), la belleza artística se
hizo depender de la belleza natural. Entonces, se consideraba que el arte era bello en la medida en que
lograba reproducir la armonía y perfección de los objetos naturales. En la Modernidad, en cambio, se da
un proceso de independización del arte respecto a la naturaleza. El arte deja de concebirse como espejo de
la realidad y pasa a verse como una manifestación de la libertad y la creatividad humanas, que no está
estéticamente obligada a respetar las leyes de la naturaleza. Por ello, la belleza artística deja de valorarse
según criterios naturalistas y adquiere importancia y sentido en sí misma.
Kant establece otra división o clasificación de la belleza. El tipo de belleza no depende tanto del objeto
que la suscita, sino de aquello que lo hace bello. Kant distingue:
-Belleza adherente. Es la que posee un objeto en función de la idea que tenemos de cómo debe
ser ese objeto. No es, por tanto, una belleza pura, sino que depende de una finalidad o función que se le
atribuye. Así, un edificio o un mueble antiguo sólo pueden ser bellos si se adecuan a nuestra idea de lo
que debe ser un mueble o un edificio. Dicho de otra manera, una silla de estilo victoriano, por muy
elegante que sea, si sólo tiene tres patas y no sirve para sentarse, no podrá ser considerada bella, ya que
no cumple la finalidad para la que ha sido creada.
-Belleza libre. Es la que posee un objeto por sí mismo, sin depender de ninguna idea o finalidad
a la que deba adaptarse. Es una belleza pura, puesto que no tenemos ninguna idea preconcebida de cómo
debiera ser ese objeto. Así, una flor, una cenefa o una melodía son bellas, precisamente porque no
responden a ninguna utilidad.
Belleza y fealdad
Definir en qué consiste la fealdad comporta tantas dificultades como definir en qué consiste la belleza,
puesto que tradicionalmente se ha identificado lo feo con la negación de lo bello. Habitualmente se
considera feo todo aquello en lo que se da una disminución o ausencia total de belleza. Esta oposición a la
belleza puede entenderse a un doble nivel: por un lado, formal y por otro, material. Formalmente, la
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fealdad consiste en la deformación y la desfiguración; en cambio, en lo que se refiere a la materia o el
contenido, la fealdad se asocia a lo éticamente negativo, es decir, a la maldad, la depravación, lo
criminal...
Esto se debe a que muchos autores, a lo largo de la tradición occidental, han querido ver dos ámbitos
estéticos y éticos encontrados: el claro y puro ámbito de la belleza y la bondad, y el oscuro y depravado
ámbito de la fealdad y la maldad.
Aunque la fealdad y la deformidad nunca han estado totalmente ausentes de la historia del arte, lo cierto
es que, hasta el Romanticismo, sólo aparecen de forma marginal. Y además, su presencia sólo sirve como
contrapunto y contraste con la belleza (para realzarla) o como forma de expresar lo ética y culturalmente
rechazable (el vicio, la criminalidad...).
Con el Romanticismo se inicia un proceso de reivindicación de lo feo en el ámbito del arte. Abundan,
entre los artistas de este momento, los temas escabrosos, los paisajes desolados, los sentimientos
lúgubres. En resumen, aparecen como protagonistas lo terrible, lo feo y lo monstruoso. Sin embargo, en
esta época lo feo no es todavía un valor y un fin en sí mismo, sino una forma de expresar ciertas
emociones vivenciales. La fealdad sigue siendo un recurso artístico de expresión de sentimientos, y no un
valor en sí misma. Puede afirmarse, sin que sea contradictorio, que lo feo adquiere valor estético.
Posteriormente, se da una radicalización del gusto por lo feo que lleva a algunas corrientes a reivindicar
lo feo como fin en sí mismo y no como instrumento artístico. Uno de los máximos exponentes de esta
tendencia es el pintor Francis Bacon (1909- 1992). En este artista predomina obsesivamente el interés por
la distorsión y la deformidad de la figura humana; es decir, por la recreación de una fealdad capaz de
provocar repugnancia y rechazo.
Por ello presta atención a la película y realiza las siguientes tareas que se te piden:
a) Toma nota de los personajes (nombres, actitudes, comportamientos...) y de la historia. Haz un breve
resumen de todo ello.
b) Intenta captar por qué medios -no verbales- expresa la película los sentimientos, actitudes,
expectativas.., de los diversos personajes que en ella aparecen. Al ser una película musical habrá
muchos elementos. Los actores “sobreactúan”, ¿por qué?
c) Presta especial atención y analiza el uso de la luz, los colores, el silencio y la cámara rápida
asociados a la Banda Sonora.
d) Los planos, ¿qué tipo de planos predomina -primeros planos, cortos, americanos...-? ¿Por qué?
e) ¿Son las secuencias largas o cortas? ¿Por qué crees que se alternan tanto? ¿Qué sensación te
transmiten?
f) ¿Qué crees que es lo característico de un arte como el cine?
g) ¿Según qué criterios crees que se podrían clasificar las diversas artes?
h) ¿Es lo mismo arte que artesanía?
i) ¿Son igual de artistas el técnico de montaje o los cámaras, o el responsable de la fotografía que el
director, el productor o el guionista de una película?
j) ¿En qué crees que se diferencia el arte de los actores del arte del director?
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Actividad 11) La obra de arte.
b) ¿Cómo se puede diferenciar una obra de arte de otro objeto artificial que no lo sea?
c) ¿Para qué crees que sirve el arte, es decir, qué función social crees que cumple?
“La obra de arte es el resultado de esta actividad especial que hemos estado analizando: la acción bella o
acción artística. Por ser el producto de una acción, es evidentemente una creación humana, es decir, algo
artificial. Queda claro, entonces, que, de los dos tipos de objetos estéticos que vimos (objeto natural y
objeto artificial), la obra de arte se inscribe en el ámbito del objeto artificial. Ahora bien, igual que
estamos acuerdo en que toda obra de arte es un objeto artificial, seguramente también estaremos de
acuerdo en que no todo objeto artificial es obra de arte.
En este punto surge la pregunta fundamental: ¿hay algún criterio que permita diferenciar qué objetos
artificiales son obras de arte y cuáles no lo son? Aquí, precisamente, reside la dificultad. Podríamos decir
lo mismo que dijimos respecto al arte: entre todos los objetos artísticos existe un cierto “aire de familia”,
pero, según muchos estetas, resulta indefinible”.
“Creemos tener una idea más o menos vaga de qué es el arte. Las asignaturas relacionadas con el arte o la
historia del arte están incorporadas a los planes de estudio. En las ciudades hay museos donde se exhiben
obras artísticas, los medios de comunicación hablan sobre ellas y ofrecen reproducciones. Ahora bien,
actualmente, la clase de cosas que comprende el término genérico arte es enormemente extensa y variada.
En las colecciones se encuentran hoy objetos de todo tipo. Nuevas actividades humanas exigen una
redefinición casi permanente del arte y de sus límites: ¿es la fotografía un arte?, ¿y el cine?, ¿,y la
arquitectura industrial?, ¿,pintar carteles es una rama de la pintura?, ¿se incluyen los medios de
comunicación en el «verdadero arte»?, ¿cuál es la distinción entre arte puro y arte utilitario?, etc. Muchos
estudiosos y críticos de arte han llegado en nuestro siglo a la conclusión de que conseguir una definición
satisfactoria y amplia de arte es imposible; otros zanjan la cuestión diciendo que arte es lo que la
sociedad, las instituciones, los museos o los críticos establecen como tal.
A pesar de estas dificultades, Tatarkiewicz ha dado una definición de gran amplitud que permite
introducirnos en el concepto de arte: «El arte es una actividad humana consciente, capaz de reproducir
cosas, construir formas, o expresar una experiencia, si el producto de esta reproducción, construcción o
expresión puede deleitar, emocionar o producir un choque». Esta definición es lo suficientemente
flexible como para incluir la mayoría de las manifestaciones y variedades artísticas y, al mismo tiempo,
proporciona información acerca de algunas de las funciones que hoy pueden afirmarse del arte. Sin
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embargo, con ser muy amplio, el concepto de arte, tal como lo reconocemos actualmente, es algo muy
reciente. Admiramos en los museos bellas obras que tienen siglos de antigüedad. Ahora bien, ¿los
hombres que las hicieron, eran conscientes de que estaban haciendo «arte»?, ¿Y quienes las
contemplaban, eran conscientes de que lo que tenían ante sí era «arte»? ¿Qué se entendía, pues, por
«arte»? ¿Qué funciones le eran asignadas?
Muchos de los objetos que hoy se aprecian como obras de arte fueron realizados por motivos mágicos,
religiosos, y no artísticos. Las primeras manifestaciones artísticas, que conocemos como «arte
prehistórico», representaban imágenes con las que nuestros antepasados esperaban influir en lo
representado. Como afirma Ernst Fischer: «La función decisiva del arte era, evidentemente, ejercer poder
sobre la naturaleza, sobre, un enemigo, sobre el compañero en la relación sexual, sobre la realidad,
poder para fortalecer el colectivo humano. En el alba de la humanidad, el arte tenía muy poco que ver
con la belleza y nada en absoluto con el deseo estético: era un instrumento mágico o un arma del
colectivo en la lucha por la supervivencia» (La necesidad del arte. Págs. 40-41). Las pinturas rupestres
tenían, por ejemplo, una misión mágica para ayudar a cazar: había creencias que establecían una relación
mágica entre el animal real y su figura representada. Pintar algo era en cierto modo controlarlo o poseerlo.
Otras obras, como las pirámides y otras notables tumbas, tenían como misión conservar el cuerpo para
que el alma volviera a reencarnarse en él. El arte servía también como lugar y medio para rendir culto a
los dioses o para elevar el alma. Debido a estas funciones de tipo cultual, muchas obras se ocultaban
celosamente a la mirada del público y no estaban destinadas a agradar.
Suele decirse que los griegos inventaron el arte porque buscaron conscientemente producir
objetos bellos y estudiaron qué era lo que hacía que una forma alcanzara la belleza. Para ellos, lo bello no
debía separarse de lo verdadero y de lo bueno. Así, la misión del artista era imitar la realidad (lo
verdadero) y proponer formas y significaciones que nos hicieran mejores moralmente hablando (lo
bueno). El arte presta así un servicio al estado, a la religión o a la educación, asignándosele la función de
mostrar comportamientos nobles y virtuosos, dignos de imitación. Platón, en la Antigüedad, y algunos
estados contemporáneos sólo consideraron útil el arte que sirve a la elevación moral. Con el triunfo del
cristianismo, en la Edad Media, pinturas y esculturas representaban pasajes bíblicos para que el pueblo,
generalmente carente de instrucción, comprendiera básicamente el mensaje de la Biblia.
Para designar lo que hoy llamamos arte, los griegos tenían la palabra téchne, que los romanos
tradujeron como «ars», de la que proviene el término arte. Téchne significaba cualquier destreza basada
en el conocimiento de unas reglas, todo conocimiento experto. De esta manera, lo que hoy llamamos arte
era considerado una actividad similar a la de los artesanos e inferior a otros saberes y ciencias que no
requerían esfuerzo físico. Hacer algo que no se atuviera a unas reglas, algo que fuera producto de la
inspiración o de la fantasía, no se consideraba un arte en las edades Antigua y Media.
En el Renacimiento, el artista está mejor valorado, su trabajo es mejor remunerado y su actividad
aparece claramente diferenciada de la de los artesanos, aunque aún siguió unida a la de la ciencia.
El nombre de bellas artes fue aceptado, en el siglo XVIII, para designar un grupo formado por la
pintura, la escultura, la música, la poesía y la danza. También en el mismo siglo Baumgarten acuñó el
término estética (1714). Los griegos lo habían utilizado (aisthesis) para referirse a las impresiones
sensoriales, a lo sensitivo. Baumgarten denominó con el nombre de conocimiento estético al estudio de la
belleza. La experiencia estética era la percepción de la belleza en las obras de arte y en la naturaleza.
Posteriormente, la experiencia estética se referirá, en sentido estricto, a las obras de arte. Por su parte, por
objeto estético se entenderá la obra de arte en tanto que significa o representa algo para alguien.
La teoría tradicional de las bellas artes afirmaba que la característica común a todas las artes era
que imitaban la realidad. La belleza era la otra característica esencial y distintiva del arte. Desde finales
del siglo XIX y comienzos del XX esta concepción entró en crisis, de manera que ni la imitación ni la
belleza son considerados como lo esencial del arte. El arte puede representar cosas existentes, ésta fue de
hecho su función casi exclusiva durante muchos siglos. Pero puede también construir cosas que no
existan, tratar cosas que son externas al hombre, expresar su vida interior (arte como expresión). Estimula
la vida interior del artista, pero también la del receptor. A éste le aporta satisfacción, pero puede también
emocionarle, provocarle o impresionarle.
Las vanguardias transformaron completamente el panorama del arte del siglo xix al xx,
privilegiando, frente a la imitación tradicional, la creatividad del artista, y frente al criterio de belleza, el
de libertad. La temporalidad, presente en la exaltación de lo nuevo, en la ruptura con el pasado, etc., ha
sido otra de las referencias importantes de la modernidad. De esta manera, el arte del siglo XX ha sido un
arte extraordinariamente plural. Liberado del culto a la tradición, ha ido asimilando todos los temas y
materiales, ha buscado la originalidad y la novedad por todas las vías, experimentando continuamente.
Duchamp, por ejemplo, inventó los ready made, objetos de uso corriente convertidos en obras de arte por
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la voluntad del artista que los saca de su uso cotidiano y los pone en un museo, como su obra Fuente, un
urinario enviado al Salón de los Independientes en Nueva York, en 1917.
Actualmente, el arte vive un estado de pluralismo de tendencias en que se mezclan multitud de
estilos y revisiones de temas clásicos que se presentan a veces como si fueran nuevos. Se habla con
frecuencia de crisis de creatividad favorecida porque la obra de arte, incluida la que se presenta como
marginal, es un bien comercial que rápidamente es absorbido por el mercado y adaptado al gusto medio.”
“Por las dificultades que entraña la definición de arte, han abundado a lo largo de la historia
distintas concepciones. Veamos algunas:
– El arte como imitación. Esta concepción surgió en las culturas antiguas y se mantuvo como
concepción predominante hasta prácticamente el Romanticismo. Para los que la mantienen, el arte
debe ser una copia o imitación de la realidad o naturaleza. Expresado de forma metafórica, el arte
constituye un espejo que reproduce fielmente la realidad. Por eso, en general, al artista no se le valora
por su originalidad y creatividad, sino por su capacidad para reflejar fidedignamente lo que le rodea.
Sin embargo, esta concepción no es tan radical y suele considerar el arte, más que una copia, una
representación de la realidad. Entre las corrientes artísticas que con más claridad se basan en esta
postura, están el naturalismo y el realismo artístico.
– El arte como expresión. Esta concepción del arte se inicia con el Romanticismo, época en la que se
concede especial importancia a la imaginación creadora del artista. Por eso, el arte deja de concebirse
como reproducción de la realidad y pasa a verse como expresión de emociones y sentimientos
vivenciales difícilmente expresables de otro modo. Para los expresionistas, el arte se entiende como
un modo que posee el artista para expresar los sentimientos propios o ajenos. Lo consideran, también,
un mecanismo que permite al espectador revivir o vivenciar esos mismos sentimientos. Por eso, para
estos autores, el arte vendría a ser un tipo especial de lenguaje, capaz de transmitir y hacer entender
sentimientos incomunicables mediante el lenguaje común.
– El arte como forma. Esta concepción es más tardía y parece exclusiva de algunas corrientes
estéticas contemporáneas. Los que la mantienen defienden que lo propio del arte es la forma y no el
contenido o historia que ésta pueda contener. Es preciso señalar que, en toda obra de arte, existen dos
planos diferenciables: el plano del contenido (el tema o los sentimientos que la obra intenta
comunicar) y el plano de la forma (el medio para materializar y expresar ese contenido). Así, un
mismo contenido o tema (la crucifixión, por ejemplo) puede expresarse mediante formas muy
distintas: las numerosas representaciones de este tema que existen en la historia del arte son un buen
ejemplo de ello. Pues bien, para los formalistas, el arte debe vaciarse de todo contenido, porque lo
específicamente artístico es la forma. Por eso, reivindican la autonomía del arte respecto a toda
intención representativa de la realidad. El arte abstracto es el exponente más claro de esta
concepción.
– El arte como realidad imaginativa. Ésta es quizá la concepción más minoritaria de las que hemos
visto. Sostiene que el arte no es una realidad física (por ejemplo, Las meninas de Velázquez), sino
una realidad imaginativa: la idea que tenía Velázquez al pintar Las meninas y, también, la imagen
mental que se forma cada espectador. Por lo tanto, según esta concepción, es preciso diferenciar el
arte (imagen mental) de su plasmación física (obra de arte). Esta última es imperfecta e inferior
comparada a la primera; sin embargo, es la única forma que posee el artista para hacer partícipes de
lo artístico al resto de los seres humanos
A la diversidad de concepciones acerca del arte, se le añade la pluralidad de opiniones sobre cuál es el
sentido y la función que éste ejerce en el seno de la cultura humana. Las posturas a este respecto son
muchas y muy variadas. Sin embargo, vamos a ver algunas de las que han tenido una incidencia más
relevante en el transcurso del tiempo.
– El arte por el arte. Algunos autores, sobre todo contemporáneos, han sostenido que la pregunta por
la función que desempeña el arte es una pregunta ilegítima. El arte, tanto la actividad del artista como
el resultado que se desprende de ella, no cumple ni debe cumplir ninguna utilidad. Por ello,
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consideran rechazable cualquier criterio utilitarista que se imponga a la creación artística. Además,
sostienen que es injustificado valorarlo según determinados aspectos, como los valores éticos que
entraña, lo que nos puede enseñar o la serenidad que puede proporcionarnos. El arte, según los
defensores de esta conocida postura, debe tener como único criterio el arte mismo; por esta razón, sus
partidarios enarbolan como única bandera el lema del arte por el arte. Esta consigna tiene que
entenderse en toda su dimensión: la única finalidad que debe perseguir el artista (por en- cima de
principios éticos, políticos, sociales, comerciales, pedagógicos...) es producir y crear una obra
auténticamente artística; esto es lo único que se le puede exigir al artista y a su producción. Esta
postura constituye, en definitiva, la reivindicación de un arte ajeno a cualquier propósito didáctico o
moralizador, y la defensa de un arte radicalmente puro.
– El arte como necesidad de la naturaleza humana. Los defensores de esta postura coinciden con los
partidarios de la anterior en que el arte no cumple ni debe cumplir ninguna utilidad o función. Sin
embargo, las razones en las que se sustentan son algo distintas a las anteriores. El arte no debe
justificarse pragmáticamente, pues su valor reside en la satisfacción de una necesidad
específicamente humana. El ser humano, a diferencia de los demás seres vivientes, siente la
necesidad de expresar su personalidad y sus vivencias de forma artística, aunque de ello no extraiga
aparentemente ninguna compensación material ni ninguna ventaja para su supervivencia. Y es que,
según esta postura, la producción de arte y su contemplación son actividades que deleitan por sí
mismas porque responden a una íntima y profunda inquietud característica del ser humano.
– El arte como evasión. Según esta postura, una de las utilidades que proporciona el arte, tanto al
artista como a su público, es ser un medio para huir de una realidad que no les satisface. Ante la
fealdad, la miseria, la depravación, e incluso, ante la rutina que rodea a la existencia cotidiana, el arte
proporciona una manera de escapar a otro mundo: un mundo, extraordinario y bello, capaz de hacer
olvidar al espectador su insignificante vida. Así, al asistir a un concierto o al pase de una película, el
público se adentra e identifica tanto con lo que contempla que se olvida por unos instantes de sus
problemas y obligaciones.
– El arte como purificación. Una de las funciones que cumple el arte es purificar al espectador de
ciertas pasiones que podrían serle perjudiciales si no se liberase indirectamente de ellas. Esta
concepción de la función que cumple el arte surgió en la Antigüedad clásica, en concreto de la mano
de Aristóteles. Según este filósofo, en la tragedia y en la música, el espectador se conmueve y revive
las pasiones que mueven a los personajes. Este contagio de sentimientos consigue liberarle de esas
mismas pasiones, que, vividas personalmente, serían desastrosas para el que las padece. Esta
reviviscencia purificadora de pasiones nocivas fue denominada por Aristóteles “catarsis”.
– El arte humanizador. En el extremo completamente opuesto a la postura que vimos en primer lugar,
se encuentra ésta. Para algunos pensadores, el arte sí posee una función o finalidad que va más allá de
lo puramente artístico. Esta función, en la que reside el auténtico valor y dignidad del arte, consiste
en la transmisión y promoción de los valores éticos, sociales, culturales... que hacen del hombre un
auténtico ser humano. El artista no puede tener como única intención crear formas bellas y sublimes
que deleiten al espectador, sino que debe intentar que esas mismas formas bellas logren educarlo
moral, social y humanamente. Precisamente, porque el arte logra agradar y divertir por sí mismo,
debe someter esa capacidad a un fin más elevado: enseñar deleitando o educar divirtiendo. Los
convencidos de esta postura exigen del artista un compromiso más profundo que el exclusivamente
estético y le piden que ponga su arte al servicio de una sociedad más humana y digna.”
2.- ¿Cuáles crees que son los conceptos y funciones del arte más extendidos hoy entre la
gente que conoces?
4.- ¿Con cuál de ellos estás en total desacuerdo? Razona por qué
5.- Haz un listado de las que serían, a tu juicio, las características más sobresalientes de
23
lo podríamos llamar hoy ARTE.
24
Pero todo lo anterior tiene, según Benjamin, una vertiente positiva: la reproductibilidad técnica
libera la obra de su función ritual y al hacerlo la libra de limitaciones, de prohibiciones, aumenta sus
posibilidades de exhibición. El cine, ejemplo de arte de nuestro tiempo, penetra con la cámara en la
realidad como el cirujano en el cuerpo y llega a grandes colectivos, mientras que la pintura o la literatura
sólo llegaban a individualidades.
Benjamin entendía que el «arte por el arte», es decir, la teoría y la práctica que hicieron del arte
una actividad autónoma que encuentra en sí misma y en los valores estéticos su propia finalidad, fue una
respuesta ante los desafíos lanzados por la técnica. En concreto, fue una reacción ante la crisis provocada
por la fotografía. La fotografía y el cine supusieron, en efecto, un gran reto a la pintura y a la literatura, ya
que podían realizar mejor, más rápidamente, y llegando a muchas más personas, lo que antes hacían el
realismo pictórico y narrativo. Para otros autores, el triunfo de la técnica y de sus valores no explican por
sí solos la cadena de rupturas que caracterizan el arte moderno. A este factor habría que añadir otros,
como la paulatina pérdida de la función social del arte en la sociedad capitalista, que hace al arte
concentrarse en su función estética; la progresiva división del trabajo, que hace del artista un especialista
y del arte una actividad autónoma; y, por supuesto, los esfuerzos de los propios artistas por descubrir e
innovar.
Por otro lado, como señaló Adorno, los medios de reproducción y de comunicación con
frecuencia hacen del arte algo trivial en su intento de hacerlo llegar a toda la población como objeto de
consumo. Por ello, Adorno veía en el arte autónomo, que se excluía conscientemente de esa cultura
masiva, una alternativa liberadora y positiva. Benjamin lo consideraba, por el contrario, un producto
elitista que servía fácil- mente a los intereses de la burguesía.
Algunos autores sostienen que, en la actualidad, el libre mercado y la política cultural de muchos
países amenazan la innovación artística y cultural, ya que sólo están interesados en aquellas obras que son
fáciles de entender y de degustar por la inmensa mayoría del público. Así, el arte se hace kitsch y
ecléctico: hay que darle a los aficionados productos con apariencia de arte y un poco de todo, siempre que
sea fácil de contemplar y se acomode a todas las necesidades, especialmente a la de aquellos que tienen
poder de compra. Por otro lado, no conviene perder de vista una visión general y ponderada de nuestro
tiempo: el siglo XX ha sido de gran vitalidad y pluralidad, como lo prueba la asombrosa sucesión de
movimientos artísticos. Los nuevos medios técnicos de que se sirve el arte no tienen por qué mermar su
creatividad, sino dotar al arte de nuevos recursos y posibilidades expresivas adaptadas a nuestro tiempo.
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experiencia y buscamos ampliarla. El arte y la experiencia del arte es un ámbito incomparable para ello.
«El arte actual, que tiene a su disposición las nuevas 1ecnologías del tiempo y de la imagen, goza de una
especial capacidad para hablar directamente con el lenguaje de nuestro tiempo; pero como arte tiene un
poder más grande aún para formular las preguntas y misterios más profundos de la condición humana.»
BILL VIOLA:_en_El arte en el fin de siglo. Pág. 103.
1.- Haz un resumen lo más exhaustivo que puedas del contenido del texto
2.- Extrae las características que el texto asigna al arte y la experiencia estética en
nuestro mundo actual.
3.- Compara dicha lista con la que tú mismo/a elaboraste en la actividad anterior.
¿Cuáles añade el texto que tú no habías tenido en cuenta? ¿Qué añaden esas
características que el texto introduce a lo que ya sabías sobre el arte?
“La obra de arte es un objeto polivalente. Entre todos sus posibles valores cuatro pueden ser
destacados.
- Valor Técnico. La obra de arte, como la mayor parte de los objetos de la cultura tienen
vocación de permanencia. Su perdurabilidad depende en gran medida de su calidad
material, de su perfección de ejecución y, en consecuencia, de su conservación. El valor
técnico está en relación con la calidad del soporte, los procedimientos y los materiales
empleados en su elaboración. El grado de habilidad o capacidad técnica puede valorarse
con bastante objetividad. Ha sido un criterio muy utilizado en casi todos los períodos que
abarca la historia del arte. Todos los estilos poseen normas y convenciones y dentro de
ellas es fácil comprobar que hay artistas que resuelven mejor que otros determinados
problemas. No obstante, este es un valor poco apreciado en cierto tipo de obras
contemporáneas.
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- Valor Histórico: Todo testimonio de la actividad humana pasada posee un valor histórico.
En la medida en que la obra de arte resulte útil para reconstruir el contexto del que la obra
surge, en esa medida posee valor histórico. Según el pensamiento evolutivo, el hombre
debe conocer su pasado para ser consciente de sí mismo en el presente y tener capacidad
para planificar y controlar su propio futuro.
- Valor Económico: El valor económico de una obra de arte depende de múltiples factores
y circunstancias pero fundamentalmente de la ley de la oferta y la demanda dentro del
propio mercado del arte. Varios parámetros nos pueden servir también para calibrar este
valor. La rareza del ejemplar, pues el valor económico de una obra de arte está en relación
con el grado de escasez o abundancia con que objetos similares se conservan; el estado de
conservación. Podríamos plantear entonces si el valor artístico de una obra es reflejo de su
valor económico; ¿,es mejor lo que más vale?. Sin duda NO. Parece que no debe
confundirse el valor artístico de una obra con su valor económico. Este último viene
determinado por circunstancias a menudo ajenas a la propia obra muchas se pagan
altamente en función a la escasez de la producción de su autor, otras simplemente por
llevar una firma. Picasso hizo obras geniales y obras de muy escaso interés, sin embargo,
todas, unas y otras, se cotizan y tienen un alto precio. Así parece conveniente afirmar que
los factores económicos distorsionan el valor artístico.
- Valor Estético: Es el valor más específico de la obra de arte, aquel que no comparte -
como los anteriores- con otros objetos materiales de nuestra cultura. El valor estético
consiste en la capacidad de la obra de arte de alcanzar la belleza. No obstante, este es una
cualidad cambiante a lo largo de la historia y necesitamos conocer las cualidades de la
belleza en cada período. La calidad artística no es un valor intrínseco de la obra de arte, es
una opinión. Por ello, sobre los juicios de valor hemos de destacar su relativismo y
variabilidad histórica fundamentalmente porque depende del sistema de valores vigentes
en el momento en que se emiten. (Criticas al barroco desde posturas neoclásicas)
(Desprecio de la Edad Media por el Renacimiento). Para emitir un juicio de valor objetivo
no podemos separarlo ni definirlo fuera de las normas, convenciones intereses y gustos
existentes en el momento en que se produjo la obra y en el contexto desde el cual se
interpreta. Enjuiciar la calidad de una obra sin situarla históricamente es emitir un juicio en
el vacío, es valorarla únicamente en función de criterios extra- artísticos, basándose en
gustos y vivencias personales y subjetivas, ajenas a la producción de la obra y ajenas a los
problemas que el artista tuvo que resolver. El problema se agrava respecto al arte
contemporáneo. ¿Quién decide el valor artístico de las obras?. En el campo del arte, como
cualquier otra actividad tiene sus expertos (historiadores, críticos, etc), estos estudian la
producción de los artistas, establecen los criterios de interpretación y apreciación, pero
¿,Están legitimados para ello?. Su opinión, en cualquier caso, será mayormente aceptada
por el grupo social al que representan y rechazada o sencillamente ignorada por otros
sectores ajenos a su circulo cultural. La valoración resulta entonces muy dispar y
diferenciada entre los distintos grupos culturales de una sociedad, dependiendo de su
educación, posición social, etc.
a) Criterio del esfuerzo físico/mental: En el pensamiento del Mundo Antiguo la única división entre
las artes que se establece es la de la dicotomía entre Artes Serviles - Artes Liberales. Las ARTES
SERVILES fueron, en principio, aquellas que practican los siervos haciendo uso de sus manos, de su
esfuerzo físico. Por el contrario, las ARTES LIBERALES fueron aquellas ejercidas por los
ciudadanos libres y practicadas con un ejercicio mental. La escultura y la pintura en este esquema
(tarea que ningún teórico emprendió), entraron dentro del primer grupo. Este esquema, simple pero
claro, permanecerá vigente durante toda la Antigüedad e incluso a lo largo de la Edad Media período
en que las artes serviles serán denominadas ARTES MECÁNICAS y en que las artes liberales
seguirán llamándose igual. Las primeras constituirán las destrezas propias de los oficios manuales
desarrollados por los artesanos en el seno de los gremios y las segundas empezarán a ser estudiadas
27
en el naciente mundo de la Universidad.
b) Criterio Funcional: Con Cennino Cennini (s. XIV) el concepto de arte se vincula a la pintura y se
compara con la POESÍA. Desde Juan B. Alberti (s. XV) las artes se vinculan a la CIENCIA. Con los
filósofos del movimiento Neoplatónico el concepto de BELLEZA se vincula a las artes plásticas
acuñando la expresión Bellas Artes que tanta fortuna posterior tuvo. La vinculación de la Pintura a
estos tres nuevos conceptos; Poesía, Ciencia y Belleza, supondrá finalmente la entrada de la Pintura -
y tras ella la Escultura- entre las Arte Liberales. Pero la vinculación del arte a la belleza genera a su
vez una nueva dicotomía entre: ARTES BELLAS - ARTES ÚTILES. Las Artes Bellas poseen una
dimensión contemplativa predominante sobre su dimensión útil en tanto que a las Artes Útiles les
ocurre lo contrario. Ambas participan de ambas dimensiones aunque cada una lo hace en
proporciones diferentes y así quedan vinculadas a uno u otro grupo.
c) Criterio energético: La división entre Artes Bellas y Artes Útiles se mantendrán durante todo el
Antiguo Régimen hasta la caída de las Monarquías absolutas y los cambios introducidos por la
Revolución Industrial que será el fenómeno que provoque una nueva división entre ARTES
MANUALES - ARTES INDUSTRIALES. En el ambiente de oposición generalizada que crea la
máquina en los círculos trabajadores hacia mediados del siglo XIX y entre los primeros socialistas
utópicos, se encuadra también un movimiento de rechazo hacia el objeto ejecutado por medios
mecánicos lo que genera una encendida polémica en defensa de la artesanía. El grupo se denominará
“Arts and Crafts” y estará integrado por artistas entre los que destacan J. Ruskin y W. Morris. Un
punto culminante de esta polémica se da en 1851 con la Exposición Universal de París, En esta
exposición los objetos que se exhiben provocan una reacción negativa en los ambientes artísticos que
critican de ellos dos cuestiones: su falta de belleza y su fabricación hecha con medios mecánicos. Las
palabras de J. Ruskin en su obra Las Siete Lámparas de la Arquitectura son muy reveladoras en este
sentido cuando afirma: “La última forma de fraude que deberemos recordar para desaprobar es la
sustitución de la obra manual por la hecha a molde o con máquina, expresado, en general, como
“Engaño Mecánico” . Hay dos razones, ambas de peso, contra tal proceder: Una, que toda labor de
molde es mala como obra; la otra, que no es honrada...” . Ruskin propugna la recuperación del
artesanado de tradición medieval y su crítica a la máquina adquiere tintes éticos. Pero esta oposición
rotunda a la máquina se traduce en una postura romántica y nostálgica que con los años se revelaría
infructuosa ya que desde la invención de la máquina, todo objeto realizado a mano se convertirá en
un lujo por su mayor costo. La inviabilidad de esta postura, por antihistórica ya la denunciaron
algunos artistas del propio movimiento del Arts and Crafts, como, por ejemplo, Voisey quien
denuncia que el problema no reside en el empleo de la máquina sino en confiar el diseño al propio
fabricante, un personaje que habitualmente carece de sensibilidad y preparación estética.
d) Los intentos de unificación: Las críticas al antimaquinismo del Arts and Crafts son recogidas por
movimientos posteriores que intentan deshacer esta dicotomía creada entre artes manuales y artes
industriales. En 1907 se funda la Deutsche Werkbund y en 1919 la Bauhaus como Escuela de diseño
y como abanderada de nuevas posturas en este debate en el que preconizan varias ideas: 1.- La
eliminación de todas las divisiones entre las artes. 2.- La superación de la oposición a la máquina y su
utilización como instrumento al servicio del artista y de la sociedad. 3.- La creación de un nuevo tipo
de artí6ce al que se llama diseñador. El texto del Manifiesto de la Bauhaus redactado por Walter
Gropius es muy claro en estos sentidos. De él entresacamos dos párrafos: Formamos una nueva
comunidad de artífices sin la distinción de clase que alza una arrogante barrera entre el artesano y
el artista Juntos concebimos y creamos el nuevo edificio del futuro que integrará arquitectura,
escultura y pintura, en una sola unidad.... Está en la naturaleza del espíritu humano perfeccionar y
afinar cada vez más el instrumento de trabajo para mecanizar la tarea manual y aliviar
gradualmente el trabajo espiritual; un retorno deliberado al viejo sistema artesanal constituiría un
pecado de atavismo. Las ideas defendidas por este grupo quedarán como testimonio aunque los
objetivos no se cumplirán sino parcialmente ya que parte de la industria asumirá la importancia del
nuevo diseño y otra parte seguirá usando diseños convencionales al servicio de las ventas más
lucrativas.
e) Criterio del medio expresivo: De los cinco sentidos corporales el hombre ha considerado
tradicionalmente que sólo dos de ellos son susceptibles de proporcionar experiencias estéticas de alto
nivel: la vista y el oído. Los tres restantes: gusto, tacto y olfato, sólo se consideran, salvo
excepciones, como simples vías de relación del hombre con su entorno y se las considera
excesivamente primarias como para constituir objeto de experiencia estética. Según este esquema, las
Bellas Artes podrían dividirse en dos grupos dependiendo del sentido que estimulan: ARTES
AUDITIVAS O ARTES DEL TIEMPO: La música, con todas sus variantes y la poesía serían las
artes fundamentales de este grupo; ARTES VISUALES O ARTES DEL ESPACIO: En este segundo
grupo serían incluidas la arquitectura, la escultura la pintura y todas las artes decorativas; y ARTES
28
MIXTAS O AUDIOVISUALES, grupo constituido por las manifestaciones artísticas en las que se
mezclarían experiencias de ambas naturalezas, como por ejemplo el Teatro y, dentro del mundo
contemporáneo, el Cine, el Comic o el Video. Dentro de las Artes Visuales o del Espacio se ha
aplicado en el mundo contemporáneo un criterio diferenciador basado en la naturaleza física y
dimensional del expresivo. De esta forma se establece frecuentemente una división entre: ARTES
BIDIMENSIONALES: Pertenecen a este grupo la Pintura, entendida en su acepción más genérica en
la que se incluyen el grabado, el dibujo, las artes gráficas etc; y ARTES TRIDIMENSIONALES:
Dentro de éste último grupo estarían básicamente. La escultura como arte tridimensional del volumen
y la Arquitectura como arte tridimensional del espacio. Con independencia de estas consideraciones
terminológicas no es preciso aclarar que todas las artes visuales poseen, además, la capacidad de
relacionarse entre ellas y de intercambiar sus propias peculiaridades. De manera que la arquitectura
participa de elementos estéticos propios de la pintura al igual que la misma pintura puede en
ocasiones participar de ciertos elementos propios de las artes de las tres dimensiones. Como idea
global resulta llamativo el hecho de que han sido precisamente las Artes Visuales aquellas que a nivel
general se han apropiado del término ARTE en detrimento de las demás. De hecho, se habla de
Historia de la Música o de la Historia de la Literatura y cuando se cita la expresión Historia del Arte
todos sobreentendernos que se trata sólo de las artes visuales.
f) Criterio sociológico: La propia división convencional entre alta cultura y cultura popular establece
implícitamente la diferencia entre dos tipos de expresión artística que se vinculan a uno y otro nivel.
ARTE CULTO--CLASE DOMINANTE--ALTA CULTURA—ARTISTA
ARTE POPULAR--CLASE POPULAR--CULT. POPULAR---ARTESANO
El arte popular tradicional es el que realiza y adopta el pueblo, transmitiéndose por tradición. Su
concepto reside en el mismo concepto de “pueblo” que ha variado mucho a lo largo del tiempo según las
coyunturas ideológicas. El concepto mismo de Arte Popular surge con el Romanticismo con su
concepción rousseauniana del ser humano y con su creencia en el mito del buen salvaje. Vico (1731),
Hamann (1760) y Rousseau, finalmente, exaltan el mundo primitivo como un estado privilegiado de la
naturaleza. Crean el mito del “buen salvaje” como metáfora de la “bondad innata del pueblo”. La
coincidencia de estas ideas con los nacientes nacionalismos europeos hace que los dos fenómenos se
impliquen y se llegue a la conclusión de que la expresión más espontánea de este pueblo es la más sincera
y, en consecuencia, la que mejor expresa su esencia, su “alma colectiva” y, en suma, la mejor expresión
de la nación. La valoración del Arte Popular surge de los medios cultos y urbanos que sienten cierta
“nostalgia” de ese estado primigenio y supuestamente puro de la civilización frente a las contradicciones
de las sociedades urbanas e industrializadas. Hauser distinguió entre el “Arte del Pueblo” (rural,
tradicional...) y el “Arte Popular” (urbano, industrial..). Al primero es al que nosotros llamamos Arte
Popular Tradicional y al segundo llamaremos más adelante “arte Kitsch”
ARTE NAIF: Se designa así al arte cuyo primitivismo y simplicidad obedece a una tesitura estética y
estilística sumamente sencilla, casi infantil. Abarca tanto a los individuos ingenuos que realizan obras
artísticas, como a los profesionales que manejan preconcebidamente las características propias de tales
trabajos. El concepto de Naif debe atribuirse a los críticos, literatos y plásticos del núcleo parisiense más
progresivo del primer decenio del siglo XX. Apolinaire, Jacob, Picasso. El primer pintor Naif valorado
sería Henrie Rousseau, el pintor “aduanero” a quien se le organiza la primera exposición retrospectiva en
1911 en el Salón de los Independientes.
ARTE KITSCH: Junto al arte Popular tradicional, que se conserva a duras penas en una sociedad
masivamente industrializada, ha surgido en el mundo moderno europeo un nuevo Arte Popular diferente.
La accesibilidad de las técnicas y materiales modernos ha sido uno de los factores de la antigua ruptura
tajante entre Artes Manuales (populares) y Artes Industriales (maquinizadas). La antigua producción
manual es hoy un auténtico lujo impagable para las clases populares urbanas que han creado su propio
arte popular que coincide a grandes rasgos con lo que los críticos han decidido llamar “Kitsch”. El arte
Kitsch se define convencionalmente como “un conjunto de objetos aparentemente artísticos en los que la
fuerza expresiva reside en incitaciones a la fantasía de contenidos diversos (eróticos, políticos,
devocionales, sentimentales...)”. El término es de origen incierto y podría equivaler a nuestra expresión
29
“cursi- hortera”. Lo Kitsch es una expresión pseudoartística, un tipo de objetos, pero también existe una
mirada Kitsch que puede convertir en tal cualquier objeto auténticamente artístico ya que lo Kitsch es
también toda una sensibilidad de un tipo de espectador. Cualquier forma artística puede convertirse en
Kitsch 1.- Si se utiliza o se contempla de forma equivocada. 2.- Si es disfrutada por personas de espíritu
Kitsch. Lo Kitsch supone casi siempre un proceso trivializador, banalizador de un objeto. podríamos
aducir ejemplos de este tipo de procesos trivializadores como una obra literaria que podría ser adaptada
como telenovela, una profunda pieza musical convertida en música de consumo o una obra pictórica
sublime transformada en simple ornamentación.
UNDERGROUND: Término inglés traducido por “subterráneo” y convertido en símbolo de la subcultura
radicalizada, crítica respecto del actual sistema político y de modo de vida, Nació en 1968 en la costa
oeste norteamericana como reacción ante la Guerra del Vietnam, frente al rígido sistema moral
americano, frente a las contradicciones del sociales etc. Nace en un ambiente juvenil y estudiantil. En los
últimos años ha experimentado cambios muy drásticos. El movimiento Underground ha sido bastante
confuso, vago y de corte anarquista y ha resultado en sus premisas y objetivos iniciales infructuoso al
haber sido asimilado por la industria capitalista que lo ha comercializado.
Hasta el momento hemos dedicado a hablar mucho de lo que sentimos ante lo bello y
del arte y sus artífices –los artistas. Ahora nos centraremos en estos últimos y en el papel preponderante
que la estética contemporánea y moderna les concede en el terreno de la creación de belleza. Desde el
Romanticismo la expresión del individuo y su poder creador han sido dos determinantes de la actividad
artística. En íntima conexión con ello está el desarrollo teórico en torno al Genio del Creador, del artista.
En ocasiones miramos a los artistas como a personas extrañas, diferentes a la mayoría. Muchos se
comportan de forma extravagante y eso refuerza nuestra creencia en que son especiales –un completo
éxito de las técnicas de marketing, todo hay que decirlo. El que es capaz de componer, actuar, representar,
fabricar, pintar.., un objeto que los demás admiran obtiene el reconocimiento social –los medios de
comunicación se encargan hoy de que todo el mundo se entere- y su carácter es automáticamente
analizado, sale en las revistas, aparece en la televisión o es tema de las conversaciones que se tienen en
ella y fuera de ella. Parece tocado de un don especial que le hacen capaz de realizar obrar no accesibles a
la mayoría de los mortales. La creatividad tiene mucho que ver con esto. Y ahora vamos a intentar pensar
un poco en ella antes de estudiar las ideas de Kant y Schopenhauer sobre el genio del artista.
Y es que la creatividad consiste en ser capaz de ver organizaciones de las cosas que
otros no ven; inventiva, iniciativa, atrevimiento, arrojo, intrepidez, claridez mental.., son sus compañeros.
Y todos tenemos mucho o poco de ello. Recuerda lo que importa haber sido educado en algo para ser
capaz de realizar ese algo. Por eso te propongo que leas el siguiente texto en el que hay una serie de
características de la creatividad, léelo y marca cuáles de esas características crees poseer. Luego
hablaremos entre todos sobre nuestro nivel de creatividad. Un buen comienzo para hablar de los artistas y
sus cualidades es hablar de nosotros y las nuestras.
30
AQUÍ...
h) ...
“Junto al gusto, que es la facultad de juzgar lo bello, Kant propone el genio como la facultad de
crear o producir objetos bellos. Veamos dos definiciones complementarias de “genio”.
“Genio es el talento (o don natural) que da la regla al arte”(Crítica del Juicio, parágrafo 46.)
“Genio es la capacidad espiritual innata mediante la cual la Naturaleza da la regla al arte”. (Ibíd.)
De estas dos definiciones, nos interesa extraer las siguientes ideas:
a) El genio es un don, es un regalo que la Naturaleza proporciona a la persona, al artista, para que pueda
crear objetos bellos.
b) Ese talento, esa capacidad, es absolutamente innata (no producida, sino que nace con la vida) y,
mediante ella, el artista se comporta en la creación de objetos bellos como si fuera Naturaleza. El artista
es así una Naturaleza creadora. De ahí que Kant señale para el genio las cualidades siguientes:
1.-Originalidad. El genio produce los objetos bellos sin tener en cuenta regla alguna, sino simplemente
guiándose por las ideas de su propia imaginación o mente.
2.- Los productos del genio, las obras de arte realmente geniales, se convierten en modelos, en productos
ejemplares que sirven y orientan a otros artistas. Asimismo, ofrecen criterios fiables que pueden ayudar a
distinguir entre una verdadera obra de arte y un producto que, aunque parece obra de arte, es simplemente
fruto de la habilidad y de la imitación.
3. Dado que el genio es Naturaleza y no es ciencia, no puede comunicar a nadie las reglas conforme a las
cuales produce su arte. En ello se distingue claramente de la ciencia, cuyos contenidos más difíciles
pueden ser aprendidos con esfuerzo y buenos maestros. Puesto que se trata de una capacidad espiritual
innata, es imposible aprender o enseñar la genialidad; el artista nace, el científico se hace.”
“Según Schopenhauer, el genio surge como fruto de un desarrollo anormal de la facultad del
conocimiento, que, al generar una cantidad considerablemente mayor que la que exige el mero servicio de
su voluntad, queda libre y con un fin más noble, a saber: la contemplación esencial de la realidad.
El genio consiste, pues, en un poder y exaltación del conocimiento intuitivo, y en ello se distingue
expresamente de la inteligencia científica, que se manifiesta especialmente eficaz en el conocimiento
31
discursivo. Por medio de éste, sólo se podrán producir obras perecederas; pero las creaciones inmortales
serán siempre obras del genio. Veamos las características que Schopenhauer atribuye al genio.
En primer lugar, es necesario considerar la imaginación como una característica absolutamente
imprescindible de la genialidad. Sin duda alguna constituye su cualidad esencial, aunque no conviene
identificar plenamente imaginación y genio.
La tarea de la imaginación consiste en ampliar casi hasta el infinito el horizonte de visión del individuo
genial, de tal modo que éste pueda superar ampliamente su perspectiva personal y colocarse en una
situación privilegiada desde la que pueda hacer desfilar ante sus ojos “casi todos los cuadros posibles de
la vida”. La imaginación es una condición esencial del genio, pues sólo mediante ella puede superar tanto
las coordenadas espacio-temporales en que se dan las intuiciones, cuanto el azar mismo con que ellas se
presentan.
Sin embargo, como todos sabemos, es falso que la imaginación sea siempre un signo de genialidad. Muy
al contrario, muchas personas que tienen muy poco “genio” poseen una desmesurada imaginación.
Además de la imaginación, el genio posee una serie de cualidades que Schopenhauer va
desgranando al hilo de su comparación con el individuo vulgar. A éste le niega la capacidad para una
verdadera contemplación estética, pues la persona vulgar sólo es capaz de dirigir su atención a las cosas
que se relacionan con la voluntad de vivir, y es incapaz de detenerse en la contemplación de cualquier
objeto, ya sea una obra de arte, un aspecto bello de la Naturaleza o un momento de su propia vida.
Por el contrario, la persona con genio se recrea en la contemplación de la vida, y se esfuerza por penetrar
en la idea de cada cosa. Schopenhauer hace una comparación muy plástica de las diferencias entre el
individuo vulgar y el genio:
“Así como para la persona de todos los días el conocimiento es como una linterna que dirige sus
pasos, para el genio es el Sol el que ilumina el mundo y revela su sentido”
(El mundo como voluntad y representación, libro III, parágr. 36)
Curiosos e interesantes son los análisis que realiza Schopenhauer acerca de las relaciones entre
razón-genio-locura: “Es raro encontrar mucho genio unido a mucha razón; por el contrario, un talento
genial está sometido muchas veces a vivos afectos y a pasiones poco razonables”. La persona prudente
nunca será genial, y el genio será el ser más ajeno al individuo prudente. Puesto que la conducta del genio
no está dirigida por la razón, sino por la intuición, el influjo de lo inmediato le suele conducir a la
irreflexión, al arrebato y a las pasiones. Además, genialidad y locura pueden llegar a coincidir en el
momento de la inspiración, ya que éste es el momento en que la inteligencia se libera completamente de
su tiranía a la voluntad de vivir; y, por ello, se trata de un estado que, en sí mismo, es antinatural.
Schopenhauer señala también como una de las condiciones esenciales del genio la melancolía.
Frente al individuo vulgar que suele generar seguridad en su enfrentamiento continuo a la realidad, el
genial sucumbe, a menudo, en el decaimiento y la nostalgia, ya que se percata claramente de las miserias
de la vida humana. Igualmente puede atribuírsele un cierto infantilismo, ya que se trata de un estado
mental tan libre de las sujeciones de las miserias de la realidad sensible, que sólo podemos encontrarlo en
la etapa infantil del ser humano.”
32
(Los textos han sido extraídos de
LÓPEZ MOLINA y ABAD PASCUAL Filosofía. 1º Bachillerato, Madrid,
MacGraw-Hill, 2000, pp. 257-261)
33
hallamos ante el reloj clip que «se lleva en cualquier parte salvo en la muñeca», o los relojes-artilugio
cuyas agujas giran al revés.
Sea cual sea el gusto contemporáneo por la calidad y la fiabilidad, el éxito de un producto se
debeen gran parte a su diseño, su presentación y envase. Si en los años cuarenta R. Loewy consiguió
relanzar la venta de los Lucky Strike renovando su presentación más próximo a nosotros Louis Cheskin
ha dado un nuevo impulso a Marlboro al concebir su célebre paquete duro, rojo y blanco. El «packaging»
puede mejorar, se estima que en un 25 %, la distribución de un objeto; a menudo es suficiente un nuevo
envoltorio para relanzar un producto en declive. Tanto ayer como hoy el cliente se rige en parte en
función del aspecto exterior de las cosas: el diseño de maquillaje y de moda tiene una larga carrera por
delante.
Lo que no quiere decir que nada haya cambiado desde la edad heroica del consumo. La época del
«arte del derroche», del automóvil rey de la moda, en que todas las carrocerías de la General Motors
cambiaban de año en año, en que las variaciones adoptaban el ritmo y las excentricidades de la moda, y
en que la calidad técnica parecía destinada a una degradación irreversible, se ha continuado con ciertas
transformaciones significativas. El momento presente otorga más valor al confort, a lo natural, a la
manejabilidad, a la seguridad a la economía, a las prestaciones: «¡Ha llegado el nuevo Escort! Nueva
imagen, nueva tecnología, nuevas prestaciones. Más eficaz con nuevas suspensiones independientes en
las cuatro ruedas: confort y estabilidad espléndidos. Más acogedor, con un interior completamente
rediseñado: panel de mando de alta legibilidad, asientos ergonómicos de gran confort, disposición más
práctica, gran maletero modulable, sin olvidar su capacidad record.» Se han impuesto masivamente unos
valores menos tributarios de la embriaguez de las apariencias. Que Renault pudiera lanzar en 1984 el
Supercinco de concepción enteramente nueva pero de línea muy semejante a la del R5 nacido en 1972, es
un dato revelador del cambio en curso Por ser atípico, el caso del Supercinco es instructivo. «No se
cambia un modelo que gana», se ha dicho al respecto: lo que explica que un fenómeno semejante no se
haya producido sino en razón de un apaciguamiento de la fiebre de renovación formal. En este caso la
lógica de la producción para el gran público se ha acercado a las gamas altas en su rechazo a las
variaciones aceleradas y sistemáticas Al menos en Europa, ya no es posible sostener que los
electrodomésticos son desplazados por simples innovaciones de forma y color. En numerosas ramas,
como la de la electrónica de gran consumo, la de los electrodomésticos o el mobiliario, el clasicismo de
las formas sigue siendo dominante y las variaciones formales discretas. La forma de las máquinas de
afeitar eléctricas, de los televisores o de los frigoríficos cambia poco; ninguna introducción estilística los
convierte en obsoletos. Cuanto más se acrecienta la complejidad técnica, más se depura y torna sobrio el
aspecto exterior de los objetos. Las formas ostentosas de los alerones de los vehículos y el brillo de los
cromados han dado paso a la compactibilidad y a las líneas integradas; las cadenas hi-fi, los
magnetoscopios, los microordenadores, aparecen con formas depuradas y sobrias. La sofisticación frívola
de las cosas ha sido sustituida por un superfuncionalismo high tech. La moda se ve menos en la vistosidad
decorativa que en el lujo de la precisión, de indicadores y mandos sensibles. Menos juego formal, más
técnica; la moda tiende al B.C.B.G.
En el centro del despliegue moda de la producción: el industrial design. Lo que no deja de ser
una paradoja cuando se piensa en las intenciones iniciales del movimiento, expresadas y concretadas a
principios de siglo por la Bauhaus y, más tarde, desde las posiciones del diseño ortodoxo. Efectivamente,
después de la Bauhaus el diseño se opone frontalmente al espíritu de moda, a los juegos gratuitos de lo
decorativo, del kitsch, de la estética redundante. Hostil por principio a los elementos sobreañadidos y a
los ornamentos superficiales, el diseño estricto busca esencialmente la mejora funcional de los productos;
se trata de concebir unas configuraciones formales económicas, definidas ante todo por su «riqueza
semántica o semiológica». Idealmente, el diseño no tiene como tarea concebir objetos agradables a la
vista, sino encontrar soluciones racionales y funcionales. No arte decorativo, sino «diseño informacional»
orientado a crear formas adaptadas tanto a las necesidades y a las funciones, como a las condiciones de la
producción industrial moderna.
Es sabido que, en la práctica, esta oposición a la moda ha sido menos radical. En principio
porque allí donde el diseño industrial se ha desarrollado más rápidamente, en los EE.UU., se han
impuesto como meta embellecer los objetos y seducir a los consumidores: styling, diseño decorativo, de
revestimiento, de maquillaje. Por otra parte, una vez superadas las concepciones intransigentes y
puritanas de la Bauhaus, el diseño se ha fijado tareas menos revolucionarias; tras el proyecto de sanear a
fondo la concepción de los productos industriales por la vía purista, se impone el más modesto de
«resemantizar» el mundo de los objetos corrientes, esto es, integrar la retórica de la seducción. El
programa funcionalista se ha humanizado y relativizado; se ha abierto a las múltiples necesidades del
hombre, estéticas, psíquicas, emotivas; el diseño ha abandonado el punto de vista de la racionalidad pura,
donde la forma se deduce rigurosamente de las exigencias materiales y prácticas del objeto, y «el valor
estético es parte inherente de la función». Si la suprema ambición del diseño es crear objetos útiles
34
adaptados a las necesidades esenciales, su otra ambición es que el producto industrial sea «humano»;
debe haber lugar para la búsqueda del hechizo visual y de la belleza plástica. De pronto, el diseño, más
que rebelarse contra la moda, instituye una moda específica, una nueva elegancia, caracterizada por la
aerodinámica y la depuración de las formas, una belleza abstracta hecha de rigor y de coherencia
arquitectónica. Moda de un género aparte, dada su unidimensionalidad y funcionalidad, al menos si
exceptuamos las fantasías del new design de los últimos años. A diferencia de la fashion, que no conoce
los escarceos de estilo, el diseño es homogéneo, reestructura el entorno con un espíritu constante de
simplificación, de geometría y de lógica. Lo que en absoluto impide que los objetos se constituyan en
estilos característicos de una misma época y conozcan el destino de lo pasado de moda. Al rebelarse
contra la sentimentalidad irracional de los objetos, al utilizar materiales en bruto y al consagrar la
desnudez ortogonal y el aerodinamismo, el diseño no logra escapar al orden de la seducción, sino que
inventa una nueva modalidad del mismo. La escenificación y la artificialidad no han desaparecido; se
accede a ellas por la vía inédita de lo ínfimo y de la «verdad» del objeto: es el discreto encanto de la
desnudez, de la economía de medios y de la transparencia. Seducción fría, unívoca, modernista, después
de la teatralidad caprichosa y ornamental. Con el diseño, el mundo de los objetos se desprende de las
referencias al pasado, pone fin a todo lo perteneciente a una memoria colectiva para no ser más que una
presencia hiperactual. Al crear formas contemporáneas sin nexo alguno con el pasado (copia de modelos
antiguos) o con otros lugares (estética floral, por ejemplo, con sus motivos inspirados en la naturaleza), el
diseño se convierte en un himno a la modernidad estricta y connota y valoriza, al igual que la moda, el
presente social. El objeto de diseño aparece sin raíces, no induce a sumergirse en una imaginación
alegórica y mitológica; surge como una especie de presencia absoluta que no hace referencia sino a sí
misma y sin más temporalidad que el presente. Se despliega en el aquí y ahora, y su atractivo proviene de
esa carga de modernidad pura que lo constituye y legitima. Hostil a lo fútil, el diseño se basa no obstante
en la misma lógica temporal que la moda, la de lo contemporáneo, y aparece como una de las figuras de
la soberanía del presente.
Habría que añadir aún que el diseño no se halla en absoluto sometido por definición a la estética
geométrica y racionalista. No sólo se impuso, hace ya tiempo, un diseño de estilo artesanal de formas y
materiales más íntimos y cálidos (diseño escandinavo, Habitat, etc.), sino que, a finales de los setenta,
apareció una nueva tendencia que rehabilitaba lo emocional, la ironía, lo insólito, lo fantástico la
desviación de la finalidad, el collage heteróclito. Como reacción contra el modernismo racional y austero
heredado de la Bauhaus, el Nuovo design (Memphis, Alchimia) presenta unos objetos «posmodernos»,
improbables, provocadores, casi inutilizables; los muebles se transforman en juguetes, artilugios o
esculturas de carácter lúdico y expresivo. Con la tendencia poetizada y posfuncionalista, el diseño,
realizando un giro espectacular, no hace sino pregonar más abiertamente su esencia de moda. La fantasía,
el juego, el humor, principios constitutivos de la moda, tienen ahora carta de ciudadanía en el entorno
modernista; han conseguido inmiscuirse en el diseño mismo. De este modo, estamos condenados a la
yuxtaposición de contrarios estilísticos: formas lúdicas/formas funcionales. Por un lado, cada vez más
fantasía e ironía; por otro, cada vez más funcionalidad minimalista. El proceso no ha hecho más que
empezar; la uniformidad no está en el horizonte del mundo de los objetos.
La ruptura introducida por el diseño y la Bauhaus puede considerarse paralela a la realizada por
la Alta Costura: paradójicamente, el diseño y la moda moderna participan de la misma dinámica histórica.
Al rechazar la ornamentación gratuita y redefinir los objetos en términos de ajustes combinatorios y
funcionales, la Bauhaus consagraba, dentro del rigorismo y el ascetismo formal, la autonomía del creador
en la elaboración de las cosas y establecía en el terreno de los objetos lo que los modistos habían
realizado por su parte en el vestido: la independencia de principio respecto a los gustos espontáneos del
cliente y la libertad demiúrgica del creador. Si bien, a diferencia de la Bauhaus, enteramente ligada a un
racionalismo funcionalista y utilitario, la Alta Costura ha perpetuado la tradición elitista y ornamental,
hay que añadir que, estructuralmente, el diseño es a los objetos lo que la Alta Costura ha sido para el
vestido. Básicamente se trata del mismo proyecto de hacer tabla rasa con el pasado y de reconstruir en su
totalidad un entorno desembarazado de la tradición y de los particularismos nacionales, de instituir un
universo de signos en concordancia con las nuevas necesidades. La Alta Costura se ha mantenido fiel a la
tradición del lujo, de la gratuidad y del trabajo artesanal, mientras que la Bauhaus se propuso la tarea de
ser «útil» tomando en cuenta los condicionamientos de la industria. Aunque juntos han contribuido a
revolucionar y desnacionalizar los estilos, a promover el cosmopolitismo de las formas.
Radicalidad del diseño que impide reducirlo a una ideología de clase o asimilarlo como un puro
y simple efecto de las nuevas condiciones de un capitalismo volcado hacia el consumo de masas y el
empeño en vender. Toda una literatura de inspiración marxista se ha entregado alegremente a desmitificar
la ideología creativa y humanista del diseño, poniendo el acento en su sumisión a los imperativos de la
producción mercantil y a la ley del beneficio. Crítica parcialmente justa, pero que deja en la sombra los
factores históricamente complejos del surgimiento del diseño. Si las nuevas tecnologías, las nuevas
35
condiciones de la producción (productos estandarizados, fabricados industrialmente en gran serie) y el
mercado no pueden ser subestimados en el desarrollo del fenómeno, tampoco pueden esclarecer por sí
solos la aparición de la estética funcionalista. No es cuestión, en el marco de este estudio, de emprender el
examen detallado de las causas de tal mutación; sólo es posible resaltar muy esquemáticamente en qué
aspectos el diseño no puede desvincularse de las investigaciones de los artistas modernos y, más
soterradamente, de los valores del universo democrático. Imposible no ver, en efecto, todo lo que la
estética del diseño debe a los pintores y escultores de las vanguardias: cubismo, futurismo,
constructivismo, «de Stijl». De igual modo que el arte moderno ha conquistado una autonomía formal al
liberarse de la fidelidad al modelo y la representación euclidiana, la Bauhaus se obligó a producir formas
definidas esencialmente por su coherencia interna, sin referencia a más normas que la funcionalidad del
objeto. La pintura moderna ha creado obras válidas en sí mismas; la Bauhaus por su parte ha prolongado
ese gesto concibiendo objetos estrictamente combinatorios. En su exaltación del despojamiento, del
ángulo recto y de la simplicidad de las formas, el estilo funcional es de hecho el resultado del espíritu
artístico moderno en oposición a la estética del brillo, del énfasis y de la ornamentación. El entorno
funcional no es sino la culminación de la revolución artística moderna de esencia democrática, iniciada
alrededor de 1860, que rechaza la solemnidad majestuosa, lo anecdótico, la idealización. Todo el arte
moderno, como negación de las convenciones y rehabilitación de lo prosaico, es indisociable de una
cultura de la igualdad que disuelve las jerarquías de géneros, temas y materiales. Así, la estética
funcionalista es sustentada por los modernos valores revolucionarios y democráticos: arrancar los objetos
a la práctica ornamental, poner fin a los modelos poéticos del pasado y utilizar materiales «vulgares»
(proyectores y lámparas de mesa de acero cromado o aluminio, sillas, butacas y taburetes de tubos
metálicos de Breuer en 1925); el esfuerzo por la igualdad ha eliminado los signos de diferenciación
ostentosa, ha legitimado los nuevos materiales industriales no nobles y ha permitido promover los valores
de «autenticidad» y «verdad» del objeto. La celebración de la belleza funcional debe poco a las diversas
estrategias sociales de la distinción; tiene sus raíces en las técnicas industriales y la producción de masas,
en la efervescencia vanguardista y la revolución de los valores estéticos propios de la época democrática.”
Realiza una composición filosófica que lleve como título la pregunta que
da título a esta actividad. Haz que sirve de síntesis final de cuanto has descubierto y
aprendido en el estudio de esta Unidad Didáctica.
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