Los Apóstoles y Él Perdón
Los Apóstoles y Él Perdón
Los Apóstoles y Él Perdón
A: El fundamento
2. Las preguntas
Con el propósito de hacer un análisis detallado del pasaje en mención, conviene preguntarse:
a. ¿Podemos hacer doctrina solamente de un pasaje de la Biblia?
b. ¿Cuál es el significado de soplar al decir Jesús, "Recibid el Espíritu Santo"?
c. ¿Recibieron los apóstoles en ese instante el Espíritu Santo?
d. ¿Cómo armoniza esto con la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés?
e. ¿En qué sentido podían los apóstoles perdonar pecados?
f. ¿Tienen sucesores los apóstoles?
g. ¿Quién tiene potestad para perdonar pecados?
h. ¿Cómo perdona Dios los pecados?
3. La doctrina
Los principios más sanos de interpretación bíblica nos llevan a hacer doctrina a partir de una
adecuado análisis basado en:
3.1. Análisis del texto
Debemos realizar un análisis del texto a interpretar, desprovistos de nuestros prejui-
cios e intentando derivar la verdad bíblica que subyace detrás del texto, aunque no nos
agrade. No debemos poner a la Biblia a decir lo que nosotros queremos, es a la inver-
sa. La Biblia debe hablar y nosotros escuchar. Este análisis parte de la interpretación
más obvia y evidente y avanza desde allí.
4. El "Soplo".
El soplo siempre representó espíritu de vida. Jehová sopló en la nariz de Adán y le dio vida.
Jesús retoma ese concepto y sopla el Espíritu de vida en sus discípulos. El paralelo de ambos
pasajes es asombroso, el Hijo, ejecutor de toda la creación, creó al hombre. Ahora el Hijo
encarnado en Jesús, da vida de nuevo a unos seres que sin ella estarían muertos. Veamos los
textos bíblicos que respaldan estas afirmaciones:
Génesis 2:7
Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de
vida, y fue el hombre un ser viviente.
Juan 1:1-3
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En este caso, el simbolismo es mayor porque relaciona la vida que da el Espíritu Santo
al espíritu nuestro, que estaba separado de Dios por el pecado y consecuentemente
muerto. A este evento el Señor le denominó nuevo nacimiento. Ese nuevo nacimiento
tiene una relación estrecha con el soplo de vida al primer hombre. Mediante el soplo,
el creador de todas las cosas dio vida tanto al primer hombre como a nuestro espíritu
muerto.
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También el Señor a través del profeta Jeremías, en el pasaje del alfarero y el barro, in-
dica que como el alfarero podía hacer otra vasija de la que se echó a perder en su
mano, así podía Dios restaurar a Su pueblo (o a otras naciones).
Jeremías 18:1-9
Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo:
«Levántate y desciende a casa del alfarero, y allí te haré oir mis palabras».
Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en el torno.
Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a ha-
cer otra vasija, según le pareció mejor hacerla.
Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
«¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero, casa de Israel?, dice Jehová.
Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de Israel.
En un instante hablaré contra naciones y contra reinos, para arrancar, derribar y
destruir.
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5.2. Su señorío
Sus discípulos lo llamaban “Señor” por lo tanto ya le habían reconocido como Aquel
quien ejerce Su voluntad sobre ellos por lo tanto el arrepentimiento y perdón de peca-
dos ya se había realizado.
5.5. La Promesa
Jesús, durante la última cena, promete a sus discípulos el envío del Espíritu Santo. Es-
to, evidentemente, ocurrió antes que Él soplara sobre sus discípulos el Espíritu de gra-
cia en el capítulo 20.
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Juan 14:26
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Juan 15:26
Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de
verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.
Juan 16:7-15
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me
veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las
cosas que habrán de venir.
El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará sa-
ber.
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis
hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Lucas 24:49
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en
la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
6. ¿Cómo armoniza Juan 20 con la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés?
Recibir al Espíritu Santo y exhibir sus manifestaciones no es lo mismo. Pueden ambos even-
tos ocurrir en el mismo acto o pueden ocurrir en momentos separados. Sin duda, el creyente
recibe al Espíritu de gracia en el preciso instante en que el pecado es removido de su vida
gracias a su entrega al Señor y debido al sacrificio de Jesús en la cruz. Las manifestaciones
del Espíritu Santo en su vida, se pueden dar posteriormente. En Juan 20 vemos como ellos
recibieron al Espíritu de gracia, en Hechos 2 vemos como se manifestó a ellos. (Ver estudio
de Unánimes “El bautismo y la llenura del Espíritu Santo”)
Hechos 2:2-21
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó
toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fue-
go, asentándose sobre cada uno de ellos.
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cie-
lo.
Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía
hablar en su propia lengua.
Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que ha-
blan?
¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos naci-
do?
Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en
el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de
Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oí-
mos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?
Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.
Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones
judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
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Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi
Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes
verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre
mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de
humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor,
grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
2 Pedro 3:16
Los indoctos e inconstantes tuercen las Escrituras para su propia destrucción.
Jesús no dijo que algún apóstol diría al pecador, "Hijo, yo te absuelvo de tus pecados".
Y no hay ningún ejemplo de tal cosa en toda la Biblia. Juan 20:23 no lo enseña. Po-
demos ayudarnos con otros textos que se relacionan con el versículo en mención.
Mateo 16:19
Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será
atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
El poder de "atar" (prohibir, requerir) y "desatar" (permitir) fue delegado a sus discí-
pulos. “A todos, a su Iglesia”.
Mateo 18:18-20
De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo
que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de
cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos.
En virtud de este gran poder, ellos y toda persona que recibiera al Espíritu de gracia,
se transformarían en seres humanos muy especiales, escogidos como pueblo para
anunciar las buenas nuevas del evangelio salvador de Jesús. Serían:
7.3.1. Mensajeros o embajadores de Cristo del mensaje de perdón
Mateo 28:18-20
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y
en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén.
Marcos 16:15:16
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será con-
denado.
La razón por la cual Juan el Bautista tenía que venir antes de Jesús era porque
él debía anunciar el arrepentimiento, el cual viene como requisito al perdón.
Mateo 21:28-32
Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero le
dijo: "Hijo, vete hoy a trabajar en mi viña".
Respondiendo él, dijo: "¡No quiero!" Pero después, arrepentido, fue.
Y acercándose al otro le dijo lo mismo; y respondiendo él, dijo: "Sí, señor,
voy". Pero no fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?
Dijeron ellos:
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--El primero.
Jesús les dijo:
--De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al
reino de Dios, porque vino a vosotros Juan en camino de justicia y no le creís-
teis; en cambio, los publicanos y las rameras le creyeron. Pero vosotros, aun-
que visteis esto, no os arrepentisteis después para creerle.
mos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos ma-
nifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vo-
sotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente
es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
En esta manera, "perdonaron o remitieron" los pecados de los 3,000 obedientes, y "re-
tuvieron" los pecados de los demás. También, de esta manera Pedro empleó "las llaves
del reino", nombrando los requisitos revelados por el Espíritu Santo para que los
hombres entremos en el reino.
Pablo, al carcelero de Filipos, le indicó lo que debía hacer para ser salvo.
Hechos 16:23-34
Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero
que los guardase con seguridad.
El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró
los pies en el cepo.
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Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los
oían.
Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de
la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de to-
dos se soltaron.
Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y
se iba a matar, pensando que los presos habían huido.
Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos
aquí.
El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de
Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en segui-
da se bautizó él con todos los suyos.
Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber
creído a Dios.
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Lucas 6:12-16
En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
Cuando llegó el día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales
también llamó apóstoles: Simón, a quien también llamó Pedro, su hermano Andrés,
Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo, Simón lla-
mado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
De modo que la naturaleza del cargo era bien conocida por el pueblo judío. Cuando
Jesús nombró apóstoles estaba haciendo algo muy conocido en la cultura de entonces,
estaba nombrando “shalihas”. Posteriormente, cuando los apóstoles predicaban la Pa-
labra después de haber ascendido Jesús a los cielos, todos los pobladores de Jerusalem
tenían claro que ese mensaje venía con la autoridad de su emisor Jesús, y que estos
hombres eran la representación viva del Señor ascendido. Este cargo era entonces uno
de gran respeto y autoridad al punto de que al Nuevo Testamento también se le ha
llamado “testimonio apostólico”. La iglesia del primer siglo fue constituida sobre la
base de la autoridad apostólica y del mensaje de perdón y redención predicado por
ellos. Apóstol nunca significó “plantador de iglesias” o administrador de iglesias. Ese
cargo solo lo ostentaron doce personas nombradas por la autoridad divina a quien re-
presentaban… Jesús.
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Cuando Jesús decía que hablaba en el nombre del Padre usó ese mismo término, “sha-
liah” porque venía con la autoridad del Padre a dar su mensaje. Cuando nombró a sus
embajadores, lo hizo de igual manera, nombrándolos “apostolos” en griego o “sha-
lihas” en arameo.
Por lo tanto el primero y más importante requisito para ser apóstol es “ser nombrado
por Jesús”. Es por ello que Pablo pudo llamarse apóstol porque el Señor mismo se le
apareció y lo nombró. Pablo mismo se consideraban el más pequeño de ellos, pues fue
el último en ser nombrado. Él mismo se dijo abortivo lo cual es una alusión a la mane-
ra especial en que Pablo nació a la fe cristiana, o bien a que su conversión tuvo lugar
«fuera de tiempo» respecto de los demás apóstoles.
Hechos 9:1-16
Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al Su-
mo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba
algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajera presos a Jerusalén.
Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamen-
te lo rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó una voz que le de-
cía:
--Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Él dijo:
--¿Quién eres, Señor?
Y le dijo:
--Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
Él, temblando y temeroso, dijo:
--Señor, ¿qué quieres que yo haga?
El Señor le dijo:
--Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer.
Los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz,
pero no veían a nadie.
Entonces Saulo se levantó del suelo, y abriendo los ojos no veía a nadie. Así que, lle-
vándolo de la mano, lo metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no co-
mió ni bebió.
Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en
visión:
--Ananías.
Él respondió:
--Heme aquí, Señor.
El Señor le dijo:
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--Levántate y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno lla-
mado Saulo, de Tarso, porque él ora, y ha visto en visión a un hombre llamado Ana-
nías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista.
Entonces Ananías respondió:
--Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus san-
tos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para pren-
der a todos los que invocan tu nombre.
El Señor le dijo:
--Ve, porque instrumento escogido me es este para llevar mi nombre en presencia de
los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es nece-
sario padecer por mi nombre.
1 Corintios 15:8-9
Por último, como a un abortivo, se me apareció a mí.
Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, por-
que perseguí a la iglesia de Dios.
Hubo un caso de apóstol no nombrado por Jesús en persona, sino por los apóstoles
que habían quedado luego de la muerte de Judas. Como resultado de ese nombramien-
to, las escrituras nos revelan claramente cuales son los requisitos para ser apóstol,
cuando los mismos discípulos de Jesús se pusieron de acuerdo para nombrar al suce-
sor de Judas. Los apóstoles (mensajeros, embajadores) fueron escogidos por Jesús.
Cuando Jesús ascendió a los cielos, los apóstoles que quedaron, los 11 porque Judas
Iscarioti había muerto, decidieron nombrar al sustituto de Judas. Para ello esbozaron
los requisitos para ser apóstol:
Hechos 1:21-23
»Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo
el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el
bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea
hecho con nosotros testigo de su resurrección.
Entonces propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre
Justo, y a Matías.
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El Urim y el Tumim tenían que estar sobre el corazón de Aarón cuando este se encon-
trara “delante de Yehowah”, probablemente refiriéndose a cuando Aarón estaba de pie
en el Santo, delante de la cortina que daba al compartimiento Santísimo, para inquirir
de Jehová. El que estuviesen situados “sobre el corazón de Aarón”
parece indicar que el Urim y el Tumim estaban en el pliegue o
bolsa que formaba el pectoral. Estas piedras eran para “los juicios
de los hijos de Israel”, y se utilizaban cuando se necesitaba una
respuesta de Jehová a una pregunta de importancia para los líderes
nacionales y, por consiguiente, para la nación misma. Jehová, el Legislador de Israel,
daba una respuesta al sumo sacerdote en cuanto al proceder correcto que se había de
seguir sobre cualquier asunto. (Éxodo 28:30.)
De las ocasiones que se registran en las Escrituras en las que se consultó a Jehová por
medio del Urim y el Tumim, parece deducirse que la pregunta estaba formulada de tal
manera que bastaba un “sí” o un “no” como respuesta, o, a lo más, una respuesta muy
breve y directa. Hay quien opina que también pudieron ser dos piedras planas. La pie-
dras se arrojaban, y si coincidían las dos caras blancas escritas, significaba “sí”; si las
dos eran sin escritura, “no”, y si una con escritura y sin escritura, no había respuesta.
También las dos piedras podrías ser bicolores, esto es de una cara Blanca y la otra ne-
gra. Los principios del no y del sí permanecían. Después de Pentecostés, tal sistema
no se usó más pues el Espíritu Santo es quien revela la voluntad del Padre.
Como resultado de los requisitos enunciados por los apóstoles, después de muertos los
últimos testigos presenciales de la resurrección de Jesús, el ministerio apostólico ce-
só.
Hay un sector en la iglesia moderna que hace una afirmación diferente. Se afirma que
el único requisito para ser apóstol es ser nombrado como tal por Jesús mismo, direc-
tamente, cara a cara. Atribuyen a la espontaneidad de Pedro el nombrar a Matías a tra-
vés de “echar suertes” no sabiendo Pedro que más adelante el Señor iba a nombrar a
Pablo como el apóstol número doce.
Lo que sí es claro es que los apóstoles son solamente doce pues doce son los cimien-
tos de la nueva Jerusalem que bajaría del cielo al final de la historia. Eso dice la Bi-
blia:
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Apocalipsis 21:14
El muro de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los doce nombres de los doce
apóstoles del Cordero.
En esta oportunidad los judíos acusaron a Jesús de blasfemia cuando dijo, "Hijo, tus
pecados te son perdonados", y si Jesús hubiera sido un mero hombre, esta acusación
habría sido legítima.
Jesús vuelve a perdonar pecados, esta vez a una mujer pecadora, supuestamente pros-
tituta, (pecados gravísimos de acuerdo a la época) en la casa de un fariseo.
Lucas 7:36-50
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del
fariseo, se sentó a la mesa.
Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la
mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás
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de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con
sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume.
Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: «Si este fuera profeta,
conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora».
Entonces, respondiendo Jesús, le dijo:
--Simón, una cosa tengo que decirte.
Y él le dijo:
--Di, Maestro.
--Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cin-
cuenta.
No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos lo amará
más?
Respondiendo Simón, dijo:
--Pienso que aquel a quien perdonó más.
Él le dijo:
--Rectamente has juzgado.
Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón:
--¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha
regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos.
No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies.
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho;
pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
Y a ella le dijo:
--Tus pecados te son perdonados.
Los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí:
--¿Quién es este, que también perdona pecados?
Pero él dijo a la mujer:
--Tu fe te ha salvado; ve en paz.
10. En conclusión
Hagamos las preguntas detalladas al inicio del estudio y respondámoslas:
a. ¿Podemos hacer doctrina solamente de un pasaje de la Biblia? No.
b. ¿Cuál es el significado de soplar al decir Jesús, "Recibid el Espíritu Santo"? Darlo.
c. ¿Recibieron los apóstoles en ese instante el Espíritu Santo? Sí.
d. ¿Cómo armoniza esto con la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés? Lo segundo
fue manifestación de lo primero.
e. ¿En qué sentido podían los apóstoles perdonar pecados? En enumerar los requisitos de
arrepentimiento y conversión.
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Por lo tanto:
Romanos 3:21-26
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y
por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que
es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre,
para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y
el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Las citas de las escrituras son tomadas de la Biblia Reina Valera rev. 1995
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