Ii Unidad
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Instrumentos de cuerda
Llamados también cordófonos. ¿Quién no se ha conmovido con una pieza de
guitarra clásica o tal vez de violín? ambos instrumentos de cuerda. Si te gusta la
música y, en especial este tipo de instrumentos, aprende un poco más de esta
diversidad de aparatos leyendo este artículo.
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Trienio Filosófico I
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Instrumentos de viento
Los instrumentos de viento o aerófonos son aquellos que producen sonido mediante la
vibración del aire en un tubo sonoro, es por eso que en algunos países se conocen
como instrumentos musicales de aire.
Conocemos nombre de instrumentos de viento desde la Prehistoria, pues su existencia es
tan antigua como la de la humanidad: flautas, cuernos…
Clasificación
Existen numerosas formas de clasificar los instrumentos de viento.
En función de los orificios que tenga, pueden ser:
• Tubos abiertos: con dos o más orificios
• Tubos cerrados: tienen un solo orificio
Esta última clasificación es la más usual, pues otorga nombre a las dos grandes secciones
de una orquesta.
Instrumentos de viento-metal:
Del mismo modo que anteriormente, los instrumentos musicales de viento metal reciben
su denominación por estar hechos en metal.
Como rasgo común, en estos instrumentos el sonido se produce por la presión que
efectúan los labios del intérprete al soplar por una boquilla con forma de copa, que en
todos ellos tiene diferencias sutiles. El aire emitido vibra dentro del tubo y realiza todo el
recorrido por los tubos, que llegan a alcanzar longitudes de varios metros enrollados
sobre sí mismos; es el caso de la trompa, un instrumento musical de viento de tonalidad
grave.
Otra característica de los instrumentos de viento es que incluyen mecanismos de pistones,
y un timbre característico que conforma la sonoridad propia de agrupaciones musicales
como las bandas de música.
Instrumentos de viento-madera:
Reciben este nombre por el material en que se construyen.
Es cierto que algunos instrumentos de viento madera, a día de hoy son de metal, como
sucede con la flauta travesera, pero durante siglos fueron construidos en madera y por
eso mantienen esta denominación.
Existen muchas variantes de los instrumentos muy populares, en función del tamaño del
tubo y el registro: por ejemplo, existen muchos tipos de clarinetes. Además, algunos
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instrumentos han dado lugar a otros nuevos: es el caso del corno inglés, que deriva del
oboe.
En ellos la columna de aire soplado se modula mediante agujeros y/o llaves, y existen
diferentes modos de hacer penetrar el aire según el instrumento: embocaduras, cañas,
lengüetas…
Lengüeta simple
La lengüeta es una lámina flexible que se sitúa en la boquilla del instrumento.
Normalmente, esta lengüeta simple se coge al instrumento a través de una abrazadera,
aunque se ha conocido instrumentos en los que la lengüeta se realiza mediante un corte
en el mismo material y así no hace falta usar la abrazadera.
Un ejemplo de este tipo de instrumentos de viento puede ser un clarinete o un saxofón.
Lengüeta doble
Los instrumentos de lengüeta doble están formados por dos lengüetas que pueden ir
sujetas a una boquilla, aunque existen instrumentos sin boquilla.
Algunos ejemplos son el Oboe o el Fagot.
Lengüeta libre
Los instrumentos de viento de lengüeta libre son aquellos instrumentos que producen
su sonido cuando las lengüetas no vibran entre sí o contra la boquilla. En este caso las
boquillas vibran de manera libre.
Algunos ejemplos de estos instrumentos son la armónica o el acordeón.
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Instrumentos de Percusión
Son instrumentos que producen sonido al ser golpeados, sacudidos y chocados
entre ellos, que da origen a pensar que fueron los instrumentos más antiguos
conocidos por el hombre. Son instrumentos rítmicos, que se distingue por la
variedad de sonidos que son capaces de producir.
Estos instrumentos tienen una gran capacidad de adaptación con otros
instrumentos musicales, por los ritmos clásicos que emiten. mezclando diferentes
tonalidades. Con lo que se puede obtener tocándolos con baquetas o mazos e
incluso las manos. Sin duda podremos contar con un instrumento de percusión
para animar cualquier reunión o fiesta, con los amigos y familiares.
Gran variedad de estos instrumentos es usada crear patrones rítmicos, por tanto,
los instrumentos más conocidos en el mundo, son el tambor y la batería, casi usado
en todos los conciertos, por los artistas más conocidos y los que están empezando.
La familia de la percusión
La familia de percusión es la más grande de la orquesta. Los instrumentos de
percusión incluyen cualquier instrumento que hace un sonido cuando es golpeado,
sacudido o raspado. No es fácil ser un percusionista porque requiere mucha
práctica golpear un instrumento con la cantidad adecuada de fuerza, en el lugar
correcto y en el momento adecuado.
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La Orquesta Sinfónica
La orquesta sinfónica es una agrupación o conjunto musical de gran tamaño que
cuenta con varias familias de instrumentos musicales, como el viento madera,
viento metal, percusión y cuerda. Una orquesta sinfónica tiene, generalmente, más
de ochenta músicos en su lista. Solo en dos casos llega a tener más de cien, pero el
número de músicos empleados en una interpretación particular puede variar según
la obra que va a ser ejecutada. El término «orquesta» se deriva de un término latino
que se usaba para nombrar a la zona frente al escenario destinada al coro y significa
‘lugar para bailar'.
Como norma general cada orquesta sinfónica tiene una distribución de
instrumentos determinada, lo cual obedece a un criterio sonoro de los
instrumentos que la forman. Hay instrumentos que son fundamentales en una
orquesta y otros que tienen un carácter auxiliar o complementario.
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La Orquesta de Cámara
El término orquesta de cámara abarca todo tipo de conjuntos instrumentales, con
la única condición de poseer tal tipo de orquesta un tamaño pequeño, es decir
Cámara, o espacio pequeño (en comparación con los salones de concierto o
teatros), como solian ser los salones de música de los palacios y grandes residencias
del siglo XVII, donde se ejecuto incialmente esta música.
No tiene especificaciones en cuanto al tipo de instrumentos que la forman y a la
cantidad de instrumentos musicales que la integran, pero las clásicas osquestas de
cámara, han surgido practicamente con el Barroco, siendo las cuerdas los
instrumentos principales o mas frecuentes. Desde entonces significa «orquesta
reducida que cabe en un salón».
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El Cuarteto de cuerda, el cual esta integrado por dos violines, una viola, y ún
violonchelo.
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Las composiciones para seis, siete, ocho y nueve instrumentos son bastantes menos
abundantes que las destinadas a cinco o menos instrumentos. Además la variedad
de combinaciones posibles en estas agrupaciones es bastante más extensa, por lo
tanto por el número de instrumentos como por su menor fijación.
Un órgano de tubos tiene uno o más teclados (llamados manuales) tocados por
las manos, y un pedal tocado por los pies; cada teclado tiene su propio grupo de
paradas. El teclado, la pedalera y los topes están alojados en la consola del órgano.
El continuo suministro de viento del órgano le permite mantener las notas mientras
se presionan las teclas correspondientes. A diferencia del piano y el Clavecín, cuyo
sonido comienza a disiparse inmediatamente después de que se presiona una tecla.
Los órganos tubulares portátiles más pequeños pueden tener sólo una o dos
docenas de tubos y un manual; los más grandes pueden tener más de 33.000 tubos
y siete manuales.
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Primer órgano
Al principio, el órgano probablemente sólo sirvió como un escaparate mecánico
de los poderes de la hidráulica, y tal vez un tipo de señal de emergencia. Las
primeras referencias específicas a su uso como instrumento musical se encuentran
unos 150 años después de la época de Ctesibius. Una inscripción del año 90 a.C.
habla de alguien llamado Antipatros compitiendo en Delfos en el órgano
hidráulico, tocando durante dos días y “cubriéndose de gloria”.
Primero órganos
El órgano de tubos más grande del mundo:
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Hoy en día el órgano de tubos más grande, está en el histórico Boardwalk Hall de
Ciudad del Atlanta, y se conoce como el órgano de tubos Midmer-Losh, que hoy
sigue siendo el órgano más grande del mundo. El Libro Guinness de los Récords
Mundiales reconoció al Midmer-Losh con múltiples entradas:
El órgano de tubos más grande del mundo por el número de tubos – más de 33.110
en 449 rangos.
El instrumento musical más ruidoso/parada de órgano más ruidosa – con un sonido
descrito como “una nota de trompeta pura de volumen que rompe los oídos”.
El único órgano que tiene paradas que funcionan con una presión atmosférica
récord (100″) – aproximadamente 30 veces más que una parada de órgano
normal.
Uno de los únicos dos órganos en el mundo con una verdadera parada acústica
no digital de 64 pies, la parada Grand Ophicleide es única en el mundo de los
órganos, ya que es un híbrido de color caña.
El instrumento musical más grande jamás construido, con ocho cámaras de órgano
y nueve topes de 32 pies (los topes son los componentes que controlan la cantidad
de aire presurizado que entra en la cámara de la tubería).
La consola más grande con siete manuales (teclados) y más de 1.200 teclas de
parada completas con instrumentos orquestales, desde flauta hasta violín.
El organista Dr. Steven Ball dijo. “De hecho, este órgano rompe todos los récords
y puede decirse que es el instrumento musical más poderoso del planeta” .
Diseñado por el Senador Estatal del Condado de Atlantic, el órgano Boardwalk
Hall tardó tres años en ser construido (1929-1932) por la Midmer-Losh Organ
Company a un costo aproximado de $350,000.
El generador de aire:
Como el órgano es un instrumento tan grande que funciona a base de aire, necesita
una entrada de aire lo suficientemente amplia para lograr abastecer sus
requerimientos necesarios, y para la producción de tal cantidad de aire es necesario
un motor-ventilador, que se encargue de producirlo, además, se necesitan fuelles
de piel, que se van regulando el aire y respirando como un pulmón.
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El fuelle:
Los fuelles unidos a los órganos tubulares varían en tamaño y número según la
escala del instrumento, están hechos de madera y pueden parecerse a una gran
bañera de madera. Pero siempre en cada instrumento hay dos o más. Esto se debe
a que cuando todos los fuelles están completamente cerrados, el órgano no
produce sonido, por lo que antes de que uno cierre a otro se abre y se disponen
de manera que funcionen a su vez.
En el pasado, había sopladores de órganos además del organista. Su trabajo para
abrir el fuelle gastado, con palancas, cuerdas y otros mecanismos, continuaría entre
bastidores durante toda la actuación. Los órganos grandes se pueden equipar con
4, 5 o incluso más fuelles en su parte posterior.
Los órganos tubulares fabricados ahora tienen motores eléctricos que bombean el
viento hacia el fuelle, y es común que los fuelles se mantengan en un estado
inflado. Esto quiere decir que en algún lugar, fuera de la vista, hay un gran soplador
de aire. Esto debe ser colocado fuera de la vista, ya que hace mucho ruido durante
la operación. En muchos casos, un soplador de aire se utiliza para bombear el
viento a un número de fuelles, por lo que tiene que ser potente. Por este motivo,
y para evitar ruidos no deseados, se ha dedicado una sala independiente para
alojar este dispositivo, con paredes insonorizadas y dotada en su totalidad de
material acolchado y absorbente del ruido.
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Los tubos:
Los tubos suelen estar echos de metal o madera. Y la cantidad de ellos en el
instrumento puede variar, (desde 30 en los más chicos, hasta 6.000 en los más
grandes), estos a su vez están alineados en filas en la “caja del órgano”, que puede
llegar a ser tan grande como una habitación. Los tubos de metal son tubos
redondos. Pueden estar hechos de diferentes tipos de metal, pero el tipo más
común es una aleación (o mezcla de metales) de estaño y plomo llamada “spotted
metal” porque tiene manchas redondas y brillantes. Esta aleación hace que los
tubos suenen bien ya que el estaño más duro proporciona claridad y definición,
mientras que el plomo más blando produce calor tonal. Los tubos más pequeños
a veces pueden ser de plata, como las flautas. Algunos órganos también tienen
tubos de latón que suenan como trompetas.
La mayoría de los órganos también, poseen muchos tubos de madera, los tubos
de madera tienen cuatro lados planos y hacen un sonido diferente al de los tubos
de metal. Por lo general no se ven; están claramente alineados detrás de los
grandes tubos de metal en la parte delantera del órgano, que a veces están
pintados con colores y diseños. Todas las tuberías tienen que estar hechas con un
extremo que se estrecha en la parte inferior donde sopla el aire.
Tipos de tubos:
También existen dos principales tipos de tubos, ya que estos influyen
considerablemente en la calidad del sínodo, entre los distintos tipos de tubos se
encuentran:
El tubo de humo:
Esta es la forma de tubo más común e importante. Los tubos de la parte delantera
de un órgano suelen pertenecer a esta categoría. En un tubo con cuerpo largo, se
produce un tono bajo; y en uno con cuerpo corto, las vibraciones son más rápidas
y el tono es más alto.
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Y el tubo de caña:
Este difiere completamente en su construcción y su funcionamiento al tubo de
humo. La parte más importante de un tubo de caña es, por supuesto, la caña, una
fina tira de latón elástico. Como en el caso de los tubos de humos, el viento entra
por la parte inferior a través del orificio de la puntera. El pie del tubo se llama la
bota. El viento hace vibrar la caña, y estas vibraciones cierran y abren un agujero
en el chalote.
Los secretos:
Son las piezas uniformes donde se incrustan los tubos, y por donde
respectivamente se dispersa el aire necesario para la producción del sonido.
Los registros:
Son botones o palancas que seleccionan el tipo de sonido o timbre deseado.
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La consola:
Forma parte de un complejo sistema, el cual se encarga de producir notas
especiales y efectos en el sonido de este.
La caja:
Este parte es lo que en otros instrumentos se conoce como el cuerpo, es el lugar
en donde se acoplan todas las partes antes mencionadas, de una manera ordenada.
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El desarrollo moderno:
Después del siglo XIX, el organero tenía una amplia gama de técnicas para elegir.
Incluso el constructor menos experimentado tenía incontables libros y
herramientas disponibles para ayudar con el diseño y la construcción. Los
ferrocarriles recién construidos permitieron a músicos y constructores por igual
viajar e inspeccionar cualquier tipo de órgano que eligieran. El progreso
económico de la época trajo enormes cantidades de recursos materiales sin
precedentes. Y la enorme cantidad de experiencia de la construcción de miles de
iglesias ha dado como resultado diseños y técnicas que ahorran mano de obra. El
órgano proliferó desde las grandes catedrales.
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La aparición temprana de los órganos en las iglesias, por lo tanto, puede que no
haya sido tanto para hacer música práctica como para fines simbólicos y didácticos:
simbólicos en el sentido de que el instrumento era la encarnación material de la
armonía cósmica, y didácticos en el sentido de que proporcionaba un “sermón”
visible y tangible sobre esa armonía. Junto con los complejos relojes astronómicos
que aún existen en algunas de las catedrales medievales, los órganos pueden haber
sido testigos de la base divina del cuadrivium y su visión del mundo subyacente.
El reloj representaba el orden divino evidente en los cielos, mientras que el órgano
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Algunas personas piensan que sólo es adecuado para tocar himnos o música
“antigua”, cosas aburridas y sin mucho mérito artístico. De hecho, el repertorio
abarca la mayoría de los géneros musicales, desde caprichosos preludios y fugas
hasta piezas inspiradas en el jazz. La música de órgano incluso se ha aventurado
en el rock alternativo. La organista sueca Anna von Hausswolff, por ejemplo, crea
un efecto mágico en un estilo contemporáneo con batería, guitarras eléctricas y
todo.
Desde que existen los órganos – 3.000 años – los compositores han estado
escribiendo para ellos, en todos los estilos imaginables. Un órgano de tubos bien
construido es un instrumento excepcionalmente duradero, a diferencia de las
versiones electrónicas y digitales. Con un afinamiento bianual, un mantenimiento
regular y un cambio de piel cada 50 años, podría durar siglos. Este trabajo es
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El Coro Polifónico
En canto, se denomina coro, coral o agrupación vocal a un conjunto de personas
que interpretan una pieza de música vocal de manera coordinada. Es el medio
interpretativo colectivo de las obras cantadas o que requieren la intervención de
la voz.
Composición/composiciones
El coro está compuesto por diferentes tipos de voces, agrupadas en cuerdas. Cada
cuerda agrupa las voces en función del registro o tesitura (intervalo de notas que
es capaz de interpretar) de cada una.
Soprano: es la voz más aguda de la mujer o del niño. Su registro oscila entre do4
y la5. Es la voz que habitualmente soporta la melodía principal.
Tenor: es una voz aguda de los hombres, la más aguda cuando no se incluyen
contratenores; suele oscilar entre si2 y sol4.
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Coro al unísono: No es extraño encontrar coros que cantan al unísono, sobre todo
en corales menos profesionales o de aficionados, de música popular, o en muchas
parroquias, coros de jóvenes, etc. También los coros que cantan música en
gregoriano cantan, por exigencias de la partitura, al unísono. Destacan las de
muchos monasterios de monjas o monjes, como el caso del Coro de Monjes del
Monasterio de Santo Domingo de Silos; el Coro de Monjas del Monasterio de
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Coro de hombres: coro de voces graves dividido en tenores altos, tenores bajos,
barítonos y bajos.
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Coro mixto, coro sinfónico, Orfeón, masa coral (también llamado Schola u otras
denominaciones): es la formación más habitual, con diversidad de integrantes,
aunque se considera tal a partir de unos 20 o 25 cantantes, a pesar de haber
grandes orfeones con más de 100 cantantes. La palabra 'orfeón' proviene de Orfeo,
dios griego bajo cuya protección se encontraba el teatro y, especialmente, los
grupos de actores (los coros del teatro clásico).
Historia
El coro es un ejercicio colectivo que históricamente nace en el momento en el que
un grupo de personas se ponen a cantar juntas bajo unas mismas directrices
marcadas por ellas mismos o por la personalidad de un director. El coro fue
tomando forma y auge en Grecia, que es donde nacieron varias de las artes. Coro
proviene del griego ronda. Los coros griegos eran formaciones de hombres,
mujeres, mixtos o de hombres y niños. Cantaban solamente música monódica,
normalmente en el teatro. Los coros eran utilizados para adorar a sus deidades
(dioses). También en otras culturas como la hinduista se utilizaba el canto. Esta era
una manera de adorar a sus dioses. Por medio del canto también se contaban
leyendas, como ser la creación del mundo.
Ligado en la Edad Media a las funciones litúrgicas, el coro fue adquiriendo mayor
importancia gracias a la polifonía en los dos siglos que precedieron al
renacimiento. En la Edad Media se forman coros en las iglesias y monasterios para
acompañar a la liturgia, normalmente integrados solo por hombres (monasterios
masculinos y catedrales) o solo mujeres (monasterios femeninos). En la liturgia
habitual respondía y cantaba todo el pueblo conjuntamente (hombres y mujeres).
Es también la Edad Media la que inventa una notación musical que llega hasta
nuestros días y que nos permite construir el repertorio coral.
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A principios del siglo X ―en el periodo conocido como Ars antiqua― aparece la
polifonía, que permite el desarrollo de las agrupaciones vocales. Se canta en
principio a dos voces y más tarde a tres y cuatro voces, aunque no en forma de
coro sino de solistas (tríos y cuartetos).
En los siglos XIV y XV, en el periodo conocido como Ars nova, los niños pasan a
formar parte de los coros, constituyendo las voces agudas de las obras polifónicas.
En el siglo XVI aumenta el número de integrantes y se nombran las voces según su
tesitura (cantus, altus, tenor y bassus).
En los siglos XVII y XVIII, en los periodos denominados Barroco y Clasicismo, los
coros siguen aumentando el número de integrantes y las voces que designan su
tesitura son nombradas con los términos actuales (soprano, contralto, etc.).
Aumenta el número de partes vocales reales. Es la época de las grandes obras
corales de Händel, Bach, Vivaldi, Haydn y Mozart.
En el siglo XIX, durante el romanticismo, se da una revolución en el mundo coral
con la megalomanía de los conjuntos corales que llegan a agrupar a más de
ochocientos integrantes y el fenómeno de socialización, siendo los coros
considerados como medios de solidaridad y formación de los individuos. El siglo
XX continúa con el fenómeno de socialización.
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La Ópera
Ópera, drama en el cual se canta todo o parte del diálogo y que contiene
oberturas, interludios y acompañamientos instrumentales. Existen varios géneros
teatrales estrechamente relacionados con la ópera, como el musical y la opereta.
Los orígenes
La ópera nace en Italia a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Entre sus
precedentes están los numerosos madrigales italianos de la época, a cuyas escenas
con diálogos, pero sin acción teatral, se pondría música. Otros antecedentes son
los melodramas, ballets de cour, intermedios y otros espectáculos galantes y de
salón propios del renacimiento. La ópera se desarrolló gracias a un grupo de
músicos y estudiosos que se denominaban a sí mismos camerata (en italiano, salón
o cámara pequeña). La camerata tenía dos objetivos: revivir el estilo musical del
drama de la antigua Grecia y desarrollar una vía distinta al estilo sobrecargado del
contrapunto propio de la música renacentista tardía. En especial, deseaban que los
compositores estuvieran muy atentos a los textos en los que basaban sus obras,
adaptándolos de una manera simple para que la música pudiese reflejar en cada
frase el significado del texto. Estas intenciones probablemente no hayan sido
características de la antigua música griega, pero la camerata no disponía de una
información detallada y suficiente sobre ese periodo musical (ni se dispone de ella
hoy día).La camerata desarrolló un estilo llamado monodia (en griego, canción
solista). Tenía líneas melódicas simples con contornos y proporciones que seguían
las inflexiones del habla y los ritmos del texto. La melodía era acompañada por el
bajo continuo —es decir, una serie de acordes tocados, por ejemplo, en el
clavicémbalo— y la apoyaba un instrumento melódico bajo. Dos de los miembros
de la camerata, Giulio Caccini y Jacopo Peri, llegaron a la conclusión de que la
monodia se podía usar para los monólogos y diálogos de un drama escenificado.
En 1597 Peri tuvo esta intuición cuando escribió su primera ópera, Dafne. En 1600
se representó en Florencia una ópera llamada Euridice, que incorporaba música de
Peri y de Caccini. El primer gran compositor que se dedicó a la ópera fue el italiano
Claudio Monteverdi. Sus óperas no sólo utilizan el estilo monódico que hace
énfasis en la palabra, sino también canciones, dúos, coros y secciones
instrumentales. Las piezas no monódicas tienen una forma coherente basada sólo
en las relaciones musicales. Monteverdi, por ejemplo, demostró que se podían
utilizar para la ópera una amplia variedad de procedimientos y estilos musicales
con el fin de realzar el drama. La ópera se difundió rápidamente por toda Italia.
El principal centro italiano durante la mitad y finales del siglo XVII fue Venecia. El
siguiente en importancia era Roma, donde por primera vez se hacía una clara
diferenciación entre los estilos cantantes del aria (usados para reflejar las
emociones) y el recitativo (que proviene de la monodia y se utiliza para presentar
información y diálogos). La monodia murió como género, aunque sus principios
sigan siendo influyentes. Los principales compositores de Roma fueron Stefano
Landi y Luigi Rossi. El público veneciano prefería las exuberantes puestas en escena
y los efectos visuales espectaculares como eran las tormentas o los dioses que
descendían del cielo. Los compositores más importantes en Venecia fueron
Monteverdi, Pier Francesco Cavalli y Marc'Antonio Cesti.
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El estilo napolitano
Alessandro Scarlatti desarrolló a finales del siglo XVII un nuevo tipo de ópera en
Nápoles. El público de esta ciudad prefería la canción solista, y los compositores
comenzaron a diferenciar aún más los distintos tipos de canciones. Desarrollaron
dos formas de recitativo: el recitativo secco, acompañado sólo por el bajo
continuo y el recitativo accompagnato, para las situaciones de tensión con
acompañamiento orquestal. También inventaron el arioso, un estilo que
combinaba unos contornos melódicos similares a los del aria con los ritmos
conversacionales del recitativo. A comienzos del siglo XVIII, el estilo napolitano,
con su preferencia por la música melodiosa y entretenida, logró establecerse en la
mayor parte de Europa. El único país donde no se produjo ese cambio fue Francia.
Allí, el compositor nacido italiano, Jean Baptiste Lully fundó una escuela francesa
de ópera. El mecenas de Lully era Luis XIV, rey de Francia. De ese modo, la pompa
y el esplendor de la corte francesa hallaron su eco en los coros masivos y lentos y
en los episodios instrumentales de las óperas de Lully. En las obras francesas de
este compositor el ballet era más importante que en las óperas italianas. Sus textos,
o libretos, se basaban en tragedias clásicas francesas, mientras que sus líneas
melódicas seguían las inflexiones y los ritmos distintivos del lenguaje francés. Otra
de las contribuciones de Lully fue el establecimiento del primer tipo estandarizado
de obertura, llamada obertura francesa.
Difusión
A finales del siglo XVII y comienzos del XVIII el estilo alemán de ópera se
consideraba inferior respecto a la ópera italiana. El centro operístico más
importante de Alemania era Hamburgo, donde se inauguró un teatro de ópera en
1678. Reinhard Keiser compuso más de 100 obras allí. Después de la muerte de
Keiser, los compositores y cantantes italianos dominaron todos los teatros de
ópera de Alemania. La ópera italiana también era muy popular en Inglaterra. A
pesar de ello, se solían interpretar con frecuencia dos óperas escritas por
compositores ingleses, Venus y Adonis (c. 1682) de John Blow, y Dido y Eneas
(1689) de Henry Purcell. Estas obras eran el germen del espectáculo galante inglés
para la escena, la mascarada. Incorporaba elementos franceses e italianos, como
las partes instrumentales de Lully y los recitativos y arias de los italianos. El
compositor alemán Georg Friedrich Händel obtuvo sus mayores éxitos en
Inglaterra. Allí escribió 40 óperas en el estilo italiano durante las décadas de 1720
y 1730, después de lo cual abandonó este género y se dedicó a la composición de
oratorios. En el siglo XVIII la ópera se alejó de los ideales de la camerata y adoptó
una gran cantidad de artificios. Por ejemplo, muchos niños italianos fueron
castrados para que sus voces no cambiaran y conservaran un registro agudo. La
combinación de la voz de un niño con el desarrollo corporal de un adulto
proporcionó un timbre muy agudo y una técnica ágil que se hizo muy popular.
Los cantantes de este tipo, que actuaban en papeles femeninos, se llamaban
castrati. A ellos y también a los otros cantantes, se los valoraba más por la belleza
de sus voces y su canto virtuoso que por sus dotes escénicas. Las óperas acabaron
convirtiéndose en poco más que una serie de arias espectaculares. Éstas seguían un
esquema formal simple, A-B-A, llamado forma da capo (en italiano, desde el
principio). Contenían variaciones que eran improvisadas por el cantante a partir
de la sección A.
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Oberón (1826). La cima de la ópera alemana fue Richard Wagner, quien diseñó
una nueva forma llamada drama musical, en la que el texto (escrito por él mismo),
la partitura y la puesta en escena estaban unidos de forma inextricable. Sus
primeras óperas importantes, por ejemplo, El holandés errante (1843), Tannhäuser
(1845) y Lohengrin (1850), conservaban elementos del estilo antiguo, incluidas las
arias y los coros. Pero en las obras siguientes como Tristán e Isolda (1865) y la
poderosa tetralogía de El anillo del nibelungo (1852-1874), basada en un mito
nórdico, Wagner abandonó las convenciones anteriores y escribió en un estilo
continuo y fluido, con la orquesta (en vez de los personajes) al servicio del
protagonista del drama. Los maestros cantores de Nuremberg (1868) era una
representación de los gremios medievales, obra maestra del contrapunto y Parsifal
(1882), una expresión de misticismo religioso acendrado. En casi todas sus obras
Wagner utilizó con profusión el leitmotiv (en alemán, 'motivo principal'), una
etiqueta musical que identifica un personaje o idea particulares y que reaparece en
la orquesta, a menudo para iluminar la acción en el aspecto psicológico. El festival
de teatro de Bayreuth, en Alemania, se inauguró en 1876 y se dedica
exclusivamente a la interpretación de las obras de Wagner. Con sus nuevos
conceptos operísticos, tanto de composición como de puesta en escena, Wagner
ejerció una enorme influencia sobre los músicos de todos los países durante
muchos años. La ópera italiana siguió haciendo hincapié en la voz. Gioacchino
Rossini compuso óperas cómicas, como El barbero de Sevilla (1816) y La Cenicienta
(1817), que han eclipsado a sus obras más dramáticas; Guillermo Tell (1829), por
ejemplo, es conocida hoy principalmente por su obertura. El estilo del bel canto,
caracterizado por su vocalismo suave, expresivo y a menudo espectacular, también
floreció en las obras de Vincenzo Bellini, entre ellas Norma (1831), La Sonnambula
(1831), e I Puritani (1835); así como en la Lucia di Lammermoor de Gaetano
Donizetti (1835), con su célebre escena de la locura, y en sus comedias L'elisir
d'amore (1832) y Don Pasquale (1843). No obstante, el compositor que personifica
la ópera italiana es Guiseppe Verdi. Él infundió a sus obras un vigor dramático y
una vitalidad rítmica sin precedentes. A la potencia pura de sus primeras óperas
Nabucco (1842) y Ernani (1844), añadió las caracterizaciones más sutiles de
Rigoletto (1851), Il trovatore (1853), La traviata (1853), Un ballo in maschera
(1859) y La forza del destino (1862). Aida (1871) combina el esplendor visual de
la gran ópera y la intimidad musical de una trágica historia de amor. Las dos últimas
óperas de Verdi, Otello (1887) y Falstaff (1893), compuestas a una edad muy
avanzada, adaptaban obras de Shakespeare al escenario de la ópera mediante una
continuidad dramática y musical que llevó a que muchos críticos las consideraran
una imitación de Wagner. A pesar de ello, las óperas de Verdi siguieron siendo
muy italianas, con la voz como medio básico de expresión y las pasiones humanas
como tema básico. La ópera rusa desarrolló una escuela nacionalista propia, que
comienza con Una vida por el zar o Ivan Susanin (1836) de Mijaíl Glinka e incluye
Russalka y El convidado de piedra de Alexandr Dargomijski; El príncipe Ígor
(estreno póstumo 1890) de Alexandr Borodín; El gallo de oro (1909) de Nikolái
Rimski-Kórsakov; y la obra maestra del género, Borís Godunov (1874) de Modest
Músorgski. Las óperas más destacadas de Piotr Ilich Chaikovski son Eugenio Onegín
(1879) y La dama de picas (1890).
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degradación de un soldado raso, pronto fue reconocida como una obra maestra
moderna. La ópera se basa en una pieza teatral homónima de Georg Büchner
(1836).
Tendencias modernas
A medida que avanzaba el siglo XX, los estilos operísticos reflejaban tanto los
persistentes enfoques nacionalistas como un creciente internacionalismo
representado por el atonalismo y las técnicas seriales. El ruso Serguéi Prokófiev
escribió la ópera bufa El amor de las tres naranjas durante un viaje a través del
Oeste de Estados Unidos. Se estrenó en Chicago en 1921. Antes de morir, compuso
su gran ópera Guerra y paz basada en la novela de Tolstói (1946, revisada en
1955). Dmitri Shostakóvich no era del gusto de Stalin desde que compuso su ópera
Lady Macbeth de Mtsensk (1934), una obra que luego fue revisada bajo el nombre
de Katerina Ismailova (1963). Los compositores más modernos tendían a
incorporar en sus obras no sólo las técnicas sinfónicas, sino también los estilos
folclóricos, populares o jazzísticos. Entre las óperas francesas que reflejaban
algunas de estas influencias destacan La hora española (1911) y El niño y los
sortilegios (1925) de Maurice Ravel, así como Les mamelles de Tirésias (1947) y
Diálogos de carmelitas (1957) de Francis Poulenc. España produjo La vida breve
(1913) de Manuel de Falla, y Alemania, Matías el pintor, (1938) de Paul Hindemith,
así como el estilo satírico y cabaretero de Grandeza y decadencia de la ciudad de
Mahagonny (1929) y de la Ópera de cuatro cuartos (1928) de Kurt Weill, ambas
con textos del dramaturgo alemán Bertolt Brecht. El ruso Ígor Stravinski utilizó un
estilo neoclásico en La carrera del libertino (1951). La ópera italiana, si bien
produjo partituras con melodías relativamente conservadoras de la pluma de Italo
Montemezzi y Ermanno Wolf-Ferrari, también se acercó a planteamientos más
radicales en obras como Asesinato en la catedral (1958) de Ildebrando Pizzetti, El
prisionero (1950) de Luigi Dallapiccola, e Intolleranza (1960) de Luigi Nono, estas
dos últimas con una estructura musical basada en el sistema dodecafónico de
Schönberg. Otras óperas notables escritas después de la II Guerra Mundial son obra
de los alemanes Boris Blacher, Werner Egk, Hans Werner Henze y Carl Orff; el
austriaco Gottfried von Einem; y el argentino Alberto Ginastera. Los compositores
británicos Frederick Delius, Benjamin Britten y Ralph Vaughan Williams también
han producido obras destacadas. La primera gran ópera estadounidense fue
Leonora (1845) de William Henry Fry. Gran parte de las obras siguientes, como La
carta escarlata (1896) de Walter Damrosch, tenían un estilo europeo. Las óperas
estadounidenses de las décadas más recientes incluyen Porgy and Bess (1935) de
George Gershwin, Treemonisha (obra póstuma, 1974) de Scott Joplin, los dramas
musicales minimalistas de Philip Glass y la más ecléctica Nixon in China (1987) de
John Adams.
La ópera siempre ha tenido un carácter eminentemente vocal. La prima donna
tradicionalmente ha sido el eje de cualquier producción de éxito. No obstante, en
el siglo XX también se ha hecho hincapié en el conjunto operístico, con el director,
el diseñador y el director de escena que desempeñan una función al menos de la
misma importancia que la de los cantantes. El productor, diseñador y cineasta
italiano Franco Zeffirelli fue uno de los líderes del renacimiento neorromántico de
la puesta en escena de la ópera a principios de los años sesenta. Otros directores
escénicos de influencia son Jonathan Miller, del Reino Unido, y los
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El Canto Gregoriano
Se denomina Canto Gregoriano al canto propio de la liturgia romana de la iglesia
católica, herencia de los himnos y cantos entonados en las primeras iglesias o
santuarios cristianos durante los primeros siglos de nuestra era.
A fines del siglo VI el Papa San Gregorio, preocupado por la unidad de la iglesia,
inicio una reforma tendente a conseguir una liturgia común para todos los
cristianos.
El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prelación
sobre la melodía y es el que le da sentido a esta. Los cantores deben haber
entendido muy bien el texto, en consecuencia, cualquier impostación de tipo
operático, donde se intente el lucimiento del intérprete debe ser evitado.
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Se canta al unísono, lo cual quiere decir que todos los cantores entonan la misma
melodía. A esta manera de canto se le llama “Monodia”.
Se canta con ritmo libre, según el desarrollo del texto literario y no con esquemas
medidos.
Es una música modal, escrita en escalas de sonidos muy particulares, que sirven
para despertar varios sentimientos, como
recogimiento, alegría, tristeza y serenidad.
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Las partituras del canto gregoriano están escritas en tetragramas (a partir del
trabajo de Guido d’Arezzo). Tiene un ritmo sometido ante todo al texto latino.
Se considera pues que es de ritmo libre. Es una plegaria cantada y la expresión de
una religiosidad. Es un canto monódico (solo existe una línea melódica) y a
cappella (carece de acompañamiento), interpretado por voces masculinas. Las
voces lo interpretan en forma coral (tanto la Asamblea de fieles como la schola
cantorum), en forma solista (el celebrante o presidente de la celebración, o uno
de los cantores de la schola cantorum). Están escritos en latín, exceptuando el Kyrie
Eleison, que está en griego. Todas las piezas gregorianas son siempre modales, y
dentro de los modos gregorianos o modos eclesiásticos existen 8 tipos. Se suele
hablar de tres estilos de canto gregoriano, que se clasifican dependiendo de la
cantidad de notas diferentes que se cantan por sílaba. Cuando hay 1 nota por sílaba
se llama estilo silábico, cuando hay de 6 a más tonos por sílaba se llama
melismático y cuando hay alternancia entre canto silábico y melismático se llama
canto neumático. En el canto gregoriano, la forma musical está definida por el
contexto litúrgico en donde se interpretan las piezas. En este tipo de canto, la línea
melódica no es muy movible, es decir, no hay grandes saltos en la voz. Por lo
regular la línea se mueve por segundas, terceras, cuartas o quintas. El repertorio
gregoriano es anónimo. Hay varios tipos de canto gregoriano: Según la forma del
canto pueden ser: estilo responsorial (alternancia de un solista con un coro), estilo
antifonal (alternancia de dos coros) y estilo directo (sólo hay un coro o un solista)
Según el tratamiento melódico: canto melismático (más de una nota por sílaba),
canto silábico (una sola nota por sílaba)y canto neumático (alternancia entre canto
melismático y silábico) Según el tipo de texto: bíblicos(aparecen en la Biblia) y no
bíblicos (no aparecen en la Biblia)…
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La Música Litúrgica
“La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor
inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente
porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o
integral de la Liturgia solemne… La Música Sacra, Por consiguiente, será tanto más
santa cuanto más íntimamente se halle unida a la acción litúrgica…Además, la
Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico,
siempre que estén adornadas con las debidas cualidades.” (SC 112)
“La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se
celebran solemnemente con canto y cuando en ellos intervienen los ministros
sagrados y el pueblo también participa activamente.” (SC 113)
GENERALIDADES
La Celebración (vista como la liturgia en cuanto acción) es una categoría
fundamental para definir a la Liturgia como acción representativa y actualizadora
del Misterio de Cristo y de la historia de la salvación. Esta acción litúrgica
(celebración de la fe) tiene cuatro componentes: el acontecimiento que motiva la
celebración (evocado por la Palabra de Dios), la asamblea celebrante (la Iglesia
como sujeto de la acción), la acción ritual (respuesta a la palabra de Dios a través
del canto y la oración: Plegaria Eucarística) y el clima festivo (lugar, tiempo, signos
y símbolos) que lo llena todo.
Espiritualidad bíblica
El canto en la Biblia está precedido por el reconocimiento de la presencia de Dios
en sus obras de la creación y en sus intervenciones salvíficas en la historia. El
ejemplo más acabado son los salmos, que abarcan todas las formas de expresión
sonora, desde el grito y la exclamación gozosa hasta el cántico acompañado de la
música y la danza (cf. Sal 47,2.7; 81,2; 98,4.6, etc.). La invitación al canto es
frecuente al comienzo de la alabanza (cf. Ex 15,21; Is 42,10; Sal 105,1), adquiriendo
poco a poco connotaciones mesiánicas y escatológicas, al aludir al cántico nuevo
que toda la tierra debe entonar (cf. Sal 96,1) cuando se cumplan las magníficas
promesas del Señor (cf. Sal 42,10; 149,1). Este cántico se ha iniciado en la victoria
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de Cristo sobre la muerte, siendo cantado por todos los redimidos (cf. Ap 4,9-14;
14,2-3, 15,3-4).
Testimonio de la historia
A comienzos del siglo II los cristianos se reunían antes del amanecer “para cantar
un himno a Cristo, como a un dios” (cf. Plinio, El joven, Ep. X, 96,7). En la época
patrística los testimonios sobre el canto litúrgico se multiplican. He aquí un
ejemplo significativo: «Cuando siento que aquellos textos sagrados, cantados así,
constituyen un estímulo más fervoroso y ardiente de piedra para nuestro espíritu
que si no se cantaran. Todos los sentimientos de nuestro espíritu, en su variada
gama de matices, hallan en la voz y en el canto de sus propias correspondencias o
modos. Excitan estos sentimientos con una afinidad que voy calificar de misteriosa»
(cf. S. Agustín, Confes. X, 33,49).
Sin embargo, No todos los Santos Padres fueron unos entusiastas del canto en la
liturgia. Algunos como San Juan Crisóstomo, fueron muy críticos, por entender
que la música era un factor de dispersión y un halago de los sentidos. En la Edad
Media Santo Tomás se muestra un tanto cohibido al defender el canto litúrgico
(cf. S Th II-II, q. 91, a.2). Estas actitudes manifiestan que en la Iglesia siempre ha
existido una preocupación muy grande por el carácter auténticamente religioso y
litúrgico del canto y de la música en el interior de las celebraciones.
Los últimos y más notables ejemplos son el motu propio Tra le Sollecitudini de San
Pío X (22-XII-1903), la encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-XII-1955),
la instrucción sobre la Música Sagrada de la Sagrada Congregación: (3-IX-1958) y
la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II (4-XIl-1963), que dedica
el capítulo VI a la música. Este documento significa la culminación de todo un
movimiento de restauración del canto gregoriano y de renovación del canto
popular religioso.
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El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Expresa las ideas y los
sentimientos, las actitudes y los deseos. Es un lenguaje universal con un poder
expresivo que muchas veces llega a donde no llega la sola palabra. En la liturgia el
canto tiene una función clara: expresa nuestra postura ante Dios (alabanza,
petición) y nuestra sintonía con la comunidad y con el misterio que celebramos.
El canto hace comunidad. El canto pone de manifiesto de un modo pleno y
perfecto la índole comunitaria del culto cristiano. Cantar en común une. Nuestra
fe no es sólo asunto personal nuestro: somos comunidad, y el canto es uno de los
mejores signos del sentir común.
El canto hace fiesta. El valor del canto es el de crear un clima más festivo y solemne,
ya sea expresado con mayor delicadeza la oración o fomentando la unidad. “Nada
más festivo y más grato en las celebraciones sagradas, exprese su fe y su piedad
por el canto” (MS 16).
La función ministerial del canto. La razón de ser de la música en la celebración
cristiana le viene de la celebración misma y de la comunidad celebrante. La música
y el canto tienen dos puntos de referencias: el ritmo litúrgico y la comunidad
celebrante. El canto sirve “ministerialmente” al rito celebrado por la comunidad.
El canto, sacramento. Dentro de la celebración, el canto y la música se convierten
en un signo eficaz, en un sacramento del acontecimiento interior. Dios habla y la
comunidad responde con fe y con actitudes de alabanza; se encuentran en
comunión interior. El canto es un verdadero “sacramento”, que no sólo expresa
los sentimientos íntimos, sino que los realiza y los hace acontecimiento.
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Podemos afirmar que el salmista es uno de los ministerios más ricos, pues es desde
la liturgia donde Cristo se hace presente como cabeza de su Cuerpo, Mediador
entre Dios y los hombres, y con nosotros canta las alabanzas a “nuestro” Padre.
Muchas veces cuando un coro se pone a preparar los cantos para una celebración,
es habitual empezar por el principio: por el canto de entrada. Luego, en orden, se
va avanzando por el esquema de la celebración, decidiendo qué cantar en cada
uno de los momentos del rito litúrgico.
Esto puede dar una falsa impresión: que todos los cantos tienen el mismo valor o
la misma importancia dentro de la celebración. No es así. Hay algunos cantos que
han de ser privilegiados, en los cuales hay que poner siempre un especial cuidado
y esmero. No siempre ocurre así en nuestras celebraciones.
Nos estamos refiriendo muy especialmente a los cantos del Ordinario, es decir, a
unos cantos que, sea cual sea la celebración, están siempre presentes y mantienen
el mismo, texto, no varían. Son, en su orden, el Kyrie –aclamación a Cristo después
del acto penitencial– el Gloria –canto doxológico, de aclamación a la Santísima
Trinidad–, el Santo ¬integrado dentro de la Plegaria Eucarística, como conclusión
del Prefacio– y el Cordero de Dios –canto que acompaña a la fracción del pan–.
Estos textos fueron poco a poco dejando de ser el canto de la asamblea, al hacerse
sus melodías en canto gregoriano más y más complejas y al aparecer la polifonía,
que requería de un coro especializado.
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Junto con los cantos del Ordinario hay también otras pequeñas intervenciones
musicales que también ayudan a la asamblea a participar: nos referimos ahora a
las aclamaciones: desde el Aleluya hasta los diálogos con el sacerdote.
La Ordenación General del Misal Romano, en su número 40, nos aporta una
valiosa orientación:
Sin embargo, al determinar las partes que en efecto se van a cantar, prefiéranse
aquellas que son más importantes, y en especial, aquellas en las cuales el pueblo
responde al canto del sacerdote, del diácono o del lector, y aquellas en las que el
sacerdote y el pueblo cantan al unísono".
Así pues, los coros deberían tener un repertorio suficiente de cantos del Ordinario
conocidos por la asamblea, que facilitasen la participación de la misma, y que a la
vez sirviesen para distinguir los días de mayor solemnidad de celebraciones más
"normales". Un criterio importantísimo es que el canto del Ordinario debe respetar
escrupulosamente la letra del texto litúrgico, que no puede ser cambiada, al ser
fija.
Elegir los cantos de la celebración, por tanto, es algo que habría de hacerse
pensando en qué momentos la asamblea va a participar, eligiendo bien los cantos
del Ordinario y preparando bien las intervenciones del pueblo. Luego se elegirán
los otros cantos, algunos de los cantos requerirán participación directa de la
asamblea y otros no, por ejemplo, por ser más meditativos. Pero lo primero que
hemos de asegurar es, precisamente, que a la asamblea no le falte la posibilidad
de alabar al Señor con el canto.
Cada canto tiene su función, tiene su por qué. Esa función, sea la que sea, se refiere
siempre a la participación de los fieles en la celebración. En canto nos ayuda a
entrar en la celebración, a participar en ella de una manera determinada. La belleza
de la música y del lenguaje poético que utilizan los cantos nos ayuda a expresar
realidades que con la mera palabra sería muy difícil hacerlo: amor, agradecimiento,
súplica… El canto refuerza y canaliza las actitudes que los cristianos manifestamos
en la celebración.
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Hay cantos cuya función es acompañar a un rito, y, por tanto, están en función
de él, para ayudarnos a vivirlo. Pongamos por ejemplo el canto de entrada. Es el
canto que acompaña la procesión del presidente y de los ministros hacia el altar.
El canto de entrada pertenece a los ritos iniciales de la Misa, los cuales pretenden
hacernos tomar conciencia de que no somos un grupo más o menos heterogéneo
de personas, sino que, reunidos en el nombre del Señor, somos la Iglesia de Dios.
Por eso el canto nos ayuda a tomar conciencia de esto, porque al cantar todos al
Señor, juntos, se refuerza esa conciencia de ser Iglesia, reunida para celebrar la
Eucaristía.
Los cantos que acompañan a los ritos no tienen sentido que continúen una vez
que el rito ha concluido. El rito de entrada acaba cuando el presidente llega a la
sede. Puede ser más o menos largo –en la Misa solemne, por ejemplo, el sacerdote
besa el altar y lo inciensa, y la procesión es más larga porque hay más ministros–,
y el canto de entrada se ha de adecuar a esta circunstancia. No tiene sentido cantar
dos estrofas más del canto de entrada una vez que el sacerdote ha llegado a la
sede.
Otra cosa son los cantos que tienen sentido por sí mismos, que no acompañan a
otro rito, sino que ellos mismos son un "rito". Pensemos, por ejemplo, en el Señor,
ten piedad, que es una aclamación a Cristo que sigue al acto penitencial, o el Gloria
o el Santo. Son los cantos del Ordinario de la Misa, de los que hemos hablado
anteriormente. Son tan importantes que, si no se cantan, no se omiten, sino que
se recitan. No así los cantos que acompañan a ritos: puede hacerse la entrada o la
comunión en silencio sin ningún problema, en las misas menos solemnes. Estos
cantos, obviamente, no se pueden acortar, ni tampoco se puede cambiar la letra,
porque entonces también perderían su sentido. Aclamamos a Cristo, glorificados
a la Trinidad, cantamos la gloria de la santidad del Señor… Son actitudes propias
de momentos determinados de la celebración, que el canto ayuda a resaltar.
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