Rosino Gibellini - La Teologia Del Siglo XX
Rosino Gibellini - La Teologia Del Siglo XX
Rosino Gibellini - La Teologia Del Siglo XX
del Espíritu
en el vínculo de la Paz
Un Curso de Ecumenismo
GOTTFRIED BRAKEMEIER
Índice General
Presentación ……………………………………………………………… 7
Introducción a la Serie…………………………………………………… 9
I. El Ecumenismo: Definición, Significado, Alcance…………… 11
II. La Unidad y El Pluralismo de la Iglesia
del Nuevo Testamento …………………………………………… 17
III. Diversidad Religiosa y Compañeros Ecuménicos en Brasil 23
IV. El Inicio del Movimiento Ecuménico Moderno:………………
El Pionerismo Protestante ……………………………………… 29
V. Breve Historia del Consejo Mundial de Iglesias …………… 35
VI. La Iglesia Católica Romana y El Ecumenismo ……………… 43
VII. El Ecumenismo en América Latina …………………………… 49
VIII. La Unidad de la Iglesia en la Visión
de las Iglesias de La Reforma ………………………………… 61
IX. El Ecumenismo de Consenso …………………………………… 67
X. El Ecumenismo Práctico ………………………………………… 73
XI. El Pentecostalismo y Los Movimientos Transconfesionales 77
XII El Ecumenismo y La Contextualidad ………………………… 83
XIII. Modelos de Unidad Eclesial …………………………………… 87
XIV. Diálogo Interreligioso: ¿Macro-Ecumenismo? ……………… 93
XV. Multireligiosidad y el Futuro del Ecumenismo ……………… 101
Presentación
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III. DIVERSIDAD RELIGIOSA
Y COMPAÑEROS ECUMÉNICOS EN BRASIL
de los Estados Unidos de América. Hoy las diferencias entre estas tipolo-
gías se confunden. Las Iglesias de misión se volvieron de alguna forma “se-
dentarias”, y las de inmigración reconocieron su tarea misionera. De nin-
gún modo está terminada la evangelización del pueblo brasileño. Frente a
nuevos desafíos, sin embargo, y en la conciencia de la solidaridad de todas
las Iglesias, cabe concebir una “misión ecuménica” que evite la rivalidad y
sume los recursos.
7. Esto vale, no en último término, para las Iglesias pentecostales que
experimentaron un verdadero milagro de multiplicación en Brasil. También
el pentecostalismo se presenta multifacético, altamente complejo, dejándo
estupefactos a sus observadores e imposibilitando elaborar estadísticas con
números exactos. Junto a las Iglesias pentecostales de mayor tiempo de
presencia en el país, por ejemplo las Asambleas de Dios, la Iglesia del Evan-
gelio Cuadrangular y la Congregación Cristiana en Brasil, se encuentra el
“neopentecostalismo”, del tipo de la Iglesia Universal del Reino de Dios. El
fenómeno exige una apreciación propia, siendo particularmente constran-
gedor el problema del ecumenismo con esa ala del cristianismo. ¿Cuáles se-
rían las formas de comunión eclesial entre las Iglesias tradicionales y las
Iglesias pentecostales? Además, se juntaron al mosaico religioso brasileño
diversas Iglesias orientales, ortodoxas. Ellas aumentan el exuberante co-
lorido del cristianismo brasileño, reflejando la extraordinaria variedad de
las expresiones cristianas.
8. Y a pesar de ello, América Latina ya no es un “continente cristia-
no” como todavía se preconizaba pocas décadas atrás. Aún en condición
minoritaria musulmanes, budistas, hindúes y adeptos de otros credos no
cristianos son parte “natural” del cuadro religioso brasileño. El Espiritismo
goza de amplia aceptación. Se difunden la Nueva Era o grupos como Sei-
cho-no-iê, la Perfecta Libertad y otros. Los nuevos movimientos religiosos
integran el cuadro y desarrollan una dinámica considerable. El mercado re-
ligioso diversifica la oferta; deshace lo que se ha llamado “cultura cristia-
na”. La tradición cristiana se encuentra en un franco proceso de erosión
que instala, también en la religión, la ley de la competitividad.¿El ecume-
nismo tendrá alguna oportunidad en esas circunstancias? ¿Cómo se corre-
lacionan el ecumenismo y la misión en términos de mercado?
9. El ecumenismo no siempre tendrá el mismo rostro. Está condiciona-
do por la naturaleza de los participantes, por sus afinidades, por su dispo-
sición, por sus respectivas auto comprensiones. El ecumenismo suele ope-
rar con varias categorías; se distingue entre:
a. Iglesias. Son instituciones constituidas como “asociaciones religio-
sas”, dando expresión y espacio para la vivencia de la “comunión de
los santos” confesada en el Credo Apostólico. Se exige de las “Igle-
26 Gottfried Brakemeier
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IV. EL INICIO DEL MOVIMIENTO
ECUMÉNICO MODERNO:
EL PIONERISMO PROTESTANTE
la “misión cristiana” como la única vía, siendo unos los permanentes “da-
dores” y otros los “receptores”. Solamente la mutualidad promete el buen
éxito. Un desarrollo semejante se puede observar en lo que respecta al ecu-
menismo. De una promoción de entidades cristianas del hemisferio Norte
iría gradualmente a transformarse en un movimiento global, adquiriendo
forma de hecho “ecuménica”. Ello no disminuye para nada la validez de la
iniciativa. Demuestra, sin embargo, que el “ecumenismo”, también bajo es-
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V. BREVE HISTORIA DEL
CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS
hía (Brasil, 1996), bajo el tema: “Llamados a una sola esperanza – el evan-
gelio en distintas culturas”; y (2) en Atenas (Grecia, 2005) bajo el tema:
“Ven, Espíritu Santo, sana y reconcilia. En Cristo, llamados para una comu-
nión reconciliadora y terapéutica.”
5. Hasta el momento se realizaron nueve Asambleas Generales, en di-
versos continentes y cada una con características específicas:
1. 1984 – Ámsterdam (Holanda) Tema: El desorden del mundo
y el designio de Dios.
2. 1954 – Evanston (EUA) Tema: Jesucristo, la esperanza
del mundo.
3. 1961 – Nueva Delhi (India) Tema: Jesucristo, la luz del mundo.
4. 1968 – Uppsala (Suecia) Tema: He aquí que hago nuevas
todas las cosas.
5. 1975 – Nairobi (Kenia) Tema: Jesucristo une y libera.
6. 1983 – Vancouver (Canadá) Tema: Jesucristo, la vida del mundo.
7. 1991 – Camberra (Australia) Tema: Ven, Espíritu Santo,
renueva la creación.
8. 1998 – Harare (Zimbabwe) Tema: Buscad a Dios en la alegría
de la esperanza.
9. 2006 – Porto Alegre (Brasil) Tema: Dios, en tu gracia,
transforma el mundo.
“La luz de los pueblos que es Jesucristo”). Nueva Delhi incentivó la realiza-
ción de una “Conferencia Mundial sobre Iglesia y Sociedad” que se dio en
1966, desencadenando una apasionada discusión acerca de la tarea de la
Iglesia en el mundo. Todas las asambleas, a pesar de sus énfasis especia-
les, colocaron balizas, algo así como flechas indicadoras para la trayecto-
ria del ecumenismo mundial. Se trata de deletrear y concretizar el signifi-
cado de la “koinonia”, característica del ser de la Iglesia, como bien lo afir-
mó la Asamblea de Nueva Delhi y como lo recordó programáticamente la
de Camberra.
7. El Consejo Mundial de Iglesias congrega hoy más de 340 Iglesias
miembro, en cerca de 120 países, más del doble de 1948. Infelizmente hay
también aquellas que se retiran. Inconformes con el curso que la discusión
acerca de la misión estaba tomando en los años sesenta, después de Upp-
sala, se separaron los evangelicales del CMI. Convocaron, para el año 1974
un gran Congreso en Lausanne (Suiza), donde se celebró el “Pacto de Lau-
sanne”. Como se decía, se separaron los “evangelicales” de los “ecuméni-
cos”. Con el paso del tiempo, la polaridad amainó, aunque no fue elimina-
da del todo. Un proyecto particularmente polémico ha sido el programa de
combate al racismo. En 1969 el Comité Central decide crear un fondo de
apoyo financiero a grupos en lucha contra el racismo y el apartheid. Aun
cuando fue expresamente prohibido el uso de los presupuestos para la ad-
quisición de armas y para fines militares, la decisión provocó alborozo. Pe-
ro, por otro lado, logró simpatías en las Iglesias negras, evidenciando que
la condena del racismo por parte del CMI, como de costumbre, no se limi-
taba al discurso. El CMI sufrió muchas acusaciones. Se decía que estaría
“ciego del ojo izquierdo” por criticar la explotación capitalista en términos
más enérgicos que la violación de los derechos humanos en el comunismo.
En la misma línea se acusaba al CMI de confundir el reino de Dios con un
proyecto social. De modo general, se debe constatar que en el CMI se dis-
cutían las cuestiones sensibles dentro de las mismas Iglesias miembro. De
hecho, el CMI ha desempeñado la función de una estación experimental
del ecumenismo y de un laboratorio de respuestas valientes de la cristian-
dad hacia los problemas de un mundo en crisis. En su trayectoria, el barco
ecuménico enfrentó muchas tempestades que amenazaron, no pocas veces,
hundirlo.
8. A pesar de las polémicas, sin embargo, el CMI logró avanzar en mu-
chas áreas cruciales y brindar valiosos impulsos a las Iglesias . Esto vale,
en primer lugar, para el área social, mereciendo poner de relieve al “Proce-
so Conciliar de Mutuo Compromiso para la Justicia, Paz e Integridad de la
Creación”, desencadenado en 1983 de acuerdo con las tradiciones de “Vi-
da y Acción”. Movilizó las Iglesias alrededor de cuestiones vitales de la hu-
manidad, conduciendo a la “Convocatoria Mundial de Seúl” (Corea), en
40 Gottfried Brakemeier
lo que sea una ética social ecuménica. Todavía no podemos comulgar jun-
tos en la mesa del Señor. Las diferencias siguen impidiendo la comunión;
esto no es sólo en las Iglesias. Se pregunta en términos generales: ¿Cómo
convivir en un mundo cada vez más plural? Quizá sea una mera coinciden-
cia que el CMI haya sido fundado en el mismo año de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU); ella también persigue la meta de la unidad, la
reconciliación y la paz, aunque, evidentemente, en otro nivel y con otros
participantes. Es una organización política, siendo por ello ilícito comparar
al CMI y a la ONU, pero es típico que también la ONU se encuentra en cri-
sis. ¿Cómo convivir en un mundo al mismo tiempo global y plural? es la in-
terrogante crucial de la humanidad en este Tercer Milenio El conflicto en-
tre las culturas, el renacimiento de los fundamentalismos religiosos, la con-
currencia mortífera en la economía, las guerras étnicas, todo esto requiere
una respuesta “ecuménica”. La cristiandad está llamada a dar el buen
ejemplo.
11. A despecho de esas constataciones críticas, la trayectoria del CMI es
motivo de gratitud. El ecumenismo condujo a las Iglesias a experiencias de
fraternidad inimaginables a principios del siglo XX. Dio una nueva calidad
a la convivencia cristiana. Ello se debe en buena medida a las fuerzas acti-
vas en la gestación y en la conducción del CMI. Es verdad que la meta to-
davía no fue alcanzada. Va a exigir nuevos esfuerzos en el futuro. Faltan
respuestas unánimes para una serie de cuestiones. Citamos, entre otras:
a. la ordenación de mujeres;
b. la hermenéutica bíblica;
c. la homosexualidad;
d. la relación entre Iglesia y cultura;
e. el reconocimiento mutuo del ministerio.
Cabe respetar, entre tanto, el hecho que las líneas divisorias, más que en
cualquier época, sobrepasan a las mismas instituciones eclesiásticas. Por
ello, el ecumenismo hoy deberá iniciar “en la propia casa”, para lo cual
el CMI ha dado y podrá dar una valiosa contribución. En el movimiento ecu-
ménico se reflejan ejemplarmente los conflictos de las respectivas épocas.
En él se da la oportunidad para el encuentro con el diferente y prepara pa-
ra los consensos necesarios. El CMI recuerda enfáticamente la urgencia del
ecumenismo en épocas de privatización y aislamiento, siendo por ello un
instrumento indispensable en la vida de las iglesias.
42 Gottfried Brakemeier
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VI. LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA
Y EL ECUMENISMO
Por tanto, se debe constatar cierta ambigüedad en los textos del Conci-
lio. Dan margen tanto a una interpretación “tradicional”, así como a la otra,
la “innovadora”. Ello explica porque la reciente Declaración de la Congre-
gación para la Fe, con el título “Dominus Iesus”, emitida en el año 2000,
puede interpretar el “subsiste” del Concilio Vaticano II como si se refiriera
exclusivamente a la Iglesia papal. Vuelve a ser identificada la Iglesia de
Cristo con la Iglesia Católico Romana, cerrando así las puertas antes abier-
tas. La lucha entre conservadores y progresistas por la interpretación del
Concilio sigue. El espíritu del Vaticano II era indiscutiblemente el de la aper-
tura ecuménica, de manera que una interpretación “reaccionaria” está en
desacuerdo con los propósitos originales de los conciliares.
8. ¿Dónde está la ICAR al inicio del Tercer Milenio? Esto es de difícil
diagnóstico. Parece que la Curia Romana se mueve a contramano del ecu-
menismo. En buena hora el Papa Juan Pablo II, en su encíclica Ut unum sint
(1995), ha declarado enfáticamente que es irreversible el compromiso ecu-
ménico. Pero el modelo de unidad que se busca permanece indefinido. El
retorno de las indulgencias, en ocasión del año santo 2000, la preferencia
de clérigos conservadores en el nombramiento de obispos, las dificultades
en la firma de la Declaración Conjunta sobre la Justificación por Gracia y
Fe, así como la Declaración “Dominus Iesus” de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, son hechos que demuestran un clima ecuménico más ás-
pero. Lo confirma la encíclica papal “Ecclesia de Eucharistia” (2003), que
queda muy al margen de las convergencias ya alcanzadas en anteriores
Preservando la Unidad del Espíritu en el vínculo de la Paz 47
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IX. EL ECUMENISMO DE CONSENSO
sión apostólica directa, muy similar a lo que pasa en la Iglesia Católica Ro-
mana. Por ello mismo la Declaración de Porvoo no incluye a las Iglesias Lu-
teranas de Alemania, de los Estados Unidos y de otros países que no com-
parten esa concepción. Así mismo, existen acuerdos bilaterales también
con esas Iglesias. Entre ellos está “La Declaración de Meissen”, de 1988,
entre la Iglesia Anglicana y las Iglesias luteranas de Alemania. Se afirma
en ella el reconocimiento recíproco de la eclesialidad de las Iglesias, a pe-
sar de la diferencia en la comprensión del ministerio episcopal. Se estable-
ce, simultáneamente, la hospitalidad eucarística de parte y parte. Esto sig-
nifica que todavía no se ha llegado a ratificar la plena comunión eclesial,
pero se abrieron importantes brechas.
6. Por lo antes dicho, existen señales de acercamiento. Es grande la can-
tidad de diálogos bilaterales con resultados bastante animadores. Pero no
es raro que los consensos alcanzados suelan quedar sin el reconocimiento
oficial de las Iglesias. No producen efectos estructurales. Hace falta lo que
se llama “recepción”, es decir, la ratificación y asimilación estructural. Lo
difícil que esto puede llegar a ser está comprobado por la trayectoria de una
iniciativa de la Federación Luterana Mundial (FLM) y del Pontificio Conse-
jo para la Unidad de los Cristianos de la Iglesia Católica Romana, que pro-
puso la oficialización de un consenso relativo a la doctrina de la justifi-
cación por la gracia y la fe. Ya decía el “Informe de Malta”, intitulado “El
Evangelio y la Iglesia”, publicado en 1972: “Hoy se esboza acerca de este
asunto (la justificación) un amplio consenso.” Es lo que, desde entonces,
siempre se ha repetido y confirmado. Pero, si es así, ¿por qué no darle ca-
rácter oficial mediante el respectivo aval de las autoridades eclesiásticas?
La oficialización de los resultados obtenidos en los diálogos doctrinales es
una necesidad; sin ella, los diálogos pierden el valor y el sentido. De nada
sirve discutir y constatar convergencias, si estas nunca han de ser acogidas.
Por ello, en los últimos decenios, han sido fuertes los reclamos por la trans-
formación de los consensos teológicos en praxis eclesial. La Declaración
Conjunta sería el primer consenso oficial católico/luterano.
7. El intento, sin embargo, se evidencia como extremadamente compli-
cado. El primer texto fue esbozado por una comisión mixta en 1994; varias
reformulaciones se hicieron necesarias. Profesores luteranos de teología, en
Alemania, lanzaron una petición en contra del proyecto. La reacción del Va-
ticano casi bloqueó la firma, exigiendo tanto nuevas tratativas como un
anexo esclarecedor al texto original. A despecho de las dificultades, sin em-
bargo, la Declaración logra ser firmada el 31 de octubre de 1999, en la ciu-
dad de Augsburgo, Alemania, siendo firmantes el Presidente de la FLM y el
Presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. La gran
mayoría de las Iglesias Luteranas, reunidas en la FLM, han endosado el tex-
to, aunque algunas con reservas a la propuesta.
70 Gottfried Brakemeier
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XI. EL PENTECOSTALISMO Y
LOS MOVIMIENTOS TRANSCONFESIONALES
Es evidente que el lado a lado de los tres modelos genera nuevas ten-
siones. Al principio no son incompatibles, pero la prioridad que se les con-
fiere, dificulta la comunicación y facilita la formación de facciones concu-
rrentes. Una de las cuestiones cruciales, nuevamente, es la de la eclesiolo-
gía. ¿Quiénes, finalmente, son los miembros de la Iglesia? ¿Cuáles son las
condiciones a cumplir para participar de la comunidad cristiana? O aún
más: ¿Cómo se relacionan en la Iglesia de Jesucristo la dimensión dinámi-
ca, espiritual, y la dimensión institucional, legal? ¿Acaso el Espíritu Santo
es contrario al orden? También los movimientos crean comunión, pero a
partir de premisas que pueden ser altamente excluyentes. ¿Cómo manejar,
de modo ecuménico, esa variedad de corrientes teológicas?
8. Excluimos de nuestra reflexión a la “Iglesia Universal del Reino de
Dios” (IURD). Como empresa religiosa, que descansa sobre a “teología de la
Preservando la Unidad del Espíritu en el vínculo de la Paz 81
Esos son algunos de los criterios fundamentales que permiten a las Igle-
sias mantener en alto la bandera ecuménica. Prometen convertir divergen-
cias en comunión y conducir a la reconciliación de las propuestas, aún en
la variedad de los dones del Espíritu.
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XII. EL ECUMENISMO
Y LA CONTEXTUALIDAD
los modos de vivir la misma fe. Ya pasó por ese problema la primera cris-
tiandad al transponer los límites entre las culturas hebrea y helenística. Las
dificultades son testimoniadas, entre otros, por el conflicto que hubo entre
Pedro y Pablo en Antioquía. ¿Podría haber comunión de mesa entre cristia-
nos judíos y cristianos griegos (cf. Gl 2.11s)? La diversidad de los contex-
tos culturales ha sido la causa de un grave problema ecuménico, exigien-
do la definición clara del evangelio.
4. No hay como evitar el contexto, respectivamente la contextualiza-
ción de la fe. El evangelio quiere llegar cerca de las personas, penetrar en
su mundo y promover la renovación exactamente allí. La exigencia de la
opción preferencial por los pobres y la inculturación, cada cual a su modo,
revelan la conciencia de esa necesidad. Ellas se confrontan con interrogan-
tes ya ampliamente debatidos; por eso podemos dispensarnos de adentrar-
nos en la problemática. Basta constatar que hay cierto consenso en las co-
rrientes teológicas actuales en el sentido de que la causa implícita en las
propuestas tiene profundas raíces en el evangelio. La misión cristiana no
puede pasar de largo por sobre la cultura de las personas a quienes se di-
rige, ni tampoco puede ignorar las condiciones materiales. La Palabra de
Dios asume lo humano para comunicarse. Y lo humano es siempre concre-
to. El desprecio hacia el contexto social hundirá el mensaje en lo abstracto,
logrando que ya no alcance a las personas.
5. La comunicación del evangelio exige, pues, su contextualización,
o su “acomodación”, como antiguamente se decía. Pero esta tarea conlleva
riesgos. La adaptación al contexto está sujeta al peligro de descaracterizar
al evangelio. El “texto” podría ser tragado por el “contexto” al punto de per-
der así su identidad. Sea el contexto socioeconómico o sea el contexto cul-
tural, en ambos casos la aproximación ilimitada equivaldría a renunciar a
la fuerza crítica del evangelio. La solidaridad con los pobres, por más justa
que sea, deberá tomar precauciones en contra de la amenaza de revertirse
en complicidad con sus pecados; lo mismo sirve para la identificación con
culturas diferentes. No hay cultura sin ambigüedades. Ya que el ecumenis-
mo quiere construir puentes, desde muy temprano ha sufrido bajo la sos-
pecha de favorecer y hasta promover el sincretismo. En este caso, la “aco-
modación” se transformaría en “conformación”, lo que tendría como con-
secuencia la dilución del evangelio. Ya hemos expuesto con anterioridad
que se trata de un malentendido. Sin embargo, permanece la pregunta de
¿cómo evitar la confusión religiosa sin sacrificar, por otro lado, la contex-
tualidad del mensaje evangélico en el altar de un estéril purismo doctri-
nal?
6. Debemos señalar, además, la necesidad de volver a discutir el sig-
nificado de “sincretismo”. La teología cristiana, y así nos parece, no pue-
de concordar con que la polémica trabada bajo este término obstruya el
Preservando la Unidad del Espíritu en el vínculo de la Paz 85
ecumenismo trabajar como brazo del amor, lo cual significa cuidar que las
coyunturas entre los miembros sean mantenidas o rehechas, siempre con
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XIV. DIÁLOGO INTERRELIGIOSO:
¿MACRO-ECUMENISMO?
manera, es fuerte el anhelo por ver rota la estrechez del ecumenismo “um-
bilical” de las Iglesias, que ha estado ocupado solamente con los disensos
internos entre los cristianos.
5. La confrontación inevitable con lo diferente incentiva a desarrollar lo
que se llama la “teología de las religiones”. Es una teología cristiana que
surge en el contexto de las religiones no cristianas, buscando “situarlas” en
el universo de la fe. La situación de diáspora de la cristiandad, esto es de
dispersión, se agrava, burlando definitivamente la tentación de delimitar el
diálogo con las demás religiones. Una teología de se tipo intentaría ver a las
religiones en conjunto, articulando sus diferencias y semejanzas buscando
un común denominador; sondeará las posibilidades de entendimiento y afi-
nidades con la fe cristiana. Se ha admitido que tal proyecto se enfrenta con
enormes dificultades y miedos. ¿No resultaría tal esfuerzo en una gran con-
fusión, es decir, en sincretismo, en una “sopa” religiosa que no gusta más y
que, en última instancia, no le sirve a nadie?
6. A pesar de tales reservas, en nuestros días existen fuertes imperati-
vos para un “ecumenismo interreligioso”:
a. “Sin paz entre la religiones no habrá paz entre los pueblos” (Hans
Küng). Por lo tanto, es importante buscar entendimiento y consensos
entre las religiones. Para Küng, la tolerancia sola no es suficiente. De-
be ser ecumenismo.
b. El tiempo de los “absolutismos” pasó. Ya no es creíble el que se por-
ta como dueño de la verdad. La sociedad plural no admite el autori-
tarismo, de quienquiera que sea. Pero, ¿cómo evitar el peligro del re-
lativismo? El ecumenismo interreligioso debe trillar la estrecha sen-
da entre el fundamentalismo y el relativismo; ambos son peligrosos.
¿Cómo afirmar la verdad cristiana en medio del pluralismo religioso
moderno?
c. Las amenazas a las que el mundo de hoy vive expuesto exigen el es-
fuerzo conjunto de todas las naciones, por lo tanto también la coopera-
ción de las religiones. Solamente a través de un “mutirao” (esfuerzo co-
lectivo) planetario podremos resolver los problemas de la humanidad.
ser humano. Entonces, ¿no habrá un camino alternativo a las tres posicio-
nes mencionadas anteriormente? ¿Cómo huir del fanatismo, exclusivista y
autoritario, de un lado, y de la indiferencia relativista, desinteresada en
algo con normatividad universal, por el otro?
9. Para avanzar se hace necesario reconocer que todas las religiones
son exclusivistas. Dejarían de proclamar verdad si no lo fuesen. El exclu-
sivismo, pues, es parte de la naturaleza de la religión. Es presupuesto de
su credibilidad. La negación del derecho a la exclusividad rompe la espina
dorsal de las religiones. Esto vale también para el credo cristiano. La re-
nuncia a la exclusividad de Jesucristo como camino, verdad y vida (Jn.
14.6) equivale a la renuncia al sola gratia, a la norma del amor como sín-
tesis de la ley divina, a la fe como relación debida con Dios. El evangelio es-
taría aniquilado. Es lo que la fe cristiana no puede admitir. Algo análogo pa-
sa con las otras verdades religiosas; su relativización es su destrucción. En
consecuencia, el diálogo no debe exigir de las religiones la renuncia a la
exclusividad y sí la apertura para el aprendizaje. Se espera de los partici-
pantes religiosos que estén dispuestos a oír al otro y entender el por qué de
sus convicciones. Todo diálogo es así: para ser fecundo exige claras posicio-
nes para empezar, argumentación para seguir y disposición a la autocorrec-
ción. El diálogo interreligioso, si es llevado a efecto con sinceridad, acer-
cará a las religiones y, aunque no sea capaz de eliminar las diferencias,
creará lazos de familiaridad (macro) ecuménica.
10. Proponemos, pues, un modelo que podríamos llamar de “exclusivis-
mo abierto”. Creemos que reunirá elementos del inclusivismo y del plura-
lismo sin sucumbir a sus peligros. La complejidad del asunto no nos permi-
te detallarlo en forma minuciosa. Debemos limitarnos a algunas observa-
ciones que juzgamos esenciales:
a. Todas las religiones contienen “su” verdad. Salvan de alguna co-
sa. Caso contrario no tendrían fieles. Es importante recordar que sal-
vación es un término “relativo”. Siempre es salvación de determi-
nado peligro; libra de alguna emergencia y de la desesperación. En
razón de esto, el diálogo interreligioso debe iniciar por el diagnósti-
co de las enfermedades de este mundo, no por la terapia. La cura se
condiciona al mal a ser combatido. ¿Estaremos hablando el mismo
lenguaje al usar el término “salvación”? No solo el discurso acerca de
Dios está en juego, sino también el discurso acerca del mundo y sus
males. El diagnóstico hecho por las religiones, ¿será realista, hones-
to y verdadero?
b. Todas las religiones son ambiguas. Poseen sus patologías, incluso
la religión cristiana. En sentido inverso, también poseen sus rique-
zas. Tienen particularidades. Por esa razón, no pueden ser puestas
98 Gottfried Brakemeier
trumentos? ¿En qué sentido son “voz de Dios”? Cualquiera que sea
la respuesta, Cristo, como manifestación del amor de Dios y encarna-
ción del Verbo, es más grande que el “cristianismo”. Es anterior y su-
perior a él. En el diálogo interreligioso, lo que interesa es Cristo an-
tes que la manifestación histórica, cultural e institucional de la fe que
en él tiene origen.
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