Emoción y Cognición
Emoción y Cognición
Emoción y Cognición
Resumen
El objetivo del presente artículo es presentar una revisión descriptiva, aun-
que no exhaustiva, acerca de las relaciones entre cognición y emoción con el
fin de brindar al lector una serie de aproximaciones teóricas y conceptuales
acerca de estos tópicos de interés que están en constante evolución en la
psicología. Se enumera el avance de las discusiones fundamentales impli-
cadas a lo largo del tiempo y algunas de las posturas terapéuticas derivadas
de las mismas.
En todos los estudios relacionados con estos temas se puede observar
que la respuesta emocional difícilmente puede ser separada de otros proce-
sos mentales y ser tratados como una unidad discreta. Se debe agregar que
si bien estos constructos se configuran en estilos relativamente estables a lo
largo del tiempo la interpretación de cada situación por parte del sujeto es
la que vehiculiza las acciones que se desencadenan. Por ello el futuro de las
explicaciones acerca de la afectividad tiene como desafío explicar la interac-
ción entre emoción y cognición, tanto desde el punto de vista normativo,
como de sus alteraciones.
Abstract
This paper aims to present a descriptive review, but not exhaustive, about
the relations between cognition and emotion to provide the reader a series
of theoretical and conceptual approaches about these constantly evolving
topics of interest in psychology. Advances of fundamental discussions in-
volved over time and some of the therapeutic positions derived there from
are listed.
All the studies related to these topics show that an emotional response
Revista de Psicología y Psicopedagogía Año 1 Nº 1 (2016)
Introducción
Desde los comienzos de la historia han existido dos puntos de vista con-
trapuestos respecto a las relaciones entre emoción y cognición. El primero
surge con Platón y alcanza su mayor punto de esplendor con Descartes.
La filosofía de Platón era esencialmente dualista con un alma etérea y un
cuerpo. Platón (1941) ubica las emociones en el alma. Esta consiste en tres
partes: razón, deseo y apetito. Platón vinculaba las emociones con las tres
partes; pero principalmente con el deseo y el apetito. El papel más im-
portante de las emociones desde el punto de vista platónico, consistía en
que estas eran fuerzas que constantemente se oponían a los poderes de
la razón. Estas ideas todavía tienen vigencia en algunos autores como de
Sousa (2004) cuando señala que las emociones están en contraste con lo
racional y también en cierto modo, en Freud (1917) cuando sostiene que
las emociones tienen un papel fundamental en los conflictos y por esto de-
ben existir procesos que nos defiendan del poder de las emociones. Estas
ideas de que las emociones debían ser sometidas a la razón, hicieron que
Platón fuera reconocido por muchos sabios cristianos de la Edad Media.
Varios filósofos siguieron dicho camino, entre ellos, Descartes (trad.
en 1989) que presenta su teoría de las emociones en su obra Las Pasiones
del alma y aunque dice que es necesario ignorar todos los dichos filosófi-
cos anteriores sigue con un velado dualismo. Para Descartes el alma está
en contacto con el movimiento de los espíritus del cuerpo a través de la
glándula pineal en el cerebro mediante la cual los espíritus fluyen. Así las
experiencias de ver, oír, sentir hambre o dolor, tener miedo, enojarse, etc.
son todas formas de advertir los movimientos de los espíritus corpora-
les o causas inmediatas. En cambio los sentimientos y las emociones son
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Hasta ahora hemos señalado teorías que consideran a las emociones como
estados mentales, pero naturalmente como el conductismo siempre ha in-
sistido en no considerar los estados mentales como estudio de la psicología
indiquemos como explicaron la existencia de las emociones.
Según Watson (1919) “Una emoción es un modelo de reacción que im-
plica profundos cambios de los mecanismos corporales como un todo, pero
especialmente en los sistemas viscerales y glandulares” (p.195). Watson dis-
tingue sólo tres emociones que se dan en el recién nacido: miedo, rabia y
amor. Los argumentos de Watson son escasamente irrefutables.
Skinner (1974) por su parte analiza las emociones dentro de un mar-
co teórico del condicionamiento operante. Las emociones se definen por
conjuntos de operantes y refuerzos que se optimizan Pero las explicaciones
conductistas como han demostrado varios autores son casi siempre circu-
lares: la persona corre al ver un oso por miedo y tiene miedo porque corre.
Debido al fracaso de los intentos conductistas para explicar la existencia
de las emociones se hace evidente que alguna noción de un estado interno
es esencial para la comprensión las emociones.
Las emociones, según esta teoría, son unidades o nodo en una red de me-
moria semántica con numerosas conexiones a ideas relacionadas, sistemas
fisiológicos, hechos, y a modelos musculares y expresivos. El material emo-
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Beck y Clark (1988) desarrollaron una teoría sobre las emociones que en
esencia señala que algunas personas son más vulnerables que otras a la de-
presión y ansiedad. Tal vulnerabilidad depende de la formación, en etapas
tempranas de la vida, de ciertos esquemas mentales o sea estructuras de
conocimientos organizados. Según estos autores las personas deprimidas
evidencian un rasgo cognitivo negativo sobre sí mismas, el mundo y el fu-
turo. Los esquemas de mal adaptación de los pacientes con trastornos de
ansiedad presentan en mayor grado percepciones de ser amenazados, así
como un sentimiento exagerado de vulnerabilidad. Estos sentimientos in-
fluyen en los procesos cognitivos de atención, percepción y aprendizaje y a
la vez producen sesgos en el procesamiento de la información.
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Teoría de Williams.
tigaciones sobre aislamiento social, que han demostrado que este conduce
no sólo a una disminución de la salud sino que inhibe el desarrollo de mu-
chas habilidades sociales y aptitudes cognitivas (Williams, 2001).
Una función de las emociones en relación al mundo social es la función
de afiliación. Esta función ayuda individual o grupalmente a establecer re-
laciones de cooperación en relación armoniosa con otros individuos o gru-
pos sociales. Otra función social de las emociones es la de distanciamiento
que permite diferenciarnos a nosotros mismos o como grupo, de los demás
y competir por el status social o por el poder. Ambas funciones operan tan-
to en el plano interpersonal como a nivel de grupos. Pero para el análisis
de estas funciones sociales de la emoción existen algunos problemas con-
ceptuales .Por ejemplo la función de distanciamiento de la emoción puede
verse en la ira, tratando de modificar otra persona; en el miedo social, tra-
tando de huir de otro; o el desprecio, tratando de excluir a otro. La función
de asociación se logra con la perturbación o vergüenza, al admitir que se
ha realizado una trasgresión; la tristeza, buscando ayuda y apoyo de los
demás; y el amor, deseando estar cerca de quien amamos.
Aunque las funciones sociales de la emoción derivan de estas metas so-
bre las relaciones sociales, los efectos emocionales pueden variar según las
características sociales y culturales del contexto. Por ejemplo, los efectos de
enojarse con un amigo pueden ser muy diferentes de los efectos de enojarse
con otra persona. Si se expresa enojo con un amigo por llegar tarde a una
cita puede ser que él o ella nos pida disculpas. La misma expresión frente a
un superior, podría provocar una respuesta agresiva. Es decir nuestro de-
seo de imponer un cambio en los demás tiene distintos efectos o resultados
en distintos contextos de interacción. Ahora bien, decir que las emociones
tienen funciones sociales no significa que siempre sean socialmente funcio-
nales. La ira, los celos, el desprecio, pueden ser claramente disfuncionales
socialmente. Esto se ha fundamentado en las investigaciones sobre inteli-
gencia emocional (Lopes Salovery, Coté & Beers, 2005) que han demostrado
una asociación entre la habilidad para regular las emociones propias y la
calidad de las interacciones sociales.
El tono emocional, de las relaciones sociales depende del lazo afectivo
entre las personas, éstas no son las mismas en una relación amorosa que
en una relación de trabajo; pero cualquier relación entre dos personas su-
pone algún grado de emoción. Distintas investigaciones han demostrado
que las emociones nos permiten conformar y mantener relaciones de larga
duración e intimidad al evitar el aislamiento social. En el mismo sentido,
Guttman y Levenson (2002) hallan en sus análisis de conflictos matrimonia-
les que el bloqueo afectivo durante los conflictos, suele predecir con mayor
probabilidad el divorcio.
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Empatía
(Brothers 1989; Iacoboni & Lenzi, 2002). El malestar que provoca la empatía
tiene múltiples determinantes que pueden actuar solos o en combinación;
aquellos modos de incitación a la empatía que son automáticos como el
mimetismo, el condicionamiento y la asociación directa son preverbales, co-
mienzan en la infancia y siguen en la niñez y proporcionan una dimensión
involuntaria para la empatía de los adultos. Por ejemplo, los bebés imitan
los gestos faciales y de las manos de sus madres. Las expresiones verbales
de malestar de las madres se pueden convertir en estímulos condicionados
que evocan malestar en los niños y también la presencia de un niño que
llora si lo separan de su madre, puede por simple asociación hacer llorar al
amigo. Esta forma de empatía no requiere un procesamiento cognitivo ni
conciencia de que el origen del malestar de uno es el sufrimiento del otro.
Además existen las formas de medir la asociación verbal con el malestar de
los otros, por ejemplo a través de la comunicación por carta, en donde es
preciso un procesamiento semántico, que le permite decodificar el mensaje,
construir imágenes visuales o auditivas y responder empáticamente a estas
imágenes. También la empatía puede ser perjudicial, lo que se ha llamado
exagerada activación de la empatía que provoca el alejamiento de los su-
jetos de la vista de quien sufre, sobre todo cuando se sienten incapaces de
ayudarlo. Es el caso de los que huyen cuando se encuentra frente a un acci-
dente, crimen o a un enfermo terminal (Bandura y Rosenthal, 1966). La em-
patía es un fenómeno que se desarrolla lentamente en los niños y llega a su
madurez a los 11 o 12 años. La empatía madura es una respuesta a una red
de indicios a partir de comportamientos de los demás, de sus expresiones
emocionales, situación inmediata y condiciones de vida. Cuando los niños
son capaces de formar conceptos sociales y clasificar las personas entonces
pueden comprender los pedidos no sólo de una persona sino de todo un
grupo o clase. La empatía por los grupos desfavorecidos a veces ha influido
en la política o en la modificación de las leyes. El impacto que mundial-
mente ha tenido la fotografía de Alan (“Troubling image of drowned boy”,
2015) el niño sirio ahogado en la playa de la isla de Kos, en Grecia, que aviva
la polémica sobre la crisis migratoria en el viejo continente, tal vez motive
empáticamente para que se modifiquen las leyes migratorias en Europa.
Inteligencia emocional
La filosofía y la psicología clásica tenían una visión negativa sobre las emo-
ciones. Consideraban que así como el intelecto proporcionaba información
exacta, las emociones oscurecían la mente. Sin embargo, la investigación bá-
sica ha sido muy extensa en los últimos años y ha llegado a demostrar que
los fenómenos afectivos constituyen una fuente única de información para
la persona sobre su ambiente y ésta información hace que los sujetos difie-
ran en sus habilidades parea percibir, comprender regular y utilizar la in-
formación emocional y que el nivel de la inteligencia emocional contribuye
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con claridad sus propios estados de ánimo. Por ejemplo la Escala Multifacto-
rial de Inteligencia Emocional que puede ser aplicada con lápiz y papel o con
la computadora (Mayer, Salovey & Caruso, 2004).
Conclusiones
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Recibido: 09/2015
Aceptado: 12/2015
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