La Escuela Que Queremos

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ARTÍCULOS

Revista Complutense de Educación


ISSN: 1130-2496

http://dx.doi.org/10.5209/rev_RCED.2017.v28.n1.48589

La Escuela Intercultural hoy: reflexiones y perspectivas pedagógicas


Juan José Leiva Olivencia1

Recibido: marzo 2015 / Evaluado: julio 2015 / Aceptado: septiembre 2015

Resumen. La educación intercultural está atravesando un período de reflexión conceptual sobre su


desarrollo como propuesta educativa inclusiva e innovadora. En este sentido, este artículo pretende
favorecer y suscitar el debate y la reflexión pedagógica sobre los nuevos caminos y orientaciones de
la interculturalidad en la escuela actual. Para ello, planteamos una mirada más holística, centrada en
los procesos educativos interculturales y la educación personalizada como elementos esenciales de un
nuevo impulso pedagógico.
Palabras clave: interculturalidad; educación personalizada; convivencia escolar; diversidad cultural;
escuela inclusiva.

[en] Intercultural Education today: pedagogical reflections and perspectives


Abstract. Intercultural education is going through a period of conceptual reflection on its
development as an innovative and inclusive education approach. In this sense, this article aims to
promote and encourage the discussion and pedagogical reflection on the new paths and orientations of
interculturality in school today. In order to do this, we offer a more holistic look, focused on
intercultural educational processes and personalized education as essential elements of a new
pedagogical impulse.
Keywords: interculturality; personalized education; school coexistence; cultural diversity; inclusive
school.

Sumario. 1. Introducción. 2. Procesos educativos interculturales. 3. Interculturalidad en la escuela. 4.


Currículum intercultural y educación personalizada. 5. Conclusiones. 6. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Leiva Olivencia, J.J. (2017) La Escuela Intercultural hoy: reflexiones y perspectivas
pedagógicas. Revista Complutense de Educación, 28 (1), 29-43.

1. Introducción

Hace ya algún tiempo que venimos estudiando el fenómeno de la interculturalidad


como valor educativo y también como praxis para la mejora de la inclusión social y
emocional de todos los agentes de la comunidad educativa. No obstante, hemos de
_____________
1
Universidad de Málaga (España)
E-mail: [email protected]

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coincidir en que pareciera que el discurso de la educación intercultural ha estado


más vinculado a la presencia de estudiantes de origen inmigrante, la atención
educativa en contextos de diversidad cultural y las prácticas denominadas
interculturales como claves de enfatización positiva de la diferencia en todas sus
dimensiones, especialmente la sociocultural (Soriano, 2007; Leiva, 2014).
La necesidad de interculturalizar el currículum es una demanda pedagógica que
se dan en diferentes contextos, no sólo en nuestro país, sino en la Unión Europea, y
en muchos países del mundo que trabajan y tienen en cuenta la diversidad cultural
en los diversos contextos y niveles formativos (Leiva, 2014). Así, para establecer
procesos innovadores de organización escolar que atiendan a la cuestión de la
interculturalización curricular, es necesario atender a varios factores o parámetros
que pueden negar o dificultar esta necesidad (Hammer, Bennet y Wiseman, 2003;
Bennet y Bennet, 2004; Hernández y Marshall, 2009):

a) La minimización de lo cultural como factor pedagógico.


Esto significa que haya equipos docentes o agentes educativos (familias, etc…)
que no contemplen la diversidad cultural como un elemento sociocultural de interés
y relevancia para su tratamiento educativo, e incluso, la negación de la diversidad.
En este sentido, este tipo de comportamientos o de actitudes son claramente
perjudiciales no sólo para la población escolar de origen inmigrante y sus familias,
sino también para el resto de la comunidad educativa. En efecto, esta minimización
supone que a los más jóvenes les nieguen la posibilidad de tomar conciencia crítica
y ética sobre las problemáticas de toda índole que pueden vivir sus compañeros de
origen inmigrante en la sociedad de acogida.

b) La rutinización de la interculturalidad y como moda pasajera.


Son muchos los centros escolares que todavía persisten en un enfoque
romántico y/o folclorista de la diversidad cultural en las escuelas. Las fiestas
denominadas interculturales, así como las actividades puntuales de exaltación de
aspectos superficiales de determinadas culturas son un punto de partida de un
trabajo más complejo en educación intercultural. El problema, a nuestro juicio,
reside en que este proceso de rutinización se eternice y se ahonden los estereotipos
sobre alumnos y familias de determinados orígenes culturales. Además, es cierto
que asistimos a la pérdida de interés educativo sobre la interculturalidad o una
especie de cansancio pedagógico, especialmente explicado por dos factores: la
crisis económico que sitúa el interés educativo en el desarrollo de competencias y
el fomento de la cultura emprendedora en el sistema educativo, por un lado; y, las
dificultades, incoherencias y contradictorias traducciones de la educación
intercultural en la práctica escolar, con lo que se ha venido confundiendo o, mejor
dicho, fusionándose con cualquier tipo de activismo pedagógico que supusiera una
novedad en la vida de las escuelas, así como con educación para la paz y educación
compensatoria.

c) La compasión como talante pedagógico ante la diversidad cultural.


El hecho de que algunos docentes y también familias muestren actitudes de
compasión entendida como lástima y pena, y por tanto, el surgimiento de la caridad
por ser diferente y, ante todo, por estar en circunstancias socioeconómicas
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desfavorables no ayuda en nada al cambio y a la transformación de mentalidades


en pos de una educación intercultural inclusiva que promueva la dignidad, la
alteridad, la justifica social, la legitimación y la solidaridad entre las personas, las
familias y el propio alumnado (Adams, Bell, y Griffin, 1997; Nieto y Bode, 2008;
Sleeter, 2005). Esta compasión como talante pedagógico está presente en
determinadas prácticas educativas de matiz compensatorio, donde se trata al
alumnado culturalmente minoritario como un alumno no con dificultades escolares
“normales”, sino como un alumno estigmatizado como de necesidades educativas
especiales. Un ejemplo de ello puede ser la falta de oportunidades de aprendizaje
en condiciones de inclusión cuando algunos docentes prefieren que sus “alumnos
inmigrantes” permanezcan más tiempo en el aula ATAL (Aula Temporal de
Adaptación Lingüística) mientras el resto de alumnos aprenden matemáticas,
conocimiento del medio u otras materias en función de los niveles educativos
existentes.
En todo caso, y sin menoscabo de las aportaciones positivas que para la práctica
escolar ha supuesto el reconocimiento de la interculturalidad como propuesta
pedagógica, quizás sea el momento de volver a repensar el sentido y la orientación
educativa intercultural desde un prisma más esencialista, más humano y emocional.
Eso no significa renunciar a los elementos contextuales y de desarrollo
sociocultural de la educación intercultural, más bien al contrario, supone poner un
nuevo acento en la dimensión emocional y personalizada de las relaciones
interpersonales entre agentes educativos que, por un lado, son portadores de una
diferencia cultural reconstituida, y, por otro, la necesaria búsqueda de espacios de
encuentro basados en la idea de que la aproximación emocional siempre resulta
más empática, impactante y efectiva que el mero acercamiento cognitivo a la
diversidad cultural. Precisamente, en un trabajo reciente (Leiva, 2015), planteamos
la idea de que cuando hablamos de educación intercultural resulta imprescindible
ahondar en parámetros más humanistas e inclusivos en la relación educativa, y que
la búsqueda de espacios de consenso y encuentro son mucho más positivos que el
mero reconocimiento y visibilización de la diferencia en el espacio escolar.

2. Procesos educativos interculturales

Para desarrollar la idea pedagógica de construir una propuesta educativa


intercultural donde podamos ir más allá del sentido cognitivista de la diversidad
cultural, vamos a definir lo que consideramos que son o pueden ser los procesos
educativos interculturales. Serían el conjunto de acciones educativas de índole
intercultural donde se valora lo común en las relaciones interpersonales, y,
particularmente las emociones como factores de encuentro entre distintos agentes
educativos. Se trataría de un sistema complejo de dinamización pedagógica en la
que el énfasis está en las emociones, el desarrollo del talento y la creatividad por
parte de todos los estudiantes, familias y docentes.
Más importante que la diferencia cultural está el hecho esencial de que todos
somos seres humanos y que necesitamos el reconocimiento y aprovechamiento de
nuestras personalidades e identidades como sujetos críticos, únicos e irrepetibles.
Lo contrario sería promover un tipo de igualitarismo acrítico que no conduce al
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respeto de la propia esencia de individualidad de cada uno de nosotros. Y es que,


¿no somos portadores de cultura cada uno de nosotros y nosotras? ¿Acaso no
podemos pensar y ser conscientes de los procesos sociales y culturales, y de
globalización, en los que estamos inmersos? Estas preguntas nos hacen
replantearnos que, quizás hemos estado durante mucho tiempo en un paradigma
pedagógico más bien dogmático, en el que pensábamos que la simple visibilización
de la diferencia era más que suficiente para desarrollar propuestas educativas
interculturales. Y, es posible que ahora nos estemos parando a volver a mirar las
esencias de quienes somos en la escuela, de qué somos como agentes activos y
críticos de un sistema complejo, en permanente cambio y dinamismo social.
Así pues, los procesos educativos interculturales serían significados
pedagógicos de innovación educativa y no estarían vinculados al desarrollo de
acciones de tipo cognitivista, sino, sobre todo, de iniciativas y diseños didácticos
imbricados en el desarrollo de una Educación Personalizada donde los docentes y,
en general, toda la comunidad educativa, atendamos las necesidades personales de
aprendizaje desde una perspectiva intercultural de todos los estudiantes, sean
inmigrantes o autóctonos. Este enfoque supone una reconceptualización del valor
educativo intercultural, en la medida en que son intervenciones de corte emocional,
ético y procedimental, las que son de mayor interés para el fomento de una cultura
de la diversidad en la escuela respetuosa con todas las singularidades y
personalidades existentes en los escenarios educativos (López, 2014).
Plantea precisamente el profesor Beaudoin (2013) que se requiere una escuela
para cada estudiante, porque cada estudiante es sujeto de un desarrollo cultural,
cognitivo y emocional distinto. Es decir, aunque los estudiantes vivan y convivan
en un contexto cultural común, las personas tenemos el talento y la creatividad de
poder traducir de forma íntima e irrepetible los significados culturales, de tal forma
que no podemos limitarnos a decir que un estudiante esté limitado por su cultural, o
que esté absolutamente determinado por su cultural.
De alguna forma, hablar de procesos educativos interculturales implica la
aceptación de que la hibridación cultural atraviesa a cada estudiante de una forma
singular y única, y que cada estudiante construye sus identidades desde unas
formas más bien transculturales que incluso nos permiten identificar el
cuestionamiento de si todavía podemos hablar de interculturalidad o
interculturalidades (Bash, 2014a). Más adelante retomaremos esta idea.
Siguiendo con la conceptualización de los procesos educativos interculturales,
podemos plantear a continuación algunas ideas que circunscriben y contextualizan
mejor esta propuesta pedagógica:

a) Los procesos educativos interculturales son dinámicos e interactivos


b) El valor pedagógico de los procesos educativos interculturales radica no
tanto en la estructura de la diversidad cultural, sino en el funcionamiento
de los procesos de enseñanza y aprendizaje y su optimización como modos
democráticos, críticos y dinámicos de autorrealización personal
c) Los procesos educativos interculturales ponen el acento en el componente
emocional y relacional de la educación.
d) Los procesos educativos interculturales son un conjunto cambiante de
acciones pedagógicas que acontecen en las escuelas, pero también son
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acontecimientos internos, esto es, depende de las individualidades de los


distintos miembros de la comunidad educativa
e) Para explicitar y ser conscientes de estos procesos educativos
interculturales, es necesario educar para, desde y en la libertad. Educar no
es domesticar, y no es posible ni deseable afrontar la educación
intercultural desde parámetros de uniformización de comportamientos o de
reconocimientos de identidades estancas en los estudiantes
f) Los procesos educativos interculturales requieren una conjunción
interdependiente de participaciones e innovaciones por parte de todos los
agentes educativos, sin ningún tipo de excepción. Cada agente debe
participar de forma activa para la mejora de la calidad de la educación y de
la mejora de la convivencia escolar. El sentido de estos procesos es el
desarrollo personal y éste es indisociable de una mejoría de procesos
experienciales de convivencia positiva.
g) Estos procesos constituyen un eje vivo de una configuración pedagógica
inclusiva, en la que todos y todas no pierden su idiosincrasia como sujetos
con talento, creatividad, pensamiento crítico y competencias interculturales
h) Los procesos educativos interculturales requieren de la adopción práctica
del aprendizaje de competencias interculturales. No son conceptos
dicotómicos, si bien las competencias interculturales se plantean de forma
más individual en la realidad escolar, mientras que los procesos educativos
interculturales son más complejos, plurales, diversos y están sujetos a una
multiplicidad de factores didácticos, de organización escolar, etc.

Por todo lo que venimos expresando, consideramos que poner el acento


pedagógico en estos procesos rompe la disyuntiva entre aprender interculturalidad
como valor, y comprender la interculturalidad como una praxis acrítica,
frecuentemente asociada a la exaltación del folclore y a la valoración de un
verbalismo pedagógico que no resulta adecuado ni efectivo para los protagonistas
de la escuela: estudiantes, docentes y familias. En verdad, los procesos educativos
interculturales conllevan una nueva reconstrucción de la pedagogía intercultural, y
es que no se ve a la persona como sujeto poseedor de una cultura sin ningún tipo de
escrutinio personal. Al contrario, se confía en que las personas son competentes
para aprender y para poder impregnar los bagajes culturales desde una
personalización de los hechos culturales. Además, son las emociones y no las
culturas lo que construye de forma esencial al ser humano, y es que despojar a las
culturas de las emociones resulta tan irrelevante que carecería de sentido de discutir
sobre cómo afrontar, por ejemplo, la gestión de los conflictos de convivencia
escolar sin atender al factor experiencial, vivencial, relacional o personal.

3. Interculturalidad en la escuela

Essomba (2014) pone el énfasis en la idea de que está naciendo un nuevo mundo
donde el discurso y la práctica educativa intercultural son realmente necesarios e
importantes. Un mundo que se encuentra entre los anclajes del pasado y las
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incertidumbres de un futuro claramente imbuido por la globalización cultural, la


conectividad y la sociedad del conocimiento. En este marco, vino a plantear una
idea que después he estado madurando en torno a lo que puede estar ocurriendo
hoy en la escuela.
Tras años de realizaciones de propuestas educativas interculturales, se denota
una identificación a veces ciertamente desfasada y equivocada de que
interculturalidad es educación compensatoria, o que únicamente se trata de dar
respuestas lingüísticas a los estudiantes de origen inmigrante. Más bien al
contrario, el planteamiento pedagógico-intercultural de Essomba (2014) nos lleva
a plantear si podíamos hablar de interculturalidad en la escuela, o más bien de
interculturalidades en los espacios escolares. Es decir, somos conscientes de que la
escuela es un espacio de interseccionalidad, donde lo nuevo confluye con lo viejo,
y donde se suceden situaciones y comportamientos que están a caballo entre lo
global y lo local. Ante esto, también debemos de ser conscientes de que cada
persona adquiere una noción de ciudadanía y, así mismo, aprende disposiciones
personales que, según Pérez (1999), suponen una construcción híbrida y compleja
de las culturas presentes en la escuela (escolar, académica, crítica, social,
vivencial).
Así, hablar de interculturalidades supone reconocer que todas los estudiantes,
tanto inmigrantes como autóctonos, pueden reconstruir en sí mismos herramientas
educativas de consenso, diálogo, respeto, empatía y auto-comprensión siempre y
cuando se den las circunstancias pedagógicas propicias para ello.
No se trata, por tanto, de construir de manera colectiva y uniforme un único
concepto de interculturalidad en la escuela, sino de aceptar que cada miembro de la
comunidad educativa tiene un sentido propio, interno y personal de qué supone la
diversidad cultural y cómo existen espacios comunes de entendimiento y trabajo
educativo fructífero, especialmente a través de la empatía emocional y el desarrollo
de la Educación Personalizada. Precisamente, esta idea ampliamente defendida por
Calderero (2014) supone una interesante aportación al debate pedagógico sobre
cómo hacer educación desde el respeto a la ética y estética pedagógica humanista y
esencialista. No se trata de responder de forma estática a las problemáticas de la
convivencia escolar, o a las dificultades que pueda suponer la interacción entre
autóctonos e inmigrantes en un mismo entorno escolar, sino de responder de forma
propositiva e inclusiva a las demandas emocionales, de reconocimiento humano y
personal de cada uno de los estudiantes, esto es, adecuarnos a sus necesidades
personales de aprendizaje e interacción positiva.
Esto que venimos planteando no es únicamente una problemática o
preocupación por parte del sistema educativo de nuestro país, sino que se está
abordando en todos los países de la Unión Europea (Catarci, 2014), porque Europa
debe afrontar el reto de la inclusión y la calidad educativa desde parámetros
pedagógicos coherentes y rigurosos.
Las interculturalidades son construcciones subjetivas de una pedagogía nueva
donde lo importante está en el equilibrio entre lo colectivo y lo individual, entre la
valoración de la diferencia y la búsqueda de espacios de encuentro, entre la
necesidad de conocer y la pasión por compartir emociones positivas que nos hacen
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más humanos y más sensibles a la diferencia. ¿Por qué? Porque al sentir esa
diferencia soy capaz de comprender mejor la esencia de la humanidad. Esta mirada
es muy importante si queremos hacer de los espacios educativos multiculturales
auténticos escenarios educativos de interacción intercultural (Portera, 2014). Así,
cada agente educativo debe hacer el esfuerzo de interiorizar la premisa básica de
que todos somos distintos a la vez que todos somos iguales, y esto no supone una
dicotomía insalvable, sino un impulso al necesario trabajo compartido y
colaborativo de desarrollar iniciativas pedagógicas que pongan en valor lo diverso
y lo común, lo estético y lo ético de las interculturalidades, lo cognitivo y lo
emocional en un aprendizaje donde es más importante cómo se aprende que lo que
se aprende. Donde es más relevante los dispositivos personales de aprendizaje que
los propios contenidos curriculares, y es que, la propia construcción del concepto
currículum se ve transformado por los fenómenos de interseccionalidad,
hibridación cultural y necesidades personales de aprendizaje.
El currículum que se enseña en las escuelas denominadas interculturales, ya no
sirve para exaltar folclore o maximizar diferencias culturales, todo lo contrario,
debe servir o no será instrumento pedagógico de calidad si no promueve el
componente relacional y emocional de los aprendizajes y los procesos de
interiorización crítica sobre las preguntas clave de la educación de todos los
tiempos: el qué, el para qué, el cómo, el por qué, el cuándo, el dónde, etc. El
currículum del siglo XXI es un instrumento al servicio del aprendizaje
personalizado y también a la construcción democrática de las interculturalidades.

4. Currículum intercultural y educación personalizada

Este epígrafe lo hemos titulado Hacia un Curriculum Intercultural y Educación


Personalizada, porque no queremos correr el riesgo de que no se entienda los
significados pedagógicos que subyacen en este trabajo en su conjunto. Y decimos
esto porque hemos mencionado que las esencias de la Educación Intercultural se
encuentran en el reconocimiento mutuo de emociones antes que en los propios
marcos de referencia cultural. Ahora bien, eso no significa que no aboguemos y,
además, sin ningún tipo de ambages, que el fin de las iniciativas interculturales
para la escuela es la mejora de la convivencia escolar (Esomba, 2008; Santos,
Lorenzo y Priegue, 2013). Otra cuestión es la subjetividad vital de cada estudiante,
docente o familiar que vive la realidad de la diversidad cultural en el espacio
escolar. Es decir, las vivencias, experiencias, narraciones internas y subjetividades
de los sujetos suelen ir por caminos, en ocasiones, muy distintos a las realidades
objetivas que se viven en contextos educativos. Así, recuerdo al profesor Esteve
que narraba que, en ocasiones, hay maestros que en clase lo pasan fatal, viven
momentos agridulces casi cada momento en el horario escolar, y que, sin embargo,
esas clases o escenarios escolares, y, por ende, sus estudiantes, no eran conscientes
de la ansiedad de estos profesores, o que el malestar docente no era tan visible
como pareciera en los resultados educativos.
Dicho esto, estamos de acuerdo con Soriano (2011) cuando afirma que la
interculturalidad se configura como una respuesta pedagógica que busca el
bienestar y la calidad de vida de todos los miembros de la comunidad educativa, y
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lo hace profundizando en el valor de la educación y en la educación como valor.


Eso significa que no podemos obviar la multidireccionalidad de los procesos de
enseñanza y aprendizaje y que las pautas didácticas de corte intercultural deben
basarse en el equilibrio en la valoración positiva de la diversidad cultural y la
búsqueda de espacios emocionales, éticos y actitudinales de encuentro
intercultural. Así, es el componente relacional lo que marca realmente la distancia
entre observar o no una práctica educativa intercultural. Es decir, no se trata de
emplear un cuento o una música del mundo, o de realizar una actividad sobre una
cuestión de diversidad cultural, se trata de poner en valor las emociones, los
valores, las competencias y, en definitiva, las esencias de la Educación Intercultural
como baluartes de la construcción emergente de comunidades democráticas e
interculturales en pleno siglo XXI (Escarbajal, 2015).
Dentro de este marco de pensamiento pedagógico, compartimos con Pérez
(2012) que el conectivismo social, intelectual, científico y tecnológico ha
complejizado las relaciones interpersonales en la escuela, así como las propias
responsabilidades y funciones de la escuela como institución social privilegiada en
la formación de los nuevos ciudadanos y ciudadanas del mañana. Estamos
haciendo referencia a que la educación intercultural de estos años venideros va a
estar más situada en el terreno de los procedimientos y las actitudes, que el campo
de los contenidos. El currículum intercultural no solamente se refiere a la vertiente
contrahegemónica de cómo los docentes pueden confeccionar y hacer currículum
de forma acrítica y colaborativa, sino también a cómo afrontar el clima emocional
y de convivencia que hay en su aula para poder sintonizar con el espacio de
consenso necesario para que vislumbre el alumnado que la diversidad cultural no es
algo ajeno a ellos, exótico o fuera del lugar del aula o la escuela. Al revés, supone
todo un hito pedagógico de primer orden, y es que se debe partir de las
experiencias y conocimientos previos de todos los estudiantes, así como de las
familias, tanto inmigrantes como autóctonas, para conseguir ir generando un clima
favorecedor de la cultura de la diversidad (López, 2004).
Por tanto, no estamos hablando de una cirugía escolar, lo que debe plantearse
un docente o un equipo directivo, o una AMPA, o el Consejo Escolar, o cualquier
otra instancia participativa escolar. Todo lo contrario, las pautas de intervención
didáctica deben basarse en el constructo pedagógico de procesos educativos
interculturales para que la articulación de medidas educativas actúe de dentro a
fuera, de la escuela a la comunidad, y de fuera a dentro, esto es, de la comunidad a
la escuela. Igualmente, estos procesos aconsejan que el currículum intercultural sea
entendido en términos de una Educación Personalizada, es decir, un tipo o enfoque
pedagógico focalizado en atender de forma ajustada a las necesidades personales
de aprendizaje de cada estudiante, de cada docente y de cada madre o padre. Esto
pudiera francamente parecer utópico por su enorme dificultad, pero debemos
mencionar que no es tanto lo objetivable o cuantificable en la convivencia escolar,
como aquellos significados más bien implícitos u ocultos que se dan en la escuela y
que pueden ser indicadores muy interesantes y relevantes de que la convivencia
escolar está siendo generada desde la interculturalidad y la inclusión.
Por ejemplo, las familias inmigrantes y autóctonas son permeables en su
relación educativa, y esto influye positivamente en los modelos educativos que ven
sus hijos. Además, en clase se habla con libertad y sin prejuicios de las culturas de
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los compañeros y se es crítico tanto con la cultura de uno como de la del otro. Es
decir, el pensamiento crítico, divergente y la creatividad son valores inherentes de
esta Educación Personalizada que supone no anular la personalizada de cada
estudiante de origen inmigrante, y es que, ante todo, el docente va a ver a un
alumno más que a un inmigrante, y más que a un alumno, va a percatarse de que
primero se es persona y luego viene el rol de alumno. Esto es, procesos de
humanización de las relaciones educativas donde no están reñidos los avances en
calidad educativa, las exigencias en los niveles de competencia curricular y el
rendimiento académico, con la atención a la diversidad, la personalización de la
educación, el aprovechamiento de la diversidad cultural y la construcción de una
cultura de la diversidad en un enfoque de educación inclusiva (López, 2004)
A fin de cuentas la escuela es un lugar lleno de vida, es un espacio de vida. Un
espacio donde se reproducen y también se producen nuevos significados de
comprensión cultural. Y donde el intercambio, aprender a ser y a convivir, y el
componente afectivo es si cabe más importante que la sempiterna dimensión
cognitivista de los aprendizajes académicos. Por fortuna, como plantea Caldedero
(2014), son muchos los docentes quienes comienzan a darse cuenta que dar clase
en una escuela va mucho más allá de impartir una asignatura. Es un trabajo
vocacional –y pasional– donde, en la actualidad, se gestiona convivencia, recursos,
espacios, sentimientos, emociones, inteligencias múltiples, identidades, etc. Es
decir, el papel del docente es múltiple y adopta una posición más cercana a un
coach, en el buen sentido del término. En efecto, tal y como viene recogido en la
Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre
las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación
primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato (BOE núm. 25, 29
de Enero de 2015):

“Los métodos deben partir de la perspectiva del docente como orientador, promotor y
facilitador del desarrollo competencial en el alumnado; además, deben enfocarse a la
realización de tareas o situaciones-problema, planteadas con un objetivo concreto, que
el alumnado debe resolver haciendo un uso adecuado de los distintos tipos de
conocimientos, destrezas, actitudes y valores; asimismo, deben tener en cuenta la
atención a la diversidad y el respeto por los distintos ritmos y estilos de aprendizaje
mediante prácticas de trabajo individual y cooperativo.”

Las pautas didácticas de interculturalidad en la escuela del siglo XXI deben


enfatizar el modelo de aprendizaje basado en problemas (Problems Based
Learning), más que en meras explicaciones sobre los elementos conceptuales
básicos de las diferentes culturas. Los estudiantes no van a convivir mejor con un
estudiante chino porque conozca más elementos de la cultura china. Es un marco
de referencia conceptual muy interesante, pero es insuficiente para los jóvenes de
ahora (Leiva, 2015). Resulta imprescindible profundizar en ejemplos y
experiencias de relación interpersonal, casos prácticos y simulaciones de cómo
desarrollar competencias interculturales, de cómo abordar la diferencia cultural sin
caer en ningún tipo de compasiones o razonamientos clasistas o en prejuicios
(Bash, 2014b).
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Desde el punto de vista del desarrollo curricular, resultan muy acertadas las
metodologías didácticas centradas en el trabajo por proyectos, especialmente
relevante para el aprendizaje por competencias, que se basa en la propuesta de un
plan de acción con el que se busca conseguir un determinado resultado práctico.
Esta metodología pretende ayudar al alumnado a organizar su pensamiento
favoreciendo en ellos la reflexión, la crítica, la elaboración de hipótesis y la tarea
investigadora a través de un proceso en el que cada uno asume la responsabilidad
de su aprendizaje, aplicando sus conocimientos y habilidades a proyectos reales. Se
favorece, por tanto, un aprendizaje orientado a la acción en el que se integran
varias áreas o materias: los estudiantes ponen en juego un conjunto amplio de
conocimientos, habilidades o destrezas y actitudes personales, es decir, los
elementos que integran las distintas competencias.
Igualmente, debemos subrayar que uno de los hándicaps de la escuela española
en relación al desarrollo práctico de la interculturalidad tiene que ver con lo
estático de la estandarización de los parámetros curriculares de las propuestas
pedagógicas de los libros de textos que suelen ser muy frecuentes y presentes en las
aulas, tanto en Educación Primaria como en Educación Secundaria, e incluso ya en
Educación Infantil. Frente a esto, resulta muy interesante la siguiente cita:

“La selección y uso de materiales y recursos didácticos constituye un aspecto


esencial de la metodología. El profesorado debe implicarse en la elaboración y
diseño de diferentes tipos de materiales, adaptados a los distintos niveles y a los
diferentes estilos y ritmos de aprendizaje de los alumnos y alumnas, con el objeto
de atender a la diversidad en el aula y personalizar los procesos de construcción de
los aprendizajes. Se debe potenciar el uso de una variedad de materiales y
recursos, considerando especialmente la integración de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación en el proceso de enseñanza-aprendizaje que
permiten el acceso a recursos virtuales.” (Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por
la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los
criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria
obligatoria y el bachillerato. BOE núm. 25, 29 de Enero de 2015)

Gundara (2014), en uno de sus últimos trabajos, aporta una idea de enorme
trascendencia pedagógica en las escuelas del contexto europeo, y es que debemos
abordar de forma emergente las cuestiones vinculadas con el terrorismo, la
prevención de actitudes islamófobas, así como tratar en espacios escolares el
desarrollo de debates pedagógicos sobre las interculturalidades y la globalización
cultural. Esto, aunque parezca de enorme complejidad y dificultad, forma parte de
la vida cotidiana de los estudiantes, docentes y familias (Tupas, 2014). El mundo
ha cambiado y está cambiando muy rápidamente, y la sostenibilidad de modelos
pedagógicos inclusivos depende de la construcción diaria de una mentalidad
favorable a la valoración positiva de la diferencia cultural de forma combinada con
el establecimiento de valores universales, de educación para la sostenibilidad y el
planteamiento pedagógico holístico.
Algunos objetivos que podemos plantear en la línea de interculturalizar el
curriculum escolar, y que tengan también una dimensión de personalización de la
educación intercultural, la podemos encontrar ya en algunas propuestas
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pedagógicas para el desarrollo de la educación intercultural en la práctica cotidiana


(Essomba, 2008; García y Goenechea, 2009; García, García y Moreno, 2012;
Leiva, 2015):

- Promover iniciativas encaminadas a la apertura del centro a la comunidad


y el entorno, implicando a otros sectores de la sociedad, dinamizando la
vida cultural del centro en su contexto, y colaborando con asociaciones de
acogida y ayuda al inmigrante.
- Diseñar actividades complementarias y extraescolares que mejoren la
integración del alumnado inmigrante en la vida escolar
- Recopilar, utilizar, intercambiar y desarrollar materiales para educar en un
contexto intercultural a través de la plataforma educativa online de los
centros educativos.
- Profundizar en la autoformación y el intercambio de ideas como
mecanismo de mejora de las prácticas educativas en relación a la
interculturalidad.
- Integrar la educación intercultural en el resto de planes implantados en los
centros educativos.
- Realizar una formación de tipo colaborativa, intercambiando ideas y
experiencias sobre el trabajo en clase en el tema intercultural a través de
los foros de la plataforma educativa de los centros escolares, lo cual
permite el análisis y reflexión con repercusión en el aula.
- Promover la búsqueda de apoyos y asesoramientos externos de expertos,
miembros de asociaciones de ayuda a la inmigración, ONGs y Grupos de
Investigación de Universidades y que participen en el proceso formativo a
través de herramientas de comunicación, tanto presencial como de manera
virtual a través de las webs de los centros educativos.
- Educar en los valores de respeto, tolerancia y solidaridad dentro del ámbito
de las relaciones humanas en los centros educativos.
- Acoger adecuadamente al alumnado extranjero, a veces, dándoles la
seguridad y confianza con la que, a menudo, no llegan al aula.
- Crear espacios de encuentro con el fin de reflexionar sobre los fines de la
educación intercultural.
- Promover el respeto por todas las culturas.
- Proporcionar medios y actuaciones adecuadas al alumnado que no conoce
la cultura del país de origen.
- Promover una autoimagen y autoestima positiva en el alumnado
inmigrante.
- Potenciar el valor de la interculturalidad, integrando en el hecho educativo
la riqueza que supone el conocimiento y respeto por la cultura propia y la
de los grupos minoritarios.

De todos estos objetivos, eminentemente dirigidos a la práctica intercultural a la


escuela, es imprescindible destacar la necesidad de plantear la educación
intercultural como un eje transversal en la diversidad de proyectos pedagógicos que
muchos centros escolares desarrollan a la vez. Ahora bien, reconocer la posibilidad
de trabajar interculturalidad conjuntamente con otras estrategias de desarrollo
40 Leiva Olivencia, J.J. Rev. complut. educ. 28(1) 2017: 29-43

educativo como la educación para la paz, el desarrollo de las TIC en la escuela, el


deporte escolar, educación compensatoria, etc; no implica aceptar que el desarrollo
práctico de la interculturalidad, por sí sólo, no tenga suficiente calado pedagógico
como para centrarse también de manera exclusiva en él. Es decir, es posible que
muchos centros todavía se sientan “confundidos” con el desarrollo práctico
intercultural al estar inmersos en una situación de pluralidad de proyectos y
actuaciones educativas diferentes, y también son cada día más numerosos aquellos
centros que se centran en la educación intercultural como su única fuente de
reflexión y práctica educativa. Es lo que se puede definir como “proyectitis”, si me
permiten esta apreciación valorativa subjetiva. Es decir, que haya centros que
trabajen en multitud de proyectos y caer en una situación real de activismo sin
fundamentación pedagógica seria ni rigor en los procesos de evaluación y calidad,
es algo que puede perjudicar a aquellos centros, profesionales, entidades y familias
que sí quieren apostar de manera decidida por la interculturalidad como elemento
pedagógico potente (Santos, Lorenzo y Priegue, 2013). No estamos
menospreciando ni mucho menos otros temas, y otras preocupaciones educativas,
obviamente legítimas y que no son incompatibles desde el punto de vista de la ética
profesional. Lo que afirmamos es que la interculturalidad es un vehículo
privilegiado para trabajar muchísimos valores, principios y prácticas escolares de
enorme potencialidad para ir generando una educación moderna, una educación
inclusiva que, ni que decir tiene, y tal como subraya Soriano (2007), requiere un
alto grado de motivación y de compromiso pedagógico.
Cabe señalar aquí algunas experiencias prácticas que vienen a respaldar que el
trabajo educativo intercultural es posible y deseable desde la perspectiva de
mejorar la convivencia escolar y la calidad de los procesos y relaciones educativas.
Así, en la Comunidad Autónoma de Andalucía podemos mencionar la experiencia
del CEIP Juan Sebastián El Cano, de San Pedro de Níjar, en Almería, donde se ha
promovido la mediación intercultural, intensificando la colaboración las familias de
origen inmigrante de la comunidad, por un lado, y también el desarrollo de
acciones curriculares que atienden a una concepción inclusiva de la atención
educativa. Esto implica utilizar el libro de texto como elemento complementario a
la planificación de proyectos didácticos globales donde se plantea aprovechar la
diversidad cultural como fuente de experiencia y aprendizaje, tanto en
Conocimiento del Medio como en otras áreas curriculares como Matemáticas o
Lengua.
Igualmente, el CEIP Nuestra Sra. de Gracia, de Málaga, lleva realizando un
proyecto pedagógico integral vertebrado en la idea de ir construyendo comunidad
en la escuela y escuela en la comunidad. En esta experiencia, la interculturalidad es
un valor más del cambio curricular y metodológico que comienza por el hecho de
que son las asambleas de aula quienes generan y construyen currículum,
promoviendo el aprendizaje cooperativo entre los estudiantes haciendo partícipes
de los proyectos educativos las distintas clases con independencia de su nivel o
clase. Los estudiantes más mayores enseñan a los más pequeños y las aulas visitan
otras aulas, haciendo de la escuela un espacio educativo intercultural donde lo que
importa no es tanto el curso, el nivel o la materia, sino la experiencia de
aprendizaje y el desarrollo emocional de los estudiantes en la convivencia escolar.
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También nos encontramos con experiencias pedagógico-interculturales en la


enseñanza secundaria. Así, el IES Sabina Mora de Roldán, en Murcia, está
fomentando los lazos de aprendizaje intercultural a través del bilingüismo y se
relaciona con institutos de Croacia, Estonia, Alemania y Finlandia, entre otros
países. Por su parte, el IES Manuel Gutiérrez Aragón, en Cantabria, contempla
como medidas pedagógicas de corte intercultural el establecimiento de un
protocolo de actuación cuando se matricula un estudiante de origen inmigrante, así
como la puesta en práctica de diversas acciones tutoriales para mejorar la acogida y
las relaciones interpersonales con los estudiantes inmigrantes. En estos últimos
casos, la existencia de un equipo docente de interculturalidad se configura como un
valor positivo en la dinamización de la convivencia en estos centros educativos.

5. Conclusiones

Compartimos con Tarozzi (2014) la necesidad de incrementar la formación


intercultural de todos los agentes educativos implicados en el desarrollo didáctico
diario. Este autor plantea que todos y todas podemos ir construyendo de forma
reflexiva y crítica un “ethos intercultural”, es decir, un mirada intrarrelacional e
interrelacional de comprensión emocional de las diferencias culturales que son
propias de todas las personas, tanto nuestras como de los alumnos y familias con
las que trabajamos. Sin duda alguna, esta idea indaga en la idea de elaborar en
común las emociones en el contexto de la convivencia escolar como un factor de
vinculación cultural, porque las emociones son cultura, forman parte de la cultura,
y a su vez, la cultura influye en el desarrollo emocional y social de todas las
personas en los escenarios educativos.
La convivencia escolar se torna, en la actualidad, en una construcción
emergente e ineludible para hacer de forma práctica y dinámica democracia. Los
estudiantes requieren y necesitan vivir democracia en las aulas y en las escuelas
que les sirva para adquirir competencias interculturales de acogida, participación y
de crítica en sociedades plurales, diversas y complejas (Escarbajal, 2015).
Tal y como plantea Ormaechea (2014), las viejas recetas pedagógicas basadas
en la mera uniformización curricular o en la simple administración de un currículo
hegemónico, la exaltación folclórica o la mirada compensatoria en educación, no
resuelven la necesaria democratización de la praxis educativa intercultural.
La escuela intercultural se encuentra ante el reto de formular nuevos caminos y
alternativas pedagógicas más inclusivas, creativas e innovadoras (Soriano, 2012).
Se trata de aprender de la diferencia cultural sin menoscabar la existencia de
espacios morales y cívicos comunes, de consensos éticos y estéticos en una
educación que debe servir para que las nuevas generaciones adquieran
competencias útiles y relevantes para un mundo cambiante que sí requiere de la
diversidad como un valor en alza.
En definitiva, la interculturalidad en los espacios escolares no puede reducirse a
una mera expresión romántica o compensatoria, ni tampoco a una visión
tremendista o excesivamente extensiva, esto es, no se puede plantear la
interculturalidad como una receta pedagógica que lo puede todo, pero que sí puede
contribuir, sobre todo, a mejorar las actitudes y la propia predisposición de todos
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los miembros de la comunidad educativa para ir haciendo y tejiendo redes de


convivencia y de significado cultural compartido.

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