Christie, Agatha - El Caso de La Dama Acongojada
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ACONGOJADA
Agatha Christie
Digitalizado por kamparina para Biblioteca-irc en Diciembre de 2.003
http://biblioteca.d2g.com
Saint John.
—Sí, miss Saint John.
—Señora. Estoy... estoy casada.
—¡Bah! —murmuró mister Parker Pyne, molesto consigo mismo al
advertir la presencia del aro de platino en el dedo corazón de su
mano izquierda—. Qué estúpido soy por no haberme fijado.
—Si no estuviera casada —dijo la muchacha— no me importaría
tanto. Quiero decir que el caso sería mucho menos grave. Me refiero
a Gerald... Bien, ahí... ¡ahí está el verdadero problema!
Buscó en su bolso y sacó de él un objeto que tiró sobre la mesa: un
objeto centelleante que fue a parar a donde estaba mister Parker
Pyne.
Era un anillo de platino con un gran solitario.
Mister Parker Pyne lo recogió, lo llevó junto a la ventana, lo puso a
prueba contra el cristal de la misma, se aplicó al ojo una lente de
joyero y lo examinó de cerca.
—Un diamante muy hermoso —observó, regresando a la mesa—. Yo
le daría un valor de dos mil libras, por lo menos.
—Sí. ¡Y ha sido robado! ¡Lo he robado yo! ¡Y no sé qué hacer!
—¡Válgame Dios! —exclamó mister Parker Pyne—. Esto es muy
interesante.
Su cliente se descompuso y empezó a sollozar sobre un pañuelo poco
adecuado para el caso.
—Vamos, vamos —dijo mister Parker Pyne—. Todo se arreglará.
La muchacha se enjugó los ojos y resolló:
—¿Se arreglará? ¡Oh! ¿Podrá arreglarse?
—Desde luego. Cuénteme ahora toda la historia.
—Bien, todo empezó por encontrarme yo apurada. Ya lo ve usted, soy
horriblemente caprichosa. Y esto a Gerald le contraría mucho. Gerald
es mi marido. Tiene muchos años más que yo y su modo de pensar
es... bueno, muy austero. Considera las deudas con horror. Por
consiguiente, no se lo he dicho. Y me fui a Le Touquet con algunas
amigas y pensé que quizás podría tener suerte y pagar lo que debía.
Efectivamente, al principio gané. Y luego perdí y creí que debía
continuar. Y continué. Y... y...
—Sí, sí —dijo mister Parker Pyne—. No necesita entrar en detalles. Su
suerte fue peor que nunca. ¿No es así?
Daphne Saint John hizo un gesto afirmativo.
—Y desde entonces, ya comprende, no podía sencillamente decírselo
a Gerald porque no puede sufrir el juego. Oh, me encontré metida en
un lío espantoso. Bien, fuimos a pasar unos días con los Dortheimer,
cerca de Cobham. Por supuesto, él es enormemente rico. Su esposa,
Naomi, fue compañera mía de colegio. Es una mujer bonita y amable.
Estando nosotros allí, se le aflojó la montura de este anillo. La
mañana en que íbamos a despedirnos de ellos, me rogó que me lo
llevase y lo dejase en casa de un joyero, en Bond Street —y se
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detuvo.
—Y ahora llegamos al episodio más delicado —dijo mister Parker Pyne
para ayudarla—. Continúe Mrs. Saint John.
—¿No lo revelará usted nunca? —preguntó la joven con tono
suplicante.
—Las confidencias de mis clientes son sagradas. Y de todos modos,
Mrs. Saint John, me ha dicho usted ya tanto, que probablemente
podría terminar la historia yo mismo.
—Es verdad. Es muy cierto: Pero me disgusta mucho decirlo... Parece
una cosa tan horrible... Fui a Bond Street. Hay allí otra tienda, la de
Ciro. Éstos... copian las joyas. De pronto, perdí la cabeza. Cogí el
anillo y dije que quería una copia exacta, que me iba al extranjero y
no quería llevarme las joyas verdaderas. Al parecer lo encontraron
muy natural.
»Pues bien: recogí el anillo con el diamante falso (y era tan perfecta
la imitación que no lo hubiera usted distinguido del original) y se la
envié por correo certificado a lady Dortheimer. Yo tenía un estuche
con el nombre de su joyero, de modo que todo ofrecía la mejor
apariencia, y el paquete tenía un aspecto enteramente profesional. Y
entonces, yo... empeñé el verdadero diamante —y se cubrió la cara
con las manos—. ¿Cómo pude hacer esto? ¿Cómo pude hacerlo? Esto
era, sencillamente, un robo corriente y miserable.
Mister Parker Pyne tosió y dijo:
—Me parece que no ha llegado aún al final de la historia.
—No, no he llegado. Esto, como usted comprende, ocurrió hace unas
seis semanas. Pagué todas mis deudas y salí de mis apuros, pero, por
supuesto, no dejé de sentirme desventurada. Un primo mío ya
anciano murió entonces y recibí algo de dinero. Lo primero que hice
fue desempeñar este miserable anillo. Bien, esto iba perfectamente y
aquí está. Pero ha sobrevenido una terrible dificultad.
—Usted dirá.
—Hemos reñido con los Dortheimer. Ha sido a propósito de algunos
valores que Gerald compró a instancias de sir Reuben. Esto a Gerald
le había causado serias dificultades y no se ha abstenido de decirle a
sir Reuben lo que pensaba de él. Y... ¡Oh, todo esto es horrible!
¿Cómo puedo yo ahora devolver el anillo?
—¿No podría enviárselo a lady Dortheimer anónimamente?
—Si lo hiciese, se descubriría todo. Ella haría examinar su propio
anillo, sabría que es una falsificación y se figuraría inmediatamente lo
que he hecho.
—Me ha dicho que es amiga suya. ¿Y si fuese a verla para confesarle
toda la verdad... abandonándose al afecto que siente por usted?
Mrs. Saint John movió la cabeza.
—Nuestra amistad no llega a este punto. Cuando se trata de dinero o
de joyas, Naomi es dura como el hierro. Quizás no intentaría
procesarme si le devolviera el anillo, pero podría contarle a todo el
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inquiete, Mrs. Saint John. ¿Qué hacemos con el anillo? ¿Lo recojo yo
ahora o prefiere usted guardarlo hasta el miércoles?
—Bien, quizás podría guardarlo hasta entonces.
—Ahora no debe inquietarse más, téngalo presente —le dijo mister
Parker Pyne.
—¿Y sus... honorarios? —preguntó ella con timidez.
—Esto puede aplazarse, de momento. El miércoles le diré qué gastos
han sido necesarios. Le aseguro que mis honorarios serán reducidos.
La acompañó hasta la puerta y oprimió luego el botón que había
sobre la mesa.
—Envíeme a Claude y a Madeleine.
Claude Lutrell era uno de los ejemplares mejor parecidos de bailarín
de salón que pudieran encontrarse en Inglaterra. Madeleine de Sara
era la más seductora de las vampiresas.
Mister Parker Pyne les dirigió una mirada de aprobación.
—Hijos míos —les dijo—, tengo un trabajo para vosotros. Vais a ser
una pareja de bailarines de espectáculos internacionalmente famosos.
Ahora, escúchame con atención, Claude, y procura entenderme
bien...