Fabula Los Cerdos Asados

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

Serie: O y M 1 Ica-Perú

FABULA: “LOS CERDOS ASADOS”


Cierta vez se produjo un incendio en un bosque en el que
se encontraban cerdos. Estos se asaron.
Los hombres, acostumbrados a comer carne cruda, los
probaron y los hallaron exquisitos.
Luego, cada vez que querían comer cerdos asados,
prendían fuego a un bosque.
¿Pero qué sucedió cuando se intentó modificar “El Sistema” para implantar uno
nuevo?.
Hacía tiempo que algunas cosas no marchaban bien: los animales se carbonizaban, a
veces quedaban parcialmente crudos; otras, de tal manera quemados que era
imposible utilizarlos.
Como era un procedimiento montado en gran escala preocupaba mucho a todos,
porque, si El Sistema fallaba en gran medida, las pérdidas ocasionadas eran
igualmente grandes.
Miles eran los que se alimentaban de esa carne asada y también muchos miles eran
los que tenían ocupación en esa tarea. Por tanto, “El Sistema” simplemente no debía
fallar.
Pero, curiosamente, a medida que se hacía en mayor escala, más parecía fallar y
mayores pérdidas causar. En razón de las deficiencias, aumentaban las quejas. Ya era
un clamor general la necesidad de reformar a fondo El Sistema.
Tanto que todos los años se reunían congresos, seminarios, conferencias, jornadas
para hallar la solución. Pero parece que no acertaban a mejorar el mecanismo, porque
al año siguiente se volvían a repetir los congresos, seminarios, conferencias y
jornadas. Y así siempre.
Las causas del fracaso de “El Sistema”, según los especialistas, debían atribuirse o
bien a la indisciplina de los cerdos que no permanecían donde debieran, o bien a la
inconstante naturaleza del fuego tan difícil de controlar, a los árboles excesivamente
verdes, o a la humedad de la tierra, o al Servicio de Informaciones Meteorológicas que
no acertaba con el lugar, momento y cantidad de lluvias, o…
Las causas eran -como se ve- difíciles de determinar porque en verdad El Sistema
para asar cerdos era muy complejo: se había montado una gran estructura; una gran
maquinaria, con innumerables variables, se había institucionalizado. Había individuos
dedicados a encender: los igniferi, que a su vez eran especialistas de sectores;
incendiador o ignifer de zona norte, de zona oeste, etc., incendiador nocturno, diurno,
con especialización matinal o vesperal, incendiador de verano, de invierno (con
disputas jurisdiccionales sobre el otoño y la primavera). Había especialistas en vientos
(anemotécnicos). Había un director general de Asamiento y Alimentación Asada, un
director de Técnicas Igneas (con su Consejo General de Asesores), un administrador
general de Forestación Incendiable, una Comisión Nacional de Entrenamiento
Serie: O y M 2 Ica-Perú

Profesional en Porcología, un Instituto Superior de Cultura y Técnicas Alimentarias (el


ISCYTA) y el BODRIO (Bureau Orientador de Reformas Igneo-Operativas).
El BODRIO era tan grande que tenía un inspector de reformas cada 7000 cerdos,
aproximadamente. Y era precisamente el BODRIO el que propiciaba anualmente los
congresos, seminarios, conferencias y jornadas. Pero éstos solo parecían servir para
aumentar el BODRIO, en burocracia.
Se había proyectado y se hallaba en pleno crecimiento la formación de nuevos
bosques y selvas, siguiendo las últimas indicaciones técnicas (en regiones elegidas
según una determinada orientación y donde los vientos no soplaban más de tres horas
seguidas, donde era reducido el porcentaje de humedad, etcétera).
Había miles de personas trabajando en la preparación de esos bosques que luego se
habrían de incendiar.
Había especialistas en Europa y en los EE.UU. estudiando la importación de las
mejores maderas, árboles, cepas, semillas, de mejores y más potentes fuegos,
estudiando ideas operativas (por ejemplo: cómo hacer pozos para que en ellos cayeran
los cerdos). Había además grandes instalaciones para conservar los cerdos antes del
incendio, mecanismos para dejarlos salir en el momento oportuno, técnicos en su
alimentación.
Había expertos en la construcción de establos para cerdos; profesores formadores de
los expertos en la construcción de establos para cerdos; universidades que preparaban
a los profesores formadores de los expertos en la construcción de establos para
cerdos; investigadores que brindaban en(el?) fruto de su trabajo a las universidades
que preparaban a los profesores formadores de los expertos en la construcción de
establos para cerdos; fundaciones que apoyaban a los investigadores que brindaban el
fruto de su trabajo a las universidades que preparaban a los profesores formadores de
los expertos en la construcción de establos para cerdos, etc.
Las soluciones que los congresos sugerían eran por ejemplo: aplicar triangularmente el
fuego luego de raíz cuadrada de n . 1 por velocidad de viento sur; soltar los cerdos
quince minutos antes que el fuego promedio del bosque alcanzara 47º C; otros decían
que era necesario poner grandes ventiladores que servirían para orientar la dirección
del fuego. Y así por el estilo. Y no se necesita decirlo, muy pocos de los expertos
estaban de acuerdo entre sí, y cada uno tenía investigaciones y datos para probar sus
afirmaciones.
Un día, un ignifer Categoría S-O/D-M/V-LL (o sea un encendedor de bosques
especialidad sudoeste, diurno, matinal, licenciatura en verano lluvioso), llamado Juan
Sentido-Común, dijo que el problema era muy fácil de resolver. Todo consistía, según
él, en que primero se matara al cerdo elegido, se lo limpiara y cortara adecuadamente
y se lo pusiera en un enrejado metálico o armazón sobre unas brasas hasta que por
efecto del calor y no de la llama se encontrara a punto.
-¿Matar? -exclamó indignado el Administrador de Forestación.
-¡Cómo vamos a hacer que la gente mate! Ahora el que mata es el fuego. ¿Nosotros
matar? ¡Nunca!
Enterado el director general de Asamiento, lo mandó a llamar. Le preguntó qué cosas
raras andaba diciendo por ahí, y luego de escucharlo, le dijo:
Serie: O y M 3 Ica-Perú

-Lo que usted dice está bien, pero solo en teoría. No va a andar en la práctica. Más
aún, es impracticable. Veamos, ¿qué hace usted con los anemotécnicos, en el caso de
que se adopte lo que sugiere?
-No sé -respondió Juan.
-¿Dónde coloca los encendedores de las diversas especialidades?
-No sé.
-¿Y los especialistas en semillas, en maderas? ¿Y los diseñadores de establos de
siete pisos, con sus nuevas máquinas limpiadoras y las perfumadoras automáticas?
-No sé.
-Y a los individuos que han ido al extranjero a perfeccionarse durante años, y cuya
formación ha costado tanto al país, ¿los voy a poner a limpiar cerditos?
-No sé.
-Y los que se han especializado todos estos años en integrar congresos y seminarios y
jornadas para la reforma y mejoramiento de El Sistema, si lo suyo resuelve todo, ¿qué
hago con ellos?
-No sé.
-¿Se da usted cuenta ahora de que la suya no es la solución que necesitamos todos?
¿Usted cree que si todo fuera tan simple no la hubieran hallado antes nuestros
especialistas? ¡A ver! ¿Qué autores dicen eso? ¿Qué autoridad puede avalar su
sugestión? ¡Usted se imagina que yo no puedo decirles a los ingenieros de
anemotécnica que es cuestión de poner brasitas sin llama! ¿Y qué hago con los
bosques ya preparados, a punto de ser quemados, que solo poseen madera apta para
el fuego-en-conjunto, cuyos árboles no producen frutos, cuya escasez de hojas hace
que no sirvan para sombra? ¿Qué hago? ¡Dígame!
-No sé.
-¿Qué hago con la comisión Redactora de Programas de Asado, con sus
departamentos de Clasificación y Selección de Cerdos, Arquitectura Funcional de
Establos, Estadística y Población, etcétera?
-No sé.
-Dígame: el ingeniero en Porcopirotecnia, Don J. C. de Figuración, ¿no es una
extraordinaria personalidad científica?
-Sí, parece que sí.
-Bueno. El simple hecho de poseer valiosos y extraordinarios ingenieros en pirotecnia
indica que El Sistema es bueno. Y, ¿qué hago yo con individuos tan valiosos?
-No sé.
-¿Ha visto? Usted lo que tiene que traer como solución es cómo hacer mejores
anemotécnicos, cómo conseguir más rápidamente encendedores del oeste (que es
nuestra dificultad mayor), cómo hacer establos de ocho pisos o más, en lugar de solo
siete como ahora. Hay que mejorar lo que tenemos y no cambiarlo. Tráigame usted
una propuesta para que nuestros becarios en Europa cuesten menos, o cómo hacer
Serie: O y M 4 Ica-Perú

una buena revista para el análisis profundo del problema de la Reforma del Asamiento.
Eso es lo que necesitamos. Eso es lo que el país necesita. ¡A usted lo que le falta es
sensatez, Sentido-Común! Dígame, por ejemplo, ¿qué hago con mi buen amigo (y
pariente) el presidente de la comisión para el Estudio para el Aprovechamiento Integral
de los Residuos de los ex Bosques?
-Realmente estoy perplejo -dijo Juan.
-Bueno. Ahora que conoce bien el problema, no vaya por ahí diciendo que usted lo
arregla todo. Ahora ve que el problema es más serio y no tan simple como se
imaginaba. Uno desde abajo y desde afuera dice.
Pero hay que estar adentro para conocer el problema y saber las dificultades. Ahora,
entre nosotros, le recomiendo que no insista con lo suyo porque podría traerle
dificultades con su puesto. ¡No por mí! Yo se lo digo por su bien, porque yo lo
comprendo; yo le entiendo su planteo, pero, usted sabe, puede encontrarse con otro
superior menos comprensivo; usted sabe cómo son, a veces ¿eh?…
El pobre Juan Sentido-Común no dijo ni mú. Sin saludar, entre asustado y atontado,
con la sensación de estar caminando cabeza abajo, salió y no se le vio nunca más. No
se sabe dónde fue. Por eso es que dicen que en estas tareas de reforma y mejora de
El Sistema, falta Sentido-Común.
La “Fábula de los cerdos asados”, de Gustavo F. J. Cirigliano, fue
publicada originalmente en la revista Cátedra y Vida, Buenos Aires, 1959.

También podría gustarte