Tito y Dora Camino de La Escuela
Tito y Dora Camino de La Escuela
Tito y Dora Camino de La Escuela
Había una vez un conejo que se llamaba Tito. Vivía muy feliz con su familia en las afueras
de una gran ciudad.
Todas las mañanas, su papá le llevaba caminando a una escuela para conejitos que se
llamaba Conejolandia.
A Tito le gustaba mucho la escuela, pero le daba un poco de miedo ir andando, porque
para llegar tenían que cruzar muchas calles llenas de coches.
Una mañana, como todos los días, Tito y su papá se dirigían al colegio. Ese día les
acompañaba con su mamá una amiga que se llamaba Dora.
Sus papás les llevaban cogidos para que no les pillaran los coches, pero se soltaban para
poder ir jugando.
Dora y Tito saltaban y jugaban a subir y bajar el bordillo.
- No juguéis junto al bordillo, pueden venir coches y atropellaros.- Les advirtieron sus
padres.
Pero no hicieron caso y siguieron jugando. De pronto, ¡¡Zás!!, apareció un coche y dió a
Tito un fuerte golpe.
Tito lloraba desconsolado. -Me duele la patita. Bua, bua.- Dora también lloraba al ver
cómo se quejaba Tito.
Apareció por allí una coneja que era médica. Examinó a Tito y dijo.- Se ha roto la patita,
hay que llevarle al hospital. No quiero que me hagan daño, me duele mucho. Bua, bua-
Decía llorando Tito.
La doctora llamó a una ambulancia que lo llevó al hospital. El viaje se presentaba muy
emocionante; la sirena, las luces, etc, pero el dolor de la patita, le recordó que aquello no
era una broma.
Tito ya no lloraba, pero estaba triste, miraba su patita y pensaba.- ¡Me perderé el partido
del Sábado contra el Real Conejera! Tito jugaba en el equipo de fútbol de su colegio, el
Atlético Madriguera.
Su padre también estaba triste. Pensaba que sólo se había roto una pata, pero podía
haber sido peor. - No tenía que haberte soltado.- Dijo el padre. - Y yo, no tenía que haber
jugado junto al bordillo.
La misma ambulancia le llevó a casa. Su madre estaba esperando en la puerta muy
preocupada.
Al día siguiente en el colegio, Dora contó a sus compañeros y compañeras lo sucedido.
La profesora les dijo: - Ya habéis visto lo que ha pasado a Tito, tenéis que jugar en los
parques y lugares sin tráfico, nunca en la calle.
- Para evitar los sustos, tenéis que caminar por la acera, separados del bordillo y siempre
agarrados de la patita de mamá o de papá.
En la escuela se acordaban mucho de Tito. - Seguro que está muy triste. - Podemos
hacer una excursión para animarle un poco. Dicho y hecho, unos días después, fueron a
visitarle.
Allí estaba el pobre Tito, con su patita escayolada. Se puso muy contento cuando vió a
sus amigos y amigas que deseaban que se pusiera bueno pronto, y así el equipo habría
recuperado a su capitán.
¡Qué bien, ya no me duele la patita! Para Tito el accidente ya sólo era un mal recuerdo.
Se dió cuenta que se había equivocado.
El partido fue muy interesante. Al final los dos equipos se saludaron, el resultado era lo
que menos importaba, había triunfado la deportividad.
FIN