La Determinación Genética Del Comportamiento Humano
La Determinación Genética Del Comportamiento Humano
La Determinación Genética Del Comportamiento Humano
RESUMEN
En períodos de crisis económica y social, las situaciones de marginación y pobreza suelen ser
presentadas como irreversibles y como signo evidente del fracaso de las medidas educativas y
asistenciales anteriores. Estas circunstancias constituyen el terreno abonado para una amplia
aceptación de opiniones que sitúen en lo biológico, en lo genético o en la raza las causas de la
marginación, los altos niveles de fracaso escolar, el desempleo, la delincuencia y el bajo
coeficiente intelectual medio. La genética, en concreto, ha sido y sigue siendo la disciplina
preferida para dar el barniz seudocientífico a planteamientos ideológicos, insolidarios y
antisociales difícilmente digeribles en crudo. En el trabajo sugiero que una argumentación
filosófica seria contra los supuestos de las teorías hereditaristas de la inteligencia y del
determinismo genético debe tener en cuenta ciertas aportaciones básicas de la biología
molecular y la genética de la conducta.
ABSTRACT
In periods of economic and social crisis, marginalization and poverty are usually presented as
irreversible and as evident signs of failure in previous educational and assistance programs.
These circumstances constitute a fertile ground for the wide acceptance of opinions locating
the causes of marginalization, high levels of academic failure, unemployment, delinquency,
and low intellectual quotient, in biological levels, in genes or race . Genetics, in particular,
has been and is the preferred discipline for the manipulation of theories to give a pseudo-
scientific varnish to non-solidary antisocial ideological positions that are otherwise difficult
to digest. In this work I suggest that a serious philosophical argument against the suppositions
of hereditarist theories concerning intelligence and genetic determinism should keep in mind
certain basic contributions of molecular biology and behavior genetics.
PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
determinismo genético | genética de la conducta | bioética | biología y
comportamiento humano | genetic determinism | behavior genetics | bio-ethics |
biology and human behavior
1. Introducción
Pero los avances en genética han ido siempre acompañados por cierto ruido de
fondo. Desde el siglo pasado han sido propuestas muchas «tecnologías
sociales» de corte eugenésico, racista y antisocial, en coherencia con los
«datos» aportados por la ciencia de lo hereditario en cada etapa de su
desarrollo. La reciente aparición en Estados Unidos de The Bell curve, un libro
escrito por Charles Murray, ideólogo conservador que trabaja en The American
Enterprise Institute, y Richard J. Herrnstein, profesor de psicología en Harvard
hasta su muerte en septiembre de 1994, nos remonta de nuevo a una polémica
que baja de tono pero nunca cesa. Los autores vuelven a sugerir presuntos
nexos entre raza y coeficiente de inteligencia, en términos muy parecidos a los
de Jensen en 1969. Afirmaciones como las que siguen han provocado una
airada y calculada reacción en periódicos y revistas de gran tirada:
Desde 1920 hasta hoy, coincidiendo casi siempre con períodos de crisis
económica y social, se han venido sucediendo cíclicamente planteamientos
similares. Ante la escasez de recursos, las situaciones de marginación,
pobreza y desempleo generalizadas en grandes sectores de la población
tienden a ser vistas por los responsables de política social como irreversibles y
como signo evidente del fracaso de las medidas educativas y asistenciales
tomadas anteriormente. Tales circunstancias constituyen el terreno abonado
para una amplia aceptación de opiniones que sitúen en lo biológico, en lo
genético o en la raza las causas de la marginación, el desempleo, la pobreza,
los altos niveles de fracaso escolar, la delincuencia y el bajo coeficiente
intelectual medio. La genética, en concreto, ha sido la disciplina preferida para
dar el barniz seudocientífico a planteamientos ideológicos, insolidarios y
antisociales difícilmente digeribles en crudo. Algunos descubrimientos
importantes en este terreno han servido de pretexto para amplificar el eco que
dichos planteamientos, siempre presentes, no tienen en períodos de
normalidad.
En la línea de filosofía crítica de la ciencia que Gould, Lewontin y Medawar
iniciaron en filosofía de la biología (Gould 1983; Lewontin 1982; Medawar
1982), considero que la mejor crítica filosófica contra el determinismo genético
y su uso ideológico hunde sus raíces en las aportaciones de la biología
molecular y la genética de la conducta. Desde esta perspectiva revisaré los
presupuestos ideológicos y seudocientíficos que subyacen a la teoría
hereditarista de la inteligencia y al determinismo genético, cuyas tesis
comparten las propuestas de tecnología social, como la de Murray-Herrnstein.
Mi planteamiento de partida es el siguiente: La genética ni explica ni puede
explicar las diferencias entre grupos sociales en cuanto a capacidades
intelectuales, éxito económico o estatus social alcanzado. Este recurso
explicativo a la genética coincide con el tirón inercial de las modas científicas
para servir de pretexto a claros intereses ideológicos y antisociales, cuyos
presupuestos son contrarios a las aportaciones de la literatura experimental en
biología molecular y genética de la conducta.
El sentido común induce a pensar que ciertas cualidades como la estatura, una
constitución atlética, el talento musical, la inteligencia, etc. son en gran parte
hereditarias. Pero lo cierto es que, a mediados de los 90, esos rasgos no han
sido todavía suficientemente estudiados como para encontrar una respuesta
convincente a su carácter hereditario (Plomin: 8-9). Lo que sí sabemos es que
ciertas intervenciones educativas, ambientales y sociales son importantes y
eficaces para fomentar el desarrollo de estas cualidades, siempre que existan
unas aptitudes iniciales mínimas. Ante la dificultad de observar los caracteres
responsables de la transmisión de los rasgos hereditarios, el conductismo negó
cualquier papel a lo hereditario en la explicación de las diferencias de
comportamiento. Centraba su atención en los estímulos ambientales que
modifican la conducta, más fácilmente observable. El programa conductista
pretendía explicar la conducta de hombres y animales como efecto del
entrenamiento estímulo, respuesta, refuerzo y algunos condicionamientos
básicos que se inician prácticamente con el nacimiento; de ellos hacen
depender la configuración de características individuales como el talento, el
temperamento, la constitución mental y otras (Watson 1925; Skinner 1963).
2º. Revisión a la baja: Resulta significativo que prácticamente todos los datos
(correlaciones, varianza, porcentajes, etc.) sobre la heredabilidad de ciertos
rasgos suministrados por los estudios en genética de la conducta han sido
revisados a la baja por estudios posteriores y modelos más refinados. Incluso
así, los errores en estos cálculos pueden llegar hasta el 20%. López Cerezo y
Luján sugieren que los estudios basados en la hipótesis de una alta
heredabilidad para cierto rasgo presentaban correlaciones más altas que los
estudios sobre el mismo rasgo cuya hipótesis de trabajo otorgaba la misma
importancia a los factores ambientales (López Cerezo y Luján López 1989:
191-228).
A. Versión simple
Mendel, hacia mediados del XIX, descubrió que se transmiten dos elementos
hereditarios, procedentes uno del padre y otro de la madre. A estos factores
hereditarios los llamamos hoy alelos, y podemos describirlos como las dos
formas alternativas que tiene un gen en cada cromosoma que integra el par
cromosómico (el ser humano tiene sus 46 cromosomas agrupados en 23 pares,
puesto que heredamos 23 del padre y otros 23 de la madre). Se denomina
locus al lugar donde están situados los alelos dentro del cromosoma (7).
Mendel llegó también a la conclusión de que los alelos no se mezclan durante
la herencia, como era opinión común. Por el contrario, Mendel mostró que, en
lugar de mezclarse, los alelos tienen efectos discretos que pueden aparecer en
generaciones posteriores. Señaló el carácter dominante de algunos alelos y el
recesivo de otros. Un alelo recesivo sólo manifiesta sus efectos cuando el
individuo lo tiene en el mismo locus de los dos cromosomas. El individuo
portador de un alelo recesivo asociado a una enfermedad no manifestará
síntomas de la misma, pero puede transmitir ese alelo a su descendencia y
manifestar ésta la enfermedad si del otro progenitor recibe el mismo alelo
asociado a la enfermedad. Los portadores de alelos recesivos asociados a
enfermedades son individuos sanos porque los efectos del alelo defectuoso
son compensados normalmente por el alelo «sano», que produce la proteína o
enzima necesaria en cantidades suficientes.
B. Versión compleja
4º. El asunto se complica aún más si tenemos en cuenta que los intrones de un
gen pueden ser, en ciertos casos, exones de otro gen, o al revés. Es decir: hay
genes que se solapan, y esto dificulta enormemente la división del ADN en
fragmentos con una función determinada (Vicedo 1993: 50). Lewin propuso en
1985 un rastreo inverso, desde la proteína o péptido hasta el ADN que los
codifica, en lugar de comenzar por el ADN hasta hallar la proteína codificada.
Así, podemos considerar un gen a la secuencia responsable de la producción
de un polipéptido, aunque parte de esa secuencia esté implicada también en la
construcción de otra proteína diferente (esto haría más razonable la idea de
«genes solapantes» o «genes alternativos») (Lewin 1985: 84). La propuesta de
Lewin sugiere que el enfoque adecuado sería partir de los efectos para llegar a
las causas, ir de las funciones a las estructuras subyacentes. Pero evidencia,
además, que los genes no se correlacionan directamente con el fenotipo, sino
con un nivel inferior, el de las cadenas polipeptídicas, puesto que a partir de
ellas podemos establecer la existencia de los genes correspondientes (Vicedo
1993: 51).
5º. En los organismos superiores, el ADN «génico» es una mínima parte del
ADN total. Se calcula que más del 90% es ADN no génico. Una gran parte del
mismo consiste en secuencias repetidas cientos de miles de veces. Su función
sigue siendo, todavía, objeto de debate (12).
6º. El estudio de los fenómenos de edición [editing] del ARN arroja algunos
interrogantes sobre la relación determinante entre secuencias de ARN (las
cuales, se supone, deberían ser meros transcritos de las secuencias
codificadoras del ADN) y las proteínas o macromoléculas derivadas. En este
proceso no puede decirse que la información necesaria para codificar una
proteína se encuentre presente en el ADN del núcleo celular o en el ADN
mitocondrial, puesto que el ARN mensajero es sometido a una serie de
transformaciones durante las cuales le son añadidas o sustraídas un número a
veces importante de bases, dando como resultado estructuras de lectura
abiertas que pueden doblar en longitud al ARN original (13). Aunque por el
momento se conocen muy poco los mecanismos y leyes que regulan el
fenómeno, lo dicho basta para poner de manifiesto la existencia de un
sofisticado mecanismo de control en algunos organismos vivos, capaz de
inducir modificaciones en las instrucciones del propio «programa genético»
(14).
2ª. Todos los efectos de los genes sobre la variabilidad individual son
indirectos, y representan los efectos acumulados de las proteínas que difieren
de una persona a otra, y que interactúan a su vez con el entorno
intra/extracelular. En este sentido, los genes no determinan la conducta. De lo
que estamos hablando es de una conexión probabilística entre factores
genéticos y diferencias de comportamiento entre individuos (Plomin 1990: 21).
3ª. Todas las enfermedades del ser humano pueden considerarse resultado de
la interacción entre el genotipo peculiar de un individuo y el entorno. Pero en
algunas afecciones, las alteraciones en un solo gen determinan por sí solas, sin
necesidad de estímulos ambientales extraordinarios, la aparición de rasgos
fenotípicos; me refiero a las enfermedades hereditarias monogénicas o de
herencia mendeliana. Pues bien, incluso en estos casos, sus efectos sobre la
conducta son también indirectos. En la fenilcetonuria, por ej., se produce un
retraso mental grave porque el ADN de esta versión alterada del gen codifica
una enzima defectuosa, incapaz de metabolizar la fenilalanina, sustancia muy
común en una dieta normal. La fenilalanina se acumula y en grandes
cantidades resulta dañina para el cerebro en desarrollo, provocando un retraso
mental profundo. Pero una cosa son las bases genéticas de enfermedades
hereditarias, indudablemente deterministas en bastantes casos, y otra muy
distinta las bases genéticas de la conducta, donde entre genes y fenotipo
media una tupida red de relaciones e interacciones. Si en el primer caso las
mejores terapias disponibles por el momento son ambientales (una dieta baja
en fenilalanina, mayores esfuerzos educativos y régimen de vida equilibrado),
con más razón habría que confiar en la eficacia del ambiente, la educación y la
atención continuada para corregir los problemas de conductas influidas
genéticamente (Goldstein y Brown 1991: 25-37).
4ª. Se han localizado unos dos mil genes cuyas alteraciones pueden
interrumpir el desarrollo normal de un individuo y ocasionar efectos en el
fenotipo. Sin embargo, no se conoce un solo gen individual que dé cuenta de
una porción significativa de las diferencias individuales en ningún tipo de
conducta compleja. Esto no sorprende a los investigadores en genética de la
conducta, puesto que sólo en el movimiento normal de una bacteria están
implicados más de 40 genes, y una mutación en cualquiera de ellos puede
alterar seriamente su capacidad motora. Es fácil imaginar el elevado número de
genes que intervendrían hasta en las conductas más simples de un ser
humano. En este contexto, poligenia significa que las variaciones normales de
la conducta están influidas por muchos genes, cada uno de los cuales
contribuye aportando pequeñas porciones de variabilidad a las diferencias de
comportamiento entre individuos; y pleiotropía recuerda los efectos múltiples e
indirectos de un mismo gen en diversos comportamientos.
5ª. El cerebro humano contiene más de 50.000 millones de neuronas, cada una
capaz de establecer entre 1.000 y 10.000 conexiones (sinapsis) para
intercambiar señales con las demás. En cada sinapsis hay un millón de
moléculas neurotransmisoras que podrían afectar a la neurona. Esta
complejidad hace muy improbable el hecho de que las diferencias entre
individuos en su actividad neuronal estén significativamente determinadas por
la acción de un único gen individual, o por la de unos pocos. Cualquiera de los
genes implicados puede alterar el comportamiento de un individuo, pero el
rango normal de variaciones en la conducta está probablemente orquestado
por un sistema de muchos genes, cada uno con efectos pequeños, así como
por influencias ambientales. Se heredan siguiendo los mecanismos hereditarios
descubiertos por Mendel, y en su transcripción y traducción responden a las
reglas de la genética molecular. Pero los efectos de las influencias poligénicas
sobre las diferencias de conducta entre personas no son menos genéticos de lo
que puedan serlo por la acción de un gen individual. Lo que sucede es que sus
efectos son mucho más complejos e implican más dominios que el genético,
como podía esperarse, dada la complejidad de la conducta en mamíferos
superiores (Plomin 1990: 21-22).
En 1925, Terman publicó su libro Genetic studies of genius, para demostrar dos
hipótesis: [1ª] quienes tienen un CI alto llegan a posiciones de mayor
responsabilidad social; y [2ª] quienes están en la cima de la jerarquía social son
personas con un CI alto. En esta época la «inteligencia» explicaba
prácticamente la totalidad de los comportamientos humanos, desde la
delincuencia y la grosería hasta la personalidad y las emociones. Según
Goddard, «todos los débiles mentales son, al menos en potencia, criminales
potenciales. Que cualquier mujer débil mental es una prostituta potencial es
algo que casi nadie discutiría. El sentido moral, al igual que el sentido para los
negocios, el sentido social o cualquier otro proceso del pensamiento elevado,
es una función de la inteligencia» (Karier 1976: 346). Eugenistas y
hereditaristas daban por supuesto que quien no se adaptaba a las normas
sociales es porque no tenía inteligencia suficiente. Por eso delincuentes e
inmigrantes procedentes de culturas «inferiores» eran considerados en su
mayoría débiles mentales. También la pertenencia a una u otra clase social
estaba determinada por la inteligencia (residuo del darwinismo social), lo
mismo que el éxito económico. Consideraban la sociedad capitalista
meritocrática [recompensa el talento], y por eso despertaba tanto interés el
estudio de la inteligencia.
El paso siguiente fue clasificar a los individuos en diferentes categorías, según
su CI: profesionales independientes (más de 115), trabajadores cualificados
(100-115), trabajadores respetables (70-80), indigentes y criminales (menos de
70) (Karier 1976: 350). Las aplicaciones masivas a inmigrantes de las pruebas
preparadas por Goddard para detectar a los débiles mentales aumentaron las
deportaciones de judíos, húngaros, italianos y rusos entre un 350% y un 570%,
en 1914.
Desde los 70 hasta mediados de los 80, las propuestas hereditaristas se han
decantado en esta línea de optimización de los recursos humanos. Proponen
una transformación del sistema educativo (igualitarista) que permita obtener
una mayor rentabilidad de la diversidad biológica respecto a talento e
inteligencia, especialmente recomendable ante el aumento de la
especialización y el crecimiento de la organización. Según López Cerezo y
Luján, los defensores del hereditarismo consideran la sociedad un mercado
libre de la capacidad cognitiva, en el que el modelo igualitarista de universidad
supone un enorme derroche de dinero e ilusiones (López Cerezo y Luján López
1989: 176-182). De estos presupuestos a iniciativas en política social de corte
eugenésico no hay tanta distancia (19). En julio de 1988, la Comisión para el
Proyecto Genoma Europeo hizo una propuesta enormemente ambigua al
Parlamento Europeo, titulada: «Medicina predictiva: el análisis del genoma
humano». Su base racional descansaba en un sencillo argumento: muchas
enfermedades proceden de la interacción genes-entorno; sería imposible
eliminar todas las causas ambientales de la sociedad; por tanto, los individuos
podrían defenderse mejor de enfermedades a las que son genéticamente
vulnerables previniendo la transmisión de susceptibilidades genéticas a las
próximas generaciones (diabetes, cáncer, infarto, enfermedades coronarias...).
Sus redactores pensaban que esto haría a Europa más competitiva, ayudando
así a disminuir la tasa de gastos en cuidados sanitarios y fortaleciendo su base
científica y tecnológica.
9. Conclusión
Notas
2. Escogí este libro como obra de referencia porque Robert Plomin es, sin
duda, uno de los autores más influyentes en genética de la conducta y porque
sistematiza bien el desarrollo producido en esta disciplina desde sus orígenes
hasta comienzos de los 90. Sus conclusiones me parecen más precisas,
ajustadas y matizadas de lo habitual en este campo.
5. El mismo Henderson señala que estos datos han sido corregidos a la baja
(0,30 e incluso menos) por estudios y diseños experimentales posteriores.
7. El uso del término gen puede inducir a confusión, porque es utilizado tanto
para referirnos a alelos como para referirnos a loci.
18. Antes de morir, Burt recibió prestigiosos galardones y fue nombrado Sir en
1946. En 1979, después de diversas publicaciones que cuestionaban sus
resultados y procedimientos de investigación, se publicó una biografía
encargada por su hermana donde se reconocía que Burt presentó en varias
ocasiones datos ficticios o falseados e hizo mención de colaboradores
inexistentes, entre otras cosas (Hearnshaw 1979).
19. En 1988, la provincia China de Gan-su adoptó una ley eugenésica para
mejorar la «calidad de la población» (según las autoridades) prohibiendo el
matrimonio de los retrasados mentales, a menos que se sometieran a
esterilización. Leyes semejantes se han adoptado desde entonces en otras
provincias, con la aprobación del primer ministro Li-Peng. El slogan de la
campaña era «Idiotas engendran idiotas». También el primer ministro de
Singapur, Lee Kuan Yew, reprochó a las mujeres educadas de su país su tasa
de nacimientos, alarmantemente baja, cuando se supone que ellos son los
poseedores de inteligencia. Esa negativa de la élite a reproducirse estaba
disminuyendo, según él, la calidad de la dotación genética del país. Desde
entonces ofrece a tales élites matrículas especiales en la escuela e incentivos
varios para incrementar su fecundidad. A sus hermanas menos educadas les
ofrecieron los mismos incentivos para que se esterilicen voluntariamente,
después del primer o segundo hijo.
Bibliografía
Benzer, S.
1980 «The fine structure of the gene», Scientific American: Molecules to Living
Cells: 198-211.
Buss, A. H. (y R. Plomin)
1984 Temperament: Early developing personality traits. Hillsdale, N. J.,
Erlbaum.
Canter, S.
1973 «Personality traits in twins», en G. Claridge (y otros) (coord.), Personality
differenc