Bautismo y Confirmacion 4
Bautismo y Confirmacion 4
Bautismo y Confirmacion 4
Diócesis de Plasencia
FORMACIÓN BÁSICA
FORMACIÓN BÁSICA
BAUTISMO Y
CONFIRMACIÓN
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Siglas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
Método de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Sesión 10. Dimensiones histórico-salvíficas del sacramento del bautismo (3ª parte) . . . . . . . . . . . 89
Sesión 11. Efectos del bautismo (1ª parte) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Vocabulario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Bautismo, Confirmación y Eucaristía son los tres sacramentos del proceso de iniciación cristiana.
Por ello, el marco de la iniciación nos ayudará a situar estos sacramentos en el conjunto del mis-
terio y de la vida de la Iglesia, y a descubrir su naturaleza, riqueza y conexiones mutuas.
Se busca una comprensión integral de los sacramentos. Guiados por el Magisterio, nos abrimos
a la variedad de tradiciones litúrgicas que recogen la experiencia sacramental y la fe de las di-
ferentes Iglesias a lo largo de los siglos. También, dedicaremos atención preferente al momento
fundante del Nuevo Testamento y a la época patrística, período de gran creatividad litúrgica y
teológica.
La primera parte, histórica, es una descripción de las riquezas que nos ofrece la tradición ecle-
sial. Al narrar la evolución histórica, tanto de la praxis como de la doctrina de estos sacramentos,
señalaremos en cada época las aportaciones que luego serán incorporadas a la síntesis final.
La segunda parte intenta presentar este material de forma sistemática y orgánica. Los esque-
mas o principios estructurantes que brotan de la naturaleza del sacramento, acogen la riqueza
de facetas que la fe eclesial ha descubierto en estos sacramentos. La estructura tripartita de todo
sacramento aconseja partir del simbolismo y de la tipología para estudiar en primer lugar las
dimensiones histórico-salvíficas y pasar luego a los efectos o la gracia de cada sacramento, para
terminar de cara a la vida, señalando sus exigencias éticas.
Se pretende ofrecer una teología que sea capaz de animar la vida espiritual y alentar una acción
pastoral en un sector tan vital de la vida de la Iglesia.
Bautismo
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Confirmación
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LG Lumen Gentium, Constitución dogmática sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II, 1964.
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Vaticano II, 1964.
TA Traditio Apostolica.
UR Unitatis redintegratio, Decreto sobre el ecumenismo, del Concilio Vaticano II, 1964.
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Si queremos formar parte de un equipo de fútbol nos van a exigir:
• Aceptar una vestimenta con unos colores determinados. • Conocer las leyes del juego
• Obedecer a un entrenador • Unos entrenamientos • Una privación de fumar,...
• Seguir a un capitán • Añade tú otros:...
Lo mismo que para entrar en una Residencia de Ancianos nos exigirán:
• ...
• ...
Con esta realidad razonable buscamos en la iluminación la respuesta: ¿a qué mínimos nos exige en-
trar a formar parte de la iglesia?
c. El sujeto de la iniciación
En cualquier grupo es la persona, capaz de actos libres y conscientes de adhesión, con voluntad de
agregarse al grupo. La iniciación va dirigida a la persona con toda su realidad corporal-espiritual. Ésta
se acoge libremente a un proceso de transformación radical en su condición social o religiosa. La ini-
ciación es, pues, un paso: paso de una condición a otra; por eso a los ritos de iniciación se les llama
también ritos de paso o ritos de umbral. El sentido de muerte-resurrección expresa bien la radicalidad
de esta transformación. Como signo de esta vida nueva, el iniciado recibe a veces un nombre nuevo,
vestidos nuevos...
El carácter personal de la iniciación cristiana se manifiesta sobre todo en la importancia que reviste la
fe en todo el proceso: la fe como actitud personal de adhesión radical de todo el ser a Cristo, que está
llamada a desarrollarse según ritmos e itinerarios establecidos hasta culminar en la experiencia personal
que hace el iniciado de la muerte y resurrección de Cristo en los sacramentos de iniciación. Antes tiene
que recorrer un largo camino de conversión y de formación en la vida cristiana, que le introducirán en
un estilo de vida distinto, que exige la transformación del sujeto en su mentalidad y comportamiento. La
iniciación cristiana se distingue por su carácter universal: se ofrece a todos, sin discriminación: judíos
y griegos, libres y esclavos, hombres y mujeres. La iniciación se articula sobre la conversión y la for-
mación del candidato en la vida cristiana (cf. AG 13-14; RICA 10). Al final del proceso será otro, una
criatura nueva, un neófito.
e. La iniciación es un proceso
La iniciación presenta un aspecto dinámico, como se ve en la variada simbólica empleada en las dis-
tintas culturas: es itinerario que hay que recorrer; es paso de una situación a otra (de las tinieblas a la
luz, de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad); es gestación y parto; maduración y crecimien-
to; aprendizaje. La metáfora más socorrida es la del paso de la muerte a la nueva vida. La iniciación
requiere tiempo y comporta fases y etapas. a) Tiempo de separación, de ruptura con el camino viejo,
de aislamiento; b) tiempo de marginación, transición, pruebas, sufrimientos, aprendizaje de palabras
importantes; c) tiempo de integración en el grupo, de introducción en el nuevo género de vida, de
investidura. Ritos adaptados van jalonando en cada etapa los progresos que va haciendo el iniciando.
La iniciación es comienzo de una experiencia destinada a continuar; aun terminado todo el proceso, la
iniciación se considera virtual; la iniciación efectiva viene después y dura toda la vida.
La ley del desarrollo constante y progresivo es también una de las características de la iniciación cris-
tiana. La afirmación de que el catecúmeno necesita tiempo refleja una convicción compartida desde los
orígenes del catecumenado. Se necesita tiempo para purificar las motivaciones, consolidar la conver-
sión, madurar la fe, habituarse al estilo de vida cristiana, identificarse con la Iglesia. Pero la iniciación es
también el comienzo de la existencia cristiana; abre la puerta a la vida cristiana, que ha de considerarse
como un proceso de conversión e iniciación permanentes. La verdadera iniciación definitiva se dará, a
través de la muerte, con el ingreso en el goce de la vida eterna. Esta perspectiva de la meta final confiere
a todo el proceso una tensión escatológica.
a. Su unidad
Estos tres sacramentos se presentan como una unidad, formando parte de una única celebración. Pero la
unidad ritual es reflejo de una unidad más profunda, teológica. La razón de esta unidad es que los tres
concurren juntos a asegurar la progresiva configuración del creyente con Cristo y su plena agregación
a la Iglesia y a llevar a los fieles a su pleno desarrollo (RICA 2). RICA 1-2 describen la obra común de
salvación que realizan los tres sacramentos y, al hacerlo, subrayan el dinamismo unitario que crean y las
conexiones mutuas que surgen entre ellos. La iniciación será completa cuando se hayan recorrido estas
tres etapas. «Los tres se requieren para la plena iniciación cristiana» (CDC, c.842/2). Los tres sacramen-
tos se complementan mutuamente.
Más tarde se desarrolla la conciencia de la significación específica de cada uno de los ritos, pero perma-
nece viva durante siglos la convicción de la unidad orgánica que vincula entre sí a estos sacramentos.
Posteriormente, en Occidente, fruto de la desintegración de la iniciación en tres ritos autónomos, con
tiempos diferentes, la conciencia de esta unidad se perdió. En la época moderna, fruto de los estudios
litúrgico-patrísticos que se han realizado a partir del s. XVII, se ha vuelto a recuperar. Últimamente, gra-
cias al movimiento litúrgico, ha tomado carta de naturaleza en la teología actual y es uno de sus logros
importantes. Se ha abierto camino en los documentos del magisterio, en los libros oficiales de la Iglesia
y en los acuerdos ecuménicos. La unidad de los sacramentos de la iniciación es un criterio mantenido
por la reforma litúrgica del Vaticano II. Es un principio teológico clave. Es preciso estudiar cada uno de
estos sacramentos dentro de la unidad orgánica que forma con los otros dos, en conexión interna con
ellos, situándolo bien en el lugar que le corresponde en la línea progresiva del proceso de la iniciación
cristiana.
b. Su coordinación
Existe una relación orgánica entre ellos; un dinamismo interior los conecta entre sí. Son tres etapas de
un único proceso de progresiva introducción en el misterio de Cristo, de configuración con Cristo y de
agregación a la Iglesia. Los tres sacramentos de la iniciación se ordenan entre sí para llevar a su pleno
desarrollo a los fíeles (cf. RICA 2).
La Eucaristía, celebración plenaria del misterio cristiano, se considera como el término del camino, la
meta final, el culmen de la iniciación: la iniciación alcanza su culmen en la comunión del Cuerpo y de la
Sangre de Cristo (cf. RC 13). El bautismo y la confirmación tienden por su naturaleza hacia la comunión
eucarística. El bautismo, puerta de la vida espiritual, primera participación en el misterio cristiano, mar-
ca el comienzo del itinerario iniciático, el momento fundacional. La confirmación, perfeccionamiento y
prolongación del bautismo, hace avanzar a los bautizados por el camino de la iniciación cristiana (cf.
RC 1), disponiéndolos para participar plenamente en la Eucaristía. La iniciación tiene cierta analogía
con el origen, crecimiento y sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el bautismo se
fortalecen con el sacramento de la confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el
manjar de la vida eterna. Definir estas relaciones mutuas equivale a reflejar el dinamismo de la inicia-
ción cristiana.
El orden de sucesión tradicional entre estos sacramentos se asienta en la naturaleza de cada sacramento
y tiene un sentido teológico y normativo.
3. CONTRASTE PASTORAL
Escribe qué mínimos se debe exigir para iniciarse a ser cristiano, piensa en los jóvenes de
catequesis, en ti que ya lo llevas viviendo muchos años, según lo estudiado en esta primera
sesión:
• ...
• ...
• ...
Tarde te he amado
Tarde te he amado. Belleza siempre antigua
y siempre nueva. Tarde te he amado.
Y, he aquí que tú estabas dentro y yo fuera.
Y te buscaba fuera. Desorientado, iba corriendo
tras esas formas de belleza que tú habías creado.
Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo
cuando esas cosas me retenían lejos de ti,
cosas cuyo único ser era estar en ti.
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. ¿Qué realidad vemos en la iniciación a la fe :
a) ¿qué se dio en mí? y, o
b) ¿qué se está dando hoy?
– Muchos de nosotros no tuvimos un proceso de iniciación, puede ser que demos por
hecho lo que pretende hacer la iniciación cristiana como proceso, pero nos pregunta-
mos ¿lo hemos conseguido?
– ¿No estamos dando por hecho que todos los bautizados son ya cristianos?
4. ORACIÓN
Es verdad esta oración que vamos a rezar, pero debemos cooperar, para que no
sea lo que la primera parte de la oración dice, si no damos por supuesto que
todo lo hace el Espíritu, será verdad lo que la segunda parte rezamos.
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Todo nos habla de Dios. Pero no lo descubrimos fácilmente. Todo es sacramento de Dios... Pero nos
faltan ojos para ver más allá de la cosa, del acontecimiento, de las personas y de sus hechos.
Como adelanto del tema digamos “sacramentos” que nos hablen de Dios, de Cristo, del bautismo, de
la confirmación y de la eucaristía.
3. CONTRASTE PASTORAL
• ¿Qué hace eficaz el significado que dijimos al comienzo del tema, según lo estudiado?
• ¿Cómo potenciarlo?
4. ORACIÓN
Tiempo del Espíritu
No es hora del miedo y la soledad.
No es el tiempo de la dispersión.
No es el momento de hacer los caminos en solitario.
No es la época de la uniformidad.
No es el instante de la pregunta sin salida.
No son los días de desesperar.
Es la hora del Espíritu.
Es la hora de la comunión.
Es el tiempo de la verdad.
Es la llegada de la libertad.
Es la hora de quienes tienen oídos para oír.
Es la hora de quienes, tienen el corazón de carne y no de piedra.
Es el tiempo de los que adoran en Espíritu y Verdad.
Es el tiempo de los que creen y esperan.
Es el tiempo para los que se quieren hacer nuevos.
Es el tiempo para los quieren hacer lo nuevo.
Es ahora cuando todo es posible.
Es ahora cuando el Reino está en marcha.
Es ahora cuando merece la pena no volverse atrás.
Es ahora cuando podemos darnos la mano.
Es ahora cuando su voz grita.
Es ahora cuando los miedosos no tienen nada que hacer.
Es ahora cuando nuestra fuerza es el Señor.
Es ahora cuando nuestra fuerza es el Espíritu del Señor.
Es ahora cuando el Espíritu del Señor está sobre nosotros.
Es ahora el tiempo del Espíritu.
Es ahora cuando en la Iglesia Dios actúa en los sacramentos
lo que cada signo significa.
Es ahora cuando los creyentes pueden proclamar:
“Me ha enviado a vivir lo recibido entre mis hermanos”.
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. La Iglesia siempre usó de los símbolos para conocer y relacionarse con Dios.
Fijémonos en el valor que da la Iglesia a los signos en el catecumenado y
• ¿nosotros tenemos esa creatividad?,
• o ¿más bien vamos eliminando símbolos... y “recortando”?;
• ¿entendemos los símbolos nombrados y otros más que usamos en esos sacramentos?
3. CONTRASTE PASTORAL
Los signos fijados por la iglesia en los sacramentos son “palabra” que hablan de lo que Dios
hace. Significan y son cauces a través de los cuales Dios actúa siempre, son eficaces cuando
la persona acoge esa acción de Dios con fe.
Pero hay otros muchos más que la iglesia ha usado como hemos visto a través de la his-
toria.
¿Qué símbolos crees siguen siendo elocuentes de la acción de Dios y cuales deberíamos
explicar más?
Bautismo y confirmación
en la Edad Media
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Para una gran mayoría de los cristianos los sacramentos son una ocasión social de...
Para otros tienen motivos de
– Miedo
– Rutina
– Costumbre
– Necesidad de encuentro con Dios
¿Qué son para la iglesia los sacramentos?
¿Qué son para Dios?
Defienden la legitimidad del bautismo de niños según la doble línea de san Agustín: conexión entre
bautismo y pecado original, entre bautismo y fe de la Iglesia.
Organizan de forma sistemática los conocimientos relativos a estos dos sacramentos (Abelardo, Hugo
de san Víctor, Lombardo, Alejandro de Hales, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino).
Los escolásticos hicieron progresar a la teología del bautismo y la confirmación; desarrollaron el ámbito
de las cuestiones estudiadas, aquilataron los conceptos teológicos, delimitaron bien las cuestiones y
ofrecieron síntesis estructuradas, estables durante muchos siglos.
En síntesis: han creado una teología conceptual, que se expresa en símbolos conceptuales.
3. CONTRASTE PASTORAL
¿Qué deberíamos valorar más?
¿Qué debemos hacer?
4. ORACIÓN
Oración del Padre Nuestro
al Hijo mío
Hijo mío
que estás en el mundo.
Tú eres mi gloria
y en ti está mi Reino.
Eres mi voluntad y mi querer.
Te sostengo y mantengo cada día.
Te perdono siempre
para que sepas perdonar a los demás.
No temas:
yo te libraré de todo mal
y de tus dudas y tentaciones.
Amén.
Bautismo y confirmación
en la época moderna
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Parece que seguimos sin aclararnos:
• si bautizo de niños sí o bautizo de adultos...
• si confirmación antes o después del bautismo o después de la Eucaristía...
• si conversión antes o diferida...
• si...
Estemos atentos a la iluminación.
b) Trento no pretendió exponer toda la doctrina católica sobre los sacramentos de la iniciación y acaba
ofreciendo una síntesis, incompleta, que se convirtió en base obligada de todas las exposiciones de los
teólogos a partir de entonces, muchas veces a través de la versión dada por el Catecismo. La Contra-
rreforma no hizo autocrítica al oponerse a las doctrinas protestantes. La necesidad de hacer frente a
b) Los cambios habidos en el aspecto doctrinal, en forma de revisiones y recuperaciones, muchas ve-
ces como resultado de duras controversias, han sido profundos.
Buena parte del mérito corresponde a los estudios históricos. Aunque los teólogos escolásticos en su
mayoría mostraron poco sentido de la evolución histórica de la doctrina e instituciones cristianas, sur-
gió un grupo de investigadores que cultivaron con éxito la teología positiva. Contaban ahora con colec-
ciones de textos patrísticos, litúrgicos y canónicos que les facilitaban el acceso a las fuentes.
En el siglo XX se realizó una buena investigación histórica respecto a la iniciación cristiana, que sirvió
para establecer la originalidad de los misterios cristianos y descubrir las riquezas de la tradición. Estos
estudios fueron el motor de la renovación de la teología actual en este campo.
Algunas cuestiones básicas profundizadas son: relación entre fe y bautismo; práctica del bautismo de
los niños; unidad de los tres sacramentos de la iniciación cristiana y sus mutuas relaciones.
La teología del s. XX, dentro de su mirada antropológica, puso al servicio de una mejor comprensión
de los sacramentos de la iniciación cristiana los recursos que ofrecían el pensamiento filosófico moder-
no y las ciencias humanas.
A partir de los años setenta, se dejó sentir la influencia de algunas corrientes teológicas que tienen como
eje la preocupación social y la conciencia de la responsabilidad de los cristianos en la transformación
del mundo (teología de la liberación, la teología política y la teología de la esperanza). En el contexto
de estas teologías, el discurso sobre los sacramentos del bautismo y la confirmación ha aprendido a su-
brayar su dimensión de compromiso social y político y las exigencias éticas, que comportan.
Ha sido, sobre todo, un mejor conocimiento de las fuentes bíblicas, patrísticas y litúrgicas, y de las
tradiciones de las distintas Iglesias lo que ha contribuido a modificar las condiciones del discurso teo-
lógico en este campo. Han sido muy notables los estudios sobre la iniciación cristiana y su significado
en el NT.
Se ha abandonado la clave agustiniana, que lo contemplaba todo a través del prisma del pecado ori-
ginal, por una visión más equilibrada, integradora de todos los aspectos positivos que la reflexión ha
descubierto a lo largo de los siglos. La teología se ha enriquecido por la recuperación de temas tradicio-
nales que habían quedado arrumbados. Con la atención debida a la primacía de la acción de Dios por
Cristo en el Espíritu en el acontecimiento sacramental, la dimensión histórico-salvífica de la iniciación
recupera su lugar en la síntesis teológica: de simple medio de salvación pasa a ser acontecimiento sal-
vífico, comunión con el Misterio redentor. Al revalorizar su dimensión eclesial, la teología sitúa los
sacramentos de iniciación en su contexto connatural. Una mayor atención a los aspectos personalistas y
existencialistas estaba exigida por la fidelidad a la tradición de la Iglesia y a las preferencias del espíritu
moderno. Se han vuelto a plantear con rigor y profundidad las viejas cuestiones sobre: relación liber-
tad-gracia, papel de la fe en la justificación (en el bautismo), implicaciones éticas de los sacramentos de
la iniciación.
El Vaticano II incorporó en sus textos sobre sacramentos muchas de estas recuperaciones, refrendándo-
las con su autoridad. Además de los pronunciamientos doctrinales sobre el misterio de la liturgia (SC
Los reformadores (Lutero, Calvino, Zuinglio) han aportado mucha luz a los sacramentos,
que en aquel momento no se escuchó, por estar más atentos a las equivocaciones y a las
condenas, y a afirmar la verdad negada heréticamente por ellos.
También aportó mucha luz Trento.
• Antes se insistía en la necesidad del Bautismo para perdonar el pecado original,
y personales, el sacramento como medio de purificación, sanación, necesario para
salvarse.
• Hoy se pone el acento en el Bautismo que nos incorpora a Cristo, a su Cuerpo que
es la iglesia, la nueva vida que recibimos, como participación en la muerte y resu-
rrección de Cristo.
• ¿Qué acentos vives tú? ¿Y tú comunidad? ¿En qué debemos insistir más hoy? Pues
todo es verdad.
4. ORACIÓN
Alfarero
Ya antes de nacer eras mi Alfarero.
En el Bautismo me diste forma. Alfarero
Tú me has hecho, Señor, Tú el alfarero
de mi greda salobre y mi sequía.
Siento el trabajo de tus dedos, siento
rodar el barro, y tu suspiro escucho
aquí mismo, en los ojos, en el alma,
dentro del corazón, en cada dedo
de los pies; me vas naciendo. Aún
Tú me modelas; nunca
dejes de estar haciéndome, alfarero
de mi altura de sueños, de los días
que vendrán volanderos a mi frente.
Artífice de ayer, de mis raíces,
con tu barro celeste de hace siglos,
creador de mi hoy, hazme mañana.
¡Qué gozo estarse siempre entre tus manos!
Simbolismo de la
iniciación cristiana
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Hay apertura para captar los símbolos, pero también tenemos nuestras dificultades, sobre todo porque
la apertura a lo simbólico es fantasioso y mediático. Quien pasa un tiempo con un niño está todo el día
viviendo en un mundo imaginario: piratas, barbas rojas, negras, azules... barcos, castillos, princesas
encerradas, cocodrilos...
En una celebración comunitaria del sacramento del bautismo unos niños rodearon la pila bautismal.
Al sacerdote que presidía la celebración no le quedó más remedio que dialogar con los niños: ¿Estáis
todos bautizados?, sí, y ¿qué os hizo el bautismo?; y uno de unos 10 años contestó: Nos hizo cristia-
nos; ¡ah¡ y preguntó ¿qué es ser cristiano? (la pregunta era para nota y por eso hicieron silencio por
un momento), y entonces un pequeño de unos 4 años con fuerte voz dijo: “cristiano es un futbolista”.
Rompimos a reír.
a) Antes del rito central hay símbolos que expresan aspectos del misterio del bautismo:
– Rito de la renuncia a Satanás y adhesión a Cristo: presenta el bautismo como combate victorioso
sobre el pecado, pero especialmente como pacto (alianza nupcial) con Cristo.
– Unción prebautismal con óleo: ha sido interpretada como símbolo de alistamiento en la milicia
de Cristo, o como pertenencia al rebaño de Cristo o de inserción en el olivo verdadero, que es
Cristo: todo ello en virtud del bautismo.
– Rito del Effeta: remite al gesto del Jesús con el sordomudo y nos orienta a ver en el bautismo
nuestra apertura al misterio de la salvación.
– Despojamiento de las vestiduras: evoca la experiencia del primer Adán en el paraíso y la del
nuevo Adán en la cruz, que el creyente revivirá en el bautismo.
– Profesión de fe: recuerda al bautizando, en el umbral de su bautismo, la densidad histórico-sal-
vífíca del trascendental paso que está a punto de dar.
b) Después de la inmersión bautismal, algunos símbolos explicativos vienen a explicitar aspectos del
misterio que acaba de acaecer:
– Imposición de la vestidura blanca: es símbolo de la inocencia adquirida en el bautismo o del
vestido de gloria al que nos da derecho el sacramento recibido (vestidura de inmortalidad).
– Símbolo del cirio: remite al bautismo como iluminación (a la curación del ciego de nacimiento,
figura del bautismo, y a la parábola de las vírgenes con matiz escatológico).
– Unción con el crisma: recuerda al bautizado que el sacramento le ha configurado con Cristo
Sacerdote, Rey y Profeta y lo ha hecho miembro de un pueblo de sacerdotes, reyes y profetas.
– Acogida festiva de la comunidad: desvela la orientación eclesial que ha tenido, desde sus co-
mienzos hasta esta cálida culminación, todo el proceso de la iniciación.
4. ORACIÓN
Tú eres un Dios
en busca del hombre.
Tú, que nos creaste por amor
y por amor enviaste
a tu Hijo,
como el gran sacramento de tu amor,
sigues visitándonos
por los senderos de la vida
y de la historia
con los signos de tu presencia
y las citas de tu fidelidad.
Gracias a tu Espíritu,
que actualiza en el tiempo
las promesas de tu amor,
tu Palabra, que se hizo carne por nosotros,
se pone al lado de cada uno de nosotros,
y se ofrece al corazón de quien cree
en los signos sacramentales de la Iglesia.
Padre de la vida y de la alegría,
haz que en estos humilde acontecimientos,
celebrados por tu pueblo
obedeciendo a la voluntad de tu Cristo,
sepamos reconocer
el lugar de encuentro contigo,
donde el Espíritu nos hace partícipes
de las profundidades de tu amor
en la fragilidad de las obras
y de los días de nuestra vida
y el Señor Jesús nos deja seguirle
por el camino del servicio a los demás,
como pequeños sacramentos de nuestro amor,
hacia el encuentro último y total contigo.
Amén.
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Muchos recordamos, alrededor del Vaticano II, haber asistido, o celebrado bautizos en el baptisterio,
con poca luz, ya al oscurecer; los que asistían eran la abuela, que llevaba a la criatura a bautizar, al-
gún familiar y un puñado de chavales, hermanos o primos. Como testificación de este hecho es que
el padre iba al juzgado y ponía el nombre del hijo acordado en matrimonio, luego la abuela que iba a
bautizar la criatura ponía otro nombre, de ahí que ese hijo/a era conocido/a por un nombre, pero en el
juzgado o en la iglesia tenía otro.
¿Qué significa este hecho, más o menos común?
2. El simbolismo del acto central bautismal hace referencia al misterio pascual de Cristo. Muer-
te, sepultura, resurrección, pasando de la muerte (del pecado) a la vida.
6. Por el bautismo, la Iglesia Madre alumbra nuevos hijos. Se considera el baptisterio como
seno materno de la Iglesia. La relación Iglesia Madre-bautismo es tema frecuente en la catequesis
patrística e inscripciones de baptisterios. Hijos de la Iglesia se llama a los bautizados.
7. El bautismo une con Cristo y une a los bautizados entre sí en la Comunión de los Santos.
En el bautismo la incorporación a Cristo y a la Iglesia son inseparables: en un acto se hace uno
miembro de Cristo y de la Iglesia. Pertenecer a la Iglesia es la forma concreta de pertenecer a
Cristo.
9. El primer efecto del bautismo es la Iglesia. El bautismo hace nacer y crecer a la Iglesia por la
incorporación de nuevos miembros a ella. La comunidad se renueva, se regenera y se desarrolla a
través del bautismo. La Iglesia se autorrealiza como sacramento pascual.
10. La comunidad que nace del bautismo es una fraternidad. “Los miembros tienen la misma
dignidad por su nuevo nacimiento en Cristo, la misma gracia de hijos, la misma vocación a la
perfección, una misma gracia, una misma fe, un amor sin divisiones. Ante Cristo y ante la Iglesia,
por tanto, no hay ninguna desigualdad por razones de raza o nacionalidad, de sexo o condición
social” (LG 32).
4. ORACIÓN
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. A veces la ignorancia es muy peligrosa ¡cuánto han sufrido los Protestantes de las diversas confesio-
nes por parte de los católicos en España y los católicos en otros países donde la mayoría sea de otra
confesión cristiana! Descubre lo que nos une.
Recibimos el bautismo como rito que una vez recibido, “misión cumplida”. No gozamos de lo que
somos toda la vida presente y futura.
3. CONTRASTE PASTORAL
– ¿Tienes posibilidad de orar con cristianos de otras confesiones?
– ¿Qué te ha enriquecido más de lo dicho del bautismo?
– ¿Cómo vivir día a día la muerte y la resurrección del bautizado en unión sacramental
a Cristo?
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Es una suerte nacer en una familia, es una suerte pertenecer a una familia con varios hermanos, es
una suerte nacer en una familia unida, que se quiera, donde se aprenda a amar y servir a la sociedad.
Pero nada como nacer por el bautismo en la familia de la Santísima Trinidad; hemos sido creados para
ser hijos en el Hijo.
3. Fórmula trinitaria
Hoy todas las Iglesias la emplean en el momento del bautismo.
Hipólito, en la descripción que nos da del acto bautismal en su Traditio Apostolica (ca. 318), es el pri-
mer testigo de una práctica que conoció una gran difusión: “Que baje al agua y que el que le bautiza le
imponga la mano sobre la cabeza diciendo: ¿Crees en Dios Padre todopoderoso? Y el que es bautizado
responde: Creo. Que le bautice entonces una vez, teniendo la mano puesta sobre la cabeza. Que después
de esto diga: ¿Crees en Jesucristo, el Hijo de Dios que nació por el Espíritu Santo de la Virgen María,
que fue crucificado en los días de Poncio Pilato, murió y fue sepultado, resucitó al tercer día vivo de
entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra del Padre, vendrá a juzgar a los vivos y a
los muertos? Y cuando él haya dicho: Creo, que le bautice por segunda vez. Que diga otra vez: ¿Crees
en el Espíritu Santo y en la santa Iglesia y en la resurrección de la carne? Que el que es bautizado diga:
Creo. Y que le bautice por tercera vez” (c. 21).
Esta forma de realizar el acto bautismal estaba en uso también en otras muchas partes. No hay ninguna
indicación de que el ministro pronuncie una fórmula mientras bautiza. Al rito sacramental (en el cual el
ministro participa de manera activa) acompaña únicamente la confesión de fe del sujeto. La confesión
de fe y el gesto ritual de la inmersión-emersión son los dos únicos elementos constitutivos del signo
sacramental (la forma y la materia esenciales): la respuesta de fe del sujeto es parte integrante del signo
sacramental. El candidato hace su profesión de fe respondiendo a unas preguntas del ministro: la fe
que profesa es la fe que ha recibido de la Iglesia en el catecumenado; su contenido coincide con el del
símbolo de la fe. A la luz de lo dicho se comprende que Ireneo diga que “el bautismo, que es nuestro
nacimiento nuevo, se hace por medio de estos tres artículos”: son los tres artículos del símbolo o regla
de la fe. Se explica también la expresión symbolo baptizare que encontramos en san Cipriano: con el
mismo derecho con que hablamos de bautizar en agua podemos hablar de bautizar en el símbolo. Esta
manera de bautizar subraya la importancia de la fe en el bautismo. El bautismo aparece realmente como
el sacramento de la fe.
En algunas Iglesias, a cada una de las tres preguntas, respuestas e inmersiones el ministro empezó a
añadir una fórmula de estructura trinitaria en la que se hacía referencia explícita al acto de bautizar. La
fórmula aparece también en Iglesias que o no conocieron la costumbre de las tres preguntas-respuestas
o la habían perdido. Llega un momento en que la fórmula trinitaria se hace universal. En los autores
de la época que comentan la fórmula se advierte que ésta responde a tres preocupaciones: asegurar una
mayor fidelidad al mandato del Señor en su expresión evangélica; explicitar la naturaleza del acto sa-
cramental que se está realizando; y proclamar la Trinidad como origen y causa del bautismo.
La fórmula se presenta bajo dos formas: activa (Yo te bautizo...) y pasiva (Fulano es bautizado...). Ge-
neralmente la forma pasiva es propia de la liturgia oriental, y la forma activa, de la occidental.
Los Santos Padres, cuando se refieren a la mención de las tres Personas de la Trinidad en el momento
del bautismo, hablan de invocaciones a la Trinidad. La expresión “en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo” designa a aquel que concede los bienes del bautismo: el nuevo nacimiento, la
renovación, la inmortalidad, la incorruptibilidad, la impasibilidad, la liberación de la muerte, de la ser-
vidumbre y de todos los males, el gozo de la libertad y la participación en los bienes futuros y sublimes.
2. La fe del bautismo
La participación humana en el bautismo estriba principalmente en la fe del sujeto que es bautizado: su
adhesión personal y libre a la Palabra salvífica que le viene dada por la Iglesia a través del bautismo. Es
adhesión de toda la persona (mente, corazón y voluntad) a la Persona de Jesucristo.
5. La fe personal es la fe eclesial. Llega a los individuos por medio de la Iglesia; tiene a la Iglesia
como intérprete; nos incorpora a la Iglesia, comunidad de fe.
7. La catequesis patrística llama fideles (creyentes) a los bautizados. Trento cita “el sacramento
del bautismo, que es sacramento de la fe sin la cual no es posible justificarse”. El tema de la re-
lación fe-bautismo es importante hoy cuando la teología valora la conciencia individual y a la
libertad y responsabilidad personal en el ámbito de los sacramentos.
10. Esta fe previa es respuesta de acogida a la oferta salvífica divina; es adhesión a la Palabra. La
tradición, siguiendo la Escritura, entiende la fe como efecto de la unción del Espíritu Santo, que
está actuando ya en este estadio del proceso.
11. La triple profesión de fe del candidato, junto con la triple inmersión-emersión, constituye el
rito nuclear del bautismo: la confesión de fe y el gesto simbólico constituyen un único acto sacra-
mental. El acto de fe es vital para constituir el signo sacramental. Bautismo y fe son el exterior y
el interior de una misma realidad. El símbolo resultante constituye la forma expresiva más plena
y perfecta de la fe.
Gloria a Dios
Gloria a Dios en el Cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias.
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre:
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros:
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Estamos bautizando a los niños, que no tienen pecado personal, y las personas han perdido el sentido
del pecado. No es algo importante en el bautismo el perdón de los pecados, más bien que: somos he-
chos hijos de Dios, miembros de la iglesia, llamados a ser hijos en el Hijo... a lo más, perdonados del
pecado original que nadie sabe que es.
5. Iluminación
El NT concibe como una iluminación la vocación al cristianismo (cf. 2Cor 4,4.6; Ef 1,18; 2Tim 1,10) y
llama a los cristianos luz (Ef 5,8; cf. Mt 5,14-16), luminarias (Flp 2,15), hijos de la luz (Ef 5,8; 1Tes 5,5:
cf. Le 16,1; Jn 12,35-36), iluminados (Heb 6,4; 10,32). Esta condición la adquieren en el bautismo, que
marca el momento del paso del reino de las tinieblas al reino de la luz (cf. Col 1,12-13; 1Pe 2,9). En
Heb 6,4 y 10,32 la expresión iluminados aparece en contexto bautismal.
La tradición atribuye esta iluminación al bautismo y la convierte en un término para significar este sa-
cramento. La curación del ciego de nacimiento (Jn 9), figura del bautismo cristiano, les permite hablar
de este efecto bautismal. En el bautismo la luz divina penetra en el ser del cristiano transformándolo en
luz en el Señor. A los recién bautizados llaman recién iluminados y les saludan como astros resplan-
decientes. La fuente de donde llega esta iluminación unas veces es Dios (luz inaccesible), otras Cristo
(brillantísimo Iluminador), otras el Espíritu Santo (luz y donador de luz).
La tradición contempla la realidad salvífica comunicada en el bautismo (vida nueva, gracia...) bajo la
metáfora de la luz. La fe, que ejerce una función activa en el bautismo, se ve afectada por la acción del
sacramento. Cabe hablar de la fe como efecto del bautismo.
En el NT, que sólo contempla bautismos de adultos conversos, no se baraja la hipótesis del bautismo
confiriendo la primera infusión de la fe (como en el caso del bautismo de niños), pero sí se atribuye al
bautismo, por la gracia de Dios y el don del Espíritu que comunica, el fortalecimiento de la fe, su con-
sagración, su eficacia; se reconoce al bautismo cierta anterioridad respecto del desarrollo de la fe (cf.
Gál 3,26-27; 1Cor 12, 9-13: Ef 1,13; 2Cor 1,20-22.24; Heb 6,4; 10,19-23).
La tradición ha expresado esta idea de muchas formas. Se afirma que en el bautismo se otorga la fe.
“Por el bautismo... una luz pura y celestial brilla en las almas de quienes se han comprometido, a cau-
sa de su fe en la Trinidad”. Se puede decir que el bautismo es sacramentum fidei en sentido análogo
a como la Eucaristía es el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo. A la pregunta: “¿Qué pides a la
Iglesia de Dios?”, unos rituales responden: “La fe”, y otros: “El bautismo”. El recurso a la categoría de
virtud infusa de la fe permitió a la teología escolástica afirmar como un efecto del bautismo, incluso en
el caso de niños, la infusión de la virtud de la fe.
La metáfora del sello sugiere la idea de que en el bautismo la fe queda autentificada, atestada y confir-
mada, como un documento que recibiera la firma de la Iglesia y de las tres Personas de la Trinidad. La
fe sería informe y vaga hasta que no haya sido fijada y corroborada por el bautismo. Según san Efrén,
el bautismo es a la fe lo que el nacimiento a la concepción. Gracias al bautismo, la fe recibe como un
complemento: “Nuestra fe, que hasta ahora era una fe desnuda, por el sello del bautismo recibe una
especie de vestidura”. “La fe recibe del bautismo su perfección”.
2. El primer efecto es el perdón del pecado. Es sinónimo de redención (cf. Ef 1,7; Col 1,14).
Aparece en los primeros relatos bautismales (cf. Hch 2,38; 22,16). Los símbolos dicen: “Confe-
samos un solo bautismo para el perdón de los pecados”.
4. Jesús habla a Nicodemo (cf. Jn 3,3-7) de la necesidad de nacer de nuevo para entrar en el reino
de Dios. Los cristianos son hijos de Dios, porque han nacido de Dios (cf. Jn 5,1-2). Rom 8,23
habla de “adopción filial”, que puede traducirse por el término filiación (divina).
5. La filiación divina llevó a los Padres a afirmar la divinización del cristiano por el bautismo. El
bautizado, al participar de la filiación natural de Cristo, participa de la plenitud de la divinidad
que reside en él. Pero el Hijo posee la divinidad por naturaleza; el bautizado, por gracia (pero
divinización real).
Iluminación
8. El NT concibe como una iluminación la vocación al cristianismo y llama a los cristianos luz,
hijos de la luz, iluminados. La tradición atribuye esta iluminación al bautismo y la convierte en
un término para significar este sacramento. En el bautismo la luz divina penetra en el ser del cris-
tiano transformándolo en luz en el Señor.
4. ORACIÓN
Alfarero
Tú me has hecho, Señor, Tú el alfarero
de mi greda salobre y mi sequía.
Siento el trabajo de tus dedos, siento
rodar el barro, y tu suspiro escucho
aquí mismo, en los ojos, en el alma,
dentro del corazón, en cada dedo
de los pies; me vas naciendo. Aún
Tú me modelas; nunca
dejes de estar haciéndome, alfarero
de mi altura de sueños, de los días
que vendrán volanderos a mi frente.
Artífice de ayer, de mis raíces,
con tu barro celeste de hace siglos,
creador de mi hoy, hazme mañana.
Siempre re-haciéndome, siempre re-creándome;
siempre perdonándome, empezando de nuevo
¡Qué gozo estarse siempre entre tus manos!
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. La configuración con Cristo es de las realidades más ricas. Hemos sido creados para ser hijos en el
Hijo, para estar con él, para ser como él sacerdotes, profetas y reyes.
Pero el Pueblo de Dios, en términos generales no lo conoce, ni se le ayuda a vivir qué es ser sacerdote,
profetas y rey.
7. Sello y carácter
Desde que se empieza a hablar de bautismo, aparece vinculado a expresiones como sphragis, sigillum,
character..., que indican que en el bautismo el bautizado queda como marcado por una impronta. Esta
conexión entre el bautismo y la idea de una impronta ha evolucionado; en Occidente, cristalizó en la
doctrina del carácter sacramental, y ha sido objeto de profundas reflexiones teológicas y de pronuncia-
mientos del magisterio.
La metáfora de la impronta o marca con sentido religioso aparece en el AT. En Gen 4,15 y Ez 9,4 se
presenta como una garantía de la protección divina (cf. Ap 9,4). En este sentido es interpretada por la
tradición la señal de la sangre del Cordero en la jambas y dinteles de las puertas de las casas hebreas,
que forma parte de una de las figuras veterotestamentarias del bautismo cristiano, el Éxodo de Egipto.
En cambio, la marca de la circuncisión se interpretó como signo de pertenencia al pueblo de la Alianza.
En el NT el verbo sphragizô aparece en contexto bautismal en 2Cor 1,22, Ef 1,13; 4,30 y Ap 7,2-8. Se
9. Seguridad y optimismo
El bautismo instala al creyente en una situación de seguridad y optimismo. Vivir en la alegría y en la
intimidad con Dios, una vida sin miedos, en libertad; son algunos aspectos de la nueva condición creada
por el sacramento.
Sello y carácter
2. El bautismo aparece vinculado a expresiones que indican que el bautizado queda como marca-
do por una impronta. Esta conexión cristalizó en la doctrina del carácter sacramental.
3. En el AT la metáfora de la impronta o marca tiene dos sentidos: garantía de la protección di-
vina y signo de pertenencia al pueblo de la Alianza. En el NT el verbo sellar/marcar aparece en
contexto bautismal en 2Cor 1,22. La doctrina posterior de un carácter indeleble impreso en el
alma busca el fundamento en esos textos.
4. La tradición habla de sello (sphragis), convirtiéndolo en un nombre del bautismo. En la pa-
trística la expresión se refiere al bautismo en su conjunto. Se distingue en el bautismo entre la
realidad, indestructible, de la acción de Dios y los efectos de gracia, que pueden frustrarse. Se
identifica esta realidad indestructible con el sello (sphragis).
5. La marca divina es también signo de elección y de pertenencia, garantía de la protección de
Dios y manifestación de la irreiterabilidad del bautismo. En estos términos estamos ante una doc-
trina común, universal y constante.
6. San Agustín distingue dos efectos del bautismo: 1) animación plena por el Espíritu, la gracia:
efecto que puede perderse; 2) consagración a Dios e incorporación a la Iglesia: efecto duradero.
A este efecto lo llamó carácter.
7. En la Edad Media empezaron a emplear el término carácter como una señal espiritual (per-
sonal e individual) indeleblemente impresa en el alma por el sacramento. Para santo Tomás, el
carácter es signo de la gracia, título exigitivo para recibir o recuperar la gracia bautismal. Es a la
vez signo distintivo y configurativo y es la causa de la irreiterabilidad del bautismo.
3. CONTRASTE PASTORAL
¡Qué títulos para una vida!:
• Vida en Cristo
• Sello y carácter para siempre
• Sacerdotes, reyes y profetas
• La parresía del bautizado
• La alegría del bautizado
¿Qué es necesario profundizar?
¿Qué es necesario ayudar a vivir?
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Vamos aceptando y viviendo el bautismo no como un acontecimiento aislado, sino con permanencia
durante toda la vida del bautizado. El Bautismo fundamenta y por eso determina el modo de vivir de
todo cristiano, según el modo de vivir de Jesús con quien nos identificamos.
Si esto es así, nos preguntamos ¿qué exigencias se derivan del bautismo?
1. “Conservar el bautismo”
La primera exigencia del don del bautismo es conservarlo intacto. Es la consigna que aparece en los
documentos bautismales de los primeros siglos. La exhortación se repite insistentemente y con apremio.
Hay que poner en conservar el don recibido el mismo empeño que se ha puesto en alcanzarlo. El rito
de la vestidura blanca se presta para una metáfora muy hermosa: hay que conservar hasta la muerte la
blancura, el brillo y el esplendor de la vestidura bautismal. Se recuerda que en el bautismo nos ha sido
dado todo en depósito; que algún día habremos de dar cuenta de nuestra gestión y que la fidelidad se
verá recompensada con nuevos favores.
Esta obligación de conservar el bautismo fue asumida en las promesas, pactos y contratos contraídos en
el bautismo; no cumplirlos sería faltar a la palabra dada. La irreiterabilidad del bautismo es un motivo
añadido para urgir la fidelidad al único bautismo (unum baptisma, un solo bautismo).
Se ofrecen a los bautizados diversos medios para asegurar esta fidelidad: vigilancia, oración, obras de
misericordia, integridad de vida... La fe nos invita a recordar que fuimos bautizados: la conmemoración
del bautismo como medio para mantener viva la conciencia bautismal puede tener diversas formas, por
ejemplo, la celebración de la vigilia pascual con la renovación de las promesas bautismales, la liturgia
de la semana de Pascua, la aspersión del agua al comienzo de la eucaristía...
2. El combate cristiano
La participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo significó para el bautizado la victoria
sobre Satanás y la liberación de la esclavitud del pecado. El hombre que surgió de las aguas bautismales
era libre, como libre era el pueblo que emergió de las aguas del mar Rojo. Mas para ambos aquello fue
sólo inicio: la liberación plena vendría después de mucho caminar y bregar.
También para el bautizado el combate contra las fuerzas del mal debe continuar, porque el enemigo si-
gue al acecho. Los Santos Padres afirman que después del bautismo arrecia sus ataques. Lo mismo que
para Jesús, que fue tentado después de su bautismo, el bautismo inaugura también para el cristiano una
vida de lucha contra el pecado, que sólo cesará con la muerte.
El ideal de un bautizado es vivir sin pecar. Como expresión de este ideal, la catequesis patrística propo-
nía a los neófitos las palabras de Jesús al paralítico curado, figura del cristiano bautizado: “No peques
más” (Jn 5,14). Desde la perspectiva del bautismo como una alianza, el pecado sería una idolatría, es
decir, adorar a otro dios. Desde la perspectiva del bautismo como matrimonio espiritual entre Dios y el
alma, el pecado del cristiano reviste la gravedad del adulterio. La estrategia de Satanás (cf. Mt 12,43-45;
Lc 11,24-26) les sirve para poner en guardia a sus catecúmenos contra los asaltos del demonio.
La conversión, requisito para la plena eficacia del bautismo, es un proceso de cambio total de estilo de
vida, que debe seguir inspirando toda la existencia del cristiano hasta su muerte. Deberá ir despojándose
del hombre viejo día a día; combatiendo al demonio, muriendo cada día (1Cor 15,31). Lo que acaeció
en el bautismo una vez para siempre, la paradoja cristiana exige que vuelva a hacerse cada día. La ascé-
tica cristiana es el bautismo continuado y vivido en la cotidianidad.
Pero el combate del cristiano con Satanás después del bautismo presenta un sesgo diferente debido a la
3. Vivir en Cristo
Aquella primera experiencia del misterio de Cristo en el bautismo por la que “los bautizados han unido
su existencia con la de Cristo en una muerte como la suya” (RICA y RBN 6) deja a éstos marcados de
por vida con una impronta cristológica; la referencia básica de la vida cristiana será en adelante la refe-
rencia a Cristo y a su Acontecimiento. La espiritualidad del bautizado tiene que ser ante todo cristiana:
bajo la influencia de Cristo, de su vida, gracia, Espíritu y misión. Esto quiere decir que la vida cristiana
deriva su rasgo básico de la experiencia bautismal. El misterio pascual vivido por vez primera en el
bautismo se ha convertido en el fundamento de la vida cristiana.
Los dos textos paulinos sobre el bautismo como participación en la muerte y resurrección de Cristo
(Rom 6,2-6 y Col 2,9-15) van seguidos de dos exposiciones del código de vida cristiana (Rom 8,1-39
y Col 3,1-4,6). La configuración ontológica y objetiva con la muerte-resurrección de Cristo en el bau-
tismo debe ir consolidándose, reforzándose, profundizándose y enriqueciéndose progresivamente por
la participación en la vida sacramental de la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía, y por la práctica de la
vida cristiana por la cual “llevamos la muerte de Cristo en nuestro cuerpo” (2Cor 4,10). Se supone que
el bautizado vive la Pascua de Cristo cada vez más real y plenamente.
Quienes en el bautismo se han revestido de Cristo (cf. Rom 13,14; Gál 3,27) están obligados a seguir a
Cristo. El seguimiento de Cristo es una exigencia del bautismo. La transformación operada por el Espí-
ritu en la humanidad de Cristo debe ser apropiada por cada uno de sus miembros.
Por el bautismo nuestra vida ha pasado a ser propiedad de Cristo; liberados de la esclavitud del pecado,
hemos sido puestos bajo el dominio de Cristo, a quien reconocemos como Señor; nuestra vida está a su
servicio: “Debemos servir a aquel a quien ya hemos empezado a pertenecer”.
“Conservar el bautismo”
2. La primera exigencia del bautismo es conservarlo intacto. En el bautismo se nos ha dado todo
en depósito; un día responderemos de nuestra gestión y la fidelidad será recompensada. La obli-
gación de conservar el bautismo fue asumida en las promesas, pactos y contratos contraídos en
el bautismo. La irreiterabilidad del bautismo urge la fidelidad al don recibido.
El combate cristiano
3. La participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo significa para el bautizado
la victoria sobre Satanás y la liberación del pecado. El hombre que surge de las aguas bautismales
es libre. Pero esto es sólo inicio: la liberación plena exige caminar y luchar.
4. La conversión es un proceso de cambio de estilo de vida que debe inspirar la vida cristiana has-
ta la muerte. Deberá ir despojándose del hombre viejo día a día, muriendo cada día (1Cor 15,31).
Lo que acaeció en el bautismo una vez para siempre exige que vuelva a hacerse cada día. La vida
cristiana es el bautismo continuado y vivido en la cotidianidad.
Vivir en Cristo
6. La experiencia del misterio de Cristo en el bautismo marca a los bautizados con una impronta
cristológica; la referencia cristiana es Cristo y su Acontecimiento. Quien en el bautismo se ha
revestido de Cristo debe seguir a Cristo. El seguimiento de Cristo es una exigencia del bautismo.
Por el bautismo nuestra vida es de Cristo; liberados de la esclavitud del pecado, hemos sido pues-
tos bajo el dominio de Cristo; nuestra vida está a su servicio, porque pertenecemos a él.
Tensión escatológica
13. El bautismo, que hace de nosotros ciudadanos del cielo, nos obliga a añorar el disfrute pleno
de los bienes celestiales que anticipada e incoativamente nos adelanta. Nos invita a obrar en todo
como conviene a la morada y ciudadanía del cielo; a convertir nuestra vida actual en vida angé-
lica, conformando nuestra conducta con las costumbres del cielo; a realizar obras dignas de la
nueva ciudad.
4. ORACIÓN
El sacramento de la Confirmación
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Hoy somos muchos sacerdotes los que recibimos peticiones de jóvenes que vienen a confirmarse
porque otros sacerdotes les exigen la confirmación para casarse, para ser padrinos ¿qué os parece?
Según el sentir mayoritario de los exegetas, no se puede afirmar categóricamente que la imposición de
manos que se menciona en Hch 8,4-20 y 19,1-7 como signo de comunicación del Espíritu después del
bautismo fuera ya un gesto ritual regular del proceso iniciático de la época apostólica
La reflexión teológica empieza a tomar cuerpo cuando, en Occidente, se separan los sacramentos de la
iniciación. Se acuña el nombre “confirmación” para designar ese núcleo ritual y distinguirlo del bau-
tismo. Los teólogos preguntan: ¿Cuál es el efecto específico de la confirmación; qué pasa con los bau-
tizados que mueren sin haberla recibido? Se multiplican, sobre todo en Oriente, los elogios del crisma.
Se menciona la confirmación a la par con otros sacramentos, como el bautismo y la Eucaristía, equipa-
rándola a veces con ellos en cuanto a su eficacia. Es frecuente la analogía entre la bendición del crisma
y la consagración del pan y vino eucarísticos. Cuando se empezaron a elaborar listas de sacramentos,
la confirmación estuvo presente desde el principio. La teología ortodoxa coincide con la católica en este
punto, por lo menos desde el s. XIII.
No hay ninguna acción o palabra de Jesús que pueda interpretarse como expresión de su voluntad de
instituir este sacramento, por ello, la teología recurre a otros caminos para salvar el principio dogmático
de que todos los sacramentos han sido instituidos por Cristo. La explicación más generalizada parte de
la noción de la Iglesia como protosacramento: al instituir la Iglesia, Cristo instituyó radical e implícita-
mente los siete sacramentos, que serían como desmembramientos del sacramento radical u original. Hay
quien entiende la institución de este sacramento como implícita en la institución del bautismo.
Nunca se ha considerado este sacramento necesario para la salvación escatológica, pero tampoco se
puede decir que sea opcional, porque su recepción es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal
(CEC 1285) y para asegurar, con el bautismo y la Eucaristía, las estructuras básicas que constituyen el
ser cristiano: es esencial para la iniciación cristiana plena.
2. En las Iglesias donde existían ritos posbautismales relacionados con el Espíritu Santo resaltan
la virtualidad específica de esos ritos respecto al bautismo: comunican el Espíritu Santo.
5. Occidente, que separa estos sacramentos, designa con el término “confirmación” ese núcleo
ritual para distinguirlo del bautismo. Se menciona la confirmación junto a bautismo y Eucaristía.
Aparece la analogía entre bendición del crisma y consagración del pan y vino.
7. Nunca se ha considerado este sacramento necesario para la salvación escatológica, pero su re-
cepción es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal (CEC 1285) y para asegurar, con el
bautismo y la Eucaristía, las estructuras básicas que constituyen el ser cristiano: es esencial para
la iniciación cristiana plena.
11. Hay diversos modelos de articulación de los sacramentos de la iniciación: Confirmación in-
mediatamente después del bautismo por el obispo o por el presbítero; Confirmación por el obis-
po, “cuanto antes”, después del bautismo por el presbítero; Confirmación por el obispo antes o
después de la primera comunión; Confirmación por el obispo antes de la primera comunión y
un sacramental para recalcar el compromiso personal de fe, ante la comunidad, al final de los
estudios...
Hoy
Hoy el Señor
sigue pronunciando palabras
para ti y para mí,
como un día las pronunció para Moisés:
No destruyas nada;
no utilices ni te aproveches de nadie;
no engañes a nadie,
porque el otro, sea quien sea,
es mi hijo, es mi hija,
hechos a mi imagen y semejanza.
Dimensiones histórico-salvíficas
de la confirmación
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. En la sesión anterior vimos que la Confirmación a veces es pensada en razón de otros sacramentos.
También hay cristianos que reciben la Confirmación para bien personal: ser llenos del Espíritu, más
perfectos miembros de la Iglesia...
¿Qué te parece?
1. La dimensión cristológica
La confirmación, como todo sacramento, encuentra su fundamento y razón de ser en el misterio de
Cristo.
La confirmación es sacramento de la Pascua y, por tanto, la reflexión teológica sobre la confirmación
debe desarrollar la dimensión cristológica para ser integral.
A esta dimensión dirigen nuestra atención dos símbolos de la confirmación: la unción y la signación.
A ella nos orienta también la tipología: la unción de sacerdotes, reyes y profetas del AT, que nos remite
a la unción de Cristo.
Estos símbolos indican que este sacramento, como todo sacramento, es celebración conmemorativa
(memorial) del misterio de Cristo. La unción posbautismal, en la tradición, se contempla en relación con
la unción de Cristo. En la vida de Cristo el NT y la tradición señalan diversas unciones del Espíritu: en
la Encarnación, después del bautismo, en la Resurrección.
Cada unción presenta dos vertientes: por una parte, en cada unción, Cristo en su humanidad es engen-
drado por el Padre (es constituido Hijo); en los tres casos escucha la voz del Padre: “Hoy te he engen-
drado”. Pero también en los tres casos es ungido por el Espíritu para su misión, para el cumplimiento de
su función mesiánica, proclamado e investido como Mesías, ungido como Profeta del Altísimo (Testigo
del Padre), Príncipe de la paz, Sumo Sacerdote de la nueva alianza (la función profética, sacerdotal y
regia están presentes desde el comienzo de su existencia terrena).
La unción del Jordán fue como una anticipación figurativa y profética de la unción definitiva que reci-
biría del Espíritu en la muerte-resurrección: de una manera incoativa en la Encarnación, de una manera
figurativa en el Jordán, de manera plena en la Pascua. En cada unción es lleno del Espíritu para que
pueda ser dador del Espíritu.
En este sacramento la configuración y participación en las distintas unciones de Cristo (y en su misterio
total) es, en su segunda vertiente, de cara a la misión. Esta vertiente se manifiesta sobre todo en la unción
del Jordán: Por eso la tradición subraya preferentemente la analogía de la confirmación con la unción
del Jordán.
A esta unción hace referencia la signación con la señal de la cruz, símbolo de la muerte redentora.
La confirmación es acontecimiento salvífico porque en ella se actualiza el misterio redentor de Cristo
y permite al confirmado una comunión-participación en ese misterio: en el misterio total de Cristo, es-
pecialmente en el misterio pascual de su muerte y resurrección. Se trata de una nueva comunión con el
misterio de Cristo: una intensificación y reforzamiento de esta comunión habida ya en el bautismo; una
participación más plena en el misterio redentor.
Como resultado de esta nueva experiencia pascual, se produce una mayor unión con el Ungido, una
mayor semejanza: los confirmados “se configuran más perfectamente, más plenamente, con Cristo”.
Adquieren derecho pleno al nombre de cristiano por esta mayor configuración con el Ungido por anto-
Dimensión cristológica
2. La confirmación tiene su raíz en el misterio de Cristo. Es sacramento de la Pascua. Es memo-
rial del misterio de Cristo como indican los símbolos de la unción y la signación. En la confir-
mación la configuración y participación en las unciones de Cristo es para la misión.
3. La confirmación es acontecimiento salvífico, que actualiza el misterio redentor de Cristo y
permite una comunión-participación más plena en ese misterio: sobre todo en el misterio pas-
cual. La imagen de Cristo impresa en el bautismo se enriquece: refuerza los trazos, perfecciona
los rasgos, mejora la semejanza. Occidente ha concretado esta idea en el concepto de carácter
indeleble impreso en el alma por la confirmación.
4. ORACIÓN
La gracia de la confirmación
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. A veces creemos que la confirmación es solo confirmar a fe, por parte del joven confirmante, que de
niño suplieron sus padres, y ahora ya más adulto confirma la fe, es también y sobre todo don del Es-
píritu que plenifica la riqueza de dones recibida gratuitamente de Dios en el bautismo.
4. El “carácter” de la confirmación
Trento declaró que la confirmación, como el bautismo y el orden, “imprime un carácter en el alma, es
decir, una señal espiritual e indeleble, por cuya razón no se puede reiterar” (DS 1609; cf. 1767). La doc-
trina tardó en elaborarse. Hubo dos pasos en este proceso:
1º. Cuando se afirmó que el don otorgado por la unción es de naturaleza perdurable: permanece aun
después de perder la gracia por el pecado. Veían unos un indicio en el simbolismo del aceite que
impregna y se adhiere al objeto; otros, en la tipología de la unción de Jesús en el Jordán: el Espí-
ritu se posó sobre él para quedarse (lugar tópico de la teología patrística del Bautismo de Jesús).
2º. La doctrina de la irreiterabilidad de la confirmación. La Escolástica, para explicarla, elaboró la
doctrina de un carácter indeleble impreso en el alma por la confirmación, semejante a la que
elaboró sobre el bautismo. Le atribuyeron, primero, unos efectos ontológicos (porque afectan
profundamente al sujeto): lo entendieron como una nueva configuración con Cristo y como
un nuevo signo de pertenencia a él; y, al mismo tiempo, como el sello de una más profunda
inserción en la Iglesia. Le atribuyeron, en segundo lugar, otro aspecto: el de hacer partícipe
en la función de Cristo y de la Iglesia (hoy hablamos de hacer partícipe en la triple función
mesiánica). En el concepto del carácter han terminado por articularse todas las dimensiones
del sacramento.
3. CONTRASTE PASTORAL
Enumera los dones recibidos en el bautismo, perfeccionados, plenificados en la
confirmación.
4. ORACIÓN
Exigencias de la confirmación
1. NUESTRA REALIDAD
1. Lectura del evangelio del día.
2. Nuestra realidad es que después de la confirmación se alejan de la iglesia casi todos los confirmados.
Se hace verdad lo del chiste: Reunidos el Consejo Pastoral delibera qué hacer con las palomas, dañan
el tejado, crean mucho estiércol, deciden matarlas por la noche con linterna... Pero el temor de los
ecologistas les hace desistir, bueno, pero podían cogerlas y en sacos soltarlas cerca de Madrid, ...pero
volverían, por fin es aceptada la propuesta de uno que es que venga el obispo y las confirme, porque
así no volverán a la Iglesia, sobre todo si no se les ofrecen cauces de continuidad. Ahí está la Pastoral
Juvenil, los Movimientos apostólicos: JEC, MJRC, JOC...
2. Responsabilidades de adulto
Por la gracia de la confirmación el bautizado ha llegado a la madurez de la edad adulta. Ahora bien,
cuando la persona llega a la madurez, empieza a colaborar con los demás; hasta entonces ha vivido
como individualmente, para sí. Lo propio de la edad adulta es abandonar el egocentrismo de la infancia
y empezar a pensar en los demás; no contentarse sólo con recibir, sino comprometerse también a dar;
abrirse al mundo de los demás. Es la edad en que uno busca empleo y se pone a trabajar; y empieza a
sentirse corresponsable de la marcha de la sociedad. Es también el momento de empezar a tomar deci-
siones responsables. El adulto tiene poder de decisión y lo ejerce.
Las exigencias de la confirmación funcionan en ambas direcciones: por una parte, obligan a abrirse a los
demás, porque la orientación individualista de la vida cristiana está reñida con la gracia de la confirma-
ción; por otra parte, reclaman al confirmado que actúe en la vida de la comunidad y en la sociedad con
responsabilidad de persona adulta.
Empezando por la comunidad eclesial. En la celebración se le recordó que la confirmación le compro-
mete en adelante a “contribuir a que la Iglesia, Cuerpo de Cristo, alcance su plenitud” (RC 23) y a “ha-
cerla crecer en el mundo por medio de sus obras y de su amor” (RC 43). Se espera de él que en el futuro
se sienta responsable de la edificación de la Iglesia y se preocupe de contribuir a su crecimiento. Una
forma de responder a sus nuevos compromisos es participar en las tareas y acciones de la comunidad,
poniendo al servicio de ella los carismas recibidos.
6. El recuerdo de la confirmación
Este sacramento es irrepetible, porque está llamado a permanecer en el confirmado como un venero
4. El confirmado debe dejar que el Espíritu continúe en él la labor iniciada en el bautismo, re-
produciendo los rasgos de la imagen de Cristo; debe acoger el testimonio que el Espíritu da en
su interior, para vivir intensamente, en Cristo y con Cristo, la filiación divina.
7. El testimonio de vida del confirmado es básico. Debe cumplir su misión profética en el mun-
do por la santidad de su vida y ser fermento de santidad en el mundo por sus buenas obras.
8. Su vida y su obra, realizadas según el Espíritu, son culto espiritual para gloria de Dios y
salvación de las personas y consagran el mundo a Dios. El confirmado, por su más plena confi-
guración con Cristo Sacerdote, debe participar activamente en las celebraciones litúrgicas de la
Iglesia.
10. El confirmado está capacitado para las tareas asignadas porque participa de forma nueva en
la misión de Cristo y en la gracia del Espíritu con la que fue ungido. Su vida toda está asentada
en la parresía.
11. Anunciador del Reino. Por el nuevo impulso recibido, debe manifestarse en la vida del
confirmado una orientación más decidida hacia las realidades definitivas. Por la tensión escato-
lógica que vive se convierte en testigo del Reino.
12. La confirmación es irrepetible, debe permanecer en el confirmado como una fuente de forta-
leza. La marca que imprime en el alma es imborrable. A la indisolubilidad del sacramento debe
corresponder la perseverancia del confirmado.
4. ORACIÓN
Juntos en tu búsqueda
Aquí estamos, Señor Jesús: juntos en tu búsqueda.
Aquí estamos con el corazón en alas de libertad.
Aquí estamos, Señor, juntos como amigos. Juntos.
Tú dijiste que estás en medio de los que caminan juntos.
Catecismo
Bautismo
• Los sacramentos de la iniciación cristiana (1212)
• El sacramento del Bautismo (1213)
• El nombre de este sacramento (1214-1216)
• El Bautismo en la economía de la salvación (1217-1228)
• La celebración del sacramento del Bautismo (1229-1245)
• Quién puede recibir el Bautismo (1246-1255)
• Quién puede bautizar (1256)
• La necesidad del Bautismo (1257-1261)
• La gracia del Bautismo (1262-1274)
• Resumen (1275-1284)
Confirmación
• El sacramento de la Confirmación (1285)
• La Confirmación en la economía de la salvación (1286-1292)
• Los signos y el rito de la Confirmación (1293-1301)
• Los efectos de la Confirmación (1302-1305)
• Quién puede recibir este sacramento (1306-1311)
• El ministro de la Confirmación (1312-1314)
• Resumen (1315-1321)
Bautismo
– FEUILLET, A., El bautismo de Jesús, en ST 15 (1965).
– LOHFINK, G., El origen del bautismo cristiano, en ST 63 (1977).
– LUCCHETTI BINGEMER, M. C., El bautismo, fuente del ministerio cristiano,
en ST 196 (2010).
– MONTAGUE, G. T., Bautismo en el Espíritu y don de lenguas: apreciación bíblica,
en ST 55 (1975).
– PESCH, R., La iniciación según el Nuevo Testamento, en ST 47 (1973).
– RATZINGER, J., Bautismo, fe y pertenencia a la Iglesia, en ST 63 (1977).
– ROGERGE, R.-M., Un giro en la pastoral del bautismo, en ST 69 (1979).
– SCHWAGER, R., El bautismo como oración en el nombre de Jesús, en ST 75 (1980).
Confirmación
– DE CLERCK, P., Confirmación y comunidades de fe. Para una pastoral renovada,
en ST 83 (1982).
– DELCUVE, G., La confirmación, ¿sacramento del apostolado?, en ST 13 (1965).
– MARREVEE, W., La confirmación: teología y práctica pastoral, en ST 47 (1973).
– MOINGT, J., La iniciación cristiana de los jóvenes, en ST 47 (1973).
– VAN DEN BOSCH, J., El sacramento de la confirmación: reflexiones y proposiciones,
en ST 13 (1965).
– VILLETTE, L., El sacramento de la confirmación: reflexiones y proposiciones,
en ST 30 (1969).
CALENDARIO DE SESIONES
“FORMACIÓN ESPECÍFICA”
DÍA MES LUGAR HORA
Ejercicios espirituales
• Pago de San Clemente, 5-6 de marzo de 2016
(Organizados con el Arciprestazgo de Trujillo)
• Cabezuela del Valle, 11-13 de marzo de 2016
(Organizados con la Vicaría de Pastoral)
Encuentros-retiro de Adviento
• Pago de San Clemente, sábado, 5 de diciembre de 2015
• Cabezuela del Valle, sábado, 12 de diciembre de 2015