1984 (Novela) George Orwell
1984 (Novela) George Orwell
1984 (Novela) George Orwell
George Orwell
8 de junio de 1949
1984 es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y
publicada el 8 de junio de 1949. La novela introdujo los conceptos del omnipresente y vigilante
Gran Hermano o Hermano Mayor, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del
Pensamiento y de la neolengua, adaptación del inglés en la que se reduce y se transforma el
léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua,
no puede ser pensado.
Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984,
sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como: sociedad
orwelliana.1 El término orwelliano se ha convertido en sinónimo de las sociedades u
organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras como las representadas en la
novela. La novela fue un éxito en términos de ventas y se ha convertido en uno de los más
influyentes libros del siglo XX.
(orwell, 2008, pág. 34)
Se le considera como una de las obras cumbre de la trilogía de las distopías de principios del
siglo XX (también clasificadas como ciencia ficción distópica), junto a la novela de 1932 Un
mundo feliz (Brave new world en inglés), de Aldous Huxley, y Fahrenheit 451 de Ray
Bradbury. Algunos consideran a ésta novela un plagio de la obra Nosotros escrita por Yevgeni
Zamiatin en 1921. Por su parte Orwell reconoció la influencia de la misma en su novela.
Historia de la novela
La novela fue escrita por George Orwell bajo el título de trabajo de El último hombre de
Europa (The Last Man in Europe en inglés). No obstante, los editores tanto en el Reino Unido
como en Estados Unidos, en donde fue lanzado el libro de forma simultánea, cambiaron el
nombre a Mil novecientos ochenta y cuatro por motivos comerciales. En ese año transcurre la
acción narrada en el libro. Publicado inicialmente el 8 de junio de 1949, el grueso de la novela
fue escrito por Orwell en la isla de Jura en Escocia en 1948, aunque Orwell había estado
escribiendo pequeñas partes desde 1945.
El título 1984 es el resultado de intercambiar la posición de los dos últimos dígitos del año en
el que se escribió el libro, 1948.
Argumento
Tras años trabajando para el Ministerio de la Verdad, Winston Smith se va volviendo
consciente de que los retoques de la historia en los que consiste su trabajo son sólo una parte de
la gran farsa en la que se basa su gobierno, y descubre la falsedad intencionada de todas las
informaciones procedentes del Partido Único. En su ansia de evadir la omnipresente vigilancia
del Gran Hermano (que llega inclusive a todas las casas) encuentra el amor de una joven
rebelde llamada Julia, también desengañada del sistema político; ambos encarnan así una
resistencia de dos contra una sociedad que se vigila a sí misma.
Juntos Winston y Julia creen afiliarse a la Hermandad, un supuesto grupo de resistencia dirigido
por Emmanuel Goldstein —un personaje casi tan ubicuo y omnipresente como el propio Gran
Hermano, el Enemigo del Pueblo y escritor de El Libro, el cual Winston lee hasta llegar a
comprender los mecanismos del doblepensar, herramienta base de dominación del Partido—, y
que es en realidad uno más de los instrumentos de control del Partido.
A través de una historia intrincada, con temas como el lavado de cerebro, el lenguaje, la
psicología y la inventiva encaminados al control físico y mental de todos los individuos, la
educación totalitaria de la juventud, etcétera, Orwell relata la historia trágica y aparentemente
emancipadora de Winston Smith y Julia, quienes tratan de escapar de un sistema donde la
intimidad y el libre pensamiento están prohibidos.
Al descubrir que los presuntos "miembros de la resistencia" formaban parte también del
mecanismo represor, los protagonistas son encerrados por la Policía del pensamiento y
sometidos a tortura en el Ministerio del Amor. Winston es obligado a reconocer que un
enunciado evidentemente falso como 2+2=5 es en realidad verdadero. Su fortaleza sorprende a
los torturadores en la Habitación 101, pero todo no es más que parte de una alienada pesadilla.
Winston acaba, tras largos e inhumanos meses, aceptando interiormente que la verdad es lo que
el partido dice y no lo que su intelecto deduzca, o ni siquiera lo que sus sentidos perciban. Al
final Winston reencuentra a Julia, que ha sido también torturada, pero ambos son incapaces de
mantener en sus mentes alguna sensación de cercanía y se separan como dos extraños; se indica
entonces que la finalidad del Partido Único se había cumplido pues de hecho el amor entre
Winston y Julia ha desaparecido, reemplazado por el amor hacia el Gran Hermano, único
sentimiento afectuoso tolerado por el régimen. No obstante, lo único que Winston sabía era que
desaparecería, de la noche a la mañana, sin dejar ni una huella o algún conocido, incluso alguna
evidencia de haber existido. Sabía también como sería su muerte, siendo lo único que tuvo
certeza en toda la historia.
Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad
cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que
no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone
en una mentira corriente. (...) En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no
desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo
que tenía que haber ocurrido según las distintas «líneas de partido». (...) Estas cosas
me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad
objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que
estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se
escribirá la historia de la Guerra Civil Española? (...) Sin embargo, es evidente que
se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la
guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la
mentira se habrá convertido en verdad. (...) El objetivo tácito de esa argumentación
es un mundo de pesadilla en el que el jefe, o la camarilla gobernante, controla no
sólo el futuro sino también el pasado. Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento
que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos
serán cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas, y después de
las experiencias de los últimos años no es una conjetura hecha a tontas y a locas.
También, por ejemplo, en una carta a un líder sindicalista estadounidense dice sobre su novela
1984:
Yo no creo que el género de sociedad que describo vaya a suceder forzosamente,
pero lo que sí creo (si se tiene en cuenta que el libro es una sátira) es que puede
ocurrir algo parecido. También creo que las ideas totalitarias han echado raíces en
los cerebros de los intelectuales en todas partes del mundo y he intentado llevar
estas ideas hasta sus lógicas consecuencias.
1
desigualdad sobre el estatus social, obviamente, por la pertenencia a determinado sector del
Partido, de Interior o Exterior, o peor aún por no pertenecer a él, como los proles. La única
diferencia que no se encuentra en esta sociedad es la de la diferenciación política, ya que al
haber un partido único no hay mucha posibilidad de disenso.
Habiendo analizado los dos anteriores, podemos avanzar hacia el Estructural Funcionalismo de
Talcott Parsons. En su estratificación social está claro que sector pertenece a cada parte de la
pirámide, siendo los del Partido Interior la clase alta, los del Partido Exterior la clase media, y
“en los términos de nuestra anterior clasificación – la realizada en el libro de Goldstein donde
describía a los altos, los medianos y los bajos –, los proles son los bajos”, (1984; Orwell,
George; pág. 160). Pero lo que resulta interesante de esto es el concepto de movilidad social, en
tanto que es imposible la movilidad horizontal, no así la vertical. La horizontal, que abarca a las
migraciones, no se puede dar porque las tres potencias están en un estado de guerra
permantente, y los nacionalismos son muy acentuados, por lo que si se viera a algún extranjero
se lo denunciaría rápidamente a la Policía del Pensamiento, “las tres se separaron de la tropa,
dejaron las bicicletas al lado del camino y se pasaron toda la tarde siguiendo a un desconocido.
(…) mi niña dijo que no había visto a nadie con unos zapatos así: de modo que la cosa estaba
clara. Era un extranjero”, (1984; Orwell, George; pág. 50). La vertical si es posible porque no
depende de los bienes que uno posee, sino que depende de un “examen a la edad de dieciséis
años”, (1984; Orwell, George; pág. 160). En base a esto se puede deducir que no hay
ascendencia o descendencia transgeneracional porque “la pertenencia a estos tres grupos –
Partido Interior, Exterior y proles – no es hereditaria. No se considera que un niño nazca dentro
del Partido Interior porque sus padres pertenezcan a él”, (1984; Orwell, George; pág. 160).
El segundo eje de análisis tiene que ver con el prestigio. Dicho punto no merece mayores
explicaciones ya que el prestigio depende exclusivamente del estamento que ocupa una persona.
Por esta razón también los miembros del Partido Interior beben vino y fuman buenos cigarrillos,
mientras que los proles son olvidados por todos, y suelen ejercer la prostitución. Si bien la
sexualidad está prohibida, al Gran Hermano no le importa para nada estas prácticas porque no
teme el poder de los barrios más pobres.
Finalmente, el tercer eje hace hincapié en el poder. Esto puede ser analizado desde muchas
perspectivas teóricas, pero aquí nos ocuparemos solo de tres. La primera de ellas tiene que ver
con Talcott Parsons, quien sostiene que el poder es un recurso sistémico, algo así como un bien
intercambiable, lo que el dinero es a la economía. Esto, en la sociedad de Oceanía, no es así. El
poder siempre reside en la misma figura, el Gran Hermano, es él quien decide todo por el
pueblo. Este poder se extiende hasta el Partido Interior, que como dijimos antes es el cerebro
del Estado. Pero ya en el Partido Exterior este poder desaparece, ya que la única facultad que
tiene es la de acatar las órdenes que le llegan de más arriba.
La otra perspectiva teórica pertenece a Michel Foucault, quien sostiene que una sociedad está
cruzada por una red de poder en donde el Estado es solo un nodo más dentro de toda esa
relación de poder. Esta perspectiva puede ser refutada inmediatamente, ya que es el Partido
Interior quien posee poder por sobre todas las cosas, decide que es verdad y que es mentira,
decide como deben actuar sus individuos. Prácticamente, el Estado en este caso sería el único
nodo que cubre toda la sociedad. Pero Foucault además dividía entre dos clases de poder, uno
negativo, relacionado a la sexualidad, y otro positivo, relacionado a la creación de saber. Sin
meternos en si sus consecuencias son buenas o malas, podemos ver en la obra la fuerte opresión
sobre la sexualidad y sobre la creación de conocimiento. En cuanto a la sexualidad cualquier
acto relacionado a esta era condenado, por ejemplo “toda relación con prostitutas estaba
prohibida (…) era peligroso, pero no un asunto de vida o muerte”, (1984; Orwell, George; pág.
56). También se habían creado ligas juveniles Anti – Sex, para fomentar a las personas a no
sucumbir ante el deseo. Incluso llevaban esto hasta los puntos más extremos interesándose en la
reproducción, “la procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la
cartilla de razonamiento. Suprimiremos el orgasmo”, (1984; Orwell, George; pág. 205). En
cuanto al tema de la creación de conocimientos, hay un serio problema, ya que no se puede
decir que el Gran Hermano produce saber en sus habitantes, pero es poseedor de toda la verdad,
y todos los hechos del pasado pertenecen a una mentira ya arreglada por el Estado, aunque haya
pasado pocos años atrás. Además, el saber demasiado, tampoco era bueno, ya que existía el
riesgo de ser vaporizado, independientemente si se estaba a favor del Gran Hermano o no, “de
pronto tuvo Winston la profunda convicción de que uno de aquellos días vaporizarían a Syme.
Es demasiado inteligente. Lo ve todo con demasiada claridad y habla con demasiada sencillez.
Al partido no le gustan estas gentes. Cualquier día desaparecerá. Lo lleva escrito en la cara”,
(1984; Orwell, George; pág. 47 y 48). Un último aporte de Foucault es que un sujeto es capaz
de utilizar una fuerza ejercida sobre él deteniéndola y usándola a su favor. Esto, en la sociedad
narrada, no se da.
La última perspectiva teórica para terminar con el eje del poder corresponde a Weber. Según él,
el poder es la capacidad que tiene alguien de imponerse sobre los demás, de una forma legítima.
Para legitimar este poder hace falta tres cualidades básicas. La primera es la legitimidad
tradicional, por la costumbre porque siempre se ha dado así. Supongamos, parados en el año
1984, que el Gran Hermano asumió el año anterior, en este caso no habría una legitimidad
tradicional. El asunto aquí es que el Partido borró todo resagio del pasado, por lo que es
imposible saber cuando se hizo la revolución. El Gran Hermano pudo haber asumido el año
anterior, pero quien se podría acordar de eso. Conclusión, el Gran Hermano creo esta condición
de legitimidad tradicional. La segunda cualidad es la carismática, en este caso, si se puede ver,
también fomentada por el partido, la expansión de esta legitimización. La cara del Gran
Hermano impone respeto a los que la ven, y que esté extendida por todas partes favorece su
inclusión dentro de las mentes de los habitantes, podría decirse que es elevado a la categoría de
un semidios. La última característica es la racional – legal, pero sorprendentemente el gobierno
no se apoya en esta para mantener su legitimidad, “sus actos no están regulados por ninguna ley
ni por un código de conducta claramente formulado. En Oceanía no existen leyes”, (1984;
Orwell, George; pág. 162).
Una vez vistos los modelos de desigualdad y sus principales formas, podemos meternos en uno
de los aspectos más importantes del análisis, el de la socialización, y entendiendo esto
podremos comprender mejor el comportamiento del pueblo que apoya ciegamente al Gran
Hermano pidiendo perdón solo por criticarlo. Los hechos son coercitivos y externos, están ahí
desde antes del individuo y son impuestos, como por ejemplo el lenguaje. Pero lo increíble de
esto, es que hasta quieren cambiar al lenguaje, al tradicional inglés, por la neolengua, “la
destrucción de palabras es algo de gran hermosura. Por supuesto las principales víctimas son los
verbos y los adjetivos, pero también hay centenares de nombres de los que uno puede
prescindir”, (1984; Orwell, George; pág. 46).
Este proceso equivale a la institucionalización, y dentro de ella se encuentran los tres
subprocesos de la socialización, la externalización, la objetivación y la internalización. La
primera corresponde a las instituciones que estaban desde antes del individuo y que él debe salir
a buscarlas, estas son “el Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los
espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra.
El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la
Abundancia, al que correspondían los asuntos económicos”, (1984; Orwell, George; pág. 10).
La segunda se refiere a cuando el hombre logra objetivizar su entorno, no tiene mayor
importancia tratarlo dentro de la obra.
Y la tercera es cuando lo objetivado se presenta en la conciencia del individuo, y aquí se cruza
con un cierto idealismo subjetivo, en donde todo lo real es lo que está en la conciencia del
humano, ya que “la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún
otro sitio”, (1984; Orwell, George; pág. 191). En este último proceso de internalización
intervienen dos etapas, la socialización primaria y secundaria. La primaria no tiene importancia
porque es cuando el individuo incorpora al otro generalizado, en cambio es la segunda la que
adquiere importancia al ver como el individuo atraviesa distintas instituciones a lo largo de su
vida. Una de ellas, a la que van siendo bien chicos, es la escuela de espías, en las que les
enseñan a delatar a cualquier persona que pudiera comprometer la integridad del Gran
Hermano, incluso a sus padres, “lo peor de todo era que esas organizaciones, como la de los
espías, los convertían sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo,
este salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido. (…) alguna
viborilla (…) había denunciado a sus padres a la Policía del Pensamiento contándole a ésta lo
que había oído en casa”, (1984; Orwell, George; pág. 25).
Después de este análisis, podemos ver el gran manejo gubernamental hecho sobre la población
decidiendo hasta que tenían que pensar aquellas personas que lo único que recordaban era lo
que les decía el Gran Hermano, y donde la única verdad, era la verdad del Partido. En este
clima, una revuelta era casi imposible, ni siquiera la Hermandad (organización secreta que
buscaba la desestabilización del régimen) podía vencer a este Estado basado en el miedo y en el
terror. La gente vivía bien porque el Gran Hermano le decía que así era, y no tenían la
capacidad mental de discutir esto, y si la tenían, eran vaporizados. En resumen, el Gran
Hermano se propuso conservar el poder viviendo para siempre, y en base a todo el trabajo que
hizo, lo consiguió.