Movimientos Indigenas en America Latina Resistencia y Nuevos Modelos de Integracion PDF
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MOVIMIENTOS INDÍGENAS
EN AMÉRICA LATINA
IWGIA – Debates
4I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
Contenido
PABLO ORTIZ-T.
20 años de movimiento indígena en Ecuador
Entre la protesta y la construcción de un estado plurinacional
Introducción..................................................................................................... 68
Antecedentes.................................................................................................... 69
Irrupción del movimiento indígena en el escenario nacional................. 73
De actores sociales a actores políticos.......................................................... 77
La revuelta de los forajidos y el movimiento indígena............................. 88
Asamblea Nacional Constituyente: expectativas y frustraciones........... 92
Los desafíos: Estado plurinacional y modelo económico......................100
Referencias bibliográficas.............................................................................104
XAVIER ALBÓ
Hacia el poder indígena en Ecuador, Perú y Bolivia
Introducción...................................................................................................133
Procesos históricos trenzados.....................................................................133
Desarrollos más recientes.............................................................................138
Contrapuntos desde el Estado.....................................................................152
Juego de autoidentificaciones......................................................................155
La lucha por los recursos naturales.............................................................160
Más allá de cada país, hacia una glocalización alternativa......................163
Referencias bibliográficas.............................................................................166
Los autores .........................................................................................................168
PRESENTACIÓN I7
Presentación
Han pasado ya tres décadas desde cuando los movimientos indígenas irrum-
pieron en los escenarios nacionales de América Latina. Corrían los años 80
cuando se formaron las principales organizaciones indígenas de carácter na-
cional, especialmente en los países andino-amazónicos (Perú, Colombia, Bo-
livia y Ecuador), cada una con experiencias organizativas previas de carácter
local y regional o por pueblos indígenas que se habían gestado en la década
anterior en la casi totalidad de los países latinoamericanos.
La emergencia del movimiento indígena en dicho período, tiene como
contexto el ascenso de la organización campesina y las políticas estatales
que impulsaron las reformas agrarias en todo el continente. Así, a partir de
la segunda mitad del siglo pasado, las poblaciones indígenas inscribieron su
acción en la organización campesina, pero con el tiempo comenzaron a dife-
renciarse y a proyectar su propio camino. El trascurrir de las luchas indígenas
desde entonces ha sido similar en los países latinoamericanos y se ha alimen-
tado con discursos convergentes que se cuecen en los espacios nacionales y
se retroalimentan en los internacionales, donde también hacen presencia las
organizaciones desde aquella época.
Con el propósito de reflexionar sobre lo ocurrido con los movimien-
tos indígenas en Latinoamérica a partir de la década del 80, el Grupo
Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas, IWGIA, invitó a un
conjunto de personas, entre profesionales y académicas vinculadas es-
trechamente con las luchas de estos pueblos, para que compartieran sus
análisis a partir de sus experiencias en el respectivo país. Se propuso te-
ner como referentes las adecuaciones del Estado y otras transformaciones
derivadas del modelo neoliberal, igual que sus impactos en los modos de
vida indígenas, en sus dinámicas organizativas y en las formas de asumir
la resistencia.
Araceli Burguete, de México, ilustra sobre los ciclos pendulares de los movi-
mientos sociales en general y en particular sobre los del movimiento o los movi-
mientos indígenas en México, que se definen entre la protesta y el reflujo, este úl-
timo necesario para decantar los procesos en las respectivas comunidades. Enseña
también cómo la aspiración de autonomía se realiza de facto en localidades y regio-
nes y cómo en éstas se generan procesos sociales reivindicativos, mientras en el nivel
nacional la protesta se diluye.
8I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
munidades. De esa manera quizás se puedan desenmascarar los retos que en-
frentan los indígenas para consolidar en la práctica los derechos conquistados
en las normas y configurar proyectos que garanticen su pervivencia cultural
en medio de un mundo de interacciones con la sociedad dominante y de
grandes intereses económicos que les amenazan, pero que también seducen
a una parte importante de líderes, representantes y gentes de base.
Esta reflexión es tarea del liderazgo y de las propias organizaciones, pero
también lo es de todas aquellas personas preocupadas por el rumbo de nues-
tras sociedades. Los elementos de análisis que los autores brindan en la pre-
sente publicación no tienen otra pretensión que la de aportar insumos para
pensar estos rumbos y contribuir a perfilar la lucha hacia un futuro digno
para los pueblos y comunidades indígenas y para otros pobladores.
Antecedentes
En México, la emergencia del movimiento indígena y el ciclo de protestas arti-
culadas al Movimiento 500 Años de Resistencia Indígena, al final de la década
de los ochenta y en los primeros dos años de los noventa del pasado siglo, se
sitúan en un contexto de cambios profundos en el sistema económico y po-
lítico del país, acompañado por un rediseño del Estado, que progresivamente
se ajustaba a los requerimientos del modelo neoliberal. De hecho, los dos mo-
mentos de irrupción de los ciclos de protesta indígena (1992 y 1994) se produ-
cen durante el periodo de gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994),
presidente que ejerció el poder en medio de crisis políticas; primero por la in-
certidumbre sobre los resultados del proceso electoral en el que salió electo, y
luego por los cambios radicales que promovió en la organización del Estado.
Salinas recibió el país con una fuerte inestabilidad económica. Las medi-
das de ajuste estructural y el pago de la deuda externa, lo habían conducido
a una profunda crisis con un fuerte desempleo, inflación, devaluación de la
moneda, y con problemas de corrupción en la administración pública.
16 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
La contrarreforma agraria
Desde 1989 cuando se anunció la reforma al artículo 27, hasta la publicación
del decreto en 1992, se presentaron intensos debates públicos y diversas ma-
nifestaciones de inconformidad de parte de las organizaciones campesinas de
raigambre de izquierda, como la Central Independiente de Obreros Agríco-
las y Campesinos (Cioac). El 21 de noviembre de 1991, junto con otras seis
organizaciones regionales y un contingente de 1.500 campesinos, la Cioac
realizó un plantón frente a la Cámara de Diputados, para manifestar su recha-
zo a las reformas.
En torno a esas movilizaciones, el 30 de noviembre se constituyó el Mo-
vimiento de Resistencia y Lucha Campesina, en el que participaron 11 or-
ganizaciones agrarias que suscribieron el “Plan de Anenecuilco” buscando
sumar al resto de las organizaciones campesinas nacionales. Pero no todas
respondieron. Las principales organizaciones que integraban el Congreso
Agrario Permanente (CAP), como la Central Nacional Campesina (CNC),
brazo corporativo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), operaban
a favor de la reforma, debilitando la posibilidad de detenerla o de conjuntar
una gran protesta campesina en contra de ella. El presidente gozó, entonces,
de la venia de varias organizaciones agrarias para impulsar la reforma.
A diferencia de sus líderes corporativizados en el CAP, el grueso de los cam-
pesinos pobres (mayoría indígena), veía la (contra) reforma como una gran trai-
ción. El reparto agrario históricamente había sido leído como un pacto que ligaba
a los campesinos con el sistema político, que se asumía heredero de la Revolución
de 1910. El régimen del PRI había tenido en los campesinos sus aliados incondi-
cionales, de los que recibía votos cautivos mientras ellos a cambio recibían trato
político preferencial. Fueron “los hijos predilectos del régimen”, según reza el títu-
lo de un texto clásico de Arturo Warman (1972). Pero, en sus privilegios estaban
sus limitaciones, pues sus liderazgos fueron permanentemente cooptados.2
18 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
tica sociedad civil, tomaron las calles y las plazas para rechazar la celebración
festiva de ese evento histórico, pero también para plantear demandas concre-
tas y para rechazar la firma del TLC y la reforma al artículo 27.
La semilla sembrada en estos eventos sedimentaría para formar organi-
zaciones, procesos y liderazgos indígenas de carácter local. Fueron tantos y
tan importantes los nuevos liderazgos, que uno de los participantes en las
movilizaciones, miembro de la directiva del Consejo Guerrerense 500 Años
de Resistencia, los identificó como “la generación del V Centenario”.8 Fue
esta generación de liderazgos la que se hizo presente con los zapatistas en el
proceso de negociación en San Andrés Larráinzar, cuando el EZLN nombró
a una larga lista de “asesores” para que lo acompañaran en el diálogo con el
gobierno federal, poniendo sobre la mesa la agenda indígena y el reclamo del
derecho a la autodeterminación.
La rebelión del EZLN el primero de enero de 1994, día en que el TLC en-
traba en vigencia, tuvo un fuerte contenido simbólico, de rechazo al neoli-
beralismo salinista y contra la reforma al artículo 27, así como de cuestiona-
miento al sistema corporativo del PRI. El levantamiento armado contribuyó
de manera decisiva a colocar a los indígenas en el centro del interés nacional.
Durante siete años, desde 1994 hasta 2001, el EZLN acaparó la atención na-
cional e internacional y fue el actor más importante del país, desplazando a
los partidos políticos.
El movimiento indígena tuvo en este proceso una oportunidad privile-
giada para constituirse también como sujeto político, al articularse alrededor
de una agenda común. En efecto, los “Acuerdos de San Andrés”, emanados
de la mesa de diálogo de los rebeldes con el gobierno federal y el Estado de
Chiapas cumplieron el papel de articuladores del movimiento indígena. El
documento en el que constaban los acuerdos, más allá de las limitaciones de
éstos, fue durante casi una década base de consenso de todas las organizacio-
nes indígenas, que lo asumieron y defendieron como propio.
El levantamiento zapatista estuvo acompañado por una protesta indígena
en prácticamente todo el estado de Chiapas. A pocos días del acontecimien-
to, varios cientos de hectáreas habían sido tomadas por grupos de campesi-
nos, cuyas solicitudes de tierra habían quedado congeladas desde 1992 por
la cancelación del reparto agrario. De la misma forma, casi medio centenar
de palacios municipales fueron tomados por ciudadanos inconformes con
24 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
Dimensión regional:
la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO)
En el año 2006 el Estado de Oaxaca, en el sur de México, caracterizado por
la fuerte presencia de población indígena, fue escenario de una gran pro-
testa que adquirió una dimensión de revuelta ciudadana. Inició como una
movilización de carácter gremial. La Sección 22 del Sindicato Nacional de
Trabajadores de Oaxaca, tiene una larga tradición de más de dos décadas de
resistencia a la imposición de cuestionados liderazgos nacionales. En mayo
de 2006, como lo habían hecho durante varios años, los trabajadores del
sector educativo iniciaron sus movilizaciones que incluían un plantón en el
centro histórico de la ciudad capital. En la madrugada del 14 de junio y sin
que mediara diálogo alguno, los manifestantes fueron sorprendidos a golpes
y gases por parte de la policía que intentaba desalojarlos, dejando un saldo de
92 heridos y varios cientos de personas intoxicadas. La noticia del atropello
30 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
A manera de conclusión
Notas
1 Los textos publicados por Bonfil (1978), significa la coordinación persistente de las
De la Peña (1995) y Stavenhagen (1997), movilizaciones emprendidas por los indí-
no mencionan la existencia de un movi- genas, tendientes al logro de reivindicacio-
miento indígena en México, sino única- nes específicas (…)” (Mejía y Sarmiento,
mente la presencia de “organizaciones 1987:14).
indígenas”. Mejía y Sarmiento son inclu- 2 Gerardo Otero y Armando Bartra, lo dicen
so precavidos al aclarar que las luchas de la siguiente manera: “Si los campesi-
indígenas de los años setenta a 1984 que nos mexicanos se inventaron a sí mismos
ellos documentaron , no integraban, en durante la revolución, permanecieron
sentido estricto, un movimiento indígena eventualmente oprimidos por el Estado
movilizador de utopías o proyectos, sino durante el siglo XX. Pero los campesinos
una convergencia de organizaciones que también recibieron una serie de concesio-
buscaban, cada una de ellas, sus propias nes del Estado, que en la mayoría de los
reivindicaciones específicas: “En el mo- casos resultó en su cooptación política. De
vimiento confluyen diversas expresiones aquí que el ganador mexicano del premio
organizadas y espontáneas, atomizadas y Nobel, Octavio Paz, caracterizara al Esta-
desemejantes, en las que puede identifi- do [mexicano] como el ‘ogro filantrópico’:
carse un hilo conductor, una tendencia oprime y reprime a aquellos que disien-
general que las unifica, aunque esto no ten, al mismo tiempo que recompensa la
se exprese en un objetivo común reco- lealtad. Para los campesinos, entonces, la
nocido abiertamente por los actores del tensión entre rebelión y cooptación ha
movimiento (…). Pero este tipo de mo- marcado su historia” (2008:407).
vimiento dista mucho de ser ‘El Movi- 3 No era la primera vez que los indígenas
miento Indígena’ en tanto que una sola y chiapanecos caminaban hasta la capital del
gran corriente de masas. Tal movimiento país para clamar justicia. Entre septiembre
MOVIMIENTO INDÍGENA EN MÉXICO I 39
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40 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
Introducción
Hacia mediados del siglo XX, las poblaciones indígenas de Colombia locali-
zadas en la región central del país y el campesinado en general, se debaten en
un escenario de conflicto determinado por los cambios en la tenencia y uso
de la tierra. La articulación de amplias áreas de producción campesina a las
formas modernas de producción agroindustrial, conlleva una nueva distri-
bución de la población y un nuevo ordenamiento del territorio, y tiene como
correlato el desplazamiento forzado de la población rural. Esta huye hacia los
centros urbanos en formación o migra hacia las tierras bajas, hacia las zonas
que permanecen cubiertas de bosques y hacia las extensas sabanas localiza-
das al oriente del territorio nacional, en busca de espacios para colonizar.
Estas transformaciones del mundo rural, que se suceden paralelo a la
guerra que se extiende a lo largo de la región central del país, tienen implica-
ciones diversas para las poblaciones indígenas. Mientras las que se localizan
en la región andina experimentan la creciente pérdida de sus tierras de res-
guardo y, con ello, la amenaza física a su existencia, quienes habitan en las
tierras bajas conocen de la presión colonizadora y la paulatina reducción de
sus territorios tradicionales.
En este contexto aparece como política estatal alternativa la democra-
tización del acceso a la tierra por la vía de la reforma agraria, y para llevarla
a cabo el estado agencia y promociona la organización del campesinado. Es
así como desde mediados de los años sesenta y durante los setenta se expe-
rimenta una gran movilización social de corte campesino que, bajo el influjo
de las ideologías socialistas dominantes en esa época, integra a la población
alrededor de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc). En
este proceso, en distintas regiones del país la población indígena se asume
como parte de la Anuc y en identidad con esta organización, para posterior-
mente diferenciarse y definir su propio proyecto político y cultural.1
El ascenso y consolidación del moderno movimiento indígena se ubica
entonces en la década del setenta y se caracteriza por adoptar diferentes for-
mas de resistencia, determinadas por el contexto histórico de cada pueblo
o del conjunto de pueblos que habitan en una región. Mientras en algunas
regiones la población indígena se organiza y se moviliza con el objetivo de
recuperar sus tierras y consolidar dominio sobre sus antiguos resguardos, en
otras regiones la resistencia indígena se convierte en fórmula para enfren-
tar la colonización de sus tierras y la expansión de la frontera agrícola. La
conformación de las organizaciones les permite desprenderse del control y
44 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
Igual ocurre a los indígenas del Tolima, quienes han mantenido un proce-
so de resistencia que se remonta a los inicios del siglo pasado, sin que logren
hasta el presente una solución a su reivindicación territorial. La población de
origen Pijao está integrada por 54.411 personas que corresponden al 3,9% de
la población indígena nacional y sólo disponen de 19.016 hectáreas tituladas
como resguardos. En esta zona, en tierras de muy poca fertilidad, caracteriza-
das por fuertes limitaciones ambientales por el avance de la desertificación, con
una baja disponibilidad de aguas en el curso del año, viven 16.448 indígenas,
el 30.46% del total que habita en este departamento, en tanto el 69.54% no
dispone de tierras (Morales et al, 2008) y sus pobladores deben trabajar como
jornaleros en las grandes propiedades. En el lapso de 40 años y a pesar del reco-
nocimiento de derechos a los pueblos indígenas, en el departamento del Toli-
ma el Estado no satisface las expectativas territoriales de la población indígena,
mientras en sus tierras del antiguo resguardo colonial florece la agroindustria.
En la región central de Colombia, en la zona donde se concentra la pro-
ducción de café, en los municipios de Supía y Riosucio se asientan las fa-
milias indígenas que actualmente se identifican como embera chamí y que
ascienden a 34.310 personas, el 2,5% del conjunto de los indígenas del país.
Esta población se distribuye en tierras de resguardos coloniales, sobre los que
el Estado reconoce apenas una extensión de 30.455 hectáreas, área a la que
se deben substraer las tierras de altas pendientes que no presentan aptitud
para la agricultura y las zonas protectoras, de tal forma que las tierras que
realmente disponen los 27.058 indígenas que viven en la zona rural no llega a
las 2 hectáreas por familia. Ante la imposibilidad de garantizar su subsistencia
en actividades productivas en su territorio, la población indígena de estos res-
guardos debe migrar a los centros urbanos, en donde se ocupa en actividades
marginales como el servicio doméstico cuando se trata de mujeres o en la
construcción cuando se trata de hombres.
Al sur, en los territorios del pueblo Pasto, la situación no es diferente.
Ubicado en la frontera con Ecuador, este pueblo cuenta con una población
cercana a los 100 mil habitantes, que representan el 7,2% de la población
indígena nacional. Se trata de 21.463 familias concentradas en 111.065 hec-
táreas que engloban los diferentes resguardos (Guerrero, 2008). Las condi-
ciones ambientales de estos territorios presentan sinnúmero de restricciones,
por ser áreas adyacentes a ecosistemas de páramo y a zonas protectoras de las
partes altas de las cuencas que se desprenden en dirección occidente hacia
el Pacífico o al oriente hacia el piedemonte amazónico, factores que llevan a
concluir que estas familias viven en verdaderos microfundios.
En el norte del país, en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa
Marta, el pueblo Kankuamo resiste frente a la violencia más extrema, pero
EL MOVIMIENTO SOCIAL INDÍGENA COLOMBIANO: ENTRE AUTONOMÍA Y DEPENDENCIA I 49
mente a la empresa Anglo Gold Ashanti, sin que las poblaciones que habitan
en tales territorios tengan antecedentes al respecto o se les haya consultado
tal decisión.
Pero si bien existe la industria que se realiza con la anuencia guberna-
mental, también se encuentra la que se desarrolla a partir de la ocupación
y el control de los territorios indígenas por actores armados, los cuales han
convertido la minería en oportunidad para financiar el sostenimiento de sus
ejércitos, ya sean de guerrilleros o de paramilitares.
En este marco, los territorios indígenas son susceptibles de leerse actual-
mente de dos maneras: en el sentido de los derechos constitucionales y en la
lógica del mercado. El sujeto colectivo que emerge con derechos en la Cons-
titución desaparece una vez se transnacionaliza el territorio por efecto de los
recursos estratégicos que allí existen. Por ello, la consulta previa no es viable,
pues las objeciones y demandas de un pueblo indígena se subordinan a los
intereses económicos que, entonces, se convierten en determinantes.8
En la lógica del mercado, como sustrato de la ideología neoliberal, la ex-
plotación de recursos mineros o de hidrocarburos, lo mismo que la cons-
trucción de una hidroeléctrica, es una decisión que se adopta supuestamente
para cumplir un objetivo de interés público. Bajo ese argumento, los intereses
de la mayoría imperan sobre los de la minoría y, por esa vía, desaparece la
cultura indígena como sujeto de derechos y se impone un modelo de subor-
dinación en el que prevalecen los derechos individuales asociados al mercado
y los intereses que se agencian de modo violento (Villa, 2002).
La resistencia indígena
la autonomía, así como a entender las restricciones que las políticas estatales
imponen a los ideales de los pueblos indígenas de desplegar su propio pro-
yecto político y cultural.
Al inicio de los años 90, Christian Gros analiza al movimiento indígena
colombiano e identifica como elementos relevantes el dinamismo e innova-
ción de sus modernas organizaciones, al tiempo que evidenciaba las respues-
tas gubernamentales orientadas a formular políticas que pudieran satisfacer
sus demandas. Frente a esta realidad, se interrogaba sobre la sostenibilidad
del movimiento social en tanto su capacidad para concretar las aspiraciones
o la visión de autonomía que fundamentaba la movilización. También se pre-
guntaba sobre la verdadera intencionalidad de las políticas gubernamentales
y aventuraba hipótesis acerca de la dependencia que se podía estar fraguando
(Gros, 1991).
Pasadas dos décadas de vigencia de la Constitución Política de 1991, el
panorama es mucho más claro y la disyuntiva entre autonomía y dependen-
cia parece resuelta. La historia es una larga sucesión de eventos en los que el
Estado restringe la autodeterminación indígena e instrumenta o impone un
modelo de desarrollo que amenaza la existencia de los pueblos indígenas. Es
por ello que una lectura actual de las políticas gubernamentales muestra a los
indígenas convertidos simplemente en población vulnerable, en sujetos de
atención humanitaria, en objetos de subsidios que profundizan su condición
de dependencia. También, en obstáculo para los proyectos de explotación de
los recursos naturales que en gran parte se localizan en sus territorios.
La dispersión y fragmentación de las organizaciones como resultado de
la guerra que se generaliza en sus territorios y de las políticas estatales que
subsumen a la población en un modelo de dependencia, parecen indicar que
el dinamismo e innovación que caracterizó a la movilización indígena por el
ejercicio de la autonomía es historia clausurada. Pero es posible advertir que
los pueblos indígenas mantienen viva la memoria sobre el significado de la
resistencia.
Notas
1 Entre los documentos de discusión del integrado a indígenas y campesinos, como
Primer Congreso Indígena Nacional en el también por la visión clasista de la movili-
año de 1982 es evidente la necesidad de zación social. Al respecto, el Documento de
precisar la naturaleza del movimiento in- discusión sobre el marco ideológico del mo-
dígena y caracterizar a las sociedades indí- vimiento indígena, Cric, que se discute en
genas, aspecto que adquiere relevancia por el momento en el que se está formando la
la profunda identidad en la movilización Onic, señala: “Nosotros aceptamos en ge-
social que desde finales de los sesenta ha neral nuestra ubicación clasista (en varios
64 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
documentos hemos afirmado que los indí- guardos de origen colonial en el territorio
genas somos “campesinos”), pero la consi- nacional, le informo lo siguiente: Revisados
deramos claramente insuficiente. Para las los archivos y bases de datos del Instituto
comunidades andinas, por ejemplo, tanto no se encontraron resguardos de origen
varios de los problemas principales (tierra, colonial. En los departamentos del Cauca,
crédito, mercadeo, etc) como los enemigos Nariño, Risaralda y Putumayo existen unos
(terrateniente, intermediarios, usureros), presuntos resguardos de origen colonial
están en su mayoría enmarcados por nues- y republicano, a los cuales el Instituto, de
tra condición de campesinos. En cambio conformidad con lo establecido en la Ley
para los indígenas de las selvas y de las 160 de 1994 y sus Decretos Reglamentarios
llanuras, que muchas veces tienen con los 2663 de 1994 y 2164 de 1995, tiene que
colonos o con organizaciones misioneras su adelantar el proceso de clarificación de la
contradicción principal, es evidente que su Propiedad, para determinar la vigencia legal
clasificación como campesinos poco aporta de los títulos que presentan las comunida-
para la comprensión de su situación.” (Sán- des, para posteriormente, y una vez estable-
chez, E. y Molina, H. 2010: 188). cida su autenticidad, se proceda a realizar la
2 Durante la década de los ochenta ocurre reestructuración del Resguardo.”
una profusa formación de organizaciones 6 Entre tantas sentencias de la Corte Consti-
indígenas de tipo regional, que confron- tucional relativas a la omisión de la consulta
tan los poderes en ciertas regiones y que previa se pueden citar T-380/93, T-342/94,
además concurren en la Organización SU-039/97, T-652/98, T-634/99, T-737 de
Nacional Indígena de Colombia (Onic), 2005. También se pueden ver sobre la mis-
conformada en el año de 1982. Esta red de ma omisión tratándose de medidas legisla-
organizaciones se convierte en interlocuto- tivas, las sentencias sobre constitucionali-
ra del Estado, que en ese momento estruc- dad C-208 de 2007, C-030 de 2008, C-461
tura una política respecto a las poblaciones de 2008 y C-175 de 2009.
indígenas, especialmente para la titulación 7 Las empresas petroleras utilizan una mo-
de sus territorios bajo la figura de resguar- dalidad de contratación con los indígenas
do. Es interesante que en varias regiones por 28 días, cuya práctica se remonta a los
del país la titulación se realiza por iniciativa años sesenta del siglo pasado en la explo-
estatal y no responde a demandas de las or- tación del territorio tradicional del pueblo
ganizaciones indígenas. Kofán en el Putumayo, hacia la frontera con
3 El Estado colombiano históricamente ejer- Ecuador. A estos trabajadores en labores
ció un frágil control en las regiones de la no calificadas se les llama veintiocheros y los
Amazonia y Orinoquia, por haber delegado contratos constituyen una importante mo-
su administración en la Iglesia desde finales tivación para los indígenas obtener algunos
del siglo XIX. La titulación de resguardos ingresos.
indígenas en tales regiones debe verse como 8 En una de las audiencias convocadas sobre
un modelo de integración que involucra a la las demandas del pueblo U’wa para que se
población indígena, a la vez que, mediante respetaran sus derechos territoriales y cultu-
programas modernizantes, se afianzan lazos rales ante la licencia de exploración petrole-
de dependencia con relación al Estado o al ra concedida a la Oxy, la Onic señalaba: “El
modelo de desarrollo que se impulsa. Ministro de Minas ha expresado en varias
4 Esta fue la respuesta del presidente de enton- oportunidades, a propósito de los U’wa, que
ces, Álvaro Uribe Vélez, ante la movilización 35 millones de colombianos no se pueden
indígena realizada en el Departamento del “perjudicar” por cinco mil indígenas. Ha
Cauca el segundo semestre de 2008. puesto por encima de los derechos de los
5 El oficio No. 2400 del 24 de septiembre de pueblos indígenas, el interés económico del
2009, firmado por el subgerente de promo- país. Pero resulta que lo que está en juego no
ción del Incoder, señala: “En atención a la es solo un pueblo indígena determinado. Las
comunicación del asunto, mediante la cual disposiciones constitucionales de los artícu-
solicita se certifique la presencia de res- los 7 y 70 elevan a interés nacional la protec-
EL MOVIMIENTO SOCIAL INDÍGENA COLOMBIANO: ENTRE AUTONOMÍA Y DEPENDENCIA I 65
15 La Ley Forestal, Ley 1021 de 2006, y la Ley día regular el uso y manejo de los bosques
de Desarrollo Rural, Ley 1152 de 2007, naturales del país, el 40% de los cuales se
ambas llamadas a regular aspectos sus- localizan en territorios indígenas (Betan-
tanciales a la territorialidad indígena, fue- cur, 2009).
ron declaradas inexequibles por la Corte
Constitucional por no haberse realizado la
consulta previa. En el caso de la Ley Fores-
tal es importante señalar que ésta preten-
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68 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
Pablo Ortiz-T.
Dolores Cacuango
Introducción
Antecedentes
Para muchos políticos y analistas, la década del ochenta es considerada como la década
perdida. Al contrario, precisamente esta década desde el punto de nuestros pueblos constituye
una década ganada donde se incorpora con bastante fuerza nuestra lucha y el proceso orga-
nizativo, imprimiendo un nuevo giro y energía a la lucha por las reivindicaciones indígenas a
nivel regional y nacional.
Leonardo Viteri, fundador y ex dirigente de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas de la Amazonía, Confeniae.
(Boletín ICCI-Rimay No.20, noviembre de 2000)
La medida mantuvo en vilo al país por más de dos semanas y dejó un saldo
de 6 muertos, más de 30 heridos a bala y centenares de detenidos en todo el
país (Guerrero y Ospina, 2002).
Denuncias internacionales, gestiones de diputados cercanos a las organi-
zaciones indígenas y una corriente de opinión generalizada que demandaba
salidas a la crisis llevaron a Noboa a buscar un acuerdo con las organizaciones
participantes en la movilización. La Conaie y la Fenocin lideraron las nego-
ciaciones bajo la consigna “Nada solo para los indios” e incluyeron a los afilia-
dos al Seguro Social Campesino, a los indígenas evangélicos y a líderes como
el alcalde de Cotacachi y Auki Tituaña. El acuerdo suscrito el 8 de febrero de
2001 contenía 23 puntos y 4 disposiciones transitorias, la mayoría de carácter
general y ambiguo y algunos simbólicos6, de modo que la consigna terminó
convirtiéndose en “Nada para los indios”.
Los acuerdos evidenciaron grandes limitaciones en las estrategias de lu-
cha indígena. Ninguno de sus puntos ponía en riesgo la vigencia del paquete
económico adoptado por el gobierno, ni la decisión de éste de continuar ade-
lante su plan económico y de explotación de los recursos naturales. Se puede
afirmar, incluso, que tales acuerdos legitimaron los planes del gobierno para
asegurar las inversiones en marcha, especialmente en el sector petrolero.
En efecto, el acuerdo abrió las puertas de los territorios indígenas amazó-
nicos al ingreso de las empresas petroleras. El numeral 17, apartado de “De-
mandas Específicas”:
trato especial a todas las nacionalidades y pueblos del Ecuador, espe-
cialmente de la Región Amazónica para su desarrollo. La X Ronda de
Licitaciones Petroleras se realizará cumpliendo con la Constitución
y los convenios internacionales.
Antes de que los dirigentes de la Conaie proclamaran “el triunfo” con una
marcha por las calles de la ciudad, varias organizaciones amazónicas mani-
festaron su inconformidad con el contenido del documento y abandonaron
el sitio de las reuniones. Los territorios indígenas de Pastaza, de los pueblos
Kichwa, Shuar y Achuar, representados por sus organizaciones Opip, Fipse y
Finae, hoy NAE, respectivamente, sufrían una fuerte arremetida de las petrole-
ras Compañía General de Combustible (CGC) y Arco Oriente apoyadas por
militares. Mientras, el gobierno apuraba las gestiones para ejecutar el proyecto
de Oleoducto de Crudos Pesados (OCP) a través de un consorcio de empre-
sas multinacionales. Este proyecto mostraba los verdaderos alcances del nue-
vo marco jurídico, que posibilitaba entregar en forma directa, sin licitación, la
construcción y operación del oleoducto en beneficio de las compañías petrole-
ras, con las que el Estado tenía contratos de exploración y explotación.
20 AÑOS DE MOVIMIENTO INDÍGENA EN ECUADOR I 83
ciones locales y regionales que se declararon afines al gobierno y las que op-
taron por declararse en abierta y radical oposición, acusándolo de traicionar
acuerdos alrededor de la reforma política.
Pero en el trasfondo de los desacuerdos estaban las decisiones de Correa
para explotar recursos naturales en territorios indígenas, en particular, petró-
leo y minerales. La intensificación de conflictos en áreas de concesión mine-
ra, especialmente en el suroriente del país, había llevado al distanciamiento
de la Conaie y luego a su ruptura con el gobierno.
otras regiones periféricas del país. Confirmaban también los temores antici-
pados por el presidente de la Confeniae sobre anuncios gubernamentales que
generan esperanzas en las comunidades, pero que con bastante frecuencia se
convierten en frustraciones y anunciaban que las reformas que impulsaría el
gobierno generarían grandes conflictos sociales y políticos.
Los conflictos empezaron a desatarse en muchos territorios indígenas ya
no solo por actividades petroleras, sino también por explotaciones mineras.
En la Cordillera del Cóndor, zonas colonizadas y áreas ecológica y cultural-
mente frágiles, varias comunidades shuar se opusieron a la actividad mine-
ra en sus territorios y sus dirigentes fueron víctimas de amedrentamiento y
persecución22 por dos empresas, una de origen canadiense y otra, de Esta-
dos Unidos. También en Intag, provincia de Imbabura, en la Sierra Norte, se
responsabiliza a otra minera canadiense, la Ascendant Cooper, de contratar
grupos armados para amedrentar a las organizaciones campesinas y a autori-
dades locales y de agredirlas con armas de fuego o gases.23
Estos y otros casos fueron sucediendo en varias zonas del país en torno a
áreas mineras concesionadas, generando enfrentamientos entre comunidades
mientras las empresas concesionarias manifestaban no tener conflictos a causa
de sus actividades24. Pretendiendo resolverlos, el gobierno convocó al llamado
Diálogo Nacional Minero, que no arrojó resultados positivos ni compromisos
específicos, aparte de la presentación de un Plan Nacional Minero Artesanal.
Pero fueron los procedimientos aplicados por el gobierno, en particular
en torno a las leyes de minería y agua, los que desataron la ira de la dirigencia
de la Conaie.
Las asambleas extraordinarias de Ecuarunari y de la Conaie, reunidas
en octubre y noviembre de 2008, resolvieron convocar a una movilización
nacional para defender a la “madre tierra” y exigir el archivo de una Ley de
Minas propuesta por el gobierno, por considerar que implantaba “un modelo
de explotación a gran escala que atenta contra el ambiente, contamina el agua
y expolia las riquezas naturales del país sin dejar casi beneficio alguno para
los ecuatorianos” (Kintto, 2009). Además, la Ley no había contado con la
participación de la población indígena que se vería afectada.
En respuesta a la convocatoria de las organizaciones, se realizó un paro
nacional antiminero en enero de 2009, en el que participaron 8 provincias
de la zona andina, pero pocas organizaciones de base y fue controlado por
fuertes dispositivos policiales. En Quito, algunos dirigentes de Conaie y gru-
pos ecologistas encabezaron una pequeña manifestación y en las provincias
del sur del país, las organizaciones locales filiales de Ecuarunari y de Conaie
bloquearon algunas carreteras. La prensa registró los hechos como un fracaso
del movimiento debido a sus divisiones internas y a su baja convocatoria.
98 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
Dos tensiones marcan el último período del movimiento indígena del Ecua-
dor: la compleja transición del Estado-nación al modelo plurinacional y la
persistencia de un modelo económico basado en la extracción de recursos
naturales, con fuertes consecuencias para los pueblos indígenas.
Correa prioriza un enfoque nacional-popular que parece subordinar las
nacionalidades indígenas y pasar por alto sus demandas históricas, especial-
mente en cuanto al control y legalización de sus territorios ancestrales y al
ejercicio pleno de sus derechos como sujetos colectivos para ejercer una “ciu-
dadanía diferenciada” y poner en práctica la autonomía y la libre determina-
ción en el Estado unitario.
El gobierno de Correa cuenta con asesores muy cercanos a intereses
empresariales, lo que explica en buena medida que poco a poco las nuevas
leyes minimicen los logros indígenas en la Constitución Nacional en mate-
rias sustantivas como la participación ciudadana, los derechos colectivos y
los derechos de la naturaleza. En el bloque Alianza País convergen diversas
posiciones, desde las que defienden intereses privados con respecto al agua
y las comprometidas con cambios sustanciales, hasta posiciones “indife-
rentes”.
Quizás por lo anterior las relaciones entre el gobierno, portador de una
perspectiva nacionalista, integracionista y de expansión extractiva, y el mo-
vimiento indígena que lucha por el ejercicio pleno de sus derechos se desen-
vuelven en varios tiempos que alternan aproximaciones, distanciamientos,
desencuentros y disputas, sin un desenlace claro. Al comienzo, se manifiestan
tensiones marcadas por las movilizaciones contra la ley de minería y disputas
asociadas a las leyes de aguas, de participación popular, descentralización y
ordenamiento territorial y otras relacionadas con sus derechos reconocidos.
Luego, se establecen mecanismos de diálogo para canalizar y procesar dife-
rencias. El tercer momento es de ruptura, cuando el gobierno desatiende los
reparos y exigencias de las organizaciones para llevar adelante su agenda po-
lítica y económica.
No obstante los desencuentros con motivo de las leyes de Minas y de
Agua, los indígenas pasaron nuevamente a ser autoridades del Ejecutivo y
legisladores de Alianza País.
Desafíos como la reforma política, la materialización del Estado plurina-
cional mediante el reconocimiento de los gobiernos autónomos indígenas,
las políticas territoriales y agrarias, el futuro del modelo extractivo y el esta-
blecimiento de mecanismos claros y democráticos que aseguren el respeto y
20 AÑOS DE MOVIMIENTO INDÍGENA EN ECUADOR I 101
Notas
1 Los huasipungueros eran los trabajadores bre de “leyes troles” aluden a su mentor, el
en las haciendas que a cambio de su trabajo presidente Mahuad, apodado por la prensa
recibían un pedazo de tierra, el huasipun- local como “troleman” por haber instalado el
go, para procurarse su subsistencia. Los sistema de trole bus durante su gestión en la
yanaperos trabajaban gratuitamente en las alcaldía de Quito.
hacienda a cambio de utilizar áreas de éstas 6 Como la reducción de algunos centavos en el
para el pastoreo de sus animales. precio del gas o el congelamiento del precio
2 Las exportaciones realizadas de 1972 a de los combustibles.
1974 llegaron a representar ingresos por 7 Heinz Dietrich analista político alemán re-
casi la totalidad de las realizadas en los 140 sidente en México, conocido como ideólo-
años anteriores, pues los precios del barril go de la izquierda latinoamericana y asesor
saltaron de $ 2,56 a $ 13,9 (Acosta, 1982) del presidente venezolano Hugo Chávez.
3 La Comisión de la Verdad, creada en mayo Uno de sus ensayos, La tercera vía (2000),
de 2007 por el presidente Rafael Correa analiza la crisis del modelo neoliberal y el
para esclarecer las violaciones a los dere- ascenso político de la izquierda en varios
chos humanos atribuidas a agentes del Esta- países latinoamericanos, equiparando sus
do ocurridas a partir de 1984, catalogó este gestiones como una farsa socialdemócrata.
período de gobierno como el de mayores La Cuarta Vía al Poder se refiere el ascenso
violaciones en democracia. de verdaderas propuestas de izquierda.
4 En 1997, el profesor Richard Cooper, de 8 Años más tarde, Dávalos haría un mea cul-
Harvard, encabezó una comisión que re- pa, reconociendo que “la debilidad de la
dactó el documento “Global Trends 2010”, izquierda obedece tanto a su falta de vincu-
auspiciado por los órganos de inteligencia lación y compromiso con los sectores po-
del gobierno norteamericano, en el que se pulares, cuanto a las falencias de su propio
afirma que “los movimientos indígenas de discurso e incapacidad de interpretar al país
protesta, incrementados debido a la facili- (…) La producción teórica de la izquierda
dad de las redes trasnacionales de los acti- ecuatoriana es débil: en efecto, no existe ni
vistas de derechos indígenas y financiados debate, ni discusión, ni autocrítica. Autár-
por fundaciones internacionales de dere- quica y autista, autosuficiente y engañándo-
chos humanos y grupos ambientalistas, se a sí misma, creyéndose que su verdad es
son parte de las amenazas que confrontan la única verdad, la izquierda se fagocita a si
los Estados, especialmente desde México misma…” (Dávalos, 2006).
hasta la Región Amazónica”. Cf .”Global 9 Hasta la fecha misma del golpe de Estado
Trends 2015”, National Intelligence Coun- en el año 2000 se desempeñó como jefe
cil (NIC)-Institute for National Strategic de la oficina conocida con el código C3i2
Studies (INSS), Washington D.C. (Centro de Comando, Control, Comu-
5 Las leyes Trole son la “Ley para la Transfor- nicaciones, Inteligencia e Informática del
mación Económica del Ecuador”, No. 33 del Comando Conjunto de las Fuerzas Arma-
13 de marzo, y la “Ley para la Promoción de das), según lo refiere el ex ministro del in-
la Inversión y la Participación Ciudadana”, terior de Mahuad, Vladimiro Álvarez Grau.
No.144 del 18 de agosto de 2000. El nom- Además gozaba de la confianza absoluta del
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el último tercio de la década del 60 por Richard Ch. Smith, antropólogo esta-
dounidense, con comunidades del pueblo Yanesha (por entonces conocido
como Amuesha), se creó, en 1969, el Congreso Amuesha. En 1981, éste se
reorganizó y cambió su nombre por el de Federación de Comunidades Nati-
vas Yanesha (Feconaya), que funciona hasta hoy.
La década del 70 fue fructífera en la aparición de organizaciones indíge-
nas que, grosso modo, responden al mismo patrón general: unas bases organi-
zadas a partir de las comunidades nativas, la figura a la que el ordenamiento
legal peruano reconoce personería jurídica1, cuyos representantes consti-
tuyen la asamblea general como máxima autoridad, que, además de definir
sus estatutos, elige una directiva para regir su marcha durante periodos que
varían entre dos y cuatro años. Esta directiva está encabezada por un presi-
dente, que a veces recibe el nombre de alguna autoridad tradicional (cornes-
ha entre los yanesha, pinkatsari entre los ashaninka y apu entre los pueblos
de habla quechua y algunos otros), y secundada por un número variable de
secretarios, quienes asumen la responsabilidad sobre temas específicos (te-
rritorio, educación, salud, economía, mujer y otros).
El nacimiento del Congreso Amuesha no sólo coincide sino que está rela-
cionado con dos hechos importantes. Uno de ellos es el inicio del interés de la
antropología en los pueblos indígenas amazónicos, que inauguró el antropó-
logo Stefano Varese con sus trabajos sobre los “campas” del Gran Pajonal. En
efecto, su libro La sal de los cerros, publicado por primera vez en 1968, abrió un
campo nuevo no sólo de estudios antropológicos, sino de compromiso con los
pueblos indígenas, cuyos derechos y dignidad humana estaban conculcados.
El otro fue la llegada al poder del general Juan Velasco Alvarado, en 1968,
mediante un golpe de Estado. En ese momento se instauró un régimen que
impulsó cambios sustanciales que buscaban superar las brechas existentes en
la sociedad peruana, caracterizada por una minoría que ejercía el poder y una
inmensa mayoría, gran parte de ella compuesta por indígenas, ubicada en el
otro extremo de la escala: pobre, humillada y abrumada por la injusticia. En
este marco, los pueblos indígenas de la Amazonía aparecieron por primera
vez como preocupación del Estado y sujetos de derecho. Fue precisamente
Varese quien comenzó a trabajar estos temas en ese gobierno y quién planteó
la primera propuesta legal para ellos, que finalmente se aprobó en junio de
1974 con el nombre de Ley de Comunidades Nativas y de Promoción Agro-
pecuaria de las Regiones de Selva y Ceja de Selva.
El proceso de elaboración y consulta de la ley generó espacios de re-
flexión con las organizaciones, donde existían, o con delegados de comuni-
dades en talleres y otros eventos. En ellos, a través del Sistema Nacional de
Apoyo a la Movilización Social (Sinamos), institución creada por el gobierno
108 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
inicio de las primeras y relatar cómo ellas dieron origen a niveles más com-
plejos de organización.
La coordinadora nacional
En la segunda mitad de la década del 70 existían ya varias organizaciones
indígenas articuladas por cuencas, que además de relacionarse con organis-
mos del Estado tomaron contacto con otros grupos de actores nacionales
y extranjeros. Uno de ellos estaba compuesto por un conjunto de personas
independientes, de diversas profesiones, que trabajaban en la región con
pueblos indígenas. Otro estaba integrado por estudiantes de antropología
de las universidades Católica y San Marcos que habían declarado su interés
de trabajar con pueblos indígenas y realizaban trabajos de campo en dis-
tintas zonas. El tercero estaba constituido por algunas agencias extranjeras
que comenzaban a financiar actividades puntuales de las nacientes organi-
zaciones.
No obstante, a partir de 1975 el Estado comenzó a dar marcha atrás en
sus reformas favorables al movimiento popular. Consecuencia de esto fue la
modificación, en 1978, de la Ley de Comunidades Nativas, para permitir el
acceso del gran capital a los bosques nacionales,3 así como la concentración
de tierras para dedicarlas a la agroindustria.
Éste es el marco general en el que se creó, en 1976, un núcleo de coordi-
nación que inicialmente reunió a personas de los tres grupos mencionados.
A estos encuentros se integraron poco a poco representantes de las recién
creadas organizaciones indígenas quienes, a su vez, comenzaron a estrechar
relaciones entre sí al darse cuenta de que muchos de sus problemas eran co-
munes. Con esta finalidad acordaron reunirse periódicamente en la ciudad
de Lima, lugar al que de todas maneras debían acudir cada cierto tiempo para
plantear reclamos o gestionar trámites.
En 1978, poco tiempo después de haberse formalizado esos encuentros
mixtos, los representantes indígenas expresaron su voluntad de continuarlos,
pero sin la presencia de profesionales, estudiantes y agencias. Sin duda, tra-
taban de deslindar campos y afirmar su autonomía. En este contexto se creó
la Coordinadora de Comunidades Nativas de la Selva Peruana (Coconasep).
Pocos años más tarde cambió su nombre por el de Asociación Interétnica
de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep) y, en 1985, adquirió personería
jurídica como asociación civil sin fines de lucro, ya que hasta hoy no existe en
la legislación peruana ninguna figura jurídica para reconocer organizaciones
indígenas de este nivel.
ORGANIZACIONES INDÍGENAS DE LA AMAZONÍA PERUANA – LOGROS Y DESAFÍOS I 111
Logros
En sus 30 años de vida institucional, Aidesep ha tenido éxitos y altibajos. Su
primer logro es haber levantado, desde una perspectiva propia y autónoma,
una plataforma muy completa y desarrollada en que se plasman las principa-
les reivindicaciones indígenas. Durante las primeras décadas del siglo XX, el
tema indígena era manejado por instituciones indigenistas vinculadas a los
Andes, pero nunca directamente por los propios indígenas. A partir de la ley
de Reforma Agraria de 1969, los términos “indígena” e “indio” fueron pros-
critos del lenguaje oficial, por considerarse racistas y discriminadores, cuan-
do en realidad su carga negativa derivaba de su uso y no de su etimología.
A la consecución de estos logros ciertamente ha contribuido el movi-
miento indígena global, con el cual se ha vinculado Aidesep desde su inicio y
ha sido una de las organizaciones más activas para su expansión. La creación
de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica
(Coica) es también un logro suyo, junto con otras organizaciones nacionales
de los países que la fundaron.
El proceso impulsado por Aidesep ha tenido también repercusiones en el
mundo de los indígenas andinos en el Perú, quienes han reasumido su iden-
tidad después de haberse ocultado durante décadas detrás de la etiqueta de
“campesinos”. Esta identidad les proporciona ahora la energía aglutinadora
para enfrentar nuevos problemas, en especial, los estragos causados por la
112 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
Crisis y problemas
Como toda organización, Aidesep ha tenido sus altibajos y crisis. Organizada
sobre la base de impulsos muy apremiantes y con discursos elaborados me-
diante una aproximación muy cercana a las necesidades de sus representados,
en la actualidad debe responder a cuestiones nacionales y a interlocutores ex-
ternos que obligan a desarrollar un lenguaje y a tratar temáticas distanciadas
de los requerimientos de la vida cotidiana de sus bases.
El significativo avance de los discursos teóricos en el nivel más alto (te-
rritorio, libre determinación, concepción intercultural de la educación y la
salud, entre otros temas) no siempre concuerda con las condiciones reales
en que se debaten los problemas comunales, que la gente debe enfrentar
cotidianamente con diversos actores económicos y sus discursos sobre de-
sarrollo. Unas veces son madereros que captan la solidaridad de parte de
la población mediante pagos y dádivas; otras son agentes del Estado que
ofrecen pequeñas sumas de dinero de programas asistenciales, como “Jun-
tos” o “Crecer”, a condición de que se acepten sus propuestas, por ejemplo,
la parcelación de tierras colectivas; otras, por último, son relacionistas co-
munitarios de empresas petroleras que buscan dividir a las comunidades a
cambio de donaciones.
El acelerado crecimiento de la organización ha hecho que ésta asuma
nuevos ámbitos y responsabilidades sin haber afirmado debidamente sus pro-
pios cimientos. Esto hace que el avance de los procesos no siempre descanse
sobre bases sólidas y que se perciban con frecuencia discrepancias entre las
reivindicaciones de los niveles central, regional y, sobre todo, local. El debili-
tamiento de las relaciones entre los dirigentes de los diversos niveles organi-
zativos y de éstos con sus bases es uno de los mayores retos que afronta hoy
el movimiento indígena peruano.
114 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
para promulgar normas que faciliten la aplicación del TLC entre Perú y Esta-
dos Unidos. Bajo este paraguas, el gobierno ha aprobado decretos que anulan
el proceso de consulta a comunidades para entregar contratos de explotación
minera, una nueva ley forestal que permite privatizar los bosques y normas
que rebajan los requisitos para la parcelación de comunidades indígenas y la
venta de sus tierras a terceros, entre otras muchas que suman un centenar.
Frente a la gravedad de éstos y otros hechos que afectan de manera de-
terminante a los pueblos indígenas, la respuesta de Aidesep había sido lenta
en los últimos años. Sin embargo, el 9 de agosto de 2010 se puso a la cabeza
de una enérgica protesta indígena de alcance nacional que ha originado una
convulsión política de gran envergadura (sobre este tema volveremos más
adelante).
A pesar de que Perú ha incorporado en su legislación el Convenio 169 de
la OIT y aprobó la Declaración de Naciones Unidas sobre los derechos de los
pueblos indígenas, la perpetua criminalización de la protesta hace muy difícil
introducir planteamientos alternativos de la población indígena en el seno de
una sociedad nacional que, aunque empobrecida, está bombardeada por el
discurso liberal. La débil (y en muchos casos xenófoba) acogida del discurso
indígena en los sectores medios urbanos de la sociedad nacional puede expli-
car en cierta medida la lentitud de las reacciones.
Y aquí es donde aparece otra de las grandes dificultades de la organiza-
ción indígena amazónica del Perú: su poca habilidad para armar alianzas con
el resto del movimiento popular, lo que determina su aislamiento social. La
singular explosión de solidaridad de los gremios de trabajadores y campesi-
nos durante el levantamiento de agosto de 2010 demuestra que tiene abiertas
las puertas para organizar alianzas efectivas que le permitan acelerar y forta-
lecer su capacidad de respuesta frente a los acontecimientos nacionales que
agreden a las comunidades, cerrando filas con el resto del movimiento popu-
lar también violentado por las políticas del gobierno.
Otras organizaciones
para una organización indígena, lo cierto es que éste fue el elegido por los
propios dirigentes y el que revelaba el estado de la cuestión en ese momento.
En cualquier caso, y a pesar del nombre, lo que menos ha hecho Aidesep a
lo largo de su vida institucional es desarrollismo, como se lo han criticado
permanentemente el Estado y la propia Conap, y en cambio ha centrado su
acción en la defensa de los derechos de sus afiliados.
La creación de la Conap se produjo finalmente en mayo de 1987 en me-
dio de estas confrontaciones. Su propuesta central era que la organización
debía cumplir el rol de representar políticamente a sus bases y no asumir,
como lo hacía Aidesep, programas y proyectos para titular comunidades, para
formar capacidades en los campos de la educación y la salud y cuestiones de
este tipo, las cuales deberían quedar en manos de las instituciones de apo-
yo. A contracorriente de Aidesep y del movimiento indígena mundial, que
centran sus planteamientos en la reivindicación territorial y en la lucha por
la autodeterminación, Conap declaró desde el comienzo que la tierra no era
un derecho exclusivo de los indígenas, sino también de los colonos, y que la
autodeterminación indígena era un absurdo que escondía afanes separatistas
(véase sobre el tema Chirif, 1991).
En los escasos documentos en los que Conap expresa sus planteamien-
tos iniciales como organización, la reivindicación territorial no aparece. Más
aun, las comunidades de una de sus bases más sólidas y antiguas, asentadas
en la cuenca del alto Mayo, han alquilado sus tierras a colonos. Se trata de
una zona donde la producción de arroz tiene altos rendimientos como con-
secuencia de haber sido mecanizada y contar con infraestructura de riego. Es
evidente que la permanencia prolongada de arrendatarios que han invertido
en maquinaria e infraestructura consolida en la práctica derechos de propie-
dad privada que ahora, además, empiezan a ser impulsados por la legislación
vigente. Recién en los últimos años estas comunidades han comenzado a
darse cuenta del peligro que implica su decisión de alquilar las tierras, me-
diante contratos que no sólo les dejan magros ingresos económicos sino que
además comprometen su dominio territorial. En efecto, dichos contratos
no establecen plazos de vigencia ni restricciones para el asentamiento de los
colonos, quienes no sólo están usando las tierras sino que han construido
viviendas y llevado a familiares.
El lenguaje clasista desapareció del discurso de Conap que, en cambio,
mantuvo inalterable su desinterés por promover los derechos de los pueblos
indígenas. En este contexto, la mejor manera de definir su quehacer es seña-
lando que consiste en hacer todo lo contrario de lo que plantea Aidesep. Esto
se hizo palpable en la posición de las partes con respecto al mayor problema
que enfrentan los pueblos indígenas en los últimos tiempos: la explotación
ORGANIZACIONES INDÍGENAS DE LA AMAZONÍA PERUANA – LOGROS Y DESAFÍOS I 119
Cambios en Conap
A partir de la segunda mitad de 2009, Conap ha empezado a acercarse a las
posiciones de Aidesep. Los cambios comenzaron a producirse después de
la tragedia de Bagua, en la que murieron 25 policías y 10 civiles, entre ellos
varios indígenas. Las protestas que culminaron en esa tragedia, se debieron a
las políticas abusivas impuestas por el gobierno del presidente García, que in-
cluyeron la promulgación de decretos contrarios a los derechos reconocidos
por la legislación nacional y los instrumentos internacionales, y a la firma de
numerosos contratos para explotación de recursos naturales (principalmente
mineros e hidrocarburos) en sus territorios, sin realizar la consulta previa a la
que los pueblos indígenas tienen derecho.
Los cambios de Conap, sin embargo, habían comenzado un poco antes.
En reunión de su Consejo Directivo, el 11 de marzo de 2009, la Confedera-
ción acordó destituir al dirigente César Sara Sara, quien venía desempeñan-
do la presidencia desde hacía 12 años. En una carta dirigida “a la opinión
pública” el 22 de septiembre de ese año, el nuevo presidente de la organi-
zación argumentó que la destitución de su antecesor se debía a que “venía
asumiendo dicho cargo de manera deficiente desde el mes de junio de 2007”.
En este documento advierte a las instituciones públicas y privadas, naciona-
les e internacionales “a fin de que no se dejen sorprender por esta persona,
[…] que en reiteradas oportunidades ha creado intrigas y desunión entre los
miembros de nuestra organización”, y lo sindica como causante del deterioro
de la imagen institucional. En la última parte señala que Conap se encuentra,
en pleno proceso de cambios internos demostrando capacidad de
gestión con resultados tangibles y positivos a favor de las federacio-
122 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
cuando se dio la primera ley sobre “comunidades nativas”. Ésta fue luego mo-
dificada en 1978 por una norma que, aunque mutilada, está aún vigente.
El nombre de comunidades nativas dado a los asentamientos indígenas ama-
zónicos se debe a varias razones, entre estas, la influencia del modelo andino
y costeño (comunidades indígenas hasta 1969 y de allí en adelante, campesi-
nas) y la formación en muchas zonas de asentamientos nucleados de población
amazónica que sugerían la existencia de un modelo comunal (véase sobre el
tema Chirif y García, 2007). Estos asentamientos nucleados, por su parte, se
fueron conformando por diversas razones. Algunos a consecuencia de procesos
sociales desarrollados de manera más o menos espontánea, como la coloniza-
ción de tierras amazónicas por parte de población principalmente andina, lo
que había dado como resultado el arrinconamiento de los amazónicos en pe-
queñas islas rodeadas de inmigrantes agresivos que habían ocupado gran parte
de sus espacios tradicionales. Otros fueron resultado de medidas impulsadas
desde el Estado, especialmente por el Ministerio de Educación que exigía un
número determinado de alumnos para instalar escuelas; y desde las iglesias
Católica y Evangélica, que también requerían de población concentrada para
desarrollar sus labores misionales. Los patrones también fueron decisivos en
el impulso de este modelo de concentración, en tanto requerían mano de obra
para sus fundos agropecuarios y para la extracción de recursos del bosque.
La Ley de 1974 tuvo como motivación principal el salvamento de los
asentamientos indígenas (“comunidades”) más afectados por los procesos
de colonización que, en algunas zonas, como la llamada selva central (región
amazónica de Junín y Pasco) y la selva sur (Cusco) datan de fines del siglo
XIX. Dos razones más ayudan a entender por qué la estrategia se dirigió a ga-
rantizar los pequeños espacios que los indígenas amazónicos habían podido
mantener bajo su poder.7
La primera razón es el escaso conocimiento que había en aquella época
sobre las sociedades indígenas amazónicas y sus sistemas de uso del bosque;
y la otra es el carácter incipiente de las organizaciones indígenas que esta-
ban sobre todo preocupadas por salvaguardar lo que la colonización les había
dejado libre de invasiones. Por entonces, además, estas organizaciones no
habían elaborado los conceptos políticos que hoy manejan. En efecto, el dis-
curso sobre pueblo indígena como unidad de referencia y territorio étnico
como espacio de reivindicación para el ejercicio de autonomía comenzaría a
desarrollarse una década más tarde. La ausencia en los países vecinos de mo-
delos legislativos para encarar este tipo de realidad también ayuda a explicar
las opciones que se tomaron en el Perú.
Otra grave limitación de la legislación indigenista peruana es la superpo-
sición de derechos sobre un mismo espacio dependiendo del tipo de recur-
124 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
sos de que se trate. Así, mientras la ley les garantiza el derecho de propiedad
sobre los suelos de uso agropecuario, sólo reconoce la cesión del uso sobre
aquéllos que son de capacidad forestal, lo que resulta absurdo y arbitrario
en una región como la Amazonía, donde la mayor parte de sus suelos son de
capacidad forestal y donde la economía indígena tiene su base principal en el
bosque y no en la agricultura. Hay otras superposiciones más que debilitan el
derecho de propiedad territorial de las comunidades indígenas. Por ejemplo,
el Estado no reconoce a las comunidades como dueñas de los cuerpos de
agua que están dentro de sus tierras tituladas y ni siquiera su derecho priori-
tario para el uso exclusivo de estos cuerpos, los cuales pueden ser entregados
a terceros para su explotación. Por lo general, quedan en el limbo de la inde-
finición de la propiedad pública y, por falta de presencia real del Estado, que
le resta posibilidades de gestión, terminan siendo mal utilizados y destruidos
por cualquiera. Es también grave el caso de los hidrocarburos y de los recur-
sos mineros, tanto del subsuelo como de la superficie (placeres auríferos),
que se mantienen como propiedad pública y son entregados por el Estado
para su explotación a empresas privadas. Esto, además de generar serios con-
flictos sociales con la población indígena, está causando estragos irreparables
o muy difíciles de revertir en muchas zonas de la Amazonía peruana.
Aun con estas debilidades de concepción, el proceso de fortalecimien-
to de las nacientes organizaciones indígenas que se desarrolló en los años
siguientes a la promulgación de esta ley permitió superar algunas de sus limi-
taciones y comenzar el largo trabajo de recomposición territorial. Una de las
estrategias usadas para esto fue buscar la colindancia entre las comunidades
al ser tituladas, de manera que en conjunto constituyeran un territorio lo más
amplio posible. Cierto que no siempre se pudo lograr esto porque en muchas
partes el avance de la colonización había dejado asentamientos indígenas ais-
lados en un mar de colonos. La titulación de una comunidad con otras como
“anexos” fue otra estrategia para dar continuidad a los territorios. El caso más
emblemático en este sentido fue el de la comunidad matsés, que con sus más
de 15 anexos (asentamientos) compone hoy un gran espacio territorial de
más de 400.000 hectáreas continuas.
Un penoso retroceso
Desde el gobierno del presidente Fujimori, los derechos de los pueblos indí-
genas comenzaron a ser drásticamente debilitados, al punto que hoy la legis-
lación peruana sobre la materia está a la zaga de la del resto de países del área.
La Constitución Política de 1993 puso fin a un largo periodo de garantías
ORGANIZACIONES INDÍGENAS DE LA AMAZONÍA PERUANA – LOGROS Y DESAFÍOS I 125
nacional a los términos del Tratado de Libre Comercio suscrito por Perú con
Estados Unidos.
Muchos de estos decretos contenían propuestas que, como se mencionó,
habían sido rechazadas por gobiernos regionales, organizaciones de base y
comisiones legislativas del Congreso. Un número importante de ellos vul-
neraba los derechos reconocidos a las comunidades indígenas, con el fin de
apoyar intereses de grandes empresas.
Entre otras cosas, en estos decretos se anulaba el proceso de consulta
para la suscripción de contratos petroleros y mineros en lotes ubicados en
territorios comunales; se rebajaba el quórum de la asamblea, de dos tercios
al 50%, para disolver comunidades y vender sus tierras a terceros; se permitía
la privatización de los suelos forestales y el cambio de uso al de agrícolas para
proyectos que fuesen declarados “de interés nacional” (el objetivo subyacen-
te era apoyar plantaciones para biocombustibles); se determinaba la expro-
piación de terrenos comunales usados para servicios públicos; se declaraban
como propiedad del Estado todas las tierras eriazas no tituladas, aunque estu-
viesen poseídas y fuesen pretendidas por comunidades indígenas u otros po-
bladores locales; y se permitía que invasores con cuatro años de establecidos
se apropiasen de tierras comunales, con lo cual se anulaba la garantía consti-
tucional que otorga carácter imprescriptible a la propiedad territorial de las
comunidades. Por último, todos estos decretos tenían defectos formales que
los hacían inconstitucionales por el hecho de no haber sido consultados y,
algunos de ellos, por legislar sobre temas sobre los que no está permitida la
delegación al Ejecutivo de funciones legislativas.
Los análisis jurídicos realizados sobre dichos decretos por especialistas
en temas indígenas y constitucionales fueron contundentes sobre la trans-
gresión del gobierno al Estado de Derecho al haber legislado sobre materias
que no estaban relacionadas con el TLC y, por tanto, no hacían parte de sus
facultades excepcionales, además de su inconstitucionalidad por afectar dere-
chos reconocidos a los indígenas, entre ellos la consulta previa, y por derogar
normas de mayor jerarquía.
Las primeras protestas de las organizaciones indígenas se hicieron sentir
a mediados de 2008 y lograron la derogatoria de algunos decretos y el com-
promiso del Estado de revisar los otros y proceder de igual manera en los me-
ses posteriores. No obstante, el gobierno no cumplió esto último a pesar de
una recomendación en este sentido de la Comisión de Constitución del Con-
greso, avalada por una demanda específica de la Defensoría del Pueblo ante el
Tribunal Constitucional. En su lugar, continuó con su política de promulgar
normas y suscribir contratos con empresas extractivas sin consultar con las
organizaciones indígenas, tal como lo prevé el Convenio 169 de la OIT.
128 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
turbios con empresas, podría repetir esta terrible y torpe experiencia represi-
va que desembocó en la muerte de muchos peruanos.
Recordemos ahora cómo también en el caso de la cuenca del Corrientes
las comunidades achuares tuvieron que tomar medidas de fuerza para que el
gobierno escuchara sus protestas, señalando que la actividad petrolera conta-
minaba su medio ambiente y afectaba la salud de su población.
Hacia el futuro
Notas
1 No obstante, el carácter amplio de la defi- 4 La reserva comunal es una categoría de
nición de comunidad que aporta la ley ha Área Natural Protegida para uso directo
permitido en un caso que todos los asenta- de las comunidades aledañas, quienes la
mientos de un pueblo –Matsés– sean reco- administran en cogestión con el Estado.
nocidos como una única comunidad. La reserva territorial es un área declarada
2 En 1979, el cineasta alemán Werner Herzog para proteger a pueblos indígenas en aisla-
se propuso filmar la película Fizcarraldo en miento voluntario. En realidad, se trata de
la cuenca del río Cenepa, en la zona conoci- una protección meramente declarativa en la
da como alto Marañón, habitada por pobla- medida que el Estado no ejerce control de
ción awajun. Como la gente no aceptó su las actividades ilegales que se desarrollan en
propuesta, Herzog puso en marcha diversos ellas (extracción maderera y aurífera) y ade-
mecanismos de presión para hacer prevale- más las puede entregar en concesiones para
cer su punto de vista. Cansados de reclamar explotación de hidrocarburos y minerales.
por la vía legal, que a pesar de serle siempre 5 Las siglas corresponden, respectivamente,
favorable no lograba la salida del director y al Fondo Nacional de Compensación y De-
su equipo, los awajun tomaron la cuestión sarrollo Social y al Ministerio de Economía
en sus manos: incendiaron el campamento y Finanzas.
de la empresa, capturaron a su personal y lo 6 http://Conap.org.pe/pronunciamientos
expulsaron en botes río abajo. 7 En el caso de algunas comunidades de la
3 Los bosques nacionales eran una categoría zona de Satipo, se hubieran podido titu-
especial de bosques particularmente ricos en lar áreas más grandes pero la gente en ese
especies valiosas. El Estado había reservado momento no vio la necesidad de hacerlo,
para sí su explotación pero en 1975 cambió según se lo comunicaron a la antropóloga
la ley para dar paso a las empresas privadas. Lucy Trapnell fundadores de ciertas comu-
132 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
nidades de dicha zona (L. Trapnell, com. 22175, Ley de Comunidades Nativas, que
pers.). han sido derogados por esta ley y mencio-
8 Sobre este tema se puede consultar un tra- na también las contradicciones concretas
bajo especializado de García, 1995: 83-132 entre ella y el Convenio Nº 169 de la OIT
y 139-155. (83-136).
9 García (1995: 133-34) presenta una re- 10 http://www.ild.org.pe/indigenous-
lación completa de los artículos del DL peoples-amazon/press
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cio, 5 de junio. Suplemento contratado.
HACIA EL PODER INDÍGENA EN ECUADOR, PERÚ Y BOLIVIA I 133
Introducción
Las identidades de los numerosos pueblos indígenas que hasta ahora habitan
los tres países centrales andinos, incluidas sus tierras bajas amazónicas, han
pasado por diversas vicisitudes desde mucho tiempo atrás. Primero sintetiza-
ré los procesos trenzados por los que éstas han ido transitando y a continua-
ción resaltaré varios aspectos generales, a saber: el cambiante forcejeo entre
el indio alzado y el permitido desde el Estado, el permanente juego de auto
identificaciones, el peso de la lucha por los recursos naturales en el resurgir
de esas identidades y organizaciones étnicas y cómo la escala de esos movi-
mientos reivindicativos ha llegado a rebalsar las fronteras estatales y a formar
parte de la glocalización alternativa.
Como contextualización previa, recordemos que en la región andina
de los tres países la mayoría de la población tiene orígenes quechuas y, en
menor grado, aymaras. Pero en la costa de Ecuador y Perú, que ha recibido
también muchos inmigrantes tanto andinos como de otros muchos países,
ya son pocos los que reconocen esa identidad. En las tierras bajas de toda la
región, hacia las cuencas amazónica y platense, hay más bien una salpicadura
de pueblos minoritarios. La cuantificación demográfica a partir de los censos
se basa en criterios distintos para cada país y con frecuencia cae en lo que
Bonfil Batalla llamaba el “etnocidio estadístico”, uno de cuyos principales ins-
trumentos ha sido la versátil categoría de “mestizo” que, en sí misma, no defi-
ne la pertenencia o no a determinados pueblos; el otro instrumento, usar sólo
la lengua como indicador de pertenencia en países con aplastantes políticas
castellanizadoras. En medio de esas ambigüedades, estimamos que en Bolivia
esta pertenencia a pueblos originarios es sin duda mayoritaria, mientras que
en Ecuador y Perú se aproxima más a un tercio.
nombres propios incluso en el imperio inca, que les dio una primera estruc-
tura estatal conocida como el Tawantinsuyu o “los cuatro suyus (jurisdiccio-
nes) unidos”.
Pero la primera experiencia temprana de globalización, ocurrida tras la
Conquista y la Colonia castellana no respetó las diferenciaciones: fue ama-
sando los pueblos en identidades y nombres más genéricos como naturales,
indios o quizás “la indiada”. Ya tiene una fuerte connotación globalizada el
hecho de que esos pueblos aparezcan desde entonces ficticiamente asociados
a la distante India. De paso por Bolivia en 2008, Michel Wieviorka nos co-
mentó que esa primera globalización es la que da origen al moderno racismo.
Éste tendría un año muy preciso de nacimiento: 1492.
Aquellos pueblos originarios no aceptaron pasivamente esa nueva situa-
ción y en diversas ocasiones organizaron rebeliones entre las que sobresale
la gran rebelión conjunta de Tupaj Amaru (en el actual Perú) y Tupaj Katari
(en la actual Bolivia), entre 1780 y 1782, que sacudió el régimen colonial
tres décadas antes de las guerras de la Independencia. Para los bolivianos ha
quedado particularmente grabado en la memoria colectiva –como esperanza
para los originarios y pánico inconsciente para los criollos– el cerco masivo
conjunto de Kataris y Amarus sobre la ciudad de La Paz durante buena parte
del año 1781.
a toda aquella región y rescatar varias zonas ocupadas por la guerrilla y/o
por cocaleros. Recién al final contaron además con un apoyo más directo del
Ejército con armas, munición y acciones coordinadas, en el esquema ya men-
cionado de los CAD, aunque sin perder su propia autonomía.
Según la zona y el momento, hubo diversos tipos de acuerdo implícito u
oposición entre esos varios actores: por ejemplo, en algunas partes, los coca-
leros entregaban recursos a los guerrilleros a cambio de ser protegidos por
ellos frente a los militares; pero en otras se aliaron cocaleros y militares, e
incluso con algunos CAD contra la guerrilla. También Estados Unidos en
ciertos momentos hizo la vista gorda en su “guerra contra las drogas”, argu-
yendo que si reprimían a 50.000 cocaleros, crearían 50.000 colaboradores de
Sendero.
Ecuador4
En Ecuador, el proceso andino con Ecuarunari y el amazónico con la Confe-
niae llevaron a coordinarse ambas organizaciones en 1980 en el Consejo Na-
cional de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conacnie), que desde
1986 se transformó en la Coordinadora de las Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (Conaie).
Cuatro años después, en 1990, ocurrió un hito clave en lo que algunos
analistas han llamado “el sismo étnico”. La Conaie llevaba dos años reclaman-
do sin éxito una Ley de Nacionalidades que reconociera más explícitamen-
te a las “nacionalidades indígenas” y, ya cansados, en la madrugada del 28
de mayo de aquel año sorprendieron con un gran bloqueo sincronizado en
diversas partes del país, sobre todo en la Sierra. Aunque tenían demandas
específicas en línea con aquel proyecto de Ley, sus reclamos más vivenciales
eran dignidad y respeto, como en tantas marchas y bloqueos indígenas; y su
mayor efecto, fue haber conmocionado de golpe la conciencia del país, como
HACIA EL PODER INDÍGENA EN ECUADOR, PERÚ Y BOLIVIA I 139
solos a las elecciones, con Macas como candidato presidencial. Por entonces,
el partido estaba además doblemente dividido, primero, porque algunos con-
notados miembros de Pachakutik se pasaron más bien al flamante partido de
Correa Alianza PAIS (= Patria Altiva i [sic] Soberana; o simplemente AP); y,
segundo, porque otros siguieron apoyando a Gilmar Gutiérrez, hermano del
derrocado e inhabilitado Lucio, con su Partido Sociedad Patriótica (PSP).
El resultado de las elecciones generales de 2006 fue un arrollador ascenso
de Correa (57% en la segunda vuelta), mientras que Pachakutik recibió una
votación muy baja (2,6%) y quedó reducido a un partido menor. Lo mismo
ocurrió en la elección de los miembros de la Asamblea Constituyente y, de
nuevo, en las elecciones de 2009, en las que logró apenas 4 parlamentarios
frente a los 59 de la Alianza de Correa y los 19 de Gutiérrez.
La Conaie ha ido remontando lentamente aquella crisis. Ante todo, si bien
tuvo poca presencia formal en la Asamblea Constituyente de 2007, en la nueva
Constitución promulgada en octubre 2008 mantuvo lo logrado en la de 1998.
Más aún, en alianza con otros constituyentes cercanos que ahora militaban en
la AP de Correa, consiguió incorporar además –por fin, como en la Constitu-
ción de Bolivia– los tan soñados principios de que Ecuador es un Estado Plu-
rinacional, regido por el principio de “vivir bien” (Sumak Kawsay y, en aymara
boliviano, Suma Qamaña) y en armonía con la Madre Tierra.
La Conaie ha ido recuperando su unidad y también algo de su capacidad
de negociación. Una reciente expresión de ello fue el bloqueo realizado en la
Amazonía en septiembre-octubre de 2009, en contra de los proyectos de Ley
de Aguas y de Minería y por problemas con empresas petroleras. El bloqueo
fue reprimido por la policía y terminó con decenas de heridos y con una per-
sona muerta. A partir de ello se realizó una marcha indígena hasta Quito y
se instauró una magna reunión inaugurada por el mismo presidente Correa
ante más de cien representantes de la Conaie, en la que se llegó al final a una
serie de acuerdos no sólo sobre este caso específico sino también con miras
a la viabilización concreta de los principales avances logrados en la nueva
Constitución y en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos
de los pueblos indígenas de 2007. Con ello, la organización ha ganado cierta
participación dentro del gobierno, pero mantiene una pugna permanente con
otros sectores más cercanos a los intereses empresariales.
Bolivia
En Bolivia, la convergencia entre la identidad campesina, fomentada desde
la Revolución del MNR en 1952, y la “indígena originaria”, iniciada a fines
142 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
de los años 60, fue aumentando sobre todo a partir de 1981, cuando el país
retornó a la democracia. No han faltado divisiones y conflictos internos por
la hegemonía dentro de la organización campesina o entre organizaciones,
pero aquí no podemos entrar a detallarlos.
Lo fundamental es que, en medio de ello, fue creciendo la acumulación
de fuerzas, a lo que contribuyeron tres flujos inicialmente inconexos: el ka-
tarismo, la mayoría de edad de las organizaciones de los pueblos indígenas
de tierras bajas y el crecimiento del movimiento cocalero desde los años 70.
El katarismo, al que ya nos hemos referido, surgió a fines de los 60 y con la
democracia creó los primeros partidos kataristas. Víctor Hugo Cárdenas, líder
de su rama moderada, llegó a ser vicepresidente del país en el período 1993-
1997, haciendo binomio con el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, em-
presario minero y principal representante local de la corriente neoliberal glo-
balizadora. Tener un vicepresidente indígena era algo hasta entonces inaudito;
el que, para ello, se aliara y formara además binomio con el principal neoliberal
era algo muy audaz y sorprendente. En esa alianza y gestión gubernamental
se incorporó en la Constitución Política del Estado (CPE) lo fundamental del
Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a favor de
los pueblos indígenas (artículos 1o y 171o) y se introdujeron la educación in-
tercultural bilingüe y los territorios indígenas como nueva forma de propiedad
agraria, con algunos rasgos que prefiguraban cierto autogobierno.
Recién en los años 90 empezaron a reestructurarse varias instancias lo-
cales y regionales que explicitaban mejor sus rasgos originarios, las cuales
desembocaron en 1997 en la Coordinadora Nacional de Markas y Ayllus del
Qullasuyu (Conamaq). Al principio, esta nueva instancia tomó una actitud
más agresiva contra la campesina CSUTCB, pero con los años ha habido un
creciente acercamiento entre ambas mediante pactos y alianzas, aunque no
fusión.
El segundo flujo fue la mayoría de edad de las organizaciones de los pue-
blos minoritarios de tierras bajas, las que en 1982 ya habían creado la Cidob.
Ganaron visibilidad nacional en una masiva y publicitada marcha hasta La
Paz en 1990 y pusieron sobre el tapete nuevos temas entre los que sobresale
la defensa de sus territorios, lo que suponía mucho más que la antigua lucha
campesina para tener un pedazo de tierra para cultivar y pastear: implicaba
también un mayor control de sus otros recursos y del medio ambiente y el
reconocimiento de sus formas internas de gobierno. Lograron entonces el
primer reconocimiento oficial de algunos de sus territorios y, desde entonces,
periódicamente han seguido realizando otras marchas con diversos reclamos.
Entre ellas sobresale la cuarta, en 2002, que logró colocar también en la agen-
da pública la necesidad de una nueva Constitución Política del país.
HACIA EL PODER INDÍGENA EN ECUADOR, PERÚ Y BOLIVIA I 143
El tercer flujo fue el crecimiento del movimiento cocalero desde los años
70. Se trató en buena parte de un resultado no pretendido de la estrategia
estadounidense de priorizar, en su guerra contra las drogas, la reducción y
hasta extirpación de la hoja de coca, que aparte de ser materia prima para
la cocaína, tiene otros muchos usos legales y simbólicos y es casi la única
alternativa productiva de muchos pequeños productores emigrados desde
los Andes. Los menos culpables pasaban así a ser el enemigo principal por
habérselos percibido como el eslabón más débil. Ello contribuyó a movili-
zarlos mucho más.
La principal figura que fue agigantándose en todo ese proceso fue la del
aymara Evo Morales, quien plasma y cataliza en buena medida las múltiples
identidades de los sectores populares bolivianos. Nació en 1959 y tuvo sus
primeras vivencias de niño y adolescente en una pequeña comunidad pastoril
del altiplano aymara, arreando llamas, cosechando y cumpliendo otras tareas
domésticas. Pero pronto fue acumulando también otras experiencias. A los
cinco años acompañó a sus padres a la zafra del azúcar en el norte de Argen-
tina, donde tuvo sus primeros contactos con la cultura dominante y la lengua
castellana. Años más tarde alternó su vida entre su comunidad y la ciudad de
Oruro, donde estudió secundaria. Recorrió el campo y la ciudad como dies-
tro futbolista y como trompetista en una célebre banda de música. Cumplió
su servicio militar y finalmente, por una sequía a principios de los 80, toda la
familia emigró, como tantas otras, a los cocales del subtrópico de Cochabam-
ba. Recién allí, emergió como dirigente de la organización de productores de
hoja de coca frente a los abusos de la policía y la DEA (Drug Enforcement
Agency) de Estados Unidos. Poco a poco, su liderazgo se amplió también a
otros sectores, dentro y fuera de Cochabamba y del ámbito rural.
Desde 1995, junto con su organización, Evo supo aprovechar la nueva
coyuntura que les abría el fortalecimiento de los municipios rurales con la
Ley de Participación Popular, que otros sectores populares rechazaban como
“ley maldita del Banco Mundial”. Sobre esa base, para las elecciones munici-
pales de aquel año, organizaron rápidamente su partido, al que significativa-
mente llamaron “Asamblea Soberana de los Pueblos” (ASP), en alusión a la
intervención norteamericana, y lograron copar no sólo los municipios de la
zona cocalera sino también los de otras áreas rurales quechuas de Cochabam-
ba. Animados con este éxito, en 1997 se lanzaron a las elecciones nacionales
donde lograron 4 diputados.
A todo ello se añadió, desde 2000, la crisis del modelo neoliberal, que
dominaba el escenario desde 1985. El chispazo inicial fue la llamada “gue-
rra del agua” en la ciudad y campo de Cochabamba contra la ineficiencia de
una multinacional. Siguieron diversos conflictos en cadena en los siguientes
144 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
meses y años, allí y en otras partes del país. En enero 2002, el gobierno de
Tuto Quiroga (ex vicepresidente del general Hugo Bánzer, al que sucedió por
enfermedad de éste) pensó dar el golpe de gracia a los cocaleros de Cocha-
bamba, dentro de la meta “coca cero”, declarando ilegal la venta de esta hoja
en los mercados hasta entonces legales de Cochabamba, lo que provocó una
gran marcha hasta la ciudad y un choque con la policía que ocasionó algunas
muertes en ambos bandos.
El gobierno aprovechó la conmoción causada por ese trágico suceso y,
remedando a su colega Bush, Tuto empezó a hablar de “narcoterrorismo”
y “narcoguerrilla”. La Cámara de Diputados organizó una sesión que en
cuestión de horas expulsó definitivamente a Evo de su curul parlamenta-
ria, acusándole sin mayor prueba formal de ser el autor intelectual de toda
la convulsión y de aquellas muertes. Todos los partidos con posibilidad de
ser gobierno votaron por la expulsión. Pero la población y varios medios de
comunicación la criticaron, por su arbitrariedad. Evo salió anunciando el
pronto retorno de innumerables evos al Parlamento, en alusión a las palabras
atribuidas a Tupaj Katari antes de su ejecución en 1781: “volveré y seremos
millones”.
Este episodio, alimentado poco después por advertencias del embajador
de Estados Unidos de limitar la ayuda si Evo llegaba al gobierno, produjo
nuevamente un efecto contrario: el ascenso vertiginoso de Evo. Su partido,
llamado ya Movimiento al Socialismo (MAS), salió segundo en las eleccio-
nes de julio 2002, con un 20,9%, apenas 1,5% menos que el ganador “Goni”
Sánchez de Lozada, de un muy transformado MNR, el partido que medio
siglo antes había hecho la Revolución Nacional.
Para poder gobernar, Goni debió aliarse con sus anteriores enemigos
dentro de la derecha. Pero fue un gobierno débil, lleno de conflictos, que a
la postre no pudo completar su período. Uno de los conflictos centrales que
debió afrontar en muchas partes del país, fue la llamada “guerra del gas”, que
se desató en reacción a los intentos de vender ese producto estrella a Estados
Unidos y a México por la vía de Chile, país que en la guerra de 1871 había
quitado mucho territorio y el mar a Bolivia. El principal foco rebelde fue en-
tonces la ciudad de El Alto (con un 74% de población aymara), que de alguna
manera revivió, esta vez con éxito, el cerco colonial de Tupaj Katari. El golpe
de gracia lo dio la represión armada contra los alzados inermes, que provocó
más de treinta muertos, todos del mismo bando y, con ello, el clamor de to-
dos exigiendo la renuncia del masacrador. Goni renunció, se escapó, tuvo dos
sucesores constitucionales interinos hasta que, en las elecciones adelantadas
de diciembre 2005, Evo y el MAS se impusieron con un inaudito 54% en
primera vuelta.
HACIA EL PODER INDÍGENA EN ECUADOR, PERÚ Y BOLIVIA I 145
Perú
En Perú no ha ocurrido algo semejante a los otros dos países, salvo en su
región amazónica, pero también en la parte andina se han dado significativos
avances, lo que mostraremos con cuatro ejemplos:
150 I MOVIMIENTOS INDÍGENAS EN AMÉRICA LATINA – RESISTENCIA Y NUEVOS MODELOS DE INTEGRACIÓN
apoyada por algunas ONG como Oxfam e Ibis, empezó a establecer vínculos
con organizaciones hermanas como Ecuarunari en Ecuador, y Conamaq en
Bolivia.
como “un espejo del Perú” de esa época, por cuanto muestra su debilidad
institucional para resolver asuntos sobre todo de asignación y uso de fondos.
Pero, aclarado este punto, hay además en toda esta movilización elemen-
tos que merecen un análisis más a fondo en nuestro tema. Antes y después
de los luctuosos sucesos, hubo bloqueos y otras concentraciones masivas,
sobre todo de las comunidades rurales del distrito de Ilave, lideradas por los
alcaldes de las MCP y las autoridades originarias de las comunidades. En un
relato manuscrito en castellano con sabor aymara, Rufino Vidal (2005) nos
detalla cómo se procedía:
Fueron en más de 25 días y noches de vigilia teniéndose en cuen-
ta estrategias de organización. Cada zona entraba por turnos. Y por
subzonas, cada relevo se realizaba a las 6:00 de la tarde y otros lo rea-
lizaba cada 8:00 de la mañana a cada 24 horas, durante los relevos
tanto de salida como de entrada se hacían marchas con sendas aren-
gas por las principales calles de la ciudad, esto fue un acto de mucho
significado de unidad. Cada turno se autofinanciaba con sus propios
productos para prepararse sus alimentos. Así mismo, algunas veces,
las organizaciones de comerciantes, asociaciones, sindicatos y barrios
del medio urbano apoyaron con desayunos.
Las movilizaciones masivas, antes y después de dar muerte al alcalde, no de-
jan de recordarnos el célebre Fuenteovejuna de Lope de Vega. Según Vidal
(2005), el 10 de mayo, cuando la represión a la población alzada era más
fuerte, en otra concentración masiva decidieron “declarar al gobierno central
enemigo del pueblo Aymara” y que si no accede a los pedidos, “entonces que
nos metan presos a todos”.
* * *
Hasta aquí los datos básicos de los tres países. En las cuatro siguientes sec-
ciones nos fijaremos en otros tantos temas transversales que muestran cómo
los tres procesos, en sus expresiones más recientes, siguen teniendo también
bastante en común, en medio de sus diferencias.
Juego de autoidentificaciones
zarse mutuamente sin que ninguna sea plenamente reducible a la otra. Por
supuesto, hay situaciones en las que alguien es indígena pero no campesino,
por ejemplo en una ciudad; o sólo campesino, por ejemplo, en muchas áreas
de la Costa, o quizás campesino negro. En términos de movilización, todos
ellos pueden hacer alianzas ante una causa común, como ocurrió a nivel lati-
noamericano en vísperas de 1992, cuando se juntaron movimientos de pue-
blos indígenas, negros, campesinos, obreros y otros sectores populares para
celebrar sus “500 años de resistencia”.
Por otra parte, en sociedades (neo) coloniales racistas o discriminadoras
toda autoidentificación étnica tiene siempre una dosis de subjetividad ma-
yor que otras categorías sin esa connotación. Y la adopción de uno u otro
término tiene que verse muchas veces como una estrategia de sobrevivencia
o de lucha, coyuntural o relativamente estable, y no necesariamente como
verdaderos cambios de identidad. Pero optar por un término u otro refleja,
a su vez, la estructura más intolerante o más abierta de la sociedad en un de-
terminado momento histórico. Lo novedoso es que en los últimos tiempos
prevalece más bien la estrategia de autoidentificación étnica.
Un ejemplo notable es el de Conacami en Perú, muchos de cuyos miem-
bros ahora reclaman contra las empresas mineras como pueblos indígenas, lo
que les facilita apelar también a las provisiones favorables del Convenio 169
de la OIT. Otro es la recuperación de identidades étnicas en muchos grupos
amazónicos, para poder así defender mejor e incluso rescatar sus territorios;
en Bolivia, a partir del reconocimiento legal de la figura de territorio indíge-
na ( “tierra comunitaria de origen”, TCO). En Ecuador, la recuperación de
identidades va de la mano de una nueva política del Banco Mundial que, tras
largas tratativas con el Estado y con las organizaciones indígenas, hizo ase-
quibles abundantes recursos especiales para pueblos indígenas9. Con ello se
aceleró a su vez la recuperación o creación de nuevos nombres, incluso para
los diversos pueblos que conforman la nación Quichua.
Este juego incluye, por tanto, usar muchas cartas e identidades a la vez
y se saca una u otra o varias cartas según lo que convenga en cada momen-
to. Más aún, estas cartas pueden provenir de distintos tipos de naipes. En
Ecuador, por ejemplo, la Federación de Evangélicos Indígenas del Ecuador
(Feine), que al principio se concentraba en su especificidad religiosa, en la
última década sacó su carta política indigenista, en alianza o en contrapo-
sición con la Conaie o Pachakutik, según el momento. Los shuar y demás
pueblos de la frontera entre Ecuador y Perú han tenido que dar prioridad a
su lealtad y hasta a su uniforme de soldado ecuatoriano o peruano cuando el
conflicto ha arreciado, pese a sus protestas iniciales por una guerra ajena que
les perjudicaba. Asimismo, en la última fase de la reciente Asamblea Cons-
HACIA EL PODER INDÍGENA EN ECUADOR, PERÚ Y BOLIVIA I 159
recursos naturales son ejemplos claros de este doble papel del diálogo (…).
A veces los pueblos indígenas ingresan a peleas con empresas internacionales
a las que no podrían ganar, pero esas disputas les ofrecen oportunidades pro-
picias para sus reclamos, por ejemplo, de ciudadanía.
Naciones interestatales
Una primera situación es la de pueblos indígenas que viven entre fronteras.
Un ejemplo preclaro son los pueblos Aymara y Quechua, hoy desgarrados
por las fronteras entre Bolivia, Perú y Chile –más Ecuador, Colombia y Ar-
gentina, en el caso quechua–, que no existían cuando juntos se levantaron
contra los españoles en 1780. Aparte de los vínculos e intercambios locales
tradicionales, desde la emergencia del katarismo en Bolivia, esta propuesta
tuvo repercusiones también en Perú y el norte de Chile, incluidas varias re-
uniones, todavía con poca repercusión en las bases, en el punto de la frontera
en el que confluyen los tres países.
Algo comparable ha pasado en el Chaco a partir de la Asamblea del Pueblo
Guaraní, pueblo que quedó también troceado por varias fronteras, sobre todo
después de la guerra entre Bolivia y Paraguay ocurrida entre 1932 y 1935. En
tiempos más recientes, los pueblos de las familias shuar, awajun (aguaruna) y
otras han vivido una situación similar y se han reencontrado para propuestas
comunes, junto con sus respectivas organizaciones amazónicas, a partir del cese
de hostilidades entre Perú y Ecuador, que tanto afectaba su tránsito a un lado y
otro de la frontera y que incluso les obligó a pelear entre ellos.
Notas
1 Este tema se toca de manera más amplia ginarios” y a otros como “campesinos”; ni
en Movimientos y poder indígena en Bolivia, tampoco a unos como “naciones” y a otros
Ecuador y Perú (La Paz, Cipca, 2008). Aquí como “pueblos”. Es un modelo semántico
se le añaden algunos complementos de las distinto de las grandes abstracciones jurí-
evoluciones posteriores hasta fines de 2010. dicas, pero más comprensible en muchos
2 En ese contexto se creó el Instituto Indige- sectores populares.
nista, de enfoque asimilacionista, ahí y en 6 En otro municipio también se hizo ese re-
todo el continente. ferendo pero ganó el “no” y todo sigue allí
3 Como consecuencia de variantes fonológi- como antes.
cas, en Perú y Bolivia se usa más quechua y 7 El Tribunal Constitucional Interino, por
en Ecuador, quichua. ejemplo, sólo conoce de los numerosos ca-
4 Aquí resaltaré sólo los rasgos que me pare- sos pendientes que deben resolverse según
cen más significativos desde la perspectiva la CPE vigente hasta 2008.
de las mismas organizaciones indígenas, 8 En las recientes elecciones, junio de 2011,
para su comparación con las de los otros el candidato mencionado ganó la Presiden-
dos países andinos. cia de la República en segunda vuelta elec-
5 Se trata de un concepto único cuyo eje toral (nota del editor)
conductor es la “existencia precolonial”. Se 9 También para los pueblos negros. Pero éste
emplean los diversos términos por ser los es otro asunto, con su propia dinámica, en
más usados en uno u otro grupo por razo- que aquí ya no hemos podido entrar.
nes históricas. Pero no se trata de clasificar
a unos como “indígenas” a otros como “ori-
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