El Materialismo Histórico Dialectico #2
El Materialismo Histórico Dialectico #2
El Materialismo Histórico Dialectico #2
El materialismo histórico es la teoría de la historia. Explica los cambios sociales y políticos a partir de los cambios
que se dan en la base material de la sociedad.
La base material de la sociedad se llama infraestructura y la componen las fuerzas productivas y las relaciones
de producción.
Las fuerzas productivas son las materias primas, el trabajo y las fábricas o las máquinas. A medida que tenemos
mejor tecnología van cambiando las relaciones de producción.
Las relaciones de producción pueden ser técnicas o sociales. Las relaciones técnicas pueden ser o bien el artesano
que trabaja solo o bien el obrero que trabaja con otros en la cadena de montaje. Las relaciones sociales de
producción se refieren a quién posee o no los medios de producción. Quien los posea pertenece a la clase dominante
o burguesía y los que no son proletarios o asalariados.
Los cambios en la base material o infraestructura producen cambios en la superestructura. Esta es la suma de las
leyes, el Estado, la religión, el arte, la moral… A medida que avanza el progreso tecnológico cambian las leyes y los
sistemas políticos. Por ejemplo, la incorporación de la mujer al mercado laboral después de la II Guerra Mundial
produjo cambios progresistas en las leyes en busca de la igualdad entre hombres y mujeres.
Un elemento importante de la superestructura es la ideología. Consiste en todos los conocimientos que la clase
superior enseña a la clase oprimida para que se conforme la realidad que hay. Por ejemplo, la humildad que predica
el cristianismo, la teoría de la mano invisible de Adam Smith que defiende la desregulación de los mercados para
que se genere riqueza. En realidad, la desregulación sólo produce burbujas como la de la crisis de 2008 que
enriquece a unos pocos y arruina a muchos. También puedes añadir como ejemplo de ideología las teorías de David
Ricardo acerca del salario que corresponde a los trabajadores.
Como dice Marx en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política las relaciones de producción a
veces impiden el desarrollo de las fuerzas productivas. Por ejemplo, las leyes del feudalismo impedían que los
campesinos fueran a trabajar a las fábricas así que esas leyes desparecieron. Este es el momento de la revolución
social. La revolución social no ocurre hasta que las fuerzas productivas hayan evolucionado lo suficiente. Por
ejemplo, el fracaso del comunismo de la Unión Soviética se puede deber a que las fuerzas productivas no estaban
maduras para la utopía marxista.
Un modo de producción es la forma de producir los distintos bienes necesarios para la subsistencia. Los elementos
básicos que se tienen en cuenta para caracterizar un modo de producción son el tipo de fuerzas productivas y el
tipo de relaciones de producción, es decir, la infraestructura.. El cambio social consiste en la sucesión de los
distintos modos de producción. Estos se suceden en función del desarrollo de las fuerzas productivas: cuando las
fuerzas productivas alcanzan una determinada capacidad, las relaciones de producción a que habían dado
lugar se convierten en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas por lo que cambian las
relaciones de producción y, por tanto, el modo de producción.
Los modos de producción que han existido a lo largo de la Historia son los siguientes: sociedad
preclasista, sociedad precapitalista de clases y capitalismo. A Marx le interesa especialmente investigar las
condiciones en que el capitalismo dará lugar a un nuevo modo de producción que es el comunismo. Antes de
empezar, hay que aclarar qué es valor de uso, valor de cambio, mercancía, dinero y capital.
En las sociedades preclasistas (las comunidades tribales del paleolítico) surgen los conceptos de valor de uso,
mercancía y valor de cambio. Definimos valor de uso de una cosa como su capacidad de satisfacer un deseo
humano. Por ejemplo, el valor de uso del agua es apagar la sed. Definimos mercancía como un valor de uso cuando
es intercambiado por otro valor de uso como ocurre, por ejemplo, en un trueque. Definimos valor de cambio como
una propiedad de las mercancías. El valor de cambio de una mercancía es mayor cuanto mayor sea la cantidad
de horas de trabajo requerida para producirla.
En las sociedades precapitalistas de clases (Grecia y Roma) surge el dinero. El dinero es valor de cambio que se
usa como intermediario en la compra de mercancías.
El capitalismo es el sistema en el que hay dos clases sociales: burguesía y proletariado. En una sociedad capitalista
el dinero funciona como capital, o bien prestado a interés como hacen los bancos, o bien como capital industrial,
dando una plusvalía al empresario. Esta plusvalía es la causa de la alienación del trabajador.
El capitalismo tiene fecha de caducidad porque padece varias contradicciones internas. La competitividad entre los
empresarios les obliga a invertir en desarrollo tecnológico que es el motor del cambio social. Aunque a los
empresarios no les guste Internet, esta ha cambiado nuestra forma de comprar música o libros. El empresario que
obtenga la mejor tecnología podrá producir más barato y hundir a la competencia. Las fábricas que se cierren
producirán millones de desempleados que tarde o temprano se convertirán en una fuerza revolucionaria.
La sociedad posclasista que surja de la muerte del capitalismo tendrá tres fases: a) una democracia real que Marx
llamaba dictadura del proletariado b) una etapa socialista en la que el Estado planificará la economía del país
para que todos tengan de todo y c) una utopía comunista en la que desaparecerán la alienación, el trabajo y la
propiedad privada
Materialismo histórico y
materialismo dialéctico
04/02/2010 por pcmleganes
Lo anterior explicaría por qué jamás emplearon Marx y Engels la expresión «materialismo
dialéctico» (que fue acuñada con posterioridad por Plejanov) y sólo incidentalmente Engels la de
«concepción materialista de la historia», en el principio de el Anti-Dühring , para contraponerla a
esas otras concepciones de la historia que únicamente de forma tangencial toman en consideración
en su metodología la producción social de la vida material de los seres humanos.
Sentado lo anterior, es indiscutible que en el marxismo existe una concepción materialista de la
historia y que el conjunto de la visión del mundo marxista (para emplear, de nuevo, una formulación
de Engels) puede describirse como materialista y dialéctica. Pero la forma de entender ambas
cosas ha sido polémica a lo largo de la historia del movimiento marxista, sobre todo de la última. A
ello puede haber contribuido la circunstancia antes mencionada de que ni Marx ni Engels se
tomaran nunca el trabajo de urdir una presentación sistemática, como si intentó toda su vida Marx
del funcionamiento general del capitalismo.
De hecho, una primera cuestión sobre la que se podría reflexionar es el hecho de que no parece
que esta carencia sea un olvido ni un defecto. La exposición genérica de una filosofía global se
podría entender como contradictoria con el materialismo y sobre todo la concepción de la praxis
marxista. Una vez que saldaron cuentas con el idealismo hegeliano, principalmente en La ideología
alemana y La sagrada familia , Marx y Engels concentraron sus esfuerzos en los objetivos prácticos
de diseccionar el capitalismo y organizar la lucha contra él. Si más adelante Engels (por cierto, en
gran medida a requerimiento de Marx) se ocupa en el Anti-Dühring y en sus esbozos de La
dialéctica de la naturaleza de retomar los fundamentos originarios del marxismo en una concepción
materialista de la historia, lo hace esencialmente para reaccionar ante la pujanza del positivismo
filosófico, que penetraba peligrosamente en el movimiento obrero, y que bajo la apariencia
engañosa de una visión universal materialista u objetiva y científica, encerraba una nueva forma de
idealismo que volvía a eludir en su exposición la estructura profunda de la sociedad capitalista.
Hay que tener siempre presente que el marxismo acaba con la misma filosofía tal como había
venido entendiéndose hasta su tiempo, y como continúa entendiéndola la ideología burguesa
dominante. Lo formulan con nitidez en la undécima tesis sobre Feuerbach: «los filósofos se han
limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo ».
Tras esta introducción, voy a limitarme a señalar algunas ideas acerca del materialismo histórico y
el materialismo dialéctico, sin aspirar a lograr una exposición acabada, que además se puede
deducir mejor de los textos propuestos (entre otras cosas, porque sería demasiada vanidad querer
explicar mejor que Marx y Engels lo que ellos explicaron magistralmente). De las ideas y de la
introducción finalmente extraeré algunas preguntas que pueden orientar el debate.
• Materialismo histórico
Ha habido multitud de simplificaciones de esta exposición del materialismo histórico frente a las que
hay que prevenirse. De ello se quejó amargamente Engels en una carta que en septiembre de 1890
dirigió a Bloch. Advirtió en ella Engels que ni él ni Marx consideraron jamás que se pudiera entender
el materialismo histórico bajo el prisma simplista de que el elemento económico es el único
determinante de la historia. Creían desde luego que la historia se determinaba en última
instancia por las relaciones de producción y reproducción de la vida real. Sin embargo, en el devenir
concreto de las sociedades humanas, éstas interactúan dialéctica y abigarradamente con la
superestructura ideológica y cultural, hasta el punto de que incluso en determinados momentos son
las luchas políticas las que fuerzan cambios profundos de las relaciones económicas.
El propio Marx en 1877 llamó la atención de los redactores de la revista rusa Otetschestvennii
Sapiski («El memorial de la patria») sobre la inanidad de un supuesto método para la comprensión
de los acontecimientos históricos, cuya mayor excelencia consistiera en ser utilizado como
pasaporte sustitutivo del esfuerzo de investigación particularizada de hechos o acontecimientos
semejantes, pero separados en el tiempo y en el espacio. Es decir, un método histórico definido
paradójicamente por su carácter suprahistórico.
La mejor manera, en cualquier caso, de comprender la manera viva y en absoluto mecanicista y
esclerotizada en que Marx y Engels interpretaban su concepción materialista de la historia es ver su
aplicación práctica en los textos históricos. En muchos fragmentos históricos de El Capital , por
ejemplo, en Las luchas de clases en Francia o en El 18 Brumario de Luis Bonaparte . Y,
naturalmente, en el Manifiesto comunista . No hay en ninguno de ellos una estática búsqueda de
condiciones o causas materiales de cada hecho histórico, sino un análisis concreto de los hechos y
una investigación abierta acerca de las complejas relaciones sociales que expresan las luchas
políticas y de su íntima trabazón con el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de
producción.
b) Materialismo dialéctico
Dentro de las diferentes corrientes marxistas que se han desarrollado a lo largo fundamentalmente
del siglo XX, la forma de interpretar el materialismo dialéctico ha sido bastante más polémica que la
del materialismo histórico, en el que en los principios básicos hay sustancial consenso.
Los textos clásicos sobre los que se ha construido el materialismo dialéctico han sido el Anti-
Dühring y el manuscrito de La dialéctica de la naturaleza , ambos de Friedrich Engels. El segundo
de ellos quedó sin finalizar por el autor y el primero era una obra fundamentalmente polémica sin
pretensiones de completa sistematización, que se fue publicando en la revista de la
socialdemocracia alemana Vorwärts («¡Adelante!») desde enero de 1877. Ello en parte ha
dificultado una lectura coincidente de sus presupuestos centrales, al tener que deducirse cuando no
están explícitamente expuestos.
Hubo incluso una corriente marxista que entendió que el materialismo dialéctico, concebido como
visión general del mundo, era una extensión indebida de la teoría crítica al conjunto de las ciencias
naturales que provenía de una elaboración exclusiva de Engels ajena a Karl Marx, quien se
concentró en el análisis socioeconómico, político e histórico. Esta tesis, no obstante, es poco
consistente con los hechos. Entre Marx y Engels existía una tácita división de trabajo, y la
correspondencia entre ambos acredita que contrastaban constantemente las investigaciones de
cada uno de ellos. De manera concreta, el Anti-Dühring fue escrito tras las peticiones reiteradas a
Engels, a quien por cierto no le apetecía demasiado embarcarse en tal proyecto, de Wilhelm
Liebknecht y del propio Karl Marx. Los tres creyeron importante responder al socialista Karl Eugen
Dühring, quien se infatuaba de haber construido un sistema general capaz de fundamentar la
totalidad de las ciencias, pretensión absurda que a juicio sobre todo de Marx podía hacer
demasiado daño de penetrar en la conciencia del movimiento obrero.
Es pues indiscutible que el materialismo dialéctico, al menos en su formulación de Engels, se
inserta por completo en el pensamiento marxista y que, en caso de haber en él excesos
especulativos, éstos eran compartidos por Marx y Engels.
Pero admitido esto, hay a grandes rasgos dos formas fundamentales de interpretar el materialismo
dialéctico en el marxismo (dentro de cada una de ellas, por supuesto, subsisten a su vez diferencias
más o menos sensibles).
Una primera, más ortodoxa, fue dominante con la denominación acuñada por Plejanov de diamat en
la Unión Soviética , pero también en gran parte de la socialdemocracia heredera del pensamiento
de Karl Kautsky, quien la convirtió en doctrina oficial de la Segunda Internacional.
Según esta primera interpretación, el materialismo dialéctico se constituiría, si no en una ciencia de
las ciencias, sí al menos en una nueva filosofía general, férreamente armada y sistemática, que
estudiaría el conjunto de la realidad, la totalidad de la naturaleza, y dentro de ella por supuesto de
manera específica las sociedades humanas. El materialismo histórico no sería en consecuencia otra
cosa que una rama del materialismo dialéctico, pero éste podría abarcar en sus investigaciones y
metodología, si no los resultados concretos de la física, la biología o las matemáticas, sí su
orientación general. En una de sus formulaciones más categóricas, debida a Afanasiev, se afirma
que «el materialismo dialéctico es la ciencia que, después de resolver atinadamente el problema
fundamental de la Filosofía , manifiesta las leyes dialécticas más generales del proceder del mundo
material, las vías del proceso cognoscitivo y de la transformación revolucionaria del mundo y la
sociedad» ( Fundamentos de filosofía marxista ). O en palabras de Politzer que «la filosofía marxista
da una solución a todos los problemas y que esta solución procede de lo que se llama el
materialismo» ( Principios elementales y fundamentales de filosofía ).
Al concebir el materialismo dialéctico como una ciencia, con sus propias herramientas de
conocimiento, se enuncian, como para cualquier otra ciencia, unas determinadas categorías: lo
particular y lo general, contenido y forma, esencia y fenómeno, causa y efecto, necesidad y
casualidad, posibilidad y realidad. También se enuncian unas leyes generales del movimiento que
serían de aplicación a toda la realidad para descubrir su funcionamiento. Se trata de una
reelaboración de las leyes de la dialéctica que se contenían en la filosofía de Hegel. Aquí no
obstante se conciben, de manera «materialista», como leyes que rigen el movimiento de la realidad
material y no del espíritu y a su vez no como leyes metafísicas sino científicas. Las leyes más
importantes son las siguientes:
1.- Ley del cambio dialéctico.- Nada permanece estático, el universo está en constante
transformación.
2.- Ley de la acción recíproca.- El encadenamiento de todos los procesos que se verifican en la
realidad.
3.- Ley de la contradicción.- Cada cosa es una unidad de contrarios y la naturaleza avanza siempre
por medio de la negación de la negación.
Una segunda interpretación del materialismo dialéctico se debería a algunos autores y dirigentes
revolucionarios fundamentalmente de Europa occidental. De entre ellos, se pueden destacar
Antonio Gramsci, Karl Korsch o, en España, Manuel Sacristán.
Tienen éstos en común con la anterior visión que entienden que el materialismo dialéctico es la
expresión más general del pensamiento marxista. Sin embargo, rechazan la idea de que se le
pueda tomar como una ciencia autónoma y general que pudiese dar razón de las investigaciones
concretas de las ciencias positivas. Alegan que los mismos Marx y Engels jamás dedujeron de
ninguna ley general sus conclusiones sobre la sociedad capitalista, sino de la investigación
particular histórica y económica. Lo contrario sería una nueva forma de idealismo. Ni siquiera se
admite que las leyes de la dialéctica puedan ser aceptadas como verdaderas leyes, en el sentido
que lo son por ejemplo las leyes de la física, sino como meras formas generales de pensamiento,
más o menos metafórico, que pueden servir todo lo más para orientar de manera amplia la
investigación, pero nunca para avanzar de lo desconocido a lo conocido, para lo cual es
indispensable recurrir a los métodos de las ciencias positivas, trátese de la física, la matemática, la
geología o la economía política.
Lo esencial para estas visiones sería «el análisis concreto de la realidad concreta», que constituía a
juicio de Lenin el alma del marxismo. El materialismo dialéctico sería una «simple concepción del
mundo» (en palabras de Engels) que rechaza en la acción de los seres humanos cualquier
componente ajeno a la realidad mundana. Es por ello materialista y por ello aspira a la liberación de
la conciencia de todos los fantasmas con los que a lo largo de la historia ha sido obnubilada. Pero
no sólo no se pretende un conocimiento ajeno y por encima del científico, sino que se basa en éste,
del que acepta su «metodología analítico-reductiva». El materialismo dialéctico permite la reflexión
acerca de la inspiración y la marcha de la investigación científica, así como posibilita el estudio de la
producción social de la ciencia, en la medida que la ciencia nace de una práctica social humana.
Pero en ningún caso posibilita la determinación de resultados específicos de la ciencia por métodos
diferentes de los que ella misma crea en su desenvolvimiento. Un físico puede ser marxista, y que
sea marxista influirá sin duda en la orientación que imprima a su labor investigadora, como al resto
de su quehacer en tanto que ser social, pero los métodos de investigación que empleará serán los
de la física; si se dedicara a hacer cábalas con la negación de la negación no llegaría a ningún lado.
La parte dialéctica no se define ni por «reglas» ni por «leyes», porque en el pensamiento marxista
no existen planillas. Nada ahorra el esfuerzo en el marxismo del estudio de la realidad concreta. Y
esto es justamente lo que añade la dialéctica. «Pues la práctica humana �dice Manuel Sacristán-
no se enfrenta sólo con la necesidad de penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino
también con la de tratar y entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede
recoger». Y concluye: «El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en
esto es pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de
la abstracción y el análisis reductivo científicos (y en esto es el marxismo un materialismo)».
Expuestas así resumidamente dos grandes visiones del materialismo dialéctico para el debate, sólo
me cabe hacer tres precisiones:
• Ambas encuentran base para sus argumentos en textos concretos tanto de Marx como de Engels.
• Los matices que pueden aportar dentro de cada una de ellas distintos autores y corrientes son
numerosísimos. Aquí sólo he querido recoger un balance muy sucinto del debate.