Manual Derecho Internacional Público
Manual Derecho Internacional Público
Manual Derecho Internacional Público
MANUAL DE DERECHO
INTERNACIONAL PÚBLICO
Huánuco
2019
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
Albert Einstein
“AÑO DE LA LUCHA CONTRA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD”
CAPITULO I
LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
Albert Einstein
“AÑO DE LA LUCHA CONTRA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD”
Debe advertirse que, si bien existen las regiones, hay una gran
dificultad para ubicarlas con precisión, pues no existe un consenso sobre el número de Estados
que las conforman ni de otras características comunes que debieran reunir.
Actualmente es difícil encontrarnos con una situación de derecho interno, incluso de derecho
privado, que por alguna razón no pueda ser estudiada a partir de normas internacionales y,
todavía más, resuelta en tribunales de este tipo. En efecto, la especialización del derecho
internacional también ha contribuido a la creación de tribunales y cortes versados en
determinadas áreas, por ejemplo, el Tribunal Internacional del Mar, la Corte Penal
Internacional, las cortes regionales de derechos humanos o el Órgano de Solución de
Diferencias de la Organización Mundial de Comercio (omc), entre otros.
A los campos jurídicos de conocimiento que se han especializado y/o regionalizado, y que por
tanto han producido instituciones autónomas, se les denomina ramas del derecho
internacional. El grado de institucionalización de estas ramas determina la configuración de un
régimen autónomo o especializado. La Comisión de Derecho Internacional de las Naciones
Unidas identifica dentro de estas instituciones al conjunto de normas jurídicas (primarias y
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
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“AÑO DE LA LUCHA CONTRA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD”
Con la firma de la Declaración Universal el respeto a los derechos humanos no adquirió una
categoría auténtica definitiva como norma jurídica internacional, aun cuando constituyó un
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
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Aunado a las disposiciones antes referidas, existen también normas regionales que configuran
estructuras de protección a los derechos humanos. Para no ser exhaustivos, se mencionarán
solamente los tres grandes instrumentos que le dan vida a los sistemas regionales: el Convenio
Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales
(Convenio de Roma de 1950), la Convención Americana sobre Derechos Humanos27 (Pacto de
San José de 1969) y la Carta Africana sobre los Derechos Humanos y de los Pueblos28 (Carta de
Banjul de 1981).
Finalmente, es pertinente señalar que el derecho internacional de los derechos humanos cuenta
con instituciones supranacionales, organismos cuasijurisdiccionales, órganos judiciales,
relatorías especiales, etc.; es decir, con todo un entramado jurídico que se encuentra ubicado
dentro del plano del derecho internacional y al cual nos referiremos en distintos momentos a
lo largo de este curso.
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
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CAPITULO II
CONCEPTO DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO
Son muchas las definiciones que del D.I. se han dado. Obedecen a distintos criterios,
tales como la forma de producirse las normas jurídicas, la estructura social de la vida
internacional, los sujetos a que va dirigido, etc. No es el momento de entrar en una
crítica de las mismas señalando sus aciertos o errores. Por otro lado, como hemos dicho
en la introducción, la propia estructura de la Sociedad internacional, su constante
estado de evolución y el ensanchamiento del campo de las relaciones internacionales
hacen sumamente impreciso intentar dar una definición muy concreta del D.I. Ella
adolecería de la provisionalidad que es propia a cualquier definición que intente
recoger todos los matices.
Esta afirmación no nos priva de dar un concepto del Derecho Internacional General
en sentido amplio. Por tal entendemos al sistema de normas y principios que forman el
Ordenamiento jurídico de la Sociedad internacional contemporánea.
a) Con el término sistema de principios y normas nos queremos referir a dos aspectos
esenciales: en primer lugar, entendemos que el Ordenamiento jurídico no es una serie
de normas aisladas, sino un verdadero conjunto, que por sus conexiones forma un
sistema; en segundo lugar, con el término «sistema» pretendemos no limitarnos a decir
que es un conjunto de principios y normas; si así lo hiciéramos, olvidaríamos su carácter
esencial de proceso, situando en primer plano el aspecto estático (el conjunto de
normas), que tiene poco interés si lo separamos del aspecto dinámico, es decir, de la
producción y cambio de las normas y de su aplicación, así como de sus relaciones o
conexiones. De ahí que se proponga la expresión «sistema».
b) El referido Ordenamiento tiene carácter jurídico, lo que debe diferenciarlo de la
Moral y de la Cortesía internacionales. La diferencia entre Moral internacional y D.I. no
es siempre fácil. La confusión ha llegado incluso a recogerse en algún Tratado, como el
art. 227 del Tratado de Versalles, en el que se llegaba a acusar al Káiser Guillermo II de
Alemania de «ofensa suprema a la moral internacional y a la santidad de los Tratados».
Los criterios diferenciales al uso no siempre son satisfactorios. No es enteramente
cierto que la moral se ocupe de los actos que no trascienden al exterior y el Derecho sí.
Tampoco que la primera se refiera exclusivamente a actos individuales y el segundo a
actos o comportamientos sociales. Es sabido que se habla de la moral social, y,
efectivamente, la existencia de la misma y de los correspondientes comportamientos
colectivos movidos por unos fines éticos comunes no ofrecen muchas dudas. Estos fines
éticos inspiran, además, las reglas jurídicas: como el T.I.J. puso de relieve en la segunda
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Hay más actores (pero no necesariamente sujetos tal y como veremos en los Capí-
tulos correspondientes a la subjetividad internacional) participantes en las relaciones
internacionales. Podemos mencionar, sin ánimo exhaustivo, a las grandes comunidades
religiosas, sindicales y políticas (las iglesias, las internacionales sindicales y de partidos
políticos); las asociaciones internacionales con un fin lucrativo constituidas en forma
de sociedades mercantiles (las empresas multinacionales por su capital social y
transnacionales por su radio de acción); y las asociaciones internacionales sin un fin
lucrativo constituidas espontáneamente por grupos de particulares para la defensa y
promoción de valores solidarios muy diversos, comúnmente denominadas
Organizaciones internacionales no gubernamentales (O.N.G.) para distinguirlas de las
intergubernamentales o interestatales que sí tienen subjetividad internacional; hay que
resaltar que cierto número de estos actores, aun no siendo sujetos del ordenamiento,
ejercen una gran influencia en las relaciones internacionales (Truyol Serra, 1993: 128
y ss., 137 y ss.; Mesa, 1980: 199 y ss., 211 y ss.), como lo prueba el impulso decidido que
han dado las O.N.G. al principio de solidaridad. Piénsese, por ejemplo, en la labor
realizada en favor del fomento y aplicación de ciertos principios jurídicos en materia de
Derechos Humanos y Derecho Humanitario por el Comité Internacional de la Cruz Roja
(C.I.C.R.), que es en principio una organización compuesta únicamente por personas
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privadas, constituida conforme al Derecho suizo y con sede en Ginebra, aunque con
un estatuto internacional muy especial. O la influencia de las O.N.G. presentes en la
conferencia diplomática de Roma en 1998, en la que se elaboró el Estatuto de la Corte
Penal Internacional. Debe advertirse que otros sectores del Derecho Internacional —
incluso aquéllos típicamente reservados a dominio más exclusivo de los Estados— han
visto cómo las O.N.G. influían determinantemente en el proceso de elaboración de
normas internacionales.
Dicha contribución se hace por cierto, en ocasiones, contra la voluntad de los pro-
pios Estados, que no aceptan de buen grado las actividades de información y denuncia
a la opinión pública internacional de las O.N.G. y son reacios a aceptar su influencia en
aquellos ámbitos (como el D.I. de los derechos humanos o el D.I. del medio ambiente)
donde sus intereses entran frecuentemente en contradicción con los ideales
humanitarios y ecológicos cuya defensa constituye el principal objetivo de dichas O.N.G.
(por ejemplo, de Amnesty International y de Greenpeace, respectivamente).
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CAPITULO III
PRINCIPIOS DEL DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO
El origen de ese marco general de referencia son los principios formulados en el art.
2 de la Carta de la O.N.U., que establecen las obligaciones principales a que se somete la
conducta de los órganos y de los miembros de las Naciones Unidas. Son reglas de
organización muy generales que pretenden enmarcar jurídicamente el
comportamiento de los órganos de la O.N.U. y las relaciones entre los Estados
miembros, con el objetivo de propiciar la paz y la seguridad internacionales. El art. 2 de
la Carta reza así:
«Para la realización de los propósitos consignados en el artículo 1, la Organización y sus
Miembros procederán de acuerdo con los siguientes principios:
1. La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miem-
bros.
2. Los Miembros de la Organización, a fin de asegurarse los derechos y beneficios inhe-
rentes a su condición de tales, cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de
conformidad con esta Carta. 3. Los Miembros de la Organización arreglarán sus controversias
internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la
seguridad internacionales ni la justicia.
4. Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de
recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia
política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las
Naciones Unidas.
5. Los Miembros de la Organización prestarán a ésta toda clase de ayuda en cualquier
acción que ejerza de conformidad con esta Carta, y se abstendrán de dar ayuda a Estado
alguno contra el cual la Organización estuviere ejerciendo acción preventiva o coercitiva.
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6. La Organización hará que los Estados que no son Miembros de las Naciones Unidas se
conduzcan de acuerdo con estos Principios en la medida que sea necesaria para mantener la
paz y la seguridad internacionales.
7. Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los
asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los Miem-
bros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta; pero
este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el Capítulo
VII.»
Así, en los años transcurridos desde la aprobación de la Resolución 2625 (XXV) han
continuado produciéndose acontecimientos significativos para la clarificación,
consolidación y desarrollo de los diversos principios, en especial en la jurisprudencia
del Tribunal Internacional de Justicia, en la práctica de la propia Asamblea General, y a
través de las diversas conferencias y cumbres mundiales celebradas en los últimos
quince años como la de Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en
1992, sobre Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993, sobre Población y
Desarrollo celebrada en El Cairo en 1994, sobre Desarrollo Social celebradas en Co-
penhague en 1995 y en Ginebra en 2000, sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995,
sobre Asentamientos humanos celebrada en Estambul en 1996, sobre la Alimentación
celebradas en Roma en 1996 y 2002, sobre el Control Global de las Drogas celebrada en
Nueva York en 1998, contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las
formas conexas de intolerancia celebrada en Durban en 2001, sobre Financiación para
el Desarrollo celebrada en México en 2002, sobre el Envejecimiento celebrada en
Madrid en 2002, sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo en 2002,
sobre Sociedad de la Información celebradas en Ginebra en 2003 y en Túnez en 2005,
o sobre Reducción de los Desastres celebrada en Kobe en 2005, a las que hay que añadir
la Cumbre del Milenio celebrada en Nueva York en 2000 y la Cumbre de 2005 celebrada
en Nueva York con ocasión del 60 aniversario de la creación de las Naciones Unidas,
ambas de carácter general.
En este marco y como hemos señalado en otro lugar, puede mantenerse el principio
del respeto de los derechos humanos, así como la afirmación cada vez mayor del princi-
pio de la democracia (DIEZ DE VELASCO, 2003).
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CAPITULO IV
FUENTES DEL DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO
1. IDEAS GENERALES
El grupo de capítulos que ahora iniciamos, hasta el IX, está dedicado a un examen de
las fuentes en sentido formal o propio. A través de ellas, generalmente, se crean,
modifican o extinguen las normas jurídicas internacionales. Son, pues, procedimientos
o medios a través de los que el D.I. nace, se modifica o extingue. El criterio expositivo y
enumerativo elegido es el mismo que emplea el art. 38 del Estatuto del T.I.J.; más tarde
expondremos el porqué de haberlo escogido. Junto a las referidas fuentes, hemos creído
conveniente estudiar también, siguiendo la letra del citado art. 38 del Estatuto, los
medios auxiliares o de comprobación del D.I. Con ello queda excluido que estos últimos
sean fuentes en el sentido formal o propio del término.
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costumbre y tratados constituyen sin duda el núcleo de las fuentes primarias del D.I. y
merecen nuestra mayor atención.
le sean sometidas, [...].» Las palabras transcritas nos hacen ver claramente cómo, a
través de la referencia expresa al D.I., se ha llegado a un reconocimiento palpable de
que las fuentes enumeradas en el art. 38 son las fuentes del D.I. La doctrina interna-
cionalista lo afirma también de forma prácticamente general.
El art. 38 del Estatuto del T.I.J., al enumerar las fuentes, lo hace en la forma siguiente:
«1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias
que le sean sometidas, deberá aplicar: a) las convenciones internacionales, sean generales o
particulares, que establecen reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes; b) la
costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho;
c) los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas; d) las decisiones
judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones,
como medio auxiliar para la determinación de las reglas de derecho sin perjuicio de lo
dispuesto en el art. 59.»
No obstante, debemos dejar bien señalado aquí que las fuentes, en el sentido estricto
de la palabra, sólo son las conocidas por principales o primarias, y que la referencia del
art. 38 a la jurisprudencia y doctrina científica no está hecha en el sentido de que ellas
sean capaces de crear, modificar o extinguir una norma jurídica, sino, simplemente, la
de cumplir una misión estrictamente auxiliar de ayudar al Juez y al intérprete a
determinar el exacto contenido de las normas jurídicas, principalmente la costumbre y
los principios generales del Derecho, o bien a interpretar estos últimos y los tratados
internacionales. Quede con ello bien sentado que la jurisprudencia y la doctrina
científica no son verdaderas fuentes de producción de normas.
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Una última interrogante principal plantea el art. 38 del Estatuto del T.I.J. examinado.
Me refiero a si el orden de enumeración supone o no una jerarquía entre las fuentes o,
dicho en otros términos, si el Juez debe preferir un tratado a una costumbre o ésta a un
principio general del derecho. La cuestión se plantea también en la mayoría de los
ordenamientos internos: pero en éstos se establece generalmente una primacía a favor
de la ley. En D.I., por el contrario, no creo pueda mantenerse la existencia a priori de
una jerarquía entre las fuentes. Varias razones avalan nuestra afirmación:
a) En el Proyecto del art. 38 del Estatuto del T.P.J.I. figuraba que la aplicación había
de hacerse por «orden sucesivo». La Asamblea General de la S. de N. decidió suprimir
este inciso por considerarlo innecesario.
b) En el artículo de referencia se hace una enumeración con las letras a), b) y c) y no
se utilizan los ordinales, que hubieran supuesto un criterio claramente jerárquico.
c) La doctrina es prácticamente unánime en considerar que las distintas fuentes tienen
entre sí el mismo rango normativo y valor derogatorio. Es decir, la costumbre no
prevalece sobre el tratado y a la inversa; lo que no ocurre, por cierto, en los ordena-
mientos internos, que establecen en general la primacía de la ley o norma escrita.
Por tanto, en caso de conflicto entre fuentes, los criterios de primacía y derogación
son los generales. En primer lugar, una norma posterior de contenido contrario deroga
a una anterior de idéntico rango (lex posterior derogat priori), excepción hecha de las
normas de ius cogens que prevalecen sobre cualesquiera otras según reza el art. 53 del
Convenio de Viena sobre Derecho de los Tratados, ya citado; por ejemplo, una
costumbre o tratado general posterior de contenido contrario deroga a una costumbre
o tratado general anterior. En segundo lugar, una norma especial o particular prima —
sin derogarla— sobre una norma general. Así pues, los tratados, que contienen
normalmente reglas particulares porque obligan a un número limitado o menor de
sujetos, priman por esta razón sobre las costumbres generales. Lo mismo ocurre con
las costumbres particulares, sean regionales o locales, que prevalecen siempre sobre
las costumbres generales, como el T.I.J. recordó en su Sentencia de 12 de abril de 1960
sobre el Caso del derecho de paso por territorio de la India (I.C.J., Rep. 1960: p. 42):
«Si, por consiguiente, la Corte descubre una práctica claramente establecida entre dos
Estados que sea aceptada por las partes como reguladora de sus relaciones, la Corte debe
atribuir un efecto decisivo a esa práctica con el fin de determinar sus derechos y obligaciones
específicos. Tal práctica particular debe prevalecer sobre cualquier regla general.»
Por último, la igualdad de rango es acorde con la práctica judicial, con la propia
estructura descentralizada del D.I., si se la compara con los ordenamientos internos, y
con su evidente falta de formalismo en la creación y aplicación de las normas.
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Una de las fuentes que enumera el tan citado art. 38 del Estatuto del T.I.J. son los
principios generales del derecho. Desde la introducción de los mismos en las fuentes
del D.I. por el art. 38 del Estatuto del T.P.J.I., se vio el carácter problemático que tenían,
poniéndose bien de manifiesto en las discusiones de la Conferencia de La Haya en 1930
(Visscher, 1933: 395). No obstante, y aunque ellos sean objeto de discusión especial-
mente en cuanto a su contenido y delimitación, hoy no cabe duda de que se trata de una
fuente del D.I. máxime después de su reconocimiento por el propio Estatuto del T.I.J.
Sobre los mismos se ha producido una extensa literatura y diferentes teorías
doctrinales opuestas.
La acogida de los principios generales del derecho entre las fuentes del D.I. se
mantuvo de forma tajante por el Comité de los Diez, que elaboró el texto del Estatuto
del T.P.J.I. Con anterioridad a la redacción del Estatuto del T.P.J.I., los principios
generales habían sido objeto de especial mención en varios compromisos arbitrales, en
algunos tratados y en sentencias de tribunales arbitrales. Como ejemplos más sig-
nificativos cabe citar el Tratado de Washington de 8 de mayo de 1871, entre Estados
Unidos e Inglaterra, relativo al Arbitraje del Alabama (art. 6.º); el compromiso arbitral
de 14 de marzo de 1908 sobre la frontera marítima entre Suecia y Noruega; y el
compromiso arbitral en el caso Fabiani de 1896 entre Francia y Venezuela. En todos
ellos se declaran aplicables «los principios generales del Derecho de Gentes» o «los
principios generales reconocidos por el D.I.». En la sentencia del caso Fabiani de 20 de
diciembre de 1896 se decía:
«Consultados los principios generales del Derecho de Gentes sobre la denegación de
justicia; es decir, las reglas comunes a la mayor parte de las legislaciones o enseñadas por la
doctrina [...]» (LA FONTAINE: 356).
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El Comité de los Diez parece que tuvo en cuenta los precedentes anteriores y acogió
a los principios generales mediante una fórmula que representa el compromiso entre
dos tendencias que existían en el seno del Comité y que estuvieron representadas por
el Presidente, barón Descamps, y lord Phillimore, respectivamente. El Presidente
presentó un proyecto en el que se preveía que el Tribunal aplicaría, después del tratado
y la costumbre, «las reglas del Derecho Internacional tal y como eran reconocidas por
la conciencia jurídica de los pueblos civilizados» (C.P.J.I., Proces verbaux: 306). A la
objeción de que esta conciencia no era plenamente uniforme, respondió el barón
Descamps diciendo que «la ley fundamental de lo justo y lo injusto está profundamente
grabada en el corazón de todo ser humano, y recibe la expresión más elevada y más
autorizada en la conciencia jurídica de los pueblos civilizados» (C.P.J.I., Proces verbaux:
310). La otra postura estaba representada por los miembros anglosajones del Comité.
Entre ellos, lord Phillimore «evocó, a título de ejemplo, el principio de cosa juzgada [...]»,
y en general, dijo, «que todos los principios del Derecho común, el common law, eran
aplicables a las relaciones internacionales» (SÖRENSEN: 125). En esta situación, Root
propuso la fórmula, que fue aceptada, de que el Tribunal aplicaría «los principios
generales del derecho reconocidos por las naciones civilizadas» (C.P.J.I., Proces verbaux:
344). Tal fue la aceptada por el Comité y, posteriormente, por la Asamblea de la
Sociedad de Naciones, fórmula que ha pasado íntegramente al art. 38.1.c) del Estatuto
del T.I.J.
Así pues, los principios generales a los que se pretendía hacer especial referencia en el
art. 38.1.c) del Estatuto eran los que podemos denominar «principios generales del
Derecho», es decir, principios que están presentes en todos los ordenamientos jurídicos
y, lógicamente, también en el Derecho Internacional con las consiguientes
adaptaciones. Como señaló De Visscher, «los principios generales del derecho tienen su
origen en una convicción jurídica que ha encontrado su expresión en los principales
sistemas jurídicos internos de las naciones civilizadas» (Visscher, 1933: 406). La re-
ferencia hecha a las «Naciones civilizadas» no debe ser entendida como una discrimi-
nación entre los Estados (civilizados y no civilizados). Lo que pretendió el Comité de
redacción fue expresar «la idea de que estos principios deben tener una base objetiva
en la conciencia jurídica concordante de los pueblos. Por tanto, esta fórmula puede ser
interpretada conforme con el párrafo 1 del art. 2 de la Carta de las Naciones Unidas que
reconoce la igualdad soberana de todos los Estados miembros» (Verdross: 523).
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que se refiere «a los principios reconocidos por las naciones civilizadas obligatorios
para todos los Estados, incluso fuera del vínculo convencional» (C.I.J., Rec. 1951: 23-24),
y en la sentencia de 18 de julio de 1966 sobre el Sudoeste africano, en la que rechazó
reconocer como principio general de derecho, conforme al art. 38 del Estatuto, a la
«acción popular» que en algunos Estados los miembros de una colectividad pueden
interponer en interés público (C.I.J., Rec. 1966: 47). En su Dictamen de 21 de junio de
1971 sobre Namibia, el T.I.J. se ha referido expresamente al principio general del
derecho que considera la violación de un acuerdo o tratado como causa de extinción del
mismo. El T.I.J. afirma al respecto
«el principio general del derecho conforme al cual hay que presumir que la facultad de poner
fin a un mandato o a cualquier convención, como consecuencia de una violación del mismo,
existe de una manera inherente incluso cuando no ha sido expresado» (C.I.J., Rec. 1971: 48).
Sobre cuáles sean en concreto los principios generales in foro domestico que han
sido recibidos por el D.I., recogemos la enumeración de los mismos hecha por Gug-
genheim y que son los siguientes: a) El de prohibición de abuso de derecho; b) el de
responsabilidad internacional nacida de actos ilícitos y la restitución de lo adquirido
por medio de un enriquecimiento injusto; c) la excepción de prescripción liberatoria; d)
la obligación de reparar los daños debe abarcar no sólo al daño efectivamente sufrido
—damnum emergens—, sino también la ganancia dejada por obtener —lucrum
cessans— (GUGGENHEIM: 301-303). Todos los principios generales anteriormente
enumerados han sido recogidos en sentencias de tribunales internacionales, como
hemos expuesto anteriormente; pero conviene añadir aquí, por lo que se refiere a la
prescripción liberatoria, la fundamentación que de la misma se hace tanto como prin-
cipio general del derecho en los ordenamientos internos como su aplicación al D.I. en el
Caso Gentini (RALSTON: 724-730), que, aparte de distinguir claramente ambos
momentos, resulta en extremo convincente.
Sobre los principios generales del derecho procedentes del foro doméstico a que nos
hemos venido refiriendo creo debe adjuntarse una atinada precisión de Rousseau,
quien, después de afirmar que se trata de una fuente específica indiscutible del D.I., nos
dice: «La admisión de estos principios por la práctica internacional está lejos de tener
la amplitud y precisión que le dan muchos juristas en base a un análisis apresurado de
los precedentes» (ROUSSEAU: 389).
Junto a los principios in foro domestico que son los que tienen su origen en una
convicción jurídica reflejada en la generalidad de los ordenamientos jurídicos y que tras
su constatación y correspondiente adaptación a las características del Derecho In-
ternacional son reconocidos como tales en la categoría de principios internacionales,
existen otros principios generales propiamente internacionales, tales como la primacía
del tratado internacional sobre la ley interna, el principio de la continuidad del Estado,
el de que en materia de responsabilidad internacional la indemnización debe ser
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Éstos son los principios a los que hicimos referencia en el Capítulo I de esta obra
como principios básicos o fundamentales, a los que deben sumarse algunos otros prin-
cipios de carácter humanitario que han anclado también en la convicción jurídica de los
Estados y que han sido calificados como «principios intransgredibles». Así lo ha
4. LA JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL
Entre los dos medios auxiliares que el art. 38.1.d) del Estatuto del T.I.J. menciona
encontramos las «decisiones judiciales», más conocidas por jurisprudencia. Su misión
no es la de crear Derecho, sino la de ser un medio «para determinar las reglasde
Derecho»; pues como dijo un antiguo Juez del T.I.J. «en definitiva, la misión del Tribunal
es la de decir cuál es el Derecho aplicable, no la de crearlo» (VISSCHER, 1962: 399).
Afirmado esto, también hay que decir que, al igual que ocurre en el Derecho interno,
también las decisiones judiciales tienen en el Derecho Internacional un valor
extraordinario, dando lugar a la forma más notable de interpretación del Derecho. De
esta forma, aunque no podemos definir a la jurisprudencia internacional como una
fuente formal de nuestro Derecho en sentido estricto, pese a muy autorizadas opiniones
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Otra cuestión que resta por examinar es la obligatoriedad de las sentencias pro-
nunciadas por los tribunales internacionales. Está claro que el D.I. no conoce, al con-
trario del Common Law, el sistema de los judicial precedents obligatorios en el futuro.
Ello viene avalado por la misma naturaleza del D.I. que se encuentra en una continua
evolución y, además, porque la existencia de un precedente jurisprudencial no excluye
la prueba en contrario que se pueda presentar contra el mismo. Existe, por otra parte,
en el propio Estatuto —el art. 59— una disposición que nos dice sobre la decisión del
Tribunal que
«no es obligatoria sino para las partes en litigio y respecto del caso que ha sido decidido».
En puridad de principios la cuestión no admite discusión; pero en la práctica las
consecuencias para los casos futuros que puedan plantearse son bien distintas. Hemos
comentado ya el respeto que el propio Tribunal siente por su jurisprudencia anterior,
y este hecho tiene necesariamente que proyectar su influencia sobre los demás Estados,
distintos a las partes en litigio, que deseen llevar en el futuro sus litigios ante el
Tribunal, engendrando entre ellos el convencimiento de que los precedentes jurispru-
denciales serán tenidos en cuenta.
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ejerciendo jurisdicción hoy en día. Entre los primeros cabe señalar la Corte de Justicia
centroamericana, los Tribunales Arbitrales mixtos, el Tribunal Arbitral de la Alta Silesia,
el Tribunal Administrativo de la S. de N. y el T.P.J.I. de hecho, en el ámbito del Derecho
internacional, una importancia aún mayor que la que goza en el derecho interno de los
distintos Estados, y tienda incluso a aumentar continuamente» (SERENI: I, 163-164).
Otra cuestión que resta por examinar es la obligatoriedad de las sentencias pro-
nunciadas por los tribunales internacionales. Está claro que el D.I. no conoce, al con-
trario del Common Law, el sistema de los judicial precedents obligatorios en el futuro.
Ello viene avalado por la misma naturaleza del D.I. que se encuentra en una continua
evolución y, además, porque la existencia de un precedente jurisprudencial no excluye
la prueba en contrario que se pueda presentar contra el mismo. Existe, por otra parte,
en el propio Estatuto —el art. 59— una disposición que nos dice sobre la decisión del
Tribunal que
«no es obligatoria sino para las partes en litigio y respecto del caso que ha sido decidido».
En puridad de principios la cuestión no admite discusión; pero en la práctica las
consecuencias para los casos futuros que puedan plantearse son bien distintas. Hemos
comentado ya el respeto que el propio Tribunal siente por su jurisprudencia anterior,
y este hecho tiene necesariamente que proyectar su influencia sobre los demás Estados,
distintos a las partes en litigio, que deseen llevar en el futuro sus litigios ante el
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
Albert Einstein
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5. LA DOCTRINA CIENTÍFICA
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
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“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
Albert Einstein
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CAPITULO V
SUJETOS EN EL DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO
Nótese que se ha dejado de lado la posición doctrinal clásica que establece que sólo son
sujetos de derecho internacional aquellos que crean las normas jurídicas, criterio que
en un principio sólo otorgaba dicho estatus a los Estados y eventualmente a las
organizaciones internacionales, y que dejaba fuera al individuo.
Tamayo acepta, no sin antes advertir de las dificultades que ello implica, que el uso que
la dogmática jurídica le ha dado a persona corresponde al de sujeto de la filosofía
jurídica, y actualmente pueden utilizarse como sinónimos. Persona significa asumir un
papel, ser actor en determinado escenario. No es lo mismo ser individuo, pues en el
escenario jurídico no sólo ellos pueden actuar, es decir que ellos no son las únicas
personas; “persona significa papel dramático, no hombre”. Desde una visión jurídica,
existen personas físicas y personas colectivas; ambas desempeñan papeles jurídicos.
Los entes colectivos (por ejemplo, las empresas o las asociaciones) también pueden ser
personas en el derecho debido a que ejercen un papel determinado; asimismo, en el
ámbito internacional se considera personas a los Estados, las organizaciones
internacionales, los pueblos beligerantes, los gobiernos en el exilio, etcétera. A la idea
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
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En relación con el Estado podemos predicar muchas cosas: sus elementos, la sucesión,
las formas de organización, la nueva composición de los poderes para realizar funciones
de gobierno, los problemas de su reconocimiento, los hechos que le generan
responsabilidad internacional, las obligaciones de reparar violaciones a normas
internacionales, los modos para la adquisición de territorio, etc.; sin embargo, sólo nos
enfocaremos en marcar de forma sucinta tres puntos de debate:
• La superación del voluntarismo estatal como única forma de producción
normativa internacional.
• La reformulación de la noción de soberanía específicamente por la actuación de
las organizaciones internacionales en materia de derechos humanos.
• La propuesta de creación de un Estado internacional y del globalismo judicial
basados en los postulados de Kant, Kelsen, Ferrajoli y la escuela alemana.
Con relación al primero de los puntos antes señalados, podemos referir que
desafortunadamente el voluntarismo estatal todavía rige la producción normativa en
buena parte de las ramas del derecho. La creación de tratados y convenciones
internacionales es la manifestación de la voluntad de un Estado para obligarse a normas
internacionales. Por tanto, en buena medida, aunque no de manera absoluta, un tratado
internacional está subyugado a la voluntad estatal, desde su creación y hasta su
terminación.
No obstante, los Estados han creado instituciones internacionales que caminan solas y
que edifican una nueva forma de pensar el derecho internacional, muchas veces en
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jurídicamente a los Estados a conducirse de acuerdo con ellas, incluso a aquellos que
no participaron en su formación.
Por otro lado, no podemos negar que a través de las sentencias internacionales se ha
forzado a los Estados a generar reformas en sus sistemas jurídicos, a pesar de sus
intentos desesperados por evitar el cumplimiento de éstas. En la medida en que se
pueda estructurar desde el derecho una forma de obligar a los Estados sin pasar por
alto su voluntad, se tendrá una mejor protección jurídica a los derechos humanos. Una
vez agotado el primer punto de nuestro debate –la superación del voluntarismo estatal–
, nos abocaremos a exponer algunas consideraciones con respecto a la soberanía estatal
–nuestro segundo punto de debate. La soberanía estatal, que limitaba la intromisión de
un Estado en los asuntos internos de otro igualmente soberano, ha tendido a ser
reducida por órganos internacionales que no son soberanos en la misma medida que
un Estado, sino que son sencillamente superiores a ellos.
En la actualidad, las teorías que dan razón de la soberanía estatal no obedecen a las
pautas señaladas en el siglo xvi con Jean Bodino en De la República ni se desprenden del
principio de división de poderes de Montesquieu, descrito en el siglo xviii en Del Espíritu
de las Leyes; sino que constituyen una reformulación práctica y teórica de dos
fenómenos que escapa a la voluntad del Estado: las relaciones y el derecho
internacionales. Por esto, el derecho internacional de los derechos humanos plantea
serios debates sobre el concepto de Estado, visto desde la postura internacional.
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
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Los Estados ya no son actores exclusivos del derecho internacional. Desde finales del
siglo xix y hasta nuestros días las organizaciones internacionales han adquirido un
protagonismo indispensable en el estudio del derecho internacional, no solamente en
el ámbito de cooperación jurídica y política entre Estados, sino también como
instituciones autónomas protectoras y, en algunos casos, responsables de velar por
intereses superiores a la voluntad estatal.
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Nacen dentro de ellos y por supuesto que los fortalecen; en todo caso, contribuyen a la
evolución del derecho internacional contemporáneo, al hacerlo más democrático, social
y humanizado. El ámbito del derecho internacional de los derechos humanos es uno de
los espacios donde mejor han sido recibidas las organizaciones internacionales y donde
más se ha hecho por un derecho internacional distinto.
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Por último, además de este control convencional o por virtud de tratados, existe en el
ámbito universal de los derechos humanos el control ejercido por organismos creados
por resoluciones de los órganos competentes de Naciones Unidas, como el Alto
Comisionado para los Derechos Humanos y el Consejo de Derechos Humanos.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos tiene como
función principal la promoción y prevención de violaciones a los derechos humanos en
el mundo. Por su parte, el Consejo de Derechos Humanos, a través de procedimientos
especiales heredados de su antecesora, la Comisión de Derechos Humanos, puede
encargar a grupos de expertos o relatores el examen o el control de una determinada
situación de violaciones a los derechos humanos en algunos Estados; además del
mecanismo de revisión periódica respecto de la situación de los derechos humanos en
Estados específicos, promoviendo el diálogo con el Estado que se encuentre bajo
revisión.
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ser divinizado”.
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Este tipo de argumento le sirvió a Kelsen y a los monistas para separarse de aquella
visión dualista que sostenía que el derecho internacional no regulaba conductas de
personas físicas sino de Estados. El argumento contrario clarificaba que los Estados no
pueden actuar más a través de personas individuales, de ahí que el derecho
internacional tenía como sujetos indirectos de sus normas a los individuos.
En una referencia histórica, para hablar del individuo como sujeto de las normas
internacionales hace falta volver a los fundadores, como les llamó Antonio Gómez
Robledo, pues es errónea la frase que afirma que sólo hasta pasada la segunda Guerra
Mundial el individuo surgió como sujeto emergente en el derecho internacional
contemporáneo.
Francisco de Vitoria, por ejemplo, no sólo les niega el ius inventionis a los españoles,
sino que afirma “la igualdad jurídica entre europeos y americanos, no obstante, su
enorme desnivel cultural en aquel momento”. Esto es tanto como darle un lugar especial
al individuo bárbaro en la concepción del derecho de gentes. Actualmente
presenciamos el rescate histórico de la posición del individuo que le otorga derechos
subjetivos consagrados en las normas internacionales de derechos humanos, del
derecho internacional humanitario, del derecho internacional de los refugiados,50 e
incluso del derecho internacional económico.
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cuentan con el camino directo para exigir sus derechos en el plano internacional, sino
que no tienen un Estado que eventualmente pudiera protegerlos.
Esto significa que se ha fortalecido su locus standi, es decir, su lugar en el proceso ante
el órgano jurisdiccional. En este mismo sentido, la personalidad o capacidad de los
sujetos de derecho internacional fue revisada por la cij en el caso del conde Bernadotte,
donde se entiende que los sujetos de derecho internacional pueden tener personalidad
jurídica plena o personalidad jurídica limitada. En este criterio, la personalidad jurídica
plena le corresponde solamente a los Estados pues, en principio, no tienen límites en su
capacidad de obligarse a determinadas conductas. Por su parte, se reconoce que una
organización internacional –en este caso la propia Organización de las Naciones Unidas
(onu)– es un sujeto de derecho en tanto que puede poseer derechos y deberes
internacionales y puede ser representada por distintas personas para proteger esos
derechos; y, por último, que su personalidad es limitada, debido a que no puede
obligarse sino a lo que le permite su tratado constitutivo.
De aquí es posible seguir que la cij reconoce que pueden existir sujetos de derecho
cuando se tiene la aptitud de poseer o ser titular de deberes y derechos internacionales,
aun con personalidad jurídica limitada. Ese también es el individuo: un centro de
imputación normativa, con personalidad jurídica limitada y con capacidad procesal en
crecimiento. De esta forma, parece que se han aportado argumentos para sostener que
la persona física es centro de imputación normativa, ya que cuenta con derechos y
obligaciones internacionales que puede exigir a nivel internacional. Luis Vigo afirma
que existe un tránsito del derecho interno al derecho internacional del cual se ha
beneficiado el individuo: “un paso que merece ser subrayado en este proceso de
judicialización internacional de los derechos humanos es el reconocimiento por el
derecho internacional de la subjetividad jurídica del individuo para reclamar por
violación a los derechos en cuestión”.
Antônio Augusto Cançado Trindade, actual juez de la cij y antiguo juez de la Corte idh,
afirma que:
Siendo que el derecho internacional contemporáneo reconoce a los individuos derechos y
deberes (como lo comprueban los instrumentos internacionales de derechos humanos), no
hay cómo negarles personalidad internacional, sin la cual no podría darse aquel
reconocimiento […] El reconocimiento del individuo como sujeto tanto del derecho interno
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
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como del derecho internacional, dotado en ambos de plena capacidad procesal, representa,
[…] una verdadera revolución jurídica, a la cual tenemos el deber de contribuir.
El ius standi y el locus standi, logrados dentro del derecho internacional de los derechos
humanos, constituyen el mayor esfuerzo para rescatar judicialmente al individuo del
exilio en el que se encontraba en la sociedad internacional, donde privaban los
Estados.63 Sin embargo, se ha generado mucho temor porque las estructuras jurídicas
poco a poco empiezan a demostrar su insuficiencia, en especial por la carga de trabajo.
La tarea, por tanto, no está terminada.
En el caso de México, las cinco últimas sentencias dictadas por la Corte idh de 2009 a
noviembre de 2010 no demuestran que el respeto a los derechos humanos sea una tarea
satisfecha. Por el contrario, la situación de nuestro país dista mucho de ello; sólo hace
falta observar el trato que se da a las personas migrantes en el territorio nacional. En
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
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todo caso, serán las instituciones jurídicas internas, no las internacionales, quienes
logren ubicar a los individuos en el pleno goce de sus derechos. El derecho
internacional, desde esta perspectiva, es sólo otra herramienta jurídica.
“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y debe
ser divinizado”.
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