Monografia ACV HEMORRAGICO
Monografia ACV HEMORRAGICO
Monografia ACV HEMORRAGICO
Anatomía de la enfermedad
El conocimiento de la anatomía arterial cerebrovascular y las regiones cerebrales
suministradas por la arteria es útil para determinar qué vasos están involucrados
en un accidente cerebrovascular agudo. Los patrones atípicos que no se ajustan a
una distribución vascular pueden indicar otro diagnóstico, como el infarto venoso.
Los hemisferios cerebrales son suministrados por 3 arterias principales pareadas:
las arterias cerebrales anterior, media y posterior. La arteria cerebral anterior y
media son responsables de la circulación anterior y surgen de las arterias
carótidas internas. Las arterias cerebrales posteriores surgen de la arteria basilar y
forman la circulación posterior, que también alimenta el tálamo, el tronco
encefálico y el cerebelo. Los angiogramas en las imágenes a continuación
muestran algunas partes de la circulación involucrada en los accidentes
cerebrovasculares hemorrágicos.
La vista frontal de un angiograma cerebral
con inyección selectiva de la arteria carótida
interna izquierda ilustra la circulación
anterior. La arteria cerebral anterior consiste
en el segmento A1 proximal a la arteria
comunicante anterior con el segmento A2
distal a esta. La arteria cerebral media se
puede dividir en 4 segmentos: el M1
(segmento horizontal) se extiende hacia las
extremidades de la ínsula y emite ramas de
lenticuloestriadas laterales, el M2 (segmento
insular), M3 (ramas operculares) y M4 (ramas
corticales distales en las convexidades
hemisféricas laterales).
La vista lateral de un angiograma
cerebral ilustra las ramas de la
arteria cerebral anterior (ACA) y el
triángulo silviano. Se ha descrito
que la arteria pericallosa se origina
distal a la arteria comunicante
anterior o distal al origen de la
rama callosomarginal de la ACA.
La anatomía segmentaria de la
ACA se describe a continuación:
(1) el segmento A1 se extiende
desde la bifurcación de la arteria
carótida interna (ACI) hasta la
arteria comunicante anterior, (2) la
A2 se extiende hasta la unión de la tribuna y el gen del cuerpo calloso, (3) A3 se
extiende hacia la curva del cuerpo calloso, y (4) A4 y A5 se extienden hacia atrás
sobre el cuerpo calloso y la porción superior del esplenio. El triángulo silviano se
superpone a las ramas operculares de la arteria cerebral media, con el vértice que
representa el punto silviano.
Hemorragia subaracnoidea
Los efectos patológicos de la hemorragia subaracnoidea (HSA) en el cerebro son
multifocales. La SAH produce una presión intracraneal elevada y perjudica la
autorregulación cerebral. Estos efectos pueden ocurrir en combinación con la
vasoconstricción aguda, la agregación plaquetaria microvascular y la pérdida de
perfusión microvascular, lo que resulta en una reducción profunda del flujo
sanguíneo y la isquemia cerebral. [4] Vea las imágenes de abajo.
La exploración con
tomografía computarizada
(TC) sin contraste se
realizó de forma emergente
en un hombre de 71 años
de edad que se presentó
con un dolor agudo de
cabeza severo y se
sometió a un rápido
deterioro neurológico que
requirió intubación. La
tomografía computarizada
sin contraste (imagen de la izquierda) muestra hemorragia subaracnoidea difusa
de alta densidad en las cisternas basilares y en las dos fisuras de Silvio. Existe
una pérdida difusa de la diferenciación gris-blanca. La imagen de recuperación-
inversión atenuada por fluido (FLAIR) (derecha) muestra una señal alta en los
surcos corticales y en las cisternas basilares, así como en las porciones
dependientes de los ventrículos. FLAIR es altamente sensible a la hemorragia
subaracnoidea aguda; la supresión de la alta señal del líquido cefalorraquídeo
ayuda a que la hemorragia subaracnoidea sea más visible que las secuencias de
imagen de resonancia magnética convencionales.
El examen de angiografía
tomográfica computarizada
y la posterior angiografía
cerebral se realizaron en
un hombre de 71 años de
edad que presentó un dolor
agudo de cabeza agudo y
se sometió a un rápido
deterioro neurológico. Se
identificaron múltiples
aneurismas, incluido un
aneurisma de 9 mm en la
unión de las arterias de
comunicación cerebral
anterior y posterior
observadas en esta vista lateral de una inyección de arteria carótida interna. Se
realizó embolización de la bobina asistida por balón.
Algunos estudios en el mundo han mostrado que las causas de ACV en jóvenes
obedecen principalmente a la estenosis mitral reumática o la fibrilación auricular;
también se ha identificado la vasculitis; además, la hipertensión, la enfermedad
cardiaca, la diabetes mellitus y el consumo de cigarrillo constituyeron importantes
factores de riesgo para desarrollar hemorragia cerebral. Se ha encontrado que en
la población joven la mortalidad por ACV ha sido de 29,6 %. En este trabajo se halló
una mortalidad del 44,1 %.
Las tasas de mortalidad debido a ACV se han venido reduciendo hasta en un 40,0
% en los últimos 20 años, debido a un mejor cuidado en las instituciones de salud y
un mayor control de los factores de riesgo implicados en su desarrollo.
La primera causa de morbilidad y mortalidad a la enfermedad cardiovascular, que
incluye: ACV, enfermedad coronaria (EC), enfermedad arterioesclerótica (EA) y
enfermedad renal. La hipertensión arterial (HTA) es el principal factor de riesgo
asociado a la presentación de estas enfermedades, y a menudo se asocia con otros
factores de riesgo potencialmente modificables, que en este caso fueron las
comorbilidades que se presentaron con frecuencia en este grupo de pacientes.
Patogenia.
Los ACV se clasifican también por el tipo de cambio que producen en el tejido sea
este infarto o hemorragia (oclusivo o isquémico y hemorrágico). De todos los ACV,
70% serán isquémicos y solo 30% hemorrágicos. La hemorragia intracraneal puede
subdividirse en hemorragia subaracnoidea (HSA) y en hemorragia intracerebral
(HIC) dos grupos completamente diferentes tanto en sus manifestaciones clínicas
como porque se producen por mecanismos completamente diferentes e incluso
afectan grupos de población diferentes.
Hemorragia subaracnoidea.
Frecuentemente causada por ruptura de aneurismas congénitos, ocurre el jóvenes
normotensos mientras que se espera un alto índice de HIC entre hipertensos
mayores de 50 años. Los ACV hemorrágicos se distribuyen en general por igual
entre HSA o HIC, con variaciones que dependen del origen racial o geográfico de la
población estudiada.
Hemorragia intracerebral.
Este término describe el sangrado directo al parénquima cerebral. La causa más
común es hipertensión arterial que altera la arquitectura de las arteriolas
penetrantes y lleva a su ruptura. El grado de daño depende de la localización,
rapidez, volumen y presión del sangrado y se explica por compromiso de fibras de
conexión y por un incremento de la presión local y e intracraneana que reduce la
presión de perfusión regional o global. La liberación de sustancias bioquímicas que
activan procesos de oxidación parecen jugar tambien un papel en el daño celular y
tisular.
Infarto cerebral.
La oclusión arterial o infarto isquémico puede clasificarse según el mecanismo de
isquemia en aterotrombótico (ATTR), cardioembólico y lacunar. El concepto de
infarto cerebral (IC) de tipo indeterminado se deriva de los registros en bases de
datos. Algunos de estos subtipos pueden sospecharse clínicamente (no todos
desafortunadamente) o pueden ser tipificados por medios paraclínicos. Su registro
sistemático es el mejor medio para seleccionar medidas terapéuticas eficaces. El
flujo sanguíneo cerebral (FSC) es en promedio de 50 ml/100 g de tejido/min (quizá
80 ml/100 g/min en la corteza y 20 ml/100 g/min en la sustancia blanca). Una
reducción en el flujo sanguíneo cerebral cercana a los 30 ml/100 g/min causa
disfunción eléctrica celular, una condidión en la cual las células nerviosas pierden
su función operativa pero no comprometen su viabilidad debido a que los procesos
energéticos básicos se mantienen; reducciones mayores de 18 ml/100 g/min
probablemente causen una lesión estructural, dando origen al paro de los procesos
de destrucción de la membrana y a muerte celular.
El IC aterotrombótico se registra cada vez con menor frecuencia debido a la
popularización del ultrasonido vascular que descubre patología carotídea
extracraenana y al mejor reconocimiento de otros subtipos, en especial el lacunar.
Consiste en un proceso ateromatoso de la pared vascular que comparte muchos de
los elementos de formación de la placa ateromatosa que tras un proceso crónico y
a menudo subclínico evoluciona desde el depósito de material graso, hacia la
inflamación, la proliferación celular, el debilitamiento de la banda fibrosa, el
crecimiento del centro lipídico y finalmente la ruptura de la superficie de la placa que
permita la agregación plaquetaria y la formación del trombo; este último es el
responsable final de la oclusión de la luz vascular.
Diagnóstico.
El diagnóstico clínico del ACV es tan simple o tan complejo como quiera mirarse.
La hemorragia subaracnoidea HSA merece mención independiente por lo fácil que
es reconocerla y la paradójica frecuencia con que es subestimada en los servicios
de urgencia; la clave diagnóstica es la cefalea a menudo sin signos focales. Se trata
de cefalea súbita, intensa, acompaña de algún compromiso temporal o permanente
de la conciencia y en forma excepcional con signos focales. Ocasionalmente se
reconoce un sangrado premonitorio entendido como sangrado menor e intermitente
al espacio subaracnoideo antes de una hemorragia masiva o letal. Por tales
razones, cualquier dolor de cabeza súbito y no explicado de cualquier localización
o magnitud, debe generar la sospecha de HSA y debe ser investigado por
Tomografía Computarizada TC o por Resonancia Magnética RM en busca de
sangre en las cisternas basales; en ocasiones hasta de 25%, una TC falla en
detectar sangre en el espacio subaracnoideo de manera que si la sospecha clínica
persiste, debe practicarse una punción lumbar. En el momento en que ocurre una
hemorragia mayor la presión intracraneana se acerca a la presión arterial media y
la presión de perfusión cae; estos cambios parecen explicar la pérdida súbita y
transitoria de la conciencia que ocurre en la mitad de los casos de HSA.
Frecuentemente un intenso dolor de cabeza precede a la pérdida de la conciencia
y la mayoría de los pacientes experimentan dolor de cabeza cuando la recuperan.
En 45% de los casos el dolor se inicia durante el ejercicio y 10% de los pacientes
tienen alguna alteración de la conciencia por varios días. Es frecuente la expresión
el “peor dolor de cabeza de mi vida” y casi siempre hay vómito. Lo común es que el
paciente experimente el dolor de cabeza sin signos neurológicos focales, sin
embargo pueden presentarse. La parálisis unilalateral del III nervio craneal en el
aneurisma de la comunicante posterior, el síndrome abúlico con eventual
paraparesia en la ruptura de aneurismas de la arteria comunicante anterior y signos
focales como hemiparesia, afasia, anosognosia, hemianestesia, heminatención,
etc., cuando coexiste una HIC son ejemplos de esta eventualidad. Reviste gran
importancia en el manejo de la HSA un registro cuidadoso de los signos
neurológicos iniciales, con el propósito de reconocer el comienzo y la evolución de
los trastornos neurológicos tardíos. Esta práctica no debe ser suplantada por la
clasificación del grado de compromiso clínico la cual constituye una buena guía para
el tratamiento, pero es un registro insuficiente para el seguimiento. Conviene de
toda forma, recordar la escala introducida por Boterell modificada por Hunt y Hess:
grado I: asintomático o con ligero dolor de cabeza y rigidez nucal; grado II: dolor de
cabeza moderado a severo, rigidez nucal pero sin signos focales; grado III:
somnolencia confusión o defecto focal moderado; grado IV: estupor o coma
persistentes, trastornos vegetativos y rigidez de descerebración; grado V: coma
profundo y rigidez de descerebración.
En la evaluación paraclínica inicial la TC es el medio más importante. Dado que se
ha impuesto una terapia quirúrgica temprana también una angiografía temprana
está plenamente indicada. Conviene tener determinaciones basales de electrólitos
para el diagnóstico temprano del síndrome de Secreción Inadecuada de Hormona
Antidiurética, un conteo plaquetario, determinación de Protrombina PT,
Tromboplastina Parcial PTT y tiempo de sangría y niveles de fibrinógeno.
Pequeñas hemorragias intracerebrales imitan los síntomas de un infarto cerebral y
a pesar de varios sistemas clínicos que pretenden diferenciar ambas condiciones,
una TC es indispensable en especial cuando se planea utilizar terapéutica
específica. En algunas series de casos de pacientes con HIC, hasta 10% se ha
presentado con cuadros equivalentes a un síndrome lacunar y con frecuencia se
acompañan de una respuesta hipertensiva. Sólo la cuarta parte de los pacientes
con HIC experimenta convulsiones, la mitad de las cuales ocurre en los primeros
dos días de la hemorragia. El riesgo de convulsiones aumenta de modo significativo
cuando la sangre está cerca de la corteza cerebral y, en cambio, prácticamente no
existe en hemorragias profundas como las hemorragias talámicas; no obstante no
hay guías establecidas para el uso agudo o crónico de medicamentos
anticonvulsivantes en pacientes con HIC. Las hemorragias lobales se acompañan
con mayor frecuencia que otras de dolor de cabeza pero las hemorragias lobares a
menudo no son hipertensivas e invitan a una investigación adicional sobre su
etiología. Muchas HIC sangran hacia el sistema ventricular y comprometen con ello
la conciencia, particularmente cuando se invaden segmentos caudales del sistema
ventricular.