Ramon Lopez Rayon y Antonio Lopez de Santa Anna

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Ramón López Rayón (1775 - 1839) fue

un militar insurgente mexicano. Nació el 31 de


agosto de 1775 en Tlalpujahua en el estado
de Michoacán hijo de la señora Rafaela López Aguado de
Rayón y Andrés López Rayón. Fue el hermano menor
de Ignacio López Rayón, sus otros hermanos
fueron Francisco, José María y Rafaelcuyos apellidos
completos son López Aguado y Rayón. Ramón junto a
Ignacio participó en la guerra por la Independencia de
México con el grado de general acompañándolo en las
batallas a partir de la toma de Guadalajara. En el ataque
realizado por el general Félix María Calleja el 1 de
enero de 1812 en contra de la población de Zitácuaro donde
se encontraba asentada la Suprema Junta Nacional
Americana, perdió un ojo.1 El 2 de enero de 1817 se rindió
ante las fuerzas realistas que lo tenían en constante asedio.
Durante el gobierno de Agustín de Iturbide fue comandante
militar de Zitácuaro y gobernador del Estado de México.
Murió el 19 de julio de 1839 en la Ciudad de México.

Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y


Pérez de Lebrón (Xalapa, 21 de febrero de 1794-Ciudad de
México, entre 20 y 21 de junio de 1876)2 fue un político y
militar mexicano. Fue Presidente de México y, aunque en la
gran mayoría de textos se dice que ocupó la presidencia en
once ocasiones, el Instituto Nacional de Estudios Históricos
de las Revoluciones de México (INEHRM) sostiene que solo
fueron seis veces.23
Instaurado como dictador vitalicio con el tratamiento de
Alteza Serenísima, aunque derrocado años más tarde. A lo
largo de su extensa carrera política fue considerado ambiguo
por participar en partidos contrarios, ya fuera con realistas,
monárquicos, republicanos, unitarios, federales, liberales y/o
conservadores. Santa Anna fue también gobernador de
Yucatán (1824-1825) y de Veracruz en 1829.

Primeros años
Nació el 21 de febrero de 1794. Sus padres fueron don
Antonio Andrés López de Santa Anna y Pérez de Acal,
subdelegado de la Provincia de la Antigua en Veracruz, y
doña Manuela Pérez de Lebrón y Cortés. Ambos padres
deseaban para él un porvenir tranquilo y acomodado, como
correspondía a un joven aristocrático de ascendencia
española. Sin embargo, por su carácter aventurero y sus
deseos de sobresalir, consiguió ingresar en el Ejército Real
de la Nueva España a los dieciséis años, el 6 de julio de 1810
como simple cadete en el Regimiento de Infantería Fijo de
Veracruz. En 1811 su regimiento fue convocado para sofocar
el movimiento insurgente iniciado un año antes por el cura
Miguel Hidalgo y Costilla, pero debido a la derrota de
Hidalgo en la Batalla de Puente de Calderón, fue enviado
hacia el norte. Las primeras experiencias militares de Santa
Anna se desarrollaron en la provincia de Nuevo Santander y
en la de Texas, bajo el mando del coronel Don José Joaquín
de Arredondo, quien fue su instructor.

En el Ejército Trigarante
Su carrera política empezó en 1821, fecha en el que el Plan
de Iguala de Agustín de Iturbide consagró al Primer Imperio
Mexicano. Inició entonces una larga serie de imprevisibles
adhesiones ideológicas. Enviado por el gobierno virreinal a
dar auxilio a la ciudad de Orizaba que estaba sitiada por los
rebeldes, los derrotó y fue condecorado por el virrey y
ascendido a teniente coronel. Fue nombrado comandante del
puerto de San Juan de Ulúa, que se convirtió en su último
reducto.

Como muchos otros militares, solo como una estrategia


política y para obtener apoyos personales, se unió a Iturbide,
quien propuso formar un congreso con una cámara única con
la representación proporcional a la importancia de clases y
con elección directa, dando así predominio a los grupos
privilegiados. Santa Anna y los militares estaban de acuerdo
con la independencia, pero no aceptaban que el gobierno
fuera oligárquico, pues, según ellos, no se eliminarían los
privilegios de los peninsulares que aún quedaban en el país.
La Suprema Junta Provisional Gubernativa pidió una sola
cámara sin separación de clases ni representación
proporcional y por medio de elección indirecta. De esta
manera se conformó tanto por abogados, como por
miembros del clero bajo y medio, aristócratas y demás gente
de relevancia social y política.4
Rechazo al imperio de Iturbide

Retrato de Santa Anna.


La transformación de una parte de la Nueva España en lo
que hoy es México no iba a ser fácil; incluso, hoy en día, el
territorio Mexicano ni siquiera comprende la totalidad de la
parte septentrional (norte) de América a la que se referían los
primeros independentistas. España desconoció hasta 1836 la
independencia de todos sus dominios y esto hizo que
aumentara el fervor de independencia en las principales
ciudades. Luego de que Iturbide firmó los Tratados de
Córdoba, en los que México se declaró independiente,
empezó la polarización de políticos y militares mexicanos.
Había en el recién nombrado Congreso Constituyente
representantes monárquicos borbonistas e iturbidistas, así
como republicanos. Además, España conservó para si Cuba,
Puerto Rico, República Dominicana y las Filipinas,
dividiendo aún más el antiguo reino. Centroamérica, sin
embargo, hasta ese momento, seguía de lado de los
independentistas de la Ciudad de México.

Iturbide fue coronado emperador —supuestamente— gracias


a la presión de las masas afuera del Congreso Constituyente,
quienes la noche del 18 de mayo de 1822 pidieron la corona
para él, proclamándolo como "Agustín I", y presionaron al
Congreso para instituir la monarquía como nueva forma del
estado. Sabiendo lo astuto que era Iturbuide, bien podría
pensarse que manipuló las masas para esta conclusión
benéfica para él, pero perjudicial para el resto de los
insurgentes. Por ello, la oposición republicana no tardó en
exacerbarse: en Michoacán se descubrió un complot para
formar la república y, en consecuencia, se detuvieron a
quince diputados, entre ellos a Servando Teresa de Mier y a
Carlos María de Bustamante.5En una manera extraña,
Iturbide actuaba de manera idéntica a Simón Bolívar en la
Gran Colombia queriendo el poder para sí y olvidando que el
camino más adecuado para la recién creada nación era la
República.6

Iturbide disolvió el Congreso el 31 de octubre por


desobediencia, conjuras y falta de servicio a la nación; en su
lugar, designó a cuarenta y cinco diputados que consideró
adecuados. Los antiguos insurgentes Nicolás Bravo, Vicente
Guerrero y Guadalupe Victoria se sintieron traicionados;
Santa Anna reapareció en la vida pública, emitió el Plan de
Veracruz y poco tiempo después el Plan de Casa Mata,
declarando ilegal la elección del Emperador y
pronunciándose a favor de los republicanos. Los borbonistas
también se unieron al levantamiento. El general José
Antonio de Echávarri, quien fue designado para combatir la
rebelión a Jalapa, también decidió unirse en contra del
Imperio. Iturbide solo fue apoyado por el clero y decidió
abdicar.5
Desterrado Iturbide en 1823 y restaurado el Congreso,
comenzaron las pugnas entre centralistas y federalistas, a los
que Santa Anna se une de inmediato. En esta ocasión fracasa
un levantamiento que surgió en San Luis Potosí. Santa Anna,
como su principal comandante, es enviado a la Ciudad de
México para ser juzgado; por influencias que tenía en la
Corte, fue absuelto.

El ascenso a la presidencia

Johann Moritz Rugendas, Manga de Clavo. Hacienda del


general Santa Anna. Kuperferstichkabinett, Staatliche
Museen zu Berlin, Id. Number: VIII E. 2440, 1831-1834.
Durante los primeros años del México independiente, los
acontecimientos ayudaron a Santa Anna en su imparable
ascenso. Los levantamientos de 1827 le dieron la posibilidad
de ponerse del lado del gobierno de forma sorprendente,
puesto que la participación de su hermano Manuel del lado
rebelde, hacía suponer que Santa Anna se retiraría de su
hacienda en Manga de Clavo para apoyarlo. La suerte de los
dos hermanos fue muy distinta a raíz de este acontecimiento:
mientras Manuel era desterrado, Antonio obtenía el gobierno
de Veracruz.
Poco más tarde se le brindó una nueva oportunidad. La
convocatoria a las elecciones de 1828 nacía con la
controversia entre las posturas representadas por Manuel
Gómez Pedraza y Vicente Guerrero. Los partidarios del
primero se oponían a hacer efectiva la expulsión de los
españoles peninsulares restantes en el país. Apenas once días
después de que Gómez Pedraza ganara las elecciones, Santa
Anna se rebeló, exigiendo la sustitución del presidente electo
por el general Vicente Guerrero, inaugurando con esto el
inicio de las interminables guerras civiles en el país naciente.

La variedad de recursos con los que contaba Santa Anna para


financiar su levantamiento fue amplia, ya fuera por las
amplias arcas de su familia y sus parientes, así como por la
infinidad de simpatizantes que encontraba dentro de las más
altas esferas sociales.

Nombrado presidente Guerrero, Santa Anna tomó las riendas


del ejército nacional.

En 1829, una expedición española desembarcada en


Tampico, comandada por el brigadier Isidro Barradas que
tenía por objetivo la reconquista de México, fue derrotada
por Santa Anna, que desde entonces se le llamó El Héroe de
Tampico.
Al ser derrocado el gobierno de Guerrero por Anastasio
Bustamante, Santa Anna hizo un pacto con Gómez Pedraza
(el presidente que había derrocado años atrás), para que este
alcanzara la presidencia de 1830 a 1833 mediante nuevos
levantamientos. En 1833, Santa Anna alcanza por fin la
presidencia.

La Guerra de los Pasteles


Véase también: Guerra de los Pasteles
Los comerciantes franceses avecindados en México enviaron
una serie de reclamaciones, como resultado de diferentes
revueltas, aunado con el abuso de poder de algunos políticos
(Tributos) que fueron recibidas en París con alarma.

Entre estas reclamaciones, se encontraba la del señor


Remontel, dueño de un restaurante de Tacubaya, donde
algunos oficiales del presidente Santa Anna se habían
comido en 1832 unos pasteles sin pagar la cuenta (Aunque
posiblemente fue por daños al restaurante), por lo cual exigía
ser indemnizado con sesenta mil pesos. Adicionalmente ese
mismo año, un ciudadano francés fue fusilado en Tampico,
acusado de piratería, lo que tensó aún más las relaciones
entre ambos países.

México había acabado en 1836 la guerra con Texas, y el 28


de diciembre España reconoce finalmente la independencia
de México (lo que eliminaba el problema de atacar un
territorio reclamado por un país amigo), y llegado el año de
1838, aún no se había podido concertar un tratado definitivo
en virtud de que el representante francés, el barón Antoine-
Louis Deffaudis, no estaba de acuerdo con dos artículos del
convenio.

En consecuencia Deffaudis abandonó su misión diplomática


en México y regresó a Francia, para volver al poco tiempo
(marzo) acompañado de diez barcos de guerra que apoyaban
las reclamaciones de su gobierno. Fondearon frente a la Isla
de Sacrificios, amenazando con invadir el territorio
mexicano si México no cumplía las condiciones que
Deffaudis plasmó en un ultimátum, que vencía el 15 de abril.

Como no fueron aceptadas tales demandas por el gobierno


mexicano, la flota francesa abrió fuego contra el fuerte de
San Juan de Ulúa, desarrollándose lo que hoy conocemos
como la Batalla de San Juan de Ulúa (1838) y la ciudad de
Veracruz el 21 de noviembre de 1838, por lo que al día
siguiente capitularon ambas entidades, comenzando la
guerra.

El gobierno de México reprobó ambas capitulaciones y


expidió un decreto el 30 de noviembre anunciando que se
declaraba la guerra al Rey de Francia, e inmediatamente
pidió a Santa Anna que se pusiera al frente de las tropas e
iniciara la ofensiva contra los franceses.

Santa Anna llegó a Veracruz y se dispuso a defender la


ciudad, enviando una comunicación al comandante Charles
Baudin informándole que no habían sido aprobadas las
capitulaciones. En respuesta, el contraalmirante ordenó que
una columna de 1000 hombres con artillería desembarcara
con el propósito de aprehender a Santa Anna, y el 4 de
diciembre consiguió desembarcar en Veracruz. Este, al darse
cuenta del desembarco, reunió algunas fuerzas y entabló la
lucha sin resultados definitivos para una u otra parte.

Ante esta situación, Baudin ordenó el embarco de sus tropas,


que fueron perseguidas por los mexicanos liderados por
Antonio López de Santa Anna hasta el muelle, donde los
franceses, al disparar un cañón, pudieron detenerlos,
resultando malherido el propio Santa Anna en una pierna la
cual perdió, así como algunos dedos de la mano.

Baudin ordenó a continuación que la artillería naval hiciera


fuego contra la ciudad, por lo que Santa Anna dispuso la
evacuación del puerto, retirándose hasta la zona de Pocitos (a
una legua de la ciudad) en donde la población no correría
mayor peligro y Santa Anna se recuperaría de sus heridas.
Esto le dio una gran publicidad, lo que le permitió ocupar la
presidencia de nuevo en 1839, 1841 y 1844, anunciando ya
el estilo totalitario que distinguiría su último período aunado
con los problemas de la cuestión texana con EU.

Dolores Tosta, esposa de Santa Anna. Juan Cordero, 1855.


Exilio
Al ocupar la presidencia de nuevo, Santa Anna sufrió un
nuevo revés, al suscitarse de nuevo la cuestión texana.

Cuando en 1843, Estados Unidos planteó la incorporación de


Texas a su territorio, Santa Anna intentó zafarse de la escena
política para no sufrir descalificaciones de la opinión
pública. Puso de pretexto la muerte de su esposa Doña Inés
García y Martínez de Uscanga para retirarse de la
presidencia mientras pasaba el furor público por la anexión
de Texas a los Estados Unidos.

A los cuarenta días de luto por su mujer, Santa Anna


contrajo matrimonio con la señorita Doña Dolores Tosta y
Gómez, escándalo que contribuyó a aumentar su descrédito
en un momento en que se le recordaba su anterior episodio
en Texas y se le pedían responsabilidades. El retiro de la
escena política en ese momento lo pagó con un largo exilio
en La Habana.7

La guerra contra Estados Unidos


En ausencia de Santa Anna, la situación interna en México
estaba repartida entre hostilidades y caos político. Durante
aquella situación, en EE.UU, James K. Polk había ocupado
la presidencia del país. Polk era un conocido expansionista
que desde hacía tiempo tenía puestos sus ojos en los
territorios mexicanos de la Alta California y Nuevo México.
El 29 de diciembre de 1845, para el enojo de los políticos
mexicanos -quienes nunca reconocieron la independencia de
Texas-, el Congreso de los Estados Unidos (a instancias de
Polk y su antecesor Tyler) aprobó la incorporación de Texas
a la Unión Americana; un hecho que deterioró rápidamente
las relaciones entre México y Estados Unidos. Dicha
situación se agravó aún más cuando el gobierno mexicano se
negó a recibir al embajador enviado por Polk para comprar
los territorios deseados por 15 millones de dólares. Aquello
fue aprovechado por Polk como pretexto para presionar al
Congreso a declarar la guerra. En tanto, a fin de presionar
más las cosas, Polk había enviado tropas al mando de
Zachary Taylor en las periferias del río Bravo; aún cuando se
consideraba al río Nueces como el límite oficial con Texas,
unos kilómetros más al norte. Aunque las escaramuzas entre
ambos contingentes fueron directamente provocadas por los
estadounidenses dentro de suelo mexicano y sin declaración
de guerra previa, Polk hizo ver a los mexicanos ante el
Congreso como si hubieran sido los culpables. Con ello, la
guerra entre ambos países dio inicio el 8 y 9 de mayo de
1846.

El gobierno de Valentín Gómez Farías decidió llamar de


vuelta al general Santa Anna para dirigir los esfuerzos
nacionales. A pesar de que logró amasar un considerable
ejército, el evidente atraso tecnológico de este (el ejército
usaba armas de tiempos de la Independencia) así como la
falta de una cadena de mando eficiente, de nada le sirvió
contra las fuerzas tecnológicamente superiores y mejor
disciplinadas de Estados Unidos. Aquello significó una serie
de derrotas consecutivas en todas las acciones bélicas de la
guerra (la mayoría desarrollada en el norte). Se sabe que casi
logró una victoria en la Batalla de la Angostura, pero se
retiró inexplicablemente a un paso de derrotar al general
Taylor.

Después, en su natal estado de Veracruz, fue derrotado en la


Batalla de Cerro Gordo, en buena medida debido a que su
artillería atacó a los centinelas del ejército estadounidense,
revelando su posición. El grueso del ejército estadounidense
evitó el camino donde Santa Anna pretendía atraparlos y
atacó al ejército mexicano desde varios flancos, causando su
derrota. Tras evacuar la capital del país, Santa Anna se exilió
de nuevo, esta vez en Colombia.
Exiliado Santa Anna, el Congreso firmó el Tratado de
Guadalupe Hidalgo, con el cual México perdió los estados de
Alta California y Nuevo México (hoy California, Arizona,
Nevada, Colorado, Utah y parte de Wyoming) a favor de los
Estados Unidos, que se comprometió a pagar una
indemnización de 15 millones de dólares a México.

Su Alteza Serenísima

Daguerrotipo de Antonio López de Santa Anna, 1853.


Tras el exilio que se impuso el General Santa Anna en
Colombia, el hambre, el descontento y las pugnas políticas
hicieron caer en crisis al país una vez más, provocando con
ello la dimisión del Presidente Mariano Arista, en 1853,
causada por el Plan del Hospicio. En ese momento, el
Partido Conservador, que había sido elegido en la mayor
parte de los estados, reclamó de nuevo el regreso de Santa
Anna y le escribieron el 23 de marzo de 1853 solicitándole
que volviese a tomar la presidencia, a condición de que
defendiese la religión católica, suprimiera el federalismo,
organizase una nueva división territorial del país y
reorganizara el ejército. Santa Anna, quien había demostrado
hasta ese momento ser el único hombre con la suficiente
fuerza para gobernar un país tan ingobernable, les tomó la
palabra a los conservadores y regresó a la presidencia en
abril de ese mismo año.
En un principio, y gracias a que se supo rodear de buenos
asesores, el gobierno de Santa Anna fue uno de buenos
resultados. No obstante, a la muerte de Lucas Alamán, su
principal colaborador, el gobierno de Santa Anna fue
degenerando poco a poco en uno de corte dictatorial. Se hizo
llamar "Alteza Serenísima" y restauró la anteriormente
extinta Orden de Guadalupe. Aquello despertó sospechas de
la posibilidad de que la dictadura se fuese a transformar en
una monarquía.

Durante la dictadura de Santa Anna, el gobierno mexicano


siguió enfrentando una precaria situación financiera. Aquello
obligó a Santa Anna, a fin de sanear las ya endebles arcas
nacionales, a cobrar los impuestos más inicuos. Desde las
puertas y ventanas, hasta por la posesión de perros. De igual
forma, a fin de contener de una vez y por todas el deseo
expansionista de EE.UU., Santa Anna se vio obligado a
ceder, a cambio de 10 millones de dólares, el territorio
mexicano de La Mesilla. Ya para entonces, la popularidad
del autonombrado "Defensor de la Patria" estaba ya por los
suelos. Sería ya en la última parte de su dictadura, en que
Juan Álvarez, cacique sureño y antiguo caudillo de la
Independencia, junto con otros tantos oponentes políticos,
promulgarían el Plan de Ayutla.

Exilio definitivo y muerte


Fotografía de Antonio López de Santa Anna. 1870.
Para 1855, varios estados se habían adherido al Plan de
Ayutla, forzando a Santa Anna a renunciar por última vez a
la presidencia y hacerlo marchar de nuevo al exilio. A pesar
de que Santa Anna había atestiguado varias idas y vueltas de
gobiernos, el triunfo del Plan de Ayutla marcó de una vez
por todas la muerte política del nombrado 'Defensor de la
Patria'.

Por el resto de su vida se mantuvo en el exilio pasando por


diversos lugares: de Cuba a Estados Unidos, después a
Colombia, y más tarde a la isla de Santo Tomás en las Islas
Vírgenes. Durante esa vida itinerante, su voz se dejó oír en
México sin provocar mucho ruido. Cuando se había
instituido el nuevo gobierno liberal, Santa Anna publicó
diversos artículos que instaban (sin éxito) a una rebelión en
contra del régimen. De la misma forma, cuando se dieron los
sucesos de la Segunda Intervención Francesa, Santa Anna
escribió al gobierno mexicano ofreciendo sus servicios como
militar para combatir al invasor; naturalmente, fue ignorado.
Si bien Santa Anna siempre se encontró a favor de la
soberanía máxima posible de México y aborrecía todo tipo
de intervención extranjera, encontró simpatía en la
restauración monárquica bajo el reinado del Emperador
Maximiliano I de México, por lo que, entusiasmado por la
causa monárquica, escribió también al Emperador para
ofrecerle sus servicios, pero los asesores del archiduque
austriaco le aconsejaron ignorarle, por lo que sus atenciones
fueron desestimadas.8

La Tumba de Antonio de Padua María Severino López de


Santa Anna y Pérez de Lebrón
Finalmente, aprovechando la amnistía general durante el
gobierno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, regresó
definitivamente a México en 1874. Para entonces, Santa
Anna ya era un veterano de 80 años que padecía cataratas y
al que el pueblo mexicano tenía en el olvido (no fue tomado
en cuenta durante el aniversario de la batalla de
Churubusco). El general Santa Anna moriría dos años
después en su casa ubicada en la calle de Vergara (hoy calle
de Bolívar) número 14, en la Ciudad de México, la noche del
jueves del 21 de junio de 1876. Su tumba se encuentra en el
viejo Panteón Civil del Tepeyac, de la Villa de Guadalupe-
Hidalgo, en la Ciudad de México.

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