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Recibido: 29/07/2013
aceptado: 30/05/2014
Resumen
Abstract
this text seeks to bring out some of the implications of a musical turn of philoso-
phy pointed by Eugeio trías. this turn has been carried out also by authors such as
Jean-luc Nancy and Marie-louise Mallet, who consider the possibility of a sense
not based on the logical order of discourse, but understood as an event of nature al-
most tactile. the sonority allows us to open a space for listening on the threshold of
the sense, so that in this space is given a different genesis that enables the imple-
mentation in a resonance of the understanding between the subject and the world.
thus, the philosophy begins to listen to the sonority and to think attending to the
music.
1
hemos extraído esta expresión de dos libros que tratamos de conectar en este texto: J. l. Nancy,
A la escucha, Buenos aires, amorrurtu, 2007 (traducción de h. Pons), y E. trías, El canto de las
sirenas. Argumentos musicales, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2007.
Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Políticas 503 ISSN: 1576-4184
Vol. 17 Núm. 2 (2014): 503-514 http://dx.doi.org/10.5209/rev_RPuB.2014.v17.n2.46705
res publica DEF. 3:Layout 3 24/11/14 17:42 Página 504
1. Introducción
En este sentido, todavía cabe analizar qué puede extraerse de esta expresión de
Eugenio trías que enuncia un “giro musical de la filosofía”3. trataremos de poner en
resonancia algunas de las aportaciones que autores como Marie-louise Mallet y Jean-
luc Nancy han realizado en este pensamiento sonoro-musical.
2. Escuchar en la oscuridad
2
J. L. Nancy, La partición de las voces, Madrid, Avarigani, 2013, p. 99 (Traducción de C. Rodrí-
guez y J. Massó).
3
E. Trías, op. cit., p. 881.
4
J. L. Nancy, El peso de un pensamiento, Castellón, Ellago, 2007, p. 124.
5
Cf. J. L. Nancy, A la escucha, op. cit., p. 44.
6
“En la caverna de Platón no sólo están las sombras de los objetos que se pasean por el exterior:
también el eco de las voces de los portadores, detalle que se olvida las más de las veces, habida
cuenta de la prisa con que el propio Platón lo deja a un lado en beneficio exclusivo del esquema
visual y luminoso.” Ibidem, pp. 45- 46, nota al pie de página.
7
“Este lógos musical es de naturaleza simbólica. El símbolo es, en música, la mediación entre el
sonido, la emoción y el sentido”. E. Trías, op. cit., p. 19.
8
“La musique serait-elle la nuit du philosophe? [...] La musique, qui échappe à la prise du ‘regard
théorique’ (c’est un pléonasme, on le sait), serait bien, en effet, comme une ‘menace’ pour la phi-
losophie, un rappel discret mais troublant de cette nuit dont elle a toujours cru s’être délivrée”. M.
L. Mallet, La musique en respect, París, Galilée, 2002, p. 11.
gida, chorá, según Eugenio trías9, término que también emplea Jacques derrida. la
filosofía deja sin resolver el problema y el obstáculo que supone el no poder consti-
tuir en objeto su propia sombra. Este juego de luces y de sombras es el que se juega
entre el concepto y la escucha, justamente en el lugar donde hay límite, en términos
de Eugenio trías. Entre el concepto y la escucha se da la ambigüedad de dos fuerzas
que se traducen en movimientos de concentración y dispersión.
3. Cuerpo, sonoridad y espacio
9
“Chorá significa plaza; también la plaza que se quiere conseguir a través de un puesto, o cu-
briendo una vacante. Significa emplazamiento campestre deiferenciado de la ciudad: campo aco-
tado que concede albergue y hospitalidad a aquello que acoge en su seno”. E. Trías, op. cit., p.
851.
10
“Et si le philosophe ‘neutralise en lui l’écoute’, et ‘pour pouvoir philosopher’, si en tant que phi-
losophe il ‘ne peut écouter’– s’il nèn est pas ‘capable’ et s’il ne ‘doit’ pas le faire–, c’est sans doute
parce que l’écoute viendrait troubler son univers ‘theórique’ qui, ainsi que le mot lui-même l’indi-
que, est fondé sur la vision, la vision sensible donnant à la pensée philosophique, même si celle-ci
la critique, la dépasse, voire s’en détourne, son modèle structurant”. M. L. Mallet, op. cit., p. 27.
11
J. L. Nancy, A la escucha, op. cit., p. 23.
12
Ch. Rosen, El piano: notas y vivencias, Madrid, Alianza, 2005, p. 47.
13
“Escuchar es aguzar el oído”, J. L. Nancy, A la escucha, op. cit., p. 16.
14
“Las orejas no son párpados”, dice Nancy a propósito de P. Quignard. Ibidem, p. 35.
15
M. L. Mallet, op. cit., p. 87.
16
“C’est tout le problème du ‘contenu’ (Inhalt), de la ‘teneur’ (Gehalt, comme Hegel dit aussi,
mais plus rarement) de la musique et aussi de la différence entre la musique ‘accompagnante’ ou
d’ ‘acompagnement’ (die begleitende Musik) et la musique qui n’est que musique, la musique pure,
‘indépendante’ (die selbständige Musik)”. M. L. Mallet, op. cit., p. 87.
es un sujeto filosófico y que, en definitiva, tal vez no sea sujeto alguno, salvo en
cuanto es el lugar de la resonancia”17.
habría un lugar de resonancia que requiere de otra parte para producir un rebote
en el sonido. Se requiere una apertura desde y hacia la cual se remite en otra parte,
hacia otro cuerpo. Esta remisión es sentido hacia el que hay que salir y que llega en
un tocar, llegada y tocar a la que el sujeto está expuesto.
4. El funesto mensaje
17
J. L. Nancy, A la escucha, op. cit., p. 47.
18
“El tercer pastor describe así a Orfeo: parece una muda piedra (‘rassembra l’infelice / un muto
sasso’). No puede sentir un dolor demasiado intenso: ‘que per troppo dolor / non puo dolersi’”. E.
Trías, op. cit., p. 69l.
19
Ibidem, p. 638.
20
J. L. Nancy, Corpus, Madrid, Arena Libros, 2010, p. 89.
21
E. Trías, op. cit., p. 810.
de un alma que, tal y como describe Platón, elige su daimon mientras escucha una mú-
sica que es afín al carácter de su elección. la música es acompañamiento, pero es
además articulación de una pre-comprensión que se da antes de elegir. Se da una gno-
sis musical22. El punto de partida es un cuerpo que se reconoce y reconoce su alcance,
su límite. la música hace posible este reconocimiento, así como la puja por un des-
plegarse y un abrirse desde este límite, desde fuera y hacia fuera. Con esto quizá se
hace referencia al alma de la que habla Nancy, un alma-cuerpo que está fuera y que
desde fuera es capaz de tocar, de abrir, de llamar a un estado de tensión que permite
dejar un hueco en el cuerpo. Este hueco o cavidad es condición indispensable de la
escucha. En él se produce la reverberación del sonido, de las ondas que son eco y
que repercuten en las paredes internas, llegadas desde otra parte, estando fuera y den-
tro al mismo tiempo. Es lo que llamaríamos un estado matricial en el que voces y so-
nidos vienen de fuera a la vez que reverberan dentro. Se da un estado previo de
reconocimiento, de ubicación, se da la primera experiencia del límite así como la po-
sibilidad de su apertura. Estamos hablando, como señala Nancy, del “ser como reso-
nancia” o de la “resonancia del ser”23, lo cual viene a ser algo no disponible, algo
hacia lo que debe haber cierta apertura y que requiere un silencio y una escucha. Esta
resonancia impide entender el sujeto como una identidad. Se trata más bien de algo
que al manifestarse o al sonar, re-suena ya en otra parte, es irreducible a un punto, no
admite focalización. Solamente es accesible en una actitud que implica prestar oídos
para captar ese espaciamiento. al prestar oídos, esta sonoridad es acogida también en
el pabellón de la oreja, en el interior del oído, tal y como describe Marie-louise Ma-
llet a propósito de un cuadro de Rembrandt24. En él podemos ver la figura del filósofo
en una actitud que parece estar escuchando en el interior de una estancia, espacio de
luces y de sombras cruzado por una escalera de caracol; esta escalera es descrita a su
vez como una cóclea arquitectónica.
5. Masas sonoras
¿En qué medida puede una masa ser sonora? ¿Puede darse un bloque sonoro, pe-
trificado como una pared de hormigón? algunos compositores se interesan por de-
terminados efectos de bloque, asumen en sus obras el efecto del choque, de la
penetración, la intersección entre planos orquestales cuyo resultado llega a ser la de-
formación acústica, tal es el caso de Iannis Xenaquis o de Edgar Varèse, tal y como
22
Cf. ibidem, p. 922.
23
J. L. Nancy, A la escucha, op. cit., p. 45.
24
Mallet realiza un exhaustivo comentario sobre el cuadro Filósofo en meditación (Philosophe en
méditation) de Rembrandt en el capítulo titulado “La nuit du philosophe”, dentro del libro que ve-
nimos citando.
6. Polifonía de escuchas
25
“Esta expresión, masas sonoras, constituye el santo y seña de ese gran soñador de la música del
futuro que fue Edgar Varèse”, E. Trías, op. cit., p. 781.
26
J. L. Nancy, A la escucha, op. cit., p. 27.
27
E. Trías, La imaginación sonora, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2010, p. 310.
28
M. L. Mallet, op. cit., p. 126.
29
P. Boulez, Puntos de referencia, Barcelona, Gedisa, 2008.
expuestos el uno al otro, mientras la pieza debe cobrar sentido en este vaivén. Este
ejemplo podría darnos a entender un poco mejor lo que el sentido es en forma de
toque, como algo no dado. Este toque puede llegar a entenderse como un aconteci-
miento: “Le miracle, ici, c’est que l’artiste-virtuose – Hegel pense essentiellement au
chanteur-viertuose -est comme une oeuvre d'art ‘en acte’, il rend présente, d'une pré-
sence complètement vivante’, immédiate, ‘la production artistique effective elle-
même’: il nous fait en quelque sorte ‘assister’ à la création elle-même”30. Mallet se
pregunta a la escucha de quién está hegel: “À l'écoute – mais de qui? De Rossini, ou
de la signora Dardanelli?”, para añadir que con esta escucha, “Hegel oublie toutes
les exigences du ‘Concept’”.
a la composición y a la interpretación, siendo ellas ya una escucha, cabe sumar
la escucha del auditorio. Esta polifonía de escuchas hace que la música nunca conste
de una sola voz, por más que esté formada por una sola línea melódica. Esto es lo que
explica Mallet cuando habla de un desdoble del sujeto que pasa a multiplicarse, pu-
diendo llegar a ser dispersión fractal31. Cada escucha es interpretación, y cada sujeto
al escuchar interpreta nuevamente. Nietzsche habla de esta multiplicidad de inter-
pretaciones, de esta ubicuidad del sentido que problematiza la unidad de un “dios
desconocido” como fundamento único y pleno del sentido. también Charles Rosen,
en su libro El piano: notas y vivencias, señala que para la música “la historia avanza
claramente de lo táctil a lo auditivo”32. Esta afirmación contempla una única línea
melódica que puede seguirse en la partitura con la punta del dedo. Con el paso de los
siglos surge la polifonía, se mantiene el predominio de la horizontalidad hasta un
poco más tarde, cuando líneas verticales se cruzan con las horizontales y surgen nue-
vas direcciones, llegando en algún momento a disolverse, a fundirse unas con otras.
Se amplía el cromatismo y éste se convierte poco a poco en oscuridad; podríamos
decir, en este punto, que asistimos a una deconstrucción musical que sitúa a la mú-
sica occidental de nuevo a la escucha; esta vez, de otras sonoridades que provienen
de cualquier parte del mundo: “Golpe del afuera, clamor del adentro, ese cuerpo so-
noro, sonorizado, se pone a la escucha simultánea de un ‘sí mismo’ y un ‘mundo’ que
están en resonancia de uno a otro”33.
30
M. L. Mallet, op. cit., p. 129.
31
“Si bien que le musicien le moins pathologiquement ‘double’ en peut composer qu’à partir d’une
dualité, d’une pluralité en lui”, ibidem, p. 160.
32
Ch. Rosen, op. cit., p. 53.
33
J. L. Nancy, A la escucha, op. cit., p. 87.
7. El lenguaje de la pérdida34
hemos hablado de la voz cantada, voz que puede prescindir del significado del
texto. En cuanto al instrumento musical, éste no resulta menos inquietante al hallarse
convertido en cuerpo sonoro en el tocar, articulado como prótesis. asistimos a una
abolición de lo que podría considerarse interior y exterior: “ce phénomène brouille sé-
rieusement les oppositions fondatrices entre extérieur et intérieur, objet et sujet, corps
et esprit, animé et inanimé, chose morte et âme vivante, instrument et organe, pro-
thèse et organe naturel, etc.”35. Se opera una metamorfosis en el momento en que
quedan abolidas estas distinciones conceptuales. la música propicia esta metamor-
fosis, y Eugenio trías ha insistido en ello precisamente al poner un temblor en el lí-
mite, al no asegurar nada. la sonoridad musical abre la posibilidad de hacerse cargo
de la propia inconsistencia. la imposibilidad de la escucha como un acto cerrado,
cumplido o finalizado viene de no poder retener en el oído la voz, la música, el so-
nido. la escucha no retiene, pero es una aceptación de esta inconsistencia, es una re-
cepción y una apertura hacia un sonido que no dice. Es nostalgia, imposibilidad de
recobrar el tono o la intensidad, precisamente lo que la escritura no puede retener, lo
que hay de vivo en un sonido. toda música es música fúnebre, todo sonido es un
adiós a la vez que un nacimiento: “la vie la mort”36, pero también decimos que toda
música es lengua materna.
Siguiendo las reflexiones de Marie-louise Mallet, llegamos a Nietzsche: “Nietzs-
che est avant tout un penseur de l’“écoute”, l’oreille es chez lui l’organe essentiel”37.
Y es que el oído se ha desarrollado durante largo tiempo en la penumbra de la noche,
la noche de los tiempos, de las cavernas y del miedo. El oído ha prestado atención a
la oscuridad durante una de las edades más largas de la humanidad, la que enlaza con
su animalidad. Es por ello el órgano del miedo y de la tensión hacia la oscuridad.
oído que trata de oír la llegada de la muerte. la filosofía, a su vez, no es posible sin
esta oscuridad, de modo que mientras el lenguaje alumbra sus objetos, la filosofía se
pregunta si esta lumbre no estará ocultando algo al mismo tiempo, si no se produce
a su vez una ceguera. En esto consiste la escucha por parte de un tercer oído; éste es
el oído que escucha lo que no se dice. En esta escucha de aquello que no se dice, la
filosofía puede prestar oídos a una zona de penumbra que murmura en el fondo del
sujeto, sujeto que es murmurado por antiguos sonidos.
34
“La musique dit la perte, mais parce qu’elle est aussi vouée à la perte, à sa perte, elle n’arrive
qu’à la condition de passer, de en pas s’arrêter, de en pas se retourner, de en pas revenir”. M. L.
Mallet, op. cit., p. 190.
35
Ibidem, p. 131.
36
Ibidem, p. 63.
En este ser murmurado por antiguos sonidos, la música se presenta, hemos dicho
ya, como primera lengua materna, lo cual no quiere decir que estemos hablando de
un lenguaje universal. Nos referimos a la música como lenguaje de la pérdida, pér-
dida que se lleva a cabo desde el primer momento de la infancia: Eugenio trías habla
de una escucha matricial. En el momento de la escucha musical quedamos expuestos
a la pérdida de la presencia; sabemos que algo no está disponible, que el sonido llega
tarde al pasar y que no hay posibilidad de volver a escuchar. No hay repetición, por-
que con cada nueva escucha se borra la anterior. al decir la pérdida, la música dice
también el acontecimiento. En ambos casos el decir se queda en una afirmación:
“Mais, alors même qu’elle dit ‘oui’ au tragique, et qu’elle nous invite à dire ce même
‘oui’, la musique comporte une incurable nostalgie, une insurmontable mélanco-
lie”38. Este decir “sí” es un decir que sí al silencio, es una tensión hacia el origen del
sonido y también hacia todo origen. En esta tensión ya hay un sentido. hay una ten-
sión que se lanza como un “puente entre los vivos y los muertos”39, según Eugenio
trías, para quien la música contribuye a anudar principio y fin de modo que no se da
una verdadera muerte.
8. Coda
Que la filosofía sea capaz de pensar en compañía de la música es uno de los retos
que se plantean cada vez que se evidencian los límites de lo que se ha llamado giro
lingüístico. otra interpretación del lógos es posible. Este lógos podría ser resonancia
o timbre. Es posible pensar en términos de reverberación una comunicación que pro-
duce una apertura en el entramado lógico del discurso. la hermenéutica es enten-
dida, de este modo, como una “partición de voces”40, como señala Nancy. Esta
partición tiene un alcance que se extiende hacia una ética, política y estética. El giro
musical de la filosofía se produce al permanecer a la escucha de argumentos que no
se sostienen exclusivamente la universalidad de una forma lógica, sino que respon-
den a la singularidad de cada voz, singularidad que permite abrir ese estado de “mag-
netismo”41 que también trías reconoce y describe en términos similares cuando habla
de lo “pasional”. Este estado es capaz de unir, en forma de toque, distintas voces, dis-
tintos sujetos. Es posible atender, como lo hacen Nancy, Mallet, Quignard o trías, a
37
Ibidem, p. 144.
38
Ibidem, p. 190.
39
“La ciudad del límite, así llamada porque el límite es, a la vez, un deslinde y una demarcación,
y también una red viaria de acceso (entre la vida y la muerte; entre vivos y muertos)”. E. Trías, El
canto de las sirenas, op. cit., p. 914.
40
Cf. J. L. Nancy, La partición de las voces, op. cit.
41
Cf. ibidem, p. 76.
una sonoridad y una música capaces de abrir aquello que el lenguaje se ha venido es-
forzando permanentemente en cerrar.