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Trio Iberia

La guitarra tiene una larga historia y ha representado diferentes personas y culturas a lo largo de los siglos. Se ha usado para representar personajes españoles en la ópera y tiene raíces que se remontan a las civilizaciones babilónica, egipcia y persa. Además de su rico pasado, la guitarra se ha extendido geográficamente y ahora es uno de los instrumentos más universales, encontrándose en culturas de todo el mundo. La guitarra a menudo provee identidad cultural a pueblos marginados o contraculturas y ha viajado
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Trio Iberia

La guitarra tiene una larga historia y ha representado diferentes personas y culturas a lo largo de los siglos. Se ha usado para representar personajes españoles en la ópera y tiene raíces que se remontan a las civilizaciones babilónica, egipcia y persa. Además de su rico pasado, la guitarra se ha extendido geográficamente y ahora es uno de los instrumentos más universales, encontrándose en culturas de todo el mundo. La guitarra a menudo provee identidad cultural a pueblos marginados o contraculturas y ha viajado
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Ethos de la guitarra

Representación de Fígaro, personaje de la ópera,


Il barbiere di Siviglia, de Gioachino Rossini. La guitarra, históricamente, se
ha usado para representar a personajes españoles como el ya mencionado o
Don Giovanni, en la ópera de Mozart.

La guitarra no es sólo un instrumento lleno de historia, sino la


Historia misma en seis cuerdas. Instrumento de raíces babilónicas, egipcias,
persas, griegas. Presente en cada fase estética de la música occidental.
Pocos instrumentos tienen tanto repertorio, pocos instrumentos tienen
un vínculo con sus predecesores tan fuerte que incluyan su repertorio en los
conservatorios. El guitarrista, a lo largo de su vida de intérprete,
suele interpretar música de laúd, vihuela, guitarra barroca,
renacentista y guitarra romántica. Suele interpretar también música
contemporánea, jazz, rock, varias musicas étnicas o folclores. Tampoco se
escapa de hacer adaptaciones o arreglos de músicas no escritas, o escritas
con sistemas de escritura caducos.

Es un instrumento rebosante de contenido, con el ethos más


complejo para definir. Su complejidad no solo radica en su larga historia
sino también en su expansión geográfica. Sabiendo que la guitarra
renacentista es el instrumento popular de la España renacentista, y
considerando que la España del emperador Carlos V es el imperio en el que
no se ocultó el sol se concluye que no es casual que la guitarra o
instrumentos similares sean los que se encuentran en folclores de latitudes
nada emparentadas. Se encuentra en el folclore andino del hemisferio sur,
hasta los blues de Robert Johnson (1911 – 1938), se encuentra en el
rancheras mexicanas y en las folclóricas guitarras rusas de siete cuerdas o
incluso en las rondallas de las filipinas. Incluso, si le faltaba conquistar
algún punto del mapa, la influencia económica y cultural que
ejercieron Inglaterra y EEUU con la guitarra sajona y sus derivados sobre
el área angloparlante a terminado por convertir a la guitarra en el más
universal de los instrumentos.

Al igual que todo cordófono, puede representar al cazador que


aburrido en la acechanza de su presa encuentra placer en utilizar su arco de
un modo musical. Pero también representa al hombre civilizado que se
sedentariza e inconforme con el arma, comienza a agregar cuerdas y caja de
resonancia, construyendo una lira de tres cuerdas, una kithara de cinco, y
aún así continúa inconforme y desarrolla un mástil para poder variar los
sonidos de su arpa, que resultan en una pandura, un dotar, un setar, una
guitarra, y aún así se enloquece en su inconformismo e inventa un archilaúd
o una tiorba, pues en el fondo sigue siendo, en el fondo, el hombre que se
aburre.

Por capricho de algún emperador de turno, es el instrumento del


militar que lucha, emigra y coloniza. El instrumento que llevó Persia a
Grecia y antes había sido llevado allí por babilonios. El que utilizaron los
griegos para helenizar a los romanos y estos lo llevaron de nuevo a oriente
medio, donde conoció a los arameos que legarían su nombre a los árabes.
El instrumento con los que los últimos conquistaron a España y lo único
que el pueblo español no pudo resistir y creyéndolo instrumento griego
decidieron aceptar. Cordófono que los pizarros y los corteses usaron para
conquistar américa y al único al que accedieron a someterse andinos y
centroamericanos.

Es la herramienta del músico que emigra por miedo a las represalias


de una adhesión política, como es el caso del afrancesado Fernando Sor o
el nacionalista italiano Zani de Ferranti, o incluso el caso del flamenco
Sabicas que abandonó españa en 1936 a causa de la victoria del
franquismo. También lo es del que emigra a causa de la miseria económica
de su tierra, el que viaja llevándose sus pertenencias más preciadas, donde
siempre está presente la guitarra. Así llegó la guitarra al gaucho rioplatense,
no de la mano de un aristócrata virtuoso sino del emigrante desesperado, el
que es engañado con falsas esperanzas de nuevo mundo y se de pronto se
encuentra con una tierra que ya tiene dueño, y ese dueño no es el indio ni el
español desamparado, sino un propietario que habita a cientos o miles de
kilómetros de su latifundio. Este hombre se mezcla con otros miserables y
se transforma en gaucho. Ese gaucho que inmortaliza el poeta gauchesco
José Hernandez en su epopeya “El gaucho Martín Fierro” de la siguiente
manera:

«Aquí me pongo a cantar,


al compás de la vigüela
que al hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.»
El Gaucho Martín Fierro (1872).
José Hernández (1834 – 1886)
La guitarra es el instrumento que España adopta como rey. Se convierte
una señal de identidad que no sólo no hace corre en la arena de una plaza
de toros, sino también se autoproclama a si misma la voz, la conductora de
la música española. En España, a diferencia de otras regiones, no es la
guitarra la que imita al piano sino al revés. No solo encuentra el piano al
trémolo de la guitarra, sino la música encuentra esas cuerdas al aire tan
guitarrísticas que se manifiestan en el poliacorde frigio de la taranta o en la
líneas melódicas tan modales y propensas a regresar al punto de inicio
como el guitarrista flamenco tiende a regresar siempre a la cuerda al aire
sobre la que se asienta el pulgar de su mano derecha.

En ella encuentran identidad los pueblos. Pueden ser pueblos


nómades sin origen conocido ni estado que reclamar, como en el caso de
manouches y hablantes de caló. Pueden ser marginados que han perdido
esperanza de inclusión en la sociedad, como los gauchos, esos que
usurparon propiedades con invisible dueño y vieron en la guitarra
su compinche perfecto en su permanente huída de las autoridades. Incluso
pueden no ser un pueblo sino una contracultura cuyo rechazo a la sociedad
lo hace encontrar en la guitarra al asistente de rebeldías, porque es
instrumento que se manifiesta y acompaña sin necesidad de salas de
concierto. Y también puede ser el compañero de acomodados como
Lhoyer, que en su nostalgia por la caída del antiguo régimen de privilegios
es capaz de levantarse en armas contra lo inevitable a largo plazo. Al decir
de Nicolás Guillén (1902 – 1989), la guitarra es el instrumento «en cuya
clamorosa cintura el pueblo suspira», y al decir de Lorca es el cordófono al
que «es inútil, imposible callar», porque pese a haber muerto una y otra vez
en cada fase de la historia de la música, siempre regresa con más fuerza,
nuevos autores, y a veces hasta con una nueva cuerda.

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