Paugam - Formas Elementales de La Pobreza PDF
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DE LA POBREZA
Alianza Editorial
Título original:
Les formes élémentaires de la pauvreté
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través de cualquier medio , sin la preceptiva autorización.
INTRODUCCIÓN ............................................................................................ 13
Problemas de medida ....................................................................................... 14
Objeto de estudio ............................................................................................ 16
Una dinámica decididamente comparatista ...................................................... 20
PRIMERA PARTE
FUNDAMENTOS
Introducción ........................................................................................................ 29
SEGUNDA PARTE
VARIACIONES
Todas las sociedades han tenido una idea más o menos concreta de lo que eran y de lo
que querían ser. Las sociedades modernas son las primeras que pretenden adquirir un
conocimiento científico de sí mismas. La sociología tiene por vocación ser la con-
ciencia de unas sociedades lo bastante ambiciosas o imprudentes para ofrecerse a la ob-
servación indiferente y a la curiosidad sin límite.
Problemas de medida
adultos y de 0,5 a 0,3 para los niños menores de 14 años. Esta escala de
equivalencia se designa hoy con la expresión «escala de la OCDE mo-
dificada».
Está claro que esta decisión, justificada por la reflexión metodológica
basada en datos objetivos, no elimina completamente la parte arbitraria
y ambigua de los criterios elegidos. Además de que el cambio de una es-
cala a otra tiene importantes consecuencias en el número y característi-
cas de los hogares considerados como pobres y existe, por tanto, un de-
safío social y político en la definición de este método, conviene subrayar
que la elección se basa en hipótesis imposibles de comprobar y que re-
flejan, ante todo, los prejuicios del estadístico. Las nociones de necesidad
y bienestar, indispensables para la definición de la escala, son relativas. El
estadístico debe argumentar que las economías de escala dependientes
del tamaño del hogar son idénticas según los sitios o habría que entrar
en análisis sutiles para los que no se dispone de datos suficientes. Lógi-
camente debería tener en cuenta el papel de la economía doméstica en el
cálculo del coste del niño; sin embargo, ese tipo de evaluación no puede
llegar fácilmente a un resultado que se integre en la definición de una es-
cala. Por otra parte, las escalas se elaboran en función del modelo del in-
dividuo racional. El propio hogar se caracteriza siempre por un sistema
único de preferencias en el que se considera que todos los miembros tie-
nen el mismo nivel de bienestar, lo que no deja de ser una hipótesis sin
duda inevitable pero en parte exagerada Z.
El enfoque subjetivo de la pobreza pretende soslayar este tipo de
problemas. No se refiere ya al juicio del experto, sino a la opinión de la
persona encuestada sobre su propia situación financiera y su bienestar.
Preguntas como «,consigue llegar a fin de mes?» y «,con qué presu-
puesto mínimo debe contar una familia como la suya para cubrir sim-
plemente sus necesidades?» sirven como referencia al estadístico para
definir un umbral subjetivo de pobreza. Este método se estableció en
los años sesenta 3 y ha sido objeto de numerosos trabajos en el curso de
los últimos anos'. Se trata de un método que nos permite tener en
cuenta el aspecto positivo que puede suponer para una familia el hecho
de tener hijos. Sin embargo, siempre suscita críticas contundentes. Sus
contrarios le reprochan ser demasiado sensible a la formulación de las
preguntas, especialmente si se utilizan idiomas distintos y se intenta ha-
cer comparaciones internacionales: por ejemplo, la expresión «desa-
16 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Objeto de estudio
pobreza, por muy elaborada y precisa que sea, siempre resulta arbitraria.
Tomemos un ejemplo: en el umbral del 50% de la mediana de ingresos
por unidad de consumo (unos 600 € al mes) en 2001 había en Francia
un 6% de personas en situación de pobreza, es decir, 3,6 millones, pero
en el umbral del 60% de la mediana de ingresos por unidad de consu-
mo (unos 720 € al mes) los pobres representaban un 12,4% de la po-
blación, es decir, más del doble y en total 7,2 millones de personas ".
Basta pues con cambiar ligeramente el umbral oficial de pobreza para
que cambie radicalmente el porcentaje de población afectada. Este re-
sultado demuestra que existe una gran concentración de hogares alre-
dedor del umbral de pobreza y que éste contribuye a establecer una bre-
cha radical en un conjunto de personas que, en realidad, viven en
condiciones probablemente similares.
Esto no significa que haya que abandonar los indicadores estadísti-
cos de la pobreza. Veremos incluso que pueden ser útiles cuando se
comparan países o regiones. Sin embargo, es fundamental no limitarse
a este enfoque. Mientras que la cuantificación de los pobres supone
para el sentido común una premisa para la reflexión, para el sociólogo
puede suponer un verdadero obstáculo epistemológico en el sentido de
que le lleva a un punto muerto y le evita preguntarse sobre el sentido
mismo de la pobreza.
La cuestión fundamental que debe plantearse el sociólogo es muy
simple: ¿Qué es lo que hace que un pobre en una sociedad determinada
sea pobre y nada más que pobre? Dicho de otra forma, ¿en qué consiste
el estatus social de pobre? ¿A partir de qué criterio esencial una persona
se vuelve pobre para los demás? Georg Simmel, a principios del siglo xx,
respondió a la primera pregunta de forma clara y directa, aunque ya
otros antes que él habían esbozado una respuesta'`. Para Simmel, es la
ayuda que una persona recibe públicamente de la colectividad lo que de-
termina su estatus de pobre. Recibir asistencia es la marca identificativa
de la condición de pobre, el criterio de su pertenencia social a una capa
concreta de población. Un estrato que inevitablemente está desvalori-
zado puesto que se define por su dependencia respecto a todos los de-
más. Recibir asistencia, en este sentido, es recibir todo de los demás sin
poder integrarse, al menos a corto plazo, en una relación de comple-
mentariedad y reciprocidad respecto a ellos. El pobre que recibe la ayu-
da debe aceptar vivir, aunque sea temporalmente, con la imagen negativa
INTRODUCCIÓN 19
equipos. Este libro continúa mis dos primeras obras publicadas a prin-
cipios de los años noventa, La disqualíication social" y La sociétéfrancai-
se et ses pauvres 14. Estas investigaciones se referían únicamente a Francia,
y sentía la necesidad de lanzarme a las comparaciones internacionales.
Reconozco que nunca pensé en aquella época que me harían falta tantos
años para conseguirlo. A decir verdad, esta investigación comparativa,
que ha durado casi una década, se ha hecho por etapas. Se divide en cin-
co programas europeos de investigación sucesivos. Este libro se ha nu-
trido de cada uno de ellos. Por eso me parece útil presentarlos.
FUNDAMENTOS
Lo que percibimos como privación terrible puede cambiar de una sociedad a otra y,
desde el punto de vista del sociólogo, estas variaciones son objeto de un estudio obje-
tivo. Evidentemente podemos debatir sobre el modo exacto en el que nuestros juicios
normativos deberían tener en cuenta estas variaciones sociales, pero la operación pri-
mordial que consiste en diagnosticar la indigencia sólo puede ser sensible a la forma en
que se perciben las distintas dificultades en la sociedad en cuestión. Negar esta relación
no es ser superobjetivo, sino superestúpido.
Hay que reconocer que la pobreza no supone hoy, al menos como tal, un
campo de la sociología. Es cierto que existen muchos trabajos sobre este
tema, pero la mayoría de ellos derivan de otros objetos sociológicos,
más limitados o, por el contrario , más amplios . Aquellos que estudian un
grupo social concreto pueden hablar de la pobreza como otra caracterís-
tica del mismo . Los especialistas de la estratificación social se interesan
por la pobreza porque explica una parte de la jerarquía social, pero no
siempre constituye una parte concreta de sus estudios . La mayoría de los
trabajos sobre las desigualdades sociales compara las categorías pobres con
las más desahogadas, pero esta distinción raramente tiene por objeto el es-
tudio de la pobreza propiamente dicha. Los investigadores que estudian
la formación del Estado de bienestar y los modos de regulación social se
inclinan generalmente hacia la pobreza , pero su intención es ante todo
comprenderla desde el punto de vista de la cuestión social . Tal es la pa-
radoja aparente de la pobreza, presente a menudo en estudios empíricos
y teóricos, pero finalmente poco elaborada como objeto de estudio. Su
interés radicaría en el esfuerzo de los investigadores por integrarla en un
razonamiento del que finalmente tan sólo sería un elemento.
30 FUNDAMENTOS
El relativismo de Tocqueville
Esta paradoja se basa en realidad en dos ideas que parecen cercanas y que,
sin embargo, no coinciden completamente. La indigencia se aplica a in-
dividuos que podemos distinguir claramente del resto de la población en
función de los rasgos característicos de un estado de privación y depen-
dencia respecto a los demás, mientras que la miseria, tal como la entien-
de Tocqueville en este pasaje, puede generalizarse al conjunto de una re-
gión o un país. Sin embargo, los países más miserables tienen pocos
indigentes, en el sentido en que no hay individuos cuya condición social
se distinga claramente del conjunto. Tocqueville compara la Inglaterra de
su época con España y sobre todo con Portugal. La primera ha llevado a
cabo en el siglo anterior la revolución industrial, mientras que las segun-
das siguen aferradas a las tradiciones de las sociedades campesinas, ca-
racterizadas sobre todo por un débil desarrollo económico.
Todavía hoy podemos encontrar en remotos lugares del antiguo mundo pe-
queñas poblaciones que han sido olvidadas en medio del tumulto universal
y que han permanecido inmóviles cuando todo a su lado cambiaba. La ma-
yoría de estos pueblos son muy ignorantes y miserables; no se inmiscuyen
en los asuntos del gobierno y a menudo los gobiernos los oprimen. Sin em-
bargo, muestran normalmente un rostro sereno y a menudo demuestran un
carácter jovial. He visto en América a los hombres más libres y más ilustra-
dos, colocados en la situación más feliz que pueda haber en el mundo; me
ha parecido que una especie de nube cubría normalmente sus rasgos; me
han parecido graves y casi tristes hasta en sus placeres 12.
El espíritu, la virtud, parecen poca cosa sin dinero. El dinero se mezcla con
los demás méritos y se incorpora en cierto modo a ellos. Colma todos los
vacíos que puedan encontrarse entre los hombres, pero nada podría su-
plirlo 14.
Toda medida que funde la asistencia legal sobre una base permanente y le
dé una forma administrativa crea, pues, una clase ociosa y perezosa que
vive a expensas de la clase industrial y trabajadora. Tal es, si no su resulta-
do inmediato, al menos su consecuencia inevitable. Reproduce todos los
vicios del sistema monacal, pero no de las altas ideas de moralidad y reli-
gión que a menudo allí venían a añadirse. Una ley semejante es un germen
envenenado depositado en el seno de la legislación; las circunstancias,
como en América, pueden impedir que dicho germen se desarrolle con ce-
leridad, pero no destruirlo; y si la actual generación escapa a su influencia,
devorará el bienestar de las generaciones por venir 24.
Como sabemos , explica que el valor del capital viene determinado por
la ecuación según la cual el capital se divide en capital constante o valor
de los medios de producción y capital variable o valor de la fuerza de
trabajo , que es la suma de los salarios . Pero, en su opinión,
Por otra parte, adquiere «con el mismo valor de capital más fuerzas de
trabajo, puesto que progresivamente sustituye a los obreros más diestros
por los menos diestros, a los experimentados por los inexperimentados,
a los varones por las mujeres, la fuerza de trabajo adulta por la adoles-
cente o infantil». Marx concluye:
sis de Marx se hace eco del que Engels había desarrollado en su magis-
tral monografía. Este último había explicado claramente de qué modo
la existencia del ejército de reserva constituía un factor de competencia
entre los trabajadores, que beneficiaba directamente a la burguesía:
He ahí cuál es la competencia entre los proletarios. Si todos los proletarios
afirmaran su voluntad de morir de hambre más bien que trabajar para la
burguesía, ésta se vería obligada a abandonar su monopolio. Pero ése no es
el caso; se trata incluso de una eventualidad casi imposible, y por eso la bur-
guesía sigue mostrándose contenta. No hay más que un solo límite a esa
competencia entre los trabajadores: ninguno de ellos aceptará trabajar por
un salario inferior al necesario para su propia existencia. Si un día debe mo-
rir de hambre, preferirá morir sin hacer nada que trabajando. Desde luego,
ese límite es muy relativo: unos tienen más necesidades que otros; unos es-
tán habituados a más comodidades que otros: el inglés que es todavía un
poco civilizado tiene más exigencias que el irlandés que anda en harapos,
.come patatas y duerme en una cochiquera. Pero ello no impide que el ir-
landés entre en competencia con el inglés y reduzca poco a poco el salario
-y por ende el grado de civilización- del obrero inglés a su propio nivel34
ce a los dos autores aquí analizados, aunque ambos tengan un papel fun-
damental-, que traduce no una voluntad de analizar la pobreza como
tal, sino la ambición de interpretar la cuestión social de la época en su
totalidad y, al mismo tiempo, el devenir de las sociedades modernas.
Y añade:
En cada nación civilizada hay una miseria oficial, la que pretende aliviar la
caridad pública y que nos será fácil conocer. Podemos saber cuántas per-
sonas más o menos han reclamado auxilio, cuántas lo han obtenido, cuán-
tos desgraciados han admitido los hospitales y los hospicios. Estas cifras se-
guramente no nos harán conocer ni mucho menos el grado y la extensión
de la verdadera indigencia, pero nos podrán servir como termómetro para
medir la miseria real y latente de cada país.
racción que une al extranjero, al igual que a los pobres, al conjunto den-
tro de una entidad mayor:
Para él, la relación entre la colectividad y sus pobres o sus extranjeros con-
tribuye a la formación de la sociedad en un sentido formal, al igual que la
relación entre la colectividad y cualquier otra categoría social. Los ex-
tranjeros y los pobres no constituyen organismos aislados. Aunque pue-
dan ser mantenidos respecto a otros grupos, se enfrentan a ellos como al
grupo más amplio que representa la colectividad en su conjunto.
Más allá del interés de este texto por constituir el marco analítico para
pensar en términos sociológicos sobre la cuestión de la pobreza en las
sociedades modernas, encontramos igualmente varios elementos de re-
flexión sobre la relación de asistencia y su función social. Simmel cita el
caso de Gran Bretaña y Francia, pero se basa sobre todo en la situación
de la asistencia en Alemania. Cita la ley sobre los pobres de Prusia en
1842 y la ley alemana de 1871. Sus referencias proceden del siglo xix,
cuando el derecho a la asistencia estaba aún en pañales.
El análisis de Simmel plantea la cuestión del tratamiento de la pobre-
za en el momento en que se institucionalizan los principios nacionales de
la asistencia en la mayoría de los países europeos, paralelamente a las pri-
meras tentativas de elaboración de un marco legislativo para los seguros
sociales obligatorios. En el curso de este periodo de fuerte industrializa-
ción y de mejora de la cobertura de riesgos sociales, la asistencia se vuel-
56 FUNDAMENTOS
Los intereses de un país para asistir a sus pobres son diversos. La fun-
ción de la asistencia es, en este caso, rehabilitar su actividad económica,
hacerlos más productivos, preservar su energía física, reducir el peligro
de degeneración de su progenitura y, por último, impedir que sus im-
pulsos les lleven al uso de medios violentos con el fin de enriquecerse.
De este modo, nos dice Simmel, «la colectividad recupera indirecta-
mente los frutos de su donación» 58.
Por último, la asistencia es por definición conservadora. La asis-
tencia es un factor de equilibrio y cohesión de la sociedad. Como ve-
mos, Simmel, heredero de la filosofía nietzscheana, no reduce el fenó-
meno de la asistencia a su dimensión filantrópica o «humanitaria». Su
enfoque macrosociológico le lleva, por el contrario, a subrayar el utili-
tarismo primario de la sociedad, puesto que la asistencia a los pobres es
un medio para garantizar su autoprotección y su autodefensa.
cunscribir como quieran esta obligación dentro de los límites que se con-
sideren compatibles con los recursos económicos y las demás orienta-
ciones políticas . Un gobierno podría muy bien aprobar una ley que
cuestionara toda o parte de una ley en favor de los pobres considerando,
por ejemplo, que ésta es muy onerosa y penalizadora para la economía o
que crea efectos perversos al sustituir la solidaridad familiar. En un pe-
riodo en el que el número de personas asistidas aumenta considerable-
mente, el equilibrio de la relación entre pobres y el resto de la sociedad
se ve amenazado . El derecho a la asistencia puede limitarse , y regla-
mentarse más el acceso a él. Simmel muestra, por ejemplo, que el Esta-
do pretende limitar su deber de asistencia refiriéndose al principio de
obligación de prestar alimentos inscrito en el Código Civil, con el posi-
ble riesgo de sobrepasar el límite que podría exigirse desde el punto de
vista moral individual . Incluso los padres con ingresos precarios deben
hacerse cargo de sus hijos y viceversa aunque tengan dificultades. Sólo en
caso de carencia absoluta, debe intervenir la colectividad.
Esta competencia entre derecho civil y derecho social en el ámbito
de las políticas de lucha contra la pobreza no es de ningún modo oca-
sional y arbitraria, sino sistemática y constituyente . Desde la implan-
tación histórica de los códigos modernos , entre los que el Código Civil
francés representa el modelo paradigmático , la obligación de propor-
cionar alimentos desempeña el papel de piedra angular del edificio fa-
miliar moderno , lo que convierte los vínculos familiares en indisolubles
«en la riqueza y en la pobreza» y constituye así la base de la solidaridad
en las sociedades industriales . La cuestión social, tal como se manifestó
bajo la forma de pauperismo en el siglo pasado , mostró sin embargo las
limitaciones de esta idea privatista de la solidaridad: la pobreza material
de los más desfavorecidos va acompañada , efectivamente , de una ex-
tremada precariedad de sus situaciones familiares , lo que hace difícil,
por no decir imposible , el sostenimiento de sus allegados. Para com-
pensar los fallos de una protección social insuficiente frente a los riesgos
sociales, el Estado moderno ha adquirido cada vez más la imagen de un
Estado social . La relación social con la pobreza es, al mismo tiempo, un
«asunto familiar» y una «cuestión de Estado». De acuerdo con el espí-
ritu de las leyes sociales modernas, la solidaridad nacional sería secun-
daria respecto a la solidaridad familiar y no debería intervenir sino
cuando esta última fallara , pero, en la práctica, las relaciones entre estos
60 FUNDAMENTOS
tre ella y el individuo .» Por esto los pobres constituyen desde entonces
una entidad dentro de otra aún mayor. Su posición en la estructura so-
cial viene determinada en parte por la relación que el Estado mantiene
con ellos a través de las leyes sociales, por supuesto , pero además por los
modos de intervención que éste establece para ayudarles. Con el Esta-
do moderno la relación de interdependencia entre los pobres y el resto
de la sociedad se vuelve más compleja . Supera la estructura social local
y se despliega en una configuración nacional . La centralización de la
asistencia tiene como efecto , dice Simmel , pasar de la visibilidad in-
mediata de los pobres a la visibilidad de estos últimos a través del con-
cepto general y más abstracto de pobreza.
Por este motivo las transformaciones históricas de larga duración de
la relación social con la pobreza reflejan la lógica evolutiva de las so-
ciedades occidentales actualizada fundamentalmente por Norbert Elias,
cuya obra sociológica contiene numerosas afinidades con la de Simmel.
Esta evolución corresponde , como sabemos , a un proceso lento pero
continuo de la centralización sucesiva de toda una serie de funciones y
formas de regulación social, del monopolio de la violencia legítima a la
gestión burocrática de las poblaciones hasta el nacimiento de un Esta-
do social instaurado para garantizar la protección de los individuos y la
cohesión social . Este proceso histórico fue acompañado de una forma-
lización de las relaciones sociales en general y de las formas de asisten-
cia y de solidaridad en particular, pero conviene subrayar que no fue
uniforme. Se tradujo de forma específica en cada contexto nacional,
hasta el punto de que aún hoy es fácil descubrir su huella teniendo en
cuenta, por ejemplo , el grado de centralización política y administrati-
va o la relación de fuerza entre las instituciones estatales y otros tipos de
actores públicos, como las asociaciones caritativas o los sindicatos.
En definitiva , seguir a Simmel a través de su sociología de la pobreza
equivale a profundizar en la reflexión teórica sobre los fundamentos del
vínculo social por él establecidos . Las implicaciones de su reflexión su-
peran considerablemente , al mismo tiempo que la integran, la sociolo-
gía descriptiva de los pobres y de las políticas de lucha contra la pobre-
za. Por esta razón este texto puede constituir aún hoy una referencia para
todos aquellos que, más allá de la cuestión de la pobreza, se preguntan
sobre los modos de regulación de las sociedades contemporáneas.
CAPÍTULO 2
Dos encuestas realizadas con unos cuantos años de diferencia -una lo-
cal y de carácter monográfico, otra más representativa, realizada en
toda Francia- me dieron la posibilidad de poner a prueba el tipo
ideal de Simmel. De estas dos encuestas complementarias es posible ex-
traer las conclusiones que se exponen a continuación'.
La encuesta entre los perceptores del RMI, puesto que era longitu-
dinal, permitió igualmente profundizar en el conocimiento del proce-
so de descalificación social. Era posible profundizar en la explicación y,
en concreto, pasar del análisis en términos de tipos de relación con la
asistencia a un análisis de las condiciones del paso de una fase a otra de
dicho proceso. Por este motivo, como he señalado anteriormente, pre-
fiero hablar en la actualidad de fragilidad, de dependencia respecto a los
asistentes sociales en lugar de asistidos y de ruptura con el vínculo social
en lugar de marginales.
La fragilidad corresponde al aprendizaje de la descalificación social.
Las personas desclasadas tras un fracaso profesional o que no consiguen
acceder a un trabajo adquieren progresivamente conciencia de la dis-
tancia que las separa de la mayoría de la población. Tienen la sensación
de que todo el mundo puede ver el fracaso que les angustia. Suponen
que todos sus comportamientos diarios se interpretan como signos de
inferioridad de su estatus, es decir, de una incapacidad social. Cuando
los parados explican en público los motivos de sus problemas, tienen la
impresión de que se les considera «apestados». Cuando viven en barrios
de mala reputación, prefieren disimular porque se sienten humillados si
se les compara con gente cuyo descrédito conocen. Cuando se ven
obligados a pedir ayuda a la asistencia social, la inferioridad que supo-
ne esta situación les resulta insoportable. Prefieren mantener las dis-
tancias respecto a los trabajadores sociales. Consideran la entrada en la
70 FUNDAMENTOS
plicación por la pereza remite a una idea moral basada en el sentido del
deber y la ética del trabajo. En esta perspectiva se acusa en cierto modo
a los pobres de no cuidar de sí mismos y por tanto los poderes públicos
no tienen por qué ayudarles. Según este enfoque, cada individuo es res-
ponsable de sí mismo, y sólo su valor puede evitar que conozca la po-
breza. La explicación de la pobreza por la injusticia remite, al contrario,
a una idea más global de la sociedad. Los pobres son ante todo víctimas
de un sistema que les condena. Desde esta perspectiva, los poderes
públicos tienen el deber de ayudar a los pobres para lograr una mayor
justicia social. Así pues, la explicación por la pereza y la explicación por
la injusticia corresponden a opiniones contrapuestas cuyo sentido ide-
ológico y político no escapa a nadie. Dos explicaciones que tienen su
historia, ya que, desde la Edad Media, las sociedades están divididas en
el trato a la pobreza entre «la piedad o la horca», tomando el título de la
obra del historiador Geremek, es decir, entre la tentación de eliminar a
los pobres, a los que se considera perezosos, irresponsables y por tanto
indeseables, y la tentación de la compasión hacia todos aquellos que no
han tenido suerte y que siempre han vivido en la miseria.
El estudio nos llevó a la conclusión de que las representaciones so-
ciales de la pobreza varían en cada país, es decir, dependiendo de los
esquemas de percepción política y cultural y según la coyuntura eco-
nómica y social, especialmente el ciclo de desempleo (para una presen-
tación detallada de los resultados, véase el apéndice «Cómo ven los eu-
ropeos la pobreza» al final del libro). El análisis estadístico ha
determinado un efecto propio del país una vez controlado el efecto de
las variables vinculadas a la coyuntura del desempleo. La explicación de
la pobreza por la pereza está claramente más extendida en algunos paí-
ses que en otros. Pero también existe, independientemente del país, un
efecto propio del desempleo. Cuando éste aumenta, la probabilidad de
que las personas encuestadas, en igualdad de condiciones, den la expli-
cación de la pobreza por la pereza disminuye sensiblemente, y cuando
el desempleo disminuye, la probabilidad de dar esta explicación au-
menta considerablemente. Parece que la población fuera consciente, en
periodos de crisis y dificultades económicas, de que si los pobres no en-
cuentran un trabajo no es por su culpa.
Si las causas que se atribuyen a la pobreza varían dependiendo de
cada país, hay que ver en ello el efecto de las instituciones y estructuras
78 FUNDAMENTOS
Experiencias contrastadas
Losfactores explicativos
por ejemplo Bulgaria, con un 32 solamente 18. Cuando el PNB por ha-
bitante se calcula por región, es sorprendente constatar las diferencias
considerables dentro de varios países. El caso más conocido es el de Ita-
lia. El norte de Italia es una de las regiones más ricas y más dinámicas
desde el punto de vista de la producción económica, mientras que el
Mezzogiorno es una de las más pobres. Un contraste al menos tan im-
portante se da en Alemania desde la reunificación. La parte occidental,
antigua RFA, es comparable al norte de Italia, mientras que la parte
oriental, antigua RDA, sigue siendo pobre en su conjunto.
Los economistas del desarrollo no se limitan a este indicador, que da
una representación lineal y cuantitativa del desarrollo. Para pasar de una
sociedad tradicional a una sociedad moderna, de una economía sub-
desarrollada a una economía desarrollada, no sólo hace falta -como
diría Raymond Aron- que aumenten los ingresos por habitante, sino
que el proceso de industrialización vaya acompañado de una amplia-
ción de la enseñanza primaria y profesional y que los trabajadores
adopten una actitud racional, indispensable para el rendimiento pro-
ductivo'9. Muy pocas veces se consigue este cambio con suavidad. A
menudo va acompañado de desigualdades y puede dar lugar a proble-
mas sociales y psicológicos. En las encuestas que hizo en Argelia, Pierre
Bourdieu estudió el proceso de adaptación a la economía capitalista y,
por consiguiente, las condiciones para la aparición del homo xconomi-
cus 20. A principios de los años sesenta observaba en la Cabilia que la
moral religiosa impedía el cálculo económico. Éste debía permanecer
oculto. El tiempo también se vinculaba al ciclo agrario, y las previsiones
se limitaban al año. Para el campesino cabileño el dinero carecía de va-
lor. Lo que se valoraba era el trabajo, productivo o no. En esta sociedad,
organizada sobre una base tribal, la solidaridad familiar protegía siem-
pre de la indigencia. No se intentaba saber de qué vivía la mayoría de la
gente. La introducción de la moneda contribuyó a desvalorizar el tra-
bajo no productivo y desestabilizó todo el sistema social. El trabajo se
impuso poco a poco como una actividad lucrativa. El desarrollo de la
enseñanza trastocó igualmente las relaciones entre generaciones. La
autoridad de los ancianos, y especialmente la del padre, se debilitó en
favor de los jóvenes más instruidos.
Con el desarrollo capitalista apareció finalmente el subproletariado,
es decir, la franja de trabajadores mal remunerados que periódicamen-
LA RELACIÓN SOCIAL CON LA POBREZA 83
tencia. En los regímenes del welfare state las poblaciones salen de las
mallas de la red de protección social para engrosar, de forma variable se-
gún el tiempo y el lugar, la categoría de asistidos. La generalización pro-
gresiva del sistema de protección social durante el periodo de los «Trein-
ta Gloriosos» contribuyó a reducir la esfera de la asistencia tradicional,
pero no la eliminó completamente. El número de pobres que dependen
de la asistencia está relacionado en gran medida con la capacidad del
Estado de bienestar para retener en la red general de protección social a
las capas más vulnerables de la población.
Basta con tener en cuenta el ejemplo del subsidio de desempleo
para darse cuenta de ello. La mayoría de los países europeos han expe-
rimentado una evolución similar del número de perceptores de los
mínimos sociales: un gran crecimiento en la primera mitad de los años
ochenta con una punta hacia 1985, seguido de una estabilización y de
una disminución en varios países a partir de 1988. Los primeros años
noventa estuvieron marcados por un nuevo repunte. En realidad, el in-
crettiento global del número de personas se debió, en gran medida, al
deterioro del mercado de trabajo. Se observa, efectivamente, una gran
semejanza entre la curva de desempleo y especialmente del paro de lar-
ga duración y la curva de los mínimos sociales. Obsérvese, sin embargo,
que esta correspondencia de las evoluciones está claramente más pro-
nunciada en los países en los que la protección a los parados por parte
del sistema contributivo de protección social es escasa. Robert Salais,
Nicolas Baverez y Bénédicte Reynaud demostraron que esto ya había
ocurrido en los años treinta 30. El sistema francés de indemnización del
paro se basaba en dos prácticas: el seguro de desempleo facultativo, de
origen sindical, y la asistencia. El primero se había ido extendiendo pro-
gresivamente a todos los trabajadores, pero su desarrollo había sido li-
mitado hasta la crisis. Frente a las consecuencias sociales dramáticas del
desempleo, el gobierno favoreció el desarrollo de fondos de auxilio
público que existían desde el inicio de la Primera Guerra Mundial. Su
crecimiento en los años treinta fue impresionante: a finales de 1941 ha-
bía 244, 593 a finales de 1932, 610 a finales de 1933, 702 a finales de
1934 y 852 a finales de 1935 31. Este crecimiento reflejaba la interven-
ción directa del Estado y de las colectividades locales en la gestión del
paro mediante la eliminación progresiva de los montepíos profesionales,
por una parte, y de los institutos de beneficencia u organizaciones ca-
92 FUNDAMENTOS
ritativas, por otra. Su resultado fue una mayor visibilidad de esta nueva
categoría de parados asistidos.
La importancia de la población dependiente de la asistencia y la ex-
periencia de la pobreza resultante se explican en parte por la idea global
del Estado de bienestar en cada país. Para comprender las características
nacionales de la relación de asistencia en Europa pueden distinguirse
cuatro factores diferenciadores: la división de responsabilidades entre el
Estado y los demás protagonistas, la definición administrativa de la po-
blación de la que hay que hacerse cargo, la lógica que preside la defini-
ción de las ayudas y, por último, el modo de intervención social.
Tipología
VARIACIONES
Si queremos que haya una ciencia cuyo objeto sea la sociedad y nada más, sólo podrá
estudiar las acciones recíprocas, los modos y las formas de socialización.
LA POBREZA INTEGRADA
convicción de que no pueden hacer nada contra ella puesto que no hay
ninguna otra solución que esté en sus manos o en la de su grupo de
pertenencia. La segunda, por el contrario, afecta a individuos que no
habían sufrido previamente la experiencia de la pobreza y que se en-
cuentra n por ello desamparados frente a las limitaciones materiales y las
inevitables humillaciones que esta nueva situación les impone. Se trata,
en otras palabras, de la oposición conocida en el debate social entre la
«pobreza tradicional» o «estructural» y la «nueva pobreza». ¿Cuál de es-
tas dos formas se corresponde mejor con la realidad? Aunque en todos
los países haya una proporción de población que sea pobre de genera-
ción en generación y otra que conozca la pobreza de forma esporádica,
la pobreza corresponde sobre todo a una situación estable y reproduci-
ble en los países económicamente más pobres y especialmente en los
países del sur de Europa. Para demostrarlo podemos basar el análisis al
mismo tiempo en los datos que permiten apreciar las representaciones
colectivas de la pobreza y en aquellos que permiten evaluar la intensi-
dad de la pobreza en el tiempo.
puestas. El gráfico 3.2 permite analizar las diferencias entre países y es-
pecialmente diferenciar entre países del norte y del sur.
En los primeros, la mayor parte de la población que ha experi-
mentado dificultades financieras las ha sufrido durante dos o tres
años, mientras que, en los segundos, la duración de estas dificultades
ha sido en conjunto más larga, puesto que es alrededor de 14 o 15
años donde encontramos en cada país la proporción mayor de po-
blación. Parece claro que la pobreza corresponde a un fenómeno co-
yuntural en los países del norte y a un fenómeno estructural en los
países del sur.
Así pues, los análisis de la intensidad de la pobreza en el tiempo
efectuados a partir de datos longitudinales o a partir de esta pregunta
LA POBREZA INTEGRADA 113
20 -
15
10
5
0 1
0 2 4 6 8 10 12 14 16
Número de años
del sur y que la pobreza coyuntural sólo afecta a los del norte. También
en los países del norte hay una parte de la población que sigue siendo
pobre de generación en generación y para la que las dificultades son
constantes, independientemente de la coyuntura económica y social10
Las encuestas indican solamente que esta proporción es claramente
inferior en los países del norte que en los países del sur y que la pobre-
za coyuntural es un fenómeno más extendido en los primeros que en
los segundos.
La pobreza tiene más posibilidades de integrarse, en sentido tipoló-
gico, en los países del sur de Europa porque es más masiva y más esta-
ble que en los países del norte. Está integrada en el sistema social en su
conjunto como un elemento constitutivo de él. Pero, para que esté más
integrada, debe constituir en sí misma una forma de organización so-
cial. Por ello conviene estudiar ahora el papel que desempeña la familia
en los medios sociales expuestos a la pobreza.
1.°grupo
Dinamarca 15,2 12,7 19,0 29,9 30,2 16,5
Países Bajos 13,2 17,9 22,3 19,3 23,5 15,0
2.° grupo
Alemania 15,1 15,0 13,1 21,1 17,2 15,4
Francia 10,6 8,7 8,6 13,0 10,3 10,3
Bélgica 9,3 10,2 9,8 10,0 7,9 9,4
3."grupo
Reino Unido 7,9 9,1 10,2 15,0 15,7 9,1
Irlanda 8,2 8,1 3,5 5,0 7,1 7,6
4.° grupo
Italia 6,3 6,6 1,5 2,5 2,4 5,6
España 3,7 3,3 1,8 1,7 1,5 3,0
Grecia 5,8 4,8 6,4 4,5 3,7 5,3
Portugal 2,4 2,6 1,6 1,4 1,1 2,4
1."grupo
Dinamarca -0,36 0,05 n.s. 0,60 *** 0,75 ***
Países Bajos 0,53 *** 0,58 ** 0,65 ** 0,81 ***
2•° grupo
Alemania 0,07 n.s. -0,14 n.s. 0,46 * 0,26 n.s.
Francia -0,04 n.s. -0,12 n.s. 0,23 (*) 0,21 n.s.
Bélgica 0,04 n.s. 0,31 n.s. 0,39 n.s. -0,08 n.s.
3."grupo
Reino Unido 0,15 n.s. 0,51 0,84 *** 0,85 ***
Irlanda 0,32 (*) -0,21 n.s. 0,02 n.s. 0,64
4.1 grupo
Italia 0,35 -0,77 n.s. -0,30 n.s. -0,52 (*)
España 0,22 n.s. -0,01 n.s. -0,08 n.s. -0,37 n.s.
Grecia -0,17 n.s. -0,11 n.s. -0,45 * -0,95 **
Portugal 0,09 n.s. 0,53 n.s. -0,01 n.s. -1,33 n.s.
mentan esta actitud. Una salida prematura sin razón aparentemente le-
gítima equivaldría a una «traición afectiva». Por otra parte, los jóvenes
españoles no quieren «hacer daño a sus padres», «traicionar el honor fa-
miliar».
En estas condiciones el riesgo de aislamiento social es menor, en par-
ticular para los jóvenes parados. Los especialistas en la familia han su-
brayado a menudo el importante papel de los valores familiares y de las
relaciones entre padres e hijos en los países del sur de Europa, y espe-
cialmente en Italia'. A menudo se dice -quizás demasiadas veces-
que Italia es ante todo «una colección de familias y no un Estado». En
todo caso conviene subrayar que en los países donde la familia consti-
tuye la base privilegiada para la integración social, la pobreza y el paro
no se traducen en un debilitamiento de los lazos familiares.
Otro factor explicativo es que los países del sur de Europa tienen un
menor desarrollo del sistema de protección social que los países del nor-
te. En el ámbito de la prestación de desempleo, por ejemplo, se carac-
terizan por un sistema que podemos calificar de «subrégimen de pro-
tección» 17. Éste sólo ofrece unas subvenciones muy bajas a los parados,
en particular cuando nunca han trabajado, lo que sólo puede servir para
aumentar su dependencia respecto a la familia. Los jóvenes parados no
tienen otra solución que residir con sus padres esperando que su situa-
ción profesional les permita independizarse.
La fuerza de la solidaridadfamiliar
países del sur y del norte que ya aparecía en una investigación anterior
realizada por Eurostat'` es aquí aún más patente.
El caso de los Países Bajos merece especial atención: el coeficiente
para los parados de larga duración es aproximadamente el mismo que en
los países del sur de Europa, lo que resulta sorprendente puesto que las
transferencias sociales garantizadas por el Estado de bienestar en este país
son claramente superiores. Teniendo en cuenta la eficacia global del
sistema holandés de protección social, habría sido lógico observar una
menor necesidad de que los parados recurrieran a la ayuda privada o, de
forma más concreta, una necesidad menos imprescindible para sobrevi-
vir. Este resultado puede explicarse por el hecho comprobado por los so-
ciólogos holandeses de que los parados siguen viviendo cerca de sus fa-
milias y tienen menos movilidad geográfica que el resto de la población.
Sin embargo, en conjunto podemos observar que la proporción de pa-
rados de larga duración que reciben ayuda de su familia o su entorno si-
gue siendo baja (menos del 1%). Así pues, la solidaridad familiar para
los parados de larga duración de los Países Bajos sólo se aproxima en tér-
minos relativos a la que disfrutan los parados de larga duración del sur
de Europa. Observemos asimismo que los parados de menos de un
año reciben más ayuda de su entorno que las personas con un empleo
estable en los países del sur, lo que no ocurre en los Países Bajos.
En Italia, las diferencias entre regiones son profundas. En el norte, el
efecto de la precariedad del empleo (empleo amenazado, empleo ines-
table) y del paro inferior a un año en la ayuda familiar y del entorno no
es significativo respecto al empleo estable. Por el contrario, hay un
efecto intenso y significativo en el centro y el sur para cada una de las
cuatro situaciones respecto al empleo, el empleo amenazado y el paro
de larga duración. Los coeficientes siguen siendo más altos en el sur de
Italia 20. Estos resultados pueden explicarse -como veremos detalla-
damente más adelante- por el bajo desarrollo económico de esta re-
gión y por la organización local de las familias pobres.
Aunque la pregunta planteada se refería a la ayuda recibida del ex-
terior del hogar, conviene subrayar que puede complementar la so-
lidaridad que se ejerce también dentro del hogar, puesto que, como he-
mos visto, los parados viven más con sus padres. ¿Se mantiene esta
solidaridad cuando los parados viven solos? Para responder a esta pre-
gunta hemos calculado la proporción de parados que viven solos y re-
LA POBREZA INTEGRADA 125
TABLA 3.7. Proporción de personas que creen que tener hijos es abso-
lutamente necesario por nivel de ingresos y país
Relación
1.' cuartil 4.° cuartil del 1.
2.° 3." Total
(el más (el más cuartil
cuartil cuartil en %
pobre) rico) con el 4.,
cuartil
1.' grupo
Dinamarca 40,2 56,3 59,6 62,1 59,0 0,65
Suecia 51,3 61,6 55,0 59,4 56,4 0,86
Paises Bajos 29,5 25,3 35,5 35,8 30,7 0,82
2.° grupo
Alem. Occ. 56,3 50,2 53,1 62,1 53,4 0,92
Alem.Orien. 54,5 59,3 68,0 67,8 61,8 0,80
Francia 66,4 66,7 71,6 74,3 69,5 0,89
Bélgica 47,9 48,7 53,1 60,1 51,0 0,80
3.' grupo
Reino Unido 52,9 41,4 30,8 46,7 51,3 1,13
Irlanda 42,6 56,5 53,1 62,1 53,4 0,69
4. ° grupo
Italia 61,1 66,4 57,1 54,9 57,5 1,11
España 68 ,8 51,6 40,7 39,8 48,8 1,73
Portugal 77,8 77,8 72,4 57,6 74,6 1,35
Grecia 90,3 86,2 89,0 86,4 87,3 1,05
Relación
1." cuartil 4.' cuartil del 1."
Total
(el más 2 (el más cuartil
cuartil cuartil en
pobre) rico) con el 4.'
cuartil
1. 1 grupo
Dinamarca 10,3 14,2 15,3 11,8 12,9 0,87
Suecia 10,3 8,6 6,1 13,5 9,0 0,76
Países Bajos 19,3 29,4 34,7 20,4 24,3 0,95
2.° grupo
Alem. Occ. 27,2 25,8 20,1 23,1 23,5 1,18
Alem. Orien. 15,8 9,9 9,3 9,1 10,7 1,74
Francia 7,9 11,6 9,0 12,6 10,8 0,63
Bélgica 16,0 19,3 14,3 20,3 16,1 0,79
3."grupo
Reino Unido 14,7 14,3 10,8 12,7 15,7 1,16
Irlanda 76,5 63,8 69,9 65,8 60,2 1,16
4.' grupo
Italia 45,5 37,9 31,6 41,0 36,6 1,11
España 29,2 25,9 12,9 14,8 20,0 1,97
Portugal 61,7 52,7 38,6 31,8 47,2 1,94
Grecia 79,2 52,4 42,4 33,7 47,5 2,35
FUENTE: Eurobarómetro 56.1, 2001.
TABLA 3. 11. Efecto propio del paro y de la región habitada sobre la sa-
tisfacción económica en Italia (regresión logística ordenada)
B. Sig.
Regiones
Centro Ref.
Norte 0,17 ***
Sur -0,27
Situación respecto al empleo
Paro -2,21 ****
Interacciones
Paro* norte 0,11 n.s.
Paro* sur 0,46 **
Los pobres pueden obtener una parte de sus recursos del sistema asis-
tencial. En los países del sur de Europa se puede hablar de una regula-
ción localizada del tratamiento de la pobreza. La responsabilidad prin-
cipal de la intervención entre los más desfavorecidos depende ante
todo de la escala local, es decir, del ayuntamiento. Éste es quien decide
cubrir las necesidades de la población a la que considera que hay que
ayudar. Puesto que el nivel global de protección es muy bajo, los ayun-
tamientos toman la iniciativa porque el Estado no la ha tomado o no
puede intervenir de forma suficiente. De ello se derivan una gran va-
riedad de situaciones y, por consiguiente, muchas desigualdades terri-
toriales dentro de cada país. En este modo de regulación es más pro-
bable que la definición de las poblaciones objetivo sea categorial porque
los medios de los ayuntamientos raramente permiten ocuparse de for-
ma global de la pobreza. La población susceptible de recibir ayuda es
tan numerosa y las necesidades tan acuciantes que un enfoque unitario
es casi imposible. Los ayuntamientos se ven obligados a elegir en fun-
ción de unas prioridades que les parecen legítimas. La definición cate-
gorial , así como la lógica del estatus, tal y como se han definido en el
capítulo anterior (véanse pp. 92-94), se imponen por su propio peso, lo
que significa que habrá poblaciones con situaciones de pobreza que no
recibirán ayuda.
Éste es el motivo por el que este tipo de regulación se traduce en
prácticas clientelistas. El modo de intervención podría ser de naturale-
za burocrática en el sentido de que los profesionales de la acción social
no tendrían que aplicar los criterios definidos por el ayuntamiento
para responder a las demandas de los más desfavorecidos, pero , en rea-
lidad, la gestión exclusivamente comunal de este tipo de prestaciones,
que no se somete a ningún control del Estado, deja un cierto margen
138 VARIACIONES
LA POBREZA MARGINAL
Estas observaciones nos parecen hoy muy optimistas. Los análisis pre-
sentados en el capítulo anterior contribuyen efectivamente a matizarlas,
e incluso a contradecirlas. Como hemos podido ver, la pobreza integra-
da sigue siendo aún en algunos países occidentales, especialmente en los
países del sur de Europa, una forma corriente y difusa de pobreza. En al-
gunas regiones este tipo de pobreza estructural sigue afectando a amplios
segmentos de la población. La pobreza residual a la que él hace implíci-
tamente referencia está muy lejos de poder generalizarse al conjunto de
sociedades occidentales. Por otra parte, la pobreza descalificadora afecta
hoy en día, como veremos en el capítulo siguiente, a importantes capas
de la población de las sociedades occidentales que se enfrentan a un gra-
ve deterioro del mercado de trabajo, hasta el punto de que no podemos
decir, con tanta seguridad, que en su aspecto moderno concreto la po-
breza siga siendo un problema de minorías.
El punto de vista de Galbraith merece sin embargo especial atención.
En efecto, traduce de forma sintomática toda una corriente de pensa-
miento muy extendida en los años de prosperidad económica 3. Muchos
países europeos compartieron en esa época el mismo entusiasmo por el
progreso, la misma fe en la capacidad para vencer definitivamente a la
pobreza. Y es cierto que, aunque la pobreza no desapareció en esos años
de pleno empleo y crecimiento económico fuerte, sí que se transformó
considerablemente, tanto en las representaciones colectivas como en las
experiencias de la vida cotidiana. Se hizo, por así decirlo, casi invisible.
Esta forma de pobreza corresponde al tipo ideal de la pobreza marginal
presentado en el capítulo 2. La mayoría de los países occidentales, en
concreto los más desarrollados económicamente, mantuvieron una rela-
ción con la pobreza cercana a este tipo durante los años de fuerte creci-
miento. Algunos países europeos, en particular los escandinavos, consi-
guen aún hoy limitar el alcance de la pobreza por la importancia que dan
a la protección social. En este sentido se acercan a este tipo.
El objetivo de este capítulo es profundizar en las condiciones socio-
lógicas de esta forma de pobreza a partir de numerosos datos de en-
cuestas comparativas. Como en el capítulo anterior, se trata de aproxi-
mar estos datos al tipo ideal para comprobar su pertinencia e intentar
validarlo conceptualmente. Intentaremos demostrar, a partir de varios
ejemplos, cómo la pobreza, sin haber desaparecido, se ha vuelto casi in-
visible socialmente. Convendrá evaluar la importancia de las transfe-
LA POBREZA MARGINAL 141
Entre los factores que pueden explicar la pobreza marginal, conviene te-
ner en cuenta no sólo el crecimiento económico y sus efectos en el mer-
cado de trabajo, sino además el papel de las transferencias sociales hacia
las poblaciones más desfavorecidas. Si durante los «Treinta Gloriosos» la
pobreza se volvió casi invisible en muchos países industrializados, te-
nemos que ver en ello un efecto de la transformación del Estado de bie-
nestar y, sobre todo, de la reducción de la esfera asistencial que consti-
tuía hasta entonces la principal forma de intervención social hacia los
más desfavorecidos.
trucción fi-,e allí más lenta que en otros países como Alemania, todos los
países industrializados de Europa experimentaron una revolución com-
parable.
En la época en la que Galbraith escribe su ensayo sobre la opulencia,
la pobreza moderna puede clasificase -en su opinión- en dos grandes
categorías: las «excepciones» y los «islotes de pobreza» ". Las primeras se
encuentran en cualquier comunidad rural o urbana, independiente-
mente de la prosperidad de la comunidad y de la época considerada.
Galbraith explica que «la excepción es la familia rural miserable que
vive en un corral lleno de inmundicias, con niños sucios que juegan en
el barro. O bien puede ser la casa en ruinas ennegrecida junto a la vía
del tren. O es un sótano en un callejón». Hablar de «excepción» equi-
vale a marcar una diferencia entre estos últimos y el resto de la pobla-
ción. En el entorno donde se pueden encontrar, casi todo el mundo ha
salido de la pobreza. Su trayectoria se distingue entonces claramente de
la de los demás y la cuestión es saber por qué. Para Galbraith no hay
que buscar la causa en las características del entorno, sino en los rasgos
particulares del individuo o de la familia. Cita la deficiencia mental, la
mala salud , la imposibilidad de adaptarse a la disciplina de la vida
económica, los nacimientos demasiado numerosos, el alcohol, la edu-
cación insuficiente o una mezcla de todos estos factores. Dicho de
otra forma, las «excepciones» se explicarían, en su opinión, por los de-
fectos individuales o familiares.
La situación es distinta en los «islotes de pobreza», puesto que en es-
tos últimos todo el mundo es pobre o casi, lo que invalida la explica-
ción de la incapacidad personal. Estos islotes subsisten en las zonas ru-
rales poco desarrolladas, en el sur de los Apalaches, especialmente.
Esta pobreza localizada no puede, según él, explicarse únicamente por
la falta de recursos o por la infertilidad de la región. Es debida al ins-
tinto de la tierra natal , es decir, al deseo de la gente de vivir cerca de
donde ha nacido: «Mientras permanezcan en ella, trabajarán en un
tipo de empleo agrícola, minero , industrial o de otro tipo que es im-
productivo, episódico o, por cualquier otra razón, mal remunerado» 12.
Ya se trate de «excepciones» o de «islotes de pobreza» ésta sigue
siendo, según Galbraith, un fenómeno marginal más frecuente en el
campo que en las grandes ciudades. Veremos que esta interpretación de
la pobreza será cuestionada algunos años más tarde por Michael Ha-
LA POBREZA MARGINAL 147
Una de las ironías de la vida social en los países avanzados es que los des-
poseídos que se encuentran en lo más bajo de la escala social no puedan
hacer oír su voz. Los ciudadanos de la otra América en su gran mayoría no
están sindicados, no pertenecen a ninguna asociación, a hermandades, a
partidos políticos. No disponen de ningún grupo de presión; no presentan
ningún programa legislativo. En cuanto grupo, están atomizados, sin ros-
LA POBREZA MARGINAL 153
tro ni voz. Ni siquiera existe ya el cinismo político que en otras épocas lle-
vaba al poder a ocuparse de los pobres. Los barrios miserables ya no son el
centro de poderosas organizaciones políticas y los políticos ya no tienen
motivos para preocuparse por sus habitantes. La burguesía ya no ve los cu-
chitriles; el idealismo que llevaba a la clase media a luchar por los que no
tienen nada ha muerto. Sólo las oficinas de la asistencia social están en con-
tacto directo con la otra América y no tienen ningún peso político 30
tos últimos años, sino sobre todo por la estabilidad de las representa-
ciones colectivas y de las formas de intervención entre las personas
que se definen como «pobres». A continuación analizaré los casos de
Suiza, Alemania y los países escandinavos.
Hablar de la pobreza en un país tan rico como Suiza puede parecer in-
congruente. El PIB por habitante es, como sabemos, uno de los más al-
tos del mundo. Aunque la crisis del empleo de los años noventa no per-
donara a la economía suiza, la tasa de desempleo sigue siendo muy baja
en comparación con otros países europeos 33. La tasa de pobreza medi-
da de acuerdo con las normas europeas sigue siendo poco elevada, pa-
recida a la de Dinamarca o los Países Bajos, es decir, países donde la po-
breza está menos extendida 34. Aunque ahora es más habitual hablar de
la pobreza desde que se han hecho encuestas globales sobre ella, la
idea de que Suiza se había librado de este fenómeno se mantuvo du-
rante mucho tiempo, y todo indica que muchos suizos la siguen sus-
cribiendo. Jean-Pierre Fragniére de la Universidad de Lausana retorna la
cuestión que se sigue haciendo en este país: «Dónde se esconden? En
Suiza no hay metro para acoger a los vagabundos. Nadie molesta a los
turistas con manos que se tienden a su paso. De vez en cuando, un or-
ganillo. Pero, ¿dónde están los pobres?». Y adelanta una respuesta:
«Son discretos; hay que decir que sistemáticamente se les invita a guar-
dar silencio. El problema no es el pobre que sufre, sino el pobre que se
muestra o, aún peor, que empieza a hablar» 35. Sin duda hay que ver en
esta discreción de los pobres el efecto recurrente de las persecuciones de
la que fueron objeto en otros tiempos los Heimatlose. En el país donde
Lutero, Zwinglio y Calvino 36 afirmaron, contradiciendo radicalmente
las convicciones religiosas de la Edad Media, que la pobreza no era si-
nónimo de virtud y consideraban que aquellos que no trabajaban no
merecían la caridad, quizás no resulte sorprendente que la pobreza vi-
sible y la mendicidad sean aún hoy objeto de una reprobación social
más o menos enérgica.
La dificultad para reconocer la existencia de la pobreza se explica en
parte por la importancia que se da en ese país a la cultura del trabajo:
LA POBREZA MARGINAL 155
La «pobreza vencida»
contestar 46. Por supuesto , esto no significa que en Alemania no haya po-
breza -además ha aumentado desde la reunificación -, pero los ale-
manes , tanto los del Oeste como los del Este , no ven en ello un fenó-
meno antiguo reproducido de generación en generación . Se ha podido
comprobar, por ejemplo, una vez controlados los efectos del sexo, la
edad y los ingresos , que la percepción de la pobreza como fenómeno re-
producible es claramente inferior en Alemania que en todos los demás
países europeos , especialmente en los países del sur de Europa 47.
Los resultados de estos sondeos pueden aclararse con una encuesta
más cualitativa realizada en 1993 48. Se hicieron varias entrevistas en
profundidad entre personalidades procedentes de diversos medios so-
ciales y comprometidos de alguna forma en acciones dirigidas a los po-
bres . Un responsable de Paritátische Wohlfahrtsverband , una impor-
tante organización no confesional especializada en el ámbito social,
confirmaba que: «Para Alemania, la pobreza no existe : hasta hace poco
estaba ausente del debate político . Aquí, la pobreza se niega . Todavía no
hemos conseguido definir políticamente el umbral de pobreza . Aunque
hay un umbral semioficial: el umbral de la ayuda social . Es discutible,
pero desde el punto de vista político decimos : el pobre recibe dinero, la
pobreza se vence y la persona ya no es pobre . En Alemania es así,
cuando se menciona a un político la noción de pobreza se siente agre-
dido porque se sobreentiende que hay déficit en la política social. Por
ello la pobreza es un tema típico de confrontación » 49. Éste no es un dis-
curso aislado . También lo encontramos en un responsable del servicio
diaconal de la Iglesia evangélica alemana ( Diakonisches Werk der
EKD), que afirmaba en la misma época : « En el discurso político se dice
que no hay pobres. Decimos que la pobreza se combate porque las per-
sonas tienen derecho a un ingreso mínimo que les permite vivir digna-
mente. Pero en realidad no hay un debate político a este respecto» 50
Este mismo responsable reprobaba igualmente la actitud del gobierno y
de los parlamentarios de la época respecto a los programas europeos de
lucha contra la pobreza . En su opinión , estos programas se considera-
ban una operación de legitimación de las acciones de la Comisión Eu-
ropea y los actores políticos no tenían ningún interés en el tema. In-
cluso ignoraban las reuniones que la Comisión organizaba sobre este
tema en Alemania y justificaban su ausencia por la fórmula oficial:
«El gobierno federal piensa que no hay pobreza , en Alemania». Por su
LA POBREZA MARGINAL 159
asistenciales 55. Este resultado no quiere decir que los pobres no acu-
mulen numerosas desventajas. Los datos de las encuestas longitudinales
entre los beneficiarios de la asistencia social confirman sin embargo la
creencia arraigada de que la pobreza en Alemania se combate real-
mente, lo que es hasta cierto punto verdad.
Países escandinavos
Dinamarca 9 12 11 11 10
Suecia 9 10 9 11 9
Noruega 12 11 11 11 10
Finlandia 8 9 11 11 11
Países del sur
Italia 19 18 18 18 19
España 20 18 19 18 19
Portugal 22 21 21 21 20
Grecia 21. 21 21 20 20
Europa de los doce 16 15 15 15 15
La diferencia entre los países escandinavos y los países del sur es aún
mayor si se tiene en cuenta la duración de la pobreza. En los primeros,
ésta es limitada, mientras que en los segundos, como hemos visto en el
capítulo anterior, a menudo es muy prolongada. Dicho de otra forma,
en los países del norte la experiencia de la pobreza afecta a una pro-
porción menor de individuos, y éstos tienen además una mayor pro-
babilidad de experimentar esta situación de forma pasajera. En Dina-
marca, por ejemplo, la proporción de personas que han pasado más de
una vez por una situación de pobreza en los últimos cinco años es in-
ferior al 10%, mientras que es del 22% en el conjunto de países euro-
peos 5G. Lo mismo ocurre con el paro de larga duración, uno de los fac-
tores de lo que llamamos exclusión, que sigue siendo muy bajo, casi
inexistente en ese país. Podemos comprender pues que estas condiciones
hagan la pobreza menos intensa y menos visible que en otros lugares.
Un investigador noruego confirma que «como todo el mundo (o casi)
tiene un hogar, los pobres se esconden del resto de la sociedad, no per-
turban la imagen de la vida urbana cotidiana, como ocurre con los va-
gabundos en Estados Unidos, por ejemplo. En la mayoría de los casos la
pobreza se muestra a través de la ropa y de la vivienda. Pero la pobreza
moderna en los países escandinavos se disimula detrás de las fachadas de
edificios y ropas aceptables; se oculta con los mitos de la protección so-
cial y de la redistribución que todos hemos asimilado más o menos» 57.
Hay que reconocer que, si bien el crecimiento de los «Treinta Glo-
riosos» hizo olvidar la pobreza en muchos países europeos, en los paí-
ses escandinavos este olvido fue aún más marcado. El gran especialista
en el Estado de bienestar, Richard Titmuss, reconocía a principios
de los años setenta que el modelo escandinavo de protección social es-
taba más capacitado que ningún otro para frenar definitivamente la
pobreza 58. Por otra parte, en esa época se aceptaba que el problema ya
no existía. Aún hoy las transferencias sociales desempeñan una función
importante en la disminución de la pobreza. En Dinamarca, la tasa de
pobreza de los niños tras las transferencias sociales es de 4% frente al
11% del conjunto de la población. Las transferencias sociales han
conseguido una disminución del 85% de la tasa inicial de pobreza de
los niños y del 63% de la tasa inicial para el conjunto de la población
(véase la tabla 4.4). Por el contrario, las transferencias sociales han su-
puesto en Grecia una disminución de sólo el 5% de la tasa inicial de
LA POBREZA MARGINAL 163
Años ochenta
Pobreza Pobreza Proporción de
Efecto de las
de los parados de los parados parados salidos
transferencias
antes de las después de las de la pobreza
D = CIA
transferencias (A) transferencias (B) C=A-B
Dinamarca 58,5 7,6 50,9 0,87
Francia 41 ,6 23,1 18,5 0,45
Alemania 48,1 25,5 22,6 0,47
Reino Unido 53,2 32,9 20,3 0,38
Años noventa
Pobreza Pobreza Proporción de
Efecto de las
de los parados de los parados parados salidos
transferencias
antes de las después de las de la pobreza
D = CIA
transferencias (A) transferencias (B) C=A-B
Dinamarca 66,6 7,6 59,0 0,89
Francia 49 ,0 23,3 25,7 0,52
Alemania 55 ,6 37,8 17,8 0,32
Reino Unido 61,0 49,4 11,6 0,19
El riesgo de estigmatización
las capas desfavorecidas, una violencia simbólica. Esto tiene como efec-
to, entre otros, encasillar en la asistencia a la fracción inferior y no cua-
lificada de la clase obrera y proceder así a su segregación. Los «asistidos»
están, en su opinión, continuamente dominados y pasivizados por el
encasillamiento del que son objeto 70. De este modo pierden toda su
conciencia colectiva.
La segunda corriente puede ilustrarse con el libro de Jacques Don-
zelot sobre la acción social normalizante hacia las familias. El autor es-
tudia en una perspectiva histórica de qué forma lo «social», en el senti-
do de las técnicas de control y de imposición de normas, ha ocupado
progresivamente el cuerpo, la salud , las formas de alimentarse y de vivir,
las condiciones y el espacio de vida de las familias 71. Antes de este libro,
Jacques Donzelot había participado en la preparación de un número es-
pecial de la revista Esprit cuyo título, «Pourquoi le travail social?», re-
flejaba ya por sí solo el tono crítico de estas profesiones de lo social que
se asimilaban a una función de vigilancia y de mantenimiento del orden
social. El autor presentaba especialmente casos de personas que habían
sido enviadas por los asistentes sociales al psiquiatra por motivos apa-
rentemente sin relación con la enfermedad mental. La simple sospecha
de no buscar activamente un trabajo podía interpretarse, en su opinión,
como expresión de problemas de comportamiento y justificar, a veces
con la complicidad del entorno, una hospitalización de larga dura-
ción 72. Aunque estas dos corrientes críticas, apoyadas por su parte en
prácticas militantes, suponían diferencias de interpretación, se pon-
drían de acuerdo para hacer del trabajo social un instrumento de con-
trol de las poblaciones mediante los aparatos del Estado y la utilización
de técnicas históricamente desarrolladas en los límites de la justicia y la
psiquiatría 73
Estas tesis con intención de denuncia contribuyeron a desestabilizar
las ideologías de referencia de los trabajadores sociales y están, al menos
parcialmente, en el origen de una búsqueda de modos de intervención
más colectivos y menos estigmatizadores para sus destinatarios. De
este modo alimentaban la utopía de un trabajo social comprometido y
anclado en la sociedad civil 74. En cualquier caso es sorprendente
constatar que estas corrientes críticas que tuvieron su apogeo durante
los años setenta se debilitaron -e incluso desaparecieron- en los
años ochenta cuando la acción social se enfrentó al fenómeno de la
1,70 VARIACIONES
«nueva pobreza». Hay que decir que la afluencia masiva hacia los ser-
vicios sociales de jóvenes sin recursos y sin empleo y de parados que ha-
bían agotado la subvención contribuyó en gran medida a reorientar las
intervenciones sociales. De pronto, el enfoque psicologizante ya no
servía para responder a todos los problemas, fundamentalmente eco-
nómicos, a los que se enfrentaban las nuevas poblaciones precarizadas.
Sería exagerado decir que el lenguaje de la inadaptación social desde fi-
nales de los años setenta hasta nuestros días ha desaparecido completa-
mente, pero está claramente menos presente. Así pues, se ha corres-
pondido con una fase en la cual la pobreza se había convertido, al
menos en las representaciones sociales, en un fenómeno minoritario.
LA POBREZA DESCALIFICADORA
empleo que en sociedades menos salariales, como los países del sur de
Europa. En las primeras , la conciencia del riesgo de perder la protección
que acompaña al empleo estable está en el origen de esta percepción.
En las segundas , la protección incorporada al empleo estable nunca ha
sido globalmente importante y siempre ha estado desigualmente re-
partida entre la población activa . Por esto la degradación del empleo no
tiene un efecto comparable en la percepción de la pobreza.
Pero la proporción de personas que consideran que la pobreza se su-
fre tras una caída varía también dependiendo del periodo de la en-
cuesta. En 1976 esta proporción estaba en su nivel más bajo. Las re-
presentaciones dominantes estaban muy marcadas por los treinta años
de crecimiento económico ininterrumpido que las sociedades europeas
habían tenido después de la Segunda Guerra Mundial. Constatamos,
efectivamente , que esta forma característica de la pobreza aumentó
mucho entre 1976 y 1993, cuando alcanzó el nivel máximo en todos
los países excepto en Alemania Oriental , y después tuvo una fuerte dis-
minución entre 1993 y 2001. Así pues parece que, bajo el efecto del de-
terioro del mercado de trabajo , la población es más sensible al aumen-
to de la población en situación de pobreza y a la caída social que
representa esta experiencia . Cuando la coyuntura mejora, esta percep-
ción se debilita ( para un análisis más profundo , véase el apéndice
«Cómo ven los europeos la pobreza », al final del libro).
El miedo a la exclusión
Si bien la pobreza se percibe como una caída que puede afectar a per-
sonas que viven en condiciones adecuadas , cuando no confortables,
también va asociada al riesgo de verse amenazado personalmente por
una perspectiva semejante . La pobreza descalificadora se traduce efecti-
vamente en una angustia colectiva casi incontrolable . En parte es por
este motivo por el que el debate sobre la exclusión ha adquirido una
creciente importancia en Francia desde principios de los años noventa.
Los demás países europeos se han mostrado a menudo sorprendidos
por ello. Efectivamente , esta idea no es tan frecuente en esos otros paí-
ses aunque la evolución de sus economías y de sus sistemas de protec-
ción social sea similar a la de Francia.
LA POBREZA DESCALIFICADORA 181
*CSP de la persona entrevistada, excepto en octubre de 1993: CSP del cabeza de familia.
FUENTE: Sondeo CSA, muestra nacional representativa de 1.000 personas mayores de edad.
182 VARIACIONES
los jóvenes de 20 a 24 años era del 24% para los hombres y del 34%
para las mujeres, contra un 15 y un 25% respectivamente en Francia
metropolitana. Finalmente, y siempre después del censo, las familias ex-
tranjeras vivían frecuentemente en estos barrios: 18,3% de la población
contra un 6,3% en toda Francia. En algunos barrios, el porcentaje de
población extranjera era diez veces mayor que la de la ciudad en gene-
ral. Obsérvese además que los jóvenes estaban muy representados: un
habitante de cada tres tenía menos de 20 años, frente al 26% de media
de las aglomeraciones respectivas.
Los trabajos de Nicole Tabard han permitido, entre otras cosas,
comparar estos barrios prioritarios con el resto del territorio en función
de una escala socioespacial utilizada para clasificar 7.160 unidades
geográficas, cantones, comunas y barrios de grandes ciudades 32. Como
cabía esperar, los barrios dependientes de la política de la ciudad tienen,
en conjunto, un estatus socioespacial poco elevado. Sin embargo, ob-
servamos una fuerte desigualdad entre los barrios llamados sensibles. La
comparación de las ciudades de al menos 50.000 habitantes revela,
efectivamente, situaciones muy distintas: hay cuatro tipos de ciudades
dependiendo de la situación de sus barrios prioritarios respecto a los de-
más. El primer tipo ilustra perfectamente la situación de exclusión
socioespacial. Ya sean los otros barrios ricos o pobres, existe entre ellos
y los barrios dependientes de la política de la ciudad una gran desi-
gualdad según el estatus socioespacial. En ciudades como Pau y Brest,
por ejemplo, los barrios sensibles aparecen muy diferenciados del resto
del territorio comunal: están formados por un 80% de obreros, mien-
tras que los otros barrios de estas ciudades sólo cuentan con un 30%
aproximadamente. La proporción de parados oscila entre el 20 y el
30%, mientras que en el resto de la ciudad afecta al 7 u 8%. También
hay una mayor representación de familias numerosas, familias mono-
parentales, obreros no cualificados de origen extranjero y familias que
viven en vivienda protegida. El segundo tipo es el más extendido y res-
ponde a situaciones muy diversas. Representa la situación de ciudades
en las que los barrios sensibles se caracterizan por un estatus socioes-
pacial un poco más débil que los demás barrios pobres sin que pueda
hablarse de una división espacial o de aislamiento social. El concepto de
exclusión -y aún más el de gueto- no permite calificar estos barrios
sin ambigüedad. El tercer tipo está aún más alejado del primero en el
LA POBREZA DESCALIFICADORA 195
sentido de que permite identificar las ciudades donde los barrios priori-
tarios figuran entre los barrios pobres sin ser siempre los más desfavo-
recidos. En otras palabras, están poco individualizados según los crite-
rios socioprofesionales o demográficos habituales. Es el caso de
ciudades, como Roubaix por ejemplo, caracterizadas por una gran ho-
mogeneidad en materia de jerarquía espacial. En última instancia, mu-
chos otros barrios además de los mencionados dependen de la política
de la ciudad. Finalmente, en el cuarto tipo de ciudad la frontera entre
los barrios sensibles y los otros es aún más imprecisa. En algunos de
ellas, los barrios que dependen de la política de la ciudad tienen un es-
tatus socioespacial más elevado que los barrios vecinos. Esta configu-
ración es más frecuente en las ciudades mediterráneas. Según Nicole
Tabard, es probable que se trate de barrios en vías de enriquecimiento
de donde se excluye progresivamente a los más desfavorecidos.
Esta investigación nos llevó a preguntarnos, de forma más general,
sobre los mecanismos de identificación de los barrios sensibles. Parece
claro que si el estatus socioespacial de las comunas y los barrios es un
factor fundamental en el sentido de que permite tener en cuenta, de
forma objetiva, la concentración en el espacio de hogares desfavoreci-
dos, éste sigue siendo insuficiente para analizar el proceso de descalifi-
cación social del entorno.
poco numerosos, los que se han realizado sobre la experiencia del paro
han sido, por el contrario, más sistemáticos. A continuación analizare-
mos la correlación entre paro, pobreza y aislamiento social.
Cúmulo de desventajas
Modelo nórdico
Dinamarca 3,7 2,8
Modelo continental
Bélgica 4,0 13,8
Francia 4,4 27,7
Alemania 9,9 21,0
Países Bajos 5,7 18,3
Modelo liberal
Reino Unido 9,6 24,6
Irlanda 2,8 8,7
Modelo mediterráneo
Italia 0,6 14,9
España 0,7 7,4
Grecia 1,3 10,4
Portugal 0,0 14,9
NOTA: La pobreza se define a partir del umbral del 50% de los ingresos medios por unidad
de consumo.
FUENTE: Panel de Hogares Europeos (1.' oleada), 1994. No se dispone de datos para Suecia.
Reino Países
Francia Bélgica Alemania Italia
Unido Bajos
Parados 82,1 76,9 68,9 63,8 59,2 47,1
Conjunto de la
población 76,6 80,4 60,8 55,4 69,1 50,5
Diferencia entre
los parados y el conjunto
de la población 5,5 -3,5 8,1 8,4 -9,9 -3,4
FUENTE: Eurobarómetro 21, Diferencias políticas en la Unión Europea, abril 1984.
208 VARIACIONES
ciones. Los resultados dan una diferencia positiva para Francia (5,5
puntos), Bélgica (8,1 puntos) y Alemania (8,4 puntos). La diferencia es,
por el contrario, negativa para los Países Bajos (-9,9 puntos), Gran Bre-
taña (-3,5 puntos) e Italia (-3,4 puntos). Por regla general, Italia apa-
rece en este sondeo como el país donde el paro está más integrado en la
vida social. Francia, por el contrario, parece tener una representación
alarmista respecto al paro.
La fragilidad de los lazos sociales y el riesgo de acumular desventajas
durante la experiencia del paro parecen más altos en los países econó-
micamente desarrollados que conocieron el pleno empleo durante el
periodo de los «Treinta Gloriosos». En esos países se observa al mismo
tiempo un gran deterioro del mercado de trabajo, una relativa incerti-
dumbre normativa respecto al papel efectivo que debe tener la familia a
la hora de hacerse cargo de los desempleados y una cierta debilidad o
inadaptación de los sistemas de indemnización del paro y la protección
social en general. Gran Bretaña, Francia y Alemania se ven, en este as-
pecto, especialmente afectados.
Respuestas inciertas
primera vez a mediados de los años setenta dentro de las nuevas orien-
taciones de la política social en favor de los disminuidos. A continua-
ción constituyó la directriz del discurso político en los años ochenta so-
bre los jóvenes insuficientemente cualificados cuando terminaban el
colegio. Esta noción se fue enriqueciendo con adjetivos técnicos dentro
de la implantación del RMI a finales de esa década. En cierto modo se
ha convertido en el leitmotiv de la intervención social. Así hablamos
hoy tanto de inserción profesional como de inserción mediante la acti-
vidad económica, de empresas de inserción, de inserción por la vi-
vienda, de inserción social e incluso de inserción por la salud. Las ac-
ciones a las que se refieren estas expresiones se definen dependiendo de
las especializaciones y competencias administrativas de los diferentes
servicios sociales que intervienen en ese campo en expansión.
La noción de acompañamiento social suele complementar a la de in-
serción. En los discursos de los profesionales de lo social, una persona
con dificultades debe poder beneficiarse de un acompañamiento social
para lograr la inserción. Este acompañamiento puede tomar formas di-
versas según el ámbito de inserción previsto. Acompañar a una persona
en el campo del alojamiento equivale a ayudarla a hacer las gestiones
para acceder progresivamente a una vivienda normal, lo que implica
consolidar su situación económica. Acompañar a una persona en su in-
serción profesional consiste en aconsejarla en materia de formación y de
búsqueda de empleo. Acompañar a una persona en el campo de la salud
corresponde a una ayuda adaptada a las dificultades que ésta encuentra
para acceder a la atención o para seguir un tratamiento médico largo y
penoso. Dicho de otra forma, a cada tipo de problema que encuentran
las personas necesitadas puede corresponder al mismo tiempo un pro-
grama de inserción y una forma específica de acompañamiento social.
Estos programas completan en la actualidad los mínimos sociales,
pero también las subvenciones por desempleo. En muchos países la fi-
nalidad explícita de los dispositivos de garantía de recursos es, efecti-
vamente, contribuir a la inserción o a la reinserción de sus beneficiarios.
El RMI es, en cierto modo, el tipo ideal de tratamiento de la pobreza
que intenta combinar el principio del derecho a la asistencia con el ob-
jetivo, difícil de conseguir, de permitir a los más desfavorecidos parti-
cipar más en la vida económica y social. No se trata de un caso aislado
en Europa. Varios países han definido políticas que se inspiran en este
?16 VARIACIONI-S
Estamos en lo más bajo de la escala, ¿no? No sé si habrá una categoría para definirnos.
Estamos en lo más bajo de la escala , somos muertos de hambre , eso es todo , ¿no? No
hay una categoría para nosotros. En lo bajo de la escala está el obrero ... y después se
sube . ¿Pero nosotros ? No somos parados, no somos obreros , no somos nada, ¡no
existimos! Somos los pordioseros de la sociedad , eso es todo lo que somos . ¡ No somos
nada!
nes con los servicios encargados de ayudarles. Cualquier mejora del sis-
tema de ayuda, aunque sea muy deseable en nombre del respeto de la
dignidad humana, corre el riesgo de perpetuar la dependencia y la
desvalorización social que conlleva.
El análisis de Marx sobre el pauperismo remite a dos dimensiones
complementarias. La primera tiene que ver con la explotación de la cla-
se obrera por parte de los propietarios de los medios de producción. La
pobreza extremada de los primeros es una condición para los beneficios
conseguidos por los segundos y, por consiguiente, para la acumulación
capitalista. Este esquema analítico bien conocido se completa con una
explicación de la pobreza por la ley de la sobrepoblación relativa. La
existencia de un ejército industrial de reserva y, por tanto, de una cate-
goría de pobres empleada de forma episódica en las fábricas no es un
defecto del sistema capitalista, sino más bien una dimensión elemental
de su funcionamiento. Por ello, esta masa de pobres no es fija. Su evo-
lución refleja ante todo los cambios periódicos del ciclo industrial. In-
dependientemente de la fase de expansión o de contracción del ciclo,
los supernumerarios ejercen una presión sobre el ejército de trabajado-
res activos. Este análisis introduce en el seno de la sociología de la po-
breza la noción de ciclo industrial --o económico- que supone según
sus fases una transformación de la relación de los pobres con la colec-
tividad (mayor dependencia en las fases de contracción de la actividad,
mayor «empleabilidad» en las fases de expansión), así como una trans-
formación de la relación con la colectividad respecto a los pobres (ma-
yor tolerancia con los asistidos en las fases de contracción de la activi-
dad y mayor severidad con los ociosos en las fases de expansión).
Por último, de Simmel podemos recordar la definición sociológica
de la pobreza que sigue siendo aún hoy la más acabada. Al igual que sus
predecesores, Simmel no pretendió definir la pobreza en sí misma,
sino en relación a lo que le confiere el estatus específico en la sociedad.
Este estatus, como hemos visto, es asignado por la asistencia. Simmel
estudia en función de esta definición de partida el modo concreto de
integración que caracteriza la situación de los pobres. En su opinión, la
asistencia tiene una función de regulación del sistema social. Aunque
los pobres, por el hecho de recibir asistencia, sólo puedan tener un es-
tatus social devaluado que les descalifica, siguen siendo miembros de
pleno derecho de la sociedad de la que constituyen, por así decir, el úl-
'?? LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
La visibilidad de la pobreza
De acuerdo con los datos del Panel de los Hogares Europeos, consta-
tamos que la proporción de individuos que se enfrentan al riesgo de po-
breza es mayor en Portugal y Grecia (a menudo superior al 20%). Es
igualmente fuerte en Italia, España , Irlanda y Gran Bretaña (alrededor
del 20%). Por el contrario , los países escandinavos -Dinamarca, Suecia
y Finlandia- aparecen como los países menos afectados por el riesgo de
pobreza (alrededor del 10%). Los Países Bajos y Luxemburgo presentan
igualmente un riesgo de pobreza bastante bajo (entre 11 y 12%). Fran-
cia y Bélgica ocupan una posición intermedia (entre 13 y 15%).
Aunque las diferencias entre países son claramente mayores cuando
nos referimos a la pobreza subjetiva , el orden no se ve completamente
alterado. Portugal y Grecia son siempre los dos países donde la pro-
porción de pobres es más elevada: el 66% de las personas en Portugal
consideran que sus ingresos son claramente inferiores al umbral que les
parece necesario para vivir dignamente , frente a un 54% en Grecia. Ita-
lia también tiene una proporción de pobres importante (41 %), mien-
tras que, por el contrario , Dinamarca y Luxemburgo siguen siendo
los países menos afectados (entre 8 y 9%), seguidos por Alemania
(14%) y los Países Bajos (18%). Obsérvese que la proporción de pobres
según el indicador de pobreza subjetivo es elevada en Suecia, donde lle-
ga al 20%, y en Finlandia, donde es del 30%, en comparación con la
baja proporción de pobres en estos países cuando nos referimos al in-
dicador de riesgo de pobreza.
Por lo general, podemos decir que la visibilidad social de la pobreza
en los países europeos globalmente coincide bastante con la medida ob-
jetiva y subjetiva de este fenómeno. En los países donde la población ve
a escala local una fuerte proporción de pobres también hay una tasa de
pobreza objetiva y subjetiva elevada. Las posiciones entre países siguen
siendo de nuevo bastante iguales.
En los estudios sobre la pobreza se suele distinguir entre pobreza tra-
dicional, que se reproduce de generación en generación, y la nueva po-
breza, que afecta súbitamente a personas que parecían a salvo de este
problema. Nosotros planteamos la hipótesis definitiva de que no existe
una forma de pobreza más exacta que otra. Ambas son relativas, y va-
rían dependiendo no sólo del país, sino también de la coyuntura.
Esta hipótesis se puede comprobar al referirnos a una pregunta
planteada en los eurobarómetros desde 1976. La pregunta se dirige a las
240 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
( 1) A partir de la tasa de desempleo por país para el año de cada encuesta ( fuente : OCDE).
B: Bajo ; E: Elevado; ME: Muy elevado.
.1,: En disminución ; -*: Estancada; T: En aumento.
* P < 0,05; ** P < 0,01; *** P < 0,001 ; n.s.: no significativo.
FUENTE: Eurobarómetros , .Pobreza- Exclusión».
APÉNDICE 243
0,52"'
-0,19"'
Reí
0,13 n.s.
Ref.
-0,39***
0,21**
Ref.
-0,46***
-0,08 n.s.
-0,15 n.s.
-0,06 n.s.
Re£
-0,55*`*
-0,30 n.s.
-0,42***
-0,87*"
7.303 7.303 7.303 7.303 7.303
9.005 8 . 864 8.970 8.942 8.916
856 998 891 920 945
10 12 12 12 17
0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001
244 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
TABLA 3. Pobreza percibida como pobreza sufrida tras una caída ( regresión logil
Compilación de las encuestas
de 1976, 1989, 1993 y 2001
País
Gran Bretaña Ref. Ref. Ref. Ref. Ref.
Bélgica 0,19 n.s. 0,19 n.s. 0,14 n.s . 0,22** 0,23 n.s.
Dinamarca 0,28* 0,12 n . s. 0,00 n . s. 0,25* -0,07 n.s.
Alemania 0 , 68*'* 0,77 *** 0,71*** 0,61 *** 0,79***
Francia 0 , 17 n.s. 0,17 n.s. -0 , 02 n.s . 0,02 n.s . -0,02 n.s.
Irlanda 0,02 n.s. 0,04 n . s. -0,48*** 0,03 n .s. -0,74***
Países Bajos 0,39*** 0 , 31*** 0,54* ** 0,21* 0,45""*
Italia - 1,00*** -0,96*** - 1,58*— -1,18*** 1,58***
España
Grecia
Portugal
Año encuesta
1976 0,69-
1989 -0,06 n.s.
1993 -0,64**"
2001 Ref.
Desempleo (1)
B -0,80***
E Ref.
ME 0,56***
Desempleo (1)
En ,L -0,18 n.s.
En -4 Re f.
En T -0,24**
Desempleo (1)
B -0,02 n.s.
B -* 0,71***
B T -1,03***
-0,28...
E .L
E --* Ref.
ET 0,23 n.s.
ME .). 0,49"
ME -
ME T 0,79***
Nb Obs 7.047 7.047 7.047 7.047 7.303
-2LogL 9 . 331 8.883 8 . 971 9.320 8.934
Chi-Sq 388 836 747 397 784
DF 7 10 9 9 14
Prob 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001
(1) A partir de la tasa de desempleo por país para el año de cada encuesta ( fuente : OCDE).
B: Bajo; E : Elevado; ME: Muy elevado.
.L: En disminución ; -: Estancada ; T: En aumento.
* P < 0,05; ** P < 0,01; *** P < 0,001; n. s.: no significativo.
FUENTE: Eurobarómetros , « Pobreza-Exclusión,.
APÉNDICE 245
0,13 n.s. -0,06 n.s. 0,02 n.s. -0,11 n.s. -0,27 n.s.
-0,31***
0,47***
Ref.
-0,29**
Ref.
044***
-0,33***
Ref.
0,58***
-0,44**
-0,04 n.s.
-0,07 n.s.
Ref.
0,76***
0,27 n.s.
0,44***
0,87***
Entre las respuestas propuestas, las dos primeras remiten a causas indi-
viduales (porque no han tenido suerte , por pereza o falta de voluntad),
mientras que las dos siguientes se refieren a causas sociales (porque hay
248 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Pereza e injusticia
Francia. Las diferencias eran bastante elevadas en 1976, ya que más del
44% de los ingleses daban esta explicación, frente al 17% de los fran-
ceses . Hay que deducir pues que existe entre esos dos países represen-
taciones distintas de la pobreza, como han demostrado otros trabajos 3.
También hay que subrayar que, a pesar de las diferencias de niveles
entre países, la evolución es similar desde 1976 en muchos de ellos.
Tanto en Bélgica, Alemania, Francia y Gran Bretaña como en Irlanda la
explicación de la pobreza por la pereza era alta en la primera encuesta,
sensiblemente menos extendida en la segunda y menos aún en la ter-
cera, para volver a subir en la última. Estas diferencias son importantes.
Así, por ejemplo, en Francia la proporción de personas que explican la
pobreza por la pereza era del 16,1% en 1976, de 11,7% en 1989, de
5,6% en 1993 y de 15,6% en 2001. En Bélgica, la tendencia es la
misma: de 22,4% en 1976 se ha pasado a 15,13% en 1989, a 8,2% en
1993 y a 17,9% en 2001.
Si nos referimos únicamente a las tres últimas encuestas , observamos
una disminución sensible de la explicación de la pobreza por la pereza
en 1993 respecto a 1989 y un aumento en 2001 respecto a 1989 en
ocho de los once países representados en el gráfico. Estos resultados
confirman, siguiendo los trabajos realizados recientemente en Francia',
que la responsabilidad individual se indica claramente como explicación
de la pobreza más a menudo desde finales de los años noventa.
Observamos un fenómeno casi inverso para la explicación de la po-
breza por la injusticia. Esta explicación se suele dar en Alemania Orien-
tal (50%), Finlandia y Suecia (42%) y en Francia (40%). El Reino Uni-
do y los Países Bajos no dan tanto esta explicación (19%), y Dinamarca
aún menos a menudo (13%). En los países del sur, especialmente en
Italia , España y Portugal, la proporción de personas que da esta expli-
cación es, en su conjunto, bastante elevada (entre 33 y 36%).
Para interpretar estas diferencias habría que tener en cuenta no sólo
el tipo de Estado de bienestar, sino además la forma en la que se deba-
ten estas desigualdades en cada país, lo que depende al mismo tiempo
de experiencias pasadas en el ámbito de la lucha contra la pobreza, de
los actores comprometidos en este campo y, de forma más general, de
los modos de intervención social 5.
También resulta asombroso comprobar que la explicación de la po-
breza por la injusticia varía igualmente con el tiempo. En nueve de los
252 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
(1) A partir de la tasa de desempleo por país para el año de cada encuesta ( fuente : OCDE).
B: Bajo ; E: Elevado; ME : Muy elevado.
.(.: En disminución ; -*: Estancada ; T: En aumento.
* P < 0,05; ** P < 0,01; * ** P < 0,001 ; n.s.: no significativo.
FUENTE : Eurobarómetros , « Pobreza-Exclusión».
APÉNDICE 255
-0,15***
0,48***
Re£
0,30**
Ref.
-0,23***
0,25***
Ref.
-0,41***
0,43
0,25***
0,27***
Ref.
-0,32***
0,18 n.s.
-0,12**
-0,41***
33.409 33.409 33.409 33.409 33.409
28.325 28.161 28.237 28.172 28.141
276 441 365 430 460
10 12 12 12 17
0,0001 0 , 0001 0,0001 0 , 0001 0,0001
256 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
(1) A partir de la tasa de desempleo por país para el año de cada encuesta (fuente: OCDE).
B: Bajo; E : Elevado; ME: Muy elevado.
1 : En disminución; -4: Estancada ; T: En aumento.
* P < 0,05; ** P < 0,01; *** P < 0,001; n.s.: no significativo.
FUENTE: Eurobarómetros , «Pobreza-Exclusión>^.
APÉNDICE 257
-0,04 n.s.
0,30***
Ref.
-0,26***
Ref.
0,26***
-0,06 n.s.
Ref.
0,37***
-0,12 n.s.
-0,13*
0,35***
Ref.
0,56***
0,09 n.s.
0,37***
044***
32.441 33.409 33.409 33.409 33.409
40.182 40.023 40.031 40.088 39.960
932 1.092 1.063 1.027 1.154
10 12 12 12 17
0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001
258 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Introducción
' Para una crítica de esta literatura podemos consultar Hans-Jürgen Andref3 (dir.) (1998):
Empirical Poverty Research in a Comparative Perspective, Aldershot, Ashgate, así como Bé-
atrice Destremau y Pierre Salama (2002): Mesures et démesure de la pauvreté, París, PUF.
2 Véase Valérie Lechcne (1993): «Une revue de la littérature sur les échelles d'équiva-
lence», Économie etprévision, 110-111, 4/5, pp. 169-182.
3 Véase Bernard M. S. van Praag (1968): Individual Welfare Functions and Consumer
Behaviour, Amsterdam , North Holland Publishing Company.
4 Véase Bernard M. S. van Praag, Aldi J. M. Hagenaars y Hans van Weeren, «Poverty
in Europe », Review oflncome and Wealth, 28, 1981 , pp. 345-359; Aldi J. M. Hagenaars
(1986): The Perception ofPoverty, Amsterdam , North Holland Publishing Company.
5 Podemos remitirnos a dos obras de Peter Townsend (1970): The Concept ofPoverty,
Londres, Heinemann , y un artículo de síntesis , « Deprivation », Journal ofSocial Polig, 16,
2, 1988 , pp. 125-146.
G Véase especialmente Brian Nolan y Christopher T. Whelan (1966): Resources, De-
privation and Poverty, Oxford, Clarendon Press, y Christopher Whelan, Richard Layte y
Bertrand Maitre (2002): « Persistent Deprivation in the European Union», Berlín , Schmo-
llers Jahrbuch, Journal ofApplied Social Science Studies, 122, pp. 31-54.
Stéfan Lollivier y Dan ¡el Verger (1997): «Pauvreté d'existence , monétaire ou subjec-
tive sont distinctes », Économie et statistique, 308-309-310, pp. 113-142.
8 Jean Labbens (1978): Sociologie de la pauvreté. Le Tiers Monde et le Quart Monde, Pa-
rís, Gallimard, p. 98.
262 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Capítulo 1
' Véase Eugéne Burer ( 1840): De la misere des clases laborieuses en France et en Angleterre,
París, Paulin (2 t.).
2 Véase Louis-René Villermé ( 1840): Tableau de l'état physique et moral des ouvriers em-
ployés dans les manufactures de coton, de laine et de soie, París, Jules Renouard.
3 Véase Friedrich Engels (1975): La situation de la classe laborieuse en Angleterre, París,
Ed. sociales ( 1.' ed. en inglés , 1845).
4 Véase Raymond Aron (1965): Essai sur
les libertés, París, Calmann-Lévy.
5 La revista Commentaire lo publicó en 1983 en dos partes en los volúmenes 23 (pp.
630-636) y 24 (pp. 880-888 ) y recientemente se ha vuelto a publicar en un pequeño vo-
lumen de Éditions Allia. En mis citas utilizaré el texto de Commentaire.
6 El lector encontrará en el tomo V
de las Oeuvres completes de Tocqueville el relato de
su viaje a Inglaterra de 1833 y el de 1835 a Inglaterra e Irlanda ( París, Gallimard, 1958).
No comparto , en este punto , la opinión de Robert Castel cuando considera que
Tocqueville , en su Memoria sobre el pauperismo, no demuestra ninguna originalidad. Véa-
se R. Castel (1995): Les métamorphoses de la question sociale. Une chronique du salariat, Pa-
rís, Fayard , p. 219.
8 La obra de Gérando es sin duda el ejemplo más típico de este enfoque moralizador
origen de numerosas acciones para los pobres . Algunos podrán ver en ella uno de los orí-
genes del trabajo social . Véase Joseph-Marie de Gérando (1990): Le visiteur dupauvre, Pa-
rís, Jean-Michel Place ( 1.' ed., 1820).
9 Ibid., p. 631.
10 Ibid.
" Ibid, p. 632.
Véase A. de Tocqueville (1986): De la démocratie en Amérique, capítulo XIII de la 2.'
parte del t. 2, «Pourquoi les Américains se montrent si inquiets au milieu de leur bien-étre»,
París, Robert Laffont , col. «Bouquins », p. 520.
'3 Obsérvese que en Eugéne Buret encontramos
un análisis muy próximo al de Toc-
queville. Buret distingue entre pobreza y miseria . Ve en la miseria «la indigencia, el sufri-
miento, la humillación resultado de privaciones forzadas junto a un sentimiento de bienes-
tar legítimo, que vemos a todo el mundo darse sin mucho esfuerzo y que durante mucho
tiempo nos hemos dado nosotros mismos». Esta miseria que encontramos tan extendida en
las ciudades industriales parece extraña a los habitantes más pobres del campo . En su opi-
nión, «algunas clases de personas sufren la pobreza más extrema, pero no hay miseria en el
sentido que damos a esta palabra. Encontramos en el campo hombres que viven en medio de
la pobreza más absoluta ; no poseen casi ninguno de los instrumentos de una existencia ci-
vilizada ; mal vestidos , alojados en cabañas que no les abrigan de la humedad ni del frío, ali-
mentándose con comidas groseras , presentan al exterior todos los síntomas de la miseria, y
sin embargo este mal les es prácticamente desconocido, porque sus necesidades son tan sen-
cillas como sus posibilidades económicas; su estómago no grita nunca de hambre, su piel en-
durecida por los rigores del clima raramente sufre por la falta de una vivienda o de vestidos.
Los campesinos de Picardía, con sus tristes chozas de paja y tierra, son de lo más pobre: pero
jamás importunan a la caridad pública, no son en absoluto miserables». Véase Eugéne Buret,
De la misére des clanes laborieuses en France et en Angleterre, op. cit., t. 1, p. 115.
14 Véase A. de Tocqueville (1958): CEuvres Completes, t. V (viajes a Inglaterra, Irlanda,
Suiza y Argelia), París, Gallimard, p. 63.
' 5 Ibid., p. 64.
264 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
redactamos juntos para la edición «Quadrige » de 1998 . Las citas del texto de Simmel se re-
fieren a esta edición.
42 Véase E. Stonequist ( 1961 ): The Marginal Man, Nueva York, Russel & Russel.
43 Véase Herbert J. Gans, «The positive functions of poverty», American Journal ofSo-
ciology, vol. 78, 2, sept. 1972, pp. 275-289.
44 G. Símmel , Los pobres, op. cit., p. 98.
45 Ibid., pp. 96-97.
46 Véase E. Buret, De la mistre des classes laborieuses en France et en Angleterre, op. cit., t.
1, p. 132.
97 G. Simmel , Los pobres, op. cit., pp. 60-61.
48 Ibid, p. 61.
49 Ibid., p. 89.
'0 Ibid., p. 91.
51 Ibid., pp. 100-101.
52 Véase Serge Paugam (dir.), L'Europe face d la pauvreté, op. cit.
53 Véase F. Schultheis, « L'État et la société civile face á la pauvreté en Allemagne», en
Serge Paugam (dir.), L'exclusion, l'état des savoirs, París, La Découverte , col. «Textes á
l'appui », 1996, pp. 428-437.
54 Recordemos también que la técnica del «encierro forzoso» de
estas categorías molestas
seguía en vigor en la Alemania de Simmel (al menos en algunos Ldnder). Todavía en 1914
se contaban entre 30.000 y 40.000 personas « encerradas » por indigencia y en 1886 se rea-
lizaban razias que se tradujeron en el encierro de 20.000 pobres sólo en la ciudad de Berlín.
55 Ya en la época del « despotismo ilustrado » de Federico II se diseñó el programa
de un
socialismo de Estado autoritario a guisa de Estado social . En la misma época en que Fran-
cia se acercaba al derrocamiento revolucionario del Antiguo Régimen , el rey de Prusia con-
seguía mantenerlo transformando de forma racional el modelo del dominio patrimonial en
paternalismo burocrático -protector y autoritario al mismo tiempo- moderno en lo que
concierne a su base organizativa y reaccionaria en cuanto a sus principios políticos. Se pue-
de comprender así la inspiración nietzscheana del ataque de Max Weber contra tal forma
de dominación «blanda» de la masa aborregada : «Nos han dado rentas para los enfermos,
heridos, inválidos y viejos. Es verdaderamente notable. Pero no hemos recibido las garan-
tías necesarias para la supervivencia del impulso físico y psíquico ». Véase M. Weber, «Par-
lament und Regierung im neugeordneten Deutschland », en Gesammelte politische Schrifen,
Tubinga , Mohr , 1988, p. 319. El tono pesimista de la temática weberiana del «progreso so-
cial» que se sitúa en el punto opuesto del tono característico del solidarismo francés se ex-
plica principalmente por el modo específico en que surgieron las instituciones sociales ale-
manas. Diseñadas , impulsadas e impuestas desde arriba , no eran sino la expresión
sintomática de una sociedad sin cultura política moderna digna de ese nombre.
56 Véase S. Moscovici (1994): «Les formes élémentaires
de l'altruisme», en S. Moscovici
(dir.), Psychologie sociale des relations á autrui, París, Nathan, pp. 71-86.
57 G. Simmel, Les pauvres, op. cit.,
pp. 48-49.
58 Ibid., p. 57.
59 Ibid., p. 49.
60 La asistencia a los pobres en todas las edades y circunstancias de la vida fue elevada en
Francia al rango de los deberes más sagrados de la nación por la primera Asamblea nacional
en 1791, sobre la base del trabajo realizado por el Comité de Mendicidad . Este mismo
principio de deuda nacional respecto a los más desfavorecidos fue recordado dos siglos des-
pués en el momento del voto de la ley sobre el ingreso mínimo de inserción.
266 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Si Pa-reto ha estudiado asimismo esta necesidad que tienen los individuos de recibir la
aprobación del grupo al que pertenecen cuando actúan en favor de los que sufren: «Los sen-
timientos por los que un hombre se impone un mal , para ser útil a los demás, actúan sobre
los individuos que componen la colectividad, no sólo para empujarles directamente a llevar
a cabo directamente determinadas acciones, sino para inducirlos a aprobarlas, e incluso a
admirar a los que las realizan . De esta forma , actúan directamente sobre el individuo que se
ve impulsado a realizar ciertos actos , no sólo por su sentimiento favorable a ellos, sino tam-
bién y mucho más a menudo por el deseo de obtener la aprobación de los demás, de evitar
la reprobación». Véase Traité de sociologie générale, Ginebra, Librairie Droz, 1968, p. 608
(1.' ed. en italiano, 1916).
122 G. Simmel, Les pauvres, op. cit., p. 82.
63 Ibid., p. 85.
1,4 Ibid., p. 87.
65 Ibid., p. 83. En cierto modo encontramos en Karl Polanyi esta oposición entre el
principio de redistribución según el cual la autoridad central tiene la responsabilidad de re-
partir las riquezas producidas y el principio de reciprocidad , no impuesto por el poder cen-
tral, que depende ante todo de las relaciones entre las personas o los grupos , basadas en el
intercambio, aunque ésta sea desigual en el caso de la asistencia. Véase. K. Polanyi (1983):
La grande transformation. Aux origines polítiques et économiques de notre temps, París, Ga-
llimard ( 1.' ed. inglesa , 1944.)
1', G. Simmel, Les pauvres, op. cit. p. 62.
Capítulo 2
' Para una presentación más detallada de estas dos encuestas y sus resultados , el lector pue-
de consultar La disqualification sociale, op. cit., para la primera , y La société franfaise et ses
pauvres, op. cit., para la segunda.
2 Véase La disqualification sociale, op. cit., tabla de la p. 50.
3 El prefacio de la tercera edición de La disqualiftcation sociale, publicada en 1994, pro-
porciona estos argumentos.
Para la comprobación empírica véase La sociétéfrancaise et ses pauvres, op. cit., tabla 1,
pp. 167 y ss.
5 Los poderes públicos han definido el importe del RMI no en función de las necesi-
dades reales de las familias pobres, sino en función del nivel del SMIC. Les parece acon-
sejable, para evitar un posible efecto de desmotivación para trabajar, que el importe del pri-
mero sea inferior al del segundo. Los parlamentarios que votaron la ley del RMI aprobaron
por unanimidad este principio. El estatus de asistido queda, como vemos, socialmente des-
valorizado . Permite evitar solamente la miseria extrema.
Para una presentación de los problemas de comparación internacional en este campo,
se puede consultar F. Schultheis y B. Bubeck, «Theoretical and methodological problems
in intercultural comparison of the phenomenon of extreme poverties», en Paolo Guidicini
y otros (dir.) (1996): Extreme Urban Poverties in Europe. Contradictions and Perverse Effects
in Welfare Policies, Milán, Franco Angel¡.
Véase M. Weber (1971): Économie et société París, Plon (reed. Pocket, 1995).
8 Véase H. J. Gans (1972): «The positive functions of poverty», American journal ofSo-
ciology, vol. 78, 2, pp. 275-289.
NOTAS 267
' Véase Gesta Esping-Andersen ( 1999): Les trois mondes de 1'Étatprovidence. Essai sur
le capitalisme contemporain , París, PUF, col. «Le Lien social » ( 1.' ed. en inglés, 1990).
2 Véase Maurizio Ferrera, «The "southern model" of welfare in social Europe », Journal
ofEuropean Social Poliry, 6, 1, 1996, pp. 17-37.
Capítulo 3
' Las variaciones regionales de la pobreza son muy importantes en Italia. La proporción de
familias pobres en el Mezzogiorno es cuatro veces mayor que en el norte . Véase Commis-
sione di indagine sulla povertá, La povertá in Italia nel 1993, Roma, documento publicado
el 14 de julio de 1994. Véase también, sobre la medida de la pobreza y las desigualdades re-
gionales en ese país: Giovanni B. Sgritta y Gianfranco Innocenzi , «La povertá», en Massi-
mo Paci (dir.), Le dimensione della disuguaglianza . Rapporto Bella Fondazione Cespe Bulla di-
suguaglianza sociale in Italia, Bolonia, Societá editrice Il Mulino, 1993, pp. 261-292.
Aunque la situación en España no esté tan diferenciada entre norte y sur como en Italia, las
variaciones regionales son igualmente muy grandes. En 1991, de 43 provincias, 11 tenían
NOTAS 269
una proporción de familias pobres (en función del umbral del 50% de los ingresos fami-
liares anuales medios) entre el 30 y el 41%, mientras que la media nacional se situaba en el
19,4%. Véase Miguel Juárez (dir.), Informe sociológico sobre la situación social en España,
Madrid , Fundación Foessa , 1994 (especialmente las pp . 315-334).
2 Véase Regino Soares y Teresa Bago D'Uva (2000 ): Income, Inequality and Poverty,
Bratislava Seminar on Internacional Comparisons of Poverty, INSEE, pp. 159-205.
3 Desde hace unos años los especialistas en la investigación de la pobreza otorgan mayor
importancia a esta cuestión de la duración . Véase Lutz Leisering y Stephan Leibfried
(1999): Time and Poverty in Western Welfare States, Cambridge , Cambridge University Press.
" Véase Gasta Esping-Andersen , Les trois mondes de l'Étatprovidence, op. cit.
5 Véase Oscar Lewis (1969): La vida. Une famille portoricaine dans une culture de
pauvreté.• San Juan et New York, París, Gallimard , p. 802 ( 1' ed. inglesa, 1965).
6 Ibid., p. 803.
Esta cuestión se ha analizado recientemente . Véase Mary Corcoran, «Mobility, per-
sistence , and che consequences of poverty for children : Child and adult outcomes », en Shel-
don H . Danziger y Robert H . Haveman (dir.) (2001 ): Understanding Poverty, Nueva
York, Russell Sage Foundation , Harvard University Press.
8 Fuente: Eurostat, 2001.
Richard Hoggart (1970): La culture du pauvre. Étude sur le style de vie des classes po-
pulaires en Angleterre, París, Éd. de Minuit , col. «Le Sens commun » ( 1 ' ed. inglesa , 1957).
10 Se estudiarán las causas de este fenómeno con más detalle en el capítulo siguiente.
" Véase J. Middlemans y R. Paserman , «Vivre sous le méme toit . Modeles familiaux
dans 1 ' Union européenne », INSEEPremii're, 43, 1996, pp. 1-4.
`Z Según el umbral del 60% de la mediana de ingresos , escala de la OCDE modificada.
13 Las diferentes situaciones respecto al empleo , identificadas en esta sección , se han es-
tablecido fundamentalmente a partir de una pregunta del Panel de los Hogares Europeos
sobre la satisfacción de los activos respecto a la estabilidad del empleo . Los que estaban sa-
tisfechos se consideraban como que tenían un empleo estable. Los que no estaban satisfe-
chos, pero tenían su empleo desde hacía más de un año , se consideraban con un empleo
amenazado . Los que no estaban satisfechos y tenían un empleo desde hacía menos de un
año se clasificaron como con un empleo inestable. Por otra parte, los parados se diferen-
ciaron según si estaban en paro desde hacía más o menos de un año.
14 El Instituto italiano de estadística define el norte agrupando las siguientes regiones:
Noroeste , Lombardía , Noreste y Emilia-Romagna. El centro agrupa las regiones siguientes:
Centro (Toscana, Umbria, Marche ), Lazio . Por último , el sur está compueso por: Abruz-
zo-Molise , Campania, Sur (Puglia , Basilicata, Calabria), Sicilia , Sardegna . En los análisis so-
bre Italia presentados en este capítulo esta clasificación se ha retomado con la excepción de
la región Abruzzo-Molise, región más desarrollada económicamente que las otras del sur y
que se ha clasificado en la región del centro de acuerdo con los consejos de varios expertos.
15 Véase Cécile van de Velde (2004): Devenir adulte. Sociologie comparée de la jeunesse en
Europe, tesis de doctorado en Sociología , París, Institut d 'études politiques de Paris.
16 Véase Chiara Saraceno (1988): Sociologia dellafamiglia, Bolonia , Il Mulino.
" Véase Duncan Gallie y Serge Paugam (dir.), Welfare Regimes and the Experience of
Unemployment in Europe, op. cit.
18 Lauren Loison ha podido comprobar la importancia de la solidaridad familiar en su
encuesta cualitativa entre los parados portugueses . El modo de regulación del paro en Por-
caracteriza , en su opinión , por una gran exigencia respecto a las obligaciones fa-
miliares . Véase Lauren Loison (2002): L'expérience vécue du chómage au Portugal tesis doc-
270 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Capítulo 4
' Obra traducida al castellano con el título La sociedad opulenta, Barcelona , Ariel,
1963.
2 Ibid., p. 300.
3 En un ensayo que tuvo una cierta repercusión en Francia cuando apareció en 1974,
Lionel Stoléru consideraba que, si bien la pobreza seguía siendo un problema no resuelto
mediante el crecimiento , la novedad consistía en que, en los países ricos, habíamos llegado
a una situación de desarrollo en que era posible suprimirla . Véase Lionel Stoléru (1974):
Vaincre la pauvreté dans les gays riches, París, Flammarion.
Véase Gesta Esping-Andersen, Les trois mondes de l'Étatprovidence, op. cit.
Podríamos caer en la tentación de clasificar a Gran Bretaña en este modelo , pero la
idea inicial del Estado de bienestar en este país está muy alejada de él.
6 William Beveridge, Social Insurance and Allied Services. Reportpresented to Parliament
by Command ofbis Majesty, noviembre 1942, Nueva York, Agathon Press, 1969. Obsérvese
que este informe levantó tales esperanzas que se vendieron 70.000 ejemplares en tres horas
y que su difusión alcanzó el año de su publicación la impresionante cifra de 300. 000 ejem-
plares.
El sistema francés de protección social establecido en la misma época tiene semejan-
zas y diferencias importantes. Sobre este punto puede leerse el libro de Bernard Gibaud, De
la mutualité d la sécurité sociale. Conflits et convergences, París, Les Éditions Ouvriéres,
1986. También puede consultarse el estudio de Nicole Kerschen, «L'influence du rapport
Beveridge sur le plan franrgais de Sécurité sociale de 1945», Revue franfaise de science poli-
tique, « La protection sociale en perspective », vol. 45, 4, 1995, pp. 570-595.
8 Véase Serge Paugam, La sociétéfrancaise et ses pauvres, op. cit.; véase en particular el ca-
pítulo 1 titulado «Les "Trence Glorieuses " et la pauvreté».
272 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Serge Paugam (2002): Précarité sociale et intégration sociale, Informe para la Comisión Eu-
ropea, junio. Documento traducido al inglés y al alemán , publicado y puesto en línea por
la Comisión Europea en la serie de publicaciones sobre los Eurobarómetros.
47 Este resultado, comprobado independientemente del modelo econométrico utiliza-
do, confirma la tendencia que se desprende del gráfico 3.1 del capítulo 3.
4e Véase Dramane Coester (1993): La pauvreté en Allemagne, tesina del Institut d'étu-
des politiques de Paris.
Ibid., p. 27.
Ibid., p. 28.
Ibid., p. 30.
sz Franz Schultheis (1996): «L'État et la société civile face á la pauvreté en Allemagne»,
en Serge Paugam (dir.), L éxclusion. L'état des savoirs, París, La Découverte, pp. 428-437.
53 Véase Wilhelm Breuer, «La pauvreté en Allemagne: un probléme résolu?», en Serge
Paugam (dir.), L'Europe face d la pauvreté, París, op. cit., pp. 105-132.
54 Según un sondeo público en septiembre de 2004 en la prensa alemana, el 70% de los
alemanes del Oeste estaría a favor de la reconstrucción del muro por este motivo.
ss Véase Lutz Leisering y Stephan Leibfried (1999): Time and Poverty in the Welfare
State, Cambridge, Cambridge University Press.
56 Véase tabla 3.1, p. 110.
57 Véase Steiner Stjerne (1985): Den moderne fattigdommen (La pobreza moderna),
Oslo Universitetforlaget, citado por Peter Abrahamson (1994): «La pauvreté en Scandi-
navie», en Frangois-Xavier Merrien (dir.), Face á la pauvreté. L'Occident et les pauvres hier
et aujourd'hui, París, Éd. de l'Atelier, p. 180.
58 Richard Titmuss (1987): «Developing social policy in conditions of rapid change:
The role of social wlfare», en The Philosophy of Welfare, Londres, Allen & Unwin.
5`' Véase Peter Abrahamson, «La fin du modéle scandinave de la protection sociale?», en
Serge Paugam (dir.), L'Europe face á lapauvreté, op. cit., pp. 195-220.
6' La pauvreté en Scandinavie, op. cit.
6' Citado por Finn Kenneth Hansen (1992): Social Exclusion in Denmark, Report for
the Observatory on Social Exclusion, Comisión Europea.
62 Véase Henrik Tham (1990): «The persistence of social assistance in the Welfare Sta-
te: The case of Sweden, 1945-1990», ponencia presentada en la conferencia sobre «Depri-
vation, social wlfare and expertise», Helsinki, National Board of Social Welfare in Finland.
63 Obsérvese no obstante que hay diferencias considerables en el modo de regular la po-
breza en los distintos países escandinavos.
64 Véase Philippe d'Iribarne (1990): Le chómage paradoxal París, PUF, col. «Économies
en liberté».
65 Véase Serge Paugam (2003): Social Precarity andAttitudes to Society and the Welfare
State, ponencia en la conferencia «European Societies or European Society?», Helsinki, Eu-
resco Conference on Institutions adn Inequaliry, 20-24 de septiembre.
66 Para una presentación más detallada, véase el apéndice «Cómo ven los europeos la
pobreza», al final del libro.
67 Jacques Ion y Jean-Paul Tricart (2002): Les travailleurs sociaux, París, La Découver-
te, col. «Repéres», p. 69.
68 René Lenoir (1974): Les exclus. Un Francais sur dix, París, Seuil.
G9 Jeannine Verdés-Leroux (1978): Le travail social, París, Éd. de Minuit.
70 Obsérvese que Jeannine Verdés-Leroux critica muy duramente las tesis de René Le-
noir . En un artículo dedicado a su obra sobre los excluidos, ella subrayaba el carácter hete-
NOTAS 275
róclito y vago de las categorías utilizadas. También criticaba que «la yuxtaposición de grupos
tan dispares hacía desaparecer como tal el principio de clasificación económico-política al
mismo tiempo que atribuía al conjunto de grupos enumerados el matiz "criminológico" de
algunos términos ». En su opinión , la indeterminación semántica de la noción de exclusión
contribuye a su eficacia ideológica. «La virtud de este concepto de excluido y de todos los
debates que permite -dice- es evitar la cuestión del origen de la "exclusión".» Véase
Verdés-Leroux (1978): «Les exdus», Actes de la recherche en sciences sociales, 19, pp. 61-65.
71 Jacques Donzelot (1977): La police des familles, París, Éd. de Minuit.
72 Jacques Donzelot (1972): «Travail social et lutte politique», Esprit, «Pourquoi le tra-
vail social?», 4-5, abril-mayo, p. 102.
7s Una misma familia puede ser objeto de múltiples intervenciones sociales en la en-
crucijada de lo judicial, lo educativo y la psiquiatría, como podemos comprobar a través de
las monografías de familias asistidas. Véase, por ejemplo, Jean-Pierre Nicolas (1984): La
pauvreté intolérable. Biographie d une famille assistée, Toulouse, Érés.
74 Véase Pierre Boira¡ y Pierre Valarie (1985): «Le cont8le social: pratiques symboliques
et pratiques sociales», en Francis Bailleau, Nadine Lefaucheur y Vincent Peyre (dir.), Lec-
tures sociologiques du travail social París, Les Éditions Ouvriéres, pp. 45-59.
75 Franz Schultheis, «L'État et la société civile face á la pauvreté en Allemagne», op. cit.,
p. 433.
76 Entrevista recogida por Dramane Coester, La pauvretf en Allemagne, op. cit.
n Yvar Ledemel (1997): The Welfare Paradox. Income Maintenance and Personal Social
Services in Norway and Britain, 1946-1966, Oslo, Scandinavian Universiry Press.
78 La proporción de la población que recurre a la asistencia es claramente superior en
Gran Bretaña que en los países escandinavos . Es lo que ocurre también respecto a países
como Francia, incluso después de sumar las subvenciones de los mínimos sociales. Véase
Martin Evans, Serge Paugam y Joseph Prélis (1995): «Chunnel vision: Poverty, social ex-
dusion and the debate on social welfare in France and Britain », London School of Eco-
nomics , STICERD, Documento de consulta, Welfare State Programme/115.
79 Véase Knut Halvorsen (1993): «Social assistance schemes in the Nordic Countries»,
en Torben Fridberg (dir.), On Social Assistance in the Nordic Capitals, Copenhague, Social
Forsknings Instituttet.
Capítulo 5
' La obra de Paul Lazarsfeld resultado de una encuesta de carácter monográfico sigue sien-
do hoy en día una referencia. Véase Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel (1933):
Marienthal• The Sociology ofan Unemployed Community, Londres, Tavistock. También po-
demos citar los estudios de E. Wight Bakke (1940): The Unemployed Worker: A Study ofthe
Task of Making a Living without a Job, New Haven, Yale University Press, y Citizens
without Work. A Study ofthe Efcts of Unemployment upon the Workers' Social Relations and
Practices, New Haven, Yale University Press.
2 La obra de Dominique Schnapper marca en Francia el comienzo de una nueva fase
para las investigaciones sobre el paro . Véase L'épreuve du chómage París, Gallimard, 1981;
nueva ed. en «Folio» , 1994. En Gran Bretaña, el primer gran programa de investigación so-
bre las consecuencias sociales del paro se realizó a partir de mediados de los años ochenta.
Véase Duncan Gallie, Catherine Marsh y Carolyn Vogler (dir.) (1994): Social Change and
the Experience of Unemployment, Oxford, Oxford Universiry Press.
276 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
3 Para un análisis más detallado de todos estos cambios y sus efectos sociales, puede con-
sultarse Serge Paugam (2000): Le salarié de la précarité. Les nouvelles formes de l intégration
professionnelle, París, PUF, col. «Le Lien social».
'1 Robert Castel, Les métamorphoses de la question sociale, op. cit.
$ El tema de la inseguridad social ha sido estudiado desde los primeros años ochenta.
Véase Antoine Lion y Pierre Maclouf (dir.) (1982): L'insécurité sociale. Paupérisation et so-
lidarité, París, Les Éditions Ouvriéres.
6 Véase cap. 3, p. 106.
' Véase Serge Paugam, Jean-Paul Zoyem y Jean-Michel Charbonnel, précarité et risque
d'exclusion en France, op. cit.
8 Robert Castel (2003): L insécurité sociale. Qu ést-ce qu'tre protégél, París, Seuil, La Ré-
publique des Idées, p. 6.
Véase Pierre Bourdieu (dir.) (1993): La misére du monde, París, Seuil.
1 0 Ibid., p. I1.
" Serge Paugam, Le salarié de la précarité. Les nouvelles formes de l'intégration profes-
sionnelle, op. cit.
`Z La precariedad del empleo y del trabajo se acumulan en el tipo de integración pro-
fesional denominada integración descalificadora. La encuesta ha permitido comprobar que
este tipo está particularmente desarrollado en las empresas que han emprendido planes so-
ciales. Los asalariados viven con la amenaza permanente del despido. Tampoco pueden va-
lorarse con su oficio. El trabajo en sí mismo no tiene para ellos ningún interés. La única
ventaja que podrían encontrar es el salario; pero muchas veces es similar al salario mínimo
interprofesional incluso después de años de antigüedad. En estas condiciones, los asalaria-
dos van a trabajar sin entusiasmo y todavía más tendiendo en cuenta el mal ambiente. Sa-
ben que no tienen nada que esperar, ni de su trabajo -cuyo escaso valor ellos son los pri-
meros en reconocer-, ni de sus jefes -a los que no siempre conocen- ni de sus
compañeros. En la empresa esperan que pasen las horas, sintiéndose extraños a ellos mis-
mos, presas de la desesperación.
13 Véase Frangois-Xavier Merrien, «Divergences franco-britanniques», en Francois-
Xavier Merrien (dir.), Face á la pauvreté. L'Occident et les pauvres hier et aujourd'hui, op. cit.,
pp. 99-135.
14 Para comparar los términos del debate entre el periodo del Comité de mendicidad
de 1790 y el debate parlamentario sobre el ingreso mínimo de inserción en 1988, véase
Serge Paugam, La société francaise et ses pauvres, op. cit., cap. 2: «La dialectique de l'as-
sistance».
15 Por lo que respecta a los trabajos recientes sobre este tema, relativos a Gran Bretaña,
se puede leer especialmente: Duncan Gallie, Catherine Marsh y Carolyn Vogler (dir.), So-
cial Change and the Experience of Unemployment, op. cit., y Lydia Morris (1995): Social Di-
visions. Economic Decline and Social Structural Change, Londres, UCL Press.
1' Véase Martin Evans, Serge Paugam y Alain Prélis (1995): Chunnel Vision: Poverty,
Social Exclusion and the Debate on Social Security in France and Britain, London School of
Economics, STICERD, documento de consulta, Welfare state programme/1 15.
" La cuestión del gueto procede en gran parte de la emigración masiva de los negros
americanos de las zonas rurales del sur hacia las ciudades industriales del norte en los años
treinta. Véase sobre este punto la obra de sociología histórica de Douglas S. Massey y
Nancy A. Denton (1993): American Apartheid. Segregation and the Making ofthe Under-
class, Cambridge, Harvard University Press (traducción francesa de igual título, París,
Descartes et Cie, 1995).
NOTAS 277
18 Véase especialmente William Julius Wilson (1987): The Truly Disadvantaged Chi-
cago, University of Chicago Press (trad. francesa: Les oubliés de lAmérique, París, Desdée de
Brouwer, 1994). También puede consultarse la obra de síntesis de Chapour Haghighat
(1994): L'Amérique urbaine et l'exclusion sociale, París, PUF, col. «Politique aujourd'hui».
Finalmente tenemos que citar el excelente estudio de Paul A. Jargowsky (1997): Poverty
and Place. Ghettos, Barrios, and the American City, Nueva York, Russell Sage Foundation.
19 Citaremos sin embargo el trabajo de Monique Pincon-Charlot, Edmond Préteceille
y Paul Rendu (1986): Ségrégation urbaine. Classes sociales et équipements collectifs en région
parisienne, París, Anthropos. Señalemos asimismo trabajos más recientes como los de Jac-
ques Donzelot (2004): «La ville á trois vitesses: relégation, périurbanisation, gentrification»,
Esprit, 3-4, marzo-abril, pp. 14-39, y de Éric Maurin (2004): Le ghetto franfais. Enquéte sur
le séparatisme socia£ París, La République des Idées, Seuil.
20 La comparación en profundidad entre los barrios europeos desheredados y los guetos
negros americanos encuentra por ello muchas dificultades. Para una recensión del conjunto
de estos problemas, podemos consultar la ponencia de Tony Fahey (2003): «Urban spatial
segregation and social inequality: A note on the potential for comparative European rese-
arch», Changequal network, Manheim, 10-12, abril.
Pierre Bourdieu, «Effets de lieiu», en La mis¿re du monde, op. cit., p. 159.
22 Yves Grafineyer (1994): «Regards sociologiques sur la ségrégation», en J. Brun y
C. Rhein (dir.), La ségrégation dans la vine. Concepts et mesures, París, L'Harmattan, p. 86.
23 Véase Sophie Body-Gendrot (1993): Vine et violente. L'irruption de nouveaux acteurs,
París, PUF, col. «Recherches politiques».
24 Loic Wacquant (1992): «Banlieus francaises et ghetto noir américain: de l'amalgame
á la comparaiion», French Politics d Society, 10, 4, pp. 81-103.
2s Véase Dominique Schnapper, La communauté des citoyens Sur lidée moderne de
nation, op. cit.
26 Jacques Donzelot y otros (2003): Faire société. La politique de la vine aux États-Unis
et en France, París, Seuil, col. «La Couleur des idées», p. 39.
27 Aunque no existan guetos en Francia -al menos si entendemos por «gueto» un ba-
rrio homogéneo poblado por una etnia o una nacionalidad determinada-, la instalación
de familias inmigrantes en los grandes conjuntos ha coincidido a menudo con la salida de
las poblaciones francesas, a menudo hacia una vivienda unifamiliar. Véase Frangois Dubet
y Didier Lapeyronnie (1992): Les quartiers d'exil París, Seuil.
28 Véase M. Debonneuil (1978): «Les familles pauvres d'une ville moyenne», Économie
et statistique, 105, pp. 25-37.
19 Véase Serge Paugam, Jean-Paul Zoyem y Jean-Michel Charbonnel, Précarité et risque
d'exclusion en France, op. cit.
30 Los encuestadores del INSEE se contratan entre las clases medias, a menudo se trata
de funcionarios retirados o mujeres cualificadas que no ejercen una actividad profesional re-
gular.
31 M. Castellan, M. Marpsat y M.-F. Goldberger (1992): «Les quartiers prioritaires de
la politique de la ville», INSEE Premiére, 234.
32 Cada unidad se caracteriza por la composición socioprofesional de su población y por
la actividad económica en la que trabajan las personas empleadas. Véase N. Tabard (1993):
«Des quartiers pauvres aux banlieues aisées: une représentation sociale du territoire», Éco-
nomie et statistique, 270, pp. 5-22.
33 Podemos citar, por ejemplo, la encuesta de Catherine Foret (1986): Trajectoires de
l'exclusion. Recomposition sociale y processus de territorialisation dans l'espace d'une copropriété
278 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
sible», éstas son las experiencias vividas al recurrir a esta ayuda alimentaria. Privarse de va-
caciones o de diversiones , limitar ciertos gastos superfluos o comprar productos menos ca-
ros y más económicos son comportamientos normales entre las familias con ingresos mo-
destos, pero depender de la ayuda alimentaria constituye en las representaciones sociales el
símbolo de una extrema pobreza que consagra casi inevitablemente la incapacidad y el des-
crédito de las personas afectadas . Véase la encuesta realizada en 2004 por Sasan Tajsham en
el marco de la Federación nacional de bancos de alimentos.
48 Véase Serge Paugam (dir.), L'Europe
face d la pauvreté. Les expériences nationaLes de re-
venu minimum, op. cit.
49 Puede leerse la excelente síntesis
de Pascale Dufour, Gérard Boismenu y Alain Noel
(2003): L'aide au conditionnel La contrepartie dans les mesures envers les personases sans em-
ploi en Europe et en Amérique du Nora Montreah Les Presses de 1'Université de Montréal.
50 Véase Sylvie Morel (2000): Les logiques de la réciprocité. Les transformations de la re-
lation d 'assistance auz États-Unís et en France, París, PUF, col. «Le Lien social».
51 Véase I. LOdemel y H. Trickey (2001): An Offer you can 't refuse. Workfare in In-
ternational Perspective, Bristol, The Policy Press.
52 La estigmatización de los pobres
parece sin embargo menos fuerte en los Países Bajos,
que han decidido mantener una fuerte protección social para los más desfavorecidos bus-
cando al mismo tiempo los medios para su inserción.
53 Sobre este punto puede leerse a Jean-Paul
Zoyem (2004): Accompagnement etsortie de
l'aide sociales évaluation de l'insertion professionnelle des bénéficiaires du revenu minimum d'in-
sertion, tesis de Ciencias Económicas, Universidad de París l, Panteón- Sorbona.
Conclusión
' Véase Dominique Schnapper (2002): La démocratie providentielle. Essai sur l'égalité con-
temporaine, París, Gallimard, col. «NRF- Essais».
2 Robert Castel subraya que, «hasta una época reciente , las comunidades rurales vivían
una casi autarquía, no sólo económica sino relacional , como enclaves dentro de un con-
junto arrastrado por el movimiento de la modernidad ». Véase Les métamorphoses de la ques-
tion sociale, op. cit., p. 35.
3 Véase Henri Mendras (1976): Sociétéspaysannes. Éléments pour une théorie de lapay-
sannerie, París , Armand Colin, p. 76.
4 Maurice Halbwachs (2002): Les causes du suicide (1.' ed., 1930), París, PUF, col. «Le
Lien social », p. 378.
5 Mireille Razafindrakoto y Fran4ois
Roubaud (2001): «Les multiples facettes de la
pauvreté dans un pays en développement: le cas de la capitale malgache », París , Documents
du DIAL, 7.
G Véase Karine Clément
(1999): «Russie: pauvreté de masse et stigmatisation des pauv-
res», en Dominique Vidal (dir.), Quelle place pour le pauvre? París, L'Harmattan, col. «Cul-
tures et conflits », pp. 35-69.
Es lo que ocurría fundamentalmente en Checoslovaquia. Véase Isabelle Le Rouzic
(2002): La transformation post-communiste tchéque d l'épreuve de la marginalisation sociale,
tesis doctoral en Sociología , Universidad de Rennes 2.
8 Véase Natalia Tchernina (1996): Economic Transition and Social Exclusion in Russia,
Ginebra, International Institute for Labour Studies, « Research series», 108.
280 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Apéndice
' Véase S. Paugam y M. Selz, «The perception of poverty in Europe since the mid 1970s.
Analysis of structural and conjunctural variation», op. cit.
z Estas encuestas han sido objeto de numerosos estudios : H. Rifault y J.-R. Rabier
(1997): The Perception ofPoverty in Europe, Bruselas, Comisión Europea; Poverry 3, The
Perception ofPoverty in Europe, Bruselas, Comisión Europea, 1990; N. Rigaux (1994): The
Perception of Poverty and Social Exclusion in Europe 1994, Bruselas, Comisión Europea;
D. Gallie y S. Paugam (2002): Social Precarity and Social Integration, Bruselas, Comisión
Europea.
3 M. Evans, S. Paugam y J. Prélis, Chunnel Vision: Poverry, Social Exclusion and the De-
bate on Social Welfare in France and Britain, op. cit.
4 Véase Les travaux de l'Observatoire national de la pauvreté et de 1'exclusion sociale,
2001-2002, París, La Documentation fran4aise, 2002. Véanse especialmente los estudios de
Laurent Caillot y Corinne Mette, «Les représentations de l'opinion: la connaissance vécue
est un déterminant majeur», pp. 121-150, y Michel Autés, «Les représentations de la
pauvreté dans la presse écrite», pp. 105-120.
5 Véase W. van Oorschot y L. Halman (2000): «Blame or late, individual or social? An
international comparison of popular explanation of poverry», European Societies, 2, 1,
pp. 1-28.
6 Véase S. Paugam, La sociétéfrancaise et ses pauvres, op. cit.; véase en concreto sobre este
punto la segunda parte, titulada « De l'assistance á la participation », pp. 79 y ss.
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290 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Marx, K., 30, 31-32, 38-39, 42-50, 52, Regamey, R., 273
220-222, 273 Rendu, P., 277
Massey, D., 276 Reynaud, B., 91, 278
Mateo, 129 Reyneri , E., 131
Maurin , E., 277 Rhein, C., 277
Mendras, H., 279 Ribeaud, M.-C., 272
Merrien , F.-X., 274, 276 Riffault, H., 273, 280
Mette, L., 280 Rigaux, N., 280
Middlemans, J., 269 Rostow, W. W., 267
Mingione , E., 268, 271 Roubaud , F., 279
More¡, S., 279 Rowntree , B. S., 142-144
Morlicchio, E., 270, 271 Russel , H., 278
Morris, L., 276
Moscovici, S., 265, 267 Sabouret , J.-F., 272
Murray, C., 264 Salais, R., 91, 278
Salama, R., 261
Negri , N., 133, 262, 271 Salamon , L. M., 33
Nicolas, J.-P., 275 Saraceno , C., 268, 269
Noél, A., 279 Schelsky, H., 159
Nolan, B., 164, 261 Schizzerotto , A., 262
Noll, H. H., 262 Schnapper , D., 25, 268, 272, 275, 277,
279
Oberti, M., 268, 278 Schultheis, F., 25, 159, 172, 264, 265, 266
Observatoire national de la pauvreté et de Schweyer, F.-X., 25
1'exclusion sociale , 262, 272 Scotson , J. L., 278
Oficina federal de estadística, 273 Selz, M., 24-25, 267, 280
Ogien, R., 262 Sen, A., 17, 27
Sgritta , G. B., 268
Pareto , V., 266 Silver, H., 25
Paserman , R., 269 Simmel , G., 18, 30, 31-32, 39, 42, 50-62,
Paugam , S., 19-20, 23-25, 163, 174, 262, 63, 64, 65, 94, 96-97, 103, 220-223
265, 267-271, 273- 274, 276-280 Soares , R., 269
Péchoux , S., 278 Spanó, A., 270
Pereirinha, J., 268 Stenberg , S. A., 262
Pétonnet , C., 167, 272 Stjerne, S., 274
Peyre, V., 275 Stoléru , L., 271
Pingon -Charlot, M., 277 Stonequist , E., 265
Piven , F. F., 75
Ploug, N., 262 Tabard, N., 194-195
Polanyi, K., 266, 267 Tajsham, S., 279
Pons , P., 272 Tchernina, N., 279
Prélis , A., 262, 275, 276, 280 Tham, H.,274
Préteceille , E., 277 Titmuss, R., 162
Pugliese , E., 270, 271 Tocqueville, A. de, 30, 31-42, 47, 49-52,
60, 81, 220-223, 271
Rabier, J.-R., 273, 280 Townsend, P., 16
Rampa¡, J. C., 278 Tricart, J. P., 167
Razafindrakoto , M., 279 Triglia, C., 131, 270
296 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA
Fernando Esteve y
Rafael Muñoz de Bustillo
CONCEPTOS DE ECONOMÍA
Laura Zanfrini
LA CONVIVENCIA INTERÉTNICA
Mayte Pascual
EN QUE MUNDO VIVIMOS
CONVERSACIONES CON MANUEL CASTELLS
Serge Chaumier
EL NUEVO ARTE DE AMAR
Gianfranco Poggi
WEBER
Hannah Arendt
LOS ORÍGENES DEL TOTALITARISMO
Luis de la Corte
LA LÓGICA DEL TERRORISMO
Frédéric Lenoir
LAS METAMORFOSIS DE DIOS.
LA NUEVA ESPIRITUALIDAD OCCIDENTAL
Isaiah Berlin
SOBRE LA LIBERTAD
Anthony D. Smith
NACIONALISMO
David Crystal
LA REVOLUCIÓN DEL LENGUAIE