Sobre La Rectitucion Subjetiva en La Clinica Del Aprender
Sobre La Rectitucion Subjetiva en La Clinica Del Aprender
Sobre La Rectitucion Subjetiva en La Clinica Del Aprender
*Carlos Tumburú
Sobre la rectificación subjetiva en la clínica del aprender
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo intenta reflexionar sobre el inicio del tratamiento psicopedagógico.
El psicoanálisis de orientación lacaniana cuenta con un dispositivo llamado entrevistas preliminares que
permite abordar las condiciones referidas a la iniciación del tratamiento. Entrevistas preliminares como
condición anterior al inicio de la cura. «Esta expresión indica que existe un umbral, una puerta de entrada al
análisis totalmente distinta a la puerta de entrada del consultorio del analista. Se trata de un tiempo de
trabajo previo al análisis propiamente dicho» (Quinet, 1991: 20).
La llegada de un paciente plantea interrogantes, como por ejemplo, precisar si todo aquel que llega a
consultaesun paciente; o bien, cuáles son los elementos necesarios para iniciar un tratamiento. Para el
psicoanálisis, cuando alguien viene a consultar por un tratamiento es un candidato a paciente. «El primer
pedido de la experiencia analítica es la demanda de ser admitido como paciente» (Miller, 1997: 17).
Entrevistas preliminares, entonces, es un concepto que implica que en la entrada del análisis se realiza un
periodo de prueba para evaluar si se acepta o no al consultante como paciente.
«La práctica de las entrevistas preliminares es una consecuencia directa de cómo damos una estructura a las
‘bienvenidas’. [...] Significa que el comienzo es aplazado, el analista se demora en iniciar el proceso de análisis
hasta que esté satisfecho, en el sentido de poder autorizar la demanda y, consecuentemente, avalarla»
(Miller, 1997: 18-19).
Dentro de las entrevistas preliminares, Miller realiza una distinción de tres niveles y dos tipos de vínculos
entre los mismos.
1- Evaluación clínica
Subjetivación
2- Localización subjetiva
Rectificación
3- Introducción al inconsciente
Para poder comprender mejor es importante conceptualizar el proceso analítico: «Decimos de un sujeto
que quiere analizarse cuando podemos precisar una demanda de ser escuchado como forma de articular
una demanda de saber... saber acerca de lo que ignora como produciendo la sintomatología de la que
sufre [...]. El paciente trae sus síntomas y pide saber acerca de ellos, demandando saber algo más de sí
mismo [...]. Y se dirige a aquel a quien supone un saber sobre aquello, de sí mismo, de lo que padece.
Requisito indispensable para que se instale una relación transferencial en sentido específico o sea aquella
que soportará todo el proceso de la cura» (Dinerstein, 1987: 77).
Entonces preliminar indica que hay un umbral que cruzar, es decir, es un tiempo preliminar al análisis.
Como plantea Aníbal Lesserre (1994: 83): «Un tiempo donde las operaciones de inclusión y de exclusión
en torno a la función de la palabra pueden caracterizarse bajo dos formas muy precisas dadas por J. Lacan:
la aparición de una demanda verdadera, y ser embarazados por el síntoma».
Las entrevistas tienen varios propósitos: 1) permiten construir un síntoma propiamente analítico, en lugar
de la vaga conexión de motivos de consulta que suele llevar el paciente; 2) dan tiempo para desarrollar
la transferencia; 3) permiten determinar si se trata realmente o no de una demanda de análisis, y también
generar una hipótesis sobre la estructura clínica del analizante.
Una de sus funciones es la función sintomal (sinto-mal). En toda demanda de análisis, lo que importa es
cómo ésta se particularizará en un sujeto, que se presenta al analista representado por su síntoma. La
demanda de análisis no debe ser aceptada en estado bruto, sino cuestionada. «La respuesta de un analista
a alguien que llega con la demanda explícita de análisis no puede ser, por ejemplo, la de abrir la agenda
y proponer un horario y un contrato. Para Lacan sólo hay una demanda verdadera para dar inicio a un
análisis: la de desprenderse de su síntoma» (Quinet, 1991: 24).
De lo que se trata es de hacer correlativa la demanda a la elaboración del síntoma en tanto «síntoma
analítico».
Elaboración que implica que el síntoma pase del estatuto de respuesta al estatuto de pregunta para el
sujeto, para que éste sea instigado a descifrarlo.
A partir de este desarrollo teórico, y ubicados en la clínica psicopedagógica, centramos nuestra mirada
en la rectificación subjetiva.
En la clínica psicopedagógica partimos del síntoma, y por lo tanto de «lo que no anda». Para trabajar estas
cuestiones es necesario delimitar el espacio en el que puede inscribirse esta clínica, que definimos como
«esa praxis que sostenemos aquellos a quienes se nos consulta cuando alguien no aprende o lo hace con
dificultades» (González, 1995: 51). Dice Baraldi (1993: 53): «Ahora bien: la idea de una clínica
psicopedagógica se anuda a la problemática de la cura y de los avatares de su conducción. Dirigirla no
implica un saber hacia dónde sino desde dónde vamos a pensar lo que por ella transita». Partimos del
siguiente interrogante postulado por Dominique y Gérard Miller (1991: 41-42): «Para entrar en análisis,
y no sencillamente en el consultorio del analista, se precisa al menos un síntoma. Y para que un síntoma
tenga un lugar en el análisis es preciso que le sea significado al sujeto. Ahora bien, hay síntomas que nunca
alcanzan al sujeto aún cuando sean suyos. Y por otra parte, ¿por qué decir ‘síntomas’? ¿Por qué para
nosotros, para los otros, existen como tales, por qué estamos seguros de reconocer en ellos algún tipo de
trastorno, de disfunción? Esto no basta para que sean analizables. Por eso Jacques-Alain Miller podía
subrayar hasta qué punto la vía freudiana consiste en la ‘ampliación del campo de los síntomas. De los
síntomas como significados del sujeto’. En un sentido, se puede decir de todo síntoma que ha nacido en
otra parte, en otro discurso – que es síntoma del Otro -. Pero para algunos sujetos tiene sólo ese estatuto
único de ser exterior. ¿El síntoma es lo que no anda bien? La cuestión radica por entero en saber en
quién».
Que se produzca la consulta psicopedagógica no implica que alguien se instale como paciente. Para que
algo de eso suceda, alguien tiene que padecer y querer no padecer. «El motivo de consulta, es ese primer
momento en que habiendo transpuesto el umbral del consultorio psicopedagógico, se encuentra a otro
a quien desplegar la queja, el malestar, la angustia, las preguntas» (González, 2001: 60).
Aquí debemos subrayar que las primeras entrevistas no siempre indican el inicio de un tratamiento. Hay
que diferenciar el inicio de la cura del comienzo fáctico de las sesiones. El problema se plantea cuando se
trata de niños que como sabemos, son traídos por sus padres.
Para pensar estas cuestiones diferenciamos el signo del síntoma. Signo entendido como todo aquello que
puede ser observable de alguna manera, desde la realidad exterior, y síntoma como la dimensión
subjetiva en relación con lo que puede decir el paciente, con la realidad psíquica. El signo como algo
fenoménico y descriptivo y el síntoma en tanto enigma, pregunta para el sujeto, en tanto algo que no
anda, pero para quien se convierta en paciente, no para los otros.
«Para el discurso médico síntoma es todo lo que el enfermo puede decir de lo que le ocurre, y signo son
todas aquellas características que pueden detectarse mediante el examen médico y los complementarios:
palidez, tensión arterial, anemias, etc. Para el diagnóstico médico el valor de los síntomas es escaso,
priorizándose significativamente el estatuto de signo. La situación se revierte en el marco del discurso
analítico: el tratamiento sólo es posible en relación al síntoma; más aún, no sólo es necesario que el
paciente hable, sino que además se torna fundamental que teorice acerca de por qué cree él que le ocurre
lo que le ocurre, es decir, que haga teoría sobre su síntoma. ‘¿Por qué cree Ud. que le pasa esto hoy?’,
suele interrogar el psicoanalista. Y es que, en la medida en que él se constituya en el Otro del síntoma, es
que el análisis podrá funcionar» (Baraldi, 1993: 54).
Reflexiones finales
Los psicopedagogos «nos vimos en la necesidad de incorporar elementos de la teoría psicoanalítica para
intentar una comprensión más global de este ‘niño que no aprende’.» (Baraldi, 1993: 60). Hablamos de
incorporar elementos, no de invadir el campo del psicoanálisis, ni que el psicoanálisis se desvirtúe en la
práctica psicopedagógica, sino de articular las concepciones psicoanalíticas en una práctica distinta de
aquella que los originó.
El hecho que profesionales de distintas disciplinas trabajen sobre la base de una formación psicoanalítica
«no los transforma en psicoanalistas. Sólo garantiza que podrán ubicarse mejor frente a un niño o un
adolescente en dificultades, porque sabrán de la transferencia, de la diferencia entre signo y síntoma,
porque conocerán la distinción entre organismo y cuerpo, entre voz y palabra.» (González, 1999: 102). Y
sobre todo, porque podrán posicionarse desde una ética que propone no saltear al sujeto y evitando las
certezas, resguardar el lugar para el enigma, para la pregunta, para la subjetividad y el deseo.
Pensamos en importar un concepto al espacio de nuestra praxis, como dice Baraldi (1993), advirtiendo
por supuesto, el forzamiento que se produce en estos casos de préstamos teóricos, pero recalcando la
importancia de su operatividad para dar cuenta de las diferentes maniobras, tensiones y tiempos que se
sitúan en el devenir del tratamiento psicopedagógico.
En cuanto a la iniciación del tratamiento, diremos que implica una decisión que habrá de ser sancionada
por el psicopedagogo, pero con el consentimiento del entrevistado. No es un procedimiento automático,
sino un acto que se efectiviza por parte del psicopedagogo. Sin embargo, ello nunca acontece sin el
consentimiento del entrevistado, que en el caso de ser adulto es un candidato a paciente en el momento
en que da el «sí», al acceder a su primera sesión; pero en cuanto a los niños, el consentimiento debe pasar
por el proceso que va desde el «No sé por qué vengo», transitando el «Vengo porque no sé», hasta llegar
al «¿Por qué no sé?». En este punto situamos la localización subjetiva, es decir que el sujeto ha sido
localizado y es a partir de allí que la cura puede iniciar su camino. El inicio de la cura depende de la posición
subjetiva del niño y no de la realidad externa a él.
Se trata de preguntarnos cuando alguien consulta si lo que trae es un síntoma. De entrada uno puede
tener un motivo de consulta que después se sintomatiza o no. Hay que diferenciar el síntoma desde el
discurso médico que para nosotros sería un signo, del síntoma en el discurso analítico.
En las entrevistas preliminares hablamos de una construcción a realizar, la que conduce a la formalización
misma del síntoma. Y la constitución de un síntoma en el sentido analítico tiene que ver con la posibilidad
de que alguien se arriesgue a saber algo respecto del desorden del cual se queja. En este sentido,
ubicamos al síntoma como divisoria de aguas, como ese elemento privilegiado de la clínica que marca un
antes y un después, un límite entre lo preliminar y el tratamiento.
Tal como expresa Giraldi (2004: 11) cuando nos consultan por un niño que tiene problemas en la escuela,
ese malestar debe formalizarse en transferencia, para constituirse en un síntoma.
«Por ello invitamos al niño a hablar sobre lo que le pasa, por qué viene a vernos, más allá de lo que traigan
por tal problemática. Formalizar al síntoma bajo transferencia, es permitir que el niño empiece
quejándose de algo, para luego poder demandar su desciframiento, un: ¿qué me quiere decir eso? […].
Porque el síntoma – a la entrada – pone de relieve su aspecto disarmónico, manifestando lo que no
funciona para el sujeto que se encuentra enredado en él.»
El que a partir de un sufrimiento, un sujeto se formule una pregunta como forma de demanda orientada
al saber y la dirija a un psicopedagogo puede ser inicio de una cura. No se trata de atribuirle sentido a los
síntomas del paciente, sino de ayudar en el desciframiento del sentido que está en él.
Bibliografía
SOBRE EL AUTOR:
Psicopedagogo (M.P. 117). Profesor de Psicopedagogía Institucional. Carrera de Psicopedagogía. Instituto
Jean Piaget (Salta). Integrante de los Equipos Interdisciplinarios del Programa de Psicología y Equipos
Interdisciplinarios. Ministerio de Educación de Salta.